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Capítulo I
Para perpetuarse, la sociedad y las instituciones que la componen tratan de alentar en sus
miembros los valores, conocimientos, representaciones, formas de comportamiento, rasgos
caracteriales, etc. que sirven a tal fin y de desalentar los que se oponen al mismo. Los
procesos por los cuales se trata de introducir, generar o estimular tales rasgos en la
personalidad de los individuos se designan genéricamente con el nombre de socialización.
Los mecanismos mediante los que se desestimulan o penalizan los rasgos contrarios y,
sobre todo, sus manifestaciones en la conducta, suelen agruparse bajo el epígrafe de
control social. (Control social y socialización lo toma como sinónimo)
Asumimos que hay una serie de pautas de comportamiento que derivan no del hecho
general de ser persona, sino del hecho particular de ser casado o soltero, padre o madre,
profesor o alumno, militar, civil, mayordomo o banquero, joven o viejo, etc. Además, los
patrones de comportamiento suelen ser reciprocas: cuando un padre le dice a su hijo que
debe hacerle caso porque es su padre», está aspirando a que aquél identifique y reconozca
simultáneamente ambos papeles: el de hijo y el de padre, el propio y el que tiene enfrente, el
que desempeña hoy y el que desempeñará mañana. Todas las instituciones cuentan con
unos u otros recursos para asegurar los rasgos adecuados en sus miembros, sean éstos
leyes o normas, mecanismos formales pero sin carácter normativo o las simples muestras
personales de aprobación o rechazo: aquí entran desde los códigos militares o las reglas
monásticas hasta la murmuración, pasando por las deontologías profesionales, las
calificaciones escolares, las prisiones, las distinciones honoríficas y un interminable etcétera.
Sólo la familia y la escuela cuentan con una autoridad establecida sobre niños y jóvenes. La
autoridad de la familia se basa en las relaciones de afecto y dependencia y es reforzada por
la sociedad misma, que sostiene el poder de los adultos sobre los que no lo son con todos
los medios a su alcance. La autoridad de la escuela proviene directamente de una
delegación de la sociedad, pero se legitima adicionalmente presentando sus actos como
derivados de la lógica del saber.
Sin embargo, no cabe negar el debilitamiento de la posición de la escuela ante los jóvenes
debido a la explosión de los medios de comunicación de masas. La autoridad se basa a
menudo en su capacidad de definir la realidad de aquellos sobre quienes se ejerce. Las
iglesias, por ejemplo, deben en gran parte su poder a su capacidad de hacer creer a los
fieles que la realidad no se limita a la vida en la tierra, o incluso que ésta carece de
importancia frente a la vida ultraterrena. La escuela se ha beneficiado durante mucho tiempo
de esta capacidad, pues para la inmensa mayoría de su público no existían otras realidades
que la de su entorno inmediato y la definida por la escuela misma.
Ya decía Kant que la primera cosa importante que se aprende en las aulas es a permanecer
sentados. Esta capacidad de organizar la experiencia personal es la gran ventaja, desde el
punto de vista de la eficacia en la socialización, que posee la escuela sobre los medios de
comunicación.
Por consiguiente, todo análisis sociológico de la educación implica -no importa que lo haga
explícito o no- un análisis general de la sociedad y, en particular, de sus instituciones más
importantes; concretamente, cuando menos, la economía -y, en especial, el trabajo-, el
Estado y la familia.
En segundo lugar, no se reduce a un mero problema técnico, por complejo que éste pueda
ser. La problemática de la educación no consiste en encontrar los medios más adecuados -
el método pedagógico para lograr unos fines que, por su parte, se dan por sentados o
quedan fuera de la discusión
El sistema educativo, los centros escolares y las aulas no son un simple escenario de
procesos técnicos, sino espacios surcados por relaciones de poder, grupos con intereses
diferenciados, relaciones sociales estables, normas de conducta, valores, ideologías, etc. Si
el único nexo entre profesores y estudiantes fuera que los primeros saben algo que los
segundos no, las aulas habrían estado siempre vacías; y, en el poco probable caso de
llenarse, no funcionarían como lo hacen.
Para la sociología, en fin, carece de sentido convertir al alumno en la única variable, de cuyo
lado caería toda la responsabilidad del resultado de su paso por la escuela. No son las
diferencias entre los alumnos, ni siquiera sumándoles toda la parafernalia relativa al origen
social y cultural, las que determinan sus distintas realizaciones en la escuela. Las
diferencias que cuentan no son las que se sitúan fuera por entero de la institución escolar,
sino las que están en el centro de la articulación entre ésta y la sociedad global o sus
principales instituciones. Está fuera de lugar, por consiguiente, ocultar la responsabilidad de
la escuela bajo la aureola de su presunta cientificidad mientras se clasifica a los alumnos
como <<normales», <<niños-problema», etc. o se rebautiza su exclusión como «fracaso» y
su rechazo como «inadaptación>>.
Finalmente, hay que señalar que el análisis sociológico no debe reducir a los sujetos a la
condición de objetos pasivos de las instituciones, que la atención a la estructura social debe
combinarse con la atención a la acción social. Las instituciones constituyen una realidad sui
generis, distinta de los individuos que las componen, pero solo cobran vida a través de
éstos, lo que les ofrece la ocasión de mediar los propósitos y los efectos de aquellas. La
escuela no es una excepción: tiene su propia dinámica, sus propias reglas y una densidad
estructural que constriñe a sus agentes -profesores, alumnos, etc.-, pero éstos cuentan
siempre con un espacio propio para la acción personal y colectiva. El análisis estructural no
niega la actividad humana: trata simplemente de explicar lo que sería imposible desde la
perspectiva de la agregación de acciones individuales aisladas y consideradas meramente
en sí mismas.
La escuela es una institución multifuncional que se desarrollan en relación con las esferas
del Estado, la economía, el resto de la sociedad civil y la formación de consenso social en
torno al orden global
Funciones secundaria
Otras funciones menos rimbombantes pero no menos dignas de ser tenidas en cuenta.
Por ejemplo, la función de custodia que, en el contexto de una sociedad urbanizada y una
familia nuclearizada sirve para permitir a las madres salir de los hogares y para sacar a los
jóvenes de las calles. O la función, de nueva planta, consistente en mitigar u ocultar el
desempleo por el sencillo procedimiento de retrasar la incorporación de los jóvenes a la vida
activa. O la de conformar una conciencia nacional. O, en fin, para el adoctrinamiento
religioso, pues es difícil saber qué habría sido de las distintas iglesias si no hubieran contado
con ese formidable recurso que es la escuela.
El conocimiento adecuado de lo que la escuela es y hace es una condición sine qua non
para que cualquier propuesta de cambio pase de ser un pío deseo a ser articulable en una u
otra estrategia de transformación o, simplemente, en un norte para la actividad individual.
Funciones de capacitación y socialización para el trabajo y que los jóvenes o sus padres,
cuando se ven llevados a tomar opciones sobre la escuela, lo hacen esencialmente
pensando en las consecuencias de cada una de cara a su posterior tránsito a la vida activa y
sus oportunidades en la misma
Suponemos que todos los puestos de trabajo requieren unos conocimientos y aptitudes
mínimos y generales y que cada uno de ellos exige, además, otra serie de saberes y
capacidades específicos. En consecuencia, se reclama de la escuela que en su tronco
común ofrezca a todos ese denominador común general más las bases necesarias para
emprender aprendizajes específicos, encarnados ya en ramas especializadas de la
enseñanza reglada o no reglada y conducente a tales o cuales puestos de trabajo. Por otra
parte, se supone que la gente ocupa un lugar u otro en la estructura ocupacional de acuerdo
con las capacidades y destrezas adquiridas, que a su vez dependen de sus capacidades
innatas, su esfuerzo personal, sus disposiciones, etc. tal como se muestran en la escuela.
Causa y producto, a la vez, de ello han sido el surgimiento y la difusión de dos enfoques
alternativos. El primero es el que podemos denominar credencialista. Esencialmente viene a
decir que lo que cuenta en la relación entre educación y empleo no son los conocimientos y
capacidades, sino simplemente los diplomas. En su versión más fuerte, el enfoque
credencialista sostiene que los títulos escolares son meramente instrumentos de los que
grupos e individuos se valen para defender o alcanzar ventajas relativas frente a los demás.
En versiones más moderadas, los títulos expresan algo, pero ese algo no son, como
normalmente se supone, las cualidades cognitivas de las personas, sino otras cosas tales
como sus rasgos y disposiciones personales o una estimación indirecta del tiempo que
necesitarán para aprender a desempeñar el puesto de trabajo al que aspiran.
2. LA FORMACIÓN DE CIUDADANOS
El Estado y las instituciones políticas en general, de las que en un sentido amplio formamos
todos parte sea como ciudadanos, súbditos, votantes, contribuyentes, justiciables, sujetos
de derechos y obligaciones, etc. constituyen una parte preeminente de la vida social.
Aceptar ser tratado como miembro de un colectivo o agregado, o ser subsumido dentro de
una categoría universalista,
Nuestra sociedad es pues, cuando menos, dual. Este dualismo se manifiesta en las
escuelas. Aunque existen estructuras que permiten la participación en su gobierno, ésta no
se extiende a todos los aspectos de la vicia escolar, ni siquiera a los más relevantes. Los
alumnos y/o los padres en su nombre participan en grandes decisiones generales cuya
puesta en práctica no tienen los medios de garantizar o en decisiones marginales que no
afectan de manera esencial a la actividad pedagógica cotidiana. Todo lo que concierne a la
determinación de qué hay que aprender, cómo hay que aprenderlo y cómo será evaluado, o
sea al objeto, el proceso y el valor del trabajo de los estudiantes, que es tanto como decir lo
fundamental de su actividad y su vida en la escuela y lo que obtienen de ella, permanece en
manos ajenas desde su punto de vista, sean éstas las de los profesores individual o
colectivamente, las de las autoridades o las de los fabricantes de materiales escolares. Los
alumnos cuentan así con posibilidades de participar en cosas irrelevantes o en grandes y
abstractas decisiones que comprometen poco a las otras partes, pero siguen viendo cómo lo
que ocurre día a día depende del poder de otros. En el actual ordenamiento jurídico del
sistema educativo español esto es algo que resulta patente en la mayoría que se garantiza a
los profesores en los consejos escolares, su monopolio de los claustros, departamentos y
seminarios, su omnipotencia dentro del recinto del aula a la hora de decidir qué enseñar,
cómo enseñarlo y cómo evaluarlo y, por encima de los profesores, las competencias que se
reservan ·ras autoridades o la enorme influencia que ejercen los editores de libros de textos
y los fabricantes de otras mercancías educativas.
La dualidad en que se ven situados los alumnos en la escuela es similar a la que les rodeará
mañana como ciudadanos de un Estado democrático y trabajadores sometidos a la férula
del capital. La escuela les prepara para esa esquizofrenia de ésta y de otras maneras.
El término “patriarcado” de manera genérica, una relación entre los sexos y los grupos de
edad organizada en torno a la primacía de los varones sobre las mujeres y la autoridad de
los adultos sobre los no adultos cuyo centro es la estructura familiar, pero cuyos valores y
prácticas se extienden más allá de ésta el término patriarcado, así utilizado, engloba
realidades muy distintas, pero que conservan en común lo esencial; en todo caso, nos
parece más adecuado que otros como “machismo”, “sexismo”, “familia autoritaria”,
«discriminación sexual», etc.
La escuela, en cambio, no tiene base alguna en el predominio del hombre sobre la mujer.
