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CULTIVEMOS LA HUMILDAD

ALTIVEZ

Orgullo despectivo; altanería; arrogancia. Es lo opuesto a la humildad. Las


palabras griegas y hebreas que se traducen “altivo” y “altivez” tienen como
significado básico aparentar ser “alto”, “exaltado”, “elevado”, “eminente”.

La persona altiva se estima superior a las demás. Como resultado, tal persona
suele exigir atención y honor indebidos, y trata a los demás con falta de respeto
e insolencia.

Condición del corazón. La altivez es un defecto serio, una característica mala


que va más allá de ser tan solo un punto de vista erróneo. Jesucristo la clasificó
junto con el asesinato, el hurto, la blasfemia y otras cosas malas que, como él
mismo dijo, salen “de adentro, del corazón de los hombres”. (Mr 7:21, 22.)
María, la madre de Jesús, dijo de Jehová: “Ha esparcido a los que son altivos
en la intención de su corazón” (Lu 1:51), y David apeló a Jehová, diciendo: “Mi
corazón no ha sido altivo”. (Sl 131:1; Isa 9:9; Da 5:20.)

Incluso una persona cuyo corazón haya sido humilde en su servicio a Dios puede
hacerse altiva debido a conseguir riqueza o poder, o por razón de su belleza,
éxito, sabiduría o aclamación de otros.

Así fue el rey Uzías de Judá. Aunque por muchos años había gobernado bien y
disfrutado de la bendición de Jehová (2Cr 26:3-5), la Biblia dice respecto a él:
“Sin embargo, tan pronto como se hizo fuerte, su corazón se hizo altivo aun
hasta el punto de causar ruina, de modo que actuó infielmente contra Jehová su
Dios y entró en el templo de Jehová para quemar incienso sobre el altar del
incienso”. (2Cr 26:16.) Uzías se ensalzó a sí mismo y pretendió asumir deberes
sacerdotales, a pesar de que Dios había privado de manera expresa a los reyes
de Israel de este privilegio, haciendo que el reino y el sacerdocio estuvieran
separados.

En cierta ocasión, el buen rey Ezequías dio lugar a la altivez en su corazón por
un breve período de tiempo, altivez que, por lo visto, contagió al pueblo que
gobernaba. Como resultado de la bendición de Jehová, Ezequías había sido
ensalzado, pero no reconoció que todo el mérito correspondía a Dios. El cronista
dice a este respecto: “Pero Ezequías no correspondió según el beneficio que se
le había hecho, porque su corazón se hizo altivo, y vino a haber indignación
contra él y contra Judá y Jerusalén”.

Felizmente, el rey corrigió esa peligrosa actitud, pues el cronista añade: “Sin
embargo, Ezequías se humilló por la altivez de su corazón, él y los habitantes de
Jerusalén, y la indignación de Jehová no vino sobre ellos en los días de
Ezequías”. (2Cr 32:25, 26; compárese con Isa 3:16-24; Eze 28:2, 5, 17.)
Dios se opone a la altivez. Los altivos no solo resultan desagradables a los
hombres honrados, sino que, lo que es más importante, Jehová Dios se opone a
ellos. (Snt 4:6;1Pe 5:5.) La altivez es tontedad y, además, un pecado. (Pr
14:3; 21:4.) Por su parte, Jehová se opone a los altivos para rebajarlos. (2Sa
22:28; Job 10:16; 40:11; Sl 18:27;31:18, 23; Isa 2:11, 17.)

Con toda seguridad, la altivez trae destrucción, si no se abandona. La antigua


nación de Moab, que se ensalzó a sí misma contra Dios y su pueblo, fue reducida
a la nada. (Isa 16:6; 25:10, 11; Jer 48:29.) Ni siquiera se perdonó al reino de
diez tribus de Israel cuando se volvió altivo e insolente de corazón. (Isa 9:8-12.)

Protegerse contra la altivez. Por lo tanto, debe ejercerse sumo cuidado para
evitar que la altivez penetre en el corazón. Esto tiene especial importancia
cuando se alcanza éxito en cualquier empeño o se adquiere una posición más
elevada o de más responsabilidad. Hay que tener presente que “el orgullo está
antes de un ruidoso estrellarse; y un espíritu altivo, antes del tropiezo”. (Pr
16:18.) Si se permite que la altivez se desarrolle, puede llegar a controlar a la
persona a tal grado que haría que Jehová la clasificara con aquellos a quienes
entrega a un estado mental desaprobado y que merecen la muerte. (Ro
1:28, 30, 32.) Tal precaución es especialmente apropiada en los “últimos días”,
cuando, como advirtió el apóstol, la altivez sería una de las características
distintivas de tales tiempos críticos. (2Ti 3:1, 2.)

Además, la persona que desea la aprobación de Dios debe evitar la adulación,


pues esta tiende a incentivar en otros la altivez. El proverbio dice: “El hombre
físicamente capacitado que lisonjea a su compañero, simplemente está
tendiendo una red para sus pasos”. (Pr 29:5.) El adulador no solo arruina a su
compañero (“la boca lisonjera causa un derribo”, Pr 26:28), sino que además se
gana la desaprobación de Dios. El apóstol Pablo puso un cuidado especial en
evitar tanto la adulación como la altivez. (1Te 2:5, 6.)

ORGULLO

Exceso de estimación propia por la que uno se cree superior a los demás debido
a cualidades o posesiones, como el talento, la belleza, la riqueza, el rango u
otras, y que lleva a mostrar desprecio a los demás o mantenerse alejado de su
trato y actuar con insolencia, arrogancia y altivez.

Con menor frecuencia puede tener el sentido de gran satisfacción por algo propio
y personal, sea una acción o posesión, que uno mismo considera digno de
mérito. Sinónimos de orgullo son: egotismo, arrogancia, altivez, vanidad,
presunción y soberbia.

El verbo hebreo ga·ʼáh significa literalmente “hacerse alto; subir”, y es la raíz de


varias palabras hebreas que comunican la idea de orgullo. Estos términos
relacionados se traducen “altivez”, “propio ensalzamiento” y, tanto en buen
como en mal sentido, “eminencia” y “superioridad”. (Job 8:11; Eze 47:5; Isa
9:9; Pr 8:13; Sl 68:34; Am 8:7.)
La palabra griega kau·kjá·o·mai, que significa “jactarse; gloriarse; alborozarse”,
se usa también tanto en buen como en mal sentido, que viene determinado por
el contexto. (1Co 1:29; Ro 2:17; 5:2.)

El orgullo es engañoso y destructivo. Una persona puede ser orgullosa y


no reconocerlo, de modo que, con el fin de evitar enfrentarse a la realidad de su
orgullo, atribuya sus acciones a otras causas. Toda persona debe examinarse a
sí misma y sus motivos para ver si adolece de este defecto. El apóstol Pablo
muestra la necesidad de tener buenos motivos y conocerse uno mismo a este
respecto, cuando dice: “Si doy todos mis bienes para alimentar a otros, y si
entrego mi cuerpo, para jactarme [kau·kjḗ·sō·mai], pero no tengo amor, de nada
absolutamente me aprovecha”. (1Co 13:3.)

Por consiguiente, el orgullo ha de desarraigarse de la personalidad para beneficio


propio. Más importante, hay que hacerlo si se pretende agradar a Dios. Debe
odiarse este defecto, pues la Palabra de Dios dice: “El temor de Jehová significa
odiar lo malo. El propio ensalzamiento y el orgullo y el mal camino y la boca
perversa he odiado”. (Pr 8:13.)

Quien no se libre del orgullo sufrirá. “El orgullo está antes de un ruidoso
estrellarse; y un espíritu altivo, antes del tropiezo” (Pr 16:18); “la casa de los
que a sí mismos se ensalzan será demolida por Jehová”. (Pr 15:25.) Hay varios
ejemplos del ‘ruidoso estrellarse’ de algunas naciones, dinastías y personas
orgullosas. (Le 26:18, 19; 2Cr 26:16; Isa 13:19; Jer 13:9; Eze
30:6, 18; 32:12; Da 5:22, 23, 30.)

El orgullo también es engañoso. El apóstol Pablo aconseja: “Si alguien piensa


que es algo, no siendo nada, está engañando su propia mente”. (Gál 6:3.) Al
orgulloso le parece que está tomando el camino que le es más provechoso, pero
no tiene en cuenta a Dios. (Compárese con Jer 49:16; Rev 3:17.) La Biblia dice:
“Mejor es ser humilde de espíritu con los mansos que dividir el despojo con los
que a sí mismos se ensalzan”. (Pr 16:19.)

La jactancia. La palabra griega kau·kjá·o·mai, “jactarse”, se utiliza


frecuentemente con el sentido de tener orgullo egoísta. La Biblia muestra que
ningún hombre tiene base para jactarse de sí mismo o de sus logros. En la
congregación cristiana de Corinto, algunos estaban hinchados de orgullo o se
gloriaban de otros hombres, lo que provocaba divisiones en la congregación.

