Sie sind auf Seite 1von 8

CARGAS Y DEUDAS HEREDITARIAS

I. CARGAS ESTABLECIDAS EN EL CÓDIGO CIVIL


ARTICULO 869 Son de cargo de la masa hereditaria:
1.- Los gastos del funeral y, en su caso, los de incineración, que se pagan
preferentemente.
2.- Los gastos provenientes de la última enfermedad del causante.
3.- Los gastos de administración.

a) Gastos del funeral Los gastos del funeral y, en su caso, de


incineración, deben ser pagados en forma preferente, señala el inciso
1) del artículo 869(1). Esto quiere decir que esta carga no solo tiene
prioridad respecto de las deudas, sino de las demás cargas. "Es deuda
que debe ser solucionada antes de la partición. Tiene privilegio o
preferencia no obstante que recién nace con la muerte del heredado, aun
frente a obligaciones anteriores. Dar sepultura es un acto de solidaridad
humana" (CASTAÑEDA)(2).

El Código no establece topes máximos para esta carga, pudiendo un


monto desproporcionadamente elevado perjudicar a otros acreedores,
quienes cobrarán después, por lo que sería conveniente establecer, para
efecto del cobro preferente topes porcentuales máximos en relación a la
masa y a las demás obligaciones, constituyendo el exceso un pasivo
común (no preferencial)

Los gastos provenientes de la última enfermedad del causante. Este concepto


rompe el esquema, que sólo las obligaciones posteriores a la muerte del
causante constituyen las cargas.
Debió ser considerado una deuda y no una carga, proviene el error de la
legislación chilena.
• No establece plazo de duración de la última enfermedad, es decir, hasta
puede ser de 20 años, dejándose libre, la posibilidad de que los gastos
incurridos en ella pueden superar el patrimonio del causante al momento
de su fallecimiento.
• Se sugiere que sea considera como una deuda de la sociedad conyugal.
b) Gastos provenientes de la última enfermedad del causante

Es importante señalar que esta carga no se generó con posterioridad a la


muerte del causante, por lo que técnicamente constituye una deuda
contraída por el causante mientras vivía, y en su propio beneficio, por lo
que no encaja dentro del concepto de carga, aunque sí, evidentemente
constituye un pasivo, que la ley dispone que se pague en forma
preferente. En este punto es menester efectuar una precisión. Si el
causante formó parte de una sociedad conyugal (artículo 316), ésta no
era una deuda personal, pues entre las cargas del hogar se encuentra la
salud de la familia, debiéndose primero liquidar la sociedad de bienes del
matrimonio. Una vez liquidada la sociedad, se podrá determinar el
patrimonio del causante (activos y pasivos) que va a constituir la masa
sucesoria.

Los gastos provenientes de la última enfermedad del causante. Este concepto


rompe el esquema, que sólo las obligaciones posteriores a la muerte del
causante constituyen las cargas.
Debió ser considerado una deuda y no una carga, proviene el error de la
legislación chilena.
• No establece plazo de duración de la última enfermedad, es decir, hasta
puede ser de 20 años, dejándose libre, la posibilidad de que los gastos
incurridos en ella pueden superar el patrimonio del causante al momento
de su fallecimiento.
• Se sugiere que sea considera como una deuda de la sociedad conyugal.

El Código no distingue si estos gastos han sido ya efectuados o se encuentran


pendientes de pago a la fecha de fallecimiento del causante, siendo conveniente
fijar posición respecto de este punto, ya que pudiera darse el caso de que un
tercero los hubiese solventado. ¿Será en este caso un acreedor común (no
preferente) o su crédito se considerará una carga de la sucesión? Consideramos
que al no hacer la norma una distinción sobre el particular, y a efecto de no
realizar una interpretación restrictiva de derechos, debe conservar en este caso
el lugar de pasivo preferente. Si estos gastos fueron cancelados por la sociedad
conyugal, se asume por ésta, como ya se señaló líneas arriba, y si el causante
no formaba parte de una sociedad conyugal, y la pagó, tampoco se toma en
cuenta para la sucesión; simplemente, está extinguida y el importe fuera de su
patrimonio.
Asimismo, la norma tampoco establece un plazo para configurar esta carga, es
decir, ¿qué ocurriría si la enfermedad tuvo una duración de quince años? La
fórmula de Lanatta, para considerar este pasivo como preferente, se basaba en
comprender únicamente los gastos correspondientes a los seis meses anteriores
al fallecimiento del causante; el exceso se consideraría pasivo común.
Finalmente, el inciso bajo comentario tampoco especifica si esa enfermedad fue
la que condujo al causante a la muerte, pero se deduce que fue ésa la intención
del legislador.
c) Gastos de administración