Esto no quiere decir que sea exquisitamente neutral, ni mucho menos feminista. Eso no
impide que la escuela pueda ser escenario y vehículo de la discriminación y la dominación
de género, incluso un factor importante en su reproducción, pero implica que tal papel no
deriva de su lógica interna ni es consustancial a su existencia como institución, sino que
procede de su inserción en la sociedad global y su permeabilidad a las presiones de ésta.
De cualquier modo, el asunto reviste una importancia tal que merece ser tratado de manera
específica, y lo será más adelante.
Como campo de la libertad porque, a diferencia del trabajo, donde la mayoría de la gente se
ve forzada a someterse a normas y rutinas, el consumo permite elegir y cambiar, aunque
sea dentro de los límites marcados por los recursos disponibles. Como fuente de identidad
personal porque ofrece posibilidades mucho más gratificantes que cualquier otra, pues nos
permite mostrar a la luz lo que creemos que somos, aparentar lo que sabemos que no
somos y, si es necesario, ocultar lo que somos. Como espacio de igualdad, y aunque se
trate de una dimensión básicamente ilusoria, porque, a pesar de que es en el consumo
donde más claramente se busca marcar las diferencias, también es en él donde, al menos
ocasionalmente, podemos borrarlas: el empleado no podrá ocupar el lugar de su
empresario, pero sí llevar un traje similar al suyo o entrar en el mismo teatro. Como
elemento de distinción, en fin, porque no hay dificultad en deslizarse de los consumos
comunes cuando nos comparamos con los que están encima de nosotros a los consumos
diferenciales cuando queremos hacerlo con lo que están por debajo. Mecanismos, en suma,
que sustituyen la dimensión de ser por la de tener.
Efectivamente, la escuela trata a todos, al menos en principio, por igual. Recoge a los niños
a una edad temprana y los somete a procesos iguales o similares de aprendizaje, evaluando
después sus resultados con instrumentos comunes y certificando sus respectivos logros.
Periódicamente se llega a la conclusión de que la selección es demasiado temprana, los
procedimientos de evaluación no son lo bastante justos o las diferencias de origen no han
sido adecuadamente tenidas en cuenta o compensadas, pero tales problemas parecen
poder resolverse con nuevas reformas que, por fin, convertirán a la escuela en el deseado
mecanismo meritocrático de distribución de las oportunidades sociales que todos queremos
que sea. Todo esto se expresa sintéticamente en 1~ idea de la igualdad de oportunidades,
que llega a sustituir a la de igualdad de resultados hasta el punto de llevarnos a aceptar que
las diferencias sociales son tolerables siempre y cuando cada cual salga de un mismo punto
de partida en la carrera por los empleos, los ingresos, el poder, el prestigio, etc.
El paso por la escuela hace que las personas vean las diferencias de riqueza, poder o
prestigio no ya como el resultado de la escisión de la sociedad en clases sociales, géneros o
grupos étnicos diferentes, sino como el producto de la simple competencia interindividual
dentro de un juego esencialmente neutral. La Idea de una sociedad dividida, escenario de
conflictos sociales, es sustituida por la de un continuo armónico en el que las diferencias son
simplemente de grado, no oposiciones Irreconciliables. La sociedad deja de ser culpable
porque cada cual es ya responsable de su propia suerte. La imagen de la discriminación
social deja paso a la del éxito o el fracaso individual y, para más señas, escolar.
Como los padres, los profesores rara vez reflexionan sobre el significado de los millares de
acontecimientos fugaces que se combinan ara formar la rutina del aula. Se concentran por lo
general en actos específicos de mala conducta o de logros. También el alumno al referirise
a los hitos de la vida escolar hace alusión: “saqué una buena nota en el examen, fuimos a
gimnasia.
Los niños permanecen en la escuela largo tiempo, que el ambiente en que operan es muy
uniforme y que están allí tanto si les gusta como si no. Cada uno de estos tres hechos,
aunque aparentemente obvio, merece una cierta reflexión porque contribuye a que
comprendamos la forma en que los alumnos sienten su experiencia escolar y la abordan
Rara vez permanecen en sitios tan masificados durante largos períodos de tiempo y,
mientras se encuentran allí, no sulen trabajr o interactuar entre ellas. Ni siquiera los obreros
de una fábrica están tan juntos como los laumnos de una clse corriente. Imagínense además
lo que sucedería si en un fábrica de las dimensiones de una escuela primaria típica hubiese
300 o 400 obreros. Con toda seguridad, los sindicatos no lo permitirían. Sólo en las escuelas
pasan varias horas 30 o mas personas, literalmente codo a codo. Cuando abandonemos la
clase, rara vez se nos exigirá tener de nuevo contacto con tante gente durante tanto tiempo
Se trata de un entorno en donde los objetos físicos, las relaciones sociales y las actividades
principales siguen siendo los mismos día tras días, semana tras semana e incluso, en
ciertos aspectos, año tras año. La vida aquí se parece a la vida en otros contextos, en
algunos aspectos pero no en todos. En relación con la vida del alumno, los pequeños deben
estar en la escuela, tanto si quieren como si no. A este respecto los estudiantes poseen algo
en común con los miembros de otras dos de nuestras instituciones sociales con asistencia
obligatoria: las prisiones y los hospitales mentales.
Si bien son muchos los chicos que acuden contentos a la escuela, pero para aquellos que
muestren mayor aversión imponer la asistencia
Aprender a vivir en un aula supone, entre otras cosas, aprender a vivir en el seno de una
masa. La mayoria parte de las actividades realizadas en la escuela se hacen con otros o, al
menos, en presencia de otros y esto tiene profundas consecuencias para la determinación
de la calidad de la vida de un alumno.
Lo importante no es sólo lo que hacemos, sino lo que otros piensan que realizamos. LA
adaptación a la vida escoalr, requiere del estudiante que se acostumbre a vivir bajo la
condición constante de que sus palabras y acciones sean evaluadas por otros.
Así pues, los laumnos se nefrentan, principalmente, de tres maneras: como miembros de
una masa, como receptores potenciales de elogios o reproches y como peones de las
autoridades insittucionales; gobernados o guaidos por personas que ocupan posciones de
una mayor autoridad. Es probables que durante ese tiempo se dasarrollen estrategias de
adaptación que tengan relevancia para otros contextos y otros períodos de la vida
El profesor como un regulador que controla el flujo del dialogo en el aula; sirve como
proveedor (el espacio y los recursos materiales del aula son limitados y debe distribuirlos
juiciosamente) y distribuir los recursos materiales; otorga privilegios; sirve como cumplidor
oficial del horario, es quien se encarga de que las cosas comiencen y acaben a tiempo
Todas las acciones del profesor descritas hasta hora ligadas a la condición de hacinamiento
del aula.
Los alumnos tendrán que aprender a estar solos en el seno de una masa sí pretende triunfar
en sus estudios
Existen dos grandes diferencias entre las aulas y la mayoría de esos otros ambientes. En
primer lugar, a excepción de los escasos días iniciales de la escuela, un aula no es un
conjunto de extraños en un momento puntual. Se trata de un grupo cuyos miembros llegarán
a conocerse muy bien, y establecerán una relación de amistad en muchos casos. En
segundo lugar, la asistencia al aula no es voluntaria, como sucede en muchas otras
situaciones sociales. Los alumnos están allí tanto si les gusta como si no y, a menudo,
tampoco eligen el trabajo en el que se supone han de concretarse. Así es probable que la
tendencia a comunicarse con los demás sea algo más fuerte en clase que en otras
situaciones de hacinamiento.
Existen aquí cuatros rasgos de la vida escolar que no se mencionan: demora, rechazo,
interrupción y distracción social. Cada uno está determinado en parte por las condiciones de
hacinamiento de la clase.
Con frecuencia, en la mayoría de las aulas los alumnos llegan a saber cuándo las cosas son
acertadas o erróneas, buenas o malas, bonitas o feas, en muy buena parte como resultado
de lo que les dice el profesor.
Pero el profesor no es el unico que formula juicios, a menudo participan también a los
compañeros. A veces se permite intervenir a toda la clase en la evaluación del trabajo de un
estudiante. Tras veces la evaluación se produce sin que la suscite el rofesor, como cuando
un error manifiesto provoca la risa o una actuación sobresaliente los alusos.
Existe una tercera fuente de evaluación en el aula que es más dificil de describir que los
comentarios positivos o negativos de profesores y compañeros. Este tipo de evaluación, que
supone una autovaloración, tiene lugar sin la intervención de un juez exterior. Cuando un
alumno no puede escribir ninguna de las palabras de un test de ortografía estima su fracaso
aunque el profesor no vea el papel. Cuando un estudiante opera en la pizarra sobre un
ejemlo aritmetico, puede saber que su respuesta es corecta aunqeu el profesor no se
moleste en decirselo. Así, cuando los niños responden a preguntas de un examen,
completan ejrcicios en sus cuadrenos o resuelven problemas, inevitablemente obtienen
cierta información sobre la calidad de su actuación.
Lógicamente la evaluación remite al logro de objetivos educativos por parte de los alumnos,
existen otros dos referentes de evaluación. Uno centrado en la adaptación del estudiante a
las expectativas institucionales; el otro en su posesión de rasgos específicos de carácter, se
refiere a la reputación que logra entre los demás como listo o tonto, tímido o fanfarrón,
favorito del profesor, tramposo o honrado, niño difícil, etc.
La evaluación de las cualidades personales de los alumnos por parte del profesor aborda
frecuentemente materias como la capacidad intelectual general, el nivel de motivación y su
contribución al mantenimiento de un aula bien regida.
Por definición, las evaluaciones connotan un valor. En consecuencia cada una puede
describirse, al menos en términos ideales, según el tipo y grado de valor que connota.
Algunas son positivas, otras negativas.
La mayoría de los alumnos aprendan pronto que los premios se otorgan a los ue son
buenos. Y en las escuelas ser bueno conssite principalmente en hacer lo que manda el
profesor.
Distinción entre motivación “extrínseca” (realizar el trabajo escolar por las gratificaciones que
aportará en forma de buenas notas y aprobación del profesor) y la motivación intrínseca
(realizar el trabajo escolar por el placer que surge de la propia tarea)
Dos diferencias principales entre la relación de los padres con su hijo y la del profesor con
su alumno se refieren a la intimidad y duración del contacto. Los lazos emocionales entre
padres e hijos son generalmente más fuertes y duraderos, si bien puede suceder lo mismo
entre los docente y los alumnos, generalmente se caracteriza por una relación impersonal.
Otra radica en los propósitos por lo que se utliza el poder. En genral los padres se muestran
principalmente restrictivos. Su preocupación principal, al menos durante los primeros
añosdel niño es la de prohibir acciones, diciendole lo que no debe hacer; fijar limites a los
impulsos naturales y a los intereses espiontaneos, sobre todo cuando esos impulsos e
intereses ponen en peligro al propio niño o amenazan con destruir algo de valor para los
padres. En constraste, la autoridad del profesor es tan prescriptiva como restrictiva. Los
docentes se preocupan por fijar tareas a los alumnos y no se limitan simplemente a poner
freno a una conducta indeseable. Su autoridad se caracteriza tanto por el “hazlo” como por
el “no lo hagas” Del mismo modo que el “parque” constituye un simbolo de las ordenes de
los padres, así la mesa es un simbolo de las órdenes formuladas por los profesores. La
mesa representa no sólo una esfera limitada de actividad, sino un ambiente concebido
especialmente para una reducidísma gama de conductas. Sentado ante una mesa, el
estudiante está en disposición de hacer algo. Tarea del profesor es declarar qué será ese
algo.
La multitud, el elogio y el poder que se combinan para dar un sabor específico a la vida en el
aula forman colectivamente un currículum oculto que cada alumno (y cada profesor) debe
dominar para desenvolverse satisfactoriamente en la escuela. Estos dos curricula se
relacionan entre sí de diversos e importante modos
Un estudiante “modelo”.
