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La bohemia es así

Juan Forn
Página 12

En 1789 había en París tal cantidad de escritores que un censo de la época registra “672 poetas en estado de
indigencia”. Muchos de los escritores que no lograban abrirse paso hacían las valijas y probaban suerte en
cualquier otra parte donde se venerara la lengua francesa. Voltaire se había ido a Moscú, Rousseau a Ginebra,
pero Londres era la ciudad que congregaba más escritores franceses en el exilio. De hecho, muchos de los que
conformaban aquella diáspora no eran escritores antes de salir de su país; alcanzaba con tener un mínimo
manejo de la pluma para dedicarse al oficio: podía ser un cura que hubiese dejado los hábitos por una doncella
de su parroquia, un oficial del ejército que hubiese desertado por deudas de juego, un administrativo que
hubiese huido con la caja chica de su patrón. Todo exiliado francés probaba suerte como escritor en Londres,
y no por la gloria sino por el dinero.

Me explico: había en Londres por esa época, en el patibulario distrito de Cripplegate, una calle llamada Grub
Street donde se concentraban los talleres de impresión más fenicios de la ciudad. Estos talleres cobraban y
tardaban mucho menos que un impresor serio en hacer un libro y estaban convenientemente fuera de la
jurisdicción del paranoico Ancien Régime francés, de manera que imprimían y enviaban clandestinamente a
Francia toneladas de libelos, escritos a toda velocidad sobre las mesas de las tabernas de Grub Street por una
pandilla de malandrines devenidos poetastros y novelistas de ocasión. Los que tenían más éxito eran las
“chroniques scandaleuses”: biografías sobre personajes públicos que combinaban chismes más o menos
ciertos con anécdotas apócrifas. Cómo serían de molestos aquellos libelos para la corte francesa que el
canciller Maupeou terminó viajando a Londres a entrevistarse con el más exitoso de los libelistas, un tal
Théveneau de Morande (autor de Memorias secretas de una mujer pública, sobre Madame DuBarry, la amante
de Luis XV), a quien convenció de no escribir más, a cambio de una renta vitalicia de cuatro mil libras
anuales.

Muy pronto, la industria del libelo quiso convertirse en la internacional del chantaje. En lugar de inundar París
de copias, ahora se enviaba sólo una a las oficinas de Quai d’Orsay y se esperaba la oferta (el imprentero era
el encargado de la negociación). Théveneau de Morande, en tanto, se había pasado al bando de la monarquía:
ahora se dedicaba a informar secretamente a París quiénes tenían más o menos adelantado un libelo contra
quién. Luego convencía al libelista de negociar él mismo el “anticipo” en lugar de permitir que el imprentero
lo esquilmara. Y finalmente daba su zarpazo rastrero: conseguía al libelista una cita con emisarios del
canciller. Pero esa cita debía hacerse del otro lado del canal, en Boulogne-sur-Mer. En cuanto los libelistas
ponían pie en suelo francés, eran arrestados y enviados a la Bastilla.

Así fue como cayó el más atrevido de todos ellos, un borracho pendenciero llamado Gédéon Lafitte,
autotitulado Marqués de Pelleport. Lafitte estuvo cuatro años preso en la Bastilla, en la misma época que el
Marqués de Sade. Igual que el Marqués, tenía permitidos la tinta y el papel. A diferencia del Marqués, no se
hizo nunca el loco. Cuando logró salir pocas semanas antes de la Revolución, en 1789, llevaba un libro bajo el
brazo, escrito durante su cautiverio: una novela titulada Les Bohémiens que, en cuanto salió de prisión,
intentó sin suerte publicar y, cuando los ánimos revolucionarios amainaron un poco, logró por fin que se la
editaran, pero sin pena ni gloria. Nadie, nunca, desde entonces hasta ahora, le prestó la menor atención a Los
bohemios. Pasaron más de doscientos años de absoluto silencio. El libro nunca se reeditó, ni se tradujo, ni
nada. De hecho, hoy quedan sólo seis copias, nada más que seis ejemplares ubicables en todo el planeta de
aquella edición. Y así hubieran seguido, durmiendo el sueño de los justos hasta que se convirtieran en cinco,
cuatro, tres, dos y al fin no quedara ni una sola evidencia de que alguna vez existió en el mundo una novela
llamada Los bohemios, escrita por un tal Gédéon Lafitte, en una celda vecina a la del Marqués de Sade en la
Bastilla, en los cuatro años anteriores a la Revolución Francesa... de no ser por Robert Darnton.

Darnton es un grano en el culo para los historiadores franceses: heterodoxo de Harvard, lector infatigable,
amigo del alma de Pierre Bourdieu, se la pasa haciendo descubrimientos que sus pares galos tenían delante de
las narices y no supieron ver (recomiendo un libro suyo llamado La gran matanza de gatos y otras historias de
la cultura francesa). Darnton asegura que Los bohemios es una cruza del Quijote de Cervantes con el Cándido
de Voltaire, del Tristram Shandy de Sterne con Los 120 días de Sodoma de Sade. Pero lo que más ha
revolucionado el apacible ambiente de la historia es que, según Darnton, el libro de Lafitte sería el que
impuso la palabra “bohemia” como sinónimo de la vida disipada del artista... cien años antes que La Bohème,
la ópera de Puccini, y cincuenta años antes que Escenas de la vida de bohemia, el folletín de Henri Murger en
el que se basó Puccini para su ópera.

