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1. Introducción
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1. Introducción
persona más allá, es decir, que lo humano se acerque a lo animal y lo animal a lo humano, quedando
estos dos a un mismo nivel ético, cosa que no puede ocurrir. De esta manera, surge un movimiento
Singer, quien en 1975 en su obra «animal liberation» “trata de llevar la ética más allá de los límites
de la especie humana” (Cortina, 2009, pág. 42), como si el animal fuera igual a nivel ético y moral
que el ser humano. A partir de estas manifestaciones en favor de los animales, la UNESCO hizo
una “«declaración universal de los derechos del animal»” (UNESCO, 1978), argumentos válidos
para el movimiento, ya que se afirma que todos los animales nacen con los mismos derechos, como
el derecho a la existencia, desde el punto de vista de un plano biológico, lo que lleva a pensar que
el hombre debe tener los mismos deberes y derechos para con los animales, que no tiene capacidad
de razonar o presentar algún argumento que ponga de manifiesto que ellos tengan las misma
Por esta razón, Adela Cortina discute y enfrenta esta corriente, para llegar a un punto de
equidad, ya que “el movimiento animal ha tenido entre otras la ventaja de sacar a la luz un asunto
relegado en exceso, que es el valor interno de los animales” (Cortina, 2009, pág. 223), buscado dar
a conocer que la vida es valiosa en sí misma, tanto en la naturaleza como en los animales, dejando
de lado su simple instrumentalización, es decir, que no solo se vean como simples mercancías, que
dan sustento político y económico a la humanidad, etc., lo que hace olvidar que ellos merecen
respeto y unos derechos indirectos, que son responsabilidad del hombre, que es aquel ser capaz de
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razonar y saber escoger entre el bien y el mal, tanto para sí mismo como para el conjunto de toda
la creación.
El hombre, como ser dotado de racionalidad y con la capacidad de reflexionar lo que sucede
también de explicarse a sí mismo, de tal manera que, aunque históricamente cerca de X siglos, se
afirmó que Dios estaba en el centro de todo lo que rige el universo, el tema fue cambiando
progresivamente cuando el hombre empezó a reflexiona sobre sí mismo y se dio cuenta que era
capaz de comprenderse y razonar. Pero, esta reflexión en torno al hombre, no es asunto que atañe
particularmente a nuestros días ni a los últimos siglos de esta era, sino que ya en la antigüedad, los
Así, encontramos que los griegos colocan al hombre como centro del universo, mostrando que
él «es la medida de todas las cosas, tanto del ser de las que son, como del no ser de las que no son»
(Platón, El Teeteto 151e - 152a), tal como parece afirmarlo Protágoras. Desde este punto de vista,
se puede considerar que, en un sentido relativista, este postulado sería verdadero, porque a cada
individuo las cosas se le manifiestan de diferente manera, por lo cual, su visión subjetiva vendría
a ser el centro de la concepción del mundo, por lo que el hombre se convertiría en el centro del
universo, ya que su capacidad de razonar sobre el cosmos lo reinventa como el ser que es la medida
de todo. Sin embargo, Protágoras no pretendía asegurar que el hombre era el centro del universo
como tal, sino “hacer una profesión de relativismo al declarar que las cosas y los valores son como
los captan cada hombre y cada pueblo, que no podemos decir de las cosas y los valores, sino lo
que nos parece que son y lo que nos parecen que valen” (Cortina, 2009, pág. 23). Por tanto, exponer
