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La importancia de las relaciones sexuales y el papel del deseo aparecen muchas veces en el
Génesis.
Desde los escritos de Pablo de Tarso a los de Agustín de Hipona y Tomás de Aquino y a
través de la labor actual de la organización fundamentalista estadounidense Coalición
Cristiana sectores de la iglesia cristiana han intentado controlar, definir y limitar la
expresión sexual. Es claro que el dualismo mente/cuerpo, que caracteriza a mucho del
pensamiento cristiano, es el sesgo a través del que la Biblia y las tradiciones eclesiales son
utilizadas para limitar la experiencia de la gente, la expresión de su sexualidad, y asimismo
para promover sistemáticamente la opresión de la sexualidad.
Sin embargo, estas mismas herramientas teológicas pueden ayudar a hacer manifiesta una
teología sexual revisada.
LA BIBLIA HEBREA
La Biblia Hebrea (también conocida como Antiguo Testamento) está llena de relatos sobre
temas sexuales. El libro del Génesis incluye más de 30.
La fertilidad se alude en el Génesis como un don de Dios. Sus primeras palabras para la
gente son "Sed fecundos y multiplicaos" (Génesis 1:28). Sin embargo, las matriarcas de la
Biblia Hebrea son inicialmente infértiles: "Dios escoge a tres mujeres infértiles y a una
mujer [Lía] que no era deseable para su esposo para dar a luz a los niños que heredarían
el convenio". La intervención directa de Dios ayuda a estas mujeres a concebir. Sara tiene
su hijo a los 90, luego de una vida de infertilidad (21:2).
La Biblia Hebrea también incluye dos relatos en los que la mujer infértil arregla que sus
esposos tengan hijos con otras mujeres: Sara envía a Abraham a tener sexo con Agar (16:2),
y Raquel dice a Jacob "únete" a su criada Bilhá para poder tener hijos a través de ella
(30:3).
El Génesis habla sobre los genitales y las funciones corporales. Dios pide a los antiguos:
"os circuncidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la alianza entre yo y
vosotros" (17:11). La circuncisión asegura que la "alianza esté en vuestra carne como
alianza eterna" (17:13). En 1970, el teólogo y consejero matrimonial David Mace escribió
que el pene fue escogido para alojar esta marca debido a que es la parte más santa del
cuerpo: "Fue con este órgano especial que él se convirtió, en un sentido especial, en
colaborador de Dios".
Y habla francamente de la menstruación. Los escritores sabían que el fin de la menstruación
era semejante al término de la fertilidad (Génesis 18:11).
La Biblia, sin embargo, no contiene los mensajes sexuales negativos que la gente asume
que contendría. Por ejemplo, Sodoma y Gomorra no es un relato contra las relaciones
sexuales mutuamente consentidas entre adultos del mismo género. Más bien el pecado tiene
que ver con la falta de hospitalidad y la violación en grupo. De manera semejante, el
pecado de Onán no es por la masturbación, sino por su ignorancia de la ley levítica que
indicaba que debía procrear con la esposa de su hermano muerto. Onán no se masturba para
evitar la procreación: practica el coito interrumpido, pues "Onán sabía que aquella
descendencia no sería suya y así, si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a
tierra evitando así dar descendencia a su hermano" (Génesis 38:9), algo que
aparentemente realizó con alguna frecuencia.
RELACIONES HOMOSEXUALES
La Biblia contiene solamente cuatro versículos que aluden a las relaciones sexuales entre
personas del mismo sexo: dos en el Levítico y dos en el Nuevo Testamento. El Levítico
dice: "No te acostarás con varón como los que se acuestan con mujer; es una
abominación" (18:22), y "Si un varón se acuesta con otro varón, como se hace con una
mujer, ambos han cometido una abominación: han de morir; su sangre sobre ellos".
(20:13). La misma escritura dice que maldecir a madre y padre se castiga con la muerte
(20:9), e igual se castiga tener sexo con la mujer del vecino (20:10), con la del padre de uno
(20:11), con la nuera (20:12), con una mujer y al mismo tiempo con la madre de ella
(20:14), o con un animal (20:15-16). Otras acciones, que se castigaban con el exilio de
acuerdo al Levítico, son ver desnudos a los familiares y tener sexo durante la menstruación
(20:17-21).
En el Nuevo Testamento los pasajes iniciales de romanos condenan las prácticas paganas.
