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Su nuevo planteamiento[editar]
Mariátegui concebía el problema del indio no como un asunto racial, administrativo, jurídico,
educativo o eclesiástico, sino como un problema sustancialmente económico cuyo origen
estaba en el injusto sistema de propiedad de la tierra concentrado en pocas manos
(gamonalismo o latifundismo); mientras subsistiera esta forma de propiedad todo intento por
solucionar el problema del indio sería estéril.
El gamonalismo se oponía con éxito a toda ley u ordenanza de protección indígena. El
hacendado, latifundista o gamonal era prácticamente un señor feudal. Frente a él, la ley era
impotente. La República había prohibido el trabajo gratuito, pero aún así, el trabajo gratuito, y
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aún el trabajo forzado, sobrevivían en el latifundio.
Sumaria revisión histórica[editar]
Se calcula que la población del Imperio de los Incas fue de diez millones de habitantes. La
conquista española fue una tremenda carnicería; la población nativa quedó diezmada. El
virreinato estableció un régimen de brutal explotación. Los españoles impusieron el régimen
feudal de la tenencia de la tierra y dieron más importancia a la extracción del oro y la plata. La
población indígena fue sometida a un sistema abrumador de trabajos forzados, en las minas y
los obrajes. La costa se despobló, por lo que se importaron esclavos negros para las labores
de las haciendas. Los españoles destruyeron la sociedad y la economía incaica, sin
reemplazarla por otra de igual rendimiento. El sistema que implantaron fue el feudal y el
esclavista, de manera simultánea.
La revolución independentista fue dirigida por los criollos y hasta por algunos españoles, que
aprovecharon el apoyo de la masa indígena. El programa liberal de la revolución incluía la
redención del indio, pero al consumarse la independencia, quedó solo como promesa. Ello
debido a que la aristocracia latifundista de la colonia, dueña del poder, conservó intactos sus
derechos feudales sobre la tierra. La situación del indio tendió a empeorarse durante la
República.
En la sierra, la región habitada principalmente por los indios, subsistía en tiempos de
Mariátegui la más bárbara y omnipotente feudalidad. El dominio de la tierra estaba en manos
de los gamonales o latifundistas. Sin embargo, la propagación de las ideas socialistas originó
un fuerte movimiento de reivindicación entre la masa indígena.
«La solución del problema del indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben
ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en la reunión de los congresos indígenas
un hecho histórico. Los congresos indígenas, desvirtuados en los últimos años por el
burocratismo, no representaban todavía un programa; pero sus primeras reuniones señalaron
una ruta comunicando a los indios de diversas regiones. A los indios les falta vinculación
nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su
abatimiento», finaliza diciendo Mariátegui. 11
El problema de la tierra[editar]
A grandes rasgos:
El programa del civilismo burgués y positivista, expresado por Manuel Vicente Villarán, y
El programa del civilismo feudal e idealista, defendido por Alejandro Deustua.
Villarán defendía el modelo norteamericano, con una orientación práctica (formación de
hombres de empresa), lo que era coherente con el naciente capitalismo que iba formándose
en el Perú. Mientras que Deustua planteaba el problema educativo en un terreno puramente
filosófico; a decir de Mariátegui, representaba la vieja mentalidad aristocrática de la casta
latifundista. Finalmente se impuso el programa de Villarán, pero con resultados mediocres,
según ya vimos.
En conclusión, para Mariátegui, «el problema de la enseñanza no puede ser bien comprendido
en nuestro tiempo si no es considerado como un problema económico y como un problema
social. El error de muchos reformadores ha estado en su método abstractamente idealista, en
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su doctrina exclusivamente pedagógica».
El factor religioso[editar]
La religión en el Tahuantinsuyo [editar]
Mariátegui empieza señalando que en su tiempo, el concepto de religión había ya crecido en
extensión y profundidad. Estaba ya superada la vieja crítica del anticlericalismo (ateo, laico y
racionalista) de relacionar la religiosidad con el oscurantismo (lo que no impide que todavía
algunos, ingenua o ignorantemente, sigan creyendo en esa relación). Pone como ejemplo el
protestantismo anglosajón para desmentir tal aseveración.
Mariátegui hace notar que el factor religioso ofrece en los pueblos de América aspectos muy
complejos. El estudio del mismo debe partir necesariamente de las creencias de los pueblos
precolombinos. Considera que se cuenta con suficientes elementos sobre la mitología del
Perú antiguo como para ubicar su puesto en la evolución religiosa de la humanidad.
