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REGIÓN DE MURCIA / FILOSOFÍA / JUNIO 08 / LA FILOSOFÍA ANTIGUA

RESPUESTAS:

OPCIÓN A. Comente el siguiente texto:

–Pues bien –dije–, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho
antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del
fuego que hay en ella, con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la
contemplación de las cosas de este, si las comparas con la ascensión del alma hasta la región inteligible
no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que solo la divinidad sabe si
por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que
se percibe, y con trabajo, es la idea de bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la
causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha
engendrado la luz y al soberano de esta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y
conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o
pública.
–También yo estoy de acuerdo –dijo–, en el grado en que puedo estarlo.
–Pues bien –dije–, dame también la razón en esto otro: no te extrañes de que los que han llegado a ese
punto no quieran ocuparse en asuntos humanos; antes bien, sus almas tienden siempre a permanecer
en las alturas, y es natural, creo yo, que así ocurra, al menos si también esto concuerda con la imagen
de que se ha hablado.
–Es natural, desde luego –dijo.

PLATÓN, República.

2. Análisis y explicación.

El mito de la caverna es una parábola utilizada por Platón para explicar su visión del mundo, del
conocimiento y también el papel que debe desempeñar el filósofo.
El hombre aparece en el mito como un prisionero, encadenado, viendo solamente las sombras de unos
objetos artificiales, y creyendo que esa es la auténtica realidad. Igual que esos prisioneros, los hombres
se hallan sometidos a las ataduras de los sentidos, percibiendo solo los objetos del mundo sensible,
cambiantes, y convencidos de que esa es la única realidad. Para Platón el ser humano es dual, está
compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo pertenece al mundo físico, cambiante y perecedero; este mundo
se conoce a través de los sentidos. Pero el alma pertenece al Mundo de las Ideas, inteligible, perfecto e
inmutable; a este mundo, a esta realidad solo se puede acceder a través del conocimiento intelectual. El
mito nos presenta al hombre en el interior de la caverna, encadenado por las ataduras del cuerpo,
confundido en ese mundo de apariencias que él desde su ignorancia interpreta como real.
Pero el hombre, debido a esa dualidad, tiene vocación de ir más allá de sus sentidos, es decir, de salir de
la caverna hacia la luz y conocer el verdadero mundo. Para conseguirlo, el alma tiene la facultad de la
inteligencia que le permite ascender en el camino del conocimiento, aunque este camino es tortuoso. En
el mito este proceso se presenta en diferentes fases de liberación: se parte de la percepción de las
sombras de los objetos para llegar, al final del camino, a ver la verdadera realidad y la Idea del Bien,
que, como el sol, ilumina todo el conocimiento intelectual.
Ese proceso de liberación de las cadenas (de los sentidos) es la dialéctica. Primero, para salir de la
caverna, del mundo sensible, el alma tiene que liberarse del peso del cuerpo y, una vez fuera de la
caverna, en el mundo inteligible, deberá ir profundizando en el conocimiento de las auténticas realidades
o Ideas a través de la dialéctica. La dialéctica es un proceso, un método que consta de dos etapas: la
primera es la intuición de la idea y la segunda la depuración de ese conocimiento inicial a través de la

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contraposición de intuiciones sucesivas. Son esfuerzos sucesivos que realiza la razón humana para
aclarar plenamente los conocimientos.
El hombre no se encuentra solo en este proceso porque es el filósofo, el que ha conseguido salir de la
caverna, quien lo guía en ese difícil camino. El papel del filósofo es arriesgado; debe esforzarse para
regresar al interior de la caverna y hacer ver la necesidad de romper las cadenas que mantienen a los
hombres prisioneros de los sentidos. Sin embargo, las cadenas de los prejuicios son fuertes y mantienen
al ser humano en la comodidad de la ignorancia, de la costumbre. Por ello, el filósofo se convierte en
una figura molesta para los ignorantes, y puede ser, como Sócrates, incomprendido e incluso
maltratado.

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