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UNIDAD DIDÁCTICA 1 1 1
Contenido
• La fe a la luz de la Escritura
Tema 3 : La c r e d i b i l i d a d de la fe
• El testimonio
INTRODUCCIÓN
palabra (que coincide con una persona) Jesucristo) como cercanía absoluta entre Dios y
modo por medio del cual el hombre se apropia el acontecimiento de la revelación. En este
punto se realiza el encuentro de Dios) que se revela) y del hombre) que acepta este diálo
go. Se establece así una relación de unidad entre los dos interlocutores en el que
Nos proponemos) por tanto) analizar el sentido de nuestra fe y los elementos que entran
a formar parte del acto de Je) para darnos cuenta de su valory de su consistencia) y para
valorar una realidad que de otra forma permanecería oscura e insignificante) a pesar de
Para conseguir esta finalidad es preciso captar el sentido auténtico de la fe) por el que el
ser humano) como ser en relación y como oyente de la Palabra) es capaz de abrirse a la
en disposición de encontrarse con Dios y) por tanto) de analizar los presupuestos que
ra del hombre a Dios) pues si la relación del hombre con el mundo y la historia fuera
acogida de su posible llegada. No hay que olvidar que la fe se presenta, ante todo, como
analizando los elementos a partir de los cuales se origina el acto de fe. La fe nos abre el
camino y acompaña nuestros pasos a lo largo de la historia. Por eso) si queremos enten
der lo que es la fe) tenemos que narrar su recorrido) el camino de los hombres creyentes,
tiempo) como actitud de responsabilidad y de apertura de corazón por parte del hombre.
Se plantea entonces la cuestión de ver la relación que une estos dos elementos, de tal
modo que el acto de fe sea al mismo tiempo acción de Dios y acción del hombre. La fe no
voluntad y de la razón humana. Por ello estudiamos (tema 3) los motivos de credibili
La p o s i b i l i d a d de respuesta d e l
h o m b r e a la Revelación
1
el existir y conocer humanos, así como la historia como lugar propio de la acción
salvífica de Dios, hace que la reflexión teológica contemporánea haya girado hacia el
Catecismo de la Iglesia Católica (1992), que se abre con una introducción antropológi
encíclica Pides et ratio, cuyo comienzo lleva por título el adagio délfico "conócete a ti
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mismo" •
que el hombre es un ser dinámico, susceptible de ser considerado con rigor sólo si
Apertura remite a libertad: aptitud para decidir sobre uno mismo. La experiencia
que la persona accede (se abre) a ámbitos para los que antes estaba cegada. El dina
sabemos siguiera en qué consiste esto de existir. Y, sin embargo, estoy en el ser, vivo
en el ser, me veo ligado al poder del ser que se me impone como inevitable y nece
sabemos dónde empieza ni dónde termina. Tenemos dentro de nosotros una pro
Así, la libertad humana se enfrenta con su finitud como con un problema que no es
susceptible de ser aplazado, porgue lo que está en juego es el sentido último del
ejercicio mismo de la libertad y el riesgo de alienarse que ella contiene. Ante la fini
tud del hombre se ha de decir que "es imposible salvar un sentido absoluto sin
136
Dios" • Es cometido de la educación el formar en la auténtica libertad, que no es
la ausencia de vínculos o el dominio del libre albedrío, pues quien se cree que puede
hacer todo lo que se le antoja termina por contradecir la verdad del propio ser, per
sentirse des-ligado ante lo penúltimo. Hay, pues, una forma de dependencia que,
133. Cf. L. ROMERA, El hombre ante el misterio de Dios (Palabra, Madrid 2007) 1 1 - 1 3 .
135. Cf. F. SEBASTIÁN , J A je que nos salva. Aproximación pastoral a una teología fundamental (Sígueme, Salamanca 2012) 27-28.
136. Cf. "Entrevista con M. Horkheimer", en H. MAR.CUSE - K. POPPER - M. HORKHEJMER, A fa búsqueda del sentido
En este contexto, puede tener lugar una apertura de la persona a la dimensión reli
medida en que ofrecen una respuesta a las preguntas radicales, otorgan el horizonte
misterios, señalan la orientación definitiva del existir y suscitan la actitud vital básica
ante lo cotidiano y la propia biografía como una totalidad, con lo que ella encierra 138•
bre, llamado por Dios a la respuesta libre de la fe. La teología, en cuanto saber
este horizonte, sin confines, del preguntar humano hay una cuestión que se revela
Una simple mirada a la historia antigua muestra con claridad cómo en distintas partes de la tie
rra, marcadas por culturas diferentes, brotan al mismo tiempo las preguntas de fondo que
caracterizan el recorrido de la existencia humana: ¿quién soy? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Por
qué existe el mal? ¿_Q_ué hay después de esta vida? Son preguntas que tienen su origen común en la
necesidad de sentido que desde siempre acucia el corazón del hombre: de la respuesta que se dé
bre?", sino también "¿cuál es el significado del dolor, del mal, de la muerte? ¿Qué
hay después de esta vida?" (GS, 10). Pero la novedad de la encíclica de Juan Pablo II
es la referencia explícita a las diversas culturas antiguas que comparten estas pregun
tas existenciales, lo que le lleva a concluir que "lo más urgente hoy es llevar a los
137. Cf. J. L. Ruiz DE LA PEÑA, Imagen de Dios. Antropología teológica [undamental (Sal Terrae, Santander '2011) 201.
138. Un ejemplo de esto son las palabras que Benedicto XVI dirigía a catequistas y profesores de Religión con ocasión de la
celebración de Vísperas en la Catedral de Múnich (10-9-2006): "Os pido de corazón que tengáis presente en la escuela la bús
queda de Dios, del Dios que en Jesucristo se nos hizo visible. Estimulad a los alumnos a hacer preguntas no solo sobre esto o
aquello -aunque esto sea ciertamente bueno-, sino principalmente sobre de dónde viene y a dónde va nuestra vida. Ayudadles a
darse cuenta de que las respuestas que no llegan a Dios son demasiado cortas".
Son muchas las cosas que se han dicho sobre el hombre y no menos las definiciones
que se han dado sobre su identidad. Pero mal comprenderíamos la compleja reali
interrogar o preguntar nace, como algo propio y legítimo, del fondo del hombre,
que tiene capacidad para reducir todo a pregunta y para quien todo es cuestionable.
conforma meramente con existir y, por eso mismo, busca una razón para existir con
que elegir un término común a los intentos filosóficos, religiosos y sociales que han
determinado la segunda mitad del siglo XX no habría otra palabra más común que
de la teología (salvación), como si lo que el ser humano necesita trascendiera cada uno de esos
campos, por ser algo más fundamental, abarcante, radical. Y cuando una palabra adquiere estas
to-límite. Sentido es lo que crea el ámbito necesario para respirar con holgura, para existir sin
sobresalto, para avanzar confiados hacia el futuro, para asumir la vida en propia mano, para
142
confiar en que el empeño de nuestros días no será vano ni nuestro amor cenizas •
dramática como hoy en día, pues la filosofía clásica hablaba menos del "sentido" de
la vida que del "fin" de todas las cosas. Se trata, en efecto, de una pregunta mucho
143•
más reciente de lo que solemos pensar de ordinario
La cuestión sobre el sentido último de la vida no es, por consiguiente, una cuestión
más entre otras, sino simplemente la cuestión que funda y a la cual se refieren todas
las demás: en ella se configura la inquietud radical del hombre. La pregunta por el
sentido emerge en la conciencia reflexiva del hombre "como la cuestión más origi
naria, la más existencial, la más vitalmente radical dentro del hombre mismo, la que
está implícita en toda otra cuestión como condición de posibilidad de todas ellas"!"
En la práctica, cada persona vive a partir del proyecto de su propio sentido. Cada
una tiene una determinada representación de aquello que entiende por una vida feliz
hacemos. Nadie es capaz de vivir sin una cierta respuesta a la cuestión del sentido.
Quizás no le llame a eso sentido; pero ¿qué es sino el sentido lo que buscamos
141. Cf. J. GARClA ROJO, El sentido de la vida. Una pregunta necesaria (Publicaciones UPSA, Salamanca 2004) 237-238.
142. Cf. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, "Prólogo. El sentido y la teología", en A. GF.SCHÉ, El sentido (Sígueme, Salamanca
2004) 9.
143. Cf. J. GRONDJN, Del sentido de la vida. Un ensayo filosófico (Sígueme, Salamanca 2004) 27.
144. J. ALFARO, "La cuestión del sentido y el sentido de la cuestión", en Cregorianu»: 66 (1985) 389.
La posibilidad de respuesta del hombre a la Revelación 121
Es posible que la vida pueda ser sentida o experimentada, a menudo muy compren
espera de sentido. Es decir, porque la vida debería tener un sentido se puede hablar
de una vida que no tiene sentido. La persona, desde el momento en que se interroga
por el sentido de su vida, no puede no haberlo presupuesto. Lo que queda por saber
145
es cuál es ese sentido •
tancial. Es, por el contrario, una pregunta típicamente humana; una pregunta
inexcusable acerca del porqué y del para qué, del adónde y del de dónde de la existencia.
implícita en todas las aspiraciones y acciones del hombre en el mundo. Dicha pre
original forma de vida que es la vida humana. El hombre no sólo es; no se contenta
con vivir; quiere ser bien; aspira a una vida buena y lograda. Sea cual sea su formula
ción concreta -"¿vale la pena vivir?", "¿Tiene sentido la vida?", "¿Qué me cabe
Es esta una cuestión que entraría dentro de lo que la tradición cristiana ha llamado
los preambula fi.dei, aquellos argumentos racionales, importantes para la fe, que la
nidad del hombre. Quiere esto decir que el ofrecimiento del mensaje de la fe que no
la palabra "Dios" cuando reconocemos que es la respuesta que se nos ofrece como
Del análisis de las dimensiones fundamentales de la existencia humana emerge la cuestión del sen
tido último y, finalmente, la cuestión de Dios como instancia última de la cuestión del hombre. El
origen de la cuestión de Dios es, pues, antropológico: el hombre se encuentra ante la cuestión que
147
él es para sí mismo, y, al enfrentarse con ella, se encuentra ante la cuestión de Dios •
Hay algo en el corazón del hombre que está en sintonía con la palabra "Dios", algo en vecindad
con su morada, algo que responde a una indescifrada espera, que sólo encuentra las palabras
Resulta paradójico constatar que el ser humano conozca hoy tanto acerca de sus orí
genes y tan poco acerca de su destino; que sea tan lúcido para encontrar los medios
146. Cf. J. MARTÍN VE!.ASCO, "Religión y sentido de la vida en las sociedades postreligiosas", en Sal Terrae (febrero 2001) 85-86.
