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TEMA 38

1. Definición del concepto de Revolución Industrial

· Desde la invención de la agricultura y de la metalurgia, la vida humana no


había experimentado ningún cambio tan profundo como el que supuso la Rev.
industrial. Con la Rev. industrial se opera un cambio cualitativo de alcance
universal, según el cual se transformaron las condiciones técnicas y sociales de
la producción.

· Ahora bien no basta con decir que la Rev. industrial fue un cambio que
permitió el desarrollo de las capacidades productivas de la economía y una
transformación de las relaciones sociales que establecen las personas para
producir. Es necesario determinar qué es lo que cambia, en qué sentido se
transforma la economía. Porque si no explicásemos el sentido del cambio, lo
que éste tiene de cualitativo, nuestra definición serviría igual para la revolución
neolítica (también esta fue un cambio cualitativo de alcance universal que
transformó la economía y comportó nuevas relaciones sociales y nuevas
técnicas).

· ¿Cuál es, pues, la especificidad hca de la revolución que nos ocupa? En la


aparición de la sociedad capitalista industrial radica su singularidad hca.

· Esta mutación, consumada por primera vez en Inglaterra entre la segunda


mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX, se replicó,
sucesivamente, en otros países del globo. Estos países, a medida que
consumaban la Revolución industrial, se transformaban en sociedades muy
distintas a como lo fueron anteriormente. Las llamamos, por la importancia que
en ellas asume la industria, sociedades industrializadas. Las principales
características de las sociedades industrializadas son:

1. Se desarrollan unas nuevas relaciones sociales para producir, cuya


característica esencial es la generalización del trabajo asalariado.
Además, el trabajo se hace más productivo: se profundiza en la

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división del trabajo, aparecen grandes unidades productivas, se
desarrolla y crece la mecanización, se aprovechan fuentes de
energía de origen inanimado. La producción crece a un ritmo
constante o “autosostenido”. La mano de obra dedicada a la
producción industrial aumenta y acaba por ser superior a la que se
dedica a actividades agrarias.
2. Este crecimiento de la producción supone otro crecimiento recíproco:
el de los mercados. El capitalismo industrial crea el mercado que
consume las mercancías que produce, en consecuencia, desarrolla el
mercado interior y los exteriores, internacionalizando el sistema
económico por todo el mundo.
3. La sociedad capitalista se estructura de distinto modo a como lo
estaba antes: burguesía/proletariado.

Otros rasgos característicos del capitalismo industrial:


- La población se urbaniza.
- Los países industrializados dominan el mundo y subordinan a los
demás  Desarrollo/subdesarrollo.

· No se puede confundir (y esto es fundamental para acotar el concepto) la


Rev. industrial con la hª de este crecimiento: no se debe confundir Rev.
industrial con industrialización. La Rev. industrial es la etapa en que hace su
aparición las sociedad capitalista industrial, el momento hco. en que se
articulan los cambios sustanciales propios de la sociedad capitalista industrial.
Sólo la aparición, no su crecimiento posterior.

2. Periodización de la Revolución Industrial

· Hasta aquí la definición de un concepto. Pero en hª no hay definición de


ningún fenómeno si no se acota. En la explicación hca no pueden nunca faltar
dos dimensiones: la espacial y la temporal.

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· La Rev. Industrial aconteció en Inglaterra. Responde a un proceso
específicamente británico con repercusiones en la economía mundial. La
cronología de la Rev. industrial, para el caso británico, varía según los autores,
según los aspectos que estos consideran dirimentes para dar el proceso por
empezado y concluido.

