Sie sind auf Seite 1von 19

El conocimiento en la antigüedad: Platón y Aristóteles

Si bien el problema del conocimiento se plantea en la modernidad, no podemos dejar pasar


el aporte que sobre este tema brindaron dos de los filósofos más importantes de la antigüedad:
Platón y Aristóteles. Si bien este último fue discípulo de Platón, su pensamiento se aleja de los
planteos de su maestro.


PLATÓN:

La filosofía platónica se centra en la conocida Teoría de las Ideas la cual constituye la base
de sus planteos éticos, estéticos, políticos, gnoseológicos, etc.
Hecho conocido es que Platón fue discípulo de Sócrates; muchas
de sus enseñanzas sentaron las bases de la filosofía platónica pero,
particularmente, la noción de definición y la búsqueda del universal,
fueron los puntos de partida que hicieron que Platón enuncie la Teoría
de las Ideas.
La definición puede ser descripta como una caracterización de
orden esencial; es el logos que habla de la esencia de la cosa.
Cuando se realiza una definición, el objetivo es buscar el carácter
común de varios particulares, que los universaliza (esto es conocido
como el “universal socrático”). Una definición universalmente válida
debe ser definición de una realidad estable e independiente de
cualquier ejemplar particular definido.
Para Platón, la realidad sensible en la que estamos inmersos está en constante cambio; por
este motivo se vio en la necesidad de concebir otro tipo de realidad, cuyo carácter estable
permitiera encontrar la característica común que la definición necesita.
Las Ideas son “…absolutas, eternas, inmutables, universales e independientes del mundo de
los fenómenos”1. Sin embargo, si bien las Ideas son independientes de las cosas sensibles,
éstas reciben su nombre y sus cualidades de las primeras gracias a que participan de ellas. En
otras palabras, las Ideas constituyen el modelo de las cosas sensibles, es decir, éstas son
imágenes o copias de las Formas.
Por otra parte, la captación de estas realidades inmutables se realiza a través de la razón,
del intelecto; mientras que a las cosas sensibles accedemos mediante nuestros sentidos, por la
percepción.
Con esto, es claro que para Platón, el verdadero conocimiento se
relaciona con las Formas ya que éstas muestran la realidad tal cual
es, no son apariencias y poseen un carácter estable.
Esta caracterización de las Ideas en contraposición con la
realidad sensible, lleva a Platón a hacer una división entre dos
mundos o ámbitos: el mundo de las Ideas o mundo inteligible y el
mundo sensible. Esta división está claramente expuesta en la
conocida “Alegoría de la Caverna” perteneciente al diálogo República.
Allí, el filósofo muestra que la humanidad está sumida dentro de la oscuridad de la
ignorancia, donde sólo perciben las apariencias de las cosas, las sombras que se proyectan en
la pared de la caverna. Creen que lo que perciben es la realidad, basan su conocimiento en la
copia de las Ideas y no en las Ideas mismas; hasta que un día, uno de los prisioneros es liberado
y tiene la posibilidad de acceder al verdadero conocimiento, es decir, al conocimiento de las
Formas. Al principio, le cuesta ver las cosas tal cual son pero, luego de un tiempo, puede
hacerlo. Este prisionero liberado es el filósofo, ya que puede acceder, mediante la razón, al
1
Grube, El pensamiento de Platón, Madrid, Gredos, 1973

1
conocimiento de las Ideas, al conocimiento del mundo real. Sin embargo, cuando pretende
mostrar la verdad a los demás, es incomprendido, ya que para sus antiguos compañeros de
cautiverio, la realidad la constituyen las sombras proyectadas.
Asimismo, Platón considera que el conocimiento tiene que ver con el recuerdo y esboza la
teoría de la reminiscencia. En ella sostiene que el alma, antes de quedar presa del cuerpo,
conoció el ámbito de las Ideas pero que, olvidó todo. Es así que, cada vez que vemos algo, lo
reconocemos, ya que recordamos lo que el alma alguna vez vio.
En síntesis, para Platón el verdadero conocimiento se relaciona con el acceso a estas
realidades trascendentes, inmutables, eternas, infinitas que son las Ideas. Sólo el filósofo puede
acceder a ellas ya que es quien realiza un arduo trabajo intelectual que le permite captarlas (en
especial a la Idea de Bien, la más importante). El resto de los seres humanos se encuentra
todavía dentro de la caverna pensando que la realidad la constituyen las copias, la realidad
sensible que es cambiante, finita, inmanente.

1) A partir de la lectura de los fragmentos de República y Fedón:

a. Grafiquen y expliquen con sus palabras la “Alegoría de la Caverna”.


b. ¿Qué sector creen que es el más importante para Platón: el mundo dentro de la
caverna o fuera de ella?
c. Realicen un cuadro comparativo entre las Ideas y las cosas sensibles. ¿existe
algún tipo de relación entre las cosas sensibles y las ideas? Fundamenten la
respuesta

