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PRESENTA
JOSÉ ANTONIO RAMÍREZ RIOS
DIRECTORA DE TITULACIÓN
ANA ISABEL DÍAZ VILLANUEVA
1
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
CENTRO UNIVERSITARIO DE CIENCIAS DE LA SALUD
CARRERA DE CULTURA FÍSICA Y DEPORTES
TESIS, TESINA, E INFORME
APROBACIÓN DE TRABAJO DE TITULACIÓN
P R E S E N T E.-
Por este medio me permito comunicarle que él (los) pasante (s) de la carrera
de Lic. En Cultura Física y Deportes del Centro Universitario de Ciencias de la Salud
de la Universidad de Guadalajara.
A T E N T A M E N T E.-
‘’ PIENSA Y TRABAJA’’
2
PRESENTACIÓN
3
tijera es decir; cortar y pegar información con secuencia lógica y coherencia para
armar la antología cuidando el orden de aparición de la información.
La forma de presentar el trabajo será en disco compacto y en seis impresos
para su resguardo en Biblioteca del Departamento de Ciencias del Movimiento
Humano y evaluación por parte de los sinodales del examen profesional. Con esto
espero colaborar en un problema añejo en la materia y que según yo también tiene
un costo mínimo comparado con la compra de materiales de difícil obtención para los
estudiantes de la Carrera.
En el último capítulo por sugerencia de la asesora se incluye un apartado de
apoyo para que los estudiantes de la asignatura elaboren diversos instrumentos de
estudio para la clase de Sociología del deporte
4
ÍNDICE.
CRONOL0GÍA DE AÑOS.
CAPITULO I Pág. 10 - 53
SOCIOLOGÍA DEL DEPORTE (1976)
Lüschen Günther y Weis Kurt. Deporte en la sociedad. (1976)
Planteamientos teóricos relativos a la sociología del deporte.
Edición Española, Miñon S.A.
CAPITULO II Pág. 55 - 76
SOCIOLOGÍA POLÍTICA DEL DEPORTE (1982)
Brohm Jean – Marie (1982)
Deporte y Sociedad Capitalista Industrial.
Fondo de Cultura Económica
5
CAPITULO V Pág. 172 - 285
EL HOMBRE COMPETITIVO.
El Hombre es lo que importa.
El Hombre Competitivo.
Coca Santiago (1993)
El Hombre es lo que importa.
Alianza Editorial S. A. Madrid
6
ANTOLOGÍA DE SOCIOLOGÍA DEL DEPORTE.
TEXTOS SELECCIONADOS.
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
7
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
8
CAPITULO I
9
SOCIOLOGÍA DEL DEPORTE.
Selección de Textos.
Lüschen Günther y Weis Kurt. Deporte en la sociedad. (1976)
Planteamientos teóricos relativos a la sociología del deporte.
Edición Española, Miñon S.A.
Pág. 10 - 53
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CAPITULO I
INTRODUCCIÓN
DEPORTE EN LA SOCIEDAD.
POSICIÓN Y COMETIDOS DE UNA SOCIOLOGÍA DEL DEPORTE.
Definición.
El deporte es una acción social que se desarrolla en forma lúdicra como
competición entre dos o mas partes contrincantes (o contra la naturaleza), y cuyo
resultado viene determinado por la habilidad, la táctica y la estrategia. El resultado
de la competición establece una jerarquía que, en el deporte, revela preferentemente
criterios de la dimensión de status y no los de las dimensiones de clase y de poder.
El reconocimiento y prestigio conquistados por medio del deporte, que se suelen
traducir en una recompensa de índole social en forma de honor y fama, pueden ser
de tipo material y aportar poder. Así, los espectadores que pagan sus entradas, en la
mayoría de los casos hacen posible una recompensa material indirecta, incluso en
las manifestaciones de carácter amateur, en las que el deporte es presentado como
espectáculo.
11
de servir a ningún fin fuera de si mismo es algo que subraya fuertemente el
movimiento neo-olímpico (Coubertin) sobre todo. A pesar de esto, el deporte reviste
muchos significados simbólicos y desempeña también, en la sociedad moderna,
funciones cuando menos cuasi-religiosas. La recompensa ganada en el deporte
puede cumplir perfectamente – de manera indirecta en el caso del deportista de elite
y directamente en el deportista profesional – funciones encaminadas a satisfacer las
necesidades de la vida diaria. Y, en el plano social, el deporte llega incluso a
satisfacer fines políticos. Con esto, el deporte se aparta considerablemente de la falta
de finalidad y de obligatoriedad que caracteriza el juego, y adopta para el individuo
muchos rasgos propios del trabajo. Por esto, el deporte no es ni mero juego ni mero
trabajo. En el juego competitivo de los niños pueden vislumbrarse muy pocas
recompensas extrínsecas, y en el deporte de los jugadores profesionales quizás
existan solo pocos elementos lúdicros: ninguna de esas formas extremas del deporte
tiene carácter absoluto ni de juego ni de trabajo. Las definiciones y los análisis de
datos recogidos individualmente se hacen mas difíciles al tener el deporte, al lado del
valor útil de tipo extrínseco, también otro intrínseco. Este considera muchas veces
como puramente subjetivo. Pero también este nivel de expresión personal esta
determinado por la cultura y requiere, por tanto un análisis sociológico. A base de
este tipo de relaciones se explican muchas de las dificultades y orientaciones,
particularmente equivocadas, del análisis sociológico del deporte que se ha venido
haciendo; pues las teorías y los conceptos sociológicos están mucho mejor
preparados para explicar el sector instrumental y utilitario de la estructura social que
para comprender la vivencia personal de los valores y el sector expresivo.
12
forma de enfrentamiento personal y directo. Si bien el elemento competitivo o
emulativo se da en todos los deportes y el entrenamiento deportivo también se
orienta hacia la competición, hay formas particulares que, como el patinaje sobre
hielo, la gimnasia con aparatos o la gimnasia moderna, presentan de modo más
manifiesto aquellos que Buytendijk describió con la paráfrasis «valor ontológico
demostrativo».2 . La lucha contra otros no tiene aquí mayor importancia que la
demostración de un movimiento hermoso ante un público de espectadores. Este
«valor ontológico demostrativo» o simbolismo expresivo se manifiesta igualmente en
la tendencia, propia del deporte en general, de convertirse en espectáculo. Esto hace
que incluso los principios fundamentales de la competición lleguen a ser susceptibles
de influencia y corrupción.
13
estas instituciones y de su estructura normativa. En este lugar figura el deporte
practicado en el marco de la educación y enseñanza (deporte escolar), en el mundo
militar, en el de la economía (deporte de empresas), en el seno de organizaciones
juveniles o dentro del régimen penitenciario. 4. Deporte «comunicativo», como parte
del esparcimiento diario, de los medios de información o como espectáculo.
Aunque cabe esperar que los resultados más interesantes desde el punto de
vista teórico se obtengan de un análisis estructural de la competición deportiva y del
sistema que la rodea directamente, no se debe desatender de ningún modo el
análisis del deporte en cuanto institución. Una de las razones que se pueden alegar
para justificar esa necesidad es que el deporte, gracias a sus elevados índices de
participación, ha llegado a ser una de las instituciones más llamativas en sociedades
modernas. Casi nadie logra substraerse a esa participación, aunque no sea más que
en la forma de información sobre el deporte. Mientras las cifras de participantes en el
deporte formal son probablemente muy inferiores a lo esperado, se da sobre todo en
el deporte «comunicativo» una propagación tan rápida en estos últimos decenios
que, a través de esas cuatro formas de organización conjuntamente, el interés y la
participación en el deporte resultan mucho mayores que los que se invierten en la
política y la religión. El hecho de que el deporte, en vista de su carácter relativamente
facultativo y de su mayor capacidad expresiva, tiene menor trascendencia para la
sociedad que, por ejemplo, la política o la educación, no se ve afectado por esto. Por
otra parte, no se deberían subestimar sus funciones y sus repercusiones en la
sociedad. Sucesos y conceptos relacionados con el deporte se introducen en el
lenguaje cotidiano y culto. Con especial claridad se ve esto en el inglés. Pero
también en el alemán se han adoptado conceptos como «juego limpio» y «autogol» o
el modismo «pasarse la pelota de uno al otro», conceptos tomados del deporte. El
máximo número de espectadores a través de la televisión se registró hasta ahora en
los Juegos Olímpicos de 1972; la final de los Campeonatos Mundiales de Fútbol de
1974 ocupa de momento el segundo lugar. Pasiones y violencia relacionadas con el
deporte han llegado a causar en algunos casos hasta más de 100 víctimas, como en
14
Turquía y en Uruguay. La sociología, pues, difícilmente puede pasar por alto la
institución del deporte,
15
reflexión teórica y, de otro, la aportación de unos fundamentos empíricos más sólidos
y una intensificada verificación de las tesis teóricas o socio críticas. De ningún modo
debe darse una definición demasiado estricta al concepto de experiencia empírica.
Los métodos cuantitativos y cualitativos de la sociología empírica son, naturalmente,
medios auxiliares para desarrollar los conocimientos en este campo. Sin embargo, la
reflexión empírica no deberá pasar por alto métodos como los propios de la
comprensión. Esto se hace necesario especialmente con miras a un análisis
estructural de ese sistema, que los compiladores de este libro consideran como fin
primordial de una sociología del deporte. Un análisis estructural como el que se
propone, al esforzarse por abstraer las propiedades del sistema, debe guardar
siempre relación con estudios empíricos y no desembocar en una intuición esencial
de tipo hermenéutico. Por otra parte, debería ayudar a superar tanto el nivel de
planteamientos meramente individualistas o meramente psicológicos como las
implicaciones de modelos de métodos de investigación 3.
En conjunto, cabe sintetizar los objetivos y las intenciones de una sociología del
deporte de la siguiente manera:
16
2. Tomando como modelo el deporte, es posible ejemplificar la teoría y los
métodos sociológicos. Esto permite obtener nuevos conocimientos acerca del
deporte, pero también acerca de la sociedad en la que existe. Al mismo tiempo se
examina la adecuación de la teoría y de los métodos sociológicos. En algunas áreas
parciales de la sociología llega a ser posible incluso desarrollar nuevos
conocimientos gracias al deporte; esto se da, por ejemplo, en el caso de la teoría y
del estudio del comportamiento colectivo, del conflicto social, de la organización
formal y de la socialización. Los juegos de competición y el deporte son, en lo
referente a su estructura, buenos indicadores también de relaciones estructurales en
el dominio intercultural.
