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13.- Rubin y el sistema sexo/género.

/4/
-A través de su ensayo “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del
sexo” la antropóloga Gayle Rubin aporta un armazón conceptual a la antropología
feminista introduciendo la noción del sistema sexo/género como un término neutro
ligado a la organización social de la sexualidad y la reproducción de las convenciones
de sexo y género que nos indica que la opresión es producto de ciertas organizaciones
sociales que la organizan. Fuertemente influida por el Lévi-Strauss, Freud, Lacan y la
teoría marxista cree que el sistema de sexo/género se debe organizar a través de la
acción política y que el movimiento feminista debe buscar la eliminación de la opresión
de las mujeres, pero también la eliminación de las sexualidades y papeles sexuales
obligatorios.
-Gayle Rubin define el sistema de sexo/género y proporciona una teoría sobre la
universalidad de la subordinación de las mujeres en la que son centrales las relaciones
sociales y la obligatoriedad de la heterosexualidad. Detecta en la obra de Lévi-Strauss
y Sigmund Freud los instrumentos conceptuales para su disertación. Define la noción
de sexo/género como “el conjunto de disposiciones por el que una sociedad
transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual
se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”. La ventaja analítica del
sistema sexo/género reside en que es un “término neutro que se refiere a ese campo
(el de la organización social de la sexualidad y la reproducción de las convenciones de
sexo y género) y que indica que la opresión no es inevitable sino que es producto de
las relaciones sociales que lo organizan”. A pesar de que la sociedad ha cambiado, las
antiguas estructuras sexuales persisten y siguen organizando el sexo y el género. El
sistema de sexo/género debe ser reorganizado a través de la acción política. Concluye
proponiendo la necesidad de llevar a cabo un análisis marxista de los sistemas de
sexo/género teniendo en cuenta que éstos no son “emanaciones ahistóricas de la
mente humana: son productos de la actividad humana histórica y que hay una
economía y una política de los sistemas de sexo/género.

3.- Aportaciones de Mead a los estudios antropológicos feministas y crítica de


sus estudios desde la antropología feminista. /4/
-Margaret Mead es considerada una de las precursoras de la Antropología Feminista y
parte de la perspectiva del paradigma culturalista. Su obra aporta a la antropología
datos etnográficos que muestran la arbitrariedad de lo que cada cultura concibe como
masculino o como femenino. Afirma que cada persona pertenece a un sexo y posee
un temperamento compartido con otros del mismo sexo y otros del sexo opuesto.
Mediante el estudio de tres sociedades de Nueva Guinea busca conocer si los factores
culturales y sociales influían en el temperamento. Se le critica por hacer un análisis
superficial de estas tres culturas no incidiendo más hondamente en su investigación,
además, su noción del “sex temperament” no cuestiona la bicategorización
masculino/femenino, sustentando la idea de que el conjunto masculino y femenino
agota el conjunto de rasgos humanos.
-Considerada como precursora de la antropología feminista, reemprende un camino
que algunas antropólogas feministas volverán a recorrer en los setenta. Desde la
perspectiva culturalista, una de las nociones que utiliza es la de sex temperament, que
suscita cuestiones que se articulan con la de “roles de sexo” de la que el concepto de
género es heredero directo. La noción sex temperament será utilizada en los setenta
para para enfatizar la diferencia cultural o racial como variaciones del temperamento
humano. Con datos etnográficos muestra la arbitrariedad de lo que cada cultura
concibe como masculino o como femenino, remitiendo al rebate de las tesis
biologicistas. Critica que una determinada actividad sea atribuida dependiendo del
sexo ya que impide el desarrollo completo de cada individuo y empobrece las
producciones culturales. Sobresalen dos cuestiones en ella: la de la diferencia de
sexo y la de la complementariedad entre los sexos, que serán ampliamente debatidas
por la antropología feminista desde principios de los años setenta. Como crítica,
describe a las primitivas según sus conductas y no atiende a la estructura jerárquica
entre hombres y mujeres. Así mismo, interpreta erróneamente los datos que
confirmarían la libertad sexual de las samoanas. Asume la universalidad de las
categorías masculino y femenino. Cada cultura moldea el temperamento de los dos
tipos de sujeto que ella considera que existen, asumiendo su complementariedad. No
tiene una perspectiva feminista, no cuestiona el discurso masculino, considera a las
mujeres mejores para trabajar con mujeres, de alguna forma mantiene una especie de
sentido de la naturalización, o sea, mantiene esa dicotomía entre el sexo y el sex
temperament, entre la biología y la cultura de alguna manera.
identidad de género y como deseo sexual. Sin embargo Ann Oakley diferencia sexo
(11.- Entre el sexo social o/y el género: Mathieu y la antropología anglosajona. /2/
-En la antropología anglosajona todas las feministas asumen la necesidad de distinguir
analíticamente entre sexo y género, sin embargo a principios de los setenta la
antropóloga francesa Mathieu concibe la noción de sexo social, que debía servir para
mostrar con claridad el funcionamiento social de las categorías de sexo y para
desvelar las relaciones de dominación que constituyen la categoría “mujer”. Sin
embargo otras sociólogas y antropólogas feministas anglosajonas optan por utilizar la
noción de género para distinguir en el tratamiento de personas intersexuales pero que
conserva un doble significado como órganos genitales) del género (diferencias
culturales entre hombres y mujeres), entendiendo que universalmente hay dos sexos
(macho y hembra) y dos géneros (masculino y femenino). Rubin incluye la asimetría
de los dos sexos en su noción del sistema sexo/género desde su perspectiva
naturalista. En sus trabajos sobre personas intersexuadas Robert Stoller habla de
identidad de género y John Money de orientación sexual.
