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FHCE, UdelaR
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Enseñanza y aprendizaje I. Licenciatura en Educación. FHCE, UdelaR
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Véase Althusser, "Psicoanálisis y ciencias humanas" (1963-64), así como el estudio crítico de Pascale
Gillot Althusser y psicoanálisis (2005).
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Cfr. Foucault, Defender la sociedad, especialmente las primeras sesiones.
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Cfr. Foucault La voluntad de poder (1976).
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Cfr. Venturini “Psicología y psicoanálisis en los tempranos escritos de Foucault” (2017). En:
https://www.academia.edu/35310196/Psicolog%C3%ADa_y_psicoan%C3%A1lisis_en_los_tempranos_e
scritos_de_Foucault
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Céase Lévi-Strauss “Introducción a la obra de Marcel Mauss” (1950).
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propia en la que hay que discernir significados ocultos, sino como una energía
sublime y utilizable que alimenta el desarrollo del intelecto, a la manera en que lo
comprende Piaget en Inteligencia y afectividad (1954). “Podría decirse que la
energética del comportamiento depende de la afectividad, mientras que las
estructuras proceden de las funciones cognitivas. Esta distinción de la estructura y
de la energética muestra perfectamente que si inteligencia y afectividad son
constantemente indisociables en el comportamiento concreto, debemos
considerarlas como de naturaleza diferente” (Piaget, 2005 [1954]: 24).
Efectivamente para Piaget los afectos carecen de estructura “en si”, los afectos son
una noción cuya materialidad es totalmente líquida o fluida, estos pueden adquirir
estructura en la medida en que acompañen y habiliten el desarrollo de la cognición,
y la evolución de la cognición a través de las funciones (adaptación) tiende hacia el
cielo supratemporal de estructuras puramente reversibles, no afectadas por la
irreversibilidad del tiempo. Por esto Piaget admite de buena gana que el
pensamiento es el espejo “humano” de la lógica y la matemática. Los afectos,
entonces, no crean estructuras nuevas por si mismos (los paralogismos y la retórica
son falsas estructuras), solo pueden impulsar o inhibir del desarrollo de las
estructuras cognitivas. Es por ello que resulta muy pertinente la observación que
hiciera Mario Carretero en su estudio introductorio a la traducción al castellano de
este seminario del psicólogo ginebrino. “Así, volviendo de nuevo a la lúcida e
intuitiva metáfora del motor y la gasolina, Piaget defiende que la combustión de
esta última, es decir los aspectos energéticos del comportamiento, no puede llegar
a cambiar la estructura del conocimiento, aunque pueda afectar a su realización o
inhibición. Sin duda, hasta este punto estaríamos de acuerdo con Piaget, pero el
problema surge si planteamos que lo energético no es sólo un factor impulsor de la
actividad, sino que también tiene una estructura, la cual no presenta el mayor
interés en ser estudiada por el psicólogo de Ginebra” (Carretero, 2005: 12). ¿Hay
algo más ajeno a esta apreciación de la realidad de los afectos que el
descubrimiento de Freud y Breuer de “afectos estrangulados”, impedidos de
realizar la necesaria “abreacción” o descarga por las vías adecuadas, conformando
diversos síntomas que finalmente encubren representaciones-fantasías reprimidas?
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Véase Vigotsky. El desarrollo de los procesos psicológicos superiores (1978).
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Véase el capítulo XI de El capital: “Cooperación”.