Aprende a ser pasivo y aceptar el conjunto de reglas, normas y rutinas en que está inmerso;
a tolerar frustraciones mínimas y aceptar planes y políticas de autoridades superiores
incluso cuando su razón queda inexplicada y su significado no está claro. Como los
componentes de la mayoría de las demás instituciones, aprende a encogerse de hombros y
a decir: “así son las cosas”.
Sarmiento
Entre 1845 y 1848, el gobierno chileno, a través de su ministro Manuel Montt, lo envió a un
largo viaje por el mundo, con el objetivo de estudiar y evaluar las nuevas corrientes
pedagógicas. Visitó Uruguay, Brasil, Francia, España, Austria, Argelia, Italia, Alemania,
Suiza, Inglaterra, EEUU, Canadá, Panamá y Cuba. Sus experiencias quedaron reflejadas en
el libro Viajes por Europa, África y América.
La instrucción pública, que tiene por objeto preparar las nuevas generaciones en masa para
el uso de la inteligencia individual, por el conocimiento aunque rudimental de las ciencias y
hechos necesarios para formar la razón, es una institución puramente moderna, nacida de
las disensiones del cristianismo y convertida en derecho por el espíritu democrático de la
asociación actual. Hasta ahora dos siglos había educación para las clases gobernantes,
para el sacerdocio, para la aristocracia; pero el pueblo, la plebe no formaba, propiamente
hablando, parte activa de las naciones. Tan absurdo habría parecido entonces, sostener que
todos los hombres debían ser igualmente educados, como lo habría sido dos mil años antes
negar el derecho de hacer esclavos a los vencidos, derecho sobre cuya práctica estribaba la
existencia de las sociedades libres 13 14
los Estados Sud Americanos pertenecen a una raza que figura en última línea entre los
pueblos civilizados. La España y sus descendientes se presentan hoy en el teatro del mundo
moderno destituidos de todas las dotes que la vida de nuestra época requiere. Carecen de
medios de acción, por su falta radical de aquellos conocimientos en las ciencias naturales o
físicas, que en los demás países de Europa han creado una poderosa industria, que da
ocupación a todos los individuos de la sociedad, la producción; hija del trabajo, no puede
hacerse hoy en una escala provechosa, sino por la introducción de los medios mecánicos
que ha conquistado la industria en los otros países; y si la educación no prepara a las
venideras generaciones, para esta necesaria adaptación de los medios de trabajo, el
resultado será la pobreza y oscuridad nacional, en medio del desenvolvimiento de las otras
naciones que marchan con el auxilio combinado de tradiciones de ciencia e industria de
largo tiempo echadas, y el desenvolvimiento actual obrado por la instrucción pública que les
promete progresos y desarrollo de fuerzas productivas mayores.
Todas las colonizaciones que en estos tres últimos siglos han hecho las naciones europeas,
han arrollado delante de sí a los salvajes que poblaban la tierra que venían a ocupar. Los
ingleses, franceses y holandeses en Norte-América, no establecieron mancomunidad
ninguna con los aborígenes, y cuando con el lapso del tiempo sus descendientes fueron
llamados a formar estados independientes, se encontraron compuestos de las razas
europeas puras, con sus tradiciones de civilización cristiana y europeas intactas, con su
ahínco de progreso y su capacidad de desenvolvimiento, aún más pronunciado si cabe que
entre sus padres, o la madre patria. Debido a esta general capacidad de todos los individuos
que componen la nueva nación, una vez que quedaban abandonados a sí mismos, y dueños
de sus propios destinos, los pueblos descendientes de las naciones que colonizaron el norte
de la América, han marchado de progreso en progreso hasta ser hoy la admiración de los
pueblos mismos de la Europa, a quienes han dejado muy atrás en la aplicación de todos los
principios, de todos los descubrimientos y de todas las máquinas, como auxiliares del
trabajo, que ha revelado o aplicado la ciencia humana en todos los países civilizados. Muy
de distinto modo procedió la colonización española en el resto de la América. Sin ser más
humana que la del Norte, por aprovechar del trabajo de las razas indígenas esclavizadas,
acaso por encontrarlas más dóciles también, incorporó en su seno a los salvajes; dejando
para los tiempos futuros una progenie bastarda, rebelde a la cultura, y sin aquellas
tradiciones de ciencia, arte e industria, que hacen que los deportados a la Nueva Holanda
reproduzcan la riqueza, la libertad, y la industria inglesa en un corto número de años.
razas incapaces o inadecuadas para la civilización. ¡Qué hábitos de incuria, qué limitación
de aspiraciones, qué incapacidad absoluta de industria, qué rebeldía contra todo lo que
puede conducirlas a su bienestar; qué endurecimiento en fin en la ignorancia voluntaria, en
la escasez y en las privaciones de que pudieran si quisieran librarse; qué falta tan completa
de todos los estímulos que sirven de aguijón a las acciones humanas!
Ruda es sin duda nuestra tarea, puesto que nos cumple llenar el déficit de suficiencia que ha
dejado a la España en el límite dudoso que divide a los pueblos civilizados de los bárbaros,
y el aumento de barbarie que nos trajeron la colonización y nos conservaron los indígenas.
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el deber de prepararnos para la nueva existencia que asumirán bien pronto uniformemente
todas las sociedades cristianas; que no será otra que el mayor desenvolvimiento posible de
todos los individuos que componen la nación, allanando las dificultades que la organización
actual opone al libre desarrollo de las facultades intelectuales y activas del hombre;
protegiendo el Estado, o las fuerzas de la nación reunidas, todas las deficiencias
individuales hasta lograr hacer partícipes de las ventajas de la asociación a todos los
asociados, sin dejar excluidos como hasta aquí a los que no pueden bastarse a sí mismos.
Todos los grandes acontecimientos del mundo han de ser de hoy más preparados por la
inteligencia, y la grandeza de las naciones menos ha de estribar ya en las fuerzas
materiales, que en las intelectuales y productivas de que puedan disponer.
Hay tradiciones de raza que obran todavía poderosamente sobre nosotros, y perpetúan los
males de que creíamos habernos librado por sólo el acto de desligarnos de la España.
Todos los gobiernos americanos han propendido desde los principios de su existencia a
ostentar su fuerza y su brillo en el número de soldados de que pueden disponer. Estado ha
habido, que ha organizado por la primera vez ejércitos superiores a sus fuerzas cuando no
quedaban ni presuntos, ni posibles enemigos que combatir. Grande necesidad es por cierto
la existencia de los ejércitos para pueblos habituados a no sentir otros estímulos de orden
que la coerción; la infancia de los gobiernos requiere también quizá esta ostentación de
fuerza, que halaga aún a aquellos mismos sobre quienes su existencia gravita. Yo no
desapruebo la existencia de ejércitos permanentes, condenados forzosamente a la
ociosidad en América cuando no se emplean o en trastornar el orden, o en arrebatar la
escasa libertad; pero el ejército satisface una necesidad de previsión del Estado; como la
educación pública satisface otra más imperiosa, menos imprescindible. No es del todo
probado que sin ejércitos permanentes, o siendo estos menos numerosos, el orden no se
habría conservado en cada Estado, o que habrían habido más ni menos revueltas, a las que
los ejércitos y los militares sin destino dan siempre pábulo y estímulo; pero es muy seguro
que no educando a las generaciones nuevas, todos los defectos de que nuestra
organización actual adolece continuarán existiendo, y tomando proporciones más colosales,
a medida que la vida política desenvuelve mayores estímulos de acción, sin que se mejore
en un ápice la situación moral y racional de los espíritus. Se gastan en unos Estados más,
en otros menos de dos millones de pesos anuales en pertrechos de guerra, y personal del
ejército. 18
La educación pública produce orden, industria y riqueza lo que jamás pueden producir los
ejércitos
Las opiniones que he formado de los efectos de la educación dada en las escuelas
primarias sobre nuestra población manufacturera, son: 18
“1º Que los rudimentos de una educación en las escuelas primarias son esenciales para
adquirir destreza y habilidad como trabajadores, o consideración y respeto en las relaciones
sociales y civiles de la vida.
“2. ° Que los pocos que no han gozado de las ventajas de una educación primaria jamás
salen de la última clase de operarios, y que el trabajo de esta clase es improductivo, cuando
se le emplea en operaciones fabriles, que requieran el más mínimo grado de destreza
mental o manual.
“3. ° Que una gran mayoría de jefes de taller, y otros empleados que requieren un alto grado
de saber en ramos particulares, lo cual exige a veces un conocimiento general de los
negocios, y siempre un irreprochable carácter moral, han hecho su carrera desde simples
operarios, sin más ventaja sobre la gran porción de aquellos a quienes han dejado atrás,
que la que resulta de una educación mejor 19
Atribuir exclusivamente este resultado a las ventajas que en educación llevan los
trabajadores americanos a los ingleses 20
La falta de ejercicio y de educación del cerebro obstruye el juego de los poderes mentales;
es débil, y pronto se fatiga; carece de actividad espontánea; y de allí es que cuando se le
deja de excitar por atracciones exteriores, cae en la inacción, y el alma no toma interés por
bien futuro alguno, que haya de ser comprado a costa de un penoso esfuerzo presente.
Los datos estadísticos en cuanto al grado de moralidad adquirida por los que han recibido
alguna educación primaria, confirman aún más aquella idoneidad del espíritu a mejorar la
condición del individuo por el solo hecho de haber estado en ejercicio. Bastará observar lo
que en los ejércitos y en las fábricas se nota, que los que saben leer visten con más aseo, y
tienen más orden y método en todas sus acciones, y una constante aspiración a mejorar de
condición
Adquieren las facultades mentales, las cuales a su vez obran sobre el carácter moral, por
aquella misma ley que hace que la humanidad vaya ablandando sus costumbres, y tomando
mayor repugnancia a la violencia y al derramamiento de sangre, a medida que se civiliza por
los progresos de las ciencias. 21
Este primer hecho prueba que la instrucción moraliza las poblaciones, pues que hay
relativamente más acusados entre la gente iletrada, que entre los que han recibido alguna
instrucción. 22
En los Estados Unidos, donde la difusión de la lectura ha asimilado la manera de vivir del
rico y del pobre 23
La concurrencia de los niños a la escuela, trae el efecto moralizador de absorber una parte
de tiempo, que sin ella sería disipado en la ociosidad, y en abandono; habituar el espíritu a
la idea de un deber regular, continuo, le da lo que es hábitos de regularidad en sus
operaciones; añadir una autoridad más a la paterna, que no siempre obra constantemente
sobre la moral de los niños, lo que empieza ya a formar el espíritu a la idea de una autoridad
fuera del recinto de la familia; 34
Echa sin sentirlo los primeros rudimentos de moralidad y de sociabilidad tan necesarios,
para prepararlos a las obligaciones y deberes de la vida de adultos
pudiendo decirse que el brillo que arroja aquella institución y los asombrosos progresos
hechos en los últimos nueve años, se deben casi en su totalidad a la acción de un solo
individuo dotado de capacidad, voluntad e influencia suficiente para obrar tamaño bien,
ilustrando la opinión del público y del gobierno, alentando a los apocados, concentrando e
impulsando la acción de los animosos amigos del progreso, señalando los obstáculos y
guiando por el buen sendero que sus largos estudios, sus viajes y su diaria consagración le
indican. La mayor dificultad que a la difusión de la instrucción se opone entre nosotros nace
del que no se quiere bien lo mismo que se desea; de que no hay convicciones profundas, y
de que no se ha sondeado bastante la llaga, ni apreciado suficientemente la extensión del
mal 25
Echevarría
En la Educación del pueblo están entrañadas todas las esperanzas de esa inmortal
revolución
La revolución de Mayo, tuvo en vista dos fines: 1° la emancipación política del dominio de
España, triunfo que logro completo en la guerra de independencia. 2° fundar la sociedad
emancipada sobre un principio distinto del regulador colonial.