Fedón

—¿Y lo que debemos preguntarnos a nosotros mismos —dijo Sócrates—, no es algo así
como esto: a qué clase de ser le corresponde el ser pasible de disolverse y con respecto a
qué clase de seres debe temerse que ocurra este percance y con respecto a qué otra clase
no? Y a continuación, ¿no debemos considerar a cuál de estas dos especies de seres
pertenece el alma y mostrarnos, según lo que resulte de ello, confiados o temerosos con
respecto a la nuestra?
—Es verdad lo que dices —asintió Cebes.
—¿Y no es lo compuesto y lo que por naturaleza es complejo aquello a lo que
corresponde el sufrir este percance, es decir, el descomponerse tal y como fue
compuesto? Más si por ventura hay algo simple, ¿no es a eso solo, más que a otra cosa,
a lo que corresponde el no padecerlo?
—Me parece que es así —respondió Cebes.
—¿Y no es sumamente probable que lo que siempre se encuentra en el mismo estado y
de igual manera sea lo simple, y lo que cada vez se presenta de una manera distinta y
jamás se encuentra en el mismo estado sea lo compuesto?
—Tal es, al menos, mi opinión.
—Pasemos, pues —prosiguió—, a lo tratado en el argumento anterior. La realidad en sí,
de cuyo ser demos razón en nuestras preguntas y respuestas, ¿se presenta siempre del
mismo modo y en idéntico estado, o cada vez de manera distinta? Lo igual en sí, lo
bello en sí, cada una de las realidades en sí, se admite en ellas un cambio cualquiera? ¿O
constantemente cada una de esas realidades que tienen en si y con respecto a si misma
una única forma, siempre se presenta en idéntico modo y en idéntico estado, y nunca, en
ningún momento y de ningún modo, admite cambio alguno?
—Necesario es, Sócrates —respondió Cebes—, que se presente en idéntico modo y en
idéntico estado.
2
—¿Y qué ocurre con la multiplicidad de las cosas bellas, como, por ejemplo, hombres,
caballos, mantos o demás cosas, cualesquiera que sean, que tienen esa cualidad, o que
son iguales o con todas aquellas, en suma, que reciben el mismo nombre que esas
realidades?; ¿Acaso se presentan en idéntico estado, o todo lo contrario que aquéllas, no
se presentan nunca, bajo ningún respecto, por decirlo así, en idéntico estado, ni consigo
mismas, ni entre sí?
—Así ocurre con estas cosas —respondió Cebes—; jamás se presentan del mismo
modo.
—Y a estas últimas cosas, ¿no se las puede tocar y ver y percibir con los demás
sentidos, mientras que a las que siempre se encuentran en el mismo estado es imposible
aprehenderlas con otro órgano que no sea la reflexión de la inteligencia, puesto que son
invisibles y no se las puede percibir con la vista?
—Completamente cierto es lo que dices —respondió Cebes.
—¿Quieres que admitamos —prosiguió Sócrates— dos especies de realidades, una
visible y la otra invisible?
—Admitámoslo.
—¿Y que la invisible siempre se encuentra en el mismo estado, mientras que la visible
nunca lo está?
—Admitamos también esto —respondió Cebes.
—Sigamos, pues —prosiguió—, ¿hay una parte en nosotros que es el cuerpo y otra que
es el alma?
—Imposible sostener otra cosa.
—¿Y a cuál de esas dos especies diríamos que es más similar y más afín el cuerpo?
—Claro es para todos que a la visible —respondió.
—¿Qué, y el alma? ¿Es algo visible o invisible?
—Los hombres, al menos, Sócrates, no la pueden ver.
—Pero nosotros hablábamos de lo que es visible y de lo que no lo es para la naturaleza
del hombre, ¿o con respecto a qué otra naturaleza crees que hablamos?
—Con respecto a la de los hombres.
—¿Que decimos, pues, del alma? ¿Es algo que se puede ver o que no se puede ver?
—Que no se puede ver.
—¿Invisible, entonces?
—Sí.
—Luego el alma es más semejante que el cuerpo a lo invisible, y éste, a su vez, más
semejante que aquélla a lo visible.
—De toda necesidad, Sócrates.
—¿Y no decíamos también hace un momento que el alma, cuando usa del cuerpo para
considerar algo, bien sea mediante la vista, el oído o algún otro sentido — pues es
valerse del cuerpo como instrumento el considerar algo mediante un sentido — es
arrastrada por el cuerpo a lo que nunca se presenta en el mismo estado y se extravía, se
embrolla y se marea como si estuviera ebria, por haber entrado en contacto con cosas de
esta índole?
—En efecto.
—¿Y no agregábamos que, por el contrario, cuando reflexiona a solas consigo misma
allá se va, a lo que es puro, existe siempre, es inmortal y siempre se presenta del mismo
modo? ¿Y que, como si fuera por afinidad, reúnese con ello siempre que queda a solas
consigo misma y le es posible, y cesa su extravío y siempre queda igual y en el mismo
estado con relación a esas realidades, puesto que ha entrado en contacto con objetos
que, asimismo, son idénticos e inmutables? ¿Y que esta experiencia del alma se llama
pensamiento?

3
—Enteramente está bien y de acuerdo con la verdad lo que dices, oh Sócrates —repuso.
—Así, pues, ¿a cuál de esas dos especies, según lo dicho anteriormente y lo dicho
ahora, te parece que es el alma más semejante y más afín?
—Mi parecer, Sócrates —respondió Cebes—, es que todos, incluso los más torpes para
aprender, reconocerían, de acuerdo con este método, que el alma es por entero y en todo
más semejante a lo que siempre se presenta de la misma manera que a lo que no.
—¿Y el cuerpo, qué?
—Se asemeja más a la otra especie.
—Considera ahora la cuestión, teniendo en cuenta el que, una vez que se juntan alma y
cuerpo en un solo ser, la naturaleza prescribe a éste el servir y el ser mandado, y a
aquélla, en cambio, el mandar y el ser su dueña. Según esto también ¿cuál de estas dos
atribuciones te parece más semejante a lo divino y cuál a lo mortal? ¿No estimas que lo
divino es apto por naturaleza para mandar y dirigir y lo mortal para ser mandado y
servir?
—Tal es, al menos, mi parecer.
—Pues bien, ¿a cuál de los dos semeja el alma?
—Evidente es, Sócrates, que el alma semeja a lo divino y el cuerpo a lo mortal.
—Considera ahora, Cebes —prosiguió—, si de todo lo dicho nos resulta que es a lo
divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble y que siempre se presenta en
identidad consigo mismo y de igual manera, a lo que más se asemeja el alma, y si, por el
contrario, es a lo humano, mortal, multiforme, ininteligible, disoluble y que nunca se
presenta en identidad consigo mismo, a lo que, a su vez, se asemeja más el cuerpo.
¿Podemos decir contra esto otra cosa para demostrar que no es así?

República

– Después de eso –proseguí– compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de


su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una
morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su
extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de
modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les
impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego
que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto,
junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los
titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los
muñecos.
– Me lo imagino.
– Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de
utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de
diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
– Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
– Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o
unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la
caverna que tienen frente a sí?
– Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
– ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del
tabique?
– Indudablemente.
– Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a
los objetos que pasan y que ellos ven?
4
– Necesariamente.
– Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los
que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen
proviene de la sombra que pasa delante de ellos?
– ¡Por Zeus que sí!
– ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos
artificiales transportados?
– Es de toda necesidad.
– Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su
ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera
liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y
al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir
aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le
dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más
próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le
mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a
contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que
considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran
ahora?
– Mucho más verdaderas.
– Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de
eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas
son realmente más claras que las que se le muestran?
– Así es.
– Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes
de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras
llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los
objetos que ahora decimos que son los verdaderos?
– Por cierto, al menos inmediatamente.
– Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer
lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de
los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A
continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la
luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.
– Sin duda.
– Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros
lugares que le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio
ámbito.
– Necesariamente.
– Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones
y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las
cosas que ellos habían visto.
– Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
– Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus
entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que
los compadecería?
– Por cierto.
– Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las
recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que
pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado

5
habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar
lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más
honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de
Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar
cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?
– Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.
– Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría
ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
– Sin duda.
– Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con
aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta
que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve,
¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se
había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia
arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran
tenerlo en sus manos y matarlo?
– Seguramente.
– Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que
anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la
vista con la morada–prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol;
compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino
del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy
esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo
caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con
dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de
todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor
de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la
inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en
lo privado como en lo público.
– Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.


ARISTÓTELES:

Si bien Aristóteles fue discípulo de Platón, su filosofía se diferencia de la de su maestro.


Plantea que el verdadero conocimiento no se encuentra en una
realidad trascendente (las Ideas), sino en la realidad inmanente, en lo que
captamos por medio de nuestros sentidos. Para Aristóteles, la experiencia
es la base del conocimiento.
Aristóteles comienza la Metafísica2 (uno de sus textos más
importantes) planteando el deseo del cocimiento. Luego de esto, realiza
una clasificación teniendo en cuenta los grados de conocimiento:

1) LAS SENSACIONES: constituyen el grado más bajo del saber. Es una facultad
compartida con los animales. Aristóteles destaca la visión ya que es la que nos hace
conocer y nos muestra múltiples diferencias.

2
La traducción que se utilizará es Aristóteles, Metafísica (trad. de Hernán Zucchi, Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 2000).