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física o microfísica (el poder es siempre un asunto de cuerpo, como él mismo lo dice
en Vigilar y castigar) que va mucho más allá de la física estrictamente hablando, una
microfísica fundamentada en la voluntad de poder nietzscheana: un poder
intensivo, nunca extensivo y calculable (como si lo son las fuerzas del mundo físico),
y por lo tanto, nunca definitivamente alienable o exprobiable/reapropiable ( lo que
es entender que la cantidad de poder restado a uno equivale a la cantidad de poder
sumado a otro, ecuación de la dominación que redunda en la “hipótesis represiva”
del poder). Entonces alcanzamos una gran oposición en la teoría moderna del valor-
poder: para Marx el valor y el plusvalor son sustancias calculables, para Nietzsche el
poder es incalculable, solo es vivenciable en sus intensidades. Quizás el
enfrentamiento epistemológico entre psicología y psicoanálisis en el que ahonda
este curso no sea más que el eslabón de una cadena mucho más larga de
confrontaciones entre estos dos gigantes modernos que son Marx y Nietzsche. Esto
último, como dijimos, es un vistazo panorámico, también una mirada hacia el
porvenir.
Con lo dicho orientamos lo suficiente, al menos en los límites posibles que
permite un material de estas características, al estudiante en lo que se refiere al
problema del valor entre antropología y economía política, siendo este problema un
sustrato teórico que antecede y en buena media prefigura a la manera de concebir lo
energético y lo afectivo en psicoanálisis y psicología. Esperamos que comprenda la
importancia intelectual de estas cuestiones, en el sentido de su profundidad y sus
alcances epocales, pero sobre todo esperamos que sea una herramienta de
interrogación sobre nosotros mismos, sobre nuestra cultura, sobre nuestras
prácticas, nuestras nociones y nuestros valores morales, una interpelación a nuestra
modernidad allí donde no nos habíamos pensado.
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Véase Castro. “Los dispositivos foucaultianos”. En: Revista Fermentario V.2 N.11 (2017).
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En otras palabras, hay gastos, consumos, usos o placeres que son inútiles
(incluso contra utilitarios, como demostró la antropología de Mauss hace tiempo) y
esto el marxismo no lo puede aprehender como una propiedad inmanente del
hombre, solo lo puede atender como un hecho secundario, colateral o marginal.
Para Foucault, por el contrario, el hombre no se halla esencialmente vinculado al
trabajo, para hallar esta relación es necesario que se produzcan una serie de
operaciones políticas que vinculen a las personas al aparato de producción para el
cual trabajaran: hubieron de aparecer históricamente primero los campesinos
desahuciados, esas masas humanas que por primera vez en la historia se hallaron
despojadas de cualquier medio de producción (desterritorializadas, las llama
Deleuze), llevando únicamente consigo su capacidad de trabajar, siendo pura
“fuerza de trabajo”. Estas operaciones políticas se aglomeran en lo que Foucault
llama un poder polimorfo y polivalente, con unas dimensiones económicas,
judiciales y epistemológicas plurales que no podemos resumir aquí.
Que sea el trabajo principio de síntesis social para Marx (algo que se aprecia
tanto en el concepto prínceps de “trabajo social indistinto” como en las reflexiones
sobre la fuerza de trabajo potenciada “gratuitamente” en el capítulo sobre la
cooperación en El capital) y sea el trabajo también esencia del hombre es además el
blanco de una crítica formulada por Foucault en La société punitive, curso de 1972-73
(2013). “Es erróneo decir, con algunos post-hegelianos famosos, que la existencia
concreta del hombre es trabajo. El tiempo y la vida del hombre no son obra de la
naturaleza, lo son el placer, discontinuidad, fiesta, descanso, necesidad, instantes,
casualidad, violencia, etc. Es toda esta energía explosiva que debe transformarse en
una fuerza de trabajo continua y continuamente disponible en el mercado”
(Foucault, 2013: 236). Toda la antropología poshegeliana y marxiana del trabajo se
halla coartada por el énfasis exclusivo en el trabajo como esencia del hombre.
Entender la antropología marxiana como una antropología abstracta conlleva
remontarse a su gran antecesor y maestro para explorar la noción de actividad
negatriz del trabajo en Hegel, donde el trabajo es “negación de lo dado” en la
naturaleza, exploración que recomendamos hacer con el clásico seminario de A.
