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Se buscaba una paz para que unos y otros pudieran vivir de manera tranquila y en
paz, pero esto se tenía que hacer por medio de la condena a la lucha entre clases, una paz
que tenía que ser fundada en la justicia, pues de lo contrario todo quedaría en un buen
deseo. Al ver que unos vivían de manera muy cruel por un mal salario y mal trabajo,
León XIII quiso realizar un estudio al trabajo, trabajo, que es primordial en la vida de
todo hombre. El Papa califica el trabajo como personal, ya que la fuerza activa es
inseparable a la persona y totalmente propia de quien desarrolla y en cuyo beneficio ha
sido dada.
De ahí afirma que el trabajo de los obreros es el que produce la riqueza de los
Estados, pero que la gran mayoría de la veces es poco valorado, incluso explotado de
manera incorrecta. También habla del derecho a la propiedad privada, considerando
principalmente el derecho a la propiedad de la tierra y con esto también afirmar el
derecho a poseer lo necesario para el desarrollo personal y familiar.
Debe de haber una preferencia por los pobres, por los más necesitados, como por
ejemplo los obreros que en su mayoría débiles y necesitados a quienes el Estado debe de
dirigir sus preferencias y sus cuidados. Este cuidado que se le quiere hacer a los más
necesitados, debe estar de igual modo fundado en una correcta concepción de la persona,
debe tener una sana antropología, pues de lo contrario el hombre se le confundirá como
un medio y no como a un fin.
Una vez que se ha estudiado los años anteriores se debe fijar la mirada en las
cosas nuevas, de hoy, de eso precisamente habla el segundo capítulo. El Papa Juan Pablo
II queda maravillado de ver como el Papa León de forma muy atinada se adelanto con lo
que sucedía en 1989-1990, previendo las consecuencias negativas bajo todos los
aspectos. Los motivos por los que la sociedad esta tan dividida y sin rumbo son varios
pero veamos que uno de los más importantes es la subjetividad, el ateísmo, la lucha de
clases, que van enfermando gravemente a la sociedad.
Es ahí donde el cristiano debe ser luz y sal, para mostrar y guiar a los demás
hombres a luchas en contra de semejantes aberraciones, por ejemplo la lucha de clases
tiene su raíz en el ateísmo y el desprecio de la persona humana, y esto es de suponerse,
pues cuando al hombre se le priva de su ser religioso, y no busca la trascendencia pierde
el sentido de su misma existencia, así llega a un fastidio y se olvida de un fin.
Es por eso que la encíclica lucha por una auténtica reconciliación entre los
pueblos, de ir en contra de la guerra y de todo conflicto que ponga el riesgo a las
personas y naciones. Sería catastrófico enfrentar una guerra nuclear, pues se verían
afectadas no solo las naciones en conflicto sino que estarían en peligro las demás. Las
guerras como se ha visto con la segunda guerra mundial, ha dejado y sigue dejando gran
dolor un ves de paz y armonía.
Es preciso puntualizar que el desarrollo nunca tiene que dejar de lado al hombre,
pues si se olvida del hombre y de su dignidad que le viene de Dios, ningún trabajo
bastará para sanar tantos males. Uniendo el propio sufrimiento por la verdad y por la
libertad a la de Cristo en la cruz, es así como el hombre puede hacer el milagro de la paz
y ponerse en condiciones de acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad
que sede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo lo agrava.
La paz y la prosperidad son bienes que pertenecen a todo el género humano, de
manera que no es posible gozar de ellos correcta y duraderamente si son obtenidos y
mantenidos en un prejuicio de otros pueblos y Naciones, violando sus derechos o
excluyéndolos de las fuentes del bienestar. Es de admirar que la ayuda tras la segunda
guerra mundial se ha hecho presente en la reconstrucción de los países, y luchar por
mejorar poco a poco en un desarrollo económico y civil.
Claro que también hay personas que no pueden trabajar, por diferentes causas, y
es ahí donde hay que apoyar al más necesitado, ayudándolo a potenciar sus talentos, a
fin de que con su esfuerzo pueda tener una vida digna. Sin que la sociedad los olvide,
hay que tratar que todos tengan la posibilidad de mejorar y crecer.
En esta línea se puede ver la alienación, descubriendo una inversión entre los
medios y los fines, el hombre cuando no reconoce el valor y la grandeza de la persona es
sí mismo y en el otro, se priva de hecho de la posibilidad de gozar de la propia
humanidad y de establecer una relación de solidaridad y comunión con los demás
hombres para lo cual fue creado por Dios.
El hombre es, ante todo, un ser que busca la verdad y se esfuerza por vivirla y
profundizarla en un diálogo continuo que implica a las generaciones pasadas y futuras,
por esto, la primera y más importante labor se realiza en el corazón del hombre, y el
modo como éste se compromete a construir el propio futuro depende de las
concepciones que tiene de sí mismo y de sus destino. También tomar en cuenta la falta
de un gran esfuerzo de comprensión recíproca, de conocimiento y sensibilización de las
conciencias.
Dentro del último capitulo, el tema central es el hombre y la Iglesia que siempre
se ha preocupado de la atención y la responsabilidad hacia él, y esto por manato de
Jesús. Para eso las ciencias humana y filosóficas ayudan bastante a que el hombre
comprender su papel central en la sociedad, y a hacerlo capaz de comprenderse mejor a
sí mismo.
As pues, para que se ejercite la justicia y tengan éxito los esfuerzos de los
hombres para establecerá, es necesario el don de la gracia, que viene de Dios. Por medio
de ella, en colaboración con la libertad de los hombres, se alcanza la misteriosa
presencia de Dios en la historia que es la Providencia.