6
2) LA MEMORIA: esta facultad la poseen sólo los animales que poseen la capacidad
de oír. Es la capacidad de recordar las sensaciones a partir de la acumulación de
éstas.
3) LA EXPERIENCIA: aquí se produce la separación entre el hombre y el animal. Sólo
los hombres poseen experiencia, es decir, el conocimiento de los particulares a partir
de la sistematización de los recuerdos. Muchos recuerdos referentes a una misma
cosa dan por resultado una experiencia. Además, Aristóteles sostiene que la ciencia y
el arte resultan de la experiencia. Es la base del conocimiento.
4) ARTE O TECHNE : se produce cuando de un cúmulo de nociones empíricas se
elabora un único juicio universal válido para todos los casos semejantes. Es un
conocimiento que conoce el por qué y la causa, por lo tanto, es enseñable. En
cambio, la experiencia, no es enseñable ya que sólo se adquiere. La techne se
relaciona con un saber productivo.
5) CIENCIA: es el más alto de los grados de conocimiento. Es el más puro
conocimiento de las causas. Busca el conocimiento por el conocimiento mismo.

Hecha esta distinción, Aristóteles pasa a una clasificación de los conocimientos y distingue
entre:

1) el saber poiético o productivo, que es el saber producir o fabricar y que se


corresponde con las labores de los artesanos y con la técnica. Es un tipo de
saber que conduce a la creación de una obra.
2) el saber práctico, que es el saber actuar, dirigido a la guía de la acción
humana, que a diferencia del saber productivo, no crea ningún objeto, sino que
la acción es su propio fin: actuar bien o mal individualmente (ética) o
colectivamente (política).
3) el saber teórico o contemplativo, que es un saber desinteresado, que
equivale a la ciencia y a la filosofía. Mientras el saber teórico versa sobre lo
necesario (a través de la física, las matemáticas y la filosofía), los otros saberes
tratan de lo posible o contingente.

La metafísica constituye el saber teórico por excelencia y Aristóteles la califica como la


ciencia de las primeras causas y primeros principios.

“III. Es claro que debemos procurarnos la ciencia de las primeras causas (pues
decimos que conocemos una cosa cuando consideramos conocer su causa
primera). Hablamos de causa en cuatro sentidos diferentes. En primer lugar,
decimos causa a la ousía o a ‘lo que es ser esto’ (pues el por qué de una cosa se
reduce en último término al enunciado de esa cosa y el primer por qué es causa y
principio); en segundo lugar, causa es la materia o el sustrato; en tercer lugar, es
el principio de movimiento y, en cuarto lugar, a menudo opuesto al tercero, es el
fin y el bien (pues éste es el fin de todo devenir y de todo movimiento).”
(Met. 983a24-33)

Además de las causas, la filosofía primera (o metafísica), se ocupa de la sustancia.


Aristóteles la denomina Ousía y la define como “lo que es en tanto que es”, por ejemplo, este
hombre, este caballo. No depende de otra cosa para ser. La sustancia puede entenderse de dos
maneras:

7
 Como materia, como aquello de lo cual la cosa está hecha. Es lo presupuesto por el
cambio. Está determinada por la forma.
 Como forma, como determinación esencial de la cosa. Lo que hace que la cosa sea lo que
es y no otra cosa.
Al concepto de sustancia puede oponerse el de accidente. Esta noción se relaciona con
aquello que cambia y que depende de la sustancia para existir. Por ejemplo, en el hombre, el
hecho de ser hombre constituye la sustancia y el ser alto, gordo, morocho, etc. son accidentes.
Pero la sustancia es más que materia y forma. Para Aristóteles, hay una dimensión dinámica
de la sustancia la cual implica las nociones de potencia y acto. La primera, tiene que ver con la
materia considerada dinámicamente, es decir, en sus posibilidades, es la posibilidad de ser en
acto. En cambio, el acto se refiere a la forma consumada. Por ejemplo, la semilla es semilla en
acto pero una planta en potencia.
Finalmente, la sustancia es una categoría, es decir, predicados más genéricos bajo los
cuales se puede clasificar todo lo que existe. Son maneras de predicar entidad. Las categorías
son: entidad (ousía), cualidad, cantidad, lugar, tiempo, relación, acción y pasión. La categoría de
entidad posee independencia ontológica y de ella dependen las demás categorías, las cuales,
puede calificarse como accidentes.

“Cada una de las palabras o expresiones independientes o sin combinar


con otras significan de suyo una de las siguientes cosas: el qué (la
sustancia), la magnitud (cantidad), qué clase de cosa es (cualidad), con A
qué se relaciona (relación), dónde está (lugar), cuándo (tiempo), en qué
actitud está (posición), cuáles son sus circunstancias (estado, hábito), su
actividad (acción), su pasividad (pasión). Son ejemplos de sustancia
‘hombre’ y ‘caballo’; de cantidad ‘de os codos de largo’, ‘tres codos de
longitud’; de cualidad ‘blanco’, ‘gramatical’; los términos como ‘mitad’,
‘doble’, ‘mayor’ denotan una relación; ‘en el mercado’, ‘en el Liceo’,
significa lugar; el tiempo viene expresado en locuciones como ‘ayer’, ‘el
último año’; ‘está echado’ o ‘sentado’ significa posición; ‘está calzado’,
‘está armado’ significan estado o hábito; finalmente, ‘corta’ o ‘quema’
significan una acción, y ‘es cortado’ o ‘se quema’ significan una pasión”
(Cat. 2a)
modo de conclusión, podemos afirmar que la filosofía aristotélica, a diferencia de Platón, tiene su
base en el plano sensible. Vimos que Aristóteles plantea la importancia de la experiencia (de
hecho, es lo que nos separa de los animales) y su gnoseología, no se encuentra en otro plano
sino que se constituye mediante lo que percibimos en el ámbito sensible.

2) Luego de la lectura del apartado

a. Realicen un mapa conceptual incluyendo los siguientes términos: materia,


forma, causa, teórico, filosofía, experiencia, práctico, ciencia, potencia, arte, acto,
productivo, sustancia. (Pueden agregar más palabras, pero éstas deben estar sí o
sí).
b. Comúnmente a las causas que describe Aristóteles se las califica como:
eficiente, formal, material y final. Ubíquenlas en el fragmento de Metafísica.
c. Den dos ejemplos de cada categoría.
d. Den un ejemplo del paso de la potencia al acto.

Modernidad: El problema del conocimiento


8
El conocimiento formó parte de la filosofía desde sus orígenes ya sea para plantear un ideal
del mismo (el conocimiento de las Ideas en Platón), para que veamos lo que nos rodea de otra
manera y no nos tengamos que remontar a realidades que van más allá de lo sensible (con
Aristóteles y su concepción de que todo conocimiento comienza en la experiencia), como para
comprender ciertas creencias (la razón como sierva de la fe en el medioevo). Sin embargo, es en
la modernidad cuando el conocimiento se constituye en un problema que merece un tratamiento
especial. Fue en esta época cuando la Gnoseología tiene un gran desarrollo como disciplina
filosófica.
Los problemas fundamentales del conocimiento que plantea la Gnoseología son:

 El problema de la posibilidad del conocimiento: ¿podemos conocer?


 El problema del origen del conocimiento: ¿cuál es la fuente inicial en la cual se
fundamenta el conocimiento?
 El problema de la esencia del conocimiento: ¿cuál es el elemento determinante en el
conocimiento, el objeto o el sujeto?

