Sie sind auf Seite 1von 35

Historias orales

Narración, imaginación y diálogo

Alessandro Portelli
Historias orales
Narración, imaginación y diálogo

Alessandro Portelli

Rosario, 2016
Alessandro Portelli
Historias orales
Narración, imaginación y diálogo

1a ed. -Prohistoria Ediciones ; La Plata : Facultad de


Humanidades y Ciencias de la Educación de la
Universidad Nacional de La PLata, 2016.
504 p.; 23x15,6 cm.
(Tiempo presente - 7)

Traducción de: Lorena Cardona González.

ISBN 978-987-3864-40-7

1. Historia Oral. 2. Narraciones. I. Cardona González,


Lorena, trad. II. Título.
CDD 904

Composición y diseño: mbdiseño Este libro recibió evaluación académica y su


Edición: Prohistoria Ediciones publicación ha sido recomendada por reconocidos
Corrección de estilo: Alicia Lorenzo especialistas que asesoran a esta editorial en la
Revisión Técnica de la corrección: Virginia Fuente selección de los materiales.

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS


HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723

© Alessandro Portelli

© de esta edición: Este libro se terminó de imprimir en


Tucumán 2253, S2002JVA ROSARIO, Argentina ART Talleres Gráficos, Rosario, Argentina,
Email: prohistoriaediciones@gmail.com en el mes de septiembre de 2016.
Website: www.prohistoria.com.ar Impreso en la Argentina

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra,


incluido su diseño tipográfico y de portada, en cualquier
formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico,
sin expresa autorización del editor.

ISBN 978-987-3864-40-7
ÍNDICE

Créditos de las traducciones................................................ 9

Introducción..................................................................................... 11

Primera Parte
Lenguajes............................................................................................... 15
Sobre la diferencia de la historia oral....................................................... 17
La muerte de Luigi Trastulli (Terni 17 de marzo de 1949). La memoria
y el acontecimiento................................................................................... 37
Siempre hay un límite: memoria histórica, dialogo y relato colectivo..... 69
La entrevista de historia oral y sus representaciones................................ 83
¡Absalón, Absalón! Historia oral y literatura........................................... 103

Segunda Parte
Guerra..................................................................................................... 117
Luto, sentido común, mito y política en la memoria de la masacre de
Civitella Val di Chiana............................................................................. 119
La batalla de Poggio Bustone. Violencia, memoria e imaginación en
la guerra partisana..................................................................................... 143
Al borde del genocidio: los dos días de los deportados judíos romanos
en el Colegio Militar de Piazza della Rovere........................................... 157
Un autobús rojo: o bien, las víctimas inocentes del cañón liberador....... 175
La bomba de Turín: recordar para olvidar................................................ 205

Tercera Parte
Terni, Italia.......................................................................................... 219
Deporte, trabajo y política en una ciudad industrial................................. 221
Tener razón en frente del patrón. Estructura y eventos en la vida de
Valtèro Peppoloni, trabajador................................................................... 247
Memoria y globalización: la lucha en contra del cierre de la acerías
especiales en Terni, 2004-2005................................................................ 263

Cuarta Parte
Harlan, Estados Unidos................................................................. 283
¿De qué lado estás? Lucha de clases y cultura en la huelga de Harlan
1931-1932................................................................................................. 285
Forma y significado de la representación histórica: las batallas de
Evarts y de Crummies (Kentucky, Estados Unidos, 1931, 1941)............ 307
Pobres, pero... Narrar la pobreza en la cultura Apalache......................... 333
Esferas de lo Sagrado. Entre Vallepietra y Harlan County, Kentucky...... 349
Como si fuese una historia. Narraciones personales de veteranos e
historia oral de Vietnam........................................................................... 355

Quinta Parte
Fin de Siglo............................................................................................ 377
La forma oral de la ley: el proceso 7 de abril y la historia....................... 379
Conversaciones con la Pantera................................................................. 403
Generaciones en Génova, julio de 2001................................................... 425
Memorias urbanas más allá de las fronteras: músicas migrantes
en Italia..................................................................................................... 455
Los usos de la memoria............................................................................ 475
Los usos del olvido................................................................................... 485
Créditos de las traducciones

L
a Introducción y los textos de la Primera, Tercera y Cuarta Parte del libro
fueron traducidos por Lorena Cardona González.
Lo mismo para los textos de la Segunda Parte, excepto “Luto, sentido
común, mito y política en la memoria de la masacre de Civitella Val di Chiana”,
traducido por Virginia Sampietro y Lucía Abbattista, y finalmente revisado y corre-
gido por Lorena Cardona González.1
En el caso de la Quinta Parte, Lorena Cardona González tradujo los tres pri-
meros capítulos (“La forma oral de la ley…”, “Conversaciones con la Pantera” y
“Generaciones en Génova…”), mientras que “Memorias urbanas más allá de las
fronteras: músicas migrantes en Italia” fue traducido por Stefano Portelli; “Los
usos de la memoria” por Lorena Cardona González y Virginia Sampietro)2 y “Los
usos del olvido” por Rocco Carbone. Los textos finales fueron siempre revisados,
corregidos y eventualmente apliados por Lorena Cardona González.
Dos capítulos (el 6to y 23ro.) unen versiones en inglés e italiano, y las nuevas
versiones fueron aceptadas por el autor.
La coordinación general del trabajo de traducción, corrección y edición estu-
vo a cargo de la Dra. Patricia Flier.

1 Traducción hecha por Virginia Sampietro y Lucía Abbattista. Aclaración: este capítulo conjugado
dos versiones ligeramente diferentes del mismo artículo y para ello se contó con la aprobación de
su autor. Se refiere a la publicación en italiano: “Lutto, senso comune, mito e política nella memoria
della strage di Civitella” en Leonardo Paggi (edit.) Storia e memoria di un massacro ordinario
(Roma: Manifestolibri, 1996), p. 85-110, y a la publicación en inglés “The Massacre at Civitella
Val Di Chiana (Tuscany, June 29, 1944): Myth and Politics, Mourning and Common Sense”, en
The Battle of Valle Giulia. Oral History and the Art of Dialogue, Madison. University of Wisconsin
Press, 1997, 140-60.
2 Traducción hecha por Lorena Cardona González y ampliada por Virginia Sampietro. Aclaración:
este trabajo se compone de la conferencia dictada en el marco de la entrega del Título de Miembro
Honorario de la Universidad Nacional de La Plata, el 12 de septiembre de 2013, asimismo está
complementada por una versión de la misma en inglés sugerida por el autor. El texto mencionado
es “On the uses of memory: Memory as Monument, memory as reflex, memory as disturbance”, en
Economic & Political Weekly. Vol. 49, Issue No.30, July 26, 2014.
Introducción

U
n día Lucia Abbattista y otros estudiantes de la Universidad de La Plata me
llevaron a conocer un doloroso lugar de memoria: la casa Mariani Teruggi,
todavía impactada por las armas que asesinaron a sus residentes clandes-
tinos el 24 de noviembre de 1976, un lugar herido, sobre todo, por una ausencia
que pertenece al presente, la de la pequeña Clara Anahí, secuestrada ese día por
los militares y nunca (hasta ahora) encontrada. Fue el momento más intenso, para
mí, de mi relación con la ciudad de La Plata, con su historia y con su universidad.
Gracias a Patricia Flier, a sus colegas y a sus estudiantes tuve la oportunidad de
encontrarme con esta realidad fascinante y compleja; al mismo tiempo recibí de
aquella universidad un inesperado y emocionante reconocimiento del cual nunca
voy a poder estar lo suficientemente agradecido. Sin embargo, el encuentro con
la casa Mariani Teruggi me llevó a algo más profundo, me permitió entrar en los
pliegues de la memoria, en los sentimientos, en las pasiones. Un tiempo después de
esta visita escribí: “esta ciudad aparentemente anónima donde las calles no tienen
nombre sino números, perpendiculares y diagonales, es un poco como Roma: no
se puede dar un paso sin sentir la historia bajo los pies. Aquí, una historia reciente
todavía está sangrando”. Como todavía sangra Roma la historia y la memoria de la
masacre nazi de las Fosas Ardeatinas o como ha sangrado por décadas Terni la me-
moria del asesinato del obrero Luigi Trastulli, son las historias que llegan y parten,
esas mismas historias que componen este libro.
Después de éste siguieron encuentros increíbles. Bajo un fuerte aguacero,
envuelto en un improbable impermeable de plástico, seguí la marcha de los estu-
diantes que recordaban a los chicos desaparecidos el 16 de septiembre de 1976, en
la “noche de los lápices”, ese día también reivindicaban el derecho actual a la edu-
cación y a la escuela. Conocí a Adelina DemattiAlaye, de 87 años. Su hijo Carlos
Esteban había sido líder de la unión de estudiantes de secundaria. Fue capturado y
asesinado en mayo de 1977. Adelina me narró la historia de su familia, empezando
por sus abuelos italianos que emigraron a la Argentina alrededor de 1870. Y luego,
me contó cómo, buscando los rastros de su hijo, descubrió que el cementerio de La
Plata está lleno de fosas donde la policía enterraba sin nombre alguno a sus vícti-
mas. Se lo revelaron los carpinteros y ebanistas a quienes la policía les ordenaba
hacer los ataúdes más rápido de lo que ellos podían fabricarlos.
Fui a conocer y a entrevistar a Estela de Carlotto, dos días después del haber
encontrado a su nieto Guido. Laura Carlotto, la hija asesinada de Estela y madre
de Guido, y su compañero desaparecido Oscar Montoya eran estudiantes de esta
universidad, vi sus nombres junto al de otros ciento cincuenta estudiantes asesina-
12 Alessandro Portelli

