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El siglo de las luces, tuvo su origen en la sociedad europea, si bien el movimiento intelectual

denominado Ilustración se fue extendiendo al mundo occidental, su constitución esencial se halla


en Inglaterra y Francia, centros intelectuales desde los cuales se expandiría.
El movimiento de las luces tiene varios rasgos que le destacan y definen: prima una autonomía
e independencia del pensamiento al adoptarse una posición anticlerical, lo que supone una
separación del dogma cristiano en materia académica; por otra parte se somete al juicio y a
experimentación ciertos postulados para comprobar su veracidad, debido a que han sido
considerados verdaderos por tradición, de manera que se consolida una razón crítica. En éste
orden de ideas, resulta valido traer a mente el ensayo de Kant, en el que responde a la pregunta
¿Qué es la ilustración? Y en el cual responderá: “pensar por sí mismo… liberarse de la
incapacidad de servirse de su inteligencia”1; la ilustración corresponde, como movimiento
intelectual, al apoyo por la actividad de pensamiento individual, independiente y por lo tanto
plural. Estas ideas, y el contexto histórico que les rodeaba, cuestionaban la relación del estado
y el poder papal, pues no obedecía al proyecto de la ilustración que tanto abogaba por la
autonomía, mediante sus políticas de corte liberalistas. Volver la mirada a la historia en búsqueda
de la unión de estos poderes resulta enriquecedor en función de entender las dinámicas de
legitimidad, consolidación y repartición de poderes, consensos y disensos de autoridad sobre
una nación, hasta las propuestas y acciones separatistas (estado e iglesia), tolerantes y de
reconocimiento (a nivel social) y emancipadoras (a nivel individual), para así reconocer la
creación estados laicos, sociedades pluralistas e individuos que ejercen su libertad de
conciencia, cuestión que en materia civil colombiana, es más bien efímera.
La frase cuius regio, eius religio, aparece en época de reforma protestante y traduce “según tu
rey, tu religión”, es un pensamiento que testimonia la imposibilidad de la pluralidad, puesto que
es el rey quien define el credo, quien define a su antojo la doctrina de su reino, la masa social
que le compone tiene la opción única de someterse: aquel que contraríe las creencias de su rey
y se le halle culpable en la práctica de actividades sospechosas será considerado hereje, juzgado
y eliminado por atentar contra el estado. Cabe traer aquí, la publicación que hace el Papa
Inocencio III, para legitimar el poder estatal y eclesiástico, en la carta Sicut univesitatis conditor:
“El Creador del Universo colocó dos grandes luminarias en el cielo; la más grande para regir el
día, la menor para regir la noche. Del mismo modo, para el firmamento de la Iglesia universal,
que se dice como del cielo, El nombró dos grandes dignidades; la más grande debe regir sobre
las almas (es decir, los días), la menor para regir los cuerpos (es decir, las noches). Estas
dignidades son la autoridad pontificia y el poder real. Además, la luna deriva su luz del sol, y es,
en verdad, inferior al sol en tamaño y cualidad... De la misma manera, el poder real deriva su
dignidad de la autoridad pontificia.”2
Con lo anterior, queda claro cómo se une iglesia y estado en el poder. El ejemplo más aterrizado
a Colombia, viene desde la conquista por parte de la corona Española, que como se sabe estaba
permeada del absolutismo y era una de las mayores representantes del catolicismo, por ende,
tenía ciertas políticas para consolidar una colonia: se hacía en nombre de la corona y la iglesia,
simbólicamente se clavaba la espada y la cruz. Estas políticas hispanas, encontrarían en la
religión una manera de dominación al acabar y castigar –por no entender, las creencias

1Kant, I (1784). ¿qué es la ilustración?