Para el primer punto hay dos respuestas posibles: o bien, se niega la posibilidad del
conocimiento, o bien, se la afirma. La primera posición es denominada escepticismo y se basa
en el hecho de que no hay ningún saber firme, ni puede encontrarse nunca ninguna opinión
absolutamente segura; por este motivo, quienes poseen una actitud escéptica se abstienen de
toda decisión. Si toda certeza y plantean que toda afirmación es
dudosa o que sólo es una opinión, es imposible que haya
conocimiento.
Por el contrario, la posición que afirma la posibilidad del
conocimiento es el dogmatismo. Podemos distinguir tres acepciones
del dogmatismo:

1) Dogmático es quien hace afirmaciones arbitrarias y apresuradas, sin análisis previo y sin
considerar la posibilidad de estar equivocado.
2) Dogmático es quien tiene una confianza excesiva en la razón humana y considera que, a
través de ella, se puede construir un sistema completo y cerrado. Esta concepción se identifica
con el racionalismo que niega la posibilidad de que la razón humana sea limitada.
3) Dogmático es quien admite la posibilidad del conocimiento, de la verdad y la certeza.

En cuanto al problema del origen del conocimiento, podemos realizar una distinción entre el
racionalismo y el empirismo. El primero sostiene que el único medio de conocimiento válido y
donde éste se genera es la razón; mientras que el empirismo, sostiene que es la experiencia
sensible. Uno de los representantes más importantes (el más importante) del racionalismo es
Descartes, mientras que en el empirismo podemos destacar a Hume.
Si nos preguntamos cuál es el elemento determinante en el conocimiento, dos respuestas
serán las posibles. La primera está dada por el idealismo, el cual sostiene que el conocimiento
es anterior al ser y que lo constituye. La segunda respuesta la dará el realismo, una corriente
filosófica que plantea que el ser es anterior al conocimiento y lo constituye. Si bien ambas
corrientes son muy importantes, nosotros vamos a estudiar más profundamente al idealismo,
más precisamente, al idealismo kantiano. Kant sostiene que el entendimiento constituye a los
objetos del conocimiento hasta cierto punto.

DESCARTES Y EL RACIONALISMO

9
La vida de Descartes se extiende entre 1596 y 1650. Durante su juventud estudió en un
colegio jesuita donde recibió las enseñanzas escolásticas contra las que reacciona más
adelante. Fue soldado, viajero y observador. Desde 1629 vivió en Holanda y durante veinte años
publica sus obras más importantes, entre ellas, Discurso del método en 1637, y Meditaciones
metafísicas, en 1641. Muy conocido en vida, fue acusado de ateísmo y sus obras llegaron a ser
quemadas.
Un punto de partida para comprender el pensamiento cartesiano puede hallarse en el
comienzo de las Meditaciones metafísicas donde afirma que a
lo largo de su vida ha admitido como verdaderas una cantidad
de opiniones falsas y que todo lo edificado sobre ellas no
puede ser sino dudoso e incierto. De este modo, Descartes
expresa sus dudas sobre todo aquello que le han enseñado,
pero la duda no aqueja a Descartes individualmente, sino que
es el sentimiento de la época frente a las transformaciones que
han tenido lugar. Si el conocimiento tradicional ha mostrado no
ser muy firme, es necesario “empezar de nuevo, desde los fundamentos”, es decir, refundar el
edificio todo del saber. Para esto es que necesita un método: el elemento esencial de ese
método es justamente la duda, ahora transformada en instrumento: no habrá que admitir
proposición alguna que no sea indubitable. El método es concebido como un camino para
descubrir nuevas verdades.
El método que propone Descartes consta de cuatro reglas. La primera propone un criterio de
verdad, es decir, una pauta para definir la verdad de la falsedad. La escolástica tenía un
concepto realista de verdad: la adecuación o correspondencia entre el pensamiento y la realidad,
entre la idea y la cosa y un criterio que le correspondía: la evidencia, es decir, el hacerse
presente de la cosa a una facultad de conocimiento.
Desde la perspectiva cartesiana, las cosas no nos son dadas sino a través de ideas o
representaciones, el material del conocimiento siempre está constituido por ideas y el criterio de
verdad es la evidencia racional. Una idea es verdadera cuando es evidente y es evidente cuando
es clara y distinta; una idea es clara cuando se manifiesta directamente al espíritu y es distinta
cuando la idea sólo incluye los elementos esenciales.
La segunda regla propone dividir cada cuestión hasta llegar a sus elementos, se trata del
análisis que permite llegar a las “naturalezas simples” que son conocidas de modo directo, a
través de una graduación intelectual. La razón moderna tendrá un fuerte carácter analítico.
Conocidos los elementos simples se impone ahora reconstruir la totalidad.
La tercera regla o regla de la síntesis recomienda ascender poco
a poco hasta el conocimiento de las cosas compuestas. Finalmente,
la regla de la enumeración propone revisar todo el proceso para
evitar errores u omisiones.
Descartes aplica su método a la búsqueda de alguna verdad
fundamental, básica e indubitable, sobre la cual edificar firmemente
el saber. No la encuentra en los datos que le proporcionan los
sentidos –“cómo saber si lo que creo percibir, en realidad, no lo
estoy soñando”- ni en las matemáticas –“tal vez haya un genio
maligno que me engaña aun en cosas que parecen tan claras como que 2+2=4”-.
En realidad puede dudar de todo, y, en ese momento, Descartes aparece como un escéptico,
pero profundizando en la duda descubre que en tanto que duda piensa, y si piensa existe.
“Pienso luego existo” se constituye en la primera verdad. La primera certeza es la existencia del
sujeto pensante. La misma existencia de Dios y la del mundo se derivarán de esta verdad.
Nunca antes de Descartes se le había dado un papel fundamental al sujeto pensante. La

10
preeminencia del mismo será el signo fundamental de casi toda la filosofía moderna. También
Descartes es el fundador del racionalismo moderno.
La verdad fundamental que ha encontrado es una intuición intelectual que permite a partir de
ella por vía racional descubrir las otras verdades. La razón se constituye en la fuente y base del
conocimiento humano. Para el racionalismo, nuestra consciencia posee ideas innatas, es decir,
hay ideas que no proceden de los sentidos sino que constituyen un patrimonio originario como,
por ejemplo, la idea de Dios.

a. Resuelvan algún problema de la vida cotidiana con las cuatro reglas del
método.
b. Describan el proceso mediante el cual se pasa de la duda a la evidencia del
cogito.