-Las diferentes filiaciones teóricas de la antropología en Europa y en Estados Unidos
ha llevado a diferentes métodos, diferentes énfasis en la cultura, en lo social y en lo
psicológico. En Estados Unidos se nutren de autores como Parsons, Weber o Morgan
de corte culturalista y en Europa de las sociólogas de los cincuenta influidas por
Durkheim, Mauss, Freud o Marx que elaboraron críticamente la noción de roles de
sexo y hacia lo que apuntan es hacia la necesidad de definir sociológicamente las
categorías de sexo. Mathieu acuña la noción de sexo social en los setenta. Esta
noción debería servir para mostrar con claridad el funcionamiento social de las
categorías de sexo, para desenmascarar la amalgama biológica y psicológica
mediante la que las ciencias definían la categoría de sexo “mujer” y para desvelar las
nociones de dominación que la constituyen. Frente a la noción de sexo social, las
sociólogas y antropólogas feministas anglófonas optan por la de género. Lo que las
teóricas feministas anglófonas intentarán es sociologizar la noción de género. Una de
las primeras en hacerlo fue la socióloga inglesa Ann Oakley que propone desvincular
el sexo del género. Para esta autora, el sexo hace referencia a las características
biológicas entre machos y hembras, fundamentalmente a las diferencias visibles de los
órganos genitales y a las relativas a la procreación. El género remite a las diferencias
culturales entre hombres y mujeres, planteamientos que varían espacio-
temporalmente o Strathern que considera las diferencias de sexo como fuente de
simbolismo. Rubin define la noción de sexo/género como “el conjunto de disposiciones
por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la
actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas
transformadas”.

39.- Sexo, género y postmodernidad: La teoría queer. /1/


-Se llega así a los años noventa en la teoría queer que rechaza que existen
identidades de género prefijadas y sustantivas y considera la identidad sexual como
una performance narrativa a través de la que se va construyendo una subjetividad. La
teoría queer no alude a relaciones materiales y dice que el género es una ficción
reguladora que somete a hombres y mujeres, además, el sexo es un producto del
discurso difundido por un sistema de significaciones oprimiendo a las mujeres
homosexuales y lesbianas. La teoría queer ve el principal sistema regulador en la
heterosexualidad más que en la jerarquía patriarcal de los géneros. Su punta de lanza
será Butler.
-Se llega así a los años noventa en la teoría queer que rechaza que existen
identidades de género prefijadas y sustantivas y considera la identidad sexual como
una performance narrativa a través de la que se va construyendo una subjetividad. La
teoría queer no alude a relaciones materiales y dice que el género es una ficción
reguladora que somete a hombres y mujeres y que se perpetua pero que puede
combatir, y además que el sexo es un producto del discurso difundido por un sistema
de significaciones oprimiendo a las mujeres homosexuales y lesbianas. las teóricas
queer no aluden a relaciones materiales. Para ellas, el género es una `ficción
reguladora´ que somete a hombres y mujeres, que se perpetúa, pero que puede
combatirse `por los actos de los unos y de las otras. El sexo es un producto del
discurso difundido por un sistema de significación oprimiendo a las mujeres, a los
homosexuales y a las lesbianas´. La teoría queer ve el principal sistema regulador en
la heterosexualidad más que en la jerarquía patriarcal de los géneros. Su punta de
lanza será Butler. Otras autora es Bourcier.

10.- El sesgo androcéntrico en la antropología. /4/


-Este sesgo androcéntrico, su definición y cómo combatirlo fue la principal
preocupación de la antropología feminista de los años setenta. Edwin Ardener acepta
que no hay diferenciación sexual en el sistema de creencias, aceptando la visión
masculina de la sociedad. Autoras como Sykes y Weatherford creen necesario
desarrollar una “doble conciencia” para desarrollar una etnografía no androcéntrica
que permita ser consciente de la opresión de las mujeres (categoría emic) y tener
conciencia feminista sobre esa opresión (categoría etic). La antropóloga Elizabeth
Faithorn señala la tendencia de los etnógrafos a percibir la asimetría entre hombres y
mujeres donde ésta no existe. Maxine Molyneux analiza la antropología marxista y su
androcentrismo, y cree que a las mujeres hay que pensarlas como sujetos e
integrarlas adecuadamente en el modelo teórico. Por su parte Mathieu defiende que
para combatir el androcentrismo es necesario tener conciencia de la opresión a la que
se somete a las mujeres y prestar igual atención a los dos sexos en la descripción y
teorización de todo fenómeno social.
-Molyneux, analizando la antropología marxista, define el androcentrismo como un
sesgo teórico e ideológico que se focaliza principalmente y a veces exclusivamente
sobre los sujetos hombres y sobre las relaciones que han establecido entre ellos.
Tendencia de excluir a las mujeres de los estudios históricos y sociológicos y a
conceder una atención inadecuada a las relaciones sociales en las que están situadas.