2Inocencio III. Sicut universitatis conditor. Recuperado de:
http://www.totustuus.biz/users/denziger/in3sicut.htm
indígenas, seguido de esto implantarían la religión de su reino y con base en ello se justificará la
guerra contra los indios. 3 Estas acciones fundamentan su proceder en que la guerra está al
servicio de Dios, pues el objetivo es aumentar la cantidad de fieles, una medida más bien
maquiavélica, en la medida que no se tiene en cuenta el medio por el que se busca el fin, que a
decir verdad, tenía más tinte económico que religioso.
En el avance de la historia colombiana, se maneja una herencia de exclusión y rechazo por lo
diferente; la tradición católica producto de las campañas colonizadoras y de varios
enfrentamientos nativo-extranjero, encontrará una manera de reflejarse marcadamente en la
legislación: la mayoría de los actos jurídicos y las primeras cartas políticas comienzan la
redacción con “en el nombre de Dios…” claro modelo de la preferencia por una creencia.
Entrado el siglo XIX, el país tuvo una serie importante de hechos en los que convergen las ideas
ilustradas y dogmáticas papales. El período comprendido entre 1863 y 1886, se conoce como la
época del Olimpo Radical, políticamente se adopta un sistema federalista y liberal, el país se
llamó Estados Unidos de Colombia. Es importante mencionarla porque es el triunfo de los
liberales radicales que se basaron en los modelos europeos, en consecuencia, habrá dos tipos
de actividad bien diferenciada, por un lado la modernizante de los liberales y por el otro, la actitud
conservadora, tradicional y católica;, el choque entre ambas desencadenará en enfrentamientos
civiles y en persecuciones políticas.
Los pensamientos que influyeron al radicalismo liberal, son importados de Francia, luego de su
revolución y de la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano. Apoyados en esto, la
comunidad cobijada por estos principios, liderada por Tomás Cipriano de Mosquera, elabora la
organización por estados federales, de manera que se descentralice el poder, otorgando
autonomía judicial, y se rompe por vez primera las relaciones de iglesia-estado, por otro lado se
consolidan las libertades de educación y mercado. Con la Constitución de Rionegro, también se
proclama la libertad de culto y de enseñanza. Son los primeros intentos por la tolerancia a la
pluralidad.
El lado contrario a las políticas liberales, las ya mencionadas tradicionales católicas, también
encontrarán fundamento, lo harán en el Syllabus, documento expedido por el Papa Pío IX, en el
que se sancionan las ideas liberalistas, estaba en contra de proposiciones cómo “La potestad
eclesiástica no debe ejercer autoridad sin permiso y asentimiento del gobierno civil.”4 Este
documento constituirá uno de los mayores argumentos que encontrarán quienes estén en contra
de los ideales modernizadores liberales. Reflejo de los confortamientos será la guerra civil de
1876-77.
Las escisiones continuarán aún con la nueva constitución del 86, no obstante, en los períodos
presidenciales de Alfonso López Pumarejo, habrá un nuevo intento por otorgar una libertad de
culto con las reformas de 19365 . Pumarejo constituía su política en tres ejes principales de
libertad: económica, judicial e individual. La idea era establecer un Estado social Laico, no
obstante encontró un rechazo en la sociedad conservadora, resultaba difícil desprenderse de

3
Martínez Castilla, S. (2006) Juan Ginés de Sepúlveda y la guerra justa en la conquista de América. Colombia:
Pensamiento y cultura.
4
Syllabus o catálogo de los principales errores de nuestra época censurados en las alocuciones consistoriales,
Encíclicas y demás Letras apostólicas de Nuestro Santísimo Padre el Papa Pío IX, en Apéndice al Concilio Primero
Provincial Neogranadino, Bogotá: Imprenta Metropolitana, 1869.
5
Acto legislativo N. 1. Agosto 5 de 1936. Artículo 10
una tradición teocrática que viene desde la colonia e inclinarse por una moderna liberal, problema
que aún hoy tiene vigencia. Las dinámicas cultuales colombianas no son iguales a las europeas,
por tanto los procesos que resultan de los afanes modernizadores no son los mejores, es
inevitable el choque con la tradición.
El significado que se le da a la palabra laicidad (diferente a la pluralidad) ha tenido dos variantes,
por un lado el francés y por el otro el estadounidense, el primero se explica en un rechazo por
parte del estado hacia la iglesia y, el segundo, consolida una iglesia independiente del estado,
es decir reconoce los diferentes cultos sin dar privilegios a ninguno.
Actualmente, los intentos por reconocer en la pluralidad, en la diferencia la bases para el
crecimiento de la sociedad, en obediencia a una trayectoria de emancipación de dogmas, la
constitución política de Colombia de 1991, al comenzar el capítulo I del Título II (segundo), que
trata sobre los derechos fundamentales (específicamente en el artículo 19) declara la libertad de
cultos, es decir, el ejercicio de la libertad de conciencia, la libre elección por tal o cual religión, o
bien por ninguna, queda protegida en materia legal; reconoce entonces la diversidad. Sin
embargo, hay una diferencia entre la afirmación legal de pluralidad y los comportamientos
sociales, es decir el nivel cívico, el reconocimiento social de una multiplicidad cultural.
Otrora, las constituciones empezaban su primer párrafo hablando de Dios, con los avances y
reformas se aceptaban más cultos, sin embargo la religión oficial era la católica, en el presente,
el Estado colombiano es laico, por lo que respeta las religiones y prima la libertad individual.
Pero, aunque se avance en materia legal, con reformas, circulares, actos legislativos o decretos,
el proceso social es mucho más lento, no va a la par.
Así pues, para acercarse a una verdadera laicidad y pluralidad, ha de pasarse por los
componentes: estatal, social e individual. No se puede quedar en el papel la palabra, es necesario
que la sociedad se acepte en la diversidad, no de manera apática sino constructiva.

Conviene, a modo de conclusión, sujetarse a la aproximación que hace Carlos Arboleda:


“La laicidad… no es otra cosa que el respeto de todas las creencias por parte del Estado, que
asegura el libre ejercicio de las actividades de culto, espirituales, culturales y caritativas de las
comunidades de creyentes. En una sociedad pluralista, la laicidad es un lugar de comunicación
entre las diferentes tradiciones espirituales y la nación”.6

6
Arboleda Mora, C. (2006) Laicismo y laicidad en Colombia. Colombia: Cuestiones Teológicas.

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