Esta afirmación toca un nervio porque hay un feudo feroz a ambos lados del Canal de la Mancha para dirimir
quién “inventó” la bohemia. Los franceses se apoyaban hasta ahora en el folletín de Murger (quien a su vez
habría copiado sus personajes de la novela Ilusiones perdidas de Balzac, publicada en 1834). Los ingleses, por
su parte, sostienen que la bohemia había empezado a practicarse por lo menos medio siglo antes que Balzac, y
que sus oficiantes iniciales eran los habitués de las tabernas de Grub Street (de hecho, en inglés hoy se les
dice Grubstreet a los aciagos y mal pagos primeros tiempos de un escritor). Pues bien, la novela de Lafitte
cuenta la historia de una pandilla de hombres de letras marginales, expulsados de su país de origen, que viven
de su ingenio y a la deriva, estafando y sodomizando a todo el que pueden y, entretanto, propinando al lector
delirantes discursos reivindicativos del oficio de escribir. Descaradamente autobiográfico, individualista a
ultranza, enemigo de toda consigna que no sea la disipación, Lafitte nunca menciona Grub Street, pero
evidentemente la retrata. Y, según Darnton, liquida para siempre la discusión sobre la bohemia: es cierto que
los franceses la inventaron... pero para practicarla debían irse a Londres, porque en París no se podía ser
bohemio. Quizás esa tocada de culo simultánea sea la razón por la cual, hasta ahora, Los bohemios no se ha
publicado (ni hay señales de que vaya a publicarse) en francés ni en inglés. A Darnton no le importa: el mes
pasado prologó una traducción al holandés publicada en Amsterdam, la única ciudad de Europa capaz de
bancarse la pluma de Gédéon Lafitte, Marqués de Pelleport, libelista de Grub Street, fundador de la bohemia.
Los Bohemios. Anne Gédéon Lafitte, marqués
de Pelleport.
Posted in Libros by Alguien on 3 febrero 2010

Los Bohemios. Anne Gédéon Lafitte, marqués de Pelleport. Global Rhythm Press Traductor: Gabriel
Hormaechea. Páginas: 292. Febrero 2010. PVP: 21 €.

Texto original: Robert Darnton, The New York Review of Books. Fuente y traducción: ABCD.es

“Mientras el marqués de Sade redactaba Los 120 días de


Sodoma en la Bastilla, otro marqués no menos libertino escribía en una celda próxima una novela
igualmente escandalosa, un relato también rebosante de sexo e improperios, aunque mucho más
revelador con respecto a la situación de los escritores y la escritura misma. Pero ese vecino de
Sade, el marqués de Pelleport, es hoy un perfecto desconocido, y su novela, Los bohemios, se ha
diluido en la memoria: sólo media docena de copias sobreviven en bibliotecas de varios países.
Con esta edición sale, pues, a luz una obra fundamental del libertinismo dieciochesco olvidada
desde 1790 y se abre una ventana al mundo de los poetas miserables, los aventureros literarios,
los filosofastros y los plumíferos de Grub Street. Estamos ante un relato que muestra a los
primeros bohemios más de un siglo antes de La bohème. [...]

Naturalmente, «Grub Street» (la expresión y el entorno) se refiere a Londres. La calle misma (que
estaba en Cripplegate, un sórdido distrito infestado de delincuentes) había atraído a escritorzuelos
de toda laya desde la época isabelina [...]. ¿No había algo comparable en París? Ciertamente sí:
París contaba con un censo de plumíferos aún mayor, pero estaban dispersos en buhardillas por
toda la ciudad, no concentrados en un único barrio [...].

[...] Tal vez esté sucumbiendo al hechizo de mi propia hipérbole: como he encontrado una novela
en dos volúmenes publicada en 1790 con el título de Los bohemios, tal vez quiera creer que se
trata de una obra maestra. Un juicio menos vehemente la calificaría de novela extraordinaria,
escrita con ingenio y brío, pero más significativa por su retrato de la vida literaria durante el Antiguo
Régimen que por su valor estrictamente literario. [...] Después de reconstruir la vida del autor,
considero que es uno de los personajes más interesantes con que me haya topado en los archivos.
Anne Gédéon Lafitte, marqués de Pelleport, era, según quienes lo conocieron, un sinvergüenza,
un réprobo, un granuja, un provocador. Tenía gran encanto y seducía a quienes se cruzaban en su
camino dejando un reguero de miseria y sufrimiento por donde pasaba. También él vivía en la
pobreza porque su familia lo había desheredado y dependía de su habilidad y su pluma para
escapar de la miseria. Era un aventurero que pasó la mayor parte de su vida vagando de un lugar a
otro. Su itinerario siguió las rutas que conectan la calle Grub de París con la Grub Street de
Londres, y la novela nos ofrece una visión picaresca de esos caminos. [...]