Según Mariátegui, la religión incaica fue un código moral antes que un conjunto de
abstracciones metafísicas. Se hallaba subordinada a los intereses sociales y políticos del
Imperio, más que a fines netamente espirituales. La alta clase sacerdotal pertenecía al mismo
tiempo a la clase dirigente. Es lo que se llama Teocracia. Es por ello que cuando los incas
conquistaban otros pueblos, no se orientaron a extirpar la diversidad de cultos (con excepción
de aquellos demasiado bárbaros o violentos), sino que, con sentido práctico, exigieron
solamente la supremacía del culto del Sol. El Templo del Sol o Coricancha se convirtió así en
el templo de una mitología un tanto federal.
Ese mismo régimen teocrático explica que la Iglesia incaica (por llamarla de algún modo)
pereciera junto con el Estado Incaico durante la conquista española. Pero sobrevivieron en la
población los ritos agrarios, las prácticas mágicas y el sentimiento panteísta.30
La conquista católica[editar]
Según Mariátegui, la conquista española fue la última cruzada, es decir una empresa
esencialmente militar y religiosa, realizada en conjunto por soldados y misioneros (la espada y
la cruz).
Tras la conquista, empieza el coloniaje, que es una empresa política y eclesiástica. El
Virreinato atrae a nobles letrados y doctores eclesiásticos. Llega la Inquisición y la
Contrarreforma, pero también toda la actividad cultural, concentrada en las manos de la Iglesia
Católica. La Universidad nace fundada por los frailes.
La liturgia suntuosa del catolicismo y el estilo conmovedor de los predicadores cautivaron a las
masas indígenas, más que la misma doctrina evangélica. Es decir, para los indios, lo más
atrayente del culto católico fue su exterioridad y no su interioridad. El indio, en realidad,
mantuvo sus antiguas creencias mágicas adecuándolas al culto católico, fenómeno al que se
conoce como sincretismo religioso.
El rol de la Iglesia católica durante el virreinato fue el de apoyar y justificar al estado feudal y
semifeudal instituido. Si bien hubo choques entre el poder civil y el poder eclesiástico, éstos no
tuvieron ningún fondo doctrinal, sino que fueron simples querellas domésticas, que se
superaron eventualmente.31
La independencia y la iglesia[editar]
Con el advenimiento de la República no hubo cambio. La revolución de la Independencia, del
mismo modo que no tocó los privilegios feudales, tampoco lo hizo con los eclesiásticos. El alto
clero se mostró inicialmente fiel a la Monarquía española, pero al igual que la aristocr acia
terrateniente, aceptó la República cuando vio que ésta mantenía las estructuras coloniales. De
entre el bajo clero, hubo muchos que militaron activamente en el bando patriota.
Si bien entre los patriotas peruanos hubo quienes profesaron el liberalismo, éste nunca llegó a
los extremos del jacobinismo anticlerical, como ocurriera en Francia. El liberalismo peruano,
débil y formal en el plano económico y político, lo era también en el religioso. No hubo de parte
de los liberales peruanos una campaña más incisiva a favor del laicismo y de otras demandas
propias del anticlericalismo. La actuación personal de Francisco de Paula González Vigil,
clérigo célebre por sus críticas a la curia romana, no perteneció propiamente al liberalismo. El
más conspicuo líder liberal peruano, José Gálvez Egúsquiza, respetaba y cumplía los dogmas
de la Iglesia Católica.
El radicalismo de Manuel González Prada surgido a fines del siglo XIX constituyó la primera
agitación anticlerical del Perú, pero careció de eficacia por no haber aportado un programa
económico-social. De acuerdo a la tesis socialista, las formas eclesiásticas y doctrinas
religiosas son propias e inseparables del régimen económico-social que las sostiene y
produce, y por tanto, la preocupación primordial debería ser cambiar dicho régimen, antes que
asumir actitudes anticlericales.32
Regionalismo y centralismo[editar]
Cuando surgió la República Peruana, ésta se constituyó bajo el sistema centralista, pese a los
planteamientos de federalismo que hicieron algunos ideólogos liberales. 33 En la época de
Mariátegui, el problema de la centralización política se mantenía vigente; naturalmente, para
él, la solución de este problema tenía que abarcar necesariamente el plano social y
económico, y no solo el político y administrativo, como se había venido intentando.
Ponencias básicas[editar]
Para Mariátegui, el problema del regionalismo versus el centralismo se planteaba ya en
términos nuevos, quedando atrás los viejos conceptos propios del siglo XIX. Reconocía la
existencia, sobre todo en el sur peruano, de un sentimiento regionalista, pero observaba que
dicho regionalismo más parecía ser «una expresión vaga de un malestar y un descontento».
Enumera las siguientes proposiciones: