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ELEMENTOS PARA UNA ANTROPOLOGÍA DEL

DOLOR: EL APORTE DE DAVID LE BRETON

Reinaldo Bustos Domínguez


Magíster en Sociología U.C.
Doctor en Salud Pública-Bioética

Correspondencia : Dr. Reinaldo Bustos Domínguez. La Concepción 81,


Of. 218. Santiago. Chile
Acta Bioethica 2000; año VI, nº 1

ELEMENTOS PARA UNA ANTROPOLOGÍA DEL


DOLOR: EL APORTE DE DAVID LE BRETONi

Reinaldo Bustos Domínguez

Resumen Resumo
En este artículo se recoge el aporte de Neste artigo recorre-se a contribuição de
David Le Breton a la antropología del dolor, David Le Breton à antropologia da dor através
a través del cual se puede comprender la ne- do qual pode-se compreender a necessidade
cesidad de una práctica ampliada de la me- de uma prática ampliada da medicina, já que
dicina, que a menudo se remite a una aproxi- a aproximação empírica e positivista vigente
mación empírica y positivista, conducente a conduz a uma intervenção sobre as
una intervención sobre las enfermedades enfermidades construída somente sobre rea-
concebidas sólo como realidades biológicas lidades biológicas puras. Do contrário, a
puras. Por el contrario, el análisis antropo- análise antropológica da dor nos leva a consi-
lógico del dolor nos lleva a la consideración derar a enfermidade não só com sua
de la enfermedad no sólo como una confi- caracterização de sinais clínicos, mas igual-
guración de signos clínicos, sino que como mente como uma síndrome de experiências
un síndrome de experiencias vividas, carga- vividas, carregadas de significações,
das de significaciones, interpretaciones y ex- interpretações e explicações mediadas pela
plicaciones, mediatizadas por la cultura y la cultura e subjetividades individuais.
subjetividad individual.
PALABRAS-CLAVE: Cuerpo, Dolor,
Antropología,Cultura.

i
Le Breton, D. “Anthropologie de la doleur”.
Métailié, Paris, 1995.

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Elementos para una Antropología del Dolor: El Aporte de David Le Breton - R. Bustos

Abstract Résumé
The paper presents David Le Breton’s Dans ce texte on expose la contribution de
contribution to the anthropology of pain, as David Le Breton à l’antrhopologie de la
a proposal for a better understanding of the douleur, laquelle permet comprendre le besoin
necessity of a more comprehensive medical d’une pratique médicale élargie; souvent on
practice, since more often than not, it is comprend celle-ci dans une perspective
restricted to an empirical and positivist empirique et positiviste ce qui conduit à une
approach leading to intervene on diseases as intervention sur les maladies conçues
if they were mere biological realities. On the seulement comme réalités biologigues pures.
contrary, the anthropological analysis of pain Au contraire, l’analyse anthropologique de la
takes us to consider illness not only as the doleur nous conduit à considérer la maladie non
characterization of clinical signs, but also as seulement comme une configuration de signes
a syndrome of lived experiences, loaded with cliniques mais aussi comme un syndrome d’
significance, interpretations and explanations expériences vécues, chargées de significations,
influenced by culture and personal interprétations et explications interprétées à
subjectivity. l’aide de la culture et de la subjectivité
KEY-WORDS: Body, Pain, Anthropo- individualle.
logy, Culture. MOTS CLÉS: Corps; Douleur; Anthro-
pologie; Culture.