dos, torturados y desparecidos en una placa sobre una pared blanca de la facultad.
Me narraba Estela: “Cuando se llevaron a mi hija ya sabía que esperaba un niño
y empecé a buscarlo. Treinta y siete años de camino por todo el país, por todo el
mundo, buscando a todos los nietos, porque las Abuelas no buscan el nieto de cada
una, buscan a todos los nietos. Es un trabajo difícil, una lucha de mujeres que se
rebelaron”.
Y conocí a la más obstinada y rebelde de todas, Chicha Mariani, la abuela de
la pequeña Clara Anahí: “Tengo pruebas claras de que a Clara Anahí se la llevaron
viva. La he buscado en todo el mundo. Buscándola, formamos las Abuelas de Plaza
de Mayo. Fue un trabajo de muchos años, de mucho caminar, de mucho esfuerzo.
Y todavía buscoa Clara Anahí, día tras día”. Más tarde supe de un reencuentro que
después se comprobó que no era cierto, e imaginé el dolor de esta mujer extraordi-
naria, sensible y fuerte.
Hubo otros encuentros en La Plata: los libros y la conversación de Leopoldo
Brizuela, la música de Claudia Salomone, los colores y los sonidos de la fiesta bo-
liviana de la Aparecida, la visita con los estudiantes a lo que queda de la industria
de Berisso y de la memoria obrera contada a través de sus murales. Pero sobretodo,
la amistad, la hospitalidad y el rico dialogo cultural con Patricia Flier, con sus co-
legas, con sus estudiantes –recuerdo a Florencia Matas, Nadia Gisele Nieto, Laura
Monacci, Eleonora Bretal y a Lucia Abbattista– y con la valiente e incansable tra-
ductora, la admirable Lorena Cardona sin la cual este libro no existiría.
Es verdad que casi todos los capítulos de este libro –quizá la colección más
completa jamás hecha de mis ensayos sobre historia oral– fueron escritos antes y
en otras partes (el único escrito específicamente para un proyecto preciso y editado
en Argentina por Patricia Flier es el de “Los Usos del Olvido”). Sin embargo debo
advertir, releyéndolos en su nueva apariencia lingüística, que cada uno de ellos está
atravesado por la experiencia de haberlos compartido, repensado y contrastado en
muchos seminarios, lecciones, conversaciones y entrevistas que tuve en La Plata
como en otros viajes latinoamericanos: en Chile o en Brasil, en México y en Uru-
guay. De este modo, reviso los capítulos sobre la violencia fascista y nazi en Italia o
en los Estados Unidos, en relación con las memorias de la dictadura argentina o con
las del golpe en Chile; las historias de las luchas obreras en Terni y Harlan dialogan
junto a las de Berisso; los capítulos sobre Génova, sobre la memoria juvenil y las
luchas estudiantiles evocan las imágenes de una militancia estudiantil aún activa e
impetuosa en la histórica sede de la Universidad, en el centro de La Plata o en las
calles de Santiago; los sonidos de las músicas migrantes de Roma armonizan con
aquellos de los bolivianos en los confines de la ciudad (y con la murga de protesta
con la que mis amigos argentinos de Roma, casi todos exiliados políticos, “saluda-
ron” al presidente Macri a su llegada a Italia).
En este libro hay casi cuarenta años de mi trabajo y de mi vida: las voces,
los acontecimientos, las personas que me han dado forma. Que también es el de-
sarrollo y la trasformación de la historia oral, de pariente pobre y marginal de la
Historias orales 13

historiografía “seria” a convertirseen un instrumento de conocimiento articulado y


reconocido, que ya no tiene que defender su dignidad de los prejuicios y las críticas
positivistas sino que ha sabido servirse de ellas para elaborar una metodología cada
vez más sofisticada y consciente, sumando a la credibilidad referencial la centra-
lidad del dialogo y de la subjetividad. En esta evolución ha sido fundamental el
desplazamiento gradual del eje del discurso de la historia oral del ámbito Norocci-
dental (Estados Unidos y Europa) hacia una dimensión global en la que justamente
América Latina –México, Brasil y Argentina, sobre todo– ha tenido un papel clave.
No olvido que la primera traducción mi artículo, “Sobre la diferencia de la Historia
Oral”, salió en 1984 en una revista de un movimiento peruano llamada Tarea. El ar-
tículo fue posteriormente retraducido en 1991 en un libro editado por la inolvidable
Dora Schwarzstein (una amiga y una estudiosa sin la cual, quizás todas las historias
y los encuentros que relato en esta introducción no se hubieran dado); y fue gracias
a Dora que mi libro sobre la Fosas Ardeatinas fue traducido en Argentina en 2004,
casi simultáneamente con la primera traducción en los Estados Unidos.
Hoy la historia oral es uno de los pocos ámbitos de investigación que se puede
decir realmente policéntrico y global, sin jerarquías: en 2016, la International Oral
History Association realiza su congreso en la India, después de haberse llevado a
cabo en Brasil, en Turquía, en Argentina, en México y en Suráfrica. Las culturas
del sur y del este del mundo refuerzan en la historia oral algunos temas y modalida-
des que se encuentran en las fibras mismas de los trabajos recogidos en este libro:
la relación (tensión, dialogo, confrontación, conflicto) entre rigor metodológico y
radicalidad política todavía en pie de lucha; el enriquecimiento de la investigación
histórica con los aportes de las culturas orales (tradicionales y modernas, rurales y
urbanas, indígenas y migrantes, arcaicas y nuevas) todavía vivas y funcionales, el
cruce entre la memoria de los acontecimientos y la reconstrucción de su significado
a través de la creatividad de la imaginación y la vivida poética oral del lenguaje.
Finalmente, hay un tema que me importa sobremanera, y es el de la historia
oral como diálogo. La historia oral nace del encuentro entre personas, de la entre/
vista como el intercambio de miradas. Pero en un nivel más amplio y profundo
nace del deseo de la diferencia, de la búsqueda de una diversidad que desafía la
identidad y la trasforma. Estas páginas son, en última instancia, el resultado de un
largo diálogo, a través del océano y de un continente a otro, de escuchas reciprocas
y de un crecimiento común que le debo a mis amigos, colegas y compañeros de
La Plata. Por esta razón, este libro argentino e italiano está dedicado a dos mujeres
argentinas e italianas: A Chicha Mariani y a su nieta Clara Anahí, donde quiera que
esté.
Primera Parte

Lenguajes
Sobre la diferencia de la historia oral1

–Sí. Recordando el episodio muchos años después


cada quien llega a conclusiones distintas. Es re-
confortante ¿verdad?
–por el contrario las informaciones nos pueden ser
útiles de igual modo… Es importante conocer cier-
tos hechos que permanecen prendidos en la me-
moria de las personas, incluso si las personas no
recuerdan con exactitud cómo fueron las cosas. En
compensación tal vez conoceríamos detalles que
ni siquiera sospechamos.
(Agatha Christie, Los elefantes pueden recordar)2

Sus investigaciones, sin embargo, no se desarrolla-


ban tanto entre los libros, como entre las personas:
porque los libros están deplorablemente despro-
vistos de los temas que prefería, mientras que los
ancianos holandeses, ymejor aún sus esposas eran
particularmente ricos en aquella sabiduría legen-
daria que es tan valiosa para la verdad histórica.
Por lo tanto, cada vez que encontraba una auténtica
familia holandesa, cómodamente reunida bajo el
techo de su casa y protegida por las grandes ramas
de un sicomoro, latrataba como si fuera un libro