147. J. Ar.FARO, De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios (Sígueme, Salamanca 1988) 279.
y tan ciego para descubrir los fines. Ciertamente es más cómodo no remover la pre
gunta infinita que somos nosotros mismos. La pregunta decisiva para nosotros es si,
dentro de esta realidad, existen lo que A. Gesché denomina los lugares de sentido,
aquellas realidades humanas en las que se juega el sentido, dejando muy claro dicho
teólogo que:
Dios no es el funcionario del sentido, como si sólo Dios fuera la última y única clave del senti
do. El sentido puede existir, puede ser reconocido y vivido, sin que debamos recurrir
necesariamente a Dios, bien sea porque provenga de las mismas cosas de la vida, bien sea por
colaboración, que no consiste en ser el árbitro del sentido, sino la de ofrecer un lugar donde
puede tener sentido sólo si Dios existe, un Dios que, por ser el creador de la reali
dad dispone de todas las condiciones de la totalidad de la realidad, que escapan del
El hombre, después de todo, sabe lo que no lo sacia, pero no puede imaginar o definir lo que le
haría experimentar la felicidad que trae como nostalgia en el corazón. No se puede conocer a
Dios solo a partir del deseo del hombre. Desde este punto de vista permanece el misterio: es el
hombre el buscador del Absoluto, un buscador a pequeños e inciertos pasos. Y, sin embargo,
ya la experiencia del deseo, el "corazón inquieto" como lo llamaba San Agustín, es muy signifi
150
cativo. Esto nos dice que el hombre es, en el fondo, un ser religioso, un mendigo de Dios •
es una percepción primaria, básica y elemental, que repercute en todos los niveles
explicita cuando el "poder referenciador" de las cosas y de las personas nos advierte
que ellas no son el centro del ser y nos remiten incansablemente a la última densi
151
dad no quiere aún decir ni que exista Dios ni qué Dios existe. Solo en tanto que
problema es la cuestión de Dios inalienable respecto del ser del hombre. En este
152•
152. Cf. W. PANNENBERG, Antropología en perspectiva teológica (Sígueme, Salamanca 1993) 90. En el mismo sentido X. ZUBIRT,
El hombre y Dios (Nueva edición} (Alianza, Madrid 2012) 134: "El hombre no tiene el problema de Dios, sino que la constitu
ción de su Yo es formalmente el problema de Dios. El problema de Dios no es, pues, un problema teorético sino personal".
La posibilidad de respuesta del hombre a la Revelación 123
nuestras evidencias inmediatas. El exceso de ser y luz del Infinito supera las capaci
en saberse situado ante una "Trascendencia", como don suyo, y en referir todo lo
mentan con el transcurso de una existencia vivida religiosamente, de tal modo que
Quien busca sinceramente a Dios se ve envuelto, más de una vez, por la oscuridad,
propio pecado. Por eso, el gran obstáculo para la búsqueda de Dios es la indiferen
cia, el cerrar los oídos a toda llamada que nos invita a buscar la verdad última de
donde hay deseo. Porque el deseo, si realmente expresa el ser del hombre, da a
entender que el hombre no se satisface sólo en sí mismo como hombre, sino que
remite a algo más allá de él y a alguien mayor que él. Dios ha sido definido siempre
154
como la meta última de todo deseo .
el afán por alcanzar la verdad sobre el conjunto de la realidad. Las Confesiones, como
dad de vivir volcado hacia fuera -sentidos, pasiones, fama, éxito--, ha descubierto
inteligencia, como capacidad de elevarse a una verdad que trasciende la mera per
Una de las expresiones concisas más acertadas para explicar cómo el deseo apunta
Confesiones: "quia fecisti nos ad te et inquietud est cor nostrum, donec requiescat in te" (nos
hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti). Si la anali
154. Cf. G . .fu\1.ENGUAL, Deseo, memoria y experiencia. Itinerarios del hombre a Dios (Sígueme, Salamanca 2011) 76.
posibilidad de una vida feliz en la medida en que está dinamizada por esta meta.
ca que la quietud que alcanza nuestra existencia -en cuanto orientada a Dios
156
es la plenitud buscada y esperada •
una Realidad allende lo finito, que se manifiesta como el origen radical y destino
en la relación con Dios, pues la identidad de ese ser personal, libre y finito, que es el
157
hombre, apunta teleológicamente hacia Él •
a) proto!ógico, el hombre como "imagen de Dios", cuyas referencias bíblicas son las
Dios" (Gn 1,27; Eclo 7,30; Col 3,9ss) y el "nuevo hombre" creado en Cristo (Ef
4,23ss; Rm 8,10.29);
do con los tres clásicos textos neotestamentarios que, de forma profusa, citan
primera parte, que lleva por título la prefesión de fe. El desarrollo concreto de esta
4) ¿cómo hablar de Dios? (nn.41-43). Se trata, sin duda, de una teología fundamen
tal nuclear que sintetiza, con la antigua fórmula capax Dei, los ejes tradicionales
58
sobre el hombre como deseo natural de ver a Dios y como potencia obediencial' •
El acceso del hombre a la Revelación se realiza por la fe, don de Dios y respuesta
del hombre al mismo tiempo. Con todo, el hombre está radicalmente preparado
para esta respuesta gratuita ya que está abierto a Dios y a su posible manifestación
no habría posibilidad de revelación. Pues ésta no sólo supone que Dios se comuni
La razón más alta de la dignidad humana con siste en la vocación del hombre a la comunión con
Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino por
que, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según
deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido
creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en
161•
Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar" Esta afir
Y así, Benedicto XVI ha escrito que para amplios sectores de la sociedad Dios no es
el esperado, el deseado, sino más bien una realidad que pasa desapercibida, frente a
162•
la cual no se debería hacer ni siquiera el esfuerzo de pronunciarse Pero esto tiene
también sus consecuencias, nos dice él mismo, pues cuando Dios pierde su centrali
dad, el hombre pierde su justo lugar, no encuentra más su sitio en la creación, en las
160. GS, 1 9 .
relaciones con los demás. El hombre cree que puede llegar a ser él mismo "dios",
163
dueño de la vida y de la muerte" • Ahora bien, lo que hemos definido como "el
muchos sentidos, en el corazón del hombre . Todo deseo que asoma al corazón
fe.
En definitiva, dice Benedicto XVI, el hombre sabe bien qué es lo que no le sacia,
pero no puede imaginarse ni describir qué le haría experimentar esa felicidad cuyo
corazón añora. No se puede conocer a Dios sólo a partir del deseo del hombre.
deseo, del cor inquietum agustiniano, es muy significativa; atestigua que el hombre es,
gogía del deseo que permita abrir un camino hacia el auténtico sentido religioso de
la vida. Pedagogía que incluye dos aspectos: a) aprender o volver a aprender el sabor
Sólo las alegrías verdaderas son capaces de liberar en nosotros esa ansiedad que
lleva a ser más exigentes para percibir más claramente que nada finito puede llenar
16
nuestro corazón 5.
Decir, por tanto, que el hombre es deseo de Dios es afirmar su radical orientación
hacia Dios. Tomás de Aquino habla del deseo natural de ver a Dios para indicar la
aspiración que hay en el espíritu humano hacia la felicidad y la verdad. Pero junto a
este deseo de ver a Dios, Tomás de Aquino también afirma la imposibilidad para el
hombre de acceder a tal visión por sus fuerzas naturales y sin contar con la acción
de Dios. Más aún, el apetito natural sólo es una cierta inclinación a lo que conviene
y no se traduce en un saber explícito sobre qué cosa sea esto que conviene.