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que el criterio del hombre sobre las cosas lo hace acreedor del puesto central del mundo no es la
intención fundamental de Protágoras, pero si pone de relieve la importancia del hombre dentro de
Ahora bien, en esa tarea de entender si “el hombre es la medida de todas las cosas (en el sentido,
sin duda de que tal como me parecen a mí las cosas, así son para mí, y tal como te paren a ti, así
son para ti)” (Platón, El Crátilo 385e – 386a), es decir, en un sentido relativista, se debe, en primer
lugar, situar tal enunciado como una expresión de carácter antropocéntrico, puesto que allí se da
“un paradigma que sitúa al hombre en el centro del universo y relega a los demás seres” (Cortina,
2009, pág. 23); dicha afirmación, lleva a colocar al hombre en la cúspide del reino animal. De esta
forma, el interés por el hombre ha sido cada vez mayor a lo largo de la historia –tanto así– que
muchas veces se irrespeta a los demás seres que le rodean o, también, se ha llegado a faltar a la
De igual forma, Aristóteles, en su ética, recuerda “que el hombre es el más principal de todos
los animales” (Aristóteles Ética Nic.VI,7), ya que el hombre posee la razón, el elemento que lo
diferencia de los demás seres. De ahí, surge la idea de que todos los demás seres se orienten hacia
él, es decir, que las plantas están para los animales y los animales están para el hombre, que los
domestica para su servicio y alimentación, viéndolo desde una visión ascendente de la naturaleza;
pero, dicha afirmación no justifica que el hombre pueda pasar sobre la naturaleza de todos los
Por otro lado, Descartes, en el siglo XVII, con su pensamiento, le sigue dando un auge a esta
problemática: cuando se pensaba que Dios era el centro de todas las cosas (teocentrismo), con su
afirmación “pienso, luego existo” (Descartes, A-T, IV, 32, 7), él ya le está dando un sentido más
elevado al hombre, puesto que es el ser capaz de pensar y tomar conciencia de sí mismo. Para
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llegar a esta afirmación, Descartes parte de una concepción siempre fiel a la tradición cristiana,
donde el hombre está compuesto de cuerpo y alma, de tal manera que para él, el cuerpo es la
extensión que ocupa un espacio concreto y el espíritu (alma) es inmaterial, en el que su atributo es
la conciencia y el pensamiento; así expuesto, el hombre es el único ser que razona, haciéndole
diferente a los demás y, por tanto, se ha de tener claro que el hombre como ser que tiene uso de
razón, es capaz de pensarse así mismo, logrando tener una dignidad y unos derechos propios,
cuestiones que él mismo se ha planteado desde su inicios. Todo aquello lo debe llevar a obrar de
una manera que no afecte a los demás seres que fueron puesto bajo su jurisdicción y/o a su servicio.
Es por esto que, en la afirmación de Kant: “obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu
persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca
simplemente como medio” (Kant, Ak. IV, 429) se adquiere un sentido en favor de la persona
humana, sin llegar a colocar a todos los seres como simples mercancías, ya que cada persona tiene
una dignidad; así que, “el hombre es fin limitativo para el hombre (no dañar) y a la vez es fin
positivo (sin ponderar)” (Cortina, 2009, pág. 25), lo que hace que se opte por una defensa de los
derechos fundamentales, que determinan como tal el respeto por la dignidad humana y, así, “los
llamados derechos humanos no hacen sino ir puntualizando qué capacidades de los seres humanos
tiene que verse protegidas y empoderadas para llevar una vida digna” (Cortina, 2009, pág. 25).