Con miras a la práctica social que se lleva a cabo en el deporte, los estudios
sociológicos pueden proporcionar importantes reglas, por ejemplo, al proceso de
entrenamiento o a la dirección de equipos. Esto ya está ocurriendo hoy, después de
haberse efectuado una serie de estudios de psicología social4. El deporte es un
elemento importante del tiempo libre del hombre moderno, de la formación y
educación escolar, así como de instituciones tales como los medios de comunicación
de masa o la política. Una comprensión y una investigación sociológica en estos
dominios resultan totalmente imprescindibles, porque dentro y fuera del deporte se
trata muchas veces de decisiones en torno a la finalidad a que va encaminado o
también en torno a su control social.
17
«policymaking» inglés, se podría llamar política deportiva, la cual abarca desde el
plano de los grupos deportivos pequeños hasta el gran deporte internacional. Es
verdad que la sociología renuncia a menudo a ese tipo de expectativas, cuando se
trata de análisis y facilidades decisorias en el proceso de planificación y en la política.
La unidad de teoría y práctica afirmada por el ala marxista aborda con claridad este
problema, sin haber proporcionado aún ninguna pauta para el proceso de
planificación. En las discusiones en torno al problema de los valores se ha sacado
muchas veces la conclusión equivocada de que ese tipo de proyección lesionaría el
principio de libertad de valores. Por esto, muchos sociólogos abandonaron a los
sistemas sociales a sí mismos —en lo que se refiere al asesoramiento y pronóstico
encaminados a la planificación—, suponiendo, al parecer, que éstos se
autorregulaban o esperando que los planificadores y políticos adquiriesen sabiduría
mediante la experiencia. La sociología del deporte debería afrontar también esas
cuestiones y su análisis. Y el análisis del proceso político que se haga en el campo
del deporte podría incluso proporcionar conocimientos directamente útiles para la
teoría del «policymaking», gracias a que esos sistemas se abarcan y estudian con
relativa facilidad.
18
conceden preferencia a enfoques basados en la teoría de los sistemas o la teoría de
la acción.
19
actitud extraordinariamente crítica frente a las formas que reviste el deporte
moderno16.
El título Sociología del deporte apareció por primera vez en el año 1921, en un
trabajo de Heinz Risse que, partiendo de un planteamiento sociológico-formal,
identificó el deporte ante todo con el deporte competitivo y le atribuyó la función de
formar la voluntad17. La discusión seguía siendo determinada —sobre todo en las
publicaciones alemanas— por criterios de la crítica social18, quedando fuera de
consideración casi por completo los tratados etnológicos de notable categoría
19
científica . En el ámbito internacional hubo algunas publicaciones que se ocuparon
—como en los EE. UU. — del deporte competitivo practicado en universidades y
escuelas superiores, o estudiaron la relación entre deporte y criminalidad en las
grandes ciudades; una sociología del deporte como subdisciplina de la sociología, sin
embargo, no se perfiló sino después de la segunda Guerra Mundial. Esta
ramificación relativamente reciente, ocurrida en el campo de la sociología y de un
modo de consideración sociológica dentro de la ciencia del deporte, tiene su origen,
al parecer, en las siguientes condiciones:
1. La ampliación general de la sociología y de sus legítimos campos de trabajo,
acompañada de una expansión de recursos materiales y personales. 2. La
reivindicación del deporte como legítimo objeto de investigación en una situación
cambiada que ya no llevaba la tara de prejuicios tan fuertes. 3. La ampliación de la
institución del deporte y, en relación' con ésta, la necesidad de una investigación
científica promovida tanto por la sociología y la ciencia del deporte como por los
entes oficiales y las federaciones deportivas. 4. La promoción de este campo y de
jóvenes científicos con interés, por una serie de autoridades representativas de la
sociología general, entre los que cuentan Rene Koenig, Helmut Plessner y Helmut
Scheisky, en la República Federal, y Erik Allardt, Norbert Elías, Max Gluckman,
Roger Girod, David Riesman y Kyuzu Takenoshita, en el ámbito internacional. 5. La
constitución de un Comité Investigador propio dentro de la International Sociológical
Association, organizada por el Consejo Mundial del Deporte vinculado a la UNESCO.
20
Aunque un grupo de sociólogos interesados por el deporte se organizaron, en
un primer momento, en el plano internacional, como comité encuadrado dentro de la
UNESCO y de la ISA, y vienen publicando desde 1966 la «International Review of
Sport Sociology», en Varsovia, entretanto se han creado en países como Bulgaria,
Canadá, RDA, Inglaterra, Japón, Austria y la URSS, organizaciones nacionales que
se ocupan de la sociología del deporte. Mientras que, adoptando una definición
amplia del campo, hasta 1966 se recogieron apenas unas 1.000 publicaciones en
una bibliografía, desde entonces el número de publicaciones en revistas y libros,
seleccionados bajo los mismos criterios, se ha triplicado por lo menos20. La mayor
parte de esas publicaciones se producen en la RFA, en Canadá, Finlandia, Japón,
Polonia y en los EE. UU.
21
Guiándose uno por el número de publicaciones, se detectan algunas áreas
sorprendentemente desatendidas en esta subdisciplina de la sociología. Sólo hace
poco que se viene dando importancia a cuestiones relacionadas con la conducta
colectiva, con los espectadores y la violencia, a pesar de que estas cuestiones se
tocaron ya al final del siglo pasado y comienzo de éste y, en el fondo, deberían haber
despertado un interés constante en la sociología. Un análisis del deporte, en cuanto
a su reflejo en los medios de comunicación de masas, al parecer no es tema
sociológico. El deporte en el marco de la educación ha recibido poca atención
empírica hasta ahora, a pesar de que, precisamente en este dominio, ha habido
vivos debates políticos en la vida pública alemana. Prescindiendo de algunas
excepciones, la relación entre deporte y política no interesaba a nadie como tema.
Mientras recientemente las relaciones entre deporte y capitalismo se discuten una y
21
otra vez en la crítica social , no hay apenas material bueno sobre deporte y
economía, ni en sociología ni en economía. Lo mismo puede decirse de la relación
22
entre deporte y derecho . En general, el plano normativo del deporte ha recibido
poca atención. Y en el plano abstracto de los valores culturales en relación con el
deporte hay, ciertamente, trabajos valiosos, pero su número es relativamente
pequeño.
22
en este dominio unos conocimientos sociológicos confirmados por medio de la
investigación empírica. Evidentemente, algunas organizaciones deportivas
importantes reconocen este hecho, ya que la Confederación Alemana del Deporte,
por ejemplo, está promoviendo un proyecto de mayor envergadura sobre los clubs
deportivos.
Hay algunos trabajos sobre el tema deporte y ocio, y éstos figuran entre los
mejores estudios dentro de la sociología del ocio24, en lo que se refiere al nivel
teórico y la realización metodológica. Contrariamente, el tema deporte y trabajo ha
quedado prácticamente fuera de consideración por parte de la investigación; en
tratados de crítica social o programáticos, no obstante, se le da mucha importancia y
se le discute sobre la base de un nivel teórico explícito25 tal que debería haber
incitado, hace mucho, a la investigación. El deporte de grupos marginados, como los
minusválidos y las minorías, ha encontrado interés casi sólo en los EE. UU., y
especialmente en relación con los negros en el deporte26; los grupos marginados y
los problemas sociales del deporte apenas se han tratado hasta ahora. El deporte en
su forma bien integrada se encuentra claramente en el primer plano de la discusión.
Sin embargo, el estudio del comportamiento desviado podría arrojar resultados
importantes precisamente en el caso del deporte, ya que aquí el problema del acceso
a subculturas desviadas probablemente no sea tan grande como, por ejemplo, en el
caso de las subculturas criminales. El que el estudio de estructuras anémicas abre
un acceso directo al sistema total de la sociedad y de la sociología general es una
verdad conocida de todos, y no obstante, apenas ha guiado el interés investigador de
la sociología por el deporte.
23
federaciones deportivas. Sin embargo, consecuencias directas para la práctica y la
planificación se derivan, de momento, preferentemente de los trabajos efectuados en
el campo de la investigación sobre grupos pequeños. Aparte de esto, la pedagogía
del deporte va tomando nota, en creciente medida, de los resultados obtenidos en el
campo de la sociología del deporte, cuando se trata de cuestiones referentes a la
llamada didáctica. En este aspecto la pedagogía del deporte se ha abierto a
cuestiones de las ciencias sociales hasta tal punto que ya se puede estimar muy
considerable la influencia que está ejerciendo la sociología del deporte. Además, se
han iniciado análisis sobre el «policymaking»; pero aún quedan por presentarse los
resultados de dos estudios comparativos internacionales que se están realizando.
Este tomo no pretende ofrecer una selección bien integrada, puesto que la
sociología del deporte, visto el panorama que acabamos de ofrecer, difícilmente
hubiera permitido hacer semejante selección sistemática. Con todo, se ha dado
preferencia a contribuciones que puedan suponer una aportación al análisis
estructural del deporte y de las condiciones socioculturales que lo rodean. Las
formas que reviste el deporte y los problemas del mismo que surgen en la
comparación intercultural, en culturas anteriores y en sociedades industrializadas,
son por lo tanto temas que ocupan mayor espacio que las cuestiones de
organización o de procesos inmanentes al deporte. El conflicto y la competición, la
estratificación social y la dirección representan tres apartados temáticos
relativamente importantes que pertenecen a este contexto. Finalmente, al tema del
«comportamiento desviado» se la ha dado —por motivos programáticos, entre
otros— una cabida mayor de lo que hubiera parecido justificado a la vista del número
de publicaciones y estudios empíricos realizados hasta el momento. Aunque se han
tenido en cuenta, en algunas de las contribuciones, las cuestiones y consideraciones
de la socialización y los problemas de la psicología social —concretamente de los
grupos pequeños en el deporte— en esta selección, por los motivos expuestos en el
prólogo, se ha renunciado a establecer capítulos especiales para estos temas.
24
La mayoría de las contribuciones seleccionadas se publicaron originalmente en
revistas sociológicas o se pronunciaron en congresos de sociología. Estas
aportaciones proceden de la antropología social y cultural —cuyas fronteras con
respecto a la sociología a menudo se han trazado artificialmente—, de la ciencia del
deporte y la educación física, de campos periféricos de la filosofía, de la psicología
social y de la psicología general. Teniendo en cuenta el tipo de selección, la
psicología se encuentra representada en menor volumen de lo que le correspondería
según la parte que de hecho ocupa dentro de la especialidad. Por lo demás, la
combinación de las disciplinas científicas de acuerdo con la ubicación de los autores
o el lugar de edición de los trabajos refleja relativamente bien la discusión e
investigación sociológica en torno al deporte. Con esto queda señalado, al mismo
tiempo, que disciplinas como la politología, economía, derecho y ciencias de la
información raras veces han tocado cuestiones de índole potencialmente sociológica.
Sin embargo, no se han tenido en cuenta contribuciones científicas históricas, a
pesar de que existen trabajos sobre el tema, especialmente en la ciencia del deporte.