1 “Sulla diversità della storia orale”, en Primo Maggio, núm. 13, 1979, pp. 54-60; “On the peculiari-
ties of oral history”, en History Workshop Journal, núm. 12, 1981, pp. 96-107; “Las peculiaridades
de la historia oral”, en Tarea, núm. 11, 1984, pp. 21-29; “De Bijzondere Eigenschappen van Oral
History”, en Raster, núm. 36, 1985; “Peculiaridades de la historia oral”, en Christus, vol. LIII, núm.
616, 1988, pp. 35-44; “Lo que hace diferente la historia oral”, en Dora Schwarzstein –compilado-
ra–, La historia oral, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1991; “Las peculiaridades
de la historia oral”, en Cuadernos de Ciencias Sociales, 1988; “O que faz a história oral diferente”,
en Projeto História, núm. 14, 1997, pp. 25-40; “What Makes Oral History Different”, en Robert
Perks y Alistair Thomson –editores–, The Oral History Reader, Rutledge, London and New York,
pp. 63-74; “Sulla diversità della storia orale”, en Cesare Bermani, Introduzione alla storia orale,
Odradek, Roma, 2001, pp. 139-164; trad. rusa en Marina Laskoutova, Oral History Reader, Eu-
ropean University at St. Petersburg, 2003; Muistitietotutkimus. Metodologistakysymisksia, en Outi
Fingeroos et. al., Suonalaisen Kirjallisuuden Seura, Helsinki, 2006, pp. 49-65.
2 Agatha Christie, Gli elefanti hanno buona memoria, Il Giallo Mondadori, Milano, 1987, n. 1278, p.
70. Los elefantes pueden recordar, Molino, Barcelona, 1980.
18 Alessandro Portelli

antiguo en caracteres góticos, y la hojeaba con el


entusiasmo de un ratón de biblioteca.
(Washington Irving, “Rip Van Winkle)3

U
1. Personas que parecen cosas
n fantasma recorre los corredores de la academia: es el fantasma de la
historia oral. Nuestra comunidad intelectual, siempre desconfiada de las
novedades que cree provenientes del exterior y de quienes le proponen
por un momento levantarse del escritorio, se preocupa más por redimensionarla
que por saber para qué sirve, y le atribuye pretensiones que no tiene para poderse
tranquilizar negándolas. Así, el más culto y cosmopolita de nuestros diarios se puso
apresuradamente en contra de “las representaciones desde abajo” y de las artificio-
sas confecciones de la “historia oral”, donde se presume que las cosas se mueveny
hablan por sí solas” –evidentemente ignorando el hecho de que en la historia oral
se asume que quienes hablan por sí solas no son las cosas, sino las personas, aún
que a veces sean tratadas como cosas.4
El miedo irracional de que una oralidad triunfante termine por sumergir la
escritura (como se sabe, única sede de la racionalidad) cubre el hecho de que la
sacralidad de la escritura ignoróhasta ahora a la oralidad, lo que provocó una visión
y un uso distorsionado de la escritura misma.5
La escritura y la oralidad no se excluyen entre sí. Tienen características co-
munes, como también particularidades autónomas y específicas, funciones que la
una y la otra asumen más eficazmente y que requieren herramientas específicas
de interpretación. Tanto la subestimación como la sobreestimación de las fuentes
orales terminan por anular su especificidad, transformándola en un simple subsidio
o en una ilusión que sirve de remedio para todos los males. Por consiguiente,este
capítulo intentará sugerir algunos elementos sobre las diferencias implícitas en las
fuentes orales, con el fin de emprender una búsqueda tanto de su utilidad como de
su especificidad.

3 Washington Irving, “Rip Van Winkle”, en The Sketch Book (1819), Dent, London, 1993, p. 26. [El
jinete sin cabeza; Rip Van Winkle, Agebe, Buenos Aires, 2010].
4 Beniamino Placido, en La Repubblica, 3.10.1978. El término “historia oral” es esencialmente un
estenograma, porque gran parte de los productos de esta práctica investigativa son libros o artícu-
los escritos. Una expresión más precisa sería la de Gianni Bosio, “uso de las fuentes orales en la
historiografía” (L’intellettuale rovesciato, Bella Ciao, Milano, 1975). “La historia oral” comenzó
a utilizarse para referirse a un modo de hacer historia en el que las fuentes orales tienen el rol más
importante (mas no exclusivo).
5 Eric Havelock, Cultura orale e civiltà della scrittura, Laterza, Bari, 1973. La musa aprende a
escribir. Reflexiones sobre oralidad y escritura desde la Antigüedad hasta el presente, Paidós, Bar-
celona, 1996.
Historias orales 19

2. La oralidad de las fuentes orales


Las fuentes orales son fuentes orales. Todos los que se ocupan de ello se apresuran
a declarar que el documento verdadero es la grabación (no la trascripción), pero
luego trabajan esencialmente sobre las trascripciones y son estas las que finalmente
se publican. La experiencia de los Archivos Sonoros del Instituto Ernesto de Mar-
tino, iniciada a finales de los años ‘60, no parece haber sido tomada en cuenta por
los primeros académicos de la historia oral. Incluso, como sucedió durante mucho
tiempo, en el Oral History Program de la Universidad de Columbia de New Yorkse
llegaron a destruir todas las cintas archivando solamente las trascripciones.
La trascripción convierte los materiales sonoros en visuales, con inevitables
efectos de reducción, manipulación y trasformación. Pretender que la trascripción
pueda sustituir al documento original para los fines de un análisis científico es
como intentar hacer historia del arte con fotografías, o crítica literaria con traduc-
ciones. Por esto, me parece que solo hasta cierto punto vale la pena esforzarse por
encontrar mejores sistemas de trascripción que “reproduzcan” exactamente el do-
cumento oral. Como en la traducción, la trascripción no es una reproducción, y por
tanto un sustituto del documento inicial: es una representación con otros medios,
con otros sujetos y con otras gramáticas que deben tenerse en cuenta. No siempre
la traducción más literal es la más fiel; una traducción fiel siempre contiene un
mínimo de invención, y esto mismo se aplica en las trascripciones. Una trascrip-
ción mecánicamente minuciosa puede convertiruna elocuente performance oral en
una ilegible página escrita, en la medida que destruye la dimensión estética que es
constitutiva del sentido mismo de la palabra hablada.
La escasa atención dada a las fuentes orales se reflejaincluso dentro de la
teoría interpretativa. El primer aspecto acerca del cual se suele insistir tiene que
ver con que las fuentes orales nos permiten recoger información sobre poblaciones
o clases sociales sin escritura, de colectivos excluidos o subrepresentados en la
documentación escrita disponible. El segundo aspecto generalmente señalado es
el hecho de que las fuentes orales informan no solo sobre los “grandes” hechos
históricos, sino también sobre la vida cotidiana y privada.6 No obstante, esto no
basta para caracterizarla. Existen fuentes de similar origen y contenido (por ejem-
plo, las cartas de los inmigrantes y el gran repertorio de los escritos populares) que
sin embargo no son orales; o pueden existir fuentes orales que permanecen en el
interior de los grupos sociales dotados de escritura o que se ocupan de los mismos
temas de los que se encarga la mayor parte de la documentación escrita (pienso en
los programas del Oral History Program de la Universidad de Columbia, en nues-
tra Discoteca del Estado, o en el programa de historia oral de la Fundaçao Getulio
Vargas de Río de Janeiro).

6 Luisa Passerini –a cargo de–, Storia orale. Vita quotidiana e cultura materiale delle classi subal-
terne, Rosenberg & Sellier, Torino, 1978.
20 Alessandro Portelli

Si bien es importante conocer el origen y el contenido de las fuentes orales,


estos no son suficientes para indicarnos su modalidad interpretativa o su uso dife-
renciado con relación a la totalidad de fuentes sobre las cuales se basa la historia
social (los objetos, las imágenes, la arquitectura…). De hecho, el privilegio dado
a la trascripción parece subyacer al proyecto de querer asimilarla dentro de las
convencionales fuentes de archivo. Incluso los primeros análisis teóricos sobre la
historia oral fueron, más que todo, análisis generales sobre la historia social en su
conjunto.
El factor decisivo, descuidado en la mayoría de estos enfoques sobre las fuen-
tes orales, es su forma. Se sabe que la escritura se dirige exclusivamente a los
elementos segmentarios y discretos como los grafemas, los fonemas, las letras,
las sílabas, las palabras claves y las frases; un fenómeno como el lenguaje, por
el contrario, se caracteriza por tener una gama de rasgos que no solo se expresan
plenamente al interior de un segmento sino que también son igualmente portador
de significado. El tipo de emisión, la gama de volúmenes o el ámbito tonal del
habla popular contienen atributos culturales con valores de connotación social que
no son reproducibles en las trascripciones (si no a veces, de modo incorrecto en
un pentagrama).7 La entonación, que puede dar a un mismo enunciado dos signifi-
cados opuestos, se pierde al momento de hacer el pasaje del discurso hablado a la
página escrita.
Doy un ejemplo. Para hacer más legible la trascripción se suelen insertar sig-
nos de puntuación, que siempre son una intervención del trascriptorbasadaen las
percepciones y la cultura de este último. La puntuación, de hecho, representa las
pausas dispuestas según las normas gramaticales que establecen su ubicación y
atribuyen un sentido y una duración convencional, que rara vez coinciden con el
ritmo y las pausas reales de quien habla. Como se ha señalado, los signos de pun-
tuación indican una organización espacial del texto, mientras que las pausas en el
discurso tienen una (variable) dimensión temporal.8
La dimensión y la ubicación de las pausas son de gran importancia al momen-
to de darle un significado al habla: un discurso en el que hay pausas regulares y
gramaticales suele tener un carácter más expositivo y referencial; las pausas irre-
gulares en la duración y en la ubicación tienden a acentuar los contenidos emo-
cionales; las pausas rítmicas y marcadas (“métricas”) tienden a desvanecerse en
la narración épica. La mayoría de la entrevistas contienen momentos de los tres
tipos fundiéndose unos con otros, expresando la diversidad de las actitudes de los
narradores con relación a los diferentes momentos de su historia. Pero todo esto se
percibe de formaplena en la escucha.