Guerra Civil
Peleamos aun para asegurar su imperio, porque la tierra donde Mayo desparramó su
principio estaba inculta, porque el pueblo no lo comprendía, y no supo apreciar los derechos
y obligaciones de su nuevo rango social; y porque nuestros gobiernos, por causas que no es
de ahora examinar, descuidaron iniciarlo en ese conocimiento, proporcionándole la
educación necesaria.
Un pueblo jamás es perverso, los perversos y malvados son los que lo engañan y explotan
su ignorancia.
No hay que acusar al pueblo, sino a los gobiernos obligados, entre nosotros más que en
cualquier otro país, a tomar la iniciativa de todas las reformas y mejoras sociales, y a
segundar activamente el movimiento emancipador de Mayo.
Tenemos, es verdad, que emprender un trabjo de reconstrucción; pero sabemos que para
este sea sólido y duradero, para que se afirma sobre cimientos de granito, es preciso
empzar por la educación del pueblo.
De aquí resultará un sistema homogéneo de pública enseñanza, acomodado a las
exigencias vitales del país, y a la constitución que lo rige.
SIMON RODRIGUEZ
Escuela social. Enseñanza mutua, los discípulos van a la escuela a aprender, no a enseñar
ni a ayudar a enseñar.
Mandar recitar de memoria lo que no se entiende es hacer papagayos (repitiendo lo que otro
dice), para que por la vida sean charlatanes.
Empezar el edificio social por los cimientos no por el techo. Los niños son las piedras.
No habrá jamás verdadera sociedad, sin educación social no autoridad constante sin
costumbres liberales.
Enseñar a hablar la lengua de los barbaros. Enseñar latín no se usa sino en la iglesia
No es mono, para imitar sin crítica, ni veleta, para volverse a todos los vientos
FILMUS
Desde las concepciones que han tenido gran predicamento a partir de la década de los '80,
el cuestionamiento principal hacia este tipo de Estado ha sido su preponderante intervención
en todos los órdenes de la vida social y productiva. En particular se critica su papel en la
conducción y gestión del modelo de desarrollo, su incursión en actividades empresariales y
su función en la distribución del producto nacional a través de la implementación de políticas
sociales y asistenciales. Desde estas mismas perspectivas se propone que el activo rol del
Estado inhibió al mercado y a la sociedad civil de mayores posibilidades de participación en
el espacio público.
Este debate ha alcanzado también al ámbito educativo. Muchos de quienes proponen el
retiro del Estado de la arena social argumentando que el mercado es el mejor distribuidor de
los recursos, incluyen a la educación como un espacio que el Estado debe delegar en gran
parte en el propio mercado y en la sociedad civil. En la mayor parte de los casos, estas
concepciones postulan restringir la actividad educativa oficial a la prestación de la
escolaridad básica.
En nuestra concepción, este enfoque plantea una visión parcial de la problemática. Percibe
a las políticas educativas únicamente como parte de las políticas sociales de distribución
creadas por el Estado benefactor con el objetivo de atender las necesidades de los grupos y
sectores sociales en proceso de integración Esta visión restringida impide analizar el
conjunto de funciones que desempeñó y aún hoy desempeña el sistema educativo en las
sociedades modernas. Concebir la educación únicamente como política social no permite,
por ejemplo, valorar el rol de la escuela respecto de la construcción de la nacionalidad, de la
ciudadanía y del crecimiento económico. Roles en torno a los cuales también es necesario
plantear un nuevo modelo de articulación entre Estado y sociedad.
Como veremos más adelante, las perspectivas que proponen el monopolio estatal en el
diseño, conducción y gestión de las instituciones educativas y se oponen a cualquier
estrategia que implique ampliar la capacidad de participación y decisión de la sociedad y de
los actores del proceso educativo, también brindan una visión restringida de la problemática.
Visión que no da cuenta de las transformaciones sociales ocurridas en los últimos años.
En este marco, es necesario destacar que muchas de las funciones que cumple la
educación en la sociedad moderna surgieron con anterioridad al Estado benefactor, con el
propio origen del Estado liberal. En América Latina, cada uno de los modelos de Estado en
distintos períodos históricos ha adjudicado funciones diferentes al sistema educativo. En
torno a ellas han concebido sus estrategias de articulación con la sociedad. Muchas de
estas funciones todavía hoy se han cumplido sólo en forma parcial. Es por ello que redefinir
las relaciones entre Estado y sociedad en materia educativa requiere del análisis tanto de
las funciones prometidas y aún no cumplidas por la educación como de las nuevas
exigencias que demandan las actuales transformaciones
cuál es el papel que han ido desempeñando los sistemas educativos en nuestro país en el
último siglo. A partir de allí se describirán algunos de los principales cambios y tendencias
que permiten redefinir el actual rol de la educación. De esta forma, se reunirán algunos de
los elementos necesarios para las reflexiones que realizaremos en los capítulos finales
acerca de las funciones actuales del sistema educativo y del tipo de articulación que Estado
y sociedad deberían generar en materia educativa con el objetivo de potenciar sus funciones
integradoras y democratizadoras.
Distintos autores han señalado que el activo rol que el Estado ha ejercido históricamente en
torno a la educación en distintos países latinoamericanos, y en particular en Argentina a
partir del siglo XIX, correspondió a la matriz de pensamiento que se comenzó a implementar
a partir de la Revolución Francesa. El surgimiento y posterior consolidación del Estado -
Nación liberal estuvo íntimamente vinculado a la posibilidad de desarrollar sistemas
educativos nacionales (Green A. 1990).
¿Cómo es posible que una revolución que tuvo como objetivo limitar el poder del Estado,
restringiendo sus funciones a garantizar los derechos naturales del hombre a partir de
abstenerse de participar en la vida social y económica, haya prescrito una intervención tan
fuerte de Estado en la educación?
Siguiendo a Puellez Benítez (1993) se puede afirmar que la educación fue concebida más
como un servicio público y como una necesidad del Estado que como un derecho individual.
Por un lado, porque la educación no se encontraba entre los derechos que los individuos
sentían más conculcados en el marco de la opresión del Estado absoluto (libertad de
conciencia, de expresión, habeas-corpus, etc.); por otro, porque el Estado debió hacerse
cargo a partir de la nacionalización de los bienes eclesiásticos en 1789 de muchas de las
funciones educativas que hasta el momento desempeñaba la Iglesia e inculcar por este
medio los valores liberales y democráticos.
el principal mérito del Estado benefactor en esta temática fue el de haber transformado la
educación en un derecho social y por lo tanto haber generado las condiciones para que
efectivamente se universalizara.
Fueron muchos los debates de la primera época acerca de qué tipo de educación debía
llevar adelante el Estado: educación estamental, como planteó la Ilustración o "instrucción al
alcance de todos los ciudadanos", como colocaron los jacobinos en la Declaración de
Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793. Educación como un instrumento de control
social, o como un elemento para promover la emancipación y el cambio social. Educación
monopolizada por el Estado, o libertad de enseñanza, etc., etc. Ninguna de estas polémicas
cuestionó fuertemente el papel principal del Estado en materia educativa.
A medida que se fueron conformando como Estados nacionales, las sociedades europeas
generaron sistemas educativos que se constituyeron en uno de los principales factores de
integración política, de identidad nacional, de cohesión social, de transmisión de los valores
de las clases dirigentes y selección y legitimación de las elites dominantes (Hobsbawn, E
1977). El modelo educativo del Antiguo Régimen, que suponía instituciones educativas
desarticuladas y superpuestas, en su mayoría en manos de autoridades eclesiásticas y
locales, fue dejando lugar a la construcción de un verdadero sistema. Sistema que, en la
concepción de M. Archer (1979), corresponde a "un conjunto de instituciones diferenciadas,
de ámbito nacional, destinadas a la educación formal, cuyo control e inspección
corresponden al Estado y cuyos elementos y proceso están relacionados entre sí". Fueron
las autoridades de los Estados liberales quienes crecientemente financiaron y ejercieron la
conducción de este sistema.
En síntesis, como señala Daniel García Delgado (1994): "El Estado determinó fuertemente a
la sociedad, apareciendo como modernizador, revolucionario, transformador o garante de un
orden represivo, pero en todos los casos con una gran influencia sobre la sociedad. Si en los
países centrales, la sociedad civil tuvo mayor autonomía y una dinámica menos dependiente
del sector público, aquí, aun en épocas dominadas por las perspectivas liberales, no se
liberó de una fuerte determinación. Esta característica le dio una particular vinculación que
estuvo más cerca de la intervención y de la "fusión" que de una clara separación entre
Estado y Sociedad"
Con esta impronta surgió el Estado en la región. Y esta fue una de las principales
características distintivas de la relación entre Estado, sociedad y educación a lo largo del
siglo. En cada período histórico esta relación se articuló en torno a modelos educativos
dirigidos a atender las prioridades sociales definidas como tales principalmente por quienes
tuvieron a su cargo la conducción del aparato estatal. Estos modelos también condicionaron
fuertemente las demandas y las características de la participación de la sociedad en el
proceso educativo. Antes de observar el escenario de ruptura que genera la crisis del
Estado benefactor y la génesis de un nuevo tipo de Estado, analizaremos brevemente las
funciones en torno a las cuales Estado y sociedad articularon su accionar en materia
educativa.
La función política de la educación: el Estado oligárquico-liberal
una estructura capaz de adquirir un gran poder de arbitraje frente a las diferentes fracciones
del grupo dirigente. Este grupo estuvo constituido por una alianza entre los productores de
bienes para el mercado internacional, exportadores e importadores y financistas (Kaplan M.
1969)
En este marco, es posible afirmar que para nuestro país la función encomendada al sistema
educativo en sus orígenes estuvo más vinculada con la esfera de lo político, que con lo
económico. La educación jugó un papel preponderante en torno a la integración social, la
consolidación de la identidad nacional, la generación de consenso y la construcción del
propio Estado.
Sin embargo, el hecho de que la función principal de la educación no haya estado dirigida
linealmente hacia lo económico no significa que la escuela no desempeñara ningún papel en
ese sentido. Es verdad que la relación con la estructura económica no estuvo dada por la
capacitación de trabajadores con calificaciones demandadas por el modelo. Ello se debió a
que tanto la explotación extensiva de los campos, como la incipiente industria no requerían
de mano de obra con una calificación técnica específica. Por otra parte, la eventual
demanda de trabajadores más capacitados estuvo satisfecha por obreros provenientes de
Europa, por lo general formados en el oficio. Por eso es posible plantear que tanto la
transmisión del valor ético y económico del trabajo, como la capacitación de la mano de obra
no fueron preocupaciones de los sectores dirigentes. De esta manera se explica por qué no
fueron incluidos en el curriculum oficial (Puiggrós, .A. 1990)
Los sectores medios encontraron en el sistema educativo una alternativa eficaz para
aumentar sus posibilidades de participación. La falta de educación era presentada como
indicador de baja capacidad para el protagonismo político y como legitimadora de la
exclusión de la sociedad nacional. Al mismo tiempo significaba la imposibilidad de acceso a
bienes culturales, frecuentemente extranjeros, de los que podían participar los sectores
tradicionales.
Si bien el acceso al sistema educativo no les permitió a los sectores medios una movilidad
social automática, si les posibilitó contar con mejores elementos para potenciar su demanda
por una integración social y política plena. Demanda que, como en los casos de la
universalización del voto y de la Reforma Universitaria, logró importantes conquistas en las
primeras décadas del siglo XX.