A título representativo dentro de una serie de otros autores cabe señalar aquí los
trabajos de Cari Diem, que, además, contienen copioso material etnológico30.
25
2. La relación entre el deporte y dimensiones de la estratificación social dentro y
fuera del deporte. Aquí se trata especialmente de cuestiones del status social, de la
calidad de vida, así como de las relaciones con el ascenso y descenso social en y a
través del deporte.
Notas
1
Huizinga, J., Homo Ludens, Rowohit, Hamburgo, 1956.
2
Buytendijk, F. J .J., Het voetballen. Het Spectrum, Utrecht, 1952; Ídem, Das
Menschiiche, Stuttgart, 1958, sobre todo pp. 208ss.
26
3
Lüschen, G., Psychologischer Reduktionismus and informelle Beziehungen im
Wettkampf. En G. Albrecht el a! (Ed.), Sociologie. Festschrift Rene Kónig.
Westdeutscher Verlag. Opladen, 1973: 753-759. Lenk, H. y G. Lüschen,
Epistemological problems and the personality and social system in social
psychology. En: «Theory and Decisión» 6, 1975, 3:333-355.
4
Véanse los trabajos en Lüschen, G. (Ed.), Kleingriippenforschung und Gruppe im
Sport. Separara 10 de la «Kólner Zeitschrift für Soziologie». Westdeutscher Verlag.
Colonia y Opladen, 166.
5
Pohl, J.E., Reise im Innern von Brasilien. 2 tomos. Strauss (I) y Wallishauser (II),
Viena, 18*2 -37.
6
Catlin, G., Letters and Notes on the Manners, Customs and Conditions ofthe North
American Indians. Haines. Minneapolis, 1965 (orig. 1841).
7
Mannhardt, W., Waid- und Feldkulte. Borntraeger. Leipzig, 1904-05.
8
Tylor, E.B., On American lot-games, as evidence ofAsiatic intercourse before the
time of Columbas. En: «Internationales Archiv für Ethnographie» 9, 1896: 55-67.
9
Tripplett, N., The dynamogenic factors ofpacemaking and competition. En:
«American Journal of Psychology. 9, 1898, 4: 507-533.
10
Moede, W., Experimentelle Massenpsychologie. Hirtzel. Leipzig, 1920.
11
Scheler, M., Prólogo a Peters, A., Psychologie des Sports. Der Neue Geist.
Leipzig, 1927.
12
Spencer, H., Educación. Williams and Norgate. Nueva York, 1861, sobre todo, pp.
219-283 (Physical Education).
13
Znaniecki, F., Sociología wychowania (Sociología de la educación). 2 tomos.
Varsovia, 1928 y 1930, sobre todo el tomo 2. Véase también Krawczyk, Z., Florión
Znaniecki's humanist approach to physical culture. En: «International Review of
Sport Sociology» 5, 1970: 131-161.
14
Veblen, T., Theory ofthe Leisure Class. Macmillan. Nueva York, 1899. Véase el
extracto que aparece en este tomo, en el Capitulo V.
15
Hessen, R., Der Sport. Rütten und Loening. Francfort, 1908.
27
16
Huizinga, J., op. cit. Una crítica sustancial se encuentra en el ensayo de A. E.
Jensen, Spielund Ergriffenheit. En: «Paideuma» 1, 1948: 38-48. La tesis de la
función creadora de cultura del juego en relación con el deporte fue defendida
sobre todo por Cari Diem.
17
Risse, H., Soziologie des Sports. Reher. Berlín, 1921. Otro trabajo, aunque menos
sistemático, que cabe mencionar es el de Benary, W., Der Sport ais Individual- and
Sozialerscheinung. Wedekind. Berlín, 1913.
18
Véase por ejemplo Peters, A. ,Psychologie des Sports. Der Neue Geist. Leipzig,
1927.
19
Damin, H., Die gymnastischen Spiele der Indonesier und Südseevoiker. Leipzig,
1922. ídem, Vom Wesen sogenannter Leibesübungen bei Naturvoikern. En:
«Studium Genérale» 13, 1960, 1:3- 10. Una buena visión general del estudio del
juego en la antropología cultural se ofrece en Mendner, S., Das Baiispiel im Leben
der Volker. Aschendorff. Münster, 1956.
20
Lüschen, G., The Sociology of Sport. Mouton. París y La Haya, 1968.
21
Véase por ejemplo Boehme, J. O. etal. Sport imSpatkapitalismus. Limpert.
Francfort, 1971.
22
Véase, por otra parte, Schroeder, F.-C. Y H. Kaufmann (Ed.), Sport und Recht. De
Gruyter. Berlín, 1972.
23
Lüschen, G., Policymaking in sport organizations and their executive personnel.
En: M. Archer (Ed.), Currenl Research in Sociology. Mouton. París y La Haya, 1974:
367-382.
24
Heinilá, K., Vapaa-aikaja urheilu (Tiempo libre y deporte). Porvoo. Helsinki, 1959;
Dumazedier, J., Contenu cultureldu loisir ouvrter dans six villes d'Europe. «Revue
Francaise Sociologie» 4, 1963, 1:12-21.
25
Plessner, H., Soziotogie des Sports. En: «Deutsche Universitátszeitung» 7, 1952,
9-11, 12-14 y 22-23. Habermas, J., Soziologische Notizen zum Verhaltnis von
Arbeit und Freizeit. En: G. Funke (Ed.), Konkrete Vernunft. Athenáum. Bonn, 1958,
p. 227. Rigauer, B., Sport und Arbeit. Suhrkamp. Francfort, 1969. Una de las pocas
investigaciones sobre las cuestiones mencionadas en los trabajos citados es de
28
Hans Linde y col. Véase Linde, H., Zur Soziologie des Sports. Versuch einer
empirischen Kritik soziologischer Theoreme. En: H. Plessner et al. (Ed.), Sport und
Leiheserziehung. Piper. Munich, 1967: 103-120. En este trabajo se niega la tesis de
compensación así como la de una copia del mundo del trabajo, sustituyéndose por
otra de selección, descubriendo una línea auto dinámica social de la sociedad
industrial y del individuo. Véase también, teniendo en cuenta las discusiones más
recientes y lo que se refiere al problema de la critica ideológica en relación con el
deporte: H. Meyer, Der Sport ais Mittel der Selbstverwirkiichung und Entfremdung.
En: «Zeitschrift für Soziologie», 4, 1975, 1:70-81.
26
Edwards, H., Sociology of Sport. Dorsey. Homewood, 111., 1973.
27
Erbach, G., The science of sport and sport sociology. En: «International Review of
Sport Sociology» 1, 1966, 1:97-126.
2/8
Wohl, A., Conception and range of sport sociology. En: •International Review of
Sport Sociology. 1, 1966, 1:5-18.
29
Buggel, E., Research on leisure pursuits in theform of sport activity. En:
international Review of Sport Sociology» 2, 1967, 1:55-66. Ziemiiski, A., Uwagi o
problemie socjologii twystyki (Observaciones sobre una sociología del turismo). En:
«Wychowanie Fizyczne i Sport» 3, 1958: 487- 495. En Finlandia, hay que destacar
sobre todo los estudios sobre la sociología y la planificación en el deporte
efectuados por la Universidad de Jyváskylá. Véase, p. ej., K. Heinilá, Suomalainen
urheiluideologia (La ideología finlandesa del deporte). Department of Sociology and
Planning for Physical Culture. Jyváskylá, 1974, 8.
30
Diem, C., Weltgeschichte des Sports und der Leibeserziehung. Cotta. Stuttgart,
1960. Hay que remitir también a dos trabajos de historia social: Bernett, H.,
Nationalsozialistische Leibeserziehung. Hofmann. Schorndorf, 1966. Wohl, A., Die
geselischaftiich-historischen Grundiagen des bürgerlichen Sports. En:
«Wissenschaftiiche Zeitschrift der Deutschen Hochschule für Kórperkultur», 6,
1964, 1:1-93.
29
Capítulo II
I. Introducción al tema
30
En vista de la variedad de teorías sociológicas y ante el trasfondo de los
planteamientos dispares y poco integrados de la sociología del deporte, Linde y
Heinemann han sacado la conclusión de que «el valor de la aplicación de teorías
sociológicas generales a una sociología del deporte es extremadamente bajo». Si
uno no quiere adherirse a esta conclusión pesimista, habrá que insistir, no obstante,
en la necesidad de un análisis sociológico del deporte de carácter independiente,
tanto más cuanto que la sociología tiene un amplio campo de exploración en el
terreno del deporte.
31
una tercera contribución, por último, se intenta fundamentar un análisis estructural
del deporte que —partiendo de las particularidades de la institución del deporte—
pueda ofrecer sugerencias también para otras áreas sociales (Lüschen).
Bibliografía
Allardt, E., Investigación social comparativa y análisis del deporte, Capítulo 111
de este tomo.
Anderson, A.R. y O.K. Moore, Autotelicfolk-modets, En: «Sociological Quarterly»
1, 1960, 2: 203-216.
Csikszentmihalyi, M., Beyond Boredom and Anxiety. Jossey-Bass. San
Francisco, 1975.
Elias, N. y E. Dunning, Zur Dynamik von Sportgruppen. En: G. Lüschen (Ed.):
Kleingruppenforschung und Gruppe im Sport. Westdeutscher Verlag. Colonia, 1966,
pp. 118-134.
Groos, K,, Die Spiele der Menschen. Jena, 1899.
Heinemann, K., Sozialisation im Sport. En: «Sportwissenschaft» 4, 1974, 1: 49-
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33
2. Eric Dunning
34
total de 113 artículos que aparecieron en revistas sociológicas se ocupan
directamente de la sociología del deporte. Los restantes tratan de problemas
generales, como por ejemplo: motivación del rendimiento, conflicto, competición y
cooperación, problemas que el editor considera relevantes para este campo. 35 de
los 57 artículos citados, que se ocupan directamente de la sociología del deporte,
aparecieron además, bien en la revista, fundada recientemente, «International
Review of Sport Sociology», bien en una edición especial de la «Kólner Zeitschrift für
Soziologie und Sozialpsychologie» que se titula «Gruppe im Sport» 4.
También en este caso muchos de los autores que publicaron en estas revistas, más
que ser especialistas en sociología lo eran en educación física. Haciendo un cálculo
generoso, queda pues un número total de 20 a 30 artículos sobre sociología del
deporte, escritos por sociólogos especializados en este campo y publicados en
revistas sociológicas. Difícilmente podrá decirse que este número sea significativo.
