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I. INTRODUCCIÓN
· Años finales del siglo XVIII Resquebrajamiento del Antiguo Régimen: Rev.
industrial inglesa y Rev. francesa.
· Reinado de Isabel II. Construcción del Estado liberal como forma política de
implantación de la sociedad burguesa.
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· Revolución de septiembre de 1868. Culminación del ciclo revolucionario en su
dimensión maximalista democrática (C. Seco). Será la misma burguesía que
abrió la dinámica revolucionaria quien cierre el proceso, trayendo y apoyando la
Restauración.
· Acuerdo entre los historiadores en hacer del año 1808 la fecha inaugural de
nuestra historia contemporánea, marcando así un claro deslinde entre la
España del Antiguo Régimen y el proceso revolucionario, iniciado aquel mismo
año, que con el tiempo desembocó en el triunfo del liberalismo. La magnitud del
cambio histórico desencadenado por la Guerra de la Independencia se explica
por el arraigo que las ideas ilustradas, semilla del pensamiento liberal, habían
alcanzado en España, pero también, y tal vez sobre todo, por la profundidad
de la crisis que venía arrastrando el Antiguo Régimen, y con él la Monarquía
absoluta como forma de gobierno.
España se encontraba a principios del siglo XIX ante la tesitura de una crisis
estructural del sistema. Primero fue la crisis financiera provocada ya en tiempos
de Carlos III por una política exterior muy costosa, cuyos gastos fueron
sufragados en parte con la emisión de vales reales. El estallido de la
Revolución francesa hizo de la lucha contra la Francia revolucionaria el
principal objetivo de la política nacional e internacional, sobre todo tras la
ejecución en Francia del rey Luís XVI (1793) y el estallido de la guerra entre
España y la Convención francesa. Las nuevas necesidades militares de la
Monarquía ahondaron la crisis económica y financiera, mientras en el horizonte
asomaba el peligro de que la independencia de la Trece colonias inglesas en
América del Norte pusiera en marcha un fenómeno similar entre las colonias
españolas, cuya importancia para el sostenimiento de la Monarquía y, en
general, para la viabilidad de los sectores punteros de la economía española no
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escapaba a nadie. La necesidad de defender las colonias americanas ante el
riesgo de emancipación y las continuas injerencias británicas hizo de América
un problema de muy difícil solución, porque si las finanzas de la Monarquía
dependían en parte del Imperio colonial, la defensa de este último añadía
nuevas y gravosas cargas sobre una Hacienda en crisis. El giro de la política
española hacia una alianza con Francia a partir de 1795, cuando la Paz de
Basilea puso fin a la Guerra de la Convención (1793-95), trajo consigo un
estado de guerra intermitente con Inglaterra, enemigo común de los dos
países. Esta circunstancia marcó la política exterior española hasta 1808 y tuvo
de nuevo consecuencias muy negativas para las arcas del Estado. Y es que al
déficit heredado de tiempos de Carlos III se sumó el coste de una política
exterior y militar que suponía unir la suerte de España a la del Imperio francés
proclamado en 1801 y encarnado en la figura de Napoleón. Godoy jugó muy
fuerte la carta de una alianza con el país que parecía llamado a dominar
Europa. La derrota francoespañola en Trafalgar (1805) marcó los límites de esa
alianza y del propio poderío francés, condenando a estrellarse en la indiscutible
hegemonía naval británica, un hecho especialmente preocupante para los
interese de la Monarquía española en ultramar. La firma del Tratado de
Fontainebleau entre España y Francia (1807) supuso un cambio de estrategia
en la alianza antibritánica: al planificar una invasión conjunta de Portugal –una
campaña por tierra que parecía relativamente sencilla- se pretendía dejar a
Gran Bretaña sin su principal aliado en Europa.
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Asturias. Se deducía la existencia de una conspiración y la
implicación en ella del príncipe Fernando.
- Motín de Aranjuez (marzo de 1808) Asalto definitivo contra el
poder del válido. En el origen del motín, que tuvo una apariencia
popular y espontánea, figuran miembros de la alta nobleza
vinculados al partido fernandino como instigadores del tumulto.
Abdicación de Carlos IV.
Aunque antes de partir para Francia Fernando había nombrado una Junta de
Gobierno que debía ejercer el poder en su nombre, la situación del país estaba
presidida por el caos y el vacío de poder. La sensación de que los franceses
pretendían manejar la situación en su provecho encendió los ánimos de
amplias capas de la población, convencidos además de que los ocupantes
trabajaban por la vuelta de Godoy al poder y de que el antiguo valido había
llegado a un acuerdo con las autoridades militares francesas. La noticia que
corrió por Madrid de que los franceses pretendían llevarse a Francia a los
restantes miembros de la familia real fue el detonante de una insurrección
popular que contó con el apoyo –y tal vez con la dirección- de unos pocos
militares, nobles y clérigos Propagación de la revuelta por buena parte de
territorio nacional.