A veces puede concebirse el androcentrismo como un desliz ideológico del autor. Por
eso es legítimo hablar al mismo tiempo del androcentrismo del sujeto-autor y del
androcentrismo de tal texto o de tal teoría. Este sesgo teórico e ideológico no tiene en
cuenta las relaciones sociales en las que están implicados los agentes mujeres, ciertas
relaciones sociales cruciales están mal analizadas o no analizadas en absoluto. Para
eliminar el sesgo androcéntrico hay que integrar a las mujeres adecuadamente en el
modelo teórico en el que, quien investiga, construye e interpreta los datos
etnográficos. La asimetría entre hombre y mujer, se denuncia en trabajos que revelan
el papel de la mujer en las sociedades, como los de Faithorn, Bossen ,y Kaberry y
Goodale, la respuesta a por qué se produce un análisis diferente, partiendo de los
mismos parámetros, se debe al desarrollo de una sensibilidad del carácter de
oprimido, el desarrollo de una conciencia de carácter feminista de esta opresión, lo
que les permite evitar la lente androcéntrica.
36.- La antropología de los noventa frente al género: Las tesis de Delphy. /1/
-Desde la sociología materialista Delphy se adentra a tratar las ambigüedades de las
nociones sexo y género, y el principal problema: pensar el género en términos de
sexo; además se plantea qué se hace al relacionar sexo y género. En cuanto a los
valores de género dirá que hay dos posiciones: (1) quienes plantean que hay que
hacerlos extensivos a toda la humanidad y (2) quienes creen que hay que mantenerlos
en su grupo de origen. Delphy piensa que los valores no sólo están jerarquizados sino
que también son jerárquicos tanto entre los dominantes como entre los dominados.
Así, lo importante es entender que lo masculino y lo femenino son creaciones
culturales de una sociedad fundada, entre otras jerarquías, sobre una jerarquía de
género. Delphy cree que para pensar el género hay que imaginar el no-género.
-Cinco años después, desde la sociología materialista es Delphy quien se adentra en
un problema que suscita a pensar el género. Trata las ambigüedades de las nociones
sexo y género, y el principal problema es pensar el género en términos de sexo, como
una dicotomía social determinada por una dicotomía natural, como si el sexo fuera un
dato de naturaleza que ya esté ahí dado. Se plantea qué se hace al relacionar sexo y
género. ¿Comparar lo natural y lo social? ¿Lo social con las representaciones de una
sociedad en lo biológico? En cuanto a los valores de género, dirá que hay dos
posiciones: 1) quienes plantean que hay que hacerlos extensivos a toda la humanidad
y 2) quienes creen que hay que mantenerlos en su grupo de origen. Delphy piensa que
la jerarquía es anterior a la división y que los valores no sólo están jerarquizados sino
que también son jerárquicos tanto entre los dominantes como entre los dominados.
Así, lo importante es entender que lo masculino y lo femenino son creaciones
culturales de una sociedad fundada, entre otras jerarquías, sobre una jerarquía de
género, que están ligados entre sí en la relación de complementariedad y oposición
que conocemos, y que su estructura jerárquica determina el contenido de cada una de
esas categorías, y no sólo sus relaciones. Delphy cree que para pensar el género hay
que imaginar el no-género. E imaginando lo que no existe, puede analizarse lo que es.
Para comprender lo que es, hay que preguntarse cómo existe e incluso suponer que
no se conoce la respuesta, incluso si cree conocerla y suponer que podría no existir.
34.- Crítica feminista a Godelier: Mathieu y el consentimiento de los dominados. /1/
-Para Godelier, en las relaciones de dominación la violencia no es el factor más
importante, sino que dominantes y dominados, aunque tengan intereses opuestos,
compartan el mismo tipo de representaciones y es por ello que el consentimiento de
los dominados a seguir estándolo el que hace posible que se reproduzca la relación
social de dominación y explotación. A través de los constreñimientos físicos impuestos
a las mujeres y sus implicaciones mentales, Mathieu afirma que el reparto entre
dominantes y dominados siempre es desigual, porque los hombres y mujeres no están
en la misma posición ni ideal ni material, además, el concepto de violencia de facto
contra las mujeres es algo que se les impone a través de limitaciones físicas y
cotidianas desde la infancia. Mathieu como Guillaumin creen que sólo cuando el sujeto
mujer sea consciente de la dominación sufrida y se pregunte por qué la soporta, podrá
luchar contra ella.
-Para Godelier, en las relaciones de dominación la violencia no resulta suficiente, o al
menos no de forma duradera. Por eso, para que dichas relaciones se reproduzcan y
perpetúen es necesario que dominantes y dominados aunque tengan intereses
opuestos, compartan el mismo tipo de representaciones. A partir de esas premisas,
formula la hipótesis de que
no es tanto la violencia o la fuerza, como el consentimiento de los dominados a seguir
estándolo, el que hace posible que se reproduzca la relación social de dominación y
explotación. Para Mathieu el problema está en que para los dominados existen varios
tipos de conciencia y de producción de conocimientos. La autora revisa los
constreñimientos físicos impuestos a las mujeres y sus implicaciones mentales. Dirá
que el reparto entre dominantes y dominados siempre es desigual, porque los
hombres y mujeres no están en la misma posición ni ideal, ni material. Mathieu
comenta que el concepto de violencia de facto contra las mujeres es algo que se les
impone a través de limitaciones físicas y cotidianas desde la infancia, y no es algo que
aparece de vez en cuando, como dice Godelier. El problema tanto de Guillaumín como
de Mathieu es que dejan escasos resquicios para ver los caminos que podrían seguir
los sujetos dominados para resistir la dominación, y afirmarán que sólo cuando el
sujeto mujer sea consciente de la dominación sufrida y se pregunte porqué la soporta,
es cuando realmente podría luchar contra ella.