El deseo de Dios en realidad es un deseo de ser feliz, sin que de entrada sea posible
determinar el objeto que realiza tal felicidad. La visión de Dios que el hombre anhe
desear. Sólo desde la fe resulta posible identificar con Dios el deseo indeterminado
que sólo con la ayuda de la gracia puede obtener e incluso conocer. Esta aspiración
Creando al hombre, Dios ha querido crear un ser finito, pero llamado a la infi
nitud. Si esta ocurrencia divina, como afirmaba el profesor Ruiz de la Peña, es algo
más que una broma trágica o un cruel desatino, ello sólo puede significar que Dios
166. Cf. M. GELJ\BERT, "La apertura del hombre a Dios (.y a su posible manifestación)", 87, 91-92.
La posibilidad de respuesta del hombre a la Revelación 127
ha creado al hombre finito con el único propósito de ser Él mismo quien colme su
trascenderá hacia lo que debe ser (por gracia). Queda así planteada la clásica dialéctica
Ahora bien, ¿cómo pensar la inserción de esa gracia en esa naturaleza? Estamos en
tuidad, pero a costa de dejar a oscuras por qué ella debe ser el único fin real del
La aportación de Rahner ha sido decisiva en este debate. Para este autor, el punto de
centro de su ser. Pero a la vez esta capacidad ha de ser caracterizada como un don
168•
indebido, al que como criatura no puede tener ningún derecho Efectivamente,
(vocación del hombre a la gracia), pero esa potencia obediencia! no es algo mera
coincidente (en la actual economía) con el dinamismo ilimitado del espíritu, que no
radical apertura hacia Dios, horizonte infinito. Con esta expresión la teología intenta
definir, a la luz del dato revelado, la posibilidad de relación entre Dios y el hombre,
de forma que la reflexión salvaguarde, por un lado, la libertad del hombre; por otro
mismo. Desde el punto de vista formal, con potencia obediencia! se designa de modo
genérico la posibilidad (potentia) que tiene el hombre de poder recibir una determina
ción que de suyo no posee, pero que puede sólo obediencia/mente acoger como don
de Dios. Sólo desde la reflexión teológica se puede legitimar este dato, pues en ella
Esto implica que se da una comprensión de una distinción real entre el Creador y la
creatura. El ser creatural, por tanto, se encuentra siempre en una condición de rela
167. Cf. J. L. Rutz DE LA PEÑA, El don de Dios. Antropología teológica especial (Sal Terrae, Santander 1 9 9 1 ) 21-22.
168. Cf. L. P. LADARIA, ''Naturaleza y sobrenatural", en B. SESBOÜÉ (dir.), Historia de los dogmas. Vol. 2: El hombre y su salvación
puede recibir. Por tanto, a nivel creatural existe una disponibilidad propia (potentia)
para acoger la gracia y, por tanto, para entrar en posesión (oboedientia) de una cuali
criatura para que pueda reconocerlo; pero la contingencia del ser creado, que consti
tuye su esencia, requiere que este deseo aparezca en un nivel personal para hacerse
169
totalmente acto pleno de un sujeto histórico •
revelación de Dios. Por eso podemos decir que el hombre es capacidad receptiva
para la fe; de lo contrario ésta sería una superestructura extraña y sin interés para el
hombre. Esta capacidad, además, tendría sentido aunque Dios no se hubiera revela
do, ya que por su carácter de acogida receptiva no plantea ninguna exigencia a Dios,
170
sino que el hombre está "obedientemente" en su libre disposición •
y el rechazo de los hombres. No sin razón vemos que ya la Biblia se queja de los
Esta reacción humana que va desde la indiferencia hasta el rechazo se funda en que
la revelación de Dios es más que una simple notificación de verdades que vale la
pena saber; es una invitación dirigida al hombre, encerrado en sus sentidos e incli
nado al egoísmo, para que se abra a una nueva práctica de vida, que incluye el
alejamiento del "yo" egoísta y el acercamiento a una comunión con Dios y con
nuestros semejantes, y que exige que el hombre se comprometa por algo que es
Por tanto, siendo cierto que la falta de interés, la crítica y el rechazo de la revelación
de Dios no son, ni mucho menos, fenómenos de la edad moderna, vemos que esas
la razón, que hace que la primera aparezca como sospechosa ante la conciencia de
tienen para percibir experiencias de sentido y apertura del hombre hacia el futuro.
Ya el Vaticano II señalaba que "la misma civilización actual, no por sí misma, sino
porque está demasiado enredada en las realidades humanas, puede dificultar a veces
172
el acceso a Dios" •
queda de la verdad.
Durante los doscientos últimos años ha surgido en Europa una nueva cultura en
del teólogo y cardenal Kasper se hacen eco de las escritas anteriormente por Pablo
VI en Evangelii nuntiandi: "la ruptura entre evangelio y cultura es, sin duda alguna, el
drama de nuestro tiempo" (n.20). Y es que la forma que tengamos de situarnos ante
contemporánea sigue siendo deudora del debate iniciado en los años 70 entre la
to: hacerse con el destino de la humanidad sobre la tierra, de forma que el ser
pérdida de ese lugar va a tratar de recuperarlo con la ayuda de sus propias fuerzas.
Para ello se lanza a la reconstrucción del mundo, de cuyo centro ha sido arrojado,
bien es cierto que los primeros pensadores ilustrados siguen haciendo referencia a
Dios en sus sistemas filosóficos (los grandes filósofos entre los siglos XV y XVIII
son deístas, pues Dios es la clave de bóveda de su edificio especulativo), se han pues
cultural: el hombre puede ser humano sin Dios. El grito de Nietzsche "Dios ha
174. Cf. J. PRADES, Dar testimonio. La presencia de los cristianos en la sociedad plural (f',AC, Madrid 2015). Los dos primeros capí
tulos del libro abordan esta temática de la situación de nuestros días ----definida con el término "crisis"- y del cristianismo
en la sociedad actual teniendo como hilo conductor uno de los fenómenos culturales más pujantes: la globalización y el multi
culturalismo.
medida de todas las cosas, acaba absorbiendo a Dios, ahogando en sí toda posible
176•
alteridad
obra Dialéctica de la Ilustración (1944), donde tratan de comprender por qué la huma
nuevo género de barbarie. Ambos autores destacan en este estudio los límites de la
emancipator ha provocado.
las propuestas de sentido parcial • Lo ha descrito muy bien el Papa Francisco cuan
do critica la pretensión del mundo moderno de arrinconar la fe, pues nos impide
avanzar como hombres libres hacia el futuro. Pero el resultado ha sido que:
Poco a poco, sin embargo, se ha visto que la luz de la razón autónoma no logra iluminar sufi
cientemente el futuro; al final, éste queda en la oscuridad, y deja al hombre con el miedo a lo
desconocido. De este modo, el hombre ha renunciado a la búsqueda de una luz grande, de una
verdad grande, y se ha contentado con pequeñas luces que alumbran el instante fugaz, pero que
pación por escapar a las añagazas del poder, del control y la regulación del sistema.
Modernidad, sino que más bien reacciona (y muy duramente) contra ella. El "post"
derna, que no puede entenderse si no se percibe que está hecha de desencanto ante
postmoderno de la siguiente forma: "la vida debe ser vivida sin trascendencia, valo
evitando que el pensamiento vuele hacia temas más o menos metafísicos, considera
179
176. Cf. E. J ÜNGEL, Dios como misterio del mtrndo (Sígueme, Salamanca 1984) 33-35.
177. Cf. J. M' MARDONES, A dónde va la religión. Cristianismo y religiosidad en nuestro tiempo (Sal Terrae, Santander 1993) 186-
187.
178. LF, 3.
179. M. BUSTOS, La paradoja posmodema. Génesisy características de la cult11ra actual (Encuentro, Madrid 2009) 1 5 9 .
La posibilidad de respuesta del hombre a la Revelación 1 3 1
ha llegado a su fin. ¿Por qué sólida? Porque los sólidos, a diferencia de los líquidos,
dos" da razón del tránsito de una modernidad "sólida" (estable y repetitiva) a una
las vidas, exige que los individuos sean flexibles, que estén dispuestos a cambiar de
Ya el Concilio Vaticano II, saliendo al paso del ateísmo que abrazaban muchos de
opone de ningún modo a la dignidad del hombre, ya que esa dignidad se funda y se
perfecciona en el mismo Dios", de forma que "el misterio del hombre sólo se escla
1 80
rece en el misterio del Verbo encarnado" •
La lectura de los distintos escritos en los que Benedicto XVI afronta la cuestión de
la crisis cultural en la que nos encontramos nos descubre las raíces profundas de la
misma. Él ve sobre todo dos. Hay una primera raíz esencial que consiste "en un falso
mismo, sin imposiciones de otros, los cuales podrían asistir a su autodesarrollo, pero
181•
no entrar en este desarrollo" Este falso concepto de autonomía, que Benedicto
XVI critica, es el ejercido por un individualismo que despide sin nostalgia los ideales
una vida que gira sobre el propio "yo". El antropocentrismo moderno, con su
pero también está sometido a un peligro: pensar sólo en el interés propio y en el del
Ahora bien, esta comprensión está más cerca del "egoísmo" que de la "autonomía
moral", pues para que ésta se ejerza se requiere del individuo, junto a su derecho de
dado Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate, al afirmar que "el hombre se
valoriza no asilándose, sino poniéndose en relación con los otros y con Dios" (CiV,
la alteridad.
propio yo, que busca la satisfacción de sus deseos insaciables. Lo que interesa es la
181. BENEDICTO XVI, Discurso a la 6 1 " Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (27-5-2010).
132 Lafe: respuesta del hombre a la Revelación
como único bien superior, ante el cual todo lo demás se supedita, la autodetermina
ción individual entendida como satisfacción de los impulsos, las tendencias y los
deseos.
