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Bemard Le !Bon:i:vier de '!

liomtenelle tuv@ la rara fo r¡tuna de Mi-


ví:i; un siglo, @e 165 7 a l 75 7. Fuernn cíen añ0's en los que la
clllltura occidenitral expe:úmentao;¡t u\líla de sus 1'!>1ás 1¡ornfondas
trnnsfornnaciomes . Pencia y filosofía em¡or>c;:ndíafil 111,uevos ©e-
.rroteros. Y Foi;i.telJ').etle füe un tes ~igo e;xcepóoual de estos de·
sa,¡.:roltos. 8ecr etair ío de la «Aca:cilérr.üe des Sóences»>,! asume
c0N e!iltus~asmo su ta• ea ól•e ilíldfo['mar p1p)!twal, Fazonada y
compreri.siblemen,te, de los nl!levos descubrimientos y te0-
FÍ4s. Su Hist0ire de l'Aoadémie y sus Eloges de los más importan-
tes filósofos y científicos del momen o cori.stítl'iyen docurneu-
tos ine$timables para el conocimiento de su época1 yeuttura.
Bern FonteneHe ne> s~ liRrritó a ser un mero mJ,távío de los
áV.aFlCeS del COnOCÍ!Wl Íento. íJ'ant<D qesde SU cargé) d e- Secre tra-
L'i@ como en sus obiras persotJ.a~es {\:mprende una d uw1¡naña
watra todai forma d e su¡per stícíón y unai lúóda defensa de;: ia
«ra.zóm>. Sus escrüos so,m @b:ras maestras <;le divulgación, e<!Í~ ·
cacíém y prop aga nda. Poatenelle es, como dij<ii J. 1Rostand,
«una especie de La Rochefoucai111ld d e la vei;dall cientrí:füca~> .
Pevo, además, Ja pukritud de su infor mación se exp0nía COiil
una calidad lite raria p0co común, h asta <'¡ l puntq <IJ:Ue !?. 'Vale·
ry Je oonsidera (<el mejor prosis tra del s. XVII~»>. lfa obrn ue
aquí p resenta~G>s, las Convenacienes~obre la pl"Uralidad de los
mundos, es una de las más represen rti.tiv¡¡¿s y la: lffl<Í:S famo·sa
del autor, y es una perf.ectai muestra de la logrw~a CGmbina-
ción de rigor' cientiÍ'fiico y calidad literania:. Con ella Fiontrene·
. l'le se erige rnrn0 uno de los m~xi,n:ios represenltalí1t€S de Jais
ti;aidici0nes, cuy9s gramdes pvotagonti.stas son l'loy autores
como Stainislaw Len y, especiaili:oente, Isaac; As~rnov .
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23271
BERNARD LE BOUVIER
DE FONTENELLE

CONVERSACIONES
SOBRE LA PLURALIDAD
DE LOS MUNDOS
Edición preparada por
Antonio Beltrán Mari

© Copyright, 1982
EDITORA NACIONAL. Madrid (España)
ISBN: 84-276-0595-1
Depósito legal: M. 13.555-1983
Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polígono Igarsa
Paracuellos del Jarama (Madrid)
A
CLASICOS PARA UNA BIBLIOTECA CONTEMPORANEA
Pensamiento
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EDITORA NACIONAL
Serie dirigida por José Manuel Pérez Prendes Torregallndo, 10 - Madrld-16
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f·J '- \J S .~~ :- ;..t:~A-F

INTRODUCCION

n i t: LI D TECA
'lit. rn~u~5,; ;:'J c.:;;,1:1:; R~t'l'llr
CftMA.!tll L1·:·~<i'f''.1C:"l:~·f'AJlllA
Mí'.l\'O(\:~ - lfl. l.
1 .,. ' · 11

l. FONTENELLE.
1t ENTRE LA RAZÓN Y EL PESIMISMO

Pero ¿quién es Fontenelle? me preguntaba un estudiante cuando propuse


el estudio de su obra, en el prqyecto de un seminario que había de tratar
sobre la difusión y polémicas del mecanicisn10 cartesiano. Y no podía censu-
rársele apenas. La historiografta de la filosofla y de la ciencia no le cuentan
entre sus protagonistas. Nacido en un <rsiglo de geniosJ>, la obra de Fontene-
1/e no brilla por la luz de sus propios logros teóricos. No hay una ley o una
teoría de Fontenelle, no hay ni siquiera una tesis filosr!ftca de cierta iefluen-
cia que pueda atribuírsele como original. En base a esto hubo quien, en el
tercer centenario de su muerte, dijo de él que era «!out le contraire_ d'un
gran esprit» 1. Lo cual no deja de resultar paradójico, porque de quien es
todo lo contrario de un gran talento, no suelen celebrarse los centenarios. Se-
guramente Thierry Maulnier, que hizo tal afirmación, se acordaba de que
Montesquieu Jo consideraba como el más grande «espritJ> de su siglo. Vol-
taire, más preciso, deda de Fontenelle que estaba <por encima de todos los
sabios que no tienen el don de la invencióm>, y añadía: <<M. de Fontenelle me-
rece ser mirado como uno de los más grandes filósefos de la Tierra y, a pe-
sar de sus defectos, la mayor parte de sus obras no deberían perecer jamás...
No puede negársele el haber dado nuevas luces al género humano. A él, en
gran parte, se debe este talento filosr!ftco que hace despreciar las declamacio-
nes y las autoridades para discutir la verdad con exactitud» 2• Los de

1
Citado por J. Rostand, «Fontenelle. Homme de vérité», en Revue de Synthese, 21, pág. 76
(1961).
'Ibídem.

9
I ''' ,¡, 111
Fontenelle son un protagonismo y una grandeza atípicas. No abre caminos, samos en la Francia de Luis XW. Aun hacia 179 2 Condorcet proclama-
cierra laberintos. Es uno de esos hombres de los que hablaba Condorcet que ba en sus Memorias sobre la instrucción pública: «El reino de la ver-
<ponen su gloria en destruir los errores populares» 3, y mientras que unos dad se acerca: nunca el deber de decirlafue tan imperioso porque jamás fue
lo caracterizan como <rJilósofo de salón», <<matemático de alcobm>, otros como tan útil». No obstante, si eliminamos el optimismo, tanto un texto como el
J Rostand hablan de él como de «una especie de La Rochefoucau!d de la otro caracterizan fielmente el espíritu que domina la obra de I'ontenelle que,
verdad cient(fica», «el verdadero creador del humanismo cient(fico», y quizá como B~le, se anticipa así a los «enciclopedistas» del siglo XVIII. Sin
recogiendo la efirmación ·que hizo Mme. Lamber! en su retrato de Fontene- duda resulta excesivamente osado darle un nombre propio a esta «edad de
lle: «... en fin uno de esos hombres destinados a dar el tono de su siglo» 4• la razón» que tantos y tan grandes protagonistas tiene. Pero si la defensa de
Ji Maurice Roelens, por su parte, en su introducción a la antología de textos la razón y la lucha contra los prejuicios son los criterios, es, en cierto modo,
de nuestro autor, al recordar que Fontenelle tuvo el privilegio de vivir un comprensible que, por su obra y su longevidad, se proponga a Fontenelle
siglo, anade rozando la exageración, no rara como puede verse en estas valo- para denominarla. Menos arriesgado es caracterizarle, como se hace a me-
raciones, que quizá bien merecería ser llamado «el siglo de I'rmtenelle». nudo, en competencia o en companla de Bayle, como el <primer enciclopedis-
Atendiendo a otro aspecto, P. Valery le considera «el mejor prosista del ta», o <primer representante del movimiento ''philosophe"».
siglo XVIII», aunque tampoco en este sentido d'!}a de haber desacuerdo. En Bernard le Bouvier de Fontenelle, hijo de Franrois, abogado en el par-
cualquier caso, quizá t!lerezca la pena decir que criticar a alguien, en este lamento de Rouen, donde ejerce «con más honor que celebridad», y de Marthe
caso a Fontenelle, por lo que no fue, ni pretendió ser, un gran filósofo o un Corneille, hermana de Pierre y del famoso T homas; Corneille, nace en el
eminente cientflico, resulta cuando menos supeifluo, y recuerda por oposición mismo Rouen el 11 de febrero de 16 5 7. Estudia de 16 64 a 16 72 en el
una de las cualidades de Fontenelle cuando, consciente de lo que sí quería colegio de jesuitas de la ciudad, donde ya habían estudiado los Corneille, y
hacer y, sin duda, hizo bien, dice «On a bien de la peine a prendre juste fe en Cl!JOS registros se habla de él como «inter discípulos prínceps». Los jesui-
ton qu'il faut et a n'en point sortir» 5. Lo que más encontramos entre los tas, entre los que algunos, como Tournemine, serán posteriormente buenos
hombres a lo largo de la historia son dogmáticos. Los escépticos siempre han amigos de Fontenelle y no d'!}arán de ayudarle, pretenden hacerle ingresar
sido menos. Los que han sabido combinar las virtudes de unos y otros cons- en la orden. Su padre, por su parte, consigue que curfe la carrera de aboga-
tituyen rarísimas excepciones. Fontenelle es uno de ellos. Bün merece la do. Incluso llegará a actuar en un pleito que perderá. El se siente inclinado
pena conocerlo. desde muy pronto hacia la filosefía y la literatura en especial, en la que es-
Fontenelle vivió desde 16 5 7 a 175 7. En este último ano precisamente pera hacerse famoso siguiendo las huellas de su tío. A los trece y catorce
Horace Walpole, en sus Memorias del Reinado de Jorge II, escribía: anos, en las mismas fechas en que se publican los Pensées de Pascal, con-
«Ha pasado un siglo desde que la razón empezó a tener i'!fluencia en los curre a varios concursos literarios locales, obteniendo varios premios, lo que in-
asuntos del mundo, a conducir al hombre hacia lo que le había sido otorgado tentará repetir posteriormente con menos fortuna. De constitución frágil -se
hace seis mil años. Si las religiones y los gobiernos estaban dominados aún dice que a los dieciséis años el billar era para él un juego demasiado violen-
por los prejuicios, si los credos que contradecían la lógica, o las tiranías que to--, no obstante, con los debidos cuidados, eefermará muy raramente a lo
esclavizaban a las multitudes al capricho de uno, no habían sido aún desa- largo de su dilatada vida. Un año después de la muerte de Moliere, en
creditadas, por lo menos no se introducían nuevos absurdos, o si se propaga- 1674, vit9a por primera vez a París, donde su tío le acoge bajo su protec-
ban, no producían inquisidores o mártires» 6. No es poco el optimismo de ción y le introduce en el mundo culto.
tal afirmación, especialmente si salimos de la Inglaterra de W alpole, y pen- Francia es, en aquellos momentos, la mayor potencia de Europa. Ni
Holanda, a pesar de dominar las finanzas internacionales, ni Suecia, en de-
clive, ni la atomizada Alemania, ni los pequeños estados italianos, como
3
Condorcet, Esquisse d'un tableau historique des progres de /'esprit humain, pág. 216, 9.' épo- tampoco Inglaterra, sumida en los problemas de la restauración de los Es-
que. Editions Socials. Paris. 1971. Edición de H. y F. HincKey.
4
El retrato de Fontenelle por Mme. De Lambcrt, es reproducido por S. Delorme en su tuardo, o España, vencida desde la Paz de los Pirineos, pueden hacerle te-
«Fontenelle, l'homme et son temps», en la revista y número citados en nuestra nota 1. pági- mer nada. Luis XIV, que ha accedido al gobierno personal y absoluto des-
nas 27-29. Para la cita de Rostand, ver también loe. cit., nota 1.
5
El texto corresponde al final del prefacio a su Historia des Grades, pág. X. Edición crí- de 16 6 1, es el árbitro de Europa, y está dispuesto a llevar adelante los
tica de Louis Maigron, Société des Textes Frarn;:ais Modernes, Paris, 1908. prqyectos de Richelieu y Mazarino: la consolidación de las fronteras natura-
6
Citado por Harold Nicolson, The Age oj Reason (1700-1789). Panther Vooks Ltd.
London, 1971, pág. 11. les de Francia, que coincidirían con las de la antigua Galia. Con la Paz de

10 11
los Pirineos ( 16 5 9) Mazarino había ratificado el Tratado de Westfalia, o ría famosísimo el grupo de Mersenne, cuyas re11nioncs tenían como oijeto te-
el predominio de Francia en Occidente. El matrimonio de L11is XIV con mas de carácter más cient(ftco. Pero andando el tiempo surgirían numerosas
la infanta María Teresa, q11e tantas consec11encias políticas había de tener, acaden1ias: la de la casa del padre Picot, amigo y huésped de Descartes; las
consolidaba por el momento 11no de los objetivos. La frontera del Rhin había de Rohault o Denis, conocidos cartesiano y gassendista, respectivamente. Es-
de ser el sig11iente. Pero tras los disturbios de la Fronda en la década ante- pecialmente famosas serían en aquellos momentos la de la casa del príncipe
rior, antes de emprender 11na política exterior agresiva, había q11e consolidar de Condé, dirigida por el médico Bourdelot, o la de Juste/. La del grupo de
la paz interna y revitalizar la nación. Lo11vois y Colbert, especialmente, se- Mersenne, tras la m11erte de éste en 1648, no sólo no interrumpió s11 acti-
rían los agentes principales de esta revitalización y fortalecerían las bases vidad, sino q11e la incrementó incluso, reuniéndose primero en casa del conse-
del absol11tismo. La reorganización del ejército y las finanzas, CfJn el jero Haber/ de Montmort y desp11és en la de Melchisé de T hévenot. Sería
desarrollo del mercantilismo y la creación de 11n extenso aparato administrativo, precisamente de este grupo del que surgiría en 16 66 la Académie des
van acompañadas de n1edidas no menos importantes en el intento de control Sciences, una vez más por iniciativa gubernamental. Cuando en 1661 mu-
de la .fe y las ideas, del terreno ideológico. La ruptura de la 11nidad religio- rió Mazarino, Carlos JI envió una delegación inglesa a sus f11nerales. De
sa e11ropea en el siglo XVI había tenido como consecuencia el desarrollo de ésta formaba parte el coronel Sam11el T11ke, recientemente elegido miembro
las iglesias nacionales. Los respectivos gobiernos intervenían en la elección de de la Royal Society, que tenía el encargo de informarse de la actividad cien-
candidatos para las sedes vacantes, y vetaban los decretos papales que p11- tífica en París. Fue recibido en casa de Montmort, donde conocería a Rober-
dieran perj11dicar su política. Francia, que en el transcurso del siglo XVII val. Tuke hizo de la Royal Society y del interés de Carlos JI por sus acti-
reemplaza a Espana en la imposición del estilo religioso, es el estado en que vidades un relato un tanto exagerado. A partir de entonces, se decidió
el valor político de esta posición nacionalista tiene m~or alcance. Se produce mantener 11na correspondencia regular entre las dos academias q11e, ya direc-
un progresivo enfrentamiento con Roma, así como el fortalecimiento del «ga- tamente, ya a través de Holanda, se intensificaría cada vez más 7. Pero, a
licanismo». Una de s11s más importantes manifestaciones sería la Revocación pesar de su admiración por la Royal Society, los científicos no se propusieron
del Edicto de Nantes. Enrique IV había s11perado las llamadas guerras de imitarla. Fue Colbert quien decidió respecto a los científicos lo que Richelieu
religión mediante 11n cierto reconocimiento político de los h11gonotes y cierta había hecho con los literatos. Más aún, en 1666 Colbert pensó en fundar
tolerancia religiosa. Richelieu había mantenido las cláusulas del Edicto de una especie de academia enciclopédica que reuniera 'a matemáticos, físicos,
Nantes. Pero Luis XIV no estaba disp11esto a tolerar esta sit11ación: un eruditos y literatos, que se reunirían separadamente en distintos días y una
solo rry y una sola .fe debían imperar. Los hugonotes no tenían más alterna- vez a la semana juntos. Pero una institución de estas características no re-
tiva que la abjuración o el destierro. Con la Revocación de 1685 mandó sultaba práctica y además se inteifcría con la fundada por Richelieu, ha-
destruir los templos, el destierro de los pastores calvinistas, así como la con- ciéndole perder s11 razón de ser. Así pues, la nueva academia se ocuparía
dena a galeras y la confiscación de bienes a los hugonotes que pretendieran estrictamente del campo cient(ftco y técnico. Según iriformara posteriormente
evadirse. La medida tendría diversas consecuencias importantes. Desde el Fontenelle, Colbert y Louvois, que le sucedería en la tutela, querían que la
punto de vista económico no benefició a Francia, pues entre los hugonotes Academia ((Se aplicase principalmente a trabajos de 11na 11tilidad notoria y
emigrados muchos eran hombres de empresa que contrib11ían activamente al pronta, y q11e contrib19esen a la gloria del rry)). Colbert llamó 11no por uno
desarrollo económico francés. Por otra parte proporcionará un nuevo elemento a los científicos futuros miembros de la instit11ción, y en diciembre de 1666
de unión a las futuras coaliciones europeas contra Francia, inexistente hasta se iniciarían las sesiones de la Académie des Sciences en la Biblioteca del
entonces. Por último, no serían pocos los grandes intelectuales del momento rry, donde contin11arían d11rante treinta anos hasta su traslado al Lo11vre.
que habrían de abandonar París. Huygens o Roemer son buenos ejemplos de Con todo, en una primera etapa, la Académie no hacía grandes progresos.
ello. · Roberval, Picar! y otros miembros destacables murieron pocos años después
El campo de la cultura no es menos directamente controlado. Las famo- de la fundación; Roemer y Huygens tuvieron q11e trasladarse a Holanda
sas academias francesas del momento tenían ya sus antecedentes que tampoco cuando se revocó el Edicto de Nantes. Carentes de grandes personalidades,
habían escapado a la intervención estatal. Por ejemplo, las reuniones litera-
rias q11e hacia 1629 se mantenían en la casa de Conrart, llamarán la 7 Dicho sea de paso, el incremento de la correspondencia en esta época --entre Lon- ·
atención ~e Richelieu q11e, prefiriendo tener bajo control tales actividades, en dres y París circulaban unas cien cartas diarias, y entre París y Amsterdam unas mil qui-
16 3 5 dro un carácter oficial a la Académie Franfaise. Algo más tarde se- nientas- motivó la estatalización del correo, que tuvo enormes consecuencias comerciales.

12 13
1
las comunicaciones no eran suficientes para cubrir las reuniones programa- res Corneilfe8». «El Mercure Galant», que publicaba crónicas de sociedad, co-
das, sin un reglamento aún. El miembro más eminente es en estos momentos mentarios de las novedades literarias y teatrales, de nombramientos oficiales,
el astrónomo Giovanni Domenico Cassini, a quien el Papa retiene junto a sí junto a versos y canciones con música, planteaba, a veces, problemas como
como intendente de fortificaciones. Cassini debía enviar el informe de sus «Qué tiene más mérito, ÜaZ"ftr a una coqueta o conmover a una indfferen-
observaciones a Carcari, que, a su vez, informaba a Colbert. En 16 69, te?J>. Había sido fundado en 16 72 por Donneau de Visé, bajo los aHspicios
Clemente IX permite finaltnente que Cassini se traslade a París, donde se de Luis XIV, cuyos ministros perseguían escrupulosamente las gacetas
instalará a partir de esta fecha. A pesar del brfio tono de s11s primeras déca- clandestinas. Al poco tiempo, Visé se asoció con Corneille )' en el contrato
das, la Académie de Sciences centraliza progresivamente la labor cient(ftca estipulaban minHciosamente en un 5 O por 100 el reparto de ben~ficios, in-
francesa, pues las academias privadas desaparecen paulatinamente entre cluidos los que pudieran derivarse de «presentes que puedan sernos hechos
16 8O y 16 85. De 16 88 a 171 3 se interrumpen los contactos con la en dinero, muebles, alhrfias y pensiones» -es obvio que ciertas noticias la11-·
Rrryal Society debido a las guerras entre Francia e Inglaterra. La ciencia datorias de personajes de alta sociedad podían resultar productivas-. Pero
francesa se aísla, _y despué.r se resistirá largo tiempo a la aceptación de los la crítica literaria, no sólo por su superficialidad en muchas ocasiones, sino
logros cient(ftcos inl~!eses. por apo_yar a Perrault en favor de los <<tt10dernow, y criticar a Racine y
Cuando Fontenelle llega a París en 16 74, se está consolidando la Gran Moliere, fue objeto de duros ataques por parte de los «antiguos». Por ejem-
Alianza de La Haya contra el imperialismo de Luis XIV y su «marcha plo, La Br~yere diría que «"El Mercure Galant" está imnediata1nente por
del Rhim> contra Holanda. Tras el asesinato de ]11an de Witt, Guillermo debajo de nada». No obstante tenía gran éxito entre el público. Fontenelle
III inicia la contraefensiva en una guerra que no cesaría hasta la Paz de file un asiduo colaborador tomando parte tzctiva en la campaña contra todas
Nitmga (1678 - 1679), que a pesar de todo resultó ventajosa para fran- las formas de superstición que emprendió «El Mercure». En estos años pu-
cia. Pero la guerra se desarrolla "'"!Y lr:Jos de París, que bulle de vida inte- blica, entre otras composiciones, dos novelas cortas, Histoire de mon
lect11al y cortesana. Las obras del Louvre se retrasan porque Luis XIV coeur e Histoire de mes conquetes. Su qfición por el teatro le lleva a
tiene interés en adelantar las de Versal/es. Como en un ensayo de lo que escribir piezas dramáticas. Diversas tragedias que aparecieron con el nom-
allí sucederá, la aristocracia se reúne en grandes fiestas donde se estrenan bre de Corneille, como Psyche o Bellérophon, y '' las que Lulli pondrá
tenedores de metales preciosos y copas de cristal. Racine, con una brillante música, son en su mayor parte obra S"!_Ya. Del mismo modo, su comedia sa-
carrera ya, estrena su lfigenia en el mismo 1674; Corneille muy pronto tírica La comete, a raíz del cometa de 1680, a propósito del cual Bqyle
competirá con él H"!_ygens, recién instalado en París, ha dedicado, un año _publicará sus Pensées sur la comete, será representada apareciendo como
anteJ~ su Horologium oscilatorum a Luis XIV. Leibniz. desarrolla su autor Visé. Y cuando Fontenelle se decide a estrenar, con su propio nombre,
nuevo cálculo en estas mismas fechas. En los salones se comentan las noveda- la traJ!,tdia Aspar, se representa tres veces, constdr9endo un rotundo fracaso
des literarias y culturales en general. Corneille, relacionado con ia alta so- que, como era usual en aquellas fechas, inspira acerbos epigratnas que se
ciedad, introduce a su provinciano .Y prometedor sobrino en este ambiente en han atribuido a Racine. Esto no evitará que, posteriormente, Fontenelle es-
el que pronto se convertirá en un personaje esti111ado. Además, el dvfercure cribiera diversas piezas teatrales, como los folletos de dos óperaJ~ Thetis et
Galant», periódico literario y de sociedad, del que Corneille comparlía la Pel.ée .Y Enéc et Lavinie ( 1689-90 ), una tragedia, en colaboración con
dirección con Donneau de Visé, presentó a I'ontenelle, con ocasión de su co- Catherine Bernard, titulada Brutus, asi como otras varias comedias que no
laboración en el periódico, con el título de L'amour noyé, en los siguientes haría representar.
términos: «Estos versos son de M. de Fontenelle, que a los veinte años tiene Pero en estos primeros anos Fontenelle pule su estilo, que La Br"!_,vere le
más experiencia de la que se posee usualmente a los cuarenta. Es de Rouen, censurará posteriormente por su gusto por la paradoja. <<No abre la boca
donde sigue viviendo, y muchas personas de la más alta consideración que lo más que para contradecir;> -dirá-. Tanto en Rouen como en París, Fon-
han visto en París confiesan que es un crimen dejarlo en provincias. No hqy tenelle se introduce en los temas y ambientes cient(ftcos. En su Normandía
ciencia sobre la que no discurra con seguridad, pero lo hace con un estilo fá- natal s11rgen intelectuales)' cient(ftcos importantes como el matemático Va-
cil que no tiene nada de la asperez¡.¡ de los cient(ftcos de prefesirfn. No gusta r~gnon, el historiador Verlot, el astrónomo La Hire o el padre Saint-
de los grandes conocimientos más que para servirse de ellos personalmente. Pierre, que 111antienen frecuentes reuniones _y, más tarde, se trasladarán,
Tiene una inteligencia (esprit) fina, galante y delicada. Y para dároslo a
conocer de un modo que os resulte familiar: es sobrino de los dos poetas, seño- ~ Citado por S. Delorme en loe. cit., nota 4, 11.

14 15
ll1 l 1 j !

como él, a París. También Mme. de La Sab/iere y su bija Mme. de La viejas prácticas medievales, como la sangría. Ahora, apoyado por los jesui-
Mesanguere viven en Rouen y reúnen en su casa a estos y otros personajes. tas de la Sorbona, recelosos ante el espíritu de la nueva revista y de la
Constituyen una familia que, al parecer, qerció un gran atractivo sobre los atención que prestaba a las ideas del extranjero, Patin consiguió que De
intelectuales, p11es del mismo modo que se dice que la 1narquesa de las Sallo fuera destit11td/J. El «ío11rnah> había recibido una «buena lección», de-
Conversaciones que aquí presentamos, es Mme. La Mesanguere, Bernier cía en mq_yo de 16 6 5, al c~tnentar la prohibición de la revista. <<Se tiene la
había escrito ya su Abrégé de la philosophie de Gassendi para lama- esperanza -añadía- de que el "Journal" obtenga m1evamente el permiso
1 1 · • dre, Mme. de La Sabliere. En París se dan numerosos cursos y coeferencias de publicación, pero de que sea confiado a otras personas más prudentes y
a los que Fontenelle asiste, o de los que tiene itiformación de primera mano. desinteresadas» 9. El sucesor de De Salio jue el padre Gallois, que, en efec-
Famosísimo sería, por ejemplo, el curso de química que da Nicolás Lemery, to, se mostró más prudente y aclaraba, comentando la crítica de libros por
farmacéutico de Luis XIV, en su laboratorio de la calle Galande, al que, la revista, <!)' ciertamente es preciso reconocer que era atacar la libertad pú-
según el propio Fontenelle, asisten los conocidos cartesianos Rohualt y Regis, blica J' ejercer una especie de tiranía en el itJJperio de las letras atribuirse el
el astrónomo Auzot, Bernier y muchos otros amigos suyos. En su Eloge de derecho de ju<.<gar las obras de todo el mundo. Así es que se ha resuelto
Lemery Fontenelle dirá que «casi toda Europa ha aprendido la química abstenerse en lo sucesivo y, en lugar de qercer su crítica, ponerse a leer bien
de él»; sus cursos, en efecto, eran frecuentados por numerosos extranjeros, ios libros para poder dar de ellos un informe más exacto que el que se ha
basta el punto de que un año tenía a cuarenta escoceses en su curso. En dado hasta ahora» 10 . Los jesuitas, para contrarrestar fa influencia del
16 71 Robualt había publicado su T raité de Physique y posteriormente, <1ournal» y en oposición a éste, publicarían, a partir de 1701, su propia
en sus célebres «miércoles», explicaría las teorías de Descartes a los curio- revista, que se llamó «Memoires pour l'Histoire des Sciences et des Beaux-
sos. El éxito de tales sesiones aumentaría más aún con su sucesor Regis Arts.», que constit11iría un elemento de oposición radical no sólo a las teo-
que, tras haber predicado el cartesianis1110 en distintas ciudades francesas, rías de Neivton, sino también a las de Leibniz, MatljJertuis, Reamur y
daba en 1680 sus conferencias en París con tal efluencia de público que la otros. No obstante, el <1011rnal des Savants» consiguió un progresivo éxito.
gente acudía con gran antelación para asegurarse un sitio. En 1681 publi- Pronto aumentaría su extensión J', a partir de 1701, publicaría tm suple-
caría sus Cours Entier de Philosophie, que Fontenelle también leyó, mento mensual de cuarenta páginas. Mantuvo una estrecha relación con la
aunque naturalmente su conocimiento de la obra de Descartes era directo y revista inglesa <<Philosophical Transations», que aparecería unos meses más
detallado. tarde, y tenía un carácter más estridamcnte cient(fico. Aunque esta revista
Además, Fontenelle era, sin duda, un lector asiduo del <1ournal des se tenía por el órgano difusor de la Royal Society, en realidad se publicaba
SavantJ)), que había sido fundado en 1665. Del mismo modo que Ricbelieu, bajo la responsabilidad de uno de sus miembros, el primero de los cuales fue
comprendiendo las posibilidades de encauzamiento de la opinión pública que Henry Oldenburg, secretario de aquélla. A1nbas revistas, que intercambia-
podía tener la prensa, puso en manos de Tbéophraste Renaudot «La Ga- ban y traducían numerosos artículos, suscitarían un gran interés y estimula-
zette», haciendo de él, como diría el propio Renaudot, «el periódico de los ron la creación de otras similares. En los años siguientes proliferan en un
reyes y de los poderosos de la Tierra», su discípulo Colbert decidió la fun- gran número, y un buen ejemplo de ello son la revista alemana <<Acta Eru-
dación de una publicación que, como Richelieu había hecho en el aspecto po- ditorum», que se haría famosa publicando las memorias cient(ficas de Leib-
lítico, dirigiera y a la vez controlara la vida intelectual. Por consejo de niz; la «Acta Litteraria et Scientiarum Suedae», fundada hacia 1725;
Chapelain, Coibert puso el nuevo periódico, o revista, bajo la dirección de Pierre Bq_yle publicaría, desde 1684, las «Nouvelies de la Republique des
Denis de Salio, jansenista y galicano de gran erudición. El primer nú111ero Lettres», que tendría, sobre el «]ournal», la ventaja de gozar de una mq_yor
del <1ournai des Savants» saldría en enero de 1665 y constituiría, de he- libertad, al ser publicada en Holanda, <mn país -decía La Roque, un re-
cho, Ja fundación de la primera revista cient(fica. Se dedicaba exclusivamen- dactor del "Journal"- en que hq_y libertad para decirlo todo y escribir de
te a las ieformaciones sobre ftsica, matemáticas, astronomía, historia y teolo- todo». También aquí un amigo de Bq_yle, Etienne Chauvin, fundaría, a
gía, aunque también publica los decretos y nombramientos de la universidad partir de 1698, el «Nouveau Journa/ des Savants». Del mismo modo, en
J' da noticia de los temas cient(ficos tratados en las Academias. Natural- numerosas ciudades italianas surgirían revistas cient(ficas. Pero, con todo,
mente las críticas no se harían esperar. El ultraconservador Cuy Patin se 9
Véase M. Daumas, Storia della Scienza, vol. I, 107, Laterza, Bari, 1969.
había enfrentado ya duramente, y le había vencido, a Renaudot y s11 <<Ga- 10
Véase Georges Weill, El periódim. Orígenes, evolución y función de la prensa periódica, pági-
zette» cuando éste atacó a la Facultad de Medicina de París criticando las na 25. UTEHA, México, 1962. '

16 17
2
ta en u~ lado está del otro». Si la razón elimina los prejuicios de los hom-
dans une lettre de M. Fontenelle rerue a Rotterdam par M. Basnage».
bres: piensa F_onte~elle, no pondrá nada en su lugar y dejará una especie de
Esta es una cmstión un tanto extraña. En la «Re!ation», Fontenelle critica
vaCJo. El rac1onaltsmo de Fontenelle dista mucho de ser ingenuo. Este senti-
acerba o irónicamente elementos del catolicismo como el celibato de los cléri-
mie~to de impotencia aparecerá con mayor o menor intensidad a lo largo de
gos~ las indulgencias, el purgatorio, la comunión en una sola especie, las reli-
caSJ toda su obra. Y su catnpaña racionalista es, según F Gregoire, como la
quias y su culto, etc., al filo de las discusiones entre tres reinos que pueden
de <mn actor que representa, sin convicción pero sin debilidad, un papel de
identificarse fácilmente con los centros religiosos de Roma, Jerusalén y Gine-
u~a obr~ n:ala..:: sólo él sabe que ni el escenario ni el papel que representa
bra. Era, sin duda, un texto sumamente atrevido y comprometedor. En él
tzen~n significaczon a'f!una, y que todo acabará mal» 14. Es cierto que en sus
se hacen claras referencias a la Revocación del Edicto de Ntmtes, y s~gún
escritos puede advertirse constantemente una especie de desesperanz¡¡, expre-
contaría después Voltaire, el escrito puso a Fontenelle en peligro de ser en-
s~da no obstante, muchas veces, en un tono deseefadado, respecto a la posibi-
carcelado en la Bastilla. Pero, al parecer, Bqyle no entendió el sentido crítico
lidad de que la razón llegue a ser patrimonio común de todos los hombres.
del texto hasta que después de su publicación el propio Basnage se lo acla-
~ !fn emba:go, ~ont~nelle dedica toda su obra a la lucha contra la supers-
ró; y realmente es difícil dudar de su buena fe 1s.
tzc:on y el irracionaltsmo, en un esfuerz.o obstinado por extender, cada vez
En los años 16 8 3 y 1681, Fontenelle -publica, una vez más anónima-
mas, el campo de la razón. Y aunque raramente sean optimistas, tampoco
mente, la primera y segunda parte de las Lettres diverses du chevalier
faltan en su obra, como veremos, qfirmaciones del progreso de la razón en
d.'Her,_ conocidas como Lettres Galantes, en las que junto al preciosismo
alg_unos ámbitos, como el de la ciencia. Por lo demás, no creo que este pesi-
mismo deba hacernos pensar en un Fontenelle desgarrado que «sintiera;> 1
lzterano, qu~ le censuraría Voltaire, rontenelle hace ,gala, en su descripción
de las retactones entre hombres _y mujeres, de un realismo que hace que H.
c~mo Baudelaire: ((~.. l'f!-sP_oi;/ Vaincu, pleure, et l'Angoisse atroce, despo-
Nicol:on las califique de «ajeeble packet efpornography» 16.
tzque,/ sur mon crane incline plante son drapeau noir». Lejos de esto, Fon-
hn marz.o de 16 8 6 ape1recieron los Entretiens sur la pluralité des
tenelle tuvo un gran éxito personal, y con sus <placeres simples» supo hacer
mondes, que aquí presentamos, y a los que nos referiremos más detenida-
de su mundo el entorno de una vida confortable (véase Conversaciones...,
mente. Del mismo ~ño es el opúsculo Doutes sur le systeme phisyque
VI, 5 5 ), como su corazón y su estómago, saludables durante cien años pa-
des causes occas1onelles, en que Fontenelle pole1111Z,a con Malebranche.
recen indicarlo. '
Aunque existan dudas al respecto, se ha atribuido a Fontenelle una
f!-1 mecanicismo cartesiano destruía cualquier tipo de «animismo», que tan
importante lugar ocupaba en la filosefía anterior. Pero el papel que Dios
1 L~ obra titu!ada Histoi re des Ajaoiens, _fechándola, como los Diálogues, en
asumía respecto a la «machina mundh> era susceptible de muy distintas in-
16 8 3. En la obra se narra el viaje de un holandés llamado Van Doelvet a
terpretaciones. Frente al materialismo, el «ocasionalismo» de Malebranche
la imaginaria isla de :<Ajao», y se describen la .forma de gobierno, religión
reP_resentaba la tesis más radical respecto a la importancia del papel atri-
Y. costumb,_-es de los «a;oyanos». Esta .forma de crítica a las propias institu-
b~tdo a la intervención de Dios, tanto en el mecanismo de la ne1turalez¡¡ fi-
cton~s, soctedad y costumbres, usual en el siglo XVII -pensemos en Swift-,
sica como :n el.del hombre-máquina, en un intento de armonizar la teología
tenia un famoso antecedente en la Histoire des Sévarambes de Veiras.
con el raczonaltsmo y la nueva ciencia. En su Traité de la nature et de
El ~utor presenta un gobierno no monárquico, regido por tres magistrados
la gráce, de 1680, Malebranche expone su teoría de ocasionalismo que
elegidos por votación, en una sociedad atea en la que se niega la existencia
puede resumirse diciendo que sólo hqy una «verdadera causa» que remite a
de la inmortaltdad del alma. Loa «ajoyanos» no poseen culto religioso algu-
la voluntad del único Dios, _y todas las causas naturales no son verdaderas
n~ porque sus con~ep~iones filosr!ficas se oponen a ello, y porque toda religión,
causas, sino que son «causas ocasione1les». Así, por ejemplo, el choque de los
dicen, acaba convirtiéndose en un instrumento de opresión política. Si tal
cuerpo~, . cuyas le_yes había formulado Descartes, o las disposiciones corpora-
obra. no fue de Fontenelle, bien pudo serlo en cuanto al espíritu crítico que
les, utJ/iz¡¡das en la explicación fisiológica de las sensaciones, no serían más
manifiesta frente a la religión y al clero, que se reitera en su Relation de
que las «ocasiones)> de las que Dios se sirve para actuar en nosotros y en el
l'ile de Borneo. Bqyle la publicó en enero de 1686 en «Nouvelles de la
mundo. Pero el «ocasionalismo)> de Malebranche podía ser acusado, por una
Republique des Lettres», con la aclaración siguiente: «Extrait d'une lettre
parte, de una especie de <(panteísmo» y, por otra, de renunciar, en. realidad,
écrite de Batavia dans las Indes Orientales, le 27 novembre 1684, contenu

14 F. Gregoire, Fontenelle, une philo;ophie désabusée. Nancy, Gr. Thomas, 194 7, pág. 42. ., puecle verse J. R. Carré, op. cit. ( 13), págs. 30-31 y ss.
"R~specto a esta cuestlon
16 Vease Nicolson, op. at. (6), pág. 56.

20
21
al racionalismo y al mecanicismo cartesianos. Este último, especialmente, es antes de que fuera atacado por los jesuitas. Como señala Carré, Fontenelle
el punto que motiva la crítica de Fontenelle, dejando los aspectos más neta- había tomado mucha.r precauciones, presentando la obra como la traducción
mente teológicos de los que se ocuparía Arnault, aunque se opondrá igual- vulgarizada de un libro extranjero en el que él no había hecho más que
mente a la aplicación de los textos bíblicos que hace Malebranche, presen- suavizar el texto para hacerlo más asequible y entretenido. En efecto, en
tando a los ángeles y a Cristo como causas ocasionales. Fontenelle, en esta 16 8 3 Antonio van Dale, un médico holandés, predicador y anabaptista,
polémica clásica del siglo XVII, insiste en la autonomía del mundo, redu- sospechoso de socinianismo, publicaba sus De Oraculis Ethicorum dis-
ciendo el papel de Dios a la puesta en funcionamiento de la máquina que es sertationes duae. ., una obra de enorme erudición que venía a intervenir en
el mundo. No obstante, especialmente a raíz de la investigación en el campo una polémica sobre las prrfecías y oráculos paganos, que tenía sus anteceden-
de las ciencias biológicas, y las dificultades que encontraba el mecanicismo en tes. En la obra de Van Dale se ponían en cuestión, con serios argumentos,
su explicación, Fontenelle no dejará de ser iefluido quizá precisamente por las pruebas tradicionales de la divinidad de Cristo, supuestamente anuncia-
Malebranche 17• Así, por ejemplo, al poner en duda el surgimiento de los da por autores paganos. Las dos disertaciones demuestran contundentemente
primeros animales por <<el encuentro fortuito de las partes de la materia», y con gran aparato crítico, en primer lugar, que los oráculos no habían cesa-
como '!firmaba Descartes. Porque de haber sido así, argumenta Fontenelle, do con el nacimiento de Cristo, tal como se sostenía en el cristianismo; por
<dpor qué no siguen produciéndose de este modo?». La existencia de Dios, otra parte, que tales oráculos no tenían nada de sobrenatural, sino que eran
un Dios que tiene muy poco que ver con el del cristianismo, halla su más obra de determinados hombres que engañaban a otros aprovechando y fomen-
fuerte apqyo, para nuestro autor, en el campo del mundo vivo. Son los ani- tando su credulidad y superstición. Btryle recensionó el libro de Van Dale
males «los que llevan la inscripción más clara, y los que mejor nos enseñan presentando un resumen de su contenido en el número de marzo de 1684 de
que existe un Dios autor del universo)>, diría Fontenelle en un texto publi- su revista «Nouvelles de la République des Lettres». Posiblemente Fontene-
cado en 1724 18. lle lo conoció a través de esta ieformación y concibió su prqyecto. De hecho,
Quizá también, a raíz del T raité de Malebranche, Fontenelle escribió cuando lo lleva a cabo, bace mucho más que una simple traducción: resume,
su T raité de la Liberté, publicado anónimamente en 174 3, junto con textos recompone, simplifica y embellece. Roelens bace notar que Fontenelle invirtió
de otros autores, reunidos bqjo el título de N ouvelles libertés de pen- el plan de la obra original: «Para empezar trata de poner de manifiesto
1111 ser. La datación es incierta, pe_ro suele situarse entre 16 90 y 17OO. Menos las razones y motivos que han facilitado la creencia de los cristianos
interesado en el problema teológico-metafísico a que abocaba el «ocasio- en el origen demoníaco de los oráculos, y los medios por los cuales se ha
nalismo», Fontenelle centra el problema de la libertad en el planteamiento acreditado este fraudulento portento: la creencia errónea se explica por el
más cient(fico del determinismo psicefisiológico. Desarrolla su tratado en análisis psicológico; lo maravilloso por la impostura» (cursiva en origi-
base a hechos y observaciones cotidianos y, en definitiva, se mantiene fiel al nal) 19• Pero Fontenelle debía ser más cauto que Van Dale, y elimina todas
dualismo mecanicista cartesiano defendiendo un determinismo psicefisiológico las asociaciones que el holandés qabía establecido entre la mentalidad paga-
en el que los estados del cerebro son determinantes en la actividad del espí- na, primitiva e idólatra, y el catolicismo. Siendo protestante, y estando re-
ritu. Rechaza así tanto los <paralelismos» postulados por Leibniz y Male- ciente aún la Revocación del Edicto de Nantes, Van Dale se centra más
branche, como las ideas de libertad de Locke y Gassend1: aún en la crítica del catolicismo que del cristianismo .Y de la religión en ge-
En 16 8 6 aparece la obra más importante de Fontenelle, si exceptua- neral. rontenelle no podía --también los problemas provocados por Sii Re-
mos los Entretiens, también de este año. Se trata de la Histoire des lation de I'ile de Borneo eran recientes- ni quería hacerlo, y elimina
Oracles, publicada, como tantas obras, anónimamente. Resulta extrano que los acontecimientos más modernos que menciona Van Dale referentes a paí-
un libro que atacaba tan directamente las supercherías del cristianismo y su ses católicos. Además toma otra precaución, en su libro no hablará de ma-
construcción histórica fuera autorizado por la censura, y pasarán veinte años gia: «En cuanto a mí -dice Fontenelle-- declaro que bqjo el nombre de
oráculos, no pretendo incluir la magia, en la que es indudable que el Demo-
17
Para el tema de la posible influencia de Malebranche en Fontenclle, puede verse An- nio se mezcla)> 20• Carré comenta así esta decisión: «Henos, pues, tranquili-
dré Robinet, «Malebranche dans la pensée de Fontenelle», en Revue de !fynthése ( 1961 ), págs.
79-86. 19
Roelens, Fon/ene/le. Texfes choisis. Editions Sociales. Paris, 1966, pág. 164.· Véase tam-
IB Citado por Carré, op. cit., pág. 399. Para este tema puede verse la clásica obra de ]. bién Carré, op. cit., págs. 4 28. El ¡:>ropio Fontenelle afinna en el «Prcface» «- y he creído
Roger. Les Sciences de la Vie dans la Pensée Fra11faise au XVIII siede. A. Colin. Paris, 1963. Y · que era !'l'ejo r, conservando. el foncfo y la materia pri.ncipal del libro, darle una forma total-
el capítulo dedicado a Fontenelle en E. Callot, Ll philosophie de la V it au XVIII siecle, págs. mente clistmt:1». Véase la ed1c1ón crítica de Lows Ma1gron, citada en (5), II1 y ss.
29-65, Marcel Rtviére et Cie. Paris, 1965. 20 Véase Ed. L. Maigron, citada, pág. VI.

22 23
zados, el Diablo cristiano será respetado; y buena falta hace, puesto que for- tes térnúnos: «Un jesutfa escribió contra f<ontene!le, el iual no se dignó a
ma parte integrante de 11na concepción del mundo y de la historia, pues, sin contestar, .Y esto fue bastante para que el jernita Le Tellie1; confesor de
él, el mal sería inexplicable; si este Diablo cae, Dios se resiente del golpe; Luis XIV, acusara ante el rey a Fontenelle de ateísmo. De no haber sido
no se trata de él, no lo olvidéis;] henos aquí condenados, a lo largo de toda por el seiiór Argenson, hubiese ocurrido que el dzgno hefjo de un faL>ario,
la obra, a no pensar más que en él» 21 • La habilidad de Fontenel!e no era procurador de Vire, _y reconocido él mismo como falsario, proscribiera la an-
escasa y, en un principio, el libro no recibió más réplica que la del propio cianidad del sobrino de Cornetlle».
Van Dale que, alabando el ingenio de Fontenelle, le censura, no obstante, la «Bs tan fiicil sed11cir a un hijo de corifesÚn, que debemos bendeár a
distinción entre la magia _y los oráculos: <<Realmente este hábil hombre tiene Dios porque Le Tellier no hiciera un daño mayor. Ha_y dos lu,gares en el
demasiadas luces para no ver que lo uno está mf!ior fundamentado que lo mundo en los que no se puede resistir a la sedttcción y a la caiumnia: el le-
otro», pero añade: «Quizá es una desgracia para la causa que defiende con- cho _y el confesionario;> 2 ''. La acusación a Fontenelle de haber instigado la
migo que no esté en un país de libertad; pues no puedo achacar a otra cosa respmsta que si se atrevió a publicar Dtt Marchais no tuvo consecuencias)'
el silencio que ha guardado... )> 22. Y en efecto, en 17O7 los hermanos, el la obra fue ol~jeto de numerosas ediciones 26 .
cardenal y el duque de Noailles, que con la radicalización de la intolerancia En 1724 Fontenelle publicaría su De !'origine des fables que, al
habían coseg¡,¡ido tener 11na gran if!fluencia en la corte, animaron a un jesui- pcirecer, formaba parte de un texto proJ'ectado, más extenso, titulado Sur
ta, el P. Baltus, que /Jub!icó una Respuesta a la «Historia ele los l'histoire. Sin duda el De l'origine... es mrry anterior a la facha de su jw-
oráculos» de Mr. Fontenelle, de la Academia Francesa, en la gue blicación, pero no existe un acuerdo respecto a la datación precisa. Troub!et
se refuta el sistema de Mr. Van Dale sobre los Autores de los lo sitúa entre 16 9 1 y 16 9 9; Carré, en los años 16 78 - 16 8 O. Como quie-
Oráculos del P.1g;mismo, sobre la causa y el tiempo de su silencio; ra que sea, el texto- completa, en cierto modo, la Histoirc des Oracles,
y en la que se •:stablece el parecer de los Padres de la Iglesia so- pues Fontenelle aborda el tema del origen de !as religiones .Y, negando cual-
bre el mismo icma. La ohra despierta el entusiasJJJo de algu~os de los quier tipo de revelación, intenta contar cómo los hombres han inventado a los
participantes en la coefabuiación <para extirpar la impiedad q¡,¡e cada día dioses.
hace nuevos progresos». Se dice que la «Response...» de Ballus, <(JJJU)I conoce- Posiblemente las dos obras que acabamos de mencionar son las que más
, I',:;,,
: dor de su materia)>, «muestra la it11jJiedad, ignorancia _y osadía -de aquel claramente ponen de manifiesto la militancia de Fotitenelle en defensa de la
que rejitta, de una manera indiscutible», de aquel que ha hecho gala «de la razón, del racionalismo. Tanto una como otra muestran, en última instancia,
1

:11 detestable pon.z.oña .Y el funesto venmo de la impiedad» z:i. Pero, en realidad, un cierto progreso de la razón, respecto a la superstición. Fontene!le no deja
la «Response» d!fíci!tnente puede considerarse una réplica argumentada, de ser consciente, en todo momento, de las dificultades de extender este pro-
siendo más bien una declaración dogmática de .fe. <<.Fontenelle no podía de·· greso a la mayoría de los hombres, del <pueblo)>, crédulo y ávido de engaño.
sear contradictor más ins~gn~'ficante.» --comenta Maigron, y an"ade---: «Se En sus Dialogues des morts había escrito que <para encontrar la verdad
esperar!an razonamientos _y pruebas: aporta afirmaciones gratuitas, que cree es preciso dar la espalda a la multitud..., las opiniones co11Junes son la regla
refórzar repitiéndolas hasta la saciedat!, siempre disjJUesto a dar su adhe- de las o¡~iniones simas, a condición de que se las tome a la inversa». Descar-
sión solemne a lo que, precisamente, está en litigio» 24. En un tono suma- tes httbia mostrado la fac11ndidad de la (auto )crítica y de la duda, pero
mente cortés se invita a Fontenelle a contrarrep!icar. Este no lo haría, aun- Fontene!le sabía, además, que los hombres necesitan y aman la certidumbre.
que según cuenta su bió,_11,refo T roublet, t11vo que hacer grandes eifuerzos y «Me aterra la convicción que reina a mi alrededor», decía. Pero ni la tenta-
df!iar de leer la <<Response» para evitar caer en la tentación de redactar ción del elitismo intelectual que, como es obvio, y Voltaire destacaría, en
una nplicct. Este silencio, el desavenimiento entre los jansenistas de los Fontenelle no pasa de ahí 27, ni el pesi11Jismo, restan un ápice de imj1ortan-
Noailles y los jesuitas, junto a la qyuda de algunos amig~s, como el también cia a lo q11e pretendía ser y fueron sus obras, por más reservas que él tuvie-
jesuita Tournemine _y el intendente de policía · D'A1;genson, evitaron mr.ryo-
res problemas a Fontenelle. Voltaire comentaría estos sucesos en los siguien- 25 Voltairc, Dicáonario Filosófico. Trad. de t\urelio Garzón del Camino en Cía. General de

Ediciones, S. A. México, 1967, pág. 19 3.


