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SENTIDO DEL DÍA: JUEVES


SANTO

Sentido del Triduo Pascual

El domingo de Ramos iniciamos la


Semana Santa, ya hemos hablado que es
la semana mayor, la culminación de la
misión redentora de Cristo Jesús.
Hoy jueves entramos en la
segunda parte de la Semana Santa, que
está constituida por el Triduo Pascual; en
éste conmemoramos, paso a paso, los
últimos acontecimientos de la vida de
Jesús, desarrollados en tres días. El
triduo surge como celebración de la fiesta
grande de la Pascua, a partir de su vigilia,
e incluye la totalidad del misterio pascual.
Recordemos que la celebración anual de la Pascua es del siglo II.
El triduo estaba formado originariamente por el Viernes y el Sábado
santos como días de ayuno, lectura de la pasión y vigilia, junto al Domingo de
Resurrección. Posteriormente, entre los siglos III y VIII se añadió el Jueves, que
en realidad era el último día de cuaresma y tiempo para preparar el triduo.
Estos tres días santos son culminación celebrativa de todo el año litúrgico,
retiro espiritual de los creyentes en comunidad y momento principal de
decisiones cristianas. Entendido el triduo como un tiempo vital comunitario,
debe ser preparado con anticipación. Mejor dicho, la Cuaresma es en realidad
un retiro de cuarenta días de preparación a la celebración de la Pascua.
Recordemos que las celebraciones pascuales no sólo son venerables por su
antigüedad (siglo II), sino también porque se centran en el núcleo básico del
cristianismo. Son casi seguidas, tienen amplitud, están relacionadas entre sí y
manifiestan el sentido de la vida cristiana en comunidad.
En la Pascua celebramos el memorial de la liberación salvadora (tránsito
de Jesucristo de la muerte a la vida), mediante el cual recordamos el pasado,
confesamos la presencia de Dios en el presente y anticipamos el futuro. En
estricto rigor, la Pascua de Cristo es el paso «de este mundo al Padre» (Jn
13,1). Toda la vida de Cristo es una Pascua: «Salí del Padre y he venido al
mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28). Jesús se
encarna en el mundo sin perder su condición divina. El retorno al Padre, a
través de la resurrección, constituye un abandono de la existencia en la carne
para entrar en una nueva existencia en el Espíritu. Esto es, en definitiva, la
liberación radical, que es pascual. Por consiguiente, la Pascua implica un
proceso de transformación social y de cambio personal. Es proceso de
liberación de toda servidumbre y opresión.
El Triduo Pascual, es algo más que un mero recuerdo psicológico de los
últimos días de Jesús o un aniversario de su muerte; es la celebración cristiana
2

-sacramental y comunitaria- de la esencia del cristianismo (persona, acciones y


palabras de Cristo en su tránsito); la asamblea más importante de las reuniones
cristianas; la conexión de nuestro tiempo con el suceso pascual liberador; el
redescubrimiento (siempre dominical y especialmente anual) de la identidad
cristiana, del ser y misión de la Iglesia en el mundo.
En definitiva, es el «memorial» pascual en que Cristo cambia los falsos
valores que circulan en la sociedad -sobre todo, la que idolatra el poder, las
armas y el dinero-, creando una alianza, un corazón y un pueblo nuevos. Es
compromiso actual desde la raíz de la justicia del reino, causa por la que murió
Cristo para la salvación de todos; esta justicia es radicalmente distinta de la
que, desgraciadamente, tiene vigencia en el mundo. Es esperanza de vida
plena, de amor total y de verdad completa, basados en el triunfo de Cristo
sobre los «infiernos» de la naturaleza humana, sobre el pecado como muerte y
sobre los ídolos de este mundo.