7 Giovanna Marini, “Musica popolare e parlato urbano”, en Circolo Gianni Bosio I Giorni Cantati.
Cultura operaia e contadina a Roma e nel Lazio, Mazzotta-Istituto Ernesto de Martino, Milano,
1978, pp. 33-34.
8 Walter J. Ong, “African Talking Drums and Oral Noetics”, en New Literary History, VII, núm. 3,
1977, pp. 411-429; Dennis Tedlock, “Toward an Oral Poetics”, en New Literary…, cit. pp. 506-519.
Historias orales 21

Un discurso análogo se puede hacer con relación a la velocidad de la emisión


y de variaciones al interior de una narración. Una desaceleración puede significar
un énfasis o una incertidumbre; una aceleración puede sugerir el deseo de pasar
por alto algún punto, como también familiaridad y facilidad de expresión. En cada
caso, estos aspectos son observados y señalados en el habla; todo el significado que
posee se pierde en la regularidad isocrónica e isomórfica de la escritura impresa.
No se trata de una simple pureza filológica.9 Los rasgos suprasegmentales
son la sede, no única pero esencial, de fundamentales funciones narrativas que
representan la participación del narrador en la historia y el efecto que la historia
tiene sobre él mismo. A menudo se tratade actitudes que los narradores intentan ex-
presamente comunicar pero no logran hacerlo de otra forma; otras veces expresan
significados implícitos que el hablante no controla plenamente. Perder la esencia
de los rasgos suprasegmentales significa nivelar la afectividad contenida en el dis-
curso para redirigirla a la presunta objetividad del documento escrito. Esto es espe-
cialmente cierto cuando se trata del habla popular, que puede parecer lexicalmente
pobre o gramaticalmente incierta, pero que es más rica en tonos, volúmenes, ento-
naciones y musicalidad, a diferencia de un habla medioburguesa que ha aprendido
a adecuarse y a imitar el tono plano de la escritura.10

3. La narratividad de la fuentes orales


Las fuentes orales son fuentes narrativas. Por esta razón, su interpretación no pue-
de prescindir de las categorías generales del análisis del discurso (me refiero sobre
todo a las entrevistas abiertas y no estructuradas. Sin embargo, para las formas fijas
y no narrativas, como por ejemplo las canciones o los proverbios, la cuestión de
la forma es aún más central). Para dar un solo ejemplo, se trata de discursos en los
que hay grandes variaciones de la “velocidad” narrativa, es decir de la relación en-
tre la duración de los acontecimientos y la duración de la narración.11 Un narrador
puede referir en pocas palabras hechos y situaciones que duraron mucho tiempo,
para luego detenerse ampliamente en episodios de breve duración. Incluso en este
caso no se puede establecer una norma interpretativa a priori: es posible que el na-
rrador se extiendaen episodios que le parecen inocuos para distraer la atención de
los aspectos más delicados. Lo mismo se aplica a otras categorías propuestas por
Genette, tales como la “distancia” y la “perspectiva,” que definen la relación entre
el narrador y la historia que relata.
Las fuentes orales pertenecientes al mundo de las clases no hegemónicas están
más relacionadas con la tradición narrativa popular, en la que las distinciones entre

9 La importancia que el uso de una mayúscula o de una minúscula en la traducción puede tener en la
interpretación y en el uso de un interrogatorio judicial.
10 William Labov, “The Logic of Non-standard English”, en Louis Kampf, y Paul Lauter, The Politics
of Literature, Pantheon, New York, 1970.
11 Aquí como en otros documentos véanse las categorías propuestas por Gérard Genette, Figures III.
Il discorso del racconto, Einaudi, Torino, 1972 [Figuras III, Lumen, Barcelona, 1989].
22 Alessandro Portelli

géneros narrativos son más difusas que en la tradición intelectual de las clases “cul-
tas”; en estaúltima, por ejemplo, es más frecuente que las tareas cognoscitivas sean
asignadas dentro de un relato fantástico o dentro de una composición poética.12
Como no existen formas narrativas específicamente destinadas a trasmitir in-
formación histórica, las narrativas históricas –como la leyenda y la poética– tienden
a intersectarse, produciendo relatos en primera persona en los cuales “invención”
e información se alternan y se sobreponen, haciendo muy incierto el límite entre lo
que sucede por fuera del narrador y lo que sucededentro del mismo, de modo que
la “verdad” personal puede coincidir con la imaginación social.
Cada uno de estos aspectos puede ser señalado por elementos formales y es-
tilísticos. La mayor o menor presencia de elementos de formalización (lenguaje
redundante, estereotipos, proverbios, canciones) puede dar testimonio de una re-
lación diversa entre un punto de vista social y uno personal. La oscilación entre
lengua y dialecto, o entre diferentes registros de la lengua, marca a menudo el tipo
de control que el narrador posee sobre los materiales del relato.
Una estructura recurrente, por ejemplo, es aquella en la que la lengua es usada
para establecer un hilo conductor, mientras que el dialecto interviene en digresio-
nes o en episodios específicos, especialmente si ya está estructurado en la memoria
social o si está íntimamente ligado a la experiencia del narrador. A menudo la len-
gua toma el lugar del dialecto en términos y temas relacionados con la esfera públi-
ca y “política”: esto puede indicar una persistente extrañeza con algunas temáticas
respecto a la experiencia personal del hablante; pero también un proceso de con-
quista de la lengua (y de la esfera pública) que se afirma, por ejemplo, a partir de la
participación política o de una sanción cultural sobre las posiciones y las vivencias
personales. Todos estos elementos se mezclan en el razonamiento de un anciano
militante del PCI y ex partisano entrevistado en el barrio romano de San Lorenzo,
donde no es claro si el pasaje de la lengua al dialecto significa un otorgamiento de
autoridad en las opiniones expresadas, o una persistente –e inconfesada– vacila-
ción para aceptarla, o las dos cosas al mismo tiempo (aceptada porque está dotada
de una autoridad que viene de otra parte):
Tú no puedes hacerte el revolucionario hoy en día, la gente le da
miedo los grupetes cuando los ven dando vueltas con las ban-
deras rojas, y con las consignas, y que luego se enfrentan con
la policía. La gente, el pueblo, siempre ha tenido miedo, por el
contrario mira, el tiempo el dio la razón a Palmiro Togliatti… hoy
los tiempos han cambiado, han madurado de forma distinta, con
la democracia, ahora se dice que el PCI se ha aburguesado, el PCI
es lo que es, solo que se adecuó a los tiempos. Te debes adecuar a

12 Don Ben-Amos, “Catégories analytiques e genres populaires”, en Poétique, núm. 19, 1974, pp.
265-293; Eric Havelock, Cultura orale..., cit., cap. IV y siguientes; Aurora Milillo, La vita e il suo
racconto. Tra favola e memoria storica, Casa del Libro, Roma - Reggio Calabria, 1983.
Historias orales 23

los tiempos si quieres que todo vaya bien, democráticamente, hay


que ser democráticos hoy.13
Por el contrario, la dialectización de los términos de la “alta” cultura, de la política
y de la técnica, es a menudo el signo de la vitalidad de la cultura popular, de la
habilidad que tiene el hablante de ampliar la capacidad expresiva asimilando otros
lenguajes. O simplemente –como en el caso de los habitantes de los montes Apala-
ches que retraducen Alzheimer’s disease (enfermedad de Alzheimer) a un dialectal
auldtimer’s disease (enfermedad de los viejos)– llevándolo todo a una forma con-
creta en la experiencia propia.