26
Según Maigron, las más importantes para el establecimiento del texto ·son las de
21
Carré, o,v. át., págs. 422A23. 1687, 1698, 1707, 1728 y 1742.
22
Citado por Roelens, op. át., pág. 164, y Maigron, op. cit., p. b. 27
Véose Conversaciones... , VI, págs. 35 y ss. De Voltaire, st1s comentarios a Helvetius res-
~: Ve~ autores y _lugares citados y páginas siguientes, en la nota anterior. pecto a Fontenelle, citados por Guy Bcsse Helvetius en Editions Sociales. «Ciasiques du Peu-
Ma1gron, op. at., p. d. ple», pág. 29. l'aris, 1')S<J.

24 25
,¡ I ' '' , . ¡¡ ra: una defensa clara de un racionalismo crítico. En definitiva, esta cam- bía ieformar, a principios de año, sobre las investigaciones que estaba lle-
paña suya le arrastra, y a pesar de esta constante ambigüedad, en escritos vando a cabo. Se mantenían las pensiones, que eran distintas para cada
como la Disgression sur les anciens et les modernes, de 16 8 8, el miembro -podían oscilar entre doscientas libras anuales y las nueve mil que
mismo ano que publica Discours sur la nature de l'Eglode, )' en su re- recibía Cassini, el mtjor retribuido de todos-y se prometían gratificacio-
flexión sobre la Utilité des mathematigues et de la physique, publica- nes de estímulo. La sede de la Académie se trasladaba al Louvre, donde
do en 1702, afirma más rotundamente que nunca los progresos y el papel permanecería más de un siglo. Entre sus miembros contaba en aquellos mo-
positivo de la razón. mentos a Malebrancbe, Varignon, dos Cassini, La Hire, Duhamel, Duver-
En .1691, tras un etifrental!liento entre Corneille, que apoya la candi- ney, Lemery, Homberg, Geeffroy y los miembros extranjeros asociados,
11 ..
datura de su sobrino, y Racine, apoyado por Boileau, que se oponen, Fonte- Leibnizy Tiscbirnbaus; Couplet actuaba como tesorero 28• En 1697, cuando
nelle es aceptado como l!liembro de la Académie Fran(aise. La sesión estaba se pensó en la reforma de la Académie, Duhamel, secretario en aquel mo-
presidida por s1,¡ tío Thomas Corneille, por enfermedad del director Test11, mento, es ya muy m~or y no se siente con fuer.zas para la empresa. El pa-
circunstancia que no dtja de ser señalada por sus enen1igos en maliciosos dre Bignon, sin duda, conocía a Fontenelle, además de por sus obras, por el
versos. A partir de esta fecha, Fontenelle fija definitivamente su residencia contacto que mantenía con el grupo de normandos afincados en París con los
en París. Ahora es ya el famoso autor de los Entretiens, de la Histoire que éste se reunía. Fontenelle parecía la persona más adecuada para el car-
des Oracles, etc. Sus amplios conocimientos en las distintas materias son go y fue elegido secretario en 16 9 9. Los académicos acogieron la reforma
bien conocidos. Sin dt1da está al corriente de los tr(/bajos recientes en las con satisfacción y, a partir de entonces, la Académie des Sciences fue real-
distintas ciencias especialmente las importantes obras de Leibniz Nova mente un órgano eficial sustentado por el estado. La iniciativa d~ Pontchar-
Methodus, de 16 84, y los Principia Mathematica Phi losophiae train resultaba prometedora y, en efecto, Fontenelle dirá que <de esta forma
Naturalis de Newton, publicado en 16 8 7, que tanto habría de i'!fluir en el se favorecieron las ciencias hasta un punto sin precedentes por parte de un
pensamiento europeo. En 1696 Fontenelle escribe el prólogo de Analyse des ministroJJ. En el nuevo reglamento se establecía que el secretario, que debía
Tnfinitement Petits del marqués de L'Hópital, «que estudiaba geometría ser «exacto al resumir en el registro lo esencial de todo lo presentado y tra-
hasta en el servicioJ>, como dirá Fontenelle en su elogio. De hecho, el prólogo tado en las sesioneSJ>, debería publicar, a finales de Cflda año, un extracto de
lll¡¡: aparece sin firma, como si fuera el autor, pero todos saben que es de Fonte- estos registros, <mna historia razonada de lo más importante que se habrá
nel!e. Sobre el mismo tema éste escribirá en 172 7 una extensa obra titula- hecho en la Academim>. A partir de este momento Fontenelle dedicará su
da Elements de Ja Geometrie de l'lnfini, de la que el propio Fontenelle enorme capacidad de trabajo casi exclusivamente a la Académie des Scien-
dirá que es un libro que sólo siete u ocho geómetras en Europa, sin contar ces. En 1702 publicará la Histoire de l'Académie desde 16 9 9, discul-
el autor, podían entender. Según L. Brunschvicg, esta obra sitúa a Fonte;1el/e pándose por el retraso, y a partir de entonces cada ano publicará el volumen
como gran precursor de Cantor, aunque esto constituye una valoración correspondiente basta 174 1. Pero, además, completará esta tarea retro-
aislada sobre un trabajo que no ha recibido gran atención. Como quiera que trayéndola hasta 16 6 6, a11o de la fundación. Duha1nel, el anterior secreta-
sea, los talentos de Fontenelle le senalan como el personaje idóneo para ocu- rio, nombrado por Colbert, había escrito, en latín, una historia de la Aca-
par el puesto de secretario de la Académie des Sciences. demia que cubría hasta 16 9 9. Pero Fontenelle rehará la tarea, en francés,
Hemos visto que, a pesar de todo, en las primeras décadas de su exis- con un volumen publicado en 17 33, dedicado a la historia y memorias de
tencia la Académie des Sciences no resultó una iniciativa de éxito. Pero en la Acadenlia, en el que la primera parte, hasta 16 79, es obra totalmente
la década de 16 90, Pontchartrain, que sustitrlia parcialmente a Louvois, suya. No menos fielmente publicaría tarnbién los Eloges, <<una saga de la
decidió, secundando los deseos del rey, organizar la institución, poniéndola en revolución cient!ftcm>, como los llama H. Butteifield. La labor de Fontenelle
manos de su sobrino el padre Bignon, que fue nombrado presidente. Este en su cargo de la Académie fue, pues, apabullante. Como destaca J Dage,
elaboró un nuevo y estricto reglamento que fue terminado en 16 9 9, y apro- «Fontene//e fue un secretario... tjemplar. Sus sucesores no tuvieron más que
bado por el rey y presentado a la Académie a principios del mismo año. Se proseguir su tarea y prolongar la obra utilizando el molde quasi peifecto
fijaba el número y la naturaleza de los distintos miembros, las sesiones y que él les legaba. Que lvfairan, Fouchy, Condorcet, con talento y acierto di-
días de cada especialidad, los métodos de trabajo, las sesiones públicas y los versos, hqyan elegido continuar a Fontenelle sería menos significativo si los
períodos de vacaciones. Se concedía autonomía a la Académie para elegir a
sus miembros, se suprimían las investigaciones colectivas y cada miembro de- '" Puede verse, en torno a esta cuestión. M. Daumas, op. cit. (9), vol. l, págs. 99 y ss.

26 27
gresivamente. «La idea científica llega como una revelacirJn y sus apóstoles
herederos no fuesen también sus discípulos. Estos perpetuan deliberadamente,
van contando el número de conversos» 32•
en la Histoire de l' Académie y en los Eloges un espíritu que en adelan-
En los Eloges se describe un París al que, como hemos dicho, los ex-
te parecería inseparable del género mismo, y tendería a transformar la fun-
tranjeros acuden en gran número para seguir los cursos de los científicos, en
ción de secretario en una especie de sacerdocio;> 29
que el Cours de Chemie de Lemery <<se vendió como u~a o~~a de galante-
Si bien es cierto que esta voluminosa tarea no representa una aportación
ría o de sátira» y es traducido inmediatamente a vanos t~tomas..Es un
personal original al campo de la ciencia, no lo es menos que e~ mucho más
ambiente en que científicos y diletantes «conspiran contra la tgnorancta y los
que un mero expediente administrativo. En p~imer lut/r constt~~ye, como el
pnjuiciow, y el «beau monde» sustrae los. ejemplares di:eca~os que Du
resto de sus trabajos, una ohm maestra de dwulgac1on, educaczon y propa-
Vernry exhibe en sus concurridas cotiférenctas de anatomta. En este am-
J;anda, «haciendo entrar la ciencia en el patrimonio cultural de~ país», como
biente si bien Fontenelle no hizo, como algunos de sus biografiados, aporta-
dice Rostand 311 • Los tomos de la Histoire eran esperados ansiosamente por
ciones' que afectaran de modo directo al desarrollo ~e la ciencia, c~ntribuirá,
un amplio jJtíblico, incluso hay quien, en el extranjero, aprende francés para
no obstante, como pocos a la campaña de la conquista de la razon, procla-
poder leerlos. Fontenel!e, como el lector: podr~ observar, tfene ~na enor~e ca.-
mándola y haciéndola conquistadora. Y su labor como secretario de la Aca-
pacidad para hacer no sálo comprenstb!es, sino agradables e mduso _dmertt-
démie constituye un elemento de primera magnitud en esta empresa.
dus, cualesquiera temas científicos. Y si en la polémica entre «antiguos» -!
En la Histoire de l' Académie y en los Eloges, Fontenelle pasa a
«modernos» se le acusa de no poder olvidar al científico en sus ponvas, stn
menudo de la biogrtifla a la historia d~ la ciencia general, del logro indivi-
duda puede a/abárse!e por la gracia y calidad lite~ari~s de_ sus escritos so-
dual a la metodología y al progreso del conocimiento. Y es precisamente -~n
bre temas cit!ntíficos. Sus Eloges son, a pesar del termmo, fieles retratos del
este terreno en el que Fontenelle se muestra menos reticente ~n su afirmacto~
científico, hechos con una rara penetración, constantemente mo~ea~os _por el
del progreso. En el <<Prefam> a la Histoire de l' Académ1e, sobre la utt-
detalle o la anécdota que nos acercan más {,:/ personi:ye; lo más importante
lidad de las matemáticas y de la física, que ya hemos mencwnado, tras co-
de la obra del biogrqftado se sintetiza siemjJre claramente)' con imparciali-
mentar que, a pesar de las aportaciones de los antiguos,. en ~calidad _las
dad, incluso en casos como el de Newton, cuya teoría de la gmvitación Fon-
ciencias acaban de nacer, después de los siglos de barbarie, anade: «5t se
tenelle no lleparía a acejJfar jamás.
examina históricamente el trecho que han recorrido _ya en tan corto espacio
Estas ob,ras constitu_yen un documento básico j>tJrr1 la historia del pensa-
de tiempo, a pesar de los falsos prejuicios que han tenido que combat~r por
miento de la época. Butterfield hace notar crJ1110 muchas biografías de perso-
todas partes, y que se les han opuesto durante mucho tiemp~, ~ veces mc!uso
najes importantes de la cultura del momento, expuestas r'.n los Eloges,
a pesar del poco entusiasmo que se ha puesto en los conoam1e~tos ale¡ados
muestran unas constantes que caracterizan y ponen de tnamfiesto la evolu-
del uso común, a pesar de las pocas personas que se han dedicado ,a estos
ción del pensamiento y la, actitud intelectual de aqitellas décadas 11 . La
trabajos y de la fragilidad de los motivos que les han llevtJdo a es~os, . se
mayoría de los biografiados proceden de familias acomodtJdaJ; nobles o, es/>e-
asombraría uno de la magnitud y rapidez del progreso de las ciencias,
cialmente, burguesas, y muchos parecen estar destin1ul,o: al ele.ro: ~>ero,, gene-
se verítJ además cómo algunas totalmente nuevas salían de la nada, y quizá se
ralmente como el propio fontenelle, enmentran aburridas e mutiles tas en-
dejarfan ir demasiado lejos las esperanzas para el fut~ro», 33. Font~nelle
señanza; que se les imparten _y los métodos j>edagó,a,icos. En de~e~min'.1do
afirma en repetidas ocasiones que este progreso no es de mng~n modo !t~eal,·
momento descubren a<go que les estimulará intelectualmente y prect/"11.ar~ stt
depende de la multitud de factores del entorno y de la propia personalidad
evolución intelectual; en la mayoría de los casos se trata de la filosefia de
de los científicos. Las lecciones que la historia de la razón puede enseñarnos
Descartes o de las matemáticas. Como dice rontenelle en su Eloge de
son muchas: «señala las rutas más seguras», pero también, como dice en el
Boerhaave, <<acaso ciertos eJpíritus hechos para la verdad saben por una
Eloge de Leibniz, <ry lo que es más importante, enseña. a los más gran~es
especie de instinto que debe haber una geometría que será algo m1!J' satisfac-
genios que han tenido sus iguales, y que éstos se han equtvocado». La me¡o-
torio para ellos». Es el retrato de una visión del mundo que se impone pro-
ra y simplificación de los métodos de la matemática y de la físic~ sn:~n se-
ñaladas numerosas veces. La geometría ofrecerá el caso paradzgmattco de
29 Jean Dage, I-Iistoire de /'Esprit Humain dans la pcnséc franraise. De Fontenelle a Condorcct,
pág. 46. Klincbteck, Paris, 1977.
.JO J. Rostand, loe. cit. en ( 1), pág. 5 7. . . . . ,, 32 Butterfield, loe. cit., pág. 226 .
3J H. Butterfield, Los orígenes de la eicr.cia moderna, 2." cd, cap. IX, espec1almentc pags. 2.A 33
Puede encontrarse el texto en la antología citada de Roelens, pág. 278.
y ss. Taurus, Madrid, 1971.

29
28
progreso, y a destacado en su prólogo a Ja obra del marqués de J'Hopital. Luis XIV se moviera en ella como en Versal/es, y en esta época de lujo y
Además Fontenelle efirma claramente su cotifianza en el proceso ilimitado esplendor aparecerán progresivamente las dificultades que acabarían con /a
de la física mecanicista 34. hegemonía del estado que Co/bert, muerto e/ mismo 16 8 3, había creado. La
A pesar de su ingente labor como secretario de la Académie, Fontenelle temeraria ruptura de la tregua de Ratisbona por Luis XW desencadena
tuvo tiempo aún para tomar parte activa en la especie de consejo de redac- una guerra en la que Europa, unida en la Liga de Augsburgo, se impon-
ción del «]ournal des SavantS)) que Bignon, ahora también responsable de la drá. La Paz de Ryswick, en 1691, significará el inicio de la decadencia
revista, formó a partir de 1702. Fontenelle es, sin duda, una de las figuras francesa. Europa centra ahora su atención en e/ problema de la sucesión es-
del momento en París, y numerosas academias de ciencias, como las de panola velando por mantener el equilibrio de fuerzas, Luis XIV para re-
Rouen, Nanry, Londres y Berlín, le incluyen como mie'mbro. Siempre bajo la forzar su hegemonía. Y cuando e/ Rry So/ no sólo acepta e/ testamento de
tute/a de Pontchartrain, Bignon /e atrae también a /a Académie des Ins- Carlos JI, nombrando rry de España a relipe de Anjou, sino que además
criptions et Medailles, que también preside y reformará dedicándola, a par- toma una serie de medidas claramente provocadoras, arma de nuevo a Eu-
tir de entonces, a Jos trabajos de erudición clásica e histórica. Fontenelle no ropa contra él en la Gran Alianza de La Haya, de 1701. La guerra
tenía realmente grandes méritos en este campo para ser nombrado miembro sume a Francia en la miseria, y /a Paz de Utrecb (1703) acaba definiti-
de esta institución, pero, si no tuvo una participación activa en los trabqjos vamente con la preponderancia francesa; inicia una nueva política de equili-
del centro, sin duda los siguió con interés. Además, en estos cuarenta años brio europeo, que una intensa política de acuerdos mantendrá /argo tiempo;
de secretario publicó aún artículos y obras genera/mente escritas tiempo y anuncia el nacimiento de/ imperio británico. Tras /a muerte de Luis
atrás pero que no había dado a la imprenta. En 1727 editó los Eléments XIV, en 1715, Francia comienza una paulatina recuperación con e/ prín-
de Géométrie de l'infini a que nos hemos referido. En 174 2 publicó cipe regente Felipe de Orleans, y ya en e/ reinado de Luis XV, con su mi-
una Histoire de Théatre frarn,;aise jusqu'a Corneille, la Vie de Cor- nistro e/ cardenal Fleury, que intentará acabar con la corrupción cortesana,
neille y las Reflexions sur la Poétique, así como una edición revisada la exaltación religiosa, y sanear la economía.
de sus obras. En 173 1 hace una nueva edición del Dictionaire des Arts Fontene/le, que conoce las interioridades del palacio -es amigo de
et des Sciences de Corneille, y en 174 3 publica varios artículos como Pontchartrain, Dubois, Fleury y el Príncipe de Or/eans, que le aloja en el
·
1
i¡¡•I•
1 11'· Reflexions sur l' argument de M. Pascal et de Locke concernant la Palais Rqyal, donde permanecerá hasta 173 0-, observa, no obstante, con
possibilité d'une autre vie a venir y el Traité de la liberté. En cierta distancia, pero sin despreocupación, estos acontecimientos. Más de una
1752, cuando la teoría newtoniana se había itnpuesto ampliamente, Fonte- generación de grandes personajes ha desaparecido ya, desde Spinoza a su tío
.,·' ne/le no publica por sí mismo, pero sí do/a que lo baga Falconet, la Théo- Corneil/e, La Rochefoucau/d, La Bruyere, Racine, La Fontaine y Huygens.
rie des tourbillons cartesiens avec des reflexions sur l'attraction Aparece otra que Fontenel/e verá madurar, la de Montesquieu, Vo/taire,
que, como los Entretiens, oponen la teoría cartesiana a la de la gravitación Rousseau, Reamur, Berke/ry, que nacen entre 16 8 5 y 16 9 5. Y mientras
de Newton. tanto, Malebranche y Leibniz, Bqy/e y Newton, Bossuet y Fenelon, Bach y
En la segunda mitad de su vida, que coincide con la primera del siglo Haendel, están en plena actividad. En los salones de París los libertinos de
XVIII, Fontenelle vería cómo la posición de Francia y, en general, las rela- la primera época han desaparecido y Fontene/le, protagonista en todos los
ciones de los países europeos, cambiaban como lo hacían /as caras de sus con- importantes, se encuentra con los más conocidos cient[ficos, literatos y perso-
tertulios en los salones de París. Desde 16 8 3, Luis XIV había establecido nqjes de la política, con los que <<hacen y deshacen reputacionew, como dice
su corte en el pronto famoso Versal/es, donde la etiqueta y la minuciosa or- Carré. De 171 O a 173 3, uno de los salones más importantes es el de
ganización eran inviolables. Saint-Simon cuenta en sus Memorias que Luis Mme. de Lamber/, de ambiente moderado, en el que no se admitía el juego,
XIV «tenía en todo una efición desmesurada al esplendor, la magnificencia y de/ que <das gentes de mundo salían más ilustradas y /os intelectuales más
y la abundancia, y fomentaba estos gustos en la corte. El gastar dinero a amables)>, según dice D'A/embert. Y Fontenelle, que acusa a/ juego de ma-
manos llenas en fiestas y construcciones, en banquetes y en el juego, era ma- tar la conversación -Jo cual hqy, en la época de/ televisor, en que una par-
nera segura de conseguir su favor;). Pero Europa no estaba dispuesta a que tida familiar podría pasar por símbolo de unidad, no do/a de llamar la
atención--, Fontenelle, digo, era allí, junto a su admirado y admirador La
34
Para el tema del progreso en los distintos ámbitos pueden verse el capitulo II de la Motte, una figura indiscutible. Posteriormente Mme. de Tencin reunirá en
quinta parte de la obra citada de Carré y los primeros capítulos del libro también citado de
J. Dage. su casa a los personqjes ilustres, entre los que se cuentan, junto a Fonte11Clle,

30 31
a Nlairan, Marivaux, lvlirabaud, Astruc, DucloJ; de Boze .J otros. Diplo- no tener la cabeza llena de la co'!/usión de las cosmologías premecanicistas
máticos extranjeros como Bolinbroke visitan a menudo el salón. En éste se (1, 170-180). Sólo se requiere la misma atención que para seguir la tra-
hace más que comentar el último libro o descubrimiento. También se conspi- ma de una novela. Entre una multit11d de amenas y variadas reflexiones,
ra para la consecución de altos cargos eclesiásticos. Un día, el consejero que van desde la moral a la biología, p11eden distinguirse en el libro dos
Charlesjoseph de la Fresnais se suicida en el salón. Había sido arruinado grandes temas: el sistema heliocéntrico de Copérnico y su desarrollo en la
por la ex~gente Mme. de Tencin. Su venganz¡¡ estaría en su acusador testa- teoría cartesiana de los torbelfinos J' el de la pluralidad de los 1n11ndos ha-
mento que, con J!,ran escándalo, lleva por un tiempo a la ilustre dama a la bitados. Cada uno merece un breve comentario introductorio.
Bastilla, donde el comedido Fontenelle la visita; pero pronto será declarada
inocente y reanudará sus actividades de politica eclesiástica. Mme. Geoffrin
II. 1. El heliocentrismo de Copérnico
seria, en cierto modo, su sucesora. Fontenelle, que a los ochenta años tenía
y la nueva cosmología
aún la vivacidad .Y lucidez suficientes para que «todos se interrumpieran .J
callaran para escuchar!eJ>, ahora, a los noventa J' dos, a pesar de su sordera El problema central de la estructura del universo de la cosmología fue,
creciente, estará aún presente en el salón de Mme. Geoffrin, dándole tradi- desde Grecia hasta el siglo XVII, el del movimiento de los planetas. A
cidn. Aún es capaz. en ocasiones, de asombrar a su auditorio, aunque ha.Ja partir del s~glo IV a. C. se había generalizado la idea de una Tierra esfé-
que gritarle en la trompetilla. Y cuando, _ya a los noventa .Y seis años, em- rica en el centro de la esfera de las estrellas fijas, que completaba un giro
pieza a perder su excelente vista, nada puede impedir que va.Ja a almorzar cada veinticuatro horas. Los planetas planteaban un problema porque su
diariamente a casa de una de las damas cuya cocina es apetecible. Su pala- movimiento no parecía circular. En efecto, parecían girar en sentido contra-
dar, siempre exquisito, s~gue intacto. Al hacerse evidente que el fin se acer- rio a las estrellas fijas, detenerse, retroceder y volver a avanzar formando
ca, rontene/le, siempre .fiel a las formas, cumple con los deberes exteriores extraños bucles de forma irregular. Pero los griegos pensaban que tales irre-
del cristiano. Dzas antes de morir efinna que no siente más que una «diffi- gularidades no podían ser más que aparentes, y con ellos todos Jos astróno-
culté d'étreJ>, .Y el 9 de enero de 17 5 7 muere. mos hasta Kepler aceptaron el planteamiento del problema en fa formulación
de Platón: ¿Qué movimientos circulares y unifOrmes hqy que suponer para
explicar las irregulandades del movimiento planetario? A partir de este
Il. LAS «Ü lNVI m.SACIONES planteamiento se formularon dos grandes teorías que proporcionaban los re-
SOBRE LA PLURALIDAD DE LOS MUNDOS» mrsos geométricos necesarios para explicar los bucles planetarios mediante
la composición de movimientos circulares: el homocentrismo de Eudoxo y fas
Los Entrctiens, publicados como hemos dicho en 1686, constitt~yen el técnicas de epiciclo-deferente y excéntrica de Hiparco y Apolonio. (Véanse
punto álgido de la campaña de popularización del racionalismo y del meca- figuras aqjuntas.)
nicismo que es la obra de Fontenelle. Aborda aquí el tema <<más capaz. de A partir del ahí puede decirse que la cosmología antigua tuvo dos
picar la curiosidad>>, el tema de «cómo está hecho el mundoJ>, como dirá en grandes protagonistas: Aristóteles .Y Tolomeo. Aristóteles hizo del homocen-
su Prefacio. Esto significaba que iba a explicar los problemas de la cosmo- trismo, es decir, de las técnicas matemáticas de Eudoxo, no ya un mecanis-
logía, la estructura y constitución del universo, «el más grande problema... "'º predütivo de cada órbita planetaria, sino una cosmología unitaria que se
digno de ser antepuesto a cualquier otra cuestión del conocimientoJJ, como presentaba como la descripción de la estructura y funcionamiento del rmiver-
había dicho ya Galileo en su famosa carta programática a Marco Velseri. so. El resultado fue un complejo siste111a de 5 5 esferas concéntricas que, gi-
Pero rontenelle iba a exponerlo de manera que cualquiera, aun sin tener rando con centro en la Tierra, arrastraban a los siete planetas, Luna,
conocimientos, previos al respecto, pudiera seguir sin dificultad sus razona- Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno, o regulaban sus distintas
mientos, como se anuncia en el Mcrcurc Galant; iba a «enseñar deleitando», velocidades. Todo el mecanismo era movido por la última esfera, la de las
como quería el precepto horaciano. Y cualquiera, en efecto, dirá Fonte- estrellas fijas, que constituía el límite del universo, más allá del cual no ha.Ji
nelle, aunando el requisito de la modestia .Y el primer elemento del raciona- nada, ni el vacío. Este universo tenía dos partes bien diferenciadas. El
lismo cartesiano que aparece en el libro, podrá entender lo expuesto, porque mundo supralunar o celeste, constituido por un quinto elemento, el éter,
su «sistema de filosofíaJJ está fundamentado en «ideas clarasJ> .J distintas. incorruptible e inmutable, en el que el único cambio que se da es el movimiento
En realidad, quien ignora tales cuestiones puede incluso tener la ventaja de circular y uniforme de las esferas celestes. El mundo sublunar o terrestre

32 33
,. 11 .1 1 estaría dispuesto ordenadamente en cuatro esferas según su naturaleZft: la
--- PLANETA

tierra, el elemento más pesado, en el centro; a continuación, las esferas del


agua, aire y fuego, que constituirían, respectivatnente, el «lugar natural» de
estos elementos. Pero este m11ndo está sujeto al cambio en sus distintas for-
mas, que depende, en última instancia, del movimiento del <primer moton>,
aunque su causa inmediata es el movimiento del Sol, que provoca los catnbios
de unos elementos en otros, así como la generación de algunos organismos.
En cualquier caso, los eletnentos que no están en su lugar natural se mueven

TIERRA

Figura 1. Representación esque-


espontáneamente en línea recta hacia arriba o hacia abajo, es decir, con mo- mática del movimiento de retro-
vimiento natural, hacia el lugar que les corresponde. Además, todo movi- gradación de un planeta.
miento requiere, según Aristóteles, una causa, ya sea intrínseca, como su
<eforma sustancial» en el caso del movimiento natural de la caída de los
graves, o extrínseca, como en el caso del movimiento violento de un proyectil.
El sistema aristotélico constituía una admirable síntesis, explicativa y
coherente, de casi todos los elementos de i'!formación de su momento, y lo que
hoy distin._f!,uimos como su física, su teoría del movimiento, dominó durante
más de mil años. Pero en el campo astronómico se impondría el sistema de
T olomeo. La cosmología aristotélica efrecía una visión unitaria del universo,
bacía de él un «msmoS», pero no era capaz de efrecer predicciones suficiente- Figura 2. Sistema de esferas de
Eudoxo. La combinación de los
mente precisas para satisfacer las necesidades prácticas, como las de la na- distintos movimientos reprodu-
vegación o las relacionadas con el calendario. Estas serían satisfechas por el ce, aproximadamente, el movi-
sisten1a tolemaico que, utiliZftndo recursos matctnáticos diferentes a los de miento de retrogradación del
planeta P.
;I iL;¡,.
H!nr 1
Aristóteles, como epiciclo-deferente, excéntrica y equante, construyó un siste-
ma, también geocéntrico y geostdtico naturaln1cnte, que tanto en capacidad
predictiva como en precisión superaba al de Aristóteles, dando una respufs-
ta más aproximada al problema del movimiento planetario, que sería el
problema central de la astronomía hasta el siglo XVII. Con todo, esto se
consiguió únicamente al precio de sacrificar la explicación física del tnovi-
miento de los cuerpos celestes, para lo cual se seg11ía acudiendo a Aristóteles.
As/ pues, cuando Europa tomó contacto con el pensamiento antiguo,
T olomeo y Aristóteles dominaban en el catnpo de la astronomía y de la físi-
ca, respectivamente. Tanto entre los árabes como entre los latinos ambos sis -
temas f11eron objeto de algunas modificaciones. Las 111ás importantes fueron
"-----.--- /
PLANETA
las que se desarrollaron en el campo de la física con las teorías del «inipe-
tus>>y la «virtus impresa», desarrolladas en las universidades de París y
Oxford por filósefos nominalistas, especialmente en los siglos XIII y XIV.
Con estas teorías se efrontaba el problema de la caída acelerada de los gra-
ves y el movimiento de los proyectiles que Aristóteles había explicado de
modo insatisfactorio por la interacción con el medio. No obstante, también en

TIERRA
estas teorías había, como en la de Aristóteles, una cierta apelación al ani-
mismo.
Cuando los astrónomos renacentistas vieron frustradas sus expectativas Figura 3. Sistema epiciclo-defe-
rente que, con las debidas medidas
y velocidades, puede reproducir
34 el movimiento de retrogradación.
PLANETA

Figura 4. Excéntrica simple. Sir-


ve para explicar irregularidades
e CENTRO de velocidad o trayectoria. El
planeta gira . uniformemente en


TIERRA I
torno al centro C.

__/~r~ / 1
1
' Figura 7. Sistema de Copémico.

Figura S. Equante. Recurso in-


troducido por Tolomeo. El án-
gulo alfa varía uniformemente
con el tiempo.
PUNTO AEOUANS

.
b_
TIERRA
o<

jEQUAN~ - - --
----- PLANETA

'··11
; ·l~'i

Figura 8. Sistema de Tycho Brahe. En este caso, como en las figuras 6 y 7 el


Figura 6. Sistema de Tolomeo. gráfico es la representación de un corte de la esfera de las estrellas por el pl;no
~11-S de la eclíptica sumamente esquemático y simplificado; no se toman en cuenta ni .
E°STRELLAS fl
las excentricidades ni los epiciclos.
¡' ' ' 111 '(,
de hallar la solución al problema planetario en los originales de la obra de disciplina. Sus descubrimientos telescópicos -el aspecto terráqueo de la
Tolomeo, ahora recuperados, se hizn claro que la astronomía requería una Luna, innt1merables estrellas hasta entonces desconocidas, las nebulosas, las
reforma. Copérnico sería su gran protagonista. Pero ni él mismo sospechó fases de Venus y los satélites de Júpiter-- tenían, en aquel momento, un
que tal reforma abocaría a una revolución que cambiaría por completo la valor más bien dudoso como pruebas de la veracidad del copernicanismo.
imagen del universo y sus distintos ámbitos. Imbuido por el neoplatonismo se Pero, en todo caso, obligaron a los defensores de la ciencia tradicional a ra-
sentía insatisfecho ante el sistema tolemaico, al que acusaba de inadecuada dica/iZftr sus posturas poniendo más claramente de manifiesto la debilidad e
complicación, y enstryó un sistema heliocéntrico, que resultó el único competi- insuficiencia de sus argumentos. Pero su gran aportación al copernicanismo
dor digno del sistema de Tolomeo, y que además presentaba de nuevo como consistiría en sentar las bases de esa nueva física que una Tierra planetaria
'I ' · !/I • • la descripción del universo real Su sistema centrado en el Sol fue admirado requería. Las matemáticas, entiéndase la geometría, la geometriZJ"Jción de la
y usado por los astrónomos prefesionales. De hecho, el universo copernicano natura/ezp, constituiría el fundamento de su aportación. Aplicándola pri-
seguía siendo un conjunto de esferas finito, aunque más grande, y Copérnico mero a la hidros/ática e hidrodinámica, al modo de A rquímedes, elimina la
seguía usando las mis11Jas técnicas de epiciclo-deferente y excéntrica que To- distinción entre cuerpos <pesadoS)) y <<ligeros», con lo que la «gravedad» se
/omeo, rechaZJ"Jndo únicamente el equante introducido por éste. Todo en él re- convierte en un problema que Galileo renuncia a afrontar. Pero en cualquier
sultaba familiar a los astrónomos de su época, excepto la Tierra planetaria caso su ley de la caída de los cuerpos .Y su explicación del movimiento de los
y sus pretensiones realistas. Por eso la mtryoría de los astrónomos se adhi- pr~ectiles, que eliminan la contradicción entre el comportamiento de estos fe-
rieron al sistema de Tycho-Brahe, que hacía girar la Luna y el Sol en tor- nómenos y una Tierra en movimiento, se postulan desde un nuevo concepto
no a la Tierra, mientras que Venus y Mercurio y los planetas exteriores lo de natura/eZft. Esta está constituida ahora por las cualidades pritnarias de
hacían con centro en el Sol. Resultaba un sistema envidiable por su preci- los objetos, es decir, las susceptibles de tratamiento geométrico y, andando el
sión, que además eludía las importantes dificultades que desde el campo de tiempo, algebraico. El movimiento lo es ahora no de <eformas sustancialew,
la física -y de la teología-- presentaba el sistema copernicano. Si la Tierra no es como en Aristóteles, un proceso ontológico de actualiZJ"Jción y, por tan-
no ocupaba el centro del universo, ¿por qué, en efecto, las piedras caían to, cualitativo, sino el de puntos geométricos en un espacio euclidiano indife-
hacia su centro que ya no era su «lugar natural»? ¿Por qué no se observaba renciado. En este sentido htry aún ciertas /únitaciones en Galileo, cuyo con-
l·!!,;t¡•
ll!i'¡, ningún efecto físico de la enorme velocidad del 1novimiento de la Tierra en cepto de «inercia» no alcanZJ',l aún la formulación definitiva de Descartes o
su rotación a unos 1.600 km/ h alrededor de su '!}e y otro tanto alrededor Newton, al entender el movimiento inercial como circular, en torno al plano
l l:.ll1'1i1 1
1-- , 1-'
del Sol? Pero, a pesar de esas dificultades, algunos filósefos-astrónomos, com- de la superficie terrestre, y no rectilíneo o tangencia/ con respecto a dicho
~ ¡;;'1 partiendo ideas filos<!ficas similares a las de Copérnico, desde las que ciertas plano. No obstante, Galileo, con su matematiZJ"Jción de la naturaleza, había
características de su sistema, como la «armoníaJJ o la <<centralidad del Sol», traZJ',ldo la senda por la que se desarrollarían la nueva física y la nueva
eran vistos como requisitos o ventt9as, . sí se hicieron copernicanos. De entre cosmovisión. El punto de partida era lo que él llamaba sus «dos nuevas
ellos, Kepler hallaría la primera solución satisfactoria al problema del mo- cienciasJJ. En realidad eran, o implicaban, mucho más que eso. Pero a Des-
vimiento planetario: las órbitas de los planetas eran elípticas y el Sol estaba cartes, poco propenso a reconocer deudas o paralelismos, la labor de Galileo
en uno de los focos. Kepler y Bruno, que adelantarían la idea de la irifini- le parecía tan parcial como a Aristóteles la de Eudoxo. Descartes quería
tud del universo, eran más copernicanos que Copér.nico y le censuraban sus mucho más que algunas teorías restringidas a determinados ámbitos y
limitaciones. Pero cuanto más contundentes eran los argumentos del campo «construidas sin fundamentoJ)); quería elaborar una cosmología unitaria que,
astronómico en favor del heliocentrismo, más obvia resultaba la contradicción como la de Aristóteles, abarcara los distintos campos de la naturaleza, in-
de los fenómenos del campo de la física, como los apuntados, y más necesaria cluidos el humano y moral, todo ello fundamentado en una sólida metefísica
se hacía una nueva conceptualiZJ"Jción del campo, es decir, una nueva física 35. construida imitando al matemático.. Descartes quería ser un nuevo Aristóte-
Galileo, con la introducción del uso del telescopio en la astronomía, intro- les 36.
dujo un cambio que iba a abrir enormes perspectivas y una mutación de la En su <(geometrización a ultranzaJJ, según la expresión de Koyré, Des-
cartes identifica materia y espacio. El universo constituye un plenum que, en

35 Para el desarrollo de estos temas puede verse especialmente T. S. Kuhn, La Revo/ució11


Copemica11a. Ariel. Madrid, 1978. N. R. Hanson, Conjeturas y Co11ste/acio11es. Alianza, Madrid, 36
Véase, respecto a estas cuestiones, A. Koyré, Estudios Ga/i/e.111os, Siglo XXI. Madrid,
1<578. 1980.

38 39
una visión genética, el movimiento, introducido por Dios, distingue en tres sistema faltaba concretar o completar muchos detalles, pero ésa era una la-
clases de elementos materiales que, en función de s11 actividad, figura y ta- bor que dejaba a sus sucesores. Lo importante era que, barridas todas las
maño creciente, constituyen el Sol y las estrellas, el espacio celeste y la Tie- falsas cualidades ocultas, él había sentado los principios en los q11e el siste-
rra y los planetas. Todo este conjunto, organizado en los torbellinos, que ma debía fundamentarse. En este sentido, R. Dugas 39 distingue en Descar-
describe Fontenelle (en W, 245 y ss.), está regido por la lry .r11prema de tes entre «mecánicm>, o problemas concretos que abordó, y «mecanicismM,
la conseniación del movimiento. Es decir, la cantidad de movimiento que que puede entenderse como su sistema del mundo, o precisamente aquí más,
¡· 11
Dios introdujo en el universo permanece constante. El movimiento no es más en el sentido del programa que éste debía seguir para construirse. El «me-
q11e el paso de un cuerpo de un lugar a otro, ocupando sucesivamente todos canicis!lJO>> cartesi,ano no es sólo un determinado modelo cosn;ológico, sino
los espacios que se encuentran entre ambos. En Descartes se insiste explíci- también y principalmente un nuevo modelo de inteligibilidad, un nuevo mar-
tamente, con más énfasis que en Galileo, en el hecho de que el n10vimiento es, co de racionalidad, y especialmente en este último sentido captó a muchas de
como el reposo, un estado. La primera ley del movimiento efrrma que 1m las grandes personalidades de la .regunda mitad del siglo XVII. Inc/11so
cuerpo permanece indefinidamente en s11 «estado» de reposo o de movimiento críticos tan severos como Pascal 40, que califica de «inútil, conjet11ral y peno-
si otro CJ1erpo no lo impide. La segunda ley concreta q11e la continuación del sm> la pretensión siste1natizadora de Descartes, acepta sus conceptos y funda-
movimiento de un C11erpo se dará en línea recta. De este modo queda formu- mentales y la posibilidad de una explicación mecánica. El mecanicismo car-
lado el principio de inercia, base de la nueva física. La tercera ley alude a te.riano se impondrá ampliamente en el ambiente extra-académico, que es
las distintas posibilidades de comunicación del movimiento entre C11erpos que donde se desarrolla la m1eva ciencia, tanto en Francia como en Holanda, y
.re enCJ1entran y se de.rarrolla en siete reglas que rigen el choque de los cuer- su influencia alcanzó el Jiunto álgido en el momento en que Newton entra en
po.r. Mediante los concepto.r expue.rtos y estas leyes del movimiento, Descartes escena, con sus Principia Mathematica Philosophiae Naturalis en
.re propone explicar la estr11ctura y funcionamiento del universo. Este es, a 168 7. E n las propias universidades inglesas se ha impuesto totalmente
partir de ahora, un gran mecani.rmo en el que ct1da fenómeno se inserta en gracias al Traité de Physique de Rohault. El mismo Newton lo estudia-
.ru lugar de la máquina cósmica como un teorema de Euc/ide.r en su sistema ría en la univer.rídad de Cambridge. Sólo gracias a una traducción latina
deductivo 37. No hcry diferencia para Descartes entre las máquina.r que cons- que S. Clarke hizo de la obra de Robault introduciendo notas a pie de pá-
truyen los artesanos y lo.r di.rtintos c11erpos que la naturaleza compone por sí gina, con tesis neivtonianas que contradecían las cartesianas del texto, empe-
mis1na, «todas las cosas artificiales son por eso naturales» 3 No hcry más ª. zó a difundirse el conocimiento de la teoría de Newton en las universidades .
l cL·11····
n. ¡:ii::I lrye.r que las mecánicas, y por tanto el funcionamiento de un relqj «no es me- inglesas a partir de 1697, diez años después de la publicación de los
~¡ ¡h~ 1 nos natural q11e la producción de fmtos por un árbol». Todo.r los fenómenos, <(Principie/)). En el continente el mecanicismo cartesiano seguiría dominando
incluso las misma.r cualidade.r secundarias, olor, sabor, etc., son reducibles, durante más de un cuarto de siglo, hasta la década de 173 O, aproximada-
en última instancia, a figura, extensión y movimiento. Comprender no es ya mente. !ne/u.ro el propio Newton había sido influenciado, en cierto sentido,
captar la secreta red de analogías de la cadena del ser, las cualidades ocul- por Descartes 4 1, pero s11 sistema tenía poco que ver con el de éste, cuyas te-
tas, o penetrar la <efbrma sustancial», comprender es explicar en términos sis f11ndamentales había criticado _ya mucho antes de los «Principim>. Si ol-
mecánicos. Lo admirable ya no es tanto la prodigalidad de la naturaleza en vidamos lo.r matices de su concepción atomista, podemos decir que el universo
s11.r manifestaciones, sino la economía y simplicidad con q11e tal riqueza se i~ifinito de Newton consiste en átomos _y vacío y está regido por la ley .rupre-
produce y explica, e.ros medios que Descartes ha intentado exponer deducti- ma de la gravitación universal Voltaire, que, en oposición a Fontenelle, es
vamente. <<Debe reconocerse que he probado, por demostración matemátiéa, uno de los grandes divulgadores del newtonismo, expondrá bellamente las
todo lo que he escrito... )>, nos dice en sus Principes de la Philosophie diferencias de ambos sistemas en sus Cartas Filosóficas 42.
(IV, 206 ), aludiendo precisamente a este carácter deductivo de su sistema
más que a la formulación matemática de sus argumentos. Sin duda en este ·19 R. Dugas, La mécaniq11e a11 XVII siiicle, pág. 117. Dunod Editeur. Griffon. Neuchatel,
1954.
40 Pascal, «Pensée», frag. 192-19 5 de Oe11vres Co111pletes, pág. 1.13 7. Edition du J. Chevalier,

eri Gallimard (Pleiade). Paris, 1954. Los mencionados fragmentos corresponden a los nú-
37. Véanse las páginas que R. Lenoble dedica a Descartes en su larga aportación a Storia meros 7 6- 79 de la edición Brunschvíg.
41 Véase Koyré, «Newton, et Descartes», en Et11des Neivtoniennes, págs. 85-155. Gallimard,
della Sciem:.a, a cura di M. Daurmas (orig. francés, 1957), especialmente vol I, pág. 400. La-
terza, Barí, 1969. ' Paris, 1968.
38 Descartes: Principes ITJ; 203, en Oeuvres. Adam Tannery, 1978, IX-2, págs. 321-322. 42 Véanse,. especialmente, las cartas 14, 15 y 1.6. en Voltair-:, Cartas. Filosóficas, págs.

Véase Fontenelle Conversacione<; I, págs. ¡ 55 .. 160. 117-137. Ed1c1ón preparada por Fernando Savater. Editora Nacional, Madrid, 1976.