Los motivos de este descuido que padece la sociología del deporte no están
claros; lo que, sin duda, tiene una extraordinaria importancia es el hecho de que
muchos sociólogos no han logrado emanciparse, ellos mismos, del sistema de
valores que reina en la sociedad industrializada de cuño occidental —de una «ética
protestante» más o menos secularizada-, de acuerdo con el cual al trabajo le
35
corresponde un rango superior que al ocio y al tiempo libre5. Conforme a este
sistema de valores, el trabajo se interpreta como una actividad «seria», precisamente
porque plantea problemas «serios», y es por consiguiente más digno de un estudio
serio por parte de los sociólogos y otros científicos. Es más, los intelectuales en
general tienden a considerar el deporte y el juego como actividades ociosas de
relativamente escaso valor, en comparación, sobre todo, con la lectura «seria», con
escuchar «seriamente» música «seria», con presenciar espectáculos «serios» como
teatro y con otras actividades más bien mentales, que se califican en gran medida de
«highbrow» (intelectuales). Deporte y juego, por el contrario, parecen ser más bien
«lowbrow» (no intelectuales): un tipo de actividad que no debería ocupar más que un
puesto marginal en la vida de adultos. Esta actitud parece hacerse patente ante todo
al confrontar la asistencia a deportes y juegos con la participación activa en el
deporte. Se tiene que considerar a los espectadores más bien como «pasivos»;
ahora bien, de acuerdo con las ideas centrales acerca de los valores que defiende la
ética protestante, la pasividad ha de rechazarse moralmente. Sin duda, no
correspondería a la realidad y sería una generalización excesiva e inadmisible
considerar como «pasiva» toda asistencia a cualquiera de las modalidades
deportivas. Unos ingleses que presencian un partido de criquet, puede que resulten
relativamente poco activos, pero los espectadores de partidos de fútbol profesional
—no importa dónde se celebren— son muy activos. Cantan a solas y en coro, gritan
y gesticulan, aunque no lleguen a manifestar modos de comportamiento que la
autoridad consideraría como «gamberrismo». En enjuiciamientos de esas actividades
parece resonar, además, un marcado elemento de prejuicio de clases. Resulta que el
público que asiste a conciertos y juegos «serios», compuesto preferentemente de
miembros de la clase media, raras veces es objeto de una crítica similar, aunque su
pasividad –debida a normas sociales que prohíben traducir emociones en acción
abierta y exigen un control incluso de modos de conducta tan elementales como
toser y estornudar- es, hoy por hoy, mayor que la de las masas de espectadores de
fútbol. A este respecto hay que tener en cuenta también el juicio implícito en el uso
del concepto «público», que suele referirse preferentemente a la actividad de la clase
36
media, mientras que los conceptos «multitud» o «masa» señalan habitualmente a los
espectadores deportivos que proceden en su mayoría de la clase obrera.
37
El nominalismo en los planteamientos sociológicos
38
elementos «alucinantes» del deporte y del juego? ¿Que los jugadores y
espectadores perciben algo que no se da «en realidad» o incluso que entra en juego
un elemento análogo a la neurosis o psicosis? ¿Y qué quiere significar Mcintosh
cuando afirma que las reglas de la «vida normal» se suspenden para los fines del
ejercicio deportivo? ¿Acaso que se suspenden todas las reglas? ¿Que las reglas
deportivas son totalmente distintas de las reglas normales? ¿O quizá sencillamente
que son «específicas de ciertas situaciones» y que difieren de otras reglas sólo en el
modo en que reglas que rigen en los hospitales difieren de otras que lo hacen en las
prisiones?
En todo caso, una cosa queda clara: las tesis referentes a la «irrealidad» del
deporte no están concebidas como juicios relativos a su status ontológico. Nadie
negaría en serio que el deporte y el juego sean «reales» en el sentido de que se los
puede observar, sea directamente en el comportamiento abierto de la gente, sea
indirectamente a través de informaciones de jugadores y espectadores sobre lo que
piensan y sienten mientras juegan y «miran cómo juegan otros». En este sentido el
deporte tiene que ser «real», pues de otro modo no podría llegar a ser nunca un
tema abordable por investigaciones científicas.
39
valores, de acuerdo con el cual figuran en un primer lugar funciones económicas.
Probablemente puede decirse lo mismo del deporte y del juego. Pero incluso los
sociólogos que se han distanciado de estas ideas axiológicas predominantes en
nuestra sociedad en el grado suficiente como para reconocer la importancia del
deporte, del juego y del ocio en cuanto campos de investigación, siguen obstinados
en utilizar este lenguaje ambiguo que hace resaltar el carácter «irreal». Esto les hace
parecer —por lo menos en parte— «victimas» del sistema de valores general, que
atribuye más valor al trabajo que al ocio y que, al mismo tiempo, asigna al deporte y
al juego una posición subordinada dentro de la jerarquía global de valores según la
que se clasifican las actividades de ocio.
2. Sin embargo, también es posible que algunos de los partidarios de una «tesis
de irrealidad» con referencia al deporte y al juego sean, más o menos implícitamente,
secuaces de una variedad de marxismo vulgar. Si es cierta esta afirmación, el
deporte y el juego, al igual que las religiones, habrán de considerarse quizá como
«opio de las masas», como un medio para «producir mistificación». En este caso, la
participación en el deporte y en el juego puede considerarse como manifestación de
una especie de «conciencia errónea», como adaptación «irreal» a los problemas de
la vida, por lo menos en lo que concierne a los miembros de las clases sociales
bajas.
Sin embargo, puede que esto no sea así. Hasta ahora se han hecho
insuficientes estudios empíricos; con todo, parece razonable la suposición de que el
interés que las clases oprimidas manifiestan por el deporte y el juego a veces no
represente forzosamente una «conciencia errónea» --expresión de su «grado de
politización» apenas desarrollado—, sino un tipo de conducta más o menos racional,
basada en una valoración realista de sus posibilidades políticas. Por lo tanto, puede
que algunos de ellos, aunque perciben la relación entre su miseria y una estructura
social que les explota, opinen, no obstante, que las oportunidades de provocar un
radical cambio social son extremadamente escasas, por lo menos durante su propia
existencia. En resumen, lo que ocurre probablemente no es tanto que su ocupación
40
con el deporte y el juego señale una deficiente conciencia política, sino más bien que
no quieran renunciar a un disfrute central a intensivo a cambio de un esfuerzo por
alcanzar unos objetivos a largo plazo, esfuerzo cuyas posibilidades de éxito estiman
extraordinariamente reducidas.
Este tipo de posición propia del marxismo vulgar parece sostener, en todo caso,
la suposición de que un conflicto entre la actividad deportiva y una activa
participación intelectual en la política es, en cierto modo, necesario. Sin duda alguna,
algunos deportistas son apolíticos; no obstante, hay también ejemplos de que la
participación en el deporte puede ir acompañada de un alto grado de conciencia y
activismo políticos. En Inglaterra, en el siglo XVIII, el fútbol tradicional, por ejemplo,
fue empleado en más de una ocasión como arma para luchar contra los Enclosure
Acts )11. En 1848, en Alemania, los miembros pertenecientes al Club de Gimnastas
de Hanau/Baden lucharon de forma destacada contra las tropas prusianas que
habían sido enviadas para impedir que el gobierno provisional diera una constitución
liberal; y en los Juegos Olímpicos celebrados en 1968 en México, los deportistas
negros de América se solidarizaron con el movimiento en pro de los derechos de
ciudadanía mediante el saludo del «black power» durante la adjudicación de
medallas, cuando se encontraban en el estrado de vencedores, a pesar de que lo
único que lograron con esto fue una sanción o, al menos, una amonestación de los
responsables del equipo americano.
41
permite usar esta atrevida expresión. Y es que podría dar la impresión de que implica
un control total por parte de las clases dominantes, esto es, que éstas comprenden
las estructuras sociales y la psicología del individuo y que inventan y manipulan a
voluntad modos de ocupar el tiempo libre, haciendo que la excitación y el entusiasmo
entre los grupos expoliados sean lo suficientemente grandes como para hacerles
olvidar totalmente la expoliación de la que son objeto o, por lo menos, que se
resignen a ella. Sin embargo, es bastante improbable que ninguna clase dominante
haya llegado jamás a aproximarse siquiera a tal grado de control de la gente a la que
gobierna. Con esto no se trata de negar que los componentes de las clases
dominantes procedan, a menudo, a modo de conspiración e intenten ampliar o
defender sus intereses, ni tampoco el hecho de que la promoción del deporte y del
juego para el «pueblo» desempeñe frecuentemente un determinado papel en sus
maniobras. Sin embargo, hay que afirmar categóricamente que los juicios
apriorísticos acerca del deporte y del juego resultan insatisfactorios aquí como en
otros campos de la vida social. Incluso desde una perspectiva marxista se plantea la
necesidad de estudiar tanto el carácter de la satisfacción que los hombres obtienen
de su participación en el deporte —sea directa, como jugadores, sea menos directa,
como espectadores—, cuanto las propiedades estructurales y funcionales del
deporte y del juego que hacen posible esa satisfacción.
42
que se trate de un intento relativamente incoherente e impreciso de conceptuar
algunos aspectos del deporte y del juego que se prestan a la observación objetiva12.
Esta posibilidad merece que nos ocupemos de ella. Son, por lo menos, dos los
síndromes psíquicos que parecen ofrecerse como base sobre la cual se han hecho
afirmaciones relativas a la «irrealidad» de ese tipo de fenómenos. Estos dos
síndromes no se excluyen mutuamente, pero podrían contribuir, por lo menos en
parte, a explicar la falta de una clara conceptuación. Se trata a) del hecho de que a
veces los jugadores perciben el deporte y el juego como algo «irreal», y b) de la
asociación de tipos de fantasías con algunas formas de juego. Ninguno de los dos
síndromes me parece adecuado para conceptuar las características,
sociológicamente distintas, del deporte y del juego.
43
de criquet, que «se desviven jugando» o que «se olvidan de sí mismas» jugando al
fútbol. No resulta del todo claro qué quieren decir con esto; pero esas declaraciones
pueden aportar datos útiles sobre la naturaleza de las «experiencias deportivas».
Pueden apuntar a una pérdida transitoria de la propia conciencia; a un estado en el
que uno reacciona principalmente a un nivel impuesto por la costumbre o
emocional;'a un «sumirse» u «olvidarse de sí mismo» durante la actividad practicada
en común, sea como jugador que se «consume» luchando por la victoria, sea como
espectador que se embebe presenciando un espectáculo de este tipo. En cuanto a
esta última situación, la identidad de un individuo puede mezclarse con la de los
otros que componen la multitud. Las situaciones que se dan en las masas humanas
tienen la capacidad típica de crear una especie de anonimato y a la vez de poder
entre los presentes. Esas situaciones contrastan fuertemente con las que la mayoría
de la gente suele experimentar en el curso de su vida cotidiana, en la que se
encuentran relativamente impotentes y expuestos a la vista de aquellos que los
controlan. Por otra parte, los espectadores individuales se dejan arrastrar fácilmente
por el ritmo de la muchedumbre, sobre todo si va acompañado por tambores, coros
rítmicos y cantos. Puede que ese tipo de experiencias sean percibidas como algo
«irreal» por parte de las personas que las experimentan, concretamente en el sentido
de que el individuo no se da cuenta de nada más sino de su absorción en una
actividad común y de sus reacciones emocionales frente a este hecho; en el sentido,
pues, de que deja de prestar atención a otros aspectos del ambiente que le rodea y,
por otra parte, de que de esta manera es capaz de olvidarse por un momento de los
problemas y deberes, penurias y tormentos de su vida «real», de su vida «normal».
