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“NEWMAN: ENTRE LA RAZÓN Y LO SOBRE NATURAL”


Conferencia con motivo del encuentro de los Diálogos Fe – Razón
organizados por la Vicerrectoria Pastoral de la Universidad Pontificia
Bolivariana – Medellín
Ponente: PBRO. CARLOS ANDRÉS RESTREPO CANO
Licenciado en Teología Fundamental por la Pontificia Universidad
Gregoriana de Roma
Medellín, Noviembre 18 de 2010

INTRODUCCIÓN
Seguramente es poco lo que sabemos de John Henry Newman, rara vez en
la vida nos han hablado del mismo (fue mi caso, durante el periodo donde
realice mis estudios de pregrado en Teología, no tengo en los recuerdos de mi
memoria alusiones a este gran hombre, cosa que no indica que haya sido
insuficiente la formación académica que recibí por parte de mis maestros); sin
embargo es una situación en la que el mundo de habla hispana se ve
sumergido, ya que sólo hasta ahora (y eso con motivo de la beatificación del
cardenal Newman) se están traduciendo al castellano gran número de sus
obras.
¿Quién es John Henry Newman? ¿Por qué reflexionar sobre su vida y su
trabajo en estos diálogos de fe y razón? ¿Cuál es la actualidad de este hombre?
¿Por qué el título de este encuentro: Newman: entre la razón y lo
sobrenatural? Son las preguntas claves que se convierten en eje fundamental
de nuestra reflexión en esta mañana.
Pienso que el Cardenal Newman es uno de los mejores personajes, entre
muchos otros obviamente, para exaltar el valor y el esfuerzo de ustedes,
docentes, en la noble empresa de la educación. John Henry Newman siempre
se interesó por la educación, y en especial por la formación universitaria,
actitud presente a lo largo de toda su vida, desde que era un joven estudiante
en la Universidad de Oxford. Sus sermones, sus conferencias, sus escritos, sus
novelas, y podríamos decir, hasta sus plegarias, están marcadas por el sello
indeleble de un hombre que quiere educar, educar intelectualmente y educar
en la fe, alguien para el cual razón y fe tienen un papel fundamental en el
desarrollo integral del hombre. Su producción intelectual está marcada por su
interés educativo y al mismo tiempo por su valor apologético (el esfuerzo por
hacer caer en cuenta que la fe no tiene nada de superstición e irracionalidad,
como lo afirma el sermón XII, de sus Sermones Universitarios). Newman es
2

un hombre actual, atento a los signos de los tiempos al igual que atento a sus
interlocutores.
Llevemos a cabo esta reflexión centrándonos en tres puntos esenciales:
1. Una breve biografía.
2. Benedicto XVI y John Henry Newman.
3. La fe y la razón, o entre la razón y lo sobrenatural.

1. UNA BREVE BIOGRAFÍA


John Henry Newman nace en Londres el 21 de Febrero de 1801, gozando
de una familia buena y feliz, el mayor de 6 hermanos. A la edad de 7 años
inicia sus estudios preparatorios en la escuela privada de Ealing (cerca de
Londres), en la cual es reconocido por sus dotes de buen estudiante y su
esfuerzo para salir adelante, de tal forma que, «John Henry fue un alumno
muy aventajado; el Dr. Nicholas solía decir que ningún otro muchacho había
superado tan rápidamente los diversos grados de la escuela» 1. En esta escuela
permanece hasta 1817, que es matriculado en el colegio Trinity de la
Universidad de Oxford. En este período, debemos resaltar que cerca de los 15
años pasa por su primera crisis de fe:
Tenía quince años y se hallaba en un momento crítico de su desarrollo
personal. Le habían educado, desde luego, como cristiano; incluso tuvo
conciencia de su religión muy pronto. ¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí?,
recordaba que se preguntaba a sí mismo, antes de cumplir los cinco años. Pero en
la escuela empezó a leer literatura escéptica, a los catorce años leyó folletos de
Tom Paine contra el Antiguo Testamento y algunos de los ensayos de Hume:
«Así, al menos, lo di a entender a mi padre; aunque quizá era una fanfarronada»,
escribió modestamente en la Apologia. Copió algunos versos franceses que
negaban la inmortalidad del alma y pensó: «¡Qué espantoso, pero que verosímil!»
Y decidió que le gustaría ser virtuoso, pero no religioso: el ideal clásico2.
Crisis de las cuales con la ayuda de lecturas como La fuerza de la verdad de
Thomas Scott y la Historia de la Iglesia de Milner, le ayudaron a centrarse de
nuevo en el campo de la fe; la primera con el sentido de ahondar en el
Misterio de la Trinidad y la segunda como acercamiento a los Padres de la
Iglesia, los cuales tendrán un protagonismo único en el proceso de conversión
hacia la Iglesia Católica, de nuestro Cardenal inglés.
En 1822 es elegido para formar parte del cuerpo docente del Colegio Oriel,
situado también en Oxford. Ordenado diácono en la Iglesia Anglicana a la
1
M. TREVOR, John Henry Newman: Crónica de un amor a la verdad, 17.
2
M. TREVOR, John Henry Newman: Crónica de un amor a la verdad, 19.
3

edad de 24 años y el año siguiente ordenado Presbítero. Desde 1826 es tutor


oficial de su colegio y desde 1828, rector de la parroquia Santa María, en el
centro de la ciudad.
A partir de 1828, gracias a su amistad con Richard H. Froude, John Keble y
Edward Pusey, inicia una fuerte reflexión sobre la Iglesia Inglesa. A su vez
surge el «Movimiento de Oxford» o «Movimiento Tractatariano» por los
Tracts o folletos publicados entre 1833 y 1841; redescubrimiento de la
consistencia de la Iglesia, restableciendo los principios de la High Church
anglicana, especialmente en lo que se refería a la Comunión anglicana como
institución divina y su actuar como una via media entre la Iglesia Romana y el
protestantismo.
En 1845 es recibido en la Iglesia Católica. En este momento, existe una
narración apasionante sobre lo que significó a escena del renacer espiritual de
J.H. Newman: «El pasionista Domingo Barberi llegó a Littlemore, de paso,
antes de viajar a Bélgica en la tarde del día 8. Había sido invitado por John
Dalgairns, a quien dio la bienvenida en la Iglesia católica apenas unos días
antes. El buen religioso italiano no sospechaba que habría hecho el mismo
servicio de caridad a Newman. Había hecho un viaje de cinco horas bajo la
lluvia sentado en un cajón de un coche y estaba completamente empapado.
Eran las once. "Me senté junto a la chimenea para secarse. La puerta se abrió y
qué impresión de que era para mí ver a John Henry Newman aparece de
improviso y me pide escuchar su confesión y ser recibido en los brazos de la
Iglesia! Y allí, al lado del fuego, comenzó su confesión general extraordinaria
con humildad y devoción»3.
Como lo decíamos antes, en este camino hacia su conversión, hacia tocar
las puertas de la Iglesia Católica, juegan un papel importante los Padres de la
Iglesia; ya que Newman los ha leído, ha trabajado en la tarea de traducirlos,
como es el caso con San Atanasio; y es en este conocimiento de los Santos
Padres donde poco a poco va tomando conciencia de la su fe y de la Iglesia.
Así como lo ha escrito en el lema de su escudo como cardenal, el estudio de
los Santos Padres de la Iglesia, le ayudaron en un lenguaje, en un diálogo de
corazón a corazón, a dar el paso delante de su conversión4. Sin embargo, es
3
J. MORALES MARÍN, John Henry Newman, La vita (1801-1890), 163.
4
Frente a este comentario cabe anotar el recuento que J. Morales Marín hace en su obra
biográfica sobre Newman, lo cual narra de la siguiente forma: «“Se si domandasse
all’autore perché è diventato cattolico”, scrive autobigraficamente cinque anni dopo,
“potrebbe dare quella risposta che l’esperienza e la mente gli presentano come l’unica vera,
e cioè che entrò nella Chiesa cattolica perché credeva che questa e solo questa fosse la
Chiesa dei Padri; perché credeva che esistesse solo una Chiesa sulla terra, fino alla fine dei
4