40 41
' .. ,\ \ •I•
La batalla entre cartesianos y newtonianos iba más allá de la disputa SavantsJ> enjuiciaba Ja «mecanique>> de Newton -entendiendo con el térmi-
entre teorías concretas de física en varios sentidos. En ocasiones adquirió no la teoría que admitía hipótesis arbitrarias en su construcción- como la
ciertos visos nacionalistas; tenía componentes importan.tes de disputa teológica, más pnfecta que pudiera imaginarse. Pero para completar su obra Newton
y naturalmente se presentaba como el ctifrentamiento de dos modos distintos debía efrecer ahora una <efisiqueJ> -es decir, basada en verdades probadas,
de entender la investigación cientffica -se oponía un empirismo inductivo a en instancias físicamente verdaderas- igualmente exacta. La atracción no
un racionalismo deductivo-- que, si bien referían diferencias reales en la in- tenía ningún sentido físico. No había duda de que la síntesis newtoniana era
vestigación cient(fica efectiva, tenían más aún de slogans metodológicos -pro- mucho más precisa que Ja de Descartes. Pero ningún mecanicista estaba dis-
blema este que, no obstante, resulta sumamente importante incluso hqy. puesto a renunciar al modelo de inteligibilidad introducido por Descarte!
Pronto se había hecho claro, aun para algunos cartesianos, que la m~or desterrando las cualidades ocultas. De hecho el texto citado de Maupertuts
parte de los elementos concretos del sistema que Descartes había expuesto en no puede dejar de recordar el de Fontenelle en su Eloge de Newton. «La
su Traité du Monde y en los Príncipes de la Philosophie tenían cla- atracción y el vacío, barridos de la física por Descartes, y barridos para
ras deficiencias y habrían de ser reformulados. Sus /~yes del choque de los siempre, según parecía, vuelven recobrados por Newton, armados de una
'•111
cuerpos eran falsas en su totalidad. Htrygens lo haría notar e intentaría re- nueva fuer.za de Ja que no se les creía capaces, tan sólo quizá un poco dis-
formularlas. La teoría de los T orbe/linos, para mencionar sólo dos ejemplos, frazados» 41 bis. ¿No era Ja atracción newtoniana una «cualidad ocultaJ>?
no tendría mf!Jor suerte, a pesar del deifasado intento de defensa de Fonte- ¿una <eforma sustancial»?, ¿pura magia?, ¿un milagro?, como dirían unos y
nelle. Ya antes de que en el segundo libro de sus «Principia» Newton la so- otros en el continente. La teoría de Newton implicaba para los cartesianos
metiera a un detallado y devastador análisis, fue criticada en el continente. un retorno al «animismo>> precartesiano, y por tanto era inaceptable. Los
Después de todo, a pesar de sus reiteradas declaraciones matematicistas, la newtonianos negaban, siguiendo al propio Newton, tales identificaciones. Pero
de Descartes era <mna física matemática sin matemáticas», como dice Kqyré, es Newton más que nadie quien efronta el problema y afirma que no entien-
que se convertía en lo que Hirygens y Leibniz llamarían un «roman philo- de la «atraccióm> como una propiedad de los cuerpos, ni como una fuerza fí-
sophiqueJJ. Los newtonianos no dejarían de insistir en el inaceptable aprio- sica, sino como una <efuer.za matemática». Para él Ja «atracción» es una
rismo del sistema cartesiano, que, abandonando no ya la experiencia, sino cualidad «manifiesta» de Ja naturaleza, revelada por Jos fenómenos, y lo que
incluso la geometría, como diría Voltaire, hizo de su filosefía un «roman es «oculto» es únicamente Ja «causaJ> que confiesa no saber explicar. <<De-
ingenieuxJ> y de su sistema cosmológico pura invención. cirnos que toda especie de cosa está dotada de una especffica cualidad oculta
No obstante, el newtonismo no se impuso de modo general en el conti- en virtud de Ja cual ésta actúa y produce efectos manifiestos, significa no de-
nente sino poco antes de la mitad del siglo XVIII. Sus grandes defensores se- cir nada. Pero derivar de Jos fenómenos dos o tres principios generales del
rían aquí Maupertuis, bajo su iefluencia Voltaire, y Mme. Chátelet, que en movimiento, y después decirnos cómo las propiedades y las acciones de todas
175 6 haría una traducción francesa de los «PrincipiaJ> de Newton. El co- las cosas corpóreas se derivan de estos principios, presentaría un paso real-
mentario de Maupertuis es ilustrativo: «Ha sido necesario medio siglo para mente grande en la filosefía, aunque no se hubiesen deséubierto aún las cau-
aquietar a los académicos del continente respecto a la atracción. Esta per- sas de tales principios. Y por tanto no siento escrúpulo alguno en sugerir los
manecía confinada en su isla, o si cruz¡:¡ba el mar no parecía sino la repro- mencionados principios del movimiento, en cuanto que éstos tienen un alcance
ducción de un monstruo que acababa de ser proscrito. Se estaba tan orgulloso muy general, y en postergar el descubrimiento de las causaSJ> 44 • Con todo,
de haber barrido de la filosefía las cualidades ocultas, se tenía tanto miedo Newton intentó repetidamente, aunque no lo consiguiera, explicar la gravi-
a que volviesen, que todo lo que parecía tener la menor semf!Janza con tación en términos mecánicos recurriendo al movimiento de un medio etéreo.
ellas aterraba. Se estaba tan encantado de haber introducido en la explica- Lo curioso es que a medida que el newtonismo se impuso y se fortaleció, sus
ción de la natura/ez¡:¡ una apariencia de mecanicismo que se rechaz¡:¡ba, sin seguidores simplemente fueron olvidando progresivamente el problema. Como
prestarle atención, el verdadero mecanicismo que se efrecía>> 43• quiera que sea, el mecanicismo df!iaría de identificarse con la ortodoxia car-
La lry de la gravitación universal, la atracción de los cuerpos, consti- tesiana, y el que se impondría, el «verdadero mecanicismo» como lo llama
tuía, en efecto, para los mecanicistas más o menos cartesianos del continente, Maupertuis, tendría su gran protagonista en Newton. Aquí debemos tener
el gran problema y la gran oijeción al sistema de Newton. El <ifournal des
4 ·1 bis
Citado por Koyré, loe. cit. en ( 41 ), pág. 89. . . . . , , .
44 E. J. Dijksterhuis, JI meccanicismo e l'imagi~e del mondo, l·dtnndh, Milano, 1 ni, pagma
43
Citado por R. Dugas, op. cit., pág. 586. 658 (orig. alemán, Die Mechanissierung des Weltbildes, Berlín, Sprmger Verlag, 1956).

42 43
daderamente revolucionarias)> que fueron imponiéndose entre los siglos XV y
en cuenta, ~o obstante, que cuando Fontenelle publica por primera vez sus
XVII Las cinco innovaciones más significativas -die~ son: 1) La efir-
Conversaciones en 16 8 6, los «Principia» de Newton todavía no existen,
mación según la cual otros planetas de nuestro sistema solar están habitados
y el mecanicismo está en su apogeo. Cuando después de 173 O la teoría
por criaturas vivientes, sensibles y racionales; 2) la demolición de las mura-
ncwtoniana se introduce en Francia no parece tener mucho sentido ya, aun al
llas externas del universo medieval, ya sea que éstas se identificasen con la
margen de su persistente cartesianismo, intentar modificar su libro. En
última e.ifera cristalina o con una <mgióm> definida de las estrellas jijas, y
cualquier caso, para nosotros estas circunstancias no hacen sino aumentar el
interés histórico de la obra. la dispersión de estas estrellas en vastos e irregulares espacios; 3) la idea
de las estrellas ftjas como soles semejantes al nuestro, circundados todos o
casi todos por sistemas planetarios propios; 4) la hipótesis de que también
II. 2. La pluralidad de los mundos habitados los planetas de estos otros mundos estuviesen habitados por seres racionales;
5) la cifirmación de la efectiva iefinitud del universo fisico en el espacio, y
Aunque históricamente los dos aspectos del tema, la pluralidad de en el número de sistemas solares contenidos en éste 4 5. Es cierto, en efecto,
mundos y los habitantes de éstos, van casi siempre indisociablemente unidos como se~ala Lovcjoy, que ninguna de estas tesis está presente en Copérnico,
cuando se introduce la nueva cosmología, son, en realidad, independientes y y que m Brahe, ni Kepler, ni incluso Galileo, aceptan o defienden las tesis
merecen ser tratados por separado. de la itifinitud del universo, ni la de la pluralidad de los mundos. Como lo
El tema de la pluralidad de los mundos tenía ya, al ser abordado y es que Giordano Bruno «debe considerarse como el representante principal
popularizado por Fontenelle, una larga historia. Ya en la antigüedad había de la doctrina del universo descentrado, iefinito e iefinitamente poblado: que
sido objeto de disputa entre los atomistas que efirmaban, posiblemente en no sólo predicó esta doctrina por el occidente de Europa con el fervor de un
relación con el desarrollo de la geometría, la existencia de iefinitos mundos, evangelista, sino que dio también por primera vez una perfecta enunciación
y Aristóteles y Platón que, en base a su propia metefísica y a los datos de de los motivos gracias a los cuales ésta sería aceptada después por el gran
la observación disponibles, la negaban. De hecho la tesis que se impondría en públicw> 46. Las dos tesis mencionadas no tienen en estos momentos una raíz
el campo cosmológico es, como sabemos, la de un único universo finito y geo- cient(fica, lo cual ha sido destacado con otros matices, por Koyré 4 7. Más que
c~ntrico por más que tuviera dos partes material y ontológicamente diferen-
de Copérnico, Bruno recibe su inspiración de N de Cusa, pero más osado
ciada~, la sublunar y la supralunar. Cuando en la Edad Media, a partir
que éste cifirma la efectiva infinitud del espacio y de los mundos, aduciendo
del siglo XII, se renueva el problema, éste se plantea más bien como una además los clásicos argumentos de la ilimitada omnipotencia de Dios y lo
cuestión teológica. Frente a la tesis aristotélica de un único mundo defendido, que Lovcjqy llama el <principio de plenitud)> 48 .Y el de razón suficiente que
entre otros, por Santo Tomás, se plantea el problema de que un único mun- se expone claramente en el <<De /'infinito universo e mondi>>: dPor qué que-
do limita y se opone a la omnipotencia u otros atributos de Dios. A finales remos o podemos pensar que la eficacia divina sea ociosa?..., ¿por qué debe
del s~lo XIII num_erosos filósrfos, especialmente nominalistas parisienses y ser frustrada la capacidad infinita, defraudada Ja posibilidad de infinitos
oxomenses, como Ricardo de Middleton, Enrique de Gante, Guillermo de mundos?..., ¿por qué debemos 1firmar esto, que planteado, lleva consigo tan-
Occam, defienden la idea de que Dios puede crear otros mundos además del tos inconvenientes y, sin favorecer lryes, religiones, fe y moralidad en modo
nuestro. Y en 1271, el obispo de París, Tempier, condena, en el concilio de alguno, destru.ye tantos principios en filosofía?» Y en el diálogo quinto: «...
teólogos de la Sorbona, la creencia de que Dios no puede crear una plurali- uno es el lugar general, uno el espacio inmenso que podemos llamar libre-
dad de mundos. Como es frecuente en este tipo de polémicas, conceptos como mente vacío. En éste existieron innumerables e infinitos globos, como existe
el de perfección, bondad y sabiduría divinas son usados para defender tesis éste en el que nosotros vivimos y vegetamos. A tal espacio lo calificamos de
totalmente opuestas. Con todo, esas discusiones, cuya iefluencia a través de infinito porque no hay razón, conveniencia, posibilidad, sentido o naturaleza
Nicolás de Cusa llegaría hasta Bruno, eran mantenidas por pensadores que que deba limitarlo (finir/o). En éste existen infinitos mundos similares a
en su totalidad seguían instalados en la cosmología aristotélico-tolemaica.
_ _Art~ur O. Lovejoy, La Grande Catena de//'essere, pág. 114. Feltrinelli, Milano, 1966
45
Con la destrucción del cosmos y la expansión iefinita del universo en la Re- (on~.mgles, 1934).
6
volución Cientifica el problema adquirió otras dimensiones. Arthur O. Lo- 47
Idem, 122.
Véase Koyré, Del mundo cerrado al universo in'inito (orig. inglés 1957) Siglo XXI ed
vcjqy, con una demarcación, hqy reconocida como excesivamente tajante de los Madrid, 1979. ~" . ' ' ' ·
aspectos técnico-cient(ficos y culturales, destaca «cinco tesis cosmogr4ficas ver-
48
Véase Lovejoy, op. cit., 57.

44 45
éste y no de distinto género, porque no hcry razón ni defecto de f acuitad na- dan por sentado que Descartes cree en la iefinitud del universo. En cual-
. , .t i tural, quiero decir tanto potencia pasiva como activa, por Jo cual, del mismo quier caso la tesis de la <ándefinicióm> del universo no es incompatible con la
modo que existen en el espacio que nos rodea, no existan en todo otro espa- afirmación de una pluralidad «indefinidm> de mundos, _y Lovejoy, haciendo
cio que por natura/cm no es diferente a ésteJ> 49 . un uso un tanto libre del texto citado de la carta a Chanut, interpreta las
Los descubrimientos a.stronómicos de Galileo a través del telescopio in- ideas de Descartes, en el sentido de que <re/ presupuesto sobre la base del
trodujeron nuevos elementos en la disputa y fueron usados en distintos senti- que debemos razonar, donde no tengamos otros testimonios, es que lo que es
dos. Mientras que para Borei, por ejemplo, en la línea de Bruno demues- capaz de ser, es. La producción de una infinidad de mundos era posible
tran efectivamente la pluralidad de los mundos y refuerzan la creencia en para el creador, y el principio que siempre debemos aceptar en esto es que
sus habitantes, para Kepler tiene un sentido opuesto. Una vez coefirmado la posibilidad hqya sido actualizadaJ> 52. Se basa para ello en un texto de
con alivio que los nuevos cuerpos celestes descubiertos por Galileo son <rsaté- los «PrincipeS» de Descartes (III, 1), en el que éste afirma que, dada la
litew de nuestro sistema solar y no planetas de una estreJ/a, le dan ocasión omnipotencia y bondad divinas, el peligro no está para nosotros en Í!naginar
a Kepler para la reafirmación, en contra de Bruno, de la finitud de un úni- en exceso respecto de sus obras, «sino que por el contrario podemos errar si
co mundo, y del antropocentrismo del que es ferviente defensor. Para Kepler suponemos en éstos límites o restricciones de las que no tenemos ningún cono-
t·l el hombre «criatura racional, la más importante y más noble entre las cor- cimiento segurm>. Lo cierto es que, no obstante, Descartes, al tratar explíci-
póreaS», ocupa el lugar más digno en torno al centro del universo. La Tie- tamente tanto del universo como de los mundos, se muestra siempre reticente
rra, dignificada y ennoblecida por el copernicanismo, como decía Galileo, al y se limita a hablar de «indefinic1om>. Pero, como hemos dicho, se interprete
hacerla similar a los cielos y ponerla en ellos, ha sido sit11ada, según Kepler, literalmente o no esta distinción, esto no impide que la pluralidad de los
para el hombre, como «criatura contempladoraJ>, en el lugar más adecuado, 1nundos sí se dé por sentada.
entre las órbitas de los planetas ieferiores .Y superiores. Era un antropocen- En todo caso, cabe hacer aquí una precisión. Hasta ahora hemos usado
trismo teológico que las nuevas corrientes rechazaban como se ve en Galileo o preferentemente la expresión <pluralidad de mundow junto a términos como
Bruno y que veremos criticado irónicamente por Fontenelle. <<UniversoJ> _y <rmundoJ>. En principio esto no debe inducir a co'!fusión, pues
Como quiera que sea, en la segunda mitad del siglo XVII la tesis de la puede entenderse fácihnente que los dos términos se usan en sentido equiva-
pluralidad de los mundos halla su lugar, lejos ya de la cosmovisión astro- lente y que el «conjunto de mundow, muchos o infinitos, forma el universo.
biológica de Bruno y del antropocentrismo de Kepler, en el mecanismo carte- Pero, cabe señalar, en primer lugar, el distinto sentido que la expresión
siano. Lo cierto es que Descartes no quiso utilizar nunca el término iefinito <pluralidad de. mundoSJ> puede tener antes y después de Copérnico. ¿Qué
'¡¡¡,¡;;
aplicado al universo. Y resulta curioso que Descartes, excediéndose en esta sentido podía tener una <pluralidad de mundow en la polémica de los si-
ocasión en su cautela, haga falsas atribuciones al cusano en esta cuestión. En glos XIII y XIV, cuando creían en un cosmos esférico, cerrado y jerarqttiza-
una carta a Chanut 50 dice que recuerda «que el Cardenal de Cusa y va- do? ¿En la mera repetición de éste? Era, sin duda, una polémica puramente
rios otros doctores han supuesto al mundo infinito, sin que jamás hayan sido teológica. Por el contrario, después de Copérnico, cuando el Sol se identifica
por ello reconvenidos por la Iglesia...J>, con lo que parece concluir de los ar- como una estrella más, la expresión <pluralidad de mundos» adquiere un
gumentos de Cusa, que tampoco llega a afirmar nunca la iefinitud del uni- sentido concreto, significa <ria pluralidad de sistemas solares como el nues-
verso sino sólo su «indefinicióm>, lo que no quiere concluir de los suyos pro- tro». Pero a11n entonces caben ciertas diferencias. Según el marco teórico en
pios. A pesar de que sus arg111nentos en muchas ocasiones parecen abocar que se dé la destrucción del cosmos y se afirme la iefinitización del universo,
inevitablemente a la afirmación de un universo iefinito, éste es un concepto ésta y la pluralidad de los mundos pueden tener un carácter más o menos
que reserva únicamente a Dios, mientras que del mundo podemos decir úni- ordenado y sistemático. Bruno es un copernicano entusiasta, pero le censura
camente que es «indefinidoJ> 51. La distinción fue interpretada por muchos a Copérnico el ser «más estudioso de la matemática que de la naturaleza»,
contemporáneos como mera precaución ante la Iglesia, y muchos historiadores de quedarse en la «razón calculadoraJJ y estar casi «inerme de razones vi-
vaSJ> 53 y afirma la imposibilidad, en el mundo físico, de movimientos perfac-
49
tamente regulados y unijbrmes. En su concepción, los cuerpos celestes son se-
C. Bruno, De /'infinito universo e mondi, págs. 380-1 y 518. Diálogos 1 y V, respectiva-
mente. En Dialoghi ltaliani Ed. G. Gentile-G. Aquilecch.ia. Florencia, f958.
50
Descartes, carta a Chanut, 6-6-164 7, en «Correspondance», vol. V, 51. Adam Tannery
2
Vrin. París, 1974. ·' Lovejoy, op. cit., pág. 130.
51
Koyré, op. cit., en (47), págs. 97-106 y cap. V. ' ·' G . Bruno, «Cena delle Ceneri». Diálogo 1 en op. cit. (49), págs. 28-29.

46 47
res anit11ados en libre movimiento no susceptible de cálculo preciso. Co1110 se-
Luna>>, «el mundo de Júpiter;>, en definitiva, los planetas de nuestro sistema
. ¡ ;\\ . . .\ 1
na/a Rossi, Bruno había introducido una distinción entre el univerro y los
solar.
mundos. Hablar de un jistcma del mundo no quería decir, en su visión del
El universo casi siempre ha estado enormemente poblado por toda clase
cosmos1 hablar de un sistema del universo. La astronomía, como ciencia de
de seres. Todas las mitologías los han llenado de espíritus o dioses más o
los cuerpos celestes, es legítima en cuanto ciencia de los mundos que caen en
menos humanos, de ani1nales prodigiosos y de seres más o menos materiales
el campo de nuestra experiencia sensible. Pero más allá de estos mundos se
y fantásticos. En este sentido la vida extraterrestre tiene una larguísima
extiende un univers.o i'!}inito que contiene todos .esos «grandes animales;> que
historia. Pero, en relación con el desarrollo de la astronomía y cosmología y
llamamos astros, que contiene una pluralidad ir!finita de tnundos, 1111 uni-
en el sentido de habitantes que, como los humanos u otros terrestres, estén
verso que no tiene dimensiones ni medida, que no tiene forma ni figura. De
sometidos a unas lryes universales biológica y ecológicamente, la historia se
éste -·conjunto unifbrme y sin forma- no puede darse un <<sistema;~ 54 .
restringe un tanto. Como quiera q11e sea, el gran antecedente en el tnna
En el mecanicismo, por el contrario, la pluralidad de mundos forma un c01yun-
dentro de la cultura occidental es Luciano de Samosata, que vivió en el siglo

, ,, , ·\ '
to de sistemas solares organiz¡;¡¡Íos, ya sea en torbellinos regidos por la lry de la
conservación del 11;rJvimiento, o por la gravitación universal, en cualquier caso
precisa y cuantificable. En el mecanicismo sí ht!) un «sistema» y un orden cla-
l lI d. C. Escéptico y crítico de toda superstición en su Historia Verdadera,
en la q11e nos advierte: «Una sola verdad diré: que digo mentiras», relata
un viaje en que su nave, tras cruzar las columnas de Heracles, se ve arre-
ros. Las matemáticas, o mtjor la matematiz¡¡ción, tramn una frontera clara
entre el paradigma mágico naturalista del Renacimiento en la versión bruniana
y el mecanicismo. No obstante, y a pesar de la gran distanáa que ~os seJ}ara,
ambos tienen en común frente a la cosmología medievrtl la homogenetZfteton, de
! batada por un vendaval y llega volando hasta la Luna. Sus habitantes es-
tán en guerra con los del Sol por una colonia de Venus, y los terrestres
asisten a la gran batalla en la q11e intervienen también habitantes de Sirio y
de la Vía Láctea. Vale la pena transcribir algunos párrafos de su descrip-
muy distinto signo, es cierto, del espacio. Constituyen un universo homogéneo con
ción de los habitantes de la Luna: «Sus habitantes no son engendrados por
los mismos se.res animados, los mismos corpúsculos o los mismos átomos en toda 1 mujeres, sino por varones: en efecto, se casan con hombres .Y ni siquiera cono-
su it!finitud, y no una yuxtaposición discontinua de cosmos medievales co~1 mate-
cen el nombre de mujer. Hasta los veinticinco mios cada uno es esposa y des-
rias celeste .Y terrestre diferenciadas en cada uno de ellos. En este sentt~o , d~be
pués se conviC11e en marido; no llevan sus hijos en .el vientre, sino en las
1!11'"
•. .1 1 entenderse la afim1ación de Descartes: <<Aun cuando los mundos fuesen á!fmitos
pantorrillas; cuando el embrión está concebido, la pantorrilla engorda, y poco
es imposible que no estén constituidos por unaJ la '!'isma materi~ por :anto no
después la abren y sacan al niño muerto; lo colocan de cara al viento, con la
p11eden ser varios, sino uno solamente» 55. Es deczr, en la termmologra usu~l­
boca abierta y revive... Existe entre ellos una raza de hombres, los llamados
existe un universo compuesto por varios mundos. Y éste es el que nos describe
Dentritas, que nacen del modo siguiente: cortan el testículo derecho de un
Fontenelle.
hombre y lo plantan en la tierra; de él nace un árbol enorme, de carne, como
un falo, que tiene también ramas y hojas; sus frutos son bellotas del tamaño
11. 3. Los mundos habitados de un codo. Cuando maduran, los recogen, abren el cascarón y salen hom-
bres. Además tienen miembros viriles artificiales, unos de marfil, y los po-
El tema de los habitantes de los m11ndos no está necesariamente ligado bres de madera, y con ésos se hacen el amor y tienen relaciones sexuales con
al de su iefinidad, ni al de su pluralidad, en el sentido apuntado más arri- sus compañeros.
ba. Kepler creía · en un único mundo o universo en el sentido cosmológico!' »Cuando envt:Jecen no mueren, sino que se disuelven como el humo y se
sin embaroo, compartía la creencia de que los otros planetas de nuestro sis- transforman en aire. El alimento es el mismo para todos: encienden fuego y
tema sola;, limitado por la eifera de las estrellas fijas, estaban habitados. sobre las ascuas asan ranas que vuelan en abundancia por el aire de aquel
En este sentido puede hablarse de «mundos habitados» como hace Fon_tene!le país... En cuanto a su bebida, exprimen el aire en una copa y brota un lí-
en s11s cuatro primeras conversaciones. De hecho, los mundos «habitados» quido semt:Jante al rocío» 56.
que mt!Jor atención recibieron en un principio fueron el «mundo de la Con la expansión del cristianismo la imaginación sigttió otros rumbos
durante largo tiempo. Hasta la creencia en la existencia de los antípodas es
----,:; P. Rossi, «Nobilita dell'oumo e pluralita de mondi», en Aspetti de/Je Riuo/uzione Scienti-
Jica, pág. 229. Moran.o Editore Napoli,. 1971. , . .
.'!5 Descartes, «Prmc1p1ae», JI, 22, citado por Koyrc en op. Cit. ( 4 7), pag. 102. "' Luciano de Samosata, Historia Verdadera, págs. 35-36. Labor, Barcelona, 1974. Tra-
ducción de José Alsina.

48
49
4
condenada. «La gran mt!Joría de Padres de la Iglesia dudaron de que hu- tados, dicen, <pero es Galileo el que, en nuestro tiempo, ha visto claramente
biese salvación para tan equivocados crryenteSJ> 57. Estos seguramente no la Luna y ha señalado que ésta puede estar habitada» ss. De hecho, Galileo
eran muchos en aquellos momentos. Pero, en cualquier caso, si la posibilidad era mucho más cauto en sus ideas al respecto. Y si bien acepta que puede
de la existencia de los antípodas ponía en peligro el drama cósmico cristia- existir allí algún tipo de seres vivos, niega radicalmente la existencia en Ja
no, con la segunda venida de Cristo -que los antípodas no habrían podido Luna de plantas, animales u hombres como los de la Tierra. Si en la Luna
ver <descendiendo por los aires))- las dificultades de habitantes extra- hay criaturas que la habiten serán absolutamente distintas a las que conoce-
terrestres serían mucho mayores aún, y éstos no tenían mucho porvenir. Ade- mos 59. Descartes adopta una actitud similar, aunque siempre más cauta, no
más, tampoco tenían lugar en la cosmología aristotélica que el pensamiento sólo respecto a los habitantes de los planetas, sino, especialmente, a los de Jos
europeo cristianizó. El único lugar habitable del mundo finito era el que otros mundos. En su carta ya mencionada a Chanut dice al respecto: <<No
por encima de la esfera de la Luna los cielos eran incorruptibles y ajenos al veo que el misterio de la encarnación y todos los dones que Dios ha hecho a
cambio, y por tanto a la vida, era el mundo it!ferior en todos los sentidos, la los hombres impida que pueda haber concedido otros en número infinito,
Tierra que, sin embargo, albergaba al hombre hecho a semejanza de Dios, y grandísin10s, a una iefinidad de otras criaturas. Y aunque no i'!ftero de esto
centro de la creación. Los escolásticos, que en base a la omnipotencia divina que haya criaturas inteligentes en las estrellas o en otra parte, no veo tam-
se plantearon la posibilidad de una pluralidad de mundos, no parecen ha- poco que haya ninguna razón ·por la que se pueda probar que no existen.
berse visto constreñidos por la misn1a lógica a plantearse la pluralidad de Pero siempre dejo indecisas las cuestiones que son de esta ciase, más que
mundos «habitados». Este antropocentrismo no tenía por qué verse efectado, afirmar o negar nada al respecto)> 60. Con todo, la única dificultad que le
CtJ principio, por el heliocentrismo copernicano, como lo demuestra el caso de parece que hay al respecto, añade Descartes, es que habiendo considerado
Kepler. Pero con el abandono de la distinción entre la región supralunar y tanto tiempo que el hombre gozaba de un estatus superior al de las otras
sublunar, y en especial la destrucción del cosmos con la infinitización del criaturas, de existir tales habitantes lo perdería. Pero él no cree que pueda
universo, se planteará de inmediato el problema de si los otros cuerpos celes- aceptarse este argumento, y en su <<Conversación con Burman» alude de
tes no estarían habitados, con lo que el antropocentrismo entraba en crisis. nuevo a <<especies innumerables de criaturasJ>, <miras vidas)>, «seres análogos
Kepler mantiene al respecto una posición peculiar. El hombre para él sigue a los hombreSJ>, en las estrellas, reincidiendo en el argumento de que no de-
siendo el señor de las obras de Dios. Aun suponiendo la existencia de otros bemos considerar al hombre como medida y único fin del universo 6 1. Ideas
mundos habitados, en el sentido de Bmno, y aceptando de /Jecho que los pla- estas que veremos repetidas a lo largo de todo el siglo, desde distintas pers-
netas del único mundo estén habitados, el antropocentrismo no se ve efectado pectivas teóricas, por Huygens, Burnet, Von Guericke, y que Fontenelle ex-
en opinión de Kepler. En el primer caso dice, siguiendo a Bruno, porque en presará con su acostumbrada ironía desde la primera «conversacióm> (1,
base a la diversidad de los movimientos que éste postula para los otros sis- 237 y ss.).
temas solares, éstos no podrían estar constituidos en base a los cinco sólidos
regulares, y, por tanto, serían menos nobles que el nuestro y sus habitantes
también, Y en nuestro mundo ya hemos visto que el hombre ocupa un lugar III. MÁS ACÁ DE LA CIENCIA FICCIÓN
privilegiado que le sitúa por encúna de los habitantes de otros planetas.
Los descubrimientos de Galileo con el telescopio, al mostrar de hecho Pero si a finales del siglo XVII el tema de la pluralidad de los mundos
«otras tierras;>, reforzaron la creencia en los habitantes de éstas. ¿No tenía habitados se hace popular fue, especialmente, debido a las Conversaciones
la Luna un aspecto «terráqueo;>? ¿Por qué no tenía que haber allí habitan- de Fontenelie. Un <<diálogo;> famoso, el de Galileo, había sido un elemento de
tes? Y si la Tierra era un planeta más, ¿por qué los otros planetas no ha- lucha en defensa del copernicanismo. En Descartes, éste se introduce ya sin
bían de estar habitados? Para Borel, como para tantos otros en aquellos mo- problema ninguno. Cuando Fonteneiie presenta en sociedad el sistema solar
mentos, resulta claro que la igualación de los restantes planetas)' la Tierra,
mostrada por el telescopio, coefirmaba la hipótesis de sus habitantes. Los
58
estoicos y Campanella habían afirmado que los planetas podían estar habi- Citado por P. Rossi, en op. cit., en (54), pág. 248.
59
Véase Galileo. Opere por A. Favaro. Barberá Ed. Florencia, 1968, VIL págs. 86, 125,
648. X, pág. 330, y en especial XII, págs. 240-241.
60
Descartes, «Correspondance», Adan: Tannery, loe. cit.• (50). pág>i. 54-55. .
5 1 A. D. White, Lo lucha entre el dogmatismo y la cimcia en el smo de fa cristiandad, pág. 142. 1
<> Descartes, Entretren avec Bourman, pags. 91 y· ss. Manuscnt de Gbttmgen. Texte traduit

Siglo XXI. Madrid, 1972 (orig. 1896). et annoté par Ch. Adam. Bovin et Cie. Editeur, Paris, 1936.

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l
copernicano, ya no es más que uno entre los iefinitos mundos poblados por racionalista». Pero los términos de <efantasía» y «apriorismo» amenazan no
11
los más distintos habitantes. sólo las teorías de Mi/ne, sino a la mcryor parte de modelos cosmológicos y
El libro de Fontene/le alcanza un éxito enorme y aquellos di/ettantes y de evolución de nuestro sistema solar, desde J Jeans, Jordan-Eddington,
damas cultas que acuden a las co'!fCrencias de las grandes personalidades Weisacker-Kuiper-Urry, Bondi-Gold-Hqyle, Lemaítre-Gamow, Dirac,
del momento lo leen con entusiasmo. En vida de Fontene/le se hacen treinta Bra~s-Dike, Wry/ o Shrüdinger. Pero, de hecho, en la cosmología, tanto en
y tres ediciones francesas de los Entretiens y las póstumas son igualmente el s1g/o XVII como hqy, se necesitan buenas dosis de fantasía «racionalista>>,
numerosas. En 16 8 7 y 16 8 8 se traduce tres veces al inglés y dos de éstas de osadía. Es precisa para introducir suposiciones como el <principio cosmo-
se reimprimen cuatro y cinco veces en unos años; en 1715 y 18 O1 se hacen lógico>> de Mi/ne, y su ampliación al tiempo de Bondi y Hqyle. Al comentar
dos nuevas traducciones. En el úg/o XVIII se traduce cuatro veces al italiano, las características del modelo cosmológico de un universo oscilante, Ebbinghau-
dos al alemán y una al castellano, al holandés, al ruso y al griego moderno. sen escribe: «De existir una atracción gravitatoria entre las mismas gala-
Fontenel/e combina como nadie antes que él la ieformación científica de xias (y por qué no)...>> 63• Es ese «¿por qué no?» de Fon/ene/le (III, 3 9 5 y
primera mano y la mayor gracia de estilo. Una vez expuesta la disposición ss.) ante el que la marquesa y seguramente el lector moderno se muestran
de los planetas en el sistema solar, Fontenelle guía a la marquesa en un reticentes. La teoría de los torbellinos, que influiría en las teorías de Kant y
viaje teórico por los distintos planetas para ilustrar las características de Laplace, y las reflexiones que sobre ellas hace Fontenelle, no son más osa-
sus habitantes. Con lo que, hasta cierto punto, puede incluirse en la tradi- das, en definitiva, que algunas de nuestras actuales teorías cosmológicas.
ción que desde Luciano de Samosata a Cyrano de Bergerac, S. But/er y J Por otra parte, decíamos al principio del apartado anterior que el pro-
S1vift llega a nuestros días con su gran representante Stanis/aw Lem. Como blema de la vida extraterrestre que nos debía ocupar era el de la vitfa de
ellos, Fontenel/e se sirve de los otros mundos para hacer la crítica al propio. seres sometidos a unas /ryes universales como los de la Tierra. Pero debemos
Pero, a diferencia de éstos, su obra tiene una finalidad eminentemente divul- tener presente que estas lryes no han sido siempre las que hqy consideramos
gadora, y en este sentido entroncaría más bien con el polifacético Isaac Asi- como válidas. Además está el problema previo de que no es f áci/ determinar
mov. En base a esta función su imaginación es controlada incluso más de lo cuáles son estas /ryes. En la actualidad el problema de qué sea la vida y
que el lector quisiera, dada su capacidad literaria. Pero Fontenelle conoce má/ es la frontera entre lo vivo y lo no vivo está lejos de haber sido resuelto.
perfectamente la frontera entre la osadía intelectual y la libre fantasía, y se Pero, en cualquier caso, hcry una diferencia radical ·entre el planteamiento
mantiene en ella con indiscutible maestría. De hecho, en las «Conversacio- actualy el que podían hacerse en los siglos XV, XVI, XVII y aún n1ás acá.
new hcry mucha menos fantasía de la que pudiera parecer en principio a Cualquier aproximación al problema de la caracterización de la vida nos
nuestros r¿jos. Por lo menos si no consideramos que la teoría cosmológica car- remite hqy a su origen, de la evolución biológica a la evolución química, a la
tesiana y, en especial, la teoría de los torbellinos que popularizaría Fontene- búsqueda de esa <pauta autoperpetuada de reacciones químicas» de que ha-
lle, fue considerada por algunos de sus contemporáneos como algo puramente blaba Haldane, a las condiciones pre-cámbricas en que ésta surgió, y en úl-
especulativo y novelesco. Eran los mismos que acusaban a la teoría newto- tima instancia a la lry química de la valencia, que permite la transforma-
niana de recaer en la magia y milagrería. No obstante, fueron Descartes y ción de los elementos. Es decir, a un eefoque evolucionista. Pero, además,
Newton, y no sus críticos, los que dominaron el pensamiento de su tiempo y puesto que se da por sentado que de existir vida extraterrestre ésta sería
ocupan un lugar en la historia por encima de aquéllos. Por otra parte, en la planetaria, tal posibilidad viene asociada al problema del origen de los sis-
cosmología actual no dejan de reproducirse los mismos elementos. E. A. temas planetarios. En todo caso el eefoque es siempre evolucionista.
Mi/ne, uno de los grandes protagonistas de la cosmología de nuestro siglo, En el siglo XVII, por el contrario, éste no existía. Los grandes cient(fi-
postula en sus trabajos una fi/osefla ultracartesiana de la ciencia, en la que cos del momento, como Galileo, Descartes o el propio Newton, creían que el
ésta debe hacerse, según la interpretación que hace J Singh de sus tesis, mundo tenía una antigüedad aproximada de unos seis mil anos, y trataban
<<cada vez menos empírica y más deductivaJ>, y sus experimentos mentales en de precisar, con la mcryor exactitud posible, el momento de la creación. Sin
favor de sus teorías son calificados por M. Born como «fantasías disparata- duda el gran campeón, en este sentido, fue el erudito rabínico y vicecanciller
daw 62, y Singh expone su teoría bcljo el título de «un arrebato de fantasía de la universidad de Cambridge, John Lighifoot, quien en el siglo XVIII,
tras meticulosos cálculos, publicó una demostración según la cual la creación

196'~'/ Singh, TeoríaJ de la cosmología 11Jodema, Cap. 8, pág. 201. Alianza, Madrid, 1974 (orig. 6
J E. Cr. Ebbinghausen, Astronomía, pág. 159. Ed. Labor, Barna, 1974.

52 53
del hombre, inmediatamente después que la de los cielos, Tierra, etc..., tuvo tencia de vida inteligente. Y a buen seguro el libro de Fontenelle tuvo su
lugar el 23 de octubre del ano 4004 a. C. a las nueve de la mañana 64. parte de responsabilidad en ello. Marte sería el gran efortundo en este sen-
Por otra parte, el problema de la vida tenía unos planteamientos radical- tido. Curiosamente, el que más descuida Fontenelle. A finales del XVIII el
mente distintos. La generación espontánea era un fenómeno peifectamente na- gran astrónomo William Herschel, que, mucho más osado que Fontenelle,
tural, comprensible y aceptado comúnmente. Y si bien es cierto que con los ubicaba habitantes incluso en el interior del Sol, detectó la presencia de una
experimentos de Redi y Spallanzani empez¡.¡rán los primeros ataques contra atn1óifcra marciana y cambios estacionales en aquel planeta. Los mapas de
ella, aún en 1754, como recuerda Ca/ame, la «Enryclopédie>>, a pesar de Marte fueron mejorando, y Giovanni V. Schiaparelli traza en el suyo lo
que se inclina por el rechazo de la teoría aludiendo a estos experimentos, ..i'..
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que llamó «canal/i)) o cauces a los que bautizó con el nombre de cuatro ríos
concluye cauta y baconianamente: <<La experiencia asegura que en la mtf}or terrestres. A partir de entonces, y dada su forma geométrica, empezó a ha-
parte de los casos en que los insectos parecen engendrados por corrupción, lo blarse de los «canales» marcianos que las sucesivas observaciones iban deta-
son por generación, pero ¿está demostrado, en todos los casos, que la c.orrup- llando. ¿serían artificiales? ¿una obra de ingeniería de los habitantes de
ción no puede engendrar cuerpos anin1ados?)) 65• De hecho tal teoría no será Marte, lo cual implicaba una avanzada civilización? A J astrónomo ameri-
desterrada definitivamente hasta Pasteur. cano Percival Lowell, con uno de los mejores observatorios del momento, no
El mecanicismo puede asumir la generación espontánea fácilmente y le cupo ninguna duda de que efectivamente era así. Trozó detallados mapas
Descartes puede explicarla en términos mecánicos. <<Ya que son necesarias de los numerosos «canales» que observaba, y en 1895, tres anos antes de la
tan pocas cosas para hacer un ser, no htf} por qué sorprenderse de que tan- obra La guerra de los mundos, de H. G. Wells, publicó, en su libro ti-
tos animales, tantos gusanos, tantos insectos, se formen espontáneamente bqjo tulado Marte, sus ideas al respecto. N o todos los astrónomos las compar-
nuestra mirada en cualquier materia en putrefacción>> 66. Calor y movi- tían, pero muchos <<vieron)) los «canales)) y la duda persistía. Sólo con los
miento le bastan para explicar lo que «ve>>. Para Descartes, como para sucesivos Mariner de 19 64 a 19 72 se disipó la idea de una posible civili-
Galileo, el Sol sigue siendo aún fuente de vida, en un sentido próximo al del zación avanzada m aquel planeta. Pero la idea había cuajado ya en el am-
Renacimiento. b!ente popular, preparado desde hada tiempo para ello, y aún hqy no es
En cualquier caso, lo que quiero poner de manifiesto es que, tanto en el raro identificar extraterrestre con marciano.
plano cosmológico como en el biológico, se careda de un eefoque evolucionista A falta de estos detallados mapas posteriores, · Fontenelle se limitó a
como el que actualmente aplicamos. Las lryes universales, pues, con que ellos imaginar /as características de los habitantes de los distintos planetas en
afrontaban el problema de los mundos habitados eran muy distintas a las consonancia con los datos que sobre éstos aportaban Jos científicos. Y su úni-
nuestras. Y en un universo estático, sin evolución, sin historia, quizá el ra- ca fantasía está en la traducción moral que hace en sus deducciones, en las
zonamiento analógico sea más comprensible. Dadas sus ideas en el campo cuales, como Galileo, se muestra sumamente comedido. Galileo negaba la
biológico, y a falta de las teorías posteriores sobre los procesos de formación existencia de seres como Jos terrestres en la Luna, en base a Ja falta que
de las estrellas y su constitución material, sobre la evolución del sistema so- atribuía a ésta de los elementos tierra y agua, Ja distinta duracir)n de sus
lar, la historia geológica ;v biológica de la Tierra, la idea de habitantes en días y noches y la distinta inclinación con q11e el Sol Ja iluminaba. Si la
mundos. que tienen características terráqueas es tan razonable -y discuti- Luna tenía habitantes serían totalmente distintos a Jos terrestres. Fontcnelle
ble-- como la suposición actual de que la vida h~a evolucionado en los sigue principios similares. En definitiva, tanto en el plano cosmológico como
planetas <derráqueoJ)) de los sistemas solares de nuestra galaxia 11 otras. en el biológico aplica las lryes de que en aquellos momentos se disponía y
En cuanto a los mundos habitados de nuestro sistema solar, a medida sólo en base a éstos /Jeva a cabo s11s especulaciones, como lo hacen los cosmó-
que los telescopios fueron peifeccionándose, no sólo se coefirmará cada vez logos actuales.
más su semejanza con Ja Tierra, sino que, además, algunos de los astróno-
mos más competentes empezarán a «vem en ellos claros indicios de la exis-

64
A. D. White, loe. cit., en nota (57), pág. 343.
E ncyclopédie, to mo IV, 1754, pág. 278. Citado por Calame, op. cit. en la nota sobre la
65
presente traducción que precede al texto de Fontenelle.
66
Citado por F. Jacob; La /ó¡,ira de lo viviente (orig. 1970). Barcelona Ed. Laia, 1978, pág. 64.

54 55
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CONVERSACIONES
SOBRE LA PLURALIDAD
DE LOS MUNDOS
"

La presente traducción de los Entretiens de la Plura!ité


des Mondes, de Fontenelle, ha sido realizada a partir de la
edición crítica de Alexandre Calame (Librairie Marce! Di-
dier. París, 1966), cuyas notas hemos utilizado en ocasio-
nes. Unicamente hemos introducido una modificación en
la estructura del texto, consistente en separar, mediante
guiones y punto y aparte, las sucesivas intervenciones de
1 i' ,~,
,111, los interlocutores, lo cual hace más cómoda la lectura. No
obstante, la enumeración de las lineas que figura al mar-
gen del texto sigue fielmente la de la edición de Calame.
Hemos tenido presente la traducción de Luis Gutiérrez
de Arroyo publicada por Calpe. Colección Universal. Ma-
drid. 1921.
Agradezco a Pablo Salazar la confección de los gráfi-
cos que figuran en la Introducción.
PREFACIO

Me encuentro aproximadamente en Ja misma situación


en que se halló Cicerón cuando emprendió la tarea de poner
en su lengua los temas de filosofía que hasta entonces no
habían sido tratados más que en griego. El nos informa de
que se decía que sus obras serían del todo inútiles, porque 5
aquellos que amaban la filosofía, habiéndose tomado el tra-
bajo de buscarla en los libros griegos, se desinteresarían, tras
éste, de hacerlo en los libros en latín, que no serían origina-
les; mientras que los que no la aprecian no se preocuparían 10
de verla ni en latín ni en griego.
A esto él responde que sucedería todo lo contrario. Que
los que no eran filósofos se verían tentados de llegar a serlo
por la facilidad de leer los libros latinos; y que los que ya lo
eran por la lectura de los libros griegos verían gustosamente 15
cómo tales cosas habían sido tratadas en latín 1•
Cicerón tenia razón para hablar .así. La excelencia de su
genio y la reputación que había adquirido ya le garantizaban
el éxito de esta nueva clase de obras que daba al público. 20
Pero yo estoy muy lejos de tener los mismos motivos para
confiar en una empresa casi idéntica a la suya. He querido
tratar de filosofía de manera que no fuera en absoluto filo-
sófica; he tratado de llevarla a un punto que no fuera dema- 25

1 Véase Cicerón: Academicorum Liber Primus. Cap. II.

61
siado árida para la gente común, ni demasiado superficial
para los sabios. Pero si se me dice, igual que a Cicerón, que
,
l
todo este sistema de filosofía, más que la misma atención
que es necesario prestar a la princesa de Cléves, si se quiere 75
una obra de este carácter no es adecuada ni a los sabios, que
! seguir bien la intriga y captar toda su belleza. Es cierto que
30 no pueden aprender nada en ella, ni al vulgo, que no tendrá las ideas de este libro son menos familiares para la mayor
deseo de aprender en ella nada, me guardaré de responder parte de las mujeres, que las de la Princesa de Cléves, pero no
como él lo hizo. Puede muy bien suceder que buscando un son más oscuras, y estoy seguro que con una segunda lectu-
término medio en el que la filosofía agrade a todos, haya en- ra como máximo nada se les habrá escapado. 80
contrado uno en el que no agrade a nadie. Los términos me- Como que no he pretendido construir un sistema en el
35 dios son demasiado difíciles de alcanzar y no creo que me aire, que no tuviera ningún fundamento, he utilizado verda-
den ganas de tomarme el trabajo por segunda vez. deros razonamientos de física, tanto como ha sido necesario.
Debo adve1tir a los que leerán este libro y que tienen al- Pero, afortunadamente, se da el caso de que en esta materia
gún conocimiento de física, que no he pretendido, en abso- las ideas de física son agradables por sí mismas y que al 85
40 luto, instruirlos, sino divertirles presentándoles de manera mismo tiempo que contentan la razón, proporcionan a la
algo más agradable y amena lo que saben ya con mayor soli- imaginación un espectáculo que le complace tanto como si
dez. Y advierto a aquellos a quienes tales materias son nue- estuviera hecho expresamente para ella.
vas que he creído poder instruirles y divertirles al mismo Cuando he encontrado partes que no eran, en absoluto, 90
45 tiempo. Los primeros irán contra mi intención si buscan de esta clase, les he puesto adornos ajenos a la cuestion. Vir-
aquí utilidad; los segundos si no buscan más que el recreo. gilio lo hace así en sus Geórgicas, donde salva el fondo de su
No me entretendré en lo más mínimo en decit que, de materia, que es totalmente árida, con digresiones frecuentes
toda la filosofía, he elegido la materia más capaz de desper- y a menudo agradables. También Ovidio hizo otro tanto en 95
so tar la curiosidad. Parece que nada debería interesarnos más el Arte de amar, a pesar de que su asunto fuese infinitamente
que saber cómo está hecho el mundo que habitamos, si hay más agradable que todo lo que pudiera entremezclar. Por lo
otros mundos parecidos y que también estén habitados. Pero que se ve, creyó que sería aburrido hablar siempre de lo
después de todo, preocúpese de todo esto quien quiera. Los mismo, aunque fuera de preceptos de galantería. En cuanto
55 que tengan pensamientos que perder, pueden perderlos en a mí, que tenía mayor necesidad que él de recurrir a digre- 100
esta clase de asuntos, pero no todo el mundo está en condi- siones, no me he servido de éstas sino con bastante mira-
ciones de hacer este derroche inútil. miento. Las he consentido por la libertad natural de la con-
He puesto en esas «Conversaciones» a una mujer a la versación. No las he situado más que en los lugares en que
que se instruye, y que no ha oído hablar jamás de estos he creído que sería agradable encontrarlas. Las he puesto en
asuntos. He creído que esta ficción me servía no tanto para su mayor parte al principio de la obra, porque entonces el 105
60 hacer la obra más susceptible de resultar amena, como para espíritu no está acostumbrado aún a las ideas principales
animar a las damas con el ejemplo de una mujer que, sin so- que le ofrezco. Finalmente, las he tomado de mi misma ma-
brepasar los límites de quien no tiene ningún barniz de teria, o bastante próxima a ésta.
ciencia, no deja de entender lo que se dice y de ordenar en No he querido imaginar nada sobre los habitantes de los 11 O
65 su mente, sin confusión, los torbellinos y los mundos. ¿Por mundos que fuese totalmente imposible y quimérico. He tra-
qué habrían de ceder las mujeres a esta marquesa imaginaria tado de decir todo lo que podría pensarse razonablemente
que no concibe más que lo que no puede dejar de concebir? de éstos, e incluso las imágenes ilusorias que he añadido a
Ciertamente, la marquesa se esfuerza un poco, pero ¿en esto tienen algún fundamento real. Lo verdadero y lo falso
qué consiste aquí esforzarse? No en penetrar, a fuerza de están aquí mezclados, pero son siempre fáciles de distinguir. 115
70 meditación, una cosa oscura por sí misma, o explicada oscu- No me detendré a justificar un compuesto tan extraño. Este
ramente, consiste únicamente en nci leer nada sin represen- es el punto más importante de la obra y es, precisamente,
tarse con nitidez lo que se dice. No pido a las damas, para aquel del que no puedo dar razón.