Por tanto, decir que el hombre es la medida de todas las cosas, es afirmar que ha determinado,
y aún determina, muchas cosas y cuestiones sobre sí mismo, su entorno y el mundo; pero, al
considerar las limitaciones del hombre a la hora de razonar, como en el ámbito ético, tiende a
debilitarse, puesto que él está colocando a otros seres a su mismo nivel, produciendo consecuencias
que también afectan el mundo de la política, dado que se debe velar con justicia y autonomía por
los derechos humanos. Es por ello que, Adela Cortina dice: “conviene afirmar que el hombre ya
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no es en exclusiva el centro de la vida moral y de la comunidad política, que hay otros seres que
aspiran a ser beneficiarios y protagonistas de ese mundo moral y político que es posible por la
que sean protagonistas del universo, de tal manera que ha llegado des-dignificar su propia esencia
como hombre, rebajando su nivel ético en cuanto tal; es decir, que el hombre mismo, en su libertad,
ha dejado de ser el centro de todas las cosas, ya que lo que se busca es tener claro que cada hombre
capta las cosas de una manera diferente de como son, por su misma autonomía, como también en
cuánto a lo que valen como seres. Así, este antropocentrismo generado desde los inicios filosóficos
está quedando relegado a otros seres, no humanos, que les falta la capacidad de razonar y de tomar
Entonces, la conciencia del hombre debe hacer, como ser que razona –atributo que le ha dado
el respeto, buscando siempre salvaguardarse en su dignidad de ser hombre en cuanto tal, porque
se diferencia de los demás seres, no solo por su complejidad en sí mismo, “sino por su naturaleza
que tiene una esencia ontológica diferente que puede ser elevada en el orden del ser” (Lucas, 2008,
pág. 242).
animal.
Al abordar un tema como este, es necesario tener claro que el término animalista debe ser
entendido como “dicho del arte o de sus manifestaciones: Que tienen como motivo principal la
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representación de animales” (Academia, 2018). Pero aquí el termino debe ser entendido como
“defensor de los animales” (Moliner, 2013). Partiendo de esta definición de primera mano y para
llegar al punto culmen de la discusión, se hace necesario realizar un recorrido histórico, para poder
Entonces, hablando históricamente, se puede decir que “la primera generación del movimiento
animal actual en defensa de los animales surge en el Reino Unido, en la década de los setenta del
siglo XX” (Cortina, 2009, pág. 41), puesto que allí se lleva a cabo un rito supersticioso para
conmemorar las cosechas de cada año, donde un grupo de animales, como los perros, fueron
utilizados para cometer actos que atentan contra su naturaleza, es decir, que se cometieron
crueldades, con el único motivo de divertir a un grupo de individuos o, simplemente, para decir
que la materia fecal de los perros serviría como abono y obtener buenas cosechas. Esta situación
lleva al siguiente interrogante: ¿para tener buenas cosechas se debe llegar a cometer actos de
Dicha cuestión, da pie para que muchos filósofos moralistas busquen asumir la defensa por los
animales, como el caso de Peter Singer, quien en 1975 publicó su obra “animal liberation”, un
documento que se ha venido convirtiendo en la biblia del movimiento animal, dado que “el autor
trata de llevar la ética más allá de los límites de la especie humana” (Cortina, 2009, pág. 42), como
si el animal fuera igual a nivel ético y moral que el ser humano. A partir de estas manifestaciones
en favor de los animales, la UNESCO hizo una “«declaración universal de los derechos del
animal»” (UNESCO, 1978), argumentos que son válidos para el movimiento, ya que se afirma que
todos los animales nacen con los mismos derechos, como el derecho a la existencia; pero, esto es
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Por otra parte, el animalismo se sirve tres tipos de argumentos: el especismo, los casos
marginales y el sufrimiento, que serían los elementos fundamentales para sostener que los animales
tienen derechos, al igual que las personas. En primer lugar, “el especismo consiste en distinguir
netamente las especies animales de la humana, y afirmar el valor de algunos seres vivos solamente
porque pertenecen a la especie biológica humana” (Lucas, 2008, pág. 240); ésto, le ha llevado a
una discusión sobre él mismo (hombre) y los demás animales, en cuanto que se cree más superior
a todos los demás seres, haciéndolo un argumento válido para los animalistas, además, que está
El segundo elemento, sería “los llamados «casos marginales» (marginal men), es decir,
situación de inconciencia que otros seres no humanos” (Lucas, 2008, pág. 240), ya que, sabiendo
que ellos son respetados por el simple hecho de pertenecer a la condición de la especie humana,
fundamento para que se deban hacer valer sus derechos, se cuestionan por qué no ocurre lo mismo
con los seres que no son humanos; es decir, que en la medida que se respeten y se hagan valer los
derechos de los “casos marginales”, también se deben hacer valer los derechos de los no humanos.
