LA REVISTA BLANCA
Esta Revista se publica cumpliendo los requisitos que marca la ley de
imprenta y los que ha impuesto el actual gobierno, y el hecho de haber
pasado por la censura, la exime, según propias declaraciones del actual
Presidente del Ministerio, de ser denunciada, secuestrada ni retenida
La Novela Ideal
Se ha publicado el volumen XXXI de La
Novela Ideal, conteniendo una hermosa n<>-
vejita que, cun el título Pigmalión, ha escrito
la joven v va notable escritora Carlota O'Neill,
hija de Regina Lamo, ilustre conferenciante y
redactora de nuestro estihiudo colega El ^ i -
luvio.
Pigmalión presenta a una mujei de baja
condición moral que se regenera a sí misma
sólo por ser digna del hombre que con su
nobleza supo hacerla sentir un verdadero amor,
dándose el caso, en la mencionada novela, que
ése que por su nobleza inspira amores que
regeneran, es perseguido por la sociedad a cau-
sa de sus ideas, que se estiman inmorales.
Pigmalión está escrita con gran soltura >
las escenas habidas entre la rnujer moralmente
caída y el hombre por su belleza moral per-
seguido, son de una intensidad verdaderamente
emocionante.
» » »
La próxima novelita se titulará Peregrino
de amor y estará escrita por Federico Urales.
» » •
Necesitamos al¿una dirección de los siguien-
tes pueblos para introducir en ellos La Novela
Ideal:
Provincia de Afila. — Arenas de San Pedro,
Arévalo, Ávila, Barco de Avila, Cebreros, Pie-
drahita, Adanero, Arenal, Barranco, Becedas
y Palacios, Cardeñosa, Casas Viejas, Casillas,
Cuevas del Valle, Fontiberos, Fresno Meri-
no, Hovo Casero, Hoyo de Pinares, Hoyos del
Espino,' Horcajada, Madrigal, Maello, Mija-
res, Mingorría, MomBeltrán, Muñana, Nava
- de Cruz, Navalonguilla, Navalosa,. Nava Re-
donda y su ajeno Barajas, Navarrevisca, Na-
vas del" Marqués, Padiernos, Navataltordo, i'e-
dro Bernardo, Piedralaves, Poyales del Hoyo<
; San Esteban del Valle, San Juan de la b n c -
í nilla, San Miguel de Serreduela, Santa Maria
i^ del Berroncal, Sotillo de la Adrada, Tiemplo,
,>- Villafíanca de la Sierra, Villanueva del Cam-
pillo. ViUárejo del VaHe. .
Provintia de Segovia. — Segovia, >'"*"^'^'
Riare, Santa María de Nieva, Sepúlveda, Aba-
» des Aguilafuente, Aldea del Rey, Aillón, Ber-
^ nardos, Cabezuela, Cantalejo, Cart>onero €*
t- Mayor, Chañe, Escalona, Espinar, Fuente de
\ $ a a U Cruz, FuentepeÍByp, Fuenterrebollo, La-
bajos, Lastra de Cuéllar, Martín Muñoz de
Tas Posadas, Miguel ."Vñez, Mozoncillo, Nava
de la Asunción, Nava de Manzano, Navares
de Knmedio, Navas de San Antonio, Nieva,
Olombrada, Potero de Herreros, Pedraza de
la -Sierfa, Pradeña, San García, San Ildefonso,
Santiuste de San Juan Bautista, Santo Tomé
del Pie del Puerto, Turégano, Urueñas, Valse-
ca, Valle de Tabladillo, Valleruela de Pedraza,
Valverde el Mojano, Vegas de Monte, Villa-
castín, Zarzuela del Monte.
Nuestras reformas
En el próximo número inauguraremos las
reforrfias que tenemos anunciadas y que, en
la parte material, consistirán en el aumento
de ocho páginas de la contracubierta ; en po-
nerle nueva portada y publicar el sumario en
ella, en lugar de hacerlo, como ahora, dentro
del texto.
La parte moral se mejorará con la colabora-
ción fija de Max Nettlau, Rodolfo Ttock;er, Han
Ryner, Pablo Gille, Luigi Fabbri, Jean Grave,
Carlos Malato, Diego Abad de Santillán y
Enrique Malatesta, de quien aun no hemos
recibido contestación a nuestro ofrecimiento,
pero de quien no esperamos recibir una ne-
gativa.
Ya hemos indicado, en números anteriores,
la misión que cada uno de los nombrados ha
de desempeñar en estas columnas y que con-
tinuarán prestándonos el valioso concurso de
sus plumas Rodolfo Sharfenstein (Berlín), -Jacr
ques Descleuze (París), Arthur Douglas Smith
(Londres), Augusto de Moneada (Madrid) y
Un Profesor de la Normal.
En las ocho nuevas páginas se publicarán
»-las obras más importantes del pensamiento
contemporáneo, nacional y extranjero, empe-
zando por La Reacción y la Revolución, de
Francisco Pi y Margall, publicado en 1854 y
no reimpreso desde entonces.
Cuando la abundancia de original inaplaza-
ble nos lo exija, se publicará en las dichas
ocho páginas, suprimiéndose, entonces, las de
la obra por aquel número.
Téngase en ¿uenta que las páginas de las
obras irán sueltas, pjero encajadas d.'ntro de
las otras.
Estas mejocas r<J>ce sen tan «m conaidcMbie
 LA REVlStA BLAKCA
¡luni-ento en el presupuesto de L^ 1ÍI;\ISTA
l-{l.AN( A y rt)gani(js a la Prensa afín tue vea
con ai^radu la prosperidad de esta publicación,
a>udfn a sostem'rla piibücandu i;i f^aci'tilla
C|U<' 1»;» enviaremos dentro de cada número.
l-A periódico que no la publicara, a pesar de
luieslro ruejju, entenderíamos que no le inte-
resaba, poco ni mucho, ja vida, el projjreso
ni la lectura de LA RKVISTA BLANCA.
''La reacción y
*f
la revolución
En el próximo número empezaremos a pu-
blicar este hermoso libro de Pi y Margall, edi-
tado en 1854 y agotado muchos años ha.
Abrirá esta nueva edición de La Reacción y
la Revolución unas líneas de nuestra estimada
compañera de Redacción, Federica Montseny.
Al reimprimir el libro del grande hombre
* creemos hacer un acto de reparadora justicia
a favor de uno de los talentos más preciar s
que iia tenido España, honrar debidamente es-
tas columnas 3- presentar ante las presentes ge-
neraciones, las bellas páginas que sujetos ma-
lignos han querido enterrar en el olvido junto
con su autor.
Reminiscencias de
una polémica
Camaradas de LA REVISTA BLANCA, salud.
El motivo de dirigirme a vosotros es para
deciros que, según mi modo de ver, no es-
táis acertados en calificar al cantarada Grave
en la forma que lo hacéis.
Este último número lo esperaba con verda-
dera ansiedad, y cuál no sería mi sorpresa al
ver que, lejos de contestarle a Grave, se le
menosprecia diciéndole que no se puede dis-
cutir con él por no sé yo cuántos motivos.
En verdad, no creo yo que la anarquía sea
inseparable del comunismo; pero eso es el
mismo Grave quien lo reconoce en todos sus
artículos. «>
P e r o h a y también u n detalle q u e , a m i jui-
cio, e s u n a cuestión fundamental, y q u e vos-
otros p a s á i s desapercibido e n c u a n t o s artícu-
los ha escrito Grave.
Con toda claridad ha dicho él : "El indivi-
dualismo no modifica en nada ni el conte-
nido ni en substancia el concepto de la anar-
quía, y como /no hay en los individualistas
má« que un cambio de palabra, ¿para qué va-
riarla por las que siempre hemos empleado?»
Y era eso, camarada Urales, lo que yo y
Esperaba que, al igual que del colectivismo,
del comunismo ^xiste toda una estructura y
todo un sistema diferente, con el individu.i-
lismo ; demostrarais que, eii efecto, no es
sólo, como afirma Grave, y el que escribe tam-
bién, una cuestión de frases, sino que existe
algo fundamental que los separa.
La misma concepción de la anarquía y el
anarquismo que expone Grave, es idéntica a
la defendida en roda su vida por Kropotkin.
Y, sin embargo, vosotros no debéis ignorar
que éste fué siempre admirador del individua-
lismo de Ibsen.
f^n un documento publicado por el suple-
mento de La Protesta, de Buerfos Aires, docu-
mento que fué contestación a una pregunta
qje le hiciera Max Netlau sobre la convenien-
cia de fusionar el anarquismo con las corrien-
tes que se notaban del individualismo, Kro-
potkin, al igual que Grave, se muestra tan
individualista como todos los que a todo tra-
pOi y pegue o no pegue, meten la palabra "in-
dividualista». Este documento deberéis cono-
cerlo, y no insisto sobre él.
Termino pidiendo por favor me aclaréis esas
diferencias que expongo, pues yo, a pesar de
atormentarme y a pesar de esforzar mi pobre
capacidad, nunca he acertado a distinguirlas.
Ya veis que no habéis escrito en balde, sino
que alguien se interesaba y siente con toda su
alma el desenlace tan inesperado a la contro-
versia entre Grave y Urales.
Perdón por lo_ largo de esta carta.
Fraternalmente,
JOSÉ VÁZQUEZ
Barcelona, 15-4.1926.
• » »
Nos place esta carta como nos placen cuan-
tas se nos envían haciéndonos observaciones
dignas de ser tenidas en consideración. Lo
único que tememos ahora es que, en vista de
nuestra actitud para con algunas misivas, se
nos inunde de ellas, con el único propósito de
verlas publicadas.
Cuando nos permitimos la libertad de ad-
vertir al camarada Grave que no estaba bien
que calificara a todos los individualistas cual
pudieran merecer algunos, por sus actos, no
nos propusimos plantear polémica alguna so-
bre individualismo ni sobre comunismo. Bas-
taba que Grave hubiese reconocido la razón
de nuestra advertencia para que nosotros no
hubiésemos insistido sobre ella; pero nuestro
amigo, el antiguo director de Les Temps Nou-
veaux, lejos de replicar reconociendo que po-
día haber y había individualistas tan honra-
dos como los comunistas, contestó que él no
los conocía, dando, además, a entender que
no existían, criterio que ha sostenido hasta
última hora con más o menos claridad.
.Este es «1 «rigen de^la porfía y éste ha sido
 LA REVISTA BLANCA
el resultado, niás pobre de lo que era de es-
perar- . -j 1
L a cuestión de si hay o no motivos ideales
p a r a dejar de llamarnos comunistas y adoptar
la palabra «individualistas», carece de impor-
tancia, como he dicho otras veces ; pero desde
el m o m e n t o que hav quien se e m p e ñ a en lla-
m a r s e comunista, c o m o antes había quien se
empeñaba en llamarse colectivista, bien puede
haber quien tenga interés en que se le diga
individualista.
El .error y la confusión consisten, según nos-
otros opinamos, en llamarse o t r a cosa que
a n a r q u i s t a s , v nuestro c a m a r a d a Grave, que
d u r a n t e la controversia reconoció que «ahora,
con m á s experiencia que a n t e s , estimaba que
la palabra «anarquía» no necesitaba adjetivos»,
cuando vio que n'osqtros celebrábamos y pon-
derábamos su clara y lógica afirmación, volvió
sobre su c o r d u r a , diciendo que puesto que co-
m u n i s t a se había llamado h a s t a entonces y
como a comunista se le conocía, fuerza e r a
continuar llamándoselo, como si regateara lo
que nosotros, lejos de dar como un triunfo
propio, p r e s e n t á b a m o s como u n a nueva fuerza
a la unidad libertaria.
Y a dijimos, en el transcurso de la discusión
con el i>ensador francés, que no era nueva, en
nosotros, esta vi.sión p u r a m e n t e anarquista de
la sociedad futura, sino que era de toda nues-
tra vida, y «Ir otro día, ojeando la colección de
El Corsario, periódico que se publicaba en L a
C o r u ñ a por los años 1893.95, vimos u n a serie
de artículos nuestros defendiendo' el criterio de
que la palabra^«anarquíai) no necesitaba que
se le acompañaste con otras. D e suerte que,
p a r a nosotros, t a n equivocados están los que
se e m p e ñ a n en llamarse individualistas, como
los q u e se a í e r r a n al a n t i g u o criterio comu-
• nista.
L o que ocurre es que n u e s t r a visión de la
sociedad futura, siempre d e n t r o de un estado
social sin poderes políticos ni económicos,
. p u e d e ser m á s o menos de vida en común,
de ayuda m u t u a , de c o o p e r a c i ó n ; p e r o ' s i n que
ello equivalga a tener un criterio distinto de la
libertad, que es lo único i m p o r t a n t e p a r a los
libertarios y que debería serlo p a r a todos los
hombres.
Pero, a u n admitiendo un a n a r q u i s m o único
en cuanto al concepto de libertad, la idea no
deja de evolucionar c o n s t a n t e m e n t e , y, pt""
tanto, no deja do ser diferente. El a n a r q u i s m o
de P r o u d h o n no fué el de B a k u n i n , como el
de B a k u n i n no fué el ée K r o p o t k i n . L o ha ido
modificando la depuración de la idea de liber-
tad, la c u l t u r a , los conocimientos, sobre todo
los que se refieren a las ciencias morales y
psíquicas, la higiene, el concepto dé la digni-
dad individual...
C u a n d o P r o u d h o n hablaba de a n a r q u i s m o ,
no extendía su visión política m á s allá del fede-
ralismo. B a k u n i n ya concretaba, c u a n d o ,se
dirigía contra el E s t a d o , pero su concepción
de la sociedad era a ú n autoritaria.
L a misma idealidad de Kropotkin, con ser
tan diferente a la de B a k u n i n , diferente en su
conceix-ión social, no es el a n a r q u i s m o de nues-
tro tiempo, aun siendo todo ideal de v a n g u a r -
dia propio del tiempo en que se p r o p a g a . V lo
que les ocurre a nuestras ideas les pasa a to-
das. El absolutista de hoy es m á s liberal y
tolerante que el conservador de ayer, y el con-
servador de nuestros días es m á s avanzado q u e
el liberal v hasta quizá que el republicano de
antes de ía república española. Aunque t e n g a n
igual n o m b r e , las ideas se han ido modifi-
cando con el tiempo, porque se h a ido modifi-
cando el individuo.
.\ntes, no mucho antes, se concebían y dis-
cutían las ideas desde el p u n t o de vista de la
sociedad. Ahora se conciben y discuten desde
el punto de vista de la Naturaleza. H a c a m -
biado la orientación y el p a n o r a m a de la vida,
porque desde el punto de vista de la N a t u r a -
leza se ve otro anarquismo que desde el p u n t o
de vista de la sociedad. Desde ésta los proble-
m a s m á s salientes son los mecánicos y econó-
micos, porque .son el sostén de ella, y q u i e r a s
que no, la sociedad te impone sus m a n e r a s y
sus factores.
Desdo la Naturaleza vemos m á s elementos
morales y físicos. L a m a q u i n a r i a , la produc-
ción, la vida fácil, nos importan m e n o s que
la salud. Sobre todo vemos al individuo m á s
independiente, m á s dueño de sí, física y m o -
ralmente, m á s capaz de vivir de sus propias
fuerzas, m á s fuerte y rico de e n e r g í a s . El
a n a r q u i s m o , visto de.sde la sociedad, no puede
prescindir de la estadística, de la producción
ni de la m a q u i n a r i a que ha inventado el capi-
talismo p a r a producir mucho y b a r a t o y no
p a r a hacer m á s agradable y «ana la vida de
los hombres.
El a n a r q u i s m o en la Naturaleza ve la vida
en cualquier p a r t e y se siente capaz de go-
zarla, propagarla y reproducirla en cualquier
parte también. El a n a r q u i s m o , en ¡a N a t u -
raleza, es la abundancia en positivos modos, de
existenfia, los de la tierra ; es la reducción de
la química, de la mineralogía y de la mecáni-
ca a lo e s t r i c t a m e n t e indispensable a la dicha
h u m a n a , si es que la dicha h u m a n a , que h á
de ser salud y libertad, .las necesita p a r a algo.
No hace falta averiguar, en n u e s t r o a n a r -
quismo de a h o r a , c u á n t a s h o r a s de trabajo
serán precisas p a r a dejar bien sentada n u e s t r a
buena fe* de productores, teniendo en c u e n t a
los medios de producción de que se disponga.
H e m o s de trabajar lo que nos plazca y c u a n d o
nos acomode, lo m á s posiblemente desligados
de toda producción ajena, que t r a b a j a n d o con
 LA REVISTA BLANCA
gusto y para todos, el trabajo, más que carga
que hay cue medir para soltarla pronto, será
arte, será goce, será la vida misma.
A esta visión de la. vida futura, alguien le
ha llamado individualismo ; nosotros la hemos
llamado siempre vida libre. Y si alguien que
no sea llevando en su voluntad toda la moral
y toda la actividad pródiga y abnegada de la
Naturaleza, se ha llamado individualista, ha
sido mejor para desligar su persona de toda
moral y de todo deber, que para contribuir,
con su trabajo individual, con su abnegación
individual, con ^u grandeza individual, al bien
de todos, que quien procure la satisfacción de
sus deseos, de sus caprichos o de sus vicios
antes que las necesidades ajenas, jamás po-
seerá la moral que le será menester a todo
anarquista para ver dichosa la vida propia y
la ajena, aunque no le sea menester para adi-
vinar que si en la Naturaleza hav vida parh
todos los hombres, en cada hombre hay es-
fuerzo para cien vidas.
En fin, que nosotros tenemos tanta confian-
za en nosotros mismos y en los demás, que
para ver dicha no necesitamos más qué ver
libertad.
• » •
Escritas las líneas anteriores, hemos recibi-
do unas cuartillas del estimado camarada Jean
Grave, que tienen por objeto, no tanto -repli-
car lo que nosotros decíamos en el suelto que
hace referencia el anrigo Vázqiíez, como, ha-
cer frente a las repercusiones que nuestra .por-
fía con Grave ha tenido en Francia.
El escrito del autor de La Sociedad Futura
se publicará en el próximo número, quitando
de él cuanto se refiere a lo que se ha dicho, y ,
no por nosotros, en otras publicaciones, oue
no queremos, porque no está bien, que en LA
REVISTA BLANCA se resuciten viejas y enojosas
querellas habidas en la prensa de la vecina re-
pública. Además, ambos adversarios tienen
prensa propia' rtri Francia y en ella pueden
dirimir sus cuestiones, caso de que no lo estu-
viesen ya más que suficiente.
Comentarios
LÓGICA AVASALLADORA
Hay Sociedad de Naciones que no puede de-
cir a los pueblos las causas "Be las guerras pa-
trióticas. No se lo pueden decir por falta de
valor, pero hay hombres que no pueden decir
a sus semejantes las causas de las guerras
sociales por falta de valor también, *y uno de
«tos hombres es «Gaziel».
Dicho escritor, que. sabe mucho y tiene más
talento que Largo Caballero, que ya es tener,
lia escrito las siguiente» verdades «n El Sel
que desde Madrid unas \eces nos enfría y
otras nos "calienta :
«Para que no haya más guerras se necesi-
taría el enorme valor de suprimir sus causas.
La Socjedad no lo tiene, y prefiere aconsejar
nada más, aconsejar a los pueblos que se es.
ten en sus casas, quietecitos, sosegados, pru-
dentes. Pero, ¿cómo será esto posible, si los
hay que están .sentados en sillones de rosas
y los hay tendidos en lechos de espinas? Es
como si en una aldea hubiese habido una gran
rebatiña, y al final, cuando los más forzudos,
listos o afortunados tendrían en su poder la
mayor parte de bienes y riquezas, mandasen
llamar al notario para que levantase acta de
la nueva distribución y en adelante todos los
vecinos permaneciesen tranquilos, gozando le-
galmente, a perpetuidad,- del botín adquirido.
Es indudable que los saqueados o descalabrado»
no sabrían resignarse a una tan curiosa clase
de legalidad»
¡ Que es precisamente lo que ha ocurrido y
ocurre en la sociedad, señor Gasiel; sólo que
hay. escritores que aun viéndolo no tienen el
valor de decirlo, porque, como algunas nacio-
nes, están sentados en sillones de rosas.
UN COLMO
Se lo brindamos al famoso Antonio Rodrí-
guez, madrileño él, autor dramático, curial,
creador, de colmos y de chistes y buena per-
sona, a pesar de ser autor dramático y curial.
Copiamos del Impero de Roma. Llega a Trí-
poli el Señor...
«El enviado del rey de Italia parecía surgir
a caballo del mar como un fatídico guerrero
celestial. ^
Los bereberes, los negros y los beduinos lo
vieron así entrar en la ciudad con la majestad
de un condotiero auténticp sobre su fogoso ca-
ballo de combate.
Leímos en los rostros de los áscaris, de los
Kspahis», el propósito decidido de obedecer al
gran jefe... Fué ésta, verdaderamente, la pri-
mera jornada del imperio colonial italiano...
Había en los ojos del «duce» una visión del
porvenir, de tal manera intensa y. visible, que
cuando contemplamos sus pupilas sentimos el
vértigo de la altura delirante que debemos
prepararnos a alcanzar.»
Este será, amigo Rodríguez, el colmo de
las palizas.
Si deja '« recibir esta Revista alguno de
sos corresponsales, se eotenderá qae se le
ha sospelidido el envío por falta de pago.
En ese caso los lectores podrin entenderse
dfaectamente CM esta Adnünistraaióa.
La Revista Blanca SOCIOLOGÍA, CIENCIA Y A R T E

AÑO I V . - NÚMERO 72 Admlnittnción

Barcelona, 15 de mayo de 1926
SEGUNDA ÉPOCA Calle de Ut Oliveras, 30 (Onlnardó)

I .jji l u . a r l o : El Hombre y la Tierra (continuación) : Elíseo Reclus. — Cartas de Miguel Bakú-

nin (Borradores inéditos ; continuación). — Las dos grandes unidades del porvenir : Federico Urales. —
Los grandes problemas del alma humana (III y último) : Abate Viollet y Han Ryner (trad. de Elizalde).
La vida en Parts : Ch. Malato. — La mujer nueva : Federica Montseny. — Efemérides del pueblo : So-
ledad Gustavo — La literatura española : Augusto de Moneada. — Divergencia entre eruditos : M. Nett-
lau — Para el Museo Kropotkine : J. Grave. — £1 Caballero de La Barre, novela histórica (continua-
ción) : Miguel Zevaco (trad. de S. Gustavo). v . , r . t í
EN LAS CONTRACUBIERTAS : «La f/ovela Ideal». — ^uestras reformas. — uLa reacción y la
revolución». — Reminiscencias de una polémica. — Comentarios. — La vida en Londres : V. García.—
Deudores. — Suscripción pro-presos. — Notas administrativas.

