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I.

IMPUTACIÓN

a) Resumen de los hechos: El 11 de febrero de 2010, en la Ciudad de México, a las 23.20 horas,
Antonio Álvarez Gómez ingresó a la casa habitación de Virginia Vélez Suárez y Valdemar Rosas
Fernández, a quienes amagó con un cuchillo y les obligó a entregar sus carteras; luego se dio a la
fuga.

b) Conducta típica: Robo agravado, prevista y sancionada por el artículo 367 del Código Penal
Federal en relación con los artículos 370, 371, 372, 381 fracciones I y IX, y 381 Bis de ese mismo
ordenamiento.

Artículo 367.- Comete el delito de robo: el que se apodera de una cosa ajena mueble, sin derecho
y sin consentimiento de la persona que puede disponer de ella con arreglo a la ley.

Artículo 370.- Cuando el valor de lo robado no exceda de cien veces el salario, se impondrá hasta
dos años de prisión y multa hasta de cien veces el salario.

Cuando exceda de cien veces el salario, pero no de quinientas, la sanción será de dos a cuatro
años de prisión y multa de cien hasta ciento ochenta veces el salario.

Cuando exceda de quinientas veces el salario, la sanción será de cuatro a diez años de prisión y
multa de ciento ochenta hasta quinientas veces el salario.

Artículo 371.- Para estimar la cuantía del robo se atenderá únicamente el valor intrínseco del objeto
del apoderamiento, pero si por alguna circunstancia no fuere estimable en dinero o si por su
naturaleza no fuere posible fijar su valor, se aplicará prisión de tres días hasta cinco años.
[…]

Artículo 372.- Si el robo se ejecutare con violencia, a la pena que corresponda por el robo simple
se agregarán de seis meses a cinco años de prisión. Si la violencia constituye otro delito, se
aplicarán las reglas de la acumulación.

Artículo 373.- La violencia a las personas se distingue en física y moral.


Se entiende por violencia física en el robo: la fuerza material que para cometerlo se hace a una
persona.

Hay violencia moral: cuando el ladrón amaga o amenaza a una persona, con un mal grave,
presente o inmediato, capaz de intimidarlo.

Artículo 381.- Además de la pena que le corresponda conforme a los artículos 370 y 371, se
aplicarán al delincuente las penas previstas en este artículo, en los casos siguientes:
I.- Cuando se cometa el delito en un lugar cerrado.
[…]

IX.- Cuando se cometa por una o varias personas armadas, o que utilicen o porten otros objetos
peligrosos;
[…]

En los supuestos a que se refieren las fracciones I, II, III, IV, V, VI, XI, XII, XIII, XIV y XV, hasta
cinco años de prisión.
En los supuestos a que se refieren las fracciones VII, VIII, IX, X, XVI y XVII, de dos a siete años de
prisión.

Artículo 381 Bis.- Sin perjuicio de las sanciones que de acuerdo con los artículos 370, 371 y 372
deben imponerse, se aplicarán de tres días a diez años de prisión al que robe en edificios,
viviendas, aposento o cuarto que estén habitados o destinados para habitación, comprendiéndose
en esta denominación no sólo los que estén fijos en la tierra, sino también los movibles, sea cual
fuere la materia de que estén construidos, así como en aquellos lugares o establecimientos
destinados a actividades comerciales. En los mismos términos se sancionará al que robe en campo
abierto o paraje solitario una o más cabezas de ganado mayor. Cuando el robo se realice sobre
una o más cabezas de ganado menor, además de lo dispuesto en los artículos 370, 371 y 372, se
impondrán hasta las dos terceras partes de la pena comprendida en este artículo.

c) Elementos (para fines didácticos de este caso hipotético):

- Acción (verbo rector): apoderarse.


- Objeto material: una cosa.
- Elementos normativos: “ajena”, “mueble”, “sin derecho” y “sin consentimiento de la persona que
puede disponer de ella con arreglo a la ley”.
- Circunstancias de lugar: Lugar (i) cerrado y (ii) habitado o destinado para habitación.
- Modo: Arma, objetos peligrosos.

d) Acusado: Antonio Álvarez Gómez

e) Ofendidas: Virginia Vélez Guzmán y Valdemar Valentín Rosas

f) Penalidad posible: XXX


II. INFORME DE LA AGENTE DE POLICÍA PAULINA PELAEZ RUIZ

A las 11:25 p.m. me encontraba haciendo mi recorrido de patrullaje en la Delegación Miguel


Hidalgo, cuando me avisaron de un robo en una casa a unas cuadras de mi ubicación. Fui directo
hasta la casa, en la calle Montes Urales No. 75, y me tomó no más de tres minutos llegar al lugar.
Entré inmediatamente y vi a una pareja sentada en su sala. La sala se encontraba desordenada,
con papeles y cosas tirados por todos lados.

Me identifiqué como policía y les pregunté si se encontraban bien, a lo que ambos contestaron que
sí.