El Jueves Santo

El jueves santo se encuentra en la encrucijada entre la cuaresma y la


pascua. Es el último día de cuaresma, y su misa vespertina da paso al triduo
pascual, que es la preparación inmediata para la pascua, al mismo tiempo que
comienza ya su celebración.
Domina, pues, en este día el ambiente de preparación. Todo en él se
encamina a la pascua. Así ocurrió el primer jueves santo, cuando el Señor
envió a Pedro y a Juan para hacer preparativos: "Id y preparad para que
comamos la pascua" (Lc 22,8).
Para los fieles es un día de preparación espiritual. En él se reconciliaban
con la Iglesia los penitentes públicos de los primeros tiempos. Se les volvía a
recibir en plena comunión con la Iglesia, absolviéndolos de sus pecados
mediante un rito público y solemne, para que pudiesen volver a celebrar la
pascua y recibir la comunión pascual con los demás fieles. Es muy acorde con
la tradición el hacer la confesión pascual en este día, si es que no se ha hecho
antes.
El jueves santo se celebran dos misas: la llamada misa crismal, que
tiene lugar únicamente en las catedrales, y la misa vespertina en la cena del
Señor, en las parroquias y casa religiosas. La misa crismal incluye la
consagración de los óleos que se usan para el bautismo y otros sacramentos.
En esta liturgia resalta el tema del sacerdocio y su institución por parte de
Cristo. La misa vespertina conmemora sobre todo la institución de la eucaristía.
Ambos temas están íntimamente relacionados entre sí, pero es conveniente
distinguirlos con dos celebraciones.

La Misa crismal
Como ya dijimos arriba, esta misa se celebra únicamente en las
catedrales y tiene lugar por la mañana. El obispo diocesano consagra los óleos
y preside como celebrante principal. Es un rito hermoso e impresionante, que
además cuenta con un rico contenido catequético.
3

En esta asamblea del pueblo de Dios tenemos una expresiva


manifestación de la Iglesia, porque la diócesis es la Iglesia de Dios en
miniatura. En tiempos pasados era posible que un obispo celebrase la
eucaristía rodeado por casi todos sus feligreses. Esto es muy difícil en nuestros
días, pero sigue siendo lo ideal. Así lo expresa la constitución sobre la liturgia
del Vaticano II:
Conviene que todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la
diócesis en torno al obispo, sobre todo en la iglesia catedral, persuadidos de
que la principal manifestación de la Iglesia se realiza en la manifestación plena
y activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas,
particularmente en la misma eucaristía, en una misma oración, junto al único
altar donde preside el obispo, rodeado de su presbiterio y ministros 1.

La liturgia de jueves santo en la catedral se aproxima mucho a este ideal.


En ella tenemos al obispo, jefe de la Iglesia local, rodeado por sacerdotes de
todas las parroquias de su diócesis y representantes de los religiosos. El obispo
concelebra con sus sacerdotes como señal de unidad y fraternidad, y es
asistido por ellos en la consagración de los óleos. Los diáconos y otros
ministros también están presentes y tienen parte activa en la celebración.
Como expresión visible de la Iglesia jerárquica, es una ocasión única; y
más si están presentes también en ella un buen número de fieles. La asistencia
y participación de los seglares es muy de desear, porque la Iglesia no está
completa si no incluye esta parte del pueblo de Dios.
Es altamente significativo que la consagración de los óleos que han de
usarse para los sacramentos tenga lugar en el contexto de la eucaristía y en la
proximidad de la pascua. Los sacramentos reciben su significación y eficacia
del misterio pascual de Cristo, que se renueva en cada celebración eucarística,
y con solemnidad especial el día de pascua. Citemos una vez más la
constitución sobre la liturgia:
La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que, en los
fieles bien dispuestos, casi todos los actos de la vida sean santificados por la
gracia divina que emana del misterio pascual de la pasión, muerte y
resurrección de Cristo, del cual todos los sacramentos y sacramentales reciben
su poder2.
Todos los sacramentos tienen conexión con pascua; son sacramentos
pascuales. Debemos recordarlo cuando asistimos a un bautismo, confirmación
u ordenación y se usa el santo crisma; y también cuando se unge a alguien con
el crisma de los enfermos.
Todo sacerdocio es una participación del sacerdocio único de Cristo. Él
es nuestro mediador y sumo sacerdote, y su unción viene del Espíritu Santo.
Así se desprende de la lectura de Isaías (61,1-3.6.8-9) y del evangelio de Lucas
(4,16-21), donde el Señor cita y se aplica a si mismo los textos proféticos: "El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido".

