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TEMA 39

I. INTRODUCCIÓN

· Años finales del siglo XVIII  Resquebrajamiento del Antiguo Régimen: Rev.
industrial inglesa y Rev. francesa.

·1808  Coyuntura favorable  Radical transformación de los supuestos que


servían de base a la España del Antiguo Régimen. En medio de una guerra
especialmente destructiva, brotará la revolución. ¿En qué consiste esa
revolución en la guerra?

1. Intento de reasunción de la soberanía por el pueblo.


2. Búsqueda de mecanismos políticos que rompan con el absolutismo
del Antiguo Régimen.
3. Caminos jurídicos que tratan de modernizar los fundamentos
socioeconómicos del Estado.

Clave: Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.


Juntas: organismos revolucionarios

Comenzaba así la construcción de un nuevo Estado, dentro de un
proceso que Artola ha llamado “la revolución liberal-burguesa”, cuyo
primer eslabón es la “revolución de Cádiz”.

· Caída del Imperio napoleónico  Restauración ( Congreso de


Viena, 1815)  Rev. de 1820, 1830 y 1848. Caso español: inmerso en esta
dialéctica reacción/revolución. Época fernandina. Crisis del Antiguo Régimen.

· Reinado de Isabel II. Construcción del Estado liberal como forma política de
implantación de la sociedad burguesa.

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· Revolución de septiembre de 1868. Culminación del ciclo revolucionario en su
dimensión maximalista democrática (C. Seco). Será la misma burguesía que
abrió la dinámica revolucionaria quien cierre el proceso, trayendo y apoyando la
Restauración.

II. GUERRA Y REVOLUCIÓN

1. La crisis del régimen y la constitución de un poder revolucionario

· Acuerdo entre los historiadores en hacer del año 1808 la fecha inaugural de
nuestra historia contemporánea, marcando así un claro deslinde entre la
España del Antiguo Régimen y el proceso revolucionario, iniciado aquel mismo
año, que con el tiempo desembocó en el triunfo del liberalismo. La magnitud del
cambio histórico desencadenado por la Guerra de la Independencia se explica
por el arraigo que las ideas ilustradas, semilla del pensamiento liberal, habían
alcanzado en España, pero también, y tal vez sobre todo, por la profundidad
de la crisis que venía arrastrando el Antiguo Régimen, y con él la Monarquía
absoluta como forma de gobierno.

España se encontraba a principios del siglo XIX ante la tesitura de una crisis
estructural del sistema. Primero fue la crisis financiera provocada ya en tiempos
de Carlos III por una política exterior muy costosa, cuyos gastos fueron
sufragados en parte con la emisión de vales reales. El estallido de la
Revolución francesa hizo de la lucha contra la Francia revolucionaria el
principal objetivo de la política nacional e internacional, sobre todo tras la
ejecución en Francia del rey Luís XVI (1793) y el estallido de la guerra entre
España y la Convención francesa. Las nuevas necesidades militares de la
Monarquía ahondaron la crisis económica y financiera, mientras en el horizonte
asomaba el peligro de que la independencia de la Trece colonias inglesas en
América del Norte pusiera en marcha un fenómeno similar entre las colonias
españolas, cuya importancia para el sostenimiento de la Monarquía y, en
general, para la viabilidad de los sectores punteros de la economía española no

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escapaba a nadie. La necesidad de defender las colonias americanas ante el
riesgo de emancipación y las continuas injerencias británicas hizo de América
un problema de muy difícil solución, porque si las finanzas de la Monarquía
dependían en parte del Imperio colonial, la defensa de este último añadía
nuevas y gravosas cargas sobre una Hacienda en crisis. El giro de la política
española hacia una alianza con Francia a partir de 1795, cuando la Paz de
Basilea puso fin a la Guerra de la Convención (1793-95), trajo consigo un
estado de guerra intermitente con Inglaterra, enemigo común de los dos
países. Esta circunstancia marcó la política exterior española hasta 1808 y tuvo
de nuevo consecuencias muy negativas para las arcas del Estado. Y es que al
déficit heredado de tiempos de Carlos III se sumó el coste de una política
exterior y militar que suponía unir la suerte de España a la del Imperio francés
proclamado en 1801 y encarnado en la figura de Napoleón. Godoy jugó muy
fuerte la carta de una alianza con el país que parecía llamado a dominar
Europa. La derrota francoespañola en Trafalgar (1805) marcó los límites de esa
alianza y del propio poderío francés, condenando a estrellarse en la indiscutible
hegemonía naval británica, un hecho especialmente preocupante para los
interese de la Monarquía española en ultramar. La firma del Tratado de
Fontainebleau entre España y Francia (1807) supuso un cambio de estrategia
en la alianza antibritánica: al planificar una invasión conjunta de Portugal –una
campaña por tierra que parecía relativamente sencilla- se pretendía dejar a
Gran Bretaña sin su principal aliado en Europa.

Los reveses cosechados por Godoy fueron dando argumentos a quienes


interpretaban la crisis nacional como consecuencia de la nefasta política del
valido y de la dejación por el rey Carlos IV de sus obligaciones y prerrogativas
 Personalización en Carlos IV y especialmente en su valido M. Godoy de la
causa de los males del país. Existencia de un partido aristocrático o fernandino
(grupo de miembros de la alta nobleza y de clérigos palatinos descontentos con
la política de Godoy).

- Proceso de El Escorial (1807), fruto del descubrimiento de
papeles comprometedores en los aposentos del príncipe de

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Asturias. Se deducía la existencia de una conspiración y la
implicación en ella del príncipe Fernando.
- Motín de Aranjuez (marzo de 1808)  Asalto definitivo contra el
poder del válido. En el origen del motín, que tuvo una apariencia
popular y espontánea, figuran miembros de la alta nobleza
vinculados al partido fernandino como instigadores del tumulto.
Abdicación de Carlos IV.

La caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV no acabaron, sino más bien


aceleraron la crisis de la Monarquía española en un momento sumamente
delicado (las tropas francesas habían entrado en España en cumplimiento del
Tratado de Fontainebleau  Incidentes de cierta gravedad con la población).
Tan sólo dos días después de renunciar al trono, Carlos IV declaraba nula su
abdicación, que le había sido impuesta por la fuerza. En vista de ello, el
emperador optó por intervenir directamente en busca de una solución a la crisis
de la Monarquía española, cuya estabilidad le resultaba vital para el desarrollo
de su política en la Península. A tal fin, consiguió que los miembros de la familia
real española acudieran a su encuentro en Bayona para comunicarles sus
planes y obtener su colaboración. Fernando llegó el 20 de abril, Godoy el 26 y
Carlos IV y su esposa el 30. El resto debía partir de Madrid el 2 de mayo.

Aunque antes de partir para Francia Fernando había nombrado una Junta de
Gobierno que debía ejercer el poder en su nombre, la situación del país estaba
presidida por el caos y el vacío de poder. La sensación de que los franceses
pretendían manejar la situación en su provecho encendió los ánimos de
amplias capas de la población, convencidos además de que los ocupantes
trabajaban por la vuelta de Godoy al poder y de que el antiguo valido había
llegado a un acuerdo con las autoridades militares francesas. La noticia que
corrió por Madrid de que los franceses pretendían llevarse a Francia a los
restantes miembros de la familia real fue el detonante de una insurrección
popular que contó con el apoyo –y tal vez con la dirección- de unos pocos
militares, nobles y clérigos  Propagación de la revuelta por buena parte de
territorio nacional.

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Pronto surgió entre los franceses y sus aliados españoles –llamados
afrancesados o josefinos- una interpretación que la historiografía posterior ha
asumido por lo menos en parte: la existencia de un hilo conductor entre el
motín de Aranjuez y los hechos del 2 de mayo. La intervención en ambos
acontecimientos de figuras destacadas de la élite nobiliaria y eclesiástica
serviría para establecer una continuidad histórica e ideológica entre la lucha
contra Godoy y el levantamiento contra los franceses. Todo ello obligaría a
revisar el carácter espontáneo de la insurrección popular. Ciñéndonos a esta
versión de los hechos, queda la duda de cómo un movimiento de tal naturaleza,
instigado con una intención involucionista por algunos miembros de la nobleza
y el clero, pudo desembocar en un proceso revolucionario coronado por la
promulgación de la Constitución de 1812.
Hay otra interpretación que cuenta con un respaldo abrumador en las fuentes
de la época, según la cual las clases populares, predispuestas a la acción por
el estado de crisis en que vivía el país, tomaron la iniciativa ante el
desmoronamiento de las instituciones y el desconcierto de las élites
tradicionales, recelosas del protagonismo histórico adquirido por la plebe desde
el motín de Aranjuez.

En Bayona, Napoleón conseguirá que Carlos IV le reconozca la potestad de


disponer de la corona de España, con la anuencia del resto de la familia real
española, allí presente. Esta circunstancia dejará las manos libres a Napoleón
para resolver la crisis española de la forma más conveniente a sus intereses,
que no fue otra que designar a su hermano José Bonaparte nuevo rey de
España (junio de 1808).

· Mientras tanto, en la llamada España patriota alzada contra los franceses


habían surgido formas de lucha y de organización hasta entonces inéditas,
fruto de la necesidad de llenar el vacío de poder dejado por el colapso de las
instituciones del Antiguo Régimen.
- La guerrilla sirvió para canalizar la participación popular en la
lucha contra los franceses y para complementar y a veces
sustituir al ejército regular, que, como otras instituciones del

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pasado, sobrevivió a duras penas a la gran crisis de mayo de
1808.
- La otra gran expresión de la lucha contra los franceses fueron las
juntas, formadas ante el derrumbe o la parálisis de las
instituciones locales, como de todo el aparato del Estado
borbónico en general. Las juntas fueron creando una estructura
piramidal de poder, de abajo arriba, compuesta en la base, de
juntas locales, organizadas en el siguiente nivel territorial en
juntas provinciales hasta desembocar, en septiembre de 1808, en
la formación de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino,
que habría de funcionar como una suerte de gobierno provisional
de la nación en lucha.
¿Cómo se formaron y quiénes las componían? Sus miembros
solían ser elegidos por aclamación en el fragor de la victoria, a
veces efímera, que suponía expulsar a los franceses de una
población o de una provincia. En otras ocasiones, las juntas se
formaban en lugares en que no había llegado a haber tropas
francesas: simplemente, los habitantes del tal o cual localidad,
informados de lo sucedido desde el 2 de mayo, se declaraban en
contra del invasor y, a través de las juntas elegidas a tal efecto,
llevaban a cabo el reclutamiento de fuerzas voluntarias para
luchar contra los franceses. Reunidos los vecinos en un lugar
público, se iban proponiendo nombres para representar al pueblo
en la junta y los concurrentes daban, o no, su aprobación a las
propuestas que se les hacían. El resultado en cuanto a los
integrantes del nuevo organismo venía a ser un híbrido entre los
viejos representantes de la autoridad -el capitán general, el
obispo, el presidente de la Audiencia…- y algunas figuras
representativas, por su valor y su determinación en la lucha, de
una realidad emergente: escritores, periodistas, oficiales del
ejército…

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Expresión de la voluntad popular de luchar contra los franceses y
embrión de un Estado reconstruido desde abajo a partir de la
práctica objetiva del principio de la soberanía popular.

2. El reinado de José Bonaparte

· Para dar visos de legalidad al nombramiento de José I y en cierta forma


españolizar el origen de la nueva dinastía, el emperador convocó también en
Bayona una Asamblea de Notables, en representación de los estamentos
privilegiados de la España del Antiguo Régimen y del llamado estado llano, que
habrían de sancionar las decisiones adoptadas en Bayona y promulgar una
Constitución que sirviera de norma fundamental a la nueva Monarquía. Estatuto
de Bayona  Carta otorgada, con tímidas reformas sociales y políticas.

Proyecto que muchos españoles de las clases medias y altas consideraron
sugestivo: la posibilidad de regenerar un país sumido en una profunda crisis
histórica, sin romper definitivamente amarras con el pasado, pero introduciendo
algunas reformas que muchos consideraban inaplazables. El papel de los
franceses como salvaguardas de la paz y el orden era un motivo más para
abrazar un proyecto que combinaba el viejo espíritu ilustrado y reformista del
siglo anterior con altas dosis de moderación (afrancesados o josefinos).

3. El programa revolucionario de las Cortes de Cádiz

· Idea de la Junta Central: reorganizar el Estado  Reunión de Cortes.


Contraofensiva napoleónica, tras su victoria en Ocaña (octubre de 1809) 
Traslado de la Junta Central a la isla de León (Cádiz). Dimisión de los
miembros de la Junta Central. Regencia: responsabilidad de organizar la
reunión de Cortes.

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- Forma en que debían reunirse. Ante la imposibilidad de hacerlo
por estamentos, como a la antigua usanza, se decidió a hacerlo
en un solo brazo.
- Forma en que debían elegirse los diputados. La ocupación de
muchas ciudades por las tropas francesas impedía, o al menos,
entorpecía esa elección. Como solución, se decidió que se
designaran suplentes entre los españoles procedentes de
aquellos territorios que hubiesen acudido a Cádiz para buscar
refugio.

