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31/12/2018 Un cuento de Navidad venezolano | La Venezuela del siglo 21

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La Venezuela del Siglo 21

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Un cuento de Navidad venezolano
December 12, 2018 | María Alejandra Ghersi
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2017 30Jul Blancanieves Caracas


Chavez Chavismo FVBP GNB Guerra
Maduro Socialismo Venezuela
accidente amor animal farm asaltao
Érase una vez en un reino lejano, un país generoso que le da asalto asamblea constituyente
oportunidades a sus emigrantes. En ese reino vivía Jonathan, un
asesinatos asesores aurora
joven venezolano (vamos a decir que la gente de treinta y pico casi
cuarenta son jóvenes). Jonathan estaba sentado en su oficina (la bachaquero beisbol bella durmiente
puedes imaginar en Santiago, Lima, Madrid, Panamá, Quito, Nueva blackberry bodas bolívar caracas
York, incluso Tokio), es un espacio grande con una gran ventana, celular chavez chavismo chavista
decorado con los muebles más caros y una Mac Pro. chofer chávez cine clinico colectivos
  constituyente criminales crisis
Jonathan se distrae por unos minutos de su trabajo. La época
cuento de navidad cuentodehadas
navideña lo pone melancólico. Pronto comienza a reflexionar sobre
su vida, sobre lo difícil que fueron los primeros años fuera de cuentos cuentos de hadas
Venezuela, incluso los últimos en ella, lo bien que le ha ido gracias a curiosidades delincuencia
trabajo duro y a la constancia. Venezuela, esa palabra le duele, trata derechos humanos desabastecimiento
en no pensar en el país que lo vio nacer. Cuando le preguntan en la dictadura diego dummies emigracion
calle de dónde es, dice “venezolano” casi con timidez. emigración emigrantes emigrar
 
enchufados english escasez estu
Recibe una alerta de GoFoundMe en el celular sobre un grupo de
venezolanos que necesitan ayuda. Él simplemente la ignora. Pasa estudiantes exhumación fantasía
mucho de su tiempo tratando en no pensar en Venezuela y menos ficción fiction gnb gobierno
en diciembre. Jonathan evade a Venezuela de su vida y trata de guarenas hambre hampa hospitales
lt l lt “ d ”f
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ocultarla como se oculta a un “peor es nada” feo. hospitals hugo chavez hungry
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immigration inseguridad

Esta Navidad la va a pasar con su novia y la familia de ella. La jose castillo jovenes la guaira
verdad es que Jonathan quisiera pasar la con su familia, pero el la princesa y el sapo la tumba
trabajo no se lo permite. En su nuevo país en diciembre se trabaja, las cinco grandes lina ron lucena
además de ser posible el viaje sólo podría ver a un miembro de su
luis villanueva macuto maduro
familia pues todos están dispersos por el mundo. De nuevo,
malandros maldición marchas
Jonathan cambia el rumbo de sus pensamientos. Él no se permite
sentirse débil, Venezuela es una etapa superada y no quiere saber matrimonio men in black miedo
más sobre eso. militares momia motorizados muerte
  muertes navidad nazareno
Trata de concentrarse en el trabajo, pero de pronto algo lo nonfiction opinion oposición
sorprende. Algo se mueve al otro lado de su ventana, algo que es
orquesta otaiza panteón periodismo
imposible porque él trabaja en un piso veinte. Posa su vista con
poem poema presos politicos
mayor atención en la ventana, y allí está su abuela. La misma que
falleció hace un año. Se frota los ojos y la abuela no está más (lo protesta protestas protests rapunzel
que es lógico). refugiados renacer represión
  reptilianos rescate robo sangre sapo
Luego de este encuentro cercano, Jonathan no logra concentrarse secuestro secuestro express serra
más pese a todo el café que se tomó e incluso una manzanilla. Más
shampoo soledad sonnet sonrisa
tarde en su apartamento la cosa empeora. La abuela no sólo
starving students sufrimiento tascón
aparece en la ventana, se instala en la sala. Jonathan está entre
sorprendido y asustado, es su abuela muerta y el pana no se ha television thalía torturas tristeza
fumado ni bebido nada raro. Luego de unos minutos logra habla con trump ucab ucv usa venezolano
ella. venezuela violaciones visa
 
“Abuela ¿Qué haces aquí?”
 