Pensaban de manera carnal, con la vista puesta en los hombres en lugar de en


Cristo. (1Co 1:10-13; 3:3, 4.) Estos hombres no se interesaban en el bienestar
espiritual de la congregación, sino que, en vez de ayudar a los compañeros
cristianos a adquirir un corazón bueno ante Dios, deseaban jactarse de las
apariencias externas. (2Co 5:12.) Por consiguiente, el apóstol Pablo censuró con
severidad a la congregación y mostró que no había lugar para que se jactasen
respecto de ninguna persona, con la excepción de Jehová Dios y lo que Él había
hecho por ellos. (1Co 1:28, 29; 4:6, 7.) La regla era: “El que se jacta, jáctese
en Jehová”. (1Co 1:31; 2Co 10:17.)
Santiago, el medio hermano de Jesús, fue aún más allá al condenar a los que se
jactaban de ciertos proyectos mundanos que intentaban realizar, diciéndoles:
“Ustedes se glorían en sus alardes llenos de presunción. Todo ese gloriarse
es inicuo”. (Snt 4:13-16; compárese con Pr 27:1.)

Una buena connotación. La palabra hebrea ga·ʼáh, la griega kau·kjá·o·mai y


demás términos afines también se usan con un sentido favorable: la satisfacción
que se siente por una acción o posesión. El salmista se refirió a Israel como “el
orgullo de Jacob, a quien él [Jehová] ha amado”. (Sl 47:4.) En una profecía de
restauración, Isaías dijo que el fruto de la tierra sería “algo de lo cual tener
orgullo”. (Isa 4:2.) El apóstol le dijo a la congregación de Tesalónica que, como
resultado de su fe, su amor y su perseverancia, “nosotros mismos nos gloriamos
de ustedes entre las congregaciones de Dios”. (2Te 1:3, 4.) Los cristianos se
sienten orgullosos de tener a Jehová como su Dios, de haber llegado a conocerle
y de que Él les haya reconocido. Siguen el principio: “El que se gloría, gloríese a
causa de esta misma cosa: de tener perspicacia y de tener conocimiento de mí,
que yo soy Jehová, Aquel que ejerce bondad amorosa, derecho y justicia en la
tierra”. (Jer 9:24; compárese con Lu 10:20.)

HUMILDAD

Virtud contrapuesta al orgullo o la arrogancia. No es debilidad, sino una


disposición mental que agrada a Jehová.

En las Escrituras Hebreas la palabra “humildad” se deriva de una


raíz (ʽa·náh) que significa “afligido; humillado; oprimido”.

Las palabras derivadas de esta raíz se han traducido de varias maneras:


“humildad”, “mansedumbre”, “aflicción”, etc. Otros dos verbos hebreos que
tienen que ver con la “humildad” son ka·náʽ (literalmente, “someter[se]”)
y scha·fél (literalmente, “ser o hacerse bajo”).

En las Escrituras Griegas Cristianas, la palabra ta·pei·no·fro·sý·nē, que procede


de las palabras ta·pei·nó·ō, “humillar”, y frēn, “mente”, se traduce “humildad” y
“humildad mental”.

Para ser humildes tenemos que razonar sobre nuestra relación personal con Dios
y con nuestro semejante según se indica en la Biblia, y luego poner en práctica
los principios aprendidos. La palabra hebrea hith·rap·pés, que se traduce
“humíllate”, significa literalmente “pisotéate”.

Expresa muy bien la acción a la que hace referencia el sabio en Proverbios: “Hijo
mío, si has salido fiador por tu semejante, [...] si has sido cogido en un lazo por
los dichos de tu boca, [...] has caído en la palma de la mano de tu semejante:
Ve y humíllate [pisotéate], e inunda con importunaciones a tu semejante. [...]
Líbrate”. (Pr 6:1-5.) En otras palabras: echa a un lado tu orgullo, reconoce tu
error, endereza los asuntos y busca perdón. Jesús exhortó a que las personas
se humillasen delante de Dios como si fueran un niño, y que en vez de tratar de
ser prominentes, ministrasen o sirviesen a sus hermanos. (Mt 18:4; 23:12.)

También se aprende humildad cuando se pasa por una experiencia que hace
humillar el espíritu. Jehová dijo a Israel que los había humillado haciéndolos
vagar cuarenta años por el desierto a fin de ponerlos a prueba para ver lo que
había en su corazón, y para hacerles saber que “no solo de pan vive el hombre,
sino que de toda expresión de la boca de Jehová vive el hombre”. (Dt 8:2, 3.)
Sin duda muchos de los israelitas se beneficiaron de esta dura experiencia y se
hicieron más humildes debido a ella. (Compárese con Le 26:41; 2Cr
7:14; 12:6, 7.) Si una persona o una nación rehúsa humillarse o aceptar
disciplina humillante, a su debido tiempo sufrirá humillación. (Pr 15:32, 33; Isa
2:11; 5:15.)

Le agrada a Dios. La humildad tiene un gran valor a los ojos de Jehová. Aunque
Dios no le debe nada a la humanidad, debido a su bondad inmerecida está
dispuesto a mostrar misericordia y favor a los que se humillan delante de Él.
Esas personas muestran que no confían o se jactan en sí mismos, sino que
buscan a Dios y desean hacer su voluntad. Como dijeron los escritores cristianos
inspirados Santiago y Pedro, “Dios se opone a los altivos, pero da bondad
inmerecida a los humildes”. (Snt 4:6; 1Pe 5:5.)

Jehová oye incluso a aquellos que en el pasado han practicado vilezas, si


verdaderamente se humillan delante de Él y le ruegan que les extienda su
misericordia, Él los oye. Al promover la adoración falsa en el país, el rey Manasés
de Judá sedujo a los habitantes de Judá y Jerusalén “para que hicieran peor que
las naciones que Jehová había aniquilado de delante de los hijos de Israel”. Sin
embargo, después que Jehová permitió que Manasés fuese llevado cautivo al rey
de Asiria, “siguió humillándose mucho a causa del Dios de sus antepasados. Y
siguió orando a Él, de modo que Él se dejó rogar por él y oyó su petición de favor
y lo restauró en Jerusalén a su gobernación real; y Manasés llegó a saber que
Jehová es el Dios verdadero”. Así fue como Manasés aprendió la humildad. (2Cr
33:9, 12, 13; compárese con 1Re 21:27-29.)

Da la guía debida. El que se humilla delante de Dios puede esperar que Él lo


guíe y ayude. Sobre Esdras recayó la difícil tarea de dirigir el viaje de regreso
de Babilonia a Jerusalén de más de 1.500 hombres, sin contar a los sacerdotes,
las mujeres y los niños. Además, llevaban consigo una gran cantidad de oro y
plata para hermosear el templo de Jerusalén. Necesitaban protección en el viaje,
pero Esdras no quiso pedir al rey de Persia una escolta militar, lo que hubiera
significado ampararse en el poder humano, máxime cuando anteriormente le
había dicho: “La mano de nuestro Dios está sobre todos los que lo buscan para
bien”.

Por lo tanto, proclamó un ayuno para que el pueblo se humillase delante de


Jehová. Pidieron ayuda a Dios, y Él los escuchó y protegió de las emboscadas,
de modo que pudieron realizar el viaje sin incidentes. (Esd 8:1-14, 21-32.) Dios
favoreció a Daniel, mientras este estaba en el exilio en Babilonia, enviándole un
ángel con una visión debido a que se había humillado ante Él en su búsqueda de
guía y entendimiento. (Da 10:12.)

La humildad guiará a la persona por la senda verdadera y le traerá gloria, puesto


que Dios es el que ensalza y abate. (Sl 75:7.) “Antes de un ruidoso estrellarse
el corazón del hombre es altanero, y antes de la gloria hay humildad.” (Pr
18:12; 22:4.) Por lo tanto, el que por su altivez busca prestigio fracasará, como
le sucedió al rey Uzías de Judá, que se ensoberbeció y usurpó los deberes
sacerdotales: “Tan pronto como se hizo fuerte, su corazón se hizo altivo aun
hasta el punto de causar ruina, de modo que actuó infielmente contra Jehová su
Dios y entró en el templo de Jehová para quemar incienso sobre el altar del
incienso”. Cuando se enfureció con los sacerdotes porque lo corrigieron, se le
hirió con lepra. (2Cr 26:16-21.) La falta de humildad descarrió a Uzías para su
propia perdición.

Es una ayuda en tiempo de adversidad. La humildad es de gran ayuda al


enfrentarse al desafío de la adversidad. Si sobreviene calamidad, la humildad
ayuda a aguantar y perseverar, así como a continuar sirviendo a Dios. El rey
David pasó por muchas adversidades.