· Reunión de las “Cortes generales y extraordinarias” (septiembre de 1810).


Tendencias  Es aventurado determinar la filiación ideológica de sus
integrantes, dada la ausencia de partidos como tales, de grupos parlamentarios
formalmente constituidos o de un comportamiento lineal de los diputados en el
desarrollo de los debates y de las votaciones. Lo que se puede afirmar es que,
en su conjunto, los debates y las votaciones que tuvieron lugar en las Cortes
durante sus tres años de existencia indican el predominio de la voluntad de
cambio sobre la resistencia al mismo. Existencia de un bloque relativamente
homogéneo formado por los diputados americanos procedentes de Ultramar.

Aprobación de una Constitución (marzo de 1812): documento fundacional del


liberalismo español. El articulado del texto constitucional alterna las
concesiones a la realidad histórica del país (art. 12: “La religión de la Nación
española es la católica, apostólica, romana, única verdadera”), con preceptos
claramente revolucionarios, que implican una ruptura con el absolutismo y el
Antiguo Régimen. Conviene destacar, en esta línea reformista y liberal:

- El principio de soberanía nacional (art. 3).


- Sistema monárquico parlamentario.
- Parlamento unicameral.
- Sistema de elección por sufragio universal masculino indirecto.
- Independencia de los tribunales de justicia.
- Libertad de imprenta.

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Establecimiento de una Monarquía constitucional muy avanzada para
la época  Influencia que la Constitución de Cádiz ejerció en el
constitucionalismo europeo y americano en los años siguientes.

Pero con ser la más importante, la Constitución no fue la única realización de


aquellas Cortes generales y extraordinarias. Entre su inauguración en
septiembre de 1810 y su disolución tres años después, las Cortes aprobaron
también, entre otros decretos:

- La supresión de los señoríos jurisdiccionales (agosto de 1811).


- La abolición de la Inquisición (febrero de 1813).
- La clasificación y pago de la deuda nacional (septiembre de 1813)
 Primera norma legal desamortizadora del siglo XIX.

Mucho se ha discutido sobre el alcance real de las reformas realizadas por las
Cortes y de la propia Constitución. La situación del país, en plena guerra y
parcialmente ocupado por un ejército enemigo, no favorecía la puesta en
práctica de muchas de ellas, que apenas pasaron, de esta forma, de una
voluntariosa declaración de intenciones. La obra de las Cortes tendrá por
consiguiente un carácter esencialmente programático.

III. EL REINADO DE FERNANDO VII

1. La primera restauración, 1814-1820

· Derrota inevitable de las tropas francesas (punto de inflexión: Arapiles, julio de


1812)  Tratado de Valençay (diciembre de 1813). Manifiesto de los Persas
(abril de 1814)  Decreto (mayo de 1814) por el que se derogaban todas las
reformas aprobadas por las Cortes, incluida naturalmente la Constitución.
Restablecimiento del absolutismo. Acción contra los liberales  Exilio liberal.
Expatriación de los afrancesados.

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Nada parecía, pues, oponerse al deseo de Fernando VII de reinar como rey
absoluto. En apariencia, la situación de Europa, presidida por el fin de la era
revolucionaria y napoleónica, y la vuelta al orden tradicional, favorecía la
política auspiciada por Fernando VII. Pero una cosa era que la debilidad social
del liberalismo español y el contexto internacional hicieran inviable la revolución
emprendida por las Cortes, y otra muy distinta volver a 1808 como si nada
hubiese ocurrido desde entonces. En una palabra: la facilidad con que se había
consumado el golpe de Estado de mayo de 1814 respondía más a la debilidad
del liberalismo que a la viabilidad de la Monarquía absoluta a esas alturas de la
historia.

Las secuelas de la Guerra de la Independencia, en la cual se habían destruido


los resortes principales de la economía, así como algunas de sus principales
fuentes de riqueza, los acuciantes problemas de la Hacienda publica, la
precariedad y el descontento del ejército y la continuación de la guerra de
emancipación en las colonias americanas iban a poner muy pronto a prueba la
capacidad de la Monarquía absoluta para gestionar una situación de crisis
extrema.

Ni siquiera se puede decir que la situación internacional, a pesar de las


apariencias, fuera del todo propicia a los designios de Fernando VII. Cierto que
la Santa Alianza creada en 1815 por las potencias que habían derrotado a
Napoleón era una firme garantía del nuevo orden europeo frente a la
revolución y al liberalismo. Sin embargo, la política interior de las principales
potencias había incorporado algunas modificaciones al orden político
prerrevolucionario como tributo inevitable a los nuevos tiempos. Desde la óptica
conservadora de los fundadores de la Santa Alianza parecía aconsejable una
dosis de pragmatismo político que pusiera mínimamente al día a las viejas
monarquías europeas. La Carta Otorgada en Francia por Luís XVII en 1815
significaba el reconocimiento de un hecho que Fernando VII, en cambio, nunca
aceptó de buen grado: que el tiempo del viejo absolutismo había pasado para
siempre y que el siglo XIX exigía, como mínimo, introducir algunas reformas en
el funcionamiento de las monarquías.

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· En todo caso, el plan contenido en el decreto golpista del 4 de mayo de 1814
se fue aplicando sin ningún miramiento hacia la realidad del país.

- Restablecimiento del Consejo de Castilla, pieza clave en el


entramado institucional del Antiguo Régimen, Indias, Hacienda,
Guerra y el de Órdenes Militares
- Restablecimiento del tribunal de la Inquisición.
- La involución afectó igualmente a las instituciones sociales y
económicas del Antiguo Régimen, puestas nuevamente en vigor a
pesar del manifiesto anacronismo de muchas de ellas: la Mesta,
los gremios, las vinculaciones y mayorazgos, el régimen señorial.

Carácter efímero de los gobiernos que se sucedieron durante este período de


seis años. Se produjeron frecuentes crisis ministeriales, que respondían:

- Magnitud de los problemas que había que resolver


- Incapacidad de los hombres que designó el monarca para
afrontarlos.

Importancia que fue cobrando ese gobierno en la sombra en que se convirtió la


camarilla de Fernando VII.

· La insurrección americana (1814-1824).

Cuando en mayo de 1808 se desencadenó en la Península la crisis que dio


origen a la Guerra de la Independencia, la América española vivió entonces un
proceso parecido al que sufría la metrópoli  Formación de Juntas 
Evolución hacia posiciones de ruptura con el orden establecido, y aunque las
Cortes de Cádiz, en las que estaban representadas las “provincias” americanas
intentaron reconducir la crisis mediante una política reformista, el conflicto
degeneró en una insurrección armada.

La distancia de la Península, la escasez de medios y la inestabilidad política en


España hicieron insostenible la posición española en América. Ayacucho, 1824

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(Perú)  Fin a la guerra y, con ella, a más de tres siglos de dominación colonial
en el continente americano.

· Los problemas financieros de la Monarquía.

La grave situación de las arcas de la Monarquía era a la vez causa y


consecuencia de la crisis del Imperio colonial. Si la guerra en América privaba
a la Hacienda pública de una parte sustancial de sus ingresos, la crisis
financiera de la Monarquía limitaba al máximo los recursos disponibles para
combatir la insurrección. A ello se añadía una deuda acumulada superior a los
once mil millones de reales, cuyos intereses habían dejado de pagarse hacia
años. Y el gobierno de Fernando VII no podía, sin contradecir la naturaleza
histórica del régimen, tomar las medidas necesarias (reforma fiscal) para sacar
al Estado de la ruina. Pero, al mismo tiempo, ese Estado en quiebra, del que
(mal) vivían miles de funcionarios y militares, se convertía en el peor enemigo
del absolutismo fernandino. Este era el callejón sin salida en el que se
encontraba la Monarquía absoluta.

Intento de reforma de Martín de Garay

- Fijación de los gastos de cada Ministerio.


- Aprobación de una contribución extraordinaria para cubrir el
déficit.
- Sustitución de las antiguas rentas provinciales por una
contribución general.

Los efectos de la reforma fiscal tardarían tiempo en hacerse notar y las


urgencias financieras de la Monarquía no admitían demora  “Plan de
choque”: venta de bienes amortizados -de las órdenes miliares, del patrimonio
real, incluso de la Iglesia-  Oposición del Consejo de Estado  Fracaso de la
reforma.

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· Las conspiraciones liberales.

Sectores que comenzaron a trabajar en la clandestinidad para restablecer el


sistema de libertades contemplado en la Constitución de 1812.

- El ejército, algunos de cuyos miembros encabezarían los


pronunciamientos que intentarían durante esta etapa derribar la
Monarquía absoluta y restablecer la Constitución. Especial
incidencia de la Guerra de la Independencia en el desarrollo del
ejército español  Confirmación de dos ejércitos diferentes: el
ejército regular, que se situó al lado de Fernando VII a su regreso
y lo apoyó en su decisión de prescindir de las reformas aprobadas
por las Cortes durante su ausencia, y la guerrilla. Drástica
reducción del ejército, que afectó especialmente a los líderes de
la guerrilla. A los que se les mantuvo dentro del ejército, se les
relegó a puestos secundarios. Esta situación de despecho los
lanzó al campo liberal y los convirtió en caldo de cultivo para
cualquier intentona que se tramase contra el sistema que había
propiciado aquella situación.
- La burguesía era el otro sector que con mayor claridad buscó el
alineamiento en el campo liberal durante esta primera etapa del
reinado de Fernando VII. Necesidad de sustituir la demanda de
mercados americanos  Reorientación de la actividad de la
burguesía hacia el propio mercado español  Reformas 
Adscripción al liberalismo  Apoyo a las intentonas que se
produjeron en este período contra la política absolutista.

Pronunciamientos (Estos movimientos arrancan de una declaración
pública mediante la cual un personaje de cierta significación social o
institucional, a menudo un militar, convoca a los hombres a su mando
y a la ciudadanía en general a poner fin a un estado de cosas
considerado inadmisible. A diferencia del golpe de Estado, el
pronunciamiento no actúa sobre el centro geográfico y neurálgico del

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poder, sino desde la periferia, esperando provocar un efecto dominó
en ciudades y guarniciones que acabe forzando un cambio de
régimen.)  Triste continuación a lo largo de toda nuestra historia
contemporánea.

- Marcha de Mina sobre Pamplona (septiembre de 1814).


- Porlier (La Coruña, septiembre de 1815).
- Conspiración del triángulo (1816).
- Lacy (Barcelona, abril de 1817).
- Vidal (Valencia, enero de 1819).


Fracaso  Evidencia de que algo está bullendo y que a poco se
presentase una buena oportunidad o que las circunstancias
ayudasen, los elementos de la oposición liberal estaban dispuestos a
dar el golpe definitivo para restablecer la vigencia de la Constitución
de 1812. Y la oportunidad se iba a presenta a comienzos de 1820.
¿Qué circunstancias confluyeron en aquella ocasión para provocar el
triunfo del pronunciamiento de enero de 1820?

Insurrección de las colonias españolas de América  Supremo esfuerzo para


no perder definitivamente las colonias americanas  Preparativos para reunir
un nuevo ejército expedicionario (alrededores de Cádiz). Tropas especialmente
descontentas por su situación (falta de abastecimientos, escasez de dinero,
etc.)  Receptivas a la promesa de un cambio político. Chispa del alzamiento
de 1820: decisión de Riego, al mando de un regimiento acantonado en
Cabezas de San Juan (Cádiz), de poner en marcha un movimiento
insurreccional encaminado al restablecimiento de la Constitución de Cádiz.
Marcha sobre Cádiz. Peregrinación por diversas poblaciones de Andalucía
occidental. Levantamiento militar en La Coruña (febrero). Extensión de la
insurrección por Zaragoza, Barcelona, Pamplona y otras ciudades de la
periferia (marzo)  Fernando VII anunciaba su deseo de marchar “por la
senda constitucional”. No puede decirse que fuese la fuerza de la revolución la

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que arrancó esta rendición; fue un desmoronamiento espontáneo: la
consecuencia de una quiebra. La tarea que el restaurado régimen absoluto se
había propuesto en 1814 -adaptar el Estado y la administración a las
exigencias de la época sin alterar la estructura social tradicional, y aumentar los
ingresos de la Hacienda sin mermar los privilegios de los estamentos
dominantes del Antiguo Régimen- se había revelado imposible. La revolución
había triunfado sin ningún tipo de enfrentamiento (Fontana).

2. El Trienio Constitucional, 1820-1823

· Etapa efímera, pero extraordinariamente densa en sucesos y en contenido.


Período de extraordinario interés, por cuanto que en ellos se experimentó por
primera vez en la práctica la normativa emanada de las Cortes gaditanas.

· La puesta en marcha por primera vez en España de un régimen liberal iba a


tropezar con muchas dificultades. A las ya existentes durante la primera etapa
absolutista, habría que añadirle ahora otras nuevas, algunas de las cuales
tendrían su origen precisamente en el propio liberalismo español.

- Veinteañistas (exaltados).
- Doceañistas (moderados).

Diferente actitud ante el fenómeno de la Revolución liberal.

Alarma de las potencias conservadoras de Europa. Oposición de los elementos


absolutistas.

