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El uso de ismos, como términos que denotan una categoría historiográfica ha sido
errático a lo largo del tiempo y su uso como herramienta de los historiadores ha
mostrado inconsistencias. Surgidos en el siglo XVIII, se fueron precisando hasta
bien entrado el XIX. Algunos de ellos comenzaron utilizándose como opuestos de
otros, como es el caso del absolutismo y el liberalismo, pero con el tiempo se
desarrollaron matices que abonaron a la confusión de su uso.
Absolutismo
1 Cesare, Cuttica, “A thing or two about absolutism and its historiography” en History of European
Ideas, 2013, vol. 39, núm. 2, p. 288. Consultado en http://dx.doi.org/10.1080/01916599.2012.679078
el 15/11/14.
2 Ibid, p. 290.
3 Norberto, Bobbio, Nicola, Matteucci, Gianfranco, Pasquino, Diccionario de política, redactores José,
Aricó, Martí, Soler, Jorge, Tula, 2 vols., 12ª ed., México, Siglo XXI, 2000, p. 1-8.
2
Otra característica obligada del concepto es que el poder debía ser arbitrario
e irrestricto, pero esto más bien tuvo diversos matices en la práctica. 7 Para
deslindarlo de la tiranía, en la práctica tuvo que mantenerse su espíritu positivo, en
el sentido de arbitrario, pero limitado, no sólo por las leyes, sino por la costumbre.8
En este sentido se han propuesto hasta nueve distintos tipos de absolutismo que
abarcan un amplio rango de matices, pero se engloban en las limitaciones legales
y consuetudinarias: 1) el maquiavélico, definido por la prudencia del soberano; 2) el
bodiniano, remarcando la indivisibilidad e inalienabilidad de la soberanía,
respetando las leyes y la propiedad; 3) el patriarcal, fincado en el ethos del
Commonwealth y sus leyes; 4) el patriótico, opuesto a las ideas ultramontanas
francesas; 5) constitucional, como en el caso específico de la Inglaterra del siglo
XVII; 6) el de la razón de Estado, que prioriza la arcana imperii; 7) el divino, que
estipula el origen místico del poder; 8) el hobbesiano, donde cumple un papel la
9 Ibid, p. 298.
10 Ibid, p. 300.
11 Chetan, Bhatt, “Ethnic absolutism and the authoritarian spirit” en Theory Culture Society, 1999, vol.
Antiguo Régimen” en Anales de la Fundación Francisco Elías de Tejada, núm. 12, 2006, p. 30.
Consultado en
www.researchgate.net/publication/39656074_Conservadores_innovadores_y_renovadores_en_las
_postrimeras_del_Antiguo_Rgimen el 15/11/14.
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13 Ibid, p. 34.
14 Ibid, p. 40.
15 Ibid, p. 43.
16 Josep, Fontana, La crisis del antiguo régimen, 1808-1833, Barcelona, Editorial Crítica-Grijalbo, p.
17 Ibid, p. 16.
18 Ibid, p. 18.
19 Ibid, p. 72.
20 Ibid, p. 80.
21 Ibid, p. 107.
22 Ibid, p. 115.
6
23 Ibid, p. 125.
24 Javier, Herrero, Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid, Alianza Editorial,
1988, p. 22, (Alianza Universidad).
25 Ibid, p. 233.
26 Ibid, p. 235-6.
27 Ibid, p. 238.
28 Ibid, p. 245.
29 Ibid, p. 248-250.
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La nobleza hispana creyó que participaría del poder con Fernando VII, y en
el Manifiesto de los Persas plasmó su refrendo de la soberanía nacional y el poder
absoluto como propios del rey, pues no podían compartir la aspiración popular de
igualdad.31 Todo esto se enmarcó en una cubierta religiosa, de la que el pueblo
mismo tenía conciencia,32 y casi todo el clero impulsó conscientemente el espíritu
absolutista.33 Al sacrilegio napoleónico, España respondía con la guerra religiosa.34
La apoteosis de esta respuesta cristalizó a principios de 1814, con el regreso de
Fernando VII, que restauró el absolutismo con el apoyo del partido servil.35 La
represión llegó a considerarse santa y el culmen la quema de la Constitución de
1812 en muchas ciudades españolas.36 Para este autor, “la retórica de la tradición
y el casticismo hispánico” solamente escondían la defensa de intereses
privilegiados de clase37 y el villano de su difusión el mayor polígrafo español.