HUME Y EL EMPIRISMO

Mientras en Europa continental se desarrolla el racionalismo, en Inglaterra se cree


vigorosamente otra rama de la filosofía moderna: el empirismo. Según el empirismo, el
conocimiento se halla fundado en la experiencia y por experiencia, en última instancia, se
entiende algún tipo de información sensorial. Para los empiristas no hay ideas innatas; por el
contrario, la consciencia es una tabla rasa, un papel en blanco por escribir y quien escribe es la
experiencia.
La escuela empirista británica incluye a Bacon, contemporáneo de Descartes; a Locke;
Berkeley, y David Hume (1711-1776). El empirismo continúa siendo una corriente filosófica muy
importante en la actualidad, especialmente en los países de
lengua inglesa.
David Hume nació en Edimburgo. Trabajó en el negocio de su
padre. Residió en Francia en varias ocasiones. Se desempeñó
como preceptor y ejerció algún cargo oficial. Sus obras principales
son Tratado sobre la naturaleza humana (1739) E investigación
sobre el entendimiento humano (1751).
Hume comienza el Tratato… estableciendo una distinción entre las impresiones y las ideas.
Las primeras están dadas por las sensaciones de cualquier tipo que experimentamos, las
segundas son las huellas que quedan de las primeras en el pensamiento. Y aunque en algún
caso puedan llegar a confundirse, por regla general se distinguen fácilmente.
Una segunda distinción que efectúa Hume es entre impresiones o ideas simples e
impresiones o ideas complejas. La impresión o idea de “rojo” es simple, mientras que la
impresión o idea de “manzana” es compleja. El criterio que emplea para distinguir entre unas y
otras es la indivisibilidad de las primeras frente a las separaciones que se pueden efectuar en las
segundas.
A partir de estos conceptos básicos, pasa a estudiar las relaciones entre impresiones e ideas
y lo primero que le parece digno de destacar es la extraordinaria semejanza entre impresiones e
ideas en todos los aspectos excepto en cuanto a su fuerza y vivacidad: las impresiones son más
fuertes y vivaces que las ideas. Sin embargo, el parecido entre impresiones e ideas se refiere al
caso de las simples porque en el caso de impresiones e ideas complejas puede no haber
similitud. Así, por ejemplo, puedo tener la idea compleja de una montaña de oro, sin que haya
tenido la impresión correspondiente. Pero, en cuanto a las ideas simples, siempre se asemejan a
las impresiones simples y nunca hay una idea simple para la cual no encuéntrela
correspondiente impresión.
Además, en el orden temporal, la impresión precede a la idea y si una persona tiene atrofiado
algún sentido, no puede recibir la impresión, ni formarse la idea correspondiente. Esto lo lleva a

11
afirmar que las ideas simpes derivan de impresiones simples, de las que no son más que una
copia débil.
No hay ideas innatas, ni tampoco hay ideas universales: las ideas son tan singulares como
las impresiones de las que provienen. El principio que Hume ha sostenido, la prioridad de las
impresiones sobre las ideas, se constituye en el principio fundamental del empirismo, y en el
criterio de verdad de las ideas: una idea debe corresponder, en última instancia, siempre a una
impresión. Si no podemos señalar las impresiones en que descansa una idea, esta es ilegítima.

a. Realicen un cuadro comparativo que muestre similitudes y diferencias entre


racionalismo y empirismo. Tengan en cuenta al menos (puede agregar otras), las
siguientes categorías de comparación: el origen del conocimiento, el papel de la
razón en el conocimiento, el papel de la experiencia en el conocimiento, el modo en
que se determina la verdad de una proposición, el origen de las ideas


KANT: EL IDEALISMO TRASCENDENTAL

Immanuel Kant nació, vivió y murió en la ciudad de Königsberg, en la Prusia oriental, entre
1724 y 180. De costumbres muy estrictas, se desempeñó como profesor de diversas materias.
Se había formado en la escuela racionalista, pero, según él confiesa, la lectura de Hume lo
despertó de un sueño dogmático, es decir, de su confianza en la razón, y le hizo emprender un
análisis del uso puro de la misma, de la capacidad de la razón para conocer sin ayuda dela
experiencia; este análisis está contenido en su obra fundamental, Crítica de la razón pura,
publicada en 1781.
Según Kant, el conocimiento es producto de la unión de dos
elementos: una materia y una forma. Ninguno de los dos por separado
constituyen conocimiento. En el conocimiento sensible la materia está
dada por las sensaciones procedentes de lo que Kant llama cosa en sí,
es decir, el ser en sí independiente del conocimiento; pero estas
sensaciones por sí solas no constituyen conocimiento. Así, por ejemplo,
un bebé puede recibir todas las sensaciones pero no por ello se puede
decir que conoce objetos. Hace falta la intervención del segundo
elemento del conocimiento: la forma.
Para Kant, la forma es doble: el espacio y el tiempo. Ambas son formas, moldes, “recipientes”
que están en el sujeto de conocimiento y que sirven para ordenar las sensaciones procedentes
de la cosa en sí. Disponiendo las sensaciones espacial y temporalmente, se constituye el
fenómeno, lo que aparece en la consciencia, que es el objeto de conocimiento.
El fenómeno es el resultado de las sensaciones procedentes de la cosa en sí ordenadas por
el espacio y el tiempo que están en el sujeto de conocimiento. Espacio y tiempo son llamados
por Kant formas a priori de la sensibilidad , es decir, elementos independientes de la experiencia
que posibilitan el conocimiento sensible. En efecto, según Kant, el espacio y el tiempo que hacen
posible el conocimiento sensible, la experiencia, no son, ellos mismos, producto de la
experiencia. Espacio y tiempo son subjetivos en el sentido de que están en el sujeto, pero no
debe interpretarse que cada sujeto de conocimiento posee su propio espacio y su propio tiempo.
Espacio y tiempo son los mismos para cualquier sujeto de conocimiento. Hasta aquí el
conocimiento sensible.
También en el conocimiento inteligible hay una materia y una forma. La materia del
conocimiento inteligible es el fenómeno, esto es, lo dado a la inteligencia, pero de por sí, los
fenómenos no constituyen conocimiento intelectual, si no son “pensados” por la inteligencia. El
elemento formal está constituido por las categorías o conceptos puros del entendimiento. Las
categorías juegan respecto de los fenómenos la misma función que el espacio y el tiempo

12
desempeñan respecto a las sensaciones: el mundo de los objetos, constituido por los
fenómenos, es ordenado en la medida en que es pensado mediante las categorías. Así, por
ejemplo, frente a un objeto cualquiera, un trozo de metal, se puede juzgar “el metal se dilata por
el calor” utilizando la categoría de causa-efecto; pero frente al mismo trozo de metal se pudo
juzgar “el metal es brillante”, utilizando la categoría de sustancia-accidente.
Hay doce categorías que constituyen otras tantas maneras de enlazar los objetos en juicios y
que Kant deriva de los distintos tipos de juicio estudiados por la lógica formal
clásica. A las categorías las llama Kant formas a priori del entendimiento , o sea,
elementos vacíos independientes de la experiencia y que son la condición de
posibilidad del conocimiento intelectual. Las categorías están en el sujeto de
conocimiento, en este sentido son subjetivas, pero son las mismas para todos
los sujetos de conocimiento.
Kant resume en una frase gran parte de lo expuesto: intuiciones sin
conceptos son ciegas y conceptos sin intuiciones son vacíos. Por intuiciones
entiende lo “dado”, es decir, la materia, las sensaciones en el conocimiento
sensible y los fenómenos en el conocimiento intelectual; por “conceptos” entiende el elemento
formal: espacio y tiempo en el conocimiento sensible, las categorías en el conocimiento
intelectual. Lo que la frase dice es que lo “dado” inmediatamente constituye un puro caos; así,
las sensaciones solas son ciegas, caóticas. Pero la contrapartida de esto es que los conceptos,
es decir, las formas puras, espacio, tiempo y categorías por sí solos nada pueden conocer.
La postura de Kant es un idealismo porque en ella el sujeto elabora, construye o constituye al
objeto, a partir de una materia que le es dada. Solo conocemos el fenómeno, es decir, el
aparecer de la cosa en la conciencia una vez que ha sido organizada, ordenada por las formas a
priori de la sensibilidad: espacio y tiempo, y el pensamiento del fenómeno por las categorías.

a. ¿Qué significa la expresión “Giro copernicano” que Kant establece como


analogía en la revolución que él produce en el pensamiento?
b. ¿Qué elementos toma Kant del racionalismo y del empirismo?
c. Expliquen la siguiente afirmación: “intuiciones sin conceptos son ciegas y
conceptos sin intuiciones son vacíos”

¿Qué es la ciencia?