La Grub de París tenía muchas bocacalles que conducían a Bruselas, Ámsterdam, Berlín,
Estocolmo, San Petersburgo y otras ciudades que contaban con versiones locales de la cultura
representada por Grub Street. Cuando veían su carrera bloqueada, su alquiler impagado o una
orden de encarcelamiento suspendida sobre sus cabezas, los escritores parisinos dejaban la
ciudad para buscar fortuna en lugares donde pudieran explotar la fascinación europea por todo lo
francés. Hacían de preceptores, traducían, difundían panfletos, se metían a periodistas,
emprendían proyectos editoriales o promocionaban cualquier moda parisina, ya fueran gorros o
libros. La mayor colonia de expatriados estaba en Londres, ciudad donde antes habían buscado
refugio desde los perseguidos hugonotes hasta el joven Voltaire. Allí también había surgido una
escuela de periodismo viperino [...]. Los refugiados franceses aprendieron algunos trucos del oficio
en la prensa británica, pero también perfeccionaron un género propio: el libelo, es decir, el relato
escandaloso sobre la vida privada de las grandes figuras de la corte y la capital. [...]

Los lectores franceses habían disfrutado durante décadas con todo tipo de revelaciones sobre la
vida privada de las figuras públicas sin que ello provocara reacciones hostiles al gobierno. Sin
embargo, la grave crisis política que se desata a partir de 1770 explica el cambio de actitud de las
autoridades ante los libelos: a partir de esa fecha se los considerará muy peligrosos. [...] Una
calumnia bien dirigida dañaba el delicado sistema de relaciones de protección y clientela que
articulaba el poder político en la corte de Versalles.

Buena parte de las calumnias venía de Londres. Uno de los


primeros y más notorios libelos, Le Gazetier cuirassé [El gacetero acorazado, 1771] fue escrito por
Charles Théveneau de Morande, el libelista más importante en la colonia de expatriados. Su
principal víctima era el canciller Maupeou y conseguió mancillar la reputación de personalidades de
la corte y la capital con tan gran efecto que, cuando Morande anunció su siguiente título (un ataque
a Mme du Barry, amante de Luis XV, titulado Memorias secretas de una mujer pública), el gobierno
recurrió a medidas extremas. Primero intentó secuestrar o asesinar a Morande, y cuando la
conspiración fracasó decidió comprarlo. Enviaron a Beaumarchais a negociar con él y, después de
una serie de intrigas barrocas dignas de Fígaro, Morande aceptó suprimir la edición por la
estupenda suma de 32.000 libras y una pensión anual de 4.800. Los otros libelistas siguieron su
ejemplo inmediatamente. En lugar de limitarse a escribir para atender la demanda de literatura
escandalosa, transformaron la producción de libelos en una operación de chantaje. Morande se
retiró del libelismo para dedicarse a la carrera aún más lucrativa de espía para el gobierno francés,
actividad que le dio la oportunidad de denunciar a sus antiguos colegas.

El principal sucesor de Morande fue Pelleport, que no era menos indecente pero tenía bastante
más talento. [...] Invitó al gobierno francés a pujar por una serie de libelos que prometía destruir si
el precio era adecuado. Se trataba de Los pasatiempos de Antonieta, un relato sobre la vida
sexual de la reina; Los amores del visir de Vergennes, un ataque similar dirigido al ministro de
Exteriores; y Las cenas y noches íntimas del Palacete Bouillon, que revelaba las orgías
organizadas por la princesa de Bouillon y sus criados con el que fuera su pareja, el marqués de
Castries, ministro francés de Marina durante la guerra americana. No ha sobrevivido ninguna copia
de las dos primeras obras, tal vez porque Pelleport se limitó a inventar los títulos con la intención
de escribirlas sólo si el gobierno francés ofrecía suficiente dinero. Sí imprimió, en cambio, Las
cenas íntimas [...], obra a la que siguió otra mucho más dañina, El diablo en la pila de agua bendita
[...]. Evitando ciertos nombres y datos comprometidos, Pelleport exaltaba a los escritores
expatriados como campeones de la libertad [...]. El elenco de villanos incluía al comisario general
de la policía de París, los ministros más poderosos de Versalles y Morande, el más importante de
sus agentes en Londres.

Pero Morande se llevó al final el gato al agua porque consiguió unas galeradas de El diablo en la
pila de agua bendita que contenían correcciones hechas a mano por el mismo Pelleport. Las envió
a las autoridades francesas como prueba de [...] que Pelleport se había convertido en el jefe de las
actividades libelistas de Londres; si el gobierno conseguía agarrarlo y abandonaba su política de
ceder al chantaje, daría un golpe definitivo a esa industria. Utilizando como intermediario a Samuel
Swinton, propietario del Courrier de l?Europe, la policía tendió una trampa a Pelletier atrayéndolo a
Boulogne-sur-Mer. El 11 de julio de 1784 lo encerraron en la Bastilla [donde pasaría] cuatro años y
tres meses, un período inusitadamente largo. Los pocos documentos que han sobrevivido de esos
años en los archivos de la fortaleza sugieren que la policía consideraba a Pelleport una gran
captura como responsable de los ataques más escandalosos a la corte. [...]