En el caso del movimiento obrero, sus primeras posiciones frente al sistema educativo
público no fueron' similares a las de los sectores medios. En primer lugar, porque sus
posibilidades de acceso a la educación, como en el caso dados sectores rurales, habían
sido muy escasas. En segundo lugar, porque sobre fines del siglo XIX y principios del XX,
predominaron en el seno del movimiento trabajador las concepciones anarquistas. Estas
corrientes descalificaban todo tipo de educación desarrollada desde el Estado con el
argumento de que sólo servían para transmitir "ideología burguesa". Desde estas
perspectivas se acusaba a la educación oficial de esconder las leyes que rigen la evolución
de la naturaleza y la sociedad y, por lo tanto, de ser un instrumento de dominación de los
pueblos.
En síntesis, la etapa de génesis del Estado Nacional estuvo signada por la contradicción
entre los ideales del liberalismo en sus manifestaciones locales, cuyos principios educativos
estuvieron planteados en parte en la Constitución Nacional y en la Ley 1.420, y un modelo
político, económico y social que, a pesar de mostrarse modernizador en un conjunto de
aspectos, no logró incorporar a grandes sectores de la población.
Sin embargo todas las visiones coinciden en algunos rasgos comunes. En lo económico
profundizó el abandono de la idea del capitalismo del "laissez fáire" y en el marco de las
concepciones keynesianas ya señaladas, enfatizó su carácter marcadamente
intervencionista. Sin cuestionar un orden económico basado en el mercado, intentó regularlo
a partir de una planificación destinada a mejorar la racionalidad económica y de un poderoso
desarrollo del sector público en áreas estratégicas de la producción y los | servicios.
En lo social, el Estado reconvierte en forma total su función. Dejó de ser el protector de los
derechos individuales para transformarse en garante de los derechos sociales. Como tal,
ejerció una influencia decisiva en el proceso de redistribución de los recursos en favor de los
sectores trabajadores. Al mismo tiempo desarrolló una intensa actividad en torno a
responder a las apremiantes necesidades sociales (salud, vivienda, educación, etc.) de los
grupos y sectores sociales más necesitados. No se trató sólo de una integración ciudadana
a través del voto, sino de una integración social más plena a partir del creciente acceso a los
bienes que la sociedad producía.
En este marco es posible plantear diferencias con el modelo anterior en lo que se refiere a la
función conferida a la educación. La primera de ellas es que en el Estado oligárquico-liberal,
la intervención oficial en materia educativa constituyó una excepción respecto de su
abstención a participar en otras políticas sociales. En el caso del Estado benefactor, significó
una de las estrategias que formó parte de una política social más general dirigida a
incorporar a nuevos sectores a la participación social. Ello habría permitido una mayor
efectividad en la tarea integradora del sistema educativo. Las tasas de crecimiento de la
matrícula educativa así lo demuestran.
Pero la diferencia que más nos interesa destacar es que en este contexto la educación fue
incorporada no sólo como un derecho de los ciudadanos, sino también como estrategia de
capacitación de mano de obra para satisfacer las demandas de la surgiente industria. La
"formación del ciudadano" fue reemplazada paulatinamente por la idea de "formación para el
trabajo" que posteriormente, a partir de las teorías del capital humano, se convertiría en
"formación de recursos humanos". Los nuevos roles ocupacionales exigían una
alfabetización básica que el sistema educativo debía brindar. También comenzaron a
requerir ciertos niveles técnico-profesionales y conocimientos de oficios y especialidades
que no podían ser aprendidos sólo en el lugar de trabajo y que los nuevos trabajadores, a
diferencia de los inmigrantes, no poseían. Pero por sobre todas las cosas exigían una
disciplina laboral que únicamente el sistema educativo podía brindar masivamente a
millones de trabajadores rurales que provenían del | interior del país. Estos sectores
pasarían a constituir la principal fuerza laboral de las nuevas fábricas y talleres.
A partir del derrocamiento del Gral. Perón, esta concepción se profundiza con el surgimiento
del modelo de Estado desarrollista. Este modelo es genéricamente definido como un sub-
tipo de Estado benefactor que, ante una realidad que no parecía hacer posible la idea de
crecer y distribuir al mismo tiempo, centró su acción en la promoción y conducción del
desarrollo económico. La etapa distributiva debía ser una consecuencia posterior al período
de crecimiento y acumulación. El Estado desarrollista, ante la declinación de la tendencia del
crecimiento económico, enfatizó su papel en esta dirección, afirmándose en las
concepciones de la CEPAL y munido del auxilio instrumental de numerosas técnicas
planificadoras. Según
esta perspectiva la recuperación del crecimiento será el motor que permitiría consolidar la
democracia política, la justicia social y la modernización de la sociedad (Graciarena, J.
1984). De esta manera las concepciones economicistas de la educación como inversión
fueron fuertemente hegemónicas hasta mediados de la década de los '70, avanzada la crisis
del Estado desarrollista. Sin embargo, en el período posterior al derrocamiento del
presidente Arturo Frondizi, se generaron sensibles modificaciones respecto de la etapa
anterior. El cambio en los sectores integrantes de la alianza gobernante implicó el creciente
abandono de la perspectiva de la educación como un derecho social que el Estado debía
garantizar para toda la población. La nueva alianza integrada por sectores empresariales
más vinculados al capital extranjero, a la banca, a los productores de bienes exportables
primarios y a grupos tecnocráticos, concibió que la participación de los sectores populares
en el estilo de las décadas anteriores, significaba un peligro para el modelo de acumulación
propuesto. La restricción de la participación política a través de la democracia condicionada
o de los gobiernos militares fue el signo principal del período.
Por otra parte, los sofisticados mecanismos de planificación educativa puestos en práctica
con el objetivo de focalizar el aporte de la educación hacia las demandas previamente
definidas por las estrategias de crecimiento, contrastaban con una realidad donde los
actores económicos y sociales mostraban sus propias lógicas de comportamiento.
Cabe destacar que en los períodos en los cuales los gobiernos militares adoptaron el
modelo definido por Guillermo O'Donell (1985) como Estado Burocrático Autoritario, la
combinación entre un discurso modernizante en lo económico y la aplicación de las teorías
de la Seguridad Nacional en lo político también impactó en el deterioro de la calidad
educativa. La intervención de las Universidades ocurrida en 1966, la discriminación
ideológica y política en los contenidos curriculares y en la selección de maestros y
profesores y el éxodo masivo de docentes e investigadores al exterior, son ejemplo de la
mencionada contradicción.
Por último, así como el Estado oligárquico-liberal, habiendo centrado su accionar en el papel
político de la educación, también habla concebido funciones económicas para el sistema
educativo el Estado benefactor atribuía la primacía al rol económico de la educación aunque
no impidió que la misma desempeñara una importante función política. Poco estudiada por
los historiadores de la educación, esta función se manifestó principalmente en dos sentidos.
En primer lugar, la escuela junto con el movimiento político y los sindicatos fue una de las
instituciones que permitió que el gran movimiento poblacional de urbanización ocurrido en
este período no alcanzara la conflictividad que adquirió en otros países de la región. La
escuela se convirtió en uno de los principales instrumentos de socialización en las normas,
valores y estándares de comportamientos urbanos para los millones de trabajadores que
llegaron desde el medio rural.
Mucho se ha escrito acerca del peligro de "anomia” (en el sentido dado a este término por
Durkheim) que produce el tránsito de una sociedad tradicional, a una sociedad urbana y
moderna. La institución educativa cumplió con el requisito que Durkheim, siguiendo en este
sentido a Comte, preveía para atender los peligros de anomia en las sociedades de alto
grado de complejidad: la articulación entre sus funciones homogeneizadoras y
diferenciadoras. Mientras que a través de su función homogeneizadora la escuela brindó su
aporte a la incorporación de toda la población a las pautas, valores y normas de un orden
social emergente, mediante su efecto diferenciador se ocupó de dotar a los individuos de las
condiciones exigidas para ocupar el lugar específico que la sociedad le brindaba. El efecto
legitimador que cumplió la educación a partir del cumplimiento de estas funciones, permitió
minimizar en parte las consecuencias de los conflictos sociales que se produjeron por las
profundas transformaciones ocurridas en la sociedad argentina de aquella época.
La segunda de las funciones políticas que es necesario enunciar brevemente, está vinculada
a la distribución de ideologías que explícita o implícitamente se efectuó a través del sistema
educativo. Esta función fue claramente manifiesta en los contenidos ideológico-partidarios
que contuvieron tanto el diseño curricular como los textos escolares de la época peronista.
Pero también es importante señalar que el conjunto de los gobiernos de este período utilizó
al sistema educativo para distribuir sus concepciones políticas. Las transformaciones
curriculares realizadas con posterioridad a la Revolución Libertadora, aunque menos
explícitamente, también son un ejemplo del papel ideológico que se esperaba desempeñara
la escuela. Este papel no estuvo confiado únicamente a los contenidos. La modificación de
las prácticas escolares también fue implementada con el mismo objetivo. La acentuación del
carácter burocrático, jerarquizador y disciplinador de las normas que rigieron la actividad
educativa en el período 1966/73 por ejemplo, permite observar el rol encomendado a la
escuela en torno de la construcción de un orden autoritario.
El período de expansión del modelo de Estado benefactor concluiría sin que las promesas
realizadas en torno a las funciones del sistema educativo se cumplieran totalmente.
Por último, cabe destacar que las promesas propias del siglo XIX respecto de la función de
la escuela en torno a la formación ciudadana y la educación para la democracia se
encontraban en cuestión en los finales de la década de los '60. La escasa vigencia de las
instituciones republicanas y de los derechos civiles y el uso de la violencia como mecanismo
para dirimir los conflictos políticos estaban indicando una socialización ciudadana en pautas
de comportamiento social profundamente autoritarias e intolerantes.
En este mismo sentido Peter Waldman (1982) señala que la violencia política era sólo uno
de los síntomas de anomia social que se manifestaban en la sociedad argentina de inicios
de los '70. El autor sostiene que un conjunto de indicadores mostraban una preocupante
falta de cohesión social. La evolución de la criminalidad violenta, el aumento de los
conflictos familiares y la disminución del número de personas con disposición a ejercer una
profesión con finalidades religiosas (seminaristas y sacerdotes), corroboran para Waldman
una creciente tendencia a la anomia producto de las transformaciones socio-económicas y
políticas de la época. Profundas transformaciones a las que el papel integrador de la
escuela no habría alcanzado a procesar de manera armónica
Cabe señalar que en nuestro país la declinación del Estado benefactor encontró su
momento más crítico a partir del año 1975.
se mantendría hasta el inicio de los '90. Tres tipos de gobiernos diferentes administraron la
crisis del Estado benefactor en la Argentina. El gobierno peronista (1973-76), el gobierno
militar (1976-83) y el gobierno radical (1983-89).
Si se pudiera resumir el papel central que la educación desempeñó en cada uno de los
gobiernos citados, aun a riesgo de caer en una excesiva simplificación, es posible presentar
el siguiente esquema:
En consonancia con este objetivo, la función política principal de la educación estuvo dirigida
a desmantelar el orden autoritario a partir de la transmisión de valores democráticos. En
cierto sentido se privilegió el papel originario que desempeñó el sistema educativo en las
últimas décadas de siglo XIX con el objetivo de generar una cultura participativa por parte de
la ciudadanía. Habiendo sido el sistema educativo uno de los principales instrumentos para
la afirmación de las concepciones autoritarias por parte del anterior gobierno, la acción de la
gestión del presidente Alfonsín en torno a la democratización de las relaciones sociales en la
educación fue trascendente
Como señalamos anteriormente, no cabe duda de que reconstruir las escuelas como
ámbitos de convivencia democráticos era una de las tareas prioritarias del nuevo período
De esta manera, las principales acciones desarrolladas desde el Ministerio de Educación de
la Nación estuvieron dirigidas a la autorización del funcionamiento de los centros de
estudiantes a nivel secundario y universitario; la reincorporación de los docentes
cesanteados en el período autoritario; la supresión de los exámenes de ingreso en la
escuela media y la posibilidad del ingreso irrestricto en las universidades; la modificación del
régimen de evaluación de conocimientos adquiridos abandonando la escala numérica por
otra conceptual; la modificación de los planes de estudio de formación moral y cívica del
nivel secundario; la normalización de las universidades públicas, etc. (Braslavsky
Una situación similar puede señalarse respecto del importante proceso de debate educativo
que significó el Congreso Pedagógico Nacional. El gobierno democrático supo generar un
amplio espacio para la discusión, sin embargo no logró comenzar a implementar los
acuerdos allí alcanzados.