4. El significado de las fuentes orales


El primer aspecto que hace diferentes a las fuentes orales es su capacidad de infor-
marnos, más que de los acontecimientos, de sus significados. Esto no quiere decir
que estén desprovistas de intereses en un plano puramente referencial: desde este
punto de vista, el único problema que revisten, como todas las otras fuentes, es
el de su verificabilidad y el de su fiabilidad (sobre esto volveremos). Pero el dato
insustituible es que las fuentes orales imponen a la historia, con una intensidad más
acentuada que las otras, la subjetividad del narrador.14 Puede suceder que las entre-
vistas no añadan mucho a lo que ya sabemos, por ejemplo, de los costos materiales
ocasionados por la clase obrera en una determinada huelga; pero sí nos pueden
decir más acerca de los costos psicológicos ocultos. Informan no solo los hechos,
sino lo que estos significaron para quien los vivió y los relata; no solo respecto de lo
que las personas han hecho; sino sobre lo que querían hacer, lo que creían hacer, o
sobre lo que creían haber hecho; sobre las motivaciones; sus reflexiones, sus juicios
y racionalizaciones. Al respecto explica un obrero de Terni:
Si uno narra un hecho diferente a como sucedió, tal vez incons-
cientemente lo haya querido; era un deseo que tenía y en el cual
trabajó, probablemente. Si luego no sucedió como hecho históri-
co, porque no se logró, como punto material, pero élseguramente,
el que relata lo quería, quizás.15
Tomando prestada una categoría literaria de los formalistas rusos, podemos decir
que las fuentes orales son la integración insustituible de otras fuentes, con respecto
a la “fábula” –la sucesión temporal, lógica y casual de los acontecimientos– ad-
quieren su unicidad a través dela“trama” –la forma, el orden, la relación con la que
diferentes motivos son organizados en el relato.16 En esta actividad de organización

13 Gaetano Bordoni, Roma (San Lorenzo), en Circolo Gianni Bosio I Giorni Cantati..., cit., p. 65.
14 Véase Luisa Passerini, Storia e soggettività. Le fonti orali, la memoria, La Nuova Italia, Firenze,
1988, p. 226.
15 “Mario Conti” (pseudónimo), obrero, Terni, en Alessandro Portelli, Biografia ..., cit., p. 18.
16 Boris Tomasevskij, “La costruzione dell’intreccio”, en Tzvetan Todorov –a cargo de–, I formalisti
russi, Einaudi, Torno, 1968, pp. 305-350 [Teoría de la literatura de los formalistas rusos, Siglo
24 Alessandro Portelli

narrativa, así como en los rasgos menos explícitos del discurso, es que se expresa
(utilizando en su mayoría modalidades y cánones socialmente elaborados) la sub-
jetividad del narrador dentro de la subjetividad de clase.
La subjetividad también es asunto de la historia como los acontecimientos de
su materialidad; lo que las personas creen es tan importante para la historia como
lo es el suceso. Si la mitad de los obreros de Terni desplazan el asesinato de un
compañero por parte de la policía de 1949 a 1953, de las protestas contra la OTAN
a la lucha contra los despidos,17 esto no pone en discusión la cronología disponible,
sino que revela algo (trasciende) los procesos de simbolización dentro de la cultura
obrera y el significado de esos acontecimientos. Si un viejo partisano y militante
comunista de Terni –enfermo, desilusionado y cansado– nos narra cómo verdadero
un sueño en el que él habría estado a punto de reducir a Togliatti en los tiempos de
la revuelta de Salerno, nosotros sabemos perfectamente que esto no es cierto; pero
su relato nos hace enfrentarnos con el hecho de que la eliminación de la perspectiva
socialista después de la Resistencia fue pagada por muchos militantes con pre-
cios psicológicos, cuya memoria terminó en el inconsciente. Un inconsciente que
también es compartido, si después nos encontramos conque un “sueño” análogo
es narrado por un anciano ex obrero comunista de Genzano, provincia de Roma:
quiere decir que no se trata de divagaciones seniles, sino de un complejo legendario
en formación, que narra como verdaderos acontecimientos que jamás sucedieron,
pero que una porción de la clase obrera y de la Resistencia habría deseado que así
fuera. El error, de hecho, nos revela tanta verdad como un testimonio minucioso y
preciso, y tiene un valor histórico comparable con la copiosa y lucidísima memo-
ria, por ejemplo, de un Giorgio Amendola.18

5. La fiabilidad de las fuentes orales


Las fuentes orales son creíbles, pero su credibilidad es diferente. El interés del tes-
timonio no consiste solo en su adhesión a los hechos sino en su alejamientode ellos,
porque es en este desvío que se insinúa la imaginación, lo simbólico y el deseo. Por
tanto, no existen fuentes orales “poco fiables”: ya se ha dicho que deben ser exami-
nadas como cualquier otra fuente, su diferencia radica en el hecho de que lo que es
actualmente “no fiable” nos pone en serios problemas (y al tiempo nos ofrece una

XXI, México, 1991].


17 Véase el capítulo dos, “El asesinato de Luigi Trastulli (Terni 17 marzo 1949). La memoria y el
acontecimiento”.
18 Alfredo Filipponi, 1897, ex tranviario, comisario político de la Brigada Gramsci, activa en los
límites de Umbro y Lacio; Terni, 6.7.1973. Cf. Alessandro Portelli, y Valentino Paparelli, “Terni:
materiali per una storia operaia”, en I Giorni Cantati, boletín del Circolo Gianni Bosio de Roma,
10, marzo 1977; Alessandro Portelli, “Una storia sbagliata: memoria operaia e mondi possibili”,
en I Giorni Cantati. Storia – Memoria – Immaginario, La Casa Usher, Firenze, 1, 1981, pp. 13-31;
Giorgio Amendola, Un’isola, Rizzoli, Milano, 1980. El narrador de Genzano al cual hago refe-
rencia es Dandolo Spinetti, (n.1909) ex obrero de Genzano (pero grabado en Roma), 13.4.1970
(Archivo Sonoro “Franco Coggiola” del Circolo Gianni Bosio, REL 40_c.03).
Historias orales 25

serie de oportunidades) de interpretación histórica –si no otros, el problema de las


razones del error. Estos irremplazables y preciosísimos “errores” revelan a veces
cosas más importantes que si dijeran la “verdad”,puesto que encarnan aquello que
Nathan Wachtel llama, a propósito de la conquista española de los imperios ameri-
canos, “la visión de los vencidos”:
Si se comparan los bailes actuales con las crónicas, se verifican –
en conjunto– convergencias y divergencias. No es extraño que he-
chos históricos tan lejanos aparezcan hoy deformados: ¿pero estas
deformaciones son arbitrarias y fruto de puras fantasías? O por el
contrario, ¿obedecen a una cierta lógica? Y en este caso, ¿Cuál es
la lógica? ¿Por qué una interpretación es preferible sobre otras?19
Por supuesto, esto no significa aceptar el prejuicio que atribuye fiabilidad apriori
a las fuentes de archivo. El informe de policía sobre el asesinato del obrero de
Terni –alcual he hecho referencia arriba– empieza así: “A partir de la información
verbal tomada…”; se trata de una típica fórmula de apertura de documentos análo-
gos, que muestra cómo gran parte de las fuentes escritas no son otra cosa que una
incontrolada trascripción de fuentes orales perdidas. Muchos de los documentos a
los que atribuimos un certificado de fiabilidad son el resultado de procedimientos
análogos, realizados sin criterios científicos: ¿Quién dio la “información verbal”?
¿Quién la “tomó”? ¿Quién la trascribió y reformuló al lenguaje forense? Si un his-
toriador oral tratara estas fuentes, le reprobarían brutalmente; pero en fuentes así
tratadas se basa inconscientemente gran parte de la investigación histórica, incluso
la más acreditada.20
Un curioso subproducto del prejuicio sobre las fuentes orales se relaciona con
el hecho de que estas se distancian de los acontecimientos y sufren distorsiones de-
bido a las imperfecciones de la memoria.21Ahora bien, por definición, el único acto
en el que la escritura puede ser contemporánea es la escritura misma: de hecho,
entre el documento escrito y el acontecimiento al cual se refiere transcurre siempre
un lapso mayor o menor de tiempo, no es otro que el necesario para ponerlo en
un papel: esto se aplica tanto para los informes de policía como para los diarios

19 Nathan Wachtel, La visione dei vinti, Einaudi, Torino, 1977, p. 47 [Los vencidos: los indios del
Perú frente a la conquista española (1530-1570), Alianza, Madrid, 1976].
20 Sobre la trascripción y traducción al lenguaje forense de los actos procesales, véase el capítulo 19
de este libro (“La forma oral de la ley: el proceso del 7 de abril y la historia”). También pienso que
la historiografía del movimiento obrero está basada sobre trascripciones de las actas de los congre-
sos; sobre los actos parlamentarios y las entrevistas periodísticas.
21 Para una reciente actualización de esta tesis, cfr. Aurelio Lepre, Via Rasella. Leggenda e realtà, La-
terza, Bari, 1996. Lepre trata de “leyenda” a las narraciones memoriales, y atribuye valor de “rea-
lidad” a las trascripcionesde las interceptaciones telefónicas por parte de la policía (relativas a una
época en la que los teléfonos estaban notoriamente interceptados). Por otra parte, las trascripciones
de interceptaciones telefónicas son documentos escritos de origen oral, de los cuales no conocemos
ni los autores, ni los criterios de la trascripción.
26 Alessandro Portelli

