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Formas de aprendizaje interdisciplinar en modelos no escolarizados1

Por Aldo F Cordoba Lozano

Este texto presenta un comentario que se enmarca en el proyecto de residencias


interdisciplinares, realizado en 2016 y en 2018 en el Centro de las Artes de San Luis Potosí
Centenario; a través de estas actividades se propone abrir espacios no formales de producción
artística, espacios de experimentación en los que se formulen preguntas y detonadores de procesos
creativos.

Al hablar de intersciplina en los procesos educativos existe una gran diversidad de


enfoques provocada por los múltiples acercamientos metodológicos y marcos teóricos desde los
cuales se estructura; así mismo en la práctica cotidiana hay estrategias que se abanderan desde lo
interdisciplinar pero no hay claridad en las estrategias que se desarrollan. Los dos aspectos
anteriores crean un campo de ambigüedad amplio, ya que el cuestionamiento de lo
interdisciplinar no se encuentra solamente del lado formativo, sino también de las formas de
producción a las que recurren los artistas, y son cada vez más habituales en el arte actual.

Pensar lo interdisciplinar en las artes es asumir la práctica como una forma de


investigación, por supuesto es un argumento que se podría generalizar a toda práctica artística, sin
embargo en la formación tradicional hay un conjunto de saberes que de forma programática se
deben aprender; si bien estos saberes son un capital cultural con el que se puede complejizar una
práctica, en la interdisciplina se requiere cuestionar los métodos para reconocer nuevas fronteras,
extendiendo con esto los territorios disciplinares.

Las residencias realizadas en el CEART han tenido resultados distintos debido a los tutores
involucrados: la primera generó en mayor medida ejercicios en colaboración, a través de los cuales
los participantes intercambiaron saberes y experiencias hacia un fin común; la segunda configuró
un espacio de reflexión sobre las formas de generar proyectos artísticos provocando. A pesar de
las diferencias y rasgos que caracterizaron a cada una hay varios elementos que son destacables.

El principal objetivo de la residencia es conformar un espacio de intercambio de ideas,


conceptos y métodos que repercuta en las formas de trabajo de los artistas-estudiantes invitados;
no se trata de un espacio de residencia en el que se debe llegar a concluir un proyecto propuesto,
sino, posiblilitar reflexiones y cambios de ruta en función de los artistas con quienes se comparte
el espacio. Dado que se dirige a estudiantes de final de carrera uno de los primeros hallazgos es el
hecho de que los participantes puedan reconocer su perfil de formación.

1
Texto presentado en el marco del 8vo Encuentro Internacional de Arte y Significación, realizado por la
Coordiación de danza de la UNAM, el Centro de las Artes de San Luis Potosí Centenario y el Centro
Contemporáneo de Educación Artística; del 27 al 30 de noviembre de 2018, en la Ciudad de México y en San
Luis Potosí.
Los participantes llegan con una visión particular de concebir el proceso artístico
aprendida en sus escuelas. La planta docente y los planes de estudio crean una ruta de trabajo,
que al estar inmerso en ella es incuestionable: formas de aprender, formas de argumentar,
valoraciones de lo que implica un acto creativo. En general se aprende el arte desde un modelo y
ese modelo es verosímil a su concepción del arte. Al convivir con estudiantes de otras escuelas los
paricipantes se dan cuenta de las diferencias del proceso formativo: hay escuelas orientadas a que
los alumnos aprendan el dominio técnico o práctico, escuelas que fomentan un ambito más
reflexivo, escuelas donde los docentes exploran estrategias contemporáneas, sin partir de
habilidades técnicas.

La diversidad de procesos formativos y arbitrarios culturales de los participantes genera un


gran aprendizaje, muestra a sus pares que cada escuela constituye una visión parcial de lo que
implica la experiencia artística; todo proceso formativo y de interpretación es un recorte de la
realidad y en tanto recorte, responde a una forma de comprender el arte dejando a un lado otras.
Los espacios de arte hoy en día son en muchos casos modelos cerrados, responden a condiciones
especificas del lugar en que se generar sus discursos. Entender esta complejidad del discurso
artístico aporta a los estudiantes un panorama más amplio, ya que no solo se trata de pintar bien
o grabar de forma correcta, se vuelve necesario entender en qué campo cultural se esta
participando, qué es prioritario en ciertas esferas de producción.

