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El contador de arena: Capitulo #06

Para la mayoría de los ciudadanos, al día siguiente iba


hacer el regreso del rey hierón, pero para arquímedes,
el rey y su ejército no eran más que una molesta
interrupción.
Solo un obrero, elijo, lo ayudo con el transporte de la
catapulta, el resto permanecía en el taller trabajando
con una lanzadora de flechas. straton seguía como
responsable del traslado de la máquina y arquímedes se
alegró mucho por contar con su ayuda, descubrieron
que no había ninguna grúa capaz de elevar la catapulta
hasta la plataforma.
la plataforma era el primer piso de una de las torres exteriores del fuerte
normalmente las catapultas grandes se colocaban en los pisos inferiores,
dejando los altos para la maquina más ligera .se excedía a la plataforma por
una escalera de piedra, pero resulta imposible que los tres hombres pudiesen
maniobrar el tronco de nueve metros de longitud. straton consiguió
convencer a la guarnición del fuerte para que les prestara cuerdas y poleas,
arquímedes armo con ellos una cabria, pero hasta media tarde no lograron
subir todas las piezas de la catapulta.
el rey hierón y su ejército aparecieron ante las puertas mientras estaban en
ellos. la guarnición salió a saludar al rey junto a straton, arquímedes mientras
luchaba por componer de nuevo la grúa, molesto se dijo por sus adentros
que straton debería haberse quedado para ayudarlo a tirar las cuerdas.
cuando el rey se fue, straton dijo que debía de volver al carro y los bueyes la
ortiga y desapareció dejando arquímedes y a emilio.
oscureció antes que la cata pulcra este en su lugar. arquímedes se
tambaleaba de agotamiento y la cuerda y la cuerda le provoco tantas
ampollas en las manos que no sentía dolor en concreto, finalizado su trabajo
examino sus heridas y luego miro a emilio que estaba más plagado de
ampollas y agotado que él. puedes pasar la noche en mi casa le ofreció el
esclavo. es muy amable de tu parte, pero epimeles me a pedio quedarme a
qui esta noche dijo emilio apesadumbrado.
a pesar de que el lugar estaba cubierto, el lado que daba al patio estaba
abierto y el suelo era de un entarimado basto, en un rincón había proyectiles
de veinte kilos, un recuerdo de la catapulta que ocupo la plataforma con
anterioridad.
epidemes ordeno que no sacar de vista ala catapulta y que se las arreglará
para que durmiera junto a ella, pero porque pregunto arquímedes: elimio se
limitó a encogerse de hombres y escupió por la tronera, señalo que no le
contara nada a arquímedes, para que no se preocupe, no querían que se
distrajera con nada, no queremos que pierda su oportunidad. sí avanza hasta
la línea de la meta, conseguirá la corona de vencedor, pero si pretende correr
más, es posible que tropiece con sus propios pies, rebaso emilio,
esperanzado, podrás pedirle al capitán que nos proporcione una estera, una
manta, y algo de comer, muy bien, también un poco de vino si gustas.
gracias señor dijo emilio con los ojos brillantes -durante la caminata
arquímedes pensó que era todo un detalle de emilio en quedarse a pasar la
noche en el hexaoilon . la cardina no estaba tan lejos como la ,pero era un
trayecto largo y cuando llego a casa era ya muy , marcos le abrió la puerta ,
bostezando , él era el único que se encontraba despierto , a pesar de su
agotamiento a arquímedes le costó conciliar el sueño después de un largo
rato se quedo dormido y sueña que un ejército bien equipado atacaba el
hexa pilón ,desesperado , empezó a golpear y el impacto de las manos
magulladas contra la cama o despertó de nuevo , gruño tumbo la boca arriba
y permaneció a si mirando la oscuridad , pasando minutos se levantó y bajo
al patio y tomo un poco de agua de un cubo para mojarse las ampollas , se
sentó en el suelo , sumergió las manos en el cubo y contemplo las estrellas ,
lejanas y hermosas . la tierra era incompletamente pequeña, cerró los ojos
imaginándose la esfera ilimitada del universo, la catapulta se desvaneció por
fin.