bueno dejarse responder a la pregunta sobre la conversión, desde el mismo


Newman: «Y todavía sostengo que soy católico en virtud de mi fe en Dios. Y si se
me pregunta por qué creo en Dios, respondo que porque creo en mí mismo, pues me
parece imposible creer en mi propia existencia (y de este hecho estoy
completamente cierto) sin creer también en aquel que vive en mi conciencia como
un ser personal que todo lo ve y todo lo juzga»5.
En 1847 es ordenado Sacerdote, en la Iglesia Católica, evento que tiene
lugar en la Capilla del Colegio de Propaganda Fidei en Roma.
El 12 de noviembre es nombrado “Presidente de la Universidad Católica de
Irlanda”, periodo donde culmina sus discursos sobre “La idea de
Universidad”, obra excepcional, el cargo de rector lo desempeña hasta 1958.
El 12 de mayo de 1879 es designado Cardenal por el Papa León XIII. De
este acontecimiento grande en la vida de Newman tenemos que decir: «El
nombramiento cardenalicio de Newman significó un punto de inflexión en la
trayectoria de las relaciones entre Iglesia y cultura. Fue señal premonitoria de
actitudes nuevas. León XIII quería revelarse desde su primer consistorio como
el gran Papa de una Iglesia abierta definitivamente al mundo moderno» 6. Se
convierte, entonces, en especie de aire renovador para la Iglesia, que en medio
de las intrigas eclesiales, no sólo por parte de los ministros de la Iglesia
anglicana, sino incluso, por muchos de los miembros de la Iglesia Católica,
que miraban con descredito la labor emprendida por Newman en la educación
de fe. El 11 de agosto de 1890 fallece en Birmingham, Inglaterra, a la edad de
89 años. Y el 18 de Septiembre de 2010 es beatificado por el Papa Benedicto
XVI.

2. BENEDICTO XVI Y JOHN HENRY NEWMAN


Conocemos perfectamente el interés del Papa Benedicto XVI por poner en
diálogo la fe y la razón, no como dos elementos irreconciliables, sino, al igual
que el Cardenal Newman, como dos formas de acercarnos al conocimiento de
la verdad, que se enriquecen mutuamente, que no tienen porque diferir en su
labor.

tempi; e perché, a meno che questa Chiesa fosse la Chiesa di Roma non ne esistevano
altre”. Era evidente come la Comunione anglicana non fosse una vera Chiesa e che,
pertanto quando il termine Chiesa veniva usato dell’Anglicanesimo e da Roma assumeva
due significati completamente diversi». J. MORALES MARÍN, John Henry Newman, La vita
(1801-1890), 163.
5
J.H. NEWMAN, Apologia pro Vita Sua. Historia de mis ideas religiosas, 212.
6
P. LANGA AGUILAR, Cardenal Newman y convertidos de los siglos XVIII y XIX, 61.
5

Hace ya varios años, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, quien ahora es


el Papa Benedicto XVI, hizo una emotiva presentación a una edición en
español, de la Apologia pro vita sua de Newman; en ella expresa sus primero
años como estudiante de teología en el seminario de Freising, Alemanía, en el
año 1946. Allí, al Papa le llama la atención la disertación que llevaba a cabo el
prefecto de disciplina del seminario, Alfred Läped, la cual era precisamente
sobre Newman, y de alguna manera empezó el joven Ratzinger a interesarse
por el cardenal inglés. Estos sentimientos los expresa de la siguiente forma:
Para nosotros, en aquel tiempo, la enseñanza de Newman sobre la conciencia
llegó a ser una base importante del personalismo teológico, cuyo diseño se nos
ofrecía equilibradamente. Nuestra imagen del ser humano, al igual que nuestra
imagen de la Iglesia, quedaba penetrada por este punto de partida 7.
En una época donde la teología se veía golpeada por la demostración
científica, quitándola de su labor en la ayuda de la búsqueda de sentido a la
complejidad de la existencia humana; el redescubrimiento de la obra de
Newman, nos pone en camino hacia el hombre, nos vuelve la mirada al ser
humano, casi que a la par del movimiento de revelación por parte de Dios a
los hombres.
Así pues, tomemos en cuenta la homilía de la ceremonia de Beatificación
del Cardenal Newman, en Birmingahm, Inglaterra, el 19 de Septiembre del
presente año, donde el papa nos hace una clara presentación de John Henry
Newman, que viene muy bien al ambiente de docentes universitarios que nos
rodea en esta mañana; dice el Papa: «Newman nos ayuda a entender en qué
consiste esto para nuestra vida cotidiana: nos dice que nuestro divino Maestro
nos ha asignado una tarea específica a cada uno de nosotros, un “servicio
concreto”, confiado de manera única a cada persona concreta: «Tengo mi
misión», escribe, «soy un eslabón en una cadena, un vínculo de unión entre
personas. No me ha creado para la nada. Haré el bien, haré su trabajo; seré un
ángel de paz, un predicador de la verdad en el lugar que me es propio... si lo
hago, me mantendré en sus mandamientos y le serviré a Él en mis quehaceres»
(Meditación y Devoción, 301-2).
Más adelante dice: «El servicio concreto al que fue llamado el Beato John
Henry incluía la aplicación entusiasta de su inteligencia y su prolífica pluma a
muchas de las más urgentes “cuestiones del día”. Sus intuiciones sobre la
relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión revelada en la
sociedad civilizada, y sobre la necesidad de una educación esmerada y amplia
7
J.H. NEWMAN, Apologia pro Vita Sua. Historia de mis ideas religiosas, 10.
6

fueron de gran importancia, no sólo para la Inglaterra victoriana. Hoy también


siguen inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo. Me gustaría
rendir especial homenaje a su visión de la educación, que ha hecho tanto por
formar el ethos que es la fuerza motriz de las escuelas y facultades católicas
actuales. Firmemente contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista,
buscó lograr unas condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo
intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso. El proyecto de
fundar una Universidad Católica en Irlanda le brindó la oportunidad de
desarrollar sus ideas al respecto, y la colección de discursos que publicó con el
título La Idea de una Universidad sostiene un ideal mediante el cual todos los
que están inmersos en la formación académica pueden seguir aprendiendo.
Más aún, qué mejor meta pueden fijarse los profesores de religión que la
famosa llamada del Beato John Henry por unos laicos inteligentes y bien
formados: «Quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de
hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que
profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué
no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que
conozcan tan bien la historia que puedan defenderla» (La Posición Actual de
los Católicos en Inglaterra, IX, 390). Hoy, cuando el autor de estas palabras
ha sido elevado a los altares, pido para que, a través de su intercesión y
ejemplo, todos los que trabajan en el campo de la enseñanza y de la catequesis
se inspiren con mayor ardor en la visión tan clara que él nos dejó». La
invitación urgente del Santo Padre es, al igual que este gran hombre, luchar
contra el relativismo que amenaza nuestro mundo y nuestra historia, trayendo
como consecuencia, el alejarnos profundamente del conocimiento de la
verdad.