Es un enunciado demasiado lato. No especifica a qué administración se refiere.


Debió emplearse el término de retribución de los albaceas, los honorarios de los
abogados y los gastos judiciales en que fuere necesario incurrir con respecto a
la sucesión.

En cuanto al tercer inciso del artículo a comentar, que alude a los gastos
de administración de la sucesión, éstos deben incluir tanto los inherentes
a la administración en sí (gastos judiciales, cuidado de los bienes,
inventario, honorarios de abogados, etc.), como a la remuneración del
administrador (albacea). Respecto a las obligaciones del albacea, éstas
se encuentran comprendidas en el artículo 787, incisos 2 al1 °,
excluyéndose el primer inciso de dicho numeral por pretender que el
albacea se encargue de funciones del funeral antes de saber que le
corresponden tales tareas (LOHMANN), y también debido a que, de
cualquier forma, tales gastos preferenciales ya se encuentran
especificados en el primer inciso del artículo bajo comentario, teniendo la
máxima prioridad.

En relación a los honorarios de los abogados, es preciso indicar que éstos


se reputan como cargas -al igual que en los demás casos- si su gestión
ha sido realizada en interés de todos los herederos y no de alguno/s. Es
claro que la función de los abogados consiste en facilitar el patrocinio, los
trámites, y la resolución de las contingencias de la sucesión en su
conjunto.

II. PLAZO DE BENEFICIO A PERSONAS QUE VIVIERON CON EL


CAUSANTE
ARTÍCULO 870.-
Las personas que hayan vivido en la casa del causante o alimentado por
cuenta de éste, pueden exigir al albacea o a los herederos que continúen la
atención de estos beneficios con cargo a la masa hereditaria, durante tres
meses.