· Fernando VII nombra su primer gobierno constitucional (abril). Moderado.


Primeras medidas:

- Libertad de imprenta.
- Abolición de la Inquisición.

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- Creación de la Milicia Nacional, cuerpo armado de voluntarios,
previsto por la Constitución de Cádiz y que habría de convertirse
desde entonces en uno de los baluartes del régimen
constitucional y uno de los principales símbolos del liberalismo
español.

Convocatoria de las Cortes ordinarias (julio). Medidas concretas que tenían la


intención de proseguir el proceso interrumpido en 1814.

- Supresión de los mayorazgos.


- Puesta en vigor de la ley de agosto de 1811 mediante la cual se
suprimían los señoríos.
- Supresión de las órdenes monacales y enajenación de parte del
patrimonio de la Iglesia.

Liberación de las estructuras económicas para crear un gran
mercado nacional. Ello suponía, por lo pronto, expropiar la propiedad
de la Iglesia para crear un verdadero mercado agrario, formado por
tierras susceptibles de ser compradas y vendidas (desamortizadas),
fomentar el desarrollo de una burguesía rural y urbana que actuara
como motor de la economía nacional y conseguir mediante la venta
de bienes desamortizados los recursos necesarios para paliar la
situación de la Hacienda pública.

Los primeros meses del régimen estuvieron presididos todavía por el


entusiasmo de los liberales de toda condición y por la explosión de libertad que
supuso el retorno al orden constitucional. Como en la época de las Cortes de
Cádiz, el nuevo marco de libertades dio lugar a la proliferación de periódicos de
todo tipo. Fue uno de los grandes espacios de libertad y pluralidad creados al
amparo de la legislación liberal y, por tanto, un medio fundamental para difundir
los valores del régimen entre una población que iniciaba entonces el difícil
aprendizaje de vivir en libertad. El otro gran cauce para el debate en la España
del Trienio fueron las llamadas sociedades patrióticas, clubes abiertos a la

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discusión y a la participación ciudadana -similares en esto a los ya existentes
en Gran Bretaña o a los que proliferaron en Francia durante la Revolución-.

· Superado el desconcierto de los primeros momentos, el absolutismo español


empezó a conspirar contra el régimen  Primeras partidas absolutistas. Era
una nueva forma de guerra de guerrillas, levantadas esta vez contra el régimen
constitucional, aprovechando el descontento de buena parte del campesinado
con la política económica y fiscal de los liberales. En general, el campesinado
tendía a identificar el liberalismo con una fiscalidad muy agresiva y con un
régimen económico lesivo para sus intereses, porque sustituía el pago en
especies de impuestos y derechos señoriales por su pago en metálico, siempre
más gravoso en economías poco monetarizadas. Si a ello se añade la crisis
que vivía la agricultura española por la caída general de los precios, se
entenderá que los cambios introducidos por los gobiernos liberales fueran
considerados como la causa, y no la consecuencia, de la crisis del viejo
régimen señorial.

El apoyo que muchos campesinos prestaron a la causa absolutista coincide


con el de sectores tradicionales, como la Iglesia, gravemente perjudicada por la
revolución. Por el contrario, la aristocracia terrateniente se vio, en principio,
favorecida por la reconversión del régimen de propiedad llevada a cabo por los
liberales. Que el liberalismo apareciera como enemigo común de una parte del
campesinado y de la Iglesia, despojada de su patrimonio por la
desamortización, explica la gran alianza antiliberal construida por campesinos y
clérigos, alianza llamada a durar largo tiempo, sobre todo en algunas regiones,
como el País Vasco y Navarra, ya tras la bandera del carlismo.

Con el telón de fondo del malestar campesino, de la crisis económica, de la


hostilidad de la Iglesia y de la división de los propios liberales, sin olvidar las
noticias que seguían llegando de América, se produjo el intento más serio de
golpe de Estado absolutista, que tuvo su epicentro en el Palacio Real de
Madrid (julio de 1822). Victoria de la Milicia Nacional sobre la Guardia Real.

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Consecuencias:

- El poder pasa de los moderados (Martínez de la Rosa) a los


exaltados (Evaristo San Miguel).
- Incapacidad del absolutismo español para derrocar por sus
propios medios al régimen constitucional. A partir de entonces
casi toda la presión sobre el régimen vendrá del exterior.

· La España constitucional se había convertido en un mal ejemplo para otros


países europeos. El impacto internacional de la revolución española de 1820
había sido fulminante.

- Nápoles (julio de 1820).


- Portugal (agosto de 1820).
- Piamonte (marzo de 1821).
- Intento revolucionario protagonizado en Rusia (diciembre de
1825).

Decisión del rey de Francia, Luís XVIII, de enviar a España una
expedición militar que pusiera fin a la experiencia liberal española:
los “Cien Mil Hijos de San Luís” bajo el mando del duque de
Angulema  Comienzo de la segunda restauración absolutista
(octubre de 1823).

3. La Ominosa Década, 1823-1833

· La historiografía liberal denominó “Década Ominosa” –es decir., abominable-


al período que corresponde a los últimos diez años del reinado de Fernando
VII. La represión fue mayor respecto a la primera restauración: ejecuciones,
cárcel y depuraciones. Exilio. Cuerpo de Voluntarios Realistas (milicia
absolutista): completan el aparato represivo al servicio del régimen

18
· Presiones internacionales determinaron la caída del primer gobierno de la
Monarquía absoluta restaurada, expresión de un absolutismo puro y duro que
muchos consideraban ya inviable, y la formación en, diciembre de 1823, de uno
nuevo más acorde con las preferencias de la Santa Alianza: un gabinete
relativamente moderado en el que destacaba el ministro de Hacienda López
Ballesteros, figura clave del absolutismo reformista.

· Como ocurriera en la primera restauración absolutista (1814-1820), la simple


represión no iba a sacar a la Monarquía de una crisis histórica que a estas
alturas se podía considerar ya irreversible. Pérdida de la América continental
(Ayacucho, 1824). Bancarrota de la Real Hacienda. Iniciativas de López
Ballesteros.

- Primeros presupuestos del Estado de la historia de España


(1828-29).
- Creación del Banco de San Fernando (1829), antecesor del
Banco de España.

· Así como el liberalismo español se había dividido en el Trienio en una fracción


moderada y otra radical o exaltada, en las filas del absolutismo se produjo una
fractura similar desde el principio de la Década Ominosa.

- Moderados.
- Ultras. Convencidos de que el rey se había entregado a los
designios de los constitucionales.

 No restablecimiento de la Inquisición.
 Cambio de gobierno de diciembre de 1823, con la entrada
de algunos ministros moderados.
 Indulto de mayo de 1824, impuesto a Fernando VII por las
potencias de la Santa Alianza, empeñadas en propiciar en
España una política de moderación que contribuyera a dar
estabilidad a la situación española, amenazada de nuevas

19
turbulencias revolucionarias si el absolutismo se entregaba
a todo tipo de excesos en la persecución de los liberales.


Organización de juntas facciosas y levantamientos promovidos
por el ultraabsolutismo.
 Alzamiento de G. Bessières (agosto de
1825).
 Guerra de los agraviados o dels
malcontents (verano de 1827), considerado
por algunos como un ensayo general de la
primera guerra carlista.

· Cuestión sucesoria.

Matrimonio de Fernando y Maria Cristina de Borbón. Pragmática Sanción de


1789, que derogaba la Ley Sálica y permitía reinar a las mujeres cuando no
hubiera un sucesor directo varón. Nacimiento de Isabel. Proclamación como
heredera al trono  Agudización de la actitud levantisca del carlismo, que
emprendió ya un camino sin retorno hacia la conspiración. Situación
extremadamente complicada, pues a la ruptura del carlismo con el régimen se
añadía el triunfo en julio de 1830 de la revolución en Francia y el peligro de un
levantamiento liberal en España.

- Ejecución del librero Mayans, implicado en una trama liberal


(abril).
- Ejecución de Mariana Pineda (mayo).
- Intento de Torrijos.

Fallecimiento de Fernando VII (septiembre de 1833). Comenzaba el reinado de


Isabel II, aunque durante su minoría de edad su poder sería desempeñado por
su madre Mª Cristina como regente o “reina gobernadora”.

20
IV. EL RÉGIMEN LIBERAL

1. El período de las regencias, 1833-1843

· La etapa que transcurre entre 1833 y 1843, a la par que ve desmoronarse el


Antiguo Régimen, sitúa los fundamentos económicos, políticos, sociales y
jurídicos sobre los que se asentará la sociedad burguesa y el Estado liberal que
construye. En cierta manera, pues, esta etapa es, en realidad, el punto de
arranque de la sociedad capitalista burguesa en España. El que fueran las
armas las que decidieran el rumbo político español abrió la puerta a la
importancia decisiva de los militares en el posterior proceso histórico del país.
Se produce una peculiar vinculación entre algunos generales y los esbozos de
partidos existentes. Es la intromisión de la milicia en la vida política.
Comenzará, pues, la “etapa de los espadones”, que dominará el panorama
político de la España isabelina.

 La guerra carlista

· El 3 de octubre de 1833 se producía en Talavera de la Reina (Toledo) el


primer levantamiento carlista de esta nueva etapa. Este incidente suele
tomarse como detonante de la primera guerra carlista, concluida en 1840 con la
derrota del pretendiente don Carlos y su ejército. Sin embargo, durante los
primeros meses no cabe hablar propiamente de una guerra civil, sino de
levantamientos armados en puntos muy diversos del territorio español: viejas
partidas absolutistas con arraigo en determinadas zonas volvían a tomar las
armas contra las autoridades establecidas, casi siempre bajo la dirección de un
caudillo guerrillero y con el refuerzo de los voluntarios realistas. También las
zonas de la revuelta recordaban la agitación ultraabsolutista de la Década
Ominosa. La incorporación a la revuelta a lo largo de 1834, de militares
profesionales que abandonaban las filas cristinas y el progresivo
encuadramiento de las fuerzas carlistas en unidades organizadas a la manera
de un ejército regular fueron convirtiendo el conflicto en un guerra civil.

21
· Las razones del enfrentamiento eran mucho más complejas y profundas que
la disputa sucesoria que aparentemente se ventilaba. Básicamente el carlismo
defendía la plena vigencia de la Monarquía absoluta y del Antiguo Régimen. A
diferencia del carlismo, la regencia de Mª Cristina, por lo menos en sus
primeros tiempos, apenas podía identificarse con una ideología o con un
régimen político reconocible. Si, por un lado, aparecía como continuadora de la
Monarquía absoluta, tímidamente reformada que Fernando VII había dejado a
su muerte (Gobierno de Cea Bermúdez), por otro resultaba indudable que,
dada la exigua base social del absolutismo moderado, la única opción viable de
consolidar el trono de Isabel II consistía en algún tipo de acuerdo con el
liberalismo. De hecho, las principales medidas tomadas por los últimos
gobiernos de Fernando VII, como la amnistía de 1832 y el regreso de los
exaltados, parecían ir en esa dirección.

· Si, geográficamente, tuvo una implantación mayor en Navarra, País Vasco,


Cataluña y el Maestrazgo, sociológicamente, aúna grupos diversos, en los que
predomina claramente el campesinado.

· Similar variedad debe indicarse en cuanto a su ideología. Partiendo de unos


postulados comunes mínimos, reunidos en el binomio Trono y Altar (a estos
elementos se suma la defensa del foralismo), hay diversas posiciones en el
interior del carlismo.
- Los “transaccionistas”, encabezados por el general Maroto,
responsables de Vergara, próximos al constitucionalismo moderado.
- Los integrantes de la “teocracia pura” (apostólicos), sin concesión
alguna al llamado “espíritu del siglo”.

· La guerra evolucionará hacia la supremacía de las armas liberales frente a la


paulatina descomposición del bando carlista, socavado por el agotamiento de
sus recursos, la desmoralización de sus cuadros y bases y el enfrentamiento
entre sus dirigentes. Abrazo de Vergara (agosto de 1839) entre los generales
Maroto y Espartero, jefe de las fuerzas liberales en el norte. Voluntad de
Cabrera de proseguir la lucha. Caída de Morella (mayo de 1840)  Fin de la
guerra.

22
 El régimen del Estatuto Real

· La primera intención de la reina gobernadora será evitar un cambio político en


profundidad que pudiera modificar la naturaleza del régimen. Resuelta a
preservar intacto el legado de autoridad recibido del difunto rey, la reina Mª
Cristina anunciará que sus únicas reformas serían de carácter administrativo
ajenas a cualquier reforma política. A tal fin, se rodeó de políticos que oscilaban
entre el puro inmovilismo y un aperturismo bastante timorato: Gobierno Cea
Bermúdez (último ministro de Estado nombrado por Fernando VII y, tras la
muerte de éste ratificado por la regente en el cargo). Pero la situación del país
requería algo más que reformas técnicas. El carlismo tenía en jaque al
gobierno, la hacienda pública arrastraba una crisis galopante y el liberalismo se
reorganizaba gracias al regreso de los exiliados y a la mayor tolerancia
gubernamental. En un clima de contestación a la inoperante política del
gobierno, la reina gobernadora, presionada por los más reformistas, destituyó a
Cea como ministro de Estado. Gabinete Martínez de la Rosa (moderado):
encargado de elaborar un régimen constitucional aceptable para la corona para
evitar el colapso de un régimen todavía falto de contenido político y social. La
pieza maestra de esta estrategia reformista fue el Estatuto Real de abril de
1834.
- Naturaleza de carta otorgada por la corona a la nación a la
manera de la Francia de la Restauración (1815-1830).
- Sistema bicameral, de clara influencia británica, con un
Estamento de Próceres (nutrido, en número ilimitado y de forma
vitalicia, por arzobispos y obispos, Grandes de España como
miembros natos y en este último caso hereditarios, y otros
nombrados por el rey entre los títulos de Castilla, servidores de
la Administración, propietarios y destacados personajes de la
enseñanza y de las ciencias y letras, todos ellos con una renta
anual de 60.000 reales), y un Estamento de Procuradores (para
ser procurador se precisaban treinta años y una renta anual de
12.000 reales, con una duración de tres años y reelegible).
- Derecho de sufragio muy restringido.

23
- Las atribuciones de las cámaras eran muy limitadas. Tenían un
carácter consultivo, deliberando sólo asuntos sometidos
expresamente a su examen en virtud de un decreto real. No
tenían iniciativa legislativa. Es decir, no podían elaborar leyes,
aunque si tenían derecho de petición al rey, cuya práctica se
convertirá en un instrumento reivindicativo de todo un programa
de cambios de mayor alcance.
- La corona se reservaba exclusivamente el derecho de convocar,
suspender y disolver las Cortes.

El Estatuto era el grado de representación que la Corona estaba dispuesta a


consentir y el grado de apertura con que los liberales moderados estaban
dispuestos a conformarse. En tanto para los progresistas no era sino un primer
paso de un proceso, que tratarán de promover mediante la utilización de los
medios políticos reconocidos por la norma constitucional (derecho de petición).
Utilizando el derecho de petición, un sector del Estamento de Procuradores
configuraron todo un programa de reformas en sentido liberal que, si no fueron
asumidas por la Regente y el Gabinete Martínez de la Rosa, si empezaron a
cuajar en una versión progresista del liberalismo. Ninguna de estas peticiones,
si se exceptúa la que condujo a la creación de la milicia urbana, sirvió para
acelerar el proceso de transición hacia un verdadero cambio político y social.
Abandono de los medios políticos con la esperanza de alcanzar el poder por
medio de la acción revolucionaria: ciclo insurreccional del verano de 1935 
Formación de juntas locales  Gobierno Mendizábal (septiembre de 1835).

 Mendizábal y la desamortización

· Situación revolucionaria  La Corona no tenía más alternativa que confiar el


poder en un liberal con un pasado radical tan sólido como Mendizábal, como
medio de conseguir la sumisión voluntaria de unas juntas a las que no se podía
reducir por la fuerza y cuya continuidad suponía la amenaza de que
constituyesen un poder central representante de la voluntad nacional, frente a
la Corona y el gobierno designado por ésta.

24
· Primeras medidas:

- Transformación de la milicia urbana en Guardia Nacional.


- Rehabilitación de la memoria del general Riego -como
intentando resaltar la continuidad simbólica entre el Trienio
liberal y la nueva etapa política-.
- Ampliación de la ley electoral.
- Desarrollo de la libertad de imprenta.
- Responsabilidad gubernamental ante el Parlamento.

· Problema de la guerra y el de la Hacienda pública  Desamortización


(febrero de 1836). Tuvo básicamente tres manifestaciones.

- La desvinculación de patrimonios.
- La desamortización civil.
- La desamortización eclesiástica.

Consolidación del régimen por cuanto comprometió a amplias capas
de la sociedad en el proceso revolucionario.

Sistema de ventas.

- El pago se podía efectuar en dinero o en títulos de deuda


consolidada, que se admitirían por su valor nominal.
- La quinta parte del precio se satisfaría antes de otorgar la
escritura; el 80% restante se abonaría en ocho años los
compradores con títulos de la deuda, y en dieciséis años los
compradores en dinero.
- El producto de las ventas se destinaría a la amortización de la
deuda.

25
Resultados.

1. La deuda del Estado siguió siendo elevada ( Adquisición de los


bienes enajenados con títulos de deuda pública a su valor
nominal).
2. No consiguió cambiar la estructura de la propiedad de la tierra.
Los campesinos, que no poseían títulos de deuda pública ni
dinero suficiente para poder pujar en las subastas, siguieron sin
poder acceder a la propiedad de unas tierras que, en muchos
casos, trabajaban ya como jornaleros. Crítica de Flórez Estrada.
La desamortización tal como había sido concebida por Mendizábal
sólo favorecía a aquellos sectores pudientes que contaban con los
recursos necesarios para comprar bienes nacionales cuando salieron
a subasta. De esta forma, no se conseguiría crear una masa de
pequeños campesinos que sirviera de base de sustentación del
régimen liberal y de motor del desarrollo económico. Según Flórez
Estrada, si en vez de vender las tierras en grandes lotes al mejor
postor -necesariamente una persona adinerada- el Estado
conservaba la propiedad de las mismas y las cedía en usufructo a los
campesinos que las trabajaban, el gobierno conseguiría “mejorar la
suerte de la desgraciada clase proletaria” y convertirla en una masa
de individuos “tan industriosos y casi tan ricos como si fuesen
propietarios”. Tal sería la base de la prosperidad futura de la nación y
de la victoria del régimen sobre el carlismo, pues los beneficiarios de
una política agraria como la propuesta por el autor darían a la causa
liberal el apoyo social que tan necesario le era y que hasta entonces
le había faltado.

· Caída del gobierno Mendizábal (mayo de 1836)  Estado de opinión


claramente hostil a la figura del presidente, y no sólo entre los moderados, que
constituían la oposición natural al gobierno, sino en las filas de un liberalismo
progresista que se sentía defraudado por su gestión.

26
 El régimen progresista de 1837

· Gobierno Istúriz  Vuelco político de los progresistas a los moderados en


una situación en que los primeros contaban con amplia mayoría parlamentaria
 El Estamento de Procuradores negó su confianza al gobierno entrante 
Disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones (julio de 1836)  Triunfo
del gobierno de Istúriz  Descontento de los progresistas  Revueltas
populares  Juntas revolucionarias. Objetivo:

- Restablecimiento de la Constitución de 1812.


- Forzar a la reina gobernadora a retirar su confianza a Istúriz y
devolver el poder a los progresistas.

Motín de los sargentos de la Granja (agosto de 1836)

· Gobierno Calatrava (progresista). Convocatoria de elecciones a Cortes según


la normativa electoral de la Constitución de Cádiz, mucho más amplia que la
del Estatuto Real. Constitución de 1837.

- Conviene distinguir entre el valor simbólico de la Constitución


gaditana y la funcionalidad política de un texto como aquél,
redactado 24 años antes en unas circunstancias completamente
distintas.
- Carácter transaccional  Mezcla de elementos progresistas y
moderados que contiene su articulado. Esfuerzo sin precedentes
para llegar a una fórmula de entendimiento entre el poder
progresista y la oposición moderada, partiendo del hecho, hasta
entonces ignorado por unos y por otros, de que un sistema
constitucional estable tenía que ser aceptado por las principales
fuerzas políticas y facilitar una alternancia pacífica en el poder.
Elementos progresistas (principio de la soberanía nacional,
libertad de imprenta sin censura previa, institución del jurado o
milicia nacional). Concesiones al moderantismo (bicameralismo,

27
reforzamiento de los poderes o prerrogativas de la corona en
detrimento del parlamento  capacidad de interponer un veto
definitivo sobre una ley).

La nueva Constitución propició un relativo acercamiento entre los
sectores más templados de los dos grandes partidos e hizo
posible un breve período de alternancia pacífica en el gobierno
(1837-1840) sin necesidad de una ruptura del marco
constitucional.
- El sistema electoral quedaba fuera de su articulado: modelo
censitario. El censo electoral se abría un poco más respecto a la
última reforma, pero la realidad era que los progresistas habían
renunciado al sufragio universal indirecto como eje del sistema
electoral.

· La nueva Constitución promulgada por las Cortes progresistas había entrado


en vigor en junio de 1837. Todas sus virtudes, sobre todo como marco político
transaccional entre los dos principales partidos, no bastaron para resolver los
problemas de fondo del régimen parlamentario español, con uno u otro texto
constitucional: la difícil convivencia entre la corona y los demás poderes del
Estado y una inestabilidad política crónica, derivada de la ausencia de un
sistema que permitiera la alternancia pacífica en el poder de progresistas y
moderados. En parte, y aunque por breve tiempo, la Constitución de 1837
pareció resolver este último problema al producirse la rotación en el poder de
los dos grandes partidos. Pero las continuas injerencias de la corona en la vida
política y la sensación de los progresistas de ser injustamente marginados del
poder se convertirá en un factor de inestabilidad. El desencadenante del
conflicto entre la corona y el partido progresista fue la Ley de Ayuntamientos
que el gobierno moderado presentó a las Cortes a principios de 1840. Objetivo:
socavar el poder municipal y, con él, la influencia política de los progresistas
mediante un nuevo marco legal que recortara las competencias de los
ayuntamientos, en beneficio del Estado. Se preveía asimismo que, en las
capitales de provincia, el gobierno pudiera designar a los alcaldes entre los
concejales electos y que en las demás poblaciones con más de quinientos

28
habitantes fueran los jefes políticos provinciales quienes nombraran a los
alcaldes. Aprobación de la ley (junio). Fuerte contestación en los medios
progresistas. Estado de agitación creciente. Juntas. La resolución de la crisis
política parecía depender de un acuerdo entre la reina gobernadora y el
general Espartero (héroe de la guerra carlista al que su éxito en la firma del
Convenio de Vergara consagró como la gran figura nacional del momento).
Causa común del general Espartero con el progresismo a propósito de la Ley
de Ayuntamientos. La regente se enfrentaba al dilema de resistir el desafío de
las juntas o entregar el poder a Espartero. Gobierno Espartero (septiembre de
1840). Renuncia de Mª Cristina como regente. “Ministerio-regencia”.

 Trienio esparterista, 1840-1843

· Con la llegada al poder del general Espartero comienza en la vida política el


fenómeno que Jesús Pabón llamó el “régimen de los generales” y Raymond
Carr el “parlamentarismo pretoriano”. Los problemas de funcionamiento de la
Monarquía constitucional a partir de los años treinta, las divisiones partidarias
del liberalismo y el protagonismo del ejército en la guerra carlista favorecerían
un relevo parcial de los políticos por los militares como gestores del nuevo
Estado. Si Espartero fue a partir de 1840 la versión progresista del “régimen
de los generales”, Narváez representaría la opción militarista del
moderantismo.

· Problemas de gobernabilidad

- Presiones internas del partido progresista.


- Sima que, poco a poco, se fue abriendo entre el propio partido y
el general Espartero. Regencia unitaria o regencia compuesta
por tres miembros.

A la oposición de sectores del progresismo contrarios al caudillaje de


Espartero, habría que sumar la oposición procedente de las filas del

29
moderantismo  Pronunciamiento militar (septiembre de 1841). Objeto: la
proclamación de Mª Cristina como reina gobernadora.

Elecciones municipales de diciembre de 1841: el republicanismo obtiene por


primera vez un resultado estimable.

- Reivindicaciones recurrentes del liberalismo radical, como la


abolición de las quintas y los consumos -impuestos sobre los
artículos de primera necesidad-.
- Nuevos objetivos de índole política y social, como la supresión de
la Monarquía, la reducción del presupuesto militar o el reparto de
tierras.

Una de las mayores dificultades a que tuvo que enfrentarse el general


Espartero fue el alzamiento de Barcelona en noviembre de 1842  Noticia de
que el gobierno se disponía a firmar un acuerdo comercial con Inglaterra,
basado en la rebaja de los aranceles, que lesionaba los intereses de la
industria textil catalana  Acción revolucionaria. Bombardeo sobre Barcelona.
Pérdida del inmenso apoyo social y político que Espartero había tenido
tradicionalmente en Barcelona. Definitiva ruptura entre esparteristas y
progresistas.

El problema militar

- Política de nombramientos  Acusaciones de favoritismo


procedentes de la oposición política y militar a cuenta de la
promoción de los llamados ayacuchos (militares de la máxima
confianza de Espartero que debían su nombre colectivo al hecho
de haber realizado, como él mismo, parte de su carrera en
América, hasta la derrota española en Ayacucho en 1824), tanto
en el escalafón, mediante una política de ascensos que les fuera
muy favorable, como en los principales puestos de mando del
ejército y en algunos casos del Estado.

30
- Continuas guerras que había sufrido el país desde 1808 habían
inflado el escalafón de ejército con miles de oficiales que, en
tiempos de paz, se convertían en un serio factor de inestabilidad,
por la incapacidad del Estado para hacer frente al coste
económico de un ejército de semejantes dimensiones. Se creó un
círculo vicioso muy difícil de romper. Los militares querían cobrar
su sueldo, prosperar en su carrera y tener un destino acorde con
su graduación. Los gobernantes, por su parte, carecían del valor
político para abordar la necesaria reforma del ejército, que exigía
una reducción drástica del escalafón, pero al mantener tal estado
de cosas, perpetuaban el descontento de los militares y su
disposición a participar en todo tipo de aventuras políticas. Un
proyecto de reforma militar anunciado en mayo de 1842 reavivó el
descontento de la oficialidad, porque, como toda reforma que se
intentara, suponía sacrificios a corto plazo  Muchos de los
oficiales que apoyaron a Espartero en 1840 se volvieron contra él
tres años después.

· La soledad política de Espartero no dejó de ir en aumento a lo largo de estos


años, sobre todo a raíz de los sucesos de Barcelona de finales de 1842. A lo
largo del año siguiente se fue articulando una verdadera “coalición
antiesparterista” formada por todos aquellos grupos y sectores que, con
independencia de sus propios antagonismos, anteponían el rechazo al regente
y su camarilla a cualquier otra consideración política.

Nuevas elecciones a principios de 1843  Cortes muy fragmentadas, que, por


lo pronto, reflejaban la propia división del partido progresista en tres
tendencias: los legales que encabezaba M. Cortina, los ministeriales, adictos a
Espartero, y los puros de Joaquín María López. Había además un grupo de
diputados demócratas y republicanos y una cierta representación moderada.
Eran unas Cortes manifiestamente hostiles a Espartero. La mayoría
parlamentaria forzó el nombramiento de Joaquín María López como
presidente del gobierno (mayo). Pulso entre el presidente del gobierno y el
regente. Espartero cesó a López y disolvió las Cortes (crisis de mayo de1843)

31
 Declaración de guerra entre Espartero y una oposición cada vez más
amplia y numerosa, que abarcaba desde el moderantismo, su adversario
natural, hasta el sector mayoritario del partido progresista, pasando por
demócratas y republicanos. Levantamiento protagonizado inicialmente por los
progresistas en Reus. Extensión de la sublevación por las provincias
mediterráneas. Desembarco en Valencia de un grupo de generales exiliados en
París – Narváez entre ellos- desde el fracaso de la sublevación moderada de
1841. Generalización del movimiento. Narváez entra en Madrid como nuevo
capitán general y el político progresista J. María López era restablecido en el
cargo de presidente del gobierno (julio). Espartero embarca rumbo a
Inglaterra. Era el fin del trienio esparterista y el comienzo de una breve
transición política entre un régimen todavía nominalmente progresista y una
larga etapa de hegemonía moderada.

2. La monarquía liberal española, 1843-1868

La época isabelina es el gran momento de modernización de la economía


española. En líneas generales, se vive una coyuntura alcista producida: por la
generalización del tendido ferroviario, en particular a partir de la ley de
ferrocarriles de 1855; por la intensificación de la explotación minera y por el
afianzamiento industrial, textil y metalúrgico. En torno a estos tres ejes
cardinales se irá articulando, con sus peculiares problemas y deficiencias, el
desarrollo del capitalismo en España. Por otro lado, en la España isabelina se
configura definitivamente el régimen liberal.

 El régimen moderado de 1845

· Tras la marcha de Espartero, el espíritu de concordia entre las fuerzas


antiesparteristas se mantuvo todavía algunos meses, pero era difícil que el
entendimiento fuera sólido y duradero, habida cuenta la tendencia al
exclusivismo de los dos grandes partidos del liberalismo español. Elecciones.
Ascenso electoral de los moderados. Acuerdo entre moderados y progresistas

32
en cuanto a la necesidad de anticipar la mayoría de edad de Isabel II y evitar
de esta forma una nueva regencia, dada la experiencia de las dos anteriores.

Joaquín Mª López y sus reformas progresistas chocaron muy pronto con la


oposición de los moderados en las Cortes. La situación se hizo insostenible, y
López se vio obligado a presentar la dimisión. A López le sustituyó el también
progresista Olózaga, quien al encontrarse con el mismo problema -la
imposibilidad de que aquellas Cortes permitieran legislar en un sentido
progresista- solicitó y obtuvo de la reina el decreto de disolución. Los
moderados, temerosos de perder en unas nuevas elecciones convocadas por
sus adversarios la influencia que tenían en aquel momento, provocaron la
caída del gobierno de Olózaga, acusado de haber forzado a la reina a firmar el
decreto de disolución (“incidente Olózaga”). Gabinete de Luís González Bravo
(diciembre): vuelta de los moderados al poder.

- Regreso a la polémica Ley de Ayuntamientos de 1840.


- Restricciones a la libertad de imprenta.
- Supresión de la milicia nacional.
- Creación de la Guardia Civil.

Sobre la trascendencia política del regreso de Mª Cristina a Madrid (marzo de


1844), baste decir que el 3 de mayo aconsejó a su hija que nombrara un
gobierno “definitivo y no de transición”. Ese mismo día, se formaba el primer
gobierno de Narváez (mayo de 1844-febrero de 1846). Principal objetivo: la
reforma de la Constitución de 1837.

En la práctica, la supuesta reforma se tradujo en un nuevo texto constitucional.


Su contenido representa la quintaesencia del pensamiento político del
moderantismo, articulado en torno al orden, la estabilidad y la jerarquía como
valores fundamentales de la vida social y política.

- Establece la soberanía compartida entre la nación y el rey,


cuyas atribuciones resultaban en consecuencia reforzadas
respecto a la situación precedente.

33
- Frente a la naturaleza semielectiva del Senado en la situación
anterior, el nuevo texto convierte a la cámara alta en una mera
prolongación del poder de la corona, facultada para nombrar
senadores libremente y en un número ilimitado.
- La figura del senador, que tendrá un carácter vitalicio,
corresponde a las diversas versiones de una oligarquía
conservadora que constituía lo más selecto de la base social del
nuevo régimen: alta jerarquía administrativa, eclesiástica y
militar, élite nobiliaria y grandes contribuyentes.
- Cuestiones esenciales para el funcionamiento del nuevo
régimen, como el sistema de elección de los diputados (sufragio
censitario muy restrictivo), la organización del poder municipal o
la libertad de imprenta, quedaban a expensas de leyes
posteriores.
- Están ausentes de su articulado piezas básicas del orden
constitucional anterior, como la milicia nacional o el juicio por
jurado, incompatibles con el conservadurismo moderado.
- Otra ausencia significativa es la del “poder judicial”, sintomática
de la voluntad de limitar la independencia de los tribunales y de
evitar una completa separación de poderes.

· Entre las grandes reformas legislativas de esta época figura de manera


destacada la reforma fiscal de 1845, conocida como reforma Mon. Propósito:
simplificar y racionalizar el sistema tributario español y hacerlo más ágil y
eficaz  Aumentar la recaudación. En líneas generales, la reforma Mon
estableció una doble fiscalidad:

- Directa sobre la economía rural (la “contribución de inmuebles,


cultivo y ganadería”).
- Indirecta en el mundo urbano (consumos).

Verdadero hito en la historia económica de la España contemporánea
al poner fin a la situación, marcada por la provisionalidad y la
improvisación, y fijar el modelo tributario del Estado liberal.

34
· Vuelta del carlismo a las armas.

Rebelión carlista en Cataluña, conocida como guerra dels matiners (1846-


1849). Factores:

- El desengaño por el desenlace de la boda de Isabel II, frustrando


las expectativas creadas en torno a un matrimonio con el conde
de Montemolín, hijo del pretendiente carlista.
- Malestar social  Rechazo a las quintas o por el impacto en
amplios sectores del campesinado del sistema tributario y del
nuevo régimen de propiedad.

· Estallido de la revolución de 1848 en Europa  Caída en Francia de la


Monarquía orleanista y proclamación de la República. Involución política:
Narváez obtiene, durante su nueva etapa como presidente del gobierno
(octubre de 1847-enero de 1851), poderes especiales para combatir la
revolución -una revolución inexistente-  Dictadura legal de Narváez.

Consecuencias de los sucesos de Europa en el interior de la izquierda 


Tensiones entre el sector oficialista o histórico del progresismo y una nueva
generación situada a la izquierda  Creación de un nuevo Partido Progresista
Democrático (abril de 1849). Principios doctrinales de inequívoco sabor
democrático:

- Sufragio universal.
- Cortes bicamerales.
- Separación de poderes.
- Juicio por jurado.
- Libertad de imprenta sin restricciones.
- Derecho de asociación.
- Milicia nacional.
- Poder municipal.

35
El giro autoritario del moderantismo llegaría a su apogeo bajo el gobierno de
Bravo Murillo (enero de 1851-diciembre de 1852): fortalecimiento del poder
ejecutivo en prejuicio del parlamento y de las libertades individuales. Se puso
en marcha un proyecto de reforma constitucional que, en el fondo, iba más allá
de la mera puesta al día de la Constitución de 1845 (alentada, probablemente
por el régimen autoritario de Napoleón III en Francia, que, como casi toda
Europa, después de las revoluciones de 1848-49, vivía entonces una reacción
autoritaria). Oposición de las propias filas moderadas: Mayor fortuna tuvo el
Concordato firmado con la Santa Sede (1851), elemento esencial del legado
político de aquel gobierno, llamado a presidir durante largo tiempo las
relaciones entre la Iglesia católica y el Estado español. Estuvo en vigor hasta la
firma del Concordato de 1953, aunque permaneció suspenso bajo el Sexenio
democrático y la II República.

El abierto rechazo que en la mayoría moderada suscitó el proyecto de reforma


constitucional y las interferencias de Palacio  Dimisión de Bravo Murillo.
Gobiernos moderados de distinto signo. Gobierno Sartorius, conde de San
Luís. Escándalo político-financiero a cuenta de las concesiones por el gobierno
de la explotación de las futuras líneas ferroviarias, un negocio en el que la reina
Mª Cristina y su marido, pretendían jugar ventajosamente con ayuda oficial 
Hostilidad de la mayor parte del partido moderado  Pasajera coalición de
moderados y progresistas y demócratas, adversarios naturales del régimen,
contra un enemigo común personificado en el presidente Sartorius.

 La revolución de 1854 y el Bienio progresista

· A partir de febrero de 1854 la pésima situación económica creaba las


condiciones propicias para una generalización del malestar. Había carestía de
los productos de primera necesidad, se anunciaba una pésima cosecha y las
obras públicas se habían quedado sin presupuesto. La conspiración iba
sumando nuevos adeptos. El golpe estalló finalmente el 28 de junio:
levantamiento, acaudillado por los generales Dulce y O’Donnell, conocido

36
como la Vicalvarada, por ser en Vicálvaro, pueblo cercano a Madrid, donde
tuvo lugar la principal batalla contra fuerzas leales al gobierno. Manifiesto del
Manzanares, en el que se justificaba la rebelión y se hacían promesas de
cambio (Cánovas del Castillo). Texto muy medido, que buscaba la máxima
eficacia como factor de propagación y legitimación del movimiento entre
sectores diversos, incluso antagónicos, de la sociedad española, pues
conviene no olvidar que en el levantamiento participaban tanto moderados
como progresistas y demócratas. Extensión del movimiento contra el gobierno
por el territorio español. Constitución de Juntas  Nueva dimensión a lo que
empezó siendo un pronunciamiento militar contra el gobierno, con epicentro en
Madrid y sus alrededores: conversión en una gran insurrección popular contra
el régimen moderado. La Vicalvarada se transformó, pues, en una revolución
política. Gabinete Espartero. Ministro de la Guerra: O’Donnell. Gobierno
bicéfalo. El general O’Donnell actuó desde el principio del Bienio como líder
del sector del liberalismo situado a la derecha de los progresistas y en cierta
forma como contrapeso del poder del general Espartero. En torno a la dualidad
encarnada por los dos generales, girará en parte la conflictiva vida política de
estos dos años.

· No hubo un retorno formal a la Constitución progresista de 1837, pero en la


práctica la vida política española se rigió con arreglo a ella, siempre pensando
que el régimen nacido de la revolución de 1854 no tardaría en disponer de su
propia Constitución  Elecciones a Cortes Constituyentes. Mapa político:

- Moderantismo a la derecha.
- El partido demócrata a la izquierda.
- El progresista ocupando un amplio espacio político que iba del
centro al centro izquierda.

Elaboración de la nueva Constitución sobre el doble principio de la Monarquía


Constitucional y de la soberanía nacional: Constitución non nata de 1856. Texto
de transición entre la Constitución progresista de 1837 y la democrática de
1869.

37
· Reformas económicas

- Ley de desamortización aprobada en mayo de 1855. Obra del


ministro de Hacienda P. Madoz. No afectó sólo –aunque sí
principalmente- a los bienes civiles, propiedad de los
ayuntamientos y de la Corona, sino también a aquella parte de los
bienes del clero -sobre todo, el patrimonio del clero secular,
compuesto de inmuebles más que de tierras- que había
sobrevivido a las desamortizaciones anteriores. Así pues, la
consideración de desamortización civil que se le suele otorgar se
ve desmentida por el propio articulado de la ley, que estipulaba
claramente su carácter general. Los bienes desamortizados
fueron adquiridos por un buen número de pequeños y medianos
propietarios, a diferencia de las desamortizaciones anteriores, en
las que los grandes propietarios acapararon buena parte de las
tierras puestas a subasta por el Estado. Pero, si por un lado, tuvo
un efecto social y económico positivo al favorecer a la clase
media rural, por otro causó un daño social irreparable al privatizar
el patrimonio económico de los ayuntamientos en sus dos
modalidades: los bienes de propios -tierras arrendadas por los
ayuntamientos a los vecinos mediante el pago de una cantidad
que servía para sufragar algunos servicios municipales- y los
llamados comunes -tierras generalmente no cultivadas de uso
colectivo, como montes o pastos para el ganado-. Vendidos en
pública subasta, estos bienes debían servir para dar un nuevo
impulso al desarrollo capitalista, asentado en una sociedad de
pequeños y medianos propietarios individuales, a los que el
liberalismo progresista veía como productores eficientes y a la
vez como esa masa de consumidores acomodados que la
industria nacional necesitaba para su expansión. Al margen de
alimentar esta lejana utopía capitalista la nueva y última
desamortización tenía como objetivo inmediato -como todas las
desamortizaciones- poner en manos del Estado unos recursos
financieros esenciales para paliar su déficit crónico.

38
- Ley de ferrocarriles (junio de 1855).
- Ley de bancos de emisión y ley de sociedades de crédito (enero
de 1856). Creación del Banco de España (antiguo Banco de San
Fernando).

Legado más trascendental y duradero del Bienio progresista.

· Aumento de la conflictividad social desde el triunfo de la revolución de julio.


Influyeron en ello la continuación de la crisis social proveniente de la Década
moderada y la incapacidad del nuevo régimen para resolver las
reivindicaciones económicas que movilizaron a las clases populares. A ello se
añade el desarrollo del movimiento obrero en Cataluña, que tuvo en estos dos
años un período de franco crecimiento, con evidentes repercusiones en el resto
del país. Primeras huelgas de la historia de España en la Barcelona
obrera. La crisis social se extendió por el norte de Castilla; la exportación de las
harinas castellanas a Europa, debida a los altos precios que estaba alcanzando
el trigo en el mercado internacional, provocaba el desabastecimiento del
mercado interior y una inflación imparable, que castigaba por igual a los
consumidores rurales y urbanos  Revueltas. El deterioro de la situación social
en los primeros meses de 1856 aceleró la ruptura del frágil equilibrio político
entre las fuerzas que tomaron el poder en 1854: el ministro de la Gobernación
(progresista) responsabiliza a O’Donnell de la extralimitación en sus
atribuciones con que se estaban empleando las autoridades militares para
remediar la crisis (consejos de guerra, ejecuciones sumarísimas, etc.). Se hizo
evidente que la crisis interna del gabinete sólo se podía zanjar con la
destitución de uno de los dos ministros. Intervención de la reina Isabel II en la
resolución de la crisis, apoyando al ministro de la Guerra. El presidente,
sintiéndose desautorizado, presentó la dimisión. Gobierno O’Donnell. Derrota
de la oposición al cambio de gobierno. El mismo general que en julio de 1854
se sublevó contra el régimen moderado puso fin dos años después a la
experiencia progresista del Bienio.
 El restablecimiento del régimen del 45

39
· El nuevo gobierno presidido por O’Donnell llevó a cabo el desmantelamiento
del régimen anterior mediante una serie de disposiciones de claro sabor
involucionista: el gobierno declaró el estado de sitio, disolvió la milicia nacional,
cerró para siempre las Cortes Constituyentes, antes, por tanto, de que la
Constitución llegara a promulgarse, y restableció la Constitución moderada de
1845, aunque incorporando a ella un Acta adicional que liberalizaba en parte su
contenido. Esta última disposición conjuraba la sensación de que el fin del
Bienio suponía el regreso a la anterior etapa de hegemonía moderada. Pese a
todo, estas medidas fueron consideradas insuficientes por algunos de los que
apoyaron la subida de O’Donnell al poder. La propia reina Isabel II exigió en
un consejo de ministros que el ejecutivo suspendiera la desamortización. La
negativa del general O’Donnell a poner fin a la desamortización provocó su
caída. Gobierno Narváez. Así pues, la breve etapa de O’Donnell al frente del
ejecutivo (julio-octubre de 1856) sirvió finalmente de transición entre el régimen
progresista depuesto en julio y el regreso de los moderados al poder.

· Inequívoco espíritu involucionista del nuevo gabinete.

- Derogación del Acta adicional de O’Donnell.


- Suspensión de la desamortización
- Restablecimiento de la restrictiva legislación moderada en
materia de libertad de imprenta y de régimen local.

A aquella breve legislatura corresponde también la promulgación de la Ley de


Instrucción Pública elaborada por Claudio Moyano  Instauró el marco legal
que regularía durante décadas el sistema educativo español en sus distintos
niveles -primera, segunda enseñanza, en cuyo ámbito se crearon los institutos
de bachillerato, y enseñanza superior-, tanto de carácter público como privado.

· El año 1857 estuvo marcado por una grave crisis de subsistencias, provocada
por la escasez y carestía del trigo. Los conflictos sociales alcanzan una
especial intensidad, sobre todo en el campo andaluz. Represión. Sin que se
sepa a ciencia cierta el motivo, el general Narváez presentaba su dimisión
(octubre). ¿Hartazgo por las injerencias de la reina en la actuación del

40
gobierno? Al de Narváez le siguieron dos gabinetes muy efímeros y de escasa
relevancia hasta que en junio de 1858 la reina decidía volver a llamar al general
O’Donnell para encargarle formar gobierno  Largo gobierno de la Unión
Liberal (1858-1863).

· Unión Liberal (abril de 1856)  Voluntad de encuentro de los sectores más


templados de los dos grandes partidos: el progresista y el moderado. Aunque
muy influida por la orientación ideológica de antiguos moderados como
Cánovas y Posada Herrera, la Unión Liberal tuvo en el general O’Donnell a
su caudillo indiscutible.

Inusitado período de estabilidad política. Las intenciones del gobierno quedaron


claras desde que, a los pocos meses de su nombramiento, decidió reanudar la
desamortización de Madoz, suspendida en los dos años anteriores por
presiones de la Iglesia y la Corona. De esta decisión podía deducirse la
voluntad de la Unión Liberal de desmarcarse del reaccionarismo de los
moderados y de colocar la política económica entre las prioridades de su
acción de gobierno: el desinterés por establecer un marco político propio, más
allá de la Constitución de 1845, que siguió vigente -ni siquiera se restableció el
Acta adicional introducida en 1856 por primer gobierno O’Donnell-, resulta
revelador de una actitud desdeñosa hacia la política que se corresponde,
asimismo, con el énfasis tecnocrático en la modernización económica.

El reformismo administrativo, con el fin de modernizar el aparato del Estado, es


otro elemento del proyecto unionista. Algunas reformas del gobierno se sitúan,
efectivamente, más en el ámbito administrativo que en el puramente político.
Esta etapa supondrá un fuerte avance en el desarrollo de la moderna función
pública.

La política exterior y las aventuras coloniales del gobierno de O’Donnell


acabarán de perfilar la imagen de aquellos años como una época de éxitos
económicos e internacionales. Las grandes aventuras exteriores que jalonaron
aquel período fueron:

41
- La Guerra de África (1859-1860).
- La reincorporación de Santo Domingo a la corona española
(1861-1865).
- La expedición a México (1861-1862).
- La expedición a Cochinchina (1857-1862).
- La intervención militar en Perú, conocida como Guerra del
Pacífico (1862-1864).

· La prosperidad económica y la espectacularidad de la política exterior de la


época dejaron en un segundo plano la evolución de la política interior. En este
terreno, la Unión Liberal se beneficiaba de una situación mucho más estable
que cualquier otro gobierno constitucional anterior. El ejecutivo presidido por
O’Donnell disfrutaba de un amplio apoyo en las Cortes elegidas en 1858 y las
fuerzas de oposición extraparlamentaria carecían de medios para provocar un
cambio político que, en aquellas condiciones -optimismo económico, euforia
patriótica…-, parecía impensable. Sin embargo, el unionismo se acabó
encontrando con dos de los problemas endémicos del liberalismo español: la
tendencia de los partidos al fraccionalismo y las injerencias de la corona. Ya la
firma del Tratado de Londres de 1861 relativo a la intervención española en
México suscitó un vivo debate en las Cortes sobre la constitucionalidad de un
acuerdo que, según algunas interpretaciones, requería una ley especial previa.
La política del gobierno fue sometida a votación en las Cortes, con un resultado
favorable al ejecutivo, pero que mostraba la existencia de una oposición
parlamentaria nada desdeñable. Pero la crisis del gobierno largo de O’Donnell
no se produjo hasta marzo de 1863. Intención gubernamental de disolver las
Cortes por considerar cumplido un ciclo –o tal vez por aspirar a otras más
adictas si se celebraban elecciones-. Oposición de la reina a firmar el decreto
de disolución, lo que podía interpretarse como una retirada de la confianza
regia. Dimisión del gobierno. Período de inestabilidad presidido por gobiernos
de un bajo perfil con escaso apoyo político (Marques de Miraflores, Arrazola,
Mon). Los progresistas empezaron a organizar una oposición frontal no sólo al
gobierno de turno, sino al propio régimen isabelino. La denuncia de los
“obstáculos tradicionales” -es decir, una especie de veto tácito de la corona a
los progresistas como opción de gobierno- que impedían su acceso legal al

42
poder, empezó a ser moneda corriente en el discurso del progresismo,
vertebrado cada vez más en torno a la deslegitimación de la corona como
origen de tales “obstáculos”. Mientras los progresistas unían sus fuerzas,
aproximaban posiciones con los demócratas e incorporaban a sus filas a un
militar del prestigio del general Prim, héroe de la Guerra de África que había
roto con el unionismo, unionistas y moderados se combatían sin tregua. Isabel
II consideró llegado el momento de recurrir de nuevo a los espadones y confiar
en su capacidad para reforzar la autoridad del gobierno. El 16 de septiembre de
1864, el general Narváez se hacía cargo por sexta vez de la presidencia del
Consejo de Ministros.

V. LA REVISIÓN DEMOCRÁTICA DEL RÉGIMEN LIBERAL

En septiembre de 1868, el pronunciamiento militar iniciado en la bahía de


Cádiz, provocaba el destronamiento de Isabel II. El profesor Seco señaló,
insistiendo en su planteamiento de las dos etapas de la revolución en el siglo
XIX, que la crisis vivida por España entre 1868 y 1874 supondrá la culminación
del ciclo revolucionario liberal, en su dimensión maximalista democrática.

1. La revolución de 1868

· La revolución de 1868 ha sido objeto de una profunda revisión por lo que


respecta a sus causas. No cabe hablar únicamente de factores económicos
explicativos de su desencadenamiento, como ha sido habitual en la
historiografía, tales como la crisis financiera de 1866 o la de subsistencias del
invierno 1867-68, ya que desvelan sólo una parte de la trama.

Sin pretender negar la existencia de una crisis financiera que causó la quiebra
de un cierto número de sociedades anónimas, se debe fijar en su justo término
la importancia de la crisis y sus posibles repercusiones sociales y políticas. En
un país cuyo desarrollo industrial era incipiente, cuyos precios agrícolas parece
ser conocieron una etapa de alza a partir del 65, lo que significa prosperidad,
cuando menos para los terratenientes, y cuya balanza comercial y nivel de

43
ingresos presupuestarios no reflejan oscilaciones significativas, no parece
pueda atribuirse a la crisis del 66 la importancia que se le otorga y mucho
menos ver en ella, la causa de la revolución de septiembre.

Como señala Artola, el origen de la revolución hay que buscarlo en las


contradicciones inherentes al régimen de 1845 que no puede extender la
participación en el sistema político, sin realizar al mismo tiempo reformas que
incrementen la representatividad del propio sistema con la consiguiente pérdida
de poder de la corona y del corto número de beneficiarios que lo monopolizan.
La evolución del régimen isabelino en su última etapa pone de manifiesto cómo
el temor a perder el poder llevó a la corona a reducir el número de sus apoyos,
lanzando a la oposición contra el régimen a sectores de opinión cada vez más
numerosos.

· Narváez (septiembre 1864-junio 1865) pretendió, inicialmente, poner en


práctica una política aperturista, consciente del peligro que representaba tener
a los progresistas fuera del sistema. Sin embargo, la oposición del sector
mayoritario del moderantismo a cualquier concesión al enemigo, las presiones
de la camarilla regia y la nula receptividad de los progresistas a sus gestos
amistosos le llevaron a abandonar rápidamente su política de buenas
intenciones, escorándose hacia posiciones autoritarias, que radicalizaron aún
más la actitud de la oposición. La figura de la reina se colocó en el centro
mismo del debate público, convertida en símbolo y origen de los graves
problemas que afrontaba el país. Artículo periodístico de Emilio Castelar
(dirigente demócrata y catedrático de Historia de la Universidad de Madrid):
dura diatriba contra Isabel II. Separación de Castelar de su cátedra y de
aquellos profesores que solidarizaron con él. Y, cuando el rector de la
Universidad de Madrid se negó a proceder contra sus compañeros, el gobierno
decidió apartarlo inmediatamente del cargo y nombrar uno nuevo. El 10 de
abril, el nuevo rector debía jurar su cargo y los estudiantes salieron a la calle en
defensa del rector depuesto: Noche de San Daniel. Se imponía un discreto giro
hacia posiciones más templadas: Ministerio O’Donnell. Pero el sesgo
conciliador de aquel ejecutivo no consiguió frenar la deriva del país hacia la
revolución.

44
- Sublevación de Prim (enero de 1866)  Exilio.
- Sublevación del cuartel de San Gil (junio de 1866)  Represión.
- Pacto de Ostende (agosto de 1866), sellado por representantes
de los partidos progresista y demócrata. Incorporación al bloque
opositor de un sector mayoritario de la Unión Liberal.

El carácter errático de la Monarquía se demostró una vez más tras el fracaso


del levantamiento del cuartel de San Gil. O’Donnell podía haber quedado a los
ojos de la reina como el hombre que la había salvado de un trance muy
apurado. En vez de eso, Isabel II aprovechó la primera ocasión para forzar la
caída del gobierno. El general presentó un decreto nombrando nuevos
senadores y la reina se negó a poner su firma. Crisis. Isabel II recurrió de
nuevo, por última vez, al general Narváez. Intervención en aquella crisis de la
camarilla clerical, que nunca perdonaron a O’Donnell el reconocimiento del
reino de Italia (“cuestión romana”). Espiral de represión y protestas. La
desintegración del sistema isabelino se acentuaba de forma irreversible. En
abril de 1868 moría Narváez, en el ejercicio de la presidencia del gobierno. El
fallecimiento unos meses antes del general O’Donnell hacía imposible una
vuelta al forzado turnismo entre los dos generales que habían marcado la
política de Isabel II desde 1864. Muertos O’Donnell y Narváez, y en plena
desbandada los principales generales unionistas, como Prim, Serrano o
Dulce, la soledad política de la reina resultaba incontestable.

· A principios de 1866 estalló una crisis económica de proporciones


desconocidas porque nunca hasta entonces el capitalismo industrial y sobre
todo financiero había dominado hasta ese punto el panorama económico
nacional. El gran protagonista fue el sistema financiero, arrastrado, por un lado,
por la crisis que sufrió la gran banca europea de 1866 y, por otro, por la difícil
situación de las compañías ferroviarias españolas, participadas y financiadas
en su mayor parte por sociedades de crédito de reciente creación.

Una grave crisis de subsistencias en los años 1867-1868 acabaría de


generalizar la sensación de catástrofe nacional que se apoderó del país en la

45
última etapa del reinado de Isabel II. A diferencia de lo ocurrido en el mundo
financiero, ésta era una crisis de tipo tradicional, cuyas consecuencias
afectaban sobre todo a las clases populares en forma de escasez y carestía de
productos básicos.

Confluían, pues, una crisis económica moderna, de tipo capitalista, y otra


tradicional, de subsistencias. La primera generaba desempleo y la segunda
carestía y escasez. La coincidencia de una y otra creaba unas condiciones
sociales explosivas, que daban sólidos argumentos a los sectores populares
para incorporarse a la lucha contra el régimen isabelino. Era, sin duda, un clima
propicio para las intenciones de los políticos y militares que se disponían a
asaltar el poder.

· A principios de septiembre de 1868, se dieron los pasos definitivos para


desencadenar la acción contra la Monarquía isabelina. Cádiz sería el escenario
elegido. Allí desembarcaron los principales líderes del movimiento (Sagasta,
Prim, Ruiz Zorrilla, etc.). El día 18, el almirante Juan Bautista Topete se
sublevaba en Cádiz al frente de la escuadra. A continuación, los artífices del
pronunciamiento daban a conocer sus razones en un manifiesto al país que
terminaba con el grito “¡Viva España con honra!”, que desde entonces quedaría
indisolublemente unido a la Revolución de Septiembre de 1868, también
conocida como la Gloriosa. El manifiesto contenía una larga lista de agravios
contra el régimen isabelino, pero sin dar muchas pistas sobre el cambio político
que se pretendía inaugurar, más allá de la referencia a un futuro gobierno
provisional, la invocación al sufragio universal como nueva fuente de
legitimidad y las promesas habituales sobre una “regeneración social y
política”. Extensión de la sublevación por el resto del país. Incorporación de
elementos civiles y sectores populares urbanos. Creación de juntas. Durante
unos días, se mantuvo un dramático pulso entre las fuerzas opositoras y el
poder residual de un Estado a la deriva. La suerte de la dinastía se decidió el
28 de septiembre en la batalla de Alcolea (Córdoba). La derrota del general
Novaliches dejó expedito a las fuerzas sublevadas el camino hacia Madrid. Al
día siguiente Madrid se unió al pronunciamiento. El día 30 Isabel II
abandonaba España. Así se iniciaba el Sexenio Democrático.

46
2. El régimen demoliberal de 1869

· La revolución de 1868 es la última ocasión en que la burguesía protagoniza


un movimiento revolucionario. Dada la organización clasista de la sociedad
isabelina y teniendo en cuenta el carácter burgués de los grupos
revolucionarios resulta evidente que el movimiento no busca modificar aquella
organización y que su único objetivo, como ha escrito Artola, es la sustitución
del régimen moderado de 1845 por otro de carácter demoliberal.

· Constitución del Gobierno provisional (8 de octubre), presidido por el general


Serrano, al que acompañaban en el gabinete los principales artífices de la
revolución (Prim, Topete, Sagasta o Ruiz Zorrilla). Compuesto por miembros
de los partidos progresista y unionista con los demócratas al margen.

Hasta el día 21 coexistieron dos poderes, el de las juntas, donde solía dominar
el elemento demócrata con un discurso más o menos proclive a la solución
republicana, y el del Gobierno provisional, situación política inaceptable,
finalmente resuelta, previas negociaciones, por el decreto gubernamental de
disolución de las juntas. La revolución marchaba hacia su estabilidad legal. Si
los demócratas no estaban representados en el Gobierno, éste hizo suyas la
mayoría de las formulaciones doctrinales de aquellos: libertad de asociación,
libertad de imprenta, sufragio universal, etc.

· Elecciones a Cortes Constituyentes (del 15 al 18 de enero de 1869). Mayoría


progubernamental. Aprobación de la Constitución de 1869 (junio).

- Recoge los principios democráticos, continuando la línea de


actuación del Gobierno provisional, inspirada, a su vez, en la
filosofía emanada de las juntas revolucionarias. En definitiva,
fundamentaba la construcción del Estado democrático.
- Exposición de una tabla de derechos del ciudadano sin
precedentes en el constitucionalismo español.

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- Principio de la soberanía nacional.
- El rey figuraba como monarca constitucional, pero perdía las
fuertes atribuciones que le había concedido el sistema
moderado. El rey reinaba, pero no gobernaba. Derecho de
disolución de Cortes, pero compesado por los plazos límite en
su convocatoria.
- Importancia del legislativo, que asume totalmente la aprobación
y sanción de las leyes.
- Sistema bicameral. Sufragio universal masculino, directo en el
caso del Congreso de los Diputados e indirecto, a través de
compromisarios, para el Senado.
- Independencia del poder judicial, intentando evitar la
arbitrariedad de los nombramientos gubernamentales a través
de un sistema de oposiciones que hiciese efectivo el principio
de la carrera judicial. La democratización se perfiló con la
institución del jurado.

· Regencia del general Serrano (junio de 1869). Gobierno del general Prim
(junio de 1869-septiembre de 1870). Operaciones diplomáticas orientadas a la
búsqueda de un rey. La cuestión fue más allá del ámbito español para
convertirse en un asunto de dimensiones internacionales. Múltiples
candidaturas (Luís I de Portugal, Leopoldo de Hohenzollern, duque de
Montpensier y el duque Amadeo de Aosta, hijo de Víctor Manuel II de Italia),
pero todas ellas plagadas de dificultades  Elección por las Cortes
Constituyentes de Amadeo I (noviembre de 1870).

Su aceptación distaba de ser unánime. En realidad fue la labor de Prim y el


apoyo de los progresistas lo que le permitió acceder al trono. Los otros
partidos integrantes de la coalición monárquico-democrática seguían
manteniendo sus reservas. Era un claro indicador de las frágiles bases sociales
con que nacía la monarquía democrática. Asesinato de Prim (diciembre de
1870)  Pérdida de su principal apoyo.

48
· La historia del reinado es la historia de la pérdida progresiva de sus frágiles
bases sociales y políticas. Un consenso débil impidió madurar al régimen y
consolidar el modelo de monarquía democrática. Mientras, una oposición cada
vez más numerosa, y desde múltiples frentes, fue resquebrajando el sistema
(sublevación general carlista, beligerancia de un sector del republicanismo,
avance del movimiento obrero organizado, progreso de la alternativa alfonsina).
Descomposición interna del partido progresista. Problema cubano  Guerra
ultramarina (Guerra Grande o Guerra de los Diez Años), iniciada en octubre de
1868 con el grito de Yara, que absorbió hombres y recursos hasta su
finalización, ya fuera de los límites del Sexenio con la paz de Zanjón en 1878,
inestable compromiso que prolongó un estado latente de conflictos hasta la
independencia de la Isla en 1898. Rescoldos de una crisis económica
arrastrada desde 1866 y todavía en vías de solución.

Abdicación de Amadeo I en 1873  Conflicto de los artilleros (pretexto).

3. La I República

· La llegada de la República en febrero de 1873 fue la salida lógica de un


proceso democrático, de frágiles bases de sustentación, que se encontraba en
un callejón sin salida. Había más de solución de urgencia, por exclusión de
otras, que de proyecto alternativo global. De hecho durante meses existió una
secuencia de varias republicas, en sus contenidos y en sus estrategias, de
características distintas y, a veces, hasta, opuestas entre sí (Ángel
Bahamonde). La República surgió como la única fórmula que aún no se había
ensayado para llevar hasta sus últimas consecuencias los postulados de
septiembre de 1868.

· El 11 de febrero de 1873 el Congreso y el Senado, reunidos en Asamblea


Nacional, proclamaron la República. La llegada de la República no fue el
resultado de la presión de las masas republicanas ni de una opción política con
sólidos apoyos, que era en realidad minoritaria en el conjunto del país. Era

49
consecuencia de un pacto político protagonizado por los componentes de las
Cámaras ante la difícil situación que se había generado tras la abdicación de
Amadeo I. La práctica unanimidad con la que había sido proclamada distaba de
ser real. Ni tales votos resumían las alternativas políticas del país, ni
representaban el fruto de un convencido republicanismo. En realidad, era
consecuencia de una mayoría de radicales monárquicos (demócratas
monárquicos) que coyunturalmente pactaron esta salida con la minoría de
republicanos federales, ante una situación muy comprometida, ante un vacío
de poder. Por otro lado, tal proclamación debería haber sido producto de la
labor de las Cortes Constituyentes, con lo que las Cortes tenían que haber sido
disueltas y nombrado un Gobierno Provisional. Sólo cambiaba la forma de
gobierno, sin llevar a cabo una reforma constitucional. Pero lo delicado de la
situación invitó a radicales y republicanos federales a evitar cualquier situación
de interinidad, y a adoptar el compromiso de una República indefinida. Los
radicales antepusieron la preservación de los principios democráticos de la
septembrina a la forma de Estado. Los republicanos sacrificaron la
proclamación inmediata de la República federal. Esto lo debían realizar unas
Cortes Constituyentes, que establecerían el federalismo desde la legalidad. De
esta manera los dirigentes se distanciaron de ciertos sectores de las masas
federales que veían frustrada su estrategia basada en la proclamación
inmediata de la “federal” y empezaron a actuar por su cuenta, tratando de
construir de arriba abajo el nuevo Estado.
Una vez depuesta la dinastía borbónica, fue la cuestión de la forma de gobierno
la que produjo mayores dosis de crispación dentro del bloque revolucionario. El
debate acabó por bifurcar organizativamente al partido demócrata. Lo que
hasta entonces había sido difícil coexistencia en el interior del partido entre dos
corrientes, concluyó a mediados de octubre de 1868 en la organización de dos
formaciones distintas: los demócratas “cimbrios”, incluidos en la coalición
monárquico-democrática, y el republicanismo federal.