a la mañana siguiente arquímedes seguía durmiendo cuando alguien llamo
con golpes rítmicos a la puerta abrió y se encontró con dos hombres
perfectamente acorazados uno era straton , casi irreconocible por el bruñido
de su pelo y el otro un hombre fuerte y enjuto preguntado esta es la casa de
arquímedes , hijo de fidias? pregunto el oficial, marco asintió y sobre el
rostro se le cernió la habitual mascara.
tengo que hablar enseguida con el d- dijo el oficial , filira descendía en ese
momento por las escaleras cuando vio un desconocido en la puerta dio un
chillido y se detuvo en seco , el oficial se sonrió de una manera evaluadora
que no le gusto a marcos , el señor quiere hablar con nuestro hermano
anuncio subrayando que trataba de la hija de la casa no de una esclava ,
corrió hacia arriba medio medion ha venido un oficial a buscarte ,
interrumpiendo en la habitación de su hermano , arquímedes gruño y se tapó
todo con l sabana fílira la retiro y le arrojo la primera túnica y al instante el
joven descendió a trompicones por las escaleras y descalzo sin afeitar , había
sido admitido en el patio estaba charlando con arata mientras straton
permanecía junto a la puerta , arquímedes apareció , el capitán alzo las cejas
: vístete – ordeno —yo... esto... —dijo arquímedes, pasándose la mano por el
cabello enmarañado. siempre le costaba despejarse por la mañana. además,
la noche anterior no había cenado, de puro agotamiento, y tampoco había
comido al mediodía, así que no se encontraba en la mejor forma—. yo...
bien... ¿probaremos la catapulta hoy? —el rey está revisando todos los
fuertes de la muralla —dijo bruscamente dionisos—y ha pedido presenciar
las pruebas de tu catapulta. no sé cuándo llegará al hexa pilón, pero debo
unirme a su escolta enseguida. de modo que vístete. si se presenta allí y no
estás, te quedarás sin trabajo. dedicó a los presentes un movimiento de
cabeza y partió. straton sonrió a arquímedes y lo siguió a paso ligero. el joven
se rascó de nuevo la cabeza y suspiró. fílira, que había vuelto a desaparecer
escaleras arriba, regresó con su manto bueno. —¡deja que al menos coma
algo primero! —protestó él, mirando con aversión la prenda que le tendía su
hermana. —¡medió! —exclamó fílira, enfadada—. ¡era el capitán de la
guarnición de la ortiga! ¿no lo has oído? ¡el rey reclama tu presencia! —¡creo
en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley! —replicó con orgullo. —¡y
yo creo en que esta casa disfrute de unos ingresos! —gritó ella a modo de
respuesta. arata se mordió la lengua para no refrendar lo que decía su hija:
apoyar la democracia estaba muy bien en teoría, pero el dinero era bueno en
la práctica, y para ello era necesario acatar la autoridad.
—te prepararé una cesta con comida —le dijo a su hijo para consolarlo—.
marco la llevará. elimo, que seguía acostado bajo la enorme máquina, se
incorporó en cuanto lo vio aparecer. estaba pálido y mareado, a
consecuencia de la generosa cantidad de vino que había ingerido la noche
anterior. arquímedes lo saludó brevemente y se dispuso a comprobar que las
cuerdas de la catapulta estuviesen bien tensadas. marco dejó en el suelo la
cesta de comida y observó la máquina. nunca había visto una tan grande.
