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Amantes suicidas: el tópico del suicidio por amor en el teatro español del Renacimiento
Y, sin embargo, no todos los amantes mueren; algunos prefieren vivir la pena o enfermedad de
amor, como tributo a su amada que el descanso que podría ofrecerles la muerte.
¿Qué lleva, entonces, al enfermo de amor al suicidio? Justamente ese gran pecado que
condena la Iglesia católica: la desesperanza1. No es hasta que el amante pierde toda esperanza de
alcanzar a la amada, ya sea porque ésta ha encontrado otro amante o ya porque ha muerto ella
Analizaremos, en este breve ensayo, tan sólo tres parejas de amantes: Fileno y Zefira de la
Égloga de Fileno, Zambardo y Cardonio (1509) de Juan del Enzina; Plácida y Vitoriano de la
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Es importante resaltar que, después del Concilio de Trento (1545-1563), la condena de la Iglesia Católica a este
pecado se vuelve mucho más severa, al grado de que su tratamiento en la literatura será radicalmente modificado y la
censura no permitirá que se trate con la naturalidad con la que se hace en estas obras.
Amantes suicidas 2
Égloga de Plácida y Vitoriano (1513), del mismo autor, y Roseno y Liria de la anónima Farsa a
manera de tragedia (1537). En cada una de estas obras, encontramos un caso diferente de
suicidio por amor y, como veremos, con diferentes desenlaces cada una.
Cabe partir, para este análisis, recordando a los dos grandes amantes suicidas clásicos,
inmortalizados en las Metamorfosis de Ovidio: Píramo y Tisbe. En que una confusión lleva a
creer a Píramo que su amada ha muerto devorada por una leona, desesperado se traspasa con su
propia espada: “‘[…] pero es propio de un cobarde desear la muerte.’ Coge el velo de Tisbe […]
y, después de que derramó lágrimas y dio besos a la conocida vestidura, dijo: ‘¡Recibe ahora
también el sorbo de mi sangre!’ Y hundió en sus ijares el hierro del que estaba ceñido”.
‘¡Tu mano y tu amor te han perdido, desgraciado! También yo tengo una fuerte
mano para esto solo, también yo tengo amor: él me dará fuerzas para herirme. Te
muerte […]’ Dijo, y tras haber dispuesto la espada bajo su pecho, se lanzó sobre la
lleva a cometer el suicidio. Pero mucho han cambiado las cosas desde que Ovidio escribió esta
historia y ya a principios del siglo XVI el panorama es otro y, como consecuencia lógica, los
motivos que llevarán a los amantes a quitarse la vida serán también otros, así como el papel que
En el caso de Fileno y Zefira, la más antigua de nuestras obras2, tenemos dos elementos
que de entrada resultan de importancia: en primer lugar, Zefira no aparece en escena, sabemos de
su existencia tan sólo a través de las voces de Fileno y de su compañero Cardonio; en segundo
lugar, se nos presenta a Fileno como enfermo de amor durante toda la obra, única de Enzina
escrita por completo en endecasílabos, y la acción es casi nula, reduciéndose al diálogo del
enfermo con dos de sus compañeros en los que busca encontrar consuelo a su pena. De este
modo, la única acción que presenciamos es el suicidio del amante, lo que la trae a primer plano
Inicia la obra:
Zambardo, el primer pastor a quien quiere contarle su pena “porque espero tu sabio
concierto / concierte el reposo que en mí está perdido.” (vv. 55-56), es quien hace alusión por
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Publicada en el Cancionero de todas las obras de Juan del Enzina de 1509.
Amantes suicidas 4
sin embargo, el cansancio vence a Zambardo, quien se queda dormido y no logra escuchar las
El amante, describe, entonces, a Zefira, que, muy acorde con la referencia mítica es:
Seguirá un debate entre los pastores sobre la crueldad y bondad de las mujeres, pues Cardonio,
que ama a Oriana y es correspondido, las defenderá de los ataques de Fileno, cada uno, utilizando
Sin embargo, no es, sino hasta el verso 4933, que sabemos el motivo del gran dolor de
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La obra consta solamente de 704 versos, lo que hace que este fragmento se encuentre ya muy cerca del final.