3. LA FE Y LA RAZÓN O ENTRE LA RAZÓN Y LO SOBRENATURAL


La obra realizada por John Henry Newman se convierte en respuesta actual
para un mundo donde, todo lo que implique confianza en algo, o desde la
experiencia del cristianismo, confianza en otro, es digno de entrar bajo la
mirada de la sospecha. Newman no es un hombre que se interese por restar
importancia a la argumentación a través de la razón, esto sería dar parte al
oscurantismo del cual tanto se acusa a los hombres de fe; pero si abre la puerta
a la posibilidad de dar la misma importancia de conocimiento a la reflexión
del creyente, ya que para Newman la fe proviene de algo grande, algo que se
encuentra más allá y por ende que porta con sí algo de más. Si bien, para él la
fe no es fundamentada en pruebas, y no puede serlo ya que caeríamos en el
7

juego de la demostración extrínseca simplemente; dicha fe no disminuye su


capacidad de conocer, ya que se fundamenta en principios internos,
probabilidades que son antecedentes al hombre mismo y que por ende aporta
al hombre los prejuicios que se convierten en impulsos para su actuar
cotidiano. Creo que aquí se encuentra la clave para entender a Newman. En un
mundo que se ha olvidado de la dimensión interior del hombre mismo y cada
vez refiere el conocimiento sólo a las pruebas externas como garantía de
verdad, John Henry Newman propone volver a mirar al sujeto, en su
capacidad cognitiva, en su expresión de fe, en su experiencia psicológica,
como lugar privilegiado de alcanzar el conocimiento de lo real, no solo por sus
propios méritos, sino apoyado en la Revelación que le sale al encuentro como
ayuda para comprender más y mejor el mundo que lo rodea.
Empecemos dando una mirada a su ambiente vital, donde con la llegada de
la que podemos denominar la modernidad (encontramos rasgos de su inicio
desde el siglo XV), empieza a generarse un movimiento del pensamiento
filosófico que se inclina más por la observación de la realidad como
fundamento de la reflexión y garantía de certeza.
El camino a seguir, por parte del empirismo, funda sus bases en el proceso
inductivo a través del sensismo directo, clave de interpretación; Sin embargo,
aparte de lo ya formulado, podríamos hacer una síntesis del empirismo,
complementando con la siguiente formulación:
El empirismo clásico de los siglos XVII y XVIII supone además, sin
excepciones, que la experiencia se nos da como una colección de impresiones
sueltas e inconexas, que son luego elaboradas mediante relaciones conectivas con
las que se constituye un mundo; y se esfuerzan en explicar el origen empírico de
las correspondientes leyes de conexión8.
Es así, que en el mundo donde nuestro autor desenvuelve su pensamiento,
es la Inglaterra del siglo XIX, marcada por dos polos en el tema de la fe y la
razón. Por un lado la escuela evidencialista9, que no sólo permea la vida de la
8
J.C. GARCÍA BORRÓN, Empirismo e ilustración inglesa. De Hobbes a Hume, 32.
9
Aureli Boix hace el siguiente comentario sobre la escuela evidencialista, en la
introducción a la edición en español de los Sermones Universitarios, «Sus representantes
sostenían que, así como el deber de todo buen protestante consistía en interpretar por sí
mismo las Escrituras, y no creer ninguna doctrina que no pudiera demostrar para su
satisfacción a partir de ellas, del mismo modo estaba obligado a ir más a la raíz de su
investigación, y convencerse a sí mismo de la verdad del cristianismo mediante un
cuidadoso examen de las pruebas o garantías (Evidences)». J.H. NEWMAN, La fe y la razón,
Quince sermones predicados ante la Universidad de Oxford (1826-1843). Introducción,
traducción y notas de Aureli Boix, 29.
8

Iglesia Anglicana, sino que a su vez encontramos un cierto paralelismo en la


Iglesia Católica, la cual entendió el dialogo apologético desde la óptica de las
pruebas extrínsecas, por un lado presentando los motivos de credibilidad en
actos milagrosos como los narra la Sagrada Escritura y por otro lado desde la
presencia de la Iglesia como prueba de credibilidad.
En palabras del mismo Newman, esta sabiduría que encontramos en la fe
revelada es algo mayor, que viene de algo mucho más grande de la simple
demostración extrínseca de la verdad; es acogida con espíritu humilde, de
escucha, de reflexión, de atención a los motivos internos, «Ella se rehúsa a
revelar sus misterios a aquellos que se le acercan con un espíritu diferente al
humilde y respetuoso de los aprendices y discípulos» 10; es decir, si aquél que
se acerca a la verdad no se deja tocar en lo profundo de su ser por el asombro
frente a lo que se abre ante sus ojos, sino al contrario, la soberbia lo enceguece
pensando que sólo hacer caso a la disposición interior del ser que impulsa
hacia lo sublime o a la voz que habla en lo profundo de su corazón, es
anticientífico y no digno de credibilidad; es apostar por un conocimiento
parcial de la realidad que no llenará satisfactoriamente nuestra sed de verdad.
De una manera sencilla, debemos decir que Newman es un hombre que
habla al corazón de los demás, tal y como lo presenta en el lema de su escudo
cardenalicio: Cor ad Cor Loquitur (El corazón que habla al corazón), tomado
del ilustre San Francisco de Sales. Acercarse a la experiencia de la fe en
nuestro cardenal inglés, es acercarse al diálogo del corazón, hacer todo un
movimiento de introspección, que en palabras suyas, tomadas de su obra Loss
and Gain (Perder y Ganar), reflejan su manera de pensar, «el corazón es un
secreto que cada uno tiene con el Creador; nadie más puede alcanzarlo o
tocarlo»11. De esta forma es dejarse tocar en las fibras más profundas del ser,
dejarse interrogar e incomodar, como único método profundo para llegar al
conocimiento de la humanidad y del mundo en el que se desenvuelve la vida.
Es el camino del conocimiento de lo que llamamos realidad.
Miremos en el marco de este diálogo, algunos puntos fundamentales en la
obra de Newman
3.1 La centralidad del sujeto

10
J.H. NEWMAN, «Fifteen Sermons preached before the University of Oxford, between
A.D. 1826 and 1843. {1} Sermon I. The Philosophical Temper, first enjoined by the
Gospel», 48.
11
J.H. NEWMAN, Perder y Ganar, 27.
9