- Piqueras-Sebastià prefiere arrancarla en 1763, año en que finaliza


la guerra de los Siete Años, y el Reino Unido gana considerables
extensiones en América del Norte y la India  Recursos y mercados
 Condiciones para hacer prosperar el capitalismo industrial. Otros
autores prefieren fijar la fecha de partida en 1769, coincidiendo con la
máquina de vapor.
- Similares matices caben para referirse al momento en que puede
darse por cerrado el proceso. Hay autores que destacan 1832,
momento en el que triunfan unas reformas políticas (el Reform Bill)
que dan forma a las transformaciones sociales previas. Otros hdores
buscan el triunfo del librecambismo o la eclosión del mov. cartista:
1846.
Convencionalmente vienen dándose, como punto de partida, la década de los
60 del siglo XVIII, y en concreto 1764, año en que se instala la máquina
hiladora (Jenny). La finalización es frecuente situarla en la década de los 30 del
siglo XIX, y en concreto en el año 1830, cuando se inaugura el ferrocarril
Liverpool-Manchester: de la máquina de hilar al ferrocarril. Y se considera como
adecuada, porque en esos años se produjo la mutación social y económica que
comporta la Revolución industrial. El proceso habrá concluido una vez
afianzado el cambio estructural. El crecimiento económico continuará después,
pero la Rev. industrial habrá finalizado. Esta periodización atiende, pues, al
momento de la transformación del modo de producción, no a su expansión
subsiguiente.

· La historiografía reciente (Berg, Landes, etc.) subraya que las fábricas


altamente mecanizadas, con una alta producción, intensivas en capital, etc. se
generalizaron después de 1830 (y no antes de esa fecha). De hecho, durante
los años de la Rev. industrial en Gran Bretaña, mientras hacían su aparición las

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modernas fábricas, dominaban los talleres manufactureros y el trabajo a
domicilio. En una palabra, entre los años 1770 y 1830, el sector moderno de la
industria fue muy restringido.
Con todo, y pese a que la situación de la economía británica de los años
de la Rev. industrial fuese un mosaico abigarrado donde se daban cita la
tradición y la novedad, M. Baldó considera que lo que interesa destacar no es
tanto el número de fábricas respecto al número de talleres manufactureros; no
es tanto el número de obreros sujetos entonces al sistema fabril respecto al
número de trabajadores incluidos en el sistema manufacturero, sino que la
tendencia a la que apuntaba el capitalismo británico era el sistema fabril. La
Rev. industrial en 1830 había madurado, aunque tuviese todavía “pocas
máquinas” y “pocas fábricas” a juicio de algunos historiadores, aunque
continuasen existiendo “muchos” trabajadores a domicilio y aunque tuviese
“unos pocos” kilómetros de vía férrea (incluso, hay hdores, entre ellos Cipolla,
para los que la Rev. industrial, inclusive la británica, aún no ha terminado; tan
sólo se ha superado su primera fase).

3. Interpretaciones sobre la Revolución Industrial

· Nos proponemos ahora explicar la evolución del concepto de Rev. industrial.


Los conceptos “Revolución industrial” e “industrialización” tienen su propia
historicidad. David Cannadine señala al menos cuatro formas de entender el
concepto:

1. Aunque el término Rev. industrial ya fuera utilizado a mediados del


siglo XIX por autores franceses (A. Blanqui) o británicos (Stuart Mill)
para designar el cambio profundo que había experimentado la
economía inglesa desde el último tercio del siglo XVIII, no es hasta la
publicación del libro I de El Capital (1867), de C. Marx, cuando el
concepto alcanza una mayor concreción al abordar la génesis de la
sociedad capitalista-industrial en toda su dimensión económica y
social. Sin embargo, fue el británico A. Toynbee quien, en su obra
póstuma “Lectures on the Industrial Revolution in England” (1884),