Fue perseguido como un proscrito por el rey Saúl. Pero nunca se quejó de Dios
ni se ensalzó a sí mismo por encima del ungido de Jehová. (1Sa 26:9, 11, 23.)
Cuando pecó contra Jehová debido a sus relaciones con Bat-seba, y Natán, el
profeta de Dios, le censuró con gran firmeza, David se humilló delante de Dios.
(2Sa 12:9-23.) Más tarde, cuando cierto benjamita llamado Simeí empezó a
invocar el mal sobre David públicamente, y su oficial Abisai quiso matarlo por
haber sido tan irrespetuoso con el rey, David demostró humildad. Respondió a
Abisai: “Miren que mi propio hijo, que ha salido de mis mismas entrañas, anda
buscando mi alma; ¡y cuánto más ahora un benjaminita! [...] Quizás vea Jehová
con su ojo, y Jehová realmente me restaure el bien en vez de su invocación de
mal este día”. (2Sa 16:5-13.) Después David censó al pueblo en contra de la
voluntad de Jehová.

El relato lee: “Y el corazón de David empezó a darle golpes después de haber


contado así al pueblo. Por consiguiente, David dijo a Jehová: ‘He pecado
muchísimo en lo que he hecho [...] he obrado muy tontamente’”. (2Sa
24:1, 10.) Aunque fue castigado, siguió siendo rey; su humildad le permitió
recobrar el favor de Jehová.

Una cualidad de Dios. Jehová Dios dice de sí mismo que es humilde. No se


trata de que sea inferior en algo ni de que deba sumisión a nadie. Su humildad
radica en que ejerce misericordia y gran compasión para con los humildes
pecadores. El que hasta se interese en los pecadores y haya provisto a su Hijo
como sacrificio por los pecados de la humanidad es una expresión de su
humildad. Jehová Dios ha permitido la iniquidad durante unos seis mil años, así
como que la humanidad viniese a la existencia a pesar de que su padre Adán
había pecado. Por su bondad inmerecida, mostró misericordia a la descendencia
de Adán, dándoles la oportunidad de alcanzar la vida eterna. (Ro 8:20, 21.) Todo
ello pone de manifiesto la humildad de Dios, junto con sus otras excelentes
cualidades.

El rey David vio y apreció esta cualidad en la bondad inmerecida que Dios ejerció
con él. Después que Jehová le había librado de la mano de todos sus enemigos,
cantó: “Tú me darás tu escudo de salvación, y tu humildad es lo que me hace
grande”. (2Sa 22:36; Sl 18:35.) Aunque Jehová se sienta en su lugar ensalzado
en los más altos cielos y con la máxima dignidad, sin embargo, puede decirse:
“¿Quién es como Jehová nuestro Dios, aquel que está haciendo su morada en lo
alto? Está condescendiendo en tender la vista sobre cielo y tierra, y levanta al
de condición humilde desde el polvo mismo; ensalza al pobre del mismísimo
pozo de cenizas, para hacer que se siente con nobles, con los nobles de su
pueblo”. (Sl 113:5-8.)

La humildad de Jesucristo. Cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, puso el


mejor ejemplo de humildad como siervo de Dios. La noche antes de su muerte
se ciñó con una toalla, y lavó y secó los pies de cada uno de sus doce apóstoles,
un servicio que acostumbraban a efectuar los criados y los esclavos. (Jn 13:2-
5, 12-17.) Él había dicho a sus discípulos: “El que se ensalce será humillado, y
el que se humille será ensalzado”. (Mt 23:12; Lu 14:11.) El apóstol Pedro, que
estuvo presente esa noche, recordó el excelente ejemplo que puso Jesús de vivir
de acuerdo con sus palabras. Más tarde aconsejó a sus compañeros creyentes:
“Todos ustedes cíñanse con humildad mental los unos para con los otros [...].
Humíllense, por lo tanto, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los ensalce
al tiempo debido”. (1Pe 5:5, 6.)

El apóstol Pablo estimula a los cristianos a tener la misma actitud mental que
tuvo Jesucristo. Llama la atención a la elevada posición que tenía el Hijo de Dios
en su existencia prehumana con su Padre Jehová en los cielos, y a que estuvo
dispuesto a despojarse a sí mismo tomando la forma de esclavo para llegar a
ser semejante a los hombres. Pablo añade: “Más que eso, al hallarse [Jesús] a
manera de hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte
en un madero de tormento”. Las palabras de Jesús en cuanto a la recompensa
que recibe el que se humilla resultaron absolutamente veraces en su propio caso,
puesto que el apóstol añade: “Por esta misma razón, también, Dios lo ensalzó a
un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de
todo otro nombre”. (Flp 2:5-11.)

Pero es aún más sobresaliente el hecho de que aunque Cristo goza de una
posición tan ensalzada, cuando ejerza ‘toda autoridad en el cielo y sobre la tierra’
para llevar a cabo la voluntad de Dios respecto a la Tierra (Mt 28:18; 6:10), al
final de su reinado de mil años su humildad no habrá cambiado. Por eso las
Escrituras dicen: “Pero cuando todas las cosas le hayan sido sujetadas, entonces
el Hijo mismo también se sujetará a Aquel que le sujetó todas las cosas, para
que Dios sea todas las cosas para con todos”. (1Co 15:28.)

Jesucristo dijo de sí mismo: “Soy de genio apacible y humilde de corazón”. (Mt


11:29.) Cuando se presentó a la gente de Jerusalén como su rey, cumplió la
profecía que decía de él: “¡Mira! Tu rey mismo viene a ti. Es justo, sí, salvado;
humilde, y cabalga sobre un asno, aun sobre un animal plenamente
desarrollado, hijo de un asna”. (Zac 9:9; Jn 12:12-16.) Cuando desde su
ensalzada posición celestial ataca a los enemigos de Dios, se le da
proféticamente el mandato: “En tu esplendor sigue adelante al éxito; cabalga en
la causa de la verdad y la humildad y la justicia”. (Sl 45:4.) Por lo tanto, los que
son humildes pueden regocijarse, aunque hayan sufrido quebranto y maltrato a
manos de personas orgullosas y altaneras, ya que pueden derivar consuelo de
las palabras: “Busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que
han practicado Su propia decisión judicial. Busquen justicia, busquen
mansedumbre. Probablemente se les oculte en el día de la cólera de Jehová”.
(Sof 2:3.)

Las palabras de Jehová a Israel antes de la destrucción de Jerusalén advirtieron


y consolaron a los humildes, pues Él dijo que actuaría en favor suyo a su debido
tiempo: “Entonces removeré de en medio de ti a los tuyos que altivamente se
alborozan; y nunca más serás altiva en mi santa montaña. Y ciertamente dejaré
permanecer en medio de ti un pueblo humilde y de condición abatida, y
realmente se refugiarán en el nombre de Jehová”. (Sof 3:11, 12.) La humildad
verdaderamente resultará en la salvación de muchos, tal como está escrito: “A
la gente humilde la salvarás; pero tus ojos están contra los altivos, para
rebajarlos”. (2Sa 22:28.) De modo que tenemos la seguridad de que el rey
Jesucristo, que cabalga en la causa de la verdad, de la humildad y de la justicia,
salvará a su pueblo, que se humilla ante él y ante su Padre, Jehová.

Los cristianos deben cultivar la humildad. Después que el apóstol Pablo


aconseja a sus compañeros cristianos que se vistan de la nueva personalidad
que “va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la ha creado”, dice:
“De consiguiente, como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de los
tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad
y la gran paciencia”. (Col 3:10, 12.) Citando del excelente ejemplo de Cristo, les
exhorta a considerar “con humildad mental que los demás [siervos de Dios] son
superiores a [ellos]”. (Flp 2:3.) De nuevo hace el llamamiento: “Estén dispuestos
para con otros del mismo modo como lo están para consigo mismos; no tengan
la mente puesta en cosas encumbradas, sino déjense llevar con las cosas
humildes. No se hagan discretos a sus propios ojos”. (Ro 12:16.)

En esta misma línea Pablo dice a los cristianos de la ciudad de Corinto: “Porque,
aunque soy libre respecto de toda persona, me he hecho el esclavo de todos,
para ganar el mayor número de personas. Y por eso a los judíos me hice como
judío, para ganar a judíos; a los que están bajo ley me hice como bajo ley,
aunque yo mismo no estoy bajo ley, para ganar a los que están bajo ley. A los
que están sin ley me hice como sin ley, aunque yo no estoy sin ley para con
Dios, sino bajo ley para con Cristo, para ganar a los que están sin ley. A los
débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho toda cosa a gente
de toda clase, para que de todos modos salve a algunos”. (1Co 9:19-22.) Se
necesita verdadera humildad para hacer esto.
Obra en favor de la paz. La humildad promueve la paz. La persona humilde
no lucha contra sus hermanos cristianos para defender sus supuestos “derechos”
personales. El apóstol razonó que aunque tenía libertad para hacer todas las
cosas, haría solo lo que fuera edificante, y si algo en particular molestaba la
conciencia de un hermano, dejaría de hacerlo. (Ro 14:19-21; 1Co 8:9-
13; 10:23-33.)