“Soy la mensajera. Vengo aquí para advertirte.”
 
“¿Me voy a morir?”
 
“No, mi niño. No aún. Vine para decirte que te quiero con todo mi
corazón, y para advertirte que te visitaran tres fantasmas.”
 
Jonathan trata de tocarla, pero no puede. Es un holograma. Sólo
puede contemplarla.
 
“Abuela, te pido perdón porque no estuve contigo cuanto te fuiste.”
 
“Mi niño no te preocupes. Yo lo entiendo. Yo te aconsejé que te
fueras de Venezuela, sabía que eso podía pasar.”
 
“Te quiero mucho. Y te extraño más.”
 
“Yo no te extraño, te puedo ver siempre que quiera. Es una de las
ventajas de ser un fantasma. Algunas noches tengo que asustar a
los niños de una casa en Los Palos Grandes, pero el resto del día
estoy libre.”
 
“Tu no podrías asustar a nadie ni siendo fantasma. Seguro les lees
cuentos y todo. Lo que no entendí es lo de los tres fantasmas que
mencionaste.”
 
“Allá arriba no están muy contentos con tu actitud. Estás negando a
Venezuela de tu vida y eso no puede ser.”
 
“No la niego. Yo a todos les digo que soy venezolano.”
 
“No es eso. Actúas como si te avergonzara.”
 
“Es que me avergüenza. Casi a diario tengo que explicar cómo uno
de los países más ricos de Sur América se está muriendo de
hambre, tengo que justificar cómo Maduro es nuestro presidente.
Estoy cansado, somos el hazme reír del mundo.”
 
“¿En serio hablas así del país que recibió a tus abuelos? ¿Qué les
dio una oportunidad?”
 
“Hablo así del país que los dejó a ustedes morirse solos.”
 
“Si tuviera que vivir de nuevo, volvería a Venezuela. Me dio lo que
más quiero en esta vida.”
 
“Abuela ¿podemos hablar de otra cosa?”
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Abuela, ¿podemos hablar de otra cosa?
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“No, porque también tienes que pensar en los muchos venezolanos


que necesitan tu ayuda. Y no hablo de dinero solamente. Tus
amigos y familia necesitan saber que también sientes nostalgia, que
nos es fácil para nadie. Y sí, si tienes algo de dinero puedes usarlo
en ayudar.”
 
“Estoy tratando de retomar mi vida. No puedo pasarme el tiempo
con la cabeza allá cuando estoy acá.”
 
“Jonathan José Márquez, tu sabes lo que te estoy diciendo. No te
hagas el pendejo.”
 
“¡Abuela!”
 
“No vine a pelearme. Vine a verte, a decirte que estoy bien, que te
quiero, te cuido y que vienen tres fantasmas más.”
 
Y así se como vino se fue. Jonathan en este punto estaba llorando.
Cuando se recuperó un poco, tomó una ducha, una manzanilla e
intentó dormir. Trató de convencerse que de que había tenido una
alucinación provocada por la depresión y la nueva medicina que la
psicóloga le había dado.
 
Cuando se disponía a ver alguna película en Netflix, apareció el
primer fantasma prometido. Era Popy, sí el payaso que Jonathan
veía en las mañanas, el mismo con su sombrero redondo, pequeño
y rojo, su pelo a lo Niña Bonita de 1960. El mismo que cantaba “El
Telefonito” y “Carolina.” No fue hasta que lo vio, que Jonathan supo
cuando había extrañado a ese payaso.
 
“¡Popy!”
 
“Wepa Jonathan. Hoy además soy el fantasma de las Navidades
pasadas.”
 
“¿Navidades pasadas?”
 
“Sí, esa es mi misión, llevarte al pasado.”
 
“¿Cómo en las películas?”
 
“Sí.”
 
“¿Puedes cantarme algo primero?”
 
“No.”
 
Y así como por arte de magia (bueno, algo así estaba pasando),
Jonathan viajó en el tiempo y fue a diciembre de 1998. Popy le
explicó: “Tu puedes verlos, pero ellos no pueden verte ni
escucharte.”
 