62 63
·fl 1 1

No me queda, en este prefacio, más que hablar a una Al señor L_


120 clase de personas, pero quizá éstos serán los más difíciles de
contentar, no porque no se les haya de dar buenísimas razo- Vos queréis, seftor, que os dé cuenta detallada de cómo 165
nes, sino porque tienen el privilegio de no contentarse, si no he pasado mi tiempo en el campo, en casa de la señora mar-
quieren, con ninguna buena razón. Son las personas escru- quesa de G .• ¿sabéis que este informe exacto será un libro, y
125 pulosas que puedan imaginarse que hay peligro, en relación lo que es peor, un libro de filosofía? Esperáis fiestas, parti- 170
a la religión, en poner habitantes fuera de la Tierra. Y o res- das de juego o de caza, y tendréis planetas, mundos, torbelli-
peto hasta las delicadezas excesivas que se tengan en materia nos; casi no se ha tratado de otra cosa. Afortunadamente sois
de religión, e incluso si fuera contraria a mi sentir la habría filósofo . y no os desinteresaréis tanto como lo haría otro.
130 respetado, en esta obra, hasta el punto de no querer enfren- Quizá incluso os alegraréis de que haya atraído a la seftora 175
tarme con ella. Pero lo que quizá os parezca sorprendente, marquesa al partido de la filososfía. No pudimos hacer una
ni siquiera tiene relación con este sistema, en el que he lle- adquisición más importante, pues considero que la juventud
nado de habitantes una infinidad de mundos. No hace falta y la belleza son siempre cosas de gran valor. ¿No creéis que

135
más que aclarar un error de imaginación. Cuando se os dice
que la Luna está habitada, al punto os representáis allí hom-
1 si la sabiduría quisiera presentarse con éxito ante los hom- 180

l
bres no cometería el más mínimo desatino si lo hiciera bajo
bres hechos como nosotros y después, si sois un poco teólo- una forma que se pareciera a la de la marquesa? Especial-
gos, os encontráis llenos de dificultades. La descendencia de mente, si pudiera tener el mismo atractivo en su conversa-
Adán no ha podido extenderse hasta la Luna, ni enviar co- ción, estoy convencido que todos correrían tras la sabiduría. 185
140 lonias a aquel país. Los hombres que hay en la Luna no son, No esperéis oír maravillas cuando os haga el relato de las
pues, hijos de Adán. Ahora bien, sería embarazoso para la conversaciones que tuve con esta dama. Necesitaría tener
teología que allí hubiera hombres que descendieran de él. tanto ingenio como para repetir lo que dijo de la manera
No es necesario decir más. Todas las dificultades imagina- que lo hizo. Advertiréis en ella esta vivacidad de inteligencia 190
145 bles se reducen a ésta y los términos que sería necesario em- que le conocéis. En cuanto a mí, la tengo por sabia, por la 195
plear, en una explicación más extensa, son demasiado dignos extrema facilidad que tendría para llegar a serlo. ¿Qué le fal-
de respeto para ponerlos en un libro tan poco serio como ta? Haber abierto los ojos sobre los libros. Esto no es nada,
éste. Toda la objeción gira, pues, sobre los hombres de la hay muchos que lo han hecho durante toda su vida a los
Luna. Pero es a los que la hacen a quienes les hace poner que yo negaría, si me atreviera, el nombre de sabios. Por lo
150 hombres en la Luna. Y o no los he puesto. Y o pongo habi-
tantes que no son hombres en modo alguno. ¿Qué son,
2 En las ediciones de 1687, 1694, 1703 y 1708 el Prefacio ~fiadía lo siguiente: «En esta
pues? Y o no los he visto, no es por haberlos visto que ha- nueva edición se encontrarán, además de algunos afiadidos d1semmados a lo largo de la
155 blo de ellos. Y cuando digo que no hay hombres en la Luna obra, una nueva Conversación donde he reunido razonamientos que n.o había empleado en
las anteriores y los últimos descubrimientos que se han hecho en el cielo, de entre los que
no sospechéis que es una excusa de la que me sirvo para algunos no han sido siquiera publicados todavía» . . . .
eludir vuestra objeción. Veréis que es imposible que los haya Y en las ediciones de 1708 y 1714-15, el Prefacio contmuaba con. una '.'Advertencia
sobre esta nueva edición. Se encontrarán en ésta gran número de añadidos d1semm~dos •a
según la idea que yo tengo de la diversidad infinita que la lo largo de todo el libro: distancias, tamafios, revoh1ciones de. los cuerpos .celestes, 1?dica-
naturaleza debe haber puesto en sus obras. Esta idea reina dos con mucha más prec1s1ón de lo que habían sido en ediciones antenores, segun los
cálculos de nuestros mejores astrónomos; y, en ¡.,>eneral, todos los fenómenos del cielo en
160 en todo el libro y no puede ser impugnada por ningún filó- conformidad con las observaciones más exactas. Se puede asegurar a los lectores. que en to-
dos estos puntos pueden confiar en este libro, tal como es ahora, tanto como s1 fuera más
sofo. Así pues, creo que no oiré hacer esa objeción más que sabio y más profu~do». . . . . . . ,., .
a los que hablarán de estas «Conversaciones» sin haberlas Esta advertencia fue suprimida a partir de la edición de 1724. En la de 1 / 19 se rem-
corporó de nuevo el añadido de la edición de 1 708, transcrito más arriba con el añadido
leído. Pero ¿es éste un motivo para tranquilizarme? No, muy siguiente: .
al contrario, lo es, y muy legítimo, para temer que la obje- <Óe puede afiadir a esta lectura la del nuevo tratado de la plurahdad de los mundos ela-
borado por el señor Huygens, célebre matemático, que sin duda deleitará al. lector»
ción me sea hecha desde muchos lados 2• E~ta obra de Huygens, cuyo original está escrito en latín, se había pubhcado en 1698, y
traducido al francés en 1702.

64 65
' 1 '

demás, señor, tendréis una deuda de gratitud conmigo. Sé


perfectamente que antes de entrar en el detalle de las con-
versaciones que haya tenido con la marquesa, tendría dere-
200 cho a describir el castillo al que había ido a pasar el otoño.
A menudo se describen castillos en ocasiones menos ade-
cuadas, pero os haré gracia a este respecto. Basta que sepáis
que cuando llegué a ·su casa no encontré a nadie que le
acompañara, de lo que me alegré muchísimo. Los dos prime-
,. 1 ' IJ , 205 ros días no tuvieron nada de particular, transcurrieron ago-
tando las novedades de París, de donde yo venía. Pero a
continuación tuvieron lugar estas conversaciones de las que
voy a informaros. Os las dividiré en noches, porque, efecti-
"'
210 vamente, no las mantuvimos más que por las noches.

PRIMERA NOCHE

LA TIERRA ES UN PLANETA
QUE GIRA SOBRE SI MISMO,
Y ALREDEDOR DEL SOL

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Una noche, después de cenar, fuimos a pasear por el


parque. Hada un fresco delicioso que nos recompensaba por 5
un día de mucho calor que habíamos padecido. Hacía como
una hora que la Luna había salido, y sus rayos, que no llega-
ban a nosotros más que a través de las ramas de los árboles,
producían una agradable combinación de un blanco muy 10
vivo, con todo el verde que parecía negro. No había una
sola nube que ocultara u oscureciera la estrella más pequeña.
Todas ellas eran de un oro puro y resplandeciente que se in-
tensificaba más aún por el fondo azul en el que están fijas.
Este espectáculo me hizo soñar, y quizá, a no ser por la
marquesa, me hubiera ensimismado durante , bastante más 15
tiempo. Pero la presencia de una dama tan amable no me
permitía abandonarme a la Luna y a las estrellas.
-<No creéis -le dije-- que el día mismo no es tan
hermoso como una bella noche?
-Sí -me respondió--; la belleza del día es como una 20
beldad rubia que es más brillante, pero la de la noche es una
beldad morena que es más conmovedora.
-Sois muy generosa -repliqué-- al conceder esta ven-
taja a las morenas, vos que no lo sois. Es cierto, no obstan-
te, que el día es lo más hermoso que hay en la naturaleza, y 25
que las heroínas de novela, que son lo más hermoso que hay
en la imaginación, son casi siempre rubias.

69
-La belleza nada vale -replicó ella- si no conmueve. lo. Se me ha metido en la cabeza que cada estrella bien po-
Confesad que el día jamás os hubiera lanzado a una ensoña- dría ser un mundo. A pesar de que no juraría que eso fuera
30 ción tan dulce como la que he advertido os provocaba, de cierto. Y o, no obstante, lo tengo por verdadero, porque me
inmediato, la visión de esta bella noche. agrada creerlo. Es una idea que me gusta y que se instaló en 70
-Estoy de acuerdo -respondí-, pero en compensa- mi espíritu de manera risueña. En mi opinión, incluso las
ción una rubia como vos aún me haría soñar más que la verdades necesitan del atractivo.
más bella noche del mundo, con toda su bruna hermosura. - Y bien -insistió ella-, puesto que vuestra locura es
3S -Aunque eso fuera cierto -replicó-- no me contenta- tan agradable, contagiádmela, yo creeré todo lo que queráis
ría por ello. Y o quisiera que el día, puesto que las rubias de- sobre las estrellas, con tal que encuentre placer en ello. 7S
ben participar de sus intereses, hiciera el mismo efecto. ¿Por -iAh!, señora -respondí rápidamente--, no es un pla-
qué los amantes, que son buenos jueces de los que conmue- cer cGmo el que obtendríais con una comedia de Moliere.
ve, no se dirigen nunca más que a la noche en todas las Es un placer que está no sé en qué lugar de la razón, y que
40 canciones y elegías que conozco? no hace reír más que al entendimiento.
-Es natural que la noche tenga todos sus agradecimien- -Así pues -replicó ella-, ¿creéis que sea incapaz de 80
tos -le dije. placeres que no están más que en la razón? Os haré ver lo
-Pero también recibe todos sus lamentos -replicó--. contrario inmediatamente. Enseñadme vuestras estrellas.
El día no se atrae sus confidencias, ¿por qué causa? ~No -repliqué--, no se me podrá reprochar que en
-Al parecer -respondí- se trata de que no consigue un bosque, a las diez de la noche, haya hablado de filosofía a 8S
4S inspirar no sé qué de triste y apasionado. Parece como si, la persona más atractiva que conozco. Buscad en otra parte
durante la noche, todo esté en reposo. Se imagina que las es- vuestros filósofos.
trellas avanzan más silenciosamente que el Sol, los objetos Por más que me defendí aún durante algún tiempo en
1,,
que el cielo presenta son más dulces, la vista se demora en este tono, fue preciso ceder. Le hice prometer por mi honor
ellos más fácilmente. En fin, se sueña mejor con ellos, por- que me guardaría el secreto, y cuando me encontré en situa-
so que entonces se facilita aduladoramente la idea de que se es ción de no poder desdecirme, y que quería hablar, me di 90
la única persona, en toda la naturaleza, ocupada en soñar. cuenta de que no sabía por dónde comenzar mi discurso.
:.:· ., .. Quizá también sea que el espectáculo del día es demasiado Pues con una persona como ella, que no sabía nada de físi-
uniforme, no hay más que un Sol y una bóveda azul. Pero ca, era necesario empezar muy lejos para probarle que la
es posible que la visión de todas estas estrellas diseminadas Tierra podía ser un planeta, -y los planetas otras tantas 9S
SS confusamente y dispuestas al azar en mil figuras diferentes tierras, y las estrellas otros tantos soles que iluminan los mun-
favorezca la ensoñación y un cierto desorden de pensamien- dos. Y o insistía constantemente en que mejor nos habría va-
tos al que no se sucumbe sin placer. lido hablar de bagatelas, como personas razonables harían
-Y o he sentido siempre lo que vos me decís -insistió en nuestro lugar. Al fin, no obstante, para darle una idea ge- 100
ella-. Amo las estrellas, y de buena gana me quejaría del neral de la filosofía, he aquí por dónde empecé.
Sol que nos las borra. -Toda la filosofía -le dije-- no está fundamentada
60 -iAh! -exclamé--, yo no puedo perdonarle que me más que sobre dos cosas, que tenemos el espíritu curioso y
haga perder de vista todos estos mundos. los ojos deficientes. Pues si tuvierais los ojos mejores de lo
~A qué llamáis todos estos mundos? -me dijo vol- que los tenéis, veríais claramente si las estrellas son soles JOS
viéndose hacia mí y mirándome. que iluminan otros tantos mundos, o si no lo son. Y si, por
-Os pido perdón -respondí-. Me habéis empujado a otra parte, fueseis menos curiosa, no os preocuparíais de sa-
mi locura y mi imaginación ha escapado al punto. berlo, lo que viene a ser lo mismo. Pero se quiere saber más
65 ~Cuál es, pues, esa locura? -insistió. de lo que se ve. Ahí está la dificultad. Es más, si lo que se 110
-iAy! -repliqué-, mucho siento tener que confesáros- ve, se viera bien, sería siempre igualmente conocido, pero se

70 71
1
1
115
ve muy distinto de lo que es. De este modo, los verdaderos
filósofos se pasan la vida no creyendo lo que ven, y tratan-
do de adivinar lo que no ven en absoluto. Y esto, según me
parece, no es condición para envidiar demasiado. Al respec-
to, yo me figuro siempre que la naturaleza es un gran espec-
táculo que se parece al de la ópera. Desde donde estáis, en
la ópera, de hecho no veis el teatro como es. Se han dis-
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hayan echado a perder la reputación de toda la antigüedad.
Por fin llegaron Descartes y algunos otros modernos que
han dicho: Phaeton sube porque está tirado por cuerdas, y
porque un cuerpo más pesado que él desciende. De este
modo no se cree ya que un cuerpo se mueva si no es estira-
do, más bien, empujado por otro cuerpo; no se cree ya que
150

suba o baje si no es por efecto de un contrapeso o resorte; y


120 puesto los decorados y las máquinas para producir un efecto quien viera la naturaleza tal como es no vería más que la
agradable desde lejos, y se ocultan a nuestra vista todas las tramoya del teatro de la ópera. 155
ruedas y contrapesos que causan los movimientos. Tampoco --<Hasta este punto -dijo la marquesa- se ha vuelto
os preocupáis demasiado en adivinar cómo funciona todo mecanicista la filosofía?
esto. Quizá no hay más que algún maquinista, oculto en el -Tan mecanicista -respondí- que pronto nos aver-
125 patio de butacas, que se preocupa por un vuelo que le habrá gonzaremos de ello. Se pretende que el universo es, a gran
parecido extraordinario, y que quiere desentrañar totalmente escala, lo que un reloj en pequeño, y que todo se comporta
cómo ha sido ejecutado. Observaréis fácilmente que este ma- según movimientos regulados que dependen de la disposi- 160
quinista es bastante parecido a los filósofos. Pero lo que au- ción de las partes. Confesadme la verdad: ¿No habéis tenido
menta la dificultad, respecto a éstos, es que, en las máquinas en alguna ocasión una imagen más sublime del universo y
130 que la naturaleza presenta a nuestros ojos, las cuerdas están no le habéis hecho más honor del que merece? He visto per-
perfectamente ocultas, tan bien que se ha tardado largo sonas que lo apreciaban menos después de haberlo conocí- 165
tiempo en adivinar lo que causaba los movimientos del uni- do.
verso. Porque imaginaros a todos los sabios en la ópera, los -Pues yo -replicó ella- lo aprecio mucho más desde
135 Pitágoras, los Platón, los Aristóteles, y toda esta gente cuyo que se parece a un reloj. Resulta sorprendente que el orden
t. nombre suena hoy tanto en nuestros oídos. Supongamos que de la naturaleza, siendo tan admirable, no giie más que en
ven el vuelo de Phaeton al que los vientos elevan 3, que no torno a cosas tan simples.
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t ~r .. pueden descubrir las cuerdas y que no saben cómo está dis- -No sé -le respondí- quién os ha dado ideas tan sa- 170
140 puesta la tramoya. Uno de ellos dice: «Existe cierta virtud nas, pero ciertamente no es demasiado frecuente tenerlas. La
secreta que eleva a Phaeton». El otro: «Phaeton está com- mayoría de las personas tienen siempre en la cabeza un algo
puesto de ciertos números que lo hacen subir». Otro: «Phae- falsamente maravilloso envuelto por una oscuridad que res-
ton tiene una cierta amistad por lo alto del teatro; no se en- petan. No admiran la naturaleza sino porque la creen una
cuentra a gusto cuando no está allf». Otro: «Phaeton no está especie de magia en la que no se entiende nada. Y es seguro 175
145 hecho para volar pero prefiere volar que dejar lo alto del que queda desprestigiada a sus ojos, cuando puede ser com-
teatro vacío» 4 . Y otros cien delirios que me asombra que no prendida. Pero vos, señora -contÜlué--, estáis tan bien
preparada para acceder a todo lo que voy a deciros, que.
3 Faetonte (Phaeton), que segun la mitologfa griega fue hijo del dios HeLio (Sol) y de la creo que no tengo más que correr el telón y mostraros el
oceánide Climene, es el personaJe que da nombre a la tragedia !frica escrita por ~wault, mundo. 180
con música de Lulli. Fue estrenada en 1683. En ella se empleaban numerosos art1lug1os
mecánicos, como era usual en las óperas durante aquella época. En especial, el vuelo de Desde la Tierra en que estamos lo que vemos más aleja-
Faetonte sobre el carro solar tuvo gran éxito.
4 La segunda y la cuarta de estas supuestas afirmaciones son fácilmente atribuibles a las

tradiciones pitagórica y aristotélica. Con todo, a pesar de los filó~ofos concretos que men-
ciona, la termmología con que se expresa hace muy d1fíc1l una atnbuc1ón especial o exclusi- mismo poscartesiano», pues, según Fontenelle, también Newton sucumbe al «animismo»
va. Los términos «virtud» (vertu) y amistad (amitié) de la primera y tercera son propias .de (véase Introducción, Il).
tradiciones neoplatónicas del Renacimiento, aunque parecen referirse a la tests anstotéltca Por lo demás, y al margen de la declaración de cartesianismo que sigue, puede verse en
de la tendencia de los cuerpcs a instalarse en su lugar natural. La cuarta remite al «horror estos párrafos. al Fontenclle ¡i~tor de su obra posterior Disgression sur les An&ie'!! et les Mo-
al vacío» de corte aristotéltco escolástico. Pero, en definitiva, lo que está claro es que se demes (Digresión sobre los antiguos y los modernos), en la que se muestra part1dano decla-
presentan como una crítica al «animismo» premecanicista o precartesiano, o incluso al «ani- rado de los últimos.

72 73
do es el cielo azul, esta gran bóveda en que parece que las --iOh! -replicó ella-, esta clase de pastoreo es dema-
estrellas están incrustadas como clavos. Se las llama fijas siado peligroso. Y o prefiero el de los caldeos de que me ha- 225
185 porque no parece que tengan más movimiento que el de su blabais. Volved por un momento a hablarme de ellos, os lo
cielo, que las lleva consigo de Oriente a Occidente. Entre la ruego. Cuando hubieron reconocido esta disposición de los
Tierra y esta última bóveda de los cielos, están suspendidos cielos que me habéis dicho, ¿qué problema se planteó?
a diferentes alturas el Sol, la Luna y los otros cinco astros -Se trataba -repliqué-- de adivinar cómo estaban or-
que se llaman planetas: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y denadas todas las partes del universo, de lo que los sabios 230
190 Saturno. Estos no están sujetos a un mismo cielo; al tener llaman hacer un sistema. Pero antes de que os explique el
movimientos desiguales, presentan distintas apariencias y se primer sistema, es necesario que notéis que nosotros esta-
ordenan en configuraciones distintas, mientras que las estre- mos del todo hechos, por naturaleza, como cierto ateniense
llas fijas están siempre en la misma posición unas respecto a loco, del que habréis oído hablar, que se imaginaba que to- 235
195 otras. El carro, por ejemplo, que veis, que está formado por dos los barcos que abordaban el puerto del Pireo le pertene-
estas siete estrellas, ha sido siempre como es, y lo será aún cían 7. Por lo que a nosotros respecta, nuestra locura consis-
por mucho tiempo; pero la Luna tan pronto está cerca del te en creer también que toda la naturaleza, sin excepción,
Sol como se aleja de él, y lo mismo ocurre con los otros está destinada a nuestro uso. Y cuando se pregunta a los fi-
planetas 5• Así es como las cosas parecieron a los antiguos lósofos de qué sirve esta cantidad prodigiosa de estrellas fi- 240
200 pastores caldeos, cuyo gran ocio produjo las primeras obser- jas, de la que una parte bastaría para hacer lo que hacen to-
vaciones que han sido el fundamento de la astronomía. Pues das, os responden fríamente que sirven para recrear la vista.
ésta nació en Caldea, como la geometría nació, según se A partir de este principio no se dejó imaginar que era nece-
dice, en Egipto, donde las inundaciones del Nilo, que con- sario que la Tierra estuviera en reposo en el centro del uni- 245
205 fundían los límites de los campos, motivaron que algunos verso, mientras que los cuerpos celestes, que estaban hechos
quisieran inventar medidas exactas para reconocer los lími- para ella, se tomaban el trabajo de girar a su alrededor para
tes de su campo y el del vecino. De modo que la astronomía alumbrarlas. Así pues, fue como se situó a la Luna por enci-
es hija de la ociosidad, la geometría del interés, y si se habla- ma de la Tierra, por encima de la Luna a Mercurio, y a con-
210 ra de poesía, hallaríamos al parecer que es hija del amor. tinuación Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno. Por encima 250
-Me alegro de haber aprendido esta genealogía de las de todo esto estaba el cielo de las estrellas fijas. La Tierra
ciencias -dijo la marquesa- y veo claro que es preciso que se encontraba puesta en el centro de los círculos que
me dedique a la astronomía. La geometría, según lo que me describían estos planetas, y eran tanto más grandes cuanto
215 decís, requeriría un alma más interesada que la mía, y la más alejados de la Tierra. Y, como consecuencia, los plane-
poesía la exigiría más tierna; sin embargo, tengo tanto ocio tas más alejados empleaban más tiempo en hacer su recorrí- 255
como la astronomía pueda requerir. Además, afortunada- do, lo que, definitivamente, es verdad.
mente, estamos en el campo, y llevamos una vida casi pasto- -Pero no sé -interrumpió la marquesa- por qué no
ril; todo esto conviene a la astronomía. parecéis aprobar este orden en el universo; me parece bas-
220 -No os engañéis, señora -respondí-, ésta no es la tante claro y bastante inteligible, y por lo que a mí respecta
verdadera vida pastoril, como no lo es hablar de planetas y os confieso que me satisface. 260
de estrellas fijas. Ved si las gentes de Astrea pasan el tiempo -Puedo jactarme -repliqué-- de haberos edulcorado
en tales cosas 6. todo el sistema. Si os lo diese tal como fue concebido por
Tolomeo, su autor, o por los que lo han trabajado después
5 El carro se refiere naturalmente a la constelación de la Osa Mayor. En cuanto a la
de él, os llenaría de un horrible espanto. Dado que los mo-
Luna, debe recordarse que en los sistemas geocentristas es considerada como un «planeta»
más.
6
Fontenelle hace referencia ac¡ul, como en 111, 231 y IV, 41, a la novela de Honoré 7 Se refiere a Trasilo, personaje que aparece en Historias varias, del historiador griego
d'Urfe titulada Astrea, que aparecio en París en 1633 y en Rouen en 1647. Claudio Eliano (175-235).

74 75
265 vimientos de los planetas no son tan regulares que no vayan puesto que él lo había dicho, no tenía sentido dudarlo. Pero
tan pronto más rápida, tan pronto más lentamente, ahora en se han visto cometas que, estando más elevados de lo que se 300
un sentido, ahora en otro, y que no estén alguna vez más creía antes, harían añicos el cristal de los cielos por los que
alejados de la Tierra, y en otra más cerca, los antiguos ha- pasaran y destrozarían todo el universo. Y ha sido necesario
270 bían imaginado no sé cuántos círculos diferentes entrelaza- decidirse a hacer los cielos de una materia fluida, tal como
dos unos de otros, por los que salvaban todas estas extrava- el aire 9bis. En definitiva está, fuera de duda, por las obser-
gancias. El embrollo de todos los círculos era .tan grande vaciones de estos últimos siglos, que Venus y Mercurio gi-
que, en una época en que no se conocía aún nada mejor, un ran alrededor del Sol, y no alrededor de la Tierra, y que el 305
rey de Castilla, gran matemático pero, al parecer, poco devo- antiguo sistema es, a este respecto, insostenible. Así pues, os
11 1
275 to, dijo que si Dios le hubiera consultado cuando hizo el voy a proponer uno totalmente satisfactorio y que dispensa-
mundo, él le habría dado buenos consejos s. El pensamiento ría al rey de Castilla de dar consejos, pues es de una simpli-
es demasiado libertino, pero incluso a pesar de esto me pa- cidad seductora que, por sí sola, lo haría preferible. 310
il!
rece bastante chocante que tal sistema fuese ocasión de pe- -Se diría -interrumpió la marquesa- que vuestra fi-
280 cado porque era demasiado confuso. Los buenos consejos losofía es una especie de puja en que los que ofrecen hacer
que el rey quería dar se referían, sin duda, a la supresión de las cosas con menos gastos se imponen a los otros.
todos los círculos con los que se habrían embrollado los -Es verdad -repliqué--, y precisamente por eso se
movimientos celestes. Al parecer harían referencia también a puede captar el plan según el que la naturaleza ha hecho su 315
otra supresión, la de dos o tres cielos superfluos que se ha- obra. Esta es de una economía extraordinaria. Todo lo que
bía puesto más allá de las estrellas fijas. Estos filósofos, para podrá hacer de manera que le cueste algo menos, aunque
285 explicar una determinada clase de movimiento de los cuer- este menos fuera casi nada, tened por seguro que así lo hará.
pos celestes, creaban, más allá del último cielo que vemos, No obstante, esta economía se compagina con una magnifi- 320
un cielo de cristal que imprimía este movimiento a los cie- cencia sorprendente que brilla en todo lo que ella hace. Y es
11 '
'1 los inferiores. ¿se tenía noticia de otros movimientos? Al que la magnificencia está en el diseño y la economía en la
290 punto aparecía otro cielo de cristal. Después de todo, los ejecución. No hay nada más hermoso que un gran proyecto
cielos de cristal no les costaban nada 9• que se lleva a cabo con poco gasto. Nosotros propendemos
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I< -Y ¿por qué no los hadan más que de cristal? -dijo la a invertir todo esto en nuestras ideas. Ponemos la economía 325
marquesa-. ¿No hubiesen sido buenos de cualquier otro en el proyecto que ha tenido la naturaleza y la magnificencia
material? en la ejecución. Le atribuimos un pequeño proyecto que ella
-No -respondí yo--, era necesario que la luz pasara a ejecuta con un gasto diez veces superior al que sería necesa-
295 su través y, por otra parte, era necesario que fuesen sólidos. rio, lo que es totalmente ridículo.
Era totalmente necesario, pues Aristóteles había hallado que --·Me gustaría -dijo ella- que el sistema de que me 330
la solidez era algo vinculado a la nobleza de su naturaleza; y vais a hablar imite tan fielmente a la naturaleza, pues esta
economía redundará en provecho de mi imaginación, que
no tendrá tanta fatiga para comprender lo que me diréis.
8 Tras una referencia crítica al antropocentrismo de los sistemas geocentristas, frecuente -Aquí no hay enredos inútiles -insistí-. Pensad en
en los copemicanos, Fontenelle esgrime el conocido argumento de la simplicidad del siste- un alemán como Copérnico que mete mano a todos estos 335
ma copemicano, y más concretamente, en lo sucesivo, del sistema heliocentrista frente a la
enorme complicación del sistema de Tolomeo. Los historiadores recientes han insistido
cada vez más en lo equívoco del argumento. El sistema de Copémico tenía quizá una
mayor simplicidad cualitativa, pero el número de movimientos que ahorraba no era ni mu-
9
cho menos tan considerable como él y sus sc~idores pretendieron. bi' Los cometas fueron considerados durante mucho tiempo -incluso por el propio
9 Fontenelle en estos párrafos habla indistintamente de la complicación de lo que en Galileo-- fenómenos sublunares. Pero ya Tycho Brahe mostró con sus cálculos que los co-
realidad eran dos sistemas muy distintos, aunque ambos fueran geocentristas. El de Aristó- metas apa.recidos en 1577, 1580, 1585, 1593 y 1596 cruzaban el mundo supralunar, es de-
teles, que basándose en el «homocentrismo» efe Eudoxo concibe el universo como un con- cir,, la r~g1ón ocupada por las supuestas esferas .cristalinas aristotélicas. En cuanto a la <<ma-
junto de esferas, todas ellas con centro en la Tierra, y el de Tolomeo, que utiliza los recur- t~n~ flmda», Fontenelle se refiere a los «torbellinos» cartesianos de que habla en IV, 245 y
sos geométricos del epiciclo-deferente, excéntrica y ecuante. s1gu1entcs.

76 77
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círculos diferentes y a todos los cielos sólidos que habían rededor de la Tierra y no la abandona nunca. Pero como la
sido imaginados por la antigüedad; destruye a unos y des- Tierra avanza siempre en el círculo que describe alrededor
compone a los otros 10 . Preso de un noble furor de astróno- del Sol, la Luna la sigue, y si ésta gira alrededor del Sol, no
340 mo, toma la Tierra y la envía bien lejos del centro del uni- es más que para no abandonar la Tierra. 375
verso; donde ella estaba situada, en el centro, pone al Sol, al -Ds entiendo -respondió-- y amo la Luna por haber-
que tal honor era más justamente debido. Los planetas no se quedado con nosotros cuando todos los planetas nos
giran ya alrededor de la Tierra ni la encierran en medio del abandonaban. Confesad que si vuestro alemán hubiera podi-
345 círculo que describen. Si éstos nos iluminan es por una espe- do hacérnosla perder, lo habría hecho gustoso, pues, en todo
cie de azar y porque nos encuentran en su camino. Actual- su proceder, veo que era muy mal intencionado para con la 380
mente todo gira alrededor del Sol, la Tierra también; y para Tierra.
castigar el largo reposo que se había atribuido, Copérnico la -Yo le agradezco mucho -repliqué-- el haber abatido
larga cuanto puede de todos los movimientos que ésta atri- la vanidad de los hombres que se habían puesto en el lugar
350 bufa a los planetas y cielos. Finalmente, de todo este séquito más bello del universo, y me agrada ver hoy a la Tierra en-
celeste del que esta pequeña Tierra se hada acompañar y tre la multitud de planetas.
circundar, no le ha quedado más que la Luna, que gira a su -Bueno -respondió--, ¿creéis que la vanidad de los
alrededor. hombres se extiende hasta. la astronomía? ¿creéis haberme 385
-Esperad un momento -dijo la marquesa-, os está humillado por haberme enseñado que la Tierra gira alrede-
355 poseyendo un entusiasmo que os hace explicar las cosas de dor del Sol? Os juro que no me estimo en menos por ello.
manera tan pomposa que no creo haberlas entendido. El Sol --iDios mío!, señora -proseguí-, sé muy bien que se
está en el centro del universo y allí permanece inmóvil. Des- será menos celoso de la jerarquía que se tenga en el univer- 390
pués de él, ¿qué sigue? so, que de la que se cree deber ocupar en un salón, y que la
-Mercurio -respondí-, que gira alrededor del Sol de prelación de dos planetas no será jamás un asunto tan im-
manera que éste está aproximadamente en el centro del portante como el de dos embajadores. No obstante, la mis-
360 círculo que Mercurio describe 11 • Por encima de Mercurio ma inclinación que hace que se quiera ocupar el lugar más
está Venus, que gira alrededor del Sol. A continuación viene honorable en una ceremonia, hace que un filósofo, si puede, 395
la Tierra, que, al estar más elevada que Mercurio y Venus, se sitúe, en un sistema, en el centro del mundo. Le resulta
..... describe, alrededor del Sol, un círculo más grande que estos agradable que todo esté hecho para é4 da por supuesto, qui-
planetas. Finalmente siguen Marte, Júpiter y Saturno, por el zá sin darse cuenta, este principio que lo adula, y su corazón
365 orden en que los nombro. Y veis perfectamente que Saturno no deja de interesarse por un asunto de pura especulación. 400
debe describir, alrededor del Sol, el círculo mayor de todos; -Francamente -replicó ella-, esto es una calumnia
también emplea más tiempo que ningún otro planeta en ha- que vos habéis inventado contra el género humano. Pues no
cer su revolución. habría debido aceptarse jamás el sistema de Copérnico si es
-<Y la Luna?, la olvidáis -interrumpió ella. tan humillante.
370 -Pronto la reencontraré -proseguí-. La Luna gira al- -También el mismo Copérnico -proseguí- desconfió
mucho del éxito de su opinión. Estuvo mucho tiempo sin 405
10
De hecho, Copérnico no abandona ni epiciclos y deferentes, ni las excéntricas, ni las
quererla publicar. Finalmente se decidió a ello ante los rue-
esferas sólidas. Muy al contrario, los mantiene en casi tan gran número como Tolomeo. Lo gos de gentes muy dignas de consideración. Aun así, el día
único que rechaza es el recurso geométrico del ecuante, introducido por éste.
11
Esta es la única ocasión en que Fontenelle alude a la no perfecta circularidad de una que le llevaron el primer ejemplar impreso de su libro, ¿sa-
órbita planetaria. El «aproximadamente» (a peu pres) del texto fue añadido en la edición de béis qué hizo? Se murió. No quiso soportar todas las réplicas 410
1714. Pero en los demás casos en general, a pesar efe que las leyes de Kepler eran ya cono-
cidas y aceptadas, y de que el propio Descartes, en sus Principios de Filosofía, 111 (Oe11vres, que preveía, y se zafó hábilmente del asunto.
IX, 2, pág. 117), afirma también que los movimientos de los cuerpos celestes no son per- --Oíd -dijo la marquesa-, es necesario hacer justicia a
fectamente circulares, Fontenelle pasó por alto la cuestión y atribuye a las órbitas planeta-
rias un movimiento circular. todos. Es seguro que .~,esta . trabajo ima~inar qu~ -~~Jira al-

78 79
rededor del Sol, pues no se cambia en absoluto de lugar y -Más vale, en efecto -respondí yo--, que no se vea
415 por la mañana uno se encuentra siempre donde se acostó más rastro que el de los amantes, es decir, vuestro nombre y
por la noche. Creo ver, por vuestra expresión, que vais a de- vuestras cifras grabadas en la corteza de los árboles por la
cirme que la Tierra entera avanza... mano de vuestros adoradores. 460
---A buen seguro -interrumpí yo--. Es lo mismo que -Dejemos a los adoradores -replicó ella- y hablemos
420 si os dormís en una embarcación que navegara por un río. del Sol. Entiendo muy bien cómo nos imaginamos que él
Al despertar os encontraríais de nuevo en el mismo lugar y describe el círculo que describimos nosotros mismos, pero
en la misma situación respecto a todas las partes ele la em- este giro no se acaba más que en un año, y el del Sol se
barcación. hace todos los días sobre nuestra cabeza, ¿cómo es eso? 465
-Sí --replicó ella-, pero he aquí una diferencia; al __¿Habéis observado -respondí- que una bola que ro-
despertar encontraría la orilla cambiada y esto me haría ver dase por esa alameda tendría dos movimientos? Iría hacia el
425 claramente que mi embarcación habría cambiado de lugar. final de la alameda y, al mismo tiempo, giraría varias veces
Pero esto no es así por lo que respecta a la Tierra, en este sobre sí misma de manera que la parte superior bajaría y la 470
caso lo encontraría todo tal como lo habría dejado. inferior subiría. La Tierra hace lo mismo. Durante el tiempo
-No, señora, no -respondí-, la orilla ha cambiado que avanza en su círculo de un año alrededor del Sol, gira
también. Vos sabéis que más allá de todos los círculos de sobre sí misma en veinticuatro horas; de este modo en vein-
430 los planetas están las estrellas fijas, he aquf nuestra orilla. Y o tícuatro horas cada parte de la Tierra pierde al Sol y lo re- 475
estoy sobre la Tierra, y la Tierra describe un gran círculo al- cupera a medida que va girando hacia éste, que parece que
rededor del Sol. Miro hacia el centro del círculo y veo eri él sube; y cuando empezamos a alejarnos, al continuar el giro
al Sol. Si éste no oscureciera las estrellas, prolongando mi terrestre, parece que baja.
vista en línea recta más allá del Sol, vería necesariamente -Esto es bastante chocante -dijo ella-: la Tierra hace
435 unas determinadas estrellas fijas. Pero durante la noche veo todo el trabajo y el Sol no hace nada. Y cuando parece que 480
1!1

fácilmente qué estrellas ha alcanzado mi vista durante el día, y la Luna, los planetas y las estrellas fijas giran sobre nuestras
es exactamente lo mismo. Si la Tierra no cambiase en abso- cabezas en veinticuatro horas, úambién es un efecto imagi-
luto ele lugar sobre el círculo en que está, yo vería siempre nario?
al Sol sobre el fondo de las mismas estrellas fijas, pero desde -Pura imaginación -repliqué-, debida a la misma
440 el momento en que la Tierra cambia de lugar es necesario causa. Los planetas únicamente completan sus círculos alre-
que lo vea sobre un fondo de distintas estrellas. Esta es la dedor del Sol en tiempos desiguales según la desigualdad de 485
orilla que cambia tocios los días, y como la Tierra describe sus distancias a éste, y el que hoy vemos alinearse con cierto
su círculo alrededor del Sol en un año, a lo largo de éste punto del Zodíaco, o del círculo de las estrellas fijas, maña-
veo al Sol alinearse sucesivamente con distintas estrellas fijas na lo veremos sobre el fondo de otro punto, tanto porque él
445 que componen un círculo. Ese círculo se llama Zodíaco. avanza en su círculo como porque nosotros hemos avanzado 490
¿Queréis que os dibuje una figura sobre la arena? en el nuestro. Nosotros avanzamos y los otros planetas tam-
-No -respondió ella-, puedo prescindir de eso. Ade- bién, sólo que más o menos deprisa que nosotros. Esto nos
más, daría a mi parque un aire sabio que no quiero que ten- sitúa en distintas perspectivas respecto a ellos, y nos hace
450 ga. ¿No he oído hablar de un filósofo que, en un naufragio, creer en ciertas extravagancias de sus órbitas, de las que no 495
fue arrojado a una isla que no conocía y al ver ciertas figu- es necesario que os hable 12 • Basta con que sepáis que lo que
ras, líneas y círculos dibujados en la playa, exclamó a los que
le seguían: «Animo, compañeros, la isla está habitada, no
455 es ésta obra de hombres?». Comprenderéis que no es pro- 12 Era precisamente la explicación del movimiento de retrogradación de los planetas,

pio de mí hacer tales cosas y que no es preciso que se vean que el sistema copernicano convertía en aparente, lo que para Copérnico y sus segwdores
constituía una de las muestras de simplicidad y armonía de su sistema que lo hacía preferi-
aquí. ble al tolemaico.

80 81
- - - - - - - - - - - - - - -·-- -···-······ ......

hay de irregular en los planetas no proviene más que de las var? Es como si una pequeña bola de madera no pudiese se-
distintas situaciones en que nuestro movimiento los coloca, guir la corriente de un río t4.
y que, en el fondo, son muy ordenados. -Pero -replicó ella- frómo la Tierra, con todo su
--Convengo en que lo sean -dijo la marquesa-, pero peso, se sostiene en vuestra materia celeste que, puesto que
500 quisiera que su regularidad costase menos a la Tierra. No se es tan fluida, debe ser muy ligera? 540
ha sido muy considerado con ella, y para una masa tan -No se puede decir -respondí- que lo que es fluido
grande y pesada como es, se Je exige mucha agilidad. sea más ligero. ¿Diríais de nuestro gran navío que, puesto
-Pero -respondí- ¿preferiríais que el Sol y el resto que flota en el agua, es más ligero que ésta?
505 de los astros, que son cuerpos tan enormes, hiciesen un re- -No tengo más que decir --dijo como si se enfadara-
corrido inmenso alrededor de la Tierra en veinticuatro ho- mientras sigáis con el gran navío. Pero ¿me aseguráis que no
ras?, ¿que las estrellas fijas, que estarán en el círculo mayor, hay nada que temer sobre esa peonza tan ligera en la que 545
recorriesen en un día más de veintisiete mil seiscientas se- habéis convertido a la Tierra?
510 senta veces doscientos millones de leguas? 13 • Pues es necesa- -Pues bien -le respondí-, hagamos transportar a la
rio que esto suceda si la Tierra no gira sobre sí misma en Tierra por cuatro elefantes como hacen los indios.
veinticuatro horas. Realmente, es mucho más razonable que -He aquí un sistema muy distinto -exclamó ella-. 550
ésta haga este giro, que a lo sumo no es más que de nueve P_or lo menos me agrada que estas gentes hayan velado pre-
mil leguas. Os -dais cuenta de que las nueve mil leguas, en v1soramente por su seguridad y puesto buenos cimientos,
comparación con el número horrible que acabamos de deci- mientras que nosotros los copernicanos somos suficiente-
515 ros, no son más que una minucia. mente descuidados como para querer navegar a la aventura
-iOh! -replicó la marquesa-, el Sol y los astros son en esta materia celeste. Apuesto a que si los indios supiesen 555
de fµego, el movimiento no les cuesta nada; pero la Tierra que la Tierra estuviera en el más mínimo peligro de mover-
parece inamovible. se, doblarían el número de elefantes.
''•
1 •. 520 -Y si vos no lo hubieseis experimentado -observé---, -Bien me lo merecía -repliqué, riéndome de su obser-
¿creeríais que hubiese algo tan movible como un navío car- vación-. No hay que escatimar en absoluto elefantes para
gado con ciento cincuenta piezas de artillería, más de tres dormir seguro, y si los necesitáis para esta noche, pondre- 560
mil hombres y gran cantidad de mercancías? Y sin embargo mos en nuestro sistema tantos como os plazca, y después los
525 no hace falta más que una ligera brisa para hacerlo avanzar iremos suprimiendo poco a poco a medida que os tranquili-
sobre el agua, porque ésta es líquida y, al dejarse dividir con céis.
facilidad, opone poca resistencia al movimiento del navío; o -Hablando con seriedad -dijo ella-, yo no creo que,
si éste está en medio de un río, seguirá su curso sin dificul- desde ahora, me sean necesarios, y me siento con suficiente
tad porque no hay nada que lo detenga. De este modo, la coraje para atreverme a girar. 565
530 Tierra, aun siendo tan maciza, es fácilmente llevada a través -Iréis todavía más lejos -repliqué--, giraréis con pla-
de la materia celeste, que es infinitamente más fluida que el cer y se os ocurrirán, sobre este sistema, ideas divertidas.
agua y que llena todo el gran espacio en que navegan los Por ejemplo, en alguna ocasión me figuro que estoy suspen-
planetas. ¿y dónde tendría que estar agarrada la Tierra para dido en el aire y que me mantengo allí sin movimiento 5 70
535 resistir el movimiento de la materia celeste, y no dejarse lle- mientras que la Tierra gira bajo mis pies en veinticuatro ho-
ras. Veo pasar ante mis ojos todos esos rostros diferentes,
blancos unos, negros los otros, atezados, oliváceos. Primero

13 Esta cifra está tomada del Nuevo Tratado de la pluralidad de los mundos de Huygens (el 14 Esta explicación del movimiento planetario c¡ue se da en la teoría cartesiana de los
original latino de «Kosmotheoros.» es de 1698), quien calcula la distancia de las estrellas torbellinos o vórtices que Fontenelle explica más detalladamente en la Noche Cuarta, 245
en 27.664 veces la de la Tierra al Sol. Esta había sido estimada por Cassmt en 33 millones ss. Véase Descartes, «Principios de la Filosofía», 3.• parte, parágrafos 53 y ss. (Oeuvm, IX'.
de leguas; cifra que se aproxima mucho a las medidas actuales: 150 millones de km; y el ra- 2, 129 y ss.)
dio terrestre que da pie a las cifras que aparecen más abajo en 1.500 leguas.

83
82
575 hay sombreros, luego turbantes, más tarde cabezas mele?u- Tierra gira, nosotros cambiamos de aire a cada instante, y
das, después afeitadas; tan pronto ciudades con campananos, respiramos siempre el de otros países.
como con largas agujas que tienen medias lunas, ciudades -De ningún modo, señora -respondí-. El aire que
con torres de porcelana, o grandes países que no tienen más rodea la Tierra no se extiende más que hasta una cierta altu-
580 que chabolas; aquí vastos mares; allá desiertos espantosos; en ra, quizá hasta veinte leguas a lo sumo, nos sigue y gira con 625
definitiva, toda esta variedad infinita que hay sobre la super- nosotros. ¿Habéis visto alguna vez el producto de un gusano
ficie de la Tierra. de seda, o los capullos que estos pequeños animales elaboran
-Verdaderamente -dijo ella-, todo esto bien merece- con tanto arte para encerrarse ·dentro? Son de una seda muy
ría que uno diese veinticuatro horas de su tiempo para ver- apretada, pero están cubiertos por una especie de pelusa 630
lo. Así pues, en este mismo lugar en que estamos ahora, no muy ligera y blanda. Del mismo modo que la Tierra, que es
585 me refiero dentro del parque mismo, sino en el mismo lugar tan sólida, está cubierta, desde su superficie hasta cierta altu-
del aire, pasan continuamente otros pueblos que toman ra, de una especie de pelusa, que es el aire, y todo el capullo
nuestro lugar, y al cabo de veinticuatro horas nosotros vol- del gusano de seda gira al mismo tiempo. Más allá del aire
vemos aquí. está la materia celeste, incomparablemente más pura, más 635
--Copérnico -le respondí- no lo comprendería mejor. sutil e incluso más agitada de lo que está el propio aire.
590 Primero pasarán por aquí los ingleses, que quizá hablarían -Me presentáis la Tierra bajo unas ideas muy despre-
sobre algún político con menos regocijo que nosotros habla- ciables -dijo la marquesa-. Y es, no obstante, sobre este
mos de filosofía; después vendrá un gran mar y puede en- capullo de gusano de seda donde se llevan a cabo tan gran-
contrarse aquí algún navío que no estará tan a gusto como des obras, tan grandes guerras, y en el que en todas partes 640
59 S nosotros. Después aparecerán los iroqueses salvajes comién- reina una gran agitación.
dose vivo a algún prisionero de guerra, que hará como si no -Sí -respondí-; sin embargo, aún en estos tiempos la
se preocupara por ello; las mujeres de la tierra de Jesso, que naturaleza, que no tiene noticia de todos estos pequefios
,,,
emplearán todo su tiempo preparando la comida de sus ma- movimientos particulares, nos transporta a todos juntos en
600 ridos y pintándose los labios y cejas de azul para gustar a un movimiento general, y juguetea con la pequeña bola. 645
1

.
lj·

~~
los hombres más villanos del mundo; los Tártaros, que irán
devotísimamente en peregrinación hacia su gran sacerdote,
-Me parece ridículo -continuó ella- estar sobre algo
·j;l que gira y atormentarse tanto. Pero lo triste es que uno no
que no sale jamás de un lugar oscuro, donde no hay más está seguro de que se gire. Pues, en definitiva, para no ocul-
iluminación que la de las lámparas, a cuya luz se le adora; taros nada, todas las precauciones que tomáis para impedir
605 las bellas circasianas, que no mostrarán remilgo alguno en que uno no se perciba del movimiento terrestre me resultan 650
concedérselo todo al primer recién llegado, excepto lo que sospechosas. ¿será posible que no deje alguna pequeña señal
creen que pertenece esencialmente a sus maridos; los peque- '¡i sensible en la que se lo reconozca?
ños tártaros que irán a robar mujeres para turcos y persas;

¡
1 -Los movimientos más naturales y más ordinarios -
610 finalmente, nosotros, que quizá todavía contaremos historias. respondí- son los que se dejan sentir menos. Esto es cierto 655
-Es muy agradable -dijo la marquesa- imaginar lo hasta en la moral. El movimiento del amor propio nos es
que me acabáis de decir. Pero si yo lo viera todo desde lo tan natural que la mayoría de las veces no lo notamos y
alto, quisiera tener la libertad de aligerar o parar el movi- creemos actuar por otros principios.
615 miento de la Tierra, según lo que viera me gustara más o -iAh!, moralizáis -dijo--, cuando se está tratando de
menos, y os aseguro que haría pasar bien rápido a los que se física; eso significa cansancio. Retirémonos, ya tenemos bas- 660
enredan con la política, o que se comen a sus enemigos. tante para ser la primera vez. Mañana volveremos aquí, vos
Pero hay otras cosas por las que tendría curiosidad. Por con vuestros sistemas y yo con mi ignorancia.
ejemplo, por las bellas circasianas que tienen una costumbre De regreso al castillo le dije, para agotar la materia de 665
620 tan peculiar. Pero se me ocurre una dificultad seria. Si la los sistemas, que había un tercero inventado por Tycho Bra-

84 ¡' 85
he, que queriendo a cualquier precio que la Tierra estuviese
inmóvil, la situó en el centro del mundo, e hizo girar a su
alrededor al Sol, en tomo al cual giraban el resto de los pla-
670 netas, porque después de los nuevos descubrimientos no ha-
bía medio de hacer girar los planetas alrededor de la Tierra.
Pero la marquesa, que tiene un discernimiento vivo y pron-
to, juzgó que no se podía eximir de ello a tantos otros gran-
675 des cuerpos. Que el Sol no era ya tan propenso a girar alre-
dedor de la Tierra desde que todos los planetas giraban a su
alrededor. Que este sistema no podía ser más útil que para
sostener la inmovilidad de la Tierra cuando se tenían deseos
680 de afirmarla, pero de hingún modo para persuadir de ella. Y
finalmente se resolvió que nos atendríamos al de Copérnico,
que es más uniforme y atractivo y no tiene mezcla alguna
de prejuicio. Efectivamente, la simplicidad de que está im-
685 pregnado, así como su osadía, son agradables.
SEGUNDA NOCHE

LA LUNA ES UNA TIERRA HABITADA

86
A la mañana siguiente, cuando se pudo entrar en los
aposentos de la marquesa, envié a saber de ella y a pregun-
tarle si había podido dormir girando. Me hizo responder que 5
se había acostumbrado ya a esta marcha de la Tierra y que
había pasado la noche tan tranquilamente como podría ha-
berlo hecho el mismo Copérnico. Poco tiempo después vi-
1 ''I nieron visitas que según la enojosa costumbre del campo se
quedaron hasta la noche. Y aún hubo que estarles agradeci- 10
dos, pues tales costumbres también les daban derecho a pro-
longar su visita hasta el día siguiente, si así lo hubieran de-
seado, y tuvieron la prudencia de no hacerlo. Así pues, la
marquesa y yo, por la noche, estuvimos libres. Fuimos de 15
nuevo al parque y la conversación no dejó de girar muy
pronto sobre nuestros sistemas. Los había asimilado tan
bien que se desinteresó de hablar de ellos nuevamente, y
quiso que la introdujese en algo nuevo. 20
-Pues bien -dije--, puesto que el Sol que ahora está
inmóvil ha dejado de ser planeta, y la Tierra, que se mueve
alrededor, ha empezado a serlo, no os sorprenderá tanto oír
que la Luna es una Tierra como ésta y que, al parecer, está
habitada. 25
--Pero jamás he oído hablar de la Luna habitada
-dijo-- más que como una locura y de una imagen de vi-
sionario.