Incluso en el caso de que esto sea lo que ocurre, sigue en pie la pregunta de cuáles
son en realidad los rasgos precisos del deporte y del juego que hacen posible esta
vivencia de «estar-fuera-de-sí» (experiential aurelity).
44
así— el papel de esa persona u objeto— quizá el de su padre o de un tren— y se
comporta a veces como si creyera ser realmente esa persona o ese objeto. Esa
«asunción-del-papel-de-otro» e identificación son perfectamente normales; forman
parte de la primera socialización y le dan al niño una oportunidad de comprobar y
desarrollar su comprensión de lo que entra en juego al desempeñar papeles de
adultos; o bien, ofrecen al niño la posibilidad de descubrir algunas cualidades
motrices o de otra Índole, propias de seres humanos, en contraste con las de los
trenes13.
45
Fleming, y de que otros la confirmen en esa creencia, o si esa persona cree que es
«realmente» uno de esos pioneros de la investigación médica.
46
identificándose con un afortunado hombre de negocios o un destacado politice.
Existe otro tipo de identificación fantástica que se puede atribuir más acertadamente
al deporte y al juego que los ya expuestos, pese a que —supuestamente combinado
con una función secundaria de carácter psicológico de esos dos factores— desde el
punto de vista sociológico tampoco se le puede considerar como característica
definitiva. Dicho tipo de identificación está relacionado con el hecho de que la
maestría deportiva en nuestra sociedad se considera casi en todas partes como un
deseable rasgo «masculino». Los hombres que carecen de esta materia quizá
obtengan alguna satisfacción y compensación sustitutivas de su propia «falta de
masculinidad» identificándose con deportistas que han conseguido triunfar. Dada la
asociación casi universal de la maestría deportiva con la «masculinidad» —he aquí
una representación de valores que las mujeres, por lo general, apoyan, aunque
ciertamente no de un modo unívoco-, este modelo no tiene por que ser específico de
una clase determinada.
47
Problemas relacionados con el conflicto y la integración
En todo caso, parece fundado que el fútbol y otro deportes similares pudieran
servir de «laboratorio natural» para estudiar los aspectos dinámicos del conflicto de
grupos; concretamente, en el deporte cabe hacerlo de forma menos subjetiva que en
otros conflictos, como por ejemplo los laborales, de clases, internacionales y otros
tipos de conflictos de grupos en los cuales la vinculación a una de las partes
constituye un manifiesto obstáculo para un estudio objetivo 18.
Hasta ahora se han realizado pocos estudios sistemáticos sobre las diversas
cuestiones sociológicas y socio-psicológicas relacionadas con el tema deporte y
agresión. A pesar de esta laguna, e independientemente de los casos de riñas que
surgen, por ejemplo, entre jugadores de fútbol y espectadores, hay buenas razones
para considerar todo el problema como más complejo de lo que lo hacen Brill,
Russell, Lorenz, Gerth y Milis... Incluso aceptando que el deporte desempeña alguna
función en la canalización de la agresión, habría que partir de la consideración de
que el proceso entero dista mucho de ser sencillo y de que se desarrolla en más de
una dirección. Pues no hay que olvidar que el deporte y el juego no cumplen sólo una
48
clara función en la solución catártica de la potencia agresiva, sino que el deporte crea
también una situación en la que se suscita agresividad...
2. Muchas veces se ha afirmado que una de las funciones centrales del deporte
—especialmente del deporte-espectáculo— en sociedades modernas consiste en
servir de medio que permita al individuo identificarse con grupos sociales de su
19
medio ambiente . Según este argumento, el equipo de fútbol de una ciudad jugaría
simbólicamente por toda la comunidad urbana y representaría un medio con el que el
individuo puede identificarse e integrarse en la comunidad; y esto de una manera
relativamente impersonal...
Quizá tampoco sea ir demasiado lejos especular que el fútbol y otros deportes
nacionales cumplen, en un país como Inglaterra, una función bastante compleja de
integración, función que se deriva de manera análoga a los modelos de conflicto e
integración que Evans-Pritchard y otros describen como mecanismos centrales de la
20
cohesión social en sociedades tribales con linaje segmentario (lineage) . Esto lo
puede ilustrar un ejemplo bien sencillo e hipotético. Si el Everton juega contra el
Liverpool, los aficionados al fútbol de Liverpool se encuentran divididos en dos
grupos bastante bien definidos. Si el Everton juega contra el Manchester United,
entonces los seguidores del Everton y del Liverpool se unen en contra del adversario
común. Pero si el Leeds United es contrincante del Manchester, pueden identificarse
los partidarios del Manehester, del Liverpool y de otros clubs de Lancashire. Del
mismo modo, los aficionados de toda Inglaterra se olvidan de sus rivalidades y se
unen contra adversarios extranjeros, cuando, por ejemplo, el Real Madrid juega
contra el Arsenal en la Copa de Europa... Aquí se plantean algunos problemas
importantes a la futura sociología del deporte. Pero sólo es posible descubrir esos
problemas si se reconoce la interdependencia de conflicto e integración 21. Condición
necesaria para toda discusión teórica y todo estudio empírico ulteriores es superar el
obstáculo creado por la tendencia a separar analíticamente y reunificar conflicto e
integración como fenómenos sociales.
49
Resumen
50
homo laborans, homo oeconomicus, homo politicus, pero no como homo ludens. Una
imagen integral del hombre debe tener en cuenta todos los aspectos de la vida
individual y social: el juego y el trabajo, el deporte y la ciencia, la diversión así como
el tiempo libre y la política, la criminalidad y la guerra. La sociología del deporte
puede hacer una importante contribución ayudando a eliminar la deformación que se
ha dado hasta hoy en la investigación y en las teorías sociológicas. Quizá este
ensayo pueda contribuir un poco a convencer a un mayor número de sociólogos para
que realicen investigaciones sobre la sociología del deporte.
Notas
* Este articulo es una abreviación del publicado por primera vez con el titulo de Some
conceptual dilemmas in the sociology of sport, en R. Albonico y K. Pfister - Binz (Ed.),
Soziologie des Sports. Birkháuser. Basilea, 1971: 34-47.
1
Spencer, li.,Education:¡ntellectual, Moral andPhysical. Londres, 1861.
2
Veblen, T., Theorie derfeinen Leute. Kiepenheuer und Witsch. Colonia, 1959 (orig.
1899), véase más adelante el Capitulo V.
3
Lüschen, G., The Sociology of Sport. Mouton. París, 1968.
4
Lüsehen, G., Kleingruppenforschung und Gmppe im Sport. Westdeutscher Veriag,
Colonia y Opladen, 1966.
5
Esta tesis se trata extensivamente en tres ensayos editados conjuntamente con
Norbert Elías: The questfor excitement in leisure. En: «Society and Leisure» (Praga)
2, diciembre de 1969. The questfor excitement in unexciting societies. En: G.
Lüsehen (Ed.). The Cross - Cultural Analysis of Sport and Games. Stipes.
Champaign, 111., 1970: í\-fil. Leisure in the sparetimespectrum. En: R. Albonico y
K. Pfister - Binz (Ed.), Soziologie des Sports. Birkháuser. Basilea, 1971: 27-34.
6
Esta actitud se critica más detenidamente en N. Elías y E. Dunning, op. cit., 1971.
7
Citado por Stone, G.P., American sports: play and display. En: «Chicago Review»
9, 1955, 3: 83 - 100.
8
Mcintosh, P., Sport in Society. Watts. Londres, 1963, pp. 119ss.
51
9
Caillois, R., Die Spiele der Menschen. Langen - Müller. Munich, sin fecha, p. 12.
Véase también el artículo siguiente de este tomo.
10
Veblen, T., op. cit.
11
Marples, M., A History of Football, Londres, 1954, p. 85.
12
Existe todavía otra posibilidad, que no precisa ser tratada detalladamente en este
contexto, pese a que se relaciona con un aspecto muy importante de estos
problemas. Podría ser, por ejemplo, que los autores se basen en las siguientes
hipótesis: Las áreas del trabajo y del juego se encuentran totalmente separadas en
la sociedad actual, siendo más importante la primera que la segunda, ya que está
más directamente implicada en «cuestiones de supervivencia». Ahora bien, como
ya señaló Gregory P. Stone, puede que esa radical separación haya existido en las
sociedades industriales del siglo XIX pero va decreciendo cada vez más, lo que
puede comprobarse contemplando la creciente seriedad con la que mucha gente
practica su juego. Además, esto se hace patente por el hecho de que formas de
juego se convierten en modalidades de trabajo, así como por la tendencia a incluir
las más diversas formas de juego en el área del trabajo: Por ejemplo, programas de
radiodifusión como «Música durante el trabajo» (Stone, op. cit.). Si además, como
opinan Lockwood y Goldthorpe, los «trabajadores independizados» -conforme
aumenta su riqueza- tienden cada vez más a considerar su trabajo desde el punto
de vista «instrumental» y «pecuniario», convirtiéndose de esta forma en una clase
trabajadora dominante de tipo social, seguramente llegará un día en que un número
mayor de personas consideren como pérdida de tiempo menos su ocio que su
trabajo. El tiempo libre disfrutado con o sin la familia será entonces concebido por
esa gente como el punto central de su «realidad» o de las «actividades serias» de
su vida. Véase D. Lockwood y J. H. Goldthorpe, Affluence and the British class
structure. En: «Sociological Review» 2, 1963: 133 - 163.
13
Los juegos infantiles y el problema de la realidad son analizados por K. Riezler,
Play and seriousness. En: «Journal of Philosophy» 38, 1941: 505 - 517.
14
Brill, A.A., The why ofthefan. En: «North Ameriean Review. 4, octubre de 1929:429
- 434.
52
15
Russel, Q.,Authority and the Individual. Londres, 1949, p. 20.
16
Lorenz, K., Das sogenannte Bóse. Borotha - Schoeler. Viena, 1963, pp. 355ss.
17
Gerth, H.H. y C. Wright Milis, Character and Social Structure. Londres, 1954, p. 63.
18
Véase Elias, N. y E. Dunning, Zur Dynamik von Sportgruppen. En: G, Lüsehen
(Ed.), Kleingruppenforschung, op. cit., pp. 118-133.
19
Gregory P. Stone ha estudiado factores en su trabajo sobre los hinchas deportivos
de Minneapolis - St. Paúl. Véase su artículo en este tomo.
