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Esta puede ser natural, es decir que es concebida por el volumen de agua que
penetra a un embalse subterráneo durante un período de tiempo a causa de la
infiltración de las precipitaciones o de un curso de agua (Blanco, 2009). En las
recargas hídricas hay zonas que, por sus características, facilitan la infiltración y,
ofrecen mayores aportes de recarga y dentro de estas, aquellas que por sus
particularidades específicas son susceptibles de disminuir su potencial de recarga
hídrica al ser sometidas a un manejo diferente a su capacidad de uso. A estas áreas
se les denomina zonas críticas de recarga hídrica (Matus, 2009).
Por ejemplo, dentro de los ecosistemas forestales el ciclo del agua desempeña roles
importantes, como es la infiltración. Los bosques, a su vez, contribuyen a preservar
la estructura adecuada del suelo favoreciendo a que el agua de lluvia se infiltre
durante el invierno lo que servirá para mantener los caudales durante el verano.
Además, mejoran la calidad del agua, debido a que los suelos forestales funcionan
como filtros de agua; siendo las cuencas con mayor cobertura forestal las que
presentan mejor calidad del agua (CATIE, 2009).
Según INAB (2003), de acuerdo con el movimiento del agua en el suelo, subsuelo
y manto rocoso, las zonas de recarga hídrica se pueden clasificar en:
Las zonas de recarga hídrica son de mucha importancia dentro del ciclo hidrológico,
pues, al presentarse cualquier fenómeno que altere su estado provocará un efecto
negativo que se verá reflejado en los acuíferos y, por consiguiente, en el
aprovechamiento de la cantidad y calidad de agua (Donis, 2015).