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Este último
último es lo que constituye propiamente el e l mensaje sonoro que, según
Armand Balsebre, "es la sucesión ordenada y contínua, sintagmática,
sintagmática, de los
contornos sonoros de la realidad, representada por la palabra, la música, los
efectos sonoros y el silencio, y clasificados según el sistema semiótico del lenguaje
radiofónico"1
radiofónico"1 . No vamos a negar que, comoc omo apuntan Ortíz y Marchamalo cuando
señalan que "la radio fundamenta su capacidad de comunicar en cuatro tipos de
mensajes, o lenguajes"2
lenguajes"2 la palabra tiene reglas propias
propias -previas
-pre vias a la radiodifusió
radiodifusión-
n-
como lenguaje hablado, lo mismo que sucede con el lenguaje musical. A ello
podemos añadir que nuestra experiencia e mpírica
mpírica respecto del mundo sonoro
sonoro que
nos rodea ha conferido una función sígnica a los sonidos no musicales y que
nuestra experiencia
e xperiencia con el propio discurso del medio radio ha otorgado un valor
tanto dramático
dra mático como musical
musical al silencio, más allá
allá de su obvia acepción
acepc ión de
no-sonido.
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Por ese camino, nos encontramos pues con una visión aportada por una ra íz
eminentemente literaria, si bien tamizada con posterioridad por los teóricos del
lenguaje cinematográfico: estamos ante un discurso narrativo-textual. P or otro
lado, aparece la necesaria referencia al discurso musical y, dentro de éste, a las
unidades mínimas que lo conforman en la perspectiva amplia del arte sonoro, que
no se detiene en la analógica identificación entre nota y fonema, sino que se abre a
la noción de objeto sonoro, como verdadera unidad constituyente al nivel más
elemental de los sistemas expresivo-sonoros que conforman el mensaje
radiofónico.
Por otro lado, es evidente que la organización del discurso se efectúa de modo
secuencial -es decir, temporal- y espacial . Estaríamos tentados a sentenciar que lo
primero predomina sobre lo segundo en la radio pues, como señala Gillo Dorfles a
propósito de los "collages sonoros", "es imposible concebir una coexistencia
vertical de dos o más estructuras horizontales sin que (...) éstas se fundan y
combinen entre sí, alterándose con ello sus respectivas estructuras"4. Pero no
podemos olvidar que, en el discurso musical, la superposición de varias voces o
instrumentos interrelacionados no siempre genera una fusión en un solo plano de
las mismas. Es bien sabido que la percepción de la dimensión espacial en un
discurso sonoro ordenado se genera conforme a planos sonoros en los cuales
resulta imprescindible -a diferencia de lo que ocurre en los "collages" citados por
Dorfles- que los objetos sonoros que los forman puedan ser reconocibles
distíntamente. Así pues, las consideraciones secuenciales que vienen de la mano
de un esquema sintagmático habrían de complementarse con las espaciales, que
no pueden dejarse de lado en el mensaje sonoro radiofónico.
Otras consideraciones típicas deberían asimismo ser revisadas: por ejemplo, a los
aspectos expresivos de la voz en la radio, que tanta relación guardan con el área
teatral como con la musical, se superponen otros problemas que destruyen en
tantos casos la semanticidad en favor de una expresividad meramente afectiva, es
decir, que transfieren sentido en favor del puro sonido. Ello tiene lugar cuando
abordamos en una pieza radiofónica fragmentos textuales en lenguas desconocidas
las cuales, como apuntaba el compositor y artista radiofónico Luc Ferrari, pasan a
ser percibidas como contenidos musicales; o, dicho de otro modo, son valoradas
por la calidad musical de sus fonemas constituyentes, dado que a ellos se desplaza
una atención que previamente ha sido rechazada de una posible "escucha
semántica", por emplear la terminología de Pierre Schaeffer. Esa voz puede
también perder sus cualidades semánticas -nos referimos a la virtualidad de la voz
como "portadora" de lenguaje verbal- en base a transformaciones realizadas con
equipos electrónicos, o bien formar parte de una tupida polifonía en la que convive
con secuencias sonoras de diversa procedencia. Comprobamos ya de entrada, y sin
abandonar el presupuesto clásico tantas veces defendido de que en torno a la voz
se articulan los demás elementos que configuran los mensajes en la radio, que hay
una gran cantidad de manifestaciones sensibles del empleo de la voz en la radio
