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A PUNTO DE TURRÓN

Obra en un acto

Sylvia Mejía

FINALISTA DEL CONCURSO DE TEATRO SOGEM

1992

PERSONAJES

SARA
Mujer casada, de edad madura (40 años)
inteligente y nada superficial

CLAUDIA
También casada, de la misma edad, no menos inteligente,
pero sí un poco superficial, al menos en apariencia

La acción se desarrolla en la sala de un departamento clase media. Familia


educada. Decoración de buen gusto y acogedora. Un espejo
grande en algún lugar. Fotografía de boda de Sara y esposo. Un
cesto con revistas, librero con bastantes libros. Un guarda
cassettes. Flores amarillas ya de días adornan en un florero una
mesa; esto contrasta con el resto de la decoración.

A PUNTO DE TURRÓN

Se ve a SARA nerviosa ultimando detalles. Se ha arreglado muy juvenil para su


edad, pero sin caer en el ridículo. Suena el timbre. SARA más nerviosa respira
profundamente tratando de calmar su ansiedad. En el espejo, que refleja toda su
figura, se da los últimos toques. Es bonita y lleva bastante bien sus 40 años.
Suena el timbre otra vez. SARA abre la puerta. Entra CLAUDIA, mujer
también madura, pero hermosa, desparpajada, tal vez demasiado para sus 40,
pero le agracia.)

CLAUDIA.-(Entra radiante. También se pulió en su arreglo, queriendo verse


juvenil. Saluda a SARA con exageración, la abraza y la besa.)
Sara, mi amor, ¡cuánto tiempo sin verte! (Le besa otra vez las
mejillas, la ve a la cara y la vuelve a abrazar, balanceándola.)
¡Qué gusto verte! ¿Qué me cuentas? ¿Cómo estás? Tienes que
platicarme todo lo que has hecho en este tiempo. Yo soy una
facha, ni siquiera te he llamado por teléfono; pero no paro,
simplemente no paro, pero ahora sí me voy a dar un tiempecito
para visitarte de vez en cuando. (Se pasea por todos lados
observando con discreción.) ¡Qué bonito "depa"! Lo tienes
monísimo. Has cambiado algo la decoración, ¿verdad? Se ve que
te va muy bien, ¡me gusta! Es así como que muy acogedor, ¿no?
(SARA la ha estado observando sin perder detalle, CLAUDIA
repara en ella.) ¡Estás guapísima, Sara! ¿Qué te haces?
SARA.-Pues lo mismo que tú. Estás radiante, en verdad te favorece el tiempo.
CLAUDIA.-Y a ti. (Se ve en el espejo.) No es por nada, pero creo que estamos
mejor que en nuestros mejores tiempos. (Coquetea con el espejo.
Se sabe guapa.) Supongo que tu marido no tiene queja alguna.
SARA.-Pues no, realmente no se queja, al menos conmigo.
CLAUDIA.-Pues haría muy mal (En sutil sarcasmo.), porque la minifalda te
sienta bastante bien.
SARA.-(También con cierto sarcasmo.) Lo mismo iba a decir de tu falda tan
entallada. (Realmente se ve bien) Se te ve un cuerpazo. En
nuestros tiempos, como tú dices, no hubieras lucido tanto.
CLAUDIA.-(Con gesto infantil.) Sí, más bien era flacucha. En cambio ahora
tengo que cuidarme (Vuelve al espejo.) Pero creo que vale la
pena.
SARA.-Ya lo creo que la vale. Si con esto tu marido no ha quedado
impactado, es que ya no tiene remedio.
CLAUDIA.- ¡Ay, mira, viaja tanto!, que cuando me ve ya no se acuerda de
cómo era la última vez que me vio, ni le importa. Lo mismo le da
100 kilos de más que si peso 30, le vale. Pero yo me siento
divinamente bien y eso me basta. ¡Bueno! ¡Aquí me tienes! He
de confesarte que hace años nadie me había tenido tan intrigada
como tú, desde hace... ¿cuántos días? Cuatro creo, que me citaste
(Se hace chistosa.) tan misteriosamente. Me tienes inquieta
mujer, y bueno, también contenta, porque hace ya tiempo que no
nos vemos.
SARA.-Sí, bastante, pero siéntate. ¿Te sirvo ... ? (Sonríe.) ¿Sigues tomando lo
mismo?
CLAUDIA.-Exacto, y la misma cantidad, porque luego me pongo
impertinente, ya sabes. (Dejó saco y bolsa. Se acomoda muy
exuberante en un sillón.)
SARA.-(Sirve un jugo de tomate.) Aquí tienes tu jugo de tomate. Me acuerdo
como eras objeto de burlas cuando íbamos a fiestas y tú sólo
tomabas esto. (CLAUDIA se toma de un hilo el jugo.) En fin, yo
te alcanzo con el café, ya no tarda en estar.
CLAUDIA.-En cuanto esté listo. (Le da el vaso.)
Se quedan viendo las dos un rato a los ojos. El silbido de la cafetera hace que
sea SARA quien se evada y va a servir el café.
SARA.-Creo que ya está listo, regreso en un instante.
CLAUDIA aprovecha para echar un ojo a todo con verdadero interés.
Inexpresiva observa la foto de bodas. Se detiene especialmente en las flores a
las que observa con curiosidad. Toca ligeramente un pétalo, el cual cede y
cae en el momento en que SARA entra con las dos tazas de café. Ve a
CLAUDIA hacer y observa un rato corto pero significativo.)
CLAUDIA.-(Quien siente a SARA sin voltear a verla.) A mí también me da
pena tirar las flores cuando no están completamente marchitas.
SARA.-Yo al contrario, prefiero tirarlas antes de que se marchiten, me
molesta su agonía. Pero éstas tienen un significado especial y...
bueno, ya las tiraré.
CLAUDIA.-Cuestión de enfoques, a mí me da la impresión de que se tira la
vida antes de que termine.
SARA.-(Vuelve al café.) ¿Dos de azúcar?
CLAUDIA.-(Ha caminado al espejo y observa su figura.) Una, estoy a dieta.
(Voltea coqueta.) ¿No se nota? (Se topa con la mirada de SARA
que se ha tornado dura. CLAUDIA sonríe forzado.) Estás
espléndida, Sara. (Evasiva.) No veo por ninguna parte el
problemón tan grande que te aqueja.
SARA.-Hay que disimular, no va a andar una por la vida exhibiendo sus
penas.
CLAUDIA.-Cada vez me intrigas más. (Se sienta en el sillón, frente al
público. Da un sorbo a su café y espera.)
SARA.-(Hace lo mismo y mientras CLAUDIA espera a que hable, SARA deja
su taza en la mesa de centro y se para. Durante todo este diálogo
CLAUDIA verá Hacía el público básicamente, como al vacío,
pero respetando siempre la cuarta pared. La acción de SARA se
concentra moviéndose a espaldas de CLAUDIA. Actitud evasiva
de ambas y en momentos claves CLAUDIA verá de perfil.) Me
cuesta mucho trabajo hablar de este asunto y siento que seas tú la
única a quien se lo pueda decir...
CLAUDIA.-Para eso somos amigas, ¿o no? (Ha volteado casi medio cuerpo
para poder ver a SARA.)
SARA.-(Viéndola fijamente.) Sí, claro, por eso te llamé.
CLAUDIA.-Ojalá no sea éste el caso, a veces las que escuchamos podemos
hacer poco o nada para ayudar, pero el hecho de hablar ya es un
aliviane, así es que soy toda oídos. (La postura de CLAUDIA ha
sido la misma para poder ver a SARA, quien está atrás de ella -
medio cuerpo torcido-, se ven fijamente por unos segundos y
SARA, sin más, le suelta su problema.)
SARA.-¡Mi marido me engaña!
CLAUDIA.-(Se endereza como resorte. Hay un silencio breve pero pesado.
CLAUDIA habla casi en murmullo.) ¿Estás segura?
SARA.-Completamente.(CLAUDIA se hiela.) Ya hace tiempo lo sospechaba,
pero...
CLAUDIA.-(Sin voltear a verla, interrumpe) Es posible que te estés
atormentando por celos injustificados.
SARA.-No Claudia, cuando pasan estas cosas, desde un principio nos damos
cuenta, pero no queremos aceptarlo. Tratamos de convencernos
por todos los medios de que es nuestra imaginación, o en el peor
de los casos, de que es algo pasajero; alguna aventurilla sin
importancia para alimentar su ego, y que ya le pasará...
CLAUDIA.-Sara, a veces los seres humanos tenemos cambios de conducta
temporales; estará pasando por una crisis, o tiene demasiado
trabajo y está neuras. Entiéndelo, ya se le pasará.
SARA.-Ya pasé por todas esas conjeturas y más, para caer en la cuenta de que
me sirven sólo para auto engañarme, y no es eso lo que quiero.
CLAUDIA.-Pues mientras no te estés engañando al revés... Se tratará de
alguna aventurilla que...
SARA.-No. La relación que mantiene con esa mujer es para preocuparse. Sé
que es verdaderamente importante.
CLAUDIA.-(Con emoción disimulada.) ¿Estás segura de que se trata de algo
muy importante para él?
SARA.-Mucho más que eso.
CLAUDIA.-(Con satisfacción disimulada.) Te imaginas cosas y te pones
celosa. Tiene que haber alguna explicación.
SARA.-A estas alturas ya no debo engañarme.
CLAUDIA.-Yo creo que él te sigue queriendo, te tiene cariño y respeto.
SARA.-¡No me digas! En un matrimonio de tantos años, si no hay respeto y
cariño es que ya no queda nada o que nunca hubo nada. Estarás
de acuerdo conmigo en que una esposa no se puede conformar
con el "respeto y cariño" de su marido.
CLAUDIA.-¿Por qué no? ¿En qué crees que terminan las grandes pasiones?
¡Hay que conformarse!
SARA.-Eso sólo disfraza el agradecimiento y la lástima que sienten por ti
después de tantos años a su servicio. Tal vez sea eso lo único que los mantiene
cerca de ti, y la costumbre.
CLAUDIA.-(Sin darle demasiada importancia.) Estás dejando volar
demasiado tu imaginación, Sara. Dime, ¿te ha dejado sola más
tiempo del acostumbrado? (Queriendo ser simpática.) ¿O has
visto mucha tele? ¿No será que ya estás menopausica?
SARA.-(Con fastidio.) Una cosa es la menopausia y otra que esté
completamente loca, Claudia. Si te estoy diciendo todo esto es
porque estoy segura, porque lo sé...
CLAUDlA.-Perdóname, sólo quise suavizar el asunto.
SARA.-No, perdóname tú. (Con cierto sentido del humor.) Creí que ya estaba
más tranquila, pero creo que me falta tiempo todavía. He tratado
de ser madura, Claudia, y en parte lo he conseguido, pero lo
quiero tanto que no me resigno a perderlo.
CLAUDIA.-(Se para en un impulso y va hacía ella.) ¿El asunto es tan grave
que ya lo das por perdido?
SARA.-(La evade y se sienta en donde estaba CLAUDIA.) Completamente.
No tienes idea de cuánto ha cambiado, especialmente de un
tiempo para acá, tal vez, como tú dices, todo empezó como una
aventura, pero creo que se le ha ido metiendo muy dentro...
CLAUDIA.-(Sonríe satisfecha.) ¿Tan cambiado está?
SARA.-No sólo eso, podría jurar que "esa" es la mujer de su vida.
CLAUDIA.-(Frente al público. Feliz. Para sí, en voz alta.) ¿Será posible?
SARA.-La adora.