EL HOMBRE Y LA TIERRA
ELÍSEO RECLUS
(Continuación)

Según el cuadro etnográfico sumario que re- claramente que los Judíos consideraban al pa-
producen los anales de los Hebreos en el dé- dre de su raza, no como rey de una ciudad
cimo capítulo del Génesis, casi toda la pobla- caldea, sino como un jefe de pastores, errante
ción del litoral sería de procedencia khamítica, con sus rebaños en las soledades de la Cis-
es decir, habría pertenecido a aquella raza mis- Eufrátida. Los pastos que se dicen haber sido
teriosa, distinta de Sem y de Jafet, y que los recorridos por sus abuelos, comienzan inme-
Judíos parece que inventaron sencillamente pa- diatamente al Sud del país de Harán, la tierra
r a clasificar en ella a sus enemigos y hacerla patrimonial donde Abraham había vivido, don-
maldecir en globo. Sin embargo, parece que de su hijo Isaac y su nieto Jacob habían to-
en el conjunto los habitantes de la Siria eran mado mujer. El burgo de Harán, que todavía
del mismo origen que los Hebreos,, y que pue- existe sobre el Nahr-Belik, riachuelo tributario
<le clasificárseles entre los Semitas. Los len- del alto Eufrates, ocupa probablemente el cen-
guajes y los tipos se parecen de Norte a Sud, tro de esta antigua patria de los Semitas he-
y hay motivos para creer que la cuna común braicos.
de la raza se halla poco alejada sobre las El Harán, que rodea al Este la extensa cur-
estribaciones del Turus armenio. De allí par- va del gran río a su salida de las montañas,
tirían durante la sucesión de las edades, en- está situado en la base de las estribaciones
jambres de emigrantes, dejando sus valles de- de los montes de Armenia, allí donde los úl-
masiado estrechos por otras patrias más exten- timos relieves del suelo van a perderse en la
sas, de un lado el país de los ríos, del otro el llanura. Es, pues, un lugar de etapa por ex-
litoral marino. celencia para los habitantes de los altos va-
Una leyenda judía recogida por el Génesis, lles, pero está además sobre la gran vía histó-
dice que Abraham, el antecesor mítico de los rica trazada por la Naturaleza entre los gra-
Hebreos, residió mudho tiempo en el país de dos exteriores de la meseta del Irán y la.*
Harán o Carán. Es verdad que, a consecuen- puertas de Cilicia. Harán se halla colocado «n
cia de una confusión evidente ée tradiciones, el punto de divergencia de dos líneas de co-
el mismo Abraham no se distinguía del «Pa- mercio y de emigración, la principal de lat
dre Orkam» de Ur, en Caldea ; pero todo *• cuales, dirigida hacia el Sudeste, toma el curso
contexto y el conjunto de la narración rela- del Tigris, y por ramificación el del bajo Eu-
tiva a la vida del patriarca hebreo muestra frates, en tanto que la otra, inclinándose ha>
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cía el Sud y el Sudoeste, se destaca del alto
Eufrates en su recodo occidental extremo y se
prolonga por el reverso interior de las monfa-
ñas de Siria para dirigise al mar Rujo v la
península del Sinaí por el valle del jDidá...
Harán es también un centro estratégico del
más alto valor, y fué muy frecuentemente, so-
bre todo durante las guerras perso-romanas, el
lugar del choque de los ejércitos.
Las condiciones geográficas por cuya causa
el país de Harán adquirió en la historia un pa-
pel de gran importancia, difieren poco de las
que posee al Oeste el espacio cuadrangular
limitado por el mar y el Eufrates, el Taurus
y el desierto, y cuya ciudad central es en el
día la ciudad de Haleb. Si los hombres vivie-
ran en paz, si ciertos privilegios por su pro-
pia manera de ser no suscitaran las guerras
y la devastación, todas las ventajas se halla-
rían reunidas en esta comarca : los valles de
las estribaciones suficientemente regados, bien
expuestos al sol del mediodía, pueden sumi-
nistrar en abundancia todos los productos úti-
les al hombre; en parte alguna son mayores
las facilidades del comercio por tierra, puesto
que allí se encuentra el punto de unión, la en-
crucijada de las vías que irradian hacia el
Asia, Europa y África. Pero el lugar de paso
necesario para los traficantes era también aquel
donde ocurría el encuentro de los ejércitos ene-
migos, y precisamente allí mismo los caminos
convergentes se unen en un estrecho paso
donde las multitudes en movimiento han de
precipitarse con fuerza como las aguas de un
río empujadas por un canal único. Por lo mis-
mo no ha podido constituirse por largo pe-
ríodo una sociedad tranquila en esta región
tan favorecida en tantos conceptos. ^ Cuán-
tas veces se bosquejaron e intentaron vivir
Estados en esta parte del Asia anterior, y
cuántas veces sucumbieron d^pspués de una
duración breve bajo la formidable presión del
exterior!
En los tiempos protohistóricos referidos por
la leyenda y la historia de esas comarcas, es
decir, hace 3500 años, las proximidades orien-
tales de las Puertas Cilicias, el valle del Eu-
frates y la Siria, estaban ocupados (X)r los
Hititas, Héteos o Hetianos, los Khetas de
los Egipcios, nación muy diferente de los Se-
mitas, que pueblan en nuestros días la Siria
septentrional. Los monumentos egipcios re-
presentan a los Hititas con rasgos que se
asemejan, según Sayce (390) a los de los Mon-
goles de nuestros d í a s : tenían la piel ama-
rillenta, los ojos negros, lo mismo que la ca-
bellera, que llevaban dispuesta en tres largas
trenzas o reducida a un penacho en medio
(390) A. H. Sayce, The Hittites. trad. de
J. Ménant.
d«l cráneo afeitado (391); la nariz sobresalía
notablemente entre dos pómulos prominentes,
pareciendo tanto más aguda cuanto que la
barba imberbe y la frente eran muy inclina-
das hacia atrás. Sobre las rocas de Ibsambul,
que refieren la victoria, verdadera o supuesta
de Sesostris, los Hititas vencidos son figura-
dos de corta estatura y rechonchos, indicando
un pueblo hermano de los Tártaros del Norte
de Asia (392).
Como quiera que sea, se ignora a conse-
cuencia de qué acontecimientos se establecie-
ron en esta región aquellas poblaciones no
semíticas. A juzgar por algunos detalles de
su traje, la forma de las botas con el pulgar
la punta y la de los guantes con el pulgar
aislado, los Hititas habían hecho una larga
estancia en la Capadocia, donde, según Wil-
son, todavía se hallan trogloditas del mismo
tipo que el de los Hititas de Ibsambul. Las
habitaciones subterráneas que fueron cavadas
hace decenas de miles de años en las colinas
cónicas, los taludes y los acantilados de Toba,
que ocupan una vasta extensión de terreno
al Oeste del monte Argeo, se consideran co-
mo obra de los Hititas : a lo menos 3600
años antes de nuestros días ha de remontar-
se la construcción de esos admirables hipo-
geos, que forman un laberinto sin fin en el
país de Urgub. Para representar el sentido
de las ideas «país» y «rey» (393), el lenguaje
jeroglífico de los Hititas f^ura unas «qui-
llas», es decir, el tipo mismo de las vivien-
das de esta región.
Desde las altas tierras de la Capadbcia,
si es cierto que residieron allí mucho tiempo
los Hititas, bajarían hacia el recodo del Eu-
frates y el golfo de Cilicia, pero se ext*^-
derían en todo el vasto rectángulo del Asia
Menor, puesto que allí se encuentran por to-
das partes monumentos hititas con la curiosa
inscripción en relieve, todavía indescifrada,
que se dirige alternativamente de derecha a
izquierda y de izquierda a derecha. El su-
puesto Sesostris, cuyos estelios, mencionados
por Herodoto (394), se ven todavía en las
montañas del Asia Menor helénica, entre Efe-
so y Smirna, era un guerrero hitita, y el
águila de dos cabezas representada sobre las
rocas de Euyuk era el blasón del pueblo de
Heth o de sus soberanos ; este símbolo de la
ferocidad siempre dispuesta a devorar y a
destruir, excitó tan vivamente la imaginación
de los caballeros cruzados para la conquista
(391) Wilson, Palestine Exploratíon Fund.,
enero de 1884.
(392) Wright, The Empire of the Hittites;
Couder, Heth and Moab, p. 22.
(393) S. Globus, 23 enero 1902.
(394) Histoires, lib. H, 106.
 LA REVISTA feLANCA
del santo sepulcro, que las dos más p<idero-
sas casas imperiales de Europa tomaron ese
repugnante relieve por modelo de su escudo
de armas.
Las ruinas descubiertas al Norte del Halys,
en Euyuk y en Bojjhazkoi, atestiguan una ci-
vilización importante ; son palacios concebi-
dos bajo un vasto plan, que presentan to-
davía muros de perfil atrevido ; es el santua-
rio tallado en el flanco rocoso de las colinas
que rodean a Bogha?<koi, y cuyas pareck^
ostentan largas comitivas de personajes es-
culpidos ; es un templo recientemente exhu-
mado por unos exploradores alemanes y al
que atribuyen más de 4,000 años. El trabajo
relativamente pulido de los edificios capado-
cios hace pensar que la fecha de esas cons-
trucciones hititas es posterior a la de las es-
culturas que el mismo pueblo ha dejado en
Siria.
Los Hititas habían establecido la sede prin-
cipal de su dominio en Siria hacia la época
en que los Judíos penetraban en el país de
Canaán. Según los balanceos de la historia,
la capital, quizá la metrópoli de tribus con-
federadas y de naciones sometidas, cambia-
ba de lugar entre el Eufrates y el Medite-
rráneo. Una de éstas estuvo situada sobre la
orilla derecha del gran río, bajo el nombre de
Karkemich, en uno de los puntos donde se
hacía el trayecto más aproximado al mar ;
pero la «fortaleza de Kemich» fué arrasada
hace veintiséis siglos, sus restos han desapa-
recido bajo las arenas, y todo el territorio de
la ciudad ha podido ser adquirido por el pre-
cio de una vaca (395). El principal lugar de
paso se ha adelantado algunos kilómetros ha-
cia el Norte. Hacia el Sudoeste se fundaron
otras ciudades importantes, más cerca del
mar, en ese adfnirable valle del Oronte (Oron-
tes) que nace en el fondo de la baja Siria,
entre las dos cadenas paralelas del Líbano y
del Anti-Líbano ; entre ellas Hamah (Hamath),
donde, desde 1812, Burckhardt descubrió sobre
bloques de basalto preciosas inscripciones (lla-
madas primeramente hamáteas, actualmente
clasificadas entre los monumentos hititas), co-
mo Kadech, cuyas ruinas se buscan en las
inmediaciones de un gran depósito de riego
convertido en lago pintoresco ; allí, según cier-
tos autores, hace treinta y dos siglos y medio,
entre los ejércitos egipcios y las fuerzas hititas
se libró la terrible batalla representada sobre
el Ramesseum de Tebas y referida por el escri-
ba Pentaur.
Después de haber sufrido el empuje de los
Egipcios, los Hititas, quebrantados ya en su
situación preponderante en Siria, recibieron el
asalto de sus terribles vecinos, los Asirlos, y
f\ transcurso de siglos de resistencia acabaron
(395) Saturday Revieux, febrero 26, i88g.
por debilitarles : la toma de Karkemich puso
término a su existencia nacional. Por la po-
sición misma que ocupaban inteiTumpieron to-
do comercio natural entre los Semitas de la
Mesopotamia y los de la costa siria : las co-
municaciones no podían tener lugar sino pwr
los penosos caminos del desierto, trazados mu-
cho más al Sud, hacia Tadmor y Damasco.
También los soberanos de Assur hubieron de
tener por ambición principal abrir nuevamente
en su provecho la gran vía histórica del alto
Eufrates (396). Veintiséis siglos antes de nues-
tros días, los Hititas fueron definitivamente
rechazados y sojuzgados : su poder quedó roto
para siempre y los fragmentos de la nación
se sometieron o se dispersaron a lo lejos ; ya
anteriormente unos héteos habían ido a bus-
car refugio al Sud del país de los Amorreos y
se establecieron en las inmediaciones de He-
brón. Después entraron en relaciones con los
Boni-Lsrael, y, sin duda, bien cambiados por
su estancia en la Judea y por su mezcla con
¡as poblaciones indígenas, se semitizaron cada
vez más y tomaron parte con los Hebreos en
la fundación de Jerusalén.
Las inscripciones hititas no han entregado
aún el secreto de su raza : las tentativas de in-
terpretación no se consideran todavía como
habiendo llegado a un resultado cierto; pero,
a lo menos, se sabe que en ese lugar privile-
giado donde se ramifica la gran vía del Asia
entre el Oriente y el Occidente, había podido
constituirse un gran imperio en la encrucijada
de las naciones, tan dispuesto a extender su
acción de un lado sobre los países del Eufra-
tes, como del otro sobre las costas de la Siria
y los valles interiores que les son paralelos, lo
mismo que sobre las comarcas del Asia Me-
nor. Desde el punto de vista estratégico no ha-
bía posición más fuerte ; por consecuencia, ha-
bía de ser atacada con furor por las grandes
potencias rivales. De ahí esas guerras crueles
que dejaron el país tanto tiempo desolado. Se
necesitaron siglos antes que la Siria septen-
trional viese madurar una nueva floración d*
hombres destinada a nuevas matanzas.
Al sud de las comarcas que fueron el imperio
de los Héteos y que después vieron florecer
Antioquía, la capital del imperio de los Seleu-
cidas, se sucedieron, a lo largo de las monta-
ñas limítrofes, puntos vitales donde los movi-
mientos históricos habían de concentrarse con
una intensidad particular. Estos puntos vitales
están indicados de antemano por las brechas
que se abren de distancia en distancia a tra-
vés de las cadenas del litoral y que sirven d«
paso a los hombres, a las mercancías y a toda
la ola de la civilización entre el Eufrates y el
Mediterráneo.
{Continuará)
(396) Sayce, Patrtarchal Palestine, p. 251.
 LA REVISTA BLANCA
Cartas de Miguel Bakunín
Sobre la Alianza Y la Internacional en España en 1872
{Continuación)
Mas para poder comenzar esta práctica de
la fraternidad entre nosotros, es preciso des-
de luego que sepamos elegir y no aceptemos
individuos que por una u otra razón sean
incapaces. N o debemos engañarnos más y
para no cometer nuevos errores en la elec-
ción de hombres muy difíciles, muy raros,
acaso imposibles de hallar, preciso es que
adoptemos la ley de la elección por unani-
midad. Es evidente que este método hace
el reclutamiento muy difícil y 'a extensión
de la Alianza muy lenta, pero asegura la
solidez, la seguridad, el carácter serio—es
decir, las tres condiciones sin las cuales no
seria más que una insulsa y peligrosa chan-
za. Además, como no queremos más que una
revolución popular, una revolución por y pa-
ra el pueblo, éste ha de ser exclusivamente
nuestro ejército y sólo tenemos necesidad de
un Estado Mayor que pueda ayudarle a or-
ganizarse. N o buscaremos, pues, el gran
námero, sino la buena calidad de los herma-
nos y la solidez y sinceridad de su alianza
fraternal.
Ayudándoles a echar los primeros funda-
mentos tanto de la Internacional como de
la Alianza en 7896 (en España), Christophe
(Fanelli) cometió una falta de organización
de que sienten ahora los efectos. Confundió
la Internacional con la Alianza y por esto
mismo ha provocado a los amigos 3521 (de
Madrid) a fundar la Internacional con el
programa de la Alianza. A primera vista ha
podido fwrecer esto un triunfo ; en realidad,
e s una causa de confusión y de mala orga-
nización tanto para una como para otra.
La Internacional y la Alianza no son de
ningún modo enemigas como quisiera ha-
cer creer a todo el mundo la sinagoga mar-
xista de Londres. Al contrario, la Alianza
e s el complemento necesario de la Interna-
cional, sin el cual ésta, transformada en
una especie de Estado internacional, mons-
truoso, con un gobierno muy autoritario,
con la dictadura de Marx, se vería conver-
tida, según evidente aspiración de la cama-
rilla marxista, en un instrumento compla-
ciente para la realización de proyectos am-
biciosos y, f)or consiguiente, contrarios a
la emancipación real de las masas popula-
res. Pero la Internacional y la Alianza, mien-
tras aspiran al mismo objeto final, persi-
guen al propio tiempo diferentes fines. La
una llene por misión reunir las masas obre-
ras, los millones de trabajadores, a través
de las diferencias de naciones y países, a
través de las fronteras de todos los Esta-
dos, en un solo cuerpo inmenso y compac-
to ; la otra, la Alianza, tiene por misión dar
a estas masas una dirección realmente re-
volucionaria. Los programas de una y otra,
sin ser nunca opuestos, son diferentes por
el grado mismo de su desarrollo respectivo.
El de la Internacional, si se le toma en se-
rio, contiene en germen, pero solamente en
germen, todo el programa de la Alianza. El
prt^rama de la Alianza es la explicación úl-
tima del de la Internacional.
Si los fundadores de la Internacional hu-
biesen dado a esta Asociación enorme una
doctrina política, socialista, filosófica, deter-
minada y positiva, habrían cometido una
muy pequeña asociación, una secta, no el
campo atrincherado del proletariado del mun-
do entero contra las clases dominantes y
explotadoras. ¿Qué idea socialista, política
y filosófica sería hoy capaz de reunir bajo
su bandera los millones de proletarios de
todos los países? Con una doctrina positiva
se llegaría todo lo más a reunir unos cuan-
tos miles. Mazzini había dicho: los intere-
ses dividen, las ideas unen. Es perfecta-
mente exacto que los intereses dividen a los
burgueses, pero no es verdad que las ideas
los unan mucho. En cuanto al proletariado,
¡os intereses o más bien el interés único del
[)an y de la emancipación, interés idéntico
en todos los países y en todos los grados
 LA REVISTA 6LANCA
d e civilización y desenvolvimiento intelec-
tual y moral, es solamente capaz de unirle
en una masa compacta. Las ideas, como ta-
les ideas, es decir, en el sentido de su des-
arrollo teórico, debemos reconocer que, sal-
vo en contados momentos de la Historia,
en que las masas arrebatadas por la ebulli-
ción de las pasiones revolucionarias se al-
zaron hasta ellas, en la vida de cada día,
bajo el peso de las privaciones, del trabajo
forzado y de los cuidados cotidianos que las
aplastan', las ideas, repito, son absoluta-
mente indiferentes para las masas, cuando
no despiertan su hostilidad. No se les debe
hacer un reproche por e l l o : están mante-
nidas en una crasa ignorancia, cultivada
sistemáticamente por todos los gobiernos en
provecho de las clases privilegiadas. S e
sienten a g o t a d a s por un trabajo embrute-
cedor y por el hambre—y yo pienso que esta
indiferencia profunda que ellas muestran
hoy por las ideas t a n t o políticas como filo-
sóficas y su preocupación exclusiva de lo
que los idealistas burgueses, con su vientre
siempre lleno y su cuerpo amorosamente
cuidado, llaman los viles intereses inatena-
les—yo pienso, repito, que esta indiferencia
y esta preocupación hoy dominantes en las
masas, lejos de poder serle reprochadas, de-
ben considerarse al contrario como prueba
d e su instinto justo y d e su buen sentido na-
tural. Porque, en efecto, la emancipación
material o económica es la base firme, la
base única y primordial de todas las demás
emancipaciones.
El gran mérito de los fundadores de la
Internacional y del Congreso de Ginebra
(septiembre 1866) fué haber comprendido y
haber hecho la base d e nuestra Asociación.
Si se hubiese puesto en este p r o g r a m a el
ateísmo, eí materialismo, ciertamente se ha-
bría excluido de la Internacional a millones
de trabajadores muy serios, es decir, muy
a g o t a d o s , muy miserables. No es que el
pueblo sea realmente religioso; compruebo
al contrario con satisfacción que lo es cada
día menos en todos los países ; lo que llama
o cree ser su religión, es de un lado el pro-
ducto de una tradición maquinal y rutinaria,
una mala costumbre de su espíritu colecti-
v o ; más aun, es una protesta instintiva,
enérgica, exclusivamente práctica contra las
estrecheces y miserias de su existencia ac-
tual. Que la revolución s o d a l le abra un
v a s t o horizonte sobre la tierra y no pensará
más en el cielo. Las masas proletarias r.o
son, pues, realmente religiosas, pero se ima-
ginan serlo y el ateísmo explicitamente for-
mulado asusta su imaginación. Igual puede
afirmarse de las ideas políticas y sociales
[el manuscrito dice : socialistas] reacciona-
rias que dominan todavía en la imaginación
popular. El proletariado detesta por i-istin-
to la autoridad y el Estado en todas sus
manifestaciones—pero atacad la Iglesia y
el Estado, no os comprenderá y tal vez se
alce contra vosotros— ; por rutina, se atiene
a ideas que son contrarias a sus propios ins-
tintos. El pueblo tiene la costumbre de la
autoridad, sea de la Iglesia, sea del Estado,
autoridad de la que siempre es víctima, i)eto
que él ama, como en muchos matrimonios
la mujer ama los golpes que le prodiga su
m a r i d o ; es una costumbre de esclavo, y,
desgraciadamente, las masas conservan to-
davía muchos vestigios de esta costumbre
deplorable. P a r a acabar con esto, no hay
más que un solo medio : la revolución social,
el verdadero desencadenamiento d e las mn-
sas. Estas comprenderán entonces todas las
ideas cuyos gérmenes maduran en sus ins-
tintos, y abrazarán al fin, como la expresión
fiel de sus propias aspiraciones, todo el pro-
g r a m a de la Alianza a la Internacional, y
la Internacional no contará ya en su seno,
en toda Europa, más que dos o tres mil
miembros. Serán, es verdad, miembros se-
lectos, los más inteligentes, enérgicos y sin-
ceros revolucionarios socialistas de Europa.
Pero, ^:qué son tres mil hombres ante el p o -
der unido de las clases ricas y del E s t a d o ,
de todos los Estados? Una absoluta impo-
tencia. Esta coalición formidable de la reac-
ción y de la explotación no puede ser rota
más que por el poder organizado de las ma-
sas, de todos los millones de proletarios—y
ciertamente estos millones no aceptarán hoy
el p r o g r a m a socialista y filosófico de la
.Alianza.
No aceptarán tampoco el p r o g r a m a mar-
xista, que, a más de su carácter científico
y abstracto, ofrece aún el terrible inconve-
niente d e aspirar a la fundación de nuevos
Estados populares, es decir, nuevas prisio-
nes y nuevos tutores para el proletariado,
t a n t o m á s opresivos cuanto que obrarán en
nombre de la voluntad soberana d d pueblo.
Este p r o g r a m a del Comunismo autorita-
rio, esta idea d e la emancipación de las m a -
sas y de la organización de la justicia y d e
lO LA REVISTA BLANCA
la igualdad por el Estado, parece ser jxx;o
m á s o menos aceptada hoy por los ingleses,
por los americanos, por los alemanes sobre
todo porque ella lisonjea mucho sus aspi-
raciones pangermanistas. Por el contrario,
es enérgicamente rechazada por el instinto
revolucionario de los pueblos latinos, france-
ses, belgas, españoles, italianos, como tam-
bién fjor todos los pueblos eslavos, que pa-
recen haber encontrado en el hecho revolu-
cionario de la Commune de París su ban-
dera común... ¿ Q u é hacer entonces? ¿ E s t a -
blecer dos Internacionales, una Germánica
y otra Latino-Eslava? E s t o sería una g r a n
desgracia y un triunfo cierto para los bur-
gueses de todas las razas y de todos los
paises. E s t o sería la desorganización del
proletariado, ¡a introducción de la g u e r r a
civil en su seno, todo en provecho de la bur-
g-uesia. ¿ Hay posibilidad de conciliar el pro-
g r a m a marxista con el nuestro? No, porque
ellos se excluyen. La conciliación es, pues,
imposible. ¿ S e r á preciso para la obra d e la
paz y p a r a salvar la unidad de la Interna-
cional, sacrificar uno de estos p r c ^ r a m a s
al o t r o ? Y como son los alemanes los que
tienden a la dominación, no los latinos ni
los eslavos, ¿ h a b r á que sufrir el y u g o de
las ideas germánicas, un y u g o que n o p o -
.dría tener otro resultado que la caducidad
y la servidumbre de las razas latina y es-
lava, o bien una g u e r r a de razas terrible?
Basta enunciar la p r e g u n t a , para que la
contestemos en sentido ccimpletamente nega-
tivo.
Así, pues, ni conciliación, porque es im-
posible, ni sumisión, f)orque es irritante y
m o r t a l ; ni división, [wrque es preciso sal-
var la unidad de la Internacional, condición
suprema del triunfo del proletariado en su
lucha contra la burguesía. ¿ Q u é hacer en-
tonces? H a y que buscar esta unidad donde
se halla y no donde no puede encontrarse.
H a y que buscarla n o en las teorías políticas
o filosóficas, sino en las aspiraciones soli-
d a r í a s del proletariado de todos los paises,
en la emancipación material o económica,
sobre el terreno de la lucha económica, prác-
tica, diaria, del trabajo explotado por el ca-
pital.
N u n c a m e c a n s a r é de repetirlo : h e aquí
el objeto, el único objeto de la organización
y el p r o g r a m a único de la Internacional.
E s t e p r o g r a m a es positivo, talmente posi-
tivo y simple que no hay proletario por poco
despierto que sea y por imbuido que esté de
prejuicios políticos y religiosos, que n o pue-
da, que n o deba comprenderlo y aceptarlo
con la mayor pasión. Todo proletario, a me-
nos que no sea uno de esos obreros-burgue-
ses que a todo trance quieren elevarse sobre
la masa, sea por su trabajo, sea por la po-
lítica, para convertirse a su vez en domi-
nador y explotador, todo proletario serio,
repito, debe maldecir las condiciones de su
existencia y debe aspirar a su emancipación.
Debe odiar a los explotadores y a los opre-
sores ; si no manifiesta aquella aspiración
y este odio, es que se cree impotente para
realizar la una y satisfacer el otro. Ense-
ñadle que, .solidarizándose con todos sus
comf>añeros de escla>'itud y miseria, puede
adquirir un g r a n poder, y él se lanzará con
pasión a esta lucha económica que la Inter-
nacional tiene precisamente por misión úni-
ca organizar. V, "n efecto, según sus es-
tatutos generales, a nadie pregomta cuál es
su religión y su política, y sólo demanda
a cada cual lo s i g u i e n t e : ¿Quiere compro-
meterse a observar en todas sus consecuen-
cias la solidaridad de la lacha económica de
los trabajadores contra sus explotadores?
Si dice que si, queda hecho miembro de la
Internacional, que, lo repito, no tiene o t r a
misión que la de organizar esta lucha, fe-
deralizando y solidarizando, a través de las
diferencias de oficios y las fronteras d e los
E s t a d o s , las cajas de resistencia y las huel-
gas.
1 al eS el lado serio, positivo, el único ver-
daderamente obligatorio d e la Internacio-
nal ; todo lo demás, todas e.'ias cuestiones
de la organización social y política del por-
venir que se discuten en sus Congresos, ta-
les como la instrucción integral, la abolición
de los Estados o la emancipación del prole-
tariado por el Estado, la emancipación de
la mujer, la propiedad colectiva, la aboli-
ción del derecho de herencia, el ateísmo, el
materialismo o el deísmo — todo esto cons-
tituye sin duda temas muy interesantes y su
discusión es muy útil p a r a el desenvolvi-
miento intelectual y moral del proletaria-
do,—f)ero ningTÍn Congreso puede resolver-
los de una manera absoluta, ni tampoco pue-
d e imponer s u s resoluciones como artículos
de un p r o g r a m a obligatorio p a r a las seccio-
nes o para los individuos ; n o pueden, ni d e -
ben hacerlo, porque, si lo hicieran, procla-
marían verdades absolutas, lo cual es u a
 LA REVISTA bLANCA
contrasentido e impondrían por el voto ar-
tificial de una mayoría ficticia y necesaria-
mente variable una verdad oficial, cosa
monstruosa. La organización de la lucha in-
ternacional, económica, práctica, diaria del
trabajo contra el capital : tal t s el solo ob-
jeto explícito, la única ley ohliíratoria, su-
prema de la Internacional. Quit-n no quiera
someterse a todas las consecuencias prácti-
cas de la solidaridad en esta lucha, debe sa-
lir o ser expulsado de la Internacional. Pero
quien las acepta y las observa, es miembro de
ella por derecho propio. Esta solidaridad es
por completo indejiendiente de las distmtas
corrientes políticas y filosóficas seguidas i)or
las masas obreras en los diferentes países.
Si los obreros de ."Memania, por ejemplo, es-
tán en huelga, si luchan contra los burgue-
ses explotadores, no iréis a preguntarles si
creen o no creen en Dios, si están a favor
o en contra del Estado, sino que les ayuda-
réis en la medida de vuestras fuerzas por-
que son trabajadores sublevados contra
quienes les explotan. Que los obreros ale-
manes hagan lo mismo por vosotros, sin
preguntaros vuestro credo político o religio-
so, y la unidad de la Internacional quedará
establecida, porque ella está fundada única-
mente .sobre la solidaridad económica—no
política ni filosófica—de los trabajadores de
todos los países.
A los que me observen que disminuyo la
importancia de la Internacional, limitando
su p r o g r a m a obligatorio y su objeto a la or-
ganización de Ta lucha exclusivamente eco-
nómica, contestaré que si se intenta intro-
ducir en ella una doctrina política, socialista
o filosófica uniforme y obligatoria para to-
dos, se la destruye, se la mata. Porque les
desafío a formular una doctrina explícita
cualquiera que pueda reunir bajo su bandera
millones, ¿ q u é d i g o ? , solamente decenas de
miles de trabajadores. Y a menos de impo-
ner las creencias de una secta a todas las
demás, se llegará a la creación de una mul-
titud de sectas, es decir, a la organización
de una verdadera anarquía en el seno del
proletariado para el mayor triunfo de las
clases explotadoras...
¿ Y creéis que seria poca cosa la solidari-
zación de las masas en la lucha económica?
E s t a solidaridad produce ya a esta hora re-
sultados inmensos. Desde luego abre un
abismo entre la burguesía y el proletariado,
y por esto mismo lleva al proletariado a la
II
revolución. En segundo lugar, da al prole-
tariado, por la práctica de la acción y de la
lucha colectivas, el sentimiento y la idea de
su fuerza ; una etlucación y una instrucción
socialistas no vertidas sobre él en pequeñas
dosis desde lo alto, sino desarrolladas am-
plia y espontáneamente en el seno mismo
de las masas, iluminadas por la pasión y
por el pensamiento colectivos ; fortalece en
él, por una práctica diaria, la idea de la
justicia, de la igualdad y de la libertad po-
pular, incompatible con la autoridad de toda
clase de doctores y tutores farisaicos. He
aquí, pues, lo que hace nuestra grande aso-
ciación : prepara el terreno para la revolu-
ción internacional y social.
Sobre este terreno tan amplio, todas las
ideas, todas las doctrinas deben tener la
plena libertad de producirse : las teorías au-
toritarias de Marx, como nuestras teorías
anárquicas, con tal que ninguna tenga la
loca y odiosa pretensión de imponerse como
verdad oficial, ni perturbe en lo más míni-
mo esta solidaridad práctica del proletariado
de los diferentes países en la lucha econó-
mica ; esto es lo que nosotros, hombres de
la Alianza, hemos siempre reclamado y to-
davía reclamamos hoy, contra las preten-
siones autoritarias, oficiales, dictatoriales
del Consejo General de Londres cada vez
más dominado por la camarilla marxista.
Sobreí este terreno de la Internacional,
con nuestro p r o g r a m a revolucionario explí-
cito, organizamos la revolución. No impo-
nemos nuestro p r o g r a m a a nadie, pero lo
propagamos libremente , seguros de que es
el único que puede realizar la completa eman-
cipación, t a n t o económica como ¡)olít¡ca >
social, del proletariado. Además, como sa-
bemos que la organización del poder popu-
lar no puede hacerse por la propaganda teó-
rica solamente, sino que reclama la alianza
y organización de los caracteres y volunta-
des revolucionarias constituidos en una es-
pecie de Estado mayor revolucionario, he-
mos formado en el seno mismo de la Inter-
nacional nuestra Alianza secreta. La confe-
rencia de I^ondres (septiembre 1871), pre-
parada y dirigida por Marx, ha fulminado
un anatema contra las sociedades secretas.
Es un a n a t e m a hipócrita. Los marxistas sa-
ben tan bien como nosotros que la Interna-
cional pública, la Internacional propiamente
dicha es excelente sin duda para agitar, para
revolucionar las masas ; pero que por si s o -
13 LA REVISTA BLANCA
la es incapaz de organizar el poder popular
—última instancia en todas las luchas so-
ciales—^y que, f)or esto, es necesaria una
organización secreta. Pero como ellos si-
guen unos principios y persiguen un objeto
directamente opuestos a los nuestros, quie-
ren en la Internacional una sociedad secreta
opuesta a la nuestra y cuya dirección quede
únicamente en sus manos. Esta sociedad
existe desde 1847 y sobre todo desde 1848 :
es la de los Comunistas alemanes, fundada
por Marx y Engels, que no ha cesado nunca
de ejercer su propaganda oculta en la In-
ternacional.
(Aquí el ntanuscriío se interrumpe, pero
el asunto abordado hacia su fin se continúa
en el fragmento II que se leerá después.)
NOTA.—En la última parle de este bos-
quejo de carta, como en el que seguirá, ve-
mos a Bakounine convencido de que la an-
tigua sociedad secreta de los Comunistas
alemanes, Bund der Kommunisten, existia
aún en tiempos de la Internacional. Estaba
mal informado, como igualmente lo estuvo
Marx respecto a la Alianza de Bakounine.
Pudo éste conocer la sociedad alemana a
fines de 1847 en Bruselas y sobre todo en
agosto de 1848 en Berlín; Marx, a quien
encontró entonces, le habló d e ella y le dijo
que estaba enteramente bajo su influencia.
Vinieron luego la prisión y el destierro de
Bakounine, 1849 a 1861, y asi no pudo ser
testigo de múltiples detalles publicados so-
bre esta sociedad, ya disuelta a principios
de 1850. Ignoró igualmente la corresponden-
cia intima de Marx, Engels, Lassalle y otros,
publicada ahora en gran parte, y que mues-
tra el aislamiento de Marx en 1850 y aun
después; sólo tenía contados amigos y co-
laboradores y no pensaba ya en la sociedad
comunista secreta, pero llamaba Die Partei
(el partido) a los que coincidían con él. Es-
tos iKxnbres se agruparon en torno suyo en
el Consejo General, entre ellos Eccarins,
Pfaender, Lessner, Lochuer; otros como
W . LieWinecht, Dr. Kugelmann, estaban li-
g^ados con él en Alemania ; otros, como W e -
ydemeyer, Sorgie, en América ; aun puede ci-
tarse a Borchkeim en Londres, a Schily en
París, etc. Pero nada prueba que estuvieran
lig^ados por ti lazo de una sociedad secreta ;
era el prestigio y la personalidad de Marx
y los recuerdos comunes de 1848-49 lo que
les unía. Otros, en apariencia amigos de
Marx, estaban, sin embargo, muy separa-
dos de él o le eran hostiles ; tales Lassalle,
J. Ph. Becker, M. Hess.
Pero si Bakounine se equivocó sobre e s -
tos hechos poco aclarados en su tiempo, es-
tuvo en lo firme al apreciar el espíritu de la
acción de Marx. Precisamente en enero de
1926 se ha publicado en Rusia el facsímil de
un documento muy curioso : el acta de cons-
titución de la Sociedad universal de comu-
nistas revolucionarios, redactada en francés
y firmada por / . Vidil y Adam (dos blan-
quistas de la proscripción francesa en Lon-
dres) ; August Wilhch, Karl Marx, F. En-
gels (de la sociedad secreta de los comunis-
tas alemanes) y G. Julián Hamey (cartista
socialista inglés, amigo de Marx). Este do-
cumento es d€ 1850 y su primer artículo di-
ce : o El objeto de la asociación es la cadu-
cidad de todas las clases privilegiadas, que
serán puestas bajo la dictadura del proleta-
riado, manteniendo la revolución en perma-
nencia hasta la realización del comunismo,
que debe ser la última forma de constitución
de la familia humana.»
He aquí la humanidad condenada al co-
munismo eterno, su última forma de cons-
titución... por Marx aliado a los blanquistas
en 1850, como luego en 1872, en el tiempo
de las cartas de Bakounine, fué de nuevo el
aliado de los blanquistas en el Consejo Ge-
neral de la Internacional.
M. N .
La vida del hombre seria intolerable si
le revelasen lo que ha de sucederle. Al des-
cubrir los males futuros le harían podecer
por anticipado y no podría gozar las felici-
dades presentes si no desconociera su pró-
ximo fin. La igfiorancia es condición in-
dispensable para la dicha de los hombres y
es preciso reconocer que solemos tenerla
completa. Ignoramos casi todo lo nuestro y
todo lo de los otros ; nuestra ignorancia nos
permite vivir tranquilamente; la mentira
nos procura la felicidad.
ANATOLE FRANGE
 LA REVISTA BLANCA
Los escritores de izquierda dentro del cir-
culo intelectual y literario que |)odcmos lla-
mar burtrués (se lo |K>demos llamar porque
no acaba de ser socialisti), discuten, actual-
mente, las teorías que el célebre y universal
escritor infries H. G. Wells h;i expuesto en
su hermosa obra «Esquema de la Historia».
H. i;. Wells sostiene, en su discutido e
interesante libro, que los nacionalismos y las
patrias desaparecerán para dar lugar a la
lormación de una patria universal y de un
hombre quo s o í t c u l r á ideas universales,
también.
P a r a producir tal resultado o para que la
idea de patria y de nación desaparezca y
con ellas las puerras, la historia, según
Wells, no ha de estar escrita por los autores
«le un país determinado con el propósito de
presentarlo más grande y heroico que otros,
sino que b^n de escribirla hombres que no
tengan ideas particulares ni locales en cuan-
to a la superficie de la tierra ni en cuanto
a las razas humanas ; y dando preferencia,
t n la narración de sucesos, a los héroes del
trabajo y de la ciencia sobre los de las gue-
rras y l:is liríMiias, que son los que, preci-
samente, representan el atraso moral de la
esjjecie.
¿Se producirá esa unidad moral de la raza
humana que \\'ells vislumbra v defiende en
su o b r a ?
Para nosotros es indudable, pero el autor
de «Esquema de la Historia» no señala cla-
ramente los procedimientos «¡ue hay que se-
guir para legrarlo, a no reducirlos a la li-
teratura humanista.
Wells no presenta más factores que la
evolución simple que puede f^alir de las lec-
turas y ello supone tener del mundo un con-
cepto fatalista y creer que los hombres es-
tán dotados de una predisjxjsicicin a los gran-
des destinos, lo cual es impropio de (|uien
arroja tanta luz, con sus obras, sobre nues-
t i a pobre humanidad.
Nosotros opinamos que el esfuerzo y el
sacrificio personal no se pueden descartar,
13
|)or ahora, .le la marcha «le los hombres ha-
cia mejores estados de alma y de cuerpo.
Para Mr. Wells, la uni<lad moral de la raza
huiuana, no sólo es justa, sino que, además,
es inevitable ; pn'o al mismo tiempo que se-
ñala esa inevitabilida<l y aquella justicia,
rehusa indicar los medios de que hemos de
valemos los infelices moi tales para no tener
enemigos entre nuestros semejantes. Se ve
que el ilustre escritor inglés no es un hombre
de acción en el sentido de" dar a la causa
que uno defiende algo más que literatura.
\ ' ello estaría perfectamente' bien si los
hombres no necesitaran de otros medios pa-
ra escalar las alturas morales por haber pa-
si'.do de la tragedia hosca, cual es el reina-
do de la fuerza que aun padece el habitante
de la tierra, a la comedia plácida, cual puede
ser la vida de' otro tiempo.
Naturalmente que el reinado de la fuerza
\ a desapareciendo v con ella la tragedia
social que hace necesarios recursos más tan-
gibles y convincentes que la literatura ;
jiero conviene continuar dando a nuestros
iiicales y al mejoramiento de1 mundo, parte
de nuestra vida v de nuestra sangre, por-
que las injusticias que están representadas
en los Poderes v en los privilegios, ampara-
dores de todos ios Icícalismos y de todos los
(xüos de patria v de clase, se reirían de nues-
t ' o s libros v de nuestras cuartillas.
Para nosotros no sólo es indudable que
las razas que pueblan la tierra tienden a uni-
ficarse y a solidarizarse, sino que, además,
van constituvendo, tiem|K? mediante, la uni-
dad fisiológica. La faciTuIad de las comuni-
caciones, la libertad en las relaciones sexua-
les, la desaparición de los prejuicios de raza,
las ideas universales sobre la vida y los de-
rechos del hombre, cx>nstituirán, no importa
;.-uando, un tipo único terráqueo.
Porque las razas humanas son un produc-
to local como las ideas. Constituyen la for-
mación de un tipo que vive siempre en un
mismo sitio. \'ive el individuo en un mismo
sitio siempre, sometido al mismo clima y al
M LA REVISTA BLANCA
mismo trato, porque al otro lado de lo que
estima su casíi, su tierra, su patria, está el
etiemifjo, que habla de diferente manera,
que como extianjero le trata y que contra
él está armado.
Cuando se establezca el idioma universal,
que se establecerá ; cuando desaparezcan las
patrias metidas entre dos ríos o entre dos
cordilleras de montañas, que desaparece-
rán ; cuando los hombres tengan de la vida
y del derecho un concepto ig'ual para todos
y puedan ir libres y desarmados de un punto
a o t r o de la tierra con la misma facilidad
y rapidez con que ahora nos trasladamos a
los pueblos vecinos del en que vivimos ;
cuando las criaturas h u m a n a s habiten sin
distinción de color ni de clase todas las la-
titudes de la Tierra, se irá formando el tipo
único del hombre terráqueo de que antes
hemos hablado.
(¡Pero basta la acción del tiemjx» y de la
literatura para realizar obra tan digna de un
ser que se fístima el mf-jor de los seres ?
Nosotros creemos, que, hoy f)or hoy, no
bastan los j)rocedimientos que señala Wells
V que son los que él utiliza para hacer de la
tierra la patria de todos y para unirlos a
todos en el respeto y en la paz mutuos. Es
como si dijéramos a un individuo : «Sé bue-
no», pero sin facilitarle elementos sociales
p a r a poderlo ser.
La transformación y la evolución infinitas
de la tierra, siempre en sentido de ofrecer al
hombre mejor estancia en ella, puede tener
cx»mo consecuencia la evolución infinita del
hombre, siempre en sentido d e ofrecerse,
a sí mismo, mejor trato moral y material ;
p e r o no conviene entregarnos demasiado
confiados ni demasiado pronto a este des-
tino más o menos fatal de la Naturaleza.
P o r de pronto, tendríamos el d a t o importan-
te de que la acción puramente evolutiva de
la tierra, sólo se ejercería sobre una sola
especie animal y no, como parece It^jico,
sobre todas las especies que pueblan nuestro
planeta habitación.
¿A qué se debería la diferencia? ¿A qué
se debería ese mejor t r a t o que la N a t u r a -
leza g u a r d a r í a para con el hombre si tuvie-
r a , como parece fuera de duda, ciegas sus
fuerzas? Se debería, únicamente, a que si
son ciegas las fuerzas de la Naturaleza, no
lo son las del hombre, ya que con su inte-
ligencia, guia, encauza y aprovecha las ener-
g í a s naturales. Lo cual supone la existencia
de un esfuerzo, de una voluntad y de un sa-
crificio que el hombre pone en sus empresas
y aspiraciones y que es el único animal de
la tierra que las pone.
De lo que podemos deducir que no con-
viene entregarnos demasiado confiados a la
obra fatal, esf>ontánea e inevitable de la Na-
turaleza, a lo menos mientras entre los hom-
bres haya quien mande y quien obedezca y
quien tenga mucho y quien nada tenga. Esto
es, mientras haya una fuerza contraria a 'a
fuerza espontánea de la evolución. Porque
los que mandan y los que tengan, por este
atavismo que se puede justificar, en último
término, con el atraso del hombre, atraso
(jue no seria más que una consecuencia del
atraso de la tierra, querrán mantener sus
privilegios con argumentos contra los cuales
puede poco la literatura, la emoción y el de-
jar hacer al destino.
Claro qur; hay que contar y cx)n ello con-
tamos los que queremos establecer una so-
ciedad de hombres libres e iguales, con la
predisjxisicióri que nuestro bello género hu-
m a n o tiene a dejarse convencer por el sen-
timiento de lo bello y de lo justo ; pero mien-
t r a s exista una fuerza donde puedan am-
pararse privilegios y sinrazones, la literatu-
ra y la razón no bastarán a descencadenar
a la humanidad de los hierros morales y ma-
teriales que la sujetan.
Nosotros y con nosotros cuantos como
nosotros piensan, somos los menos amigos
del triunfo de la idea por la fuerza, porque
entendemos que mientras haya fuerza n o
habrá libertad ; mas no dejamos de recono-
ce! que, desgraciadamente, los privilegiados
injustamente, y todo privilegio es ya injus-
ticia, no están aún preparados para avenir-
se a m á s razones que las letras de molde
que algunos desconocen y otros no entien-
den por ceguera o conveniencia.
Asi, pues, la igualdad moral del hombre,
la fraternidad de todas las criaturas que' pue-
blan la tierra, n o podrá dejarse a la emo-
ción literaria únicamente, con ser la cultura
moral de g r a n importancia, porque aquella
fraternidad y aquella unidad no se podrán
establecer mientras haya en el mundo inte-
reses opuestos y mientras haya quienes
crean que han de trabajar [>or los demás
o bien que los demás han de trabajar por
ellos.
He aquí el aspecto del problema que el
genial autor de «Esquema de la Historia»
 LA REVISTA
descuida, quizá porque, en su pafs se estima
que la evolución puede funcionar libremente,
estando los hombres en completa desipunl-
dad de condiciones ante la vida. P o r acá las
cosas ocurren de otra suerte y hasta supo-
nemos que por allá también, aunque fun-
cionen un poco más aderezadas que aquí.
Aparte lo expuesto, no basta querer la
unidad moral desde el punto de vista litera-
rio para conseguirla : hace falta, además,
la unidad ideal.
En algunos núcleos socialistas se habla de
hi idea única como medio de combate ; pero
de lo que aquí hemos de tratar es de la idea
única en relación con la patria única.
La idea única, en nuestra mente, no con-
siste en que todos los hombres piensen y
obren de' igual manera, sino en que piensen
de la misma forma en el ejercicio de la li-
bertad de cada uno ; en que todo el mundo
tenga igual libertad e igual derecho para
practicar la vida, o, mejor, para gastar su
\i<la.
Asi, por ejemplo, la idc:i única consistirá
en tener de la libertad igual concepto para
uno que para los demás, pero no igual prác-
tica, porque la práctica ha de salir del tem-
peramento y el concepto de la idea.
La idea única y que con ser única es infi-
nita, nadie hi representa mejor que las pa-
Ifbras de Rabelais : «Haz lo que quieras.»
La variedad, única es la unidad infinita del
temperamento y del sentimiento humano.
Las dos unidades del porvenir serán : La
unidad de patria ; la Tierra. La unidad del
p e n s a m i e n t o ; la Libertad.
La Tierra para todos y para todos, tam-
bién, la libertad.
La unidad moral h a d e existir en lo que
se refiere a las luchas y a los odios de pa-
tria, pero también en las luchas y en los in-
tereses sociales, que si el hombre ha oe ser
hermano del hombre, no basta que la Tierra
sea su patria ; ha de ser, además, su pa-
trimonio, sin distinción de razas, ni de cla-
ses, que n o h a de haberlas.
Y unidad moral que n o se fundamente en
aquellas dos unidades, e s engañosa, ya que
no un engaño.
Y hombre o bien escritor que sólo se pre-
ocupe del aspecto moral, emotivo y literario
del problema ; q u e no ponga en el empeño
BLANCA >5
do mejorar a los individuos sangre y sacri-
íkio ; (|ue no vea que al par que las perso-
nas ha de modificarse el medio, no llegará
a la entraña del asunto, seguramente por-
([ue la suya se quedará sobre la escritura.
Además, no es propio de hombres guías,
substraerse ni g u a r d a r s e a las luchas del
mundo. Si tal cosa hicieran los colosos del
pensamiento, ¿qué papel nos quedaría a los
pobres de espíritu?
l'or otra parte, si regateamos esfuerzo
moral al mundo mejor que hemos concebido,
no haremos otra cosa que regatear la rique-
za que poseemos cuantos escribimos, con
más o menos sinceridad, lo que pensamos
y lo que sentimos. E s una riqueza que nos
legaron nuestros antepasados, en mayor
cantidad en unos que en otros, como se le-
gan las riquezas materiales.
La juventud es la época de las generosi-
dades, pero la juventud moral, como la
física, es m á s larga en unos q u e en otros
por herencia y hasta hay quien es generoso
y entusiasta mientras tiene uso d e razón.
Y lo mismo q u e al hombre, les pasa a los
árboles, a las plantas. Los hay que ofrecen
más tiempo su fruto, su verdor, sus perfu-
mes, sus colores, que es juventud.
Si por cierta picardía de la vida escamo-
teamos esfuerzo y sacrificio a la causa que
decimos defender, resulta que nosotros mis-
mos nos quitamos el derecho d e poder d e -
cir a los que viven de las injusticias huma-
r.as, que no substraigan esfuerzos de cual-
quier orden q u e sean, a la justicia de los
hombres. Nosotros tampoco se los daríamos
todos si creyéramos cumplir con nuestro de-
ber de escritores con .sentimiento y pensa-
rriiento, si nos g u a r d á r a m o s la libertad y el
bienestar personal t r a s la evolución pura en
un período d e la historia en que aquella evo-
lución no es jx)sible y no lo será en tanto
en el mundo no se hayan establecido las dos
u n i d a d e s : Toda la Tierra para todos los
hombres y toda la Libertad para todos los
hombres también, que la unidad moral n o
puede desligarse de la unidad material.
FEDERICO URALES
Es imposible esclavizar a un pueblo cuan-
do éste ha tomado la firme resolución de ser
libre. — Miss WRIGHT.
 i6 LA REVISTA
OCXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXJQ
III Y II.TIMO
REPLICA DEL SEÑOR ABATE VIOLI.ET
Señoras, señores :
Lamento la conclusión df mi honorable ron-
tradictor, la cual tiende a declarar que un hom-
bre que cree en Dios, y especialmente un
católico, es un hombre de moralidad inferior.
Estimo que cuando uno se esfuerza con todas
sus potencias en buscar una solución al |)ro-
blema angustioso de la existencia del mundo,
de la justicia \ de la consciencia, no hace obra
pequeña ni miserable. Las disposiciones de es-
píritu (le mi honroso contradicíor no consis-
ten en buscar con respeto las grandes criusris
de la vida religiosa en el mundo, sino a la
hipótesis «Dios», para llegar a una pobre y
simple negación, lo que, confesadlo, es una
manera muy cóiiioda de pasar por encima de
estos problemas. líespués de haber oído al se-
ñor Han Ryner, os lo pregunto a todos : ¿Te-
néis en el espíritu un poco más de luz, aunque
«ea muv poca cosa? Han Ryner no imagina,
según pienso, que, aunque católico practicante,
he reflexionado también largamente sobre las
cuestiones que él nos ha presentado. He retle-
xionado tal vez un poco más asiiluamente que
él sobre la cuestión de la Trinidad. Pero no
me he hipnotizado sobre un problema matemá-
tico. He mirado a la Trinidad con mi alma
religiosa. Cuando la Iglesia me ha dicho : «Dios
es creador del mundo y nada ha píxlido ser
creado sin un Dios omniprtente», no he en-
contrado nada de esto ni absurdo ni loco.
Cuando la Iglesia ha añadido que este Dios
creador del mundo quería la salud de los hom-
bres, incluso de los mismos pecadores, porque
su amor es un amor sin arre[)entimiento, y que,
por consiguiente, el Dios creador era al mismo
tiempo el Dios Salvador, no he encontrado que
«lio fuese contrario a mi ideal religioso. Cuan-
do la Iglesia añade que después de haber creí-
do en un Dios todopoderoso y creador, en el
Dios salvador y redentor que me curará de mis
pecados, me es preciso creer en el Dios luz de
mi consciencia, v fuente de mi fe y de mi
amor, no observo que me haga creer cosas ab-
surdas y miserables.
Cuando San Agustín ha pronunciado la fra-
se que acabáis de citar, ha querido expresar
simplemente esta gran verdad rilosíifica, a sa-
BLANCA
ber : que cuando se tr.i'a de expresar a Dios,
jamás las palabras pueden responder a la r<'a-
lidail, porque Dios es la realidad infinita y
nosotros estamos en el infinito. Por consiguien-
te, cuando empleamos a projji'isito de la Trini-
dad la ))alabra «personasn, constatann>s sim-
plemente que nuestro pobre lenguaje humano
ni) tiene de mejores, pero ello no quiere decir
que la Trinidad contradiga un re>ul;ado de las
ciencias matemáticas. He aquí lo que San
.Agustín ha querido decir, y no v<-o que las
en.-^'ñanzas de ia Iglesia ni<]ezcan ser tratadas
con semejante s<-veridad, debería decir, tun s<'-
mejante ligereza. <¿ue me dis])ense el señor
Han K>ner. Reducir la enseñanza relativa a
la Trinidad a una contradicción matemática,
es una tontería. La Iglesia emplea la palabra
irires» y la palabra «Lno» porqu<- no puede
encontrar otra palabra para e.xplicar la riqueza
de vida del Dios vivo. En el curso de mi exi)ü-
sición me he aplicado a colocar a Dios encima
de nuestra humanidad, de nuestra ra/ón \ de
nuestra sabiduría. Mi honorable contradictor
se ha aplicado a rebajarlo mezclándolo a todas
las disputas de la humanidad. Haciéndolo no
ha hecho adelantar un paso al problema que
tratamos de resolver, pues ha confundido el
problema de Dios con el de las reJigiones. Si
el .señor Han Ryner consiente en ello, podre-
mos un día discutir el valor de las religiones,
pero hoy, para responder a las difirullades le-
xantadas, me será suficiente relevar algunos
errores relativos a la religión judía. Es ver-
dad que el pueblo judío pone a cargo de Dios
todos los crímenes y todas las abominaciones
posibles. A las citaciones de Han Ryner po-
dría añadir mucíias más. Podría mostraros
al Dios de los judíos mandando matar a to-
dos los hombres y mujeres de una ciudad ene-
miga, de no dejar en ella ningún alma vi-
viente. Son numerosos los casos en la Biblia
que se cargan en cuenta a Dios muchos crí-
menes. Podría igualmente en la historia del
cristianismo y del catolicismo encontrar for-
mas de obrar condenables, imputadas también
a Dios. ¿Qué prueba esto sino que los hom-
bres cont>cen muy mal a su Dios y lo hacefl
muy a menudo a su imagen?
El pueblo destinado a recibir la revelación
empieza por no ser más que una minúscula
 LA REVISTA 6LANCA
tribu salvaje cuyos miembros piensan y obran
c o m o se pensaba y se obraba en aquella época.
Ksta pone, pues, sobre su Uios los crímenes
que ella comete, de la m i s m a m a n e r a que la
tribu vecina ponía sobre el suyo los que come-
tí.i ella. El milaf^ro consiste en que voy a ver
nacer de este l)arro h u m a n o , de tsl.i m e n t a -
lidad salvaje, una luz de Uios que irá cre-
ciendo, purificándo.se y transform/mdose todos
los días para lUj^ar, en fin, al Dios del Hvan-
i;,-;¡() y de la Trinidad, del que os exponía
hace un m o m e n t o los titributos. .Así, bajo la
influencia del Espíritu Santo, el pueblo judío
descarga a Dios de todos los ]xcados y de
todos los crímenes con los que al principio
le había cargado. ¡ Ah ! No mezclemos, si os
place, a Dios con n u e s t r a s infamias ; su san-
tidad está por encima de todas nuestras mi-
serias. Ks con toda seguridad la m á s C'*'"';'''
creencia de la Iglesia la de afirmar que el sitio
de Dios está muy por encimti de nu< stros pen-
samientos y de n u e s t r a s controversias.
.Me acuerdo que, c u a n d o era niño, el cate-
cismo me e n s e ñ a b a que está prohibido decir :
« F u l a n o está en el cielo, Z u t a n o al purgatorio,
M e n g a n o al infiernoi) ; por medio de esto se
me enseñaba que el juicio de Dios no puece
de n i n g u n a m a n e r a comparar.se con el d«' los
hombres. El uno es c o n s t a n t e m e n t e falible ; el
otro, siempre infalible.
Tal es la enseñanza de la Iglesia sobre Dios.
.Son estas nociones las que e n s e ñ a m o s a los
pequeñuelos, es lo que me han e n s e ñ a d o a mí
m i s m o , y no sería un verdadero creyente si
colocaba sobre Dios todas las miserias y las
infamias de la h u m a n i d a d . Dios está por en-
cima de mi juicio personal, y es de este Dios
soberano que Ue querido hablar entonces, en
la primera parte de esta conferencia. Y a h o r a
volvamos a este pobre m u n d o que el señor
H a n Rvner condena sin remisión. No nos pa-
rece concluyeme recelar de la omnipotencia
V de la sabiduría porque t e n g a m o s diticultad
en digerir, a pesar de la longitud do nuestros
intestinos y a causa tal vez de los inconve-
nientes que nos produce el intestino grueso.
E s cierto que podemos i m a g i n a r un sistema
digestivo gracias al cual todo podría ser dige-
rido sin necesidad de expeler n a d a . F t r o ¿es
preciso deducir de ello que los ó r g a n o s de la
digestión, tal cual los poseemos prueban la
inexistencia de Dios? Eso e s , quizá, confe-
sadlo, ir " " poco lejos.
U n o puede presentarse toda cla.se de pro-
blemas sobre la forma en que Dios hubiera
podido o debido crear al m u n d o . Vo pienso,
señor H a n R y n e r , que con vuestra inteligen-
cia y vuestra ciencia habríais podido hacer un
m u n d o mejor organizado q u e el que tenemos
a n t e los ojos. Pero p e r m i t i d m e que os diga
q u e el hecho de e n c o n t r a r en el m u n d o pro-
«7
blemas ('ifíciles de resolvvr, no me pareoe
sutiriente para recb;izar a una doctrina que
<'ch;i. ade'iiás, un.i luz resi>laiuleeiente sobre
el ccnjuntv de" problema. N'uestras obj^ecio-
nes no resuelven nada v no v<'0 que liay;iis
hecho avanzar un soK) paso la soltuiíiii del
jiroblema que ni's (Hiip.i. Habéis d i c h o ; ,iNo
qui<'ro conocer el problema». Esta es una ac-
titud ciimoda, pero que no suprime" la cues-
lii'>n. Por mi ¡¡arte, estiiv deeiditlo a mirar las
dificultades de frente y a buscar céimo con-
ciliar mi nociéin de Dios con las objeciones
que me habéis presentado. O s habéis desem-
barazado alegremente del dogma de! pecado
original simplificándolo de una m a n e r a un pil-
co excesiva. ¿ Q u e r é i s que volvamos a él? H e
aquí la enseñanza de la Iglesia sobre el dog-
m a del pecado original. Este dogma empieza
por afirmar la siilidaridad de los hombres en-
tre sí. Podría im.iginarse una vida en la que
cada uno estuviese encerrado en su yo, sin
la menor comunicaciéin con el m u n d o <'xte-
rior y aun m e n o s con los otros hombres. ¿ O s
parece envidiable semejante concepci()n de la
vida? ¿ E s ella la m á s capaz de cautivar nues-
tros deseos V de seducir nuestro corazón? Me
figuro que no. I-^n todo caso no tiene n a d a de
común con la que nosotros profesamos.
Dejemos allí al desgr.iciado condenado al ca-
labozo que sería necesario inventar p a r a que
sus actos no tuvieran repercusión a l g u n a so-
bre el m u n d o . Y a t e n g á m o n o s al hombre tal
como e s , a u n q u e sus lazos con otros puedan
llegar a ser la causa de cierto n ú m e r o de m i -
serias comunes. De hecho no h;iy individuos
aisl.idos de los tUimás. Habéis nacido de vues-
tro padre v de vuestra m a d r e , mal que os
I)ese. Ahora' bi«Mi ; los padres y las m a d r e s nos
t r a n s m i t e n todo lo que tienen, el bien y el
mal, incluso, ¡ a v ! . cuando las tienen, sus e n -
fermedades. Esto es un hecho. Esto d e m u e s -
tra, pues, que somos solidarios los unos de los
otros. L a Iglesia declara que esta solidaridad
n o debió ser en el p e n s a m i e n t o de Dios m á s
que u n a solidaridad de a m o r . L o s h o m b r e s
no han sido creados para nada m á s que p a r a
a m a r s e . ¡ A y ! L a experiencia d e m u e s t r a que
han c a m b i a d o muv a m e n u d o en egoísmo la
ley de a m o r que Dios había g r a b a d o en su
corazón. D e este egoísmo Adán e s el p r i m e r
responsable, ptTO luego cada uno de nosotros
ha venido a a ñ a d i r en él su p a r t e . ¿ C u á l de
efítre nosotros se atrevería a afirmar q u e h a
empleado todas sus potencias a a m a r a s u s
h e r m a n o s sin el menor desfallecimiento, y h a
renunciado a sí m i s m o h a s t a el p u n t o de n o
cometer n u n c a la menor falta c o n t r a la fra-
t e r n i d a d ? ¡ A v ! E s suficiente e n t r a r d e n t r o d e
sí m i s m o p a r a c o n s t a t a r que no es así. L a
Iglesia se contenta con c o n s t a t a r q u e los h o m -
bres n o h a n seguido su c a m i n o , y q u e c a d a
i8 LA REVISTA bLANCA
día cometen el mal. Nos muestra los actos de
egoísmo multiplicados en los individuos y en
las sociedades, a través de los tiempos y de
las edades, y deduce de ello que el mundo no
es ya aquel que salió de las manos de Dios.
El espíritu que domina al mundo es un espí-
ritu de egoísmo y de orgullo que ha destruido
en parte la obra de la creación.
Afortunadamente, para recordarnos la obra
de Dios, encontramos, aun hoy, almas genero-
sas que introducen un poco de orden en este
desorden. El santo, aquel que no vive más
que por amor, como, por ejemplo, San Fran-
cisco de Asís, logran, gracias al amor que les
anima, llegar a ser los amos de la materia
inerte y a prevenir el mal. Pero los santos son
muy raros y el resto del mundo continúa vi-
viendo de egoísmo. Imaginad un instante que
todos los hombres sean puros de alma, tengan
la voluntad de justicia y de amor, y quizá les
veríamos fuertes contra el mal, contra las ca-
tástrofes y capaces de dominar las fuerzas de
la naturaleza. No estamos, no, ¡ay!, en un
mundo normal. Si Dios estuviera presente en
nuestras vidas, en la de todos, el mundo no
sería lo que hace un momento habéis cons-
tatado. Estamos frente a un mundo que los
mismos creyentes declaran que está deterio-
rado y abismado tal como vos decís. Pero esto
no prueba que Dios no existe.
Reconozco que hay luchas espantosas en el
mundo. No hablo solamente de las luchas en-
tre hombres que podrían ser evitadas, sino de
aquellas luchas entre animales de las que vos
no habéis hablado, por las cuales unos anima-
les sirven para alimentar a otros. El estudio
de la naturaleza nos muestra que estos anima-
les han sido creados para servir de alimento
a otros. No es solamente el tigre feroz que
se echa sobre el hombre para devorarlo ; son
a millares los animales que dan muerte a
otros para alimentarse ellos. Las observacio-
nes de Fabre son sobre este asunto de una
importancia capital. No creáis que, en presen-
cia de semejante problema, el creyente no se
sienta obligado a reflexionar y a buscar una
solución jjerfectamente adecuada. Pero porque
queden algunas obscuridades en el mundo ¿voy
a creerme con el derecho de suprimir a Dios?
Esto sería verdaderamente demasiado simple.
Sin pretender poseer la solución total, he aquí
algunas reflexiones que pueden ayudar a la
solución del problema. Para hacerme com-
prender mejor—y os pido por ello perdón,—
voy a tomar una comparación de la brutal
realidad. Es el mismo Fabre quien me la ha
sugerido, y es demasiado brutal para que la
pase por alto. Fabre cuenta que cuando el es-
corpión se ha unido a la hembra para la re-
producción, ésta empieza a devorarlo durante
el acto generador. He aquí lo que obliga a la
reflexión. Esta absorción del macho por la
hembra, ¿no nos hace remontar a los más
altos grados de la vida? ¿No viene acaso a
ser el mismo fenómeno el de la mujer que,
para poner un niño al mundo, está obligada
a dar su sangre? Es muy posible que esto sea
para él el supremo goce. Gozar no implica
conservar la vida para sí. Parece, al contra-
rio, que el verdadero placer se confunde con
el don total de su personalidad. El verdadero
goce consiste en darse y fundirse en el ser
amado. Podemos, pues, muy bien concebir un
mundo en el cual los seres inferiores sirvan
para el desarrollo de los seres superiores.
Volvamos al sufrimiento del mundo. .Se pre-
senta éste bajo dos aspectos diferentes, que
son tal vez complementarios. Por una parte,
el sufrimiento creado por el pecado de los
hombres; por otra, el sufrimiento redentor,
fuente de su perfeccionamiento y de su amor
mutuo. O, si lo preferís, el sufrimiento sus-
ceptible de transformarse en placer, con la
condición de que se vuelva instrumento de
amor y de creación. De hecho, la mujer que
pare se encuentra bien en aquel estado. ¿ Es
que le ha pesado nunca a alguna mujer haber
pasado por los dolores del parto? Estamos,
pues, ante problemas de una extrema comple-
jidad. He querido con eso demostrar solamen-
te que no se debe creer que un hombre que
cree en Dios no se preocupa de ellos y no se
da la pena de examinarlos. Sino que el cre-
yente estima que no representa ninguna solu-
ción filosófica el decir : «Hay dificultades para
comprender a Dios; así, pues, lo suprimoD.
La verdadera solución es la de mirar el pro-
blema de frente, aunque subsistan algunas di-
ficultades que nuestra pobre razón no puede
solucionar.
(Aplausos prolongados.)
REPLICA DEL S E S O R HAN RYNER
Suprimir a Dios, nos ha dicho el abate
Viollet, es suprimir el problema. Me parece,
al contrario, que es dejarlo abierto. Pero es la
afirmación de Dios, y de un Dios tan defi-
nido como el de la Iglesia católica, lo que su-
prime el problema. Se suprime el problema
cuando se le ha dado una solución. Si esta
solución es verdadera, la supresión es legíti-
ma ; si esta solución es falsa, contraria a nues-
tra experiencia, la supresión es ilegítima. Aho-
ra bien ; la solución del problema por la exis-
tencia de Dios no explica de ninguna manera
los hechos que os he expuesto y algunos má»
que el abate Viollet ha tenido la amabilidad
de añadir a los míos. Pretender que este mun-
do injusto, violento y miserable es obra de un
amor infinito y omnipotente, no es resolver H
 L.\ REVISTA bLANCA
problema ; es volverlo insoluble. El abate Vio-
llet cree explicar todo el problema del m,il por
el pecado original. Me parece que su forma de
comprender el pecado original no es exacta-
mente la misma que la de la Iglesia ; me
parece que ha dicho cosas demasiado genera-
les, demasiado vagas y demasiado prudentes.
La Iglesia es mucho más decidida y más pre-
cisa. En el catecismo de la diócesis de l'aris
encuentro : «El pecado de Adán se ha comu-
nicado a todos sus descendientes, de fcnnia que
nacen culpables del pecado de su primer jia-
dre V sujetos a las mismas miserias que él».
La palabra culp;ible creo que vos la habéis
evitado, pero la Iglesia no la evita. ¿Ignora
ella, pues, que no puede haber culpabilidad sin
mala intención? ¿O ignora que no se puede
tener mala intención cuando aún no se e.xiste.
Ahí, como muy a menudo, los términos del
dogma se contradicen y se anulan unos con
otros. Nos afirman que hemos tenido mala
intención a la época en que no podíanlos te-
ner ninguna clase de intención. Pero esta difi-
cultad lógica me parece menos importante que
las dificultades de hecho, ü e hecho, el pecado
original no puede explicar la presencia del
mal en el mundo por varias razones.
En primer lugar, este Dios que por una
desobediencia de dos seres habría trastornado
el mundo, me parece aun peor, aun más odio-
so y, como que no quiero odiar, más digno de
ser negado que el Dios que hiciera el mal por
indiferencia. Seguidamentíe, el pecado origi-
nal no puede explicar la venida del mal en el
mundo, porque la venida del mal ha prece-
dido a la del pecado original. Antes de que el
hombre apareciese sobre la tierra, después en
épocas milenarias, los animales se entredevo-
raban, se mataban entre ellos, se hacían su-
frir. El problema del mal no es un problema
estrechamente humano y no es precisamente
el hombre quien ha creado el mal. El •""' " *
precedido al hombre. Especies enteras habían
desaparecido antes de que el hombre pasease
por la tierra ya dolorosa su silueta vertical.
El mal antecede al hombre, no solamente en
el espacio, sino en el tiempo, en lo que me
atreveré a llamar—con un término demasiado
fuerte, lo sé—la eternidad anterior al hombre.
No fué en un paraíso en donde se cometieron
las primeras faltas humanas, entre la dulzura
de los leones, la sumisión de los tigres, ja
leal terneza de las serpientes. Sino que lo
fué en un mundo de guerra en donde era pre-
ciso matar para no ser devorado. Este mundo
de guerra que ha precedido a todas las faltas
humanas, ¿de qué forma podrían éstas ex-
plicarlos? Es que Dios, porque se prometía
más tarde un culpable, ¿se vengaba ya sobre
desdichados y sobre inocentes? No podemos
admitir tal tesis ; no podemos, por lo tanto.
19
admitir que el pecado original explica el mal.
El mal es anterior a la falta del hombre. Cua-
lesquiera que sean las faltas del hombre, sólo
han llevado males nuevos, desordenes desco-
nocidos, pero ellas han sido determinadas por
los males que las precedieron y por un desor-
den anterior. Es debido a que el hombre vino
en un mundo de guerra, en un mundo en el
que todos los seres se despedazaban, que ha
sido él también un miserable guerrero, un mi-
serable cazado. Ha matado a su voz porque se
mataba. ¡ .Ah ! Si no hubiese hecho más cue
desobedecer a la prohibición de comer una
manzana, no habría en ello nada grave, y no
podemos imaginarnos un Dios deinencial que
lo habría desordenado todo por t;.n poco.
Las faltas humanas son mucho más consi-
derables. Sí, hemos perturbado la naturaleza
y hemos hecho el mal ; pero lo hemos hecho
en un medio que era ya malo, y cuando nos
acordamos de predicar la vuelta a la natura-
leza, no lo hacemos como una cosa definitiva.
La naturaleza es una encrucijada y un punto
de partida. Nos hemos extraviado de ella en
una mala dirección ; volvemos hacia ella para
alejarnos otra vez, después de haber tomado
una buena dirección.
Por grande que sea nuestra ignorancia, cua-
lesquiera que sean nuestros retrocesos ante el
problema que sabemos es insoluble para nos-
otros y para los demás, y del que rehusamos
las soluciones demasiado fáciles que nos da la
Iglesia, hay, no obstante, cosas que nosotros
sabemos y que Jesús no sabía. Jesús: ¿tu
Padre celeste lo era ya durante la pre-histo-
ria? ¿Había una voluntad amorosa en la muer-
te de cada pterodáctilo y de cada plesiosauro?
¿Acaso los pelos del hombre primitivo esta-
ban contados? ¿Medía Dios el frío glacial en
su pobre piel temblorosa? ¿.Amaba mucho a
su hijo dejándolo sin pan, sin fuego, sin te-
cho? Este hijo levantaba hacia el cielo sus
manos desesperadas, y esto era la religión.
O bien se inclinaba hacia no sé qué ceremo-
nias que le sometían las fuerzas, y aquello
era ya la magia. Pero he aquí que, separado
de la somnolencia religiosa y de la fantasma-
goría mágica, estudiaba directamente los he-
chos, se esforzaba en comprenderlos y en mo-
dificarlos útilmente. Es él, no el Padre ce-
leste, quien ha creado el fuego y el hogar;
es él y no el Padre celeste quien ha fabricado
la casa. Este Padre celeste les había dado no
sé qué pobre hierba, la cual nuestros antepa-
sados han convertido en la magnífica riqueza
del trigo. El Padre celeste había dejado dis-
persos los elementos que era preciso aproximar
ingeniosamente para que la vida fuese más
fácil, fuese posible. ¡ Ay! Si por lo menos
este Padre celeste hubiese puesto en nosotros
el amor... Si nos amásemos unos a otros, ¡cuan
 20 LA REVISTA BLANCA
u n á n i m e m e n t e útiles serían nuestras conquis-
tas científicas ! ¡ C ó m o veríamos ;il h o m b r e
salvarse por sí m i s m o , sin es^perar una ayuda
e x t e r i o r ! No hay ningún poder sobrenatural
que venga a construirnos la casa que necesi-
t a m o s o el navio que nos es preciso. C u a n d o
el herido s a n g r a sobre la fría tierra, no hay
n i n g ú n poder sobrenatural que vaya a curar-
lo. Sólo nosotros podemos y debemos hacerlo.
Si el a m o r , apoderándose, en fin, de nos-
otros, logra q u e seamos u n a fraternidad, ¡ oh,
c u a n poco m e importan los medios del a m o r !
T o d o el q u e t e n g a necesidad de creer en Dios
p a r a a m a r a sus h e r m a n o s , que crea. Pero
los q u e m i r a n fríamente los hechos, los que
i n t e r r o g a n fríamente a la n a t u r a l e z a , ven m u y
bien q u e Dios n o existe ni en el p a s a d o ni en
el p r e s e n t e , y q u e nos es preciso crearlo por
e n t e r o . No s o m o s h e r m a n o s porque descende-
m o s de u n m i s m o p a d r e , de un m i s m o coito,
los blancos, los n e g r o s , los amarillos y los
rojos ; n o somos h e r m a n o s porque tenemos u n
m i s m o P a d r e c o m ú n en los cielos. .Si tuvié-
semos un P a d r e en los cielos haría m u c h o
t i e m p o q u e las g u e r r a s h a b r í a n t e r m i n a d o , o,
mejor dicho, no habría habido n u n c a g u e r r a s .
S o m o s h e r m a n o s p o r q u e q u e r e m o s serlo. Yo
soy vuestro h e r m a n o porque, por poco fra-
t e r n a l e s que seáis, os a m o como h e r m a n o . El
señor a b a t e Viollet es nuestro h e r m a n o porque,
p o r alejados que e s t e m o s unos de otros por
n u e s t r a s concepciones filosóficas, nos a m a ,
a u n q u e tal vez la Iglesia no se lo p e r m i t a
t a n t o como él piensa creer...
ABATE V I O L L E T . — T a n t o como quiero.
H A N R Y N E R . — . . . o p o r lo m e n o s no le per-
m i t e a m a r n o s en el p l a n o en d o n d e e s t a m o s
nosotros, de a m a r n o s p a r a t r a t a r de compren-
d e r n o s . Ella exige que nos convierta, que nos
conduzca hacia n o sé qué salud p a r a m á s allá
de esta vida. E s en esta vida q u e debemos
a m a r n o s . P o r medio de un a m o r q u e no con-
dene n i n g u n a opinión y que tampoco la im-
p o n g a , crearemos el verdadero sentimiento re-
ligioso, c r e a r e m o s al Dios futuro. Y a q u e el
Dios q u e n o existió n u n c a , el Dios del que
cito todas las desgracias y todos los c r í m e -
nes, n o puede existir, el Dios existirá si nos-
otros lo q u e r e m o s . H a b r á quizá a ú n a l g u n o s
d e s g r a c i a d o s , pero n o h a b r á ya m á s críme-
nes ; y los m i s m o s desgraciados, sostenidos y
a m a d o s , .se regocijarán de que cada u n a de
s u s m i s e r i a s llame m á s a m o r , m á s socorro y
ternura.
T e n í a n razón los pitagóricos c u a n d o decían,
c o m o nos diría de m u y buen g r a d o el a b a t e
V i o l l e t : (clmita a Dios». P e r o él nos aconse-
j a r í a , m á s bien de acuerdo con J e s ú s : (cSed
perfectos c o m o lo es el P a d r e celestial». L o s
pitagórico* sabfan q u e n o hay n i n g ú n P a d r e
oelestial, sabían q u e D i o s n o e s t á m á s q u e e n
el porvenir, en el futuro, y añadían : <iLa per-
fección no está al principio». .\ nosotros, p u e s ,
nos toca crear la perfección. L a divinidad n o
puede existir m á s que en n u e s t r a s a l m a s v en
nuestros deseos. Creemos la divinidad, cree-
mos a Dios y si, deipiiés de X'finte reencar-
naciones ()), nos encíjntramos aquí, que el
abate Viollet y \ o p o d a m o s por iin decir :
«Dios ya existen.
Por el m o m e n t o , la enseñanza de la exis-
tencia actual y e t e r n a de un Dios no me pa-
rece, vista la impotencia material de la Igle-
sia, un g r a n peligro. P o r lo tanto, prefiero
que se miren las cosas frente a frente, m e
g u s t a que se distingan cuáles son las verda-
deras fuerzas, cuáles son los verdaderos dio-
ses y que p r o g r e s i v a m e n t e h a g a m o s de todos,
de este g r a n Dios q u e se llama electricidad,
nuestros servidores. Pero, sobre todo, no olvi-
d e m o s que al lado de estos dioses que son
fuerzas exteriores, hay otros dioses que no
son m á s que a m o r e s . .\ éstos es a quienes nos
es preciso servir, y ellos sólo se e n c u e n t r a n en
nosotros.
El abate Viollet h a — g e n e r o s a m e n t e heréti-
co—rechazado al Dios bíblico y considerado a
la Biblia c o m o un libro ordinario y que no
está, a u n q u e la Iglesia lo p r e t e n d a , inspirado
en todas sus p a r t e s . Pero el Dios creador y
r e m u n e r a d o r , exterior a nosotros y único, q u e
él conserva, lo rechazamos también porque que-
remos la belleza ética, que ejecuta el m á s her-
moso gesto sin p e n s a r en recibir por él nin-
g u n a .sanción. O t a m b i é n , p o r q u e , aplicados
al perfeccionamiento h u m a n o , b u s c a m o s los
secretos de la naturaleza.
Antes os he citado u n a frase de Vigny. Aca-
baré aún otra vez por unos versos de este g r a n
poeta, a n t e el sueño de un Dios objetivo :
iiEl justo opondrá el desprecio a la ausencia
y no responderá m á s que por un frío silencio
al silencio eterno de la Divinidad.»
(Aplausos m u y prolongados.)
.\BATK V I O L L E T . — E l muy elocuente final del
señor H a n R y n e r m e ha emocionado profun-
d a m e n t e . Escuchándolo, m e decía que, e n
conjunto, no hacía m á s que confirmar mi de-
mostración. Esto es, q u e Dios n o ha querido,
en efecto, crear un m u n d o p a s i v o ; ha queri-
do q u e el m u n d o sea activo, q u e busque él
m i s m o su propio desenvolvimiento. H e a q u í
por q u é el hombre perfecto no será n u n c a aquel
q u e se conforma con ser lo que e s , sino que
b u s c a r á y p r o c u r a r á identificarse cada día m á s
con el Dios en el cual cree y del que declara-
(i) L a ironía con q u e pronunció esta frase
provocó a l g u n a s r i s a s .
 LA REVISTA BLANCA
mos que es perfecto, infinitamente bueno e
infinitamente justo. p:s este Dios al que nos-
otros conocemos, o m á s bien, al que busca-
mos, V es hacia este Dios que estamos invi-
tados a dirifíirnos con todas nuestras fuerzas.
(.Aplausos.)
» • •»
HAN KVNIÍK.—Ya que el abate Viollet lo de-
s<'aba, hemos colaborado, JKTO p a r a el porve-
nir. Kn la historia del pasado y la explicación
del presente, nuestro desacuerdo jx'rsislirá.
H e m o s colaborado porque hemos llegado a
declarar uno y otro que la perfección no está
m á s que en el porvenir, que es hacia el por-
venir donde debemos volvernos.
.Ahora bien ; si hubiera un Dios omnipoten-
te, armonioso y todo bondad, es hacia el pa-
sado que sería preciso volver para hacer la
vida m á s bella. Si hubiese un Dios que fuese
IKrfecto, todo bondad, t(,do amor, y que al
m i s m o tiempo fuese omnipotente, el m u n d o
sería bueno. Adorar a un Dios omnipotente
e s , q u e r a m o s o no, a d o r a r lo h e c h o ; es, por
consiguiente, a d o r a r las crueldades v los crí-
m e n e s que hay en el m u n d o . Vuestro Dios,
señor abate Viollet, no es omnipotente, ya que
Orleáns-Gamelle "' — Guisa, sucesor
P a r í s h a s a b i d o , sin ¡a m e n o r e m o c i ó n ,
ciuc el d u q u e d e O r l e á n s , p r e t e n d i e n t e ^al
utrono» de Francia, acaba de morir en r a -
lermo.
l i s t e i m i i v i d u o , b í p e d o d e lo m á s v u l g a r ,
al q u e los r e d a c t o r e s d e La 4cción France-
sa 11 u ñ a b a n en s e r i o « M o n s e ñ o r » , n o d e j a -
rá j ^ r a n n o m b r e en la H i s t o r i a ni o t r o s e n t i -
m i e n t o (lue la m á s p e r f e c t a I n d i f e r e n c i a en
el c o r a z ó n d e l a s m a s a s .
N a c i d o e n i8Gg, el f u t u r o d u q u e d e O r -
l e á n s , c u a n d o se h a l l a b a en la a d o l e s c e n c i a ,
(i) Se e m p l e a a q u i la p a l a b r a gamclle
c o n la m i s m a s i g n i f i c a c i ó n q u e e n t r e n o s -
o t r o s t i e n e la p a l a b r a « r a n c h o » c u a n d o s e
a p l i c a al q u e se s i r v e en l o s c u a r t e l e s . (Xota
del Autor.)
21
pide la colaboración de los hombres. Un Di"»
que no tiene la onmi]U)lene¡a, un Dios qiiC
cómbale en <•! m u n d o como la sabiduría com-
bate en cada uno de n<'sotr. s, un Dios que
a n i m a ;d m u n d o para t r a t a r di' b.-ucrlo subir
hacia la perf<-cción, pero que lucha contra
t)bstáculos, un Dios que <'s doloroso como nos-
otros m i s m o s , a éste no le queríamos, no po-
demos .amarlo. V no es al Padre, sino al Hijo
a quien a m a m o s ; a éste que es Nuestro Hijo.
Es el hijo del h o m b r e , v) ei^n'i^ora, que he-
mos empezado lan mal, que debemos conti-
n u a r cada día mejor.
(.Aplau.sos prolongados.)
A. LoHVi.oT.—.Antes de sejiar.irnos. me pla-
ce d a r las gracias a los oradores, señores aba-
te Viollet y H a n Ryner. i)or el precioso con-
curso que nos han proporcionado, heliclto
también y dov las gracias a todos los audito-
res, por la c a l m a y tolerancia que han demos-
t r a d o po.seer en el curso de esta controveí sia.
L a reunión ha t e r m i n a d o .
(Traducción de Klizalde).
s i g u i ó a I n g l a t e r r a a su p a d r e , el c o n d e d e
T a r i s , a l c a n z a d o p o r la ley q u e p r o h i b i a la
e s t a n c i a en t e r r i t o r i o f r a n c é s a los jefes d e
las familias que hablan reinado y a sus here-
d e r o s d i r e c t o s . L a r a m a m a y o r , la d e la m o -
n a r q u í a l e g í t i m a , del d e r e c h o d i v i n o y d e la
b a n d e r a b l a n c a , se e x t i n g u i ó en la p e r s o n a
del c o n d e d e C h a m b o r d , l l a m a d o p o r s u s fie-
les p a r t i d a r i o s E n r i q u e \ ' . L o s O r l e á n s , d e
apariencia m á s moderna y espíritu m á s hi-
i x x r i t a , e r a n la m o n a r q u í a de la b a n d e r a
t r i c o l o r y d e la c a j a de c a u d a l e s ; p l u t o c r a -
cia sin e n t r a ñ a s q u e , t o d a v í a h o y , cx>ntinúa
su r e i n a d o b a j o la e t i í j u e t a d e la t e r c e r a r e -
pública.
El c o n d e d e P a r í s , c o n v e r t i d o en ú n i c o
r e p r e s e n t a n t e d e la m o n a r q u í a t r a d i c i o n a l ,
i n s t a l ó s e en I n g l a t e r r a , e n la c o n f o r t a b l e s i -
t u a c i ó n del d e s t e r r a d o m i l l o n a r i o , p r e t e n -
22 LA REVISTA BLANCA
diente platónico e ín partibus, que se abste-
nía de arriesgar su preciosa persona en al-
guna aventura a lo Bonaparte. Su hijo qui-
so, al menos, llegado a su mayoría de edad,
afirmar por una manifestación teatral y sin
peligro sus derechos futuros a vivir a costa
del pueblo francés. El joven [¡rincipe volvió
a París y se presentó en la oficina de reclu-
tamiento pidiendo hacer su servicio militar
como todo buen francés y compartir patrió-
ticamente el rancho del soldado.
Fué un gesto puramente cómico, que le
valió una corta detención en Clairvaux y el
apodo irónico d e «Gamelle», que le acompa-
ñó hasta el fin de sus días.
E s t o pasaba en 1890.
Después el joven fué madurando como un
melón. Contrajo matrimonio con una archi-
duquesa austriaca y corrió fáciles aventuras
con mujeres de teatro cxjsmopolilas, mien-
t r a s sus partidarios clamaban « ¡ F r a n c i a
para los franceses !», fulminando invectivas
contra la corrupción republicana.
Regla general : los pretendientes de hoy,
quieren, sobre todo, llevar una vida feliz,
exenta de toda clase de riesgos. La suerte
d e Luis X V I , Maximiliano de Austria,
Humberto de Saboya, Carlos de Braganza y
algunos otros, les ha hecho reflexionar pru-
dentemente. A compás del prosaísmo de
nuestra época, enriquecidos casi al nivel de
los tocineros de Chicago, no se muestran en
ningún momento seducidos por la aureola
de martirio. Son sus partidarios, ávidos de
enriquecerse a su vez en un nuevo régimen,
quienes les invitan a venir, p a r a reencarnar
por su cuenta y riesgo, el principio anticua-
d o del derecho divino.
Orleáns-Gamelle acaba de morir como un
hombre ordinario. V es un ilustre descono-
cido, el duque de Guisa, quien se proclama
cómicamente heredero de los derechos del
difunto para hacer — n o de un modo g r a -
tuito— la felicidad de los franceses.
El fascismo francés
Si la fe monárquica es, en Francia, cosa
m u e r t a —todo lo más un tema de opere-
t a s — la república, aunque burguesa, no
deja de ser combatida vivamente |X>r los que
n o son sus beneficiarios.
«En política—se ha dicho — sólo hay e i
realidad dos partidos : el que, estando en el
poder, quiere mantenerse en él, y el que !io
estando quiere, a su vez, ocuparlo.»
La frase tiene una verdad relativa. N o
tiene en cuenta el esfuerzo desinteresado de
aquellos que, sin codiciar para sí mismos el
poder, intentan guiar las masas humanas
hacia un porvenir mejor.
La ola del fascir.mo, que ha inundado a
Italia, conduciéndola de nuevo a los tiempos
del rey «Bomba», ha despertado en Francia
las esperanzas de los reaccionarios. No tan-
to aspiran éstos a coronar a un amo como
a derribar la república, destruyendo las con-
cesiones que le ha arrancado el empuje de
los proletarios.
La guerra formidable que convulsionó el
mundo durante cuatro años, multiplicando
las ruinas y los lutos, rompió al menos los
cuadros f)olíticos de la vieja Europa. Pero,
hasta ahora, es la Iglesia quien ha sacado
el mayor provecho. Teniendo hábilmente un
pie en cada uno de los dos campos enemigos
(en realidad de todo corazón con los Impe-
rios Centrales, a los que favorecía con sus
intrigas), estaba segura de encontrarse en-
tre los vencedores, cualesquiera que ellos
fuesen.
Se ha apoderado de las cenizas de la mis-
ma J u a n a de Arco, a la cual hizo quemar
hace cinco siglos y hoy santifica hipócrita-
mente, con el fin de tener un pretexto para
manifestaciones patriótico - clericales. Ha
hecho de la catól ica Alsacia un campo de
maniobras contra el espíritu laico d e F r a n -
cia. Favorece el reclutamiento de las fuer-
zas reaccionarias, formadas en organizacio-
nes de combate, como la liga que tiene por
jefe al general Castclnau, célebre, sobre
todo por su derrota en Morhange.
D u r a n t e este tiempo, la Acción Francesa,
ó r g a n o del frenético León Daudet, bate el
record de la invectiva y de la calumnia. El
diputado Taittinger, que se proclama ene-
migo del parlamentarismo (¿por qué enton-
ces Se sienta en la Cámara ?) asume la direc-
ción de las Juventudes Patrióticas, y Geor-
ges V'alois funda, al mismo tiempo que el
periódico «El Nuevo Siglo», un ecfascio» co-
piado del de Mussolini. La única diferencia
entre las dos bandas terroristas es que la
francesa ha adoptado como uniforme una
camisa azul, mientras que la italiana usa la
camisa n e g r a . P o r lo demás las dos están
a r m a d a s de modo parecido y gozan de una
mentalidad semejante.
 LA REVISTA bLANCA
Las tribulaciones
de un ministro
La vuelta de Malvy al ministerio del In-
terior, en el gabinete Briand, ha sido el pre-
texto para desencadenar las violencias fas-
cistas y patrioteras.
Malvy quiso al principio de la guerra
practicar una política de aplacamiento social
y creyó prudente oponerse al arresto de al-
gunos militantes revolucionarios. Fué un cri-
men que los reaccionarios no le han perdo-
nado. Este político poco feroz, acusado de
alta traición, compareció ante el Tribunal
Supremo, que hubo de reconocer su inocen-
cia respecto a la acusación principal, pero
por una cuestión subsidiaria halló el medio
d e condenarle a cinco años de destierro.
Más tarde, de vuelta en Francia y amnistia-
do, no sintió nauseas y reingresó en la cié-
n a g a parlamentaria. Bien es verdad que de
g u s t o s no hay nada escrito.
Violentamente atacado por una parte de
la Cámara, donde un grotesco energúmeno,
el general Saint-Just, cultiva desaforada-
mente la injuria personal, el desgraciado
Malvy se ha defendido con calor patético y,
en el esfuerzo hecho para hacer frente a los
insultadores, [¡erdió el conocimiento. Crisis
patológica que ha evitado una crisis minis-
terial. Este desmayo causó impresión en la
Cámara y logró impedir la calda del g o -
bierno.
En el monjento en que escribo estas li-
neas, Malvy, disgustado de las «alegrías..
<iel poder, ha hecho dimisión de su cartera.
U n a elección antifascista
y sus consecuencias
Poco después, los parisienses del segun-
do distrito significaban su repugnancia al
fascismo votando en un balloiage de elec-
ción legislativa por los dos candidatos co-
munistas. Duelos y Fournicr, contra los dos
candidatos fascistas De Kérillis y Reynaud.
Sin adherirse por esto a un principio de dic-
t a d u r a bolchevista, republicanos, radicales
y socialistas han votado en bloque con los
comunistas para contener el movimiento
fascista, muy amenazador.
Al atardecer hubo dos manifestaciones :
una de los vencedores ante el periódico «La
Humanidad., con canto de la Internacional ;
23
otra de las Juventudes Patrióticas frente al
ministerio del Interior, a los gritos de
«¡Abajo Herriot ! ¡Muera Malvy!» En esta
última, el estudiante Mauricio Ridard, que
llevaba una bandera tricolor, fué golpeado
por un policía desconocido y a causa de ello
sobrevino una hemorragia Uiterna que le
causó la muerte.
T r á g i c o suceso que, como la muerte del
duque de Orlcáns, no afectó a la gran masa
parisiense. Es mucha la gente que muere, y
estos dos hombres, pretendiente el uno, fu-
turo oficial el otro, no pertenecían al mundo
del trabajo o del pensamiento.
Pero, naturalmente, los fascistas france-
ses se exasperaron y produjeron una inter-
pelación en la Cámara. Que la policía mal-
trate a los obreros en huelga, que algunos
de éstos pierdan la vida, son cosas perfec-
tas y que están en el orden. Mas que se ol-
vide su misión h a s t a el punto de hacer lo
mismo con los hijos de los burgueses, ¿no
es intolerable?
La crisis financiera
En medio de estos conflictos políticos, la
situación financiera sigue siendo angustiosa
para el gobierno. Inglaterra, y más aún los
Estados Unidos, acreedores del E s t a d o
francés, quieren ser pagados, mientras Ale-
mania, condenada por el tratado de Versa-
lles a satisfacer a Francia una indemniza-
ción de guerra formidable, sólo ha efectua-
do pagos relativamente insignificantes. El
abismo del déficit que, a fines del siglo x v í n ,
se t r a g ó a la antigua monarquía francesa,
permanece abierto ante la república bur-
guesa.
Sin duda se le podría colmar apretando
los tornillos a los que medraron con la gue-
rra y a los especuladores de la post-guerra,
imponiéndose a los privilegiados de la fortu-
na. Pero, a pesar de su etiqueta republica-
na, la Cámara del Cartel de las izquierdas
no se atreve a tomar esas medidas y es ex-
primiendo cada día más a los desdichados
contribuyentes como trata de evitar la ban-
carrota.
¿Será esta bancarrota a la vez la del E s
tado con sus ruedas opresivas y la del régi-
men capitalista? ¿ S e r á ella seguida, des-
pués de las oscilaciones y sacudidas más o
menos violentas, por el advenimiento del
proletariado bajo una forma de federación
^4 LA REVISTA BLANCA
económica, verdadera república social y li-
bertada del trabajo manumitido? L'n por-
venir verosímilmente muy próximo nos lo
dir.i.
Entretanto, el precio del pan experimenta
ima nueva subida a i '90 francos el kilo, y
p i o n t o será preciso ser millonario para to-
n;ar el café azucarado. El franco valia ayer
17 céntimos. ¿Dúnút: se dctendr;! su desva-
lorizaci<Mi I-" ¿\' qué pasar;i cuando llegue a
cero?
Desaparición de un
notabie escritor
Gustavo Geííroy acaba de morir. Era a la
vez un carácter firme —uno ile esos repu-
blicanos de a n t a ñ o que creían en la repúbli-
ca—, escritor [)rofundo y artista delicado.
E r a administrador de la célebre manufactu-
Ocxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx?Q
La historia ha registrado varias épocas
<le transición. Es esta é¡K»ca nuestra una
de ellas. Lo es en las artes, eti la política,
en todas las manifestaciones de la vida so-
cial.
Periodo de transición entre dos mundos :
el viejo y el nuevo ; entre las viejas leyes
morales y religiosas del pasado, y los nue-
vos conceptos sobre la vida y la dignidad
h u m a n a del futuro.
Las transiciones históricas a veces se-
mejan desequilibrios. Se cae en la exagera-
ción al intentar ensayos ; las nuevas r u t a s
!>e inician con pasos vacilantes. Después sur-
g e el equilibrio, el camino definitivo sobre
el cual marchar con seguro paso.
La épHJca de transición se manifiesta en
todo. Desde las especulaciones científicas y
filosóficas y los sobresaltos sociales, a la ín-
fima intianscendcncia de la moda.
Pero en algo se manifiesta más decidida-
m e n t e que en otro. E n algo adquiere carac-
teres m á s a g u d o s , que nos exigen reflexión
y nos hacen recurrir al serio y un jioco in-
quieto examen para tranquilizarnos a nos-
o t r o s — o mejor—a n o s o t r a s mismas.
ra de tapicerías «Los Gobelinos» y deja en-
tre otros, dos libros que merecen puesto
de honor t n las bibliotecas : El aprendiz y
El preso.
El aprendiz es un cuadro documentado
de la vida obrera y de la gran colmena de
Belleville, donde, al final de! segundo Impe-
rio y bajo la Coriimnne, latió con ritmo ace-
lerado el corazón de la revolución. El Pre-
so es una admirable monografía de Blanqui,
filósofo y conspirador, luchador eterno ixxi
la pluma y con el fusil, que purgó con ',1^
años de prisión su ardiente amor al pueblo
y a ¡a justicia.
F u é Blanqui quien lanzó la fórmula «Ni
Dios ni amo» y proclamó un día : «La Anar-
quía es el piorvenir de la Humanidad».
CH. MALATO
París, mayo 1926.
Necesitamos tranquilizarnos nosotras, si,
ya que de las mujeres se t r a t a . Necesitamos
afirmarnos en nosotras mismas, y oponer,
al menoscabo moral que una parte d e nues-
t r o sexo nos inflige colectivamente, las razo-
nes ju.-itificativas y la confianza en el porve-
nir nuestro.
Período de' transición entre un mundo que
nace y otro que .iiuere, con-.o he dicho, nues-
tra época semeja sufrir los trastornos que
preceden al cambio de edades en la vida
humana. La mujer, englobando la colectivi-
dad en la palabra, pasa per dos jjeríodos de
transición histórica. El uno lo pasa como
.ser h u m a n o ; el otro como fémina. Es de-
cir, dentro de la especie y dentro del sexo
a que pertenece.
Como ser humano sufre sobre si la inquie-
tud y la duda del mundo sin norte, perdido
el camino o tan sólo con vacilación iniciado.
Como mujer, sale de la esclavitud moral
y religiosa e inicia por si misma una nueva
e i a : la del derecho y la libertad iguales p a r a
los dos sexos, para la vida toda.
La inicia, j pero con cuántos errores y
 LA REVISTA BLANCA
cuílnla inconsciencia de su ti anscendente
acto !
Ld inicia casi sin comprenderlo o mal
comprendiéndolo. Infantil en el terreno del
dominio de los ikstinos propios, se lanza
'.:ieí,'a v atrv)|Klladanunte por el camino. Se
emancipa esclavizándose ; adquiere perscma-
lidad y la pieide ; deja de ser mujer débil
y sujeta al hombre y se sitúa en un plano
moral más bajo. Kn vez de afirmarse en su
í-exo, de ennoblecerlo y diíjnificarlo, renieg-a
de él y se acoj,H\ sin mirar la estética ni
las leyes naturales, bajo las costumbres y
los errores del otro sexo.
Preciso ser;i que nosotras, conscientes de
nuestros derechos v deberes, mujeres que
nos se'ntimos contentas y orf^'^ullosas de nues-
tro sexo, haí,'^amos sonar, aunque sea esté-
rilmente, la \oz de la serenidad y del equi-
librio.
Masculinizarse no es ni puede ser elevar-
se, libertarse ni dif,'n¡ficarse. Debemos tener
de nosotras un concepto más superior y mas
altivíj. Y en nosotras ha de haber una as-
piración más alta que esa menguada aspi-
ración a emular e imitar al otro sexo.
No debemos contentarnos con iodos los
derechos que tiene el hombre. Debemos as-
|)irar, con \oluntad indomable, a todos los
derechos que habría Je tener.
.•\spirar a ellos colectivamente, luchar IK>I|
una libertad y, un f,'eneral derecho : he aquí
la obra fecunda, la obra que se realizara
cuanrlo la senda se sif^a con sej^uro paso.
\ es necesario combatir en sus raices esa
desdichada desfeminización que, de exten-
derse, nos hará caer en el mortal abismo
del ridiculo y es un ultraje contra la este-
tica y contr? la Naturaleza.
Debemos aspirar a la libertad absoluta,
a la igualdad absoluta, al absoluto derecho.
Debemos aspirar a ellos como mujeres y
como seres humanos. Y la libertad, la igual-
dad y el derecho no están en los pantalones
ni en las cabezas peladas.
La mujer del mañana no será una Mónica
Lhorbier ni la Mome Moincau proclamada
prototipo de la mujer moderna. La mujer
del |)orvenir no será ni una machona, ni una
viña pera. La mujer del porvenir no sera
un entecillo andr<>g-ino, con la cabeza ayuna
2C
de idias v de pelo, el cabello aphistado so-
bre las sienes a fuerza de i-osmético, shmo-
Uini,'- inip'rabí", (_ ÍL,''ai'rillo en lH)ca y baston-
cillo en ristre.
liste horioioso tipo que la moda—intrans-
cendincia ap.nenie, pero que marca las ca-
racterísticas (le las épocas—ha creado para
detener e' asance de las rei\ indicaciones fe-
meninas, es nuiestra de un lamentable des-
equilibrio— manifestado en no pocas miije-
les y que amenaza extenderse a todo el se-
xo— propio de la é'poca de' transición en que
vivimos y que desaparecerá tan pronto las
ideas se encaucen \ losare iniciarse la \ er-
dadera ruta del s e \ o , colectiva e individual-
mente considerado.
Fintonces se aprovechar;in ios elementos
buenos de la materia bruta que es la mujer
de nuestros días, y con ellos se forjar;! el
tipo ideal de la mujer futura,
l ' n a mujer-mujer, no mujer-hombre ni
mujer iiembra. L'na mujer-mujer, no criatu-
ra sin personalidad ni sexo. Una mujer or-
g-ullosa y scf^ura iU: sí misma, con plena
conciencia de (pie en ella están los destinos
y el |)or\enir de la raza humana. Una mu-
jer creadora de hombres y no imitadora ;
una mujer que sepa representar al sexo y
a la especie ; (jue posea un;i individualidad
fuerte y propia, una .Lfran fuerza moral, bija
del concepto sct^uro y tranquilo que de sí
misma teng-a y de la confianza que su ca-
pacidad, su serenidad, su dif^nidad inspiren
individual y colectivamente.
Una mujer que en su equilibrio, en su sa-
lud, madre de la belleza moral y física, en
su inteliíjencia, en su voluntad, en su vida,
residan todos los equilibrios, toda la salud
y belleza, todas las intelifíencias, todas las
voluntades, todas las \ i d a s de la especie.
Una mujt'r que viva su vida de mujer, de
amante y de madre con plena seguridad y
con plena conciencia ; que sepa ser ella
siempre, con sello inconfundible, con vigo-
rosa vida individual y libre, pictórica de
energías morales, de armonía física.
En ella, en esta mujer nueva, desc-onocida
aún o sólo esbozada, reside el mañana. De
ella, de su vida generosa y ubérrima, rica
y sana, saldrán los hombres del porvenir :
saldrán los hombres como dioses que subs-
tituirán a los hombres como bestias del pa-
sado y del presente.
FEDERICA MONTSKNY
26 LA REVISTA BLANCA
EpemÉRlDES DEIi PUEBLO
15 mayo de 1888. — Muere Carlos Irmin-
j^tr, marino dinamarqués, que se dedicó a
estudios hidrográficos y geográficos, que le
dieron mucha nombradla, principalmente los
que hizo sobre el brazo del Gulf-Stream, que
se encuentra entre Islandia y Groenlandia,
recibiendo en 1872 el nombre de corriente
de Irminger.
10 mayo de 1911. — Muere Juan Jackson,
ilustre cirujano inglés, conocido principal-
mente por sus notables trabajos sobre el sis-
tema nervioso. F u é médico del Hospital g e -
neral de Londres y del especial de epilép-
ticos y paralíticos. H a y una variedad o for-
m a clínica de la epilepsia, titulada epilepsia
de Jackson, en que las convulsiones apa-
recen localizadas ya en una mitad del cuer-
po, ya en un miembro o segmento de un
miembro. El enfermo conserva con frecuen-
cia durante el ataque su lucidez y g u a r d a
un recuerdo completo del mismo. Se rela-
ciona, por lo mismo, con lesiones irritati-
v a s localizadas del encéfalo (esquirlas, pro-
yectil) y a veces puede curar por interven-
ción quirúrgica.
17 mayo de 1841. — Nace Benito Malón,
escritor socialista francés.
Hijo de unos pobres jornaleros, vióse
obligado, desde la edad de siete años, a de-
dicarse a las labores del campo p a r a aten-
der a su subsistencia. A los veinte años
aprendió a leer y con el fin de instruirse,
se trasladó a P a r í s , donde trabajó como jor-
nalero. En contacto con los trabajadores y
trabajador él, conoció de cerca sus necesi-
dades y se propuso remediarlas. Ingresó en
la Internacional, al fundarse, siendo uno de
los delegados al Congreso de Ginebra en
1866. En el Congreso de Basilea en 1868
representó a la Federación francesa de las
•Sociedades obreras. F o r m ó parte de la Cotn-
mune y, vencida ésta, pudo refugiarse rn
Ginebra.
P r o p a g a n d i s t a de la doctrina de M a r x , la
modificó para dar entrada en ella a los ele-
mentos morales que aquél, en su rigidez es-
colástica, había desdeñado. Malón llamó a
su sistema socialismo integral.
Su fe en el progreso humano se funda en
el valor preponderante que atribuye a la li-
bertad del individuo. La evolución—dice—
no es tan simplista como pretenden los mar-
xistas, sus factores no son solamente eco-
nómicos, sino políticos, estéticos, afectivos,
etcétera. En realidad, las grandes revolu-
ciones, obedecen más bien que a causas eco-
nómicas, a razones morales, religiosas y fi-
losóficas. El progreso ha de ser i n t e g r a l ;
no consiste en una simple mejora de los
medios de vida, sino en un perfeccionamien-
to intelectual y sobre todo social. La nueva
moral no será ni teológica ni metafísica ni
naturalista, sino social.
E s t a es, en síntesis, la teoría social de
Benito Malón.
18 mayo de 1845. — Inaugúrase en F r a n -
cia, entre París y Rouen, la primera linea
telegráfica eléctrica.
19 mayo de 1873. — Celébrase en Barce-
lona el segundo Congreso de los trabaja-
dores del campo. Acordaron por unanimidad
adherirse a la Asociación Internacional de
los Trabajadores.
El Congreso de la Unión de los trabaja-
dores del campo protestó contra la medida
que sobre la propiedal del suelo pensaba to-
m a r el gobierno de la República, a titulo d e
reforma social. La medida constla en ven-
der trozos de terrenos de bienes del E s t a d o
y comunalep^ y aquellos campesinos, como
convencidos colectivistas, consideraban que
con la tal reforma sólo se alcanzaría aumen-
tar el número de propietarios individuales,
empeorando la situación de los obreros.
20 mayo de 1873. — Suspende su publi-
cación jior orden del gobierno republicano,
el periódico socialista, d«ífensor de la Aso-
 LA REVISTA BLANCA
elación internacional de los Trabajadores,
que .se publicaba en Barcelona, titulado La
Federación.
%»»%»%^^
21 mayo de 1840. — Nace Paula Mink,
publicista y revolucionaria francesa, aunque
de origen polaco. Fué una mujer tan intré-
pida, que lo mismo empuñaba la pluma que
el fusil, en defensa siempre de la causa po-
pular. Hablaba con tanta fogosidad en los
clubs femeninos de la Comwune, que al es-
cucharla, parecía que se oyese la voz de los
convencionales de la Gran Revolución, ex-
citando al pueblo a marchar a la batalla en
defensa de la libertad. A la caída de la Com-
mune consiguió refugiarse en Suiza. Asistió
al Congreso de Lausana cuando la amnistía,
donde tomó parte activa en muchos con-
gresos obreros.
Paula Mink vino a España a tomar parte
en el Congreso Librejjensador que se cele-
bró en Madrid el año 1892. Colaboró en va-
rios periódicos de París como la Cocarde,
la Pettt Kefjiihlique, L'Aurore, etc. Xo pasó
del socialismo revolucionario.
22 mayo de 1708. — Muere Juan Van
Kesse!, pintor flamenco, célebre por la ver-
dad y admirable' perfección con que sorpren-
dió no pocx)S secretos de la naturaleza. En
sus lienzos revolotean los pájaros, parece
que se oye el zumbido de los insectos, los
reptiles se deslizan, y se abren las flores
cautivando a la vista con sus más vivos co-
lores e invitándonos a aspirar su perfurne.
Kessel modelaba los objetos y en seguida
los pintaba ; componía con inteligencia ; di-
bujaba con precisión ; distribuía con el ma-
yor gusto los colores, y asi no es extraño
que sus obras se paguen todavía hoy muy
caras.
23 mayo de 1914. — Muere Donato Jaia,
filósofo italiano. Jaia se projiuso, en lo que
él llama la investigación espe';ulativa, llegar
a un nuevo idealismo y una nueva metafí-
sica, pero estima erróneo el camino de Ui-
desti, Rosmini y Mamiani. Combatió la co-
rriente entonces pujante en Italia del posi-
tivismo, a cuyos partidarios llama los jaco-
binos de la filosofía. Sostiene frente a éstos
que la sensación supone, además del esti-
mulo, la facultad de sentir, no como un an-
tecedente temporal, sino como principio
ideal del acto vivo y concreto del setitir.
V
Lo verdaderamente originario es el pensa-
miento. Las fuerzas hechas — dice Jaia —
constituyen el dominio fenomenológico del
pensamiento, propio de las ciencias especia-
les y la fuerza que se hace es el nuevo mun-
do de la metafísica mental, la tierra prome-
tida, cuyo Moisés ha sido Kant ; esta fuerza
que se hace es la única realidad concreta,
el yo, o el espíritu, de la cual la sensación
sin conciencia o la conciencia sin sensación
son dos meras abstracciones. Las ideas de
Jaia han sido desarrolladas por el ncohege-
lianismo italiano contemporáneo.
24 mayo de 1924. — .Mucre Adolfo Jala-
guier, médico y cirujano francés. Fué uno
de los primeros en Francia en estudiar y
<iperar la apendicitis y ya en 1S97 publicó
una Memoria muy documentada sobre esta
materia, y en 1900, eti el Congreso Inter-
nacional de Medicina, presentó un informe
en el que establecía claramente las indica-
ciones del tratamiento operatorio de la apen-
dicitis.
25 mayo de 1540. — Mue-.e Luis Vives,
célebre sabio español. Por su claro ingenio,
su vasta erudición en todo género de litera-
turas, su profundo conocimiento en las len-
g u a s latina y griega, y más que todo por
su buen juicio, severa e imparcial crítica,
se le calificó de restaurador de las Letras.
F'ué, además, el filósofo español más renom-
brado del siglo XVI. Se ha repetido mucho
la frase de que Budeo, Erasmo y Vives te-
nían la re[)utación de ser los hombres m á s
sabios de su siglo, los triunviros de la repú-
blica de las Letras, correspondiendo a Bu-
deo el ingenio, a E r a s m o la palabra y a
\'ivcs el juicio.
Luis Vives fué uno de los precursores
in.'is ilustres de la pedagogía moderna.
26 mayo de I9I0. — Muere Guillermo Ja-
mes, liiósofo norteamericano.
j a m e s es un empírico ladical, enemigo d e
toda exploración de la realidad e x t r a ñ a a
la experiencia. Su explicación genética del
conocimiento es el perccpcionismo y su re-
presentación del Universo es pluralista. El
pluralismo implica la idea de que las diferen-
tes partes de la realidad pueden tener entre
si relaciones puramente exteriores ; toda con-
cepción del mundo que suprime su carácter
de exterioridad es inadecuado. El realismo
28 LA REVISTA BLANCA
es una tesis solidaria d d pluralismo. Cree-
mos firmemente que la existencia es ante-
rior al conocimiento y que el conocimiento
en nada altera la naturaleza ele la cosa, ya
que las relaciones entre los seres pueden
cambiar sin que los seres cambien. Una re-
presentación unitaria del mundo es imp<i-
sible ; hay una representación lógica, otra
religiosa y otra geométrica de concebir el
m u n d o y aun todas ellas \ a r í a n según los
individuos. P a r a James la filosofía de la li-
bertad conduce a una moral meliorista fun-
dada en la doble base de un devenir del
mundo y de una tendencia a la bondad y a
la perfección ; pero esta perfección con.'^iste,
n o en suprimir el mal, sino en triunfar sobre
él. La influencia de James, de procedencia
puritana, en el pensamiento contemporáneo,
es difusa ; no constituyó una verdadera es-
cuela, sólo influyó en un círculo de escrito-
res y profesores de filosofía.
27 mayo de 1871, — En la mañana de este
día fué j)reso en la plaza del Luxemburgo
e! ciudadano .Milliere, individuo de la Com-
niune de París, después de una vigorosa re-
sistencia, en (|ue disparó sobre sus perse-
guidores los seis tiros de su revólver.
Conduciflo ;¡l cuartel del general Cissey,
éste le dirigió algunas p r e g u n t a s , a las que
Miüiere respondió con la mayor sangre fría.
Su sentencia estaba pronunciada.
Llegado al Pantheon, en el centro del
quinto distrito, .Milliere subió las g r a d a s con
la mayor firmeza y se colocó frente a los
soldados encargados tic su ejecución. Esta-
ba en pie. El oficial que mandaba el pelotón
le obligó a hincar la rodilla. Milliere descu-
brió su pecho y levantando el brazo dere-
cho, g r i t ó : ¡ Viva ¡a Hunií'nidad ! Una des-
c a r g a cortó en su g a r g a n t a o t r o grito, y
Milliere cayó sobre el costado izquierdo.
Milliere fué gerente del (leriódico de Rn-
chefort, La Marsellesa, y el proceso de Pe-
d r o Bonnparte pwr la muerte de \'íctor Noir
le conquistó gran celebridad ; su fácil pa-
labra y sus eleNüdas ideas hicieron que P a -
rís le enviara como su representante a la
Asamblea nacional.
Amante del pueblo y sostenedor de sus
deiechos, fué elegido miembro de la Com-
mune, que tuvo en Milliere el m á s joven y
ur>o de sus mejores representantes.
28 mayo de 1871. — Ultimo día de la lla-
mada semana sangrienta. El feroz Thiers,
a quien la clase obrera designó con el nom-
bre de Hiena del Proletariado y que se
vanagloriaba con el titulo de republicano,
s<'>lo pudo vencer a ia Commune, cuando ya
no quedaban m;ls defensores, cuando habían
quedado fuera de combate ¡ treinta mil tra-
bajadores !, cuando, en fin, París era un
vastísimo cementerio.
Aquella defensa fué grandiosa, digna de
titanes. ; fíloria imperecedera a los heroic-os
defensores de la Conimune ríe París !
29 mayo de 1444. — Nace Antonio Mar-
tínez de Jarava, célebre gramático español
conocido por el nonibre de Lchrija por haber
nacido en el pueblo de' este nombre, provin-
cia de Sevilla.
.Muchas son las obras debidas a la pluma
de este docto humanista ; pero las que le
dieron reputación universal, que ha pasado
a la posteridad, son las gramaticales. En
vida del sabio Lebrija se introdujo la Inqui-
sición en España, la cual m a t ó el pensa-
miento español que tan brillantemente lucía
al alborear el Renacimiento. A Lebrija se
deben las palabras que siguen, dirigidas a
la Inquisición: « ¡ Q u é esclavitud es é s t a !
¡ Qué dominación tan inicua la que, a fuer-
za de violencia, prohibe decir lo que se
siente, aunque se deje salva la religión ! Y
¿qué es decir? Ni aun escribir a solas entre
cuatro paredes se permite.»
30 mayo de 1859. — Nace Pedro Janet,
médico y psicólogo francés. Desde? sus pri-
meros trabajos se orientó hacia el examen
de las diversas anomalías que se producen
en las funciones psicológicas por la influen-
cia de perturbaciones cerebrales. En 1898
comenzó a publicar la serie de los estudios
del Laboratorio de psicología de la Salpe-
triére en los que trataba experimentalmetite
la abulia, amnesia, anestesia, falta de aten-
ción y delirios ambulatorios, indicando al
mismo tiemjx) una terapéutica d e los estados
histéricos basada en' una educación y una
gimnasia dirigida no sólo hacia el movi-
miento, sino también a la sensibilidad, la
memoria y la atención. En o t r a serie t r a t a
de las ideas de f)bsesión, impulsiones, ma-
nías mentales, locuras de la duda, tics, agi-
taciones, fobias, delirios del contacto, etc.
Como se ve, estas observaciones tienen t a n -
to interés desde el p u n t o de vista patológ-ico
 LA REVISTA bLANCA
como en su aspecto psicológico y han dado
justa íama a su autor.
31 mayo de 1431. — Juana de Arco es
quemada viva en Rouen y sus cenizas son
arrojadas al Sena. No nos interesa conocer
la vida de Juana de Arco, llamada la donce-
lla de Orleans, ni si venció a los ingleses,
ni si salvó al rey d e Francia Carlos V I I ,
librándole de sus enemigos. Lo único que
nos interesa, es hacer constar el caso estu-
pendo que se da con esa infeliz alucmada.
Acusada por un inquisidor, fué juzgada por
el Tribuna! de la fe, cuyos jueces, en su
sentencia definitiva, decían : «Te declaramos
relapsa y herética, expulsada y excluida de
la Iglesia y te entregamos al poder secular
logándole que modere su juicio en tu favor,
evitando la muerte y la mutilación de los
miembros.» Tal era la fórmula. El brazo se-
cular, es decir, el bailio, se limitaba en ta-
La literatura española
EL GRAN TORBELLINO DEL MUNDO
O t r o libro de Baroja. Nuevo y exótico
como todo lo que de la pluma del literato
vasco sale. Nuevo en sus juicios, en su for-
ma, en su visión algo arbitraria del mundo.
Sin e m b a r g o , una característica semejan-
te hermana las obras y los pensamientos
de Baroja. Baroja es nuevo en la literatura
y viejo va en si mismo. N o hay una dife-
rencia m'uy g r a n d e , una g r a n diversidad de
matices, de una a o t r a obra del autor de
«La leyenda de Jaun de Álzate». Y ese cos-
mopolitismo literario puesto en voga, que
convierte a los escritores en viajantes de li-
t e r a t u r a s , uniforma el fondo, aunque mul-
ticolore las formas, de toda esta producción
que tiene algo de Baedecker.
Pero Baroja será siempre Baroja. Será
siempre d narrador, el dialoguista y el rá-
pido fotógrafo de las « E s t a m p a s ilumina-
das» y las glosas certeras y relampaguean-
^9
les casos a decir al verdugo : Haz tu oficio.
J u a n a fué entregada, pues, al verdugo y lle-
vada por éste a un cadalso de gran altura,
en el que en un cartel en gruesos caracteres
se leía : «Juana, que se hace llamar la Don-
cella, embustera, perniciosa, que abusó del
pueblo, adivina supersticiosa, blasfema de
Dios, malcreyente de la fe de Jesucristo,
jactanciosa, idólatra, cruel, disoluta, invo-
cadora de los diablos, cismática y herética.»
La doncella llevaba ceñida a la cabeza una
mitra en la que se leía : «Herética, relapsa,
apóstata, idólatra.»
Pues bien ; esta infeliz que la Iglesia con-
denó a ser quemada viva por hereje y por
blasfema de Dios, y que la expulsó y ex-
cluyó de su seno, ahora la canoniza y la
coloca e n t r e sus santos y mártires. Q u e
h a g a los comentarios el que leyere.
SOLEDAD GUSTAVO
DESDE AVADRI»
tes. Será también el contradictorio y un po-
co espectacul.ir en su salvajismo dilettante.
En «El Gran Torbellino del Mundo», Ba-
roja, iconoclasta, proclama, entre otros
odios, el odio que experimenta hacia Ana-
tole France. Este odio sólo se explica eti la
diferencia de temperamentos y en la distinta
apreciación literaria. T r a t a de' lujurioso al
autor de «Thais» porque por las obras d e
France flota continuamente la amable o b -
sesión femenina. Mientras Baroja es un mi-
sántropo, Anatole F r a n c e fué un epicurista,
un verdadero sibarita. Lo califica de a m a -
nerado porque cuidó el arte del bien decir,
porque fué un elegante en la literatura, qui-
zá algo amanerado, como juzga Baroja, pero
jamás cursi.
Y, por otra parte, no hay una g r a n dife-
rencia de Monsieur Bergeret a Joef L a r r a -
ftaga, el protagonista de este «Gran Torbe-
llino del Mundo». La misma manía retórica,
la misma critica subjetiva y a veces intem-
30 LA REVISTA ISLANCA
pestiva se manifiesta en el uno que en el
o t r o . Sólo que Joe L a r r a ñ a g a es más in-
quieto materialmente y Bergeret io es más
espiritualmente. L a r r a ñ a g a viaja pti/ el
mundo con su cuerpo y somete las visiones
a la crítica demoledora de su juicio de viejo
solterón, sólo amado por la pobre Nelly, la
joven alemana rubia y dulce que pone una
pincelada de emoción en la árida prosa ba-
rojiana. Y Bergeret, ciudadano empederni-
d o , bajo el olmo del paseo y en la trastienda
de la librería, pasea su espíritu por el mun-
do, abarca los tiempos pasados y futuros,
contempla las cosas con su fina e irónica
mirada de filósofo y con su indulgencia d e
marido «cocu», pero libertado de los estú-
pidos prejuicios del sucio honor que impone
la moral presente.
Y del mismo modo que F r a n c e pone en
cada obra su yo desdoblado, que es Berge-
ret, y Coignard, y Bonnard, y Brotteaux,
Baroja es los múltiples misántrof>os, los de-
moledores impenitentes que destruyen sin
construir, semejantes a los yos francianos
en su incurable manía de juzgarlo todo, de
convertirse en existencias sentadas también
en el umbral del mundo, contemplando el
juego de la vida ron igual desprecio.
P e r o F r a n c e idealmente fué m á s lejos.
T u v o del m a ñ a n a una visión m á s amplia y
m á s generosa, y al no cultivar con t a n t o
empeño el ansia de originalidad, pudo ser
i r á s comprensivo y más sincero. Se contra-
dijo, aún contradiciéndose, menos que Ba-
roja. Este, unas veces aparece como un ver-
d a d e r o escritor de vanguardia ; o t r a s , su
pluma escribe párrafos como el que a con-
tinuación r e p r o d u z c o ; puestos en boca del
L a r r a ñ a g a , protagonista d e «El Gran T o r -
bellino del Mundo» : «Yo, fx>r lo que he vis-
t o y jjor lo que he leído, he creído notar
c o m o dos posiciones e x t r e m a s a n t e la vida,
sobre todo ante la vida social : una, de ad-
miración por lo rico, por lo poderoso, por
lo fuerte ; otra, de repulsión por k) rico, por
lo poderoso, por lo fuerte. Son como dos
polos opuestos. El primer impulso produce
el sentimiento de la aristocracia ; el segun-
d o , el de la protesta. Con el primero se ve
q u e se unen la adulación, la vileza, el des-
dén por la justicia y por la equidad. E s t a
s u m a d e condiciones forma el cortesano.
Con el segundo, con el sentimiento de pro-
t e s t a , se unen la envidia, el rencor, la so-
berbia, la cólera. Esta suma de sentimien-
tos hace el anarquista.»
¿ E s posible visión m á s mezquina, m á s
bajo y pobre concepto de los hombres y la
vida? ¿ E s [X>sible disolvencia m á s inútil y
estéril, misantropía moral más absoluta? Y,
sin e m b a r g o , L a r r a ñ a g a es Baroja, un Ba-
roja atormentado, en contradicción perenne,
hosco y misérrimo en medio de un mundo
más interesante que el que refleja en s u s
libros.
Pero Baroja es Baroja. Iconoclasta y sal-
vajista literario, viajante de literatura o
tradicionalista vasco, misántropo o i n t e m a -
cionalista , L a r r a ñ a g a o Aviraneta, Baroja
siempre es Baroja. Con él no puede rezar la
crítica. Se le h a de aceptar, con su descuido
genial y sus contradicciones superficiales o
profundas, su ligereza y su hermetismo, su
aridez y su emoción involuntaria, o ha de
rechazársele. P o r mi parte, no me g u s t a y
leo siempre con creciente deleite y con re-
novada afición sus obras. E s como esas mu-
jeres que odiamos y que nos atraeti. Y, a
pesar de la semejanza que une esta obra a
las o t r a s suyas, encuentro un rejuveneci-
miento de Baroja en este «Gran Torbellino
del Mundo». L a s lineas colocadas a mane-
ra de motivo antes de cada capitulo, nove-
dad literaria, inaugurarán una nueva forma
novelística original y delicada. En esas rá-
pidas fotografías escritas, es donde mejor
se ve el genio, discutible, pero innegable, de
Pío Baroja.
Y en el capítulo de la muerte de Nelly,
emocionante en su misma falta d e emoción,
en su sobriedad d e s g a r r a d o r a , vemos un
Baroja nuevo, un poco íntimo y cordial, in-
voluntariamente conmovido y humano.
Alemania, Holanda, P a r í s , D i n a m a r c a ;
visiones de la post-guerra ; rusos inquietan-
tes ; mujeres enigmáticas ; vidas e x t r a ñ a s ;
existencias vertiginosas : h e aquí «El Gran
Torbellino del Mundo», la g r a n vorágine hu-
mana internacionalmente c-ontemplada. Y
por encima de todo, dominándolo todo en
nuestra mente ¡wr su misma insignifican-
cia, por la amable pequenez y dolorosa me-
lancolía de su vida, Nelly, rubia y muerta...
Nelly, la pobre muchachita que tuvo «una
idea ridicula y absurda d e L a r r a ñ a g a . Le
consideraban—ella y don Cosme—como un
hombre todopoderoso, joven, audaz, capaz
d e hacer lo que s e propusiera». En estas
p a l a b r a s , reproducidas d e «El Gran Torbe-
 LA REVISTA BLANCA
llino del Mundo», se refleja toda la misan-
tropía de Baroja, destructor, empequeñecc-
dor, negador indiferente y despiadado de sí
mismo.
SANTA M U J E R NUEVA
Con este título sugestivo, ha escrito An-
tonio P o t r a s una novela que hubiera podido
ser transcendente e interesante.
Sin embargo, su empeño se ha visto ma-
logrado en el fondo y en la forma. Ni está
logrado el argumento, ni os nueva la mu-
jer ouyo tipo nos brinda. Es decir, lejos de
crear una personalidad, de ser un anuncia-
miento, recebe el confuso e inconexo conglo-
merado de influencias que han h'ecHo de la
mujer de hoy un raro ente, quizá tipo mter-
medio entre la timorata mujer de ayer y la
serena y verdadera mujer nueva de mañana.
Ct^tmtXX}0'-Krr->rKKK3^-lf'>ntXXXXX3tXKKXXXXXKKKK'>r>
Divergencia entre eruditos
Wien, IX/2 Lazarettigasse 32 III,'22.
13 abril 1926
Querida Compañera Soledad Gustavo :
Por haberse traspapelado entre otros pe-
riódicos el n ú m e r o de L A REVISTA BLANCA
correspondiente al 15 de enero, no he jK)-
dido leerlo hasta hoy y en él acabo de hallar
su respuesta referente a / . Fh. Becker. N o
crea usted que la importuno inútilmente, pe-
ro aun debo contestar a su cortés explica-
ción que demuestra ha fundado sus juicios
en los datos que' tenia a la vista. Si ellos
n o a g o t a n la cuestión, la reducen por lo
menos, a probar que Becker dio una ense-
ñanza socialisla útil al joven G. que era
ante todo republicano cuando llegó a Gine-
bra. Sin duda Becker tenia mil cosas que
decirle respecto a socta/íímo—luchas de cla-
ses, revolución social entrevista y aspira-
d a - l p e r o todo esto no tenia nada que ver
con la anarquía, la cual para Becker no
existia o e r a una cosa de la que el viejo
autoritario, jefe de los cuerpos francos, ale-
3»
Vo, a lo menos, contemplo asi el problema
de esta e x t r a v a g a n t e mujer—tipo de hoy,
masculinizada y desvertebrada, que ha que-
rido glosar y rectificar, sometiéndola a un
análisis psicológico y minucioso, que recuer-
da algo a Dostoyevvski, este distinguido lite-
rato q u e se llama Antonio Porras. Recuerda
a Dostoyewski sin evocarlo, como recuerda
a Baroja, creador de toda una desdichada
escuela literaria ; desdichada porque, como
dije en otra ocasión, lo que en el creador
es genial y nuevo, en los imitadores es sólo
lepetición, servilismo y desvertebramiento.
He aquí el principal defecto de «Santa
Mujer Nueva» : obra inconexa y desverte-
brada, semeja un ensayo, como ensayos de
mujeres futuras son estas desconcertantes
mujeres de hoy.
AUGUSTO DE MONCADA
Madrid, mayo 1926.
manes y garibaldinos, se burlaba en el m á s
alto grado.
¿Quién e r a , pues, G.—republicano—resi-
dente 3 meses en Ginebra—secretario de la
sección de la Alianza? Por estos detalles
bien exactos él mismo se nombra : todo esto
se aplica a Celso Gomis, al cual encuentro
desde luego en Le Reveil, diario de Deles-
cluze (París) donde el 4 de noviembre firma :
«Celso Gomis, representante de la provincia
de Barcelona en la Asamblea republicana de
Lérida.» En diciembre muchos refugiados
españoles se vieron obligados a salir de P a -
rís y esto sin duda le llevó a Ginebra donde
—segTÍn las actas que yo conozco—se pre-
senta el 13 enero 1870 ante el Comité para
ser admitido en la sección de la Alianza. Se
le recibió como miembro en la Asamblea
general del 23 enero ; el mismo día se eli-
gió también el comité de los 9, al cual per-
teneció ; el 28 enero fué elegido secretario.
El i 8 mareo el comité propuso a Joukowki
como secretario, habiendo ya partido Gomis
en esa fecha. P a s ó , pues, dos meses en e s t a
 32 LA REVISTA BLANCA
sección, y en mayo era ya secretario de la
comisión de propag-anda de la sección de
Madrid (hallo este detalle en !a Solidaridad
de Neuchátel del 21 mayo 1870) ; su nombre
se encuentra de nuevo en la Emancipación
(Madrid) del 27 noviembre 1871, no sé a
punto fijo con qué motivo ; pero, en gfeneral,
ya no figura más su nombre en tiempos de
la Internacional en relaciones internaciona-
les ni en cuestiones españolas — esta gran
polémica Lafargve—Alianza, en 1 8 7 2 — y
Bakounine nunca habló de él.
Todo esto había despertado siempre mi
curiosidad respecto a su persona. Encontré
su nombre alg'unos años antes de 1914 como
autor de publicaciones educativas raciona-
listas o de libre pensamiento ; incluso le es-
cribí entonces, sin haber tenido respuesta.
Por la noticia sobre Becker en Acracia
que ha tenido usted la idea feliz de repro-
ducir, estas cosas se explican. Ella se en-
cuentra en el número 13 de esta Revista, de
la cual nunca he podido consultar una coleo-
ción completa ; la mía contiene los números
3, 8, 14 a 22, 24, 26, 29, 30 (junio 1888),
pero no el 13 donde habría podido ver a su
tiempo este recuerdo sobre Becker.
El joven socialista republicano fué, pues,
iniciado por Becker en el verdadero socia-
lismo que no hace el juego de los políticos
republicanos que aspiran al poder ; esta en-
señanza, lo repito, Becker pudo dársela a
maravilla, siendo gran conocedor de la po-
lítica local suiza. En virtud de estos conse-
jos, Gomis se dedicó en .Madrid a destruir
las ilusiones sobre el partido republicano que
aun existían entre los internacionales, ya
que más o menos provenían todos de las fi-
las de los republicanos avanzados y debían
todos desilusionarse de estas simpatías po-
líticas, reconociendo que, como burgueses
no socialistas o antisocialistas, estos repu-
blicanos no podían hacer nada por el pueblo
en materia social.
Hablando sólo de Madrid, pues en Bar-
celona Fargfa Pellicer y Sentifíón estaban en
relación directa con Bakounine y le conocían
desde agosto-septiembre 1869, puede decir-
s e esto : que ausentado Fanelli y visto el as-
cendiente de los republicanos en 1869-70, la
sección acaso no estaba todavía bastante fir-
me en la separación neta de los republica-
nos, y que Gomis, con sus artículos, dio
tul empujón que él consideró importan-
te, para fortificar el sentimiento socialis-
ta de la sección y del periódico La Solida-
ridad. Seria preciso haber visto este perió-
dico para saber si, verdaderamente, estos
artículos fueron decisivos, Ptro si Gomis no
se informó de la anarquía en el programa
de la Alianza, por Bakounine, no fué cier-
tamente Becker quien pudo darle esta ense-
ñanza.
Se sabe |)or la descripción detallada de
Bakounine (obras, val. VI) hasta qué punto
la propaganda tal como él la quería (anar-
quista) fué descuidada después de su partida
de Ginebra en esta sección, durante el in-
vierno 1869-70; se sabe igualmente cómo
Becker, con motivo de una revisión del pro-
grama, se esforzó en eliminar todo lo más
querido a Bakounine ; se conoce la carta
amistosa que Bakounine, sin desconfiar de
nada, le escribió aquel otoño desde Locarno,
y se conoce también una carta de Becker a
Jxtng, secretario por Suiza en el Consejo g e -
neral de Londres, en la cual Becker explica
que él se había puesto una máscara (de
amistad) en sus relaciones con Bakounine,
para poder conocer mejor y contrarrestar
sus maquinaciones secretas. Y en plena
asamblea de la sección, el 26 de marzo,
Becker pide que, en lugar de las palabras
expresivas de la idea de Bakounine : que
tcdos los Estados políticos y autoritarios
actualmente existentes... (deben desapare-
cer...), se ponga : todos los gobiernos -. «el
dualismo entre Estado y sociedad debe des-
aparecer ; la Sociedad y el Estado no serán
más que uno». La proposición de Becker fué
aceptada y joukowki, que defendió la idea
de Bakounine, sólo reunió dos votos. Toda-
\ í a es preciso conocer la carta de Becker
a Sorge en New York (3 y 5 mayo 1870)
después de la ruptura en Suiza, en la cual
insulta a Bakounine groseramente, espar-
ciendo sobre él chismes y calumnias, apro-
vechándose de que en América no se le po-
día juzgar con conocimiento de causa, mien-
tras que Becker gozaba allí de cierto renom-
bre desde 184S entre los emigrados alema-
nes. En esta carta dice también : «Pasado
mañana asistiré a una reunión obrera en V e -
vey, donde probablemente nos veremos Ba-
kounine y yo.» Bakounine ni siquiera estaba
entonces en Ginebra, pero Guillaume (Ja-
mes), que fué a Vevey, ha escrito (La In-
ternacranal, II, p á ^ 3 7 ) : «...el patiriarca.
J. Ph. Becker, d d cual recibí este día, por
última vez, el abrazo habitual...» Becker
 LA REVISTA BLANCA
abrazó, pues, a Guillaume, dos días después
de iiabcr escrito esta carta ignominiosa con-
tra liakounine...
Desde ¡lacc pocos años se conoce toda la
correspondencia entre Lassalle y Marx res-
pecto a Becker—y en noviembre 1925 se ha
publicado por primera vez una carta de las
más características d e Engels donde habla
de Becker (8 mayo 1872) ;—hay, además,
o t r a s muchas cartas y todos los escritos de
Becker y sobre Becker, que vienen a demos-
t r a r (jue este hombre jamás tuvo el menor
sentimiento libertario ; fué un demócrata au-
toritario, socialiita convencido, pero perso-
nalmente hombre de doble o ti iple fondo,
iistuto y maligno, en un buen natural y un
patriarcalismo seductores, pero falsos.
Xo me extraña, pues, que Becker impre-
sionas.: grandemente al joven Gomis, el cual,
sin embargo, durante su corta estancia, no
piído conocerle bien a fondo. Valiéndose de
Gomis, tal vez esperaba Becker tomar pie
en España, dcsalojanck> a Bakounine, pero
Para el Museo Kropotkíne
Una carta de Sofía Kropotkine, la viuda
d e nuestro amipo, nos hace saber que, al nn,
las 74 cajas que contienen la biblioteca de
Kro|K>tkine han lleg^ado a Moscou. Se han
podido arreglar ocho piezas, donde están
expuestas la vida y la obra del que consagró
su existencia a la exposición de nuestras
ideas y de las reivindicaciones del ser hu-
mano.
Como el museo está abierto a todos para
que en él puedan trabajar ; como allí se pue-
den consultar los volúmenes que comprende
la biblioteca, donde está representada la lite-
ratura anarquista internacional, es un ver-
dadero centro de propagfanda que merece
ser sostenido sobre todo en un país que t a n
fuertes t r a b a s opone a la exposición de ideas
contrarias a la autoridad de los g^obiernos.
Sofía Kropotkine hace un caluroso llama-
miento p a t a que se le ayude a completar su
o b r a enviándole todas las publicaciones, re-
t í a l o s , g r a b a d o s , concernientes a Kropotki-
3.1
Gomis, sea \>or sí solo, sea en el medio de
Madrid (la sección), se desprendió de esta
intUicncia, aunque nada de fijo sepamos so-
bre esto.
No vale la pena, querida compañera, de
hablar de todo esto en la REVISTA, pero quizá
podría usted decir en pocas palabras que G.
es segfuramente (romis y que su recuerdo
en 1887 explica muy bien su papel en la sec-
ción de Ginebra ; que Becker le explicó el
socialismo revolucionario, pero no podía en-
señarle el anarquismo—idea que Gomis ad-
quirió dej programa de la Alianza, de una
parte de sus miembros y de la sección de
Madrid — y que él tiene probablemente el
mérito de haber aceptado d e Becker el so-
cialismo, pero no el autoritarismo. Dispense
que haya sido larg-o ; no se acabaría de ha-
blar sobre J. Ph. Becker ; es muy txinocido
en detalle, pero nunca fué de los nuestros.
Afectuosos saludos.
M. NETTLAU
ne, como también las traducciones de s u s
obras que hayan sido publicadas en las di-
versas lenguas.
Y como el Musco no es rico, ni goza de
ninguna subvención, me permito añadir que
la ayuda financiera no será superfina.
J. GRAVS
Dirección de los envíos. — Mme. S. G.
Kropotkine-Dmitroff — Gobierno de Mos-
cou. (Rusia).
Se ruega que los envíos vayan certifica-
dos.
Llamamos la atención de los lectores de
L A REVISTA BLANCA y de cuantos intelec-
tuales u obreros se preocupan de la historia
del movimiento obrero y de la cuestión so-
cial, lean con atención los documentos que
de Miguel Bakunin estamos publicando, re-
copilados por nuestro colaborador y sabia
amigo Max Nettlau.
 34 LA REVISTA BLANCA
miGUEb ZEUflGO
El GabalIeFo de ba BaPFe
= = o Los QMsíeríos de la Snquislción
Grao Dooela blstórlea, trodocida por
= = S O b E D í i D GU5TRU0
(Continuación}
—j Ah !—exclamó sordamente.—También
yo reconozco a usted. Usted es la hermana
que sabia el nombre del prisionero. Le oí
pronunciar aquel nombre... y me apresuré
a informar al gobernador. Fué una mala ac^
ción... Tal vez es eso lo que ahora expia-
mos... Y tal vez también va usted a ven-
garse... ¡ Ah ! estamos malditos...
—Les he dicho—repitió la carmelita con
infinita dulzura—que nada tienen que temer
de mi...
—Así, ¿no nos denunciará usted?
—Se lo prometo con todo mi corazón.
—Oh ! Verdaderamente es usted una mu-
jer digna—dijo Germán, respirando.—Si su-
piera usted la terrible existencia que llevo
desde aquel día...
—¿Pero qué ha hecho usted? ¿Qué de-
nuncia teme, pues?
Germán vacilaba...
—Cuéntalo—dijo Germana.—Dilo todo...
—Pues bien—dijo entonces bruscamente
el antiguo carcelero,—a ese prisionero que
fué usted a ver... ¡ yo le hice evadir ! O más
bien, fué mi mujer la que lo preparó todo
para la evasión... Yo no hice más que con-
sentir...
—^¿Evadido? — exclamó la hermana, le-
vantándose.—¿Dice usted la verdad?
—j Ah ! ¡ Demasiado que lo es !
—¿Se arrepiente usted, pues?
—¡ Hay momentos !... Cuando veo sufrir
a mí mujer y a mi hijo me arrepiento. Pero
hay otros momentos en que una voz me dice
que hice bien. ¡ Aquel hombre era inocente !
—¿Qué sabe usted?—preguntó la herma-
na, profundamente conmovida.
—Era inocente, lo juraría por Cristo. Un
hombre tan bueno, tan cariñoso... salvó a
Olí mujer...
=
—Salvó a nuestro hijo—añadió la Ger-
mana.
—Pues bien, sí. Hizo usted bien. Ese
hombre era inocente ante Dios. En cuanto
a los hombres, no les había hecho más que
bien... Son ustedes buenos, puesto que se
han expuesto ustedes a la miseria, a la cár-
cel y tal vez a más todavía...
Germán se estremeció.
¡ Sí ! De eso me percaté en seguida. Te-
níamos unos parientes en las cercanías de
Amiens. La noche en que se hizo la cosa
nos refugiamos en su casa. Permanecimos
ocultos en un sótano dos meses. Pero un
día aquellas gentes..., aunque eran parien-
tes... nos hicieron comprender que tenían
miedo... Hubimos, pues, de marchar... Nos
pusimos en camino una nfx;he y llegamos
aquí... Esta cabana estaba habitada por un
carbonero... Teníamos algunas economías.
El carbonero era miserable. Me vendió la
cabana con el jardiniUo y nos instalamos
aquí. Pensaba que íbamos a ser felices o po-
co menos... Pero pronto comprendí que la
situación iba a ser más terrible.. No no»
atrevíamos a dar un paso fuera de la caba-
na. Nos parecía que las gentes de la aldea
nos miraban con desconfianza y que alguien
acabaría por saber quiénes éramos. Temía
presentarme en las granjas para pedir tra-
bajo. Nuestras economías se fueron poco a
poco... El hambre l l ^ ó . Y con eUa, la en-
fermedad de nuestro pobre pequeño... Dice
usted que hemos hecho una buena obra. ¡ Ya
ve usted, hermana, que no nos ha aportado
la felicidad !
—i Valor 1 Tal vez se engañan... Tal vez
el bien que han hecho les será devuelto cen-
tuplicado...
El hombre meneó tristemente la cabeza...
 LA REVISTA feLANCA
— ¿ P e r o qué se ha hecho del prisionero?—
preguntó la hermana.
—Le acompañé hasta una puertecilla se-
creta que le abrí—respondió Germán—y des-
apareció en 'dirección de Amiens. Después
no hemos vuelto a oir hablar de él jamás.
La carmelita estaba agitada y trataba de
ocultar su emoción bajo un rostro impasible.
—Escuchen—dijo ella de repente,—no re-
pitan nunca lo que acaban de decirme... Con-
tinúen ocultos lo más posible... Si por ca-
sualidad vienen por aqui dos frailes, sean
ustedes prudentes... Los reconoceréis fácil-
mente : uno es alto y d e l g a d o ; el otro es
bajo y muy gordo... Sobre todo, si el ar-
cipreste de Abbeville, el señor Gerfaut, pa-
sara por esta cabana, que no se les escape
una palabra que pueda hacerle sospechar
quiénes son ustedes.
— ¡ A h ! ¡ E s t a m o s , pues, a m e n a z a d o s !
— N o . Por lo menos así lo espero... Pero
es conveniente que tomen ustedes precau-
ciones... ¡Valor y e s p e r a n z a ! H a s t a nueva
orden, yo me e n c a r g a r é de suministrarles
provisiones.
Y, recogiendo su cesta vacía, la carmelita
se retiró apresuradamente.
Cuando estuvo cerca del convento mode-
ró su marcha, y, en el momento de fran-
quear la puerta, m u r m u r ó :
Es tiempo de obrar... -, Puesto que el
padre está en salvo, es preciso que salve a
la hija !...
XXIV
Hl criado y el amo
Transportémonos a la tierra de Saint-vul-
fran en donde se encontraba la habitación
de Gerfaut. En ella encontramos al arci-
preste en compañía de su criado y secreta-
rio Spavento, aquella enigmática figiira que
nuestros lectores han entrevisto.
Según su costumbre, el secretario fami-
liar de la casa estaba acurrucado en una bu-
taca, examinando a Gerfaut, quien, con las
manos en la espalda, se paseaba lentamente.
— ¿ N o ha venido Belleval?—preguntó de
pronto el cura.
— N o , maestro.
¡ Hace cuatro días que se ha marcha-
do ! Me haría mucha falta en estos momen-
tos.
35
— ¿ N o sois vos quien le ha enviado a ha-
cer esa averiguación?
—Cierto es...
— E s un buen servidor ese Belleval.
—¿Quién te dice que sea mi servidor?...
—dijo con viveza Gerfaut.—Es un a m i g o . . .
nada más.
— \ o no he querido decir vuestro servi-
dor...
Gerfaut miró al monstruo, cuya boca de-
notaba malicia.
P e r o Spavento había tomado su expresión
ing-enua.
—¡ E s raro !—gruñó el arcipreste.—Hay
momentos en que me figfuro que sabes m á s
de lo que te está permitido saber...
— L o poco que sé, maestro, lo debo a vues-
tra generosidad.
Una vez más hubo tal ironía en la entona-
ción del monstruo, que Gerfaut se estreme-
ció.
Después, encog-iéndose de hombros, el cu-
ra continuó, vuelto a su idea :
- - ¿ Q u é hace, pues, Belleval?... Hubiera
debido volver ayer... ¡ m e hace t a n t a fal-
ta!...
— ¿ P a r a saber lo que ocurre en Francie-
res?—preguntó Spavento con acento mor-
daz. — ¡ Caramba ! la perindola en cuestión
os hace languidecer, maestro, y si estuviera
yo en vuestro lugar...
Gerfaut esta vez palideció. Es decir, s e
puso un poco más amarillo.
— ¿ Q u é quieres insinuar, monstruo estú-
pido?—exclamó^
— N o insinúo, afirmo.
— ¡ Q u é ! Explícate claramente... O, ¡ p o r
Dios !, que te echo y te entregfo a la irrisión
del pueblo...
Gerfaut, mordido en el corazióti, había
apretado los puños.
Spavento se contentó con replicar :
—Voy a explicarme, puesto que lo orde-
náis, maestro. Quiero decir que amáis... que
adoráis a la pequeña Flor de Mayo...
— ¿ Q u é m á s ? . . . Bien sabía yo que habíais
adivinado mi espantoso secreto, miserable...
— ¿ Q u é m á s ? Pues b i e n ; la habéis r a p -
t a d o con ayuda de ese excelente servidor
que se llama el conde de Belleval...
— ¿ C ó m o lo sabes, t ú ? . . .
— S e necesitaría estar ciego. L o he visto
todo desde aquí. H e asistido a toda esa e s -
cena de amor, más bella, seguramente, q u e
36 LA REVISTA BLANCA
ninguna de las escenas de Shakespeare, Ro-
meo y Julieta.
—¿Qué más?
—Después habéis llevado a la jaula al bo-
nito pájaro. El convento de Franciéres re-
cibió a vuestra cautiva y esa querida señora
Ana de Beuvre se encarg-ó de duloifícar el
carácter un poco salvaje de la bella...
—¿Cómo sabes esos detalles?—exclamó
Gerfaut, confundido.—Habla, miserable ex-
cremento de fa naturaleza, habla o te es-
trello...
Fuera de si, el cura avanzaba, en efecto,
sobre Spavento.
Este le contuvo con una j.alabra.
—¡ Pero si no lo he dicho todo ! Escuche
un poco todavía y después me pegaréis. Te-
mlstocles no lo hubiera dicho mejor, me pa-
rece.
•—¡Venga! ¿Qué más tienes que decir-
me?
—Esto, amo ; que sois harto candido si
esperáis que la pequeña se os entregue. Hay
que emplear la fuerza.
—¡ Cállate, cállate ! — dijo Gerfaut, que
retrocedió anhelante.
—¡ Por la fuerza ! He aquí, a fe mía, un
huen motivo de reflexión... Hay que traer
aqui a esa relamida, que pone la boca chi-
quita. Hay que servirle arciprestes a esa
cualquiera...
—¡ Cállate ! — balbuceó el cura.
—Verdad es que es bonita hasta el pun-
to de tentar a un santo. Y no comprendo
•que hayáis podido resistir tanto tiempo rl
deseo de estrecharla en vuestros brazos...
¡ Vamos, pues ! ¿Qué os detiene?...
—Mis votos de castidad.
El monstruo soltó la carcajada.
—¡ Vuestros votos ! Ibais a vacilar ante
un obstáculo que solamente existe en vues-
tra imaginación...
—¡ Tengo miedo al infierno !—murmuró
Gerfaut.
— ¡ V o p ! . . . Querido maestro, me tomáis
por otro... No, no temáis el quebrantar una
regla de castidad que habéis roto hace
años...
—¡ Mientes !—rugió el cura.
— N o ; no teméis d infierno, puesto que
n o creéis en él...
—¡ Mientes, miserable !
— L o que teméis, tonto, son los ojos de
TALUBB* oBAnooa COSTA: ASALTO,
esa suave niña... Con sus .nanecitas, que no
romperían un tallo de rosa, os obligaría a
postraros en el polvo...
— ¡ O h , demonio!... ¡Qué demonio de
iglesia eres I—gimió Gerfaut.—¡ Qué bien
jjosees la maldita ciencia de leer en los cora-
zones !...
—Ya veis... ; lo confesáis. Ese es el prin-
cipio de la sabiduría. Pero no es eso todo,
maestro. Hay además una cosa que os de-
tiene, cuando, anhelante de amor, tomáis al
fin la resolución de arrojaros sobre ella..., y
después retrocedéis como un jovencillo...
—¿Qué cosa es ella?—dijo Gerfaut, es-
tremeciéndose.
El monstruo alzó sus rodillas, rodeándo-
las con sus brazos, y puso en ellas su bar-
billa.
Parecía meditar sobre si respondería a la
pregunta del cura.
De repente levantó la cabeza.
—¿Qué sp ha hecho del hombre que el
otro día amenazaba en el pórtico? — pwe-
guntó.
—¡ Ha desaparecido !—respondió el cura,
estremeciéndose de terror.
—¡ Es lástima !
—¿Qué queréis decir?
—Me hubiera gustado saberlo preso;
pero ni vos le pescasteis en la hostería del
Rey de Bohemia, ni ese imbécil de Jamao le
acertó con su puñal durante la noche...
Gerfaut quedó mudo de espanto.
— ¿ O s asombra—exclamó el secretario—
que me encuentre tan bien informado? ¡Ah,
ah ! También y o tengo mi polida...
—^¡ Miserable ! — exclamó Gerfaut, enfu-
recido.—¿Te atreverías a espiarme?
—Si lo hiciera seria para serviros mejor,
.^sí, mirad, por ejemplo : yo he sabido quién
es Flor de Mayo. Voy a decíroslo, por si no
lo sabéis...
Gerfaut se pasó una mano por la frente.
Sus dientes castañeteaban.
Se preguntaba si no iba a estrangular a
Spavento.
El monstruo le seguía con los ojos, y no
pei-dia uno solo de sus movimientos.
—¿ Queréis—añadió—que os diga el nom-
bre del hombre a quien habéis dejado ton-
tamente escapar? ¿Queréis que os diga d¿
quién es hija Flor de Mayo?
(Continuará)
45. TitirOMO 3753 — BAKCBUMA
 LA REVISTA BLANCA 37

luego, yo había previsto esto y de antemano lo

La vida en Londres dije en la prensa.
La ofensiva fué general on América como en
Preguntamos a nuestro antiguo amigo I i- P'uropa ; porque la burguesía e s toda igual, la
cente García, que reside en Londres hace va- vieja como la moderna.
rios aí)os, si se atrevería a enviarnos mensual- Yo he observíido este fenómeno psicológico
mente unas cuartillas hablando de lo más sa- cuando he hablado con obreros llegados a bur-
liente que en política, literatura, arte y movi- gueses ; he notado sus dos mentalidades dife-
miento obrero y social ocurriese en Inglaterra- rentes, diametralmente opuestas, y lo chocante
Vicente Garda nos contestó que no era un pro- es que, en la generalidad de los casos, han
fesional de la pluma ni tenía la cultura nece- creído no haber evolucionado.
saria para salir con bien del empeño en <J"< '''
queríamos meter, puesto que toda la vida se II
había dedicado a construir toneles, emborro.
nafido cuartillas solamente por afición y du- Se dirá que no se trata de esto, puesto que,
rante los ratos que podía robar al descanso. on concreto, nada digo del conflicto carboní-
Comprendiendo, y aun esperando las razones fero, que debe empezar el sábado próximo.
de nuestro amigo, insistimos en nuestro em- Yo entiendo que lo dicho es necesario, v sólo
peño, aunque advirticndole que podía dejar de por atenerme al espacio omito ciertas cosas que
transmitirnos noticias sobre arte en general y aclararían más la cuestión.
haciéndale notar que. precisamente, en aquel Mi opinión personal e s qvt/e se llegará al con-
momento habla en Inglaterra una noticia im- flicto, que no se resolverá antes del i." de ma-
portante que transmitirnos, cuál era la causa yo, pero casi aseguro que los obreros dejarán
de la anunciada huelga minera, y ^'ícente Oar- algtinos jirones en las garras de los amos.
cia cogió la pluma y nos envió las cuarltlta-^ Si el Gobierno les garantiza nuevamente un
que a continuación publicamos, cuartillas q'"" beneficio, o los patronos se conforman en se-
llegaron tarde a nuestro poder para conservar guir con los mismos salarios y horario, cosa
el mérito de la actualidad, pues publicadas en esta última bien dudosa, .será sin duda por
el número anterior hubieran caído »>•">' wf". temor a los bolcheviquis, que por el feudalis-
pero en éste las noíicias que ellas''transmiten mo inglés y la castración obrera de los líderes
son ya viejas, de lo cual, naturalmente, el autor labor,istas y tradeunionistas, que son l*s mis-
no tiene la culpa, ni nosotros tampoco. 1-as pu- mos, van adquiriendo fuerzas v demuestran una
blicamos, no obstante, porque, aun siendo pa- actividad admirable, puedan llegar a una ca..
sadas, conservan todavía algún interés y tie- tástrofe para todos.
nen la condición de no ser largas. Los obreros carboníferos ingleses ganan del
Asi, que nuestro amigo nos enviará cuarttltas 15 al 20 por 100 menos, comparativamente al
desde Londres con- la buena voluntad qu^ '^ coste de la vida, que en 1914.
caracterita, tratando de lo que buenamente pue- H e aquí lo que ganan y lo que los patronos
da y lo mejor 'que pueda, que los lectores de quieren rebajarles (1) : -
LA RKVISTA BLANCA las leerán con la simpali-i
que inspira todo lo sincero y modesto. GANAN QUIEREN REBAJ.

CheL Pen. Chcl. Pm.

Escoceses . . . . . lO 1
Northumberland. . . 9 4
La lucha que, de no mediar arreglo, debe Durham 10 9
empezar dentro cinco días, no es una lucha Sud de Gales. .' . 10 10
entre obreros y patronos ingleses. Digo esto, Vorks, Notts, Derby,
que a algunos extrañará, porque el presente Leics, Cannock,
conflicto no e s m á s que un'acto del drama *n- Wartvick y Sud
tre obreros v explotadores. El terror que la Derby
revolución rusa causó a la burguesía interna- Lañes, Norte Staffs
cional hfíola más humana y de 1918 a 192" Cbersiera . . . 10 7
concedió, sin grande resistencia,- mejoras apre- Norte de Gales. . 9 2 8
ciabies. P«ro en i 9 3 i , . c u a n d o los nuevos tira- 8
Salop S 7
nos rusos se dedicaron a tirar de los faldones TO
Cümberland . . . 7 7
de las levitas d« los diplomáticos para q"'' ' ° * 8 II
Forest de Dean. . 3
reconocieran como «rbuenos muchachos» y
«camantes del orden», la burguesía internacional
se repuso y acometió con los obreros y preten- (1) Advertimos que estos datos llegaron a
dió rebajarles los salarios, lo que consiguió, nuestro poder" cuatro días antes que los publi-
y aumentarles l a í horas de la jornada. Desde cara El Sol, firmados por César Falcón.
38 LA REVISTA BLANCA
La rebaja es una iniquidad ; pero el aumen-
to de las horas no lo sería menos, ya que mu-
chos mineros carecen de trabajo.
Pero los carboneros, como otros obreros in-
gleses, tienen con ellos sus enemigos, enemi-
gos que ellos pagan para servirles.
.Asi los marinos, que han tenido, hace algún
tiempo, una huelga para oponerse a la rebaja
de una libra mensual, resultó que su líder,
Havelock Wilson, presidente o secretario, no
recuerdo cuál de los dos cargos, propuso él
mismo a los patronos la rebaja.
J. H. Thomas, secretario político de los ferro-
viarios, con mil libras anuales, que se cree
dimitirá, para aceptar uno de dos cargos que
un ministro le propone, más ventajosos, acep-
tó y firmó una rebaja de salario sin consultar
a los miembros, y en este conflicto carbonero,
el ex ministro minero Frank Hodges, para el
que ilegalmente han fabricado una secretaría
internacional, ha declarado <(que pt)dían admi-
tir el aumento de horas».
III
Los patronos mineros consideran su negocio
como ruinoso. En realidad venden carbón a
bajo precio del coste, cosa que parece incon-
cebible, pero que no lo es. La industria inglesa
que no tiene garantido un beneficio, tiene el
carbón más bkrato que el coste de extracción.
Pero se explicará si se hace saber que los amos
de esa industria son lus mismos amos mineros.
. El presidente de la Federación de patronos
mineros es presidente de otras cuatro federa-
ciones patronales y miembro de los comités de
otras catorce federaciones patronales.
El secretario general de los obreros carbone-
ros, A. J. Cook, ha publicado los beneficios de
los patronos carboneros de los últimos trece
años y los gastos por derechos reales.
Descontando 1922, que tuvieron una pérdida
de un millón ochocientas mil libras, los otros
doce años marcan un beneficio de 2(x> millones
novecientas mil libras en junto.
Además de los beneficios, fueron pagados :
A la Iglesia. . . . 370,000 libras anuales.
Al marqués de Bute . 115,772 » »
Duque de Hamilton. 113,793 )i ,«
Lord Tredegar. . . 83,827 » »
Duque de Northum-
berland 82
Lord Dunraven . . 64,370 » »
Earl Elsmere . . . 43,497 >> » periódico de doctrina y combate que se pu-
Earl Durham . . . 40,522 n »
IV
Un gran economista, sir Leo Chioiza Mo-
ney, que acaba de hacer un viaje de estudios
por los Estados Unidos, decía en la primera
correspondencia — The Daily Chronicle, mar-
zo, 10, 1926—que idos Estadgs Unidos, con
115.000,000 de habitantes (117. I35,(KKJ en el úl-
timo censo), poseían Un capital de. sesenta y
cuatro mil millones de libras, cuatro veces quo
Inglaterra». Luego, Inglaterra posee diez y seis
mil millones de libras.
Vamos a ver cómo está repartid" :
Una novena parte, unos cinco millones, po-
seen entre ellos más de la mitad de todos los
beneficios de la nación.
Ocho novenas partes, 40 millones, reciben
menos de la mitad de esos beneficios.
El c)8 por loo de los ingleses no poseen tie-
rra y el 92 por 100 poseen menos capital "to-
davía.
2,250 personas tienen más de la mitad de las
tierras. Los miembros de la Cámara de los Lo-
res poseen un tercio de la tierra.
Doce familias poseen la cuarta parte de la
tierra de Escocia.
En términos generales, 26 personas dejan
ellas solas más de lo que poseen 600,000 per-
sonas muertas en un año.
.Si se excluyeran del impuesto los capitales
menores de mil libras, el <)5 i)or 100 de los
ingleses no pagarían impuestos.
190 personas reciben anualmente más de cien
mil libras.
700 personas reciben más de 50,000 libras.
Y 3,000 personas recibt-n más de 20,000 li-
bras.
Y por hoy, bastante.
V. (¡ARCÍA
Londres, 25 abril de 1926. r
Notas bibliográficas
ETICA
Así se titula la mejor y más completa obra
de Pedro Kropotkine. En ella está, no sólo
el pensamiento fundamental del sabio autor,
sino el resumen de todas las ciencias morales
y sotiales aplicadas a la vida del hombre.
Etica es un grandísimo foco de- luz que
alumbra los entendimientos humanos p<}r en-
tre las dudas y las confusiones de la vida.
Su precio es el de seis pesetas en rústica y
siete en pasta. A los corresponsales cl 26 por
100 de descuento.
VULCANO
Hemos recibido el primer gúmero de este
blica en Cienfuegos (Cuba).
Muy bien orientado, publica originales de
gran mérito y promete realizar una sana labor
dentro del campo obrero v libertario.
Larga y próspera vida le deseamos.
Dirección, San Fernando, 40, Cienfuegos
(Cuba).
 LA REVISTA BLANCA
39

SnliscrpíiQ ioternacíoiial a-favor lelos con dichas pesetas y que no se nos h a g a per-
der el tiempo ni ocupar espacio en estas cosas,

presos por cnestloQenocíales ^Ui' bastantes ocu))ac!ones j)esan sobre nos-

otros.
IVsetas .Si dentro de quince días no se nos ha dicho
c¡ué hemos de hacer con las 10 p t a s . , las in-
Stitiia ' aiileritir . . <i,27ij'2() gresaremos a la suscripción a favor de loi pre-
K<-|);ii-t¡(ias sof^ún his li>tas ile los sos por cuestiones sociales.
núincrns pulilicailns S,()<H)'()O

Sobrante . . . . 37i)'jy Advertencia a nues-

ll<Miios t-ntrff^aild 50 ptas., 25 a r a d a
uno, a (los jtR'sos m á s en la l á r -
«'I (Je Barcflona ; en lotal, 79 pr*'-
sos. A cuatro presos áv la cárcel
de Valencia, loo pesetas ; a IKIIO
presos de la cárcel de Zaraj^oza,
200 i>tas. Total
tros corresponsales
Desde el próximo n ú m e r o no se a d m i t i r á la
devolución de ningún ejemplar que no lleve en-
cajadas las páginas de IM Reaeción y la Re-
i5o"oo volución, que es como los recibirán.

.1 repartir. . .
Premia de D a í / . — G r u p o C u l t u r a Lli-
2y'2<)
Deudores
bertaria li'oo H e aquí el n o m b r e de los que obstaculizan
¡taena. — Pablo Medianero, i pta. ; la obra de los abnegados :
C a r m e n Pavón, i ; Francisco ü a - Ptas.
lirteo, I ; Manuel V a r g a s , 1 ; José
L u c e n a , o ' s o ; Francisco Alarcón, Marcelino García.—Buenos .Mres (.Ave-
o ' S o ; José D a m i á n , 0*50; E s t a n i s -
llaneda Piñeiro) 287*90
lao Pérez, o'so. Total 6'üO
Juan /-anie/a.—Puerto Real 25*00
Vitoria.—V>c unos c o m p a ñ e r o s . . . 90*50 José Pedro Bordes.—Den\a 26*50
Ribas del Fresser—Amadeo Triadu. i'"<' Eduardo Gijón García.—Huelva . . . 59*35
Matará.—]. P ¡ , J. Vidal y J. C o m a s . 11'o" Juan Hallester.—yiarceWa 2o'o<i
.Arroyomolinos de León Sociedad de
Francisco R. Alvarez. — Darragueira
Obreros Agrícolas 25 Vx)
(Argentina) 69*00
Gerona.—Daniel Loríente . . . . 5'OÜ
y. Ramón Cornejo.—Tampico Tamps. 32*00
(•(ídiz.—Enviado por el Coniité pro-
lUblioteca de Le Lihertaire.—Paris. . 6o'oo
presos 2<K)'00
Ltureo O c e o n o . - - L i s b o a 25*00
Harcelona. — U n metalúrgico 2 pe- Antonio Asencio Elche 40*00
setas ; Un m o n t a ñ é s , 2 ; Lo que
Luis Ferndndes.—Valladolid 162*50
quieras, i. 'Cotal 5'oo
José Coífa.—Sabadell i75'oo
/t/e»íi. -Recaudado por Novell . . . 49'**S José F u e n / c i . — H o s p i t a l e t de Llobregat. 83*00
Augusto Garc/a.—Sestao 75'oo
Total. . . 433'í>4

• » •

Probablemente antes de aparecer el próximo

n ú m e r o h a b r e m o s enviado ya las 25 p t a s . a
cada preso s<K-¡al de la cárcel de Bilbao.
• • »
H e m o s recibido de Isaac P u e n t e , de Vitoria,
la cantidad de 18*75 p t a s . , destinadas a los
presos de V e r a .
• • •
De la Colonia Penitenciaria del Dueso se nos
h a n remitido diez p t a s . ; cinco el preso José
Aracil y cinco F . Bové.
Di^cen q u e se las h a n enviado un g r u p o lla-
m a d o «Emancipación», no. sabemos de dónde,
y q u e n o las quieren, a u n q u e agradecen la in-
tención.
R o g a m o s se nos diga q u é t e n e m o s que hacer
Notas administrativas
Vitoria, F . V. Recibidas 110 p t a s . ; que dis-
tribuyo como indicas.—i'aníiago de Composte-
la, J. Rk ídem 27 p t a s . p a r a Novela Ideal.—
Madrid, M. R. í d e m 25 ptas. Envié el a u m e n -
to de a m b o s paquetes y las colecciones.—Car-
let. Asensi. í d e m 5 p t a s . E n v i é los libros.—
Alforja, C. S. í d e m 4 ptas.—Segorbe, Q a r n e r .
í d e m 23*50 p t a s . A u m e n t é p a q u e t e de la No-
vela Ideal, envié los n ú m e r o s p a r a coleccione»
y Sembrando Flores en tela.—Bayona, V . B.
í d e m 25 p t a s . Envié las Novelas pedidas y li-
b r o s . — V e n i s s e u x , M. H . í d e m 15 pta$. p a r a
los núms. 28 y 29 de la Novela Ideal.—Pam-
plona. Ú n i c o . í d e m 21*50 p t a s . , q u e a n o t o co-
m o indicas.—Fí/ossar de Dalí, Baronet. í d e m
56 p t a s . Envié l i b r o s ; los que no iban n o los
 40 LA REVISTA BLANCA
teníamos.—Atnalcóllsr, S a n s Galupo. Ídem 14
pesetas. Escribí a Bernal.—Esparraguera, E.
C. í d e m 17-25 p t a s . — Almazara, Claromonlt.
ídem 9*30 p t a s . Envío los n ú m e r o s donde y a
quien indicaste.—^iíidai del Fresser, .\. T . í d e m
17 p t a s . E n t r e g o 2*25 p t a s . a Editorial «Vér-
tice». — Baena, P. .M. í d e m 27*50 p t a s . ; de
• ellas, 1*50 p a r a «Vértice» y 6 p a r a presos. ¿ S e
recibió todo?—Valdefuentes, O l m o s . Id. 10 pe-
setas. Envié paquete de 100 Novela Ideal a S.
M. y c a r t a a ti.—Rubí, Rossell. í d e m 40 p t a s .
Borras, C a n o . í d e m 24*50 p t a s . A u m e n t é a m -
bos p a q u e t e s y envié los libros. Ahora se pue-
den servir ejemplares de Etica.—Arroyomoli-
nos de León, L. O . í d e m 30 p t a s . , 25 p a r a
presos.—Valencia, F . F í d e m 50 p t a s . Envié
las colecciones pedidas.—Alicante, F . A. í d e m
40 p t a s . ¿ S e recibe bien a h o r a ? — L a Coruña,
J . R. í d e m 40 p t a s . Escribo.—Las Palmas,
J . G . í d e m 10 p t a s . Sirvo las suscripciones.—
Córdoba, Ruiz. Idem^ 12 ptas.—Calella, R . C.
í d e m 32 p t a s . — Vendrell, F o n t a n a . Id. 5*50 pe-
setas. — Granollers, G u r g u í . í d e m 26*55 p ' a s .
Envié los a t r a s a d o s de Sovela pedidos.—.4íct-
ra, J. M. í d e m 25 p t a s . Envié los Ultimo Qui-
jote y d e m á s . — L a g u n a de Tenerife, A. G . í d e m
13 p t a s . C o n t i n ú o enviando las 100 Novelas
h a s t a q u e avises. Envié los Sembrando Flores
y los Ultimo Quijote pedidos.^Manzanares, S.
C . í d e m 15*55 p t a s . Envié lo pedido.—Pica-
moixons, J. C. í d e m 13 p t a s . Envié las colec-
ciones pedidas.—Sabadell, M. G> í d e m 56 p t a s .
Envié los Ultimo Quijote, los Renacer, lo»
Sembrando Flores, los Hijos del Amor, Etica
y Palabras de un rebelde, tal como indicaste,
junto con las Novela Ideal a t r a s a d a s . — S a b a -
dell, P o s a s . í d e m 81 p t a s . p o r giro telegráfico.
¿ S o n las de la c u e n t a de J. A . ? Indicarlo.—
Sorbonne, Pontí. ídem 3*75 ptas.—Bruxelles,
G. Arte. ídem 11 p t á s . Repetí el p a q u e t e del
núm. 69, que debic} extraviarse.—Madrid. T . de
la Ll. ídem 50 p t a s . ¿"Para q u é ? — P u e r t o l l a n o ,
S. G. í d e m 10 ptas.—Falces, ]. P. Id. 40 p t a s .
Envié los libros.—Petrel, Planells. Id. i j p t a s .
Envié libro.—Arcos de la Frontera, Saborido.
í d e m 4*30 ptas. — Fernán-Núñet, J. D . ídem
14*75 ptas. Envié lo pedido.—Vimbodf, C a s a -
novás. Ídem 10*25 ?**••—Zuera, S e g u r a . í d e m
31*70 ptas.—Puerto de la Luz, RiveA). Id«m
.30 ptas. Envié las colecciones.—Lyon, C. de
E . S. ídem 24 p t a s . — L a c k a w a n n a , J. R. P.
Ídem 6*67 ptas. Servida la suscripción que in-
d&e* ', pero si e s la Revista, un a ñ o cuesta 12 p e .
fletas.—Biarriit, Florestán. í d e m 5 ptas.—Nar-
hoftne, R. P. Ídem 3*75 ptas.—La Coruja, S.
A. Ídem 90*35 ptas. Algunos de los libro» <]ue
pides han de recibirse de Madrid. Envié lo»
flameros de la Novela Ideal ique te faltaban.—
Sa*, P. C h . ídem 25 ptá».—Alsasua, Gorospe.
Idañi 10 p t a s . — N e n a , B. C . í d e m 80 ptas.
Envié todo lo pedido, sin faltar nada.—Mono'
var, G. M. ídem 39 p t a s . Envié las colecciones
de la Sovela Ideal.—Torrijos, Delgado. í d e m
3 ptas. Servida la suscripción trimestre p a g a d o .
Santander, .\. M. í d e m 28 p t a s . Servidos los
Sembrando Flores v colecciones Sovela Ideal.
Escribí.—Bañólas, Koset. Ídem 15 ptas. Envié
las Soiielas a t r a s a d a s . — L y o n , J. D. .M. Envié
los ocho n ú m e r o s a t r a s a d o s . -Su importe es de
4 ptas. Nos a l e g r a m o s saber de vosotros. - -
Dearborn .\lich, P. P. Recibidas 250 p t a s . Re-
petimos 100 ejemplares del n ú m . 27 de la So-
vela Ideal, c o m o a s i m i s m o los de los n ú m e -
ros 15 y 16, que ya habíamos enviado certifica-
dos. Si al recibir ésta no habéis recibido n ú m e -
ros duplicados, avisad, que reclamaremos. Los
paquetes, c u a n t o mejor envueltos van, peor es,
porque los r o m p e n a la salida de aquí.—.Mie-
res, B. H . Supongo e n ' t u poder todo lo pedido.
Palma del Rio, J . S. C. Supongo en tu poder
los libros.—B»í6ao.-La Peña, J. P. Supongo en
tu poder el l i b r o . — F » " í n o , G. C. A u m e n t é el
p a q u e t e de la Sovela Ideal. Envié las colec-
ciones, los Sembrando Flores, los Hijos del
Amor y Etica.—Blanes, J. B . A su tiempo se
recibieron los sellos. Envié el libro. No fué
a n t e s por n o tener en tela como pedía.—Nueva
York, « C u l t u r a O b r e r a » . Al envío faltan los
dos ejemplares de Trabajo, q u e ya irán. —
Barcelona, «El Productor». J . C , de Alm.i-
zora, dice que esjjera los 10 ejemplares de Pro-
letariado Militante o u n aviso respecto a ello.—
Canet de Mar, J . F . Pueden devolverse y des-
contarse.—/¿uaia<ia, .\. O. í d e m 5S'io p t a s . ;
de ellas, 3*60 p a r a Vida Sindical. Envié los li-
bros.—-Wodrid, M. R. í d e m 40 p t a s . Envié los
libros y d e m á s . — L a yana, R o m e o . í d e m 8 pe-
s e t a s . — S o p u n t o , Pellicer. í d e m 50*10 p t a s . E n -
vié lo pedido.-^Colo/ayud, A. S. í d e m 7*65 pe-
setas. Servido, y gracias por todo. — Borras,
C a n o . í d e m 30*65 p t a s . Envié libros.—Priego
de Córdoba, Antúnez. í d e m i8'6o p t a s . E s t á
b i e n . — 5 a n t o ñ a , Bové. í d e m 5 ptas.—Espiuga
de Francolí, Rull. ídem 3 p t a s . P a g a d o trimes-
tre.—.Wonío/íu de Lérida, J. T . í d e m i8'6o pe-
setas. Servidas suscripciones q u e indica.—5on
Sadurni, Prades. ídem 2 ptas. para Novela
Ideal.—Espluga de FratuoU, Bonet. Id. 3 pe-
setas. P a g a d o trimestre. — Pamplotuí, Único,
í d e m 16*65 p t a s . Servido.— Villajoyosa, Sego-
via. Í d e m 22 p t a s . — T o r t o s a , í d e m 12 p t a s . ;
¿ d e q u i é n ? — U a n e s , Segovia. Ídem 18*50 ptas.
Liria, García. í d e m 7*80 p t a s . Servidos' libros
al S. U . de T.~Miners Milis. C. M. M. ídem
28 ptas^ <p^ anoto como indicáis.—Youngs-
tovm. Peregrino. Ídem i dólar. Aumenté lo»
paquetes.—Titaguas, J. V . S. Recibida» 7*80
pesetas en sello». Pagado 78 Revista y 3 * No-
vela.—Borriol, L. M. Ídem 4 ptas. en sellos.
Pagado trimestre de ambas.—Viüunueva y GeC
irú, Ferrer. ídem 44*85 ptas.