Este numeral establece como carga (pasivo de cobro preferente) de la masa


sucesoria la alimentación o cobijo, por un lapso de tres meses, de las personas
que hubiesen sido alimentadas por cuenta del causante o que hubiesen vivido
en su casa.
Es conveniente señalar que estas personas carecen de derechos alimentarios
respecto del causante(1); son terceros a quienes aquél, generosamente,
apoyaba con esta liberalidad, por lo que tampoco se incluye a las personas que
recibían estos beneficios a cambio de alguna función o servicio. Resulta evidente
que si estas personas, por gratitud, realizaban algún tipo de labor en favor del
causante, no puede considerarse que se ha perdido el carácter de liberalidad,
por lo que, en caso de duda y a falta de pruebas (contrato, recibo, etc.), se
reputará que dichas personas se encuentran inmersas en el presente artículo.
En suma, no debe existir una relación obligacional entre el causante y las
personas aludidas en este artículo; nada vincula jurídicamente al causante con
ellas, salvo un sentido de deber moral o social, voluntad que se aprecia en la
conducta que el causante observó en vida, mediante estos hechos, y que la
norma procura preservar, imponiendo esta obligación a los herederos. Esto es
en caso de haber fallecido intestado, o habiendo testado, no los ha mencionado.
Esta figura se encuentra también en el derecho sucesorio alemán, que la
denomina "mes de gracia", "treintena" o "derechos de los treinta días",
considerada un legado legal (KIPP). Sin embargo, existen algunas imprecisiones
en el numeral bajo comentario, como por ejemplo, las relativas a las personas
"que hayan vivido en la casa del causante': No se señala por cuánto tiempo:
podría tratarse de una semana, de cinco meses, de cuatro años, y cualquier caso
podría considerarse válido. No existe relación de proporcionalidad con la
solución de tres meses, que el Código Civil de 1936 establecía en un mes, y el
Anteproyecto de Lanatta proponía en dos meses(2). Entre tanto, queda a criterio
de las partes o, en último caso, del juzgador, determinar si se está ante este
supuesto del Código; el tiempo es determinante para suponer, en todo caso, cuál
hubiera sido la voluntad del causante, ya que si cobijó a personas durante un
tiempo considerable, podría inferirse su voluntad de prolongar este beneficio
durante un tiempo adicional.
Otro cuestionamiento que podría formularse es respecto a la calidad en que se
encontraban estas personas viviendo en casa del causante, es decir, como
huésped -en sentido coloquial y no jurídico- que se encontraba descansando, o
alguien amigo del causante, solvente económicamente, que únicamente lo
estaba acompañando mientras durase su enfermedad, entre tantas
posibilidades. Aquí debería definirse si se trata de personas que vivían en la casa
del causante por razones de altruismo por ser de condición económica crítica o,
simplemente, en sentido genérico, porque ésa era la voluntad del causante y es
lo que la ley trata de prolongar razonablemente. Nos inclinamos por esta
segunda posición.
En relación a las personas que se hayan alimentado por cuenta del causante,
las que adquieren el derecho de exigir que continúe tal situación como derecho
adquirido por un tiempo adicional, en principio se encuentran las mismas
imprecisiones esbozadas anteriormente respecto de quienes han vivido en casa
del causante, a las que se les suma la de la clase de "alimentos" de que se trata:
si es de su acepción gramatical estricta, o su concepción jurídica. Resulta
diferente que el causante haya brindado un plato de comida diariamente a
alguien, a que le haya proporcionado lo indispensable para el sustento,
habitación, vestido, educación y asistencia médica.
En este caso, al haberse hecho la salvedad de que no se está ante un caso de
alimentistas, puede entenderse que los alimentos que ha brindado el causante
son todo tipo de sustento alimenticio que éste haya brindado en forma
consistente a otro durante un lapso razonable.

III. DEUDAS QUE RECAEN SOBRE MASA HEREDITARIA


ARTÍCULO 871.-
Mientras la herencia permanece indivisa, la obligación de pagar las deudas del
causante gravita sobre la masa hereditaria; pero hecha la partición, cada uno de
los herederos responde de esas deudas en proporción a su cuota hereditaria.