CLAUDIA.- ¡Dios mío!


SARA.-Sólo piensa en verla.
CLAUDIA.-¡ Increíble!
SARA.-Lo tiene como un idiota.
CLAUDIA.-(Se hinca a sus rodillas.) ¿Se le nota?
SARA.-(La evade.) Sí, está enamorado como un imbécil.
CLAUDIA.-(La toma por detrás de los hombros ansiosa, sin pensar en lo que
pregunta.) ¿Cómo lo sabes? ¿Qué dice? ¿Qué hace?
SARA.-(Conteniéndose.) Se comporta como un niño tonto y feliz cuando va a
verla, no puede disimularlo. Hasta se pone cariñoso conmigo.
Cómo un hermano, claro, porque ya hace tiempo que nada de
nada, ¡de nada!
CLAUDIA.-¿Nada, nada?
SARA.-¡Nada!
CLAUDIA.-(Con disimulada satisfacción.) ¡No lo puedo creer!

SARA.-Cuando un hombre le dice a su


aventura que ya nada de nada con
su mujer, es que todo de todo,
todavía, pero en este caso...
CLAUDIA.- ¡Es verdad! ¡Quién lo dijera!
SARA.- ¿Cómo?
CLAUDIA.-¡Que es un desgraciado, Sara! Perdóname, pero eso es lo que es,
¡un desgraciado!
SARA.-Eso a la otra no le importa. Le tiene sin cuidado desbaratar un hogar.
(Con mucho coraje.) ¡Es una perra!
CLAUDIA.-¿Eh?