89
--Quizá también lo sea -respondí-. Y o no tomo par- embargo, ¿sería realmente posible que la Tierra fuese lumi-
30 tido en estas cuestiones más de lo que se da en las guerras nosa como la Luna? Porque esto es necesario para su simili- 75
civiles, en que la incertidumbre de lo que pueda suceder tud.
hace que siempre se mantengan acuerdos con el partido --iAy!, señora -repliqué--, el ser· luminoso no es tan
opuesto y se tengan muchas consideraciones con el enemigo gran cosa como pensáis. Sólo en el Sol es una cualidad con-
mismo. En cuanto a mí, aunque creo que la Luna está habi- siderable. Este es luminoso por sí mismo, en virtud de una
35 tada, no dejo de vivir civilizadamente con los que no lo naturaleza particular que posee. Pero los planetas no ilumi-
creen, y mantengo la posibilidad de poder compartir su opi- nan más que porque son iluminados por aquél. El Sol envía 80
nión, con honor, si ésta mostrara su superioridad. Pero en su luz a la Luna, ésta nos la refleja a nosotros, es preciso
espera de que éstos tengan sobre nosotros alguna ventaja que la Tierra también refleje a la Luna del Sol. No hay más
considerable, he aquí lo que me ha inclinado por los habi- distancia de la Tierra a la Luna que de la Luna a la Tierra.
40 tantes de la Luna. -Pero ¿¡a Tierra -dijo la marquesa- es tan capaz 85
Imaginémonos que no haya habido ninguna relación en- como la Luna para reflejar la luz del Sol?
tre París y Saint-Denis, y que un vecino de París que no -Siempre advierto en vos -repliqué-- un resto de
haya salido jamás de su ciudad esté sobre las torres de Nó- aprecio por la Luna del que no sabríais deshaceros. La luz
tre Dame y vea Saint-Denis a lo lejos. Se le preguntará si está compuesta por pequeñas balas que se lanzan rebotando 90
45 cree que Saint-Denis esté habitado como París. Contestará sobre lo que es sólido, mientras que pasan a través de lo
osadamente que no, pues dirá: veo a los habitantes de París que les presenta aberturas en línea recta como el aire y el
pero no a los de Saint-Denis y nunca he oído hablar de vidrio. Así pues, lo que hace que la Luna nos ilumine es que
so ellos. Alguno habrá que le hará notar que cuando se está en es un cuerpo duro y sólido, que nos reenvía estas pequeñas
las torres de Nótre Dame, no se ven los habitantes de Saint- balas. No creo que le negaréis a la Tierra la misma dureza y 95
Denis sólo a causa de su lejanía; que todo lo que puede ver- solidez. Admirad, pues, lo que vale estar situado ventajosa-
se de Saint-Denis se parece mucho a París, que Saint-Denis mente. Puesto que la Luna está alejada de nósotros. No la
SS tiene campanarios, casas, murallas, y que bien podría pare- vemos más que como un cuerpo luminoso y olvidamos que
cerse a París en estar habitado. Todo esto no influirá nada es una gran masa parecida a la Tierra. Por el contrario, por 100
en mi buen burgués y seguirá obstinándose en mantener el hecho de que la Tierra tiene la desgracia de que la pode-
que Saint-Denis no está habitado porque no se ve a nadie mos ver demasiado cerca, nos parece una masa enorme ca-
allí. Nuestro Saint-Denis es la Luna y cada uno de nosotros paz únicamente de proveer pasto a los animales, y no nos
60 es este vecino de París, que no ha salido jamás de su ciudad. damos cuenta de que es luminosa, a causa de que no pode-
-iAh! -interrumpió la marquesa-, sois injusto con no- mos situarnos a una cierta distancia de ella. 105
sotros. No somos en absoluto tan tontos como vuestro bur- -Sería, pues, algo similar -dijo la marquesa- a cuan-
gués. Puesto que ve que Saint-Denis es en todo como París, do nos impresionamos por el brillo de condiciones superio-
necesitaba haber perdido la razón para no creer que está ha- res a la nuestra, no viendo que, en el fondo, todas se pare-
65 bitado. Pero la Luna no está hecha en absoluto como la cen en extremo.
Tierra. -Es lo mismo -respondí-, queremos juzgar respecto 110
-Tened cuidado, señora -repliqué--, pues si la Luna a todo, y siempre estamos en una mala perspectiva. Quere-
se parece completamente a la Tierra os veréis en la obliga- mos juzgar respecto a nosotros, estamos demasiado cerca.
ción de creer que está habitada. Queremos juzgar respecto a los otros, estamos demasiado le-
--Confieso -respondió- que no habrá medio de evi- jos. Quien estuviera entre la Luna y la Tierra, estaría en d
70 tarlo, y os veo un aire de confianza que ya me hace temer. lugar correcto para verlas bien. Sería preciso ser simplemen- 115
Los dos movimientos de la Tierra que no me hubiera figu- te espectador del mundo y no habitante.
rado jamás me intimidan respecto a todo lo demás. Y, sin -Jamás me consolaría -dijo ella- de la injusticia que

90 91
hacemos a la Tierra, y de la predisposición demasiado favo- que es nuestro. La Tierra dice: «No soy yo quien gira, es el 160
rable que tenemos con respecto a la Luna, si no me asegu- Soh>. La Luna dice: «No soy yo quien oscila, es la Tierra».
120 ráis que las gentes de la Luna no desconocen sus ventajas Hay mucho error en todas partes.
tanto como nosotros las nuestras, y que toman nuestra Tie- -No os aconsejo -respondí- que intentéis reformar
rra por un astro, sin saber que su habitáculo también lo es. nada; más vale que acabéis de convenceros de la semejanza
-Eso os lo garantizo -repliqué--. A ellos les parece total de la Tierra y la Luna. Imaginaos estas dos grandes bo- 165
125 que cumplimos con bastante regularidad nuestras funciones las suspendidas en los cielos. V os sabéis que el Sol ilumina
de astro. Es cierto que no nos ven describir un círculo a su siempre una mitad de los cuerpos que son redondos, y que
alrededor, pero no importa, he aquí lo que sucede. La mitad la otra mitad está en la sombra. Hay, pues, siempre una mi-
de la Luna, que se encontró vuelta hacia nosotros al princi- tad, tanto de la Tierra como de la Luna, que está iluminada
pio del mundo, siempre ha estado así desde entonces. No por el Sol, es decir, en la que es de día, y la otra en la que 170
130 nos presenta jamás más que esos ojos, boca y el resto del es de noche. Notad, por otra parte, que del mismo modo
rostro que nuestra imaginación Je compone a partir de las que una bala tiene menos fuerza y velocidad después de ir a
manchas que nos muestra. Si la otra mitad opuesta se pre- dar contra una muralla que la rebota hacia otro lado, tam-
sentara a nosotros, manchas distintas, diferentemente orde- bién la luz se debilita cuando ha sido reflejada por algún 175
135 nadas, sin duda nos harían imaginar cualquier otra figura. cuerpo. Esa luz blancuzca, que nos llega de la Luna, es la
No se trata de que la Luna no gire sobre sí misma, lo hace misma luz del Sol, pero no puede venir de la Luna hasta no-
en el mismo tiempo gue alrededor de la Tierra, es decir, en sotros más que por reflexión. Ha perdido, pues, mucho de
un mes. Pero cuando hace una parte de este giro sobre sí la fuerza y vivacidad que tenía cuando era recibida directa-
misma, que debería ocultarnos, por ejemplo, una mejilla del mente en la Luna; y esta luz brillante que recibimos del Sol 180
140 supuesto rostro, y aparecer alguna otra cosa, hace una parte y que la Tierra refleja sobre la Luna no debe ser más que
similar de su giro alrededor de la Tierra, y situándose en una luz blancuzca cuando llega allí. Así pues, lo que nos pa-
'"d. una nueva perspectiva, nos sigue mostrando la misma meji- rece luminoso en la Luna y nos ilumina durante nuestras
lla. De este modo la: Luna, que respecto al Sol y los otros noches son las partes de la Luna en que es de día; y las par- 185
1 'J , 145 astros gira sobre sí misma, no lo hace respecto a nuestro tes de la Tierra en que es de día cuando están vueltas hacia
1.'. punto de vista. Para la Luna, aquéllos parecen salir y poner- las partes de la Luna en que es de noche, las iluminan tam-
·,· se cada quince días, pero a nuestra Tierra la ve suspendida bién. Todo depende del modo en que Ja Luna y la Tierra se
.,
en el mismo lugar del cielo. Esta inmovilidad aparente no miran. En los primeros días del mes en que no se ve la 190
150

conviene a un cuerpo que debe pasar por un astro, pero Luna, es porgue ella está entre el Sol y nosotros, y avanza
tampoco ella es perfecta. La Luna tiene un cierto balanceo :f
de día, con el Sol. Es inevitable que toda su mitad, en que
que hace que, alguna vez, un rinconcito del rostro se oculte es de día, esté vuelta hacia el Sol, y que toda su mitad, en
y se muestre una pequeña esquina de la mitad opuesta. Aun- que es de noche, mire hacia nosotros. No tenemos posibili-
que estoy seguro de que ella no deja de atribuirnos esta tre- dad de ver esta mitad que no tiene ninguna luz para hacerse 195
155 pidación e imaginar que tenemos una especie de movimien- ver. Pero esta mitad de la Luna en que es de noche, al estar
to de péndulo que va y viene en el cielo is. girada hacia la mitad de la Tierra en que es de día, nos ve
-Todos esos planetas -dijo la marquesa- están he- sin ser vista y bajo la misma apariencia que nosotros vemos
chos como nosotros, que achacamos siempre a los otros lo la luna-llena. Entonces, para las gentes de la Luna es tierra- 200
llena, si se me permite hablar así. A continuación, la Luna,
15
Fontenelle se refiere aquí al movimiento lunar que los astrónomos llaman libración. que avanza en su círculo de un mes, se retira de debajo del
El fenómeno había sido observado por Galileo. Fontenelle usa de hecho una imagen simi-
lar a h utilizada por éste para describirlo. Véase especialmente la carta de Galileo a Alfonso Sol, y empieza a volver hacia nosotros un trocito de su mi-
Antomm de 20 de feb~ero de 1638, i;n Ga lileo, Opere, .XVII, _291-92. En cuanto a la ex- tad iluminada, y he ahí el cuarto creciente. Entonces, tam-
¡>hcactón de la luz refle¡ada por la Tierra a la Luna, y la expresión de «Tierra llena», pue-
den encontrarse también en Galileo, Opere, VII, 97 y ss, y 1f7-124. bién las partes de la Luna en que es de noche empiezan a 205

92 93
dejar de ver toda la mitad de la Tierra en que es de día y es- tiene las garras muy negras, las extiende sobre los astros de
tamos para ellos en cuarto menguante. los que quiere apoderarse. Y en estas ocasiones podéis ver
-No hace falta más -dijo bruscamente la marquesa-. los ríos cubiertos de cabezas de indios que se han metido en
Y a sabré todo el resto cuando me parezca bien; no tengo el agua hasta el cuello, porque, según ellos, es una actitud 255
210 más que pensar un momento, y pasear a la Luna sobre su muy devota y propicia para que el Sol y la Luna se defien-
círculo de un mes. Me doy cuenta de que, en general, en la dan bien contra el dragón. En América se cree que el Sol y
Luna tienen un mes que va al revés del nuestro, y apostaría Ja Luna cuando se eclipsan están enfurecidos y Dios sabe lo
a que cuando nosotros tenemos luna-llena, es porque toda la que no harían para reconciliarse con ellos. Y aun los grie- 260
215 mitad luminosa de la Luna está vuelta hacia toda la mitad gos, que eran tan refinados, ¿no creyeron durante mucho
oscura de la Tierra y les cabe hablar de tierra nueva. No tiempo que la Luna estaba embrujada y que los magos la ha-
querría que se me reprochara el haberme explicado de prin- cían descender del cielo para arrojar sobre las hierbas una
cipio a fin una cosa tan fácil. Pero los eclipses, ¿cómo se cierta espuma maléfica? Y nosotros, foo tuvimos un pánico
dan? enorme no hace más que treinta y dos años 16, con ocasión 265
-No corresponde sino a vos adivinarlo -respondí-. de un cierto eclipse de Sol que verdaderamente fue total?
220 Cuando hay luna-nueva es porque está entre el Sol y noso- ¿No se encerraron infinidad de personas en los sótanos? Y
tros, y toda su mitad oscura está girada hacia nosotros que los filósofos que escribieron para tranquilizarnos, ¿no lo hi-
tenemos el día. Vos veis claramente que la sombra de esta cieron en vano o casi? ¿salieron los que estaban en los sóta- 270
mitad oscura cae hacia nosotros. Si la Luna está justamente nos?
bajo el Sol, esta sombra nos la oculta, y a la vez ensombrece -Verdaderamente -prosiguió ella- todo esto es de-
225 una parte de esta mitad luminosa de la Tierra que era vista masiado vergonzoso para los hombres y debería haber un
por la mitad oscura de la Luna. He aquí, pues, un eclipse de decreto del género humano que prohibiese que se hablara
Soi para nosotros, durante nuestro·· día, y un eclipse de nunca más de los eclipses para evitar que se conserve me-
Tierra para la Luna, durante su noche. Cuando hay luna-llena, moria de las tonterías que se han hecho o dicho respecto a 275
230 la Tierra está entre ella y el Sol, y toda la mitad oscura de la esta cuestión.
' .1 Tierra está vuelta hacia toda la mitad luminosa de la Luna. -Haría falta -repliqué yo-- que el mismo decreto
La sombra de la Tierra se proyecta entonces hacia la Luna; aboliera todo recuerdo y prohibiera que se hablara de nada
si cae sobre el cuer¡x> de la Luna ensombrece esa mitad lu- jamás, pues no sé de nada en el mundo que no sea el monu-
235 ruinosa que vemos, y esa mitad luminosa en que era de día mento de alguna tontería de los hombres.
la hurta del Sol. He ahí, pues, un eclipse de Luna durante -Decidme una cosa, os lo ruego -dijo la marquesa-, 280
nuestra noche, y un eclipse de Sol para la Luna durante el ¿tienen tanto miedo de los eclipses en la Luna como lo te-
día de que ésta disfruta. Lo que hace que no haya eclipses nemos aquí? Me parecería completamente burlesco que los
240 siempre que la Luna está entre el Sol y la Tierra, o la Tierra indios de aquel mundo se metiesen al agua como los nues-
entre el Sol y la Luna, es que, a menudo, estos tres cuerpos tros, que los americanos creyesen a nuestra Tierra enfureci-
no están exactamente alineados en una recta, y en conse- da contra ellos, que los griegos se imaginasen que estábamos 285
cuencia, el que debería eclipsar, lanza su sombra un poco la- embrujados y que íbamos a em¡x>nzoñar sus hierbas y, en
245 deada respecto al que debería ser cubierto por ella. definitiva, que nosotros les provocásemos la consternación
haya tan ¡x>co misterio en los eclipses y de que no adivinen que ellos causan aquí abajo.
todos la causa. -No lo dudo en absoluto -res¡x>ndí yo-. Quisiera sa-
--iAhl, ciertamente -respondí-, hay muchos pueblos
que de la manera en que lo enfocan aún tardarán mucho en 16 La cifra de treinta y dos años aparece en la edición de 1686, pues el eclipse se había

250 descubrirlo. En todas las Indias Orientales se cree que cuan- producido en 1654. En la edición de 1742, Fontenelle mantiene el texto, precisando la fe-
cha en una nota. Entre los filósofos a que se alude en el texto unas líneas más abajo figu-
do el Sol y la Luna se eclipsan, es porque cierto dragón, que ran Gassendi y RobervaL

94 95
ber por qué los señores de la Luna habrían de tener más un promontorio de los Sueños, un mar de las Lluvias, un
290 fortaleza de ánimo que nosotros. ¿Con qué derecho nos mar del Néctar, un mar de las Crisis. En definitiva, la des- 335
asustarían sin que nosotros les asustásemos a ellos? Incluso cripción de la Luna es tan exacta que un sabio que se en-
creería -añadí riendo-- que del mismo modo que un nú- contrara allí ahora no se perdería más que en París 17•
mero asombroso de hombres han sido y son aún todavía -Pero -replicó ella- me gustaría saber con más deta-
bastante locos para adorar la Luna, también hay gentes en la lle aún cómo están hechos los interiores de aquel mundo.
295 Luna que adoran la Tierra, y que estamos de rodillas los -No es posible -repliqué-- que los observadores os 340
unos ante los otros. instruyan sobre eso, es preciso preguntárselo a Astolfo, que
-Después de esto -dijo ella-, podemos presumir de fue conducido a la Luna por San Juan. Os hablo de uno de
enviar influencias a la Luna y provocar crisis en sus enfer- los delirios más agradables de Ariosto y estoy seguro de que
mos, pero como que no hace falta más que un poco de inge- os gustará conocerlo. Confieso que mejor hubiera hecho en 345
300 nio y habilidad por parte de las gentes de aquel mundo para no mezclar a San Juan, cuyo nombre es tan digno de respe-
desvanecer todos estos honores de que nos jactarnos, confie- to, pero, en fin, es una licencia poética que puede parecer
so que siempre temo que no tengamos alguna desventaja. acaso excesivamente atrevida. No obstante, todo el poema
-No temáis nada -respondí-, no hay evidencias de está dedicado a un Cardenal, y un Papa lo ha honrado con
que seamos la única especie tonta del universo, la ignorancia una brillante aprobación que figura al comienzo de algunas 350
305 es algo muy adecuado para estar universalmente extendida; ª.
ediciones. He aquí de qué se trata 1 Orlando, sobrino de
y aunque no haga más que adivinar la de las gentes de la Carlomagno, había enloquecido porque la bella Angélica ha-
Luna, no dudo más de ésta que de las noticias más seguras bía preferido a Medoro. Un día, Astolfo, bravo paladín, se
que de allá nos llegan. encontró en el paraíso terrenal, que estaba en la cima de 355
__¿y cuáles son estas noticias seguras? -interrumpió una montaña muy alta, adonde su hipogrifo le había llevado.
ella. Allf encontró a San Juan, que le dijo que para curar la locu-
31 O -Son -respondí- aquellas de las que nos informan ra de Orlando era necesario que viajasen juntos a la Luna.
los sabios que viajan allí cada día con el telescopio. Ellos os Astolfo, que no quería más que ver mundo, no se hizo rogar 360
dirán que han descubierto tierras, mares, lagos, altísimas y, al punto, he aquí un carro de fuego que remonta por los
montañas y abismos muy profundos. aires al apóstol y al paladín. Como que Astolfo no era gran
315 -Me sorprendéis -replicó-. Entiendo bien que sobre filósofo, se sorprendió mucho al ver la Luna mucho mayor
la Luna puedan reconocerse montañas y abismos, esto se ve de lo que le había parecido desde la Tierra. Y más se sor-
por las notables desigualdades; pero frómo se distinguen las prendió aún al ver otros ríos, lagos, montañas, ciudades, 365
tierras y los mares? bosques y lo que me habría sorprendido a mí también, nin~
-Se distinguen -respondí- porque las aguas que de- fas que cazaban en estos bosques. Pero lo más raro que vio
320 jan pasar a través de sí mismas una parte de la luz; y que la en la Luna era un pequeño valle en el que se encontraba
reflejan menos, desde lejos parecen manchas oscuras; y las todo lo que se perdía en la Tierra, de cualquier clase que 370
tierras, que por su solidez la reflejan toda, son lugares más fuese, coronas, riquezas y fama, infinidad de esperanzas y el
brillantes. El ilustre señor Cassini, que conoce los cielos me- tiempo dedicado al juego, las limosnas que se mandan hacer
325 jor que cualquier otro, ha descubierto sobre la Luna algo después de la muerte, los versos que se ofrecen a los prínci-
que se separa en dos, a continuación se vuelve a juntar y va pes y los suspiros de los amantes.
a perderse a una especie de pozo. Podemos presumir con
17 Para la explicación de la distinta reflexión de la luz en los mares o tierras lunares pue-
propiedad que se trata de un río. En fin, se conocen bastan- de verse Galileo, Opere, VII, 123 (pero véase el inicio de Ja Tercera Noche). A. Calame in-
te todas estas partes diferentes por haberles dado nombres forma que Ja terminología selenográfica que usa Fontenelle está tomada de Riccioli.
18
330 que, a menudo, son nombres de sabios. Un lugar determina- El relato del viaje a Ja Luna se encuentra en las estrofas 66 a 8 7 del canto XXXIV
del poema de L. Ariosto «Orlando furioso», y el poema que Fontenelle traduce libremente
do se llama Copérnico, otro Arquímedes, otro Galileo; hay y abreviado, algo más adelante, corresponde a las dos primeras estrofas del canto XXXV.

96 97
375 -En cuanto a los suspiros de los amantes -in- frasco no faltaba ni una gota. A continuación Ariosto, si-
terrumpió la marquesa-, yo no sé si en los tiempos de guiendo su loable costumbre de decir todo lo que le venía 415
Ariosto se perdían, pero por lo que a hoy toca, no sé de en gana, apostrofa a su amada y le dedica estos bellísimos
ninguno que se vaya a la Luna. versos: «¿Quién subirá a los cielos, hermosa mía, para traer
-Solamente vos, señora -replique--, habéis hecho ir la razón que vuestros encantos me han hecho perder? No
380 allí un buen número. En fin, la Luna es tan puntual para re- me lamentaría de esta pérdida con tal que no aumentase:
coger todo lo que se pierde aquí abajo, que todo está allí. pero si es preciso que esto continúe como ha comenzado, 420
Pero, y Ariosto no dice esto sino en un susurro, allí está no me queda más que esperar la suerte de Orlando que he
todo, incluso hasta la donación de Constantino. Se trata de descrito. Pero no creo que para recobrar mi razón sea nece-
que los papas han pretendido ser dueños de Roma y de Ita- sario que me remonte por los aires, hasta la Luna. Mi razón
lia, en virtud de una donación que les había hecho el empe- no se aloja tan alto, va errante sobre vuestros ojos, sobre 425
385 rador Constantino; y la verdad es que no sabría decir en qué vuestra boca; y si de veras deseáis que me recobre, permitid
ha acabado este asunto. Pero adivinad qué clase de cosas no que la recoja con mis labios». ¿No es hermoso? En cuanto a
se encuentran en la Luna: la locura. Toda la que ha existido mí, para razonar como Ariosto, sería de la opinión de que
sobre la Tierra se ha conservado muy bien aquí. En com- no se perdiese nunca la razón más que por amor, pues veis 430
390 pensación es increíble el número de razones extraviadas que que no va tan lejos y que no hacen falta más que labios para
hay en la Luna. Hay otros tantos frascos llenos de un licor recuperarla. Pero cuando se pierde por otras vías, como la
muy sutil, que se evapora fácilmente si no está encerrado, y perdemos nosotros, por ejemplo, filosofando, ahora, va dere-
sobre cada uno de ellos está escrito el nombre de aquel a cho a la Luna, y no se la recupera cuando se quiere.
quien pe¡ renece la razón. Creo que Arios to Jos mete a to- -En compensación -respondió la marquesa- nues- 435
395 dos en un montón, pero yo prefiero figurarme que están tros frascos ocuparán un lugar honorable en la estancia de
bien alineados en largas galerías. Astolfo se quedó muy los frascos filosóficos, en lugar de que nuestras razones
asombrado de ver que los frascos de mucha gente que le ha- vayan errantes por ventura, sobre alguno que no sería digno
bía creído muy sabia estaban, no obstante, rebosantes. Y en de ello. Pero, para acabar de perder la mía, decidme, y ha-
400 cuanto a mí se refiere, estoy convencido de que el mío se ha cedlo seriamente, si vos creéis que haya hombres en la 440
llenado considerablemente desde que os hablo de visiones, Luna, pues hasta el momento no me habéis hablado de ma-
tanto filosóficas como poéticas. Pero lo que me consuela es nera suficientemente positiva.
que no es posible que, con todo lo que os digo, no os haga __¿y o? -repliqué-, no creo en absoluto que haya
tener también, muy pronto, un pequeño frasco en la Luna. hombres en la Luna. Ved cómo la faz de la naturaleza cam-
405 El buen paladín no dejó de encontrar el suyo entre tantos bia de aquí a la China; rostros distintos, distintas figuras y 445
otros. Se apoderó de él, con el permiso de San Juan, y vol- costumbres, y casi otros principios de razonamiento. De
vió a tomar su razón, por Ja nariz, como el agua de la reina aquí a la Luna el cambio debe ser mucho más considerable.
de Hungría 19. Pero Ariosto cuenta que no la llevó muy le- Cuando se va a tierras recientemente descubiertas, los habi-
410 jos, pues la dejó retornar a la Luna por una locura que hizo tantes que allí se encuentran casi no son hombres, son ani- 450
algún tiempo después. males con figura humana, e incluso en ocasiones imperfecta,
No olvidó el frasco de Orlando que era el objeto del pero casi sin ninguna razón humana. Quien pudiera llegar
viaje. Tuvo bastante trabajo para llevárselo, porque la razón hasta la Luna, lo que allí encontraría seguramente ya no se-
de este héroe era, por su naturaleza, bastante pesada y en el rían hombres.
__¿Qué clase de gente sería, pues? -dijo la marquesa 455
19
con aire de impaciencia.
A. Calame informa que «l'eau rouge de la reine de Hongrie» es un alcoholato de ro-
mero que estaba muy de moda en el siglo XVII y se usaba para los dolores de gota y reu- -A fe mía, señora, que no sé nada de ello. Si se pudiese
matismo especialmente. conseguir que estuviésemos dotados de razón y que, no obs-

98 99
- -- - - -- - -- - - - · - ·- -·· - -··-··- · - - - ·-···

tante, no fuésemos hombres, y por otra parte habitásemos la a acabar confesando, contra toda razón, que podrá haber un
460 Luna, ¿podríamos imaginar que aquí abajo hubiera esta e~pe­ día en que la Tierra y la Luna se relacionen. Recordad el es-
cie extraña de criaturas que llamamos género humano? cPo- tado en que se encontraba América antes de que fuese des-
dríamos imaginamos algo que tuviera pasiones tan locas y cubierta por Cristóbal Colón. Sus habitantes vivían en una 510
reflexiones tan sabias?, ¿tan corta vida y perspectivas tan ignorancia extrema. Lejos de conocer las ciencias, no cono-
465 amplias?, ¿tanta ciencia sobre cosas .casi inútiles y tanta i~o­ cían ni siquiera las artes más simples y necesarias. Iban des-
rancia sobre las más importantes?, ctanto ardor para la liber- . nudos y no tenían otras armas que el arco; no habían imagi-
tad y tanta inclinación a la servidumbre?, ¿tanta ansi~ de ser nado jamás que los hombres pudiesen ser transportados por
felices y tan gran incapacidad para serlo? Sería preciso que animales. Miraban el mar como un espacio inmenso prohibi- 515
470 las gentes de la Luna tuvieran mucho raciocinio para adivi- do a los hombres, que se juntaba con el cielo y más allá del
nar todo esto. Nosotros nos vemos incesantemente a noso- cual no había nada. Es cierto que después de haber pasado
tros mismos, y aún tenemos que comprender cómo estamos años ahuecando el tronco de un gran árbol con piedras cor-
hechos. Se ha llegado a decir que los dioses hicieron a los tantes, se metían en el mar con él e iban costeando llevados 520
hombres estando ebrios de néctar y que cuando, ya serenos, por el viento y las olas. Pero como esta embarcación estaba
475 vinieron a contemplar su obra no pudieron contener su risa. expuesta constantemente a girarse del revés, era preciso que
-Henos, pues, bien seguros por lo que respecta a las se pusieran a nadar inmediatamente para recuperarla y, a de-
gentes de la Luna -dijo la marquesa-, no . barruntarán cir verdad, estaban nadando siempre, menos cuando se des- 525
cómo somos, pero yo quisiera que nosotros pudiéramos cap- cansaban en ella. Quién les hubiera dicho que existía un tipo
tar cómo son ellos. Pues en verdad resulta inquietante saber de navegación incomparablemente más perfecta, con la que
480 que están allá arriba, en esa Luna que vemos, y no poder se podía atravesar esa extensión infinita de agua, por la par-
imaginar cómo están hechos. . . te y en el sentido que se quisiera; que se podía parar en me-
--!.Y por qué -respondí yo-- no sentís mqutetud algu- dio de las olas agitadas; que se dominaba la velocidad a la 530
na respecto a los habitantes de la gran tierra austral que nos que se iba; que, en fin, este mar, por vasto que fuese, no era
485 son enteramente desconocidos aún? Ellos y nosotros esta- un obstáculo para la comunicación de los pueblos, con tal
mos llevados por un mismo navío del que ellos ocupan la que más allá los hubiese; podéis asegurar que no lo hubiesen
proa y nosotros la popa. Veis que no hay ninguna comuni- creído jamás. No obstante, he aquí que un hermoso día el 535
cación entre ambas, y que en un extremo del buque no se espectáculo más extraño y más inesperado del mundo se
sabe en absoluto quiénes están en el otro, ni lo que hacen presenta ante ellos. Enormes cuerpos que parecen tener alas
490 allí, ¿y vos querríais saber lo que sucede en la Luna, en este blancas, que vuelan sobre el mar, que vomitan fuego por to-
otro navío que flota por los cielos, lejos de nosotros? das partes y que vienen a lanzar sobre la orilla a gentes des-
-iüh! -replicó ella-, doy por conocidos a los habi- conocidas, cubiertas de escamas de hierro, dominando como 540
tantes de la tierra austral porque seguramente se nos pare- quieren a los monstruos que corren bajo ellos, y llevando en
495 cen mucho, y porque en definitiva se los conocerá cuando su mano rayos con los que fulminan todo lo que se les
se tome el trabajo de ir a verlos. Están siempre allí y no se resiste. ¿ne dónde vienen? ¿Quién ha podido traerlos por
nos escaparán. Pero a las gentes de la Luna no se las cono- encima de los mares? ¿Quién ha puesto el fuego a su disposi- 545
cerá jamás y esto es desesperante. ción? ¿son los hijos del Sol? Pues seguramente no son hom-
-Si yo os respondiera seriamente -repliqué-- que no bres. No sé, señora, si vos os imbuís como yo de la sorpresa
500 se sabe lo que sucederá, os reiríais de mí y, sin duda, lo me- de los americanos, pero jamás pudo haberla. parecida en el
recería. Sin embargo, si yo quisiese, me defendería bastante mundo. Después de esto no quiero yo jurar que no pueda
bien. Tengo una idea muy ridícula con un aire de verosimi- haber relación algu:na entre la Luna y la Tierra. ¿Hubieran 550
litud que me sorprende. No sé de dónde puedo haberla t~­ creído los .americanos que pudiese haberla entre América y
505 mado, siendo tan impertinente como es. Apuesto a que vais Europa, que ellos ni siquiera conocían? Es verdad que hará

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falta atravesar este gran espacio de aire y de cielo que hay cabo de seis mil años -repliqué yo rompiendo a reír-; les 595
555 entre la Tierra y la Luna. Pero ¿parecerían estos grandes ma- fue necesario este tiempo para perfeccionar la navegación
res más transitables a los americanos? hasta el punto de poder atravesar el océano. Quizá en estos
-En verdad -dijo la marquesa mirándome--, estáis momentos las gentes de Ja Luna saben hacer ya pequeños
loco. viajes por el aire, se ejercitan. Cuando sean más hábiles y
_,¿Quién os ha dicho lo contrario? -respondí. más experimentados, los veremos, y Dios sabe con qué sor- 600
-Pero yo quiero probároslo -replicó ella-, no me p resa.
560 conformo con la confesión que me hacéis de ello. Los ame- -Sois insoportable -dijo ella- presionándome, al fin,
ricanos eran tan ignorantes que no tenfan posibilidad de con un argumento tan hueco como éste.
sospechar que pudieran cruzarse tan vastos mares. Pero no- -Si me contrariáis -repliqué-, sé muy bien que con-
sotros, que tenemos tantos conocimientos, bien nos figura- tinuaré para fortalecerlo. Notad que el mundo crece poco a 605
565 riamos que puede irse por los aires, si efectivamente pudiese poco. Los antiguos estaban seguros de que la zona tórrida y
hacerse. los glaciares no podían estar habitados a causa del exceso de
-No hay más que figurarse que esto es posible -re- calor o de frío; y en tiempo de los romanos el mapa general
pliqué- y ya se empieza a volar un poco. V arias personas de la Tierra no era apenas más extenso que el de su impe-
distintas han hallado el secreto de ajustarse alas que les sos- rio, lo que implica grandeza en un sentido y denota mucha 61 O
5 70 tienen en el aire, impulsarlos, y pasar por encima de los ríos. ignorancia en otro. Sin embargo, no dejó de encontrarse
A decir verdad, no ha sido un vuelo de águila, y en algunas hombres tanto en los países muy cálidos como en los muy
ocasiones ha costado a estos nuevos pájaros un brazo o una fríos; he aquí el mundo ya aumentado. Después se creyó que
pierna. Pero, en definitiva, esto no representa más que las el océano cubría toda la Tierra excepto lo que se conocía 615
primeras tablas que se han puesto sobre el agua y que han entonces, y que no existían los antípodas, pues no se había
constituido el comienzo de la navegación. De estas tablas a oído hablar nunca de ellos, y por lo demás, ¿tendrían los
575 los buques que pudieran dar la vuelta al mundo hay mucha pies arriba y la cabeza para abajo? 20 . Después de este her-
distancia. Sin embargo, poco a poco han llegado los grandes moso razonamiento se descubre, no obstante, a los antípo-
navíos. El arte de volar apenas ha nacido, se perfeccionará y das. Nueva reforma en el mapa, nueva mitad de la Tierra. 620
algún día se irá a la Luna. ¿pretendemos acaso haberlo des- ¿Entendéis claramente, señora, que aquellos antípodas que se
580 cubierto todo, o se ha llegado a un punto en que nada pue- han encontrado contra toda esperanza deberían enseñarnos
de añadirse ya? iOh!, por favor, consintamos que haya algo a ser más cautos en nuestros juicios? El mundo acabará cre-
que hacer en los siglos venideros. ciendo quizá para nosotros, se conocerá hasta la Luna. No
-De cualquier manera -dijo ella-, no consentiré que estamos allí aún porque no ha sido descubierta toda la Tie- 625
585 se vuele nunca, más que de manera en que uno se rompa el rra y, al parecer, es preciso que todo se haga en orden.
cuello inmediatamente. Cuando hayamos conocido bien nuestro habitáculo, nos será
-Pues bien -le respondí-, si queréis que aquí se vue-
le siempre tan mal, mejor se volará en la Luna. Sus habitan-
tes serán aptos para este quehacer. Pues no importa que
20 San Agustln dio tres sabrosos argumentos en contra de la existencia de los antlpodas
nosotros vayamos allá o que ellos vengan aquí; y nosotros que fueron ampliamente aceptados. El primero es que «no hablan las escrituras de tales
590 seremos como los americanos que no se imaginaban que se descendientes de Adán». El segundo es que el Todopoderoso no podía permitir .que estu-
vieran allí, porque no podrfan ver la segunda venida de Cristo. E l tercero se basa en el sal-
pudiera navegar por más que en el otro extremo del mundo mo XIX y la adaptación que de él hizo San Pablo en su Epístola a los romanos, refiriéndo-
se hacía perfectamente. lo a los predicadores del Evangelio: «Por toda la Tierra ha salido la voz de ellos, y hasta
los fines de la Tierra sus palabras». Ahora bien, argumenta San Agustín, puesto que halla-
-Las gentes de la Luna, ¿habrían venido ya, pues? - mos declaraciones constantes de que los predicadores no han ido a las antípodas, las antí-
replicó ella casi encolerizándose. podas no existen, y por tanto, allí no hay seres humanos. Y quien lo afirma así contradice
al rey David, a San Pablo y, en consecuencia, al Espirito Santo. Véase al respecto A. D.
-Los europeos no han estado en América más que al White, op. di., 142 y ss, y San Agustln, De Civilale Dei, XVI, 9.

102 103
permitido conocer el de nuestros vecinos, las gentes de la
Luna.
630 -A decir verdad -dijo la marquesa mirándome atenta-
mente--, os veo tan metido en esta materia que no es posi-
ble que no creáis de verdad lo que decís.
_:_Mucho me molestaría eso -respondí-. Yo única-
635 mente quiero haceros ver que se puede sostener una opinión
quimérica suficientemente bien para confundir a una perso-
na de talento, pero no lo suficiente para persuadida. Sólo la
verdad convence aun sin necesidad de aparecer con todas
sus pruebas. Entra tan naturalmente en la razón, que cuando
640 se la capta por primera vez parece que no se haga más que
recordar.
-iAh!, me tranquilizáis -replicó la marquesa-; vuestro TERCERA NOCHE
falso razonamiento me incomodaba; ya me siento más dis-
puesta a acostarme tranquilamente, si os parece bien que
645 nos retiremos. PARTICULARIDADES
DEL MUNDO DE LA LUNA.
LOS OTROS PLANETAS
TAMBIEN ESTAN HABITADOS

104
Durante el día la marquesa quiso inducirme a continuar
nuestras conversaciones, pero yo le manifesté que no debía- 5
mos confiar tales enseñanzas más que a la Luna y a las es-
trellas, puesto que también ellas estaban implicadas. Por la
noche no dejamos de acudir al parque, que se había con-
vertido en el lugar consagrado a nuestras sabias conversa- 10
c10nes.
-Tengo muchas novedades que enseñaros -le dije--.
La Luna de que os hablaba ayer, y que según todas las apa-
riencias está habitada, podría muy bien no estarlo. He pensa-
do algo que pone a sus habitantes en peligro.
-Yo no lo soportaré -respondió ella-. Ayer me ha- 15
bíais preparado para ver cómo un buen día esas gentes se
presentaban aquí ¿y hoy no estarán siquiera en el mundo?
No jugaréis conmigo de esta manera. Me habéis hecho creer
en los habitantes de la Luna, he superado las reticencias que
~y~rn~ W
-Vais muy deprisa -repliqué--, es preciso no dar más
que la mitad de la razón a las cosas de esta clase en que se
cree, y conservar la otra mitad libre para poder admitir lo
contrario si hay necesidad de ello.
-Yo no me contento con sentencias -replicó ella-, 25
vamos a los hechos. ¿No hay que razonar sobre la Luna
como sobre Saint-Denis?