El acto más sublime de la revelación se da un la manifestación personal de


Dios en Jesucristo12, que asume un papel relacional con los hombres. Llegar a
la verdad, es un proceso de maduración del hombre, que sólo lo puede
alcanzar con un corazón atento a la voz de Dios que habla en su interior; es
una experiencia de vida que se forja en el descubrir lentamente las huellas del
infinito que se han trazado sobre el mundo y su humanidad; es la experiencia
de entrar en el silencio de la vida para descubrir, en la intimidad del ser, el
universo que se abre con rasgos de infinitud, un abismo de conocimiento que
sacia de manera inagotable nuestra sed de verdad, nuestra sed de certeza frente
al mundo real que nos rodea. Al leer la novela escrita por el mismo Newman,
Loss and Gain (Perder y Ganar), descubro la intención del autor para hablar
de esta etapa de madurez del hombre, en su conocimiento particular, en el
conocimiento de la realidad y de la verdad; sin embargo, Newman lo presenta
de manera irónica, casi que apuntando a la inversión del movimiento, presenta
este camino del hombre como el proceso donde, «a medida que el tiempo pasa
y ordenamos y medimos las cosas – a medida que vamos formando nuestras
“opiniones particulares” – avanzamos hacia la filosofía y la verdad,
separándonos de la poesía»13, es decir, no debería ser mutilación de la
capacidad del asombro, al contrario, sería el despertar a la experiencia de la
imaginación que toca nuestra realidad de manera envolvente y nos hace
capaces de ver el mundo diferente, porque como nos lo dice Newman,
«Nosotros creemos porque amamos. Esta es una clara verdad!» 14. Y esta es la
verdad que no podemos separar de nosotros mismos; así pues, este amor nos
permite caminar sobre el fundamento sólido de la verdad que existe, no de un
relativismo que nos hace vacilar en cada decisión que tomamos.
La motivación personal siempre estará en el horizonte del discurso de
Newman, sobre la fe, sobre la verdad y la intervención en la realidad: No se
puede separar esta intuición en el acercarse al conocimiento de las cosas y a la
manifestación del mismo en medio del mundo. Es todo el hombre el que se
12
«Qui Newman anticipa i teologi moderni i quali sottolineano che Dio rivela se stesso
piuttosto che delle verità su di sè. Così la rivelazione di Dio in Cristo è principalmente una
rivelazione personale: “Ciò di cui si sono sempre nutriti i cattolici, i dottori della Chiesa,
come anche gli apostoli, non è un certo numero di canoni o decreti teologici, ma… il Cristo
stesso come è rappresentato nell’esistenza concreta nei Vangeli”». I.T. KER, Newman: La
fede, 29.
13
J.H. NEWMAN, Perder y Ganar, 44.
14
J.H. NEWMAN, «Fifteen Sermons preached before the University of Oxford, between
A.D. 1826 and 1843. {222} Sermon XII. Love the Safeguard of Faith against Superstition»,
436.
10

acerca a la verdad, es todo el hombre el que se siente tocado por la misma.


Newman parte de la experiencia antropológica común a todos los seres
humanos, «No solo sentimos, pensamos y razonamos, sino que sabemos que
sentimos, pensamos y razonamos; no solo sabemos, sino que podemos
examinar y acertar nuestros pensamientos, sentimientos y razonamientos; no
solo acertar, sino describir»15. Nos damos cuenta que sentimos, que pensamos,
que amamos; pero también tomamos conciencia de estas formas de expresión,
también razonamos sobre ello y esto es lo que nos aleja de ser idealistas, o de
apostar nuestra vida por un sueño que se queda olvidado en el vacío y el
sinsentido de la historia. Es una experiencia ligada al comportamiento
humano, «Y tal es en particular el mundo en el cual todos los hombres,
dotados o no dotados, usualmente razona, - no con base a reglas, sino con base
a una facultad interior»16. Porque razonar es propio de todos, hasta de los más
humildes, aunque no tomen conciencia de ella; es algo que se pega a la piel, a
la esencia del hombre y se manifiesta en cada bocanada de aire que sale de su
ser; la grandeza del sabio, entonces, es que algunos pueden manifestar este
razonamiento de manera explícita y otros lo siguen alimentando de manera
implícita en el silencio de su interior. Pero es una realidad tan cierta y tan
cercana, como la presencia del Dios que mueve a actuar en medio del mundo.
Así lo acentúa el Diccionario de Teología Fundamental, cuando se refiere a
J.H. Newman: «La primera nota característica de este proyecto está
determinada por el hecho de que el sujeto se convierte de nuevo en partner del
discurso teológico. No es ya la doctrina abstracta en sí misma, sino ante todo
el real man, el hombre concreto, el que se enfrenta con el tema definitivo del
sentido»17. Es el sujeto el capaz de la transformación y de la lectura diferente
del mundo y de la historia, la lectura de la búsqueda de la verdad y la realidad;
todo esta historia apasionante por el hombre y su realidad, sólo puede ser
marcada por la experiencia del amor que en fin de cuentas es el punto clave
del diálogo con el Dios de la Revelación.

3.2 El Dios que se revela personalmente

15
J.H. NEWMAN, «Fifteen Sermons preached before the University of Oxford, between
A.D. 1826 and 1843. {251} Sermon XIII. Implicit and explicit Reason», 470.
16
J.H. NEWMAN, «Fifteen Sermons preached before the University of Oxford, between
A.D. 1826 and 1843. {251} Sermon XIII. Implicit and explicit Reason», 472.
17
R. FISICHELLA, «Newman, John Henry», DTF, 1029.
11

La idea clara y marcada del pensamiento de J.H. Newman, es la capacidad


de darse cuenta por parte del hombre que puede escuchar la voz de Dios. Si
bien, en un primer momento nos plantea la figura del sujeto al centro del acto
de fe y en él la convergencia de todo lo que significa la razón implícita que
mueve al actuar y a su cercanía con Dios y desde allí pasar a la razón
explícita, como ser capaz de manifestar la fe no solo a nivel personal sino
también exterior; ahora nos detenemos en lo que significa la revelación para
Newman, como autocomunicación, en las mimas categorías de encuentro de
personas, entre Dios y el hombre. Ahora bien, nuestro autor es consciente en
afirmar que:
La fe no puede existir sin fundamentos ni sin un contenido, pero de esto no se
sigue que todos los que tienen fe deban ser conscientes, y capaces de formular, lo
que creen y por qué. Y viceversa, por el hecho de que esta fe no se identifica
exactamente con sus fundamentos y su contenido, no se puede sacar la
consecuencia de que deja de ser fe auténtica, al hacerse consciente de ellos. A
medida que la mente reflexiona sobre sí misma, será capaz de «dar explicaciones»
sobre lo que cree y espera; en el grado en que no ha reflexionado así, no lo será.
Buscar este conocimiento reflexivo no puede ser malo, pues la reflexión es una
facultad natural de nuestras almas, pero no puede ser necesario, porque la
reflexión no es una facultad que aparezca en los comienzos18.
Nos hace caer en cuenta que si bien la fe no depende de las pruebas, existe
y se manifiesta libremente en el hombre, tenga este la capacidad de reflexionar
acerca de su presencia en lo profundo de su ser, como no la tenga; o a su vez,
pueda dar razón de ella o no lo pueda hacer. La fe siempre permanecerá en él,
ya que el movimiento de la revelación de Dios no puede condicionarse a la
capacidad de reflexionar sobre la razón implícita o la razón explícita. Siempre
la comunicación de la Salvación de Dios al hombre se presentará en términos
de búsqueda. Un hombre que quiere darle sentido a su existencia y un Dios
que sale a su encuentro para manifestarle este sentido.
Newman denota que la revelación llega a su plenitud, no solo por una
experiencia de religión natural, como puede plantearlo la filosofía, sino más
bien, por la experiencia de un ser concreto, persona, plenitud, manifestado en
Jesucristo. Nuestro autor nos dice,
18
J.H. NEWMAN, «Fifteen Sermons preached before the University of Oxford, between
A.D. 1826 and 1843. {251} Sermon XIII. Implicit and explicit Reason», en MARCHETTO,
M., ed., John Henry Newman. Scritti Filosofici, Quindici sermoni all´Università di Oxford,
Quaderno filosofico, Saggio a sostegno di una grammatical dell´assenso, Milano 2005,
466.
12

