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La exploración de la escucha
Prof. Jorge Gómez
Si podemos concebir la escucha atenta, consciente, activa, como un medio
de conocimiento, no solamente como la única percepción del fenómeno
sonoro que es el oír, estaremos adentrándonos a los sonidos del espacio
infinito, comprendiendo que la contemplación es en nuestro ser una potencia
creadora; así nos integramos al fluido de la realidad que suena y resuena hondo
en nuestro interior.
OÍR y ESCUCHAR
(Carl Gustav Jung. Recuerdos, sueños, pensamientos, Editorial Seix Barral, p. 270-271)
El enfoque central del artista que labora con sonidos es la escucha activa,
desde ella se irá estructurando todo el proceso de construcción de sus obras:
primero se escucha atentamente la fuente que ha elegido o encontrado, luego
registra la materia sonora con sus principales herramientas que son el micrófono
y el grabador, y posteriormente escuchará con análisis y reflexión, para así elegir
los fragmentos idóneos para la creación.
El micrófono es un instrumento de sensibilidad y deseo como comenta René
Farabet, que sirve para trocear la realidad sin costuras, cambiando los encuadres,
sabiendo considerar lo lejano y lo cercano; convirtiendo la buena técnica en
una función del pensamiento.
Grabar es enmarcar,
separar sonidos de sus fuentes visibles.
( Pierre Schaeffer)
Pierre Schaeffer. Creador de la música concreta
[ Tres tipos de escucha ]
Escucha causal: Es la que se interesa por todos los indicios susceptibles de
informar al oyente sobre su causa, donde se encuentra; como se comporta
el sonido o se desplaza; cual es el fenómeno o la criatura que lo produce. Se
puede afirmar que es la escucha de los indicios.
Escucha semántica: Es la que en los contextos particulares en que encara
una señal sonora codificada, se interesa por descodificar esa señal para alcanzar
un mensaje, (el lenguaje hablado, el código morse, etc.). Es la escucha del
sentido, de los valores.
Escucha reducida: Es la que hace voluntaria y artificialmente abstracción de la
causa y el sentido, para interesarse por el sonido considerado en sí mismo, en sus
cualidades sensibles, no solamente en altura y ritmo, sino también en grano,
materia, forma, masa, y volumen.
En otras palabras: es la que toma el sonido, ya sea verbal, musical o realista,
como objeto de observación en sí mismo, en lugar de atravesarlo y de apuntar
a través suyo hacia otra cosa. Es la escucha que cuestiona, analiza, la que revela
plásticamente el carácter de los sonidos más allá de conceptos y del lenguaje.
¿No es acaso el arte sonoro un arte
de la propia escucha?
¿Estamos preparados culturalmente
en occidente a escuchar?
¿Cómo podemos concentrar nuestra atención si tenemos la
preocupación de tener que proteger eventualmente nuestros oídos?
El universo sonoro nos brinda
historias continuas si fluimos con él, quizás sin oponer resistencia como en
ciertas artes marciales de oriente podremos integrarnos, sabiendo que sonoros
somos todos y que al dosificar nuestros propios sonidos propiciaremos algo
más cónsono con el entorno.
El silencio del oído será, siguiendo a John Cage, el silencio de
la escucha dirigida. Si prestamos atención al universo sonoro, el oído se llena
de sonidos. Atender al silencio es escuchar lo que usualmente se escapa, lo que
pasa desapercibido.
El tacto es el más personal de los sentidos, escucha y tacto se encuentran
donde las bajas frecuencias del sonido audible pasan a través de las vibraciones
táctiles (cerca de 20 hertz). El ojo apunta afuera, el oído lleva adentro.
La virtud sólo puede aprenderse por el oído. Porque la virtud no puede
disociarse del logos, es decir del lenguaje racional, del lenguaje efectivamente
presente, formulado, articulado verbalmente en sonidos y articulado por la
razón. (De Audiendo, obra escrita por Plutarco)
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