SARA.-¡Una golfa!
CLAUDIA.-Pero...
SARA.-¡Eso! ¡Una perra, golfa barata!
CLAUDIA.-¡Sara, contrólate!
SARA.-Eso y mucho más. Buena de piruja, coscolina.
CLAUDIA.-No te pongas así, a lo mejor ella no tenía esa intención y...
SARA.-(Fúríca.) ¡Cállate, Claudia! ¿Justificas a esa perdida? ¿Bestia sin
entrañas? ¿Roba maridos?
CLAUDIA.-(Recapacita.) Perdóname, estoy tan consternada que no sé ni lo
que digo...
SARA.-No, discúlpame tú, y aguántame, es parte del proceso de superación,
espero. (Silencio.)
CLAUDIA.-(Con cierta timidez.) ¿Y qué has pensado hacer?
SARA.-(Terminante.) ¡Dejarlo! ¡Que se vaya!
CLAUDIA.-(En un impulso incontrolable yendo a sentarse junto a ella, casi
grita.) ¿Quéeeee?
SARA.-Lo que escuchaste. Dejarlo ir.
CLAUDIA.-¿Así de fácil?
SARA.-No así de fácil, Claudia. No sabes cuánto me costó tomar esta
determinación. Me he sentido tan humillada, tan sola, tan burlada.
Si no sé cómo no me he vuelto loca. Ya lloré, grité, me azoté
contra las paredes (Riéndose de ella misma), hasta vi a un
psiquiatra. No te voy a cansar contándote lo que he pasado, no
acabaría nunca.
CLAUDIA.-¿Y qué te dijo el psiquiatra?
SARA.-¡Hombre tenía que ser! Se tapan unos a otros, si son cómplices por
naturaleza. ¡"Dele tiempo al tiempo, señora"! Mira, Claudia,
nadie mejor que una esposa sabe lo que te pasa al marido, y si
hay remedio o no. ¿Quién lo está viendo enamorado como una
bestia? Si lo vieras perfumarse como un adolescente para ir a
verla. No Claudia, sé que ya lo perdí.
CLAUDIA.- ¿Insistes en dejárselo?
SARA.-No es que se lo deje, es que ya lo tiene.
CLAUDIA.-(Incrédula, para sí, en voz alta.) ¿Tan enamorado está?
SARA.-¡Como lobo en celo! Falta saber si él está correspondido.
CLAUDIA.-(Impulsivamente.) ¡Claro!
SARA.-¿Qué?
CLAUDIA.-Digo que... que claro, habría que ver, pero si él está tan
enamorado, como tú dices, será porque está correspondido, digo
yo. Para tu desgracia.
SARA.-Mejor que fuera así, pese a todo, no me gustaría verlo sufrir, sería
terrible para él descubrir que la "tipa esa" sólo está enamorada de
lo prohibido, y al saberlo libre se le rompa el encanto. Pensarás
que estoy loca, pero sí me dolería verlo sufrir y si se ha de ir,
pues que se vaya y sea feliz.
CLAUDIA.- ¡Pero Sara!
SARA.-Sí, ya sé que piensas que soy una idiota o que estoy loca, pero no
tanto, no puedo retener a mi lado a alguien que ya no me quiere,
no ganaría nada.
CLAUDIA.-¿Estás segura de lo que piensas hacer? No vayas a arrepentirte
después.
SARA.-Es peor vivir sabiéndolo enamorado de otra, sería una vida de infierno
para los dos; viviría sin dignidad.
CLAUDIA.-(Feliz.) Siempre te creí inteligente y generosa, Sara, pero no
tanto. En verdad te admiro.
SARA.-No sabes lo que dices, hablo así porque ya recapacité, pero si te dijera
todo lo que ha pasado por mi mente...

CLAUDIA.-Cualquier cosa es normal en tus circunstancias...


SARA.-(Sutilmente maquiavélica.) No, no cualquier cosa, Claudia.
(Misteriosa.) Te voy a confesar algo sólo porque somos amigas y
sé que no serías capaz de divulgarlo. (Se te acerca.) ¿Verdad que
puedo confiar en ti?
CLAUDIA.-(En desconcierto.) Por supuesto.
SARA.-No sabes cuánto los odié.
CLAUDIA.-Es normal...
SARA.-Primero pensé en contratar a un detective para que me diera pruebas.
CLAUDIA.-(Débilmente.) ¿Detective? Pero... no lo hiciste... ¿verdad?
SARA.-Sólo hubiera servido para confirmar mis sospechas. Así es que decidí
ir al grano. ¡Los quería matar!
CLAUDIA.-(Desconcertada.) Era lógico
SARA.-Muchas ideas destructivas golpeaban mi mente.
CLAUDIA.-(Con miedito.) ¡Pobre Sara!
SARA.-(Posesionándose cada vez más de su maldad.) Urdí un plan macabro.
CLAUDIA.-(Con miedo.) ¿Cuál?
SARA.-¡Intenté matarlos!
CLAUDIA.-(Con mucho más miedo.) "¿ Cómo?
SARA.-(Como si se tratara de algo cotidiano.) ¡Contraté a un asesino!
CLAUDIA.-(Aterrada.) ¿Para qué?
SARA.-(Concluyendo.) ¡Para que los matara!
CLAUDIA.-(Grita en pánico y se va lejos de ella.) ¡Ayyyyy! ¡Qué horrible!
SARA.-(Viéndose las manos.) No me quería manchar las manos con su
sangre.
CLAUDIA.-(Con horror.) ¡No puedes hacer eso!
SARA.-...Me arrepentí.
CLAUDIA.-Júralo. Júrame que estás arrepentida. ¡No vas a hacerlo!, ¿verdad?

SARA.-(Tornándose normal.) No soy una asesina. No me juzgues mal,


comprende que estaba desesperada.
CLAUDIA.-(Con recelo y temor.) ¿Estás segura de que ya se te pasaron las
ganas de matarlos?
SARA.-(Queriendo descontrolarla.) Creo que sí. No sé...
CLAUDIA.-¿Qué ganas con eso? Podrías ir hasta a la cárcel, ¡imagínate!
SARA.-(Convincente.) Creo que no lo haría.
CLAUDIA.-(Tranquilizándose.) Así no ganas nada.
SARA.-(Regresando al juego.) Pero si en este momento se me para enfrente la
infeliz... ¡Ay de ella! Te juro que la agarro del cuello y... (La
agarra del cuello.)
CLAUDIA.-(Agarrándole las muñecas.) ¡Sara!
SARA.-... Se lo retuerzo como a una gallina. (La zangolotea.)
CLAUDIA.-(Aterrada.) ¡Sara! ¡Por favor! (Le quiere zafar las manos.)
Suéltame. Auuug.
SARA.-Colgaría su cabeza de un árbol y... (CLAUDIA patalea.) le pegaría
como a una piñata, con un palo, hasta salpicar sus sesos por todos
lados. (La zangolotea con aparente furia. No pretende dañarla.)
CLAUDIA.-(Desesperada.) ¡Auxilio!
SARA.-(Como a quien le cae el veinte.) ¡Ay!, perdón, me ofusqué. Pobre
Claudia. ¿Te hice daño? Es que el recordar me saca de quicio.
¿Te asustaste mucho? Siéntate. (La sienta.) ¿Te sirvo un café?
CLAUDIA.-(Cambiando.) ¡No! El café me pone muy nerviosa, mejor un
jugo. ¡No!, mejor me voy. (Se va a parar.)
SARA.-(Sentándola otra vez, va por el jugo que ya tenía preparado.) Toma.
(CLAUDIA bebe con ansía. SARA se sienta lentamente a su lado,
viéndola. Cuando acaba de beber se para, camina y dice suave e
ingenuamente.) También pensé envenenarlos...