Considero que lo anterior fue un hallazgo del proyecto de residencias, entender que cada
estudiante tiene preocupaciones distintas de acuerdo a su modelo formativo y que no
necesariamente uno tienen preocupaciones más genuinas que otro. Lo que se genera es un
espacio de reconocimiento de la diferencia, donde cada uno desde sus saberes y formación puede
colaborar en un cuestionamiento en común.

El segundo aspecto relevante de la experiencia es la posibilidad de promover el trabajo


colaborativo, que de principio parece sencillo pero se encuentra atravesado por los habitus de
formación. En la mayoría de los casos gran parte del aprendizaje se basa en el Yo, en lo que uno
quiere decir, en la búsqueda de una expresión propia y a partir de ahí un estilo; en la época actual
la práctica artística ha cambiado bastante, sin embargo podríamos entender la noción de estilo
como una forma de producción de la imagen, no su apariencia.

El trabajo colaborativo es una forma de producción no inmediatamente accesible, se


deben romper las barreras míticas del artísta lírico, del artista que produce desde sus propios
afectos y demonios. Es necesario reconocer diferencias, conversar… y por medio de la
conversación entender qué capacidad se aporta a ese territorio. En la formación artística, desde
una perspectiva tradicional, se solicita al participante crear una ruta de exploración, definir formas
de producción y retóricas visuales; sin embargo en el trabajo colaborativo es necesario ecualizar a
partir de las diferencias y capacidades, encontrar una forma argumental colectiva que dé sentido a
esa experiencia, una experiencia en conjunto.

La experiencia de colectividad ha estado presente desde hace tiempo en el arte, todos


recordamos al Taller de la gráfica del 68, a Polvo de gallina negra o a No grupo, ya en los noventas
a Temístocles 44; todos ellos son ejemplos de colectividades que fortalecen la singularidad de los
sujetos, de los artístas que están incluídos en ellas. La colectividad y colaboración hoy en día
responden a la necesidad de un argumento colectivo, ya no sólo de un espacio compartido. El arte
siempre ha sido una experiencia colectiva en tanto creencia, pero desde hace un por de décadas la
pregunta es de un orden más pragmático ¿A qué colectividad se pertenece? ¿Cómo esa
experiencia transforma nuestra concepción del mundo?

En el momento actual es importante regresar a un ámbito de colectividad, que además de


dar forma genere sentido, desarrollar proyectos colectivos que integren factores múltilpes para su
interpretación. La creación individual, lírica seguirá formando parte de nuestra memoria cultural,
pero las prácticas de mayor impacto cultural son de un orden distinto, tejen relaciones y producen
redes de sentido.

Un último aspecto que me parece relevante son las estrategias implementadas por los
tutores. Sin un marco disciplinar ni de validación formativa es necesario echar mano de otros
recursos didácticos; durante la segunda emisión se retomó la idea de deriva, caracterizada por los
Situacionistas como: un modo de comportamiento experimental ligado a las condiciones de la
sociedad urbana; técnica de paso ininterrumpido a través de ambientes diversos. Se usa también
más específicamente para designar la duración de un ejercicio continuo de esta experiencia.

El concepto de deriva se adapta al espacio formativo como una estrategia experimental,


como práctica se aleja de los cánones de la formación en arte y de igual forma no implica un
desarrollo temático, una especie de forma desprovista de su capital semántico. En este sentido la
práctica se adecua a cualquier disciplina y momento de aprendizaje del sujeto, priorizando la
indagación del entorno. El ejercicio fue novedoso para los estudiantes, ya que en la mayoría de los
casos la formación que reciben en la escuela es principalmente de carácter disciplinar y con metas
precisas de producción.

Si bien no es novedoso hablar del Situacionismo en las prácticas artísticas, es importante


fomentar didácticas indisciplinadas que posibiliten nuevas conexiones de saberes y de la
experiencia propia; ya que uno de los cuestionamientos que enfrentaron los participantes fue la
pregunta ¿Qué quiero hacer? Sin una indicación clara sobre la forma de resolver un ejercicio o la
meta alcanzable el cuestionamiento al que se llega es necesariamente autorreflexivo, se trata de
preguntarse sus propios conceptos y sus propias prácticas de exploración, que a su vez se integran
en la intersubjetividad del colectivo.

Experiencias como esta residencia abren cuestionamientos para los participantes, los
ubican en un espacio aislado de los paradigmas de formación de sus escuelas, que en muchos
casos parten de visiones conservadoras. De este lado, quienes diseñamos los proyectos y
conducimos las didácticas, aporta una caja de Petri en la cual podemos experimentar formas de
inducir procesos creativos relacionados con la investigación o la indagación en las artes.

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