Cabe destacar que esta parcial intervención del Estado Nacional en torno a la
transformación de la educación, fue complementada en algunas jurisdicciones con
profundos cambios en los contenidos y en las prácticas educativas
El Estado post-social
Tomando en cuenta estas diferencias, es posible afirmar que en nuestro país estamos
asistiendo a una profunda transformación en el modelo de Estado. El Estado emergente ha
sido denominado de diferentes maneras: Estado post-social, Estado neoliberal, Estado
democrático-liberal, etc... Se trata de un Estado que abandona su papel interventor en la
economía para pasar a cumplir un rol de garante de las reglas de juego, privatizando sus
empresas y transfiriendo al mercado la capacidad de conducir el modelo de desarrollo y de
distribución de bienes. Tiende a favorecer un modelo de acumulación orientado más a la
competitividad externa que al mercado interno. Procura modernizar y eficientizar su
capacidad de gestión, atacando el desempleo encubierto a partir de reducir el empleo
estatal y descentralizando o regionalizando muchas de sus funciones. Fija como uno de sus
objetivos principales el equilibrio fiscal reduciendo el gasto público y aumentado su
capacidad de recaudación impositiva. Estamos frente a un Estado que se repliega sobre sí
mismo transfiriendo responsabilidades hacia el mercado y la sociedad civil.
La última aclaración hace referencia a que junto con los cambios producidos en la estructura
y papel del Estado y en la nueva relación que se plantea éste con la sociedad, han ocurrido
transformaciones que es necesario tomar en cuenta a la hora de definir las actuales
funciones de la educación. En el presente trabajo incluiremos el análisis de algunas de estas
transformaciones. En primer lugar estudiaremos las principales tendencias de la reciente
evolución del sistema educativo. En segundo lugar, analizaremos la nueva relación que se
plantea entre la educación, la estructura productiva y el mercado de trabajo. Finalmente,
plantearemos algunos elementos necesarios en dirección a la construcción de un nuevo
paradigma socio-educativo que permita dar cuenta más acabadamente de los procesos
educativos de nuestro país. En ese momento estaremos en condiciones de retomar con más
elementos el debate acerca de las funciones que la educación debe desempeñar en la
actualidad y respecto de un nuevo tipo de articulación entre Estado y sociedad que permita
encarar con éxito los desafíos que la comunidad le plantea a la escuela de cara al siglo XXI.
La escuela debe preparar a las personas para incorporarse en la vida adulta y pública, de
modo que pueda mantenerse la dinámica y el equilibrio en las instituciones y normas de
convivencia que componen el tejido social de la comunidad humana.
Es más normalmente el contenido oficial del curriculum, impuesto desde fuera al aprendizaje
del alumnado, no cala ni estimula por lo general los intereses y preocupaciones vitales del
niño/a y del adolescente. Se convierte así en un aprendizaje académico para pasar los
exámenes y olvidar después, mientras que el aprendizaje de los mecanismos, estrategias
normas y valores de interacción social que requiere el discurrir con éxito en la vida compleja,
académica y personal del grupo del aula y del centro van configurando paulatinamente
representaciones y pautas de conducta, que extienden su valor y utilidad más allá del marco
de la escuela. Éste va induciendo una forma de ser, pensar y actuar, tanto más válida y sutil
cuanto más intenso sea el isomorfismo o similitud entre la vida social del aula y las
relaciones sociales en el mundo del trabajo o en la vida pública.
3) La ordenación del espacio y del tiempo en el aula: la flexibilidad o rigidez del escenario,
del programa y de la secuencia de actividades
Edward Tylor define la cultura como aquel todo complejo que incluye conocimientos,
creencias, arte, leyes, moral, costumbres y cualquier otra capacidad y hábitos adquiridos por
el hombre en cuanto miembro de una sociedad. Es así, que desde la antropología,
interpreta la cultura como una compleja herencia social, no biológica, de saberes, prácticas,
artefactos, instituciones y creencias que determinan la controvertida textura de la vida de los
individuos y grupos humanos
Aparece como el contexto simbólico, como el conjunto de conocimientos y de valores que no
es objeto de ninguna enseñanza específica y que, sin embargo, todos los miembros de una
comunidad conocen.
Hablamos de formación cultural en vez de clase social, no porque se haya deja de existir las
diferencias en virtud del nivel económico, sino para evitar la interpretación mecanicista en
las relaciones entre las condiciones económicas y las elaboraciones simbólicas de los
grupos humanos, no se confirman dichas relaciones mecánicas porque existe un grado de
autonomía en la elaboración de significados, expectativas y comportamientos de los
individuos y de los grupos humanos
No existe una separación radical entre, cultura, política y economía. Los fenómenos
culturales no pueden considerarse, de manera idealista como entidades aisladas; para
entenderlos hay que situarlos dentro del conflicto de las relaciones sociales donde adquieren
significación, cultura y poder constituyen un matrimonio indisoluble en la vida cotidiana
Los procesos culturales se encuentran íntimamente conectados con las relaciones sociales,
especialmente con la formación de las clases sociales, con las divisiones sexuales, con la
estructuración racial etc.
Geertz, establece una relación entre cultura y la estructura social; la cultura como el tejido
de significados en función del cual los humanos interpelan su experiencia y guían su acción,
y define estructura social como la forma que toma la acción, como la red actualmente
existente de relaciones sociales. Las relaciones sociales se configuran por las exigencias
económicas, políticas como por las interpretaciones subjetivas que orientan las acciones de
los individuos y de los grupos. Por otra parte el tejido de significados que orientan las la
interpretación y la acción de los sujetos se configura tanto en función de las exigencias
sociales, económicas y políticas como de las resistencias y alternativas que se generan y se
aceptan como posibles en el mundo imaginario de los individuos y de la colectividad.
Cruce de culturas que se produce en la escuela entre las propuestas de la cultura crítica
alojada en las disciplinas científicas, artísticas y filosóficas; las determinaciones de la cultura
académica reflejada en las concreciones que constituyen el curriculum; los influjos de la
cultura social, constituida por los valores hegemónicos del escenario social; las presiones
cotidianas de la cultura institucional presente en los roles, normas, rutinas y ritos propios de
la escuela como institución social específica, y las características de la cultura experiencias
adquirida por cada alumno a través de la experiencia en los intercambios espontáneos con
su entorno. Implicadas en el curriculum oculto
LA crisis hay que pensarla como una tensión múltiple, no sólo entre la muerte y el
nacimiento, sino también entre la decisión y la indecisión, entre la parálisis y la búsqueda,
entre la euforia y la depresión, entre la conservación y el cambio. Tensión múltiple que en su
dinámica se resuelve en forma dialéctica a través de una nueva tensión superadora y no
sólo por la eliminación de aquella tensión
Una de las manifestaciones de esta crisis es la incertidumbre, sobre todo cuando está
asociada a la falta de provenir. Se transforma así en la certidumbre de un vacío, el del futuro
inexistente. Es una temporalidad congelada, en la que aparece como inconcebible un
mundo diferente. Por lo tanto, la única consigna de una sociedad sin consignas es la
resignificación o la fuga hacia delante
Esta centralidad de la pregunta por el para qué pone en el centro el tema del sujeto. Por el
contrario, hablar sólo de lo instrumental en educación es hablar de la educación sin sujeto,
carente de una perspectiva humanista.
Por último, una reforma educativa debe ser entendida como un programa ideológico, más
precisamente como un discurso con pretensión hegemónica. El discurso de las reformas
educativas de los 90´ en América Latina generó una profunda ruptura de los sentidos sobre
lo educativo y una recomposición hegemónica de los mismos. Avanzar en la superación de
esta reforma exige repensar, deconstruir y reconstruir dispositivos discursivos, normativos e
institucionales que regulan y configuran la educación y desde allí buscar un nuevo sentido
de la escuela.
Tres preocupaciones guían nuestra reflexión sobre la educación y la escuela para el siglo
XXI
_Preocupación ética: Reflexionar sobre la clase de persona que uno quiere llegar a ser y de
sociedad en que quiere vivir, y la clase de vida que quiere que se dé en ella.
En este discurso la escuela quedaba situada en el centro de las ideas de justicia, igualdad y
distribución de saberes para la creación de un sujeto histórico racional, autónomo y libre.
Era constructora de ciudadanía, no pretendía solo formar para el trabajo. Pero el fracaso de
este objetivo político, anomia, burocratización, explotación y exclusión también evidencia el
fracaso de la escuela y constituye una asignatura pendiente a ser resuelta en cualquier
proyecto futuro.
El proyecto de Nación de la generación dominante entre 1850 y 1900 definió finalidades muy
precisas para la escuela moderna latinoamericana: la formación de una ciudadanía capaz de
sumarse al progreso social del momento, transmisora por excelencia de una cultura
homogénea, sin grietas ni diferencias, aspiraba a producir así un tipo de sujeto apto para
adaptarse a los requerimientos políticos y sociales que perseguía la clase dominante
Así, el proyecto de la escuela pública construyó una matriz cuyos componentes culturales,
ideológicos y políticos, el “saber” y la cultura fueron definidos por la clase dirigente de la
época, mientras que los saberes y las culturas populares eran ignoradas o negadas en
nombre del progreso social, del proyecto civilizatorio, civilización o barbarie.
Su crisis comienza con la Primera Guerra Mundial, continúa luego con el surgimiento del
stalinismo, el nazismo y el fascismo, se profundiza durante la Segunda Guerra Mundial, y
culmina en la década del 60´la racionalidad instrumental no genera ni más libertad, ni más
igualdad ni más paz, ni más progreso
Sus fuentes principales de pretensión universal son las grandes instituciones económicas y
monetarias FMI, Banco Mundial. Comisión Europea, etc.
Hizo desaparecer las fronteras nacionales, no solo a nivel físico sino también en la idea de
los proyectos nacionales –en términos económicos, políticos y culturales.
Perfiles del modelo: (90´) reformas educativas que produjo esta nueva división global del
trabajo del capitalismo y los discursos político-ideológicos correspondientes.
1_ Perfil económico: Hegemonía del capital especulativo financiero por sobre el clásico
capital de inversión industrial. En este contexto, la globalización de los mercados genera una
acentuación de la dependencia latinoamericana: ajustes económico-financieros del gasto
público a fin de asegurar el pago de la deuda externa, rezago tecnológico y brechas cada
vez mayores con los países centrales, dependencia de sus estrategias financieras y
comerciales.
3_Perfil político
Una democracia restringida: debilitamiento del aparato político del estado y la sociedad civil.
Democracia subordinada al normal funcionamiento del mercado, una ciudadanía débil,
intermitente, desencantada y alejada de la cosa pública.
4_Perfil cultural
Pero por una lado, existe una importante unilateralidad geográfica en la ubicación de la
producción del conocimiento que circula en forma globalizada; por otro existe también una
manifiesta desigualdad en el proceso de apropiación de los mismos y de su utilización en
términos prácticos: no todos las sociedades nacionales ni todos los actores sociales dentro
de cada una de ella reciben en cantidad y calidad el mismo conocimiento ni están en iguales
condiciones para apropiárselo.