El primer Gobierno de la República fue nombrado inmediatamente. Reflejo del


pacto de coalición radical-republicana, era de mayoría radical y estaba
presidido por el federal Estanislao Figueras. Pero el pacto coyuntural entre
radicales y republicanos hará aguas rápidamente. Más que una cuestión de

50
desconfianza, el problema residía en la divergencia de sus proyectos políticos.
Los radicales temían que la efervescencia social arrastrara a los republicanos a
determinaciones más consecuentes con las reivindicaciones de las capas
populares, no querían perder el control de la situación y no sólo
parlamentariamente, y además querían impedir una República federal. Su
proyecto tenía como objetivo una República unitaria reagrupando la atomizada
coalición septembrina en torno al partido radical. Para ello, usando de su
mayoría parlamentaria, debían impedir la convocatoria de unas Cortes
Constituyentes que posibilitaran legalmente el advenimiento de la República
federal. El 23 de febrero -escasos días después del nacimiento del régimen- el
dirigente radical Cristino Martos, presidente de la Asamblea Nacional, intentó
derribar el Gobierno por la fuerza con ayuda de algunos generales. Los
ministros federales, apoyados por los Voluntarios de la República, frenaron el
golpe, y los radicales comprometidos tuvieron que dimitir. Al día siguiente
Figueras imponía un nuevo Gobierno, esta vez controlado por los federales.
Elecciones a Cortes Constituyentes. Abrumadora mayoría de los republicanos
federales. Se podían cumplir los objetivos de proclamar legalmente la
República Federal, pero el resultado era engañoso, dado el amplio retraimiento
del electorado que expresaba así su indiferencia o rechazo al régimen.

· El 1 de junio de 1873 se abrieron las Cortes Constituyentes, y el 8 del mismo


mes el nuevo régimen era definido como una República federal. Gobierno de Pi
i Margall. El objetivo de la legalidad estaba conseguido por mecanismos
democráticos. Pero los federales estaban solos para enfrentarse a la ardua
tarea de estructurar el nuevo Estado, con un amplio abanico de oposición, sin
una base social sólida y la animadversión de amplios sectores del ejército.
Tampoco estaban unidos. Desde la propia apertura de las Cortes se agudizaron
las tensiones en el partido y pronto se dibujaron tres vertientes más o menos
definidas:

- Un centro dirigido por el nuevo presidente, Pi.


- Una tendencia más conservadora abanderada por Castelar.
- Los intransigentes representados en la dirección política por el
nuevo presidente de las Cortes, José María Orense.

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Todos entraron prematuramente en conflicto a la hora de formar Gobierno y
elegir presidente de las Cortes. En estas circunstancias se entregaron los
federales al sueño de transformar por completo la realidad española y
“republicanizar” el Estado. Pero no controlaban realmente los hilos del poder en
un contexto en el que confluían una larga serie de problemas: guerra carlista y
cubana, crisis económica, un difícil equilibrio entre el orden y las reformas
sociales.

Para consolidar el régimen era preciso dotarle de una Constitución. Las Cortes
elaboraron un proyecto de estructura federal del Estado. La idea básica residía
en acabar con la centralización del Estado, como causante principal de los
males del país, y consolidar la democracia a partir de la estructura federal. No
hubo unanimidad, ya que la Comisión encargada a tal efecto pronto se dividió,
y el proyecto oficial redactado por Castelar, quedó sólo en tal.

Por otro lado, el republicanismo, erigido durante la oposición en portavoz de


reivindicaciones populares, tenía ahora un reto importante; además ello
posibilitaría la ampliación de su base social. Durante la presidencia de Pi, se
presentaron en las Cortes una serie de proyectos de ley sobre reformas
sociales, que en su mayoría no traspasaron el umbral de proyectos. La gran
cuestión pendiente, la situación rural, era muy difícil de abordar sin cuestionar
el tema de la propiedad. Así, se realizó una proposición de reparto de tierras a
censo reservativo, y una propuesta de reparto a braceros de terrenos faltos de
cultivo. Ninguna llegó a prosperar. Y en el ámbito de la legislación social y de
las reivindicaciones obreras, la fecundidad no fue mayor, pero por primera vez
desde el Gobierno se establecían premisas enfocadas a tratar de regular la
cuestión social”.

· En el mes de julio se pondrán en marcha otras dos “repúblicas”, o formas de


entender la República, y a menudo mezcladas entre sí. Frente a la República
oficial, los intransigentes ensayaron, a través de la vía insurreccional, el
establecimiento de la federación desde abajo. Era la República cantonal. Pero
también emergía de nuevo la “cuestión social”, que no aparecía colmada con el

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reformismo republicano. La conflictividad social en las ciudades y el campo se
derivaba de una percepción distinta: la República como emblema del
igualitarismo social, la República social. Ambas visiones, alternativas a la
trayectoria de la República federal “oficial”, y a menudo confundidas, corrieron
paralelas a ella en el verano de 1873 y provocaron una reorientación del
régimen.

- El 8 de julio estalló en Alcoi una huelga revolucionaria de largo


alcance promovida por los internacionalistas. Durante varios
días un Comité de Salud Pública fue dueño de la ciudad. El 13
de julio entró en la ciudad el general Velarde. Pero las
necesidades del frente carlista y de la sublevación cantonal, que
empezaba a extenderse, distrajeron tropas, hecho que permitió
continuar sus actividades a los internacionalistas hasta que la
ciudad fue ocupada militarmente a finales de verano.
- En el verano de 1873, desde el mes julio, los cantones
surgieron como un reguero por Levante, Murcia y Andalucía. El
movimiento cantonalista era la lógica del programa de los
federales intransigentes de establecer de inmediato y de forma
directa la estructura federal del Estado, sin esperar a que ésta
se formulase orgánicamente desde las Cortes Constituyentes,
sino configurándola, de abajo a arriba, sobre la federación de
unidades más pequeñas en progresivo ascenso hasta la
cúspide del Estado. La trayectoria del cantonalismo corrió
distinta suerte, aunque, en general, los cantones fueron
sofocados militarmente entre finales de julio y mediados de
agosto. La excepción fue el cantón malagueño, prolongándose
hasta septiembre, y sobre todo el cantón de Cartagena, que
capitulará el 12 de enero de 1874.

· El 18 de julio de 1873 Nicolás Salmerón fue nombrado presidente. Con él la


República inicio un giro de tinte conservador, que cuestionaba incluso el
principio federal, de hecho enterrado en la sublevación cantonal. Nacía la
“quinta” versión, la República del “orden”. La política de Salmerón se orientó a

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la solución de cuestiones urgentes: la Guerra Carlista y la insurrección
cantonal, con el consiguiente recurso al ejército. Asimismo, la política de
Salmerón también puso freno a las actividades de La Internacional, que vio
estrechado el campo de acción permitido en las anteriores fases republicanas.
Eran las consecuencias de la revolución alcoyana de julio. El 6 de septiembre
dimitió Salmerón. Las razones inmediatas de tal dimisión eran de índole moral:
la negativa a satisfacer dos penas de muerte impuestas por la autoridad militar.

· Las Cortes eligieron presidente a Emilio Castelar. En realidad, dada la


política desarrollada por Salmerón, resulta explicable el ascenso de Castelar
el 8 de septiembre, que marcó de forma definitiva el golpe de timón hacia la
derecha del régimen. Castelar ya se había significado en sus intervenciones
parlamentarias por representar la corriente más conservadora del federalismo.
En su opinión, las libertades no podían descuidar el orden, y ahora se imponía
este último. El restablecimiento del orden pasaba por la consolidación del
Estado en cuanto tal y el robustecimiento de sus aparatos de poder. El
problema era que entre el robustecimiento de los aparatos del poder con la
primacía del orden y el recorte de las libertades y los principios del federalismo
había sólo un paso. Además es que tal reafirmación se hacía con generales
próximos a la causa alfonsina. Esta contradicción determinará el destino de la
República. En suma, un Gobierno autoritario con un soporte de militares no
republicanos. Problemas fundamentales:

- El conflicto carlista, convertido en una guerra en toda regla,


pasando de ser una sublevación diseminada a base de partidas
a constituirse durante el verano y otoño de 1873 en un frente
abierto, costoso, con un auténtico ejército y un embrión de
Estado independiente en los territorios dominados por los
carlistas.
- Cuba, donde la guerra continuaba, las autoridades de la Isla
actuaban con un gran margen de independencia respecto al
poder central. En este contexto se enmarca el delicado
incidente del Virginius, barco de pabellón norteamericano que
transportaba armas y pertrechos a los independentistas

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cubanos, que fue apresado y parte de la tripulación, de
nacionalidad norteamericana y británica, fusilada por las
autoridades locales, generando un grave problema diplomático
entre Estados Unidos y la República española.

En diciembre de 1873 un sector considerable de los diputados a Cortes


estaban dispuestos a plantear la cuestión de confianza al Gobierno Castelar
con ocasión de la reapertura de sesiones el 2 de enero de 1874. Su política
conservadora se había apartado de la inicial orientación de la República
federal. Figueras, Pi y Salmerón decidieron la caída de Castelar, de tal forma
que antes de la apertura de Cortes la salida del Gobierno era un hecho
anunciado. Ello supondría un desplazamiento hacia la izquierda, es decir, hacia
los postulados del federalismo intransigente. Esta era la opinión de un sector
de los diputados y del ejército. Los antiguos partidarios de Sagasta y Ruiz
Zorrilla, en proceso de reorganización, estaban dispuestos a medidas
excepcionales con tal de que ese hipotético vuelco a la izquierda no se
produjera. Finalmente, el ejército, que había adquirido cada vez más
importancia con el recrudecimiento de las guerras carlistas y cubana,
protagonizará una salida de fuerza. El general Pavía estaba identificado con la
política de orden de Castelar, pero temía que su derrota -Castelar quería ser
respetuoso con la legalidad y había anunciado que se marcharía del poder si
era reprobado por las Cortes- significara dar paso al federalismo intransigente.
De esta forma, si la izquierda triunfaba, como era previsible, estaba dispuesto a
conservar el orden a costa de la República, utilizando la fórmula del golpe de
Estado. En la madrugada del 3 de enero de 1874, una vez derrotado Castelar,
el general Pavía, previa invasión del hemiciclo por fuerzas de la Guardia Civil,
disolvió la Asamblea. La resistencia al golpe no existió. Era todo un síntoma de
la fragilidad de una República que no tenía apenas bases en las que
sustentarse.
· La situación política nacida del golpe de Pavía representa el epílogo del 68 y
el prólogo de la Restauración alfonsina; una situación entendida como puente e
inscrita en el viraje conservador ya puesto en marcha en los últimos meses de
1873 por Castelar.

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El golpe de Pavía abría un horizonte político en el que teóricamente eran
posibles tres salidas.

- La recuperación de la Constitución de 1869, convenientemente


reformada en el tema de la forma gobierno, que establecería en
España una República unitaria.
- Una nueva solución republicana personificada en el general
Serrano, tomando como semejanza la República
presidencialista de Mac Mahon en Francia.
- El restablecimiento de la monarquía.

En la práctica, 1874 se aupó en un régimen indefinido (República híbrida o


ducal) y sin fundamentos sólidos, cuya indeterminación precipitó el relevo
alfonsino. Y es que las dos primeras salidas se mostraron inviables al no
conseguir un consenso mínimo de las élites políticas. Formalmente, continuaba
un híbrido sistema republicano sin Constitución, no promulgada la de 1873 y
dejada en suspenso la de 1869. Serrano era el presidente del poder ejecutivo.
Si Serrano hubiera contado con una clientela social, militar y política bien
definida y dispuesta a apoyar con su concurso la opción personal del general
como aglutinante de un proyecto político, se habría articulado y consolidado
una alternativa distinta. Pero Serrano, independientemente de su mayor o
menor vocación a ensayar una fórmula de macmahonismo como expresión de
la República, no contaba con un consenso político, social y militar, y tampoco
con unas clientelas naturales como tenía Cánovas, ni fue capaz de
conseguirlas. Serrano era otra vez en 1874 el hombre de la situación al que las
circunstancias le colocaban como referente, pero otra cosa muy distinta era
vertebrar una alternativa y liderarla con apoyos clientelares de convicción y no
de emergencia.
En el último trimestre del año era evidente el agotamiento de cualquier opción
política que no fuera la Restauración borbónica en la persona del príncipe
Alfonso. Independientemente de la hábil estrategia canovista sustentada en
una política de captación que estaba dando sus frutos, la trayectoria política y
militar estaba colaborando de forma autónoma a la consecución del proyecto.
Serrano no había conseguido aglutinar unas sólidas clientelas políticas en

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torno a su persona. Cualquier alternativa republicana por tímida que fuese,
seguía demostrando su inviabilidad a corto plazo. La inclinación del ejército
hacia la Restauración era manifiesta, al socaire de unos conflictos bélicos no
resueltos ni en la Península (guerra carlista) ni en Cuba. Cánovas supo percibir
perfectamente la coyuntura y el Manifiesto de Sandhurst de 1 de diciembre de
1874 dejó explícitos los puntos básicos de la Restauración. El triunfo político de
Cánovas dependió, por tanto, de una situación a principios de 1874 en la que
unos partían con objetivos indeterminados y sin estrategias bien definidas,
mientras que él supo situar las piezas claves del tablero político. El
pronunciamiento militar de Sagunto no hizo más que precipitar los
acontecimientos. El general Martínez Campos se reunía en Sagunto con el
general de brigada Luís Dabán, que había salido de Segorbe el 28 de
diciembre con tropas escogidas. Se les unió el general Jovellar, jefe del
ejército del centro. Los pronunciados proclamaron rey de España a Alfonso
XII.

Bibliografía

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constitucionalismo (1834-1923), Tomo VIII, Labor, Barcelona, 1983.

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