Amantes suicidas 5
deseo de muerte.
Tan justa demanda, ¿por qué me la niegas?” (vv. 514-515), culpará al dios Amor de su pena:
XVI, la cual, aunque pretridentina, no puede pasar por alto que el suicidio condena el alma, por
Por último, cabe anotar que esta obra es la única de Enzina que no termina con un
villancico, según la convención del género que se está formando, sino que la obra cierra, muy en
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concordancia con el tono trágico de la égloga, con el epitafio que hace Zambardo en la hermita
presenta gran cantidad de diferencias con respecto a las otras obras. Para empezar, es necesario
enfatizar que es la primera obra del teatro renacentista español4 en que una mujer: Plácida,
aparece de manera protagónica, no es tan sólo amada sino que es activamente amante, hasta el
punto en que será ella la que inicie la obra, la que se queje del desprecio de su amante y,
finalmente, se dé muerte.
Hay dos monólogos de Plácida en la obra, el primero, que da inicio a la Égloga mantiene
dos de los elementos que ya aparecían el el discurso de Fileno: la invocación de la muerte como
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Aunque sí consideramos la Tragicomedia de Calisto y Melibea un texto dramático, ya que pertenece a la tradición
de la comedia humanística, no la consideramos como parte del teatro aquí analizado pues pertenece a otra línea
evolutiva.
Amantes suicidas 7
por me haver!
[…]
ni ventura,
¡O traidor!
te lo digo:
Amantes suicidas 8
a los que se agrega el tema de la Fortuna adversa. En el segundo, que será el que preceda a su
muerte, se repite la invocación a la muerte “ven ya, muerte, / acaba mi mala suerte / con un fin
muy lastimero” (vv. 1237-1239) y se compara con Iseo, quien, al ver morir a su amado Tristán en
ni la fe ni causa mía,
Coraҫón,
puede interpretar como símbolo de que es él la causa de su muerte, como ella misma dice:
Huelga ya,
A sabiendas olvidaste,
y aparejo me dexaste
y, una vez más, el temor de la condenación no consigue detenerla de usar el dicho puñal para
darse muerte: “aunque vayas al infierno / ternás pena, mas no dudo” (vv. 1286-1287). Amor, una
vez más, es culpado pues el sacrificio que pide a sus súbditos, así como el galardón que les otorga
es la muerte:
Ve, mi alma,
Vitoriano, el amado, arrepentido de haber dejado a Plácida –los motivos nunca se aclaran
por completo–, decide volver a ella tan sólo para encontrarla muerta, con su propio puñal en el
pecho. Es aquí él quien quiere darse muerte por seguirla, como hizo Tisbe por Píramo, pero, en el
discurso previo a su muerte, no sólo reconoce el suicidio como pecado sino que acepta
rómpase mi coraҫón
invocar a su madre: la diosa Venus: “Pues Cupido / siempre me pone en olvido, / a Venus hago
oración.” (vv. 2297-2299). Y es a ella a la que encomienda su alma, al tiempo que se queja de su
ciego hijo, y recuerda a las dos parejas de amantes trágicos que impregnarán todo el
A ti quiero y a ti llamo,
que tu hijo
tú, señora,
Esta diferencia será trascendental, pues como en los Milagros de Berceo la Virgen
intercederá con su hijo Jesucristo a favor de los que la invocan, aquí la madre es también la que
en un deus ex machina extraordinario detiene el suicidio del amado: “¡Ten queda la mano, ten!”
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(v. 2315) y, con la ayuda de Mercurio, devuelve la vida a Plácida, quien recuerda haber estado en
y al infierno me llevaron,
No me queda
Farsa a manera de tragedia. En esta obra, es en la primera en que se presenta a los amantes
como parte de un amor “ilícito”, y digo “ilícito” porque, aunque Liria está casada con Gazardo –
matrimonio arreglado por el hermano de ésta, Carlino, ya que Gazardo a pesar de rústico es rico–
más que la honra, la riqueza de su cuñado, envía una carta a Torcato, pretendiendo ser Liria, en la
que le dice que ha consumado el matrimonio con su marido, que ha perdido el interés en él y ha
confesado a su hermano y esposo los planes que tenían de verse en secreto, y, como despedida, le
Torcato lee la carta y, creyendo que la autora es realmente su amada, pues habían
discutido casi al final del auto anterior, decide, en lugar de huir, que era lo que quería Carlino,
darse la muerte:
Se queja de la mudanza de la mujer y de las palabras engañosas de Liria cuando le decía que lo
amaba, y continúa
[…]
y como no se cerró
he me todo desangrado.
Como vemos, la reacción de Torcato ante el desprecio de su amada fue tan repentina, que,
a diferencia de los amantes que vimos anteriormente, no es hasta que está muriendo que se da
cuenta del pecado de desesperanza que comete. Vemos, entonces, que, si bien deseaba la muerte,
tuvo tiempo de pensar las consecuencias de su acción, como dirá en la carta que escribe a Liria
me vinieran a acabar,
por no yr desesperado.
en donde se aclara que deseaba la muerte, pero no condenarse; detalle que no importará a Liria,
quien, ignorante de la carta que Carlino escribió en su nombre, recibe la noticia de la muerte de
su amado, junto con la carta escrita en sangre y, al ver el cuerpo ensangrentado de Torcato, no
venganҫa de tu malhecho,
yo de mí la tomaré,
que de ti no me libré,
No falta, por supuesto la alusión a nuestros Píramo y Tisbe, en este caso en boca de
¡O leales amadores
En la vida no menores,
suicidio no se da, como en el caso de Píramo, por la creencia de la muerte del otro, sino por
aquello que Lope condenará tanto en las mujeres: la mudanza. Fileno se da muerte pues Zefira lo
ha trocado por otro, Plácida porque Vitoriano se ha mudado, Torcato porque cree que Liria se ha
mudado y ha decidido regresar con su esposo; este último caso es el único en que tenemos la
muerte de la pareja, pues –en el caso de Vitoriano, la invocación a la diosa Venus, tal vez
representación mítica de María, lo detiene– no existe tal mudanza, todo es un engaño, una treta
planeada por Carlino, pero cabe aclarar que no es lo mismo que sucedía en el mito ovidiano, pues
Píramo cree a la amada muerta por las señales que interpreta de manera funesta, en el caso de
Torcato, éste cree a su amada mudada por una carta que rescibe firmada por ella y que no tiene
Podemos, también, comenzar a esbozar una teoría sobre la estructura del discurso que
antecede al suicidio, pues hemos visto la repetición de la invocación de la muerte, pues se desea
su pronta llegada; la maldición al dios Amor por ser el causante de los males, por lo general
reconocimiento de que el acto que están por cometer condenará su alma y algunos otros
principio entre Ovidio y el Renacimiento español, hay un gran elemento que hay que resaltar: la
llegada de la Iglesia católica y, con ella, el problema del suicidio como pecado de desesperanza, a
lo que se aúna la concepción del dios Amor, como representación del amor profano, también
degradado en los ojos de la Iglesia en oposición al divino. Vemos que, en Píramo y Tisbe, el
suicidio se trata como la solución natural al problema y que se ensalza a amor en el último
momento, recordemos que Tisbe dice “yo también tengo amor” para seguirte, en tanto que, en el
Amantes suicidas 17
tantos males.
La ideología en torno al suicidió volverá a cambiar, se recrudecerá unos años más tarde,
tras el concilio de Trento, y, por eso, Góngora, medio siglo después, le dirá a este gran amante,
utilizado como ejemplo y modelo en el Renacimiento, Píramo, después de que se atraviesa con la
espada:
Referencias
Encina, Juan del. Teatro completo. Ed. M. A. Pérez Priego. Madrid: Cátedra, 1991.
Farsa a manera de tragedia. Ed. H. A. Rennert. Valladolid: Viuda de Montero Ferrari, 1914.
Frenk, Margit. Nuevo corpus de la antigua lírica popular hispánica, siglos XV a XVII. México:
UNAM - El Colegio de México - FCE, 2003.
Góngora, Luis de. Antología poética. Ed. Antonio Carreira. Barcelona: Crítica, 2009.
Ovidio. Metamorfosis. Ed. y trad. C. Álvarez y R. M. Iglesias. 8ª ed. Madrid: Cátedra, 2007.