CLAUDIA.-(Ahogando un grito se lleva la mano al cuello.) ¿Qué has hecho?


SARA.-(Sin pelarla, regresa y bebe jugo del que ha quedado en el vaso de
CLAUDIA. CLAUDIA la ve hacer con tamaños ojos.)
Mmmmm. No es tan malo.
CLAUDIA.-(Estupefacta se cerciora de que en verdad SARA ha bebido jugo.
No sabe si enojarse, llorar o echarse a correr. Decidida coge su
bolsa y saco.) ¿Estás más tranquila?
SARA.-Sí, pero no te vayas todavía.
CLAUDIA.-(Con gran impaciencia.) Es que tengo prisa, Sara. (Intenta irse.)
SARA.-Por favor, no me dejes sola. (Le tapa el paso, echa llave a la puerta y
la guarda en su brassiere.)
CLAUDIA.-¿Qué haces?
SARA.-No te vayas. No sabes lo bien que me hace platicarte mis cosas.
CLAUDIA.-(Con miedo y recelo.) Bueno.... pero sólo un rato más. Ya tengo
prisa.
SARA.-(Suelta una carcajada fuera de lugar que deja perpleja y pone más
nerviosa a CLAUDIA.)
CLAUDIA.-(Se siente acorralada.) ¿De qué te ríes? (SARA ríe.) ¡Sara! ¡ Por
favor! ¿Estás loca? ¿De qué te ríes?
SARA.-(Sigue riendo.) Si supiera "esa".
CLAUDIA.-(Harta.) ¿Si supiera qué, quién?
SARA.-(Bajando la risa.) La golfa barata, si supiera lo sexualmente
agradecida que te estoy.
CLAUDIA.-¿Sexualmente agradecida?
SARA.-(Picarísima.) Ajá, mmmmm.
CLAUDIA.-¿No me dijiste que nada de nada?
SARA.- (Infantil.) Te mentí. Me dio pena, no quise que pensaras que no
tengo dignidad.
CLAUDIA.-¿Entonces... todavía?
SARA.-(Con deleite.) ¡Y en qué forma!
CLAUDIA.-¿Qué quieres decir?
SARA.-(Como si fuera castigo.) Yo creo que la infidelidad le afectó
sexualmente.
CLAUDIA.-(Fraseando.) No-te-en-tien-do, Sa-ra.
SARA.-(Misteriosa.) Cuando tiene muchas ganas de verla y no puede, se
desquita sexualmente conmigo.
CLAUDIA-(En un gemido de rabia, se sienta tapándose la cara.) ¡Qué tipo!
SARA.-¡Qué pena, Claudia! No debo contarte estas cosas. (Dizque para sí, en
voz alta.) ¡Qué desvergüenza la mía! Mejor me callo. (A
CLAUDIA.) No tienes por qué soportar tamañas inmoralidades.
CLAUDIA.-(Cayendo en el juego de SARA.) ¡Ah, no! ¡Ahora me cuentas!
¿Cómo se desquita? ¡Dime!
SARA.-Me da pena.
CLAUDIA.-¿Qué te hace?
SARA.-(Muy pícara.) Pues... no sé... me trata... como a ella, supongo.
CLAUDIA.-¿Pero cómo te trata?
SARA.-(En secreto y como indignada.) ¡Como puta!
CLAUDIA.-¿Como pu ... ? ¿Qué?
SARA.-¡Como "prosti"!
CI.AUDIA.-(Indignadísima.) ¡Esto es el colmo!
SARA.-¡Sí, el colmo! (Resignada.) Pero me dejo.
CLAUDIA.-(Entre dientes.) ¡El muy canalla!
SARA.-Y mientras más se apasiona, más me doy cuenta cuánto la desea.
CLAUDIA.-¡Degenerado!
SARA.- ¡Degeneradísimo! No sabes lo que lo ha cambiado esa mujer. En
pocas palabras (Tono dramático.), lo ha pervertido, Claudia.
CLAUDIA.- ¡Cochino! (Amenazante) Tú me dijiste que nada de nada. Sara.
SARA.-Me dio pena, ya te dije, ni a mí misma me lo quería confesar. pero no
me juzgues mal, por favor, por más que hago no puedo rechazarlo
(Habla en primera persona como sí se tratara de su propia hija.),
me seduce como a una quinceañera estúpida, me besa como
nunca, está lleno de artimañas.
CLAUDIA.-¡Hipócrita!
SARA.-¡Sí, hipócrita! Si vieras con qué ternura me abraza para convencerme,
hasta parece que en verdad me quiere. Para luego estallar en
pasión y lujuria. ¡Qué degeneración! Dios mío, perdóname.
CLAUDIA.- ¡Maldito!
SARA.- ¡Eso! ¡Maldito! ¡Mil veces maldito! (Derrotada.) Pero siempre caigo.
(CLAUDIA casi revienta.) Tal parece que esa mujer le da
afrodisiacos, porque no para, hasta dormido quiere conmigo,
bueno, con ella, pero como soy yo la que está allí, pues a mí me
agarra (CLAUDIA se retuerce de rabia.) y de qué manera. No me
lo vas a creer, pero hasta malabarismos y todo... Mmm, no tienes
idea de lo que inventa. La otra noche puso música de cabaret y
que me agarra y...
CLAUDIA.-¡Cállate! ¡Esto es insoportable!
SARA.-Sí, regáñame, merezco que te enojes conmigo, sé que he caído muy
bajo, más que esa golfa barata roba maridos.
CLAUDIA.-Mira que de esa golfa barata, roba maridos, estás sacando buen
provecho, ¿eh?, más del que te imaginas.
SARA.-(Lloriquea.) ¡Qué horror! Me siento como una perdida. Sé que es mi
marido y lo desconozco, pero lo deseo tanto... para después
arrepentirme. Es horrible, después de haberlo gozado así, darte
cuenta de que él sólo piensa en ella. Es como despertar a una
cruel realidad.