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Introducción Estos ejemplos paradigmáticos nos sirven


como introducción para afirmar que la ex-
En un par de trabajos clásicos de socio-
periencia del dolor siempre es singulariv: na-
logía médica, Zborowskiii en 1952 y Zolaiii
die reacciona frente al dolor de la misma for-
en 1966 mostraron la influencia de la cultu-
ma. Cada individuo responde de una mane-
ra en la percepción y manifestación del do-
ra diferente a una herida o a una afección,
lor. El primero, en una encuesta con sujetos
aunque éstas sean idénticas. El umbral de
sanos y enfermos de origen italiano, judío,
sensibilidad es diferente. La anatomía o fi-
irlandés y americano de “viejo cuño”, demos-
siología no son suficientes para explicar las
tró que los italianos y los judíos provenien-
diferencias o variaciones culturales, socia-
tes de Europa del Este tenían reacciones
les, personales o de circunstancias que afec-
próximas frente al dolor, marcadas por una
tan a un individuo con ocasión de un aconte-
sensibilidad excesiva y tendencia a la emo-
cimiento doloroso. Y ello es porque la acti-
tividad y la dramatización. En los judíos par-
tud frente al dolor no es una cosa meramen-
ticularmente, el dolor de uno de sus miem-
te mecánica o fisiológica sino que está me-
bros hace participar a toda su familia, ya que
diatizada por la cultura, las variaciones per-
no soportan el aislamiento o la impersonali-
sonales y la significación subjetiva atribui-
dad de las relaciones. El dolor es percibido
da a su presencia. El dolor es el producto de
como un signo nefasto, que provoca ansie-
un contexto, es la expresión de una educa-
dad y miedo del futuro, congruente con la
ción social. El personal de servicio en las
historia dolorosa y trágica del pueblo judío.
unidades de cuidados paliativos saben que
Los italianos, por su parte, viven el dolor con
una palabra amiga o su presencia en la cabe-
la inmediatez de la queja, con analgésicos se
cera del enfermo suelen ser los antiálgicos
tranquilizan y esperan. Los judíos, en cam-
más eficaces, aunque no suficientes.
bio, desconfían y a menudo son críticos de
los cuidados médicos. Los americanos de En la tradición aristotélica (Ética a
“viejo cuño” viven con desdén su dolor, que Nicómaco), el dolor era concebido como una
sólo molesta a los otros. Los irlandeses de forma particular de la emoción; era la medi-
confesión católica se parecen a los america- da del hombre tocado en lo más profundo de
nos. Unos y otros, testimonian una misma su intimidad. En los orígenes de la moderni-
capacidad de resistencia: el dolor es más una dad, Descartes concibe el dolor como mero
molestia que un síntoma. disfuncionamiento de la mecánica corporal.
La física corporal o la biología tendrán des-
Zola posteriormente, muestra lo mismo:
de entonces el privilegio del estudio de los
los pacientes italianos, ante igual diagnósti-
mecanismos del influjo doloroso, para des-
co, dramatizan más su dolor que los irlande-
cribirlo con la objetividad que se requiere
ses. Estos últimos viven su dolor en con-
para la comprensión de sus orígenes, su re-
gruencia con el sentimiento de que la vida
corrido, su punto de llegada. La psicología o
es dura y difícil, revelando con claridad la
la filosofía ocupan de ahí en adelante un lu-
pregnacia de los valores culturales en la vi-
gar secundario, restringidas tan sólo a la
vencia de la enfermedad.
anécdota de la subjetividad vivida del dolor.
Desde Aristóteles hasta Descartes, para Le
Breton, se inscribe una primera historia de
ii
Zborowski, M. “Reponses culturelles au doleur” transmutación del dolor, desde una forma de
en Sociologie Médicale”. Steuder, F. Paris, Armand
Colin, 1952.
la emoción íntima a una concepción mecá-
iii
Zola, I.K. “Culture and symptoms. An anlysis of
iv
patiens´ presenting complainsts” American Cf Le Breton, D. “Anthropologie de la doleur”.
Sociological Rewiew, Nº31, 1966 Métailié, Paris, 1995.