La segunda raíz de esta crisis cultural está, a juicio de Benedicto XVI, en "el escepti
las dos fuentes que orientan el camino humano. La primera fuente debería ser la
182
naturaleza; la segunda, la Revelación" • ¿Por qué esta exclusión? Él mismo respon
de afirmando que la actual visión científica de la naturaleza descubre en ella las leyes
dos fuentes pierden su carácter objetivo, "también la historia deja de hablar, porque
mentalidad relativista se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al
18
uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de su propio "yo" 4. Por el con
trario, el recto uso de la libertad exige por parte del hombre superar el horizonte del
dad que le rodea: "¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano
para mirar por él?" (Sal 8,4-5). La respuesta a dicha pregunta se ajusta, como no
podía ser de otra forma, a lo que confesamos en el primer artículo del Credo:
El hombre es un ser que alberga en su corazón una sed de infinito, una sed de verdad -no par
cial, sino capaz de explicar el sentido de la vida- porque ha sido creado a imagen y semejanza de
Dios. Así pues, reconocer con gratitud la vida como un don inestimable lleva a descubrir la
185
propia dignidad profunda y la inviolabilidad de toda persona •
182. Ibíd.
183. Ibíd.
184. Cf. ÍD., Discurso en la ceremonia de apertura de la Asamblea Eclesial de la Diócesis de Ro111a (6 -6-2005).
185. ÍD., Mensaje para la celebración de la XLV Jornada Mundial de la Paz: Educar a los jóvenes en la justicia y la paz (8-12-2011).
La posibilidad de respuesta del hombre a la Revelación 133
miento de que no hay una verdad válida para todos, según mantiene la postura
reducirse.
En una cultura que adopta el relativismo como credo no sólo falta la luz de la ver
dad, sino que se considera peligroso hablar de la verdad por lo que tiene, según esta
La razón de este proceder está en que para gran parte de nuestra cultura dominante,
mundo y el hombre son creación, poseen una lógica, racionalidad y sentido que no
deben orientar y sustentar. Así, mientras Vattimo, unos de los teóricos de la post
occidental, con una expresión que da título a uno de sus últimos libros, Adiós a la
verdad, afirmando que "a fin de cuentas, es cuestión de entender que la verdad no se
uno y de las diferentes comunidades que conviven, sin confundirse, en una sociedad
186,
libre" Benedicto XVI, por el contrario, señala que "la verdad y el amor que ella
expresión de una tolerancia que desea proteger a las religiones no teístas y la digni
dad de los ateos y de los agnósticos, sino más bien la expresión de una mentalidad
Por último, como síntesis de todo lo anterior, traemos el testimonio del Papa
Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aún más necesario, precisamente por la cri
aceptar como verdad sólo la verdad tecnológica: es verdad aquello que el hombre consigue
construir y medir con su ciencia; es verdad porque funciona y así hace más cómoda y fácil la
vida. Hoy parece que ésta es la única verdad cierta, la única que se puede compartir con otros,
la única sobre la que es posible debatir y comprometerse juntos. Por otra parte, estarían des
pués las verdades del individuo, que consisten en la autenticidad con lo que cada uno siente
dentro de sí, válidas sólo para uno mismo, y que no se pueden proponer a los demás con la pre
tensión de contribuir al bien común. La verdad grande, la verdad que explica la vida personal y
social en su conjunto, es vista con sospecha. ¿No ha sido esa verdad -se preguntan- la que
han pretendido los grandes totalitarismos del siglo pasado, una verdad que imponía su propia
concepción global para aplastar la historia concreta del individuo? Así, queda sólo un relativis
188. Cf. BENEDJCTO XVI, El cristiano en fa crisis de Europa (Cristiandad, Madrid 2005) 42.
134 Laje: respuesta del hombre a la Revelación
interesa. En esta perspectiva, es lógico que se pretenda deshacer la conexión de la religión con
la verdad, porque este nexo estaría en la raíz del fanatismo, que intenta arrollar a quien no com
parte las propias creencias. A este respecto, podemos hablar de un gran olvido en nuestro
memoria profunda, pues se dirige a algo que nos precede y, de este modo, puede conseguir
unirnos más allá de nuestro "yo" pequeño y limitado. Es la pregunta sobre el origen de todo, a
189
cuya luz se puede ver la meta y, con eso, también el sentido del camino común •
CONCLUSIÓN
(Abandonamos el texto de UESD y usamos el de J. Burggraf, Teología Fundamental (Madrid 2004) cuyas páginas adjunto según el programa).
(TEMA 2 DEL PROGRAMA)
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(aquí abandonamos el libro de J. Burggraf y continuamos con el de UESD)
11. La fe a l u z de la Escritura
La fe es la respuesta libre del hombre al don de Dios. Para decir qué es la fe, los
aquellos que recibieron con fe este acontecimiento. Pero no por ello vamos a pres
Testamento.
La fe en el Antiguo Testamento
Siguiendo los pasos que nos propone el papa Francisco en Lumen fidei, donde afir
ma que para entender lo que es la fe hay que fijarse en el camino recorrido por los
hombres creyentes, nos encontramos con Abrahán -cuyo testimonio ocupa un lugar
como un Dios que habla y que le llama por su nombre. Dos afirmaciones se dedu
una Palabra, que interpela personalmente, a un Tú que nos llama por nuestro nom
bre. La fe acoge esta Palabra como roca firme, para construir sobre ella con sólido
202
fundamento •
'aman. A esta raíz corresponden los términos fe, creer, verdad (en griego: pis
La primera raíz, 'aman, significa "ser fiel, leal" y señala la idea de certeza, firmeza,
ción en las acciones a las que se refiere. Es, por tanto, una palabra de "verdad", que
aquel que no puede respaldar su palabra con hechos o realidades. Por eso, Yahvé es
un Dios de fiar, con el que el creyente puede y debe contar para su estabilidad, a
De la misma raíz se deriva 'amen, que expresa la actitud del que se instala con
ni en el judaísmo tardío se utiliza "amén" para confirmar las propias palabras, sino
para expresar el propio asentimiento a las palabras de otro. El gue dice "amén"
declara con ello que la palabra del "otro" vale también para él. Sin paralelo en la lite
cuando antepone a sus propias palabras el "amén" seguido siempre del "lego"
(digo), para caracterizar su expresión como una verdad absoluta y vinculante para la
conciencia.
La segunda raíz, batah, significa "sentirse seguro", "dejarse en manos de" e indica el
za activa y emprendedora.
Sólo en Dios, a quien Isaías llama con el nombre de "Dios del amén" (Is 65,16),
puede encontrar el ser humano un punto sólido de apoyo. De ahí que la "piedra", la
"roca" sea el símbolo del fundamento sólido sobre el que el hombre puede asentar
se y al que puede aferrarse. Con esta expresión, Moisés, David y los orantes de los
salmos invocan a Yahvé, el Dios de Israel. De Dios como roca a la que Israel puede
aferrarse hablan los orantes en sus alabanzas y en sus acciones de gracias, pero tam
bién en sus tribulaciones y en sus necesidades. Invocan a Yahvé como roca porque
lo han experimentado como Dios de la fidelidad y de la verdad (Dt 7,9). Pero tam
bién los profetas pueden recordar a Dios como roca (Is 44, 8).
La fe en el Nuevo Testamento
signo real y eficaz de esa donación divina es el bautismo, definido desde el origen
LaJe como respuesta de! hombre a la Revelación 145
203
como sacramento de la fe • La fe cristiana, ha escrito el Papa Francisco, está cen
de Dios. Si Israel recordaba las grandes muestras de amor de Dios, que constituían
Para los sinópticos, la fe es la novedad de la existencia que nace del encuentro con la
del milagro, que muestra la irrupción de Dios en el absurdo del dolor, del mal y lo
salvación.
que compromete dinámicamente la existencia. Juan usa el verbo "creer" como sinó
nimo de orientación hacia Cristo, una relación de comunión con él, que se consuma,
pleno y trascendente del término. La experiencia misma de los discípulos, que han
que el cuarto evangelio no usa nunca el sustantivo pistis para indicar la fe, sino que
prefiere el dinamismo del verbo creer (pisteuein). De ahí la articulación del verbo:
creer que (]n 20,31), creer a an 6, 30), creer en an 12,24) que, en sus respectivas acep
ciones, sugiere las etapas del camino de la fe; un camino que nace del encuentro
sorprendente con Jesús, cuya historia es el prólogo al misterio del encuentro con
escucha sienta las bases de aquella relación que permite penetrar en las palabras de
Jesús Gn 5,24), sin las cuales creer resultaría imposible, el ver expresa la búsqueda
En los escritos de san Juan es significativo el hecho de que los verbos "creer" y
"conocer" tienen muchas veces el mismo objeto: Jesús en cuanto Hijo de Dios
203. Cf. O. GoNZÁLEZ DE CARDEDAL, "Prólogo", en J. GRANADOS - J. D. LARRÚ (coed.), El que cree ve. E11 torno a la encíclica
En los escritos de san Pablo, el verbo pisteuein significa muchas veces acoger
rechazar que la salvación sea una conquista o una prestación del hombre. Es pura
gracia de Dios por medio de Jesucristo. Mediante la fe, el hombre se fía de Dios,
es en sí misma confesión del don absoluto de Dios, que nos perdona nuestros pecados
total conversión a Cristo, unión vital con él, transformación en el hombre nuevo recre
ado a imagen del Hijo de Dios, convertido, él mismo, en hijo de Dios, como afirma
insistentemente el apóstol Pablo (Rm 6,4-8; Col 2,12; Rm 8,17; Ef 4,24). "Creer", en la
teología paulina", conjuga el acto de creer (ftdes qua) con el contenido creído (ftdes quae)
hombre tal como la entiende el Nuevo Testamento: a) en las palabras y en los ges
A modo de síntesis podemos recoger las palabras con las que el profesor Alfaro
Testamento, la fe es la respuesta integral del hombre a Dios, que se revela como su Salvador, y
que esta respuesta incluye la aceptación del mensaje salvífico de Dios y la confiada sumisión a
La fe de Jesús
La cuestión sobre la fe de Jesús surgió a comienzos de los años 60 del siglo pasa
presuponía en Cristo la visión directa y beatífica de Dios, con cuyo total conoci
sideramos más atentamente tanto las fuentes bíblicas que nos hablan de la vida
concreta de Jesús como la realidad propia de Cristo, que, aun siendo verdadero Dios
206. "La fe como entrega personal del hombre a Dios y como aceptación del mensaje cristiano": Conciliu»: 21 (1967) 58.
207. En el ámbito de la teología católica, la cuestión parece que se ha planteado de una manera explícita con un estudio de H.
U. VON BALTlLASAR, Ensayos teológicos. II: Sponsa Verbi (Guadarrama, Madrid 1964) 57-96.
Lafe como respuesta del hombre a la Revelación 147
objetiva y verdadera.
La fe es una actitud humana que se presenta como acto de adhesión plena a una
plenamente comprensible.
se afirma de Jesús que es el "que inicia y consuma la fe". Sin embargo, este silencio
voluntad del Padre, poniéndola como valor principal y punto absoluto de orienta
Jesús consuma esta actitud de fe propia de los profetas, de los sabios, de los orantes
Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, el que lleva conjuntamente en sí mismo la rea
lidad filial de su ser sujeto en ralación constitutiva con el Padre y la perfecta realidad
cuanto sostenida por el ser filial del Verbo. Su modo de conocer, de amar y de actuar
filial, es decir, el yo del Hijo, que se relaciona esencialmente al Padre. Por consiguiente,
De aquí se sigue que la vida humana de Jesús consiste precisamente en realizar esta
ria su unión con ÉL Jesús no puede reconocerse de otra forma que como aquel que
está en relación vital con el Padre, y que en esta relación vital se comprende y se rea
limitación del ser humano, del que Jesucristo participa plenamente. Este conoci
Todo esto vale también para la ignorancia que Jesús demuestra en relación con la últi
ma hora (Me 13,32; Mt 24,36). Esta ignorancia es consecuencia del estado filial y
humano de Jesús en cuanto que depende de la voluntad del Padre y se fía con plena
mente, se remite al saber del Padre. Al mismo tiempo, Jesús se hace en todo solidario
ro. Hay que precisar que ignorar una cosa no significa equivocarse o engañarse, sino
simplemente no considerar necesario ni útil saber aquello. La fe de Jesús es, pues, una
mar una sola comunión de ser y de vida. Esto es lo que significa esencialmente la fe.
C o n c i l i o Vaticano 11
¿En qué se funda nuestra fe?, ¿cuál es su base?, ¿qué es lo que le da su certeza?,
cristiana? Estas preguntas que se hace el teólogo W Kasper/" nos lleva a plantear
nos la pregunta sobre las razones de la fe cristiana, pues en nuestro mundo, cada
vez más multicultural y multirreligioso, las preguntas que nos dirigen a los creyentes
sobre si es razonable adherirse a la fe cristiana nos obligan a dar cuenta de las razo
nes a favor de la opción que hemos elegido. Es cierto que las razones de la fe no
generan esa fe, pues no podemos olvidar que ésta sigue siendo un don divino, tal
como afirma Jesús: "por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no
según unos modos y circunstancias que sólo El conoce- exige de nosotros una
escucha atenta, un corazón recto y disponible y fortaleza para no sucumbir a las pri
meras dificultades. Pero que la fe no sea demostrable no significa que sea un acto
meramente voluntarista e irracional, pues semejante opción sería indigna del hom-
21
bre que la lleva a cabo º. Esto es lo que nos lleva a estudiar el pensarrúento oficial
guen dos vías por las cuales puede el hombre acceder al conocirrúento de Dios: la
vía parte de la creación, se sirve de la luz de la razón y tiene por objeto a Dios como
La misma santa madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas,
puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas
Por tanto, el hombre puede llegar con la razón a un conocirrúento cierto de Dios,
principio y fin de todas las cosas. Nada se dice sobre la modalidad de este conoci
miento, ni tampoco se dice nada sobre el hecho concreto de cuántos son los
hombres que de verdad consiguen llegar a este conocirrúento. El Concilio quiso sos
tener con esto que a cualquier hombre se le puede hablar de Dios con sentido, de
como creador del mundo cuando reflexionamos sobre la realidad. El creyente, por
Más adelante, el Concilio afirma que la revelación sobrenatural hace más fácil,
más firme y sin errores, el conocirrúento de la verdad religiosa natural. Este es uno
de los motivos por los que la revelación sobrenatural tiene un significado y una fun
aquello en que las cosas divinas no es de suyo inaccesible a la razón humana, pueda ser conoci
do por todos, aun en la condición presente del género humano, de modo fácil, con firme
212
certeza y sin mezcla de error alguno •
del hecho de la revelación a través solamente de las fuerzas naturales, sin la ilumi
nación de la gracia. El concilio no habla del hombre abstracto, sino del hombre
histórico, al que Dios ofrece ayudas internas y externas para que pueda llegar a creer
213
en Él (DH, 3009) •
Dios creando y conservando el universo por su Palabra On 1,3), ofrece a los hombres en la crea
21'.
ción un testimonio perenne de sí mismo (Rm 1,19-20)
214. DV, 3.
150 Laje: respuesta del hombre a la Revelación
resante subrayar los términos usados: un testimonio perenne de sí. Dios se manifiesta
en la creación como testigo de sí mismo, lo que significa que aparece como persona
dad. Tanto más que el testimonio es perenne, es decir, no falla nunca, es continuo y
sólido, no se desmiente jamás, incluso después del pecado del hombre. No se dan,
En la conclusión del primer capítulo, la Dei Verbum retoma a la letra las afirmacio
nes del Vaticano I, profesando las mismas verdades del conocimiento racional de
razón humana el "conocer fácilmente, con absoluta certeza y sin error, las realida
ción superior de Dios, que está constituida por el plan de salvación del Antiguo
cierta relación entre estas dos vías de manifestación divina, ya sea porque la revela
Hay que reconocer con J. Alfara que el Vaticano II, al renovar el concepto de reve
fe que la teología católica venía enseñando desde mediados del siglo XX. Por últi
Ni racionalismo ni fideísmo
2 17. Cf. P. SEQUERI, Teología fundamental. La idea de la fe (Sígueme, Salamanca 2007) 59.
150 Laje: respuesta del hombre a la Revelación
resante subrayar los términos usados: un testimonio perenne de sí. Dios se manifiesta
en la creación como testigo de sí mismo, lo que significa que aparece como persona
dad. Tanto más que el testimonio es perenne, es decir, no falla nunca, es continuo y
sólido, no se desmiente jamás, incluso después del pecado del hombre. No se dan,
En la conclusión del primer capítulo, la Dei Verbum retoma a la letra las afirmacio
nes del Vaticano I, profesando las mismas verdades del conocimiento racional de
razón humana el "conocer fácilmente, con absoluta certeza y sin error, las realida
ción superior de Dios, que está constituida por el plan de salvación del Antiguo
cierta relación entre estas dos vías de manifestación divina, ya sea porque la revela
Hay que reconocer con J. Alfara que el Vaticano II, al renovar el concepto de reve
fe que la teología católica venía enseñando desde mediados del siglo XX. Por últi
Ni racionalismo ni fideísmo
2 17. Cf. P. SEQUERI, Teología fundamental. La idea de la fe (Sígueme, Salamanca 2007) 59.
La je como respuesta del hombre a la Revelación 1 5 1
modo que sólo con ellas puede el hombre alcanzar a Dios y entrar en comunión
con él. Las fuerzas de la naturaleza y del hombre poseen en sí mismas esta disposi
una realización humana, el ápice al que el hombre tendería con sus fuerzas y a cuyo
mada razón científica, que a partir de Descartes impone cada vez más absolutamente
una forma de saber, fundado en la razón en cuanto tal y no sólo en la tradición empí
único camino hacia Dios, que nos comunica su realidad divina y que está por enci
La hace criatura nueva en el poder del Espíritu de Dios. Permanece, además, ocul
to el hecho del pecado y la falta de adecuación del hombre para reconocer con
las cuales se consideran radicalmente incapaces de todo bien y de toda verdad, por
lo que sólo gracias a la palabra de Dios y al poder del Espíritu puede el hombre
hacer algo bueno y puede conocer la verdad de salvación; sólo la fe ciega salva al
humana, sino que permanece como un hecho totalmente separado, que sólo puede
ser acogido por la fe y que está en contraste irremediable con la razón y con las rea
que actúa en lo íntimo del que ha sido llamado a la fe. Algunos textos de la
miento y la aceptación por parte del hombre, y nos da luz en torno al aspecto de la
hemos perdido el sentimiento de asombro y gracia que supone poder creer. Y mira
mos a los no creyentes como extraños, cuando los extraños deberíamos ser
nosotros para nosotros mismos, al comprobar que Dios nos ha abierto los ojos
mación de su cualidad divina a través de la fuerza de Dios. Este último aspecto hace
mente interior) del Hijo se debe el conocimiento de la relación de filiación que tiene
lugar entre el Padre y Jesús por parte de los pequeños (Mt 1 1 , 2 5 ) . Igualmente en Me
4,11 (texto paralelo en Mt 1 3 , 1 1 ) la comprensión del misterio del reino de Dios y, por
corazón para que aceptara lo que decía Pablo" (Hch 1 6 , 1 4 ) . Abrir el corazón e ilu
el Padre para que los hombres "vayan a Cristo"; es decir, "crean en Él" (Jn 6,44-45;
ciones de Juan, según las cuales es necesario ser de Dios, de fa verdad para poder
escuchar la voz de Dios (Jn 8,47; 18,37 ) , se debe pertenecer a los s19os para poder
creer (Jn 10,26). Estas afirmaciones no significan que sólo puede creer el que está
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destinado a ello. Significan, más bien, que la fe es un puro don de Dios que el hom
bre no puede hacer propio sin especial gracia de Dios. Esta gracia es propiamente la
para todo lo que orienta hacia la fe, en los casos en que ésta comporta una cierta
preparación.