También requiere humildad el mantener la paz poniendo en práctica el consejo


de Jesús de perdonar a los demás los pecados que cometan contra nosotros. (Mt
6:12-15; 18:21, 22.) Cuando alguien ofende a otra persona, supone una prueba
para su humildad obedecer el mandato de dirigirse al ofendido y admitir el error
pidiendo perdón (Mt 5:23, 24), y en el caso de que sea el ofendido el que se
dirige al ofensor, solo el amor y la humildad podrán mover al ofensor a reconocer
su error y a actuar inmediatamente para enderezar los asuntos. (Mt 18:15; Lu
17:3; compárese con Le 6:1-7.) No obstante, la paz que tal humildad produce
tanto al individuo como a la organización sobrepasa cualquier sentimiento de
humillación; además, esa acción humilde desarrolla y fortalece en la persona la
excelente cualidad de la humildad.

Esencial para la unidad de la congregación. La humildad ayudará al cristiano a


estar contento con lo que tiene y a mantener el gozo y el equilibrio. La
interdependencia de la congregación cristiana, según lo ilustró el apóstol
en 1 Corintios, capítulo 12, se basa en la obediencia, la humildad y la sumisión
al orden teocrático. Por lo tanto, aunque a los varones de la congregación se les
dice: “Si algún hombre está procurando alcanzar un puesto de superintendente,
desea una obra excelente”, también se les recuerda que no busquen
ambiciosamente un puesto de responsabilidad, como, por ejemplo, el de ser
maestros de la congregación, puesto que estos “[recibirán] juicio más severo”.

(1Ti 3:1; Snt 3:1.) Todos, tanto hombres como mujeres, deberían ser sumisos
a los que llevan la delantera y esperar que Jehová les dé cualquier nombramiento
o asignación de servicio, puesto que de Él procede el nombramiento. (Sl
75:6, 7.) Tal como dijeron algunos de los levitas, hijos de Coré: “He escogido
estar de pie al umbral en la casa de mi Dios más bien que ir de acá para allá en
las tiendas de la iniquidad”. (Sl 84:10.) Lleva tiempo desarrollar tal humildad
verdadera. Cuando las Escrituras enumeran de aquellos a quienes se nombraría
para el puesto de superintendente, especifican que no debería nombrarse a
nadie recién convertido, “por temor de que se hinche de orgullo y caiga en el
juicio pronunciado contra el Diablo”. (1Ti 3:6.)

Humildad falsa. A los cristianos se les advierte que su humildad no sea solo
superficial, para que no lleguen a estar “[hinchados] sin debida razón por su
disposición de ánimo carnal”. El que es verdaderamente humilde no pensará que
el Reino de Dios o la entrada en él tiene que ver con lo que come o bebe, o con
lo que evita comer o beber. La Biblia indica que uno puede comer y beber, o
bien abstenerse de tomar ciertas cosas si cree que debe hacerlo debido a su
salud o su conciencia. No obstante, si alguien piensa que se gana el favor de
Dios siguiendo o abandonando determinadas prácticas como el comer, beber o
tocar ciertas cosas, u observar ciertos días religiosos, no se da cuenta de que
dichas prácticas tienen “una apariencia de sabiduría en una forma autoimpuesta
de adoración y humildad ficticia, un tratamiento severo del cuerpo; pero no son
de valor alguno en combatir la satisfacción de la carne”. (Col 2:18, 23; Ro
14:17; Gál 3:10, 11.)

La falsa humildad en realidad puede resultar en que el individuo se haga altivo,


puesto que puede llegar a pensar que es justo debido a sus propios méritos, o
puede sentir que lleva a cabo sus fines, sin darse cuenta de que no puede
engañar a Jehová. Si se hace altivo, con el tiempo será humillado de una manera
que no le gustará. Será abatido, y cabe la posibilidad de que sea para su propia
destrucción. (Pr 18:12; 29:23.)

CULTIVEMOS LA VERDADERA HUMILDAD

“A la gente humilde la salvarás.” (2 SAMUEL 22:28.)

1, 2. ¿Qué han tenido en común muchos gobernantes del mundo?

LAS pirámides de Egipto dan testimonio de la gloria de los hombres que


un día rigieron aquella tierra. Otros que dejaron su huella en la historia fueron
Senaquerib, de Asiria; Alejandro Magno, de Grecia, y Julio César, de Roma.
Todos ellos tuvieron algo en común: no se labraron la reputación de ser
realmente humildes (Mateo 20:25, 26).

2 ¿Podemos imaginar que alguno de estos gobernantes acostumbrara buscar en


sus dominios a los súbditos que necesitaran consuelo? ¡Claro que no! Tampoco
es posible concebir que fueran a los humildes hogares de los ciudadanos afligidos
para levantarles el ánimo. Su actitud hacia los humildes difiere muchísimo de la
actitud del Soberano del universo, Jehová Dios.

El mayor ejemplo de humildad

¿Qué hace el Soberano universal por sus súbditos humanos?

3 La grandeza y majestuosidad de Jehová es tal que escapa a nuestra


comprensión; sin embargo, este hecho no impide que “sus ojos [estén]
discurriendo por toda la tierra para mostrar su fuerza a favor de aquellos cuyo
corazón es completo para con él” (2 Crónicas 16:9). ¿Y qué hace cuando
encuentra siervos humildes que están atribulados por diversos problemas? En
cierto modo ‘reside’ con ellos mediante su espíritu santo “para revivificar el
espíritu de los de condición humilde y [...] el corazón de los que están siendo
aplastados” (Isaías 57:15). Así, sus siervos cobran nuevas fuerzas para seguir
sirviéndole con alegría. ¡Qué humildad la de Dios!

4, 5. a) ¿Qué pensaba el salmista de la manera de gobernar de Dios? b) ¿Qué


significa que Dios ‘condescienda’ para ayudar “al de condición humilde”?
4 Nadie en el universo se ha humillado tanto como el Señor Soberano para
ayudar a la humanidad pecadora. Por ello, el salmista escribió: “Jehová ha
llegado a ser alto sobre todas las naciones; su gloria está sobre los cielos. ¿Quién
es como Jehová nuestro Dios, aquel que está haciendo su morada en lo alto?
Está condescendiendo en tender la vista sobre cielo y tierra, y levanta al de
condición humilde desde el polvo mismo; ensalza al pobre del mismísimo pozo
de cenizas” (Salmo 113:4-7).

5 Jehová Dios es puro y santo, totalmente desprovisto de altanería (Marcos


7:22, 23). El verbo “condescender” denota la actitud de la persona que se pone
al nivel de otra de condición más modesta o que desciende de rango o categoría
para tratar con alguien inferior. De ahí que algunas Biblias digan en Salmo
113:6 que Dios se humilla, lo que transmite muy bien la imagen de que nuestro
Dios, que es tan humilde, satisface con amor las necesidades de sus siervos
imperfectos (2 Samuel 22:36).

Por qué fue humilde Jesús

6. ¿Cuál fue el mayor acto de humildad de Jehová?

6 El mayor acto de humildad y amor de Dios fue enviar a la Tierra a su amado


Hijo primogénito para que naciera y se criara como hombre con el fin de salvar
a la humanidad (Juan 3:16). Jesús enseñó la verdad acerca de su Padre celestial
y luego entregó su vida perfecta para quitar “el pecado del mundo” (Juan
1:29; 18:37). Reflejando a la perfección las cualidades de su Padre,
especialmente la humildad, estuvo dispuesto a hacer lo que Dios le mandó.
Su ejemplo de humildad y amor fue el más grande que criatura alguna haya
dado. Sin embargo, no todos valoraron su humildad; de hecho, sus enemigos lo
consideraron el “de más humilde condición de la humanidad” (Daniel 4:17).
El apóstol Pablo, en cambio, la valoró tanto que instó a sus hermanos en la fe a
imitar a Jesús y ser humildes en su trato mutuo (1 Corintios 11:1; Filipenses
2:3, 4).

7, 8. a) ¿Cómo aprendió Jesús a ser humilde? b) ¿Qué invitación hace Jesús a


los que quieran ser sus discípulos?

7 Pablo puso de relieve el sobresaliente ejemplo de Cristo al escribir lo siguiente:


“Mantengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús,
quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una
usurpación, a saber, que debiera ser igual a Dios. No; antes bien, se despojó a
sí mismo y tomó la forma de un esclavo y llegó a estar en la semejanza de los
hombres. Más que eso, al hallarse a manera de hombre, se humilló y se hizo
obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento” (Filipenses
2:5-8).