Luego se denuncia el sexo con alguien del mismo género: "Por eso los entregó Dios a
pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la
naturaleza" (1:26), "igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se
abrazaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre,
recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío" (1:27). Además, los versículos
del Corintios (6:9-10) y del Timoteo (1:10) hacen equivaler "Ni impuros, ni idólatras, ni
adúlteros, ni afeminados [en realidad, prostitutos masculinos rituales, N. del T.] ni
homosexuales" con otros pecadores: "ni ladrones, ni avaros, ni borrachos ni ultrajadores,
ni explotadores [Biblia de Jerusalén, 1998]" . Sin embargo, estos dos libros nunca ofrecen
definiciones para estos términos.
Así resulta, en el mejor de los casos, inexacto usar la escritura para condenar las relaciones
sexuales entre personas del mismo sexo que sean consensuales y comprometidas. El hecho
de que solo cuatro versos traten este tema significa que era de una importancia
relativamente pequeña para los autores. En contraste, hay más de 10 prohibiciones en el
Levítico contra las relaciones sexuales durante la menstruación, y 17 versos sobre cómo
hacer una ofrenda de grano.
La mayoría de los teólogos modernos creen que estos pasajes sobre hombres que tienen
sexo con otros hombres en realidad se relacionan con cultos extranjeros cercanos (Levítico
20:22-23) que practicaban la prostitución sagrada para lo que frecuentemente utilizaban
prostitutos masculinos durante sus prácticas religiosas.
La prostitución era una parte aceptada de la sociedad urbana durante los tiempos bíblicos
(véase Reyes 22:38, Isaías 23:16, Proverbios 7:12, y 9:14); en cambio la prostitución ritual
era condenada claramente. El Deuteronomio (23:18) y Números (25:1-3) contienen varias
prohibiciones contra esta clase de prostitución, pero ninguna contra las prácticas sexuales
con gente del mismo sexo. Muchos teólogos creen que el Levítico se refiere solamente al
uso de prostitutos sagrados, una práctica que no había sido completamente erradicada del
Templo hasta las reformas de Josías (1 Reyes 15:12 22:45; 2 Reyes 23:7).
Hay algunos pasajes poco citados de la Biblia que reconocen el contacto sexual y el amor
entre hombres. Por ejemplo, Abraham pide a su siervo que pronuncie un juramento y le
dice: "pon tu mano debajo de mi muslo" (Génesis 24:2). David, al hablar de Jonatán, dice:
"...[tú me has sido] en extremo querido, tu amor fue para mí más delicioso que el amor de
las mujeres" (2 Samuel 1:26). En efecto, Jonatán y David parecen enamorarse a primera
vista: "En acabando de hablar David a Saúl, el alma de Jonatán se apegó al alma de
David, y lo amó Jonatán como a sí mismo" (1 Samuel 18:1). Y posteriormente, "Jonatán,
hijo de Saúl, amaba mucho a David" (1 Samuel 19:1).
El Cantar de los Cantares celebra el amor erótico entre un hombre y una mujer en una
relación notablemente mutua. Marcia Falk, en el "Comentario Bíblico Harper", dice que la
"la mujer habla tan asertivamente como el hombre, al iniciar la acción por lo menos con la
misma frecuencia; los hombres son libres de ser tan amables y suaves, tan vulnerables,
incluso tan tímidos como una mujer. Los hombres y las mujeres se elogian de manera
similar por su belleza y sensualidad, y a veces se usan frases idénticas para describir a los
amantes de ambos géneros".
"Mi amado metió su mano por el hueco de la cerradura; mis entrañas se estremecieron.
Me levanté para abrir a mi amado, mis manos destilaron mirra, mirra goteaban mis dedos,
en el pestillo de la cerradura"... (5:4-5). "¡Qué bella eres, qué hermosura, amor mío, qué
delicia! Tu talle es como palmera, tus pechos son los racimos; pienso subir a la palmera,
voy a cosechar sus dátiles; serán tus pechos racimos de uvas, tu aliento, aroma de
manzanas, tu paladar, vino generoso"... (7:6-9).
Es interesante que, después del Génesis y los Salmos, el Cantar de los Cantares fue el libro
más frecuentemente expurgado del Viejo Testamento en la Edad Media. Denys Turner, en
"Eros y alegoría" observa esta ironía: "los varones célibes, sacerdotes y monjes por siglos
han descrito, expresado y celebrado su amor por Dios en el lenguaje del sexo".
Algunos teólogos antiguos prevenían contra este texto: Dionisio el Cartujo, por ejemplo,
advertía de que el Cantar de los Cantares no debería ser leído por nadie menor de 30, y que
solamente la gente "reformada y purificada del deseo sexual" no resultaría dañada por su
lectura.
EL NUEVO TESTAMENTO
El Nuevo Testamento incluye poca discusión sobre asuntos de sexualidad. Sin embargo, la
Primera Epístola de Pablo a la Iglesia de Corinto (también conocida como 1 Corintios) los
trata prolijamente. De hecho, contiene muchos de los temas de los programas de educación
sexual vigentes actualmente y puede considerarse como una forma de instrucción sexual
para el siglo primero.
Pablo trata brevemente sobre la anatomía, las familias, la crianza infantil, los valores, la
toma de decisiones, la comunicación, la autoestima y autoconfianza, el comportamiento
sexual compartido y el deseo sexual. También proporciona amplia información sobre los
cuerpos, el amor, el matrimonio, los roles de género, la sexualidad y la sociedad, la ley y la
religión. Reconoce la sacralidad del cuerpo y de las relaciones sexuales, refuerza la noción
de que el deseo sexual es parte de la vida y respeta la importancia del placer mutuo e
igualitario, y de la responsabilidad en las relaciones íntimas. También afirma positivamente
al matrimonio y ofrece una brillante descripción del amor.
Pablo creyó que el "cuerpo es templo del Espíritu Santo" (6:19). También reconoció el
carácter sagrado de todas las partes del cuerpo: "...Dios puso cada uno de los miembros en
el cuerpo según su voluntad. Si todo fuera un solo miembro, ¿Dónde quedaría el cuerpo?
Por tanto, muchos son los miembros, más uno el cuerpo" (12:18-20). Aunque,
desdichadamente, marca una diferencia entre las partes más o menos honorables del cuerpo,
afirmó que "...para que no hubiera división alguna en el cuerpo, sino que todos los
miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros" (12:25).
Corintios 6:12-20 no debe leerse como una condenación de todas las relaciones sexuales,
como algunos teólogos creen deducir. Más bien afirma que la sexualidad tiene la capacidad
de ejercer un gran efecto sobre nuestra vida. Muchos estudiosos han escrito que "porneia"
no debería traducirse como "fornicación", sino como inmoralidad sexual, como se entiende
en la Torá o Pentateuco. Pablo instaba a los cristianos a evitar el uso de prostitutas en
especial de las rituales debido a que el acto físico del coito implica la santidad de hacerse
"una carne". En palabras de William Countryman, Pablo "consideraba al deseo sexual
como un apetito natural, aunque uno demasiado central para la identidad humana como
para tratarlo casualmente".
Pablo reconoció que los adultos experimentan deseo sexual. El sintió que la gente tenía la
capacidad de tomar decisiones sobre sus sentimientos sexuales, que no eran incontrolables,
y que deberían ser reconocidos y llevados a la práctica solamente en la medida en que
apoyen los valores de uno (7:36-8).
No sugirió solo abstinencia, ni celibato para todos. El creía que abstenerse
permanentemente de las relaciones sexuales era un don especial: "Quisiera que todos
fueran como yo: más cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera;
otros de otra" (7:7). En una admisión sorprendente, declara que su creencia personal en el
celibato no proviene de Jesús ni de Dios: "Acerca de la virginidad no tengo precepto del
Señor" (7:25).
Pablo afirma continuamente al matrimonio como el contexto para las relaciones sexuales e
insiste en la reciprocidad de los roles. "Que el marido cumpla su deber con la mujer; de
igual modo que la mujer con su marido. No dispone la mujer de su cuerpo; sino el marido.
Igualmente el marido no dispone de su cuerpo; sino la mujer" (7:3-4).
Los integrantes de la pareja tienen derecho a esperar relaciones sexuales de manera regular:
"No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo..." (7:5).
Sin duda, hay una necesidad urgente de una nueva teología sexual que ayude a la gente a
reconocer el valor de la sexualidad. El teólogo James Nelson ha afirmado elocuentemente
los objetivos de tal teología: "Será fuerte y positivamente afirmadora de la sexualidad, en
el entendimiento de que el placer sexual es un bien moral que se arraiga en el valor
sagrado de nuestra sensualidad y poder erótico, y no necesita de justificación alguna a
trevés del potencial reproductivo. Se basará en el respeto por nosotros mismos y por la
integridad corporal del otro, y nos ayudará a defendernos contra violaciones sexuales
comunes de esa integridad. Celebrará la fidelidad en nuestros compromisos, sin
prescripciónes legalistas sobre las formas precisas a las que deba atenerse esa fidelidad.
Será una ética cuyos principios se apliquen igual y sin dobles estándares a personas de
ambos géneros, de todos los colores, edades, condiciones corporales, y orientaciones
sexuales".