7.- Temas principales del debate teórico en la antropología feminista de los años
setenta. /2/
-En la década de los 70 se pueden distinguir antropólogas que desarrollan análisis que
propongan las herramientas necesarias para cambiar las estructuras de poder,
aquellas que buscan entender el rol de la mujer en la sociedad y las que están
interesadas en entender la experiencia femenina en varias sociedades para abrir un
área de estudio antes negada. El primer gran debate de la antropología feminista de
los 70 enfrentó a quienes defendían la universalidad de la subordinación de las
mujeres y a quienes sostenían que dicha subordinación no era universal, además de la
reflexión de otras cuestiones como la contracepción y el aborto. Las feministas
lesbianas no tardan en denunciar su invisibilidad y el que no se cuestione el carácter
normativo de la heterosexualidad, denunciando el denominado sesgo heterocéntrico
del conocimiento. La construcción de la antropología feminista de los 70 influida por
corrientes como la marxista o la simbólica está orientada por un triple objetivo: (1)
acuñar conceptos capaces de dar cuenta en términos sociales de la situación de las
mujeres, (2) revisar el corpus etnográfico de la antropología denunciando su sesgo
machista, (3) indagar sobre los orígenes y las causas de la subordinación de la mujer.
-Antropología feminista de los setenta denuncia el sesgo androcéntrico y eurocéntrico
de las disciplinas científicossociales y humanas. Uno de los principales debates fue el
de la búsqueda de los orígenes sociales e históricos de la subordinación de la mujer y
su supuesta universalidad. Definen el sexo social, el género y el sistema sexo/género.
Adoptaron tres perspectivas teóricas: 1) La culturalista, que intentó confirmar la
universalidad de la subordinación de la mujer desde las dicotomías naturaleza/cultura,
privado/público. Ejemplo: Rosaldo y Ortner. 2) La Marxista, que cuestionaba esa
universalidad diciendo que había que fijarse en la historia de los modos de producción
y reproducción. Ejemplo: Molyneux y Rowbotham. 3) la materialista, que afirma la
universalidad recalcando las bases materiales de la apropiación física y mental de las
mujeres. Ejemplo: Mathieu, Delphy o Guillaumin. El segundo tema importante de
debate, que cuestiona la normatividad de la heterosexualidad y que parte de las
reivindicaciones de las feministas lesbianas, tendrá su voz académica en autoras
como Mathieu, Tabet, Guillaumin. Denunciarán el sesgo heterocéntrico del
conocimiento, incluido el elaborado desde perspectivas feministas. Introducen una red
de problemáticas tanto con relación a la sexualidad, como con respecto a la identidad
“mujer” y al contenido de la categoría “mujer” y denuncian su invisibilidad,
organizándose por su cuenta. - Esta pregunta se puede completar con colonialismo y
capitalismo.
24.- Divergencias y coincidencias entre las antropólogas materialistas radicales y las
socialistas respecto a los diferentes modos de producción, la clase social y la
subordinación de las mujeres. /1/
-Las militantes feministas coincidían en que la opresión es una experiencia social e
histórica que cambia de forma de expresión a medida que cambian los modos de
producción y las relaciones y que el tipo de opresión contra el que hoy luchan es
específico de la sociedad capitalista. Sin embargo, estaban en desacuerdo en el
análisis teórico y en la acción política: las feministas materialista radicales como
Delphy opinaban que la opresión a las mujeres se extiende al conjunto de funciones
productivas y reproductivas de éstas, pertenezcan a sociedades capitalistas o pre-
capitalistas, además la lucha debía estar compuesta únicamente por mujeres. Sin
embargo para las feministas socialistas como Rowbotham las relaciones sociales entre
hombres y mujeres se transformaron cuando se instauró el capitalismo y la sociedad
de clases, además, creen que en su lucha debían participar tanto mujeres como
hombres.
-Todas encontrarán en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de
Engels, las tesis tendentes a demostrar que el factor determinante en la elaboración
de las relaciones sociales es el de la producción y de la reproducción de la
especie. Coincidían en que la opresión no es una condición moral abstracta sino una
experiencia social e histórica. Cambia de forma y de expresión a medida que cambian
los modos de producción y las relaciones humanas. Aunque las mujeres siempre han
estado oprimidas, el tipo de opresión contra el que hoy se lucha es especifico a la
sociedad capitalista. Lo que no estaban de acuerdo era, ni en las formas de analizar la
correlación entre los diferentes modos de producción, la clase social y la opresión de
las mujeres, ni en la estrategia política a desarrollar. *Para las feministas materialistas
radicales como Delphy o Guillaumin, la opresión, aunque estrechamente vinculada al
modo de producción capitalista, afecta a todas las mujeres independientemente de su
clase social, es específica y se extiende al conjunto de funciones productivas y
reproductivas de las mujeres, vivan en sociedades capitalistas o precapitalistas. *Para
las feministas socialistas como Rowbotham o Boserup, las relaciones sociales entre
hombres y mujeres se transformaron cuando se instauró el capitalismo y la sociedad
de clases, y su análisis no puede efectuarse en los mismos términos en las
sociedades capitalistas y precapitalistas, porque al no existir clases sociales en las
sociedades precapitalistas, la opresión no es mediatizada por el factor de clase. En el
terreno político esta divergencia se plasmó en que las radicales defendieron que el
movimiento feminista debía estar compuesto exclusivamente por mujeres que lucharan
contra su opresión especifica en tanto que mujeres y desde esa posición colaborar con
otras luchas (raza, clase…) Por su parte las feministas socialistas y marxistas
abogaron por insertar la lucha en el contexto de luchas contra el sistema capitalista.