Proseguí a preguntar qué había pasado, y me contaron lo que aparece abajo en el informe, en las
secciones de las declaraciones de cada una de esas dos personas.

Luego de tomar las declaraciones, tomé unas 15 fotos de la casa y las condiciones en que se
encontraba.

Me fui de la casa, dirigiéndome a la delegación. Esta zona es poco concurrida, sobre todo de
noche. Por eso me extrañó ver a un hombre caminando por la calle a unas cinco cuadras de la
casa. Detuve el vehículo para observar mejor y vi que este hombre se parecía mucho al
sospechoso que la pareja me había descrito.

Cuando el hombre se percató de mi presencia, se echó a correr; yo me bajé de la patrulla y lo


perseguí. En la persecución lo vi tirar hacia un lado del camino un par de cosas que no pude ver
muy bien. Luego de perseguirlo durante unos diez segundos, lo alcancé, lo detuve, y lo tiré al piso,
donde le puse las esposas. En ese momento la referida persona se identificó como Antonio Álvarez
Gómez.

Una vez que aseguré al sospechoso dentro de mi patrulla, volví a buscar lo que había arrojado.
Eran dos billeteras. Las abrí y no había dinero, pero sí reconocí las cédulas de las víctimas. Volví al
vehículo, y llevé al aprehendido de vuelta a la casa para que lo identificaran.

Pedí al señor Rosas Fernández que me confirmara que el señor que aprehendí era el ladrón. Bajé
a Álvarez del vehículo y de inmediato Rosas Fernández me dijo que era él; que ni siquiera tenía
que acercarse para ver mejor.

Le devolví a Rosas Fernández las dos carteras, contra firma de un recibo que ahí mismo
redactamos.

Llevé a Álvarez a la delegación, y luego de procesarle y notificarle de sus derechos, me dijo “No
quiero hablar con usted. Quiero un abogado.” Cesé mi interrogación.
III. DECLARACIÓN DE VIRGINIA VÉLEZ GUZMÁN

12 de febrero de 2010, 00.15 horas


[Ama de casa, 50 años]

A eso de las 11 p.m. mi marido Valdemar y yo estábamos regresando a casa. Habíamos estado en
un restaurante en el centro, celebrando un ascenso que le habían dado en el trabajo. Llegamos a
la casa. Habíamos dejado las luces apagadas. Al llegar, prendimos la luz del pasillo.

De repente, vimos a un hombre, que nunca habíamos visto antes, parado en nuestra sala, quien
estaba revisando los cajones de un gabinete. Había papeles y otras pertenencias tirados en el piso
por todos lados. La sala estaba hecha un relajo. Él se veía sorprendido y asustado; se veía muy
pálido, pero estaba sudando. Creo que traía puesta una camisa de color café. No sé cuánto medía,
soy muy mala para esas cosas, pero era de estatura normal.

Dijo algo como “maldición.” Valdemar trató de abalanzarse sobre él, pero el señor sacó un cuchillo
de su pantalón, Valdemar volvió hacia mí y se puso delante de mí casi ocultándome del hombre.
No vi al hombre, pero le escuché gritar “¡No intenten nada!” Valdemar le dijo que se fuera, y luego
el hombre dijo “Sus carteras y no les hago nada.”

Yo todavía tenía mi bolsa colgada en mi hombro. Metí la mano y saqué mi cartera. Todavía con mi
cara contra la espalda de mi marido, se la pasé. Tenía unos $1,000.00 pesos adentro.

Luego vi que mi marido sacó su cartera de su bolsillo de atrás, y le dijo al ladrón “tenga y váyase
ahora.”

Hubo una larga pausa y temí que el hombre nos hiciera daño. Luego de unos instantes muy
tensos, le escuché correr, saliendo por la puerta de atrás.

Valdemar saltó a la puerta, cerrándola con llave. Luego llamamos a la policía, y cuando llegó una
agente mi marido le narramos lo que había pasado, dando una descripción del señor: de unos 40
años, 1.70 metros, 72 kilos, camisa roja, pelo crespo. Yo no pude decir nada de cómo era – casi no
pude observarlo.
IV. DECLARACIÓN DE VALDEMAR ROSAS FERNÁNDEZ

11 de febrero de 2010, 23.40 horas


[Comerciante, 50 años]

Mi esposa y yo estábamos volviendo de festejar en nuestro restaurante favorito. Volvíamos a casa


porque los dos estábamos bien cansados y francamente yo estaba un poco tomado.

Entrando a la casa por nuestra puerta principal, nos encontramos casi de frente a frente con un
ladrón en la casa. Me pareció que lo habíamos sorprendido tratando de robar joyas o algo así, ya
que estaba hurgando en algunas cajas que teníamos en la sala. Las cajas estaban todas
volteadas. Revisé después, y no se había llevado nada de lo que había en las cajas (guardamos
nuestras pertenencias de valor en una caja de seguridad).