que no se ponen al servicio de lo literario-textual. Por descontado, y tras lo
expuesto, aún menos podríamos estar de acuerdo con autores que, apelando a un
enfoque estético-comunicativo en el análisis del lenguaje radiofónico, se obligan a
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Desde una tal perspectiva, aplicada naturalmente tan sólo a la imagen acústica, al
campo perceptivo sonoro, se hace apelación a una gramática, generadora de las
estructuras necesarias tanto para la codificación como para el desciframiento, y se
introduce la noción de texto radiofónico, que evidentemente se define como "el
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De ese modo, un tal análisis de una obra radiofónica nos informaría de una
voluntad constructiva de símbolos por parte del autor, de la postura del autor-
emisor respecto de la obra, y de la estética de la recepción en su desciframiento
final. Desde el punto de partida de la narrativa literaria, una vez hechos los ajustes
necesarios, sería posible por tanto acotar el problema del lenguaje radiofónico
aplicado a obras que se comportan en términos de discurso narrativo o que se
dedican -dicho en los términos de García Jiménez- a "contar historias". En esos
términos es siempre posible encontrarse con un tronco común a nivel de
contenidos, pues ahí entramos en el campo de los fenómenos semióticos; lo que
varía es la repartición del campo semántico, es decir, la forma del contenido, que
está ligada a la materia con que cada medio se expresa. En el caso de la narrativa
literaria, esa materia es la palabra; en la narrativa radiofónica, el sonido.
Recordamos que Balsebre han inferido las unidades significativas que conforman
el texto radiofónico tomando como guía metodológica el lenguaje cinematográfico,
siguiendo para ello el ejemplo de Yuri Lotman. A este respecto, esa estratificación
fundamentada, como decíamos, no en el análisis sintáctico del mensaje
radiofónico, sino en el sintagmático , tendría en su nivel inferior los planos, los
cuales reunidos dialécticamente conformarían las distintas secuencias, de cuya
yuxtaposición final surge la obra.
Encontramos, pues, que el criterio narrativo-textual busca erigir una gramática que
permita la construcción, a base de un número limitado de transformaciones, de las
"frases" que van a conformar el texto radiofónico, el cual se rellena con el mensaje
radiofónico. La sumisión a ese criterio pasa también por reconocer en la radio el
medio idoneo para un cierto tipo de escritura y, claro está, por considerar a la cinta
magnetofónica o al disco duro del ordenador como soportes de esa escritura, de
esos textos. Es un hecho indudable que muchos creadore s radiofónicos han
seguido y siguen esos esquemas mentales, esas figuras de pensamiento que les
conducen y a, desde el primer estadio formalizador, el del guión, a afrontar la
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Por supuesto, no es necesario que exista un texto literario interpretado por uno o
varios actores para validar el buen funcionamiento de un tal esquema. Un buen
ejemplo de ello lo encontramos en el trabajo de René Farabet y Kaye Mortley,
sobre todo del que ambos han venido realizando para el Atelier de Créa tion
Radiophonique de France-Culture (Radio France). Tomando como muestra las
obras que ambos realizaban, con grabaciones propias, sobre Córdoba y París,
respectívamente17 y la conferencia que dictaban al respecto18, señalaremos que
Farabet apelaba a la sintaxis barroca de Góngora para recorrer la ciudad del poeta,
Córdoba, provisto de un micrófono. Pero también recurría a esa sintaxis para
montar en estudio los planos y las secuencias -las palabras, los versos- de su obra
radiofónica. Mortley afirmaba en la conferencia citada que "en todo instante, una
ciudad fabrica texto sonoro", y en su método para aprehender ese texto, "visitar un
lugar por primera vez con un magnetófono, descubrirlo así (...) es no solamente
recoger texto sonoro de manera particularmente sensible (...); es también una
manera de descubrirte a tí misma". Tras esas operaciones, el autor se instala ante la
mesa de mezcla. Y -dice Farabet- "en el flujo sintagmático, cada trozo es un
pequeño ideograma fugitivo, borrándose enseguida, enseguida ree mplazado"19.
Los diversos métodos de ese especial trabajo son por otro lado, según Klaus
Schöning, "métodos literarios conocidos, como el monólogo, la narración
radiofónica, el diálogo, el montaje, el `collage´, la técnica del `cut-up´, la escena
dramatizada"20.