20
Evans-Pritchard, E. E., The Nuer. Clarendon Press. Oxford, 1940. Véase también
Gluckma M., Custom and Conflict in África. Basil Blackweil. Londres, 1956.
21
Véase Lüsehen, G., Cooperation, associatíon and contest. En: «Journal of Conflict
Resolution 14, 1970, 1: 21-34.
22
Los ensayos citados en la nota 5 son intentos de poner los cimientos de una teoría
del ocio. Las ocupaciones del tiempo libre se consideran en ellos como fuente de
entretenida excitación, tratándose finalmente de descubrir esa excitación en las
distintas formas de ocupar el tiempo libre.
23
Goffman, E., Fun in gomes. En: E. Goffman, Encomters. Bobbs - Merril.
Indianápolis, 1961, p. 19.
53
CAPITULO II
54
SOCIOLOGÍA POLÍTICA DEL DEPORTE.
Selección de Textos.
Brohm Jean – Marie (1982)
Deporte y Sociedad Capitalista Industrial.
Fondo de Cultura Económica
Pág. 55 - 76
55
II. DEPORTE Y SOCIEDAD CAPITALISTA-INDUSTRIAL:
EL ADVENIMIENTO DEL DEPORTE DE COMPETICIÓN MODERNO.
El conde Karl von Krockow hace notar que «el deporte de competición moderno
es un producto de la sociedad industrial, la representación simbólica concentrada de
sus principios fundamentales; ésa es la razón por la cual fascina a las masas en
todos los países industrializados o en vías de industrialización»1.
56
hipódromo de Newmarket para ver a un tal Evans intentar batir el récord pedestre de
la hora. El anterior récord lo poseía Thomas Carlisle, quien en 1740 corrió 17,3
kilómetros. Se apuesta sobre Evans como si se apostase sobre un caballo. La
recaudación alcanza 10.000 libras y el corredor sabe que, en caso de ganar, se
embolsará la décima parte de esta suma. Evans recorrió 17,4 kilómetros en la hora:
¡récord batido! Pero también se corre sobre pista. Foster Powell tiene ya treinta años
cuando, en 1764, sobre el Bath road de Londres a Bristol, cubre la 50 millas ¡en
menos de siete horas! Las pruebas pedestres son, la mayor parte de las veces,
carreras de largo recorrido. Sin embargo, en 1787, un tal Walpole logró «tragarse»
una milla (alrededor de 1.609 metros) en cuatro minutos treinta segundos. Estos
«pedestres» son la mayor parte semiprofesionales (ya entonces) y tienen algún oficio
complementario, como el de «running footman», valet de pie encargado de preceder
a la carroza de un noble y anunciar su paso. Este tipo de carrera-apuesta existía ya
desde principios del siglo XVII. En mayo de 1606 tuvo lugar una competencia
incitada por una apuesta: un cierto John Lepton of Kepwica aseguraba que en seis
días recorrería a caballo cinco veces la distancia de Londres a York
(aproximadamente 200 millas por día). En realidad, no tardó más que cinco días. Hay
en este hecho, dice Bouet, el prototipo de lo que habría luego de hacerse de modo
cada vez más extendido: la tentativa de superar empresas en razón de una apuesta,
y que se traduce, la mayor parte de las veces, en un match contra el tiempo. Dice
Umminger: «Bien conocido el gusto general por las apuestas, imaginaban
constantemente pruebas sensacionales, ciertamente absurdas. Se organizan
también carreras de lisiados, de jovencitas, de viejos, carreras a la pata coja y toda
suerte de otras insensateces. La apuesta no fue, pues, la única iniciadora de las
marchas extremas humanas y del récord, pero sitúa desde el principio una serie de
obstáculos sobre la vía de su desarrollo»2.
57
«Seguramente esto había existido ya; y los espectadores ya habrían hecho, de
tiempo atrás, sus apuestas sobre el resultado de un juego, de una competición o de
un encuentro. Pero la apuesta solía ser siempre una especie de juego de azar,
accesorio a un evento deportivo que tendría lugar de todas maneras. Los ingleses,
por el contrario, apostaban sobre hazañas deportivas que no estaban organizadas
más que en razón de la apuesta. La apuesta era la incitación al récord. Aquí también,
como en la lucha contra el tiempo, se anuncia la era industrial, de la que la Gran
Bretaña pasa igualmente por ser la cuna»3.
La carrera a pie había de seguir el mismo proceso que las carreras de caballos.
En 1787, se registra una marca sobre la distancia de una milla; en 1791, otra sobre
un cuarto de milla. Estos corredores a pie son generalmente profesionales. Pero la
práctica de la apuesta deportiva no reina solamente en el dominio de las carreras,
aunque sea aquí, donde encuentre la imagen más neta de una sociedad que
comienza a coger su ritmo competitivo: los ingleses apostaban también sobre los
resultados de los combates de lucha, de esgrima, y sobre todo de boxeo.
58
aparición del cronometraje electrónico, no dejó de ser una inmensa carrera contra el
reloj.
Desde 1760, los ingleses organizaron las primeras carreras de velocidad de 110
yardas, distancia la más apta, según ellos, para demostrar la mayor velocidad
humana. Después, a la manera de los griegos, utilizaron una distancia equivalente
poco más o menos a la de un «estadio»: el «furlong» de 220 yardas (201,16 metros);
después, el «diaule»: un cuarto de milla (402,33 metros), y, por fin, en las distancias
correspondientes a las carreras largas (diólicas) de Olimpia: la media milla (804,67
metros), la milla (1.609,31 metros), las dos millas (3.218,68 metros), las tres millas
(4.828,02 metros) y las seis millas (9.656,05 metros). Estas son las distancias que
los europeos del continente, cuando empezaron a practicar la carrera de pie (hacia
1884-1894), transforman en 100, 200, 400, 800, 1.500,
3.000, 5.000 y 10.000 metros.
59
célebre entre Oxford y Cambridge tuvo lugar en 1829. Después fue el turno de las
competiciones de golf, de rugby y de cricket.
Desde esa época van a establecerse definitivamente las normas directrices del
deporte de competición que fijarían fundamentalmente su dinamismo y su
orientación. Bouet lo resume muy bien de la manera siguiente: «Por lo que
acabamos de decir de los tres principales deportes (boxeo, rugby y carreras a pie), a
los que en una Inglaterra en plena expansión económica y social había dado la
pasión por las apuestas un impulso tan fuerte, vemos nacer los rasgos
característicos del deporte moderno: la búsqueda de la marca, la persecución del
récord, la medición (especialmente del tiempo), el perfeccionamiento de la técnica, la
competición incesante, la inserción del deporte dentro de la actividad económica y su
penetración en las diferentes clases sociales, a las que pone a menudo en
comunicación»4.
Vemos así florecer progresivamente en la Inglaterra industrial del siglo XIX el sistema
institucional deportivo, que no tardaría en difundirse entre todos los grupos sociales
del mundo. Nuestro propósito, ya lo hemos dicho, no es escribir una historia del
deporte, aunque fuera sumaria, sino extraer lecciones de esta historia para hacer así
su teoría. Sin embargo, desde un punto de vista más general podemos decir que la
historia del deporte es la historia de su difusión progresiva por todo el planeta,
60
especialmente a partir de finales del siglo XIX y principios del XX. La concordancia
en la aparición de las federaciones deportivas nacionales en los distintos países
muestra claramente el carácter estructural del hecho deportivo, indisolublemente
ligado al modo de producción capitalista y a su eclosión expansionista-imperialista de
principios de siglo.
61
netamente británico Me Intosh: «Los juegos y los deportes se exportan del mismo
modo que los barcos y los imperdibles. Han sido llevados a las cuatro esquinas del
mundo por los viajeros y los comerciantes, los soldados y los marinos, los ingenieros
y los misioneros. El comercio sigue a la bandera y el deporte sigue al comercio»7. De
esta manera, a partir del impulso anglosajón, se funde el deporte por medio de la
expansión imperialista de principios de siglo. Como señala Me Intosh: «La mayor
parte de los deportes de práctica corriente y la gran mayoría de los más populares
fueron exportados por la Gran Bretaña»8. En efecto, el imperio británico sembró a los
cuatro vientos las prácticas deportivas de su aristocracia y de su burguesía industrial.
Esta es la explicación por la que encontramos al fútbol un poco por todo el mundo, el
cricket y el tenis en la India y el rugby en las antiguas colonias inglesas.
62
tanto más necesario cuanto que en esta época, a principios de siglo, vemos aparecer
las primeras grandes pruebas deportivas clásicas (Tour de Francia, carreras
automovilísticas y, sobre todo, los Juegos Olímpicos). Al mismo tiempo asistimos a
una proliferación de concursos, pruebas y competiciones de todo género: travesía a
nado del canal de la Mancha, travesías en avión, grandes conquistas del alpinismo,
aeronautismo, etc. Es la época triunfal de los medios mecánicos: auto, avión, moto,
bicicleta, etc., que contribuyen a forjar y a extender una conciencia deportiva
universal. El público se apasiona por los eventos deportivos que manifiestan la
potencia de las fuerzas productivas capitalistas.
Nos queda por enumerar y analizar los factores del desarrollo mundial del
deporte.
El primero y más importante factor del desarrollo deportivo ha sido la aparición del
tiempo libre y el ocio gracias al impetuoso desarrollo de las fuerzas productivas. La
aparición histórica del ocio permite desde un principio consagrar una parte
importante de nuestra existencia a actividades no productivas. Por primera vez, la
emancipación de los trabajadores parece posible gracias al propio desarrollo del
capitalismo. Este tiempo de reposo es también, entendámoslo bien, un tiempo de
recuperación de la fuerza necesaria para el trabajo, que suele ser todavía de un
horario extenuante (jornadas de diez o hasta de doce horas de trabajo). El deporte
aparece entonces como un medio privilegiado de recuperación, de distracción y de
cultura. Es interesante hacer notar que las primeras grandes asociaciones obreras
exigían en sus reivindicaciones el derecho al ocio y al deporte. Asistimos también al
desarrollo de importantes organizaciones obreras deportivas, que toman a su cargo
el ocio y las actividades físicas recreativas, fomentando, sobre todo, el turismo y la
actividad al aire libre de los trabajadores. Así, el deporte ha devenido
progresivamente un fenómeno importante dentro del tiempo libre, hasta el punto de
63
que se puede prever razonablemente, en el marco de una civilización de tiempo libre,
una auténtica cultura del cuerpo para todos.