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nica, donde el dolor es la expresión pura y los estímulos dolorosos, expuestos a todos
simple de una mecánica neuronal y cerebral, los peligros ambientales: los leprosos, por
un hecho puramente sensorial que concier- ejemplo. La función de defensa del dolor está
ne a un conjunto de fibras nerviosas que lle- ausente en ellos. Pero el fenómeno doloro-
van hasta el cerebro un estímulo que se pro- so, para Le Breton, no se agota en esta fun-
cesará en el centro del dolor; el hombre, con ción defensiva del individuo frente a los pe-
toda la complejidad de su historia personal, ligros del medio ambiente. Él se inscribe en
no tiene nada que decir. Para nuestro autor, una presencia mucho mas compleja, más des-
sólo después de Los Estudios sobre la Histe- concertante, imposible de recoger en una
ria, donde Freud y Breur develan la lógica fórmula simplista. Entre el dolor concebido
del inconsciente, se abre una primera brecha como una herramienta virtual al servicio de
en esta interpretación mecánica de los he- la defensa del individuo y éste, se inscribe el
chos corporales, para hacer comprender que dolor con toda la ambivalencia y la comple-
el hombre no es un mero apéndice de una jidad que caracteriza la relación del hombre
actividad autónoma de la actividad neuronal. con su mundo. ¿Reacción de defensa? ¿Con-
Se inicia entonces una segunda historia del tra quién? ¿Contra qué?, se pregunta René
dolor, donde la dimensión afectiva empieza Lerichev, y con razón. No todas las enferme-
a ser considerada. dades comienzan con dolor y muchas veces
De hecho, la investigación contemporá- el dolor es la enfermedad.
nea, producto de la colaboración entre mé-
dicos y científicos sociales, hace justicia a la Antroposemiología del dolor
complejidad del fenómeno doloroso mos-
trando que entre el estímulo que lo provoca La clínica médica y la literatura son fuen-
y el dolor experimentado existen numerosos tes inagotables que nos nutren de la expe-
filtros, que disminuyen o acentúan su inten- riencia del dolor sentido y el dolor sufrido.
sidad. El calor, el frío, los masajes, Un médico fránces, René Leriche, definió
enlentecen, amortiguan o aceleran su pasa- clásicamente la salud como “el silencio de
je. Ciertas condiciones lo inhiben, como la los órganos”. En realidad, el hombre sano se
relajación o la diversión; lo aumentan o lo vive en una armónica unidad física-mental,
difunden, como el miedo o la fatiga. Por lo confiado de sus recursos, y por completo ol-
tanto, no hay dolor sin comprometer la rela- vidado de sus raíces físicas, en un equilibrio
ción del hombre con su entorno, es decir, sin natural que no impone ningún obstáculo en-
una significación afectiva que traduce el des- tre sus proyectos y el mundo circundante. El
lizamiento de un fenómeno fisiológico al cuerpo no le pesa, más bien, se le hace coti-
corazón de la conciencia moral del indivi- dianamente invisible. Cuando aparece el
duo. El dolor vivido no es jamás una pura dolor, el cuerpo se hace extraño: la lesión, el
experiencia sensorial, sino más bien una per- daño de una función, se imponen penosa-
cepción compleja, una manifestación que se mente a la conciencia del individuo, decrece
integra a la experiencia acumulada de vida todo interés por los otros, el individuo se re-
de un individuo y, en este sentido, simultá- pliega. Una paciente nuestra, afectada de una
neamente sentida, evaluada e integrada en Mielitis Transversa, refiere que cuando su
términos de significación y valor. El dolor, dolor perianal se hace particularmente agu-
como experiencia humana, no es un simple do, pierde el apetito, el gusto por vivir, se
hecho de la naturaleza, sino más bien una hace más susceptible, apática, no puede dor-
experiencia altamente simbólica, un hecho mir. Su dolor la induce a una renuncia par-
de la cultura. Pensemos en todos aquellos
v
sujetos privados de su condición de sentir Cit. por Le Breton.