CLAUDIA.-(Enojadísima.) No me digas que después de hacerte lo que te


hace todavía crees que está pensando en ella.
SARA.-Es que no lo conoces, Claudia.
CLAUDIA.-(Irónica.) Ya me di cuenta, y tú tampoco, por lo que veo. Bien
dices que está cambiadísimo.
SARA.-¡Irreconocible! Se ve como poseído. (CLAUDIA gruñe.) Esa mujer lo
tiene verdaderamente embrujado. Si lo sabré yo, Claudia. Lo que
pasa es que le remuerde la conciencia y tal vez quiera
compensarme. O quizás, en el fondo, hasta se esté castigando él
mismo. Es como aquel que, sin ganas, come por nervios.
CLAUDIA.- Yo no estaría tan segura de eso. (Irónica, para sí, en voz alta.)
¿Por qué mejor no le dio anorexia?
SARA.-(Sin prestarle atención.) Lo peor de todo es que me mal acostumbra y
cuando se queda con ella en las noches...
CLAUDIA.-(Enojadísima.) ¿Que se queda con ella?
SARA.-Sí, anoche, por ejemplo, no vino a dormir.
CLAUDIA.-¿Qué no qué?
SARA.-Lo que escuchas. No vino a dormir.
CLAUDIA.-Esto ya es el colmo. (Fuera de sí.) ¿Cómo puedes soportarlo? Yo
jamás permitiría...
SARA.-Nunca digas "de esta agua no he de beber", porque fuego resulta que
todo mundo bebe del mismo vaso y hasta con las babas de otros.
CLAUDIA.-Me estás engañando, Sara, dime que no es verdad, no puedes
aceptar semejante humillación, dime que todas las noches se
queda aquí contigo. ¡Dímelo!
SARA.-(Complaciente.) No Claudia, no todas, a veces duerme con ella y es
cuando más los odio.
CLAUDIA.-Pero qué poca vergüenza... si él... si...
SARA.-No te preocupes demasiado por mí. No quiero que te afecten tanto
mis problemas.
CLAUDIA.-¿Y cómo sabes que se queda con ella? ¿Le has visto marcas de
labial?
SARA.-¡No!
CLAUDIA.-¿Llega oliendo a perfume?
SARA.-¡No!
CLAUDIA.-¿Trae rimel en la camisa?
SARA.-¡No!
CLAUDIA.-¿Llega bañado? ¡Dime!
SARA.-Pruebas no tengo, es más, me dijeron por allí que lo han visto entrar y
salir solo de un hotel. Pero no me resigno a creerlo, sería peor
para mí aceptar que no estando con ella prefiere irse a un hotel
que estar conmigo, y más después de pasar las noches que
pasamos cuando viene.
CLAUDIA.--¿Y qué caso tendría hacer eso? Total, se va con ella o contigo y
ya.
SARA.-Tal vez quiera estar solo para recapacitar, te digo que los
remordimientos no lo dejan en paz. (Va a las flores.) No yendo
más lejos, estas flores amarillas, que no quiero tirar todavía, él
me las regaló. ¡Vaya detalle! Es obvio que lo hizo por
remordimiento, pero ¿quién no sabe que las flores amarillas
significan desprecio? Es más (Las azota contra la pared.) al
diablo con su desprecio y con él.
CLAUDIA.-(Sin tomar en cuenta la rabieta de SARA.) ¡Entonces se va solo a
un hotel!
SARA.-¡Odio reconocerlo! Pero así es.
CLAUDIA.-(No entiende nada.) ¿Y con qué finalidad?
SARA.-De no estar conmigo, obvio. ¿No ves que si viene se ve obligado a
cumplirme? Y entonces se siente mal porque quiere estar con ella
y está conmigo y... por eso pasa lo que pasa, se desquita conmigo
y luego no se controla y... se desquita conmigo, pero piensa en
ella y... (Se mete en un jardín del que no sabe cómo salir.) ¡Ay!,
estoy hecha un lío. No has de entender nada, pero así es. Se va
solo a un hotel.
CLAUDIA.-(Se pregunta en voz alta.) ¿Qué será lo que le impide quedarse
con ella?
SARA.-Ya te lo dije, remordimientos, consideración, tal vez miedo a mi
reacción si me entero. No sé, déjame creer que todavía le inspiro
algo, lástima por lo menos. Pero eso sí, una vez solo en el hotel,
estoy segura de que revienta de ganas de estar con ella.
CLAUDIA.-(Desesperada por no entender.) ¡Sara, Sara, Sara! ¡Es tan
extraño! Esto me tiene totalmente descontrolada, no sé ni qué
pensar. (Pregunta para confirmar.) ¿Dices que se muere por ella?
¡De eso estás segura!
SARA.- ¡Segurísima! De lo contrario, ¿piensas que sería yo tan estúpida como
para dejarlo ir así como así, y con esa golfa barata? ¡No!
CLAUDIA.-(Regresándole el alma al cuerpo.) ¿Entonces ... ? ¡Se va! ¡Lo
tiene decidido!
SARA.-Sin lugar a dudas. Yo hasta tengo planeado un viaje, no estoy segura
de poder verlo partir sin hacerle una escena dramática. Tú sabes
cuánto lo quiero, Claudia. No lo soportaría, si se ha de ir... que se
vaya tranquilo. Me sentiré mejor. Además hay que tener clase, ¿o
no?
CLAUDIA.-(Recuperándose.) Claro. Pese a todo, me imagino que también
será doloroso para él.
SARA.-(Con sutil sarcasmo.) ¿Tú crees?
CLAUDIA.-Después de tantos años... mira, por enamorado que esté de la
"otra"... No sé, hay descontrol, miedo al cambio, sentimientos
encontrados, dudas...
SARA.- Remordimientos y nada más. Así como yo estoy segura de lo que
hago, él, a estas alturas, está completamente convencido, seguro y
feliz de lo que hace. (Con marcada intención.) Supongo que a
ella ya te habrá propuesto algo.
CLAUDIA.-(Impulsivamente.) ¡No!
SARA.-¿No qué?
CLAUDIA.-(Recapacitando.) Digo que no creo...Bueno, no sé qué tan
avanzado esté el asunto entre ellos... E...es que como a mí me
enteras así tan de repente... Pero, sí, a lo mejor ya le propuso
algo... o está por hacerlo. Sí, eso ha de ser. No sé, es un decir.
(Está nerviosísima.)
SARA.-(Capciosamente.) Claudia, por lo poco que te he contado, si él no le
ha propuesto nada, pero se lo propone, ¿crees que ella aceptaría?
CLAUDIA.-(Determinante.) ¡Sí! (Reacción de SARA. CLAUDIA se contiene.)
Mira Sara, no es que quiera mortificarte más de lo que ya estás,
pero te quiero ser sincera. Si esa mujer lo quiere, y él, por lo que
tú me dices, también, ¿crees que va a ser tan tonta como para
dejarlo escapar? Los hombres no pululan, Sara, más bien están
escasos, los pantalones no responden por ellos, a la hora de los
cocolazos, son muy pocos a los que no se les caen.
SARA.-(Hiriéndola, pero con mucha clase.) Sí. Tú en eso tienes experiencia
con tu marido, siempre te faltó, ¿verdad?
CLAUDIA.-(Con la misma intención.) En cambio tú, puedes darte por bien
servida, apenas empieza a fallarte.
SARA.-Después de muchos años.
CLAUDIA.-¿De quién crees que sea la culpa?
SARA.-De la necesidad. Mi marido y yo siempre nos llevamos bien, pero
nunca falta una rogona necesitada de hombre que ande a la caza del mejor
postor, y siempre hay un burro que cae. En este caso, mi marido.
CLAUDIA.-(Cayendo en el cinismo y adoptando pose de triunfo.) Tu marido