64
en la mercancía cultural por excelencia en el mercado de intercambio. Cuando dos
países quieren establecer relaciones diplomáticas, comienzan por delegar en sus
abanderados deportivos (Cf. las partidas de ping-pong entre los Estados Unidos y la
China Popular). De la misma manera, desde el tiempo de la «coexistencia pacífica»,
el volumen de intercambios se mide, entre otras cosas, por el número de encuentros
deportivos amistosos... Por otro lado, y esto demuestra su importancia política a nivel
mundial, el deporte ha contribuido fuertemente en la formación de una conciencia
cosmopolita, una conciencia de una humanidad deportiva en la que el criterio de
referencia es el récord y el campeón. La difusión masiva por los medios de
comunicación de masas de los resultados y confrontaciones deportivas ha creado un
público mundial a la escucha de los transistores y sentado ante la televisión. En un
planeta deportivo, los records y los campeones constituyen una especie de símbolo
de universalidad. Por medio del deporte, el planeta se unifica en torno a los valores
de la competición. Más profundamente que el automóvil y el cronometraje, el deporte
ha revelado a la gente el sentido de la distancia, del espacio y del viaje. El deporte es
de por sí una incitación al viaje, tanto corporal como espiritual. El deporte facilita no
sólo los intercambios internacionales, lo cual es evidente, sino que además reduce
simbólicamente las distancias.
Es interesante hacer notar en este punto que el deporte aparece como hecho
social masivo al mismo tiempo que las vacaciones pagadas, el turismo de masas y el
ocio popular (en el que el deportes es, muchas veces, el contenido esencial) en el
momento de las grandes luchas sociales (Frente Popular, en 1936).
65
c) La revolución científico-técnica
66
paracaidismo, el esquí náutico, el submarinismo, la espeleología...). Además de
estos nuevos deportes, muchos de los que ya existían se han transformado; su
material se ha perfeccionado (pensamos en los progresos de las marcas realizadas
en esquí gracias a la fabricación de esquíes nuevos y a los ajustes cada vez mejor
adaptados en patinaje, gracias a los patines enteramente metálicos, etc.).
Si bien el origen del deporte está marcado por el sello anglosajón, su desarrollo
es inseparable de la constitución de la escena política mundial, donde los grandes
protagonistas son los estados-naciones, los estados nacionales. El deporte nace no
solamente con el modo de producción capitalista, sino, además y sobre todo, con el
estado nacional-democrático. La idea de deporte, es decir, de confrontación de
individuos considerados iguales a priori, es inconcebible en una sociedad feudal
agraria, en la que las clases están rígidamente separadas unas de otras y donde el
individuo se halla ubicado de por vida en su condición social, en su pueblo, en su
67
estado. El deporte exige la fluidez del mercado, donde se disuelven todas las
barreras corporativas, donde se volatilizan todos los obstáculos institucionales que
impiden a los hombres, a las mercancías y a las ideas el intercambiarse libremente.
En resumen, como veremos en detalle más adelante, en el capítulo consagrado al
deporte y al derecho, el deporte exige orgánicamente la noción práctica y teórica de
individuo libre y jurídicamente dueño y poseedor de si mismo y de sus bienes. El
deporte, como no dejan de repetir sin cesar C. Diem o A. Brundage, no es una
competición entre estados o naciones, sino entre individuos libres. Es este complejo
conjunto de hechos el que resume muy bien Bouet cuando dice: «El deporte ha
reducido la distancia entre las clases, ha multiplicado sus contactos y ha introducido
una movilidad social característica. Como resultado de ello, el deporte tiene una
difusión cada vez mayor en los diversos estratos de la sociedad y se ha producido en
su seno la abolición progresiva (aunque aún no terminada) de la discriminación y de
la existencia de deportes reservados a una élite social. El deporte para todos
conlleva el deporte por todos,»11
68
Diem según las cuales si bien el deporte es nieto del Renacimiento, es hijo de la
Revolución»12.
69
desde su óptica esta tesis de la siguiente manera: «Libertad, igualdad, fraternidad: la
libertad de escoger una especialidad deportiva, un método de entrenamiento y unos
camaradas determinados; la igualdad, porque aquí cada uno, pobre o rico, se sitúa
sobre la misma línea de salida, y la fraternidad, porque esta actividad común,
libremente escogida y libremente ejercida, posee, en la experiencia de la comunidad
vivida, una extraña fuerza de vinculación» 14.
70
Juegos Olímpicos la filiación histórica del deporte antiguo al deporte moderno, y
todas las declaraciones más o menos ideológicas sobre el humanismo deportivo
griego, indican la tendencia a presentar espontáneamente el hecho deportivo
moderno como vástago legitimo del deporte griego y también como una especie de
entidad transhistórica, un hecho de cultura, un saber de la humanidad que a través
de los siglos habría conservado su esencia sin cambiar fundamentalmente, de
naturaleza social. También el récord introduce, en compañía de otros factores que
analizaremos más adelante, un corte histórico, una ruptura social fundamental. Es el
récord, entre otras cosas, repitámoslo, lo que constituye el deporte moderno.
Hemos de subrayar también, como lo hace, por ejemplo, Bouet, «la idea de una
discriminación fundamental de significado entre el deporte helénico y el deporte
moderno» 16. W. Umminger fue uno de los primeros en insistir sobre el rol constitutivo
del récord en el deporte moderno. Este autor muestra que el deporte moderno está
determinado —y es lo que provoca el corte radical con el deporte antiguo— por tres
categorías combinadas: la prosecución del récord, el mayor interés por la velocidad,
el acortamiento de las distancias y, en fin, la obsesión por la medida. Y agrega: «Los
ingleses (...) apuestan sobre eventos deportivos que no tenían más razón de ser que
dicha apuesta. La apuesta fue la incitación al récord. Aquí, como en la lucha contra el
tiempo, se anuncia la era industrial, de la que la Gran Bretaña pasa por ser
igualmente la cuna» "De este modo, el récord anuncia la era tecnológica, el deporte
de la época de la revolución técnica. Tampoco J. Ulmann duda al afirmar, poniendo
de relieve el aspecto de la ruptura, que «la comparación del deporte griego con el
deporte británico revela todo lo que les separa. Esto permite asimismo destacar todo
lo que de simplista tienen la mayoría de las teorías sobre el deporte, que quieren que
éste traduzca a su manera los rasgos permanentes de la naturaleza humana»18.
El récord es, también y sobre todo, la expresión de una visión del mundo
profundamente divergente entre los griegos y los modernos. Aquí también existe una
ruptura entre diferentes concepciones de la cultura del cuerpo y del espíritu. Mientras
que la cultura griega del cuerpo era natural, orgánica, cultural y, sobre todo, de
71
inspiración religiosa, la concepción moderna del cuerpo desde el punto de vista
deportivo es, ante todo, la de una máquina de rendimiento en la que los records
jalonan los progresos. «Gracias al deporte —escribe Ulmann—, aparece, por primera
vez, la idea de un progreso corporal de la humanidad en la historia de la educación
física. La gimnasia de los griegos era inseparable de una concepción del cuerpo
condicionada por una metafísica de lo finito. El deporte de los modernos se relaciona
con una filosofía más o menos coherente: la teoría del progreso. El hombre va por
delante, amontona conocimientos, disciplina la materia, conquista nuevos dominios:
está inmerso en un proceso infinito. Al mismo tiempo que acrecienta sus poderes,
transforma su cuerpo aumentando sus capacidades»19.
El deporte antiguo difiere, pues, del moderno en que aquél no implica la idea de
progresión infinita, la concepción del deporte ascendente y lineal. Este hecho revela,
evidentemente, las tendencias dominantes del modo de producción antiguo. Como
muy bien dice Marx, los modos de producción antiguos, esclavistas o asiáticos —por
oposición con el dinamismo revolucionario y progresivo del modo de producción
capitalista—, se caracterizan por su tendencia a la autarquía y al estancamiento. La
simplicidad del organismo productivo de estas comunidades, que son
autosuficientes, que se reproducen constantemente bajo la misma forma y que, si
son destruidas accidentalmente, se reconstituyen en el mismo lugar y con el mismo
nombre, nos da la clave de la inmutabilidad de las sociedades asiáticas.
72
sobrepasar la marca del contrincante, pero no se medía la distancia recorrida por el
aparato»20.
Aparte del hecho de que la medida cuantitativa sistemática no existía en el
deporte griego, éste se hallaba marcado por una gran preocupación por la libertad
reglamentaria: «Nos parece —escriben estos autores— que las pruebas deportivas
antiguas llevaban implícita una mayor libertad que las nuestras»21.
Por otra parte, la cultura griega del cuerpo estaba inserta en la cultura general
(de la que era un elemento indispensable y primordial), como lo atestiguan por
ejemplo, los escritos de Platón. El cuerpo formaba parte de una totalidad espiritual,
religiosa y moral, armoniosa, la kalokagathia, en que se mezclaban el Bien, lo Bello y
lo Bueno en una especie de osmosis trascendental. El cuerpo tenía entonces un
estatuto propiamente metafísica. En una palabra, el humanismo griego daba otra
coloración ideológica a la práctica física, competitiva y deportiva, que se practicaba
con ocasión de ceremonias religiosas y culturales. Esta dimensión es, según
nosotros, capital, ya que rompe de manera radical con el positivismo cientificista y
racionalista de la práctica olímpica actual, que está organizada, en cambio, como una
vasta feria-exposición laica. D. Robert ha insistido ampliamente sobre este aspecto,
que él considera fundamental, para la definición del deporte griego. La práctica
deportiva griega se inscribe íntegramente en la mitología de los dioses, semidioses y
héroes. Recordemos a este propósito que los Juegos fueron instituidos en Olimpia
(hacia 884 a. C., o hacia 776 a. C., según otros autores) en un campo sagrado,
dentro de un entorno religioso y con un altar en honor de Zeus. Por otra parte, las
73
competiciones olímpicas eran ocasión de numerosas ceremonias religiosas,
sacrificios y acciones de gracias. Otros juegos antiguos menos conocidos tuvieron
asimismo una significación religiosa y mitológica: los Juegos de Nemea, los juegos
píticos y los juegos ístmicos. Todos ellos dan testimonio, como señala J. Ulmann, de
la «alta dignidad ontológica» del cuerpo23. A todo lo largo del deporte griego, la
relación entre las ceremonias religiosas y los juegos deportivos es constante. En los
juegos, «los dioses son traídos a escena en función de las relaciones que tienen
entre sí mismos o con los hombres»24.
74
apoyaba sobre relaciones de producción social esclavistas o asiáticas, mientras que
el deporte moderno se basa en relaciones de producción capitalista.
NOTAS.
1
K. GRAF VON KROCKOW. «Der Wetteifer in der industriellen Gesellsehaft», en
Der Wetteifer, Limpert Verlag, Francfort del Main, 1962, p. 59.
2
W. UMMINGER, Des hommes et des records, Ed. La table ronde. París, 1964,
p. 237.
3
Ibìdem, p. 237.