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cial de sí misma, amenaza su identidad, la La depresión y el dolor crónico se alimen-


obliga a recluirse solitaria, para evitar arries- tan mutuamente. Cuando el dolor se hace to-
gar perder su autoestima frente a los otros. tal y los pacientes se sienten sumergidos en
Todo dolor, incluso el más leve, induce una un sufrimiento que los envuelve por entero,
metamorfosis en el sujeto, nos revela nues- como en el caso de las personas afectadas de
tra impotencia y nuestra fragilidad, no tan cánceres o sida, la analgesia farmacológica
sólo altera la relación del hombre con su cuer- plantea dilemas éticos importantes para el
po, sino que invade más allá: contamina la paciente, en tanto se comprometen los últi-
relación total del hombre con su mundo. mos instantes de vida y de relación con sus
La semiología médica nos enseña que seres queridos. Para los médicos no es me-
existen dolores agudos y crónicos. El primero nos difícil: a menudo se plantean dudas en
es transitorio, la ansiedad está generalmente torno a la sub-evaluación de la intensidad del
ausente en tanto la mayoría de estos dolores dolor, el temor a inducir cambios secunda-
se asocian a causas contingentes. Para el niño rios o producir una dependencia de los me-
son experiencias formativas, que le enseñan dicamentos. Pero lo común es ver pacientes
de su vulnerabilidad ante el medio o de la terminales con dosis masivas de analgésicos
fragilidad de su condición. Cuando se hacen que neutralizan la conciencia del sujeto para
un poco más intensos y permanentes, signos que no sufra más; pero el remedio desborda
de un mal insidioso, recurrir al médico es el mal, puesto que se suprime la conciencia
necesario en tanto interlocutor obligado en y la vida de relación. El paciente muere en
nuestro mundo occidental, para que le pon- el sopor, inconsciente de sus últimas horas
ga nombre y lo reduzca. Los dolores agudos de vida, privado de un último contacto con
no afectan mayormente las relaciones socia- sus seres queridos, alimentando así la culpa-
les, más bien despiertan la solidaridad y la bilidad de estos.
protección de los otros. Son pequeños sig-
nos que, incluso, refuerzan el sentimiento del La ambigüedad del dolor y su
valor personal. Los dolores crónicos, en cam- eficacia simbólica
bio, son una penosa carga. Van desde una
sorda presencia hasta reagudizaciones varia- En psiquiatría nos confrontamos a menu-
bles en intensidad, que limitan toda forma do con dolores y quejas somáticas que no
de existencia. A menudo, son un límite al tienen correlación orgánica. Aquí el dolor es
poder médico, en su comprensión y en su signo de un sufrimiento que autoriza social-
curación. Nuestra paciente aquejada de mente la búsqueda de ayuda médica. Las
Mielitis nos dice que su dolor es una expe- enfermedades funcionales, con su dolor y
riencia horrenda, que violenta los límites de sufrimiento, son a menudo un llamado de
su condición humana, inaugurando un modo atención a su soledad o insignificancia. Des-
de vida, prisionera de su dolor. Le Breton pués de Freud, y más allá de la respuesta te-
recuerda a Tolstoi, que en La Muerte de Iván rapéutica inmediata, el médico debe ser ca-
Illitch nos muestra al protagonista atormen- paz de descifrar su mensaje. El dolor como
tado por el dolor, dolor que olvida a veces o síntoma es la pantalla donde se dibujan
imagina alejado para siempre, pero que re- —en el caso de la histeria, por ejemplo— la
aparece súbitamente para atacarlo. La ansie- búsqueda obstinada de amor y reconocimien-
dad que nace de tal estado, el sentimiento de to. En el hipocondriaco, se refleja la viven-
un suplicio que no terminará sino con la cia compleja de un cuerpo cruzado por las
muerte, hace para Iván Illitch, como para experiencias dolorosas, de las cuales el indi-
nuestra paciente, aún más intolerable la ex- viduo es un ingenioso inventor. En la actua-
periencia. lidad es común la presencia de individuos