es buen hombre, Sara, y si una mujer es inteligente y le llega la
oportunidad, no puede dejar que se le escape.
SARA.- ¿Eso quiere decir que apruebas una actitud tan asquerosa como la de
la "golfa barata"?
CLAUDIA.-(Con seguridad y muy docta.) Lo que quiero decir es que es
valedero luchar por una causa, y si la causa cae, ¡bien por tu
lucha!
SARA.-¿Me estás sugiriendo que no abandone la lucha?
CLAUDIA.-(Muy segura de la victoria sobre SARA.) ¡No! Hay que saber
cuándo retirarse, excederse es perder, además de tiempo, la
dignidad. Tú ya luchaste y llegaste a una conclusión, ¿o no?
SARA.-Me di por vencida...
CLAUDIA.-No necesariamente. (Trata de inyectarle coraje.) Hay que tener
clase. Tú misma lo dijiste hace rato.
SARA.-¿Tener clase es dejar que le roben a una al marido?
CLAUDIA.- No. Tener clase es saber cuándo una ya no puede hacer nada por
retenerlo y lo acepta. Tú misma has reconocido que todo está
perdido.
SARA.-Me pregunto si no me estaré dando por vencida demasiado pronto.
CLAUDIA.-Yo me pregunto si vale la pena luchar por alguien que te ha hecho
tanto daño.
SARA.-(En reacción infantil.) Es que no importa si vale la pena o no. Importa
si una quiere luchar y punto.
CLAUDIA.-(Picándole el amor propio.) Hace rato hablabas de dignidad,
Sara, ¿ya se te olvidó?
SARA.-Es que no me resigno, tal vez debería llegar hasta las últimas
consecuencias.
CLAUDlA.-(Empieza a presionar a SARA.) ¿Pero de qué manera? ¿Es que no
agotaste ya hasta el último recurso? Piensa en lo que has hecho,
te has humillado, rebajado, atormentado... y quién sabe cuántas
cosas más, que a lo mejor no me quieres contar porque te da
vergüenza.
SARA.-Debe haber algo que no haya hecho, no debo perder las esperanzas.
(Pensando en voz alta.) Un escándalo tal vez... o un chantaje...
(Como una gran idea.) ¡Sí! Un chantaje sentimental; que crea
que voy a suicidarme o algo así...
CLAUDIA.-(Perdiendo la paciencia.) Sara, ubícate, estás portándote como
una niña estúpida.
SARA.-O puedo hacerle creer que soy yo la que lo está engañando. (Como
otra gran idea.) ¡Tú puedes ayudarme!
CLAUDIA.-(Salta.) ¿Yo? ¿Estás loca?
SARA.-¿No serías capaz de hacerlo por mí? Por favor, ayúdame.
CLAUDIA.-(Duda.) Es que yo... bueno, no sé... por supuesto que sí. (Se le
prende el foco.) Si fuera por tu bien, pero así, como se han dado
las cosas sólo te ayudaría a seguir haciendo el ridículo. (Reacción
de SARA.) Sí, Sara, el ridículo. Recapacita en lo que has hecho,
no vayas a caer en la vergüenza. Sólo tú sabes hasta dónde has
llegado.
SARA.- Tienes razón, creo que he llegado demasiado lejos. Tal vez esto sea lo
último que haga.
CLAUDIA.-¿Qué?
SARA.- Platicar contigo. Me ha hecho mucho bien. ¡Gracias!
CLAUDIA.-Aunque no pueda ayudarte, al menos te has desahogado.
SARA.-Mucho más de lo que te imaginas, Claudia. Ahora todo lo veo tan
claro. (Lo dice con mucha intención.)
CLAUDIA.-(Tratando de concluir de una vez por todas.) Bueno, al menos he
servido de algo. (Agarra su bolsa y saco, le corre prisa por salir
de allí) Mañana te llamo para ver cómo te sientes...
SARA.-(Suena a orden.) No te vayas. Todavía no he terminado.
CLAUDIA.-(Impaciente.) ¿Es que hay algo más?
SARA.-¡Siéntate! (Como si SARA se hubiese adueñado de la voluntad de
CLAUDIA sutilmente la conduce al sillón y se sienta con ella. La
mira fijamente a los ojos. CLAUDIA perpleja no puede evadir su
mirada. SARA, sin dejar de vería, le dice suave pero
significativamente.) Yo sé quién es esa mujer, Claudia.
CLAUDIA.-(Se paraliza, enmudece por unos segundos. Habla en un
murmullo) ¡Sara! Yo...
SARA.- Cállate, no digas nada, déjame terminar. Si no te digo todo lo que
tengo aquí adentro, reviento. (CLAUDIA va a decir algo y SARA
suavemente le tapa la boca con la mano, actitud suficiente para
que CLAUDIA sólo escuche.) El hecho de que yo sepa quién es la
susodicha, no cambia en nada lo que hemos hablado, estoy
decidida a dejarlo...
CLAUDIA.-¿Por tratarse de ella?
SARA.-No, por tratarse de mí. Soy razón suficiente para dejarlo (CLAUDIA
va a Hablar, pero SARA no la deja.) y quiero que sepas que pese
a todo lo que he dicho, no le guardo rencor a...
CLAUDIA.-¿A la golfa?
SARA.-...no le guardo rencor y ni siquiera sé por qué...
CLAUDIA.-(Parece enternecida.) Sara...
SARA.-(Muy sutilmente la evade.) Como te dije antes, si ha de ser más feliz
con "ella", que se vaya...
CLAUDIA.-Es que no sé qué decirte...
SARA.-No digas nada. Sólo escúchame.
CLAUDIA.-Habla, di lo que quieras. Tienes todo el derecho del mundo.
SARA.-Si volteo al pasado me doy cuenta de que fui feliz a su lado... y
creo que él también lo fue conmigo.
CLAUDIA.-Ni dudarlo Sara, has sido una excelente esposa y una gran mujer.
SARA.-Traté de hacerlo lo mejor posible...
CLAUDIA.-Y lo lograste, estoy segura,
SARA.-Se cerró nuestro ciclo... y a él se le abre otro.
CLAUDIA.-A ti también se te puede abrir otro. El hecho de que las cosas
cambien, no quiere decir que tú tengas que enclaustrarse entre
cuatro paredes.
SARA.-No es que me queje, pero para un hombre es más fácil. En fin, eso no
me preocupa tanto. Lo primero es ver cómo me las voy a arreglar
sin él, lo demás vendrá solo. Además, como te dije, estoy
preparada y dispuesta a todo, más de lo que te imaginas.
CLAUDIA.-Me da mucha pena no poder ayudarte, Sara. Lo bueno es que
tomas las cosas con filosofía. Me maravilla tu madurez y la
inteligencia con la que te has enfrentado al problema.
SARA.-Eso sí, a partir de hoy en ningún momento me dejaré llevar por la
desesperación, ni la pena; no nací para eso.
CLAUDIA.-Ya lo estoy viendo y envidio tu coraje. Yo en tu lugar... (Se queda
callada.)
SARA.- Creo que sólo hay una cosa que no podré superar.
CLAUDIA.-Si ya todo lo has superado de la manera más inteligente, te has
portado valiente, considerada, generosa, cualquier rencor o celo
de tu parte es totalmente comprensible, de ninguna manera se te
podría reprochar nada.
SARA.-No te creas, el ego de una mujer de mi edad puede ser demasiado
vulnerable.
CLAUDIA.-Pero si somos de la misma edad.
SARA.-Entonces me entenderás mejor. Hay algo que me llena de envidia y
que está totalmente fuera de mi alcance poder remediar.
CLAUDIA.-(Sólo por preguntar.) ¿Qué es?
SARA.-La juventud de esa mujer.
CLAUDIA.-(Sin entender.) ¿La qué?
SARA.-Su juventud, su carne fresca y dura.