107
1

tes de la Luna, conservémoslos o eliminémoslos para siem- 70


-No -respondí yo-. La Luna no se parece tanto a la
Tierra ~orno Saint-Denis se parece a París. El Sol hace subir pre, y no se hable más. Pero conservémoslos, más bien, si es
30 exhalaciones y vapores de la Tierra y de las aguas que; posible. He adquirido por ellos una inclinación que lamenta-
remontándose por el aire hasta cierta altura, se juntan y ría perder.
forman las nubes. Estas nubes suspendidas revolotean irre- -No dejaré, pues, la Luna desierta --continué--, repo-
gularmente alrededor de nuestro globo sombreando ahora blémosla para complaceros. Realmente, puesto que la apa- 75
un país, ahora otro. Quien viere la Tierra desde lejos, nota- riencia de las manchas de la Luna no cambia en lo más mí-
35 ría constantemente cambios en su superficie, porque un gran nimo, no se puede creer que no haya nubes a su alrededor
país cubierto de nubes sería un lugar oscuro y se volvería que ensombrecen ahora una parte, luego otra, pero esto no
más luminoso cuando estuviera despejado. Se verían man- quiere decir que ella no expulse fuera de sí exhalaciones ni
chas que cambiarían de lugar, o se juntarían de diversos mo- vapores. Nuestras nubes, que vemos llevadas por el viento, 80
dos, o des.aparecerían tota~ente. También se verían, pues, no son más que exhalaciones y vapores que, al salir de la
40 tales cambios, en la superficie de la Luna, si ésta tiene nubes Tierra, están separadas en partes demasiado pequeñas, para
a su alrededor. Pero, muy al contrario, todas sus manchas poder ser vistas, y que algo más arriba han encontrado un
perma~ecen fijas, sus lugares luminosos lo son siempre, y frío que las ha apretado y reuniendo sus partes las ha hecho
ahí radica la dificultad. Esto quiere decir que el Sol no eleva visibles; después de esto son gruesas nubes que flotan en el 85
45 vapores y exhalaciones de la superficie de la Luna. Esta es, aire, donde son cuerpos extraños hasta que vuelven a caer
pues, un :uerpo infinitamente más duro y más sólido que en forma de lluvia. Pero esos mismos vapores y exhalacio- 1

nuestra Tierra, cuyas partes mas sutiles se desprenden fácil- nes se mantienen a veces bastante dispersos para resultar
mente de las otras y suben hacia arriba cuando el calor las imperceptibles, y no se reúnen más que formando rocíos 90
pone en movimiento. Es preciso que esté constituida por muy sutiles que no se ve caer desde ninguna nube. Supongo
50 una mezcla de rocas y mármoles en los que no se producen que de la Luna salen vapores, pues, en definitiva, es necesa-
evaporaciones. Por otra parte, éstas se producen tan natural rio que así sea. No es creíble que la Luna sea una masa
y necesariamente donde hay agua, que alli no debe existir ni cuyas partes sean de idéntica solidez, todas igualmente en 95
se ha producido. ¿Quiénes son, pues, los habitantes de esos reposo unas respecto a otras, incapaces todas ellas de no
55 roquedales que no pueden producir nada, de ese mundo en acusar ningún cambio con la acción del Sol sobre ellas. No-
que no existe el agua? sotros no conocemos ningún cuerpo de esta naturaleza, ni
-Entonces, ¿qué? -exclamó ella-, ¿no os acordáis que siquiera los mármoles lo son. Todo, incluso lo más sólido,
vos me habéis asegurado que había mares en la Luna que se cambia y se altera, ya sea por el movimiento secreto que tie- 100
distinguían desde aquí? ne en sí mismo, o por el que recibe de fuera. Pero los vapo-
-Esto no es más que una conjetura -respondí-, y es- res de la Luna no se reunirán i;:n nubes a su alrededor, ni
60 toy muy disgustado por ello. Esos lugares oscuros que se to- volverán a caer en forma de lluvia, no formarán más que
man por mares, quizá no son sino grandes cavidades. Desde rocíos. Para eso bastará que el aire que aparentemente rodea 105
la distancia a que estamos, no es posible captarlo totalmente la Luna y es propio de ella, como nuestra Tierra tiene el
bien. suyo, sea un poco diferente a nuestro aire, y que los vapores
-Pero ¿bastará esto -dijo ella- para hacernos aban- de la Luna sean algo distintos de los terrestres, lo cual es
donar a los habitantes de la Luna? más que verosímil. Sobre esta hipótesis será preciso que es-
65 -No del todo, señora --contesté--, no nos decidire- tando la materia lunar dispuesta de modo distinto a la
mos ni por ellos ni en su contra. terrestre, los efectos también sean difeentes, pero eso no im- 110
-Os con~eso mi debilidad -replicó--; no soy capaz porta. Desde el momento en que hemos encontrado un mo-
de una resolución tan perfecta, tengo necesidad de creer. Es- vimiento interior en las partes de la Luna, o producido por
tablecedme prontamente una opinión respecto a los habitan- causas exteriores, he aquí a sus habitantes que renacen y te-

108 109
nemos el fundamento necesario para su subsistencia. Esto ____¿por qué no? -respondió ella riendo--; en cuanto a
115 nos proveerá de frutos, granos, agua y todo lo que quera- mí me metería por mí misma en sus redes para tener el pla-
mos. Entiendo frutos, granos y agua a la manera de la Luna, cer de ver a los gue me habrían pescado.
que declaro no conocer, todo proporcionado a las necesida- --Considerad -proseguí- que no llegaríais más que 160
120 des de sus habitantes, que tampoco conozco. muy enferma a lo alto de nuestro aire; para nosotros no es
-Es decir -me dijo la marquesa-, que sabéis única- respirable en toda su extensión, ni mucho menos que eso. Se
mente que todo está bien sin saber cómo está. Es mucha ig- dice que ya casi no lo es en lo alto de ciertas montañas. Y
norancia sobre muy poca ciencia. Pero hay que conformarse. mucho me asombra que los que tienen la locura de creer
125 Demasiado feliz estoy de que hayáis reintegrado a la Luna que genios corporales habitan el aire más puro, no digan 165
sus habitantes. Me alegro mucho además de que les deis un también que lo que hace que estos genios no nos visiten
aire propio que los envuelve; en adelante me parecerá que más que muy raramente, y por poco tiempo, se debe a que
sin éste un planeta estará demasiado desnudo 21 • son pocos los que saben sumergirse y que, incluso los que
-Estos dos aires diferentes --continué yo-- contri- saben, no pueden hacerlo hasta el fondo de este aire espeso 170
130 huyen a impedir la comunicación de los dos planetas. Si no en el que estamos, más que en inmersiones de poca dura-
dependiera más que del vuelo, ¿qué sabemos, como os decía ción. He aquí, pues, muchas barreras naturales que nos vetan
ayer, si no se volará muy bien algún día? Confieso que, no la salida de nuestro mundo, y la entrada en el de la Luna.
obstante, no hay muchas posibilidades. La gran distancia en- Tratemos, por lo menos, para consuelo nuestro, de adivinar
135 tre la Luna y la Tierra sería aún una dificultad a superar, lo que podamos sobre aquel mundo. Creo, por ejemplo, que 1 75
que es, sin duda, considerable. Pero, aun si ésta no se diera, es necesario que allí se vea el cielo, al Sol y los astros de un
e incluso si los dos planetas estuvieran muy próximos, no color distinto al que nosotros los vemos. Todos estos objetos
sería posible pasar del aire de uno al de otro. El agua es el no se nos parecen más que a través de una especie de lente
140 aire de los peces, éstos no pasan jamás al aire de los pájaros, natural que los cambia. Esta lente es nuestro aire, mezclado
ni éstos al de los peces. No es la distancia lo gue impide, como está de vapores y exhalaciones y no se extiende muy 180
sino que cada uno tiene por prisión el aire que respira. V e- alto. Algunos modernos pretenden que, como en el caso del
mos que el nuestro está mezclado de vapores más espesos y agua del mar, el azul que vemos es del aire mismo, y que
145 groseros que el de la Luna. Sobre esta base, un habitante de este color no aparece ni en el uno ni en la otra más que con
la Luna que llegara a los confines de nuestro mundo, se una gran profundidad. El cielo, en el que están sujetas las
ahogaría apenas entrar en nuestro aire y le veríamos caer estrellas fijas, no tiene por sí mismo luz alguna y en conse- 185
muerto sobre la Tierra. cuencia debería parecer negro, pero se le ve a través del aire
-iüh, cómo me gustaría -exclamó la marquesa- que azul y por eso parece azul. Si esto es así, los rayos del Sol y
150 se diera algún gran naufragio que esparciera por aquí un de las estrellas no pueden pasar a través del aire sin teñirse
buen número de aquellas gentes, de las que estudiaríamos a un poco de su color y perder otro tanto del que les es natu- 190
nuestra comodidad sus extraordinarias formas! ral. Pero, incluso si el mismo aire fuera de color, es cierto
-Pero -repliqué yo--, si fueran suficientemente hábi- que a través de una espesa neblina la luz de la llama que se
les para navegar sobre la superficie exterior de nuestro aire, ve de lejos parece completamente rojiza, por más que éste
155 y por la curiosidad de vernos nos pescasen como a peces, no sea su verdadero color. Y nuestro aire no es más que 195
¿qué os parecería? una espesa niebla que debe alterarnos el verdadero color del
cielo, el Sol y las estrellas. Este no pertenecería más que a la
2 1 Hoy sabemos que la Luna .no tiene atmósfera alguna. Sin embargo, padría decirse
materia celeste que nos trae la luz y los colores en toda su
que, en efecto, la Luna exhala ciertos vapores. En ella, a partir del isótopo potasio 40,
que es radiactivo, se forman átomos de gas argón-40, algunos de los cuales alcanzan la su- pureza y tal como son. Así, puesto que el aire de la Luna es 200
perficie lunar y podrían formar una atmó~fera. Pero la gravedad de la Lu_na, que es la sexta de una naturaleza distinta a la de nuestro aire, o bien está
parte de la terrestre, no tiene fuerza suficiente para retener estas emanaciones, y, en conse·-
cuencia, la Luna no tiene atmósfera. teñido por sí mismo de otro color o, por lo menos, consti-

110 111
tuye una neblina distinta que causa una distinta alteración a
1 una gracia que nos hace la naturaleza. Se habla de una luz
los colores de los cuerpos celestes. En definitiva, para las que regularmente no deberíamos ver y que nos da por enci-
205 gentes de la Luna, esta lente a través de la cual se ve todo ma de lo que nos corresponde. Pero en la Luna, donde apa- 250
es distinta. rentemente el aire es más puro, podría muy bien no ser tan
-Esto me hace preferir nuestra morada a la de la Luna apto para reflejar hacia abajo los rayos que recibe antes de
-dijo la marquesa-, no podría creer que la combinación que el Sol salga o después de que se haya puesto. Sus pobres
de colores celestes sea tan hermosa como aquí. Poned, si habitantes no tienen pues esta luz de favor, que intensificán-
queréis, un cielo rojo y las estrellas verdes, el efecto no es dose lentamente, les prepara agradablemente la llegada del 255
210 tan agradable como el de las estrellas doradas sobre un fon- Sol, o que debilitándose en matices sucesivos, les acostum-
do azul. bra a su pérdida. Están en profundas tinieblas y de pronto
-Se diría, al oíros -repliqué--, que combináis un ves- parece que se abre una cortina. He aquí sus ojos heridos por
tido o un mueble. Pero creedme, la naturaleza tiene mucho todo el brillo que hay en el Sol. Están en medio de una luz 260
ingenio. Dejadle el cuidado de inventar una combinación de viva y resplandeciente, y helos aquí, de súbito, en las pro-
215 colores para la Luna y os garantizo que será bien cumplido. fundas tinieblas. El día y la noche no están unidos por un
No dejará de variar el espectáculo del universo para cada término medio constituido por uno y otro. El arco iris es
punto de vista, y de variarlo de una manera siempre agrada- otra cosa que falta a las gentes de la Luna. Pues si la aurora 265
ble. es un efecto del espesor del aire y de los vapores, el arco
-Reconozco su destreza -interrumpió la marquesa-, iris se forma en la lluvia que cae en ciertas circunstancias. Y
220 no se ahorra esfuerzos para cambiar los objetos para cada debemos las cosas más bellas del mundo a las que menos lo 270
punto de vista, no ha cambiado más que las lentes y tiene el son. Puesto que alrededor de la Luna no hay vapores sufi-
honor de conseguir esta gran diversidad sin haber hecho cientemente groseros, ni nubes pluviales, adiós arco iris y
derroche. Con un aire azul nos da un cielo azul, quizá con un aurora, ¿y a qué se parecerá las beldades de aquel mundo?
225 aire rojo les dé un cielo rojo a los habitantes de la Luna, y ¿Qué fuente de comparaciones no se ha perdido?
no obstante es siempre el mismo cielo. Me parece que nos -Yo no me lamentaría tanto por estas comparaciones
ha puesto ciertas lentes en la imaginación, a través de las -dijo la marquesa- y me parece que en la Luna se ven 275
que se ve todo y que cambia mucho los objetos a la perspec- bastante recompensados de no tener ni aurora ni arco iris,
230 tiva de cada hombre. Alejandro veía la Tierra como un her- pues, por la misma razón, no debe haber ni relámpagos ni
moso lugar para establecer en él un imperio. Celadon no lo truenos, pues también son cosas que se forman en las nubes.
veía más que como la morada de Astrea. Un filósofo la ve Se goza de hermosos días, siempre serenos, en los que no se 280
como un gran planeta, que va por los cielos, plagado de lo- pierde el Sol de vista. No hay noche en que no se muestren
cos. No creo que el espectáculo cambie más de la Tierra a la todas las estrellas; no se conocen los vientos ni las tempesta-
235 Luna de lo que lo hace de imaginación a imaginación. des, ni todo lo que parece efecto de la cólera del cielo. ¿os
-El cambio del espectáculo es más sorprendente en parece que sea para lamentarse tanto?
nuestras imaginaciones -repliqué--, pues no son sino los -Me hacéis ver la Luna como una morada encantada 285
mismos objetos los que se ven diferentes. Por lo menos en -respondí-. No obstante, no sé si es tan delicioso tener
la Luna pueden verse otros objetos, o no ver algunos de los siempre sobre la cabeza, durante días que valen por quince
240 que se ven aquí. Quizá en aquel mundo no conozcan la au- de los nuestros, un sol ardiente cuyo calor no modera nin-
rora ni los crepúsculos. El aire que nos rodea, y que está guna nube. Quizá sea por eso que la naturaleza ha cavado 290
por encima de nosotros, recibe rayos que no podrían caer en la Luna una especie de pozos, que son bastante grandes
sobre la Tierra. Y puesto que es muy grosero detiene una para ser percibidos por nuestros telescopios. Pues no son
245 parte y nos la refleja, aunque no nos estuviesen destinados valles que estén entre montañas, son cavidades que se ven
de modo natural. Así pues, la aurora y los crepúsculos son en ciertos lugares llanos en muy gran número, ¿quién sabe 295

112 113
si los habitantes de la Luna incomodados por el perpetuo -Pues bien --dijo ella-, hagamos el viaje por los pla-
ardor del Sol no se refugian en estos grandes pozos? Quizá netas como podamos, ¿quién nos lo impide? Vamos a situar-
no habitan sino allí y es donde construyen sus ciudades. No- nos en todos estos diferentes puntos de vista, y desde allí 340
sotros vemos aquí que la Roma subterránea es más grande consideraremos al universo. ¿No tenemos nada más que ver
300 que la que está en la superficie. No hay más que suprimir en la Luna?
esta última y el resto sería una ciudad como las de la Luna. -Este mundo aún no está agotado -respondí-. Os
Todo pueblo está en un pozo y de un pozo a otro hay cami- acordáis de que los dos movimientos por los que la Luna
nos subterráneos para la comunicación de los pueblos. Os gira sobre sí misma y a nuestro alrededor, siendo iguales, el 345
305 burláis de tal idea, y lo acepto de todo corazón. No obstan- uno pone siempre ante nuestros ojos lo que el otro debería
te, hablándoos más seriamente, vos podríais equivocaros quitarles, y que, de este modo, siempre nos presenta la mis-
más que yo. Vos creéis que la gente de la Luna deben habi- ma cara. Sólo esta mitad, pues, puede vernos. Y puesto que
tar sobre la superficie de su planeta, porque nosotros habita- se supone que la Luna no gira sobre su centro a nuestro al-
310 mos en la superficie del nuestro. Es al revés, puesto que no- rededor, la mitad que nos ve, nos ve siempre pegados al 350
sotros habitamos sobre la superficie de nuestro planeta, ellos mismo lugar del cielo. Cuando en ella es de noche, esas no-
podrían muy bien no hacerlo. De aquí allá todo tiene que ches que valen por quince de nuestros días, ve primero una
ser- muy diferente. esquinita de la Tierra iluminada, después un trozo más gran-
-No importa -dijo la marquesa-, no puedo decidir- de, y la luz parece extenderse sobre la superficie terrestre,
315 me a dejar vivir a los habitantes de la Luna en perpetua os- casi de hora en hora, hasta que finalmente la cubre por en- 355
curidad. tero en lugar de los mismos cambios que a nosotros no nos
-Más os costaría aún -repliqué-- si supierais que un parece que se dan en la Luna más que de una noche a otra,
gran filósofo de la antigüedad hizo de la Luna la morada de porgue la perdemos de vista largo tiempo. Bien quisiera adi-
las almas que aquí merecieran ser bienaventuradas 22 . Toda vinar los falsos razonamientos que hacen los filósofos de 360
la felicidad consiste en que allí oyen la armonía que los aquel mundo sobre el hecho de que nuestra Tierra les parez-
320 cuerpos celestes producen con sus movimientos. Pero como ca inmóvil, mientras que todos los demás cuerpos celestes se
que supone que cuando la Luna cae en la sombra de_ la levantan y se ponen por sobre sus cabezas cada quince días.
Tierra no pueden oír estar armonías, cuando eso ocurre, dice, Probablemente atribuyen esta inmovilidad a su tamaño, pues
estas almas gritan como desesperadas, y la Luna se apresura la Tierra es sesenta veces más grande que la Luna 23, y 365
325 cuanto puede para sacarlas de un lugar tao molesto. cuando los poetas quieren alabar a los príncipes ociosos no
-Deberíamos, pues, ver llegar hasta aquí -replicó lá dudo que se sirven del ejemplo de esa quietud majestuosa.
marquesa- a los bienaventurados de la Luna, pues, según Pero, sin embargo, éste no es un reposo perfecto. Desde la
parece, nos los envía también. Y en los dos planetas se cree Luna se ve de modo muy claro que nuestra tierra gira sobre 370
haber atendido suficientemente a la felicidad de las almas, su centro. Imaginad nuestras Europa, Asia, América que se
por haberlas transportado a otro mundo. les muestran una tras otra de diferente figura y a pequeña
330 -Seriamente -repliqué--, no sería pequeño el placer escala, casi como nosotros las vemos en los mapas. iCuán
de ver varios mundos diferentes. Algunas veces me regocijo nuevo debe parecer este espectáculo a los viajeros que pasan
mucho por no hacer este viaje más que con la imaginación. de la mitad de la Luna que no nos ve nunca, a la que nos 375
Pero si lo hiciera realmente, ¿qué sucedería? Sería mucho está mirando siempre! iAh, cómo se habrán resistido a creer
mejor que ir por aquí hasta el Japón, es decir, arrastrarse
335 con mucho trabajo de un punto a otro de la Tierra, para no 23
Hoy se estima el diárneto ecuatorial de la Tierra en 12.757 y el polar en 12.713. En
ver más que hombres. cuanto a _la Luna, su diámetro lineal se estima en 3.4 7 5 km. Aunque el diámetro que apun-
ta a la Tierra es alrededor de 1,5 km. mayor que el diámetro en ángulo recto. La cListancia
mecLia de la Tierra a la Luna es de 384.317 km. En el perigeo, la Luna puede hallarse a
22 Se refiere a Plutarco. 356.334 km. y en el apogeo a 406.61 O km.

114 115
u: . 1r
los relatos de los primeros que han regresado a ese gran -Es cierto -respondí- que si, en el momento en que
mundo que no sabe nada de nuestra existencia! acabáis de sorprenderme, me hubierais contradicho respect?
-Se me ocurre -dijo la marquesa- que de aquella a los habitantes de los planetas, no sólo los habría mantem-
cara a la otra se hacen una especie de peregrinaciones para do, sino que creo que os habría dicho cómo estaban hechos. 420
380 ir a observarnos, y que existen honores y privilegios para Hay momentos para creer, y yo nunca he creído tanto en
los que han visto una vez en su vida al enorme planeta. ellos como en ése. Incluso ahora que estoy un poco más se-
-Por lo menos -repliqué-- los que lo ven tienen el reno no deja de parecerme que sería muy extraño que la
privilegio de estar mejor iluminados durante sus noches; ha- Tierra estuviese habitada como lo está, y que los otros pla- 425
bitar en la otra mitad de la Luna debe ser mucho menos có- netas no lo estuviesen en absoluto. Pues no creáis que
385 modo desde este punto de vista. Pero continuemos, señora, vemos todo lo que habita la Tierra, hay tantas especies anima-
el viaje que habíamos dispuesto hacer de planeta en planeta; les invisibles como visibles. Nosotros vemos desde el elefante
ya hemos visitado la Luna con bastante detenimiento. Al a la cresa; ahí acaba nuestra vida. Pero en la cresa empieza
salir de la Luna yendo hacia el Sol se encuentra Venus. Res- una multitud infinita de animales de los que ella es el ele- 430
pecto a Venus, retomo lo de Saint-Denis. Venus gira alrede- fante y que nuestros ojos no pueden percibir sin ~yuda. <:on
390 dor del Sol y sobre sí mismo como la Luna. Con el telescopio las lentes se han visto gotas pequeñísimas de lluvia, de vma-
se descubre que Venus, como la Luna, está en cuarto gre o de otros líquidos, repletas de pequeños peces ~ ser-
creciente, menguante, o lleno, según las posiciones en que se pientes de los que nunca se habría sospechado que ~abitaran 435
encuentra respecto a la Tierra 24 • La Luna, según todas las allí. Y algunos filósofos creen que el gusto que sentimos son
395 apariencias, está habitada, ¿por qué Venus no Jo estará tam- las picaduras que estos pequeños animales dan .en la lengua.
bién? Mezclad ciertas cosas en algunos de estos líquidos, o expo-
-Pero -interrumpió Ja marquesa- ¿es que diciendo nedlas al sol, o dejad que se corrompan, y he aquí que al 440
siempre «¿por qué no?» vais a meterme habitantes en todos punto aparecen nuevas especies de animalitos 25 :
los planetas? Muchos cuerpos que parecen sólidos no son más que
400 -No lo dudéis -repliqué--. Este «¿por qué no?» tiene masas de estos animales imperceptibles, que para sus movi-
una virtud que lo poblará todo. Vemos que todos los plane- mientos encuentran allí tanta libertad como necesitan. Una
tas son de la misma naturaleza, cuerpos opacos que no reci- hoja de árbol es un pequeño mundo habitado por gusanillos 445
ben la luz más que del Sol, que se la reflejan unos a otros, y invisibles a Jos que parece de una extensión inmensa, donde
que no tienen sino los mismos movimientos. Hasta aquí, todo distinguen montañas y abismos, y en el que entre los gusa-
405 es igual. Así, pues, sería preciso pensar que estos grandes nillos que viven a uno y otro lado de la hoja no hay más 450
cuerpos habrían sido hechos para no estar habitados, que comunicación que entre nosotros y los antípodas. Me parec_e
esto sería su condición natural y que precisamente habría que, con mucha razón, un gran planeta será un mundo habi-
una única excepción en favor de la Tierra. Quien qmera tado. Hasta en las clases más duras de piedras se han encon-
creerlo que lo crea. Pero yo no puedo aceptarlo. trado innumerables gusanillos que estaban alojados por to-
410 --Os veo -dijo ella- muy firme en vuestra opmion das partes en los huecos insensibles, y que no se nutrían 455
desde hace unos instantes. Acabamos de ver la Luna a pun- más que de Ja sustancia que carcomían en estas piedras. Ima-
to de quedar desierta y no os he visto muy preocupado, y si ginaos cuántos gusanillos de éstos habrá y durante cuántos
ahora me atreviera a deciros que no todos los planetas están
415 habitados como la Tierra, veo muy claro que os enfurece-
" Se trata de la conocida teoría de la generación. espontán~a, ampliamente aceptada en
ríais. los siglos XVII y XVIII a que aludíamos en nuestra mtroduc~ión. No .obstante, _Fontenelle,
conocedor de los experimentos y trabajos realizados en la pnmera mitad del siglo .XVIII,
parece inclinarse posteriormente hacia un rechazo de la teoría. «Todas las experiencias mo-
24 Esta fue una de las famosas observaciones que Galileo presentó en su «Sidereus
dernas --dice-- nos llevan a desengañarnos de este antiguo error? y tengo por seguro que
Nuncius» y que confirmaba la predicción de Copérnico. dentro de poco tiempo no quedará el menor asomo de duda». Citado por J. Rostand, loe.
cit., 62.

116 117
- - - - - - -- - - -- - -- -- - - - - -- - - -- ···- --··------------···-·-·

años se nutren con el equivalente a un grano de arena. Y a habitante de la Tierra y uno de Saturno. Aquí, por ejemplo,
partir de este ejemplo, aun cuando la Luna no fuera más se acostumbra a hablar, allí no se habla más que por signos, 500
460 que una masa de rocas, antes la haría carcomer por sus ha- más allá no se habla en absoluto. Aquí el razonamiento se
bitantes que no ponerles allí. En definitiva, todo está vivo, forma enteramente por la experiencia; en otra parte la expe-
todo está animado. Poned todas estas especies de animales riencia ayuda bien poco; más lejos los ancianos no saben
recientemente descubiertas, e incluso todas las que se conci- más que los niños. Aquí uno se atormenta por el porvenir 505
465 be fácilmente que están por descubrir, con las que se han más que por el pasado, allá por el pasado más que por el
visto siempre, y seguramente os parecerá que la Tierra está porvenir, más lejos no preocupan ni el uno ni el otro, y qui-
realmente poblada, y que la naturaleza ha repartido los ani- zá no son éstos los más desdichados. Se dice que bien po-
males tan liberalmente que no es para lamentarse que se dría faltarnos un sexto sentido natural que nos enseñaría 510
vean solamente la mitad. Y después de que ella haya impul- mucho de lo que ignoramos. Este sexto sentido está por lo
4 70 sado su fecundidad hasta el exceso, frreeréis que, para todos que parece en otro mundo, en el que falta alguno de los cin-
los demás planetas, ha sido tan estéril como para no produ- co que poseemos. Quizá hay incluso un gran número de
cir nada vivo? 26 . sentidos naturales, pero en la repartición que hemos hecho 515
-Mi razón está bastante bien convencida -dijo la mar- con los habitantes de otros planetas, no nos han caído en
quesa-, pero mi imaginación está abrumada por la infinita suerte más que cinco, con los que nos contentamos al no
4 75 multitud de habitantes de todos estos planetas, y confundida conocer otros. Nuestras ciencias tienen ciertos límites que la
por la diversidad que hay que establecer entre ellos, pues me razón humana jamás ha podido pasar, hay un punto en el
doy cuenta de que la naturaleza, siendo como es enemiga de que éstas de pronto nos fallan. El resto es para otros mun- 520
las repeticiones, les habrá hecho a todos diferentes. Pero dos, donde algo de lo que nosotros sabemos es desconocido.
¿cómo representárselo? Este planeta goza de las dulzuras del amor, pero siempre se
-No hay que pretender que la imaginación se lo repre- ve asolado en algunos lugares por los furores de la guerra.
~ 480 sente -respondí yo--, ésta no puede ir más lejos que los En otro planeta se goza de una paz eterna, pero en medio 525
ojos. Unicamente con una cierta visión universal se puede de esta paz no se conoce el amor, y se aburren. En definiti-
'¡, columbrar la diversidad que la naturaleza debe haber esta- va, lo que la naturaleza pone en práctica en pequeña escala
·:• ,
blecido entre todos estos mundos. Todos los rostros siguen, entre los hombres para la distribución ele la felicidad y talen-
485 en general, un mismo modelo. Pero los de dos grandes na- tos, sin duda lo habrá hecho en grande entre los mundos, y 530
ciones, como los de los europeos, si queréis, y los de los seguro que se habrá acordado de usar este secreto maravillo-
africanos o de los tártaros, parecen estar hechos sobre sen- so que tienen para diversificarlo todo y, a la yez, de igualar-
dos modelos y aun habría que hallar el modelo de cada fa- lo todo por las compensaciones.
milia. ¿Qué secreto debe haber en la naturaleza para variar --<'.Estáis contenta, señora? -añadí- ¿os he abierto un
490 de maneras tan distintas algo tan simple como un rostro? campo bastante grande para ejercitar vuestra imaginación?
Nosotros, en el universo, somos como una pequeña ramilia ¿y eis ya algunos habitantes de los planetas? 535
cuyos rostros se parecen; en otro planeta, hay otra familia --iAy, no! -respondió ella-. Todo lo que me decís es
cuyos rostros tienen otro aire. asombrosamente vago y vano, y no veo más que un gran no
495 Al parecer, las diferencias aumentan con la lejanía, y sé qué en el que no veo nada. Precisaría algo más determi-
quien viera un habitante de la Luna y un habitante de la nado, más concreto.
Tierra, notaría que son de mundos más próximos que un -Pues bien -repliqué--, me decidiré a no ocultaros 540
nada de lo más singular que sé. Es algo que conozco de
26
Fue especialmente Leeuwenhoek, aunque le precediera Malpighi y Hooke hiciera im- muy buena fuente, y lo aceptaréis cuando os haya menciona-
portantes .aportaciones en el campo, quie~ .ª partir de 1677, con sus tnformes a la Royal do mis garantes. Escuchad, si os parece, con un poco de pa-
Soc1ety, cüo a conocer el mundo m1croscop1co. El ]011mal des Savants, en 1678, daría cuenta
de sus observaciones, que Fontenelle, sin duda, conoció. ciencia. Esto será bastante largo. 545

118 119
Existen en un planeta, del que aún no os diré el nom- partos, los árabes matan sin misericordia a esos desgraciados
bre, habitantes muy vivos, laboriosos y hábiles. No viven extranjeros que ya son inútiles al estado.
más que del pillaje, como algunos de nuestros árabes, y éste --<Eso es todo? --dijo la marquesa-. Dios sea loado.
550 es su único vicio. Por lo demás hay entre ellos un entendi- Recobremos el sentido común, si podemos. ¿os habéis to-
miento perfecto, trabajan sin cesar, de común acuerdo y con mado en serio todo este cuento? ¿Qué poeta os lo ha pro- 595
celo, en bien del estado; y sobre todo su castidad es incom- porcionado?
parable. Es cierto que no tienen mucho mérito, todos son --Os repito, de nuevo -respondí-, que no es un
estériles. Entre ellos no hay nada de sexo. cuento. Todo esto pasa aquí, en nuestra Tierra, ante nues-
555 -Pero -interrumpió la marquesa- ¿no sospechasteis tros ojos. iEstáis muy asombrada! Sí, ante nuestros ojos. Mis
que, con esta narración, se reían de vos? ¿cómo se perpetua- árabes no son más que abejas, ya gue es necesario que os lo 600
rá la nación? diga.
-No se han mofado en absoluto -respondí yo con Entonces le enseñé la historia natural de las abejas, de
gran serenidad-. Todo lo que os digo es cierto, y la nación las que apenas conocía más que el nombre.
se perpetúa. Tienen una reina, que no los conduce a la -Después de lo que veis claramente -proseguí- que
560 guerra, que apenas parece mezclarse en los asuntos del estado, sólo traspasando a otros planetas cosas que ocurren en el
y cuya realeza consiste únicamente en que es fecunda, más nuestro, imaginaríamos rarezas, que parecen extravagantes y 605
aún, de una fecundidad asombrosa. E ngendra millones de serían, sin embargo, muy reales. J,as imaginaríamos. sin fin,
hijos, hasta el punto de que no hace otra cosa. Tiene un pues para que lo sepáis, señora, Ja historia de los insectos
gran pab.cio, dividido en infinidad de habitaciones, en cada está llena de ellas.
565 una de Ls cuales hay una cuna preparada para un principito. -Lo creo fácilmente -respondió-. Tomemos los gu-
Va a dar a luz a cada una de estas habitaciones, acompañada sanos de seda que me son más familiares que las abejas. Nos 610
siempre por un gran cortejo, que le aplaude por este privile- proveerían de pueblos bastante sorprendentes que se meta-
u gio que solamente ella, entre todo el pueblo, posee. morfosearían para no ser ya los mismos, arrastrándose una
570 Os oigo sin que habléis, señora. Os preguntáis dónde ha parte de su vida y volando la otra, y iqué sé yo! otras cien
l :~1 tomado los amantes, o para hablar más decentemente, a los mil maravillas que conformarían los diferentes caracteres, las 615
'I/, maridos. Hay reinas en Oriente y en Africa que tienen, sin diferentes costumbres de todos Jos habitantes desconocidos.
secreto, serrallos de hombres. Esta, al parecer, tiene uno, Mi imaginación trabaja sobre el plan que me habréis dado, y
575 aunque con gran misterio, y si eso es mostrar mayor pudor, llego incluso a componerles figuras. No os las podría descri-
también es actuar con menos dignidad. Entre estos árabes bir, pero, no obstante, veo algo. 620
que siempre están activos, ya sea en sus casas o fuera de -En cuanto a estas figuras -repliqué-- os sugiero de-
ellas, se reconoce a algunos extranjeros, en número muy re- jarlas al cuidado de los sueños que tendréis esta noche. Ma-
ducido, que por su aspecto se parecen mucho a los naturales ñana veremos si os han sido útiles y si habéis comprendido
580 del país, pero que por otra parte son perezosos; no salen, no cómo están hechos los habitantes de algún planeta. 625
hacen nada, y según todas las apariencias no serían soporta-
dos, en un pueblo tan activo, si no estuviesen destinados a
los placeres de la reina y al importante ministerio de la re-
585 producción. Si, en efecto, a pesar de su reducido número,
son padres de diez mil hijos, más o menos, que la reina
pone en el mundo, sin duda merecen estar libres de cual-
quier otra ocupación. Y lo que evidencia que ésta ha sido su
única función, es que tan pronto como está enteramente
590 cumplida, tan pronto como la reina ha tenido sus diez mil

120 121

- - _ _ __ _ __ _ _ _ _1'~ ·
CUARTA NOCllE

PECULIARIDADES DE LOS MUNDOS


DE VENUS, DE MERCURIO,
DE MARTE, DE JUPITER
Y DE SATURNO
aag;q¡ t

Los sueños no fueron muy afortunados, siempre repre-


sentaron algo que se parecía a lo que se ve aquí. Tuve oca- 5
sión de reprochar a la marquesa lo que, a la vista de nues-
tros cuadros, nos censuran ciertos pueblos que no pintan
nunca más que cosas extrañas y grotescas. «Bueno -nos di-
cen-, está todo hecho como los hombres, ahí no hay ima- 10
ginación.» Fue necesario decidirse a ignorar la forma ele los
1
habitantes de todos estos planetas y contentarse con adivi-
nar lo que pudiésemos de éstos, continuando el viaje de los
mundos que habíamos empezado. Estábamos en Venus.
-Se está bien seguro -dije a la marquesa- de que V e- 15
nus gira sobre sí mismo, pero no se sabe exactamente en
qué tiempo ni, en consecuencia, cuánto duran sus días. En
cuanto a sus años, no son más que de ocho meses, puesto
que es el tiempo que tarda en girar alrededor del Sol. Es del
tamaño de la Tierra y, en consecuencia, la Tierra desde Ve- 20
nus parece del mismo tamaño que él, nos parece a nosotros.
-Me alegro -dijo la marquesa-, la Tierra podrá ser
para Venus el lucero del alba y madre de los amores, como
Venus lo es para nosotros. Estos nombres no pueden ser
adecuados más que a un planeta que sea bonito, claro, bri- 25
llante y que tenga un aire galante.
-Estoy de acuerdo -respondí-. Pero ¿sabéis qué es
lo que hace a Venus tan bonito desde lejos?, que de cerca es

125
espantoso. Con el telescopio se ha visto que no es más que tos repentinos, y, en fin, que es en Mercurio donde están los
30 una masa de montañas mucho más altas que las nuestras, manicomios del universo. Ven el Sol nueve veces más gran- 65
muy puntiagudas y, al parecer, más áridas. Y esta disposi- de que nosotros, y les envía una luz tan fuerte que si estu-
ción de la superficie de un planeta es la más adecuada para vieran aquí no tomarían nuestros hermosos días más que
que la luz pueda reflejarse con mucho brillo y vivacidad. por pálidos crepúsculos; y quizá no podrían distinguir los
Nuestra Tierra, cuya superficie es más plana que la de V e- objetos. El calor al que están acostumbrados es tan excesivo, 70
35 nus y, en parte, cubierta de mares, podría muy bien no re- que el que hace aquí, en el corazón de Africa, los helaría.
sultar agradable a la vista desde lejos. Probablemente nuestros hierros, plata y oro se fundirían en
-Tanto peor -dijo la marquesa-, pues seguramente su mundo, y no se les vería más que en estado líquido, del
sería para ella una ventaja y un placer presidir los amores de mismo modo que aquí el agua no se ve usualmente más que
los habitantes de Venus; estas gentes deben entender bien la como líquido, aunque en ciertas ocasiones sea un cuerpo 75
galantería. muy sólido. Las gentes de Mercurio no sospecharían que, lo
40 -iOh!, sin duda -repliqué--. El pueblo de Venus no que allí son líquidos que acaso forman sus ríos, en otro
está compuesto más que por Celadones y Silvanos, y sus mundo son los cuerpos más duros que se conocen. Su año
conversaciones más comunes valen tanto como las más be- no tiene más que tres meses. La duración de su día no es 80
llas de Clelia. El clima es muy favorable a los amores; V e- conocida, porque Mercurio es tan pequeño y está tan próxi-
45 nus está más próximo al Sol que nosotros y recibe una luz mo al Sol, entre cuyos rayos está casi siempre perdido, que
más viva y más calor. Está, aproximadamente, a dos tercios escapa a toda destreza de los astrónomos, y no se lo ha po-
de la distancia del Sol a la Tierra 27 . dido captar lo suficiente para observar el movimiento que
-Ahora veo cómo están hechos los habitantes de V e- debe tener sobre su centro. Pero los habitantes necesitan 85
nus -dijo la marquesa-. Se parecen a los moros granadi- que complete su giro en poco tiempo. Pues quemados como
50 nos, un pueblo negro, quemado por el sol, lleno de gracia y están por una gran estufa ardiente suspendida sobre sus ca-
fuego, siempre enamorados, haciendo versos, amantes de la bezas, suspiran por la llegada de la noche. Durante ésta, es-
música, inventando fiestas, danzas y torneos todos los días. tán iluminados por Venus y la Tierra, que les deben parecer 90
-Permitidme deciros, señora -repliqué--, que apenas bastante grandes. En cuanto a los otros planetas, como que
55 conocéis a los habitantes de Venus. Nuestros moros grana- están más allá de la Tierra, hacia el firmamento, los ven más
dinos a su lado no serían más que lapones o groenlandeses pequeños que nosotros, y de ellos reciben muy poca luz.
por su frialdad y estupidez. -No me conmueve tanto esta pérdida de los habitantes
Pero ¿y los habitantes de Mercurio? Están más de dos de Mercurio -dijo la marquesa- como la incomodidad 95
60 veces más próximos al Sol 28 • Es preciso que estén locos a que representa el exceso de calor. Quisiera que les aliviáse-
fuerza de vivacidad. Creo que no tienen memoria, no más mos un poco. Demos a Mercurio largas y abundantes lluvias
que la mayor parte de los negros; que no reflexionan sobre que lo refresquen, como se dice que caen aquí, en los países 100
nada, que no actúan más que a la ventura, y por movimien- más cálidos, durante cuatro meses enteros, precisamente en
las estaciones más calurosas.
-Podemos hacerlo -repliqué--, y todavía podemos re-
27 Los datos sobre el tamaño y período orbital de Venus que da Fontcnelle pueden con-
siderarse correctos. Su diámetro medio es de unos 12.200 km. y un período orÍ>ital de dos- frescar Mercurio de otra manera. Hay países en la China
cientos veinticinco días. A principios de los setenta, estudios mediante el radar han permiti- que, por su situación, deben ser muy cálidos, y donde, sin 105
do descubrir que Venus tiene. un período _de rotación de doscientos cincuenta días, con un
movimiento retrógrado. Su distancia media al Sol es. de unos 108 millones de kilómetros embargo, hace tan grandes fríos en los meses de junio y de
mientras que la de la Tierra al Sol es de unos 150 millones de kilómetros -unos 147 m1- agosto que los ríos incluso se hielan. Es porque estas comar-
1Jones en el perihelio y 152 en afelio--. En realidad, Venus está totalmente cubierto por
una densa capa nubosa. cas tienen mucho salitre. Las exhalaciones de éste son muy
28 La distancia media de Mercurio al Sol es de 58 milJones de kilómetros. Su diámetro

medio es de 4.850 km. (el del Sol es de 1.390.000 km.). Su período orbital medio es de
frías, y la fuerza del calor los hace salir de la Tierra en gran 110
ochenta y ocho días y su giro sobre sí mismo de una duración de 8,6 días. abundancia. Mercurio será, si queréis, un pequeño planeta

126 127
totalmente de salitre, y el Sol sacará del mismo Mercurio el -Todo esto no me parece bien -interrumpió la mar-
remedio al mal que pueda hacerle. Lo que es seguro, es que quesa-. El otro día me dijisteis que a distintas partes de la
la naturaleza no haría vivir gente más que donde puede vi- Luna se habían dado nombres de sabios y astrónomos, y me
115 vir, y que el hábito junto al desconocimiento de algo mejor, alegró mucho. Puesto que los príncipes toman la tierra para 160
les hace vivir allí agradablemente. Así, pues, incluso se po- sí, es justo que los sabios se reserven el cielo y dominen allí,
dría prescindir en Mercurio de salitre y de lluvias. pues no deberían permitir la entrada a otros.
Después de Mercurio sabéis se encuentra el Sol. No hay --Consentid -respondí- que, al menos en caso de ne-
120 manera de poner allí habitantes. El «¿por qué no?» aquí nos cesidad, puedan dedicar a los príncipes algún astro o alguna
falla. Nosotros juzgamos por la Tierra que está habitada que parte de la Luna. En cuanto a las manchas del Sol, no pu- 165
los otros cuerpos de la misma clase que ella deben estarlo dieron hacer ningún uso de ellas. Se vio pronto que no eran
también; pero el Sol no es un cuerpo de la misma especie planetas, sino nubes, humos y espumas que se elevan sobre
que la Tierra, ni que los otros planetas. Es la fuente de toda el Sol. Tan pronto son muchas como pocas, o desaparecen
125 esta luz que los planetas no hacen más que enviarse unos a todas. Algunas veces se juntan, otras se separan; unas veces 170
otros después de haberla recibido de él. Estos pueden, por son más claras, otras más negras. Hay ocasiones en que se
así decirlo, intercambiársela entre sí, pero no pueden produ- ven mucho, otras, a veces durante largo tiempo, no aparece
cirla. U nicamente el Sol saca de sí mismo esta preciosa sus- ninguna. Podría creerse que el Sol es de una materia líquida,
130 tancia, la impulsa con fuerza a todos los lados y por eso se algunos dicen que de oro fundido, que borbotea constante- 175
refleja en todo lo que es sólido. De un planeta a otro se ex- mente, produciendo impurezas que la fuerza de su movi-
tiende en grandes estelas de luz que se cruzan, se atraviesan miento arroja sobre la superficie, allí se consumen, y luego
y entrelazan de mil formas distintas, formando admirables se producen otras. Imaginaos qué extraños son aquellos
tejidos de la materia más rica que hay en el mundo. Además, cuerpos, hay alguno que es mil setecientas veces más grande 180
135 el Sol está situado en el centro, que es el lugar más adecua- que la Tierra. Pues sabréis· que ésta es más de un millón de
do para poder distribuirla regularmente y animarlo todo con veces más pequeña cpe el globo del Sol. Juzgád, en base a
su calor. El Sol es, pues, un cuerpo especial, pero ¿qué clase esto, cuál es la cantidad de oro fundido, o la extensión de
de cuerpo? Es muy difícil decirlo. Siempre se ha creído que este gran mar de luz y fuego. Otros dicen, con bastante ve-
140 era un fuego muy puro, pero nos hemos desengañado de rosimilitud, que las manchas, por lo menos la mayor parte, 185
esto a principios de este siglo, cuando se percibieron man- no son productos nuevos que se destrocen al final de cada
chas sobre su superficie. Como que, poco antes, se habían período, sino enormes masas sólidas, de forma muy irregu-
descubierto nuevos planetas, de los que os hablaré, y los fi- lar, permanentes, que tan pronto flotan sobre el cuerpo lí-
145 lósofos no pensaban en otras cosas, como, en definitiva, los quido del Sol como se hunden enteramente o en parte, pre- 190
nuevos planetas se habían puesto de moda, al punto que se sentándonos diferentes puntos o protuberancias, según se
creyó que estas manchas también lo eran, que tenían un mo- hundan más o menos o se giren hacia nosotros de diferentes
vimiento alrededor del Sol, y que al rodearlo, volviendo su lados. Quizá son partes de alguna gran masa sólida que sirve 195
150 cara oscura hacia nosotros, nos ocultaban necesariamente al- de alimento al fuego del Sol. En definitiva, sea lo que sea lo
gunas partes de aquél. Los sabios ya adulaban a los prínci- que pueda ser el Sol, no parece en absoluto adecuado para
pes de Europa con estos pretendidos planetas. Unos les
daban el nombre de un príncipe, otros el de otros, y quizá ha-
galileano de los satélites de Júpiter que, en honor de los Medici, bautizó como «medi-
bría habido querellas entre ellos por quién se hada dueño c~oS>>. E:sto hizo que las demás cortes europeas tam~ién quisieran tener su astro en, los
155 de las manchas para dominarlas como quisiera 29. ctelos. En efecto, la corte francesa, en una carta de ¿Q de abnl de 1610, mstaba a Gah-
leo para que d~sc~b. riera urg~ntemente «algún otro bello astro» y lo bautizara c~',n. el 11om-
bre de «astro de Franrnrn. Vease Galileo, Opere, X, 379-382. La costumbre pers1st1ó. Cuan-
do Herschel descubrió Urano, en 1871, quiso llamarb Gregorium Sidus, _«estrella de Jorge»?
29
Fontenelle alude aquí a la observación de las manchas solares por Galileo y las dispu- por Jorge III de Inglaterra. Fontenelle expone a contmuactón diversas hipótes.ts, de Cass1m
tas que en torno al tema se suscitaron. Por otra parte, se refiere al descubrimiento también y La Hire, contemporáneos suyos.

128 129
r

estar habitado. No obstante, es una lástima, la morada sería pequeños planetas que mientras Júpiter gira alrededor del
hermosa. Se estaría en el centro de todo. Se vería a los pla- Sol en cuatro años, giran a su alrededor como la Luna en
netas girar a su alrededor de modo regular, en lugar de las torno nuestro.
200 infinitas extravagancias, que nosotros vemos en sus cursos, -Pero -interrumpió la marquesa-, ¿por qué hay pla- 240
que se nos aparecen así sólo porque no estamos en el lugar netas que giran en torno a otros planetas que no valen más
idóneo para juzgarlos debidamente, es decir, en el centro de que ellos? Realmente me parecería más regular y uniforme
sus movimientos. ¿No es esto lamentable? No hay más que que todos los planetas, grandes o pequeños, no tuviesen más
un lugar del mundo desde el cual el estudio de los astros que el mismo movimiento alrededor del Sol.
205 pueda ser extremadamente fácil, y precisamente en él no hay -iAh!, señora -repliqué--, si supierais lo que son los 245
nadie. torbellinos de Descartes, esos torbellinos cuyo nombre es
-No os preocupéis -dijo la marquesa-, los que estu- tan terrible, y la idea tan agradable, no hablaríais como lo
vieran en el Sol no verían nada, ni planetas, ni estrellas fijas. hacéis.
¿No lo borra todo el Sol? Sus habitantes serían los que ten- -Debí perder la cabeza -dijo ella riéndose-; bueno
210 drían más fundamentos para creerse solos en toda la natura- será saber qué son los torbellinos. Acabad de volverme loca, 250
leza. que ya no me controlo; en filosofía ya no conoceré la repre-
---Confieso que me había confundido -respondí-. No sión. Dejemos hablar al mundo y démonos a los torbellinos.
pensaba más que en la situación en que está el Sol, y no en -No os conocía tales arrebatos -repliqué yo-; es una
el efecto de su luz. Pero ya que me habéis corregido tan jus- lástima que no tengan por objeto más que a los torbellinos. 255
tamente, ¿me permitís que os diga que también vos os ha- Lo que se llama un torbellino es una masa de materia cuyas
215 béis equivocado? Los habitantes de Sol no sólo no los ve- partes son independientes unas de otras, y se mueven todas
dan. Puesto que o bien no podrían soportar la fuerza de su en el mismo sentido. Mientras tanto pueden tener pequeños
luz o no podrían recibirla a falta de estar algo alejados; y movimientos propios, con tal que sigan siempre el movi- 260
considerando todo esto, el Sol no sería más que una morada miento general. Así, un torbellino de viento está constituido
220 de ciegos. Una vez más, no está hecho para ser habitado. por una infinidad de pequeñas partes de aire, que giran en
Pero ¿queréis que prosigamos nuestro viaje por los mundos? círculo todas juntas envolviendo cuanto encuentran. Vos sa-
Hemos llegado al centro, que es siempre el lugar más bajo béis que los planetas son transportados por la materia celes-
en todo lo que es redondo. Y de paso os diré que para venir te, que es de una sutilidad y agitación prodigiosas. Toda esta 265
225 aquí hemos hecho un camino de treinta y dos millones de gran masa de materia celeste, que hay desde el Sol hasta las
leguas. Ahora será necesario retroceder y subir. Encontrare- estrellas fijas, gira en círculo y arrastra consigo a los plane-
mos a Mercurio, Venus, la Tierra, la Luna, todos los plane- tas, haciéndolos girar a todos alrededor del Sol, que ocupa el
tas que hemos visitado. Marte es el que viene a continua- centro, pero en tiempos más o menos largos según estén 270
ción. Que yo sepa, Marte no tiene nada especial. Sus días más o menos alejados. Sólo el Sol no gira más que sobre sí
230 son algo más de media hora más largos que los nuestros, y mismo, porque está justo en el centro de toda esta materia
sus años valen por dos más un mes y medio de los nuestros. celeste. Notad, de paso, que aunque la Tierra estuviera en el
Es cinco veces más pequeño que la Tiera, y ve el Sol algo sitio en que está el Sol, no podría dejar de girar sobre sí 275
menos grande y menos vivo que nosotros 30 • En fin, Marte misma.
235 no vale la pena como para detenerse en él. Pero ilo hermoso Este es el gran torbellino del que el Sol es como el amo.
que es Júpiter, con sus cuatro Lunas o satélites! Son cuatro Pero, a su vez, los planetas se componen de pequeños torbe-
llinos particulares que imitan al del Sol. Cada uno de ellos, 280
girando alrededor del Sol, no deja de girar sobre sí mismo, y
30 El día medio marciano tiene, en efecto, 24 h. 42 m. Cassini, en 1664, lo estimó en 24
h. 40 m. El período orbital es de seiscientos ochenta y siete días .. Su diámetro medio, de hace girar, en el mismo sentido, a su alrededor, una cierta
6.785 km. y su distancia media al Sol de 228 millones de kilómetros. cantidad de esa materia celeste, que está siempre presta a se-

130 131
• 11

285 guir los movimientos que quiera dársele, si no la desvían de sostenerlo. Así pues, dentro de este líquido compuesto de
su movimiento general. Ahí está el torbellino particular del dos que no se mezclan, dos cuerpos que no pesen lo mismo
planeta, y éste Jo impulsa tan lejos como la fuerza de su mo- se sitúan de un modo natural en dos lugares diferentes, y ni 335
vimiento se pueda extender. Si cae en ese torbellino algún el uno subirá ni el otro bajará nunca Si se meten además
planeta menor que el planeta que lo domina, helo ahí arras- otros líquidos que se mantienen separados, y se sumerge en
290 trado por la gran fuerza y obligado a girar inevitablemente ellos otros cuerpos, sucederá lo mismo. Imaginaos que la
alrededor de éste, y todo el conjunto, el planeta grande, el materia celeste, que lleva este gran torbellino, tiene distintas 340
pequeño y el torbellino que los envuelve, no menos forzado capas que se envuelven unas a otras y cuyos pesos son dife-
a girar alrededor del Sol. Así es como al principio del mun- rentes, como los del aceite y el agua, y de otros líqui-
do nos hicimos seguir por la Luna, porque se encontraba en dos. Los planetas tienen también pesos diferentes. En conse-
295 la extensión de nuestro torbellino y totalmente a nuestra cuencia, cada uno de ellos se detiene precisamente en la
merced. Júpiter, del que había empezado a hablaros, fue más capa que tiene fuerza suficiente para sostenerlo y Je pone 345
afortunado o más potente que nosotros. Tenía en su proxi- en equilibrio. Y ya veis que no es posible que salga jamás de
midad cuatro pequeños planetas y sujetó a los cuatro. Y no- ahí.
300 sotros, que somos un planeta principal, ¿creéis que lo hubié- -Comprendo -dijo la marquesa- que los pesos regu-
semos sido si nos hubiéramos encontrado próximos a él? Es lan muy bien los rangos. iPlugiera a Dios que hubiera algo
mil veces más grande que nosotros, nos habría engullido sin semejante que los regulara entre nosotros, y que fijara a la 350
trabajo en su torbellino y no sedamos más que una luna, de gente en el sitio que le es naturalmente conveniente! Por lo
305 su dependencia, en lugar de tener una bajo la nuestra. Tan que respecta a Júpiter ya estoy tranquila. Me alegro mucho
cierto es que únicamente el azar decide totalmente la suerte de que nos deje en nuestro pequeño torbellino con nuestra
que nos ha de tocar. única Luna. Estoy dispuesta a contentarme fácilmente, y no 355
-Y ¿quién os asegura -dijo la marquesa- que siem- le envidio las cuatro que tiene él. .
310 pre permaneceremos donde estamos? Empiezo a temer que -Haríais mal en envidiarle -repliqué--, no tiene más
· no cometamos la locura de aproximarnos a un planeta tan de lo que le falta. Está cinco veces más lejos del Sol que no-
. atrevido como Júpiter, o que él venga hacia nosotros para sotros, es decir, que está a ciento sesenta y cinco millones
· absorbernos. Pero me parece que, en este gran movimiento de leguas de éste; y en consecuencia algunas de sus lunas no 360
315 en el que decís que está la materia celeste, ésta debería agitar reciben ni le reflejan más que una luz bastante débil. El nú-
a los planetas irregularmente tanto aproximándolos como mero suple un poco el efecto de cada una. Sin esto, como
alejándolos unos respecto a otros. que Júpiter gira sobre sí mismo en diez horas, y sus noches
-Tanto podríamos ganar corno perder -respondí-. no duran más de cinco, son muy cortas, cuatro lunas no pa- 365
Quizás someteríamos bajo nuestro dominio a Mercurio o a recerían tan necesarias. La que está más cerca de Júpiter
320 Marte, que son planetas más pequeños y no podrían re- completa su círculo alrededor de éste en cuarenta y dos ho-
sistfrsenos. Pero no tenemos nada que esperar ni que temer. ras, Ja segunda en tres días y medio, la tercera en siete, la
Los planetas se mantienen donde están y las nuevas con- cuarta en diecisiete, y por la propia desigualdad de sus órbi- 3 70
quistas están prohibidas, como lo estaban antiguamente a los tas se armonizan para ofrecerle los más bellos espectáculos
325 reyes de China. Sabéis perfectamente que cuando se pone del mundo. Tan pronto se elevan las cuatro a la vez y des-
aceite con agua, el aceite flota. Si se pone sobre estos dos lí- pués se separan casi en el momento, como están todas en su
quidos un cuerpo extremadamente ligero, el aceite lo sosten- medio día alineadas una encima de otra; tan pronto se ve a
drá, y no llegará hasta el agua. Si se mete un cuerpo más pe- las cuatro en el cielo a distancias iguales, como a dos salieo- 375
sado, y que tenga precisamente un determinado peso, pasará do y a las otras dos poniéndose. Sobre todo me gustaría ver
330 a través del aceite, que será demasiado débil para detenerlo, este juego perpetuo de eclipses que hacen, pues no pasa un
y caerá hasta que encuentre el agua que tendrá fuerza para día sin que se eclipsen unas a otras, o al Sol. Y seguramente

