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Resumen Resumo
En este artículo se recoge el aporte de Neste artigo recorre-se a contribuição de
David Le Breton a la antropología del dolor, David Le Breton à antropologia da dor através
a través del cual se puede comprender la ne- do qual pode-se compreender a necessidade
cesidad de una práctica ampliada de la me- de uma prática ampliada da medicina, já que
dicina, que a menudo se remite a una aproxi- a aproximação empírica e positivista vigente
mación empírica y positivista, conducente a conduz a uma intervenção sobre as
una intervención sobre las enfermedades enfermidades construída somente sobre rea-
concebidas sólo como realidades biológicas lidades biológicas puras. Do contrário, a
puras. Por el contrario, el análisis antropo- análise antropológica da dor nos leva a consi-
lógico del dolor nos lleva a la consideración derar a enfermidade não só com sua
de la enfermedad no sólo como una confi- caracterização de sinais clínicos, mas igual-
guración de signos clínicos, sino que como mente como uma síndrome de experiências
un síndrome de experiencias vividas, carga- vividas, carregadas de significações,
das de significaciones, interpretaciones y ex- interpretações e explicações mediadas pela
plicaciones, mediatizadas por la cultura y la cultura e subjetividades individuais.
subjetividad individual.
PALABRAS-CLAVE: Cuerpo, Dolor,
Antropología,Cultura.
i
Le Breton, D. “Anthropologie de la doleur”.
Métailié, Paris, 1995.
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Abstract Résumé
The paper presents David Le Breton’s Dans ce texte on expose la contribution de
contribution to the anthropology of pain, as David Le Breton à l’antrhopologie de la
a proposal for a better understanding of the douleur, laquelle permet comprendre le besoin
necessity of a more comprehensive medical d’une pratique médicale élargie; souvent on
practice, since more often than not, it is comprend celle-ci dans une perspective
restricted to an empirical and positivist empirique et positiviste ce qui conduit à une
approach leading to intervene on diseases as intervention sur les maladies conçues
if they were mere biological realities. On the seulement comme réalités biologigues pures.
contrary, the anthropological analysis of pain Au contraire, l’analyse anthropologique de la
takes us to consider illness not only as the doleur nous conduit à considérer la maladie non
characterization of clinical signs, but also as seulement comme une configuration de signes
a syndrome of lived experiences, loaded with cliniques mais aussi comme un syndrome d’
significance, interpretations and explanations expériences vécues, chargées de significations,
influenced by culture and personal interprétations et explications interprétées à
subjectivity. l’aide de la culture et de la subjectivité
KEY-WORDS: Body, Pain, Anthropo- individualle.
logy, Culture. MOTS CLÉS: Corps; Douleur; Anthro-
pologie; Culture.
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nica, donde el dolor es la expresión pura y los estímulos dolorosos, expuestos a todos
simple de una mecánica neuronal y cerebral, los peligros ambientales: los leprosos, por
un hecho puramente sensorial que concier- ejemplo. La función de defensa del dolor está
ne a un conjunto de fibras nerviosas que lle- ausente en ellos. Pero el fenómeno doloro-
van hasta el cerebro un estímulo que se pro- so, para Le Breton, no se agota en esta fun-
cesará en el centro del dolor; el hombre, con ción defensiva del individuo frente a los pe-
toda la complejidad de su historia personal, ligros del medio ambiente. Él se inscribe en
no tiene nada que decir. Para nuestro autor, una presencia mucho mas compleja, más des-
sólo después de Los Estudios sobre la Histe- concertante, imposible de recoger en una
ria, donde Freud y Breur develan la lógica fórmula simplista. Entre el dolor concebido
del inconsciente, se abre una primera brecha como una herramienta virtual al servicio de
en esta interpretación mecánica de los he- la defensa del individuo y éste, se inscribe el
chos corporales, para hacer comprender que dolor con toda la ambivalencia y la comple-
el hombre no es un mero apéndice de una jidad que caracteriza la relación del hombre
actividad autónoma de la actividad neuronal. con su mundo. ¿Reacción de defensa? ¿Con-
Se inicia entonces una segunda historia del tra quién? ¿Contra qué?, se pregunta René
dolor, donde la dimensión afectiva empieza Lerichev, y con razón. No todas las enferme-
a ser considerada. dades comienzan con dolor y muchas veces
De hecho, la investigación contemporá- el dolor es la enfermedad.
nea, producto de la colaboración entre mé-
dicos y científicos sociales, hace justicia a la Antroposemiología del dolor
complejidad del fenómeno doloroso mos-
trando que entre el estímulo que lo provoca La clínica médica y la literatura son fuen-
y el dolor experimentado existen numerosos tes inagotables que nos nutren de la expe-
filtros, que disminuyen o acentúan su inten- riencia del dolor sentido y el dolor sufrido.
