Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
El experimento de Milgram
El experimento de Milgram fue una serie de experimentos de psicología social llevada a
cabo por Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, y descrita en un artículo
publicado en 1963 en la revista Journal of Abnormal and Social Psychology bajo el título
Behavioral Study of Obedience (Estudio del comportamiento de la obediencia) y resumida
en 1974 en su libro Obedience to authority. An experimental view (Obediencia a la
autoridad. La perspectiva experimental). El fin de la prueba era medir la disposición de un
participante para obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando éstas pudieran
entrar en conflicto con su conciencia personal.
El investigador (V) persuade al participante (L) para que dé lo que éste cree son
descargas eléctricas dolorosas a otro sujeto (S), el cual es un actor que simula recibirlas.
Muchos participantes continuaron dando descargas a pesar de las súplicas del actor para
que no lo hiciesen.
Los experimentos comenzaron en julio de 1961, tres meses después de que Adolf
Eichmann fuera juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la
humanidad durante el régimen nazi en Alemania. Milgram ideó estos experimentos para
responder a la pregunta: ¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en el
Holocausto sólo estuvieran siguiendo órdenes? ¿Podríamos llamarlos a todos cómplices?
Página 2
Introducción a la psicología
Página 3
Introducción a la psicología
Milgram rodó una película documental que demostraba el experimento y sus resultados,
titulada "Obediencia", cuyas copias originales son difíciles de encontrar hoy en día. Antes
de llevar a cabo el experimento, el equipo de Milgram estimó cuáles podían ser los
resultados en función de encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y
psicólogos. Consideraron que el promedio de descarga se situaría en 130 voltios con una
obediencia al investigador del 0%. Todos ellos creyeron unánimemente que solamente
algunos sádicos aplicarían el voltaje máximo. El desconcierto fue grande cuando se
comprobó que el 65% de los sujetos que participaron como "maestros" en el experimento
administraron el voltaje límite de 450 a sus "alumnos", aunque a muchos el hacerlo les
colocase en una situación absolutamente incómoda. Ningún participante paró en el nivel
de 300 voltios, límite en el que el alumno dejaba de dar señales de vida.
Otros psicólogos de todo el mundo llevaron a cabo variantes de la prueba con resultados
similares, a veces con diversas variaciones en el experimento.
En 1999, Thomas Blass, profesor de la universidad de Maryland publicó un análisis de
todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y concluyó que el
porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el
66% sin importar el año de realización ni la localización de los estudios.
Reacciones
Lo primero que se preguntó el desconcertado equipo de Milgram fue cómo era posible
que se hubiesen obtenido estos resultados. A primera vista, la conducta de los
participantes no revelaba tal grado de sadismo, ya que se mostraban preocupados por su
propia conducta. Todos se mostraban nerviosos y preocupados por el cariz que estaba
tomando la situación y, al enterarse de que en realidad la cobaya humana no era más que
un actor y que no le habían hecho daño, suspiraban aliviados. Por otro lado eran
plenamente conscientes del dolor que habían estado infligiendo, pues al preguntarles por
cuánto sufrimiento había experimentado el alumno la media fue de 13 en una escala de
14. El experimento planteó preguntas sobre la ética del método científico en sí mismo
debido a la tensión emocional extrema sufrida por los participantes (aunque se podría
decir que dicha tensión fue provocada por sus propias y libres acciones). La mayoría de
los científicos modernos considerarían el experimento hoy inmoral, aunque dio lugar a
valiosos estudios sobre la psicología humana.
En defensa de Milgram hay que señalar que el 84% de participantes dijeron
posteriormente que estaban "contentos" o "muy contentos" de haber participado en el
estudio y un 15% les era indiferente (respondieron un 92% de todos los participantes).
Muchos le expresaron su gratitud más adelante y Milgram recibió en varias ocasiones
ofrecimientos y peticiones de ayuda de los antiguos participantes.
Página 4
Introducción a la psicología
Experimento de Kellogg
La teoría de la evolución indica que el hombre proviene del mono mediante una evolución,
así que sonaría muy lógico que si pusiéramos a un hombre y un mono conviviendo juntos
en los primeros meses de su vida, esto haría ver en qué momento el mono se separa
viendo cómo avanza el humano por encima del mono.
Es sicólogo W.N. Kellogg un día leyendo el periódico en donde descubrió un
artículo que hablaba sobre dos pequeñas indias a las que en el artículo se les nombrarla “
los niños lobo”; estas pequeñas fueron encontradas en una cueva habitada por lobos y
estas pequeñas se comportaban como tales ya que habían sido criadas por estos
animales cuando las encontraron, estas niñas se comportaban como estos animales,
comían como tales, bebían agua como perro, gruñía, alzaban sus manos solo para andar
a gatas. Posteriormente se les intentó enseñar a andar y estos aprendieron a hacerlo pero
nunca a correr, les intentaron enseñar a hablar y una de las dos niñas aprendió más o
menos cien palabras mientras la otra nunca lo aprendió a hacer tan solo gruñía, ambas
niñas murieron muy jóvenes; para la sociedad en la época (en los años 30) las
consideraron como disminuidas psíquicas.
Este artículo marco enormemente a Kellogg y este tenía una teoría diferente pensaba que
ambas niñas habían nacido perfectamente normales pero por el entorno en el que se
criaron aprendieron a vivir como animales; el proponía que a determinadas edades el ser
humano se integraba perfectamente a la sociedad y este lo probaría de alguna forma. Así
fue que comenzó un experimento pero haciendo todo lo contrario, el no pretendía utilizar a
un humano e integrarlo a un mundo de animales, sino integrar un animal al mundo
humano y ver en qué momento el humano seguía su crecimiento intelectual y todos los
ámbitos que este componen, así que adoptó un pequeño chimpancé y lo llamó “Gua” y lo
Página 5
Introducción a la psicología
integro con su propio hijo “Donald” a vivir una vida normal, en donde a ambos se les
trataría exactamente idéntico.
Los factores que se evaluaron durante ese tiempo fueron los siguientes:
comportamiento social y afectivo, emocional, alimenticio, locomoción,
comunicación y lenguaje e inteligencia.
Durante nueve meses, su hijo y el chimpancé fueron observados y controlados por un
grupo de investigadores, a los efectos de poder cumplir con las expectativas del
experimento. Diariamente eran como analizados y examinados como presión sanguínea,
la memoria, el tamaño corporal, los garabatos, los reflejos, la percepción de profundidad,
la vocalización, la locomoción, las reacciones a las cosquillas, la fuerza, la destreza
manual, la resolución de problemas, los temores, el equilibrio, el comportamiento en el
juego, la obediencia y la comprensión del lenguaje, entre otras.
Por sorpresa para Kellogg y su equipo de trabajo, el entorno parecía no alterar la
conducta natural de “Gua”, no sería el simio el que se “humanizaría”, sino más bien
“Donald” quien comenzaría a mostrar dificultades en su aprendizaje, desarrollando
conductas propias de un chimpancé. Como por ejemplo, emitir sonidos propios de los
monos, hasta llevarse todo a la boca como lo hacían los simios. Como resultado relevante
del experimento, el niño comenzaría a tener serias dificultades de comunicación y su
dominio del lenguaje se vería seriamente aletargado.
Página 6
Introducción a la psicología
Harry Harlow: ¿Qué prefiere un monito, comida o cariño? ¿Qué prefiere una cría de
monito? ¿Leche en abundancia o una madre suave y cálida a la que abrazar? Y más aún
¿cómo les afectaría a los monitos recién nacidos el ser privados de su madre?
Entre los años cincuenta y sesenta, dos psicólogos estadounidenses formados en los
paradigmas teóricos del conductismo, Harry Harlow y Margaret Harlow de la Universidad
de Wisconsin, llevaron a cabo una serie de experimentos encaminados a dilucidar la
importancia del contacto físico entre madre y cría, el contacto social con otros miembros
de la especie y sus efectos sobre el comportamiento adulto. Descontentos con algunas de
las explicaciones de la psicología del aprendizaje conductista y estando al corriente de los
trabajos de Spitz, Lorenz y de los autores británicos que comenzaban a formular las
Teorías del Apego, el matrimonio Harlow diseñó un paradigma experimental en el que
exponían a pequeños macacos Rhesus a distintos tipos de crianza.
Un grupo de monitos fue apartado de sus madres nada más nacer y criado durante
3 meses sin tener ningún contacto con ningún miembro de su especie. Su única compañía
eran las llamadas madres sustitutas. Las madres sustitutas eran muñecos de alambre o
felpa, con un cierto parecido en tamaño y forma a una hembra de Rhesus. Algunas de
estas madres sustitutas proveían alimento a través de un biberón insertado a la altura de
lo que sería el pecho. Cuando pasados esos 3 meses los monitos eran introducidos junto
con macacos criados con sus madres, los bebes aislados sufrieron problemas severos de
adaptación, mostraron dificultad para entablar relaciones sociales con sus congéneres y
algunos murieron al negarse a ingerir alimento; sin embargo, en general, la mayoría
acababa por adaptarse.
Muy diferente era el resultado cuando el aislamiento duraba más tiempo. En este caso las
consecuencias en los monitos eran devastadoras. Los monitos que estuvieron 6 meses
privados del contacto materno real nunca llegaron a tener un comportamiento normal: Se
mantenían siempre aislados, no eran capaces de jugar con otras crías y hacían gestos
extraños, como abrazarse a sí mismos y dar muestras de un terror exagerado ante
hechos no amenazantes. Cuando llegaban a la adolescencia estos monos eran mucho
más agresivos y asustadizos, mostrando toda su vida un comportamiento más inestable,
violento e impredecible.
Cuando el aislamiento alcanzaba los 12 meses (el equivalente a 6 años en un bebé
humano), los monos, sencillamente, no interaccionaban jamás con el resto de miembros
de su especie. Su comportamiento en general oscilaba entre los síntomas humanos de la
depresión (tristeza, poca actividad, nulo contacto social…) y la esquizofrenia (posturas
extrañas, mirada perdida, conductas estereotipadas y en ocasiones comportamiento
claramente psicóticos, como asustarse de sus propias manos o pies a las que acababan
por morder).
Página 7
Introducción a la psicología
Página 8