132 133
,!'/" '•

380 habiendo llegado a ser tan familiares en aquel inundo, son están exentos de este último, y que es preciso reemplazarlo
objeto de diversión y no pavor como en éste 31 • por alguna otra tontería.
__¿No dejaréis -dijo la marquesa- de hacer habitar es- -Es absolutamente necesario -respondí yo--. El in-
tas cuatro lunas, aunque no sean más que pequeños planetas ventor del tercer sistema del que os hablaba el otro día, el 415
385 subalternos, destinados únicamente a iluminar a otro duran- célebre Tycho Brahe, uno de los más grandes astrónomos
te sus noches? que existió jamás, no temía a los eclipses como los teme el
-No lo dudéis, en absoluto -respondí-. Estos plane- vulgo. Pero ¿creeréis lo que temía en su lugar? Si al salir de
tas no son menos dignos de estar habitados, por tener la su casa, la primera persona que encontraba era una vieja, o 420
desgracia de estar sojuzgados a girar alrededor de otro más si una liebre se atravesaba en su camino, Tycho Brahe creía
importante. que el día iba a ser desafortunado y regresaba, al punto, a
390 --Quisiera, pues -replicó ella-, que los habitantes de encerrarse en su casa sin atreverse a empezar ni lo más ba-
las cuatro lunas de Júpiter fuesen como colonias de Júpiter; nal.
que hubiesen recibido de él sus leyes y sus costumbres, y -No sería justo -replicó ella- que después de que 425
que, en consecuencia, le rindiesen alguna especie de vasallaje este hombre no haya podido librarse impunemente del te-
395 y no miraran al gran planeta más que con respeto. mor a los eclipses, los habitantes de esta luna de Júpiter, de
---<'.No haría falta, además -le dije-, que las cuatro lu- la que hablamos, saliesen mejor librados. No les daremos
nas enviasen, periódicamente, diputados a Júpiter para pres- cuartel, sufrirán la ley común. Y si están exentos de un 430
tar juramento de fidelidad? Por lo que a mí respecta, os con- error, caerán en otro. Pero como que no me precio de po-
fieso que la poca superioridad que tenemos sobre las gentes derlo adivinar, aclaradme, os lo ruego, otra dificultad que
400 de nuestra Luna, me hace dudar que Júpiter tenga mucha me preocupa desde hace unos instantes. Si la Tierra es tan
sobre los habitantes de las suyas. Y creo que la ventaja que pequeña en comparación con Júpiter, ¿Júpiter nos ve? Temo 435
más razonablemente debe pretender es la de darles miedo. que no les seamos desconocidos.
Por ejemplo, la que está más cerca de Júpiter lo ve seiscien- -Sinceramente, creo que es así -respondí.:_. Haría fal-
405 tas veces más grande de lo que nos parece nuestra Luna. ta que viesen la Tierra cien veces más pequeña de lo que
iQué planeta tan monstruoso suspendido sobre sus cabezas! nosotros le vemos a él. Es excesivamente poco, no la ven.
Verdaderamente, si los galos temían antiguamente que el He aquí lo único que podemos creer de más satisfactorio 440
cielo cayese sobre ellos, y los aplastase, los habitantes de esta para nosotros. En Júpiter habrá astrónomos que, después de
luna tendrían que estar mucho más temerosos ante una caí- haberse tomado el trabajo de construir excelentes telesco-
da de Júpiter. pios, después de haber escogido las noches más bellas para
410 -Este es quizá el temor que tienen también allí -dijo observar, al fin habrán descubierto, en el cielo, una estrella
.ella- en lugar del de los eclipses. Pues me habéis dicho que muy pequeña que no habían visto jamás. Primero, el Diario 445
de los sabios de aquel mundo habla de ello. El pueblo de Jú-
"El diámetro medio de Júpiter es de 142.750 km. Su distancia del Sol es de 778 millo- piter, o bien no se entera o bien no hace más que burlarse.
nes de kilómetros. Su período orbital medio de 11,9 años, y el de rotacion, de 9 h. SO m.
Fomenelle se refiere a los cuatro satélites descubiertos por Galileo. Estos planetas y sus Los filósofos, cuyas opiniones destruye esto, se forman el
diámetros son: lo, 3.650 km; Europa, 2.980 km; Ganfmedes, 5290 km; Calisto, 4.900 km. propósito de no creerlo. Sólo las gentes muy razonables 450
Sus distancias a Júpiter tomando como unidad el radio de éste son 5,91, 9,40, 15,10 y
26,4, respectivamente. Estos cuatro satélites siempre dan la misma cara a Júpiter. A éstos quieren fiarse. Se observa de nuevo: se vuelve a ver al pe-
pueden añadirse Amaltea, de 160 km. de diámetro y a 2,5 radios de distancia, descubierto queño planeta. Se aseguran bien que no es una alucinación.
en 1892, que junto con los anteriores constituyen los cinco satélites naturales de Júpiter.
Además de éstos, Júpiter tiene ocho satél.ites .más, todos más pequeños que Amaltea, que se Se empieza a sospechar que tiene un movimiento alrededor
consideran asteroides capturados. Se denomman desde Júpiter VI o J-VI, descubierto en del Sol. Al cabo de mil observaciones se averigua que este
1904, a J-XIII, descubierto en 1974. Por su distancia media orbital a Júpiter pueden divi-
dirse en dos grupos, uno de ellos a 11 millones de kilómetros y el otro a 22 millones. La movimiento es de un año. Finalmente, gracias a todos los 455
distancia máxima es alcanzada por J-VIII, oue en su órbita excéntrica llega a situarse a
3.3 200.000 km. del centro de Júpiter. Los d'el segundo grupo, J-VIIl, J-IX, J-XI y J-XII, trabajos que se toman los sabios, se sabe en Júpiter que
giran alrededor de Júpiter en forma retrógada. nuestra Tierra está en el mundo. Los curiosos quieren verla

134 135
en el telescopio, y aun así la vista apenas puede captarla 32 • nos la fatiga de estudiar todos sus movimientos, no nos
460 -Si no fuera -dijo la marquesa- porque no es dema- muestra más que siete. ¿No es eso un favor bastante grande? 500
siado agradable saber que no se nos puede descubrir desde Pero nosotros, que no apreciamos su valor, lo hacemos tan
Júpiter más que con telescopio, me imaginaría con placer es- bien que atrapamos los nueve que nos habían sido oculta-
tos telescopios de Júpiter dirigidos hacia nosotros, como los dos; también somos castigados por los grandes trabajos que
465 nuestros hacia ellos, y la curiosidad mutua con la que los la astronomía exige actualmente.
planetas se consideran y preguntan uno a otro: ¿Qué mundo -Veo -replicó ella- por el número de dieciséis pla- 505
es éste? ¿Qué gentes lo habitan?» net:as que es preciso que Saturno tenga cinco lunas.
-Esto no va tan rápido -repliqué-- como vos pen- -Las tiene también -repliqué-- y con tanta más justi-
sáis. Aun cuando desde Júpiter se viera a nuestra Tierra, cia, en cuanto que gira en treinta años alrededor del Sol.
4 70 aunque se la conociera, nosotros no somos nuestra Tierra. Tiene lugares en que la noche dura quince años, por la mis-
No se tiene la menor sospecha de que pueda estar habitada. ma razón que sobre la Tierra, que gira en un año, hay no- 510
Si alguno llega a imaginárselo, Dios sabe cómo todo Júpiter ches de seis meses en los polos. Pero estando Saturno dos
se reiría de él. Quizá incluso somos la causa de que se haya veces más alejado del Sol que Júpiter y, en consecuencia,
procesado a filósofos que han querido sostener que existi- diez más que nosotros, ¿¡e darán suficiente luz durante las
4 75 mos. No obstante, creería más gustoso que los habitantes de noches sus cinco lunas tan débilmente iluminadas? No, tiene
Júpiter están bastante ocupados en hacer descubrimientos adc.~más un recurso singular y único en todo el universo co- 515
sobre su planeta, como para preocuparse por nosotros. Es nocido. Hay un gran círculo y un gran anillo bastante ancho
tan grande que, si navegan, seguramente sus Cristóbal Colón que lo rodea. Al estar bastante elevado para caer casi entera-
480 no podrían estar desocupados. Es preciso que los pueblos de mente fuera de la sombra del cuerpo de este planeta, refleja
ese mundo no conozcan ni aun de oídas la centésima parte la luz del Sol en lugares en que no la ven, y la refleja de 520
de los otros pueblos. Mientras que en Mercurio, que es tan más cerca y con más fuerza que las cinco lunas juntas, por-
• 485
pequeño, todos son vecinos unos de otros; viven juntos fa-
miliarmente, y no tienen más que dar un paseo para dar una
que está menos elevado que la más baja 34.
-Realmente --dijo la marquesa con el aire de quien
~ vuelta a su mundo. Si desde Júpiter no se nos ve, compren- vuelve en sí con asombro- todo esto es de un gran orden.
~ deréis que menos se ve aún a Venus que está más alejado de Bien parece que la naturaleza ha tenido en cuenta las necesi- 525
él, y menos aún a Mercurio que es más pequeño y está más dades de algunos seres vivientes, y que la distribución de las
distante. En compensación sus habitantes ven a sus cuatro lunas no ha sido hecha al azar. No les han caído en suerte
490 lunas, a Saturno con las suyas, y a Marte. Son planetas sufi- más que a los planetas alejados del Sol, a la Tierra, a Júpiter,
cientes para confundir a los que, de entre ellos, son astróno- a Saturno, pues no valía la pena dárselos a Venus y a Mer- 530
mos. La naturaleza ha tenido la bondad de ocultarles lo que curio, que reciben luz en exceso, cuyas noches son muy cor-
queda del universo. tas, y las cuentan, probablemente, como favores de la natu-
495 -<Es que tenéis esto por una gracia? --dijo la marquesa. raleza superiores a sus propios días. Pero esperad, me parece
-Sin duda -respondí-. En todo este gran torbellino que Marte, que está aún más alejado del Sol que la Tierra, 535
hay dieciséis planetas 33 • La naturaleza, que quiere ahorrar- no tiene ninguna luna.

32 34 Saturno tiene un diámetro medio de 121.000 km. Su distancia media al Sol es de 1.428
Es una excelente parodia de lo gue sucedió realmente con los descubrimientos de
Galileo con su telescopio. millones de kilómetros. Su período orbital medio es de 29,5 años y su rotación de 10 h. 14
3·1 Hoy contabilizamos 33 satélites y nueve planetas. Fontenelle contabiliza el descubier- m. En realidad, hoy le conocemos, al margen de los anillos, diez satélites; desde Jano, el
to por Huygens en 1655 y los cuatro descubiertos por Cassini entre 1671 y 1684. En tiem- más próximo a Saturno, 157.000 km, hasta Febe, el más alejado y menor, 200 km. de diá-
po de Fontenelle, Urano, Neptuno y Plutón aún no se habían descubierto. Si añadiésemos a metro y 1 3 millones de distancia media a Saturno. Como el último, los ocho restantes saté-
éstos, Ceres, descubierto en 1801, )' todos los gue a continuación se descubrieron --en lites reciben el nombre de titanes de la mitología griega. Frente al argumento de Fontene-
1886 se conocían 88-, la lista es d1ficilmente censurable. Hoy se tienen noticias de más de lle, y en base a algunas hipótesis de la génesis del sistema solar, es razonable pensar gue
1.600 peg_uef\os planetas. Son los gue a propuesta de W. Herschel se llamarían «asteroides», rosiblemente Saturno tiene el segundo número mayor de satélites porgue es, aespués de
gue constituyen el «cinturón de asteroides», situado entre las órbitas de Marte y Júpiter. Júpiter, el segundo planeta en tamaño.

136 137
-No se os puede ocultar -respondí-, no tiene 35 • Y _¿y no pondremos habitantes en este anillo? -dijo ella
es preciso que, para sus noches, tenga recursos que no cono- riéndose.
cemos. Vos habéis visto fósforo, esa materia líquida o seca -Aunque estoy de humor -respondí- para enviarlos
540 que, al recibir la luz del Sol, se embebe y penetra de ella, y a a todas partes con bastante osadía, os confieso que no me
continuación lanza un destello bastante grande en la oscuri- atreveré a ponerlos allí. Este anillo me parece una morada 580
dad. Quizá Marte tenga grandes rocas muy elevadas que son demasiado irregular. En cuanto a las cinco lunas no puede
fósforos naturales que durante el día se aprovisionan de luz dejarse de poblarlas. Si, no obstante, el anillo no fuera como
545 que emiten durante la noche. No podéis negar que sería un lo sospechan algunos, más que un círculo de lunas que se si-
espectáculo agradable ver todas estas rocas alumbrarse por guiesen de muy cerca, tuviesen idéntico movimiento, y las
todas partes cuando el Sol se hubiera puesto, y dar, sin nin- cinco lunas fuesen cinco fugitivas de este gran círculo, 585
gún artificio, una magnífica iluminación que no podría mo- icuántos mundos en el torbellino de Saturno! Sea como fue-
lestar por su calor. Sabéis además que en América hay pája- re, las gentes de Saturno, aun con el recurso del anillo, son
550 ros tan luminosos en la oscuridad que uno puede servirse bastante miserables. Este les da la luz, pero iqué luz, tan le-
de ellos para leer. ¿Qué sabemos si Marte tiene un gran nú- jos del Sol! El Sol mismo, que ellos ven cien veces más pe- 590
mero de esos pájaros que, desde que llega la noche, se dis- queño que nosotros, no es para ellos más que una pequeña
555 persan por todas partes y van derramando un nuevo día? estrella, blanca y pálida, que no tiene más que un brillo y ca-
-No me contento -replicó ella- ni con vuestras va- lor muy débiles. Y si los metéis en nuestros países más fríos,
guedades ni con vuestros pájaros. No dejaría de ser bonito. en Groenlandia o en Laponia, los veréis sudar la gota gorda 595
Pero puesto que la naturaleza ha dado tantas lunas a Satur- y morirse de calor. Si tuvieran agua, ésta para ellos no sería
no y a Júpiter, es una señal de que se precisan lunas. Me hu- agua, sino una bonita piedra, un mármol, y el alcohol que
560 biese gustado más que todos los planetas alejados del Sol las aquí no se congela nunca, sería duro como un diamante.
hubieran tenido y si Marte no hubiera sido una excepción -Me dais una idea de Saturno que me hiela -respondió 600
desagradable. la marquesa-, mientras que antes me acaloré cuando me
-iAh! -repliqué-, realmente si os mezclaseis en filo- hablabais de Mercurio.
sofía más de lo que lo hacéis, sería muy necesario que os -Estos dos mundos que están en las dos extremidades
565 acostumbrarais a ver excepciones en los mejores sistemas. de este gran torbellino tienen que ser opuestos en todo -
En éstos siempre hay algo que les adecua con la mayor repliqué.
exactitud, después también hay algo que se hace concordar -Así pues -respondió ella-, en Saturno deben estar 605
con ellos como se puede, o que se deja de lado si se deses- muy cuerdos porque me habéis dicho que en Mercurio todo
pera de poder conseguirlo. Hagámoslo así en el caso de el mundo estaba loco.
570 Marte, puesto que no nos es favorable y no hablemos más -Si en Saturno no se está muy cuerdo -repliqué-,
de él 36 • Nos quedaríamos muy asombrados si estuviésemos por lo menos, según las apariencias, se es muy flemático.
en Saturno, al ver durante la noche, sobre nuestras cabezas, Son gente que no saben lo que es reírse, que siempre se to-
este gran anillo que iría en forma de semicírculo de un lado man un día para responder a la menor pregunta que se les 61 O
al otro del horizonte, y que reflejándonos la luz haría el hace, y que hubiesen encontrado a Catón de Utica demasia-
575 efecto de una luna continua. do juguetón y retozón.
-Se me ocurre una idea -dijo ella-. Todos los habi-
tantes de Mercurio son activos, todos los de Saturno son
3 5 En 1877, el astrónomo A. Hall descubrió dos satélites de Marte que llamó Fobos y lentos. Entre nosotros, unos son activos y otros lentos. ¿No 615
Deimos. Ambos son relativamente pequeños, 11,5 y 6 km. de diámetro, respectivamente, y
están cerca de Marte, a 2,75 y 6,95 radios. Desde las observaciones del Marmer-9 en 1971, será porque, estando nuestra Tierra justamente en el medio
sabemos que son irregularmente ovoides. de otros mundos, nosotros participamos de las extremida-
3 6 Esto no es sólo una «boutade» de Fontenelle, es algo que los científicos hacen efecti-

vamente en ocasiones. des? Para los hombres no hay un carácter fijo y determina-

138 139
do; unos están hechos corno los habitantes de Mercurio, -Sí -respondió ella-, pero haced que la filosofía me 655
620 otros corno los de Saturno, y somos una mezcla de todas las proporcione siempre placeres nuevos.
especies que se encuentran en los otros dos planetas. -Por lo menos para mañana -respondí- espero que
-Me gusta esta idea -repliqué--. Nosotros formarnos no faltarán. Cuento con las estrellas fijas que sobrepasan
un conjunto tan extraño que ¿podría creerse que hubiéramos todo lo que habéis visto hasta aquí.
sido reunidos de varios mundos diferentes? En base a esto
625 resulta bastante cómodo estar aquí, donde se ve a todos los
demás mundos compendiados.
-Al menos -dijo la marquesa- una comodidad rnuy
real que tiene nuestro mundo por su situación es que no es
tan caliente como el de Mercurio o Venus, ni tan frío como
630 el de Júpiter o Saturno. Además, precisamente estarnos en
un lugar de la Tierra donde no sentimos ni exceso de calor
ni de frío. Realmente, si cierto filósofo daba gracias a la na-
turaleza por ser hombre y no bestia, griego y no bárbaro, yo
635 quiero agradecerle el estar sobre el planeta más atemperado
del universo, y en uno de los lugares más atemperados del
planeta.
-Si me hicierais caso, señora -respondí-, le agradece-
ríais ser joven y no vieja, joven y bella, y no joven y fea; una
640 joven y bella francesa y no una joven y bella italiana 37• He
aquí motivos de reconocimiento distintos de los que habéis
sacado de vuestra situación en el torbellino, o de la tempe-
ratura de vuestro país.
-iDios mío! -replicó ella-; dejadme estar agradecida
645 por todo, hasta por el torbellino en que estoy colocada. La
medida de la felicidad que nos ha sido dada es bastante pe-
queña, no se puede perder nada, y es bueno tener por las
cosas más comunes y las menos considerables, un gusto que
les saque provecho. Si no se desean más que placeres inten-
650 sos, se tendrían pocos, se los esperaría largo tiempo, y se pa-
garían caros.
__¿Me prometéis, pues -repliqué-, que si os propusie-
ran estos placeres intensos os acordaríais de los torbellinos y
de mí y que no nos despreciaríais completamente?

37
El filósofo en cuestión es Platón, según el testimonio de Plutarco. Lactando, en sus
Instituciones Divinas, III, 19, daría una versión más machista, introduciendo la opasición
hombre-mujer. A. Tassoni, emulando a los antiguos, se aproximaría más a esta última ver-
sión, agradeciendo a Dios el haber nacido «hombre y no bestia, macho y no hembra, italia-
no y no bárbaro». Fontenelle, q_ue tenía mucho cariño a la marquesa, era suficientemente
delicado para silenciar ciertas prioridades, pero no era un francés lo suficientemente indife-
rente para ignorar otras. Eso explicaría la nota chauvinista introducida por él entre sus re-
quiebros que, según A. Calame, era una respuesta a Tassoni.

140 141
' l

QUINTA NOCHE

LAS ESTRELLAS FIJAS


SON OTROS TANTOS SOLES
CADA UNO DE LOS CUALES ILUMINA
UN MUNDO
r

La marquesa sentía verdadera impaciencia por saber lo


que serían las estrellas fijas. 5
..--¿Estarán habitadas como los planetas, o no? -me
dijo-, ¿qué haremos con ellas?
-Acaso lo adivinéis, si os lo proponéis -'-respondí--.
Las estrellas fijas no podrían estar menos alejadas de la Tie-
rra que veintisiete mil seiscientas sesenta veces la distancia 10
de aquí al Sol, que es de treinta y tres millones de leguas; y
si apuráis a un astrónomo todavía las pondrá más lejos. La
distancia del Sol a Saturno, que es el planeta más alejado, no
es más de trescientos treinta millones de leguas. Esto no es 15
nada comparado con la distancia del Sol o de la Tierra a las
estrellas fijas, y no merece la pena tenerlo en cuenta. Su luz,
como veis, es bastante viva y brillante. Si la recibieran del
Sol tendrían que recibirla ya muy débil después de un
trayecto tan monstruoso. Sería necesario que por una refle- 20
xión que la debilitaría aún más nos la reenviasen a esta mis-
ma distancia. Sería imposible que la luz que hubiera sufrido
una reflexión y recorrido dos veces un trayecto semejante,
tuviera la fuerza y vivacidad que tiene la de las estrellas fijas. 25
Ahí están, luminosas por sí mismas, y todas en una palabra,
siendo otros tantos soles.
---¿Me engaño -exclamó la marquesa- o veo a dónde
queréis llevarme? Vais a decirme «las estrellas fijas son otros 30

145
!O
tantos soles. Nuestro Sol es el centro de un torbellino que soluto. Y, efectivamente, ¿no están ya casi anulados por la
gira a su alrededor, ¿por qué no va a ser también cada estre- misma expresión de que os veis obligados a serviros al
lla fija el centro de un torbellino que girara a su alrededor? hablar de ellos? Tenéis que llamarles habitantes de unos
Nuestro Sol tiene planetas a los que ilumina, ¿por qué cada planetas de uno de los torbellinos cuyo número es infinito.
35 estrella no tendrá los suyos que también iluminará?» Confesad que, en medio de tantos mundos, ya no podríais dis-
-No tengo que responderos -dije-- más que lo que tinguirnos a nosotros mismos, a quienes conviene la misma 80
Fedra respondió a Enone: «Tú lo has dicho». expresión. En cuanto a mí, empiezo a ver la Tierra tan
-Pero -continuó ella- he aquí un universo tan gran- aterradoramente pequeña que ya no creo tener afán alguno por
de que me pierdo en él; no sé dónde estoy, no sé nada. Pues nada. Si uno pone tanto ardor en engrandecerse, si hacen
40 qué, úodo estará dividido en torbellinos metidos confusa- proyectos y más proyectos, si uno se preocupa tanto, segura- 85
mente unos entre otros? ¿cada estrella será el centro de un mente es que no sabe de los torbellinos. Espero que mi pe-
torbellino acaso tan grande como éste en que estamos noso- reza se aproveche adecuadamente de mis nuevos conoci-
tros? Todo este espacio inmenso que comprende nuestro Sol mientos, y cuando se reproche mi indolencia, responderé;
y nuestros planetas, foo será más que una pequeña parcela iAh, si supierais de las estrellas fijas! 90
45 del universo? ¿Tantos espacios parecidos como estrellas fi- -Es preciso que Alejandro lo haya ignorado -repliqué
jas? Esto me confunde, me turba, me aterra. yo--, pues cierto autor 38, que sostiene que la Luna está ha-
-Pues a mf -respondí yo-- me anima. Cuando el cie- bitada, dice muy seriamente que no es posible que Aristóte-
lo no era más que una bóveda azul en la que las estrellas es- les no fuese de una opinión tan razonable (¿cómo podría es-
taban claveteadas, el universo me parecía pequeño, y estre- capársele una verdad a Aristóteles?), pero que nunca quiso 95
50 cho, y me sentía en él como oprimido. Ahora que se le ha decir nada por miedo a molestar a Alejandro, que se hubiera
dado una extensión y profundidad infinitamente mayor a desesperado al ver un mundo que no podía conquistar. Con
esta bóveda, dividiéndola en miles y miles de torbellinos, no mayor razón le hubiera ocultado los torbellinos de las estre-
me parece sino que respiro con más libertad, que estoy en llas fijas, de ser conocidas en aquel tiempo. Hablarle de ello 100
un espacio mayor, y seguramente el universo tiene una mag- hubiera sido de muy mal cortesano. En cuanto a mí, que los
55 nificencia distinta. La naturaleza no ha economizado nada al conozco, me molesta sobremanera no poder sacar ninguna
producirla, ha mostrado una profusión de riquezas totalmen- utilidad del conocimiento que tengo de ellos. Según vuestro
te digna de ella. Nada puede imaginarse tan hermoso como razonamiento no curan más que la ambición y la inquietud,
este número prodigioso de torbellinos en cuyo centro hay y yo no tengo estas enfermedades. Un poco de debilidad por 105
colocado un sol que hace girar a los planetas a su alrededor. lo que es hermoso, he aquí mi mal, y no creo que los torbe-
60 Los habitantes de un planeta de uno cualquiera de estos in- llinos puedan hacer nada al respecto. Los otros mundos os
finitos torbellinos ven por todos lados los soles de los tor- hacen a éste pequeño, pero no os echan a perder los ojos
bellinos por los que están rodeados, pero no se preocupan bellos, o una hermosa boca. Esto siempre tiene su precio a t 10
de ver los planetas que, al no tener más que una luz muy despecho de todos los mundos posibles.
65 débil, tomada de su sol, no la envían más allá de su mundo. -Es extraño que el amor -respondió ella riendo- se
-Me presentáis una especie de perspectiva tan amplia salve de todo, no hay sistema que pueda hacerle daño". Pero
--dijo ella- que la vista no alcanza el final. Veo claramente habladme, además, con franqueza, ¿es realmente verdadero
a los habitantes de la Tierra, después me hacéis ver a los de
la Luna y otros planetas de nuestro torbellino, realmente
38
70 con bastante claridad, pero menos que a los de la Tierra. Fontenelle alude aquí a Wilkins, obispo de Chester, que en 1638 publicó en Londres un li-
bro titulado Di.scovery of a new World in tbe Moo11 (Descubrimiento de un nuevo mundo en la
Después de éstos vienen los habitantes de los planetas de LIJ!la). R.Schakleton, en su edición de los Entretiens de F011tenelle (Oxford, Clarendon-Press, 19~~),
otros torbellinos. Os confieso que están en lo más profundo, atribuye la paternidad de muchas de las ideas de las <<Conversaciones» de Fontenelle, al autor in-
glés cuya obra había sido traducida en Rouen en 1655. Con tcxlo, cabe tener en cuenta la réplica
75 y por más e.sfuerzos que haga no consigo verlos casi en ab- ae A. Calame en su introducción a la edición de los &tretiens.

146 147
115 vuestro sistema? No me ocultéis nada, os guardaré el secre-
ve, allí ni siquiera piensan en ellos. Así pues, todos los soles
to. Me parece que no se apoya más que sobre una correla-
son soles de día, para el torbellino en el que están situados,
ción muy endeble. U na estrella fija es luminosa por si misma
y soles de noche para todos los otros torbellinos. En su
como el Sol; en consecuencia es necesario que, como éste,
n:iundo son los únicos de su especie, en cualquier parte no
sea el centro y el alma de un mundo, y que tenga sus plane-
sirven más que para hacer número. 165
120 tas girando alrededor. ¿Es esto de una necesidad tan absolu-
-Pero ¿no es preciso -replicó ella- que los mundos,
ta?
-Oídme -respondí-, puesto que estamos siempre de a pesar de esta igualdad, difieran en miles de cosas? Pues un
humor para mezclar las locuras de la galantería con nuestros f<?ndo de semejanza no deja de comportar infinitas diferen-
Cias.
más serios discursos. Los razonamientos de la matemática
125 están hechos como el amor. Vos no podéis conceder la cosa -Seguramente ~ontesté--, pero la dificultad está en
más nimia a un amante sin que muy pronto haya que conce- a¿ivinar, ¿qué sé yo? Un torbellino tiene más planetas que 170
derle más, y al final la cosa va lejos. Del mismo modo, con- giran alrededor de su Sol, otro menos. En uno hay planetas
ceded a un matemático el menor principio, y os sacará una subalternos q~e giran alrededor de planetas mayores, en
consecuencia que tendréis que conceder también, y de ésta otro no hay nmguno. Aquí todos están amontonados alrede-
130 otra, y a vuestro pesar, os lleva tan lejos que apenas lo po- dor de su Sol y forman una especie de pelotón más allá del 175
déis creer. Estas dos clases de gente toman siempre más de cual se extiende un gran vado que va hasta los torbellinos
lo que se les da. Estaréis de acuerdo en que cuando dos co- vecinos. En otra parte hacen sus órbitas hacia las extremida-
sas son semejantes en todo lo que se ve, puedo creerlas des del torbellino y dejan vado el medio. No dudo siquiera
135 igualmente semejantes en lo que no se ve si, por otra parte, que pueda haberlos desiertos y sin planetas. Otros cuyo sol, 180
no hay nada que lo impida. De ahí yo he deducido que la al no estar en el centro, tenga un movimiento real y arrastre
Luna estaba habitada, porque se parece a la Tierra, y los ª.sus planetas consigo. Otros cuyos planetas se elevan o des-
otros planetas porque se parecen a la Luna. Hallo que las es- c1end_en respecto ~l sol por el cambio de equilibrio que les
140 trellas fijas se parecen a nuestro Sol, les atribuyo todo lo que mantiene suspendidos. En definitiva, ¿qué queréis? Esto es t 85
éste tiene. Estáis atrapada demasiado lejos para poder retro- bastante para un hombre que no ha salido jamás de su tor-
bellino.
ceder, es preciso dar el paso de buen grado.
-Pero -dijo ella- en base a esta semejanza que esta- --Casi no es nada -respondió ella- en relación a la
blecéis entre las estrellas fijas y nuestro Sol es necesario que cantidad de mundos. Lo gue vos decís no basta más que
145 las gentes de otro torbellino no lo vean más que como una para cinco o seis, y yo los veo a millones.
estrella fija que se les hace visible sólo durante sus noches. --<Qué sería, pues -repliqué--, si os dijera gue hay t 90
-Está fuera de toda duda -respondí yo--. Nuestro Sol muchas _más estrellas fijas de las que vos veis? ¿Que con el
está tan cerca de nosotros, en comparación con los soles de telescopio se h_a descubierto un número infinito gue no se
150 otros torbellinos, que su luz debe tener infinitamente más ven a simple vista, y que en una sola constelación en la que
fuerza sobre nuestros ojos que la de aquéllos. Cuando lo ve- se conocían pongamos doce o quince se han descubierto 195
mos, no lo vemos más que a él, que oscurece todo lo demás. tantas como se veían antes en el cielo? 39.
Pero en otro gran torbellino hay otro sol que domina allí y -Ds pido clemencia -dijo ella-, me rindo. Me ago-
que a su vez oscurece al nuestro, que no aparece allí más biáis con los mundos y torbellinos.
155 que durante las noches, con el resto de otros soles extraños, -Sé bien -respondí- lo que os reservo. Veis esta
es decir, las estrellas fijas. Se lo sujeta con ellas en esta gran blancura que se llama Vía Láctea, fos imagináis lo que es? 200
bóveda del cielo, y forma parte de alguna Osa o de algún
Tauro. En cuando a los planetas que giran a su alrededor, 39
• Galileo, en s11 Sidef'IJllS N11ncius, hace notar que renunció a su propósito de dibujar la constela-
160 nuestra Tierra, por ejemplo, como desde tan lejos no se los alímió':l dedOnón entera, por la gran abundancia ae estrellas que se velan con el telescopio· en Jos
tes e uno o dos giados pudo ver más de quinientas estrellas. '

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'I ' 1
Una infinidad de pequeñas estrellas, invisibles a los ojos a puedan tocar a una sola? Quiero imaginármelo y veo clara- 250
causa de su pequeñez y puestas unas tan cerca de otras que mente que no puedo.
parecen formar un fulgor continuo. Quisiera que visitarais -Hay mucho ingenio --respondí- en plantear esa difi-
205 con el telescopio este hormiguero de astros, este semillero cultad, e incluso en no resolverla, pues, es muy grave, y tal
de mundos. Se parecen de alguna manera a las islas Maldi- como vos la concebís no tiene respuesta. Y sería tener muy
vas, a esas doce mil islitas o bancos de arena, separados úni- poca penetración hallar respuesta a lo que no la tiene. Si 255
camente por canales marinos que se podrían saltar como si nuestro torbellino tuviera la forma de un dado, tendría seis
210 fuesen zanjas. Además los pequeños torbellinos de la Vía caras planas, y estaría muy lejos de ser redondo. Pero sobre
Láctea están tan apretados que me parece que de un mundo cada una de las caras podría ponerse un torbellino de la
a otro podría hablarse o incluso darse la mano. Por lo me- misma figura. Si en lugar de seis caras tuviera veinte, cin- 260
nos creo que los pájaros de un mundo pasan fácilmente a cuenta, mil, habría hasta mil torbellinos que podrían ponerse
215 otro y que allí puede adiestrarse a la palomas para llevar sobre él, cada uno sobre una cara, y entendéis claramente
cartas, como aquí las llevan en levante de una ciudad a que cuantas más caras planas que lo limiten tiene un cuerpo,
otra. Estos pequeños mundos se salen, al parecer, de la regla más próximo está de ser redondo. De modo que un diamante
general, por la que un sol en su torbellino oscurece desde tallado con facetas por todos lados, si las tuviera muy pe- 265
que aparece a todos los soles extraños. Si estáis en uno de queñas, sería casi tan redondo como una perla del mismo ta-
220 los pequeños torbellinos de la Vía Láctea vuestro sol apenas maño. Los torbellinos no son redondos más que de esta for-
está más cerca de vos, ni tiene mayor fuerza sensible sobre ma. Tienen en el exterior una infinidad de caras cada una de
vuestros ojos, que los cien mil otros soles de los pequeños las cuales lleva otro torbellino. Estas caras son muy desigua-
torbellinos vecinos. Con los que veis brillar vuestro cielo les. Aquí son grandes, allí pequeñas. Las más pequeñas de 270
225 con un número infinito de fuegos que están tan próximos nuestro torbellino, por ejemplo, corresponden a la V fa Lác-
unos a otros, y tan poco alejados de vos. Cuando perdéis la tea, y sostienen todos estos pequeños mundos. Sucede que
vista a vuestro propio sol, todavía os queda bastante, y dos torbellinos, que están apoyados sobre dos caras vecinas,
vuestra noche no es menos clara que el día, por lo menos la dejan algún vado entre sí, por abajo, como debe ocurrir a 275
230 diferencia no puede ser notada. Para hablar con más exacti- menudo. Al punto la naturaleza, que ordena bien el espacio,
tud, no tenéis noche nunca. Mucho se asombrarían las gen- llena este vado con un torbellino, o dos, o con mil mundos
tes de estos mundos, acostumbrados como están a una clari- más que no estorban a los otros. De este modo, podemos
dad perpetua, si se les dijera que los hay desdichados que ver muchos más mundos que caras tiene nuestro torbellino 280
tienen verdaderas noches, que caen en profundas tinieblas y para sostener. Apostaría que cualquiera de estos pequeños
235 que, incluso cuando disfrutan de la luz, no ven más que un mundos no han sido hechos más que para ser colocados en
sol. Nos mirarían como a seres dejados de la naturaleza, y los rincones del universo que habrían sido inútiles. Por más
nuestra condición les haría estremecerse de horror. que sean desconocidos a Jos otros mundos que los tocan, no 285
-No os pregunto -dijo la marquesa- si hay lunas en dejan de estar muy satisfechos de sí mismos. Son éstos, sin
los mundos de la Vía Láctea. Veo claramente que no serían duda, los que existen en una cantidad prodigiosa y sus soles
240 de ninguna utilidad a los planetas principales que no tienen no se descubren más que con telescopio. En definitiva, to-
noche, y que, por otra parte, van por espacios demasiado es- dos estos torbellinos se ajustan unos a otros lo mejor posi- 290
trechos para liarse con este avío de planetas subalternos. º.
ble 4 Y como que es necesario que cada uno gire en torno
Pero fos dais cuenta de que a fuerza de multiplicarme los a su Sol sin cambiar de lugar, cada uno gira del modo más
245 mundos tan libremente me habéis originado una seria difi-
cultad? Los torbellinos de los que vemos los soles tocan el
40
torbellino en que estamos nosotros. Los torbellinos son re- Descartes, consciente de esta dificultad de la teoría, expone estas ideas, ciertamente no
muy satisfactorias, porque parecen llevar a un regreso al infinito, en sus Principios de Filosefia,
dondos, foo es cierto? Y fromó es posible que tantas bolas III, parágrafo 49.

150 151
cómodo y fácil en la situación en que se encuentra. Se en- distancia de las estrellas fijas, que desde Saturno hasta el ex-
295 granan de algún modo unos en otros como las ruedas de un tremo de nuestro torbellino haya un gran espacio vacío y
reloj y se facilitan mutuamente los movimientos. Es cierto, sin planetas. Nuestros enemigos nos reprochan la inutilidad
no obstante, que también ·actúan unos contra otros. Cada de este gran espacio. Que dejen de inquietarse. Y a se lo he- 340
mundo es, por lo que se dice, como un globo que se infla y mos encontrado. Es el departamento de los planetas extran-
300 se soltara. Pero al punto es repelido por los mundos veci- jeros que entran en nuestro mundo 42 .
nos, se rinde a sí mismo, y después vuelve a inflarse, y se -Y a lo entiendo -dijo ella-. No les permitimos en-
reinicia el ciclo. Algunos filósofos pretenden que las estrellas trar hasta el corazón de nuestro torbellino y mezclarse con
fijas no nos envían esta luz titilante, y que no parece que nuestros planetas. Los recibimos como el Sultán ele Turquía 345
305 brillen a pulsaciones, sino porque sus torbellinos presionan recibe a los embajadores que se les envía. No les hace el ho-
perpetuamente al nuestro, y son siempre rechazados 41 . nor de alojarlos en Constantinopla, sino solamente en un
--Me agradan mucho todas estas ideas -dijo la mar- arrabal de la ciudad.
quesa-. Me ¿,rustan esos balones que se inflan y se desinflan -Además tenemos en común con los otomanos -aña- 350
a cada instante, y esos mundos que siempre combaten. Y, dí- que ellos reciben embajadores sin enviarlos y noso-
31 O sobre todo, me gusta ver cómo este combate produce entre tros no enviamos a nuestros planetas a los mundos vecinos.
ellos un intercambio de luz que, al parecer, es el único que --A juzgar por todas estas cosas -replicó ella- somos
pueden tener. muy altaneros. Sin embargo, no sé muy bien qué debo pen-
--No, no, -repliqué-, no es el único. Los mundos ve- sar de ello. Los planetas extranjeros tienen un aspecto muy 355
cinos en ;dgunas ocasiones nos envían visitas, y con bastan- amenazador, con sus barbas y sus colas, y quizá se nos Jos
315 te magnJicencia. Nos llegan cometas que están adornados envía para insultarnos. Mientras que los nuestros no están
con una refulgente cabellera, con una barba venerable, o hechos de la misma manera, no serían adecuados para hacer-
con una cola majestuosa. se temer cuando fueran a otros mundos. 360
1 -iAh, qué diputados! -dijo ella riendo-. Bien prescin- -Las colas y las barbas -respondí- no son más que
diríamos de sus visitas. No sirven más que para asustar. pura apariencia. Los planetas extranjeros no difieren en nada

' 320 -No dan miedo más que a los niños -repliqué- a
causa de su extraordinaria indumentaria. Pero los niños son
muy numerosos. I ,os cometas no son más que planetas que
pertenecen a un torbellino vecino. Tienen su movimiento
ele los nuestros 43 • Pero, al entrar en nuestro torbellino, se
ponen cola o barba por una especie de iluminación que reci-
ben del Sol, y que, entre nosotros, no ha sido aún clemasia-
365

hacia los extremos. Pero su torbellino puede estar presiona- 42 Para esta hipótesis sobre ra naturaleza ele los cometas, véase Descartes, Principios de

325 do de modo distinto por los que lo rodean, y ser más re- Fil1mfía, III, parágrafos 126 y ss. Oeuvres, IX, 2, 177 y ss. La triple división mencionada se
debe al cartesiano Rohault.
dondo por arriba y más plano por abajo, y esta ú !tima es la En realidad, los cometas son muy numerosos. Desde 1900 se han observado a centena-
parte que nos toca. Estos planetas que habrían empezado a res, aunque muy pocos son visibles sin instrumento óptico alguno. El promedio ele su ex-
centricidad orbital es mucho más elevado gue el de los planetas, aunque los valores inclivi·
moverse en círculo en la parte superior, no preveían que duales pueden oscilar de O a l. El perfcxlo más corto conocido es de 3,3 años y el más
330 abajo el torbellino se les empequeñecería porgue allí está lar¡,>0 puede ser de millones de años. La mayoría ele los de pedcxlo menor a ciento cincuenta
af1os tienen una distancia promedio en su afelio próxima a la órbita ele Jtípiter. Bastantes
como aplastado, y para continuar su movimiento circular es cometas observados tienen una órbita hiperbólica. Con tocio, en este u otros casos su órbita
puede ser modificada por la influencia gravitacional ele Jtípiter o Saturno.
preciso que entren en otro torbellino, que se supone que es "' Descartes explicaba las colas de fos cometas por una especie de refracción. Newton,
el nuestro y del que se intersecan los extremos. Siempre es- más cerca de la explicación actual, los atribuye al escape ele los vapores que el Sol provoca
en el cometa. El estudio espectroscópico sugiere que los cometas --que en realidad son
335 tán muy elevados respecto a nosotros; puede creerse que muy pequeños en comparación con los planetas, se calcula que aun uno tan grande como
van por encima de Saturno. Es necesario, vista la prodigiosa el lfalley debe tener un radio de menos de un kilómetro-- están constituidos por sustan-
cias de bajo punto ele ebullición como el cianógeno, metano y amoniaco, entre otros. Cuan-
do se acerca al Sol, la masa helada se va disolviendo y el viento solar provoca el efecto ele
«cabellera»; que cuando el cometa se aleja irá por delante de éste. Esto hace que cada vez
41 Según A, Calame, Fontenelle posiblemente se refiere aquf a Gaclroys, Systiime du Mon-
que circunda el Sol, el cometa disminuya su tamaño, y puede llegar a desaparecer. Véase
de, 1675, y más claramente a Regius, Fundamenta Physica, Amstcrdam, 1646. Descartes, Principios de Filosofia, III, 94 y 112, especialmente (Oeuvres, IX, 2, 156 y ss.).

152 153
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do bien explicada; pero, en cualquier caso, se está seguro de todo el torbellino, mortalidad general sobre todos los plane-
que no se trata más que de una especie de iluminación. Se tas, pues ¿qué hacer, sin sol?
comprenderá cuando se pueda. -Esta idea es demasiado funesta -dijo ella-. ~o ha-
-Pues yo quisiera que nuestro Saturno -replicó ella- bría medio de ahorrármela?
370 fuera a ponerse cola o barba en algún otro torbellino, hicie- --Os diré, si queréis -contesté--, lo que dicen gentes
ra cundir el pánico, y después, habiendo dejado a un lado muy hábiles, que las estrellas fijas que han desaparecido no 41 O
esta terrible escolta, volviera a colocarse ordenadamente están apagadas por eso, sino porque son soles que lo son
aquí, con los otros planetas, para sus funciones ordinarias. sólo a medias, es decir, que tienen una mitad oscura y otra
-Más vale -le respondí- que no salga de nuestro luminosa. Que como giran sobre sí mismos, tan pronto nos
375 torbellino. Os he hablado del conflicto que se produce en el presentan la mitad luminosa como la oscura, y que entonces 415
lugar en que dos torbellinos se presionan y rechazan mutua- ya no los vemos. Según todas las apariencias, la quinta luna
mente. Creo que en tal situación un modesto planeta es agi- de Satur.n o está hecha así, pues durante una parte de su re-
tado con bastante rudeza, y que sus pobres habitantes no se volución se la pierde totalmente de vista. Y no es que en-
380 llevan la mejor parte. Creemos que somos muy desdichados tonces esté más alejada de la Tierra, al contrario, en ocasio-
cuando se nos presenta un cometa. Es el propio cometa el nes está más próxima que cuando se deja ver. Y por más 420
que es desafortunado. que esta luna sea un planeta del que naturalmente no se de-
-No lo creo -dijo la marquesa-, él nos trae a sus ha- ducen consecuencias para un sol, se puede imaginar muy
bitantes sanos. Nada es tan divertido como cambiar así de bien un sol que esté parcialmente cubierto de manchas fijas,
385 torbellino. Nosotros, que no salimos nunca del nuestro, lle- en lugar de tenerlas pasajeras como el nuestro. Para compla- 425
vamos una vida bastante aburrida. Si los habitantes de un ceros, yo adoptaría esta opinión que es más agradable que la
cometa tienen suficiente talento para prever el momento de otra. Pero no puedo hacerlo más que respecto a ciertas es-
su paso por nuestro mundo, los que ya han hecho el viaje trellas que tienen tiempos regulados para aparecer y desapa-
anuncian a los otros lo que van a ver. Descubriréis pronto recer, tal como se ha comenzado a observar. De otro modo,
390 un planeta que tiene un gran anillo a su alrededor, dicen po- la idea de los semisoles no puede subsistir. Pero ¿qué dire- 430
siblemente, hablando de Saturno. V eréis a otro que tiene a mos de las estrellas que desaparecen y no vuelven a mos-
cuatro pequeños que le siguen. Quizá hay gentes destinadas trarse después de que, seguramente, deberían haber acabado
a vigilar el momento en que entran en nuestro . mundo, y de girar sobre sí mismas? Vos sois demasiado justa para
395 que, al punto, gritan: «nuevo sol, nuevo sol», como los mari- querer obligarme a creer que sean semisoles. No obstante, 435
neros gritan «tierra, tierra». haré un esfuerzo más en vuestro favor. No serán soles apa-
-Y a no hay que pensar -le dije-- en haceros sentir gados, sino únicamente hundidos en la inmensa profundidad
piedad por los habitantes de un cometa. Pero supongo que del cielo y que ya no podremos ver. En este caso el torbelli-
400 la sentiréis por los que viven en un torbellino cuyo sol se no habrá seguido a su sol, y todo irá bien. Es cierto que
apaga y quedan sumidos en la noche eterna. la inmensa mayoría de estrellas fijas no tienen movimiento 440
-iQué! -exclamó ella-, ¿soles que se apagan? por el que se alejen de nosotros, pues en otros momentos
-Sí, sin duda -respondí-. Los antiguos han visto en deberían acercársenos, y tan pronto las veríamos grandes
el cielo estrellas fijas que nosotros ya no vemos 44 • Estos so- como pequeñas, lo cual no sucede. Pero supondremos que
405 les han perdido su luz; gran desolación, seguramente, en hay torbellinos más ligeros y más ágiles, que se deslizan en- 445
tre los otros, y hacen ciertos giros, al final de los cuales re-
44 En 15 72, Brahe observó la explosión de una estrella sumamente brillante y con su

trabajo «De Nova Stella» bautizó como «novas» a todas las que sufrieran este proceso. Des-
de entonces, la génesis y evolución de estas estrellas fue un problema muy discutido, sugi- cuya capa externa estalla en una expansión muy rápida con gran aumento de luminosidad
riéndose distintas hipótesis. En 1596, D. Fabricius observó, a simple vista, el cambio de [u- que después lentamente remite hasta su punto inicial. Algunos repiten el proceso en un in-
minosidad de Omicron Ceti, que él llamó Mira. Una nova es un tipo de estrella variable tervalo periódico de años. En nuestra galaxia aparecen un promedio de 20 ó 30 por año.