movimiento, dado que “como los hombres, también los animales experimentan dolor y placer”
(Lucas, 2008, pág. 241), y observar la crueldad de algunos de los actos de los hombres para con
los animales, como si no sintiesen lo que les está ocurriendo, haciendo repudiable estos actos para
la opinión pública, incluso sin ser parte del movimiento, hace que la cuestión se vuelva más
contundente a la hora de pedir los derechos de los animales, al nivel que los posee el hombre, para
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permitir dichos actos que degradan el ser y la naturaleza de los animales y su propósito en el orden
natural.
Sin embargo, se ha de tener en cuenta que Adela Cortina, con una visión histórica, pero también
bíblica, en su obra “Las fronteras de la Persona”, nos dice que en “el relato de la creación del
libro del Génesis es indudable que el actor principal es el hombre” (Cortina, 2009, pág. 46), puesto
que Dios crea al hombre a su imagen y semejanza y le da el domino de la tierra cuando dice “sed
fecundos y multiplicaos, henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves
del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra” (Gn 1,28), de tal manera que, le da potestad de
regir, pero no de adorar animales, y que todos ellos estén a su servicio. En contraposición a ello,
Peter Singer, tomando como fundamento la Sagrada Escritura y, para darle validez a su
movimiento animalista, dice, que el relato de la creación “ved que os he dado toda hierba de semilla
que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla. Todo ello
servirá de alimento” (Gn 1,29), es para sustentar que el hombre en un principio se alimentaba de
las hierbas que producía el campo y no de animales, es decir, que “la crueldad injustificable estaba
prohibida, y que «dominio» es realmente «custodia», y somos responsables ante Dios por el
cuidado y bienestar de aquellos que están bajo nuestra custodia” (Singer, 1975, pág. 234), de tal
manera que se va entretejiendo el argumento, que defiende a los animales, buscando colocarlo en
No obstante, decir que existe la posibilidad que los animales pueden pasar a formar parte de la
vida moral del hombre, siguiendo los argumentos presentados por el movimiento animalista, es
algo erróneo, ya que, aunque pueden ser válidos los postulados que presenta Peter Singer, con todo
su movimiento animal para defender a los animales de los abusos del hombre y la crueldad, se
debe tener clara la idea que, como él mismo dice, el hombre está para el dominio de los demás
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seres. Esta idea del predominio del hombre sobre los animales, también se refleja de una manera
El hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la
poseen también los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de
placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así
como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él sólo,
el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y la participación
comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad. (Aristóteles, La política L. I. 1253 11-12)
animal el sufrimiento y el dolor son algo que se debe evitar, por el hecho de lo que es en sí, en
cambio en el hombre, este fenómeno se percibe con toda intensidad de conciencia, llegando a
Aristóteles, aunque entre el hombre y el animal hay muchas similitudes o semejanzas, también
existe una pequeña, pero a la vez abismal, diferencia como lo será el lenguaje, que hace que el
hombre tenga autoconciencia y autonomía para ser capaz de dominar y regir todas las demás
especies.