CLAUDIA.-¡Por Dios! ¿La carne de


quién?
SARA.-De ella.
CLAUDIA.-¿Quién ella?
SARA.-¿Pues de quién estamos hablando, Claudia? La amante de mi marido.
CLAUDIA.-(Estupefacta, queriendo confirmar que escucha bien.) ¿La qué de
tu qué?
SARA.-La joven y bella amante de mi marido.
CLAUDIA.-(Como autómata repite.) ¿Joven? ¿Bella?
SARA.-¿No te lo había dicho? Exagerando tendrá 22 años. ¿Ahora
comprendes mis celos y mi impotencia? Ya nada gano con
ocultártelo. ¿Cómo comparar mis carnes flojas y gastadas con las
de ella? Sus senos firmes y florecientes... (CLAUDIA
automáticamente toca sus carnes y sus senos. SARA se ve al
espejo.) Mira, mira estas carnes. Al rato ya son pellejos.
CLAUDIA.-Sara, ¿de qué estás hablando? Tú no me habías dicho que...
SARA.-No, porque es allí donde entro en mayor conflicto, pero ahora que
importa, ya lo sabes. No se trata de aceptar que me deje por
cualquier otra, o porque simplemente no me quiere, sino aceptar
que me deja por vieja. Ese es el punto más vulnerable de una
mujer. ¿O piensas que...?
CLAUDIA.-Pienso que estás completamente loca.
SARA.-Sí, loca de envidia. Cuando me miro al espejo y a simple vista cuento
mis arrugas, cuando tengo que usar una faja apretada para
sostener mis carnes y esconder mis manos maltratadas para
acariciarlo, veo que no hay manera de competir con ella.
CLAUDIA.-¿No te parece que estás exagerando? (Le llegó al ego.) De
ninguna manera una mujer de nuestra edad tiene las carnes flojas,
ni tantas arrugas, y las manos... al menos las mías no son para dar
vergüenza. Lo que pasa es que te has devaluado al máximo como
mujer, sólo porque tu marido ya no te pela, pero de eso, yo no
tengo la culpa, ¿me oyes?
SARA.-Nadie, que yo sepa, tiene la culpa de que el tiempo pase y cada vez se
nos note más la edad. Mírate al espejo, Claudia, y mírame a mí.
Por mucha minifalda y vestidito entallado que nos pongamos,
¿crees que se disimulan los años?
CLAUDIA.-Yo no pretendo disimular nada, porque a los cuarenta que tengo
no me siento vieja, ni en decadencia como tú. Lo que pasa es que
estás histérica, Sara, y no soportas que tu marido te deje. Armas
un teatro para convencerte de que no te importa, cuando en
realidad estás desesperada y avergonzada porque te sientes
fracasada, te reduces a lo mínimo y me quieres arrastrar contigo
para no hundirte sola. Pero yo nada tengo que ver con tus
inseguridades. No se te olvide que no es a mí a la que está
dejando el marido.
SARA.- ¡Eso es! ¡Que no se te olvide a ti! Te das por aludida y luego me
agredes. Estoy hablando de mis carnes colgadas y de mis arrugas. Me bastan
20 años de matrimonio para darme cuenta de que lo que busca mi marido es
carne joven...
CLAUDIA.-(Muerta de celos.) Y dale con la carne joven, ¿qué pretendes?
¿Convencerme de que me sienta vieja como tú? ¿Que me vea más
arrugas de las que tengo? ¿Quieres que acepte que necesito fajas
apretadas para sostener mis carnes? Mira (descubre el pecho.),
mira mis senos qué firmes están, y mis muslos todavía se antojan.
Mi marido me ha dejado lo suficientemente sola como para
darme cuenta cuánto todavía puedo gustarte a los hombres:
jóvenes, maduros y viejos.
SARA.-Tú te pusiste el saco, Claudia, no es mi culpa que te hayas identificado
tanto con las circunstancias que efectivamente, nada tienen que
ver contigo.
CLAUDIA.-(Verdaderamente afectada.) Por supuesto que no, pero quieres
involucrarme a como dé lugar. (La acosa.) Tienes sed de
juventud, es lo que pasa. Te estás haciendo vieja mucho antes de
tiempo, Sara. Has dejado volar demasiado tu imaginación. Le
inventas a tu marido una amante joven para justificar que no has
sido lo suficientemente mujer como para retenerlo. Además,
¿qué le puede ofrecer tu marido a una jovencita? ¿Sus arrugas?
¿Sus lonjas? Porque rico no es. Y no olvides la edad que tiene.
SARA.-Tocaste justo el punto que estaba evadiendo. Ni dinero, ni juventud.
¿Conclusión? ¡Lo quiere! Desinteresadamente, ¡lo quiere! y él a
ella, ¡y en qué forma!
CLAUDIA.-(Temblando.) Tienes que estar equivocada. Él no puede andar con
una mujer tan joven.
SARA.-(Sin hacer caso.) El muy estúpido le escribe recaditos de amor.
¡Imagínate! El otro día le encontré en el saco un verso, pero tan
cursi que casi reviento de rabia. ¿Quién no sabe que lo cursi va
ligado con el amor?
CLAUDIA.-¿Qué les hiciste?
SARA.-Los guardé, no sé ni para qué, sólo me hago daño pensando que allí
están, esperando ser leídos por ella, pero eso sí, jamás le diré a él que yo los
tengo, que se martirice pensando dónde habrán quedado.
CLAUDIA.-¿En dónde están? ¡Enséñamelos!
SARA.-Me da pena, ¡son tan cursis!
CLAUDIA.-Enséñamelos, Sara, o voy a pensar que estás mintiendo.
SARA.-Bueno, pero no te vayas a reír, es que... a mí también me llegó a
escribir así, hace muchos años.
CLAUDIA.-¡Enséñamelos!
SARA.- (Dirigiéndose a un librero. Saca un libro gordo.) Por aquí los puse.
(Busca sin éxito. CLAUDIA desesperada ve.) Si por aquí
estaban. (Termina de ver el libro.) No, pues éste no fue. (Lo
acomoda y saca otro libro gordo.) Creo que aquí los puse, como
se parecen... (Busca con desesperante lentitud o a CLAUDIA le