Pelleport desaparecería en la oscuridad [...] salvo por una excepción: en el Bulletin du bibliophile de
1851, Paul Lacroix, autoridad en literatura francesa del XVIII, escribió una breve nota sobre el
último libro de Pelleport, una «novela filosófica y satírica, totalmente desconocida cuyos copias
fueron destruidas casi en su totalidad por el impresor». [...]

Pese a la predicción de Lacroix, ningún estudioso de la literatura francesa ha prestado atención a


esta obra extraordinaria, esta «obra maestra de un desconocido» bastante más aguda y maliciosa
que el libro publicado con ese título por Thémiseul de Saint-Hyacinthe en 1714. Al igual que Saint-
Hyacinthe, Pelleport satiriza la pedantería, pero sus pedantes son los philosophes, a quienes
agrupa con otros plumíferos en una categoría que constituye un nuevo tema literario, el tema
anunciado por el propio título del libro: Los bohemios.”
Los libelistas de Grub Street, inventores de la bohemia
Escrito por Luis M. Alonso el 3/13/10 • En la Categoría Historia, Literatura, Saberes

Una novela satírica del Marqués


de Pelleport, escrita durante la época que pasó en la cárcel de la Bastilla, recrea la picaresca
editorial durante el Ancien Régime

Hubo un tiempo en que para practicar lo que más tarde se conoció por bohemia los artistas,
en vez de ir a París, se iban a Londres. Para ser más exactos, se iban de París a Londres
huyendo del paranoico Ancien Régime y se refugiaban en Grub Street, en el patibulario
distrito de Cripplegate, donde se encontraban los talleres de impresión más baratos de
Inglaterra y, por tanto, también los más activos. Estos talleres cobraban menos y tardaban la
mitad que un impresor serio en imprimir un libro y, clandestinamente, inundaban Francia
de libelos por encargo, escritos por mercenarios de la literatura y de la crónica escandalosa
de finales del siglo XVIII: biografías de personajes públicos con textos apócrifos, donde lo
menos importante era la veracidad, y el verdadero objetivo, la calumnia. En París las
costuras de la Corte reventaban cada vez que uno de los más destacados cortesanos era
alcanzado por los dardos de los malandrines y poetastros exiliados de Grub Street.

El gran fracasado del absolutismo ilustrado de Francia, el canciller Maupeou, ya había dado
el golpe de Estado sobre los magistrados cuando envió a Beaumarchais a Londres para
convencer al mayor de los libelistas, Théveneau de Morande, de no volver a escribir, a
cambio de 32.000 libras y una renta vitalicia de cinco mil más anuales. Morande era el
autor de Memorias secretas de una mujer pública, sobre Madame du Barry, la amante de
Luis XV, pero antes de ello había escrito sobre el propio Maupeou, que era su principal
víctima. Cuando anunció las memorias de Du Barry, en París pensaron que ya había llegado
el momento de deshacerse de él. Primero intentaron secuestrarlo y asesinarlo, y cuando la
conspiración fracasó decidieron comprarlo. Morande acabó dedicándose a espiar a sus
antiguos colegas, por encargo del Gobierno francés.

Thévenau de Morande ya era un espía a las órdenes de Francia cuando surgió Pelleport —
Anne Gédéon Lafitte, marqués de Pelleport— un auténtico barbián, provisto, según el
historiador norteamericano del libro Robert Darnton, de mayor talento. De hecho, Pelleport
había inaugurado una nueva forma de actuar en la bohemia de Grub Street después de años
de buscar mecenas para dedicarse a la literatura seria y haber sobrevivido finalmente
gracias a los panfletos. Pelleport ni siquiera perdía el tiempo en escribir: lo que hacía era
chantajear por medio de un intermediario a sus víctimas anunciado una serie de libelos que
se comprometía a destruir si el precio se ajustaba a lo que pedía. Darnton cuenta cómo
manejó, entre otros, los títulos Los pasatiempos de Antonieta, un relato sobre la vida sexual
de la reina; Los amores del visir de Vergennes, dedicado al ministro de Asuntos Exteriores,
uno de los políticos que más fustigaba a los libelistas de Londres, y Las cenas y noches
íntimas del Palacete Bouillon, donde supuestamente se contaban las orgías organizadas por
la princesa de Bouillon y sus criados con el marqués de Castries, ministro de Marina. “No
ha sobrevivido ninguna copia de las dos primeras, tal vez porque Pelleport se limitó a
inventar los títulos con la intención de escribirlas sólo si el Gobierno francés ofrecía
suficiente dinero”. En Las cenas íntimas utilizó una edición como cebo en las
conversaciones que mantuvo con un comisario de la Policía francesa, Receveur, para
proceder una vez más al chantaje. Este último regresó a París sin éxito, incapaz de entender
las extrañas nociones legales que manejaban aquellos truhanes: hablaban de habeas corpus,
jurado popular y libertad de prensa. Pelleport era el amo de Grub Street y su verborrea
imperaba en las tabernas del viejo Londres.