momento, la palabra dignidad. “El término dignidad se ha empleado también para designar la
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especial posición del ser humano, como ser racional, entre los demás seres naturales” (González,
2010, pág. 317). De ahí que, este argumento se ha utilizado desde antiguo en contextos políticos
para marcar principalmente las notas de libertad y de cierta independencia que hay en el hombre,
es decir, que la “noción de dignidad expresa el valor y la trascendencia de toda persona humana”
(Rodríguez, 2005, pág. 20) porque es fin en sí mismo, logrando decir que ontológicamente la
un paso muy importante, porque por primera vez se reconoce de manera universal que los seres
humanos tienen derecho a ver protegida su dignidad, puesto que “todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros” (Naciones Unidas, 1948, Art. 1). Este tema
sigue siendo centro de muchos debates y, por tanto, también se debe tener en cuenta que el hombre
tiene deberes directos e indirectos, para con la naturaleza y para consigo mismo, siendo una
discusión que Adela Cortina buscó dejar en claro, puesto que, ella en su argumentación en el
Entonces, puesto que todos los “seres humanos tenemos deberes directos en relación con los
animales, que corresponde a sus derechos de que los cumplamos, y son, por lo tanto deberes de
justicia” (Cortina, 2009, pág. 64), es así, como en principio el maltrato a los animales, además de
presentar un mal carácter donde el hombre se daña a sí mismo y a los demás, porque demuestra la
crueldad, sabiendo que los animales tienen interés de vivir y desarrollar su instinto y por ello no
merecen ser maltratados; equivaldría a la vulneración de esos deberes de justicia. Respecto a los
deberes indirectos o también llamados deberes morales “cobran su fuerza obligatoria, no del
reconocimiento de derechos que los animales no tienen, sino del derecho de los hombres a ser
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tratados con respecto” (Cortina, 2009, pág. 65), ya que quien no es capaz de cultivar una actitud
de compasión y de respeto con los animales, difícilmente lo podrá hacer, con los demás hombres,
puesto que los animales se comportan de una manera análoga y semejante a como lo hacen los
hombres.
Ahora bien, en ese reconocimiento cordial de la dignidad humana y, teniendo claro que hay
deberes directos e indirectos con los animales, se debe tener una exigencia moral. Partiendo de
dicho argumento, al tener en cuenta a Kant, para quien “el único bien moral en el mundo, es una
buena voluntad o una voluntad pura” (Kant, AK. IV, 428), se puede afirmar que el hombre se
convierte en un fin en sí mismo que, a su vez, puede proponerse fines, ya que él es capaz de hacerse
preguntas morales y discernir entre lo justo y lo injusto, como también obrar según sus principios
morales, es decir, de forma responsable. De igual manera, al ser fin en sí mismo –el hombre– es
un ser autónomo que merece un respeto incondicionado, donde para Kant “la autonomía, es, pues,
pág. 49), marcando así una diferencia entre los animales y los seres humanos y, por tanto,
Todo ello Adela Cortina lo ratifica cuando dice que “la estructura del reconocimiento recíproco
de que esa capacidad es indispensable para que un ser viva su vida consciente de su dignidad”
(Cortina, 2009, pág. 201) y es por ello que, percibir si se lleva un vida digna o indigna solo lo
pueden hacer los seres capaces de tomar conciencia de esa situación; y, puesto que los demás seres
pueden sentir dolor, placer, cosa que es importante –lo que hace– que se ejerza los derechos de
justicia para no dañarlos, he aquí que la diferencia con el hombre, porque estos seres no pueden
ser conscientes de la dignidad de su existencia, ya que “para tener conciencia de ello se necesita
tener autoconciencia, que en cuestiones de dignidad se despierta desde el reconocimiento que otros
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hacen de ella” (Cortina, 2009, pág. 201). Sin embargo, es difícil saber si las personas son dignas o
no.