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más contribuyó a difundir el concepto entre los hdores. Concebía la
Rev. industrial como un cambio profundo y radical que se producía en
breve tiempo: las décadas finales del siglo XVIII. Mediante la
revolución se pasaba de un mundo tradicional y agrario a un mundo
moderno e industrial. La revolución, además, era causada por los
cambios técnicos. Posiciones similares hallamos en diversos hdores:
Gibbins (1896), Beard (1901) o P. Mantoux (1901), revisada en
1928. “La Revolución industrial en el siglo XVIII” de Mantoux es un
libro clásico y paradigmático de la historiografía liberal de comienzos
de siglo. La diferencia con respecto al planteamiento marxista
estriba, fundamentalmente, en que Mantoux pone el acento
exclusivamente en las transformaciones que se operan en las
capacidades humanas, materiales y técnicas de que dispone la
sociedad para producir. Sin embargo, aunque estos fueron logros
importantes, el nuevo sistema industrial tuvo además otros
importantes aspectos.
Uno de los aspectos que tuvieron en común los escritores de
finales del siglo XIX y principios del siglo XX fue su convencimiento
de que los países implicados estaban pasando realmente a través de
una “revolución y no simplemente por un proceso gradual y
prolongado, aunque intensificado, de avance industrial.
2. Durante el período de entreguerras una serie de historiadores
pusieron en duda el carácter “revolucionario” del crecimiento
económico británico: Clapham (1926) o Heaton (1933). Este nuevo
punto de vista gradualista recibió un fuerte apoyo con la obra de
Ashton, el autor de la historia de la revolución industrial más
ampliamente leído en Inglaterra desde la guerra. En “The Industrial
Revolution (1948), argumentó que “la palabra revolución implica una
rapidez súbita en el cambio que no es, de hecho, característica del
proceso económico”. A pesar de ello, fue difícil renunciar a un término
tan incorporado al hablar común. Estos historiadores reflejaban en
sus obras las preocupaciones en torno a la guerra y a las
fluctuaciones económicas, haciendo hincapié en la naturaleza cíclica
del proceso de industrialización.

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3. Desde los últimos años de la década del 50 la recuperación de la
economía de Occidente hizo pensar que las dificultades de la
posguerra estaban completa y definitivamente superadas. El
“problema de los ciclos” –especialmente los períodos de descenso-
cedía lugar al debate alrededor de las teorías del desarrollo y de los
modelos de crecimiento. La Revolución industrial pasa a verse más
en términos de crecimiento económico sostenido (de la producción
en particular) que de cambio técnico, industrial y social. Esta nueva
visión ha sido el resultado de la preocupación por los nuevos
problemas que han aparecido desde la guerra –problemas tales
como el papel del Estado en los planes económicos y las dificultades
particulares que afrontan las naciones en desarrollo de Asia y África
cuando intentan industrializar y modernizar sus economías-. La
cuantificación y la elaboración de “modelos” económicos poblaron los
libros que hablaban de este fenómeno histórico. La preocupación que
orientó lo estudios fue la de establecer las diversas “etapas” que en
el pasado habían preparado este salto cuantitativo y cualitativo que
fue la Rev. industrial y, una vez definidas, establecer los modelos
que, pudiendo deducirse de ellas, se proyectasen a las economías
del presente, con especial atención a las del mundo subdesarrollado.
Uno de los teóricos más influyentes del período fue Rostow y el
modelo que delineó, por primera vez en 1956, en un artículo del
Economic Journal, y que luego elaboró en su libro “Las Etapas del
Movimiento Económico” (1960). Para Rostow, la Rev. industrial fue
la culminación de una serie de etapas. A una Rev. comercial, que
tuvo lugar a comienzos del siglo XVIII, le sucedió una Rev. agrícola a
comienzos del siglo XVIII y una Rev. en los transportes ubicada
cronológicamente en la segunda mitad de ese siglo. Cada rev., de
esta manera, fue precedida por otra necesariamente previa. El efecto
acumulativo de todas producirá la Rev. industrial: el “despegue” (take
off) hacia un largo período de expansión industrial.
Pero aparte de su común preocupación por el “crecimiento” y su
general acuerdo acerca de la naturaleza de la “revolución”, los
nuevos hdores y economistas mantenían opiniones