La presentación auténtica del anuncio y del testimonio pide ser aceptada. Por otra
parte, la aceptación está muy lejos de ser igual para todos, y esto no depende de que
oyentes.
modo de actuar exterior conforme a los usos comunes o a la ley, cuanto, más profun
22). En esta perspectiva se puede comprender por qué los fariseos, irreprensibles
desde el punto de vista del comportamiento moral en relación con la ley, se mostra
ron mal dispuestos y cerrados al anuncio del Evangelio, mientras que otras personas,
moralmente reprensibles, como los publicanos y las prostitutas, se han dejado ilumi
disposición moral puede comprometer a la fe con sus carencias, pero ésta es un don
que ninguna actitud moral puede producir. Por eso, el principal impedimento de la
fe es el orgullo, es decir, la posición del hombre que le lleva a fundar su vida sobre sí
mismo sin tener que agradecer nada a nadie. Esta actitud está plásticamente descrita
en la categoría mundo del evangelista Juan. El mundo hace referencia a aquellos hom
bres que no pueden creer porque se dan la gloria mutuamente, es decir, obteniendo la
seguridad a través de un hacerse valer recíproco, que les hace incapaces de captar la
compleja acción de Dios, pues ésta requiere una adhesión libre y consciente del
hombre, que acogiendo el don divino, lo hace suyo y, después de la iluminación del
cación de un saber, sino una llamada que propone entrar libremente en una situa
Esto está en perfecta conformidad con la estructura general de la fe que es, como
persona que se presenta como testigo. La fe, que empieza con esta aceptación, es a
un tiempo gracia y respuesta libre del hombre. Estos dos aspectos nunca se pueden
ción libre del hombre se sitúa entre dos incidencias de la misma gracia: la gracia que
ilumina y atrae al hombre a creer, y la gracia por medio de la cual el hombre cree de
fe (1 Co 2,4-5).
18,8). En virtud del sacramento, la acción interior de Dios adquiere una visibilidad y,
habla de la unción y del sello de Dios en relación con el bautismo. Se puede pensar,
a partir de este texto, que la fuerza del sacramento consiste en confirmar, es decir,
V. La vida de fe en la c o m u n i d a d eclesial
está, sin embargo, en estrecha relación con el pueblo de Dios. De hecho, Dios ha
hombre, que sale al encuentro de la acción divina, debe realizarse en comunión con
el pueblo de Dios.
cree, porque Dios, y su misterio de salvación cumplido en Cristo, es lo que hay que
Fe e Iglesia
Para el más antiguo Credo del cristianismo (siglos II-III) -conocido como
como lo son las personas divinas de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sino que la
Iglesia, que no es persona divina, sino una obra suya, es el lugar, el medio y el con
estructurado en tres artículos que comienzan con: "creo en Dios Padre [ . . . ] , creo en
Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos. Como puede verse, la referencia
a la Iglesia sigue a la del Espíritu Santo y no va precedida por la fórmula creo en sólo
usada para con las personas divinas del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Católica, fruto del Concilio Vaticano II, el cual, siguiendo una larga tradición eclesial
comenta que:
[ . . . ] en el Símbolo de los Apóstoles hacemos profesión de creer que existe una Iglesia Santa, y
no de creer en la Iglesia para no confundir a Dios con sus obras y para atribuir claramente a la
bondad de Dios todos los dones que ha puesto en su Iglesia (CCE 750).
Por tanto, debe concluirse que la fórmula habitual "creer en la Iglesia", para com
Cualquiera que sea la perspectiva desde la cual se la considere, lo cierto es que si Ja Iglesia es
para nosotros objeto de fe, no es, sin embargo, el objeto de nuestra fe como lo es Dios. La
Iglesia no puede ser ese objeto, en el mismo sentido en que Dios lo es. Y de un sentido a otro
En efecto, en el Credo más antiguo la Iglesia no aparece como uno de los objetos
de sus tres artículos de fe centrados en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sino que
es el modo, el contexto y el lugar desde donde se cree en Dios, gracias al impulso que
término, sino que es el lugar y contexto propio de la fe, cual comunidad sacramental
Aun cuando la Iglesia no sea la meta del acto de fe, sin embargo ocupa un lugar
2
219. La je cristiana (Secretariado Trinitario, Salamanca 1970) 1 8 1 - 1 8 2 .
156 La Je: respuesta de! hombre a fa Revelación
la que crecemos y vivimos; con el lenguaje recibimos los patrones decisivos de inter
pretación del mundo. El ser humano, en cuanto ser hablante, es un ser social.
aislados. Más bien habla a los individuos en su tejido social. Llama y reúne a un
En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica la justicia. Sin embargo,
quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino
hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa 22°.
desde el asesinato de Abel por Caín hasta la confusión babilónica de las lenguas,
Dios vuelve a poner en marcha un proceso de reunificación que, según los Padres
de la Iglesia, comienza con el justo Abel y prosigue en todos los hombres que viven
verifica secretamente en todos los pueblos y que se hace visible con Abrahán, con
Moisés y con los profetas. El mismo Jesús se sabe llamado a reunir al pueblo de
Israel. Una vez que la mayoría de Israel, a través de sus representantes legítimos, lo
nuevo proceso de reunificación, del que ahora forman parte judíos y paganos, que
La Iglesia, como pueblo de Dios reunido fraternalmente a partir de todos los pue
blos, razas y generaciones, es, pues, la acción de Dios contra el caos producido por
existir sin pueblo de Dios, del mismo modo que tampoco puede haber pueblo de
Dios sin palabra de Dios, por la que es convocado y en cuya confesión de fe queda
unido.
Dado que la Iglesia como comunidad de los creyentes está tan estrechamente unida
es, desde luego, una decisión personal, insustituible, de cada individuo. Pero este
tiva se dice tanto "creo" como "creemos". El individuo nunca está sólo en su fe
220. LC, 9.
221. Cf. LF, 22: "La fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva, sino que nace de la escucha y
está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio [ . . .]. La fe se hace entonces operante en el cristiano a partir del don
recibido, del Amor que atrae hacia Cristo (cf. Ga 5,6), y le hace partícipe del camino de la Iglesia, peregrina en la historia
hasta su cumplimiento".
Lafe como respuesta del hombre a la Revelación 157
la Iglesia y con la Iglesia, un sentido eclesial). Este sentido eclesial puede incluir una
crítica sincera, pero detesta toda sabiduría presuntuosa y todo arrogante afán de crí
Toda la Iglesia, como pueblo santo de Dios, está comprometida a acoger con fe la
misión, es Dios, en cuanto que es Él el que envía, es decir, el que comunica el man
salvación. Tanto Cristo como los apóstoles y la Iglesia (Mt 28,18-20) han sido envia
la salvación. La Iglesia tiene asegurada la garantía divina por la acción del Espíritu
La totalidad de los fieles, gue tienen la unción del Santo (1 J n 2,20. 27) no puede equivocarse en
la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo
el pueblo: cuando desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos muestran estar total
de fe y de moral", queriendo indicar una cierta distinción entre los dos términos.
El sentido de la fe es una dimensión interior del ánimo que el creyente lleva consigo
adherirse al objeto de la fe y estar en íntima conformidad con él, de tal forma que se
puede formular por connaturalidad un juicio de fe. Es como un cierto instinto espi
decir, traducido en formas concretas del vivir cristiano. Se habla de consenso cuan
es el don que el Padre ha hecho a los hombres en Cristo, su Hijo, y que ha confiado
CONCLUSIÓN
ción de Dios en Cristo por medio del Espíritu; el hombre descubre a Dios
mental que implica todo el ser y todo el hacer del hombre y determina el
vida personal, sino que tiene una dimensión de comprensión y de eficacia res
al Dios de las promesas, al Dios fiel, la roca firme sobre la que el hombre
223. En la UD4 trataremos con mayor detenimiento y profundidad esta cuestión, que ahora sólo indicamos.
Tema
La c r e d i b i l i d a d de la fe
3
¿Por qué creo? Así se podría sintetizar la pregunta fundamental de una reflexión
cuyo contenido es la relación de la fe con la vida del hombre. Este interrogante nos
aspecto de verdad. Sin embargo, una reflexión más atenta sobre el modo de encon
trarse Jesucristo con los hombres nos pone de manifiesto que el acontecimiento del
encuentro, sin perder nada de su carácter originario, no cae en el vacío, sino que se
espera, de profundización.
La relación del hombre con la palabra de Dios asume la forma de una tensión entre
dos polos. Por una parte, está la atención a Jesús y a lo que Él anuncia; por otra,
que hemos hecho, sobre lo que deseamos. No se pueden separar los dos polos. No
tiene sentido construir, por una parte, una síntesis orgánica y completa de la verdad
cristiana y, por otra, una visión global de nuestra condición humana, para intentar
luego coordinarlas.
Es necesario, por el contrario, mantener viva esta tensión entre los dos polos,
dar sentido a nuestra vida. Pero, al mismo tiempo, este esfuerzo de anticipar un sen
tido debe acompañar todas las fases de nuestro encuentro con Jesús.