DEFINICIÓN3

El vocablo "ciencia" proviene del latín scientia, que en un sentido estricto significa "saber". Sin
embargo, al término saber debe otorgársele un significado más amplio y, así, ciencia seria el
"conjunto de lo que se sabe por haberlo aprendido mediante una continua actividad mental o
razonamiento. Para tener ciencia hay que abarcar al menos todo
un sistema de conocimientos; para tener saber basta con poseer
más conocimientos acerca de uno o varios sistemas.
En una palabra, el saber es la ciencia del hombre que ha
buscado la oportunidad de observar, analizar, interpretar,
comprender los elementos que forman parte de los procesos que
identifican o caracterizan a un fenómeno o hecho en el mundo sensible".
Ciencia es un término que en su sentido más amplio se emplea para referirse al conocimiento
sistematizado en cualquier campo, pero que suele aplicarse sobre todo a la organización de la
experiencia sensorial objetivamente verificable. La búsqueda de conocimiento en ese contexto
3
Apartado tomado del trabajo “Historia de la ciencia y el método científico” de Ramón Ruiz.

13
se conoce como ‘ciencia pura’, para distinguirla de la ‘ciencia aplicada’ —la búsqueda de usos
prácticos del conocimiento científico— y de la tecnología, a través de la cual se llevan a cabo las
aplicaciones.
También se puede definir a la ciencia, desde un punto de vista totalizado, como un sistema
acumulativo, metódico y provisional de conocimientos comportable, producto de una
investigación científica y concerniente a una determinada área de objetos y fenómenos.
Se debe de reconocer que, la ciencia es un sistema de conocimientos en desarrollo, los
cuales se obtienen mediante los correspondientes métodos cognoscitivos y se reflejan en
conceptos exactos, cuya veracidad se comprueba y demuestra a través de la práctica social.
Además se puede decir que, es un complejo fenómeno social, que incluye numerosas facetas y
está relacionado con otros numerosos fenómenos de la vida social.
La aparición de la ciencia y su desarrollo constituye una parte integrante de la historia
universal de la humanidad. Si la ciencia no puede surgir ni desarrollarse al margen de la
sociedad, tampoco ésta, en una fase elevada de su desenvolvimiento,
puede existir sin la ciencia. El sentido histórico de la aparición y
desarrollo de la ciencia consiste en dar satisfacción a las necesidades de
la producción de bienes materiales, la practica político-social, la
estructura económica de la sociedad, el carácter reinante de la
concepción del mundo, las distintas formas de conciencia social, el nivel
de desarrollo de la producción, la técnica, la cultura espiritual, la
instrucción y también la lógica interna del propio conocimiento científico.
El éxito de la creación científica depende no sólo del talento, la agudeza y la fantasía del
científico, sino también de los instrumentos o aparatos necesarios. Es precisamente el desarrollo
de la técnica lo que ha proporcionado a la ciencia medios potentísimos de experimentación y de
investigación lógica.
Por ello, se puede decir que, la práctica social es la esfera de aplicación de los
conocimientos, y en este sentido constituye el objetivo del conocimiento. Es importante
reconocer que, la Práctica sirve de criterio a la veracidad de los resultados del conocimiento
científico. De hecho, en cualquier esfera de la ciencia, la orientación práctica representa el
estímulo fundamental y determinante de la investigación científica.
Es importante enfatizar que el conocimiento científico persigue la máxima exactitud,
excluyendo todo lo individual, todo lo que el científico haya podido aportar por cuenta propia: la
ciencia es una forma social, de carácter general, de desarrollo del saber. Toda la historia de la
ciencia confirma un hecho de que cualquier subjetivismo ha sido eliminado siempre o al menos
se evita en lo posible, de modo más implacable, de la senda de los conocimientos científicos,
conservando únicamente la supraindividualidad, lo objetivo.
Las obras artísticas son únicas en su género, mientras que los resultados de las
investigaciones científicas son generales. La ciencia es un producto del “desarrollo histórico
general en su resumen abstracto”. En cambio el arte admite la invención, la introducción por el
propio artista de algo que en esa forma precisa no existe, no existió y probablemente no existirá
en la realidad del mundo sensible o físico.
Pero la ficción artística es únicamente admisible en lo que se refiere a la forma singular de
expresar lo general, y no en lo que respecta a su contenido: la verdad artística no admite la
menor arbitrariedad y subjetivismo. Si el artista, al reflejar lo general, no mantiene la unidad
orgánica con lo especifico (típico) y singular, el resultado no será una obra artística, sino un
simple esquematismo y sociología desnuda. Si, por el contrario, reduce todo en su obra a lo
singular, copiando ciegamente los fenómenos que observa y separando lo singular de lo general
y de lo específico, obtendrá una copia naturalista, en lugar de una obra artística.
En la ciencia, por el contrario, lo fundamental consiste en eliminar todo lo singular e individual,
todo lo que no se puede repetir, y conservar lo general en forma de conceptos y categorías. En el

14
mundo, la forma de lo general es la ley. Por eso, el conocimiento científico es el conocimiento de
las leyes que representan a los fenómenos o hechos y sus procesos dentro del mundo sensible o
físico.


SABER VULGAR, CONOCIMIENTO RELIGIOSO Y CONOCIMIENTO
CIENTÍFICO

Podemos definir al conocimiento como una relación entre un sujeto y un objeto. Entendemos
por sujeto de conocimiento a aquel ser humano que se sitúa frente al objeto porque tiene como
objetivo conocerlo, por lo tanto el objeto de conocimiento es aquello que el sujeto tiene frente a sí
y desea conocer. El objeto no debe ser necesariamente físico, puede ser una idea o un recuerdo;
lo importante de esta relación es que, una vez enfrentados, el sujeto iniciará el camino que lo
llevará al conocimiento de su objeto; este procedimiento se llama método.
Ahora bien, todo el tiempo el hombre está actuando como sujeto de conocimiento frente a un
objeto. Pero el tipo de conocimiento que se entabla no es siempre el mismo. En la medida en
que el conocimiento sea claro, preciso, metódico, verificable, sistemático, legal, explicativo y
avance permanentemente, nos encontramos con conocimiento científico. De tal modo que
podemos decir que el conocimiento científico es riguroso porque es preciso, porque se
fundamenta en teorías científicas, porque busca explicaciones racionales, ligadas a principios
lógicos.
A partir de esto, entonces podemos definir la ciencia no como un conjunto acumulativo y
estático de saberes, sino como un corpus dinámico de conocimiento riguroso, preciso y
fundamentado, que permanentemente se modifica. En tal sentido,
entonces, el científico no es el gran acumulador de conocimiento, sino
más bien el gran generador de problemas que busca soluciones a
dificultades o misterios de la realidad (natural, social, física, etc.).
El conocimiento científico, entonces, se remite permanentemente a
la explicación racional y lógica de los diferente problemas que se
plantean y que, en muchas ocasiones, mejoran la calidad de vida de
los seres humanos. Si tomamos en cuenta la revolución
comunicacional o informática de este siglo, los avances en la medicina en cuanto a la prevención
y curación de enfermedades mortales, o los adelantos que han posibilitado un mejor confort en
el hogar (microondas, teléfono, freezer), podemos entender la gran importancia de este tipo de
conocimiento que, cuando se aplica a fines prácticos, pasa a ser un adelanto tecnológico.
El saber vulgar, en cambio, no puede dar cuenta de este tipo de conocimiento, porque no
cumple con todas estas características a la vez: ser racional, aportar conclusiones comparables,
ser preciso y tener asidero o sustento riguroso. Cuando alguien dice que ante el dolor de cabeza
“me deben curar el mal de ojo” o frente a un problema estomacal se dice que hay que “curarle el
empacho”, no se está refiriendo a una curación médica, de tipo lógica y racional, sino más bien a
una creencia arraigada en ciertas prácticas religiosas y de tradición nativo-rural.
Con el conocimiento religioso pasa exactamente lo mismo. Sabemos que las religiones
fundamentan sus verdades a partir de la existencia de una o varias divinidades, y el creyente
acepta esas verdades sin discusión, motivado por la fe y la creencia en ese dogma. Por ejemplo,
el cruce del mar rojo realizado por el pueblo de Israel; ese mar que se abre para permitir su
paso, hasta el momento no ha podido ser demostrado científicamente por la arqueología, ya que
no se han encontrado restos y evidencias concretas de tal migración y de tamaña hazaña de la
naturaleza en el mar. O cuando alguien asegura haber visto llorar a la Virgen, no puede dar una
explicación racional, concreta, evidente, sino que su explicación es a partir de la creencia en
“milagros” que no tienen sustento científico.