personales. El documento oral, sin embargo, puede ser registrado también durante
el desarrollo de los hechos: es el caso de la investigación sobre la ocupación de
las casas de Roma en 1969-70, que contiene las palabras de los ocupantes y de la
policía en el mismo momento del desalojo forzado.22
Por otra parte, es cierto que a menudo se trabaja con narraciones orales que
tienen por argumento un pasado más o menos lejano. Por supuesto, no es claro
por qué, si un obrero relatala ocupación de las fábricas o un partisano narra la
Resistencia, su memoria debe a priori ser considerada como menos precisa que
la de Ugo La Malfa cuando escribe sus memorias de la posguerra o la de Giorgio
Amendola cuando escribe sus recuerdos del exilio. En este caso no se trata tanto
de una cuestión de prejuicios de clase como de la sacralidad de la escritura. Un ex-
celente historiador norteamericano ironizaba en un congreso sobre la inutilidad de
recoger el testimonio de Earl Browder (ex secretario del Partido Comunista de los
Estados Unidos), por considerarlo poco fiable debido al tiempo transcurrido; pero
luego admitía que, si Earl Browder hubiera escrito su historia en forma de memo-
rias o autobiografía, la habría considerado fiable hasta que se probara lo contrario.
No obstante, la distancia temporal habría sido la misma (y habría faltado el filtro y
el cotejo que de todos modos la presencia del entrevistador inserta en el relato del
narrador oral).
La escritura disfraza su dependencia del tiempo presentando un texto inmu-
table (scriptamanent) y nos da la ilusión de que las modificaciones que son im-
pensables para el futuro del texto lo son también para su pasado. En realidad, la
“prehistoria” del escrito, la fase entre el evento y su escritura, es para nosotros
incontrolable como la memoria de las fuentes orales. Por lo tanto, la cautela con
respecto a la fiabilidad de las fuentes orales es la de compartir el criterio de tener
una actitud crítica hacia todas las fuentes.
Por otra parte, no debemos cometer el error de considerar a los narradores
orales del todo privados de escritura, incluso cuando no pertenezcan a las elites. Tal
vez el caso del anciano dirigente obrero de Genzano, que además de recordar con
gran lucidez los hechos en los que había participado, también se había documenta-
do en los archivos locales, pueda ser insólito.23 Pero la mayoría de las personas que
entrevistamos saben leer, han leído diarios y a veces libros, ven y escuchan la tele-
visión y la radio, han oído hablar a personas que han leído (dirigentes de partido,
sindicalistas, sacerdotes); tienen diarios o apuntes, conservan cartas y periódicos.
De unos siglos para acá, a pesar del analfabetismo en masa, la escritura y la orali-
dad no existen más en universos separados e incomunicados. En todo caso, la situa-
ción contemporánea es la que ha puesto el vado para pasar de un analfabetismo a la
escritura, que todavía resulta precario y laborioso; muchos narradores han sufrido

22 Sobre la distancia entre evento y escritura, cfr. Gérard Genette, Figure III…, cit., p. 265; las graba-
ciones de las ocupaciones de las casas están en Alessandro Portelli, Roma. La borgata e la lotta per
la casa, Instituto Ernesto de Martino Archivi Sonori, Milan, SDL/AS10, 1970.
23 Tiberio Ducci, (n.1890) obrero, sindicalista, Genzano, 24 y 29.4.1975, 15.4.1976
Historias orales 27

una desestructuración de sus técnicas de memoria oral, las cuales fueron destruidas
por el contacto con una escritura que aún no dominan completamente.24Así, mien-
tras gran parte de la memoria escrita en documentos es poco más que un barniz es-
parcido sobre una oralidad de base, asimismo los analfabetos están ahora impreg-
nados de una cultura de origen escrito. Por lo tanto, los discursos sobre la mayor o
menor fiabilidad de las fuentes orales y escritas terminan siendo poco más que una
defensa instrumental de métodos consolidados que no quieren entrar en discusión.
Queda, sin embargo el hecho de que el narrador de ahora es diferente al que
era cuando formabaparte de los acontecimientos de los cuales habla o de los que
tiene conocimiento. A menudo se ha producido una evolución en su conciencia
subjetiva y en sus condiciones sociales, que lo llevará a modificar, si no los he-
chos, al menos el juicio que da sobre ellos y por tanto a la forma de su relato. Por
ejemplo, la renuencia a referir determinadas formas de lucha, como el sabotaje,
no deriva tanto del deterioro de la memoria como del cambio de opinión por parte
del narrador (o de su organización política). Acciones tomadas en un tiempo como
lícitas y necesarias pueden ser luego consideradas “extrañas en la tradición del
movimiento obrero” y borradas de la memoria colectiva. Algunos datos quedan
por fuera del relato no porque hayan sido olvidados, sino porque son “demasiado”
recordados. Una vez más, los conocimientos más valiosos se encuentran en los
silencios, en las reticencias y en las deformaciones.25
Por otra parte, las cosas no siempre son así. El narrador puede estar dispuesto,
aunque con un punto de vista diferente, a reconstruir sus actitudes pasadas, sus opi-
niones y sus juicios de entonces. Es el caso, por ejemplo, del obrero de Terni, quien
admite que ciertas iniciativas de represalia violenta y personal contra los dirigentes
responsables de los despidos también podían ser contraproducentes; pero no por
ello es incapaz de reconstruir lúcidamente los procesos mentales que le parecían
plausibles un cuarto de siglo antes.26 Este también es el caso de uno de los docu-
mentos más importantes de la historia oral de nuestro tiempo, la Autobiografía de
Malcolm X, en la que el narrador describe cómo funcionaba su conciencia antes de
su conversión al Islam yde queadquiriera una conciencia política. Si la entrevista
es manejada con competencia y el entrevistado tiene objetivos claros, no es impo-
sible que pueda distinguir entre su yo de ahora y su yo de entonces, de objetivarse
y mirarse como otro desde el yo-otro de hoy. En estos casos, y Malcolm X es un
ejemplo, el instrumento narrativo adecuado es el de la ironía, en el que dos pautas

24 Véase mi texto “An Education for Survival. Literacy and Orality in Eastern Kentucky”, World
Congress of Sociology, Madrid, Julio 1990.
25 Luisa Passerini, “Work Ideology and Consensus under Italian Fascism”, en History Workshop,
núm. 8, 1979.
26 Antonio Antonelli, (n.1923), obrero, Arrone (Tr), 7.6.1973
28 Alessandro Portelli

éticas y políticas (la del presente y la del pasado) interfieren y se solapan, y desde
su tensión toma forma el relato.27
Nos encontramos, sin embargo, con actitudes diferentes, en las que la con-
ciencia del narrador parece haberse detenido en un momento culminante de su
experiencia personal (como es el caso de algunos de los veteranos de la Primera
Guerra Mundial, de la Resistencia o del ‘68). Estos narradores tienden a expresarse
como si estuvieran enteramente absorbidos en la totalidad del evento histórico: en
el narrador actual desaparece, como diría Lukàcs, la “objetividad normativa del
autor épico”. La prevalencia de un estilo épico o de uno irónico tiene que ver con
las diferentes perspectivas históricas desde las cuales se instala el narrador.

6. La parcialidad de las fuentes orales


Las fuentes orales no son objetivas. Por supuesto, esto se aplica a todas las fuentes,
pero en el caso de las orales la noobjetividad es un dato constitutivo: se trata, de
hecho, de fuentes contemporáneas a la investigación más que al evento, son cons-
truidas, variablesy parciales.
La introducción de Alex Haley en la Autobiografía de Malcolm X muestra
que el proceso arriba descrito no se produjo de forma espontánea, sino que fue
estimulado por la habilidad del entrevistador, quien supo introducir en el diálogo
los temas personales, distanciándose de la imagen pública y propagandística que
Malcolm X tendía a dar de sí mismo y de la Nación del Islam. De hecho, las fuentes
orales siempre son el resultado de una relación de dos, de un trabajo en común del
que toman parte entrevistado y entrevistador (por esta razón, es importante que el
historiador conduzca personalmente al menos la mayor parte de las entrevistas). El
documento escrito tiene una forma inmutable y existe incluso antes de ser hallado
y utilizado por el historiador; la narración oral, por el contrario, es solo una fuente
potencial que surge en el momento en que el investigador provoca su existencia
dando inicio a una entrevista.
El contenido de la fuente oral depende en gran medida de lo que el investi-
gador ponga bajo la forma de preguntas, estímulos, diálogo, relación personal y
actitudes implícitas. Su sola presencia ya es fuente de posibles cambios: los en-
trevistados pueden decirle lo que creen que él quiere escuchar (y con ello expre-
san un juicio implícito sobre el investigador, respecto de lo que valdría la pena
profundizar)28 o bien, el entrevistador puede estructurar el relato en una forma tan