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Pronto surgió entre los franceses y sus aliados españoles –llamados
afrancesados o josefinos- una interpretación que la historiografía posterior ha
asumido por lo menos en parte: la existencia de un hilo conductor entre el
motín de Aranjuez y los hechos del 2 de mayo. La intervención en ambos
acontecimientos de figuras destacadas de la élite nobiliaria y eclesiástica
serviría para establecer una continuidad histórica e ideológica entre la lucha
contra Godoy y el levantamiento contra los franceses. Todo ello obligaría a
revisar el carácter espontáneo de la insurrección popular. Ciñéndonos a esta
versión de los hechos, queda la duda de cómo un movimiento de tal naturaleza,
instigado con una intención involucionista por algunos miembros de la nobleza
y el clero, pudo desembocar en un proceso revolucionario coronado por la
promulgación de la Constitución de 1812.
Hay otra interpretación que cuenta con un respaldo abrumador en las fuentes
de la época, según la cual las clases populares, predispuestas a la acción por
el estado de crisis en que vivía el país, tomaron la iniciativa ante el
desmoronamiento de las instituciones y el desconcierto de las élites
tradicionales, recelosas del protagonismo histórico adquirido por la plebe desde
el motín de Aranjuez.
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pasado, sobrevivió a duras penas a la gran crisis de mayo de
1808.
- La otra gran expresión de la lucha contra los franceses fueron las
juntas, formadas ante el derrumbe o la parálisis de las
instituciones locales, como de todo el aparato del Estado
borbónico en general. Las juntas fueron creando una estructura
piramidal de poder, de abajo arriba, compuesta en la base, de
juntas locales, organizadas en el siguiente nivel territorial en
juntas provinciales hasta desembocar, en septiembre de 1808, en
la formación de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino,
que habría de funcionar como una suerte de gobierno provisional
de la nación en lucha.
¿Cómo se formaron y quiénes las componían? Sus miembros
solían ser elegidos por aclamación en el fragor de la victoria, a
veces efímera, que suponía expulsar a los franceses de una
población o de una provincia. En otras ocasiones, las juntas se
formaban en lugares en que no había llegado a haber tropas
francesas: simplemente, los habitantes del tal o cual localidad,
informados de lo sucedido desde el 2 de mayo, se declaraban en
contra del invasor y, a través de las juntas elegidas a tal efecto,
llevaban a cabo el reclutamiento de fuerzas voluntarias para
luchar contra los franceses. Reunidos los vecinos en un lugar
público, se iban proponiendo nombres para representar al pueblo
en la junta y los concurrentes daban, o no, su aprobación a las
propuestas que se les hacían. El resultado en cuanto a los
integrantes del nuevo organismo venía a ser un híbrido entre los
viejos representantes de la autoridad -el capitán general, el
obispo, el presidente de la Audiencia…- y algunas figuras
representativas, por su valor y su determinación en la lucha, de
una realidad emergente: escritores, periodistas, oficiales del
ejército…
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Expresión de la voluntad popular de luchar contra los franceses y
embrión de un Estado reconstruido desde abajo a partir de la
práctica objetiva del principio de la soberanía popular.
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- Forma en que debían reunirse. Ante la imposibilidad de hacerlo
por estamentos, como a la antigua usanza, se decidió a hacerlo
en un solo brazo.
- Forma en que debían elegirse los diputados. La ocupación de
muchas ciudades por las tropas francesas impedía, o al menos,
entorpecía esa elección. Como solución, se decidió que se
designaran suplentes entre los españoles procedentes de
aquellos territorios que hubiesen acudido a Cádiz para buscar
refugio.
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Establecimiento de una Monarquía constitucional muy avanzada para
la época Influencia que la Constitución de Cádiz ejerció en el
constitucionalismo europeo y americano en los años siguientes.
Mucho se ha discutido sobre el alcance real de las reformas realizadas por las
Cortes y de la propia Constitución. La situación del país, en plena guerra y
parcialmente ocupado por un ejército enemigo, no favorecía la puesta en
práctica de muchas de ellas, que apenas pasaron, de esta forma, de una
voluntariosa declaración de intenciones. La obra de las Cortes tendrá por
consiguiente un carácter esencialmente programático.