15
Para la ciencia “los milagros no existen” aunque según el científico Blas Pascal, “…el corazón
tiene razones que la razón no comprende”.
La transición de la Edad Media a la Modernidad significó un viraje profundo en cuanto a la
concepción acerca del mundo y del saber. Dicha transición implicó rupturas radicales que
enfrentaron al conocimiento universalmente válido hasta entonces –el religioso- con el
conocimiento racional y científico que plantearon pioneros en Astronomía y Física como Nicolás
Copérnico o Galileo Galilei.


EL VOCABULARIO DE LA CIENCIA4

Términos

La actividad científica cristaliza y se comunica por medio del lenguaje, a través de clase,
conversaciones, libros de texto, artículos y memorias. Por consiguiente, resulta una tarea
indispensable analizar el modo de operar del lenguaje y comprender en qué medida este es un
instrumento fiable para transmitir informaciones.
En el vocabulario que utilizan los científicos para comunicar sus avances, encontramos
palabras que parecen referirse a objetos o entidades estudiadas y analizadas por la teoría o la
teoría. No siempre se trata de palabras simples, sino de combinaciones o expresiones que, de
todos modos, tienen la misión de referirse a alguna entidad. Siguiendo la vieja tradición de los
lógicos, denominaremos “términos” a las palabras o expresiones cuya misión es aludir a
entidades o, por lo menos, permitirnos construir afirmaciones o enunciados científicos.
Una primera distinción respecto de los términos que se utilizan en una disciplina o teoría es
que sean presupuestos o específicos. Un término es presupuesto si proviene del lenguaje
ordinario o bien de una disciplina o teoría ya admitida y empleada por el científico. En los textos
usuales, la mayoría de los términos pertenece a esa categoría. Su uso ya se conoce y su sentido
y significado han quedado establecidos antes de que se iniciara la investigación. Pero hay
también otra clase de términos, a los que llamaremos específicos o técnicos, introducidos por la
teoría o bien ya existentes pero a los cuales se los ha privado del significado primigenio y se les
ha dado, convencionalmente, un significado nuevo. Esto ocurre, por ejemplo, cuando en la teoría
atómica y en la mecánica cuántica aparecen palabras como spin que, si bien pertenece a la
lengua inglesa, pasa a caracterizar cierto tipo de estado ligado a las partículas elementales y, por
tanto, adquiere un significado que antes no poseía.

Términos presupuestos

Podría creerse, en primea instancia, que si un término es utilizado como presupuesto, por el
sólo hecho de que ya había sido utilizado previamente queda determinado su significado. Pero
aquí conviene hacer una aclaración importante. Si el término es recogido del lenguaje ordinario,
aparte de cuestiones de vaguedad, se presenta el fenómeno de la polisemia. Una palabra puede
tener distintos sentidos en el lenguaje ordinario y conviene, si es posible, decir cuál es el que se
está adoptando en la discusión. Si el término se toma de una teoría anterior es posible que sea
ella la que determina el sentido de sus términos específicos; en este caso conviene indicar, con
mucha precisión, no solamente cuál es el término que vamos a emplear, sino también de qué
teoría se lo ha extraído. Por ejemplo, muchos epistemólogos y físicos contemporáneos,
reconociendo que palabras como “fuerza” y “masa” se utilizan tanto en la teoría mecánica
newtoniana como en la teoría de la relatividad, piensan que el sentido que poseen dichos
términos no es similar en ambas. Por consiguiente, en una investigación o en la edificación de
4
Apartado basado en Klimovsky, Gregorio (1994). Las desventuras del conocimiento científico. Buenos
Aires: A-Z Editora.

16
una teoría que pretenda resolver algún problema especial, si hemos de utilizar palabras como
“fuerza” y “masa”, conviene precisar de manera no ambigua si se emplea en el sentido
newtoniano o en el contexto de la teoría de Einstein.

Términos presupuestos lógicos

Respecto de los términos presupuestos conviene hacer una distinción muy útil, a su vez,
entre tres tipos principales. El primero es el de los términos lógicos. Aquí figuran palabras o
grupos de vocablos cuya misión principal es ayudar sintácticamente a formar la frase y, en cierto
modo, a comprender con qué alcance e intención informativa se emplea el enunciado. No es lo
mismo decir “Todos los hombres son mortales” que “Algunos hombres son mortales”. Es evidente
que el primero de los enunciados proporciona, de ser verdadero, una información más fuerte que
la más humilde expresada en la segunda. Pero las palabras “todos” y “algunos” no aluden a
entidades u objetos de estudio, observación y análisis. “Todos” y “algunos” permiten formar los
llamados enunciados universales y existenciales. Lo hacen de tal manera que, según cuál sea la
palabra que se emplee, la proposición resultará más fuerte, más abarcativa o más pretenciosa.
Hay muchas especies de palabras lógicas. En la lógica contemporánea se distinguen los
conectivos, que sirven para enlazar enunciados y formar otros nuevos más complejos, como la
conjunción “y” que permite hacer afirmaciones de tipo “Truena y llueve”. Las palabras lógicas son
términos presupuestos que usualmente provienen del lenguaje ordinario, y su empleo es el que
quiere esclarecer la disciplina denominada lógica, que establece los criterios formales del uso de
estas partículas, pero también el exacto sentido de las frases o enunciados que las utilizan.