Después de reconocer hasta donde podia la corrección en abstracto del sistema


filosófico (Pablo), les predica a Jesús y la resurrección; es decir, personifica el
caracter moral de la Deidad en los hechos históricos que la significan, convertidos
así en instrumento cristiano de manifestación de sus atributos19.
No es la predicación de los actos morales, el rumbo a seguir, o las normas
de comportamiento, que de cierta forma, nos invita a seguir el conocimiento
filosófico a medida que se alcanza su amistad. De una u otra forma, el hombre
que quiere avanzar en la búsqueda de la verdad va alcanzando cierto grado de
madurez, en sus sentimientos, en la forma de ver la vida y el mundo, y ante
todo, en la manera de actuar, que su carácter se ve transformado, a una especie
de conversión. Pablo resalta el amor a la verdad de un pueblo para el cual el
conocimiento es la cumbre de la perfección; sin embargo, esta búsqueda se ve
incompleta porque le hace falta salir de un mundo abstracto y entrar en la
relación de lo concreto, de lo personal. Es allí donde Pablo presenta la figura
de Jesucristo.
Tenemos delante de nosotros, no una serie de teorías y doctrinas vacías que
no llegan a lo profundo de nuestro ser y que no tienen capacidad de hablar al
corazón de los hombres. Frente a la acusación constante que el mundo de la
evidencia hace a la fe, la Revelación de Dios nos pone delante no un tratado
teológico, sino ante todo, una persona, con hechos y acciones concretas, no es
basado en conjeturas; pero tampoco son hechos que sigan una ley general; es
una persona que actúa y mueve la vida de cada hombre para revelar a su
mente y su espíritu la existencia de un Dios que todo lo puede, que todo lo
hace y es fuente de verdad inagotable, ya que se convierte en soporte de la
existencia humana.
A su vez, en este discurso de la revelación que presenta Newman, es
necesario aclarar la diferencia que él mismo nos presenta entre la religión
natural y la religión revelada. En sus Sermones Universitarios, hace la
siguiente aclaración:
Éste es, por tanto, el sistema Revelado en comparación con el natural: enseña
grandes verdades religiosas históricamente, no mediante indagación teórica;
revela la naturaleza divina, no en obras hechas sino en el acto personal de
realizarlas; no en sus leyes morales, sino mandates que interpelan personalmente;
enseñándonos en la práctica a ser súbditos de un Reino, y no ciudadanos de una

19
J.H. NEWMAN, «Fifteen Sermons preached before the University of Oxford, between
A.D. 1826 and 1843. {16} Sermon II. The Influence of Natural and Revealed Religion
Respectively», 76.
13

república estoica; e imponiéndonos obediencia, que se basa en la fe más que en la


razón20.
La diferencia radical consiste, sobre todo, en que todo hombre por
naturaleza tiene la tendencia al investigar, al poner en juego su razón para
alcanzar un conocimiento que pueda explicarle los misterios más profundos de
su vida y de su historia; pero en fin de cuentas, es un ejercicio limitado ya que
simplemente lo lleva a una confrontación frente a su rol político en medio de
una sociedad; sin embargo, la religión revelada apunta al misterio profundo de
su existencia y al deseo de entrar en relación con algo superior a él, que lo
sobrepasa, que lo diferencia de una dinámica social simplemente y que abre
las puertas al hombre de un mundo totalmente diferente por el que vale la pena
luchar y seguir adelante. No somos simplemente ciudadanos de una sociedad
política que basa sus normas en el derecho; somos constructores de un Reino,
que basa su existencia en el amor.
Lo sobrenatural de la revelación se nos pone ante nuestras vidas para
provocar nuestra capacidad mental, no solo para elaborar juicios de razón,
sino, y creo que es lo más importante y novedoso de la enseñanza de Newman,
para despertar la imaginación que es capaz de desvelar el misterio, que es
capaz de reflexionar a tal punto de poner en concreto, de manera real, las
impresiones que el Dios de la vida va dejando en lo profundo de cada ser.

3.3 La probabilidad antecedente


El autor quiere notar en este tema, cómo la vida de los hombres
constantemente se rige por principios anteriores a él; y no sólo por pruebas
exactas, como lo intenta explicar la racionalidad fría de las cosas 21. De esta
forma, a la acusación punzante que se hace a la experiencia de la fe, como
hecho irracional, fantasía y superstición, Newman encuentra una respuesta
clara, que deja entrever cómo cada ejercicio de conocimiento, ya sea en el
campo religioso, como en el campo de la ciencia, está marcado por una

20
J.H. NEWMAN, «Fifteen Sermons preached before the University of Oxford, between
A.D. 1826 and 1843. {16} Sermon II. The Influence of Natural and Revealed Religion
Respectively», 86.
21
«Newman sostiene che la fede religiosa, come ogni convizione, è “influenzata… meno
dalle prove, e più da principi, opinioni e desideri nutriti precedentemente”, in altre parole,
da “probabilità antecedenti”. È quando queste “predisposizioni” sono giuste che “noi
facciamo bene a credere”, anche se “in base a prove scare”. La fede, allora, è un “principio
morale” nel senso che è “creata nella mente, non tanto da fatti quanto da probabilità”». I.T.
KER, Newman: La fede, 9.
14

presuposición que antecede este proceso de conocimiento. Lo denota de la


siguiente forma:
La suposición, pues de un sistema de leyes estables, por la cual se guía toda
investigación científica, es también el fundamento en que se apoyan las garantías
racionales a favor de la religión revelada. Es tanto más necesario insistir en esto,
cuanto que algunos autores han querido confundir la fe judeo-cristiana con las
otras religiones y supersticiones populares que carecen de principios básicos y no
pretenden apoyarse en ningún razonamiento22.
De allí que la suposición es más cercana a todos nosotros, de lo que
nosotros mismos pensamos. Cada hombre, antes de adentrarse a la
investigación científica, que le permite establecer normas de conocimiento y
al mismo tiempo, desvelar nuevos avances en el mismo, debe partir del hecho
que las leyes que rigen su investigación, tienen un grado alto de probabilidad,
es decir, hace la apuesta, según el fin que desea alcanzar, que aquellas leyes
serán verificadas. En este punto concreto alcanzaríamos un momento fuerte de
diálogo entre la fe y la razón; la investigación científica se guía por una
suposición, es decir por una motivación o interés especial que le antecede, y
que en cierta medida corrobora lo que quiere demostrar, al igual que la
experiencia de la religión. De allí, que el mundo que nos sale al encuentro con
toda su complejidad, con sus leyes estables, con sus características particulares
de la naturaleza, que se va imponiendo en nuestra imaginación, resulta ser
aquello, que de alguna manera, ya nosotros teníamos en mente y nos había
puesto en camino de transformación de esta misma realidad.
En la vida de todos los días, en la práctica de nuestros asuntos, antes de
basarnos en las pruebas posibles que corroboran el actuar, nosotros estamos
marcados por las probabilidades que se convierten en la base de nuestras
direcciones y según estas, nuestra interioridad y nuestras motivaciones son
puestas en marcha para alcanzar nuestros fines determinados. Sin embargo,
alguno podría decir, entonces, que el actuar humano es un cúmulo de
subjetivismos, que lo único que pretenden, bajo pretexto de seguir las
probabilidades antecedentes, es dar valor de verdad a nuestras propias
intenciones. Según esto, tenemos que decir, que el objetivo de tomar en cuenta
el hecho de las probabilidades no es caer en el juego de las evidencias
exteriores, al contrario, es tomar el riesgo de aventurar la vida, de dejarse
guiar en el camino de la vida, con el fin de descubrir un mundo más amplio
22
J.H. NEWMAN, «Fifteen Sermons preached before the University of Oxford, between
A.D. 1826 and 1843. {1} Sermon I. The Philosophical Temper, first enjoined by the
Gospel», 44.
15