Estaba en el apartamento de sus abuelos, allí pasaba las tardes
después del colegio mientras sus papás trabajaban. Se vio a si
mismo en el cuarto de los abuelos con su uniforme de bachillerato
estudiando para algún examen. Se acordó lo feliz que era su vida en
esos años, sólo se preocupaba por el colegio, la televisión, beber a
escondidas, y tratar de tener novia.
 
Caminó hacia la sala y allí estaban su abuela (veinte años más
joven que su fantasma), su abuelo y su tío Enrique. Estaba viendo la
televisión, sintonizaban Radio Caracas Televisión (RCTV), justo en
ese momento pasaban la cuña navideña.
 
En la cuña de Navidad de RCTV de ese año los artistas viajaban por
las diferentes regiones del país al ritmo de una canción que decía
“Esta tierra es grande, que viva su gente.” Allí estaba Roxana Díaz
antes del video, Nene Quintana antes de ser chavista, Amanda
Gutiérrez antes de las cirugías, Winston antes de ser un enchufado,
Amalia Pérez Díaz y Tomás Henríquez estaban vivos y Kiara,
Nelson Bustamante y Camila Canabal están igualitos.
 
Lo siguiente que vino fue una propaganda de Henrique Salas
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Lo siguiente que vino fue una propaganda de Henrique Salas
Römer, una que tenía un rap:web
Este página “Empezó Salas
se diseñó con Römer, Salas Römer
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empezó,” Jonathan sonrió. Se acordaba de esa canción, la cantó
varias veces en el colegio burlándose. La siguiente propaganda fue
una de Hugo Chávez, allí fue cuando su abuelo habló:
 
“Este es el hombre que necesita este país. Un militar, un hombre
con mano dura como Pérez Jiménez. El domingo le voto a Chávez.”
 
“¿Papá que estás diciendo? Ese tipo es un loco,” le dijo el tío
Enrique.
 
“El país necesita un cambio. Ya basta de los partidos políticos, de lo
de siempre, de los adecos y copeyanos.”
 
“Sí, papá hay que terminar con eso, pero Chávez no es la
respuesta. Es un tipo que dio un golpe de estado.”
 
“Carlos Andrés se lo merecía.”
 
“Uno, Carlos Andrés no lo estaba haciendo tan mal, había
corrupción, pero nada justifica un golpe.”
 
Su abuela intervino en la conversación.
 
“Dejen la peleadera. Todos los políticos son iguales. No importa
quien gane, no va a hacer nada por el país. Mira a Caldera y “el
chiripero.”
 
La discusión continuó por varios minutos. Jonathan los miraba y se
daba cuenta lo mucho que los extrañaba. Quería decirle a su abuelo
que no votara por Chávez que se iba a arrepentir, ese hombre iba a
destruir el país y sus vidas. En veinte años los venezolanos iban a
estar muertos de hambre, muriendo por falta de medicina y la
inseguridad, iba a estar huyendo a otros países y lo peor iban a
estar separados. Quería hablarle de los muertos por las protestas,
de los presos políticos, de la inflación, y de los secuestros. Le quería
decir que por culpa de Chávez, él, su abuelo, moriría solo porque la
mayoría de sus hijos y nietos estarían fueran del país, y además
todo su patrimonio no existiría por la devaluación, mientras todos los
chavistas y enchufados disfrutaban del dinero robado a los
venezolanos y del narcotráfico.
 
Pero, Jonathan se dio cuenta que de tener la oportunidad de hablar
con su abuelo, le diría cuanto lo quiere y lo extraña y sobre todo
pedirle perdón por no estar con él cuando se fue.
 
Popy lo interrumpió: “Tengo más que enseñarte.” Y como en una
película viajaron a varias navidades de la infancia de Jonathan, una
donde fueron a la Isla de Margarita, otra en La Guaira, un par en la
casa de la abuela, otras ya mayor cuando ya estaba en la
universidad y rumbeaba por semanas. En todas había mucha
familia, amigos, hallacas, pernil, gaitas, torta negra y hasta
panettone (y eso que no le gustaba).
 
“Amiguito, viste qué felices eran las navidades en Venezuela. Tú
fuiste feliz allí.”
 
“Sí, pero también deberías llevarme a la Navidad en que mataron a
mi vecino frente a la casa, y la navidad que tuvimos que recorrer
tres hospitales para que atendieran a mi tía porque las salas de
emergencia no servían, o las últimas navidades donde encontrar
pernil era imposible.”
 