deslizó la mano por la madera de roble del tronco, luego se dirigió hacia el
extremo de la vara y miró a través de la abertura apoyando la mano en el
gatillo, que permanecía sin tensar. se imaginó un proyectil de treinta kilos
volando y se estremeció. el rey ascendió los últimos peldaños y entró en la
plataforma de la catapulta. lo seguía su séquito: cuatro oficiales; su
secretario; dionisos; el capitán del hexa pilón; eudaimon, el constructor de
catapultas; calipo, su ingeniero jefe, y seis soldados, straton, entre ellos.
arquímedes, que no se había percatado de la presencia de nadie, siguió
sentado en cuclillas, mordisqueando la empuñadora del cuchillo y
observando con gran interés sus dibujos. marco miró nervioso al rey, dio un
paso adelante y dijo entre dientes, desesperado: —¡arquímedes! —¿sí? —
preguntó él, sin dejar de morder el cuchillo. el rey se aproximó un poco y
echó un vistazo a los garabatos: curvas gemelas recortadas a partir de un
amplio cono doble. —hipérbolas —observó. arquímedes apartó los ojos del
dibujo para fijarse en los pies que tenía delante. luego, comprendiendo de
pronto el significado de aquellas sandalias tachonadas de oro y encaje de
color púrpura, levantó la vista, dio un salto y se sonrojó. el rey sonrió. era un
hombre regordete, una cabeza más bajo que arquímedes, con un rostro
agradable, de facciones redondeadas y bondadosas, negro cabello rizado y la
mirada inteligente y oscura de su hermana. parecía más el dueño de una
posada de campo que un tirano siciliano, a pesar del manto y la túnica color
púrpura y la diadema que llevaba en la frente. además, era más joven de lo
que arquímedes había imaginado; no aparentaba mucho más de treinta y
cinco años. colorado todavía por lo embarazoso de la situación, arquímedes
balbuceó un breve relato sobre la dolencia de fidias. hierón lo escuchó con
atención y luego le pidió que le transmitiera al enfermo sus deseos de una
pronta recuperación. pero no es ése el tema que nos ocupa hoy. ¿es ésta la
catapulta de un talento que has construido para mí? —rodeó la máquina a
grandes zancadas—. ¡por heracles, es enorme! ¿para qué sirve esta rueda?
—es para ayudarla a pivotar, señor —dijo arquímedes, e hizo una
demostración. calipo, el ingeniero jefe de hierón, un hombre alto, de nariz
aguileña y unos cuarenta años de edad, se abalanzó al instan—te sobre la
catapulta, apartando al rey prácticamente a codazos, y examinó con detalle
el sistema de poleas y tornosarquímedes le explicó la idea que se le había
ocurrido. se trataba de fijar un tornillo a una rueda que se situaría debajo de
la catapulta. calipo repitió su sonido silbante y lo miró con mayor
incredulidad si cabe. hasta aquel momento, para lo único que se utilizaban
los tornillos era para unir cosas. la sonrisa de hierón se tornó más amplia. —
me gustará ver eso —dijo—. pero ahora comprobemos cómo dispara. antes
de pagarte, quiero asegurarme de que funciona, ¿no era ése el acuerdo? hizo
un ademán en dirección al capitán del fuerte, quien, a su vez, dio una señal a
los soldados. durante la mañana habían preparado la munición y se
dispusieron a cargar una piedra de treinta kilos. la cuerda de la catapulta
empezó a enrollarse con su terrible gemido para que el proyectil pudiera ser
colocado en su debido lugarse acercó a uno de los lados del artefacto y palpó
la sólida masa de cabello retorcido que formaba las cuerdas: emitía un sonido
hueco. se sumergió bajo la enorme nariz alzada de la catapulta y palpó las
cuerdas del otro lado. otro sonido hueco, pero más profundo. —¡se han
desafinado! —gritó, horrorizado. la noche anterior estaban bien. entre el
séquito del rey se propagó un murmullo de insatisfacción. arquímedes deslizó
hacia atrás con cuidado el arco de la catapulta para poder reajustar la tensión
de las cuerdas. luego trepó por el tronco, ascendió por la vara hasta el
peritrete y extrajo el tapón de bronce que protegía la parte superior del
conjunto de cuerdas que había producido el sonido más bajo. las cuerdas de
las catapultas se retorcían sobre un travesaño que posteriormente se fijaba
en una abrazadera mediante cuñas; el aparejo parecía estar bien, pero
cuando volvió a pulsar los dos conjuntos de cuerdas, la diferencia del tono
fue incluso más marcada. miró a su alrededor en busca del rey y vio que
estaba justo debajo: era él quien le había pasado el aparejo. arquímedes
volvió a sonrojarse. ya era malo que su catapulta no funcionase como debía,
pero era mucho peor que fallara delante del rey, y peor aún que éste
entendiese de catapultas. —lo siento, señor —se lamentó, destrozado—.