Liberalismo
30 Ibid, p. 330.
31 Ibid, p. 338-340.
32 Ibid, p. 375.
33 Ibid, p. 377.
34 Ibid, p. 380.
35 Ibid, p. 385-6.
36 Ibid, p. 398.
37 Ibid, p. 401.
38 Javier, Fernández Sebastián (dir.), Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era
de las revoluciones, 1750-1850, 2 vols., Madrid, Fundación Carolina, 2009, vol. 1, p. 696,
(Iberconceptos, I).
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madurando hacia la segunda mitad del XIX. En ese intervalo, incluso desde
principios del XIX, su uso fue confuso, insidioso, muchas veces aplicando nuevos
significados a viejas voces.39 Parece que fue Napoleón, en su alocución del 18
brumario, quien inició su uso, pero en España tanto en Cádiz, como en las Cortes
se utilizó alternativamente en un contexto de partido o de un entramado institucional
con alusiones a diversos autores como Locke, Rousseau, Montesquieu, pero con
referentes jurídico-políticos que se remontaban al medioevo en una especie de
prolepsis.40
39 Ibid, p. 699-701.
40 Ibid, p. 702-3.
41 Ibid, p. 704-5.
42 Ibid, p. 706-7.
43 Ibid, p. 709.
44 Ibid, p. 710.
45 Ibid, p. 712.
9
46 Ibid, p. 713-4.
47 Ibid, p. 716.
48 Ibid, p. 716-7.
49 Ibid, p. 718.
50 Ibid, p. 720.
51 Ibid, p. 723.
52 Ibid, p. 727.
53 Ibid, p. 728.
54 Ibid, p. 730-31.
55 Javier, Fernández Sebastián, “Liberalismo. España” en Javier, Fernández Sebastián (dir.),
Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850, 2
vols., Madrid, Fundación Carolina, 2009, vol. 1, p. 784-5, (Iberconceptos, I).
10
56 Ibid, p. 786-7.
57 Ibid, p. 788.
58 Ibid, p. 789.
59 Roberto, Breña, “Liberalismo. México” en Javier, Fernández Sebastián (dir.), Diccionario político y
social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850, 2 vols., Madrid, Fundación
Carolina, 2009, vol. 1, p. 797, (Iberconceptos, I).
60 Ibid, p. 798.
61 Ibid, p. 799.
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el ideario liberal.62 Es decir, su uso estuvo al servicio del bando que lo empleaba, lo
que persistió a lo largo de las siguientes décadas.63
Este mismo autor, Fernández Sebastián, pero en otro texto, llama la atención
al hecho de que el liberalismo hispánico, como todo lo relativo a la cultura hispánica,
estaba permeado por las creencias religiosas, así se hablaba igual de una
ilustración católica, que de un liberalismo católico, que diferiría del correspondiente
significado europeo en otras culturas,64 la diferencia fundamental sería que esta
ideología estaría presidida por una trilogía que, además del rey y el pueblo, estaría
integrada también por dios, y obviamente sus representantes en el mundo, el
clero.65 Esta diferencia no era menor, pues en el resto de Europa la religiosidad
estaba dividida esencialmente en dos bandos, católicos y protestantes, mientras
que en España y América se trataría de un bloque monolítico de creencias.66 Esto
tiene importancia porque al incluir el liberalismo la laicización del estado, la
confrontación con los intereses y doctrina católicos era inevitable. La primera línea
de confrontación sería con la intolerancia religiosa; ya von Humboldt había alertado
contra la crítica extrema de las autoridades en Nueva España y Granada a la
limitación de fueros, no obstante haber elogiado tanto centros educativos como
institutos, academias y sociedades.67 El ejercicio de esta libertad era condenado
como libertinaje.68 De esta manera, el liberalismo se construyó sobre el dogma
cristiano, lo que lo matizó indefectiblemente, de modo que virtud y ciudadanía eran
inseparables del evangelio y se hablaba de una cristiandad cívica.69 Hasta fines de
la tercera década del siglo XIX aparecerían en México escritos que promovieran la
tolerancia religiosa, es decir, como tema sensible matizó la idea de liberalismo de
manera distinta en el mundo americano.70 Esto representó un conflicto para el
62 Ibid, p. 800-1.
63 Ibid, p. 803.
64 Javier, Fernández Sebastián, “”Toleration and freedom of expression in the hispanic world between
enlightment and liberalism” en Past and Present, mayo 2011, núm. 211, p. 160-1.
