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Alfred Adler (1870-1937).

Freud atrajo tanto seguidores como críticos. Algunos de sus críticos más abiertos, antes
sus más grandes admiradores, alguna vez apoyaron sus puntos de vista, pero por
diversas razones elaboraron nuevas perspectivas que de todas maneras encajaban en el
modelo psicodinámico. Por ejemplo, no aceptaban el énfasis de Freud en el ello y el
papel de los motivos sexuales; más bien hicieron hincapié en el yo y su papel en el
desarrollo de la personalidad, así como en los aspectos sociales de la personalidad. Esos
individuos son conocidos con frecuencia como los neofreudianos.
Alfred Adler fue un discípulo freudiano expulsado de la Sociedad Psicoanalítica de Viena
en 1911 por sus desacuerdos con Freud. Adler creía que Freud ponía demasiado énfasis
en la pulsión sexual al explicar la personalidad. Argumentaba que la pulsión primordial es
social más que sexual.
De acuerdo con Adler, el niño pequeño es inevitablemente débil cuando se le compara
con los adultos. Esta comparación tiene el efecto de que, a lo largo del resto de la vida del
pequeño, éste se esfuerza por superar los sentimientos de inferioridad que crearon esas
experiencias tempranas. Esta lucha por la superioridad es innata; la gente desarrolla
diferentes estilos de vida para lograrlo; está motivada para desarrollar nuevas habilidades
y destrezas que conduzcan a un sentido de superioridad. De esta forma, Adler cambió el
énfasis de la teoría de la personalidad del ello al yo, que se esfuerza por obtener control
sobre los otros. Advirtió que dedicamos buena parte de nuestra vida a la lucha por
compensar nuestros defectos percibidos. Por ejemplo, al filósofo griego Demóstenes le
avergonzaba si tartamudeo cuando niño, por lo que pasó años practicando para hablar
con claridad y con el tiempo se convirtió en un gran orador.
Adler es considerado el primer teórico del yo debido al énfasis que puso en este concepto.
Para él, el yo era la parte más importante de la personalidad. Está en una lucha constante
por la unidad. En este contexto, Adler postuló el poder creativo del yo –la idea de que
somos capaces de moldear nuestro propio destino (es decir, que poseemos libre
albedrió). Además, Adler fue el primer teórico que recalcó la importancia del orden de
nacimiento, como una determinante de la personalidad. Aunque tuvo gran impacto en el
psicoanálisis y la teoría de la personalidad, su sistema carece de datos duros y
replicabilidad, pues en gran medida se sustenta en anécdotas.

Orden de nacimiento

Adler debe ser tomado en cuenta como el primer teórico que incluyó no sólo la influencia
de la madre, el padre y otros adultos en la vida del niño, sino también de los hermanos y
hermanas de éste. Sus consideraciones sobre los efectos de los hermanos y el orden en
que nacieron es probablemente aquello por lo que más se conoce a Adler. Adler consideró
estas ideas también como conceptos heurísticos (ficciones útiles) que contribuyen a
comprender a los demás.

El hijo único es más factible que otros a ser consentido, con todas las repercusiones
nefastas que hemos discutido. Después de todo, los padres de un hijo único han apostado
y ganado a un solo número, por decirlo vulgarmente, y son más dados a prestar una
atención especial (en ocasiones un cuidado lleno de ansiedad) de su orgullo y alegría. Si
los padres son violentos o abusadores, el hijo único tendrá que enfrentarse solo al abuso.
El primer hijo empieza la vida como hijo único, con toda la atención recayendo sobre él.
Lástima que justo cuando las cosas se están haciendo cómodas, llega el segundo hijo y
“destrona” al primero. Al principio, el primero podría luchar por recobrar su posición;
podría, por ejemplo, empezar a actuar como un bebé (después de todo, parece que
funciona con el bebé comportándose como lo hace, ¿no?), aunque sólo encontrará la
reticencia y la advertencia de ¡que crezca ya!. Algunos se vuelven desobedientes y
rebeldes; otros hoscos y retraídos. Adler creía que los primeros hijos estaban más
dispuestos a desarrollar problemas que los siguientes. Mirando la parte positiva, la
mayoría de los hijos primeros son más precoces y tienden a ser relativamente más
solitarios (individuales) que otros niños de la familia.

El segundo hijo está inmerso en una situación muy distinta: tiene a un primer hermano
que “sienta los pasos”, por lo que tiende a ser muy competitivo y está constantemente
intentando sobrepasar al mayor, cosa que con frecuencia logran, pero muchos sienten
como si la carrera por el poder nunca se realiza del todo y se pasan la vida soñando en
una competición que no lleva a ninguna parte. Otros chicos del “medio” tienden a ser
similares al segundo, aunque cada uno de ellos se fija en diferentes “competidores”.

El último hijo es más dado a ser mimado en las familias con más de uno. Después de
todo, ¡es el único que no será destronado!. Por lo tanto, estos son los segundos hijos con
mayores posibilidades de problemas después del primer hijo. Por otro lado, el menor
también puede sentir una importante inferioridad, con todos lo demás mayores que él y
por tanto “superiores”. Pero, con todos estos “trazadores del camino” delante, el pequeño
puede excederles también.

Si existe demasiada distancia temporal entre ellos, no tienen necesariamente que verse
de la misma manera que si este rango fuese más corto entre ellos.

Referencias:
Apellido, N. I. (Año). Título del Libro. (Edición). Lugar: Casa Publicadora.
Davis, Stephen F, Palladino Joseph J. (2007). Psicología. (Quinta edición). México:
Pearson Educación.
C. George Boeree . (n. d.). Alfred Adler en castellano. Recuperado de:
http://webspace.ship.edu/cgboer/adleresp.html

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