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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

DIPLOMADO DE FILOSOFÍA

MÓDULO VI: FILOSOFÍA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

MTRO. FERNANDO AURELIO LÓPEZ HERNÁNDEZ

TRABAJO FINAL

MISTICISMO CRISTIANO E ILUMINACIÓN BUDISTA

Carlos Valencia Toledano

valenciatoledano@gmail.com

valencia.toledano@live.com.mx

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MÍSTICA CRISTIANA E ILUMINACIÓN BUDISTA

El texto de Eckhart Pláticas instructivas, es un texto filosófico, teológico,

ético, y con ideas acerca del misticismo. La idea fundamental de Eckhart es la de

la relación correcta que ha de tener el ser humano con Dios. Esta relación es la

última razón de ser del ser humano, es su finalidad última; más aún: lo que ha de

buscar realizar todo ser humano es entrar en contacto directo con Dios. Llegar a

esto, al contacto directo con Dios, será realizar la experiencia mística. Tal vez la

experiencia mística dependa también de la voluntad divina, de si Dios mismo

desea relacionarse con algún ser humano en particular, pero lo que sí es cierto es

que del individuo depende por completo realizar lo que depende de su voluntad.

Porque es, en último caso, la voluntad humana, y sólo ella, la que actuará y tratará

de llegar a Dios.

En el caso del budismo también depende única y exclusivamente de la

voluntad humana el poder llegar a la iluminación, iluminación que será lo

correspondiente a lo que en el cristianismo es la experiencia mística. Pero puesto

que en el budismo no existe un Dios creador y personal como en el cristianismo, el

objetivo último será alcanzar la iluminación, al igual que Buda, quien no fue un

Dios sino un ser humano igual a todos que encontró la forma de llegar a un estado

en el que ya no se vuelve a caer en esta serie desordenada de renacimientos y en

el que se llegará a un estado de paz y tranquilidad mental permanente, que es en

lo que consiste la verdadera felicidad.

Así como Eckhart no busca mostrar con pruebas racionales la

existencia de Dios sino que simplemente parte de la idea de que Dios existe, de

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que es un Dios personal, de que es un Dios creador y de que la vida humana debe

estar siempre en función de la voluntad divina, así también al budismo no le

interesa demostrar que Dios no existe, ni hay creación. Para el budismo todo lo

que existe, existe “desde tiempo sin principio”, no hay un Dios creador –“la mente

es el único creador”-, ni hay creación, al menos no la hay como creación a partir

de la nada. La única creación que hay es la que nuestra mente puede llevar a

cabo, por lo tanto, todo lo que percibimos es pura ilusión.

Los seres humanos, tanto para el cristianismo como para el budismo, son

quienes tienen en sus manos la posibilidad de alcanzar el misticismo (en el

cristianismo) o la iluminación (en el budismo). Su voluntad libre va a determinar

hacerlo o no. Todo depende de lo que el ser humano se determine a sí mismo a

realizar. Y sólo el ser humano se hará responsable de sus elecciones. Entrar en

contacto con Dios o perderse de Él, en el cristianismo-. O bien alcanzar la

iluminación y la felicidad o seguir en esta serie desordenada de renacimientos sin

control en reinos de sufrimiento (el “samsara”), en el budismo. Todo depende de la

voluntad humana.

Al Dios cristiano no le interesan las obras realizadas por los seres humanos

sino la motivación con la cual las realiza. Al igual que el budismo, donde lo que

importa es la motivación con la cual se realizan acciones. Así, al realizar cualquier

acción lo primero que hay que preguntarse es ¿qué es lo que motiva mi actuar?

Para Eckhart la respuesta debe ser “mi actuar está motivado por el cumplimiento

de la voluntad divina”. Para el budismo la respuesta debe ser “mi actuar está

motivado por la realización de acciones virtuosas”. En los dos casos pero por

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diferentes caminos, la respuesta es “mi acción debe estar encaminada a la

realización del bien”.

Tanto para Eckhart como para el budismo todo se logra con el correcto

ejercicio de la voluntad humana: desde la realización de las acciones más

comunes, pues lo que importa no son las obras sino la motivación que se tiene al

realizarlas. También la motivación que se tiene al poseer bienes materiales porque

“quien puede prescindir de todas las cosas y no las necesita, es mucho más feliz

que aquel que posee las cosas considerándolas necesarias” (Eckhart). Para el

budismo la posesión de objetos materiales no es un problema, el problema es el

“apego” con el cual se poseen las cosas. Y el apego, básicamente consiste en

desear los objetos materiales de una manera desproporcionada, de una manera

en que toda la posibilidad de toda felicidad gire en torno de dichos objetos (aunque

puede haber también apego por personas, con resultados parecidos).