27 Sobre la ironía véase Gyorgy Lukàcs, Teoria del romanzo, Newton Compton, Roma, 1975, p. 102
[Teoría de la novela. Ensayo histórico filosófico sobre las formas de la gran literatura épica, Edi-
ciones Godot, Buenos Aires, 2010]. Sobre el uso de la ironía en las narraciones orales de los ex
militantes del ‘68, véase mi texto “I’m Going to Say It Now: Interviewing the Movement”, en The
Battle of Valle Giulia. Oral History and the Art of Dialogue, University of Wisconsin Press, Madi-
son, 1997, pp. 183-198.
28 Por ejemplo, sin que yo me diese cuenta (me lo explicaron después), personas que he entrevistado
han inferido cosas sobre mí por el periódico que descansaba sobre el asiento trasero de mi auto
(Rocca di Papa, Roma, diciembre 1969) por la preguntas que (no) hacía (“de los curas no me
Historias orales 29

rígida que el entrevistado no puedeexpresar los datos de los que el investigador ig-
nora su posible existencia o relevancia. Por lo tanto, se trata ante todo de “aceptar”
a la persona entrevistada, dando prioridad a lo que esta quiere contar y dejandopara
una segunda fase de la entrevista las preguntas sobre aspectos que quedaron pen-
dientes o en suspenso. La comunicación funciona siempre en ambas direcciones,
y el entrevistado de alguna manera busca siempre estudiar al entrevistador que lo
está estudiando a él; el investigador puede tomar nota de esta situación y sacar
deella todas las ventajas posibles, en lugar de tratar de ignorarla para instituir una
imposible neutralidad.
Si la entrevista es el producto de dos autores, esto debe ser evidente al mo-
mento de la publicación. Gran parte de los testimonios escritos o audiovisuales
organizan los textos con el fin de dar la impresión de que se trata de un flujo inin-
terrumpido de narración espontánea, haciendo desaparecer las preguntas y las in-
tervenciones del investigador. De este modo, llevan a cabo una seria manipulación,
porque brindan las respuestas del narrador pero no las preguntas a las cuales res-
ponde, y tienden a dar la impresión de que esa persona siempre daría ese relato con
esas palabras y de esa manera (es decir: tratan de atribuir a la performance oral
lamisma semblanza de inmutabilidad del texto escrito)
Precisamente porque es oral, la narración nunca será la misma dos veces se-
guidas. Esta es la característica de la expresividad popular: ni siquiera el más con-
sumado de los cantores popularespodría ejecutar dos veces la misma canción de
idéntica forma. Con mayor razón esto se aplica a las formas poco estructuradas,
como los relatos históricos y autobiográficos, sobre todo si se hacen en respuesta
a otras preguntas (dos entrevistadores diferentes nunca harán las mismas pregun-
tas, y no tendrán la misma presencia y la misma relación). Por esto es que vale la
pena repetir las entrevistas con la misma persona, con alguna distancia de tiempo:
es a medida que se modifica la relación interpersonal que se aclaran la naturaleza
y los fines de la investigación;por un lado puede disolverse la reserva personal o
atenuarse lo que se llama la “vigilancia revolucionaria” (no revelar ciertas cosas a
un interlocutor desconocido y de clase social diferente) y, por otro lado, también
puede aligerarse la subalternidad que induce al narrador a manipular el relato para
complacer al entrevistador.
La utilidad de repetir las entrevistas introduce la cuestión de la parcialidad
de las fuentes orales. Nunca será posible agotar toda la memoria histórica de una
persona, por lo que su resultado siempre será el fruto de una selección producida a
partir de la relación que se ha establecido. Por otra parte, una selección a priori ya
ha sidohechaen el momento en que el investigador elige los temas de la investiga-
ción y las personas a entrevistar; otra selección se dará al momento de la publica-
ción. Por lo tanto, la investigación llevada a cabo con fuentes orales siempre será

preguntó”: Greve in Chianti, Florencia, 1980) o incluso por la desenvoltura con la que, en una
habitación no aseada durante años, me senté sin buscar “un lugar limpio donde apoyar el trasero”
(Cranks Creek, Kentucky. 1986).
30 Alessandro Portelli

un trabajo en progreso, nunca finito, y en esto se distancia del requisito ideal de la


investigación histórica, que consiste en consultar todos los archivos, leer todas las
publicaciones, agotar toda la documentación disponible. Querer consultar todas las
posibles fuentes orales sobre las huelgas de Terni entre 1949 y 1953 habría requeri-
do entrevistar a más de cien mil personas (y cada una debía haber sido entrevistada
un número indefinido de veces); cada muestra será fiable solo dentro de los límites
del método adoptado y –dado que se trata de investigación cualitativa– nunca se
podrá discernir cuál experiencia particular es más significativa, o cuál entre todos
los posibles narradores extraordinarios y elocuentes se queda afuera.
Esta parcialidad de las fuentes orales se refleja en todo el orden de las fuentes.
Más allá del hecho de que ni siquiera el más escrupuloso de los historiadores puede
excluir la existencia de documentos desconocidos pero relevantes, la verdad es
que ninguna investigación puede considerarse completa si no se tienen en cuenta
(cuando existen) las fuentes orales disponibles; y dado que estas son por definición
inagotables, la historia oral trasmite su carácter incompleto y parcial a toda la in-
vestigación histórica.

7. Quién habla
A través de la historia oral no habla, como se solía afirmar en los años ’60 y ’70,
“la clase”. No se trata de una afirmación carente de fundamento: narrar una huelga
con las palabras de los obreros que la han hecho (antes que) con los informes de la
policía o de los periódicos contribuye sin duda (aunque no de forma automática)
a corregir las distorsiones implícitas de las fuentes institucionales y hegemónicas.
Las fuentes orales son, por lo tanto, condición no suficiente pero necesaria para la
historia de las clases no hegemónicas; son tal vez menos esenciales para la historia
de los grupos dominantes que, teniendo el dominio de la escritura, le han confiado
a esta gran parte de la memoria que procuran conservar.
Sin embargo, las riendas del discurso, incluso en la historia oral, están en
las manos del historiador. Aun suponiendo que en estas fuentes habla “la clase”,
es evidente que esta no lo hace en abstracto, sino que habla de lo histórico con el
historiador. Por consiguiente, en lugar de desaparecer frente al discurso autónomo
de sus fuentes de clase, el historiador permanece presente como interlocutor, y en la
mayoría de los casos con una función de “director” de selección y de organización
–como dice un viejo proverbio, la organización es una cuestiónpolítica, no técnica.
Por lo tanto, el hecho de que el historiador oral construya su discurso con
palabras ajenas no impide que el discurso siga siendo suyo: en vez de anularse en
las fuentes, el historiador se inscribe en ellas, y su subjetividad queda al desnudo.
Lejos de transformarse en un simple medio neutral de una historia narrada desde
abajo, el historiador ve de hecho aumentada su esfera de responsabilidad.
Mientras el documento histórico es a menudo invocado como sostén de la
objetividad del relato, la fuente oral involucra totalmente el relato en la propia
subjetividad. Al lado de la primera persona de la fuente está la primera persona del
Historias orales 31

historiador que ha contribuido a crear el relato. Esta relación se acentúa por el he-
cho de que ambos son narradores: incluso los narradores orales son de algún modo
historiadores,así como el historiador está adentro de sus relatos.
El historiador tradicional ama presentarse bajo la apariencia de lo que la teoría
literaria denomina “narrador omnisciente”: no porque lo sabe todo, sino porque
relata en tercera persona hechos en los cuales él no participa personalmente, do-
mina desde lo alto una materia que conoce por completo y se ubica distanciado e
imparcial hasta el punto de no aparecer nunca personalmente de forma explícita en
el relato.29
No se trata solo de un pasaje gramatical de la primera a la tercera persona,
sino de una actitud narrativa diferente: cuando el narrador es también uno de los
personajes, se realiza implícita y estructuralmente aquella participación política
que busca la historiografía militante. La historia militante, de hecho, no significa
hacer declaraciones programáticas, alineaciones subjetivas, y ni siquiera elegir un
tipo de fuente en lugar de otra; significa la presencia del historiador en la historia,
asumiendo la responsabilidad que lo inscribe en la narración –aunque no emita jui-
cios– y que le impone elecciones políticas menos visibles, pero tal vez fundamen-
tales en el momento en que pone en evidencia a la narración histórica como un acto
autónomo del narrar (en el momentoen que, junto con el relato de la historia está
también la historia del relato). La idea de la desaparición del historiador como su-
jeto correspondía a una militancia intensa, a una anulación de los roles personales
y con ello retornaba a la neutralidad del historiador tradicional, y así se negaba su
presencia y su responsabilidad; de esta manera, la historia oral parecía haber sido
diseñada para lograr el objetivo de hacer hablar a los otros en lugar del historiador.
En realidad sucede todo lo contrario: el historiador nunca es un medio trasparente,
siempre será un protagonista engorroso. Si otros hablan en su lugar, hablan a través
de él, y ese “lugar” sigue siendo suyo por más que se apresure a negarlo.
Pero en la historiografía como en la literatura, la acentuación y el develamien-
to de la función autónoma del narrador provocan su misma fragmentación. En una
novela como Lord Jim de Joseph Conrad (1900), el personaje-narrador Marlow
puede referir solamente aquello que él sabe y ha visto; y para hacer un relato com-
pleto de los acontecimientos se ve obligado a dejar entrar en su narración el relato
de otros “informantes”. Del mismo modo el historiador oral, entrando en el relato,
asume y mantiene su dirección, y al mismo tiempo comparte la autoridad narrativa
dejando que la fuente contamine sus palabras y que sus palabras contaminen a la
fuente.30