1
SC 41
2
SC 61
4

Por el sacramento del orden, los hombres comparten de una forma


especial el sacerdocio de Cristo. A ellos se les da el poder de perdonar los
pecados y de convertir el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, cosa
que hacen en su nombre y por su mismo poder. Ellos son, de manera especial,
pastores y maestros de la Iglesia, así como administradores de los
sacramentos. Todo esto se resume en el prefacio:
Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención,
preparan a tus hijos al banquete pascual, presiden a tu pueblo santo en el
amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con los sacramentos.
No es fácil para el sacerdote vivir a la altura de su vocación y ministerio.
Necesita el apoyo y la oración de los demás cristianos. Necesita de vez en
cuando "avivar la llama", el don que ha recibido de Dios (2 Tim 1,6).
Una de las partes más impresionantes de la misa crismal, añadida
recientemente, es la renovación del compromiso de servicio sacerdotal.
Después del evangelio y la homilía, el obispo invita a sus sacerdotes a renovar
su dedicación a Cristo y a la Iglesia. Juntos prometen solemnemente unirse
más de cerca a Cristo, ser sus fieles ministros, enseñar y ofrecer el santo
sacrificio en su nombre y conducir a otros a él.
En este acto de entrega, el obispo pide para sí las oraciones de todo su
pueblo. Necesita sus oraciones. Como el gran obispo san Agustín dijo en una
ocasión a sus fieles: "Si por un lado me aterroriza lo que soy para vosotros, por
otro me consuela lo que soy con vosotros"3.
Un obispo representa a Cristo en su diócesis de una manera muy real.
"El obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien
deriva y depende en cierto modo la vida en Cristo de sus fieles" 4.
La bendición de los óleos y la consagración del crisma puede hacerse
después de renovar los compromisos o en otro punto más avanzado de la misa.
La tradición más antigua coloca la bendición del óleo de los enfermos
inmediatamente antes de terminar la plegaria eucarística; la bendición del óleo
de los catecúmenos y la consagración del crisma tienen un interés especial.
Todos los sacerdotes concelebrantes se asocian a la plegaria consecratoria,
que es una de las más solemnes de la liturgia. Contiene una auténtica lección
sobre la dignidad y poder de los sacramentos, en particular del bautismo.

La Misa vespertina
El triduo pascual comienza con la misa vespertina de la cena del Señor.
Todo el misterio del Jueves Santo y del Triduo Pascual se contiene en estas
palabras de Juan (13,1): «Era antes de pascua (judía). Sabía Jesús que había
llegado para él la hora de pasar de este mundo al Padre (Pascua de Cristo);
había amado a los suyos (entrega, Jueves Santo) que vivían en medio del
mundo y los amó hasta el extremo (muerte, Viernes Santo). Estaban cenando
(Eucaristía, Pascua cristiana)» ... En la Eucaristía del Jueves Santo, la Iglesia
revive la última cena de despedida de Jesús y celebra la caridad fraterna por
3
Liturgia de las horas IV, 1201, oficio de lecturas para la fiesta de san Jenaro.

4
Constitución sobre la liturgia, 41.
5

medio de dos gestos: uno, testimonial (el lavatorio); el otro, sacramental (la
Eucaristía). Con la Misa vespertina del jueves comienza actualmente el triduo.
Por eso se afirma que el Jueves Santo es «conmemoración de la cena del
Señor». Todas las lecturas de este día evocan la entrega de Jesús, que cumple
con el viejo rito de la antigua pascua (la lectura), ofrece su cuerpo en lugar del
cordero (2ª lectura) y proclama el mandamiento del servicio (Evangelio). Pero,
al mismo tiempo, Jesús es entregado por Judas y abandonado por los demás
discípulos.
Actualmente, al haber declarado Caritas el Jueves Santo como «día del
amor fraterno», tanto la institución de la Eucaristía como la del sacerdocio han
pasado, por así decirlo, a un segundo plano. Sólo quienes participan en los
oficios litúrgicos se dan cuenta del misterio que entraña este día.
Un símbolo importante del Jueves Santo es el lavatorio de los pies, en el
que sería bueno que participara el mayor número posible de fieles, nos
recuerda el mandamiento imprescindible del Amor que se manifiesta en el
servicio. El «monumento» podría situarse en un sitio apropiado del templo,
donde se celebrará la «hora santa» Termina el jueves con una oración
prolongada personal en silencio.

BIBLIOGRAFÍA
Casiano Floristan. De domingo a domingo. El evangelio en los tres ciclos litúrgicos, Sal Terrae. Santander
1993.pág. 61-73

VINCENT RYAN. Cuaresma-Semana Santa. Paulinas.Madrid-1986. Págs. 80ss.

(mercaba.org)

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