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que han sufrido un accidente laboral y que placebos. Hallazgos no menos significativos
persisten con dolores más allá de la convic- cuando la evidencia empírica nos dice que
ción clínica de que no tienen nada orgánico sólo el 75% de los enfermos aquejados de
comprometido. Son “paranoias del cuerpo”, dolores intensos se alivia con morfina. La
como las definió Roa. La sospecha de un tras- eficacia simbólica nos recuerda entonces el
torno psiquiátrico acentúa en ellos la idea de carácter múltiple del dolor, que afecta al
ser víctimas de un desprecio o de una injus- hombre más allá de su pura organicidad.
ticia. Ante una medicina, heredera del dua- Estudios que demuestran lo anterior abun-
lismo cartesiano que separa radicalmente dan en la literatura médica. En pediatría es
cuerpo y hombre, este último vaga dividido conocido el efecto controlador de la apren-
por los diferentes servicios médicos sin que sión y el dolor de los niños sometidos a una
nadie lo escuche y dé respuesta a su padeci- intervención quirúrgica cuando están acom-
miento. La impotencia alimenta su sufri- pañados por sus madres, a las cuales se les
miento, el cual se transforma en un proble- ha explicado y calmado, a su vez, de su pro-
ma de identidad, signo de una buena fe puesta pia ansiedad. El placebo actúa entonces en
en duda. Hay muchos otros ejemplos en psi- el corazón del vínculo social, donde el dolor
quiatría que muestran con elocuencia que el es una caja de resonancia de significaciones
dolor está siempre presente, entreverado en personales y sociales.
los vericuetos de la historia personal. Entre Pero el dolor, desde el punto de vista
un mal de vida y un mal del cuerpo, oscila antropológico, no se agota en lo anterior.
poniendo en relación —a veces sutilmente, La rica relación entre el mal y el dolor, tan
en otras con crueldad y locura, como ocurre cara a toda conciencia religiosa en los re-
en algunos pacientes esquizofrénicos o de- latos bíblicos, ocupa parte importante del
mentes— a la carne y el espíritu. Como he- estudio de Le Breton. No debemos igno-
mos dicho, ninguna ley fisiológica puede dar rar que las culturas religiosas imponen su
enteramente cuenta del dolor, puesto que es marca en los comportamientos y valores
múltiple: garantía de una reivindicación, sus- de los individuos a la manera de un incons-
tituto de amor para paliar la ausencia, modo ciente cultural. No ocurre sólo con el cris-
de expiación, medio de presión, etc. En nu- tianismo, también con otras religiones en
merosos casos, el dolor cumple, evidente- las cuales se constatan zonas de divergen-
mente, una función de soporte de la identi- cias con el catolicismo: la reforma protes-
dad personal. Pero como también el cuerpo tante rompió, por ejemplo, la noción de un
y el dolor no escapan a la condición de cada dolor pleno de gracia y de virtud legitiman-
cosa humana, como algo construido social y do la lucha contra éste. A la inversa, los
culturalmente al interior de infinitas varie- musulmanes no se rebelan frente a la ad-
dades, el dolor del cuerpo y el sufrimiento versidad o el sufrimiento, no se confron-
del hombre no escapan a la eficacia simbóli- tan como el cristiano a la paradoja del jus-
ca del efecto placebo, como una ilustración to sufriente. El dolor como figura del mal,
evidente de que la realidad corporal se que vincula enfermedad y falta, es un cons-
enraíza en el corazón de un mundo simbóli- tante recuerdo de nuestra fragilidad huma-
co y cultural. A la evidencia de este efecto na. La modernidad no escapa a esto; el
de eficacia simbólica descrita por Marcel imaginario del sida nos recuerda en la ac-
Mauss y Claude Levy-Strauss (recordados tualidad lo mismo: que una carne sufrien-
también en la obra monográfica de Le te es una carne en falta. No en vano aque-
Breton) en las sociedades tradicionales, se llos infectados por transfusiones sanguí-
agrega la constatación de que un 35% de los neas se sienten y son percibidos como “ino-
pacientes declara encontrar alivio tomando centes”. Y es que la atribución dada por el