Hay que precisar que, aún a salvo de admitir o no como consistente este esquema
para la totalidad de obras que conforman el arte radiofónico, éste se presenta
conveniente en la consideración de que "el relato radiofónico es un texto que narra
sucesos"22. Así, insistimos en que su pertinencia ha sido convocada para describir,
explicar y aplicar la capacidad de la imagen sonora -como tal imagen, en su
funcionalidad simbólica y sígnica- para narrar. Es, por tanto, su ámbito idoneo el
de aquellas formas y géneros que se articulan en torno al lenguaje verbal o,
incluso, a su elisión en favor de otros mecanismos que lo sustituyan con ve ntaja en
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Decir que toda obra radiofónica despliega en sus imágenes sonoras una narración,
sería tanto como afirmar que toda la música que se ha escrito es música
"programática", esto es, música sometida a un patrón literario previo que el autor
transpone con ayuda del lenguaje musical. Cuando se toma en cuenta la función de
la música en el lenguaje radiofónico, se suelen señalar dos funciones estét icas
básicas: la expresiva, en virtud de la cual es capaz de crear movimientos afectivos
en el oyente, y la descriptiva, en el sentido de que permite la ubicación de la
escena en donde discurre el relato. Si bien la primera de esas funciones viene
siendo cumplida por toda obra musical por el mero hecho de serlo, la segunda
comportaría una subordinación de ésta a esos valores programáticos referidos, o la
atribución de una funcionalidad icónica a la misma. Efectívamente, las
descriptivas son las posiibilidades que tiene la música en la radio cuando se la
emplea como un elemento más en el texto radiofónico, pero la música puede servir
en la radio a otros fines: a todos aquellos ligados al propio lenguaje musical
entroncado con la especificidad del medio que nos ocupa.
Diversos autores sostienen23 una semanticidad del lenguaje musical más allá de
situaciones descriptivas o asociativas. Ello se sustenta en los casos en que la trama
musical es analizable sobre la base de la propia singularidad de su lenguaje. En ese
sentido, podrían extenderse al estudio de ese lenguaje, como señala Dorfles24
aplicación de las fórmulas retóricas tradicionales, que han sido tan e studiadas a
propósito del lenguaje verbal y del figurativo". La no servidumbre a una
convención lingüística por parte de esos signos que son las unidades mínimas
sonoras nos advierte sobre las dificultades que nos aguardan al abordar una
gramática que, además, y a propósito del lenguaje radiofónico, nos llevaría a
consideraciones más amplias, como estamos comprobando desde el inicio. Las
reglas de una tal gramática que, intuitívamente, ha sido presentida por algunos
teóricos 25, no van a poder ser aquí elucidadas, y de lo que sigue va a
desprenderse la dificultad de un empeño en tal sentido en el momento presente.
Lo que desde ahora se nos hace evidente es que, si el modelo secuencial lineal
basta a los efectos de la estructuración de las unidades sintagmáticas mínimas en el
caso de las obras radiofónicas cuyo mensaje semántico es desplegado para contar
historias , la distribución de esas unidades mínimas obedece a otros modelos
organizativos y estructurales en buena parte de las obras artísticas radiofónicas.
Así, podemos encontrarnos con que la distribución espacial y temporal de los
objetos sonoros organizados en secuencias se efectúa conforme a un modelo
probabilístico, combinatorio, fractal, contrapuntístico, procesual... Eso es
abrumadoramente constatable en las obras musicales electroacústicas, y en este
sentido hemos de añadir que, como señala Gerald Bennett, "la música
electroacústica forma parte de una cultura casi exclusívamente oral. Hay pocos
documentos escritos sobre la práctica composicional (en oposición a la prác tica
técnica)" 26
Nuestra búsqueda tropieza, justamente, con las mismas dificultades que presentan
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Todo fenómeno sonoro puede pues ser tomado (como las palabras de un lenguaje)
por su significación relativa o por su sustancia propia. En tanto que predomine la
significación, y que se juegue sobre ella, hay literatura y no música. ¿Pero cómo es
posible olvidar la significación, aislarla en sí del fenómeno sonoro?
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Por otro lado, el compositor francés nos sugiere dos operaciones para convertir
una secuencia sonora del primer tipo en una del segundo. La tecnología de fijación
estable del sonido -analógica en su día, digital en la actualidad- es la que nos lo
permite, desde luego. Pero con e sas dos operaciones, que son esenciales para
acometer lo que denomina escucha reducida y que a todos los efectos plantea
como operaciones de la nueva gramática buscada, el sentido se transfiere al
sonido.