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considerablemente diferentes en cómo, porqué y cuándo sobrevino la
“revolución”.
4. El clima “optimista” que permitía la economía mundial de los 60
llegaba a su fin durante la crisis del petróleo de comienzos de los 70.
No solamente comenzó a cuestionarse la idea de crecimiento sino
que se reparaba en las características desiguales del mismo. La
crisis del capitalismo orientará los estudios hacia visiones menos
espectaculares y más “evolutivas” del crecimiento. No resultan
extraños algunos debates en torno a la Rev. industrial durante los 70,
que separaban a “evolucionistas” o “gradualistas” y “revolucionistas”.
Entre aquéllos que ven la Rev. industrial como un clímax
espectacular de un proceso evolucionista, la consecuencia de un
largo período de lento crecimiento económico y aquellos otros que en
cambio ven una clara discontinuidad en la historia económica inglea,
una revolución después de la cual la industrialización avanzó
aceleradamente. También se abandonará la búsqueda de un solo tipo
o modelo de Rev. industrial, y se apelará a diversos tipos posibles de
desarrollo.
Un nuevo territorio comenzará a ser explotado sistemáticamente:
el de la protoindustrialización (Mendels, 1972). La
protoindustrialización mostrará que el desarrollo industrial en la
Inglaterra del siglo XVIII fue en gran parte de base rural, de taller
doméstico, de industrias rurales domiciliarias, de tecnología artesana,
de manufactura en pequeña escala, donde el comerciante o putter-
out aún era la figura principal como organizador, controlador de la
producción, planificador del mercado… Los estudios sobre la
protoindustrialización mostrarán que hubo ya unas pre-condiciones
en las sociedades agrarias sin las que no se puede explicar el “salto
hacia delante” de Gran Bretaña a finales del XVIII.

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4. Los orígenes de la Revolución Industrial británica

· Afrontar el origen de la Revolución industrial no es tarea fácil. Cada hdor no


sólo tiene su lista de causas, sino que también tiene cada uno su causa
individual favorita, o pone más énfasis en una de ellas que en las demás.

· Considerando la situación actual de las investigaciones, no fue Inglaterra


como nación lo que se industrializó a partir del siglo XVIII, sino regiones muy
concretas del país, ni se trató de un proceso dramático y revolucionario, sino,
más bien, de una evolución gradual y de larga duración. La cuna de la
industrialización de Inglaterra se encuentra en el condado de Lancashire y
estuvo estrechamente relacionada con la producción algodonera. No debe
imaginarse, naturalmente, que los primeros inicios de la industrialización
británica supusieron el establecimiento de un sistema gigantesco de fábricas.
La producción manufacturera de Gran Bretaña mantuvo, durante un tiempo
relativamente largo, formas de producción preindustriales. Sin embargo, lo
decisivo para la evolución posterior fue que en la Inglaterra de aquel tiempo
nació un modo de producción nuevo que condujo a una transformación
estructural de la economía con amplias consecuencias a largo plazo.

· El éxito de la Rev. industrial en Inglaterra ha sido atribuido a una conjunción


de factores única hasta entonces. La agricultura británica, esto es, el sector
agrario, contribuyó esencialmente al éxito de la industrialización. La unidad de
producción agraria básica en la Europa preindustrial era el minifundio de
explotación familiar. En los dos sistemas de cultivo predominantes –la rotación
bienal en la Europa seca y la trienal en la húmeda-, los rendimientos de la tierra
eran pequeños porque se abonaba de modo insuficiente. La escasez de abono
derivaba de lo reducido de la cabaña y resultaba imposible obtener más
porque, para ello, era necesario aumentar la superficie de pastos, lo que
significaba disminuir la de cereales. Además de obtener cortos rendimientos
por hectárea, las familias explotaban poca tierra porque sus máquinas y
herramientas les impedían laborear más (escasa velocidad de los arados
tirados por bueyes, siembra manual, siega con hoces y guadañas y recolección
también manual) y porque la mitad o un tercio se dejaba en barbecho por la

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falta de abono. Así pues, la productividad agraria era pequeña al explotar las
familias pocas hectáreas y al ser parco el rendimiento de cada una.
La revolución agraria de los siglos XVIII y XIX requirió de cambios
tecnológicos e institucionales. El proceso se inicio en la Inglaterra de fines del
siglo XVII, cuando algunos aristócratas de la región de Norfolk introdujeron en
sus haciendas la rotación cuatrienal descubierta por los agricultores
holandeses. En la rotación trienal, la primera hoja de la tierra se dedicaba al
trigo. La segunda, a tubérculos. En la tercera se plantaban cereales de
primavera y leguminosas y en la cuarta forrajeras. El cultivo de tubérculos y
forrajeras no desgastaban el suelo, sino que lo nitrogenaban, de manera que,
al año siguiente, esas dos hojas podían emplearse para trigo y cereal de
primavera. La innovación resultó trascendental por dos razones: el barbecho
desapareció y tubérculos y forrajeras permitieron alimentar a más ganado, con
lo que la cabaña aumentó y también lo hizo la cantidad de abono de origen
animal. Ambos hechos incrementaron la productividad porque se cultivó más
superficie y crecieron los rendimientos por hectárea. Otras innovaciones que
elevaron la productividad fueron la selección de semillas, la utilización de
arados de hierro más perfeccionados tirados por caballos y no por bueyes, y
las máquinas sembradoras arrastradas también por caballos. Al aumento de la
producción agraria también coadyuvó la extensión de la superficie cultivada con
la nueva tecnología (sustitución de antiguos cultivos por los nuevos, desmonte
de tierras y drenaje de zonas pantanosas). Las innovaciones introducidas
después de 1830-1840 continuaron incrementando la productividad: tractores,
segadoras y trilladoras movidos a vapor y uso de fertilizantes químicos.
Pero las innovaciones tecnológicas no hubieran sido posibles sin
modificar el marco institucional existente. Entre 1750 y 1800, las Enclosures
Acts -leyes que obligaban a cercar las tierras- provocaron que más de 2,4
millones de hectáreas de campos abiertos explotadas por pequeños
propietarios (yeomen) y de tierras comunales usufructuadas por campesinos
sin tierra (cottagers) se convirtieran en grandes haciendas compradas por
aristócratas, comerciantes y campesinos ricos. Los nuevos propietarios
introdujeron en ellas las innovaciones arriba descritas, cosa que nunca
hubieran podido hacer unos campesinos que practicaban en sus minifundios
una agricultura de subsistencia.

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La Revolución agraria tuvo efectos cruciales para la industrialización. El
primero fue un crecimiento de la producción de alimentos y materias primas
que posibilitó el abastecimiento de las ciudades. El segundo, la transferencia
de mano de obra a la industria y a los servicios. También, la mayor
productividad del sector redujo costes haciendo que beneficios y salarios
subieran y esto incrementó la demanda de bienes industriales (herraduras,
utillaje y maquinaria de hierro, fertilizantes, tejidos, enseres domésticos…). Otra
consecuencia positiva derivó del progresivo descenso del precio de los
alimentos, que permitió a los trabajadores de las ciudades consumir más
productos industriales y servicios. Finalmente, la agricultura suministró capital a
los sectores secundario y terciario. Aunque este hecho ha sido a menudo
menospreciado, hoy sabemos que, entre los primeros empresarios de tejidos, e
carbón y de hierro, aparecen personas cuya fortuna provenía de la agricultura.
Por otro lado, el ahorro agrícola también contribuyó a la construcción de
carreteras, canales y ferrocarriles.