Términos presupuestos designativos

Todo término que no tenga la función de ayudar a formar enunciados está presente porque
tiene una función referencial, es decir, sirve para aludir a algún tipo de entidad: un objeto, una
cualidad, una propiedad, una relación, una operación matemática. En síntesis, un término es
designativo o referencial si tiene la función de aludir a una entidad, que llamaremos su
designación. Vale una aclaración: la palabra pretende representar, pero quizás no exista ninguna
entidad que corresponda a sus condiciones significativas. En la literatura mitológica, por ejemplo,
hallamos la palabra “Pegaso”; ésta tiene una designación en el sentido de que ante cualquier
objeto podríamos decir si merece o no el nombre de Pegaso: tendría que tratarse de un gran
animal alado cuyo cuerpo fuese de un caballo. Probablemente, en el mundo real no encontremos
tal cosa y diríamos que a “Pegaso” le falta denotación. La designación parece ser más bien la
pretensión de denotar.
Hemos hallado entre los términos presupuestos aquellos que no son designativos o
representacionales, los términos lógicos. Pero también existen términos presupuestos
designativos; algunos provienen del lenguaje ordinario: palabras como “rojo”, “frío” o “luminoso”
tienen su sentido en las conversaciones usuales y aún científicas como las tenía para Newton
cuando realizaba sus primeras experiencias ópticas. Aprendemos su sentido con el uso del
lenguaje ordinario, pues no hay teorías científicas presupuestas de donde se lo pudiera obtener.
Esto es importante porque el uso de estas palabras vincula, de una manera a veces indisoluble,
el lenguaje de las teorías científicas con el lenguaje ordinario. Las teorías científicas introducen
con frecuencia un vocabulario específico o técnico para expresar nuevas ideas teóricas, pero, en
principio es inevitable que en la descripción de las experiencias que querrá explicar o que
servirán para construirla, muchos elementos de esa descripción serán aludidos por el
vocabulario del lenguaje ordinario. Este tipo de términos, que vamos a denominar términos
presupuestos designativos ordinarios, plantean el problema de cuál es su exacta referencia. Aquí
aparecen algunas complicaciones, una de las cuales es que quizá no tengan significado exacto,

17
es decir, que estén contaminados por cierta vaguedad intrínseca, lo cual puede complicar la
exactitud de la investigación científica.
Antes dijimos que una palabra puede ser utilizada por distintas teorías, pero eso no garantiza
que su significado sea el mismo en todas ellas. De todos modos, es frecuente e inevitable que,
en investigaciones realizadas en el seno de una disciplina, aparezcan constantemente tales
términos presupuestos designativos científicos . No se puede discutir sobre ciertas cuestiones de
biología o fisiología, por ejemplo, sin emplear palabras que provienen de la física y de la química.

Términos específicos

En el transcurso de ciertas investigaciones científicas, y en particular cuando se introducen


nuevas teorías revolucionarias, se emplean ideas que no tienen precedente histórico al momento
en que surgen, y para ello es necesario introducir un vocabulario especial, específico de la
disciplina o teoría. Los términos específicos tendrán que adquirir su significado mediante
definiciones o procedimientos peculiares que nos permitan entender de qué estamos hablando
cuando los empleamos. No siempre se trata de una palabra nueva, pues se puede emplear de
una manera diferente un término que anteriormente se utilizaba con un sentido impreciso o
distinto. A un matemático se le ocurrió en el siglo pasado denominar “grupo” a un cierto tipo de
álgebra, y sus trabajos llevaron finalmente a crear un capítulo muy importante de la matemática,
la llamada “teoría de los grupos”. Pero sería equivocado pensar que la palabra se está usando
aquí con el sentido habitual de “conjunto” y, especialmente, “conjunto de personas”.
No es forzoso que todo término específico sea designativo. Si bien es verdad que en general
los términos específicos se emplean designativamente, ocurre que ciertos términos científicos no
pretenden designar, sino ser usados en contextos. Lo que importa es saber cómo construir con
su auxilio oraciones que puedan ser útiles para expresar conocimientos. Muchos términos
específicos serían entonces auxiliares, sin llegar por ello a constituirse en términos lógicos.

Ciencia y ética

LAS BOMBAS ATÓMICAS

Durante el siglo XIX, la cultura occidental imprimió en los seres humanos un rasgo de
absoluta confianza hacia el progreso. La ciencia y los adelantos tecnológicos vividos en ese siglo
como consecuencia de la segunda fase de la Revolución Industrial fueron considerados como los
atributos fundamentales para que el progreso no se detuviera. Luz eléctrica, cine, fotografía,
trasportes, las comunicaciones y los avances en medicina generaron la idea de que ciencia,
progreso, bienestar y mejoría eran sinónimos.
El siglo XX despunta con la Primera Guerra Mundial. La incidencia de los “adelantos
tecnológicos” en materia de armamentos, con nuevos explosivos, o los tanques o aviones, que
por primera vez bombardearon lugares protegidos –como será el caso de Gran Bretaña-, los
radares o los submarinos; le dieron a la guerra otro cariz pero, lo más importante, marcó un
punto de inflexión respecto de la sinonimia ciencia-progreso. No obstante, fue la Segunda Guerra
Mundial la que causó pavor en la humanidad dados los daños irreparables que produjo. Las
bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki generaron la concepción de que la ciencia podía
matar a miles de personas en minutos, arrasar ciudades y provocar daños ecológicos totales. La
ciencia había dejado de ser sinónimo de progreso y pasó a serlo de destrucción. La idea de
progreso entra en crisis y se cuestiona la validez de la noción de este concepto.

18
Ciencia y técnica, idolatradas durante mucho tiempo en occidente, mostraron su faceta más
cruel y desenmascararon las estructuras de poder capitalista que habían utilizado la idea de
progreso científico para “manipular, vigilar y doblegar las conciencias de los hombres que
padecían la ilusión de la libertad” 5.
Pero no sólo la ciencia fue puesta en tela de juicio, sino también los
científicos y sus valoraciones éticas y morales. Las bombas de
Hiroshima y Nagasaki, arrojadas por Estados Unidos a Japón,
constituyen el punto de ruptura más sintomático respecto de la idea de
progreso y de las consideraciones ético-morales de aquellos científicos y
técnicos involucrados en esta aberración moderna. Esto muestra a las
claras la relación ciencia-poder político-manipulación. La ciencia había
descubierto la manera de eliminar a miles de personas en apenas
minutos poniendo en riesgo a la humanidad en su conjunto. “Gracias” a estos lanzamientos
atómicos, la ciencia coronó, a posteriori, una serie de avances científicos como aquellos
vinculados a la medicina nuclear y la prevención de enfermedades cancerígenas. ¿Valió la pena
que 66000 personas perecieran en menos de dos minutos y 140000 más en el lapso de los seis
meses siguientes?
Desarrollo científico y poder político serán sinónimos en este tema; y destierran
definitivamente la idea sacralizada de ciencia como sinónimo de progreso. Durante los años 50,
el presidente de los EEUU, Harry Truman, declaró: “La bomba atómica no fue una decisión difícil.
Lanzar bombas puso fin a la guerra y salvó millones de vidas”. Para salvar vidas –por ejemplo
curar o prevenir el cáncer- es necesario matar vidas.
Esta decisión es netamente política, pero no es independiente de las consideraciones y
actitudes éticas de los propios científicos. Para el proyecto Manhattan (la fabricación de la
primera bomba atómica) se invirtieron cientos de millones de dólares destinados a la
construcción de la planta nuclear de Los Álamos, montar los laboratorios de investigación,
contratar científicos y colaboradores.

5
Foucault, Michel (1987). Vigilar y castigar. México: Siglo XXI.

19

Das könnte Ihnen auch gefallen