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Nada parecía, pues, oponerse al deseo de Fernando VII de reinar como rey
absoluto. En apariencia, la situación de Europa, presidida por el fin de la era
revolucionaria y napoleónica, y la vuelta al orden tradicional, favorecía la
política auspiciada por Fernando VII. Pero una cosa era que la debilidad social
del liberalismo español y el contexto internacional hicieran inviable la revolución
emprendida por las Cortes, y otra muy distinta volver a 1808 como si nada
hubiese ocurrido desde entonces. En una palabra: la facilidad con que se había
consumado el golpe de Estado de mayo de 1814 respondía más a la debilidad
del liberalismo que a la viabilidad de la Monarquía absoluta a esas alturas de la
historia.
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· En todo caso, el plan contenido en el decreto golpista del 4 de mayo de 1814
se fue aplicando sin ningún miramiento hacia la realidad del país.
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(Perú) Fin a la guerra y, con ella, a más de tres siglos de dominación colonial
en el continente americano.
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· Las conspiraciones liberales.
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poder, sino desde la periferia, esperando provocar un efecto dominó
en ciudades y guarniciones que acabe forzando un cambio de
régimen.) Triste continuación a lo largo de toda nuestra historia
contemporánea.
Fracaso Evidencia de que algo está bullendo y que a poco se
presentase una buena oportunidad o que las circunstancias
ayudasen, los elementos de la oposición liberal estaban dispuestos a
dar el golpe definitivo para restablecer la vigencia de la Constitución
de 1812. Y la oportunidad se iba a presenta a comienzos de 1820.
¿Qué circunstancias confluyeron en aquella ocasión para provocar el
triunfo del pronunciamiento de enero de 1820?
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que arrancó esta rendición; fue un desmoronamiento espontáneo: la
consecuencia de una quiebra. La tarea que el restaurado régimen absoluto se
había propuesto en 1814 -adaptar el Estado y la administración a las
exigencias de la época sin alterar la estructura social tradicional, y aumentar los
ingresos de la Hacienda sin mermar los privilegios de los estamentos
dominantes del Antiguo Régimen- se había revelado imposible. La revolución
había triunfado sin ningún tipo de enfrentamiento (Fontana).
- Veinteañistas (exaltados).
- Doceañistas (moderados).
Diferente actitud ante el fenómeno de la Revolución liberal.
- Libertad de imprenta.
- Abolición de la Inquisición.
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- Creación de la Milicia Nacional, cuerpo armado de voluntarios,
previsto por la Constitución de Cádiz y que habría de convertirse
desde entonces en uno de los baluartes del régimen
constitucional y uno de los principales símbolos del liberalismo
español.
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discusión y a la participación ciudadana -similares en esto a los ya existentes
en Gran Bretaña o a los que proliferaron en Francia durante la Revolución-.
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Consecuencias:
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· Presiones internacionales determinaron la caída del primer gobierno de la
Monarquía absoluta restaurada, expresión de un absolutismo puro y duro que
muchos consideraban ya inviable, y la formación en, diciembre de 1823, de uno
nuevo más acorde con las preferencias de la Santa Alianza: un gabinete
relativamente moderado en el que destacaba el ministro de Hacienda López
Ballesteros, figura clave del absolutismo reformista.
- Moderados.
- Ultras. Convencidos de que el rey se había entregado a los
designios de los constitucionales.
No restablecimiento de la Inquisición.
Cambio de gobierno de diciembre de 1823, con la entrada
de algunos ministros moderados.
Indulto de mayo de 1824, impuesto a Fernando VII por las
potencias de la Santa Alianza, empeñadas en propiciar en
España una política de moderación que contribuyera a dar
estabilidad a la situación española, amenazada de nuevas
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turbulencias revolucionarias si el absolutismo se entregaba
a todo tipo de excesos en la persecución de los liberales.
Organización de juntas facciosas y levantamientos promovidos
por el ultraabsolutismo.
Alzamiento de G. Bessières (agosto de
1825).
Guerra de los agraviados o dels
malcontents (verano de 1827), considerado
por algunos como un ensayo general de la
primera guerra carlista.
· Cuestión sucesoria.
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IV. EL RÉGIMEN LIBERAL
La guerra carlista
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· Las razones del enfrentamiento eran mucho más complejas y profundas que
la disputa sucesoria que aparentemente se ventilaba. Básicamente el carlismo
defendía la plena vigencia de la Monarquía absoluta y del Antiguo Régimen. A
diferencia del carlismo, la regencia de Mª Cristina, por lo menos en sus
primeros tiempos, apenas podía identificarse con una ideología o con un
régimen político reconocible. Si, por un lado, aparecía como continuadora de la
Monarquía absoluta, tímidamente reformada que Fernando VII había dejado a
su muerte (Gobierno de Cea Bermúdez), por otro resultaba indudable que,
dada la exigua base social del absolutismo moderado, la única opción viable de
consolidar el trono de Isabel II consistía en algún tipo de acuerdo con el
liberalismo. De hecho, las principales medidas tomadas por los últimos
gobiernos de Fernando VII, como la amnistía de 1832 y el regreso de los
exaltados, parecían ir en esa dirección.
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El régimen del Estatuto Real
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- Las atribuciones de las cámaras eran muy limitadas. Tenían un
carácter consultivo, deliberando sólo asuntos sometidos
expresamente a su examen en virtud de un decreto real. No
tenían iniciativa legislativa. Es decir, no podían elaborar leyes,
aunque si tenían derecho de petición al rey, cuya práctica se
convertirá en un instrumento reivindicativo de todo un programa
de cambios de mayor alcance.
- La corona se reservaba exclusivamente el derecho de convocar,
suspender y disolver las Cortes.
Mendizábal y la desamortización
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· Primeras medidas:
- La desvinculación de patrimonios.
- La desamortización civil.
- La desamortización eclesiástica.
Consolidación del régimen por cuanto comprometió a amplias capas
de la sociedad en el proceso revolucionario.
Sistema de ventas.
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Resultados.
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El régimen progresista de 1837
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reforzamiento de los poderes o prerrogativas de la corona en
detrimento del parlamento capacidad de interponer un veto
definitivo sobre una ley).
La nueva Constitución propició un relativo acercamiento entre los
sectores más templados de los dos grandes partidos e hizo
posible un breve período de alternancia pacífica en el gobierno
(1837-1840) sin necesidad de una ruptura del marco
constitucional.
- El sistema electoral quedaba fuera de su articulado: modelo
censitario. El censo electoral se abría un poco más respecto a la
última reforma, pero la realidad era que los progresistas habían
renunciado al sufragio universal indirecto como eje del sistema
electoral.
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habitantes fueran los jefes políticos provinciales quienes nombraran a los
alcaldes. Aprobación de la ley (junio). Fuerte contestación en los medios
progresistas. Estado de agitación creciente. Juntas. La resolución de la crisis
política parecía depender de un acuerdo entre la reina gobernadora y el
general Espartero (héroe de la guerra carlista al que su éxito en la firma del
Convenio de Vergara consagró como la gran figura nacional del momento).
Causa común del general Espartero con el progresismo a propósito de la Ley
de Ayuntamientos. La regente se enfrentaba al dilema de resistir el desafío de
las juntas o entregar el poder a Espartero. Gobierno Espartero (septiembre de
1840). Renuncia de Mª Cristina como regente. “Ministerio-regencia”.
· Problemas de gobernabilidad
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moderantismo Pronunciamiento militar (septiembre de 1841). Objeto: la
proclamación de Mª Cristina como reina gobernadora.
El problema militar
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- Continuas guerras que había sufrido el país desde 1808 habían
inflado el escalafón de ejército con miles de oficiales que, en
tiempos de paz, se convertían en un serio factor de inestabilidad,
por la incapacidad del Estado para hacer frente al coste
económico de un ejército de semejantes dimensiones. Se creó un
círculo vicioso muy difícil de romper. Los militares querían cobrar
su sueldo, prosperar en su carrera y tener un destino acorde con
su graduación. Los gobernantes, por su parte, carecían del valor
político para abordar la necesaria reforma del ejército, que exigía
una reducción drástica del escalafón, pero al mantener tal estado
de cosas, perpetuaban el descontento de los militares y su
disposición a participar en todo tipo de aventuras políticas. Un
proyecto de reforma militar anunciado en mayo de 1842 reavivó el
descontento de la oficialidad, porque, como toda reforma que se
intentara, suponía sacrificios a corto plazo Muchos de los
oficiales que apoyaron a Espartero en 1840 se volvieron contra él
tres años después.
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Declaración de guerra entre Espartero y una oposición cada vez más
amplia y numerosa, que abarcaba desde el moderantismo, su adversario
natural, hasta el sector mayoritario del partido progresista, pasando por
demócratas y republicanos. Levantamiento protagonizado inicialmente por los
progresistas en Reus. Extensión de la sublevación por las provincias
mediterráneas. Desembarco en Valencia de un grupo de generales exiliados en
París – Narváez entre ellos- desde el fracaso de la sublevación moderada de
1841. Generalización del movimiento. Narváez entra en Madrid como nuevo
capitán general y el político progresista J. María López era restablecido en el
cargo de presidente del gobierno (julio). Espartero embarca rumbo a
Inglaterra. Era el fin del trienio esparterista y el comienzo de una breve
transición política entre un régimen todavía nominalmente progresista y una
larga etapa de hegemonía moderada.
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en cuanto a la necesidad de anticipar la mayoría de edad de Isabel II y evitar
de esta forma una nueva regencia, dada la experiencia de las dos anteriores.
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- Frente a la naturaleza semielectiva del Senado en la situación
anterior, el nuevo texto convierte a la cámara alta en una mera
prolongación del poder de la corona, facultada para nombrar
senadores libremente y en un número ilimitado.
- La figura del senador, que tendrá un carácter vitalicio,
corresponde a las diversas versiones de una oligarquía
conservadora que constituía lo más selecto de la base social del
nuevo régimen: alta jerarquía administrativa, eclesiástica y
militar, élite nobiliaria y grandes contribuyentes.
- Cuestiones esenciales para el funcionamiento del nuevo
régimen, como el sistema de elección de los diputados (sufragio
censitario muy restrictivo), la organización del poder municipal o
la libertad de imprenta, quedaban a expensas de leyes
posteriores.
- Están ausentes de su articulado piezas básicas del orden
constitucional anterior, como la milicia nacional o el juicio por
jurado, incompatibles con el conservadurismo moderado.
- Otra ausencia significativa es la del “poder judicial”, sintomática
de la voluntad de limitar la independencia de los tribunales y de
evitar una completa separación de poderes.
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· Vuelta del carlismo a las armas.
- Sufragio universal.
- Cortes bicamerales.
- Separación de poderes.
- Juicio por jurado.
- Libertad de imprenta sin restricciones.
- Derecho de asociación.
- Milicia nacional.
- Poder municipal.
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El giro autoritario del moderantismo llegaría a su apogeo bajo el gobierno de
Bravo Murillo (enero de 1851-diciembre de 1852): fortalecimiento del poder
ejecutivo en prejuicio del parlamento y de las libertades individuales. Se puso
en marcha un proyecto de reforma constitucional que, en el fondo, iba más allá
de la mera puesta al día de la Constitución de 1845 (alentada, probablemente
por el régimen autoritario de Napoleón III en Francia, que, como casi toda
Europa, después de las revoluciones de 1848-49, vivía entonces una reacción
autoritaria). Oposición de las propias filas moderadas: Mayor fortuna tuvo el
Concordato firmado con la Santa Sede (1851), elemento esencial del legado
político de aquel gobierno, llamado a presidir durante largo tiempo las
relaciones entre la Iglesia católica y el Estado español. Estuvo en vigor hasta la
firma del Concordato de 1953, aunque permaneció suspenso bajo el Sexenio
democrático y la II República.
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como la Vicalvarada, por ser en Vicálvaro, pueblo cercano a Madrid, donde
tuvo lugar la principal batalla contra fuerzas leales al gobierno. Manifiesto del
Manzanares, en el que se justificaba la rebelión y se hacían promesas de
cambio (Cánovas del Castillo). Texto muy medido, que buscaba la máxima
eficacia como factor de propagación y legitimación del movimiento entre
sectores diversos, incluso antagónicos, de la sociedad española, pues
conviene no olvidar que en el levantamiento participaban tanto moderados
como progresistas y demócratas. Extensión del movimiento contra el gobierno
por el territorio español. Constitución de Juntas Nueva dimensión a lo que
empezó siendo un pronunciamiento militar contra el gobierno, con epicentro en
Madrid y sus alrededores: conversión en una gran insurrección popular contra
el régimen moderado. La Vicalvarada se transformó, pues, en una revolución
política. Gabinete Espartero. Ministro de la Guerra: O’Donnell. Gobierno
bicéfalo. El general O’Donnell actuó desde el principio del Bienio como líder
del sector del liberalismo situado a la derecha de los progresistas y en cierta
forma como contrapeso del poder del general Espartero. En torno a la dualidad
encarnada por los dos generales, girará en parte la conflictiva vida política de
estos dos años.
- Moderantismo a la derecha.
- El partido demócrata a la izquierda.
- El progresista ocupando un amplio espacio político que iba del
centro al centro izquierda.
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· Reformas económicas
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- Ley de ferrocarriles (junio de 1855).
- Ley de bancos de emisión y ley de sociedades de crédito (enero
de 1856). Creación del Banco de España (antiguo Banco de San
Fernando).
Legado más trascendental y duradero del Bienio progresista.