que se nos abre ante nuestros ojos. Michele Marchetto, en la introducción que
hace a la edición de los Scritti Filosofici, de Newman, nos hace caer en cuenta
que la probabilidad es elucubración demostrativa:
La probabilidad, cuya evidencia reguarda datos de hecho y es por esto diversa de
aquella demostrativa que tiene que ver con el pensamiento abstracto, no puede dar
más que informaciones imperfectas, las cuales son interesantes seres de la
capacidad cognitiva limitada que somos nosotros: es por esto que para nosotros
«la probabilidad es la misma guía de la vida»23.
De ahí que la vida de todo hombre se deja guiar por una experiencia que
implica riesgo, aventura, apuesta por la diferencia; sería un error grandísimo,
tratar de medir la existencia de la humanidad, en la experiencia de hechos fríos
y calculados; sería un reduccionismo catastrófico del sentido de la humanidad,
que implica precisamente esto, dejarse llevar por el latir del corazón que abre
camino de posibilidad por encontrar un futuro nuevo y mejor24.
J.H. Newman, nos presenta la fe, como una realidad tan presente y honda en
la intimidad del ser humano, como lo es la capacidad de razonar, a sus
palabras y a su actuar; pero, al mismo tiempo nuestro autor quiere hacernos
caer en la cuenta que es muy peligroso hacer reduccionismos que lleven a la
contemplación del misterio del hombre, que es un destello de la manifestación
del misterio de Dios, desde la óptica meramente racionalista. Fe es una manera
de razonar de forma diversa, ya que su fundamento no se puede mostrar, como
el mismo Newman lo dice:
La fe es un proceso racional en el que una porción muy grande de lo que
fundamenta la inferencia no puede mostrarse; o sea, es mucho lo que radica en el
carácter de la misma persona creyente, en su modo de ver las cosas en general, su
estimación de lo que es probable e improbable, las expectativas que provienen de
sus deseos innatos y las impresiones que tiene en cuanto a la voluntad de Dios.
Todo esto es tan complejo que siempre parecerá irracional y despreciable ante el
mundo; hasta que… los hechos posteriores lo confirmen25.

23
M. MARCHETTO, «Monografia introduttiva. La filosofia di John Henry Newman»,
XLI.
24
«Newman vuol dire che non è la fede, per il suo contenuto intellettuale, a fondare e a
trascinare dietro a sé la speranza, orientandone i desideri. L’uomo non conosce solo con la
razionalità. L’uomo conosce con la sensibilità del cuore e degli affetti; il suo desiderio
profondo, la sua speranza sostengono il suo assenso conoscitivo alla rivelazione, che è una
risposta all’uomo totale» L. CHIRATRIN, Newman, Catechista Universitario, 101.
25
J.H. NEWMAN, «Fifteen Sermons preached before the University of Oxford, between
A.D. 1826 and 1843. {202} Sermon XI. The Nature of Faith in relation to Reason», 406.
16

3.4 La Gramática del Asentimiento Religioso


Una de sus obras más renombradas y más trabajadas por el autor, donde
hace una completa reflexión, ya sea desde el punto de vista teológico o
filosófico, en el tema del diálogo fe y razón. Dedica gran parte de su trabajo al
tema del asentimiento, el asentimiento nocional y el asentimiento real.
Es en esta experiencia del asentimiento nocional, donde nos encontramos
con una idea de Dios que se queda descansando simplemente en una
argumentación abstracta, que en cierta medida, no tiene ninguna repercusión
en la vida del hombre; este proceso argumentativo se detiene en el análisis de
ideas sistemáticas, que en su orden hacen parte de la ciencia teológica, pero
que a su vez, deben ser impulsadas a un asentimiento real, para convertirse en
el Acto de fe, es decir en la toma de decisión en el encuentro con el Dios
personal. Al hablar de asentimiento nocional, como de un estadio primero,
debemos dar el siguiente paso en el proceso de la fe, de esta forma llegamos a
lo que constituye el asentimiento real, que en nuestro autor, posee gran
importancia. Según Newman, el asentimiento real hace referencia:
En sí mismo a un acto intelectual, el objeto del cual es presentado de la
imaginación; y así que el puro intelecto no conduce a la acción ni a la
imaginación, sin embargo la imaginación tiene medios, que el puro intelecto no
tiene, para estimular aquella facultad de la mente de la que proceden las acciones.
El Asentimiento Real, entonces, o Creencia, como se puede llamar, considerado
en sí mismo, o sea simplemente como Asentimiento, no conduce a la acción; pero
las imágenes en las que vive, que representan la cosa concreta, tienen el poder
concreto sobre las afecciones y las pasiones, y por su medio llegan a ser
indirectamente operativas26.
Este asentimiento posee la cualidad de hacer presente el nivel de la
imaginación, dándole un carácter intelectual, que si bien no constituyen
pruebas que intentan demostrar algo, si vienen asociadas a la existencia de las
creencias que se presentan en la vida del hombre y allí mismo, impulsan a la
acción; de esta forma tendríamos que hablar de las motivaciones, de los
preámbulos que mueven todo el hombre y le hacen representar la realidad. En
este sentido, podemos decir, que Newman toma en cuenta esta clase de
asentimiento, ya que para él, el campo de la fe no debe quedarse cerrado en la
argumentación teórica, sino que debe impulsar a algo demás, es decir, al
actuar. Así pues, «El conocimiento de Dios que proviene de la revelación no
es, por tanto, un conocimiento especulativo, sino más bien una realidad que