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hombre reviste de sentido a su dolor y le Modernidad y dolor: hacia una


permite mantener intacta la mirada sobre sociedad anestesiada
las cosas, rechazar el miedo, mantener su
identidad. La integración del dolor en una En las épocas pre-modernas, los princi-
cultura que le da sentido y valor es para pios de vida y muerte eran la guía de la vida
los individuos un soporte simbólico que le colectiva. Las divinidades eran las referen-
otorga consistencia a su capacidad de re- cias últimas de la vida y la muerte, del dolor
sistencia: todas las sociedades, al definir y sufrimiento de los hombres; en sus manos
implícitamente una legitimidad para el estaba el destino. Con la modernidad des-
dolor, están indicando lo esperable o lo no aparecen las divinidades y las referencias re-
esperable. El dolor se construye socialmen- ligiosas al orden social. Los principios que
te, se ritualiza socialmente. Así se explica guían a la sociedad emergente son aquellos
la variabilidad de respuestas frente al do- de “orden y caos”. En este nuevo escenario,
lor, su dramatización o su interiorización: la ciencia empieza a ocupar un lugar prepon-
el dolor no es puramente la medida de una derante en la explicación de las leyes del
lesión fisiológica, tal como lo destacára- cosmos. Después de la Revolución France-
mos al comienzo. La fijación del dolor en sa, la medicina hace su aparición como efi-
la opacidad del cuerpo puede ser incluso caz aliada del orden para desterrar al caos,
una defensa profesional, en que el médico de aquella parte del caos que implica dolor,
no renuncia a su privilegio de especialista sufrimiento y muerte. La evolución reciente
de descubrir el origen del dolor. Así, ve- de la medicina es testimonio de un despla-
mos a pacientes circular por diversos ser- zamiento de técnicas que se han difundido
vicios médicos buscando una respuesta prácticamente a todas las sociedades occi-
causal que no llega, terminando presos dentales, tratando de alcanzar este objetivo
como objetos de una relación técnica. En del progreso: desterrar para siempre del do-
el caso de dolores crónicos, ésta se instala lor, el sufrimiento y la muerte, vividos como
como una ilusión compartida, que se ali- ruidos insoportables del funcionamiento
menta de una obstinación recíproca en las socialvi. En lo que atañe al dolor, coincidi-
posibilidades omnipotentes de la medici- mos con Le Breton que dice que la medicina
na. Pero el dolor no desaparece, pues tie- lo ve solamente como un anacronismo, no
ne usos variados, es un material inagota- sólo cruel sino como un equivalente moral
ble y fecundo en manos de la invención de de una tortura. Pero la fantasía de su supre-
individuos-artesanos de su dolor. Unos lo sión total, por parte de la técnica médica, es
eligen para dar testimonio de su fe: el do- otro sueño moderno que no tendría otras con-
lor es una ofrenda; para otros, no religio- secuencias que no fuera también la indife-
sos, es un signo de estatus social. Ocurre a rencia por la vida.
menudo en aquellos a quienes su dolor cró- Precisamente, el gran aporte de la antro-
nico los saca de su medianía social, fami- pología del dolor presentado en esta reseña
liar o laboral, les da una identidad, les per- de la obra de David Le Breton, es humani-
mite negociar con los otros. En fin, el do- zar la medicina para dignificar la vida.
lor es una eficaz herramienta con muchos
fines. En Vigilar y Castigar, Michel
Foucault nos entrega un detallado reper-
torio de los usos sociales del dolor como
suplicio y castigo, evidencia de sus usos vi
Cf. Bustos, R. “Las Enfermedades de la Medicina”
múltiples. Ed. Cesoc-Colegio Médico (reg. Santiago), 1998.

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