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· El nuevo gobierno presidido por O’Donnell llevó a cabo el desmantelamiento
del régimen anterior mediante una serie de disposiciones de claro sabor
involucionista: el gobierno declaró el estado de sitio, disolvió la milicia nacional,
cerró para siempre las Cortes Constituyentes, antes, por tanto, de que la
Constitución llegara a promulgarse, y restableció la Constitución moderada de
1845, aunque incorporando a ella un Acta adicional que liberalizaba en parte su
contenido. Esta última disposición conjuraba la sensación de que el fin del
Bienio suponía el regreso a la anterior etapa de hegemonía moderada. Pese a
todo, estas medidas fueron consideradas insuficientes por algunos de los que
apoyaron la subida de O’Donnell al poder. La propia reina Isabel II exigió en
un consejo de ministros que el ejecutivo suspendiera la desamortización. La
negativa del general O’Donnell a poner fin a la desamortización provocó su
caída. Gobierno Narváez. Así pues, la breve etapa de O’Donnell al frente del
ejecutivo (julio-octubre de 1856) sirvió finalmente de transición entre el régimen
progresista depuesto en julio y el regreso de los moderados al poder.
· El año 1857 estuvo marcado por una grave crisis de subsistencias, provocada
por la escasez y carestía del trigo. Los conflictos sociales alcanzan una
especial intensidad, sobre todo en el campo andaluz. Represión. Sin que se
sepa a ciencia cierta el motivo, el general Narváez presentaba su dimisión
(octubre). ¿Hartazgo por las injerencias de la reina en la actuación del
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gobierno? Al de Narváez le siguieron dos gabinetes muy efímeros y de escasa
relevancia hasta que en junio de 1858 la reina decidía volver a llamar al general
O’Donnell para encargarle formar gobierno Largo gobierno de la Unión
Liberal (1858-1863).
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- La Guerra de África (1859-1860).
- La reincorporación de Santo Domingo a la corona española
(1861-1865).
- La expedición a México (1861-1862).
- La expedición a Cochinchina (1857-1862).
- La intervención militar en Perú, conocida como Guerra del
Pacífico (1862-1864).
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poder, empezó a ser moneda corriente en el discurso del progresismo,
vertebrado cada vez más en torno a la deslegitimación de la corona como
origen de tales “obstáculos”. Mientras los progresistas unían sus fuerzas,
aproximaban posiciones con los demócratas e incorporaban a sus filas a un
militar del prestigio del general Prim, héroe de la Guerra de África que había
roto con el unionismo, unionistas y moderados se combatían sin tregua. Isabel
II consideró llegado el momento de recurrir de nuevo a los espadones y confiar
en su capacidad para reforzar la autoridad del gobierno. El 16 de septiembre de
1864, el general Narváez se hacía cargo por sexta vez de la presidencia del
Consejo de Ministros.
1. La revolución de 1868
Sin pretender negar la existencia de una crisis financiera que causó la quiebra
de un cierto número de sociedades anónimas, se debe fijar en su justo término
la importancia de la crisis y sus posibles repercusiones sociales y políticas. En
un país cuyo desarrollo industrial era incipiente, cuyos precios agrícolas parece
ser conocieron una etapa de alza a partir del 65, lo que significa prosperidad,
cuando menos para los terratenientes, y cuya balanza comercial y nivel de
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ingresos presupuestarios no reflejan oscilaciones significativas, no parece
pueda atribuirse a la crisis del 66 la importancia que se le otorga y mucho
menos ver en ella, la causa de la revolución de septiembre.
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- Sublevación de Prim (enero de 1866) Exilio.
- Sublevación del cuartel de San Gil (junio de 1866) Represión.
- Pacto de Ostende (agosto de 1866), sellado por representantes
de los partidos progresista y demócrata. Incorporación al bloque
opositor de un sector mayoritario de la Unión Liberal.
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última etapa del reinado de Isabel II. A diferencia de lo ocurrido en el mundo
financiero, ésta era una crisis de tipo tradicional, cuyas consecuencias
afectaban sobre todo a las clases populares en forma de escasez y carestía de
productos básicos.
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2. El régimen demoliberal de 1869
Hasta el día 21 coexistieron dos poderes, el de las juntas, donde solía dominar
el elemento demócrata con un discurso más o menos proclive a la solución
republicana, y el del Gobierno provisional, situación política inaceptable,
finalmente resuelta, previas negociaciones, por el decreto gubernamental de
disolución de las juntas. La revolución marchaba hacia su estabilidad legal. Si
los demócratas no estaban representados en el Gobierno, éste hizo suyas la
mayoría de las formulaciones doctrinales de aquellos: libertad de asociación,
libertad de imprenta, sufragio universal, etc.
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- Principio de la soberanía nacional.
