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La teoría de la integración sensorial (IS) fue desarrollada, a partir de la década de los 60,
en Estados Unidos por la terapeuta ocupacional Jean Ayres.
Durante las dos décadas sucesivas Ayres trabajó con niños que presentaban problemas
en su desarrollo, en el aprendizaje y en el área emocional. Como resultado de sus
experiencias escribió numerosos artículos en los que interrelacionaba las habilidades
perceptivas y motoras del niño con su comportamiento. Su teoría se elabora alrededor
del siguiente pensamiento: cuantas más experiencias sensoriales de calidad tengo o
recibo de mi entorno y de mi cuerpo, más aprendo de estos y por tanto mejor me
relaciono con ambos; cuantas menos experiencias o más negativas tengo o recibo,
menos conozco de mi cuerpo y entorno, y por tanto más dificultades tengo para
interrelacionarme con estos.
Fruto del trabajo desarrollado por Ayres y sus discípulos, la IS se puede considerar en
la actualidad un marco teórico para el entendimiento de la conducta humana,
relacionando dicha conducta (concretamente en los niños) con la capacidad de su
SNC (sistema nervioso central) para procesar e integrar la información sensorial que
recibe. Así mismo, la IS puede considerarse también como un marco clínico para la
intervención en terapia ocupacional permitiéndonos utilizar esta perspectiva teórica para
la evaluación y el tratamiento de la población infantil con alteraciones en el
procesamiento sensorial.
- Pobre organización del comportamiento. Los niños pueden ser impulsivos o de fácil
distracción y mostrar falta de planeamiento al abordar las tareas. Algunos niños tienen
dificultad al ajustarse a una nueva situación. Otros pueden reaccionar con frustración,
agresividad, huída o rechazo cuando son conscientes del fracaso.
- Pobre autoestima. A veces, un niño que experimenta los problemas que acabamos de
mencionar no se siente bastante bien. Un niño listo con estos problemas puede saber que
algunas tareas con más difíciles para él que para otros niños, pero puede no saber por
qué esto es así. Este niño puede parecer perezoso, aburrido o desmotivado. Algunos
niños pronto encuentran maneras de evitar esas tareas que son duras y embarazosas.
Cuando esto ocurre se suele considerar al niño como problemático o testarudo. Cuando
un problema es difícil o incomprensible, padres e hijos pueden sentirse, ambos,
culpables. La tensión familiar, el pobre concepto de sí mismo y, en general, el
sentimiento de desesperanza prevalecen.