8 Quizás alguien se pregunte cómo aprendió Jesús a ser humilde. Dicha cualidad
fue uno de los grandes beneficios que le reportó la estrecha relación que tuvo
con su Padre celestial desde tiempos inmemoriales, cuando fue el “obrero
maestro” en la creación de todas las cosas (Proverbios 8:30). Tras la rebelión
en Edén, el Primogénito de Dios pudo observar la humildad con que su Padre
trató a la humanidad pecadora; y cuando estuvo en la Tierra, reflejó dicha
cualidad, como se desprende de esta invitación: “Tomen sobre sí mi yugo y
aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán
refrigerio para sus almas” (Mateo 11:29; Juan 14:9).

9. a) ¿Qué veía Jesús en los niños que le gustaba tanto? b) ¿Qué lección enseñó
Jesús utilizando a un niño?

9 Como Jesús era humilde de verdad, los niños no le temían; al contrario, se


sentían atraídos por él, y él, por su parte, los trataba con cariño y les prestaba
atención (Marcos 10:13-16). ¿Qué veía Jesús en los niños que le gustaba tanto?
Veía que tenían cualidades muy deseables, cualidades que algunos de sus
discípulos adultos no siempre manifestaban. Es bien sabido que los niños
consideran a los adultos superiores, como lo prueba el hecho de que les hagan
tantas preguntas. No cabe duda de que, comparados con muchos adultos, los
niños son más enseñables y menos propensos al orgullo. En cierta ocasión, Jesús
señaló a un niño y dijo a sus seguidores: “A menos que ustedes se vuelvan y
lleguen a ser como niñitos, de ninguna manera entrarán en el reino de los
cielos”; y agregó: “Cualquiera que se humille como este niñito, es el mayor en
el reino de los cielos” (Mateo 18:3, 4). También expuso la norma: “Todo el que
se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (Lucas
14:11; 18:14; Mateo 23:12).

10. ¿Qué preguntas analizaremos?

10 Tal verdad hace surgir importantes preguntas. Nuestras posibilidades de


obtener la vida eterna dependen en parte de que desarrollemos verdadera
humildad. ¿Por qué, entonces, nos resulta a veces tan difícil hacerlo? ¿Por qué
razón nos cuesta tanto tragarnos el orgullo, por así decirlo, y reaccionar con
humildad frente a las dificultades? ¿Y qué nos ayudará a cultivar la humildad
verdadera? (Santiago 4:6, 10.)

Por qué es difícil ser humildes

11. ¿Por qué no es extraño que tengamos que luchar por ser humildes?

11 Si usted está luchando por ser humilde, no es el único. Allá en 1920, esta
revista dijo lo siguiente en cuanto a los consejos bíblicos que recalcan la
necesidad de desarrollar esta virtud: “Comprender el gran valor que el Señor le
atribuye a la humildad debe animar a todos los discípulos verdaderos a cultivar
esta cualidad a diario”. Luego admitió con franqueza: “Pese a todas las
exhortaciones de las Escrituras, la naturaleza humana es tan perversa que
parece que los seguidores del Señor hallan más dificultades, más obstáculos, en
este asunto que en cualquier otro”. Estas palabras destacan una de las razones
por las que cultivar la humildad supone una lucha para los cristianos verdaderos,
y es que nuestra naturaleza humana pecaminosa anhela recibir gloria excesiva.
Esto se debe a que descendemos de una pareja pecadora, Adán y Eva, quienes
cedieron a deseos egoístas (Romanos 5:12).

12, 13. a) ¿De qué manera constituye el mundo un obstáculo para la humildad
cristiana? b) ¿Quién dificulta aún más nuestra lucha por cultivar la humildad?
12 Otro obstáculo que nos dificulta ser humildes es que estamos rodeados de un
mundo que anima a las personas a esforzarse por ser superiores a los demás.
Entre sus metas más comunes figura la de satisfacer a toda costa “el deseo de
la carne [pecaminosa] y el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio
de vida de uno” (1 Juan 2:16). Los discípulos de Jesús no debemos dejar que
estos deseos mundanos nos dominen; más bien, hemos de mantener el ojo
sencillo y concentrarnos en cumplir la voluntad de Dios (Mateo 6:22-24, 31-
33; 1 Juan 2:17).

13 Una tercera razón por la que se hace difícil cultivar y demostrar humildad es
que el Diablo, quien dio origen a la altanería, gobierna este mundo (2 Corintios
4:4;1 Timoteo 3:6). Satanás quiere que otros adopten sus características
malvadas. Por ejemplo, procuró que Jesús lo adorara a cambio de “todos los
reinos del mundo y su gloria”. Pero él, humilde en todo momento, rechazó de
plano la oferta (Mateo 4:8,10). De igual manera, Satanás tienta a los cristianos
a buscar gloria para sí; no obstante, tenemos que ser humildes y esmerarnos
por seguir el ejemplo de Jesús al dirigir a Dios toda la alabanza y la honra
(Marcos 10:17, 18).

Cultivemos y demostremos verdadera humildad

14. ¿En qué consiste la “humildad ficticia”?

14 En su carta a los Colosenses, el apóstol Pablo previno contra la humildad


fingida que tiene como fin impresionar a los demás, a la cual llamó “una
humildad ficticia”. Quien solo aparenta ser humilde no es una persona espiritual;
en realidad, su comportamiento revela que está “hinchado” de orgullo
(Colosenses 2:18, 23). Jesús puso como ejemplos de falsa humildad a los
fariseos, que hacían oraciones ostentosas y ayunaban con rostros tristes y
desfigurados para que la gente los viera. Nosotros no debemos ser como ellos.
Cuando nos dirijamos a Dios, hemos de hacerlo con humildad para que nuestras
oraciones tengan valor a sus ojos (Mateo 6:5, 6, 16).

15. a) ¿Qué podemos hacer para mantener la humildad mental? b) Mencione


algunos ejemplos de humildad.

15 Algo que ayudará al cristiano a mantener auténtica humildad mental es


fijarse en los mejores dechados, que son Jehová Dios y Jesucristo. Para ello hay
que estudiar regularmente la Biblia y las publicaciones que con ese fin
proporciona “el esclavo fiel y discreto” (Mateo 24:45). Tal estudio es de suma
importancia para los superintendentes cristianos, “para que su corazón no se
ensalce sobre sus hermanos” (Deuteronomio 17:19, 20; 1 Pedro 5:1-3).
Reflexionemos sobre los muchos ejemplos de personas que recibieron
bendiciones por su actitud humilde, como Rut, Ana y Elisabet (Rut
1:16, 17; 1 Samuel 1:11, 20; Lucas 1:41-43). Pensemos también en los
numerosos hombres prominentes que siguieron siendo humildes en el servicio
de Jehová, como David, Josías, Juan el Bautista y el apóstol Pablo (2 Crónicas
34:1, 2, 19, 26-28; Salmo 131:1; Juan 1:26, 27; 3:26-30; Hechos 21:20-
26;1 Corintios 15:9). ¿Y qué decir de los innumerables modelos de humildad que
hallamos en la congregación cristiana hoy día? Meditar en ellos contribuirá a que
los cristianos verdaderos tengamos “humildad mental los unos para con los
otros” (1 Pedro 5:5).

16. ¿Cómo nos ayuda el ministerio cristiano a ser humildes?

16 Participar con frecuencia en el ministerio cristiano también nos ayuda a ser


humildes. La humildad mental hace posible que abordemos eficazmente a
personas extrañas en sus casas o en otros lugares, sobre todo si al principio
reaccionan con indiferencia o rudeza al mensaje del Reino. Cuando la gente
cuestione nuestras creencias —como suele suceder—, la humildad nos permitirá
responder “con genio apacible y profundo respeto” (1 Pedro 3:15). Hay siervos
humildes de Dios que se han mudado a otros lugares con el objetivo de ayudar
a individuos de distintas culturas y niveles de vida. Estos ministros tal vez tengan
que esforzarse ardua y humildemente por aprender un nuevo idioma a fin de
prestar un mejor servicio a aquellos a quienes desean comunicar las buenas
nuevas; por este motivo son dignos de encomio (Mateo 28:19, 20).

17. ¿Qué deberes cristianos requieren humildad?

17 Son muchos los que con humildad cumplen sus deberes cristianos,
anteponiendo los intereses ajenos a los propios. Por ejemplo, un padre cristiano
ha de ser humilde para sacar tiempo de sus actividades con objeto de prepararse
bien y dirigir un estudio bíblico eficaz a sus hijos. La humildad también ayuda a
los hijos a honrar y obedecer a sus padres, que son imperfectos (Efesios 6:1-4).
Las cristianas con esposos no creyentes a menudo se enfrentan a situaciones
que exigen humildad al tratar de ganarlos mediante su “conducta casta junto
con profundo respeto” (1 Pedro 3:1, 2). Y la humildad y el amor abnegado son
asimismo valiosos a la hora de cuidar con cariño a nuestros padres enfermos o
envejecidos (1 Timoteo 5:4).