Por otro lado, se puede observar otro rasgo de dicha diferencia entre hombres y animales, ya
que el ser humano es sabedor de si otras personas le tratan con o sin respeto, puesto que “un animal
puede dañar, pero no humillar; puede sufrir, pero no saberse despreciado por ser violados sus
derechos” (Cortina, 2009, pág. 202). Por tanto, mientras que el ser humano necesita de su
autoestima, para vivir bien, sabiendo que esto depende del trato que los otros le ofrecen, el animal
es inconsciente de esa realidad que lo rodea. En conclusión, para que los seres humanos lleguen a
desarrollar sus potencialidades, en cuanto persona, necesita que otros de su misma especie
reconozcan que tiene dignidad, caso contrario a lo que sucede con los animales, que no necesitan
tema de mucha controversia, que está expuesto a diversas críticas y, por tanto, reconocer la
dignidad de la persona humana y el valor de los animales, nos debe llevar a un punto neutro, debido
a que los argumentos animalistas han buscado sacar a la luz el “valor interno de los animales”
(Cortina, 2009, pág. 223) dado que la vida es valiosa en sí misma. En palabras Adela Cortina,
“Kant no daba el paso a exigir deberes directos en relación con los seres naturales, en su propuesta
sólo la persona es valiosa en sí misma, porque así lo muestra el método trascendental” (Cortina,
2009, pág. 174), esto no quiere decir que los seres humanos pueden tratar a los animales a su
antojo, dado que estos al hacer parte de la naturaleza, también tiene un valor intrínseco, del que se
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ha de tener claridad, ya que un objeto tiene valor intrínseco si tiene valor en sí mismo, es decir,
que su valor no viene de algo distinto, no es extrínseco, y por lo tanto “el valor intrínseco, como
opuesto a lo extrínseco, es independiente en un doble sentido: 1)su bondad no depende del bien de
otra cosa; 2) su bondad no depende de los evaluadores humanos” (Cortina, 2009, pág. 176), de tal
manera que, desde esta perspectiva, el valor intrínseco es realmente objetivo por su independencia
Sin embargo, que los seres humanos sean valiosos, no significa que sean deseables, porque son
valiosos por sí mismo; serán deseables algunas de sus cualidades, pero eso no es lo que los hace
valiosos, porque lo que los hace “absolutamente valiosos es que son ellos los que pueden ponerse
fines, organizar la vida, desarrollar formas de vida política y económica, entender qué sea un
derecho y en qué medida puede ser violado” (Cortina, 2009, pág. 177) y, de esta manera, ellos son
los únicos que pueden entender qué significa una vida digna y apostar por ella, sabiendo que ellos
Por otra parte, se pueden reconocer algunas diferencias que existen entre el ser humano y los
futuro, preguntas y referencias simbólicas; 2) Religión, el hombre se deja mover por la existencia
del fenómeno religioso, lo que no ocurre con los animales; 3) Sufrimiento, el animal siente dolor
y no padece sufrimiento emocional, cosa que el hombre si siente, siendo consciente de su dolor,
como también padece sufrimiento emocional; y así muchas otras diferencias se podrían enumerar,
pero esto, para concretar que son muchas los elementos que difieren entre el uno y el otro, como
parte de la misma naturaleza, pero, cabe aclarar que todos tienen un valor en sí mismos, sabiendo
que el hombre como ser capaz de razonar se le ha confiado el cuidado de los demás seres.
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Así pues, los humanos tenemos obligaciones para con los animales, ya que ellos deben ser
estimados como seres de valor e instrumentos para el desarrollo de hombre, sin caer en maltratos
que atenten contra estas especies y, por eso, como deber moral se debe respetarlos, protegerlos y
evitarles, en lo posible, el dolor, el sufrimiento y la angustia. Teniendo en cuenta esa relación con
los deberes, es necesario establecer una gradación entre las distintas especies de animales, puesto
que los animales no tienen el mismo peso moral que los deberes que tenemos hacia los humanos,
de tal manera que se es necesario tener cambios legales y prácticos en nuestro trato con los
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Bibliografía
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https://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:dF3GlGVTCYEJ:https://www.f
undeu.es/recomendacion/animalista-tambien-significa-defensor-de-los-animales-
1626/+&cd=11&hl=es-419&ct=clnk&gl=co
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UNESCO. (27 de Enero de 1978). Declaracion Universal de los derechos del animal. Bruselas.
Unidas, A. G. (10 de Diciembre de 1948). Declaracion unversal del los derechos humanos.
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