El ladrón estaba parado allí. Nunca me olvidaré de él. Medía 1.75, un peso de unos 75 kilos. Tenía
unos jeans, y una chaqueta roja. Su pelo era crespo y largo, y tenía unos ojos medio alocados.

Todos nos quedamos mirando durante un par de segundos. Temiendo por la vida de mi esposa,
me acerqué para atacarle, y luego el tipo muy cobarde sacó una navaja. Me volví hacia mi esposa
y me interpuse entre él y ella. No iba a dejar que se le acercara así que la protegí lo mejor que
pude, y seguí mirando hacia atrás ver si ella se encontraba bien.

Nos gritó que no hiciéramos nada. Yo sólo quería que se fuera y se lo dije. Él respondió diciendo
“Denme sus carteras y no les hago nada.”

Mi esposa me pasó su cartera. Yo saqué la mía – tenía unos $2,000.00 pesos adentro–. Le di al
ladrón las dos, diciéndole que nos dejara en paz.

Me miró y empezó a hacer ademanes con la navaja, como si me fuera a apuñalar. Yo solamente
me quedé mirándolo. Luego de unos segundos, se fue.

Después de eso, de inmediato le llamé a la policía que llegó en unos 5 o 10 minutos, y a quien
informé que un ladrón nos había robado y acababa de huir de la casa. Di una descripción de él: de
unos 40 años, 1.75, 75 kilos, pantalones jean, y chaqueta roja. Su pelo era crespo y largo.
V. DECLARACIÓN DEL DR. SERGIO SUÁREZ GARCÍA.

14 de febrero de 2010, 11.15 horas.


[Psicólogo, 43 años]

Tengo un doctorado en Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México que obtuve en


el año 2000. Trabajo en el Instituto Excelencia, donde me dedico a elaborar estudios sobre temas
de la psicología humana con énfasis particular en los efectos de drogas y alcohol sobre el cerebro
y la percepción humana. He publicado cuatro libros sobre temas relacionados con los efectos del
alcohol.

He testificado en tres ocasiones como perito: dos veces en casos civiles (sobre cuestiones de
responsabilidad por manejar ebrio), y una vez en un caso penal (sobre la capacidad de una
persona para comprender las consecuencias de sus acciones bajo los efectos de la cocaína).

Trabajo en una organización sin fines de lucro de asistencia a la indigencia. No he hablado con
nadie en este caso. La defensa del imputado me contrató ($2,000.00 pesos) para la preparación,
consultas y testimonio en este caso.

El consumo de alcohol puede afectar de manera muy grave la percepción humana: distorsiona
cosas como el tiempo, la distancia, y hasta la morfología. Además, puede afectar la memoria,
eliminando ciertos detalles de la memoria reciente.

Además, en mi opinión, el estrés de una situación puede afectar la percepción humana. El estrés
provoca la producción de sustancias químicas relacionadas con el instinto de “pelear o escapar”,
que sirven para permitir que la persona en una situación de alto estrés pueda actuar de manera
rápida y que limitan la capacidad de percibir y recordar.
VI. DECLARACIÓN DEL SR. ANTONIO ALVAREZ [SÓLO A SU ABOGADO DEFENSOR]

12 de febrero de 2010.
[Indigente, 34 años]

Yo no tengo nada que ver con esto. Soy un indigente y suelo dormir en el albergue San Francisco
que está cerca de la central de autobuses de Observatorio. Iba caminando hacia allá la noche del
11 de febrero de 2010, y pasé por unos basureros de una colonia de viviendas muy ricas. Allí hay
buenas cosas, a veces. Bueno, aproveché y vi un par un par de carteras. Bueno, no había dinero
adentro, pero pensaba venderlas y tal vez las tarjetas de crédito y las cédulas, también. No sé,
pero quería aprovechar la situación de alguna forma.

Sé que me acusan de meterme en la casa de esas personas y de robo. Soy drogadicto, y necesito
dinero, pero no estoy tan loco como para hacer algo así.

Bueno, iba caminando y de repente, veo una patrulla de policía. No quería que la policía me
molestara, así que corrí. Una poli vino persiguiéndome. No quería que me sorprendiera con dos
carteras, así que las tiré en un callejón y seguí corriendo. La poli me alcanzó, me agarró y me tiró
al piso. Me esposó, y me llevó a la patrulla.

Yo gritaba que no había hecho nada, y que me dejara en paz. Me puso en la parte de atrás y luego
de unos minutos volvió y me mostró las dos billeteras diciendo “buen intento”.

La poli me llevó a una casa cerca del basurero donde había encontrado las billeteras y me sacó del
vehículo. Vi entonces a un señor parado enfrente de la casa, quien dijo algo como “es él.” La poli
habló con ese señor durante unos segundos y me metió de nuevo al vehículo, y luego me llevó a la
estación de policía.

Cuando llegamos, la policía me dijo algunas cosas de mis derechos. Yo no quería hablar con ella,
y dije que quería hablar con un abogado. Luego se fue, y aquí estoy, pero no hice hada.

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