65 Ibid, p. 162.
66 Ibid, p. 163.
67 Ibid, p. 177.
68 Ibid, p. 188.
69 Ibid, p. 189.
70 Ibid, p. 194.
12
71 Facundo, Lafit, “El liberalismo peninsular ante la ‘cuestión americana’” en Historia Contemporánea,
2012, vol. 46, p. 47.
72 Ignacio, Fernández Sarasola, “El primer liberalismo en España (1808-1833)” en Historia
A celebration on the bicentennial of may 2nd, 1808, marzo 28, 2008, Georgetown University,
consultado en https://www.academia.edu/344327/The_Constitution_of_Cádiz_in_New_Spain el
15/11/14.
13
75 Ibid, p. 11.
76 Ibid, p. 24.
77 François Xavier, Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones
hispánicas, 3ªreimp., México, FCE-Editorial MAPFRE, 2014, p. 12, (Sección Obras de Historia).
78 Alfredo, Ávila, Rodrigo, Moreno, “El vértigo revolucionario. Nueva España 1808-1821” en Nuevo
mexicano para 1821.82 José De Bustamante aplicaría una ideología similar a la del
virrey Calleja en su gestión en Guatemala, adecuando sus acciones de gobierno a
las necesidades del momento, siempre con la idea básica de preservar los intereses
absolutistas de la corona, aunque hablara de liberalismo,83 como por ejemplo, con
la libertad de prensa,84 y hablara de ‘reconciliación’ en el caso de la rebelión
salvadoreña.85
Calleja fue el único militar que por sus méritos en campaña alcanzó el
nombramiento de virrey de Nueva España. Su combate a la insurgencia
encabezada por Hidalgo y Morelos, la derrota que les infirió y la muerte de sus
dirigentes fueron definitivos para identificarlo como baluarte de la defensa de los
intereses monárquicos, absolutistas hasta 1812, constitucionales a partir de la carta
magna gaditana, publicada el 3 de marzo de 1813 como último acto de gobierno del
virrey Venegas.86 Ya Venegas había ignorado diversos mandamientos gaditanos
por considerarlos opuestos a los intereses del buen gobierno virreinal,
particularmente porque limitaba el poder del virrey, equiparándolo a el resto de los
jefes militares de las diferentes provincias, con quienes se disputaba el mando.87
82 Ibid, p. 381-2.
83 Timothy P., Hawkings, To insure domestic tranquility: Jose de Bustamante and the preservation of
empire in Central America, 1811-1818, New Orleans, Tulane University, 1999, p. 144, (Tesis para
obtener el título de doctor en Filosofía por la Universidad de Tulane, Luisiana).
84 Ibid, p. 161.
85 Ibid, p. 171.
86 José de Jesús, Núñez Domínguez, La virreina mexicana Doña María Francisca de la Gándara de
teóricamente, igualitario para todas las regiones de la monarquía, limitó el poder del
rey, otorgándoselo a las Cortes, estableció un sufragio universal para todos los
hombres que no fueran africanos,88 pero no tocó el régimen de propiedad privada,
y limitadamente interesó los fueros eclesiásticos en lo recaudatorio y judicial. No fue
un documento español, sino una expresión de la voluntad política de los españoles
de ambos hemisferios.89
88 Jaime E., Rodríguez O., La independencia de la América española, 2ª reimp., México, FCE-El
Colegio de México, 2010, p. 413, (Sección de Obras de Historia).
89 Ibid, p. 412.
90 Carol C., Ferguson, The spanish Tamerlaine?: Félix María Calleja, viceroy of New Spain, 1813-
1816, Michigan, Texas Christian University, 1973, p. 152, (Tesis para obtener el título de doctor en
Filosofía por la Universidad Cristiana de Texas).