creo que en el sistema inferior se ha estropeado alguna cosa. la tensión se
pierde. tendré que sacar las cuerdas y ver qué es lo que ocurre. alguien rió
entre dientes. arquímedes miró a su alrededor y se percató de que había sido
eudaimon. —muy bien. hazlono importa —dijo el rey con alegría—. de todos
modos, tenía pensado parar a comer algo. vuelve a ponerle el cordaje y la
probaremos después. —¡señor! —exclamó eudaimon—. la catapulta no
funciona. ¿de verdad queréis perder más tiempo con ella? hierón lo miró con
una amplia sonrisa. escudriñó con detalle la maraña de pelo y encontró el
lugar donde había estado alojada la cuchilla. algunas de las cuerdas ya
estaban dañadas, pero la mayoría sehabría cortado en cuanto el arco tensado
las hubiese empujado contra el filo. una trampa sutil, concebida para no ser
detectada hasta que fuera demasiado tardehierón le había negado cualquier
oportunidad de ocultar las pruebas de su crimen y había puesto como testigo
al superior de eudaimon. sin embargo, tan pronto como la cuchilla había
llegado a manos de hierón, había desaparecido junto con eudaimon, y el
único resultado del incidente parecía ser que el rey esperaba ahora que el
constructor obedeciera a arquímedes sin rechistar. el rey esperaba que se
produjese un sitio; lo había dicho. «fue muy estúpido por su parte suponer
que despediría a un ingeniero cuando estoy esperando un sitio a la ciudad.»
pronto, quizá, habría allí acampado un ejército romano, en aquellas colinas
donde ahora pacían las cabras. marco cerró los ojos y se imaginó el
campamento: las tiendas, perfectamente cuadradas, instaladas detrás de una
trinchera, las hogueras humeando y el sonido de voces hablando en latín.
sintió en el fondo de la garganta una oleada de amargura. llevaba trece años
sin oír su lengua. pronto los romanos o sus aliados estarían allí: su propio
pueblo. habían llegado a sicilia por una mala causa, y amenazaban a la ciudad
que se había convertido para él en algo parecido a un hogar, a gente que
había llegado a apreciar. si los conquistaban, era probable que él mismo
muriese. pero seguían siendo su pueblo. observó con inquietud la forma
amenazante de la catapulta que se erguía a su lado, y pensó que si realmente
fuese fiel a los suyos, le cortaría el cuello a arquímedes.

vocabulario:
acorazonados: buque de guerra provisto de una coraza de acero y armado con
artillería del máximo calibre y del mayor alcance.
ortigia: isla y fortaleza de siracusa, y sede original de la ciudad
catapulta: máquina de guerra antigua que se utilizaba para lanzar a gran distancia
piedras o flechas de gran tamaño; generalmente estaba formada por un gran
armazón de madera con ruedas y un mecanismo de lanzamiento.
proyectiles: objeto que se proyecta o lanza con fuerza, especialmente el que se
proyecta con un arma, como una bala, la flecha de un arco, etc.
plataforma: superficie horizontal plana, descubierta y elevada, construida sobre una
armazón en el suelo u otra superficie mayor, que sirve de apoyo o base para algo.

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