· El notable aumento de población ocurrido a partir del siglo XVII puede


también calificarse de positivo para la industrialización de Gran Bretaña, si bien
aquí es difícil separar la causa del efecto. Este ascenso de la población sirvió
de apoyo al proceso de industrialización a través de una mayor oferta laboral y
de una demanda creciente de bienes necesarios para la vida.
Los demógrafos han manejado tres hipótesis para explicar el desplome
de la mortalidad: progresos de la medicina, mayor salubridad y mejor
alimentación. La primera de ella es hoy insostenible. Las únicas innovaciones
destacables en medicina fueron entonces la inoculación contra la viruela, el
diagnóstico de algunas enfermedades y el descubrimiento de la quinina para
combatir la fiebre. Estos pequeños progresos no pueden explicar el gran
descenso de la mortalidad. La inmensa mayoría de las enfermedades en cuyo
contagio vía contaminación del agua o inhalación interviene la insalubridad
pública y privada dejaron de ser epidémicas a lo largo del siglo XIX porque se
generalizaron progresivamente medidas profilácticas tales como la conducción
de aguas, el alcantarillado, los lavaderos públicos, la recogida de basuras o la
mayor higiene personal. También dejaron de ser epidémicas casi todas las
enfermedades relacionadas con la desnutrición porque la Rev. agraria y la de

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los transportes erradicaron las antiguas hambrunas y permitieron una dieta más
rica y abundante. El descenso de la mortalidad general, no debe, sin embargo,
ocultar las profundas diferencias que se dieron entre el campo, las zonas
burguesas de las ciudades y los suburbios obreros. En éstos la insalubridad y
el hacinamiento provocaron una elevadísima mortalidad hasta mediados de
siglo.
El comportamiento de la natalidad añadió más fuerza al crecimiento de
la población. La elevada natalidad guarda relación con el crecimiento
económico ya que éste facilitó el empleo de los jóvenes, lo que provocó un
aumento de la nupcialidad y un descenso de la edad nupcial.

· Es importante también para el éxito industrial de un país la magnitud de la


formación de capital, es decir, la cuota de capital que se invierte en medios que
acrecientan la producción futura. La procedencia de los primeros capitales
invertidos en la industria ha sido objeto de un largo debate entre, digamos, dos
escuelas: la que ha defendido que el capital originario provino del gran
comercio y la que ha sostenido la primacía de las fortunas modestas. En el
estado actual de las investigaciones, predomina la segunda hipótesis ya que,
entre otros, Crouzet, Bairoch, han demostrado que las primeras fábricas no
requerían de grandes inversiones de capital fijo y fueron creadas por pequeños
comerciantes, maestros artesanos o campesinos acomodados que lograron
reunir el dinero necesario recurriendo a familiares y amigos, haciendo luego
frente a las mayores necesidades de capital circulante (materias primas y
salarios) mediante la reinversión de beneficios y préstamos a corto plazo que
recibían de pequeños bancos rurales y comerciales. Por el contrario, esos
mismos autores sostienen que los beneficios del gran comercio se dirigieron a
comprar tierras, deuda del Estado y a financiar el propio comercio mediante
letras de cambio. Admitiendo, pues, la segunda hipótesis, también es cierto que
se conocen casos de fábricas creadas por comerciantes dedicados al
Verlagsystem o por sociedades comandaticias formadas por terratenientes y
grandes comerciantes.
Después de 1830, las inversiones necesarias para financiar las
industrias cada vez más costosas y el ferrocarril crecieron enormemente,
aumentado, pues, la demanda de capital y surgiendo dos instituciones que la

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nutrieron: las sociedades anónimas y la banca mixta o industrial. Mediante la
emisión de acciones que se retribuían con dividendos, las primeras lograron
atraer el ahorro privado y reunir de este modo grandes capitales en manos de
los socios fundadores. Por su parte, los Merchant Bankers ingleses jugaron
asimismo un papel decisivo ya que, captando ahorro proveniente de grandes
fortunas, concedieron préstamos a largo plazo a la industria.

· Estas inversiones eran necesarias, sobre todo, para aprovechar las


oportunidades de nuevas tecnologías de producción. Tuvo en esto un papel
importante las innovaciones que, como veremos, transformaron la industria
textil. Las transformaciones de una máquina provocan “estrangulamientos”, es
decir, desequilibrios a otros niveles que deberán, para prosperar, ponerse a su
misma altura. Podemos resumir, señalando que las unas atraen a las otras, y
son un elemento básico del proceso industrial.
El principal invento, no obstante, fue la máquina de vapor. Watt partirá
de los estudios que realizaron Savery y Newcomen a fines del siglo XVII, y
tras años de estudios parciales, construirá una máquina motriz que será la
base de la industrialización por su aplicación a todos los sectores: algodón,
siderurgia y ferrocarril.