1. DEUDAS. GENERALIDADES
Desde la muerte de una persona, se transmiten a sus sucesores tanto los activos
como los pasivos de su patrimonio, por lo que el heredero no adquiere bienes,
derechos u obligaciones singulares, sino que sucede en una unidad o
conglomerado patrimonial; recibe un patrimonio en el que los activos sin
distinción responden por los pasivos sin distinción (LOHMANN). Si ha aceptado
la herencia pura y simplemente, sin haber invocado el denominado beneficio de
inventario o probado la situación deficitaria de la herencia, responderá
ilimitadamente por el pago de los pasivos.
Es de resaltar que al tratarse de deudas que se transmiten por causa de la
muerte del sujeto deudor, tales obligaciones deben ser pasibles de ser
transmitidas, por lo que se excluyen las inherentes a la persona (intuitu
personae), contraídas en función de las cualidades personales del deudor; las
prohibidas expresamente por la ley (contrato de renta vitalicia, derecho real de
usufructo, contrato de comodato, el contrato de mandato, y el contrato de
depósito), o las deudas sobre cuya transmisión se haya pactado en contrario
(artículo 1218). En otro orden de consideración, la muerte puede producir la
extinción de determinados derechos reales, como el usufructo (por muerte del
usufructuario, artículo 1021), Y el uso y habitación (por igual razón, artículos
1026 Y 1021).
2. ETAPAS POR LAS QUE ATRAVIESA LA HERENCIA
Hay dos etapas de la masa sucesoria: la primera, cuando la masa sucesoria se
encuentra indivisa, momento en que se consagra la unidad del activo total y su
relación con el pasivo (cargas y deudas) de la herencia. La segunda, cuando ya
se efectuó la partición y los elementos patrimoniales ya fueron adjudicados a los
copartícipes, transformándose recién en titularidad individual.
Lo señalado reviste la mayor importancia, pues es preciso insistir en que no hay
una situación de copropiedad sino de comunidad entre los coherederos mientras
la masa ha permanecido indivisa, recordando que copropiedad1 es una noción
distinta a comunidad, siendo que en la copropiedad cada copropietario "tiene
derecho a una cuota-parte ideal, abstracta, de la cosa común; pero no tiene
derecho privativo sobre una parte divisa, concreta, de la cosa. Supóngase tres
copropietarios de un terreno: cada uno de ellos tiene un tercio del conjunto, pero
no tiene una tercera parte localizada sobre talo cual parcela del terreno; su tercio
sigue siendo una cuota parte ideal, indivisa.
En consecuencia, hasta la división que reemplace ese derecho a una cuotaparte
indivisa por un derecho a una parte divisa, ninguno de los copropietarios podrá
ceder por sí solo una parte de la cosa; por el contrario, puede ceder o hipotecar
su cuota-parte indivisa, puesto que es propietario de la misma" (MAZEAUD).
Esta noción no corresponde a la de masa sucesoria indivisa, que consiste en un
patrimonio autónomo en el que los herederos y los legatarios de parte alícuota
tienen un derecho común sobre el patrimonio del causante, que se expresa en
una cuota ideal sobre el conjunto indiviso, sin titularidad directa sobre algún
elemento singular, por lo que puede decirse que existe una comunidad
sucesoria, lo que significa que los acreedores que fueron del causante y ahora
lo son de la sucesión indivisa podrán dirigirse sobre todos o cualquiera de los
activos de la masa, los que aún no tienen titular cierto asignado. Así, la obligación
de pagar las deudas del causante no va a ser de la masa impersonal, sino de los
herederos, quienes son los titulares del patrimonio compuesto por este
conglomerado de activos, pasivos y derechos.
Existe cierta confusión respecto de los dos momentos señalados por los que
atraviesa la herencia, confusión que tiene origen en un "principio" histórico del
Derecho español que provino de una interpretación inexacta de las Leyes de
Partidas2, por lo que hoy es solo un aforismo: "antes es pagar que heredar"
(VALLET DE GOYTISOLO)3. Según ello, primero se pagan las obligaciones y
una vez saneada la masa, se puede efectuar la repartición entre los herederos,
y entonces recién se puede hablar de herencia (GONZÁLEZ GARCÍA)4. En
contraposición a esta noción se encuentra el concepto moderno que establece
que desde el momento de la muerte del causante todo aquello que constituye la
herencia (activo y pasivo) se transmite a sus sucesores (LACRUZ BERDEJO y
SANCHO REBULLIDA)5, por lo que entonces ya se heredó desde ese momento,
antes de la partición, noción que sigue nuestro Código Civil.
3. RESPONSABILIDAD EN LA PRIMERA ETAPA (ANTES DE LA
PARTICIÓN)
Si bien el artículo menciona a las deudas, se entiende que comprende también
a las cargas. La regla básica es que, en un primer momento, es decir, cuando la
masa se encuentra indivisa, si hay activos suficientes los acreedores de las
cargas y deudas sucesorias pueden exigir el cobro con cargo a cualquier activo
sucesorio que no hubiese sido objeto de institución hereditaria sobre bien cierto
o de legado.
Exceptuando los activos que hubiesen sido objeto de garantía específica antes
de la muerte del causante, todos los activos, sin distinción, responden por todos
los pasivos, sin distinción, lo que significa que en caso de controversia judicial o
arbitral el acreedor tendrá que emplazar a todos los copartícipes de la indivisión
(artículos 65 y 93 del CPC).
Pueden darse dos situaciones:
a) Que los herederos se hubiesen distribuido de hecho o hubiesen
consumido todo o parte de los activos.
En este caso, debido a que no ha habido una partición formal, las
obligaciones tampoco se han fraccionado ni dividido entre los herederos,
quienes han pasado a ser deudores por la muerte de su causante, por lo
que la responsabilidad sería solidaria, pudiendo cualquier acreedor (quien
mantiene la situación y garantía que cuando vivía su deudor) hacerse
cobro con el patrimonio de cualquier heredero hasta por el monto total del
crédito y con el tope del valor que tuvieron los activos sucesorios.
b) Que haya herederos que responden ultra vires porque no limitaron
su responsabilidad.
Si se trata de herederos "puros y simples" por no tener responsabilidad
limitada, la responsabilidad de cada uno es solidaria y el acreedor podrá
dirigirse por entero a cualquiera de ellos para hacerse cobro con su
respectivo patrimonio personal y no solo con el tope de los activos
sucesorios. Si el causante dejó la partición hecha por testamento, no
habrá solidaridad, debido a que ya no hay nada que partir, por lo que
nunca nació la comunidad.
4. RESPONSABILIDAD EN LA SEGUNDA ETAPA (DESPUÉS DE LA
PARTICIÓN)
La norma lleva a deducir claramente que hay una responsabilidad
diferente después de ocurrida la partición sin oposición de acreedor
(artículo 875). Hecha la partición solo caben dos posibilidades: a) Que la
deuda haya sido adjudicada a un heredero concreto, en cuyo caso solo
éste responderá. b) Que la deuda haya sido adjudicada a varios. Aquí
cada uno responderá en proporción a su cuota6, dividiendo la deuda en
partes, y pudiendo de esta manera el acreedor exigir a cada heredero un
monto de la deuda equivalente al porcentaje que éste tiene en la herencia.
Queda a salvo, ciertamente, que la obligación sea indivisible.