Kojeve La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel (seminario que tanta influencia ha
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gastos que son inútiles, que no redundan en algo que pueda englobarse en una gran
utilidad, es decir, en el hecho de que placer y utilidad son una pareja maltrecha.
“Cuando el sentido de un debate depende del valor fundamental de la palabra útil,
es decir, siempre que se aborda una cuestión esencial relacionada con la vida de las
sociedades humanas, sean cuales sean las personas que intervienen y las opiniones
representadas, es posible afirmar que se falsea necesariamente el debate y se elude
la cuestión fundamental. No existe, en efecto, ningún medio correcto, considerando
el conjunto más o menos divergente de las concepciones actuales, que permita
definir lo que es útil a los hombres. Esta laguna queda harto probada por el hecho
de que es constantemente necesario recurrir, del modo más injustificable, a
principios que se intentan situar más allá de lo útil y del placer” (Bataille, 1987: 25). A
estas palabras siguen unas líneas muy laudatorias. “Globalmente, cualquier
enjuiciamiento general sobre la actividad social implica el principio de que todo
esfuerzo particular debe ser reducible, para que sea válido, a las necesidades
fundamentales de la producción y la conservación. El placer, tanto si se trata de
arte, de vicio tolerado o de juego, queda reducido, en definitiva, en las
interpretaciones intelectuales corrientes, a una concesión, es decir, a un descanso
cuyo papel sería subsidiario. La parte más importante de la vida se considera
constituida por la condición -a veces incluso penosa de la actividad social
productiva” (Bataille, 1987: 26).
[El erotismo: la segunda parte de La parte madlita, con el erotismo retorno a
psicoanálisis con el polimorfismo sexual]
[mas de Bataille sobre economía política y sobre Marx]
¿Y por qué no citar también a Jacques Derrida, quien, mucho más
tardíamente, en su libro en homenaje a Marx, no deja de señalar este prejuicio
utilitarista en el marxismo como una simple obviedad? “Y por esa razón, el buen
sentido fenomenológico o la fenomenología de la percepción (que obra también en
Marx cuando cree poder hablar de un puro y simple valor de uso) pretenden estar al
servicio de las Luces, puesto que el valor de uso, en sí mismo, no tiene nada de
«misterioso»” (Derrida, 1998 [1995]: 169).
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de este sujeto, veremos que la psicología tiene puy poco para decir sobre las
singularidades del sujeto. El psicoanálisis, con su teoría de la representación
inconsciente, suplementada con la teoría del significante de Lacan, hace posible un
acercamiento rigurosamente teórico a la “experiencia viva” del sujeto. El
psicoanálisis es un saber privilegiado que permite adentrarse en la pregunta
planteada por Behares (2004) en su importante artículo programático sobre la
fantasía didáctica y una teoría de la enseñanza psicoanalíticamente orientada: ¿es
posible una ciencia de lo singular? Freud aspiró a que el psicoanálisis fuese una
ciencia algún día, no sin mostrarse ambivalente acerca de esta posibilidad. Lacan
simplemente negó que el psicoanálisis fuese una ciencia, lo que no le resta valor
como teoría del sujeto y práctica de “cura”. En este caso, hay que admitir que no es
posible una ciencia de lo singular, en el sentido estricto de saber matematizado o
formalizado, pero sí es posible una teoría del sujeto coalescente y subsidiaria de la
ciencia.
Bibliografía
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Rodriguez, R., & Seré, C. (2014). Entrevista con Luis Ernesto Behares. Revista do
Programa de Pos-Graduacao em Educacao, 8.
Rubin, I. (1928/1974). Ensayos sobre la teoría del valor. Buenos Aires: Siglo XXI
Editores.
Venturini, J (2016). La economía espectral de Freud y Marx. Continuidad y diferencia.
En: Coloquio de Filosofía y psicoanálisis, en el III Congreso Internacional de la
Sociedad Filosófica del Uruguay. 18 al 21 de octubre de 2016.
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