Ante esto, lo que se debe hacer es desprenderse de todas las posesiones.

No en sentido literal. Sino en sentido figurado: hacer que la vida humana no gire

en torno de lo que se posee. Más aún: desprenderse de sí mismo. “Presta

atención a ti mismo; y allí donde te encuentras a ti, allí renuncia a ti; esto es lo

mejor de todo” (Eckhart). También para el budismo es fundamental el

desprenderse de los objetos y desprenderse de sí mismo. Por otras razones, por

supuesto: porque los objetos materiales son un obstáculo para alcanzar la

iluminación, porque apegarse a ellos implica sufrimiento y porque, en último caso,

ningún objeto tiene en sí mismo significado propio, cualquier significado que tenga

será solamente el que el sujeto le atribuya. Ningún objeto tiene “existencia

inherente”. Su ser de los objetos es la vacuidad. Más aún: el ser de los sujetos,

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incluyendo el mío, es la vacuidad. Lograr la experiencia de la vacuidad, llegar a

experimentar el real significado de los objetos, darse cuenta de que ellos nada son

sino lo que yo les atribuyo, es ya característica esencial de la iluminación budista.

También en Eckhart: es necesario tener una libre voluntad para desasirse de todo

tipo de propiedades pues “hasta donde sales de todas las cosas, hasta ahí entra

Dios con todo lo suyo... ahí y en ninguna otra parte encontrarás la verdadera paz”.

Esta es la condición de posibilidad, en Eckhart, de lograr la experiencia

mística: “Una voluntad perfecta y verdadera sería sólo aquella con la cual uno se

hubiera entregado íntegramente a la voluntad de Dios, careciendo de voluntad

propia: y quien haya logrado más a este respecto, será colocado en mayor medida

y más verdaderamente en Dios”.

También en el budismo se parte de la voluntad libre del ser humano para

lograr la iluminación. El budismo, además de ser una religión –sin Dios- es una

filosofía y es una forma de vida. Como forma de vida ofrece una práctica para la

realización de su objetivo: alcanzar la felicidad verdadera (alcanzar la iluminación,

lograr salir del samsara, lograr la experiencia de la vacuidad, que son todas lo

mismo).

El método práctico que ofrece es la meditación: el ejercicio del dominio de

la mente fijándola en objetos virtuosos –la felicidad, principalmente-. Adiestrando

la mente se podrá, en primer lugar, hacer que ésta se concentre en un objeto

determinado, en la respiración, por ejemplo. Después se podrá concentrar en

objetos virtuosos, para aprehenderlos, primero, y para motivarse a realizarlos,

después. Pero lo más importante va a ser cuando la mente logre contactar con la

esencia de uno mismo. Y la esencia de uno mismo es ese “continuo mental” que

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existe desde tiempo sin principio y que ha permanecido el mismo a través de las

múltiples reencarnaciones en las cuales uno ha existido en todos y cada uno de

los seis reinos posibles. Todos hemos existido como dioses, todos hemos existido

como humanos, todos hemos existido como animales, todos hemos existido como

espíritus ávidos, todos hemos existido en los infiernos fríos y todos hemos existido

en los infiernos cálidos. Existiendo como seres humanos, tenemos mayores

posibilidades de lograr la iluminación.

Con la meditación, el budismo pretende que el ser humano entre en

contacto con esa esencia o con ese “continuo mental”. Se trata de hacerse

consciente de lo que se realiza en todo momento. Según el budismo, cuando uno

duerme también es posible hacerse consciente de todo el proceso. Dormir y soñar

no es descansar. Descansar es dormir y llegar al estado más profundo y que está

más allá del soñar. Adiestrando la mente también se puede lograr que la persona

domine su descanso pasando conscientemente de la vigilia al “dormir” y haciendo

conscientemente que se tengan sueños lúcidos, se logrará pasarse la etapa del

sueño (cuando se perciben imágenes incoherentes –ni tan incoherentes, diría

Freud-) hasta la etapa del verdadero descanso. “Dos cosas impiden el descanso,

diría el budismo, una es el soñar, la otra es el despertar” y las dos se pueden

controlar conscientemente.

Pero más todavía. Adiestrando la mente se puede lograr que nada escape a

la conciencia. Lo más importante será cuando conscientemente se pueda entrar

en contacto con el propio continuo mental en el mismo momento en que se muere.

Lograrlo es no sólo no pasar a la muerte –del cuerpo actual, por lo menos- sino

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que significará lograr en ese momento pasar de la vida en el samsara ya no a otra

vida en el mismo samsara sino a la iluminación.

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