Para ellas, a pesar de su especificidad, la lucha formaba parte de un conjunto más
amplio en el que debían participar hombres y mujeres.
35.- La categoría género como herramienta empírica en J. Scott. /3/
-Para Scott el género está compuesto por cuatro elementos interrelacionados: los
símbolos, los conceptos normativos, las instituciones y organizaciones sociales y la
identidad subjetiva. Éstos probablemente operan de forma conjunta pero no
simultáneamente y hay que ver cómo se articulan. Para Scott, género es el campo
primario por medio del cual se articula el poder y a través de él se han articulado las
relaciones de poder entre ambos sexos, como el control y el acceso diferencial a
recursos materiales y simbólicos. Sugiere que el género debe redefinirse y
reestructurarse en conjunción con una visión de igualdad de política y social y
comprender sexo, clase y raza.
-Para Scott el género está compuesto por cuatro elementos interrelacionados: los
símbolos, los conceptos normativos, las instituciones y organizaciones sociales y la
identidad subjetiva. Los antropólogos han restringido el uso del género al sistema de
parentesco, centrándose en la casa y la familia, lo cual es insuficiente. Dirá Scott:
éstos probablemente operan de forma conjunta pero no simultáneamente y hay que
ver cómo se articulan. Para Scott, género es el campo primario, dentro del cual o por
medio del cual se articula el poder y a través de él se han articulado las relaciones de
poder entre ambos sexos, como el control y el acceso diferencial a recursos materiales
y simbólicos. Le preocupa cómo puede intercambiarse el orden social, los nuevos
símbolos sociales, alterarse las estrategias matrimoniales y transformarse las visiones
normativas de la heterosexualidad. En definitiva, Scott sugiere que el género debe
redefinirse y reestructurarse en conjunción con una visión de igualdad de política y
social y comprender sexo, clase y raza. Una cuestión subjetiva y política cada vez más
acuciante y compleja para las agendas políticas feministas.
15.- Millett y el patriarcado a la luz del pensamiento de Rubin. /3/
-El debate antropológico sobre el patriarcado es reactivado por antropólogas del
movimiento feministas de Europa y EEUU, ávidas por encontrar los orígenes de la
subordinación de las mujeres. Rubin ya considera el patriarcado como un sistema
específico de dominación masculina. Sin embargo, Kate Millet ahonda más en esta
cuestión y afirma que las civilizaciones históricas, ya eran patriarcales. En su obra
Política sexual (1969) lo define como una institución que somete a la mitad femenina
de la población al control de la mitad masculina. El patriarcado condiciona a las
personas al socializar a cada sexo según métodos patriarcales de base que atañen al
temperamento, al rol y al estatus, siendo su principal institución la familia. Encuentra
además su origen en la misoginia de las sociedades primitivas y su gran triunfo en el
hecho de que es una ideología que se ha interiorizado, se ha universalizado y
naturalizado.
-Millet dice que todas las civilizaciones históricas eran patriarcales y que el patriarcado
es una institución política universal, independientemente de sus variaciones históricas
o locales, que consiste en la dominación del hombre sobre las mujeres y hombres más
jóvenes. De esta manera la ideología patriarcal lo impregna todo y condiciona a las
personas a socializar a cada sexo, rol y estatus, y su principal institución es la familia.
En el patriarcado la familia es entendida como una socialización de jóvenes para que
se conformen con la definición social de sus roles y temperamentos. Rubin define el
sistema sexo/género y proporciona una teoría de la universalidad de la subordinación
de las mujeres en la que son centrales las relaciones sociales y la obligatoriedad de la
heterosexualidad, las otras dos nociones alternativas de la época, la de modo de
producción y la de patriarcado (forma específica de dominación masculina) no son
eficaces. Considera el patriarcado como un sistema específico de dominación
masculina incapaz de rendir cuenta de la opresión de las mujeres en sociedades
etnográficas en las que el poder de los hombres no se basa en sus roles como padres
o patriarcas. El carácter a-histórico de la definición de Millet, su pretendida
universalidad, sus múltiples dimensiones que subsumen otras formas de opresión
como, por ejemplo las derivadas de la clase social, su difícil aplicación al análisis de la
situación de las mujeres en las sociedades etnográficas, llevan a diferentes científicas-
sociales a rechazar la utilidad heurística de tal definición y, a algunas que parten del
marxismo, el materialismo o el freudo-marxismo, a retenerla examinando sus
complejas relaciones con el sistema capitalista.
20.- Ortner y Rosaldo frente a Chodorow: entre la antropología cultural y la psicológica.
/4/
-La antropología feminista culturalista estadounidense intenta descubrir los
mecanismos utilizados por diferentes sociedades para jerarquizar a hombres y
mujeres y subordinar las mujeres a los hombres. Toma como base a dos antropólogas
que no utilizan la noción de género. Ortner inicia desde la dicotomía naturaleza/cultura
afirma que la subordinación de las mujeres es efecto de la identificación simbólica de
las mujeres a la naturaleza y de los hombres a la cultura. Rosaldo utiliza la dicotomía
público/doméstico y ve como lo doméstico –mujer- está supeditado siempre a lo
público –hombre-. Sin embargo, Chodorow, que sí utiliza la noción género, considera
como que el rol de la mujer como madre juega un papel central en la explicación de la
asimetría sexual. De forma universal las mujeres son encargadas de socializar a niños
y niñas, y en todas las sociedades se constatan “diferencias generales y casi
universales” entre las personalidades de género masculinos y femeninos, tales
diferencias no son genéticas, derivan de la estructura familiar y la socialización.