- El rey figuraba como monarca constitucional, pero perdía las
fuertes atribuciones que le había concedido el sistema
moderado. El rey reinaba, pero no gobernaba. Derecho de
disolución de Cortes, pero compesado por los plazos límite en
su convocatoria.
- Importancia del legislativo, que asume totalmente la aprobación
y sanción de las leyes.
- Sistema bicameral. Sufragio universal masculino, directo en el
caso del Congreso de los Diputados e indirecto, a través de
compromisarios, para el Senado.
- Independencia del poder judicial, intentando evitar la
arbitrariedad de los nombramientos gubernamentales a través
de un sistema de oposiciones que hiciese efectivo el principio
de la carrera judicial. La democratización se perfiló con la
institución del jurado.
· Regencia del general Serrano (junio de 1869). Gobierno del general Prim
(junio de 1869-septiembre de 1870). Operaciones diplomáticas orientadas a la
búsqueda de un rey. La cuestión fue más allá del ámbito español para
convertirse en un asunto de dimensiones internacionales. Múltiples
candidaturas (Luís I de Portugal, Leopoldo de Hohenzollern, duque de
Montpensier y el duque Amadeo de Aosta, hijo de Víctor Manuel II de Italia),
pero todas ellas plagadas de dificultades Elección por las Cortes
Constituyentes de Amadeo I (noviembre de 1870).
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· La historia del reinado es la historia de la pérdida progresiva de sus frágiles
bases sociales y políticas. Un consenso débil impidió madurar al régimen y
consolidar el modelo de monarquía democrática. Mientras, una oposición cada
vez más numerosa, y desde múltiples frentes, fue resquebrajando el sistema
(sublevación general carlista, beligerancia de un sector del republicanismo,
avance del movimiento obrero organizado, progreso de la alternativa alfonsina).
Descomposición interna del partido progresista. Problema cubano Guerra
ultramarina (Guerra Grande o Guerra de los Diez Años), iniciada en octubre de
1868 con el grito de Yara, que absorbió hombres y recursos hasta su
finalización, ya fuera de los límites del Sexenio con la paz de Zanjón en 1878,
inestable compromiso que prolongó un estado latente de conflictos hasta la
independencia de la Isla en 1898. Rescoldos de una crisis económica
arrastrada desde 1866 y todavía en vías de solución.
Abdicación de Amadeo I en 1873 Conflicto de los artilleros (pretexto).
3. La I República
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consecuencia de un pacto político protagonizado por los componentes de las
Cámaras ante la difícil situación que se había generado tras la abdicación de
Amadeo I. La práctica unanimidad con la que había sido proclamada distaba de
ser real. Ni tales votos resumían las alternativas políticas del país, ni
representaban el fruto de un convencido republicanismo. En realidad, era
consecuencia de una mayoría de radicales monárquicos (demócratas
monárquicos) que coyunturalmente pactaron esta salida con la minoría de
republicanos federales, ante una situación muy comprometida, ante un vacío
de poder. Por otro lado, tal proclamación debería haber sido producto de la
labor de las Cortes Constituyentes, con lo que las Cortes tenían que haber sido
disueltas y nombrado un Gobierno Provisional. Sólo cambiaba la forma de
gobierno, sin llevar a cabo una reforma constitucional. Pero lo delicado de la
situación invitó a radicales y republicanos federales a evitar cualquier situación
de interinidad, y a adoptar el compromiso de una República indefinida. Los
radicales antepusieron la preservación de los principios democráticos de la
septembrina a la forma de Estado. Los republicanos sacrificaron la
proclamación inmediata de la República federal. Esto lo debían realizar unas
Cortes Constituyentes, que establecerían el federalismo desde la legalidad. De
esta manera los dirigentes se distanciaron de ciertos sectores de las masas
federales que veían frustrada su estrategia basada en la proclamación
inmediata de la “federal” y empezaron a actuar por su cuenta, tratando de
construir de arriba abajo el nuevo Estado.
Una vez depuesta la dinastía borbónica, fue la cuestión de la forma de gobierno
la que produjo mayores dosis de crispación dentro del bloque revolucionario. El
debate acabó por bifurcar organizativamente al partido demócrata. Lo que
hasta entonces había sido difícil coexistencia en el interior del partido entre dos
corrientes, concluyó a mediados de octubre de 1868 en la organización de dos
formaciones distintas: los demócratas “cimbrios”, incluidos en la coalición
monárquico-democrática, y el republicanismo federal.
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desconfianza, el problema residía en la divergencia de sus proyectos políticos.