La humildad resuelve los problemas

18. ¿Cómo ayuda la humildad a solucionar los problemas?

18 Todos los siervos terrestres de Dios somos imperfectos (Santiago 3:2).


A veces puede haber desacuerdos o malentendidos entre dos cristianos; quizás
uno tenga una queja válida contra el otro. Por lo general, tales situaciones
pueden solucionarse aplicando este consejo: “Continúen soportándose unos a
otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja
contra otro. Como Jehová los perdonó liberalmente a ustedes, así también
háganlo ustedes” (Colosenses 3:13). Es verdad que seguir esta recomendación
no es fácil, pero la humildad nos ayudará a hacerlo.

19. ¿Qué debemos recordar al hablar con alguien que nos ha ofendido?

19 Quizás haya ocasiones en que un cristiano crea que el motivo de queja válido
que tiene es muy grave para pasarlo por alto. En ese caso, la humildad lo moverá
a hablar con la persona que, según él, lo ha ofendido a fin de restaurar la paz
(Mateo 18:15). Una razón por la que a veces persisten los problemas entre
cristianos es que uno de ellos —o los dos— es demasiado orgulloso para admitir
la falta, o que el que toma la iniciativa de abordar al otro lo hace con aires de
superioridad y en son de crítica. Por el contrario, la humildad verdadera
contribuye muchísimo a resolver los desacuerdos.

20, 21. ¿Cuál es una de las mayores ayudas de que disponemos para ser
humildes?

20 Una clave para desarrollar humildad es pedir la ayuda y el espíritu de Dios;


pero recuerde que Dios “da bondad inmerecida [lo que también incluye su
espíritu santo] a los humildes” (Santiago 4:6). Por eso, si tiene diferencias con
un hermano en la fe, ruéguele a Jehová que lo ayude a admitir con humildad el
mayor o menor grado de culpa que le corresponda a usted. Si alguien lo ofende
y se disculpa sinceramente, sea humilde y perdónelo. En caso de que le cueste
hacerlo, suplíquele a Jehová que le permita desarraigar del corazón todo asomo
de altivez.

21 Comprender los muchos beneficios de la humildad debería impulsarnos a


cultivar y mantener tan valiosa virtud. Para lograrlo, tenemos en Jehová Dios y
en Jesucristo dos magníficos ejemplos. Nunca olvidemos la siguiente garantía
divina: “El resultado de la humildad y del temor de Jehová es riquezas y gloria
y vida” (Proverbios 22:4).

Preguntas para meditar: ¿Quiénes son los mejores ejemplos de humildad?,


¿Por qué es difícil cultivar la humildad?, ¿Qué puede ayudarnos a ser humildes?
¿Por qué es tan importante que no dejemos de ser humildes?

EL ESPÍRITU DE LEVIATAN O ORGULLO

El orgullo, la arrogancia y la soberbia, son características de la mentalidad de un


creyente que puede ser influenciado por un espíritu llamado Leviatán.

La mentalidad que permite el orgullo, la arrogancia y la soberbia, es muy


parecida a la raíz que a llevó a Satanás a rebelarse en contra de Dios. Una
persona que camina con orgullo, puede caer en cualquier pecado. Cada vez que
una persona se enorgullece, le recuerda a Dios la rebelión que ocurrió en el cielo.
Hoy día, hay un sin número de personas que han caído en pecado y no se han
vuelto a levantar por causa del orgullo que anida en su corazón.
Orgulloso: Uno que depende de sus habilidades, de lo que sabe y de lo que ha
aprendido. Por esta razón, vive independientemente de Dios y de los demás.

Soberbio: Es aquel que tiene una excesiva estima de sí mismo y menosprecia a


los demás. Es uno que se jacta de sus logros pasados y presentes, creyendo que
todo lo que ha logrado es gracias a su propia fuerza; por lo tanto, no le da la
gloria a Dios. A esto la Biblia le llama “vanagloria de la vida”.

Arrogancia: Es la actitud por la cual alguien que se siente superior, menosprecia


a los demás; ya sea, por su nivel intelectual, por el color de su piel, por el país
de origen o cualquier otra razón que lo haga sentir superior. Dios la resiste, la
rechaza cara a cara, porque Él aborrece el pecado de arrogancia.

El orgullo y la soberbia son la misma esencia de la naturaleza diabólica, porque


la persona con estas actitudes está negándose a obedecer la autoridad legítima
de Dios. Esto, exactamente, es lo que Lucifer hizo cuando habitaba en el
cielo. Estudiemos cómo Dios aborrece el orgullo. Proverbios 6.16, 17.

Es impresionante damos cuenta de que, muchas veces, hemos actuado con


orgullo, soberbia y arrogancia, sin darnos cuenta que, con estas actitudes,
estamos ultrajando a Dios. En cada persona, existe un nivel de orgullo, y de
alguna manera, ha ultrajado a Dios, hiriendo su corazón. Números: 15.30

Dios abomina toda persona altiva de corazón:

Abominable es para Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará


impune”. Proverbios 16.5

Autosuficiente

La persona autosuficiente pone su confianza en sus habilidades naturales. No le


gusta trabajar en equipo, el espíritu de su mente es individualista. El
autosuficiente considera que no necesita de los demás y siempre pone una
excusa para no trabajar en grupo. Es un individuo que vive independientemente
de Dios.

Perfeccionista El perfeccionismo es uno de los resultados de la soberbia, y refleja


lo que hay en el corazón. Por ejemplo, la persona perfeccionista, nunca está
conforme consigo misma ni con lo que hace, y tampoco se pone de acuerdo con
los demás. El perfeccionista se pone metas o normas de exigencia por encima
de lo normal; si las consigue, se siente superior; si, por el contrario, no las
consigue, se frustra, se critica y se menosprecia a sí mismo y a los demás.

Egoísta

Es una persona que trata de satisfacerse a sí misma, sin importarle los demás.
Esto es un gran problema en el matrimonio y es la razón de muchos divorcios,
y en las relaciones interpersonales. El hombre orgulloso y soberbio llega a pensar
que nada le va a satisfacer en esta vida. Trata de llenar su ego con dinero, fama,
sexo y cualquier cosa que crea que puede saciarlo. Busca la auto-gratificación a
toda costa y siempre está pidiendo más; nunca logra estar satisfecho.

Competitividad excesiva

Una persona a la que le gusta la competencia es soberbia, pues lucha por


sobresalir y ser reconocida. Al competitivo, le gusta llamar la atención y
conseguir los aplausos. Nuestra única competencia es contra nuestro viejo
hombre, contra nuestra carne.

Rencorosa La persona rencorosa tiene grandes dificultades para perdonar, no


puede aceptar las ofensas porque hieren su ego o su YO. Es muy vengativa y
siempre está preocupada por su reputación. Este tipo de persona prefiere
razonar y complacer su orgullo antes que perdonar. Sin embargo, a una persona
humilde la hieren y no le importa si la herida es grande o pequeña perdona
fácilmente

Voluntariosa y ambiciosa

Esta gente siempre quiere hacer su voluntad. Dice frases como: “eso debería
hacerse así” o “yo lo haría diferente y mejor”. Es ambiciosa y siempre quiere
tener una posición de alto rango en el trabajo, en la iglesia y en todo lugar. Cada
vez que se le manda a hacer algo, lo hace a su manera. Le cuesta creer en la
palabra de Dios.

La incredulidad es el producto de la soberbia en un grado avanzado. La persona


soberbia se caracteriza por ser y trabajar independientemente de Dios; y
también, por creer que, en sus propias fuerzas, puede lograrlo todo y poseer las
bendiciones de Dios por sí misma. Hay ocasiones en que nuestra fe no crece
porque hay soberbia en nuestros corazones; porque dependemos mucho de lo
que sabemos, y nos cuesta descansar en Dios.

Dios no nos va a usar por lo buenos que seamos o porque conozcamos mucho
la Biblia. Dios nos va a usar por su misericordia y por su gracia. La soberbia es
la raíz de todo pecado, la raíz de toda debilidad, la raíz de toda independencia
de Dios; por lo tanto, probemos nuestro corazón, para identificar si tenemos
orgullo en algún área de nuestra vida. Es contenciosa “Ciertamente la soberbia
produce discordia, pero con los prudentes está la sabiduría”. Proverbios
13.10. Porque para satisfacer las demandas de su orgullo, está siempre tratando
de probar que está en lo correcto. Siempre se está justificando y discutiendo
para demostrar que es mejor y superior que cualquier otra persona, a la que
pueda estar viendo como una amenaza.

El espíritu de orgullo viene desde que Satanás pecó y su corazón se enalteció en


contra de Dios. Fue el orgullo lo que lo llevo a la destrucción. Se encontró en él
pecado de iniquidad y orgullo, y por esa razón, Dios lo derribó de los cielos.
Leviatán: Significa Rey sobre los hijos de orgullo.