IV. DISTINCIÓN ENTRE CARGAS Y DEUDAS.


En principio, conceptual mente, la carga va unida a la persona o bien, por el solo
hecho de existir, en virtud de lo cual su procedencia puede ser independiente de
la voluntad individual. Es por ello que puede decirse que se trata de una
consecuencia de algo, como en el caso de la sucesión, que es consecuencia de
la muerte del causante, por lo que se les denomina cargas de la sucesión a las
obligaciones originadas por el fallecimiento del causante (GONZÁLEZ GARCÍA,
BORDA). Esto lleva a deducir que en rigor, estas cargas no se transmiten
sucesoriamente, porque no eran obligaciones previas del causante que aun
constituyendo pasivos de la masa no hay en ellas sucesión mortis causa
OTHIER), naciendo ellas directamente para los herederos. Por su parte, las
deudas son las contraídas por el causante, formando parte de la masa
hereditaria y pasando al heredero por sucesión. Es preciso señalar que el pago
de las cargas de la sucesión tiene preferencia respecto al pago de las deudas.
Si bien las deudas son de mayor antigüedad en el tiempo (por haber sido
contraídas por el causante cuando éste vivía) que las cargas, la razón de su
orden de prioridad secundario respecto de éstas reside en que sería sumamente
engorroso y dificultoso realizar los trabajos relativos al funeral o sepelio del
causante, así como administrar (con los gastos que ello conlleva) la sucesión en
sí, de no ponerse a estas cargas como de reembolso preferente. La masa
sucesoria -indivisa- consiste en un conjunto de activos y pasivos, configurando
un patrimonio autónomo separado al de los personales de los titulares, que
puede estar sujeto no solo a cargas sino a obligaciones, que el Código, en forma
insuficiente, denomina deudas. Dentro de los activos se encuentran los bienes
(muebles, inmuebles, materiales, inmateriales, etc.), los créditos y los derechos,
y dentro de los pasivos están las cargas y deudas. Una vez identificados y
determinados todos los elementos patrimoniales podrá establecerse con
exactitud qué es lo que con motivo de la partición corresponde a cada heredero.
En síntesis, las categorías de cargas y deudas de la sucesión pertenecen al
pasivo sucesoral, siendo relevante la distinción entre ambas únicamente con
motivo de un orden de preferencia de pago claro y ajustado a la realidad.

Das könnte Ihnen auch gefallen