Los radicales temían que la efervescencia social arrastrara a los republicanos a
determinaciones más consecuentes con las reivindicaciones de las capas
populares, no querían perder el control de la situación y no sólo
parlamentariamente, y además querían impedir una República federal. Su
proyecto tenía como objetivo una República unitaria reagrupando la atomizada
coalición septembrina en torno al partido radical. Para ello, usando de su
mayoría parlamentaria, debían impedir la convocatoria de unas Cortes
Constituyentes que posibilitaran legalmente el advenimiento de la República
federal. El 23 de febrero -escasos días después del nacimiento del régimen- el
dirigente radical Cristino Martos, presidente de la Asamblea Nacional, intentó
derribar el Gobierno por la fuerza con ayuda de algunos generales. Los
ministros federales, apoyados por los Voluntarios de la República, frenaron el
golpe, y los radicales comprometidos tuvieron que dimitir. Al día siguiente
Figueras imponía un nuevo Gobierno, esta vez controlado por los federales.
Elecciones a Cortes Constituyentes. Abrumadora mayoría de los republicanos
federales. Se podían cumplir los objetivos de proclamar legalmente la
República Federal, pero el resultado era engañoso, dado el amplio retraimiento
del electorado que expresaba así su indiferencia o rechazo al régimen.
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Todos entraron prematuramente en conflicto a la hora de formar Gobierno y
elegir presidente de las Cortes. En estas circunstancias se entregaron los
federales al sueño de transformar por completo la realidad española y
“republicanizar” el Estado. Pero no controlaban realmente los hilos del poder en
un contexto en el que confluían una larga serie de problemas: guerra carlista y
cubana, crisis económica, un difícil equilibrio entre el orden y las reformas
sociales.
Para consolidar el régimen era preciso dotarle de una Constitución. Las Cortes
elaboraron un proyecto de estructura federal del Estado. La idea básica residía
en acabar con la centralización del Estado, como causante principal de los
males del país, y consolidar la democracia a partir de la estructura federal. No
hubo unanimidad, ya que la Comisión encargada a tal efecto pronto se dividió,
y el proyecto oficial redactado por Castelar, quedó sólo en tal.
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reformismo republicano. La conflictividad social en las ciudades y el campo se
derivaba de una percepción distinta: la República como emblema del
igualitarismo social, la República social. Ambas visiones, alternativas a la
trayectoria de la República federal “oficial”, y a menudo confundidas, corrieron
paralelas a ella en el verano de 1873 y provocaron una reorientación del
régimen.
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la solución de cuestiones urgentes: la Guerra Carlista y la insurrección
cantonal, con el consiguiente recurso al ejército. Asimismo, la política de
Salmerón también puso freno a las actividades de La Internacional, que vio
estrechado el campo de acción permitido en las anteriores fases republicanas.
Eran las consecuencias de la revolución alcoyana de julio. El 6 de septiembre
dimitió Salmerón. Las razones inmediatas de tal dimisión eran de índole moral:
la negativa a satisfacer dos penas de muerte impuestas por la autoridad militar.
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cubanos, que fue apresado y parte de la tripulación, de
nacionalidad norteamericana y británica, fusilada por las
autoridades locales, generando un grave problema diplomático
entre Estados Unidos y la República española.
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El golpe de Pavía abría un horizonte político en el que teóricamente eran
posibles tres salidas.
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torno a su persona. Cualquier alternativa republicana por tímida que fuese,
seguía demostrando su inviabilidad a corto plazo. La inclinación del ejército
hacia la Restauración era manifiesta, al socaire de unos conflictos bélicos no
resueltos ni en la Península (guerra carlista) ni en Cuba. Cánovas supo percibir
perfectamente la coyuntura y el Manifiesto de Sandhurst de 1 de diciembre de
1874 dejó explícitos los puntos básicos de la Restauración. El triunfo político de
Cánovas dependió, por tanto, de una situación a principios de 1874 en la que
unos partían con objetivos indeterminados y sin estrategias bien definidas,
mientras que él supo situar las piezas claves del tablero político. El
pronunciamiento militar de Sagunto no hizo más que precipitar los
acontecimientos. El general Martínez Campos se reunía en Sagunto con el
general de brigada Luís Dabán, que había salido de Segorbe el 28 de
diciembre con tropas escogidas. Se les unió el general Jovellar, jefe del
ejército del centro. Los pronunciados proclamaron rey de España a Alfonso
XII.
Bibliografía
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Carr, R.: España 1808-1875, Ariel, Barcelona, 1983.
Fontana, J.: Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX,
Ariel, Barcelona, 1973.
Seco, C.: Historia del conservadurismo español, Temas de Hoy, Madrid, 2000.
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