“Wepa, eres más difícil de lo que pensaba. Te llevo a casa.”
 
Así fue. Jonathan estaba en su casa. “Popy, antes de que te vayas.
Yo crecí contigo y te agradezco cada sonrisa.” Y así como apareció,
Popy se fue. Jonathan estaba bastante deprimido. Ver su pasado y
lo feliz que fue más que reconfortarlo, le recordaba lo duros que
habían sido los últimos años.
 
Se quedó sentado un buen rato en la sala esperando al segundo
fantasma, pero no apareció. Así que decidió irse a la cama. Luego
de un buen rato pudo quedarse dormido. Eran como las dos de la
mañana cuando una música lo despertó Era un sonido conocido y
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mañana cuando una música lo despertó. Era un sonido conocido, y
luego de un par de minutos
Este páginasupo
web seque era la
diseñó música
con que
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acompañaba al doctor Valerio en “Por estas calles.” Pensó que era
la televisión o Youtube, cuando descubrió a Roberto Lamarca
parado en frente a su cama. Más que el actor, era el personaje del
doctor Valerio con su traje noventoso de color marrón y su
característico bigote.
 
“Buenas, buenas mijitico, soy el fantasma de las navidades
presentes.” Y luego con la música que usaba en la telenovela
cuando se oían sus pensamientos en voz en off, Jonathan escuchó.
“Qué riñones tiene Chucho, mandarme con este tipito cuando podría
estar ayudando a una buenota.”
 
“Roberto o Valerio, puedo oír tus pensamientos.”
 
“Ahora me salió brujo el muchachito. Mira, vamos que tenemos que
pasear por varios lugares.”
 
Y así Arístides Valerio lo llevó al presente. Primero visitaron a su tío
Enrique y a su esposa. Ellos siguen en Venezuela. La casa estaba
silenciosa, ellos más delgados de lo que los recordaba.
 
“¿Qué vamos a hacer para el veinticuatro?” preguntaba su tío.
 
“Nada, no quiero hacer nada.”
 
“Coño Ana, no podemos quedarnos aquí y morirnos del asco ¿Por
qué no vamos a casa los Martínez?”
 
“No estoy de humor. Además, quiero quedarme en casa para ver si
hablamos ese día por Skype con Dianita, Luis y los niños.”
 
“Ok, entonces ¿qué vamos a hacer de comida?”
 
“Nada, todo lo navideño cuesta lo impensable. Y de vaina podemos
comer dos veces al día. Comeremos lo que hay por ahí y ya.”
 
“Me rindo, si eso es lo que quieres…”
 
“Y ni se te ocurra decirle nada a los niños. Ellos bastante tienen y no
quiero preocuparlos.”
 
Jonathan sintió un frío en su estómago. No tenia ni idea de lo mal
que lo estaban pasando sus tíos. De pronto todo cambió y estaban
en casa de su prima Diana. Allí estaba ella con su esposo, los niños
ya estaban dormidos.
 
“Tranquilo mi amor, te quitaron horas, pero yo tengo overtime en el
trabajo, así que con eso compensamos,” decía Diana.
 
“Estoy cansado de esta incertidumbre. Ahora tengo que tratar de
encontrar otro y otros trabajos. Tenemos que pagar los gastos, pero
están los regalos de los niños, el abogado para lo de los papeles y
yo quería mandarle dinero a tus papás y a los míos.”
 
“No te preocupes, todo va a salir bien. Lo importante es que
estamos aquí y los niños están bien, con comida y a salvo.”
 
De nuevo, Jonathan se dio cuenta lo alejado que ha estado de su
familia. Él no tenía ni idea de lo que pasaba.
 
“El muchachito está descubriendo el mundo,” le dijo el Dr. Valerio.
“Hay que ser bien pendejo para no tener idea de que la familia de
uno está pasándola mal,” pensó Valerio.
 
“Algo así. Y de nuevo te digo, puedo oír tus pensamientos.”
 
Y así pasaron también por varias casas de desconocidos, todos
venezolanos. Unos en Venezuela, sin comida, muy delgados; otros
estaban en los hospitales tanto enfermos y sus cuidadores trataban
de disimular su desesperanza; también vieron los caminantes que
salen de Venezuela con una mochila y esperanza, ellos dormían en
las calles.
 