sidad. El calor, el frío, los masajes, Un médico fránces, René Leriche, definió
enlentecen, amortiguan o aceleran su pasa- clásicamente la salud como “el silencio de
je. Ciertas condiciones lo inhiben, como la los órganos”. En realidad, el hombre sano se
relajación o la diversión; lo aumentan o lo vive en una armónica unidad física-mental,
difunden, como el miedo o la fatiga. Por lo confiado de sus recursos, y por completo ol-
tanto, no hay dolor sin comprometer la rela- vidado de sus raíces físicas, en un equilibrio
ción del hombre con su entorno, es decir, sin natural que no impone ningún obstáculo en-
una significación afectiva que traduce el des- tre sus proyectos y el mundo circundante. El
lizamiento de un fenómeno fisiológico al cuerpo no le pesa, más bien, se le hace coti-
corazón de la conciencia moral del indivi- dianamente invisible. Cuando aparece el
duo. El dolor vivido no es jamás una pura dolor, el cuerpo se hace extraño: la lesión, el
experiencia sensorial, sino más bien una per- daño de una función, se imponen penosa-
cepción compleja, una manifestación que se mente a la conciencia del individuo, decrece
integra a la experiencia acumulada de vida todo interés por los otros, el individuo se re-
de un individuo y, en este sentido, simultá- pliega. Una paciente nuestra, afectada de una
neamente sentida, evaluada e integrada en Mielitis Transversa, refiere que cuando su
términos de significación y valor. El dolor, dolor perianal se hace particularmente agu-
como experiencia humana, no es un simple do, pierde el apetito, el gusto por vivir, se
hecho de la naturaleza, sino más bien una hace más susceptible, apática, no puede dor-
experiencia altamente simbólica, un hecho mir. Su dolor la induce a una renuncia par-
de la cultura. Pensemos en todos aquellos
v
sujetos privados de su condición de sentir Cit. por Le Breton.
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que han sufrido un accidente laboral y que placebos. Hallazgos no menos significativos
persisten con dolores más allá de la convic- cuando la evidencia empírica nos dice que
ción clínica de que no tienen nada orgánico sólo el 75% de los enfermos aquejados de
comprometido. Son “paranoias del cuerpo”, dolores intensos se alivia con morfina. La
como las definió Roa. La sospecha de un tras- eficacia simbólica nos recuerda entonces el
torno psiquiátrico acentúa en ellos la idea de carácter múltiple del dolor, que afecta al
ser víctimas de un desprecio o de una injus- hombre más allá de su pura organicidad.
ticia. Ante una medicina, heredera del dua- Estudios que demuestran lo anterior abun-
lismo cartesiano que separa radicalmente dan en la literatura médica. En pediatría es
cuerpo y hombre, este último vaga dividido conocido el efecto controlador de la apren-
por los diferentes servicios médicos sin que sión y el dolor de los niños sometidos a una
nadie lo escuche y dé respuesta a su padeci- intervención quirúrgica cuando están acom-
miento. La impotencia alimenta su sufri- pañados por sus madres, a las cuales se les
miento, el cual se transforma en un proble- ha explicado y calmado, a su vez, de su pro-
ma de identidad, signo de una buena fe puesta pia ansiedad. El placebo actúa entonces en
en duda. Hay muchos otros ejemplos en psi- el corazón del vínculo social, donde el dolor
quiatría que muestran con elocuencia que el es una caja de resonancia de significaciones
dolor está siempre presente, entreverado en personales y sociales.
los vericuetos de la historia personal. Entre Pero el dolor, desde el punto de vista
un mal de vida y un mal del cuerpo, oscila antropológico, no se agota en lo anterior.
poniendo en relación —a veces sutilmente, La rica relación entre el mal y el dolor, tan
en otras con crueldad y locura, como ocurre cara a toda conciencia religiosa en los re-
en algunos pacientes esquizofrénicos o de- latos bíblicos, ocupa parte importante del
mentes— a la carne y el espíritu. Como he- estudio de Le Breton. No debemos igno-
mos dicho, ninguna ley fisiológica puede dar rar que las culturas religiosas imponen su
enteramente cuenta del dolor, puesto que es marca en los comportamientos y valores
múltiple: garantía de una reivindicación, sus- de los individuos a la manera de un incons-
tituto de amor para paliar la ausencia, modo ciente cultural. No ocurre sólo con el cris-
de expiación, medio de presión, etc. En nu- tianismo, también con otras religiones en
merosos casos, el dolor cumple, evidente- las cuales se constatan zonas de divergen-
mente, una función de soporte de la identi- cias con el catolicismo: la reforma protes-
dad personal. Pero como también el cuerpo tante rompió, por ejemplo, la noción de un
y el dolor no escapan a la condición de cada dolor pleno de gracia y de virtud legitiman-
cosa humana, como algo construido social y do la lucha contra éste. A la inversa, los
culturalmente al interior de infinitas varie- musulmanes no se rebelan frente a la ad-
dades, el dolor del cuerpo y el sufrimiento versidad o el sufrimiento, no se confron-
del hombre no escapan a la eficacia simbóli- tan como el cristiano a la paradoja del jus-
ca del efecto placebo, como una ilustración to sufriente. El dolor como figura del mal,
evidente de que la realidad corporal se que vincula enfermedad y falta, es un cons-
enraíza en el corazón de un mundo simbóli- tante recuerdo de nuestra fragilidad huma-
co y cultural. A la evidencia de este efecto na. La modernidad no escapa a esto; el
de eficacia simbólica descrita por Marcel imaginario del sida nos recuerda en la ac-
Mauss y Claude Levy-Strauss (recordados tualidad lo mismo: que una carne sufrien-
también en la obra monográfica de Le te es una carne en falta. No en vano aque-
Breton) en las sociedades tradicionales, se llos infectados por transfusiones sanguí-
agrega la constatación de que un 35% de los neas se sienten y son percibidos como “ino-
pacientes declara encontrar alivio tomando centes”. Y es que la atribución dada por el
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