26
J.H. NEWMAN, «An Essay in aid of A Grammar of Assent», 1000.
17

provoca a una responsabilidad moral y que requiere el compromiso de toda la


vida»27.
De esta manera nos damos cuenta que por muy argumentativa que sea la
ciencia, e incluso, por muy firmes que parezcan sus postulados, el poder de
persuasión no reposa en sólo en ella, ya que todo lo que significa la
complejidad del ser humano no puede ser reducido a una deducción lógica, es
evidente que el testimonio de la imaginación siempre tiene algo demás que
estimula el conocimiento a algo más: «Nadie morirá por sus cálculos: muere
por sus realidades»28. Lo que nos toca, lo que nos hace sensible, lo que nos
mueve a la vida, los que nos interroga en lo profundo de nuestro ser, sólo eso
es capaz de ser testimoniado, incluso, con la muerte. Ninguno muere por
cálculos, muere por realidades.
Para Newman, la descripción del hombre como animal racional, debe ser
superada, con ánimo de caer en un reduccionismo que corte de raíz
condiciones propias de la existencia de los seres humanos. En su Gramática,
él mismo dirá:
El hombre es el más alto de los animales, es todavía más que un animal, en
cuanto posee una mente; es decir, posee una naturaleza compleja diferente a la de
los animales, con un objetivo más elevado y una perfección específica; pero sin
embargo el hecho que otros seres encuentren su bien en el uso de su particular
naturaleza humana, es una razón para anticipar que usar debidamente la nuestra es
tanto nuestro interés cuanto nuestra necesidad29.
Primero se debe tener en cuenta que es más que los animales, ya que es
capaz de dar razón, de ejecutar en su intelecto un innumerable cúmulo de
cosas que lo llevan a un proceso serio de argumentación sobre su ser; pero es
mucho más que un animal racional, porque Newman entiende que el acto de fe
que se da en los hombres, no es un simple acto instintivo, al contrario,
obedece tanto a un racionamiento como a un percibir la voz de Dios que le
habla en medio de su Revelación y de esta forma, lo hace capaz de entrar en
27
R. FISICHELLA, «Newman, John Henry», DTF 1027. A este punto, también vale la
pena anotar el comentario de L. Callegari, sobre el sentido del asentimiento real y su
importancia en la relación con el Dios de la fe: «Una volta appurata la possibilità di dare
assenso reale alla realità di un Dio personale attraverso la coscienza, Newman riesce a
colmare lo iato (retaggio del pensiero teologico liberale) tra il freddo assenso nozionale alla
proposizione esprimente l’esistenza di Dio e quella forma di assenso vivo che, in perfetta
complementarità con quello intellettuale, dà alla fede del singolo l’impulso a farsi principio
d’azione» L. CALLEGARI, Newman. La fede e le sue ragioni, 122.
28
J.H. NEWMAN, «An Essay in aid of A Grammar of Assent», 1006.
29
J.H. NEWMAN, «An Essay in aid of A Grammar of Assent», 1432.
18

relación, de amistad y de compromiso, con su Señor. Pienso que en esta punto


clave, encontramos la sutileza del mensaje de J.H. Newman.
Podemos concluir siguiendo a L. Callegari, diciendo que:
Newman ha escrito la Gramática con el interés de mostrar que también la fe
del simple creyente, no es grado de dar racionalmente una explicación, es sin
embargo gramaticalmente correcta, en cuanto el recorrido que lleva a la fe como
asentimiento real es común – en el teólogo como en la persona común –
respondiendo a las reglas naturales e implícitas del razonar concreto. Está bien,
sin embargo, recordar que el asentimiento en Newman es siempre un acto
intelectual que, en cuanto tal, preserva la fe de ser un simple sentimiento, como
era por el contrario en el pietismo evangélico, y la libera de los peligros del
fanatismo y de la superstición30.

3.5 La Educación: La idea de Universidad


Desde el prefacio a la obra, Newman responde la pregunta sobre ¿Qué es la
Universidad?, nos dice: «Ella es un lugar para la enseñanza del saber
universal. Esto comporta, por una parte, que su fin sea intelectual, no moral; y,
por otro, que ella sea la difusión y la extensión del saber más que el adelanto.
Si su objetivo fuese el descubrimiento científico y filosófico, no veo porque la
Universidad debería tener estudiantes; si fuese la educación religiosa, no veo
como pueda ser la sede de la literatura y de la ciencia». De allí que la
Universidad comporta en lo más profundo de su ser, la formación integral del
hombre, ya sea en el campo intelectual, como en el campo espiritual; es por
eso que cuando la Iglesia emprende la misión de educar, en especial a nivel
superior, fundando universidades, debe estar atenta al bienestar de las
personas, enmarcado en una sana formación de una sociedad donde sus
miembros se conviertan en protagonistas activos de la construcción de un
mundo mejor, que tome en cuenta no sólo la dimensión racional, sino también
la dimensión espiritual de cada ser humano.
Es por eso que Newman piensa en la labor de la Universidad en los
siguientes términos: «Una Universidad, debería decir, en su mismo nombre
profesa de enseñar el saber universal: la teología es ciertamente una rama del
saber: como es entonces posible para ella profesar todas las ramas del saber, y
sin embargo excluir unas materias de su enseñanza una que, por no decir otro,
¿es tan importante y tan amplia como cada una de ellas? No entiendo como la
una o la otra de las premisas de este argumento sea susceptible a
impugnación… En cuanto a la extensión de la enseñanza universitaria, cierto
30
L. CALLEGARI, Newman. La fede e le sue ragioni, 166.
19

es que el mismo nombre de Universidad es incompatible con limitaciones de


cada género» (Discurso II). Podríamos unir Universal – unidad, el centro, la
casa del saber universal, el saber en la diversidad que busca siempre alcanzar
el conocimiento de los perfecto. Siguiendo esta reflexión, podemos entender,
que si bien, «La verdad es objeto del saber en cualquier género» (Discurso
III), en los centros universitarios no puede concederse de manera exclusiva,
esta primordial característica a una sola rama del saber. En el marco de de esta
gran verdad, el objetivo de la teología, alcanzar la profundidad en el
conocimiento de Dios, alcanza significación a la par de las ciencias
experimentales, ya que «La teología y la ciencia humana son dos cosas, no
una, y tienen sus respectivos campos, contiguos tal vez y conexos el uno y el
otro, pero no idénticos. Cuando contemplamos la tierra, no contemplamos el
cielo y cuando contemplamos el cielo, no contemplamos la tierra» (Discurso
III).
Newman, en su reflexión sobre el quehacer de la Universidad tiene claro
que «Todo el conocimiento forma una unidad, porque su objeto es uno solo; el
universo en efecto en su grandeza y profundidad está íntimamente unido, que
no podemos separarlo parte por parte, y operación por operación, si no con un
abstracción mental; y entonces, de nuevo, cuanto su Creador, aunque
naturalmente en su Ser sea infinitamente distinto, y la teología sus campos con
los cuales el conocimiento humano no tiene alguna relación, sin embargo, Él
se ha comprometido en él, y lo ha acogido en su seno, con su presencia, su
providencia, sus improntas y sus influencias, que no podemos contemplarlo
con verdad y plenitud sin contemplar a Él en ciertos aspectos fundamentales.
Las ciencias, luego, son el efecto de esta abstracción mental de la cual he
hablado, siendo la descripción lógica de este o de aquél otro aspecto del entero
objeto del conocimiento. Porque todas pertenecen al mismo círculo de objetos,
ellas son todas conexas entre sí; porque son solamente unos aspectos de las
cosas, se toman una a una, son incompletas en su relación con las cosas en sí,
aunque completas en la propia idea y por los propios objetivos; desde estos
puntos de vista ellas tienen necesidad y se sirven la una de la otra» (Discurso
III). De allí que el poseer la verdad completamente no es tarea exclusiva de
una o un par de ciencias, sino de todas en general, y mutilar el conocimiento
de una de ellas, es hacer un grave daño a la verdad misma. De esta forma, dice
J.H. Newman: «Observo entonces que, si elimináis cualquier ciencia del
círculo del saber, no podéis tener vacante el puesto; aquella ciencia viene
olvidada; las otras ciencias cierra la fila o, en otras palabras, sobrepasan sus
propios límites y se entrometen donde no tienen ningún derecho» (Discurso
20