29 Véase Hyden White, Metahistory: The Historical Imagination in Nineteenth-Century Europe, Jo-
hns Hopkins University Press, Baltimore, 1973 [Metahistoria: La imaginación histórica en la Eu-
ropa del siglo XIX, Fondo de Cultura Económica, México, 2010].
30 Michael Frisch, A Shared Authority: Essays on the Craft and Meaning of Oral and Public History,
State University of New York Press, Albany, 1990; Tzvetan Todorov, “Les homes-recits”, en Poé-
tique de la prose, Paris, Seuil, 1971.
32 Alessandro Portelli

Como resultado, en lugar de la imparcialidad del narrador omnisciente del si-


glo XIX que mira para otro lado, el moderno punto de vista está circunscrito tanto a
la parcialidad de las fuentes como a la del narrador –donde parcialidad es entendida
bien como carencia, o como toma de posición: la parcialidad de la historia oral se
realiza más desde el plano político que del narrativo, no puede nunca ser narrada
“por encima de las partes” porque las partes están adentro. Naturalmente, el histo-
riador y sus fuentes no están en la misma “parte”, cualquiera que sea la posición
política subjetiva. La comparación, como conflicto o como búsqueda de unidad,
hace de estas dos parcialidades diversas el más significativo de los elementos que
constituyen la historia oral como campo de investigación inagotable y permanente.

8. Apéndice: una historia equivocada y sus trascripciones31


8 de septiembre de 1943: anunciaban el armisticio; la derrota del
fascismo y del nazismo. La batalla de Stalingrado marcó el fin de
los alemanes. Von Paulus, el comandante de la armada alemana,
se rinde después de un mes de combates. Y la guerra terminó.
Pero, reorganizaron la republiqueta de Salò. Y nosotros, antifas-
cistas, de inmediato nos organizamos para tomar las armas. La
Fábrica de Armas de Terni –fuimos, miles de obreros, rompimos
la puerta, la abrimos de par en par, tomamos las armas (una parte)
luego partimos hacia las montañas.
Dante Bartolini era cantante, poeta, y narrador; fue obrero de las acerías de Ter-
ni, comandante partisano; tenía un bar, cultivaba la tierra, sabía matar cerdos y
conocía todas las hierbas. Fue él quien me hizo descubrir el poder de la historia
oral. La primera vez que lo encontré, cantó una canción partisana escrita por él y
la introdujo con una breve reseña histórica. Los hechos –la prosa, como en la tras-
cripción anterior– estaban todos equivocados. Pero los tonos hieráticos, las pausas
cuidadosamente calculadasy el ritmo solemne le conferían al relato la cualidad y la
función de la poesía épica. Miremos:
Ocho de septiembre de mil novecientos cuarenta y tres
Anunciaban el armisticio
La derrota del fascismo y del nazismo
Marcó el fin de los alemanes
Von Paulus el comandante de la armada alemana
Se rindió después de un mes de combates.
Y la guerra terminó.

31 Esta sección es parte constitutiva del artículo “Oral History as Genre,” en Alessandro Portelli, The
Battle…, cit., pp. 20-23. La grabación del relato de Dante Bartolini (n.1912) Castel di Lago, Terni,
29.4.1973 se encuentra en el disco La Sabina. Una tipica area di transizione, a cargo de Alessandro
Portelli, Dischi del Sole, Milan, 1973.
Historias orales 33

Pero
Reorganizaron la republiqueta de Salò
Y nosotros
Antifascistas,
De inmediato nos organizamos para tomar las armas.

La Fábrica de Armas de Terni


Fuimos
Miles de obreros,
Rompimos la puerta,
La abrimos de par en par
Tomamos las armas
Una parte
Luego partimos
Hacia las montañas.
8 de septiembre de 1943 no es la fecha de la rendición de los nazis en Stalingrado,
sino la del armisticio con los aliados, la disolución del ejército y del Estado en Ita-
lia. La Resistencia, también en Terni, efectivamente comenzó poco después, pero
los obreros no consiguieron las armas saqueando la Fábrica de Armas del ejército.
Si buscáramos información factual, este relato sería inútil (también lo sería si fuese
exacto: no necesitamos el testimonio de Dante Bartolini para saber sobre Stalin-
grado). Sin embargo, podemos aprender muchas cosas si lo escuchamos como una
representación simbólica de los significados de una experiencia histórica fundada
sobre un preciso procedimiento poético: como la materialización de dos metáforas.
La primera metáfora es “tomar las armas”, repetida dos veces. El nacimiento
de la Resistencia es, en efecto, el acto de tomar las armas: la escena descrita/in-
ventada/imaginada por Dante Bartolini es la encarnación material de una fórmula
lingüística. Sin embargo, no es solo invención: Dante Bartolini fue de hecho uno
de los obreros (un pequeño grupo, no “miles”) que irrumpieron en las habitaciones
de los guardianes de la acería y se apoderaron de sus armas –no en 1943, sino en
1949– después del atentado a Togliatti. Al sobreponer los dos eventos, el narrador
sugiere una continuidad simbólica y subjetiva, pero real, entre la Resistencia de
1943 y la cuasiinsurrección de 1949: como si el atentado a Togliatti demostrara
que la Resistencia no estaba acabada y que aún necesitaba el uso de las armas; o
tal vez, que la Resistencia está acabada y que el acto de tomar las armas debe ser
remontado a un momento en el que se lo consideraba legítimo.
En segundo lugar, situando el primer gesto de la Resistencia en el espacio de
la fábrica, Bartolini evoca la naturaleza de la lucha antifascista en Terni: aunque la
Brigada Gramsci operó sobre todo en la montañas, en la frontera entre Umbría y
Lacio, sin embargo estaba compuesta en su gran mayoría por obreros, cuyas “ar-
mas” –conciencia y solidaridad– venían directamente de la fábrica.
34 Alessandro Portelli

La segunda metáfora es más compleja y ambigua: “Rompimos la puerta/La


abrimos de par en par…” Romper las puertas es una clásica imagen de liberación;
no obstante, está principalmente representada como el acto de salirde un espacio
cerrado, en lugar de entrar en él. Como salida, la ruptura de las puertas representa
a la Resistencia como liberación política y democrática; pero en tanto entrada, la
irrupción en la fábrica es representada como liberación social y económica, como
la toma de posesión de los medios de producción. La épica de la Bastilla se entrela-
za con la del Palacio de Invierno. Libertad y socialismo, en resumen, son dos caras
de la misma metáfora: es este el significado que podemos interpretar en el relato
de Dante Bartolini, si solo lo escuchamos.
Cómo lo interpretamos depende de cómo lo escuchamos, y el modo en que lo
escuchamos e interpretamos define cómo lo representamos en la página. Atendien-
do las indicaciones de Dennis Tedlock, lo trascribí siguiendo la cualidad rítmica de
su voz: si la página se asemeja a una poesía es por lo que Dennis Tedlock enseña,
que hay una estrecha relación entre historia oral y poesía.32 Es por ello que la tras-
cripción atrae la atención sobre la cualidad sonora de la performance y sobre las
implicaciones metafóricas.
Por otra parte, el tema profundo de este relato es la memoria,la cual conserva
y trasmite una imagen del pasado, y la misma solemnidad de las palabras y de tono
tienden a congelarlo. En un nivel, Bartolini sugiere que la Resistencia no se ha
acabado y que debemos continuarla; en otro nivel, la proyecta en un tiempo apar-
tey sugiere conmemorarla. Siquisiéramos evidenciar esta segunda modalidaden la
trascripción, podríamos escribirla así, como en una placa dedicatoria:
Ocho de septiembre de mil novecientos cuarenta y tres
Anunciaban el armisticio
La derrota del fascismo y del nazismo
Marcó el fin de los alemanes…
Es la responsabilidad de quien trascribe. Solo cambiando el alineamiento de las
líneas, sin tocar una sílaba, hemos trasformado la performance de Bartolini de
(inexacta) prosa histórica en sugestiva poesía épica, y ahora la convertimos de
poesía a epígrafe: un monumento hecho de palabras a la memoria de la Resistencia
(estuve tentado de trascribir la fecha en números romanos, como en tantos epígra-
fes de posguerra –“VII Septiembre MCMXLIII…”). El hecho es que esta inter-
pretación oscila entre la historia, la épica y el monumento; dónde la ubiquemos
depende en gran parte de cómo elijamos trascribirla. Pero el hecho de que todos
estos géneros coexistan en tensión recíproca en las mismas palabras, es un tributo
a la complejidad de la historia oral (y a la genialidad de este narrador); el hecho

32 Dennis Tedlock, “Learning to Listen: Oral History as Poetry”, en The Spoken Word and the Work of
Interpretation, University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 1983, pp. 107-123.
Historias orales 35

de que estemos llamados a elegir uno es señal de la responsabilidad que asumimos


cuando comenzamos a escribir historia oral.

Das könnte Ihnen auch gefallen