Cuando una persona es controlada o influenciada por el espíritu de orgullo o


Leviatán, presenta tres características principales: Terquedad, Dureza de Cerviz,
Dureza de corazón.

Isaías 27.1

El orgullo ciega a la persona, impidiendo que reciba y camine en el pacto que


tiene a través de la sangre de Jesús. Algunas personas no tienen revelación de
lo que es liberación, sanidad, prosperidad, fe y otras verdades que están en la
Biblia. Se requiere humildad para recibir la revelación del pacto, y muchas veces,
las personas no están dispuestas a humillarse. Por eso, hay muchas verdades
hoy día que las personas no entienden, debido a que están cerradas a lo que
Dios está haciendo.

Es impresionante, ver a muchos creyentes rechazar el bautismo con el Espíritu


Santo, a otros rechazar la liberación y a otros, partes del Nuevo
Testamento. Ellos dicen: “mi denominación tiene la verdad”; estas expresiones
hacen parte del orgullo religioso. El orgullo le dará batalla en todo lo que usted
haga. Un consejo importante: Nunca se meta en contienda con una persona
orgullosa, porque siempre habrá discusión debido a que la contienda es parte de
su vida, es algo que lleva por dentro, y su satisfacción es ver humillada a la
persona que se atreva a oponérsele. Toda persona contenciosa es orgullosa. La
palabra de Dios nos enseña que Dios resiste a los soberbios.

Algunas personas no pueden recibir liberación del espíritu de Leviatán porque su


MENTALIDAD está protegido con escudos.

Por ejemplo, algunas personas influenciadas por este espíritu, se protegen con
espíritus de rechazo, lujuria, inseguridad, vergüenza, temor, espíritus religiosos
y otros.

Todos estos espíritus pueden influenciar a una persona que tiene una mentalidad
que opera en orgullo. Algunas veces, las personas dan “razones” por las cuales
son orgullosas. Todo el tiempo están levantando paredes para no dar amor ni
darle el corazón a nadie. Lo más terrible de todo esto, es que está bajo el
control o la influencia del espíritu de Leviatán, está tan cegada que no se da
cuenta de que es orgullosa. Los escudos que ha formado para protegerse, le
hace creer que las razones reales por las cuales actúa como actúa es por
protección de su propio interior, cuando esto es simplemente la causa por la cual
todavía no ha podido descubrir que la mentalidad con la que opera tiene raíz en
el orgullo.

Estas razones provienen de los escudo de defensas que dan fortaleza a la


mentalidad de orgullo, las cuales están ejerciendo su tarea de protegerlo. Dios
mismo tiene que romper ese corazón a través del padecimiento y del dolor para
poder penetrar esa coraza.
Hágase esta pregunta: ¿Hay algún área de mi vida que es impenetrable, que la
estoy cubriendo de alguna manera? El poder de la influencia del espiritu
de Leviatán es roto, solamente cuando reconociendo los escudos que les rodean
y les protegen Sentimientos y mentalidad de rechazo, Sentimientos y
mentalidad gobernada por el miedo Sentimientos y mentalidad gobernada por
la vergüenza.

Muchas veces el sentimiento y los pensamientos que mueven la vergüenza, son


los que abren la puerta al odio a sí mismo, pues estos constantemente te
mueven al pasado, para hacerte recordar las cosas que hiciste, manteniendo tus
pensamientos en un círculo vicioso. para romperlo, debes: Cada vez, que vienen
un recuerdo de lo que hiciste en el pasado que te movió a vergüenza, primero
da gracias porque ya fuiste perdonada, para aprender a cultivar una mentalidad
de gratitud y ser prospero lee aquí.

La mentalidad de orgullo generalmente bloquea a una persona para que no


pueda fluir en lo espiritual y se vuelve un blanco de ataque para ser influenciado
justo con el espíritu de Leviatán. A menudo, las personas a las que les cuesta
mucho fluir en los dones del Espíritu Santo y la unción, están lidiando con la raíz
de orgullo. Es probable que la raíz de la mentalidad de orgullo vino como
consecuencia de maltratos(abuso físico, sexual, emocional, relaciones
incestuosas, etc) no sanada con la verdad de Dios; sólo hacer los pasos de
liberación con la verdad de Dios, puede ir sanando las dimensiones del alma
que fueron dañadas, correctamente sin dejar las huellas que deja el hurgar en
el alma de forma humana, sin la intervención del Espíritu Santo en la vida del
creyente por medio de Dios y su palabra, Aquí algunos:

Confesión de aquellos maltratos, y abusos en estado pleno de conciencia, pues


esto le permitirá al Espíritu Santo, primero ejercer su carácter de
consolador, para luego colocar los pensamientos correctos hasta mover a la
persona no sólo a arrepentimiento, sino a un mayor entendimiento del poder de
la gracia restauradora y perdonadora del Señor Jesus.

Confesión de aquellas cosas que la persona practicó como resultado de aquellos


abusos (ejemplo: alguien abusado, abusa. alguien maltratado físicamente,
generalmente maltrata ya sea animales, personas, etc. si ha cometido practicas
oculistas, las prácticas de maltrato mental con la que sometía a su entorno, para
lograr su voluntad, etc..), pues la consecuencia de esto provoca unos niveles
de insensibilidad y ausencia de emociones que pueden mover al individuo a una
mentalidad psicópata, por lo tanto, estas emociones deben ser recobradas y
restaurada; una vez comienza el proceso de confesión, el Espíritu Santo,
comienza a traer convicción genuina de pecado, de justicia, y del juicio a la vida
del creyente cuya mentalidad de orgullo, tiene raíz en el maltrato, este será
llevado poco a poco por el Espíritu Santo a experimentar un cambio de
pensamiento.
Nota: esta confesión serán las armas que el Espíritu Santo usará para la
recolocación de sentimientos y emociones donde Dios estas deben de estar, y
no donde los mecanismos de defensas le colocaron. Dios moverá sentimientos
de piedad, compasión, empatía en la vida de aquellos que han pasado por dicha
zona de dolor, llevándolos a desarrollar carácter de Dios en ellos, siendo capaz
de llegar a experimentar genuina misericordia, compasión, cuidado por el
prójimo.

La práctica del perdón. Las personas generalmente maltratadas, son muy


vulnerables a las críticas, por lo tanto, son altamente susceptibles a las ofensas.
Aprender a desarrollar el estilo de pensamiento que da paso al perdón, le
permitirá vivir en una zona de libertad emocional genuina. Generalmente las
personas que tienen problemas para perdonar como la palabra de Dios manda,
tienen sus propios “argumentos” para mantenerse alejados de aquellos que le
hirieron, y no volverles a otorgar la confianza. Esto tiende a encerrarlos en la
cárcel de la desconfianza hacia el prójimo, la soledad, y el aislamiento,
¿resultado? un malestar emocional que les impide disfrutar aquellas cosas
naturales del diario vivir.

Las huestes de las tinieblas hablan a la mente y al corazón, y si allí no hay


pensamientos de alianzas con ella su trabajo será ineficaz, por lo tanto, cuando
el encuentra pensamientos alineados al modus operandi del espíritu de
leviatán, hablará a la mente y al corazón de las personas orgullosa, dándoles
razonamientos y excusas, tales como: “no necesitas nada más, no necesitas
cambiar, ellos están mal, son unos hipócritas, ellos te han herido, ellos te
rechazan, tu no debes confiar en ellos, tu estas bien, ellos deben hacer.

Dios quiere cambiar eso por medio de su Espíritu Santo; pero la mentalidad de
orgullo, muchas veces se levantará en contra de esta transformación, y muchas
veces no le permitimos a Dios operar la transformación.

La mentalidad de orgullo en una persona, bloquea todo aquello que la pudiera


llevar a cambiar para mejorar y ser diferente; bloquea su corazón para que, al
momento de ser corregida, rechace la corrección y no pueda crecer
espiritualmente, que es lo que sucede cuando una persona recibe la disciplina.

Los demonios suman fuerza cuando se juntan (crean una cadena de ataduras en
la persona, ayudándose mutuamente para mantener protegido al hombre
fuerte. Si estas personas no buscan liberación, pueden permanecer atadas
durante muchos años; pero, en el momento en que deciden humillarse y
arrepentirse, el Señor puede y quiere obrar en ellas.

¿Cómo saber que el espíritu de leviatán influencia tu vida? cuando tu


lengua manifiesta el fuego del orgullo.

“Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas.


He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!”
Santiago 3.5

Ésta es una referencia obvia al orgullo. Leviatán manifiesta lo que es a través de


la lengua. Jactándose recordemos que el soberbio es uno que se jacta de sus
logros, que exagera facultades y virtudes que no tiene, y siente en su corazón y
dice con su boca que haría cualquier cosa, mejor que los otros. Mintiendo
exageradamente.