-Para explicar el por qué se considera la psique femenina más cerca de la naturaleza
que la masculina. Ortner y Rosaldo utilizan la tesis de Chorodow, que habla del rol de
la mujer como madre. Chorodow afirma que de forma universal las mujeres son las
encargadas de socializar a los niños y las niñas y en todas las sociedades se pueden
ver las diferencias generales (y casi universales) entre personalidades de género
masculinas y femeninas, que no son genéticas, sino que pertenecen a la estructura y
al papel socializador de las mujeres, como agente socializador primario. Continúa
afirmando la autora que al resolver la “crisis edípica” es cuando la figura del padre
comienza a ser importante y es cuando se recurre a la “identificación posicional”, es
decir, el niño tiene que identificarse con los roles, comportamientos y valores
masculinos abstractos, que no ha conocido, ya que su padre no ha estado presente en
esa socialización, mientras que las niñas aprenden los roles femeninos en el mundo
de su vida cotidiana, es decir que no necesitan aprender un nuevo rol definido desde
el exterior, sino que mantienen su relación de identificación personal con sus madres y
asumen sus futuros roles sociales como mujer. La conclusión de Ortner rechaza el
determinismo biológico, aunque dice que los hechos biológicos son relevantes. Dice
que las mujeres han sido identificadas o simbólicamente asociadas a la naturaleza,
esto es porque todo comienza con el cuerpo y las funciones procreadoras de la mujer,
que hace que esté más próxima a la naturaleza, de tal forma que esto las coloca en
roles sociales por debajo del hombre en el proceso cultural, e incluso habla de una
estructura psíquica diferente. Rosaldo dice que está vinculada también a la mujer por
su rol como reproductora biológica y cuidadora de la prole. Dice que lo biológico sólo
adquiere su significado cuando los humanos lo interpretan, pero tiene un desliz
naturalista y psicologizante y, aunque en realidad combate este rasgo, al final sale.
8.- Etnocentrismo y androcentrismo como problemas analíticos para el estudio
antropológico de las sociedades. /2/
-Desde los años 70 el enfoque era defender a las mujeres como sujetos. Charlotte
Perkins Gilman busca saber cómo han sido representadas las mujeres en las
monografías e indagar si las mujeres tienen específicas visiones del mundo. También
busca saber si el hecho de que el antropólogo sea mujer determina que preste más
atención a las mujeres y hasta qué punto una investigación se desarrolla bajo
conceptos etnocéntricos. A partir de esas inquietudes se definen los conceptos de
androcentrismo y de etnocentrismo y se toma conciencia de la necesidad de
combatirlos. Edwin Ardener constata que las monografías plasman un mundo
masculino en el que las mujeres raramente toman la palabra, concluyendo que los
antropólogos son hombres, o mujeres que piensan como hombres, ya que han
recibido la misma formación académica y de esta forma ordenan el universo siguiendo
un modelo masculino.
-En los setenta empieza a publicarse investigaciones que demuestran que el corpus
etnográfico de la antropología adolecía de un sesgo androcentrismo y a defender que
considerar a las mujeres como sujetos modificaba radicalmente los paradigmas
dominantes. Sería un problema analítico, si el modelo solo viene de la visión de los
hombres. Saber cómo han sido representadas las mujeres; indagar sobre si poseen
específicas visiones del mundo, y en caso de que así sea si se ha dado cuenta de
forma adecuada; interrogarse sobre si el hecho de que el antropólogo sea mujer
garantiza que se preste más atención a lo que dicen y hacen las mujeres. El
eurocentrismo proyecta sobre los estudios antropológicos, situaciones y
significaciones de las sociedades occidentales. Iguala hombre con varón y presentar
las actividades masculinas, sus valores y modos de expresión como los valores
normativos de toda la sociedad. Teniendo en cuenta la compleja articulación entre
etnocentrismo y androcentrismo, diferentes antropólogas constatan la tendencia de los
etnógrafos a percibir la asimetría entre hombres y mujeres. Para Arderner, el problema
estaba en el androcentrismo al ser hombres no cuentan con las diferentes visiones
que tienen las mujeres y para Rogers era un problema de etnocentrismo, ya que se
proyectaba la sociedad occidental. La asimetría entre hombre y mujer, se denuncia en
trabajos que revelan el papel de la mujer en las sociedades, como los de Faithorn,
Bossen ,y Kaberry y Goodale, la respuesta a por qué se produce un análisis diferente,
partiendo de los mismos parámetros, se debe al desarrollo de una sensibilidad del
carácter de oprimido, el desarrollo de una conciencia de carácter feminista de esta
opresión, lo que les permite evitar la lente androcéntrica. Hay que ser consciente de
este problema. Para ellas, el superior estatus social del etnógrafo como hombre le
impide eliminar su etnocentrismo, dominado por un androcentrismo y sexismo claro.
26.- Análisis de Mathieu sobre la maternidad/paternidad y su crítica al biologicismo y la
dicotomía naturaleza/cultura. /1/
-Mathieu y Ardener señalan que existe una concepción biológizante de lo femenino y
una consideración de lo masculino como estrictamente social y que es el lenguaje
quien nos enseña que el sexo son las mujeres y la sociedad los hombres. La idea de
que la reproducción es la clave de la diferencia social en cuanto a estatus y
ocupaciones entre los sexos, desatiende el hecho fundamental de que la maternidad,
al igual que la paternidad, es una construcción social. Se obvian problemas como el
aborto manteniéndolos alejados de su significado social cuando no sea en relación a la
categoría masculina. Incluso en el parto, el hombre suele dar muestras de una falta de
interés profundo por lo simbólico y social de la actividad femenina.