91 Timothy E., Anna, La caída del gobierno español en la ciudad de México, trad. Carlos Valdés,
Todas estas medidas las tomó premeditadamente, pues desde el primer día
de su gobierno encargó la formación de una comisión que estudiara a fondo las
consecuencias de los cambios que las reformas liberales traerían a su
administración, y finalmente a los intereses de la corona,100 y a partir de dicho
dictamen asumió las decisiones que se han comentado.101 Con la restauración
absolutista y abolición constitucional se regresó nominalmente al estado de cosas
que reinaba en 1808. Sin embargo, esa reversión de las medidas liberales también
fue atemperada por Calleja para no complicar más la situación política virreinal, por
lo que también podría considerarse que en ese momento obró como liberal renuente
a la restauración con tal de no entorpecer el funcionamiento gubernamental. Por
esa gestión consecuente con los intereses de la corona, a veces camaleónica, pero
95 Ibid, p. 416.
96 Ferguson, op. cit., p. 158. Ortiz Escamilla, “Calleja, el gobierno…”, op. cit., p. 411.
97 Cristina, Gómez Álvarez, El alto clero poblano y la revolución de independencia, 1808-1821,
separatistas (1800-1824), Ed. Electrónica, México, FCE, 2012, p. 5738, (Sección Obras de Historia).
99 Ibid, p. 5774.
100 Ortiz Escamilla, “Calleja, el gobierno…”, op. cit., p. 426-446.
101 Ibid, p. 412.
17
Esto también podría ilustrarse con otros personajes de la época. Por ejemplo,
el obispo de Puebla, Antonio Joaquín Pérez Martínez tuvo un papel importante como
liberal moderado en las Cortes,103 desempeñando un rol conservador en las
mismas, luego como contrarrevolucionario novohispano de 1816 a 1819, 104 para
terminal como jefe de la iglesia novohispana y contribuir determinantemente en la
consumación de la independencia de España,105 quedando, al menos
nominalmente, como miembro de las fuerzas “liberales” que consumaron la
emancipación de la dominación hispana. Esto también sólo abona a ejemplificar un
uso abstruso de lo que luego sería una categoría historiográfica bien definida.
Así como utilizó a la nobleza, Fernando VII lo hizo con el ala conservadora
de los clérigos para deshacerse de los opositores liberales del poder civil;111 el rey
aprovecharía la diferencia de intereses del clero y optaría por el secular como
colaborador,112 pero ninguno mejoró en su status foral. A algunos, incluso, les
cobraría antiguos errores políticos, como al obispo Bergosa, al que no le perdonó
apoyar la constitución,113 algo así ocurrió con Abad y Queipó.114 Lo mismo pasó con
la Mesta, restaurada en octubre de 1814, pero que tuvo que claudicar en sus
aspiraciones de recuperar su jurisdicción señorial y la política fiscal que la
favorecía,115 avasallada por las exigencias del nuevo auge comercial. Aunque en
general la política del monarca tendió a regresar al estado de cosas previo a 1808,
en muchos aspectos no fue posible anular las medidas tomadas durante el período
constitucional,116 lo que significa que la restauración del absolutismo no fue tan
completa como se ha pensado, esencialmente reflejando la supremacía de los
108 Brian R., Hamnett, La política española en una época revolucionaria, 1790-1820, ed. Electrónica,
México, FCE, 2012, p. 217, (Sección de Obras de Historia).
109 Jaime E., Rodríguez O., Nosotros somos ahora los verdaderos españoles,2 vols., México, Colegio
intereses de la burguesía mercantil aún por encima de los deseos del monarca,117
aun cuando desde mayo de 1814 Fernando VII se dedicara sistemáticamente a
destruir las instituciones gaditanas.118 Cuando los serviles apoyaban la restauración
del absolutismo, se referían a un statu quo ante que no implicaba el dominio
arbitrario y autocrático que resultaría finalmente, sino un sistema tradicional flexible
y adaptable, que no cayera en los excesos del ‘despotismo ministerial’, 119 pero
sufrieron una gran decepción porque Fernando no buscó unir las estructuras del
reino para equilibrar su falta de pericia política y preparación; en su lugar se rodeó
de validos y amigos que poco le ayudaron en la tarea de reconstruir la monarquía.120
Esta confusión en el uso de los términos liberal y absolutista, ésta, para fines
de la segunda década del XIX ya transmutado en servil, continuó y hasta se
profundizó en la siguiente década, cuando la situación política, ya republicana tras
la caída de Agustín I, se dirimía en otras agendas y se transformó en una dicotomía
entre federalistas y centralistas,121 pero esta dicotomía tenía un antecedente nada
claro que incluía iturbidistas, monárquicos, borbonistas y republicanos, éstos a su
vez federalistas y centralistas,122 pero hubo varias migraciones que terminaron
incluyendo a los conservadores, monárquicos y serviles en el ala centralista, el resto
por pragmatismos políticos se hicieron federalistas. Fue así que viejos iturbidistas
terminaron como federalistas. Un poco antes, las alianzas y rupturas englobadas en
un movimiento masónico nacional derivaron en una migración de algunos
escoceses a yorkinos,123 y finalmente la transformación de ambos en federalistas y
centralistas cuando ya estaba bien establecida la forma de gobierno republicana.
