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Introducción

Se estima que transcurren unos cinco millones de años entre la aparición de los
homínidos y la invención de la escritura. No se trata, obviamente, de una línea recta.
Si hace unos doscientos mil años atrás, los humanos poseíamos la misma
capacidad intelectual y una apariencia física exacta a la que tenemos en la
actualidad, pues nuestros ancestros ya usaban ropa, calzado, maquillaje y armas
para el momento en que abandonan el continente africano y llegar a Asia, Europa y
Australia. Los idiomas que hablaban eran tan complejos como los que hablamos
hoy. No sería un disparate decir que los cambios que ocurrieron en la especie
humana hace unos diez mil años, han sido los más importantes en la historia de
nuestra especie: dejamos atrás la vida como cazadores-recolectores y nos
dedicamos a la agricultura y a la ganadería, construimos pueblos cada vez más
grandes y creamos sistemas económicos y políticos más complejos, también
desarrollamos nociones como propiedad de la tierra, división del trabajo,
excedentes, ahorro, intercambio, fronteras, gobierno e impuestos, que se crearon
durante el Neolítico y es muy probable que tales cambios hayan sido más
significativos e importantes para los humanos que los que tuvieron lugar entre el
siglo XVIII y la revolución industrial.
Si las convenciones históricas narran la aventura humana dividiéndola en
prehistoria e historia con la invención de la escritura como frontera entre ambos
ciclos, preferimos pensar en nuestra historia como una continuidad interrumpida
impactada por grandes saltos, producto de innovaciones tecnológicas y grandes
migraciones. Una de estas grandes migraciones fue la ocurrida entre humanos
procedentes de África y hacia el continente europeo hace unos cuarenta y cinco mil
años, poblando este continente desde la península ibérica hasta la actual Rusia.
Distintas olas migratorias llegaron a Europa desde el Medio Oriente, a través de los
Balcanes, desde Siberia y Asia, estas al menos tres grandes olas migratorias se
habrían entremezclado entre sí, aproximadamente entre los ocho y cinco mil años
atrás. Ya para el momento de lo que llamamos la Edad de Bronce, hace unos cuatro
mil años atrás, la mayoría de los europeos eran mestizos y se dedicaban a la
agricultura y la ganadería, viviendo en tribus que se sustentaban de la producción
de cereales tales como el trigo y la cebada en el Medio Oriente y Europa y el maíz
en las Américas. Durante este período, las comunidades humanas no superaban
una treintena de personas, pero estos números se multiplicaron así como la
producción de alimentos que permitió el crecimiento de las aldeas tribales para
llegar a formar ciudades. Un asentamiento neolítico como Catal Hoyuk en la actual
Turquía, que dataría ca. 9.000 años atrás, habría tenido más de unos cinco mil
habitantes, viviendo en una sociedad no-jerárquica, y con una división del trabajo
que no estaba basada en diferencias de género. Cada casa era una unidad familiar,
granero, templo y taller lo que hacía de cada familia una unidad económica
independiente. Este modelo de sociedad parece haber sido la norma en las diversas
sociedades del período neolítico y hasta ahora no habría consenso en los
investigadores sobre lo que puede haber causado la desaparición de este modelo
de sociedad, pues pasarán cerca de unos dos mil año antes que aparezcan nuevas
ciudades, cerca de hace unos cinco mil años, ya con modelos de sociedad muy
diferentes. Tanto la ciudad de Uruk, de los sumerios como Tebas, en Egipto, eran
ciudades con sociedades gobernadas por reyes y altamente militarizadas, con
ejércitos defensivos y con el trabajo dividido en gremios, así había los campesinos-
agricultores, los constructores, los comerciantes, médicos-sanadores, enterradores,
panaderos y funcionarios públicos dedicados a la contabilidad de los bienes y de los
impuestos, para solo mencionar algunos. Gracias a la división del trabajo, las
primeras ciudades eran capaces de producir suficientes alimentos, fabricar
utensilios y herramientas, intercambiar mercancías, y dar a la población ciertos
servicios básicos y construir con los impuestos calles y acueductos, templos y
edificios de gobierno. De las primeras alianzas entre ciudades surgen los primeros
“imperios” o “civilizaciones”. Los primeros procesos de acumulación de riquezas
permitieron a ciertas familias o clanes desarrollar fortalezas económicas que al cabo
de varias generaciones resultaron en enormes diferencias entre ricos y pobres,
entre elites y clases desprovistas o esclavizadas y una vez que se hizo norma la
diferencia socioeconómica, ésta se generalizó. En muchas sociedades surgen
también elites militares producto de las guerras y los guerreros ocupaban un lugar
social más alto que los campesinos-agricultores y demás miembros de la sociedad,
las castas guerreras llegaron a dominar y las sociedades se hicieron más
jerárquicas, militaristas y patriarcales. Pero no hay que olvidar que las sociedades
se hacen más jerárquicas debido a la división del trabajo y a medida que la
organización social se hace más compleja.
Al intentar hurgar entre los antepasados de los iberoamericanos de hoy, hay que
referirse a las poblaciones de las estepas euroasiáticas, pueblos nómades que
habitaban lo que es una extensión enorme de praderas continuas que se extiendes
de la actual Hungría hasta Mongolia, en el Oriente, atravesando las fronteras de lo
que hoy son Hungría, Rumanía, Ucrania, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Mongolia,
China con pequeñas extensiones en Turkmenistán, Tayikistán, Afganistán e Irán.
Hoy sabemos que las Américas fueron pobladas no sólo desde las estepas euro-
asiáticas y Asia central, sino también desde Oceanía y el sureste de Asia y del
Pacífico Sur, y que las sociedades neolíticas americanas con núcleos importantes
en Mesoamérica y en los Antes, evolucionaron sin contacto con otros continentes
durante siglos, que en sus diversas sociedades emergieron diversas culturas y que
los distintos grupos humanos americanos generaron sus propias revoluciones
neolíticas, es decir, algunas sociedades pasaron de un régimen de cazadores-
recolectores a uno de agricultores-ganaderos, mientras que otras poblaciones se
mantuvieron siendo recolectores-cazadores.

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