154 155
l gresan, mientras que la gran masa de torbellinos permanece
inmóvil. Pero he aquí un extraño contratiempo. Hay estre-
-Pero, en definitiva -dijo ella-, foo hace falta más
que tiempo?
450 llas fijas que vienen a mostrársenos, que pasan mucho tiem- --Os lo confieso -proseguí-. Toda esta masa inmensa
po no haciendo más que aparecer y desaparecer y, en fin, de materia que compone el universo está en perpetuo movi-
que desaparecen enteramente. Los semisoles aparecerían en miento, del que ninguna de sus partes está enteramente 485
tiempos regulados; los soles que se hundieran en el cielo no exento. Y desde el momento en que en alguna parte hay
455 desaparecerían más que una vez para no reaparecer en mu- movimiento, no os fiéis, es preciso que se den cambios, ya
cho tiempo. Tomad vuestra resolución con valentía, señora. sean rápidos o lentos, pero siempre proporcionados al efec-
Es preciso que estos soles sean soles que se oscurecen bas-- to. A los antiguos les gustaba pensar que los cuerpos celes- 490
tante para dejar de ser visibles a nuestros ojos, y a continua- tes eran de una naturaleza que no cambia jamás, porque
ción se avivan y al fin se apagan completamente. todavía no los habían visto cambiar. ¿Habían tenido oportu-
460 -¿Cómo puede un sol, que es en sí mismo una fuente nidad de asegurarse por la experiencia? Comparados con no-
de luz, oscurecerse y apagarse? -dijo la marquesa. sotros los antiguos eran jóvenes. Si las rosas que no duran
--Según Descartes, es lo más fácil del mundo -res- más que un día contasen su historia y se dejasen memoria 495
pondí-. El supone que las manchas de nuestro Sol, sien- unas a otras, las primeras habrían hecho un determinado re-
465 do espumas o nieblas, pueden espesarse, reunirse, pegarse trato de su jardinero y, después de quince mil de sus edades,
unas a otras; continuando este proceso hasta llegar a formar las que los habrían legado a sus sucesoras no lo habrían
una corteza que aumentara continuamente, y adiós Sol. Si el cambiado nada. A propósito de esto dirían «hemos visto 500
Sol es un fuego sujeto a una materia sólida que lo nutre, no siempre el mismo jardinero. No conservamos memoria de
470 Jo tenemos mejor, la materia sólida se consumirá 45 • Incluso haberle visto más que a él. Siempre ha sido como es; segura-
se dice que nos hemos librado de buena. El Sol ha estado mente no muere como nosotras, ni tampoco cambia». ¿sería
muy pálido durante años enteros, durante aquellos, por bueno el razonamiento de las rosas? No obst¡mte tendría
ejemplo, que siguieron a la muerte de César 4ú. Era la costra más fundamento que el que hacían los antiguos sobre los 505
gue empezaba a formarse. La fuerza del Sol la rompió y la cuerpos celestes. Aun cuando no se hubiera dado ningún
• 47S deshizo, pero si hubiera continuado, estábamos perdidos.
-Me hacéis temblar -dijo la marquesa--. Ahora que
cambio en los cielos hasta hoy; aun si parecieran indicar que
estaban hechos para durar siempre, sin ninguna alteración,
conozco las consecuencias de la palidez del Sol, por las ma- yo todavía no les creería, esperaría a tener más larga expe- 510
ñanas, en lugar de ir a mi espejo a ver si estoy pálida, iré a riencia. ¿Debemos establecer nuestra duración, que no es
ver en el cielo si lo est;í el Sol. más que un instante, como medida de cualquier otra?
480 -iAh! --respondf----, tranquilizaos señora, hace falta ¿Querría esto decir que lo que hubiera durado mil años más
tiempo para destruir un mundo. que nosotros debe durar siempre? No se es eterno tan fácilmen-
te. Sería preciso que algo hubiera pasado muchas edades hu- 515
.
41
· En realidad,_ estas ideas o hipótesis parecidas siguieron manteniéndose .durante l~~go
manas una tras otra para empezar a presentar algún signo
tiempo. A prrnc1p1os del XIX, W. Hcrschd sostenía que las manchas eran el mtcnor solido de inmortalidad.
y frío que fa superficie incandescente dejaba ver en ocasiones. Hoy sabemos c¡ue el Sol está
constituido en su mayor parte por hidrógeno, y que su mecanismo de radiacion consiste en -Verdaderamente -dijo la marquesa- veo a los mun-
la fusión del hidrógeno que se convierte en helio. Las manchas solares, que pueden medir
de 1.600 a 150.000 km. de diámetro, y que raramente se ven aisladas, parecen ser debidas a dos muy lejos de poder pretenderla. Y o no les haría ni si-
gigantescas expansiones de gas cuyo núdeo está a unos 4.000º C frente a 6.000 de la super- quiera el honor de compararlos al jardinero que dura tanto 520
hcic no manchada. Lo cual nos da a entender que se «ven>> negras sólo por contraste con
el entorno, pero que, en realidad, por sí solas podrían resultar enceguecedoras. Se calcula en relación a las rosas; no son más que como las rosas mis-
gue al ritmo actual de fusión del hidrógeno al helio (unas 654.600.000 toneladas de hidró- mas que nacen y mueren en un jardín unas tras otras. Pues
geno fusionándose en 650.000.000 de helio, convirtiéndose el resto en energía, cada segun-
do) el Sol entrará en su fase de gigante roja, abrasando lo que sea la Tierra entonces, den- doy por sentado que si desaparecen viejas estrellas y apare-
tro de unos ocho mil millones de años. cen otras nuevas, es preciso que la especie se conserve.
4 '' Este supuesto fenómeno se halla descrito en Plinio, «Historia Natural>>, I, 2, cap. 30.

156 157
525 -No hay que temer que peligre --'respondí-. Unos os Y lo sois con la ventaja de poder no creer en nada de todo
dirán que no son más que soles que se nos ¡¡.cercan, después lo que os he dicho, en cuanto se os antoje. En recompensa a
de haber estado perdidos para nosotros largo tiempo en la mis fatigas, os pido únicamente que nunca veáis el Sol, el 570
profundidad del cielo. Otros, que son soles que se han libra- cielo o las estrellas sin pensar en mí.
do de la costra oscura que empezaba a rodearlos. Acepto fá-
530 cilmente que todo esto es posible, pero también creo que el
universo puede haber sido hecho de manera que producirá
soles nuevos de tiempo en tiempo. ¿por qué la materia ade-
cuada para formar un sol, después de haber sido dispersada
535 en distintos lugares, no podrá a la larga, reunirse en un de-
terminado sitio y sentar los fundamentos de un nuevo mun-
do? Estoy tanto más propenso a creer en estas nuevas pro-
ducciones, cuanto que responden mejor a la idea que tengo
540 de las obras de la naturaleza. ¿No tendría el poder de hacer
nacer y morir más que plantas y animales por una revolu-
ción continua? Y o estoy convencido, y vos también lo estáis
ya, de que utiliza ese mismo poder respecto a los mundos, y
que no le cuesta más. Pero sobre todo esto no tenemos más
545 que simples conjeturas. El hecho es que desde que hace casi
cien años se ve con el telescopio un cielo completamente
nuevo y desconocido a los antiguos, no hay muchas conste-
laciones en que no se haya dado un cambio sensible. Y es

'' 550
en la V fa Láctea donde más se ponen de manifiesto, como
si en este hormiguero de pequeños mundos reinara más mo-
vimiento e inquietud.
-Sinceramente -dijo la marquesa-, ahora encuentro
los mundos, los cielos y los cuerpos celestes tan sujetos a
cambios, que me he quedado completamente decepcionada
555 al respecto.
-Y nos desilusionaremos todavía más, si me creéis -re-
pliqué--. No hablemos más de ello. Además habéis llegado
ya a la última bóveda de los cielos. Y para decir si más allá
hay estrellas, habría que ser más hábil de lo que yo soy. Po-
560 ner o no poner mundos allí, depende de vos. Es prerrogati-
va propia de los filósofos que estos grandes mundos invisi-
bles puedan existir o no, según se quiera o que sean como
se desee. A mí me basta haber guiado a vuestra razón más
allá de lo que ven vuestros ojos.
565 -iVayal -exclamó ella-. iTengo en la cabeza el siste-
ma del universo! iSoy sabia!
-Sí -repliqué--, lo sois de modo bastante razonable.

158 159
SEXTA NOCHE

NUEVAS IDEAS QUE CONFIRMAN


LAS DELAS
CONVERSACIONES PRECEDENTES.
ULTIMOS DESCUBRIMIENTOS
QUE SE HAN HECHO EN EL CIELO*

* Cuando a partir de la edición de 1687, Fontenelle incluye la Sexta Noche, antepone


la siguiente nota, que ya no figurará en la edición de 1742: «Puesto que he dado cuenta de
estas Conversaciones al público, me creo en el deber de no ocultarle nada sobre esta mate-
ria. Publicaré una conversación que tuvo lugar mucho después de las otras, pero que fue
precisamente de la misma clase. "Llevará el nombre de 'noche' porque las otras han sido
denominadas así; más vale que todo vaya bajo el mismo título».

11
"

Hada mucho tiempo que la marquesa L. M. D. G. y yo


no hablábamos de los mundos, e incluso empezábamos a ol-
vidar que habíamos hablado de ello, cuando un día que iba
a su casa entré al tiempo que dos hombres de ingenio, bas- 10

' tante conocidos, salían de allf.


-Y a veis qué visita acabo de recibir -me dijo apenas
me vio-; os confieso que me han hecho sospechar que po-
díais haberme embaucado.
-Estaría muy orgulloso de tener tanto poder sobre vos 15
-respondí-; no creo que pueda intentarse nada más difícil.
-Terno, no obstante -replicó ella-, que lo hayáis he-
cho. No sé cómo la conversación con estas dos personas
que acaban de salir ha tratado sobre los mundos. Quizá la 20
han llevado maliciosamente a este terna. Y o no he dejado de
decir, muy pronto, que todos los planetas estaban habitados.
Uno de ellos me ha dicho que estaba totalmente convencido
de que no lo creía. Y o, con toda la ingenuidad posible, le he 25
afirmado que lo creía. El lo ha tomado, en todo momento,
corno si fingiera, con el afán de divertirme. Y o he creído
que lo que le hacía tan obstinado en no creer en mis aseve-
raciones es que tenía de mí un concepto demasiado elevado
para imaginarse que pudiera sostener una opinión tan extra-
vagante. En cuanto al otro, que no me estima tanto, me ha 30
creído bajo palabra por mi parte. ¿Por qué me habéis encala-

163
brinado en algo que las personas que me estiman no pueden de los planetas, cuyos intereses me afectan tan de lejos, fuera
creer que afirme seriamente? a atacar las indiscutibles potencias que se llaman sentidos e 75
-Pero señora -respondí-, ¿por qué lo sostenéis seria- imaginación? Haría falta mucho coraje para esta empresa.
mente con personas de las que estoy seguro que no se aven- No se convence con facilidad a los hombres de que pongan
35 turarían en ningún razonamiento que fuese un poco serio? su razón en sustitución de sus ojos. Muchas veces veo a per-
¿Es necesario comprometer así a los habitantes de los plane- sonas bastante razonables dispuestas a creer, después de mil 80
tas? Contentémonos con ser un pequeño grupo aquellos que pruebas, que los planetas son tierras, pero no lo creen de la
creemos en ellos, y no divulguemos nuestros misterios al misma manera que lo harían si las hubieran visto bajo una
vulgo. apariencia distinta; se acuerdan siempre de la primera idea
40 --<Cómo -exclamó ella-, llamáis vulgo a las dos per- que se hicieron al respecto, y no la cambian con facilidad.
sonas que acaban de salir de aquí? Son gente que, creyendo nuestra opinión, parecen, sin em- 85
-Tienen mucho ingenio -repliqué--, pero no razonan bargo, hacerle cierta concesión, y no la apoyan más que a
jamás. Los razonadores que son personas severas les llama- causa de cierto placer que les produce su singularidad.
rán vulgo, sin empacho. Por otra parte, estas personas se --<Es que no es suficiente -interrumpió ella- que una
45 vengan ridiculizando a los razonadores, lo cual me parece opinión no sea más que verosímil? 90
un orden bien establecido: que cada especie desprecie lo que --Os asombraríais -repliqué-- si os dijera que el tér-
le falta. Seda necesario, si fuera posible, adaptarse a cada mino verosímil es bastante modesto. ¿Es simplemente vero-
una. Con esas personas que acabáis de ver más hubiera vali- ~ímil que Alejandro haya existido? Vos estáis muy segura, y
50 do bromear, puesto que saben hacerlo, sobre los habitantes csobre qué se fundamenta esta certidumbre? En que tenéis
de los planetas, que razonar al respecto, puesto que de esto todas las pruebas que pueden desearse en tal materia, y no 95
último son incapaces. Vos habríais seguido teniendo su esti- se presenta el menor objeto de duda que suspenda y que de-
ma y los planetas no habrían perdido ni a uno solo de sus tenga vuestra razón. Pues, por lo demás, no habéis visto ja-
habitantes. más a Alejandro, ni tenéis una demostración matemática de
55 --iTraicionar la verdad! --dijo la marquesa·-. Vos no que haya debido existir. Pero ¿qué diríais si los habitantes de 100
tenéis conciencia. los planetas estuvieran en el mismo caso? No se podría ha-
--Os confieso -respondí- que no tengo gran celo por céroslo ver, ni podríais pedir que se os demostrara su exis-
estas verdades, y que las sacrifico con gusto a las menores tencia como se haría en una cuestión matemática. Pero te-
comodidades de la sociedad. Veo a qué se debe, y a qué se néis todas las pruebas que se pueden desear de tal asunto: la 105
deberá siempre, que la creencia en los habitantes de los pla- total semejanza de los planetas con la Tierra, que está habi-
netas no pase por tan verosímil como es. Los planetas se tada; la imposibilidad de imaginar cualquier otro uso por el
60 presentan siempre a nuestros ojos como cuerpos que dan luz que éstos hubieran sido hechos; la fecundidad y magnificen-
y no como grandes campos o praderas. Nosotros podríamos cia de la naturaleza; ciertas atenciones que ésta parece haber
creer que los prados y campos estuviesen habitados, pero de tenido para con las necesidades de sus habitantes, como ha- 11 o
los cuerpos luminosos no hay medio de creerlo. En vano ber dado lunas a los planetas más alejados del Sol, y en
65 nos dirá Ja razón que en los planetas hay campos y praderas, mayor número a los más lejanos; y lo que es muy importan-
llega demasiado tarde. El primer golpe de vista ha hecho su te, todo se inclina en favor de esta opinión y nada en con-
efecto en nosotros antes que ella. No queremos escucharla; tra, y no podríais hallar el menor motivo de duda si no
los planetas no son más que cuerpos luminosos. Y además, adoptáis los ojos y la razón del vulgo. En definitiva, supo- 115
70 ¿cómo estarían hechos sus habitantes? Sería preciso que ned que existan. Los habitantes de los planetas no podrían
nuestra imaginación nos representara al punto sus figuras, pon~rse de manifiesto por señales, en especial por señales
pero no puede hacerlo. Es más fácil creer que no existen. sensibles. Después de lo cual corresponde a vos el juzgar si no
¿Querríais que para establecer la creencia en los habitantes queréis tratarles más que como algo puramente verosímil 120

164 165
-Pero -replicó ella- foo querréis que esto me parez- cho creer las cosas con pruebas débiles. ¿No me creéis digna
ca tan cierto como el que Alejandro ha existido? de creer por buenas razones?
-No, en absoluto -respondí-. Pues por más que so- -Yo no os probaba las cosas -contesté- más que
bre los habitantes de los planetas tengamos tantas pruebas con pequeños razonamientos gratos y acomodados a vuestro
125 como se pueda en la situación en que nos encontramos, su uso. ¿Debiera haberlos empleado tan sólidos y robustos
número no es, sin embargo, grande. como si hubiera tenido que vérmelas con un doctor? 160
-Voy a renunciar a los habitantes de los planetas - -Sí -dijo ella-, tomadme ahora por un doctor y vea-
interrumpió ella- . Pues no sé ya en qué rango situarles en mos esta nueva prueba del movimiento de la Tierra.
mi mente. No son completamente ciertos, son más que ve- --Con gusto -repliqué-. Hela aquí. Me gusta mucho
130 rosfmiles, esto me confunde demasiado. quizá porque creo haberla encontrado yo. No obstante, es
-iAh!, señora -repliqué-, no os desaniméis. Los relo- tan buena y tao natural, que no me atrevería a asegurar que 165
jes más comunes y toscos marcan las horas, sólo los que han soy el inventor. En cualquier caso es seguro que un sabio
sido trabajados con más arte marcan los minutos. Del mis- obstinado que quisiera refutarla se vería reducido a hablar
135 mo modo las mentes ordinarias notan bien la diferencia en- mucho, que es la única manera en que un sabio pueda mos-
tre lo simplemente verosímil y la certidumbre total, pero trarse confundido. Es necesario que todos los cuerpos celes-
sólo las mentes finas distinguen el más o el menos de certi- tes giren en veinticuatro horas alrededor de la Tierra, o que t 70
dumbre o verosimilitud, y marcan, por así decir, los minutos la Tierra girando sobre sí misma en veinticuatro horas atri-
con su impresión. Situad a los habitantes de los planetas un buya este movimiento a todos los cuerpos celestes. Pero que
140 poco por debajo de Alejandro, pero por encima no sé cuán- éstos hagan _realmente esta revolución en veinticuatro horas
tas cuestiones históricas que no han sido completamente alrededor de la Tierra, es lo menos probable del mundo que 175
probadas, y creo que estarán bien ahí 47 . pueda imaginarse, aunque tal absurdo no salte a la vista. To-
-Amo el orden -dijo ella- y me complacéis al orde- dos los planetas hacen realmente sus revoluciones alrededor
nar mis ideas. Pero ¿por qué no os habéis ocupado de hacer- del Sol; pero estas revoluciones son desiguales entre sí, se-
145 lo antes? gún las distancias a las que los planetas están del Sol. Los
-Porque aunque creyérais en los habitantes de los pla- más alejados recorren su curso más lentamente, lo cual es 180
netas un poco más o un poco menos de lo que merecen, no muy natural. Este orden se observa incluso entre los peque-
sería grave -respondf-. Estoy seguro de que no creéis en ños planetas subalternos que giran alrededor de uno grande.
el movimiento de la Tierra tanto como debería ser creído. Las cuatro lunas de Júpiter, las cinco de Saturno, recorren
150 ¿Tenéis mucho que lamentar? su órbita alrededor de su gran planeta en más o menos 185
--iOh!, en cuanto a esto -replicó ella- he cumplido tiempo, según estén más o menos alejadas. Además es segu-
mi deber; no tenéis nada que reprocharme. Creo firmemente r'? que los planetas están en movimiento respecto a sus pro-
que la Tierra gira. pios centros, y también estos movimientos son desiguales;
-Sin embargo -repliqué-, no os he mencionado la no se sabe cómo está regulada esta desigualdad, si es por el
razón que mejor lo prueba. distinto volumen de Jos planetas, y por su diferente solidez, 190
155 --iAh! -exclamó--, pues es una traición haberme he- o por las diferentes velocidades de los torbellinos particula-
res que los envuelven y las materias líquidas sobre las que
47
son transportados; pero, en definitiva, la desigualdad sin
Fontcnelle soluciona aquí, por la vía rápida, el problema de la probabilidad y los esta-
dos de creencia que tanto ocuparían y preocuparían a la filosofía contemporánea, inglesa ninguna duda existe, y, en general, el orden de la naturaleza
desde Locke, que en su Ensayo sobre el entendimiento humano (libro IV, caps- XV y XVI) abor- es tal que todo lo que es común a varias cosas, varía al mis- 195
da este problema, aludiendo concretamente a la cuestión de la existencia de habitantes en
otros mundos, cap. XIV, 12 (vol. II, pág. 989 de la edición de Rabade y M. E. García, en mo tiempo en diferencias particulares 48.
Editora Nacional, Madrid, 19BO), hasta Hume en su Trotado de la Natural~ Humana (libro
1, panes III y IV, págs. 171 y ss. del vol 1 de la edición de Félix Duque, en Ed. Nacional, 48
Madrid, 1977). En la actualidad, el problema planteado por Fontenelle aquí está relacionado con el

166 167
--Os entiendo -interrumpió la marquesa- y creo que samente de veinticuatro horas y siempre iguales unas a
tenéis razón. Sí, soy de vuestro parecer. Si los planetas giran otras. Preferiría creer que hay diferencias. 235
200 alrededor de la Tierra, lo harán en tiempos desiguales según -iDiferencias! -exclamó ella-. ¿No señalan nuestros
sus distancias, como lo hacen alrededor del sol. ¿No es eso relojes una total igualdad?
lo que queréis decir? --iOh! -respondí-. Rechazo los relojes. Por sí mismos
-Precisamente, señora -repliqué--. Sus diferentes dis- no pueden ser completamente precisos, y si alguna vez Jo
tancias respecto a la Tierra deberían producir diferencias en fueran marcando que un giro de veinticuatro horas es más 240
este pretendido movimiento alrededor de ésta. Y las estrellas largo o más corto que otro, más se preferirá creer que están
205 fijas que están tan prodigiosamente lejos de nosotros, tan desajustados que achacar a la Tierra alguna irregularidad en
enormemente elevadas por encima de todo lo que podría sus revoluciones. He aquf un curioso respeto que se tiene
adquirir un movimiento general a nuestro alrededor, por lo por ella. Y o apenas me fiaría ya más de la Tierra <1ue de un 245
menos situadas en un lugar en que este movimiento debería reloj, aproximadamente las mismas cosas que desajustarían a
estar muy debilitado, ¿no produciría el efecto de que no gi- uno lo harían con el otro. Unicamente creo que la Tierra
210 ran a nuestro alrededor en veinticuatro horas, como la Luna necesita más tiempo que un reloj para desajustarse; es toda
que está tan próxima? Los cometas que son extranjeros en la ventaja que estoy dispuesto a conceder. ¿No podría apro-
nuestro torbellino, que en él hacen rutas tan distintas, que ximarse poco a poco al Sol? Entonces, al encontrarse en un 250
además tienen velocidades tan diferentes, foo deberían estar lugar en que la materia estuviera más agitada, y el movi-
215 eximidos de girar todos alrededor nuestro en el mismo miento fuera más rápido, tardaría menos en su doble revo-
tiempo de veinticuatro horas? Pero no, planetas, estrellas fi- lución, alrededor del Sol y sobre sí misma 49 . Los años y los
jas, cometas, todo gira alrededor de la Tierra en veinticuatro días sedan más cortos, pero no podríamos darnos cuenta 255
horas. Además, si hubiera habido entre estos movimientos pon1uc no dejarían de dividirse siempre los años en trescien-
220 algunos minutos de diferencia, uno podría conformarse. tos sesenta y cinco días, y los días en veinticuatro horas.

' Pero todos serán de la más exacta igualdad, o más bien de


la única igualdad exacta que se da en el mundo, ni un minu-
to más o menos. En verdad, esto tiene que parecer extraña-
mente sospechoso.
Asf, sin vivir más de lo que vivimos actualmente, se vivirían
más años. Y al contrario, si la Tierra se aleja del Sol, se vivi-
rá menos años que nosotros, y no se vivirá menos.
260

225 -iOh! -dijo la marquesa-, puesto que es posible que


esta gran igualdad no esté más que en nuestra imaginación, 4<J Por más que en el rnccani:;mo cartesiano se habla constantcn1cnte de 1nétodo mate-
estoy segura de que no existe fuera de ella. Me gusta que lo 1n:·iti.n\. lo cierto es (p.1e 1.a tcorfai de los t.orl~ellinos, l'.1 «nieclnic::m c~1rtcs inna, es p11rnmente
cuahtat1vn, y no pro¡x>rc1on a kyc:s cuant 1tat1vas precisas del movil'n ieoto ¡1lanctario. Desde
que no atañe a la naturaleza recaiga enteramente sobre no- esta teoría, Fontcnel e no parect: dispuesto a creer. en la total rcu;ularidac dd movimiento
planetario, ni en la posibi lidacl d., ex plicar cuantitativamente el porc¡ué de la s posibles irre-
230 sotros, que se descargue de ello, aunque sea a expensas gularidades, lo cual s( era 1x>sibl<: en la teoría newtoniana que ª~ªP. araría gran.des éxitos en
nuestras. C>tc sentido - como el dcscubnmcnto de Neptuno en 1846--. Cassrn1, tamb1cn antmewto-
niann, al no poder explicar un ar.raso o adelanto periódicos de los cclipsc:s de los satélites
-En cuanto a mí -repliqué--, soy tan enemigo de la de Júpiter respecto. a los valores prev istos, lo atribuyó ~ irrq,'1..llaridades de sus ?rbitas. ¿Te-
igualdad perfecta que no me parece bueno que todas las n fa prese!Hc este c¡cmplo l ·onte.ncllc al est:r1b1_r e~tc parrafo?. Pero hay m;ís. Cuando Roe-
mer, basandose en las observaciones del pro1>10 Cassm1, explica los desfases mennonados
vueltas que la Tierra da cada día sobre sf misma sean preci- por la velocidad finita de la lu7, éste no lo aceptó, siguió pensando que d reloj celeste no
era preciso. l .a explicación de Rocmcr, que calculó una velocidad de la ltv. muy próxima a
la que atribuimos hoy, es decir, 299.800 krn/s, consistía en <1ue el atraso o adelanto de los
eclipses de los satélites jovianos se debía a que cuando la luz tenia que atravesar toda la ór-
de la conservación del momento angular de un sistema _en. movimiento circular. El mo- bita terrest re hasta su punto más lejano tardaría unos dieciséis minutos más que cuando la
mento angular depende de la masa, fa velocidad del mov1m1ento y la distancia del cuerpo Tierra estaba ª. la distancia m!nima de Júpiter. Esto ocurrfa en 1676, año en que Roemer
al centro alrededor del cual gira. En nuestro sistema solar se da el caso de que el Sol con- presentó su tesis en la Academia de las Ciencias ele París. Pero la gran autoridad de Cassini
tiene un 99,9 por 100 de la masa del sistema, mientras que el 98 por 100 del momento an- se impuso y hubo c¡u~ esperar 1'ts mediciones ü1dcpendientes y confinm:ttorias de la veloci-
gular está asociado a los planetas, Júpiter acapara el 60 por 100 y Saturno el 25 por 100. dad de la luz que b1c1era J. Bradky en l 728. bs muy improbable que i' nr1t<':nellc. no cono-
Este punto u otros, como los procesos energéticos del Sol, ha sido un hecho dete~minante c1crn estos tralla¡os . N'? obstante, como resulta obv!o ¡xir el texto, su toma de partido estaba
a la hora de proponer y rechazar teorías de la génesis del sistema solar. La más sat1sfactor1a ckc1d1da ya y pcrsist10 en ella hasta su muerte. Con todo, el problema de fondo suscita-
parece ser hoy la protoplanetaria, aunque quedan muchos interrogantes por resolver. do por Fontenellc ''e puede seguir planteando en la teoría newtoniana.

168 169
12
-Hay muchas posibilidades -dijo ella- de que, si esto --Confieso -dijo ella- que no podría defenderme de 300
acaeciese, largos períodos de siglos no producirían más que estar obligatoriamente allá, pero vuelvo a lo que me decíais
diferencias muy pequeñas. hace un instante. ¿se dan sobre la Tierra cambios considera-
265 -Estoy de acuerdo -dije yo--. La naturaleza no se bles?
conduce con brusquedad, y su método consiste en conducir- -Hay muchas posibilidades -respondí- de que se
lo todo por grados que no son sensibles más que en l~s hayan dado. V arias montañas altas y alejadas del mar tiene 305
cambios repentinos y fáciles. Casi somos incapaces de perci- grandes lechos de conchas que señalan necesariamente que
bir el de las estaciones. En cuanto a los otros que se dan en otro tiempo el agua las ha cubierto. A menudo, aun bas-
270 con una cierta lentitud, poco falta para que se nos escapen. tante lejos del mar se encuentran piedras donde hay peces
No obstante, todo está en un movimiento perpetuo, y en petrificados. ¿Quién puede haberlos puesto allí, si no ha sido 310
consecuencia, todo cambia. No hay nadie que no envejezca el mar? La leyenda dice que Hércules con sus dos manos se-
considerablemente; hasta cierta señorita que se vio en la paró dos montañas llamadas Calpe y Abila que al estar si-
275 Luna, con el telescopio, hace alrededor de cuarenta años 50 . tuadas entre Africa y España paraban el océano y que al
Tenía un rostro bastante hermoso; sus mejillas se han hun- punto el mar entró violentamente en las tierras y formó este
dido, su nariz se ha alargado, su frente y su mentón se han gran golfo que se llama Mediterráneo. Las leyendas no son 315
vuelto prominentes, de manera que todos sus encantos se totalmente leyendas, son historias de tiempos remotos, pero
han desvanecido, e incluso se teme por su vida. que han sido desfiguradas o por la ignorancia de los pueblos
280 ~Oué me contáis? -interrumpió la marquesa. o por el amor que tenían a lo maravilloso, enfermedades
-N~i es broma -repliqué yo--. En la Luna se percibía muy antiguas del hombre. Que Hércules haya separado dos 315 51
una figura peculiar que tenía el aspecto de una cabeza de montañas con sus manos no resulta demasiado creíble. Pero
mujer que salía de entre los roquedales, y se ha dado un que desde los tiempos de algún Hércules, pues hay cincuen-
285 cambio en este lugar. Han caído algunos trozos de las mon- ta, el océano haya hundido dos montañas más débiles que
tañas y han dejado al descubierto tres puntas que no pueden las otras, con la ayuda quizá de algún terrible terremoto de
servir más que para componer una frente, una nariz y un tierra, y se haya precipitado entre Europa y Africa, lo cree- 320
mentón de vieja. ría sin gran esfuerzo. Fue entonces que los habitantes de la
~No parece que haya un destino maléfico que envejez- Luna vieron aparecer, de pronto, una gran mancha sobre
290 ca precisamente a la belleza? Ha sido precisamente a esta ca- nuestra Tierra, pues sabéis, señora, que los mares son man-
beza de joven dama lo que ha tenido que atacar en toda la chas. Por lo menos la opinión común es que Sicilia ha sido 325
superficie de la Luna. . separada de Italia y Chipre de Siria. Alguna vez se han for-
-Quizá, en compensación -repliqué yo--, los cambios mado nuevas islas en el mar. Los terremotos han hundido
que se dan sobre nuestra Tierra embellezcan algún rostro montañas, han hecho surgir otras y han cambiado el curso
que vean por aquí las gentes ele la Luna. Quiero decir algún de los ríos. Los filósofos nos hacen temer que el reino de 330
295 rostro a la manera de la Luna, pues cada uno proyecta sobre Nápoles y Sicilia, que son tierras apoyadas sobre grandes bó-
los objetos las ideas de que está lleno. Nuestros astrónomos vedas subterráneas llenas de azufre no se hundan algún día
ven en la Luna rostros de muchachas jóvenes, y podría ser cuando éstas no sean bastante fuertes para resistir las fuer-
que las mujeres que observaran vieran allí hermosos rostros zas que encierran, y que exhalan en la actualidad por los res-
de hombres. Y o, señora, no sé si no os vería allí. piraderos, como el Vesubio y el Etna. He aquí, pues, ele- 335
mentos suficientes para diversificar un poco el espectáculo
so Según A. Calame, Fontenelle .se refiere aquí a una cara de mujer jO\'.en que se, habla que damos a las gentes de la Luna.
dibujado en un mapa lunar confeccionado. en 1080 en base a las observac!ones de C~ssmt.
Este no creerla en tal rostro, pero lo consideraba un punto de referencia uttl. L~s observ~­
ciones en que se basa el mapa habrían empezado en 16 72, de ahí los cuarenta .anos aproxi-
madamente que Fontenelle alude en la edición de 1708, sm mo lestarse en modificar la cifra 51
El error en la numeración de las Üneas está en el texto de A. Calame. De cara a las
en las sucesivas ediciones. posibles referencias a esta edición crítica hemos preferido mantener su numeración.

170 171
pequ1c10 de los diluvios que allí son. comunes. Pero, sea
-Preferiría con mucho -dijo la marquesa- que les
como fuere, esta luz de Júpiter no es en absoluto compara- 375
aburriésemos ofreciéndoles siempre el mismo que divertirles
ble a otra que, según las experiencias, es tan antigua como
340 con regiones hundidas.
el mundo y que, sin embargo, nunca había sido vista.
-Eso -contesté-- no seria nada en comparación con ---<Cómo lo hace una luz para ocultarse? -dijo ella-.
lo que sucede en Júpiter. Sobre su superficie aparecen una Para esto se necesita una singular habilidad. 380
espeeie de bandas, por las que estaría envuelto, que se dis- -Esta -continué-- no aparece más que en el momen-
tinguen unas de otras, o bien por los intervalos que hay en- to de los crepúsculos, de modo que lo más usual es que és-
345 tre ellas o por los diferentes grados de oscuridad y claridad. tos sean bastante largos y fuertes para cubrirla, y cuando
Son tierras y mares, o en definitiva grandes partes de la su- pueden dejarla aparecer, o Ja ocultan los vapores del hori- 385
perficie de Júpiter muy diferentes entre sí. Estas bandas tan zonte, o es tan poco sensible, que a menos que se sea muy
pronto se estrechan como se agrandan, algunas veces se in- preciso, se la toma por el crepúsculo mismo. Pero, finalmen-
350 terrumpen y a continuación se juntan de nuevo; en diversos te, después de treinta años se la ha distinguido con seguri-
lugares se forman nuevas y desaparecen. Y todos est.os cam- dad y ha hecho durante algún tiempo las delicias de los as-
bios, que no son sensibles más que con nuestros meiores te- trónomos cuya curiosidad sentía necesidad de ser estimulada 390
lescopios, son en sí mismos mucho más considerables que si por algo de una especie nueva. Por más que hubiesen podi-
nuestro océano inundase toda la tierra firme y dejase en su do descubrir nuevos planetas subalternos, apenas se conmo-
355 lugar nuevos continentes. A menos que los habitantes de Jú- vían por ello. Las dos últimas lunas de Saturno, por ejemplo,
piter no sean anfibios y no vivan por igual en tierra que en no les habían fascinado ni entusiasmado como habían hecho
el agua, no sé demasiado bien lo que será de ellos. También los satélites o lunas de Júpiter; uno se acostumbra a todo. 395
sobre la superficie de Marte se ven grandes cambios, incluso Así pues, un mes antes y después del equinoccio de marzo,
360 de un mes a otro. En tan corto tiempo, los mares cubren cuando el Sol se ha puesto, y el crepúsculo acaba, se ve una
grandes continentes, o se retiran por unas mareas infinita-
1 mente más violentas que las nuestras; o por lo menos por
luz blancuzca que se parece a una cola de cometa. Se la ve
antes de salir el Sol y antes del crepúsculo hacia el equinoccio
algo equivalente s2• Nuestro planeta en comparació1:1 con es- de septiembre, y mañana y tarde hacia el solsticio de in- 400
365 tos dos es muy tranquilo, y tenemos muchos motivos para vierno. Fuera de estos momentos, como acabo de deciros,
felicitarnos por ello; más aún si es cierto que en Júpiter ha no puede distinguirse de los crepúsculos que tienen dema-
habido regiones tan grandes como toda Europa abrasadas. siada fuerza y duración; pues se supone que subsiste siem-
-iAbrasadas! -exclamó la marquesa-. Verdaderamen- pre, y su apariencia está enteramente ahí. Se empieza a con- 405
te ésta sería una noticia muy importante. jeturar que sea producida por alguna gran masa de materia
370 Muy importante -respondí yo--. Hace unos veinte algo espesa que rodea al Sol hasta cierta extensión. La
años se vio en Júpiter una luz más brillante que el resto del mayor parte de sus rayos atraviesan este cerco y llegan a
planeta. A quí hemos tenido diluvios pero raramente, acaso nosotros en línea recta, pero los hay que, yendo a dar contra
tan excepcionalmente como Júpiter grandes incendios, sin la superficie interior de esta materia, son reflejados hacia no- 410
sotros y nos alcanzan cuando los rayos directos todavía no
nos llegan por la mañana o, por la noche, ya no pueden al-
52
Júpiter· posee una atmósfera reductora compuesta por hidrógen_o, amo~i.aco Y. metano, canzarnos. Como que estos rayos reflejados parten de más
que en las proximidades de la superficie podrían estar en estado líquido o solido. l:.stos ele-
mentos son los que provocan las bandas oscuras y luminosas paralelas_ al e~uador, que tie- arriba de los directos, debemos recibirlos más pronto y per- 415
nen periodos de rotación distintos. Con respecto a la «luz bnllante», quiza l·ontenelle se re-
fiere a una mancha roja que Cassini observa de 1664 hasta 1677 y que Maraldi _volv10 a derlos más tarde 53.
ver en 1708, aunque su datación no coincide. En 1830 se vio, de nuevo, una gigantesca
mancha roja que alcanzó hasta 50.000 km; a1ín es visible, aunque su color l' tamaño, han
cambiado. Marte tiene una atmósfera neutra sumamente enrarecida de anhldndo carbónico 53
La luz zodiacal fue descubierta por Cassini y hoy sabemos que se debe al reflejo de la
y quizá nitrógeno. Se dan en él considerables cambios de temperaturas. Después del Man- luz del Sol en las partículas de polvo mterplanetario.
ner-9 se poseen mapas detallados que desmienten las observaciones de mares y canales.

172 173
"'
¡ i

420
A partir de eso debo desdecirme de lo que os había di-
cho de que la Luna, a falta de estar rodeada de un aire espe-
so al igual que la Tierra, no debe tener crepúsculo. No per-
derá nada, los crepúsculos allí serán debidos a esta especie
de aire espeso que rodea al Sol y que refleja los rayos a los
lugares a los que, partiendo directamente de él, no pueden
está demasiado vivo. No hay nada que no se deba presumir
de la habilidad de la naturaleza. Pero también tiene otra ha-
bilidad muy peculiar para ocultársenos, y no se debe asegu-
rar fácilmente haber adivinado su manera de actuar, ni sus
propósitos. De hecho, no hay que apresurarse a dar razones
(raisonner) sobre los nuevos descubrimientos, aunque siem-
465

llegar. pre se sientan bastantes deseos de hacerlo. Y los verdaderos


-Pero, de este modo -dijo la marquesa-, foo hay filósofos son como elefantes que, al andar, jamás ponen el
425 crepúsculos asegurados para todos los planetas, que no ten- segundo pie a tierra hasta que el primero está firme en ella. 470
drán necesidad de estar envueltos cada uno por un aire es- -La comparación me parece tanto más justa -in-
peso, puesto que el que rodea el Sol puede producir este terrumpió ella- cuanto que el mérito de estas dos espe-
efecto para todos los planetas del torbellino? Y o creería gus- cies, elefantes y filósofos, no consiste en absoluto en sus
430 tosa que la naturaleza, según la tendencia a la economía que atractivos exteriores. Consiento en que imitemos el buen jui-
le conozco, se sirviera de un solo medio. cio de unos y otros. Enseñadme aún algunos de los últimos 4 75
-No obstante -repliqué-, a pesar de esta economía, descubrimientos y os prometo no construir un sistema pre-
habría dos causas de crepúsculos por lo que respecta a nues- cipitado.
tra Tierra, de las que una, que es el aire espeso del Sol, sería Os he dicho -respondí yo- todas las noticias que sé
bastante inútil y no sería más que un objeto de curiosidad sobre el cielo y no creo que las haya más frescas. Lamento
435 por parte de los inquilinos de los observatorios. Pero hay mucho que no sean tan sorprendentes y tan maravillosas 480
que decirlo todo. Puede que la Tierra sea la única que expul- como algunas observaciones que leía el otro día en un ex-
sa fuera de sí vapores y exhalaciones suficientemente grose- tracto de los Anales de la China, escrito en latín. Se informa
ros para producir crepúsculos; y la naturaleza habrá tenido allí de mil estrellas que caen a la vez con gran estrépito des-
razón para proveer por un medio general a todos las necesi- de el cielo al mar, o que se disuelven y caen como una llu- 485
440 dades de todos los otros planetas que serían, por así decir, via. Esto no ha sido observado en China una sola vez. Yo

' '
más puros, y cuyas evaporaciones serían más sutiles. Quizá
de entre todos los habitantes de los planetas, somos aquellos
a los que es preciso dar a respirar el aire más grosero y es-
he encontrado esta observación en dos épocas bastante aleja-
das; sin contar una estrella que va a estallar hacia Oriente,
como un cohete, siempre con gran estruendo s4 , Es lamenta-
445 peso. ¿con qué desprecio nos mirarían los habitantes de ble que estos espectáculos estén reservados a la China, y que 490
otros planetas si supieran esto? en estos países nunca hayan tenido lugar. No hace mucho
-Cometerían un error -dijo la marquesa-. No se es tiempo que todos nuestros filósofos se creían fundamenta-
despreciable por estar envuelto en un aire espeso, puesto dos en la experiencia para informar que los cielos y todos
que el mismo Sol tiene uno que lo envuelve. Decidme, os lo los cuerpos celestes eran incorruptibles e incapaces de cam- 495
450 ruego, ¿este aire no está producido por ciertos vapor¡::s que Dio, y, no obstante, en esta misma época, otros hombres, al
me habéis mencionado antes, que salen del Sol y del que sir- otro extremo de la Tierra, veían estrellas disolverse por mi-
ve para romper la fuerza inicial de los rayos que quizá ha- llares, lo que es bastante diferente.
bría sido excesiva? Imagino que el Sol podría estar natural-
mente velado para ser más proporcionado a nuestros usos.
54
455 -He aquí, señora -respondí-, un pequeño comienzo Según Calame, Fontenelle habría tomado esta información del jesuita P. Philippe
Couplet en una obra sobre Confucio; en una tabla cronológica adjunta informa de tres
de sistema que habéis hecho bastante felizmente. Se podría grandes fenómenos celestes vistos en China en los años 244 y 1277 y 1399. Por otra parte,
una fuente chma de 1O54 habla de la aparición de una estrella extraordinariamente brillan-
añadir que estos vapores producirían una especie de lluvias te en la parte del firmamento ocupada ahora por la nebulosa del Cangrejo, difusa y brillan-
qué volverían a caer en el Sol para refrescarlo de la misma t~ nebulosid~d que se halla en expansión, en la constelación de Tauro. Los astrónomos es-
tan convencidos de que ambos objetos son el mismo y que la esnella observada en China
460 manera que a veces se arroja agua en una forja cuyo fuego fue una supernova.

174 175
,,-
-Pero --dijo ella- ¿no he oído decir siempre que los
chinos eran tan grandes astrónomos?
500 -Es cierto -repliqué--, pero los chinos tienen ventaja
en esto, al estar separados de nosotros por un largo espacio
de tierra, como los griegos y los romanos al estar separados
por un largo período de siglos. Todo alejamiento tiende a
impresionarnos. Verdaderamente yo cada vez estoy más con-
505 vencido de que hay un cierto genio que aún no ha estado
fuera de Europa, o que, por lo menos, no se ha alejado mu-
cho de ella. Quizá no se le permita expandirse en una gran
extensión geográfica a la vez y alguna fatalidad le prescribe
510 límites bastante estrechos. Disfrutémoslo mientras lo posea-
mos. Lo que tiene de mejor es que no se limita a las ciencias
y a las especulaciones áridas, se extiende con igual éxito has-
ta las cosas de placer, en el que dudo que ningún pueblo
nos iguale. Son éstas, señora, aquellas a las que os corres-
515 ponde dedicaros, y las que deben integrar toda vuestra filo-
sofía.

INDICE

176
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
l. Fontenelle. Entre la razón y el pesimismo. . . . . . . . . . . . 9
II. Las «Conversaciones sobre la pluralidad de los mun-
dos» .... ·. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
11.1. El heliocentrismo de Copérnico y Ja nueva cos-
mología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Il.2. La pluralidad de los mundos habitados . . . . . . . . . 44
Il.3. Los mundos habitados. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
III. Más acá de Ja ciencia ficción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

CONVERSACIONES
SOBRE LA PLURALIDAD DE LOS MUNDOS . . . . . . . . . . . . . 57
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Dedicatoria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

PRIMERA Noorn. La Tierra es un planeta que gira sobre sí


mismo y alrededor del Sol. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

SEGUNDA NOO·IE. La Luna es una Tierra habitada . . . . . . . . 87

TERCERA NOCHE. Partieularidades del mundo de la Luna.


Los otros planetas también están habitados ... ... .... : . 105

CUARTA NOC!fE. Peculiaridades de los mundos de Venus,


de Mercurio, de Marte, de Júpiter y de Saturno.... . .... 123

179
----- - - -· -~· - - ··---------------- ·· - '"·-·- -·-·-- · ""'---- - -- - - -- - - - ¡- -------

QUINTA NOCHE. Las estrellas fijas son otros tantos soles


cada uno de los cuales ilumina un mundo. . . . . . . . . . . . . 14 3

SEXTA NOCHE. Nuevas ideas que confirman las de las con-


versaciones precedentes. U !timos des.c ubrimientos que se
han hecho en el cielo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161

VOLUMENES PUBLICADOS

1. DESCARTES: Tratado del hombre. Edición preparada por Gui -


llermo Quintás.
2. CONDORCET: Bosqurjo de un madro histórico de los progresos 1/t:I
espíritu humano. E dición preparada por Antonio Torres del
Moral.
3. NEBRTJ A: Gramática de la Lengua Castellana. Edición preparnd;1
por Antonio Qui lis.
4. IB BATTUTA: A través del Islam. Edición preparada por S¡·
rafín Fanjul y Federico Arbós.
S. LUIS DE MOi.! A: La teoría de/justo pncio. Edición preparada
por Francisco Gómez Camacho.
6. La Misná. Edición preparada por Carlos del Valle.
7. PH!Lll' HAUSER: Madrid bt!)o el punto de vista médico-social. Edi
ción preparada por Carmen del Moral.
8. TOMÁS DE MERCADO: Suma de tratos y contratos. Edición pn:-
parada por Restituto Sierra Bravo.
9. JERE:V!ÍAS BENTHAM: Tratados de legislación Civily Penal. Edi-
ción preparada por Magdalena Rodríguez Gil.
10. G . E. LESSING: Escritos filosóficos y teológicos. Edición preparada
por Agustín Andreu Rodrigo.

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