Sólo Morande dio con la pista de Pelleport por medio de las correcciones hechas a mano
por este último en las galeradas de El diablo en la pila del agua bendita, uno de los textos
que han perdurado en la historia del libelo. Finalmente, Pelleport dio con sus huesos en la
Bastilla, justo en los mismos días en que otro gran transgresor, el Marqués de Sade, escribía
a pocos pasos de su celda Los 120 días de Sodoma. Allí nuestro hombre tampoco perdió el
tiempo y se dedicó a una novela picaresca, Los bohemios, que es un libro interesantísimo
sobre el oficio de la escritura, esclarecedor acerca de los días de Grub Street, entendiendo la
escritura del modo en que la entendía aquel hatajo de sinvergüenzas: como una forma de
ganar dinero y adquirir cierto poder, igual que sigue ocurriendo en nuestros días y no de
manera siempre beneficiosa para la literatura. O, incluso, huyendo de la desesperación:
“¿Os han publicado alguna vez en vida, querido lector? Habéis recorrido alguna vez,
acuciado por el panadero y el tabernero de la esquina, con los zapatos desfondados, los
mercados en donde los chamarileros de escritos trafican con los pensamientos de aquellos a
quienes la desgracia ha reducido a soñar para vivir?”, se pregunta Pelleport.
Anne-Gédéon La Fite de Pellepore
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Anne-Gédéon de La Fite, marquis de Pellepore1 né à Stenay le 11 mai 1754, mort à


Liège le 26 mars 18072, est un libelliste, homme de lettre et aventurier français.
Après avoir renoncé à la carrière des armes, il mena en Europe une existence d'aventurier
littéraire et de journaliste frondeur. Ses écrits témoignent d'une pensée libre et d'un
épicurisme teinté de nihilisme3. Brissot, qui l'a connu et qui travailla à ses côtés à Neuchâtel
et à Londres, en donne le portrait suivant dans ses Mémoires :
« Homme d’esprit mais sans fixité dans les principes, aimant les plaisirs quoique dénué de
la fortune qui les procure […] [il] avait de l’esprit, l’apparence de la bravoure, un goût
effréné pour le plaisir, un mépris profond pour toute espèce de moralité. C’était une sorte
d’Alcibiade qui se prêtait à tous les rôles qu’on voulait lui faire jouer4. »

Sommaire
 1 Biographie
o 1.1 Remarques
 2 Annexes
o 2.1 Notes et références
 3 Œuvres
 4 Sources
o 4.1 Sources manuscrites
o 4.2 Sources imprimés
 5 Bibliographie

 6 Liens externes

Biographie
Pellepore était originaire d'une famille relativement pauvre mais bénéficiant d'appuis à la
cour : son père Gabriel-René était écuyer et gentilhomme ordinaire de la maison du comte
d'Artois et chevalier de Malte. Il prit pour première épouse Melle Chabrignac de Condé. La
conduite de son fils scandalisant ses proches, plusieurs lettres de cachets sont déposés
contre le jeune homme. Élève à l’École militaire, il y suit les leçons de géographie d'Edme
Mentelle. Il reste en contact avec ce dernier et son cercle parisien. Placé au régiment d'Île-
de-France, il participe apparemment à des combats en Inde comme officier au dans les
années 1774 - 1775 . On sait peu de choses sur ses états de service. Après avoir été reformé
des troupes coloniales, il s'exile et cherche refuge à Neufchâtel en 1777. Il y fréquente la
maison de Pierre-Alexandre Dupeyrou, ami de Rousseau qui lui accorde sa protection5. On
lui trouve une place de précepteur et il enseigne les mathématiques et la géographie au
Locle. Il est alors proche de la Société Typographique de Neuchâtel dont il est l'un des
intermédiaire6, collabore au Journal helvétique et rédige en 1779 un Essai sur la partie
arithmétique de l'horlogerie. Il fait la rencontre de Jacques Pierre Brissot - proche lui-
même du cercle de Mentelle - dans ces années là. En juin 1777, il épouse à Bâle une femme
de chambre de la maison Dupeyrou, Elisabeth Salomé Lienhard qui lui donne plusieurs
enfants7. Son épouse, calviniste, abjure sa foi pour le catholicisme en 1779. Le couple
gagne Stenay en 1780 où est officialisé un mariage "légal". Mais Pelleport gagne la capitale
parisienne et de dettes nouvelles l'obligent à quitter la France. Il gagne La Haye, occupe un
temps une place auprès du duc de la Vauguyon puis se réfugie à Londres en juillet 1782.
Pelleport grossit alors le rang des transfuges français qui vivent du commerce des libelles.
Il fréquente à l'occasion Brissot, Samuel Swinton et Simon-Nicolas-Henri Linguet. Il
semble avoir apporté sa contribution au Courier de l'Europe.
Liés avec des réfugiés français - le chevalier de Joubert, Goëzman- et le libraire genevois
David Boissière, il se propose de négocier la suppression d'ouvrages dont il est lui-même
l'auteur. Ces écrits souvent obscènes ou érotiques sont dirigés contre la Cour de France -
Les Petits soupers de l'hôtel de Bouillon - contre Marie-Antoinette -les Passes-temps de
Toinette ou contre Vergennes - Les Amours du Vizir Vergennes8. Il se trouve impliqué en
1783 dans une opération de police dirigée par l'inspecteur Receveur et l'ancien libelliste
Charles Théveneau de Morande, tous deux chargés de racheter les libelles français et d'en
punir les auteurs8.

Frontispice du Diable dans un bénitier.

Pour se venger des menées des deux hommes et s'en protéger, il rédige en 1783 un
pamphlet qui retrace les opérations de la police de Paris et de Morande contre les libellistes
français : Le Diable dans un bénitier et la Métamorphose du gazetier cuirassé en mouche,
ou tentative du Sieur Receveur. Dans cet ouvrage ou ne sont épargnés ni les Secrétaires
d'État en place, ni les ambassadeurs français en poste à Londres, il dresse le portrait d'un
royaume despotique et corrompu et le tableau rocambolesque des réfugiés français à
Londres. Le libelle ainsi que le projet d'une entreprise éditoriale concurrente du Courier de
l'Europe éveillent contre lui la colère de Morande et de l'ambassade de France. Attiré en
France sous la promesse d'un poste de traducteur par Samuel Swinton, il est arrêté à
Douvres par l'agent diplomatique Buard de Sennemar, puis embastillé pour ses travaux de
plume le 11 juillet 1784. Il est alors le voisin du marquis de Sade emprisonné le 29 février.
Lors des interrogatoires, menés par Lenoir, s’il accepte être l’auteur du Diable dans un
bénitier, il récuse le fait d’avoir rédigé ou participé à la rédaction de libelles contre la
Reine. Sa détention semble avoir été douce. Il est apprécié par le gouverneur de la Bastille,
le marquis de Launay, à la fille duquel il donne des leçons de musique. En retour, le
gouverneur lui rendait des services, lui procurant papier et encre et lui faisant passer « des
melons et autres gourmandises dont il était friand9. » Dans cette captivité pour le moins
supportable, il eut comme compagnon, un ancien libelliste et escroc Hippolyte Chamoran,
soi-disant comte, qui n’eut de cesse de s'en plaindre. Les deux hommes s'étaient connus
Londres. Libéré par à l'intermédiaire de M. de Villedeuil et du chevalier Pawlet, au mois
d'octobre 1788, il continue de recevoir une pension royale de trois cents livres, à titre de
« secours annuel » mais doit se tenir « toujours à trente lieues de Paris ».
Il regagne ses terres de Stenay. Il se trouve cependant de nouveau à Paris le 14 juillet 1789
quand le peuple parisien s'empare de la forteresse, il risqua sa vie en vain pour sauver celles
du major Antoine-Jérôme de Losme-Salbray et de l'ancien gouverneur, arrêtés et dirigés
vers la place de l'Hôtel de Ville. Il fut arraché des mains des émeutiers par Jean de
Manville, lui ancien pensionnaire de la forteresse. Cette scène a été immortalisée par le
peintre Charles Thévenin. Sous la Révolution, il est employé à des missions diplomatiques
dès 1791 à Vienne. Ses connaissances de l'Angleterre incitent Valdec Delessarten à
l'envoyer comme agent et espion à Londres en 1792. Le 7 février 1792, son jeune frère,
Claude-Agapite de Pelleport, paraissant suspect à la municipalité de Stenay, est arrêté. A la
séance de l'Assemblée législative du 17 février suivant, le Comité diplomatique fit savoir à
l'Assemblée « que les frères Pelleport étaient réellement chargés d'une mission de la part du
gouvernement, qu'ils avaient des passeports en règle » et que c'était à tort qu'ils avaient été
arrêtés arbitrairement par les municipalités de Stenay et de Neuville. Le Comité proposait
que l'Assemblée décrétât que « MM. Pelleport et Lemblay seront élargis sur le champ, et
que le scellé mis sur les effets de M. de Pelleport sera levé 10».

Après la déclaration de guerre, il est plus délicat de suivre la piste de l'aventurier. Il semble
être réemployé par Deforgues et Barère de Vieuzac. Envoyé à Chimay à la fin de l'année
1793, se faisant passer pour émigré, il aurait été dénoncé par Verteuil et Gabriel de Cussy,
puis arrêté sur ordre du prince de Cobourg. Incarcéré dix-huit mois, il est libéré sous
condition de ne regagner la France qu'après la paix. Son épouse se rendit à son tour à
Chimay avec l’accord de Desforgues pour, soi-disant, récupérer les papiers sous scellés de
son mari. Pelleport fut décrété d’accusation et déclaré émigré. Passé ouvertement du côté
autrichien, on le retrouve en juin 1795 à Steinstadt, au sein de l'armée de Condé dont il fait
office de poète11. Durant ces années d'exil, il réside aussi à Hambourg et même
vraisemblablement au Danemark. Il regagne la France. Un acte notarié prouve qu'il résidait
toujours à Stenay (Cervisy) le 24 juillet 1798. En 1802, il est arrêté à Paris par la police
consulaire sous l'accusation de propos contre le gouvernement et passe alors quelques mois
au Temple. Lors des interrogatoires, il réfute les accusés de conspiration mais martèle son
attachement à la personne de Louis XVI. libéré, il est contraint de demeurer à Stenay sous
la surveillance des autorités locales. Mais il parvient à se soustraire à cette obligation, fixe
sa résidence à Versailles et obtient même du Ministre des Finances, le poste de géomètre de
la Meuse-inférieure. Mais, surveillé et suspecté par la police secrète, il doit se résoudre à
regagner Stenay.