Cultura ciudadana: se confunde ciudadano con agente económico, con cliente, con
consumidor, sometimiento al mercado, ciudadanía acrítica, fragmentada, apática
5_supuestos éticos:
Utilitarismo: la búsqueda exclusiva del propio bien y de la satisfacción del propio interés,
debilita las concepciones de solidaridad y cooperación. “privatización” la idea de que tú
puedes preocupar por alguien más.
No vale la construcción colectiva, la persona vale sólo por su condición de agente productor
económico
Estética del consumo, se sustituyó la ética del trabajo, esa que vinculaba la dignidad
individual y el respeto social al esfuerzo productivo, el que se volcaba en actividades útiles
para la sociedad.
La historia de la educación occidental, tal como se presenta en este libro, comienza con los
primeros intentos educativos de los griegos, algunos siglos antes de Cristo, y llega hasta los
inicios de la pedagogía científica en el siglo XX.
Piénsese, por ejemplo, en las universidades medievales y las de hoy: en aquéllas, los
estudiantes elegían sin la participación de los profesores a su servicio al rector, que en el
protocolo urbano precedía al cardenal, podían asistir armados a las clases y multar o
sancionar de otro modo a los profesores que no cumplían adecuadamente sus obligaciones;
en las actuales, carecen de cualquier poder o lo tienen reducido a una participación
irrelevante, siempre en minoría y sin ninguna capacidad de influir sobre el cuerpo docente.
Más que una evolución, la historia de la educación es la de una sucesión de revoluciones y
contrarrevoluciones.
Los primeros sistemas escolares que surgen en la historia de Occidente tienen poco que ver
con la economía, respondiendo más bien a factores y fines políticos, religiosos o militares
Hasta el inicio del proceso de industrialización casi todas las personas aprendían a hacer su
trabajo haciéndolo. La gran mayoría, los campesinos, sin necesidad siquiera de salir de la
esfera doméstica, constituida por unidades económicas casi autosuficientes. Y una pequeña
minoría por caminos de alcance un poco mayor, como los candidatos a artesanos en su
periplo como aprendices y oficiales, pero sin necesidad de recurrir a mecanismos ajenos a
las propias instituciones productivas, aunque trascendieran la unidad doméstica de origen.
Los primeros amagos de sistema escolar fueron el producto de dos imperios: el Bajo
Imperio romano y el Imperio carolingio. Se ha querido ver en el primer caso la continuación
de una supuesta pero indemostrable escuela de los romanos y, en el segundo, los frutos del
«pequeño Renacimiento>>. Las cosas son mucho más sencillas: ambos eran imperios
burocráticos que necesitaban para su propio funcionamiento y su reproducción una caterva
de escribas y funcionarios conocedores, al menos, de la lectura y la escritura y los
rudimentos de las leyes. Algo de esto, pero no sólo, hubo también en la formación del
sistema escolar estatal -las enseñanzas secundaria y superior- napoleónico. La burocracia,
en definitiva, que debe en parte su función y su legitimidad al monopolio de un tipo de
saberes, necesita del sistema escolar para su reproducción.
Otros sistemas escolares surgieron principalmente al calor de las luchas religiosas. Esto es
cierto, cuando menos, para los estados alemanes de la época de la Reforma protestante -y,
como reacción, para los católicos, por ejemplo la expansión de la enseñanza de los jesuitas-
, para Escocia y para multitud de escuelas inglesas creadas como arma en la pugna entre
las sectas y denominaciones. En general, para el protestantismo no hay otro intermediario
entre la persona y Dios que las Sagradas Escrituras, lo que requiere y requirió en su
momento que todos fueran capaces de leerlas.
Junto a estas causas está también la que todo el mundo sabe: la necesidad de dominar un
cierto cúmulo de conocimientos y destrezas para desenvolverse en cualquier trabajo o fuera
de él en una sociedad industrializada y urbanizada. Efectivamente,' desde el momento en
que el aprendizaje del trabajo y la vida social ya no es posible directa o, al menos,
exclusivamente sobre el terreno –sobre todo el primero--, hay que volverse hacia la escuela
-pero también hacia otras instituciones, viejas o nuevas, como la familia y los medios
llamados de comunicación de masas-, para que desempeñe tal función.
Por consiguiente, resulta claro que las escuelas antecedieron al capitalismo y la industria y
se siguieron desarrollando con ellos pero por motivos ajenos a ellos. Sin embargo, puede
afirmarse que, desde un cierto momento de despegue del capitalismo, las necesidades de
éste en términos de mano de obra han sido el factor más poderoso que ha influido en los
cambios acaecidos en el sistema escolar
Una de las características importantes, si no la más, que las escuelas tienen en común es la
obsesión por el mantenimiento del orden: un rosario de conminaciones individuales y
colectivas a no hacer ruido, no hablar, prestar atención, no moverse de un sitio o
desplazarse a otro.
El orden puede defenderse por justificaciones técnicas, como la imposibilidad de que la voz
del profesor llegue a todos si algunos hablan o lo hacen en voz alta.
Lo que otorga su dimensión característica al problema del orden en las escuelas es que no
se trata de instituciones voluntarias. Mantener el orden en un aula es notablemente más
difícil que hacerlo en una sala de conferencias o en un cine, porque en éstos la asistencia y
la permanencia obedecen a la voluntad y en aquélla no. El problema del orden, cuando no
es libremente querido o consentido, se convierte de inmediato en el problema de la
autoridad y la sumisión a la misma.
Los alumnos se ven así insertos dentro de relaciones de autoridad y jerarquía, al igual que
deberán hacerlo cuando se incorporen al trabajo. En parte, esta autoridad se basa
directamente en su condición no adulta, pero sobre todo lo hace en la legitimidad acordada
a la escuela por la sociedad, en sus requerimientos como organización y en una presunta
necesidad pedagógica. La sumisión a la autoridad aprendida en el seno de la familia no
constituye una base preparatoria suficiente para la aceptación de la autoridad en el lugar de
trabajo.
BUROCRACIA E IMPERSONALIDAD
La autoridad, al menos tal corno la hemos tratado en el apartado anterior, es sólo una
dimensión personal de la organización. Una de las características que separan al mundo del
trabajo, al que la escuela sirve, de la familia, en el que recoge a su público, es la que opone
las relaciones personales e íntimas de ésta a las relaciones impersonales, formales y
burocráticas de aquél. El aprendizaje de estas nuevas relaciones tiene lugar en la escuela,
corno se encarga de recordar Talcott Parsons al enumerar las dos primeras entre las cuatro
funciones por él asignadas al grupo-clase:
1) Una emancipación del niño respecto de su relación primaria elemental con la familia;. 2)
una interiorización de normas y de valores sociales que se sitúan por encima de los que
pueden aprender únicamente por medio de su familia
En la escuela, niños y jóvenes son agrupados de acuerdo con unas pocas características y
tratados de manera teóricamente uniforme sin la interferencia de consideraciones
individuales ni, mucho menos, afectivas. Las relaciones afectivas y duraderas de la familia
tienen su contraparte en la escuela en un gran número de relaciones transitorias e
impersonales. Corno se ha escrito en múltiples ocasiones, estar en la escuela es estar en
multitud, ser tratado corno parte de un colectivo
<<Universalismo>> quiere decir que el joven Juanito acepte ser tratado como alumno, lo que
implica exigirle todas las acciones y omisiones que se esperan de un alumno. De manera
más general, deberá aceptar ser tratado como desempeñante de un rol o papel más o
menos preciso: alumno, alumno de tercero, alumno de geografía de tercero, alumno
repetidor de geografía de tercero, etcétera.
<<Especificidad» significa que acepte ser tratado así con independencia de todas sus otras
circunstancias o características personales. Puesto que es alumno, deberá presentarse
todos los días a las ocho o las nueve de la mañana sin que importe que, tal vez, como
individuo, le resulte mucho más ingrato que a los demás levantarse a la hora
correspondiente; habrá de recitar la lección ante sus compañeros aunque le resulte
especialmente embarazoso, tendrá que estudiar la literatura clásica aunque sus aficiones se
inclinen hacia la novela negra, etc.
Todo ello porque, cuando deje de ser Juanito para ser Juan, un trabajador adulto, tendrá
que estar preparado para ser tratado como asalariado, como votante, como usuario de los
transportes públicos, etc., antes que como Juan, fuera de las relaciones familiares y de
amistad. Si se convierte en camarero, será tratado como tal aunque sea un gran conocedor
de la filosofía alemana o guarde en casa un título de ingeniero; si ingresa en la cárcel, será
tratado como recluso aunque posea un alma sensible; si sube al autobús, tendrá que pagar
el precio del billete aunque por ello ya no pueda comprar pan.
La alienación respecto del producto del trabajo tiene un doble sentido: en primer lugar, ese
producto no pertenece al trabajador sino a una persona ajena, al capitalista que ha
comprado su fuerza de trabajo, su capacidad de producir durante un tiempo determinado; en
segundo lugar, el trabajador ya no determina cuál será el producto de su trabajo, sino que
éste es decidido por el capitalista o su representante. El primer aspecto afecta a la
propiedad de los resultados de trabajo; el segundo, a la determinación de sus fines u
objetivos.
Esto distingue al trabajador asalariado de las figuras antes dominantes del artesano o el
campesino medievales. El primero era enteramente propietario de su trabajo y determinaba
libremente el producto del mismo -dentro de las limitaciones impuestas por el mercado y la
organización gremial- y el segundo lo hacía, al menos, parcialmente -la otra parte era el
producto o el trabajo que tenía que entregar al señor-.
El primer aspecto de la alienación respecto del producto, que sea propiedad de otro, no
viene al caso al tratar de la escuela. El resultado del trabajo del alumno y el estudiante, sea
el conocimiento o su certificación, le pertenece sin discusión.
Pero el segundo aspecto, la determinación de los fines por una voluntad ajena, se reproduce
enteramente en la escuela. Así como el trabajador asalariado carece de toda capacidad de
decidir qué producir, el niño y el joven escolarizados carecen de la capacidad de decidir qué
aprender. El producto de su trabajo o, si se prefiere, el contenido de la enseñanza y el
aprendizaje, es determinado por otro.
Por qué se le ha hecho aprender esto y no aquello, o por qué esto antes que aquello, es otro
misterio para él; tampoco necesita saber cuáles podrían ser las opciones alternativas.
Puesto que poco de lo que se le ha hecho aprender tiene mucho sentido para él, excepto
quizás leer, escribir y hacer cuentas, raramente pregunta por qué se le ha hecho aprenderlo.
Los alumnos aprenden así a relacionarse con el espacio y los objetos de la misma forma en
que tendrán que hacerlo en el trabajo adulto. Su relación con el espacio escolar es igual, o
incluso más estricta, que la que tendrán con el espacio productivo. Su relación con el
equipamiento está presidida por la obsesión de que debe ser cuidadosamente conservado y
la convicción de que no lo sería si se les dejara actuar libremente
La forma en que las relaciones sociales en su interior preparan a los individuos para aceptar
e incorporarse sin excesivas fricciones a las relaciones de producción o, más exactamente,
las relaciones o el proceso de trabajo dominantes. Ahora veremos el modo en que sirven
para cercenar su potencialidad de resistencia y poner obstáculos a su capacidad de
respuesta. Todo esto, claro está, al margen o además de la contribución al mismo fin de la
pura y simple inculcación ideológica.