162 Laje: respuesta del hombre a la Revelación
La fe es siempre un acto libre, pero es también un acto sensato, digno del ser
humano, que tiene sus motivos. Estos motivos tranquilizan la fe, pero no la impo
fe, purificarla y apartar los obstáculos intelectuales que surgen contra ella. Pero
tiene sus límites. Estos límites son, en primer lugar, consecuencia de la estructura
misma de la fe -que siempre es un acto libre-. Hay además otros limites que
uno de los más difíciles de toda la teología, de forma que quizás sea imposible
"explicar" de forma adecuada por qué cree una persona. La dificultad nace del
hecho de que en el creer entran en juego la acción de Dios, que desde dentro invita
zo. Dotado de inteligencia, el ser humano exige "razones para creer", para que su
opción no motivada, más o menos caprichosa (fideísmo). Pero para que la fe siga
siendo fe, es decir un libre homenaje del hombre a Dios que se revela, las "razones
para creer" no deben ser una demostración apodíctica, que obligue al sujeto, pues,
racionabilidad de la fe y de su credibilidad.
gratuidad subraya el don de Dios, pero no afirma el acto ciego del hombre, por eso
se exige la racionabilidad, que indica el acto racional propio del hombre, pero no
como acto libre, pero conscientemente realizado; es decir, como acto humano.
224. Cf. M. GF.i.ABERT, La revelación. Acontecimiento [andamental, contextual y creíble (San Esteban-Edibesa, Salamanca 2009)
219.
todo en la época moderna. Las teorías elaboradas se pueden reducir a dos tipos fun
afirma cada vez más en la teología contemporánea. La posición clave de las dos
fe, más bien está determinado y, por consiguiente, completado por el juicio de la
226
fe o juicio de credendidad •
Radicalizadas las dos teorías, pueden llegar a ser positivamente erróneas y se podrá
que, dándose cuenta de la validez de los signos externos e internos que acompañan
a la revelación cristiana, hace un juicio de acuerdo con el cual afirma que el objeto
razón y puede ser acogido con suficientes motivos de racionabilidad. Sin embargo,
punto de que obligue al asentimiento, sino más bien una indicación de la posibilidad
determinación de que es posible creer. Pero esto no constituye todavía el acto con
creto de fe o la decisión clara del que dice no sólo se puede creer, sino que es necesario
creer.
Esto depende del hecho de que el tipo de conocimiento que está aquí implicado es
226. Cf. ÍD., "El acto de fe" en: AA.Vv., Diccionario Teológico lnterdisciplinar, t. II (Sígueme, Salamanca 1982) 520-540.
164 La Je: respuesta del hombre a la Revelación
no sólo en virtud del significado objetivo del signo, sino también en virtud de una
signo expresa la realidad, pero no de modo adecuado de tal forma que elimine toda
duda. El signo, aun el más expresivo, es siempre ambivalente, desvela y vela la reali
dad al mismo tiempo. Ahora bien, dada su ambivalencia, para poder interpretar el
signo con seguridad es necesaria una afinidad, una buena disposición ante la reali
dad. Por esta buena disposición, el sujeto se hace capaz de leer el signo. Este
carse con Dios. Ahora bien, porque ningún signo creado puede manifestar con
der el signo sin una disposición favorable en relación con Dios y su voluntad. Esta
Dios como un bien a acoger y como un valor a realizar. Por esta razón, el juicio de
razón, sino a todo el hombre, y que por su misma naturaleza tiende a superarse, a
Dios que revela, el cual no puede engañarse ni engañarnos (DH 3008). La verdad y la
creemos por una ciega decisión, sino en la medida en que estamos convencidos, a la
luz de la fe, de la verdad de Dios que revela. Dios no se limita a comunicar al hom
bre su palabra exterior, sino que pone al hombre en la situación interior por medio
de Dios.
Dios mismo, de tal modo que así unidos constituyan un acto real de recíproca
comunión. Para que sea razonable el acto de fe, en la perspectiva del conocimiento
sona del instinto interno de Dios que le invita, sin el cual no sería posible ningún
La ccredibilidad de la je 165
creer 227•
del corazón y de la mente, a fin de que el hombre, movido por la gracia, se decidiese
a aceptar la verdad de Dios con toda su convicción personal, de tal modo que
228•
pueda afirmar creo, no puedo no creer Esta decisión última es lo que llamamos juicio
de credendidad.
acompañado por ella. La estructura del acto de fe, así formulada, nos permite com
prender los momentos difíciles que pueden presentarse y que de hecho se presentan
en el camino de la fe.
viveza de siempre o en los que el bien que en ella se contiene deja de imponerse
valor de verdad tiene menor eficacia y no ejerce ya la misma atracción ante la razón.
El sujeto, careciendo ya del apoyo racional, tiene que encontrar fuerza en la volun
tad, la cual sigue estimulando la adhesión de fe, que ya no está sujeta a motivos
racionales, sino al sentido de la exigencia del bien que hay que alcanzar y del deber
que hay que cumplir. Aun cuando falten el entusiasmo y la vivacidad de los estímu
explica desde este punto de vista la fuerza del aforismo del beato J. H. Newman:
"Diez mil dificultades no dan como resultado una duda". Como nos recuerda
el papa Francisco:
La fe no es un refugio para pusilánimes, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran lla
mada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus
manos porgue está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades-",
Esto nos conduce a uno de esos contextos donde principio y efecto encajan el uno
230
en el otro: la relación entre la fe y el amor • No es éste un problema ilusorio. San
Pablo coloca en el mismo plano la fe, la esperanza y el amor (1 Co 13) por considerar
las las bases principales de la vida cristiana. Sin embargo, el apóstol subraya que la
más importante de las tres es el amor. ¿Qué relación hay, pues, entre el amor y
la fe? La primera respuesta que nos viene es ésta: el amor representa el supremo
Dios. Ahora bien, siendo ese Dios el amor por excelencia, el creyente se pone nece
fuerza más profunda que brota de la unión con Dios; esa fuerza es la caridad, de la
San Juan lo resume todo en el amor; de tal modo esta apremiante invitación a amar
constituye la suma de todas las leyes de la vida cristiana. Y otro de los apóstoles,
Santiago, no duda en decir que "la fe, si no tiene obras, está muerta por dentro"
(Sant 2,17) . Es cierto que hay una especie de fe sin amor, pero lo que dice el apóstol
muestra cuán terrible es esa situación: "Tú crees que hay un solo Dios. Haces bien.
fe; brota de ella como la flor sale del tallo y de las ramas. De todo el conjunto que
forma el Nuevo Testamento se desprende una idea aún más fuerte y es la de que la
El amor, lejos de cegarnos, es el único que puede abrirnos los ojos, pues sólo el
amor nos permite ver al otro tal cual es. No podemos decirle a alguien: "creo en ti",
sin que nos inspire cierto amor. Si no estoy por lo menos preparado para amar a
Dios, no lo "veré". Su imagen será cada vez más vaga, luego se ocultará velada por
otras cosas y terminará desvaneciéndose por completo. Cuando hay amor todo
ocurre de muy distinta manera. Sólo ayudado por el amor puede el hombre percibir
amor, es preciso por lo menos que se esté dispuesto a amar para poder gozar de la
gracia de creer.
Pero, ¿cómo es posible que yo pueda amar si no "veo" a aquél a quien mi amor se
dirige? ¿Cómo puedo amar antes de creer? R. Guardini señala que estar dispuesto a
amar es ya amar, y que esa disponibilidad puede existir aun antes de que el objeto
sea visible. Es el período del amor que busca; búsqueda todavía imprecisa, pero
deseosa de fijarse en un rostro. Esta ansia, esta manera de sentirse como embarga
do, abre el corazón y lo agita. Polarizado por el principio de todo amor, el espíritu,
al amar, puede ya dirigirse hacia Aquél que es la fuente y el objeto de ese amor. El
corazón puede estar cerca de Dios mientras que la inteligencia está todavía lejos.
Este impulso de amor prepara al hombre para el don total, que será la fe. Abre ésta
gana su alma".
230. Para lo que sigue, cf. R. GUARDINI, lA experiencia cristiana de la Je (Belacqva, Barcelona 2005) 57-66.
231. Cf. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 39: "La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón tras
esa mirada, más crece el amor y más gana en claridad. Tanto puede decirse que la fe
procede del amor, como que el amor procede de la fe, pues en lo más íntimo las dos
cosas no son sino una: la manifestación en el hombre viviente del Dios viviente,
lleno de gracia.
Nada mejor podemos hacer, entonces, para aumentar nuestra fe, que abrir nuestro
superior a nosotros; ansiar conocer al que está en lo Alto y entregarnos a Él; adop
tar la actitud decidida y serena del que no teme por sí, pues sabe que, a ejemplo de
Cristo, al entregar su persona como don se sentirá más fuerte, más eficiente, que si
cuando se revela como fe en su amor indefectible por nosotros, que es capaz de llegar hasta la
muerte para salvarnos. En este amor, que no se ha sustraído a la muerte para manifestar cuánto
me ama, es posible creer; su totalidad vence cualquier suspicacia y nos permite confiarnos ple
En su primera epístola, San Juan se pregunta: ¿cómo puedes llegar a ponerte en una
por llegar a ponerte en relaciones justas con los hombres que te rodean. De ese
modo, la capacidad de ver con los "ojos de la fe" se liga íntimamente con la
plenitud como fe; solamente en esta fe recibe el hombre ya desde ahora la vida eterna
(1 Jn 5 , 1 2 - 1 3 ; J n 3 , 1 6 ) .