· La estructura y la expansión del comercio exterior británico tuvieron también


un papel importante en el éxito de la Revolución industrial en Inglaterra. Hasta
comienzos del siglo XVIII, el comercio exterior británico se expandió a una tasa
moderada. El volumen comercial experimentó un auge dramático después de
1750. Este crecimiento estuvo determinado por el cambio ocurrido en el
comercio exterior británico durante el siglo XVIII. Hasta 1760, Inglaterra era un
país exportador de productos agrícolas que enviaba cereales al continente
europeo, pero a partir de los años setenta del siglo XVIII, creció de manera
considerable la importación de cereales y las Islas Británicas modificaron sus
productos de exportación y sus socios comerciales. La estructura exportadora
de Gran Bretaña se vera fuertemente marcada en lo sucesivo por los productos
elaborados, exportados sobre todo a América, incluidas las Indias
Occidentales. La manufactura del algodón, primera que se industrializó, tendrá

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un papel destacado en el comercio exterior, tanto del lado de la exportación
como del de la importación.
La expansión de los mercados internacionales y, en particular, el enorme
crecimiento de la demanda de productos de algodón a comienzos del siglo XIX
contribuyeron decisivamente al éxito de la industrialización británica. No
obstante, la historiografía actual considera también como básica la demanda
interna, generada por el crecimiento demográfico. La principal ventaja del
mercado interior era su estabilidad. Es posible que su participación en la Rev.
industrial fuera modesta pero es indudable que promovió el crecimiento
económico y, lo que es más importante, siempre estuvo en condiciones de
desempeñar el papel de amortiguador para las industrias de exportación más
dinámicas frente a las repentinas fluctuaciones y colapsos que eran el precio
que tenían que pagar por su superior dinamismo. Este mercado acudió al
rescate de las industrias de exportación en la década de 1780, cuando la
guerra y la revolución americana las quebrantaron y volvió a hacerlo tras las
guerras napoleónicas. Es posible que el mercado interior no proporcionara la
chispa, pero suministró el combustible y el tiro suficiente para mantener el
fuego.

· La mayor producción agraria e industrial creó grandes excedentes que


comercializar. Era preciso, pues, renovar los medios de transporte para
posibilitar un tráfico abultado, rápido y barato. Hasta mediados de la década de
1840, las mejoras se consiguieron gracias al acondicionamiento de viejos
caminos, a la construcción de canales y a los clippers, barcos de vela con gran
capacidad de carga y capaces de doblar la velocidad de los antiguos veleros.
Después de esa fecha, la aplicación del vapor al transporte terrestre y marítimo
permitió un tráfico todavía más voluminoso, rápido y barato. Ello fomentó el
comercio, lo que, a su vez originó una mayor especialización regional e
internacional que incrementó la riqueza. Por otro lado, la construcción de
carreteras, redes ferroviarias, buques y puertos tuvo notables efectos de
arrastre sobre un gran número de industrias. Así, pues, los nuevos medios de
transporte contribuirán de modo importante al crecimiento económico.

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· El extraordinario potencial expansivo de las industrias de exportación se debía
a que no dependían del modesto índice “natural” de crecimiento de cualquier
demanda interior del país. Podían crear las condiciones de un rápido
crecimiento por dos medios principales: controlando una serie de mercados de
exportación de otros países y destruyendo la competencia interior dentro de
otros, es decir, a través de los medios políticos o semipolíticos de guerra y
colonización. El país que conseguía concentrar los mercados de exportación de
otros, o monopolizar los mercados de exportación de gran parte del mundo en
un período de tiempo lo suficientemente breve, podía desarrollar sus industrias
de exportación a un ritmo que hacía la Revolución industrial practicable para
sus empresarios. Y esto es lo que sucedió en Gran Bretaña en el siglo XVIII.

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