Maldiciendo continuamente, o cuando es movido a sentimientos de enojo. La


persona orgullosa siempre está hablando mal de otros y exaltándose a sí misma.
Hay dos formas de operación que manifiestan la mentalidad de orgullo:

La testarudez y La dureza de corazón

Porque se rehúsan a cambiar. Tienen una luna de miel con el pastor y la iglesia
mientras no se les dice nada que los contraríe. Cuando se les dice la verdad, se
van. Cuando las hieren, se van, porque no soportan la presión de ser líderes, ni
la presión de servir, ni la presión de lidiar con las heridas que les ocasionan las
áreas de maldad y pecados de otros.

Hay muchos líderes que se rehúsan a cambiar cuando hay un nuevo mover del
Espíritu que está siendo desatado en el cuerpo de Jesús; líderes que aman más
las denominaciones, las tradiciones, los patrones, la seguridad de su trabajo
como pastor que la voluntad de Dios.

Éstos se rehúsan a cambiar, siguen con sus tradiciones y dogmas, invalidando


la Palabra de Dios. Muestran una gran resistencia al cambio, y todo esto, no es
otra cosa que una manifestación de la mentalidad de orgullo, lo cual puede ser
altamente influenciado por el espíritu de Leviatán.

Una señal de que usted está creciendo espiritualmente en un lugar, en el ámbito


personal y familiar, es que hay transformación en su vida.

Los cambios son señales de que Dios está trabajando en su corazón y que usted
no lo está resistiendo; si está cambiando, regocíjese. Una persona influenciada
con el espíritu de Leviatán, tiene su corazón endurecido, y por eso, no puede ser
sensible a la voz de Dios.

El endurecimiento del corazón es causa de las heridas emocionales del pasado y


de la práctica del pecado continuo.

¿Esto lleva a la persona orgullosa a endurecer su corazón Cuáles son las


mentalidades que nutren e influencian la operación del espíritu de leviatán en
nuestras vidas?

Ira, Brujería, Arrogancia, Perfeccionismo, Contención, Rebeldía, Desobediencia,


Vanidad, Independencia, Adivinación, Mentira, Rechazo, Rebelión a conciencia
El orgullo es la raíz de todos los pecados.

El orgullo es creerse mejor que los demás. La persona orgullosa ultraja a Dios,
es abominable, repugnante y ofensiva delante de sus ojos. El espíritu de
Leviatán es el rey de los orgullosos. Las tres características principales del
espíritu de orgullo son: la terquedad, la dureza de cerviz y la dureza de
corazón. La mentalidad de orgullo, promueve la terquedad, la dureza, y la
dureza o insensibilidad de corazón. El orgullo es el mayor obstáculo para recibir
la revelación de la Palabra. Hay un sin número de espíritus que se relacionan
con el espíritu de Leviatán, tales como: ira, rebelión, mentira, independencia.
Si una persona orgullosa no se arrepiente del orgullo, pasará por situaciones
difíciles en su vida.

La manera de vencer el orgullo es por medio de la humildad y el servicio.

El Señor nos puede hacer libres del orgullo.

Si has estado luchando con esta mentalidad, puedes buscar la ayuda del Espíritu
Santo, primero ve donde el, y confiase que ha estado operando en orgullo, y
que requiere su ayuda para vencer esta forma de pensar, y Él le llevará de la
mano, haciéndote más que vencedor por medio de Jesus.

¿QUE PODEMOS APRENDER DE LAS MUJERES DE LA BIBLIA?

En algún momento te has preguntado: ¿Cómo luce una mujer piadosa? ¿Cómo
puede tu vida cumplir el propósito eterno para el cual Dios te creo? Gracias a
Dios, Su palabra nos da la instrucción que necesitamos, y también nos provee
de los modelos a imitar, mujeres que ilustran lo que significa andar con Dios y
ser usadas por Él.

Aunque estas mujeres vivieron en ambientes muy distinto al nuestro, ellas


enfrentaron muchos de los retos que tú y yo enfrentamos hoy en día. Ellas eran
hijas, esposas y madres; ellas fueron jóvenes, adultas y de edad avanzada; ellas
tuvieron que luchar con los misterios de la vida y la muerte, la fe y la duda, el
gozo y la tristeza.

Demos gracias a Dios que en Su palabra podemos encontrar muchas


mujeres piadosas cuyos ejemplos podemos seguir y cuya fe y virtudes
podemos imitar.

María – Humilde

María fue elegida entre diversas jóvenes para ser la madre de nuestro Salvador.

Quizás eso pudo haber llevado su corazón al orgullo o a la altivez. Sin embargo,
esta joven dijo algo que todas nosotras necesitamos decir diariamente a
Dios: Entonces María dijo: Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija
en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva;
pues he aquí, desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por
bienaventurada (Lucas 1:46-48).

Su humildad, al ponerse en las manos de Dios y cooperar con el Señor en su


gran misión, es algo realmente hermoso y maravilloso que cada una de nosotras
debe imitar.

Ana – Perseverante en la Oración

La vida que estaba viviendo Ana no era nada fácil. Su marido tenía dos esposas,
Penina quien despreciaba y difamaba a Ana porque era estéril y no podía tener
hijos, situación que era considerada como una especie de maldición en su época.

Ana cargaba una gran tristeza en su corazón a causa de todo esto. Pero no
desistió de tener un hijo y no se entregó a la murmuración, o a la queja, sino
que fue perseverante en la oración. Por eso cuando tuvo a su hijo Samuel pudo
decir: … Porque se lo he pedido al Señor (1 Sam. 1:20b).

Que hermoso es que podamos ser persistente en nuestras oraciones, con la


certeza de que Dios cumplirá su perfecta voluntad en nuestras vidas.

La Mujer Samaritana – Fervor Misionero

Esta mujer tuvo un gran encuentro con Jesús cerca de un pozo donde fue a
buscar agua. Jesús le reveló los errores que había cometido en el pasado y en
el presente, y le dijo algo muy poderoso que impacto su corazón. Y ¿cuál fue el
resultado? El fervor misionero que se apoderó de su corazón. Rápidamente dejó
todo y llevo las palabras de Jesús a su pueblo, un pueblo que no lo
conocía: Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los
hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho.
¿No será éste el Cristo? (Juan 4:28-29).

Cuantas maravillas Dios ha hecho en nuestras vidas con la que podemos


predicarle, enseñar a los demás y motivar a otras a tener amor misionero.

Mujer Virtuosa de Proverbios – Carácter

Los últimos versículos del libro de proverbios están dedicados a alabar el carácter
de una mujer que no tiene nombre, pero que bien podría ser una de las más
grandes mujeres de Dios, que existieron y que aún existen en nuestros tiempos.
Esta mujer presenta hermosas virtudes en el cuidado de su hogar, de su familia,
su esposo, sus hijos; la forma honesta y dedicada con la que trabaja; el gran
ejemplo que le da al prójimo y a nosotras mismas, la forma sabia con que vive
su vida. Estos pasajes nos muestran un resumen de las cualidades que como
mujeres de Dios debemos cada día pedirle que nos ayude a desarrollarla y que
sean importantes para nosotras.
Abigail – Pacificadora

Ella era una mujer juiciosa y de buen parecer y con un recto sentido moral. Por
medio de su delicada persuasión previno que David cometiera una locura de
derramar sangre sin causa. Ahora pues, señor mío, vive el Señor y vive tu alma;
puesto que el Señor te ha impedido derramar sangre y vengarte por tu propia
mano (1 Sam. 25:26b).

Ser pacificadoras es una virtud que podemos aprender de Abigail, transmitir paz
en nuestro entorno, en nuestra familia, en nuestro matrimonio, en nuestras
relaciones, en nuestra iglesia, etc. es de mujeres piadosas.

Loida y Eunice – Enseñaron fielmente las Escrituras

Unos de los mayores ejemplos de Instruir a nuestros hijos, alumnos y familiares,


en la Palabra de Dios es el de estas mujeres. En la familia de Timoteo reinaba la
tradición cristiana. Conocemos nombres en tres generaciones. Detrás de
Timoteo está Eunice, y detrás de ésta, Loida. Los tres manifiestan una “fe no
fingida”, que ha pasado de uno a otro.

Entendemos que la fe no es impartida por los padres, sino que procede de Dios.
Pero Dios se complace en permitir que su bendición sea creciente en las
sucesivas generaciones.

Pidamos a Dios a cada instante que podamos seguir el ejemplo de Loida y Eunice,
cuya intensidad espiritual fue contagiada a sus hijos.

Mientras estudiamos y seguimos los pasos de estas mujeres llenas de hermosas


virtudes, pidámosle a Dios que nos instruya en Sus caminos y que podamos cada
día encontrar modelos para nuestra propia vida en Su palabra y en nuestro
entorno y que cada una de nosotras podamos ser modelos para otras hermanas
en la Fe.

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