La escucha reducida es la bautizada por Pierre Schaeffer como la que afecta a las
cualidades y formas propias del sonido, independientemente de su ca usa y su
sentido, y que toma el sonido -verbal, instrumental, anecdótico o cualquier otro-
como objeto de observación, en lugar de atravesarlo buscando otra cosa a través
de él. (El término "reducida" ha sido tomado de la noción fenomenológica acuñada
por Husserl). Ese tipo de escucha implica, pues, la fijación de los sonidos -en
grabación, en un soporte estable que asegure su repetición en aras de favorecer su
análisis- los cuales acceden así al "status" de verdaderos objetos. Es en lo que se
apoyan las investigaciones de Schaeffer y a lo que, básicamente, se dedica en su
Tratado de los objetos musicales .
Señalemos además, con M.Chion, que la radio "ha venido empleando normalmente
los sonidos según los tipos de escuchas causal y semántica -es decir, como lo hace
el cine, por su valor figurativo, semántico o evocador- en referencia a causas
reales o sugeridas, o a textos escritos, pero pocas veces en cuanto formas y
materias en sí"31.
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Por otro lado, dice P. Schaeffer que "hay un `resto sonoro´ del que se puede
ocupar la música, desde lo no dicho a lo indecible"33. Y, sin querer sacar de
contexto esa afirmación, añadiremos que ese es un salto cualitativo que se plantea,
tanto al dar el paso de la partitura (guión) con signos abstractos a la interpretación
concreta (plasmación en la unidad programática) con objetos sonoros, como al
hecho de emplear éstos relacionándolos desde su valencia puramente musical. Lo
primero hace inútil, también desde el ámbito musical, un esquema (músico-
radiofónico, si se prefiere por el momento) del lenguaje radiofónico basado en la
Lingüística, como ya ha quedado señalado, mientras que lo segundo nos impone
entrar a considerar la esencia misma del sonido.
La música, según Schaeffer -y, en general, el arte sonoro- "consta de signos que
están hechos para ser oídos, a diferencia de los lingüísticos"34. Al definir el arte
sonoro ya identificábamos al objeto sonoro como a esa unidad mínima que
conformaba cada uno de los sistemas expresivo-sonoros de que hace uso el
lenguaje radiofónico. Compete ahora añadir que esa unidad mínima se presenta
desglosable en un conjunto de parámetros que son: altura, duración , rítmo,
intensidad y timbre , concepto éste último que podría ser complementado por el de
densidad . Según el análisis del músico francés, esos parámetros pueden
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Con todo, el empeño más conveniente a nuestros intereses parece llegar del lado
de Schaeffer, pues desde la ampliación de conceptos lo más universal posible para
el arte sonoro que se vincula al término objeto sonoro , persigue elucidar una
tipología cuya finalidad es la de separar y clasificar dichos objetos, vayan a ser
empleados por el músico o por el radiofonista. En este sentido, nos parecen
relevantes sus criterios de diferente factura y masa del objeto, que se atienen a
una clasificación morfológica, o los de clasificación temporal, que tienen en cuenta
la duración junto a las variaciones posibles dentro de esa duración. En la "factura"
encontramos un parámetro asimilable a la forma global, o envolvente, del sonido,
en clara vecindad con la energía vibratoria comunicada a través de él, mientras
que la "masa" estaría ligada al parámetro "timbre" o, en una acepción más afín a la
física, a la "densidad". En cuanto a la duración, resulta evidente la distinta
posibilidad que nos brinda en un discurso sonoro un sonido largo y otro corto, o un
sonido que presenta variaciones en su trayectoria respecto de otro que se mantiene
invariable a lo largo de la misma.
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Una vez más habremos de aliarnos con especialistas que se aproximan al problema
a estudiar desde áreas del conocimiento muy diferentes, aunque con unos puntos
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de tangencia entre sí que nos las hacen aparecer como complementarias en nuestro
propósito.
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Sin abandonar el símil con lo fílmico, hay aún otra reflexión fundamental que
hacer: cuando procedemos a organizar un plano sonoro -por seguir con esa
terminología heredada- hay dos dimensiones que entran en juego: la temporal y la
espacial. La primera lleva la incorporación a un tiempo único -el de la duración del
plano- de los distintos tiempos que poseen las diferentes secue ncias
pre-sintagmáticas -como las hemos denominado provisionalmente- que se mezclan.
La segunda comporta la composición "en perspectiva" de las mismas. Ahora bien:
la noción de "perspectiva", tomada de la representación pictórica -bidimensional y
estática- es equívoca, por cuanto en una organización sonoro-temporal, como
veremos, esa noción se corresponde en realidad con la de sucesionalidad.