-En su crítica a la dicotomía naturaleza/cultura, Mathieu no se refiere a su
universalidad, sino a su validez heurística. Mathieu señala que en antropología existe
una concepción biologizante de lo femenino y una consideración de lo masculino como
estrictamente social. Ese doble rasero conceptual mantiene ideológicamente a las
mujeres en una
posición intermedia entre la naturaleza y la cultura. Para el antropólogo, señala esta
autora, el hombre sería "biológicamente cultural" y la mujer "biologicamente natural" y,
en lo relativo al análisis de la reproducción biológica, eso le conduce a olvidar que
hombres y mujeres están implicados en ella. Además, el hecho de que "sociedades se
apoyen sobre la diferencia de los sexos en el orden de la reproducción para crear
diferencias en el orden social, no debe arrastrar a pensar que la causa está en la
diferencia biológica". Analiza "cómo actúa la extendida idea de que la reproducción
(biológica) sería la última ratio de las diferencias sociales e históricas (diferencias de
estatus, de ritos, de ocupaciones técnicas) entre los sexos". Como se ha visto, esa
extendida idea la asumen la práctica totalidad de las antropólogas feministas de la
época y, al hacerlo, desatienden un hecho fundamental: el de que la maternidad, al
igual que la paternidad, es una construcción social. Todas las ciencias sociales y
humanas, comparten el mismo error metodológico, a saber, "tratar a los dos sexos sea
de manera separada, uno supuestamente social, y al otro como la mediación entre el
estado de naturaleza y el de sociedad. Por qué, se pregunta Mathieu, se cae en la
trampa de las apariencias físicas y se le deja únicamente a la maternidad "el rol
mediador entre la naturaleza y la sociabilidad. ¿No es más bien el propio infante el
que, viniendo "al mundo", plantea la cuestión de la irrupción de lo natural y de su
necesaria socialización? [...] (Es entonces cuando) la sociedad debe integrar (o
rechazar) a ese infante dándole (o no) un padre social y una madre social".
17.- Roles de género y clase sexual: Strathern y Firestone a debate. /1/
-En “La dialéctica del sexo” Firestone define las mujeres como una clase sexual
creada a partir de las diferencias biológicas entre ambos sexos y de sus respectivos
papeles en la reproducción. Además considera que la base material de la opresión de
las mujeres se sitúa en el terreno de la biología y que la capacidad reproductiva de la
mujer dio lugar a la división sexual del trabajo, sobre la que se construye el patriarcado
y su ideología sexista. A partir de los roles de género Strathern considera que la
diferencia de sexo como fuente de simbolismo abre una línea de investigación que
pretende buscar una base natural para las instituciones y los valores culturales que
dan lugar a las construcciones de género. Para Strathern existirán unos orígenes
naturales de las diferencias de sexo sobre las que se habrían edificado las relaciones
de poder entre hombres y mujeres, orígenes que se remontan en el tiempo hasta la
separación entre naturaleza y cultura.
-Las dos basan en las diferencias biológicas sus correspondientes conceptos de roles
de género y clase sexual desde diferentes perspectivas teóricas. En su artículo “Una
perspectiva antropológica”, Strathern afirma que en toda cultura el género es un
conjunto de ideas que puede verse en acción si se observa cómo cada sociedad
clasifica los roles y construye los estereotipos. Su propuesta, vinculada a la
antropología cognitiva y simbólica, es que hay que añadir, al medio ambiente natural y
al cuerpo humano las diferencias de sexo como fuente de simbolismo. Así para ella
existirían unos orígenes naturales de las diferencias de sexo sobre las que se habrían
edificado relaciones de poder entre hombres y mujeres, orígenes que se remontan en
el tiempo hasta la separación entre naturaleza y cultura. En el caso de Firestone,
feminista radical estadounidense, es la reproducción y la sexualidad, la que le interesa.
Define a las mujeres como una clase sexual creada a partir de las diferencias
biológicas entre ambos sexos y de sus respectivos papeles en la reproducción.
Asumiendo el concepto de patriarcado y algunas herramientas conceptuales del
freudomarxismo, afirma que la base material de la opresión de las mujeres no se sitúa
en el terreno de la economía, sino en el de la biología. El hecho de que sean las
mujeres las reproductoras de la especie dio lugar a la división sexual del trabajo sobre
la que se construyen el patriarcado y su ideología sexista. Cada clase sexual, la de los
hombres y la de las mujeres, se diferencia por sus respectivas funciones reproductivas
y la dinámica de relaciones entre ambas, es decir, la dialéctica del sexo, sería la
infraestructura sobre la que toda la sociedad edifica la dialéctica de las clases sociales.
Propone ahondar en el análisis de la dialéctica del sexo para cuestionar la
organización de la cultura y las relaciones entre naturaleza y cultura.
30.- Quinn, Tilly, Rogers y Lamphere frente al problema epistemológico de las
categorías. /1/
-Naomi Quinn critica el uso indiscriminado de datos etnográficos, haciendo caso omiso
de las sociedades igualitarias, además considera que las experiencias de socialización
y sus consecuencias psicológicas adolecen de falta de investigación experimental y
transcultural. Tilly llama la atención sobre el uso de datos etnográficos para describir
ideales culturales sincrónicos percibiendo así un problema para entender los límites de
las fórmulas prescriptivas y ciertas generalizaciones sobre el estatus social de las
mujeres. La antropóloga Susan Rogers critica la universalidad del dominio masculino
en cualquier sociedad utilizado para crear una conciencia feminista, la definición de
estatus de la mujer, la dicotomía naturaleza/cultura y el sesgo eurocéntrico de las
categorías de análisis. Para Lamphere, el problema es de índole metodológico ya que
las antropólogas han trasladado al análisis de los roles de sexo la perspectiva teórica y
los modelos de cultura y sociedad que habían adoptado a través de su formación.
-Naomi Quinn critica el uso indiscriminado que Rosaldo hace de los datos etnográficos
(hace caso omiso de las sociedades igualitarias). La historiadora Louise Tilly habla de
las objeciones a la compilación Woman Culture and Society, diciendo que los métodos
y conceptos utilizados por sus autores no son del todo adecuados. El uso de los datos
etnográficos que describen ideales culturales sincrónicos. El concepto de “mujer” como
sinónimo de mujer joven, casada, en edad de criar, lo que no siempre es así, ya que
se pueden dar casos de otros tipos (solteras, divorciadas). Hipótesis inconexas en las
causas de la influencia de la mujer a los hombres. Autoras como Susan Rogers,
antropóloga, dice que se intentó demostrar la universalidad del dominio masculino
para crear una conciencia feminista. Pero las feministas no consideraban a las
mujeres pasivas, ni sumisas, ni tampoco toman en cuenta el estatus de la mujer
occidental como un ideal, pero sí que toman este modelo occidental como aplicable a
cualquier sociedad, lo que sí es un error. También critica la definición de estatus de la
mujer, el cual hay que analizarlo desde diferentes variables interrelacionadas: podrá
ser muy bajo en algunos campos de poder, parecido en otros, o sobrepasado en
algunos, eso es lo que precisamente interesa estudiar. Hay un sesgo etnocéntrico en
las categorías de análisis utilizadas, por lo que Quinn dice que los análisis de
Chodorow, Rosaldo y Ortner adolecen de una investigación experimental y transversal
que se basan en una ideología occidental de la revolución industrial, que enfatiza el
lugar de la mujer en la casa y rol familiar. Quinn también critica la universalización de
la dicotomía naturaleza/cultura. Para Lamphere, el problema no era -y sigue sin serlo-
el añadir a las mujeres al bagaje antropológico. El problema era -y es- de índole
metodológico puesto que, "en muchos sentidos, las antropólogas han trasladado al
análisis de los roles de sexo la perspectiva teórica y los modelos de cultura y sociedad
que habían adoptado a través de su formación”.
31.- Sobre la autocrítica feminista: Rosaldo y las relaciones sociales entre hombres y
mujeres. /1/
-La antropología feminista de los 80 hace un creciente énfasis en la transversalidad de
las relaciones sociales entre los sexos y la necesidad de articular sexo, clase, raza,
etnia. Rosaldo rectifica y plantea que los roles de sexo son el producto complejo de
una multiplicidad de fuerzas sociales y ve necesario preguntarse sobre el modo en que
el género permea la vida y la experiencia social. Para ella el problema de utilizar un
modelo basado en esferas contrapuestas es que conduce a analizar a las mujeres no
en términos de relaciones con el resto de las mujeres o con los hombres sino en
términos de diferencia. Por eso el objeto de estudio de la antropología feminista no
deben ser las mujeres sino las relaciones sociales entre hombres y mujeres en el
contexto histórico y social en el que éstas se integran. Aunque insiste: la asimetría
sexual es universal. Este planteamiento autocrítico la conduce a abandonar el estudio
de los roles de sexo, a insistir en la importancia del contexto al analizar los significados
que construyen la diferencia sexual y a conectar el ámbito de lo simbólico con el de los
procesos sociales.
-La antropóloga reconoce que el problema no es empírico, sino teórico y radica en
preguntarse, desde bases radicalmente nuevas, sobre el modo en que el género
permea la vida y la experiencia social. Rosaldo, que en 1974 afirmaba, desde un
planteamiento monocasual que los roles de sexo eran una consecuencia de la
asociación de las mujeres con sus tareas reproductivas en el ámbito doméstico, en
1980 rectifica su posición y plantea que los roles de sexo son el producto complejo de
una multiplicidad de fuerzas sociales. En este sentido, elabora una crítica, que también
es autocrítica, de la extrapolación abusiva de la oposición doméstico/público a todas
las actividades, extrapolación que no sólo afecta a la investigación feminista sino
también a las ciencias sociales decimonónicas. Lo que Rosaldo indica es que los
investigadores decimonónicos incorporaron como categorías analíticas construcciones
culturales características de la ideología victoriana y las trasladaron al análisis de otras
sociedades. Para ella el problema de utilizar un modelo basado en esferas
contrapuestas es que conduce a analizar a las mujeres no en términos de relaciones
con el resto de las mujeres o con los hombres sino en términos de diferencia. Por eso
el objeto de estudio de la antropología feminista no deben ser las mujeres sino las
relaciones sociales entre hombres y mujeres en el contexto histórico y social en el que
éstas se integran. Aunque insiste: la asimetría sexual es universal. Este planteamiento
autocrítico la conduce a abandonar el estudio de los roles de sexo, a insistir en la
importancia del contexto al analizar los significados que construyen la diferencia
sexual y a conectar el ámbito de lo simbólico con el de los procesos sociales.

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