Remarques

Son père - Gabriel-René de La Fite - chevalier de l'ordre royal militaire de Saint-Louis,


lieutenant colonel d'infanterie, s'étant remarié, la famille La Fite de Pelleport compte de
nombreuses branches. On lui connaît quatre frères et sœurs. L'une d'elle, Gabrielle-
Josephine (1770 - 1837) devait épouser Victor-Marie Dupont (1767 - 1827), consul français
aux États-Unis, fils de Pierre Samuel du Pont de Nemours et père de Samuel Francis du
Pont. Ses frères sont Louis-Joseph l'aîné et Claude François-Agapithe. Louis-Joseph est le
père de Wladimir de la Fite, comte de Pelleport, écrivain français, né au château de
Kryukovo, le 28 février 1818. Plusieurs membres de cette branche des La Fite-Pelleport ont
joué lors de la Révolution des rôles mal connus. L'État militaire de 1789 mentionne un
« Laffite-Pelport », capitaine en second de grenadiers au Régiment de Vivarais mais comme
Anne-Gédéon était embastillé de 1786 à 1788, cet officier ne peut être qu'un frère ou un
parent. Sa femme lui a donné quatre enfants. Ses fils furent placés à l'École des orphelins.
L'une de ses filles, Marguerite-Charlotte-Désirée, devait épouser Bernardin de Saint-Pierre,
puis le littérateur Louis-Aimé Martin.

Annexes
Notes et références
1. ↑ On trouve aussi Lafitte de Pellepore, Pelleporc, Pelleport, Belleport.
2. ↑ L'Intermédiaire des chercheurs et curieux, 1903, op. cit.
3. ↑ L'anticléricalisme de ses œuvres et certains fait semblent indiquer qu'il était athée. Ainsi son
compagnon de détention s'en plaint comme d'un « disciple de Diagore qui, lorsqu'on lui parle de la
cause première qui régit l'univers, vous répond par un sourire ironique et trace un zéro, qu'il appelle
sa profession de foi. » (Hippolyte Chamoran à de Crosne, Bibliothèque de l’Arsenal, ms. 12.454, f.10)
4. ↑ Mémoires de Brissot, op. cit. p. 303
5. ↑ Michel Schlup (sous la direction), La Société typographique de Neuchâtel, l’édition neuchâteloise
au siècle des Lumières (1769-1789), Bibliothèque publique et universitaire de Neuchâtel, 2002, p.
91.
6. ↑ Il correspond en particulier avec Legrand qui à l'époque cherche à publier divers ouvrages
licencieux et galants et qui se lance avec Claude-Sixte Sautreau de Marsy dans l'aventure éditoriale
d'un Journal de Monsieur qui ne devait jamas voir le jour.
7. ↑ Le couple prend en charge un enfant illégitime de Pelleport Antoine-François, « fruit d'un
'commerce de galanterie' du comte et d'Anne Simon, domiciliée à Commentry ». R. A. Leigh,
Correspondance complète de Jean-Jacques Rousseau, v. 44, p. 6, 7607bis
8. ↑ a et b Munro Price, Preserving the monarchy, op. cit., p. 169.
9. ↑ Frantz Funck-Brentano, Revue historique, 1876, suivant une indication d'Alfred Bégis.
10. ↑ Moniteur, 1792, nos 47 et 49
11. ↑ Il quitte l'Europe en novembre 1795, selon Gérard de Contades, et gagne Philadelphie pour y
rejoindre une sœur - Gabrielle-Josephine. Le même auteur le fait curieusement mourir de la fièvre
jaune quelques mois après son arrivée.
Œuvres
Sur les autres projets Wikimedia :