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Continuando con lo que no es sólo una curiosidad científica, a lo anterior hay que
añadir que, como no podía ser de otra forma, el hemisferio derecho "elabora las
configuraciones de estímulos independientes del tiempo"40. De este modo,
encontramos completo desde las funciones de ambos hemisferios lo que había sido
disperso y casi olvidado en un primer análisis: la configuración bidimensional de
todo mensaje radiofónico.
Autores como Beeby han propuesto tres planos para el fondo sonoro: "El tema, la
ilustración y el ambiente. (...) Tomad, por ejemplo, la grabación de un comentario,
de una fiesta de feria. El `tema´ es la voz del locutor. Inmediatamente detrás
vendrá la `ilustración´, o sea, el punto preciso de la fiesta que interesa. Todo ello
sobre un fondo (...) de música y de ruidos de multitud, el `ambiente´"41. Es
evidente que esa concepción sugiere una aplicación del lenguaje radiofónico
bastante tópica, que ha sido rechazada por autores y productores de arte
radiofónico del mismo modo que en su día lo fuera la figura del "narrador". En
concreto, podemos señalar la solución aportada por el finlandés Pertti Salomaa en
sus reportajes, o documentales, artísticos. Como muestra, su Iron Haters (1987)
sitúa la acción de los deportistas en un primer plano -son el "tema"- que acompaña
el ambiente real de la competición. La voz del locutor no cubre esa acción, pero se
destaca distíntamente de ella por su carácter interpretativo y porque está
panoramizada hacia uno de los canales del estéreo.
Resulta obvio señalar que el factor dinámico está ligado a todo mensaje difundido
por un medio electrónico, como lo es la radio. Esa es otra c onsideración que, a
fuer de evidente, se deja de lado incomprensíblemente en los estudios sobre el
lenguaje radiofónico. En otro lugar enunciábamos que todo medio lo es porque
aúna dos conceptos: mensaje y distancia. El primero, en el caso de los medios que
emplean la tecnología electrónica como configuradora del "canal", es una
magnitud dinámica, pues como hemos argumentado el mensaje ahí se refiere a la
cantidad de unidades significantes mínimas emitidas por unidad de tiempo. El
segundo, remite a unidades de longitud. Del producto de ambos, el medio resulta
ser "unidades significantes" multiplicadas por la velocidad (longitud/tiempo). Otra
característica de la distancia en un medio como la radio es que se define como
magnitud vectorial , no escalar. Es decir, que tiene una dirección o, mejor aún, es
unidireccional , lo que es constatable en el tipo de radiodifusión que aquí nos
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1997-2000
jiges@sei.es
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1. Armand Balsebre: El lenguaje radiofónico. Ed. Cátedra, Madrid, 1994, pp.163-164 [R]
6. Cit. por J. Gª. Jiménez en Narrativa audiovisual , Ed. Cátedra, Madrid, 1993, p.57[R]
7. A. Moles: art et ordinateur. Blusson Editeur, París, 1990, pp. 28-30 [R]
8. Ibid ., p.35[R]
15. Cit. por L. F. Huertas: Estética del discurso audiovisual , Ed. Mitre, Barcelona, 1986,
p.69 [R]
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26. G. Bennett: "Thoughts on the Oral Culture of Electroacoustic Music", en Esthétique et
Musique Electroacoustique, Ed. Mnémosyne, París, 1996, p.20 [R]
27. P. Schaeffer: Traité des objets musicaux, Ed. du Seuil, París, 1966 [R]
28. P. Schaeffer: "Les Études", en François Bayle (ed. y recop.): Pierre Schaeffer,
l'oeuvre musicale, libreto de la ed. homónima en 4 CD's, Ed. INA-GRM, París 1990,
p.29-30 [R]
32. R. Murray Schafer: Le Paysage sonore, Ed. J.C.Lattès, París, 1979, pp. 202-205.
Manejamos esa trad. francesa del original en inglés, The Tuning of the World , A. Knopf,
Inc., New York, 1976 [R]
33. P. Schaeffer: Traité des objets musicaux, cit. Manejamos la trad. esp. de Araceli
Cabezón de Diego, Tratado de los objetos musicales, ed. Alianza Música, Madrid, 1988,
p.182 [R]
41. Alan E. Beeby: Sound Effects on Tapes, Focal Press, Londres, 1969, p.12[R]
42. Citemos, como los más empleados en la empresa informativa radiofónica, el Sonic
Solution, SADIE o, secundariamente, Sound Designer y Pro Tools.[R]
sumario menú a
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