IV)… y más adelante «He dicho que todas las ramas del saber están ligadas
entre sí, porque el objeto del saber es íntimamente unitario en sí mismo, dado
que consiste en los actos y en las obras del Creador… Ellas se complementan,
se corrigen, se equilibran recíprocamente» (Discurso V) (frente a esto pone el
ejemplo de los colores, con sus diversos matices y contrastes, al igual que las
ciencias según la compañía que tengan.
Newman hace un elogio al llamado saber liberal, en estos términos: «Es
acostumbrado hablar de “saber liberal”, de las “artes y de los estudios
liberales” y de “una educación liberal”, como de la característica peculiar o
propiedad de la Universidad y del caballero; ¿en realidad qué cosa se entiende
con esta palabra? Ahora, en primer lugar, en su significado gramatical ella es
opuesta a servil; y por “trabajo servil” se entiende, como nos informa nuestro
catecismo, el trabajo físico, las ocupaciones mecánicas y similares, con los
cuales la mente tiene poco o nada que hacer. Análogas a estos trabajos serviles
son aquellas artes, admito que no merecen el nombre, de las que habla el poeta
(Ética a Nicómaco de Aristóteles), que deben su origen y su método al caso,
no a la habilidad; como, por ejemplo, la práctica y las acciones de un
empírico. En la medida en la cual este contraste se puede considerar una guía
al significado de la palabra, la educación liberal y las investigaciones liberales
son ejercicios de la mente, de la razón, de la reflexión» (Discurso V), en este
orden de ideas, habla de la Teología: «Si, por ejemplo, la teología, en vez de
ser cultivada como contemplación, se limitase al objeto del púlpito o fuese
representada por el catecismo, perdería, - no su utilidad, ni su carácter divino,
ni sus méritos, - sino que perdería el particular atributo que estoy ilustrando; -
la teología en efecto ejercitada en este modo no es simple conocimiento, sino
más que todo es un arte o una ocupación que hace uso de la teología. Y así
parece que también esto que es sobrenatural no sea necesariamente liberal, ni
un héroe necesariamente un caballero, por la clara razón que una idea no es
otra idea». (Discurso V). En síntesis, la educación liberal apunta a la
formación de los buenos hombres, pero el saber teológico apunta a hacerlos
santos, y los dos se deben complementar: «El saber es una cosa, la virtud es
otra; el buen sentido no es la consciencia, el perfeccionamiento no es la
humildad, ni la amplitud y corregimiento de vista no son la fe. La filosofía,
por cuanto iluminada, por cuanto profunda, no da sin embargo mandatos a las
pasiones, ni motivos que influencian, ni principios que vivifican. La educación
liberal no hace el cristiano ni el católico, sino el caballero. Está bien ser
caballero, está bien tener un intelecto educado, un gusto delicado, una mente
sincera, y he aquí, imparcial, un comportamiento noble y cortés en la conducta
21

de vida; - estas son las cualidades connaturales a un amplio conocimiento; son


los objetivos de la Universidad; los estoy defendiendo, los ilustraré e insistiré
sobre ellos; pero sin embargo, lo repito, no son garantía de santidad y tampoco
de concientización, ellos se pueden atribuir al hombre de mundo, al disoluto,
al sin corazón, - agradable y atrayente como se muestra cuando se le reviste».
(Discurso V)
En conclusión afirma Newman sobre lo que se hace en las universidades y
lo que hacen sus estudiantes, por una parte «la educación universitaria es el
gran instrumento ordinario de un fin grande pero ordinario; ella aspira a elevar
el tono intelectual de la sociedad, a cultivar la opinión pública, a purificar el
gusto nacional, a formar principios verdaderos al entusiasmo popular y
objetivos estables a la aspiración popular, a dar amplitud y sobriedad a las
ideas del tiempo, a facilitar el ejercicio del poder político, y a afinar las
relaciones de la vida privada. Es la educación que da al hombre una clara
visión consciente de las propias opiniones y de los propios juicios, una verdad
en el desarrollarse, una elocuencia en el expresarse, y una fuerza en el hacerle
valer. Ella les enseña a ver las cosas como son, a andar derecho a la sustancia,
a desenredar un nudo de pensamientos, a descubrir esto que es sofistico y a
descartar esto que es irrelevante. Ella lo prepara a ocupar cada posición con
dignidad, y a dominar cualquier tema con facilidad» (Discurso VII) y frente a
los alumnos, «Habéis venido no simplemente porque se os enseñe, sino para
aprender. Habéis venido para ejercitar vuestras mentes. Habéis venido para
hacer esto que sentís en vuestro, tendiendo la mano, por decir así, para
aferrarlo y para apropiarlo. No venís simplemente a escuchar una lección o a
leer un libro, sino que venís para aquella instrucción catequética que consiste
en una especie de conversación entre quien tiene la lección y vosotros. Él os
dice una cosa, y os pide de repetirla después de él. Os pregunta, os examina,
no os dejará ir hasta que no haya prueba no solo que habéis escuchado, sino
que sabéis». (Origen y desarrollo de la Universidad, idea de Universidad, p.
911)

CONCLUSIÓN
En el horizonte cultural del siglo XXI, Newman promueve el dialogo entre
fe y cultura, tenemos que volver a la invitación que nos hace de alargar el
proceso del conocimiento. Newman no quiere entender el mundo de la cultura
y de la razón, como sistema rígido y estático; quiere comprenderlo como
realidad dinámica, en la cual, al centro siempre estará la persona humana que
22

cree, que se interroga por el valor de las cosas, que busca la verdad. Sólo
asumiendo esta actitud, podemos entender que el progreso de la humanidad,
asumido desde la herencia teológica que nos deja el cardenal John Henry
Newman, es un diálogo entre fe y razón, que no quiera convertir la una
esclava de la otra, sino encontrando juntos un camino a la sabiduría que viene
de lo alto, donde se es capaz de saltar la barrera de la especulación cerrada,
para dejar escapar las motivaciones interiores que siempre arden en deseo de
vivir la aventura de lo eterno.
Concluyendo esta reflexión, recuerdo un pequeño libro que leí de Eric-
Emmanuel Schmitt, novelista francés, llamado Oscar y la dama de rosa; se
cuenta la historia de un pequeño niño de 10 años, quien está enfermo de
cáncer y gracias al consejo de una de las voluntarias del hospital donde se
encuentra internado, empieza a escribir cartas a Dios, narrando lo que
acontece en cada uno de sus días; lo particular es que es la historia de un niño
nacido y crecido en medio de una familia no creyente, y allí descubre el valor
de la presencia de Dios, y porque no, descubre la fuerza y la sutileza de la fe.
En esta serie de acontecimientos, este pequeño libro termina de la siguiente
forma, narrando la carta de la voluntaria que había conocido al pequeño, y en
donde le escribe a Dios hablando de la muerte del mismo: «En los últimos tres
días, Oscar había puesto una nota sobre su mesa de noche. Creo que tiene que
ver contigo. Había escrito: “Sólo Dios tiene el derecho de despertarme”» 31. El
hombre no se despierta al mundo porque una fórmula de ciencia establecida le
da la solución correcta para alcanzar ciertos grados de asombro frente a lo que
vive todos los días. El hombre se despierta al mundo porque ha sido capaz de
hacer silencio en el afán de sus días y descubrir el suave susurro de una voz
que habla en su conciencia, que lo motiva y le da fuerzas para seguir adelante,
para convertirse en alguien nuevo, para ser artífice de la transformación de la
realidad que lo rodea. Sólo en la medida que seamos capaces de descubrir el
mundo con ojos de asombro y de novedad, con los ojos de una imaginación
regalada a tal punto que invita a ser protagonista de la historia, podremos decir
sólo Dios tiene el derecho de despertarnos, porque sólo quien es capaz de
abrir su corazón al diálogo con otro Corazón, será capaz de alcanzar un
conocimiento que no sólo podrá afectar la mente, sino que es capaz de
transformar la vida.
¡MUCHAS GRACIAS!

31
E.E. SCHMITT, Oscar e la dama in rosa, 90.

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