Sería hasta la segunda mitad del XIX que esto se definiría en conservadores y
liberales, ya como partidos bien definidos, pero en ese trecho estas denominaciones
fueron utilizadas para establecer identidades y descalificar oposiciones políticas de
público sobre la masonería. México, 1821-1830, México, UNAM-El Colegio de Michoacán, 2010, p.
68-9, (Serie Historia Moderna y Contemporánea, 54).
122 Ibid, p. 72.
123 Ibid, p. 75.
20
Una revisión más detallada de Villoro señala más una filiación liberal, pero
cristiana de Hidalgo y otros próceres independentistas, que la consabida influencia
de la ilustración francesa. En todo caso reconoce mayor influencia hispánica que
francesa, pero sobre todo señala la aspiración debida a cómo cada grupo
novohispano se imaginaba el futuro país con base en el pasado legalista hispano,
del que surgió, sí, un constitucionalismo basado en un saber jurídico matizado por
la tradición católica, que era la propuesta del padre Mier132 y se expresaba en la
frase que la libertad no se fundaba en el derecho, sino el derecho en la libertad. 133
No obstante, existe otra explicación de la primera fase de la rebelión de
emancipación, que consiste en verla no como un afán de independencia, sino un
intento de lograr una autonomía de gobierno, bajo el mismo régimen de la
novohispanos: balance de la historiografía reciente” en Manuel, Chust, José Antonio, Serrano (eds.),
Debates sobre las independencias iberoamericanas, Madrid, AHILA-Iberoamericana, 2007, p. 257,
(Estudios de Historia Latinoamericana, 3).
133 Alfredo, Ávila, María José, Garrido Asperó, “Temporalidad e independencia. El proceso ideológico
de Luis Villoro, medio siglo después” en Secuencia, septiembre-diciembre 2005, núm. 63, p. 76-96.
22
monarquía católica.134 Ésta sería consistente con los movimientos iniciados desde
1808 y con su carácter de precursor de la ulterior intención de independizarse de la
monarquía y erigirse como una república independiente, en tanto tras las derrotas
insurgentes y la restauración absolutista cancelaba las expectativas de los
constitucionalistas y cerraba las posibilidades de los autonomistas de continuar
luchando por la vía legal a través de las Cortes.135
134 Virginia, Guedea, En busca de un gobierno alterno: los Guadalupes de México, México, UNAM,
1992, 412 p., (Serie Historia Novohispana, 46).
135 Ibid, p. 357.
136 Alfonso, Noriega, El pensamiento conservador y el conservadurismo mexicano, 2 vols., México,
La tesis reaccionaria seguía siendo la misma hacia 1925, que México ya era
una nación en 1810, cuya nacionalidad y bases se forjaron en la Nueva España y a
Pérez Vejo, Los caminos de la ciudadanía. México y España en perspectiva comparada, ed.
Electrónica, Madrid, Siglo XXI, 2013, p. 1066, (Colección Historia Biblioteca Nueva).
151 Reyes Heroles, op. cit., Vol. I, p. 8-18.
152 Ibid, Vol. I, p. 29.
153 Ibid, Vol. I, p. 32.
25
Fuentes
Revistas
Libros
26)Rodríguez O., Jaime E., Nosotros somos ahora los verdaderos españoles,2
vols., México, Colegio de Michoacán-Instituto Mora, 2012.
27) Suárez Cortina, Manuel, Pérez Vejo, Tomás, Los caminos de la ciudadanía.
México y España en perspectiva comparada, ed. Electrónica, Madrid, Siglo
XXI, 2013, (Colección Historia Biblioteca Nueva).
28)Vázquez Semadeni, María Eugenia, La formación de una cultura política
republicana. El debate público sobre la masonería. México, 1821-1830,
México, UNAM-El Colegio de Michoacán, 2010, 271 p., (Serie Historia
Moderna y Contemporánea, 54).
29) Villoro, Luis, El proceso ideológico de la Revolución de Independencia, 2ªed.,
México, UNAM, 1967, 252 p.
30) Zárate, Julio, “La guerra de independencia” en Vicente, Riva Palacio, México
a través de los siglos, 5 vols., México, Editorial Cumbre, 1977.