parece.) A ver...
CLAUDIA.-(Desesperada.) ¿Pero cómo es que no te acuerdas, Sara?
SARA.-Es que los escondí muy bien para que no los fuera a encontrar él.
(Recordando.) ¡Ay, qué tonta!, si los escondí entre las revistas.
Ayúdame a buscarlos. (Van a una cesta con revistas. SARA da
un montón a CLAUDIA y ella agarra otro. SARA busca sin
prisa.)
CLAUDIA.-(Impaciente por la calma de su amiga y desesperada por ver los
recaditos de amor, casi deshoja las revistas.) Debiste guardarlos
en algo menos difícil para buscar, nunca los vamos a encontrar y
menos si los buscas con esa calma.
SARA.-(Quien se ha detenido leyendo algo.) Es que aquí hay un artículo
buenísimo, escucha... "Cómo evitar que le roben al marido". ¡Qué
tal. Quien escribió esto ha de ser soltera o le han robado 20
maridos.
CLAUDIA.-(Quien sigue prácticamente despedazando revistas, ni caso hace.)
Si no te apuras no vamos a acabar nunca, Sara.
SARA.-(Se pega en la cabeza en señal de”-¡Qué tonta soy!”) ¡Cómo no me
acordaba! Los puse entre los cassettes. Tú ve buscando mientras
yo pongo más café. (Sale.)
CLAUDIA.-(Va a donde los cassettes y empieza a sacar uno por uno. De
algún casillerito sacará algún papel.) Aquí hay uno por lo
menos. (Lee.) Nota de tintorería... (Sacará algunos de diferentes
asuntos.) cuentas... necesidades del super... notas de
restaurantes... (A punto de la histeria.)
SARA.-(Sale con el agua.) Ni lo busques, ya sé en que casillerito está...
(Prepara el café.) Saca el de Rocío Banquels, donde canta "Ese
hombre no se toca". (Reacción de CLAUDIA, pero SARA sin
reparar continúa.) Lo puse allí por ardida, porque me llega...
CLAUDIA.-(Que no encontró nada.) Pues ni aquí, ni allá, ni en ningún lado,
seguramente lo soñaste. Me da la impresión de que todo,
absolutamente todo, lo has soñado. (Avienta recaditos.)
SARA.-¡Qué más quisiera yo! Si al menos no hubiera visto esas fotos...
CLAUDIA.-¿Qué fotos? (A punto del soponcio.)
SARA.-(Yendo hacia ella con el café y en actitud de chisme.) ¡Las de ella con
él!
CLAUDIA.-¿En dónde están?
SARA.-Ten tu café, nos va a caer bien.
CLAUDIA.-¡Enséñame las fotos!
SARA.-(Orgullosa de su acción.) ¡Las hice pedazos!
CLAUDIA.-Me estás mintiendo. ¿En dónde las tienes?
SARA.-Las quemé. ¿Crees que las iba a guardar? Eran un verdadero suplicio
para mí. Pero de nada sirvió, la tenga tan grabada en la mente que
te la puedo describir detalladamente.
CLAUDIA.-(Sin querer realmente saber.) ¿Cómo es?
SARA.-Muy joven y bonita...
CLAUDIA.-(Tratando de contenerse.) ¡Cállate! ¿Quieres?
SARA.-Pero tú querías...
CLAUDIA.-¡No me interesa!
SARA.-(Sin hacer caso.) Aparte de joven y bonita...
CLAUDIA.-¡Sara, por favor!
SARA.-Tiene un cuerpo escultural.
CLAUDIA.-(Suplicante. Muerta de celos.) No te martirices. (Se sienta
derrotada.)
SARA.-(Parada a sus espaldas le jala el cabello con firmeza.) Su cabello es
abundante y muy brillante... (CLAUDIA en gesto de impotencia
se contrae a cada calificativo. SARA, tocándole el cuello suave
pero como si fuera a ahorcarla, continua.) Tiene el cuello largo y
delicado. (Le acaricia la cara y los hombros, si están
descubiertos.) Su piel se ve tan tersa como la nuestra... (En
secreto:) en otros tiempos.
CLAUDIA.-( Se deja hacer, está totalmente infartada como para quitársela
de encima. Ahogando su rabia.) ¿Pero qué pretendes? ¿Volverte
loca? (Desesperada.) ¿No piensas hacer nada?
SARA.-Hay que tener clase ¿no?
CLAUDIA.- Hay que tener hígado para aguantar esto.
SARA.-(Como si fuera lo peor que pudiera haberle pasado.) En una foto se
estaban besando, Claudia.
CLAUDIA.-(En un impulso incontenible, se le abalanza a SARA con un
rugido que la saca de balance. Éste es el único momento de la
obra en que SARA no es dueña de la situación. La tira en el sillón
o alfombra, forcejean, SARA se defiende hasta que entiende que
CLAUDIA no quiere hacerle daño y sólo hurga entre sus ropas.)
SARA.-(Tratando de quitársela de encima.) ¡Quítate, Claudia! ¿Qué te pasa?
CLAUDIA.-(Sigue hurgando.) ¡Las llaves! ¿En dónde te las metiste?
¡Dámelas! (De plano le mete la mano y busca.)
SARA.-(Recuperando terreno.) ¡Ay, ay! No te vayas todavía. (Pero le facilita
que le saque la llave.) No me dejes sola.
CLAUDIA.-(Saca la llave victoriosa. Apenas si jala su saco y bolsa. Y como
bólido va a abrir la puerta.)
SARA.-(Mientras, se recompone.) Espérate, no te vayas. (Agarra cualquier
papel) Mira, aquí encontré un recadito de amor. ¡Claudia!! (Lo
último ha tenido que gritarlo porque CLAUDIA salió destapada,
azotando la puerta.)
SARA cierra la puerta con llave. Ya está exhausta, pero sigue a CLAUDIA
por la ventana, gritándole saca la cabeza.)
SARA.-¡Claudia! Encontré un recadito. (Lo agita.) ¿Te lo leo? (Mete la
cabeza.) ¡Se fue! (Lee el recado, para sí, en voz alta.) Se baten
las claras a punto de turrón y... (Suelta una carcajada de alivio y
nervios, va a echarse en el sillón, todavía en carcajada, con el
"recado de amor”, que todavía trae en la mano. Mientras SARA
sigue riendo, va cayendo el OSCURO y sobre éste SARA lee:) ¡A
punto de turrón! (Su risa se apaga junto con la luz.)

FIN

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