Todas las imágenes eran sobrecogedoras Parecía una epidemia de
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Todas las imágenes eran sobrecogedoras. Parecía una epidemia de
tristeza. La últimaEste
parada fueweb
página en casa de uno
se diseñó con de sus amigos de .com.
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universidad, Alex. La verdad hacía mucho tiempo que no hablaba
con su amigo. Allí estaba Alex en su apartamento en un país
apartado. Jonathan sabía que su amigo tenía una buena posición
económica, pero lo que veía en ese momento era a un Alex triste,
depresivo. Alex estaba acostado en su sofá viendo fotos viejas
mientras se tomaba un whiskey.
 
“Este es otro pendejo. Tiene billete, un apartamentote, un carrazo, y
está aquí todo tristón,” le dijo el doctor Valerio.
 
“Bueno, aunque tú no lo entiendas, el dinero no lo es todo.”
 
“Y tu eres el pendejo mayor,” pensó Valerio.
 
El doctor Valerio lo dejó en su casa. Jonathan estaba impresionado,
había empleado tanto tiempo evitando Venezuela que a la vez se
había olvidado de su familia y sus amigos. Sin perder tiempo,
Jonathan llamó a sus tíos y les mandó algo de dinero. También
llamó a su prima Diana, le ofreció ayuda para lo que necesitara.
 
Contactó a Alex por Whatsapp. Le contó lo solo que se sentía y que
pese a los logros profesionales no era feliz. Alex le agradeció sus
palabras porque él sentía lo mismo y no se atrevía a comentarlo.
“Gracias Jonathan, me sentía muy culpable por no ser feliz. Es tan
bueno saber que hay más personas sufriendo lo mismo,” le comentó
Alex.
 
Al día siguiente, Jonathan buscó todas las fundaciones que estaban
bien acreditadas y donó dinero y tiempo para ayudar a los
refugiados venezolanos y a los venezolanos que siguen en
Venezuela. Los siguientes días se sintió mucho mejor. El ayudar y
saber que de alguna manera varias personas tendrían unas mejores
navidades le hacía feliz. Sí, Jonathan también entendía que nada de
sus acciones arreglaban el problema principal del país que es el
chavismo, la corrupción y el narcotráfico (para empezar por algo).
 
A los pocos días aparecieron los fantasmas de las navidades
futuras: Cayito Aponte y Pepeto. Esta vez Jonathan no se asustó, en
realidad, los esperaba hacía varios días. Le alegró con el corazón
ver a dos personajes tan importantes de su vida, de sus lunes de
rochela, del humor venezolano.
 
“Venimos a enseñarte las Navidades futuras,” le dijo Pepeto.
 
“Como aprendiste la lección antes de tiempo,” comentó Cayito.
 
“No hace falta enseñarte lo que pasaría.”
 
“Si seguías ignorando a tu país.”
 
“Lo que vas a ver es el verdadero.”
 
“Futuro de Venezuela.”
 
Y pronto viajaron varios años en el futuro. Visitaron varias ciudades,
todas tenían las luces y el color de las navidades del pasado. Los
comercios estaban todos abiertos y con muchas personas en la
calle pese a ser de noche, era como si la delincuencia ya no estaba
tan desatada y la gente podía vivir con libertad. Las personas se
veían felices, casi parecía una película de navidad gringa, con la
diferencia de que el fondo musical eran gaitas.
 
Los mercados estaban llenos de comida, los hospitales funcionaban
bastante bien, las escuelas estaban llenas de niños que se hacían
un futuro, lo único vacío eran las morgues.
 
Venezuela era un país normal. Con problemas y ventajas, pero sin
los horrores que estamos viviendo desde hace más de veinte años.
Muchos habían regresado, otros no porque ya sus vidas estaban
hechas en otros lugares, pero podían ir a visitar a sus seres
queridos sin miedo.
 
Era la Venezuela que soñamos.

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un final feliz,
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diseñó podemos lograr. No .com. Crea tu página web hoy. Comienza ya
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podemos sacar a los desgraciados que tenemos por gobierno ahora,
pero sí podemos unirnos como el pueblo que somos, no importa
donde vivamos. Esta Navidad regálate un poco de paz y alegría
ayudando a los tuyos.
 

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