Cada persona descontenta con su suerte, entonces, tiene ante sí dos alternativas: tratar de
mejorar la posición relativa del grupo al que pertenece o tratar simplemente de mejorar su
posición personal. La primera, a su vez, admite dos variantes: mejorar la posición colectiva
subvirtiendo o dando la vuelta a las relaciones de poder existentes o tratar de hacerlo dentro
de ellas, sin llegar a ponerlas en cuestión.
Estamos tan acostumbrados a asociar a la enseñanza las notas o los títulos que los
consideramos parte integrante e inseparable de cualquier forma de educación, pero se trata
en realidad de acreditaciones simbólicas cuyo valor último reside fuera de la educación, no
dentro de ella; es decir, se trata de motivaciones extrínsecas.
La consecuencia más amplia y general de esta presión por conseguir buenas notas es que
se ha degradado y corrompido el acto de aprendizaje en sí. A través no de lo que decimos,
sino de lo que hacemos, de la forma en que asignamos recompensas y castigos,
convencemos a más de uno de que no se aprende por la alegría y la satisfacción que
proporciona el conocimiento, sino para conseguir algo; que lo que cuenta en las escuelas y
centros de enseñanza no es el saber y comprender, sino el hacer a alguien creer que se
sabe y se comprende; que el conocimiento resulta valioso no porque nos ayude a abordar
mejor los problemas de la vida privada y pública, sino porque se ha convertido en un artículo
que se puede vender a elevados precios en el mercado [Holt,
A través de las motivaciones extrínsecas los estudiantes son llevados a aceptar una gama
de actividades poca o nada significativa, rutinaria y desprovista de interés. Este aprendizaje
los prepara para hacer lo propio el día de mañana, cuando se encuentren en la misma
relación con su trabajo, y para hacerlo sin fricciones. Es el aprendizaje del aburrimiento, de
la monotonía, de la disociación interior de la propia actividad, necesario para que alguien
acepte sacrificar a cambio de lo que sea las mejores horas de su vida.
Su segunda función es desplazar los conflictos del centro de la organización del trabajo a
otro lugar. Puesto que el trabajador está no van dirigidas hacia la organización social del
proceso productivo, lo que pondría inmediatamente en cuestión la distribución existente del
poder y los recursos, sino hacia su periferia. El objeto. Principal de las negociaciones y los
conflictos colectivos o entre el individuo y la empresa no es ya la relación social de
producción entre las partes, sino la gama y la cuantía de las contrapartidas,
fundamentalmente los salarios. Esto convierte al trabajador, desde el punto de vista de la
empresa, en un interlocutor más respetable, puesto que también es más respetuoso.
LA COMPETENCIA INTERINDIVIDUAL
Pero el punto importante aquí es que las calificaciones, como los títulos, sólo poseen un
valor relativo. Puesto que los títulos son un instrumento para acceder a bienes escasos, los
empleos más deseables, y puesto que para la mayoría de los grupos ocupacionales este
acceso se da a través del mercado de trabajo, no existe asociación absoluta alguna entre
títulos y empleos. Un título de medicina, por ejemplo, abre la posibilidad de ejercer como
médico, pero no garantiza el éxito de una consulta privada, ni una plaza en la sanidad
pública o en un laboratorio farmacéutico. Por consiguiente, permaneciendo el resto de las
cosas iguales -es decir, en tanto que el acceso a lo que se desea dependa de los títulos-, las
credenciales educativas sólo tienen un valor efectivo en la medida en que son más o/y
mejores que las de los concurrentes que aspiran a lo mismo.
con ellos relaciones cuya duración sólo es superada por las familiares más inmediatas,
deben considerarlos y tratarlos como a extraños, si es que no como a elementos hostiles.
Otros, en fin, permiten que los alumnos se diferencien a través de la elección entre un
conjunto más o menos amplio de materias optativas. Estos mecanismos de división no son
alternativos, sino acumulables, de manera que cada sistema escolar presenta su propia
combinación de ellos.
La especialización, desde luego, cobra cuerpo sobre todo en la enseñanza académica post-
obligatoria y en la profesional
Puede pensarse que la escuela sólo se relaciona con esa división a través de la selección
de los alumnos para un futuro educacional y profesional u otro, pues el tronco común puede
reunir elementos de formación teórica, práctica, física, artística, etc., el más académico de
los bachilleratos puede incluir actividades prácticas y toda rama de formación profesional
comprende algún tipo de enseñanza teórica.
Todo esto es cierto, pero no impide en absoluto a la escuela reproducir la escisión o, mejor
dicho, la polarización entre trabajo manual y trabajo intelectual. Esta escisión está
claramente presente en la organización curricular, más concretamente en la
compartimentación de los conocimientos y habilidades en asignaturas. La escuela puede
ofrecer simultáneamente y a los mismos alumnos física teórica y un taller de metal, pero lo
hace desde la aceptación previa de la división entre teoría y práctica.
La escuela es un lugar en el que niños y jóvenes son constantemente evaluados por otras
personas: al final de sus estudios, de cada nivel educativo, de cada año escolar, de cada
trimestre, de cada mes... La evaluación es, de hecho, un mecanismo omnipresente en la
cotidianeidad de las aulas,
Aunque se supone que la evaluación versa solamente sobre las dimensiones cognitivas de
la educación, resulta claro que otros aspectos intervienen fuertemente. Wood y Napthali
(1975) señalan seis criterios informales utilizados por los profesores en la evaluación: el
interés del alumno en la materia, su capacidad en la misma, su capacidad general, su
conducta, la calidad y limpieza de su trabajo y su participación en el contexto de
aprendizaje. Sólo el segundo y el tercero, según el orden expuesto, son criterios
propiamente cognitivos, mientras los demás pertenecen más bien a la esfera del
comportamiento.
Pero lo más destacable de las formas de evaluación en la escuela es que llevan la marca
indeleble de la organización económica de nuestra sociedad. No existe ningún criterio
absoluto que informe al profesor sobre lo que un alumno debe aprender a tal o cual edad
escolar o biológica. Lo que la escuela hace es convertir la tendencia central, probablemente
la media, en norma. La institución y sus agentes se sienten tranquilos cuando un
determinado nivel de exigencia configura las calificaciones de los alumnos siguiendo más o
menos una curva de distribución normal, con la mayoría de ellas en torno a los valores
medios y colas más o menos simétricas en los extremos. Es lo que podríamos llamar el
«síndrome de la campana>>: si los suspensos son demasiados se baja el nivel; y, si todo el
mundo aprueba, se eleva. Es exactamente el mismo criterio que emplea una empresa al fijar
las normas de productividad en el trabajo.
A fin de cuentas, lo que se mide no es otra cosa que el rendimiento. La expresión acabada
de la evaluación es la promoción o no de curso, y su resultado la distribución de los alumnos
en atrasados, en tiempo y adelantados. Lo que importa no es el resultado en sí, sino si ha
sido logrado o no en el tiempo adecuado. Pero el resultado en relación al tiempo, el producto
obtenido partido por el tiempo invertido en obtenerlo, es la fórmula de la productividad en el
mercado y, sobre todo, en la organización del trabajo en el interior de la empresa capitalista.
Por otra parte, la evaluación, que con el transcurso del tiempo va tomando formas más
sofisticadas con las que se pretende atender a la medición de más y más nuevos aspectos y
factores, termina por confundirlos todos y mostrar así, otra vez, la reducibilidad y la
reducción de hecho del trabajo escolar concreto a trabajo abstracto.
En la familia, por ejemplo, juegan un papel esencial los rasgos adscriptivos, concretamente
la edad y el sexo. La actuación que se espera y que, por tanto, será aprobada -y su carencia
o las actitudes alternativas desaprobadas-, de cada uno de sus miembros depende en gran
medida de esos rasgos, que no pueden ser alterados en ningún caso -el sexo-- o sólo
pueden serlo por el paso del tiempo -la edad-, pero que no dependen en manera alguna de
la voluntad ni la actividad de los individuos. En la escuela, en cambio, se atiende
principalmente al logro -sea lo que sea esto, y con seguridad no es sólo el logro cognitivo--,
aunque existan algunos mecanismos secundarios para mitigar sus efectos.
La escuela, una de cuyas funciones es preparar a los individuos para la aceptación de este
orden de cosas como natural, no se limita a registrar las diferencias y asignar recompensas
con un criterio de proporcionalidad. El diferencial que separa entre sí las recompensas
alcanza de inmediato una amplitud mucho mayor que la del de las actuaciones que han
conducido a ellas, y la misma distribución desigual de aquéllas altera la igualdad formal de
partida facilitando el camino de unos y obstaculizando el de otros.
LA CONCIENCIA ESTRATIFICADA
La relación entre educación y estratificación social es bien conocida -o por lo menos, ha sido
abundantemente discutida- en lo que concierne a la asociación y las relaciones de
causalidad entre una y otra en términos de distribución individual de las oportunidades
escolares (años y tipo de educación) y sociales (status ocupacional), ingresos, etc.). No nos
detendremos aquí en este aspecto, sino que vamos a centrarnos en el papel jugado por la
escuela en la aceptación de esta estratificación y, en general, de las diferencias sociales a
través de su propia estratificación interna.
Tanguy (1985) ha señalado algo muy parecido al comparar la organización de los horarios,
la distribución del tiempo entre las materias y las formas de trabajo escolar en la secundaria
académica y la profesional, estimulando la primera una relación personalmente directa y
creativa con el conocimiento escolar y la segunda una relación subordinada, mediatizada
siempre por la presencia y la autoridad del enseñante. Anyon (1980) ha mostrado también
las diferencias existentes entre centros del mismo nivel y rama pero con distintos públicos
de clase obrera, clase media, profesionales acomodados y de élite.
La escuela, pues, produce y reproduce la estratificación social, por su realidad interior y por
sus efectos, en un doble sentido. Primero, porque diferencia previamente a su público de
acuerdo con las exigencias estratificadoras de la sociedad como punto de destino.
Ciertamente, sus méritos prestidigitadores no residen en este dejar las cosas como están, lo
que no parece demasiado difícil, sino en lograr que, en el camino, todos se conviertan a la fe
meritocrática y den por bueno lo sucedido.
EL PROCESO DE DISUASIÓN
Esto podría ser visto por todos los rechazados como una forma de exclusión, pero la
escuela y la ideología meritocrática que la rodea son notablemente eficaces en la empresa
de presentarlo como el simple resultado final del conjunto de las actuaciones personales.
Tratando a todos de manera formalmente igual e individualizando pruebas, mediciones,
veredictos y sentencias -aunque aquí la sentencia suela ser anterior al veredicto, como en la
justicia de la Reina Roja-, la escuela consigue que cada cual se sienta único responsable de
su suerte. Puede que ésta estuviera echada de antemano, pero, al igual que, en el mito de
Er, Dios era inocente y las pobres almas responsables de un destino previamente decidido
pero para ellas desconocido, aquí el individuo es el único responsable de su logro escolar y
sus subsiguientes oportunidades sociales, puesto que la escuela es, por definición, inocente
escuela mediante la paulatina eliminación de los no elegibles, pero a menudo no hace falta
llegar a ello. El mecanismo puede funcionar también a la manera del «enfriamiento>> de las
expectativas personales descrito por Clark (1960). Cuando ante el alumno se acumulan los
pequeños fracasos, las indicaciones de que no va a conseguir ir mucho más lejos, llega el
momento de retirarse discretamente y sin escándalo. Por añadidura, los imperativos de
salud del propio ego es probable que aconsejen ofrecerse a sí mismo y a los demás
cualquier explicación distinta de la real, de modo que cada cual carga con su cruz interior y
procura que no la vean los otros; la suma de estas actitudes bien puede ayudar a que nadie
vea otro problema que el suyo, es decir, a que el conjunto de exclusiones o «fracasos>>
individuales se resista a ser percibido como un problema social.