111. El testimonio
por la que una persona invita a otra a admitir algo como verdadero, fiándose de su
ta. Esta invitación a creer, como garantía de verdad, es el elemento específico del
intensidad de confianza que se mide según los valores que en él se arriesgan, com
232. LF, 1 6 .
documentos, de forma que con esos términos se quiere hacer referencia a un com
teología está legitimada para investigar sobre esta categoría desde el momento en
que la revelación se apoya en la experiencia humana del testimonio como una forma
de expresión de las relaciones del hombre con Dios. Desde el punto de vista
humano "testigo" es aquel que puede informar verbalmente sobre unos hechos en
los que ha participado, sobre unas personas o unos hechos que ha conocido. El tes
236
timonio se basa en una experiencia ocular o auricular • Para el profesor J. Prades,
"el testimonio es una forma de conocer la realidad, análoga a otras formas de saber,
usos igualmente importantes para la vida personal y social, en función de las distin
237
tas dimensiones de lo real" •
238
Siguiendo al filósofo P. Ricoeur , el testimonio comprende tres sentido principales:
narración interpretativa (no puede ser de otra forma), está al servicio del hecho.
de forma que el testigo no sólo da cuenta de lo visto u oído, sino que también
partir de una fuerza interior que le mueve a declarar. De ahí que la palabra "testi
percibe con valor, ya que da razón de su origen (de dónde) y de su finalidad (hacia
la exégesis del testimonio histórico (en nuestro caso, la revelación y sus signos) y la
exégesis de sí mismo (en nuestro caso, la apertura radical del hombre y de sus aspira
por lo cual el acto de fe es siempre también un creer a Dios, que se entrega concre
más que nunca el sentido personal de la adhesión de fe: yo creo porque Dios da testi
salvación y a su amistad. Al creer, dice Benedicto XVI, "lo que hacemos no es tanto
espiritual que penetra hasta la esencia de nuestro ser. Verdad que se transmite no
solo por la enseñanza formal, por importante que esta sea, sino también por el testi
interioridad por excelencia, el ser personal y soberano cuyo misterio sólo puede ser
conocido por testimonio, es decir, por una confidencia espontánea que hemos de
El testimonio divino se expresa, ante todo, como una vocación interior a la fe. Este es el
dato fundamental, porque no puede haber fe allí donde no ha habido una llamada
particular de Dios, una atracción que ha suscitado una fascinación del alma del
241•
creyente y lo ha impulsado a acoger la palabra divina Dios actúa en el hombre y
corazón del hombre, de tal modo que éste se mueve hacia la fe con todo su ser, con
la atracción ejercida por la luz de la Verdad y la fuerza del Amor. Esto es lo que lla
mamos gracia divina, que ilumina y mueve al creyente. El testimonio divino tiene de
particular que no sólo afirma la verdad de lo que propone a creer, sino que, a la vez,
integral por parte del creyente se realiza con la intervención del Espíritu Santo, que
ha sido enviado por el Padre y el Hijo para llevar a cumplimiento en los discípulos la
pleno y vital, la palabra de verdad que Jesús ha proclamado, de tal manera que esta
240. Cf. BENEDICTO XVI, Vigilia de oración por la beatificación del Cardenal John Henry Newman, Londres (18-9-2010).
241. Cf. J. Plv\DES, Dar testimonio, 452: "La iniciativa divina testimonial es siempre desde fuera, extra nos; no es la expresión de
un propósito o programa del cristiano. La interpelación incondicional del Misterio actualiza la alteridad y la trascendencia ere
aturales dentro de la historia. Ello comporta una capacidad de receptividad primera en quien recibe el testimonio".
por obra del mismo Espíritu, dan el mismo testimonio, que consiste en dar gloria a
Cristo, en atestiguar con la vida, con las palabras y con las obras su verdad y su
24
amor al mundo, que todavía no cree enJesús 3.
El testimonio se realiza de dos formas: una forma es hacer las obras que ha hecho
Jesús y aún mayores (]n 14,12). Sobre todo, manifestar su amor: "este es mi man
damiento: que os améis unos a otros como yo os he amado" (]n 1 5 , 1 2 ) ; "en esto
conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros" Qn 13,35). Pero
ellos, es fruto del Espíritu Santo que lo infunde en los corazones. Y este es el signo
más grande y digno de atención, que ofrece al mundo la credibilidad de las obras de
coherentemente con la verdad cristiana, incluso ante el mundo que no acepta esta
verdad y se opone a ella. Así, el cristiano debe saber juzgar al mundo; es decir, debe
Cristo; la sabiduría del mundo no se corresponde, más bien, con frecuencia, se con
trapone a la sabiduría del Padre. En la Carta Apostólica Porta fidei, con la que
Benedicto XVI convocaba el Año de la Fe, decía que "profesar con la boca indica, a
puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el
244
Señor para vivir con El" .
dan testimonio de la luz, la vida, la gloria, la verdad del misterio salvador. Para la
credibilidad de la revelación, los signos que importan son, sobre todo, los signos
La palabra de Dios pone de manifiesto la llamada de Dios a la fe. Ahora bien, la lla
mada de Dios nunca se reduce a un imperativo arbitrario y, por así decir, no natural.
243. Cf. BENEDICTO XVI, Porta Fidei, 6: "La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida
de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la
244. !bid, 9.
reconocer por lo que realmente es, al ver el testimonio de Dios Padre, del Hijo y del
Este aspecto del testimonio está en relación con el conjunto de signos inmanentes a la
palabra y concomitantes con ella, mediante los cuales Dios asegura a la inteligencia del
de Jesús como palabra de Dios. Ante todo, la misma palabra goza de una trascendencia
que la hace realmente creíble, porque es pronunciada por Dios o prolonga el testimo
espontaneidad a la que no es posible resistir sin pecar: "Este es el juicio: que la luz vino
al mundo y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas"
CTn 3,19). La palabra es como una espada aguda de doble filo (Ap 1 , 1 6 ; 2,12; 1 9 , 1 5 ) .
Pero a este carácter intrínseco se une un conjunto de signos externos, que forman
existencia debe ser el fundamento de una credibilidad viviente para el mundo: "En
esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros" (]n 13,35).
nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no ser gravosos a nadie,
también, de que nuestro proceder con vosotros, los creyentes, fue leal, recto e irre
prochable; sabéis perfectamente que, lo mismo que un padre con sus hijos, nosotros
sensibles o prodigios divinos sirven para confirmar una disposición que el anuncio
ha originado ya: la conciencia de que Dios está tanto al inicio como al final de la fe.
por Jesús es tan sólido, que no se pueden eliminar fácilmente negando por pre
La fe que Jesús pide a sus discípulos está en relación con los prodigios que realiza.
significativo que casi todos vayan acompañados de una mención explícita a la fe. La
como condición del milagro (Me 2,5; 10,52; 7,29; 9,14-29; Mt 8 , 1 0 ; Le 7,50; 1 7 , 1 9 ) y
este significado hay que considerar la dimensión de fe en la oración que no duda ser
toles (Le 5 , 1 - 1 1 ) .
El milagro constituye una exigencia natural del espíritu humano, al que se le pide
que abandone sus normales criterios de evidencia Qn 6,30; 4,48). Para el juicio
tánea con lo invisible, que le servirá de modo particular para juzgar en su justo valor
Dios. De hecho, el milagro no aporta, aunque sea ostentoso y repetido, una eviden
acogida esté ligada a una disposición negativa que va unida al pecado (]n 12,37-43).
El análisis literario y la crítica histórica aplicada a los milagros nos han ayudado a
global de los milagros, lo que nos permite poder hablar también de dos funciones,
con el Dios del amor. En Jesús de Nazaret, en sus gestos de misericordia con
Dios, "que pasa haciendo el bien" (Hch 10,38) a sus hijos, preparándoles así a
Durante su vida terrena Jesús se muestra como una persona que, con su propia
claro que esta llamada de Dios al diálogo supone en el hombre una disponibili
garantizar una misión divina. Así, Moisés es acreditado por los prodigios que
Dios realiza a través de él ante todo el pueblo (Ex 4,1 - 9; 1 4 , 3 1 ) . También Cristo
grosos (Me 16,20; 2 P 1 , 1 9 ) . Por eso, el Vaticano I describe a los milagros como
pues Jesús mismo puso en guardia contra una búsqueda inmoderada de sensa
decisiva por parte del Padre a los judíos que "piden milagros" es la muerte en
función simbólica es múltiple 246• Por eso hay que leer los milagros como:
1. Signos del amor de Dios. Jesús usa su poder sólo para hacer el bien, nunca
para castigar. Los milagros son signos de su poder al servicio de un amor que
2. Signos del reino de Dios. Los profetas, al hablar del reino de Dios, habían
profetas, Juan el Bautista (Le 7,22). El signo decisivo del reino, la efusión del
de Nazaret (Le 4 , 1 6 - 2 1 ) .
3. Signos del poder divino de Cristo. Las "obras" realizadas por Jesús son signos
10,25). Al mismo tiempo estas obras revelan al Padre, su poder creador y sal
vador (Jn 14, 9 - 1 1 ; 10, 37-38). La gloria de Cristo es el Espíritu Santo, "el
5,1-11).
(Me 2 , 1 - 1 2 ) .
(Jn 1 1 ) .
formación definitiva, cuando Dios acabe con la muerte y cree los cielos
20,29). La razón es que el signo tiene siempre una interpretación delicada. El riesgo
Además, el signo no basta por sí solo para garantizar la autenticidad del que lo lleva
9,1-5) y los niega a los que se los piden (Jn 2,17ss; Mt 12, 38-39;Jn 4,48; Le 4,23-27;
de Dios en el corazón disponible del hombre (Jn 20,31). Se puede decir que la fe no
CONCLUSIÓN
la realidad. Es una opción fundamental que implica todo el ser y todo el hacer
lo que no sólo afecta a la vida personal sino que tiene también una dimensión
nas que, al ser ganadas por dicho amor, arriesgan por Él toda su vida.