con facilidad nos perdemos y poco a poco caemos en patrones de conducta o hábitos que nos esclavizan. Que sutil puede llegar a ser el límite entre lo que me esclaviza y lo que me libera, entre lo que me da vida y lo que me mata lentamente. Las relaciones, el trabajo, los amigos, la familia...¿cuando se convierten en ataduras que nos ahogan y cuando impulso que nos ayudan a volar? La cotidianidad nos va atrapando en un juego de sobre vivir, día a día se repiten los mismos acontecimientos y cuando nos detenemos en esta vida acelerada, nos damos cuenta que somos prisioneros del tiempo, del trabajo, de todo lo que “Tenemos que hacer” día a día para según nosotros “Seguir viviendo”...y es que la vida es tan sencilla. Al dejarnos atrapar por la obligación hacemos compleja a esta vida, nos enrolamos en una carrera inhumana casi sin darnos cuenta, y casi hasta olvidamos respirar, respirar es libertad. ¿Qué es lo que nos esclaviza? Todo aquello que hacemos sin alegría, todo aquello que nos quita la pasión por vivir y la paz interior, lo que se convierte en obligación y lo hacemos por que “Tenemos” que hacerlo. La palabra “Tengo” viene de algo aprendido e impuesto desde afuera, “Tener que hacer” es una obligación impuesta por alguien más, en un principio nuestros padres, las figuras de autoridad y luego nuestro verdugo interior. El punto aquí es cuestionarios si realmente lo “Tenemos” que hacer o lo “Necesitamos” hacer. Cumplir una necesidad se relaciona con llegar un estado de completud. Yo necesito respirar, comer, necesito amar, necesito aprender. Cumplir primero con las necesidades básicas y luego con las trascendentes me ayuda a completarme como Ser humano, que no lo mismo que cumplir una obligación.