 Anne-Gédéon La Fite de Pellepore, sur Wikisource

 La vie des gueux, ou les aventures de Lorio, Baronnet et Ricano, histoire amusante, et
divertissante, composé en l'année 1774 par Pierre Le Roux ouvrage qui n'a jamais été
imprimé, manuscrit conservé à la Biblioteche Civiche Torinesi.
 Essai sur la partie arithmétique de l'horlogerie, in 8-octo, Société typographique de
Neufchâtel, 1779.
o Le Boulevard des Chartreux, poème chrétien « à Grenoble, de l’Imprimerie de la
Grande Chartreuse », 1779 (attribué)
 Les Petits soupers et les nuits de l’hôtel de Bouillon. Lettre de M. le comte de… à milord ...,
au sujet des récréations du marquis de Castries et de la danse de l'ours, anecdote
singulière d'un cocher qui s'est pendu à l'hôtel de Bouillon au sujet de la danse de l'ours.,
Bouillon, 1783 (attribué).
 Les Passe-temps d’Antoinette (attribué).
 Les Amours du Vizir Vergennes (attribué).
 Le Diable dans un Bénitier et la Métamorphose du GAZETIER CUIRASSE en mouche, ou
tentative du Sieur Receveur, Inspecteur de la Police de Paris, Chevalier de St. Louis pour
établir à Londres une Police à l'instar de celle de Paris…, Londres, 1783, 159 p.
 Les Rois de France dégénérés par les princesses de la maison d’Autriche, avec estampe
(attribué).
 Le Tocsin ou avis à toute personne et surtout aux étrangers, (placard attribué), Londres,
1783.
 Les Bohémiens, Paris, rue des Poitevins, hôtel de Bouthillier, 1790, 2 vol, in-12. (conservé à
la bibliothèque du château d'Oron.)

Sources
Sources manuscrites
 Archives nationales, AN minutier central ET/VIII/1337
 Archives des Affaires étrangères (Orsay), Correspondance politique, fonds Angleterre (AAE
CP Ang.), vol. 549, 542,
 Bibliothèque de l’Arsenal, Fonds Archives de la Bastille, Ms. 12.454 (Pellepore,
Chamorand).
 Bibliothèque municipale d’Orléans, Ms. 1422 ( Mémoires de Lenoir, titre sixième).

Sources imprimés
 Brisot, Mémoires de Brissot (1754 – 1793), note de Claude Perroud, chapitre XII.
 Charpentier, La Bastille dévoilée ou Recueil de pièces authentiques pour servir à son
histoire, Paris, Dessenne, 1789, 3e livraison.
 Correspondance secrète, politique, & littéraire dite de Mettra, 20 juillet 1784, t. XVI,
Londres, 1789.
 Imbert de Boudeau, Chronique scandaleuse, tome 3e, Paris, 1789.

Bibliographie
 L'Intermédiaire des chercheurs et curieux :
o 1028, 1864, p. 79 (Alfred Bégis)
o 1903, 18, v. 48, année 39, p. 137-138 (Mac-Ivor pseud. de Wladimir de la Fite de
Pelleport)
o 30 octobre 1904, p. 634. (S. Churchill).
 Société d'émulation de l'arrondissement de Montargis no 20, p. 25, 36 (2e série). « La
famille Lafite de Pellepore »
 Alphonse Aulard, Paris sous le Consulat, 1903, t. III, p. 386.
 Olivier Blanc, Les Espions de la Révolution et de l’Empire, p. 293.
 Simon Burrows, « A Literary Low-Life Reassessed: Charles Theveneau de Morande in
London, 1769-1791 », Eighteenth-Century Life, vol. 22, no 1, février 1998, pp. 76-94.
o Idem, A King's Ransom : The Life of Charles Théveneau de Morande, Blackmailer,
Scandalmonger and Master-Spy, Londres, Continuum, 2010.
 Arthur Chuquet, Valenciennes (1793), Plon, 1894, p. 35.
 Gérard de Contades, Emigrés et Chouans, Paris, 1895, p. 190.
 Robert Darnton, Gens de lettres. Gens du livre, Paris, Éditions Odile Jacob, coll. «Histoire»,
1992, 302 p.
 Idem, « The Brissot Dossier », French Historical Studies, vol. 17, printemps 1991, pp. 191-
205.
 Fernand Drujon, Les Livres à clef : étude bibliographique critique et analytique pour servir à
l’histoire littéraire, Paris, 1888, 674p.
 Charly Guyot, De Rousseau à Mirabeau : pèlerins de Môtiers et prophètes de 89, 1936,
p. 196.
 Lieutenant-colonel Largemain, « Bernardin de Saint-Pierre, ses deux femmes et ses
enfants. Documents inédits » Revue d'histoire littéraire de la France, 9e Année, No. 3,
1902.
 H. T. Mason, (ed.), The Darnton Debate : Books and Revolution in the Eighteenth Century,
Oxford, The Voltaire Society, 1999, 316 p.
 Charles Monselet, Oubliés et Dédaignés, Paris, 1885.
 Munro Price, Preserving the Monarchy : The Comte de Vergennes 1774-1787, Cambridge
University Press, 2004.
 Suzanne Roth, L’Aventure et les aventuriers au dix-huitième siècle : essai de sociologie
littéraire, Lille : serv. reprod. th. Univ. Lille 3, 1980, 2 vol., 870 p.
 Jacques de Thiboult Du Puisact, Journal d'un fourrier de l'armée de Condé, publié et annoté
par le comte G. de Contades, 1882.
 Marion Ward, Forth, Philimore, London, 1982, 238 p.

Liens externes
 (en) Conférence de Robert Darnton sur les Bohémiens de Pellepore, notice biographique
et analyse de l'œuvre.
 Notes de lecture du Diable dans un bénitier

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