4
M. BOUET, op. cit., p. 325.
5
K. MARX, El capital, tomo I, op. cit., p. XIV.
6
M. BOUET, op. Cit., p 346
7
P.C. MC INTOSH, Sport in society, Watts, Londres, 1963, p. 45. B. GILLET (op.
cit., pp. 75) Desarrolla la misma opinión: Inglaterra conservara otro merito, el de
haber ofrecido al mundo entero la mayor parte de los deportes que se practican hoy
día: atletismo, cross-country, rugby...»
8
P. C. Me INTOSH, op. cit., p. 80. La misma opinión que J. 7ULMANN, op. cit.,
p. 329: «El deporte se extiende rápidamente de Inglaterra al resto del mundo».
9
M. BOUET, ap.cit., p. 367.
10
M. BOUET, op. cít., p. 370.
11
M. BOUET, op. cit., p. 370.
12
M. BOUET. op. cit., p. 371.
13
M. BOUET, op. cit., p. 371.
14
C. DIEM, op. cit., p. 32.
15
K. MARX, fundamentos de la crítica de la economía política, op. cit., p. 226.
16
M. BOUET, op. cit., p. 240
17
W. UMMINGER, op. Cit.., p. 237
18
J. ULMANN, op. Cit ., p. 339
19
Ibìdem, p. 336
75
20
M. BERGER y E. MOUSSAT. Anthologie des textes sportifs de I’antiquite, Grasset,
Paris, 1927 p. 12 s.
21
Ibìdem, p.13
22
D. ROBERT, Jeux Olimpiques modernes et Jeux Olimpiques antiques, en Le
Chrono enrayé (Spécial olympique), num. 8, mayo-junio 1992, p. 19
23
J. ULMANN, op. Cit.., p. 331
24
Ibídem, p. 332
25
M. BERGER y E. MOUSSAT, op. cit., p. 13.
76
CAPITULO III
77
DEPORTE Y AGRESIÓN.
Selección de Textos.
Cagigal José Maria (1990)
Esa «Válvula de escape»
Alianza Editorial S.A. Madrid, 1990.
Pág. 78 - 111
78
CAPÍTULO 2
Esa «válvula de escape»:
El espectáculo deportivo
79
latente, raras veces auto clarificada. Esta agresividad aparece clara y
abundantemente entre los «fans», entre los «hinchas» (214).
80
las clásicas beaterías hoy en curioso desprestigio— hemos de agarrarnos cuanto se
pueda a lo que encontremos a mano y sirva para aliviar, para descongestionar,
aunque ello, lejos de constituir una bienaventuranza programática, sea una simple y
vulgar válvula de escape.
En los organismos vivos, lo mismo que en los artificios mecánicos, todos los
elementos son necesarios. Unos son más nobles que otros, más representativos;
pero a la hora de vivir, o de funcionar, todos son igualmente importantes. Porque
cada uno se apoya en los demás, y todos en cada uno. Cierto: el organismo vivo
tiene suplencia ante determinados fallos, sus energías de refresco, de alarma,
robadas a otros sectores; pero tales levas supletorias consumen el organismo como
tal, lo merman, lo dañan. Tal puede suceder en el súper-macro-organismo de la
Sociedad. Para su buena marcha, para su equilibrio y su paz, son necesarios tanto
los solemnes Parlamentos y Cortes legislativas, las asambleas de asociaciones
internacionales, las declaraciones de derechos humanos, de respetos populares...
llenos de palabras nobles; como los vivideros y solanas comunes, llenos de palabras
vulgares; e incluso los lugares de desahogo pasional colectivo, aun con palabras a
veces soeces.
81
Al espectáculo deportivo acuden los malos modos de la sociedad de hoy; los
malos modos de barrio, los de pueblo, de ciudad, de país, del mundo. Cada uno tiene
sus módulos. Los malos modos exhibidos más estentóreamente a niveles mundiales
tuvieron lugar en Munich, en septiembre de 1972. Recordemos:
82
tomar decisiones. Al fin se aprobó el acuerdo de que los Juegos continuasen. La
prensa, los comentaristas especializados, los círculos deportivos y extradeportivos
del mundo entero produjeron toda clase de comentarios, entre los cuales predominó
la decepción de mucha gente con respecto a la labor pacificadora de los Juegos
Olímpicos.
¿Había tenido algo que ver directamente el olimpismo con el problema árabe-
israelí? Naturalmente que no, aunque los responsables del secuestro en sus
declaraciones afirmaron que querían demostrar públicamente la contradicción
existente entre el pacifismo olímpico y la angustiosa política a que estaban sometidos
los pueblos árabes. Lo que resulta indudable es que el conflicto árabe-israelí existía
al margen del olimpismo por razones totalmente ajenas a él y, desde luego, de los
Juegos de Munich. Pero éstos, los Juegos, iban a ser el suceso popular más abierto
y llamativo a nivel mundial del año 1972. Era una ocasión única para manifestarse,
para llamar la atención, para dar una lección al mundo, entretenido y confiado, y
mostrar unas reivindicaciones y una fuerza. Un belicismo existente en el mundo se
manifestaba en el terreno deportivo.
83
establishment. Por eso atacan en general al deporte, porque éste, con su vigorosa
vida popular (el deporte es, en definitiva, vida del pueblo) sirve para sostener la vida
presente y, consecuentemente, el establishment en un momento dado. También es
verdad —y éste es un capítulo muy significativo del deporte de nuestro tiempo— que
hoy todos los establishments de uno u otro color y sistema tienden a usar el prestigio
deportivo como propaganda y justificación1.
84
La acumulación, día tras día, de estas tensiones vulgares, unidas a otros
muchos pequeños o grandes conflictos de la vida, puede producir estragos en la
conducta o en la salud. La naturaleza tiende a rechazar espontáneamente,
automáticamente, estos prejuicios, estas contrariedades y puniciones de la vida, y
busca por dónde darles salida. El individuo se muestra agresivo. Sus amigos y, sobre
todo, sus inferiores pagan el pato.
85
la impotencia para dialogar con ella... constituyen tensiones que se acumulan y
refuerzan muchas veces frustraciones básicas más importantes como los problemas
económicos, la imposibilidad de atender suficientemente a la familia, las
enfermedades, los fracasos profesionales, etcétera. Todas estas presiones se
acumulan sobre la persona, que, por mucho control que tenga, se ve desbordado por
ellas. «Perdóname, pero no podía más; necesitaba desahogarme». Son frases
frecuentísimas que revelan la necesidad de escapes agresivos que nos asaltan
asiduamente.
86
calles, aeropuertos, oficinas, carreteras... es la más extendida lacra de nuestro
tiempo. Y este ambiente alarmante, recordado diariamente por la prensa y los
noticiarios, esta permanente inseguridad, es a su vez origen de nueva angustia.
Constituyen un círculo vicioso, un perfecto ciclo de realimentación.
Las masas de espectadores de los estadios pueden ser peligrosas. Toda masa
puede ser peligrosa2. En la masa enardecida el individuo incurre en una especie de
alienación que libera sus mecanismos primitivos de comportamiento. Desaparece
toda inhibición de origen cultural y posiblemente incluso algunas inhibiciones de
equilibración instintiva. El individuo en la masa, despersonalizado, anulado por la uní
dimensionalidad actuante, reforzado por el contagio físico de la acción vecina, es
capaz de cualquier cosa. Y cualquier cosa (todo) han sido capaces de hacer en la
historia las masas de hombres —que no humanas.
87
El peligro de una aglomeración deportiva está ahí, en su posible masificación.
¿Conviene que la sociedad esté expuesta periódicamente a tal estado de desmesura
masiva?
Parece un problema difícil de resolver. Pero quizá no lo sea del todo. Un control
estadístico de los sucesos violentos originados por conductas masivas de este tipo
podría dar a los responsables un índice de la inminencia del peligro. Si éste
ascendiese en el futuro, habría que plantearse el tema de la abolición de las
aglomeraciones espectaculares del deporte.
88
al desencadenante de una o varias consignas elementales que se asientan en una
cualquiera de las apetencias más o menos primitivas de cada individuo. «Igualdad
de derechos», «igualdad de clases», «abajo el opresor», «salvemos a la patria»,
«defendamos el pan de nuestros hijos», «justicia», «venganza», «fuera el invasor»,
«libertad»... He ahí, mezcladas, algunas de las muchas consignas —aptas para
direcciones políticas opuestas— que convierten fácilmente a una colectividad en
masa actuante. Todo ser humano anhela bienestar, tranquilidad, libertad, seguridad,
protección de unos mínimos valores personales. Para uno u otro contexto político
pueden ser usadas estas tendencias primordiales que se asientan en los primarios
instintos de defensa o de conservación. Fuera de la política, en otro orden de
valores, se llega también fácilmente al manejo de pulsiones humanas elementales: la
afirmación del yo, del propio grupo: «ganar», «vengarse», «prosperar»... Son
principios instintivos elementales en la lucha por la existencia, que pueden actuar
también en la ritualización de una competición deportiva.
89
«respetad la vida» en una colectividad poseedora de un mínimo grado de educación
cívica. Esta sustitución culturizadora será tanto más fácil de realizarse cuanto el
comportamiento de la colectividad esté menos solicitado por las demandas primarias
de subsistencia vital.
Es decir, a una multitud agredida con peligro directo de muerte es muy difícil inocular
un comportamiento colectivo basado en el «respeto» o la «dignidad». Actuará
necesariamente movida a nivel de «sálvese el que pueda» o de «mueran los
asesinos». Pero si los peligros amenazantes no se asientan a estos niveles
elementales de subsistencia, entonces es posible iniciar una progresión
comportamental hacia niveles más elevados.
A poco de comenzar el partido, el Spartak marcó un gol. La cosa se ponía difícil. Los
aficionados se veían frustrados, no sólo por el gol, sino porque su equipo (el Atlético)
no estaba jugando bien. Esta frustración aumentó la agresividad y aparecieron las
manifestaciones hostiles hacia los jugadores soviéticos. Cuando uno de éstos
entraba duro o cometía una falta, el público se indignaba y lo manifestaba
ruidosamente.
90
discierne. Se deja conducir por un simple mecanismo de adaptación o por cualquier
manipulación exterior. En el minuto 74 el Spartak marcó su tercer gol. Cero a tres. La
eliminatoria prácticamente quedaba sentenciada. Automáticamente, tras la
consecución de este gol, los hinchas comenzaron a abuchear a los jugadores del
Atlético y a aplaudir a los jugadores soviéticos. La pérdida de la esperanza convirtió
la agresión contra el rival en una auto punición, o mejor, en una «nostri-punición».
Fue una de las vivencias sociológicas de comportamiento multitudinario más
sugestivas con que me he encontrado en mi vida.
Pero este público del Atlético de Madrid va a protagonizar 15 meses después (abril
de 1974) un comportamiento de significativa superación cultural en circunstancias de
mayor frustración. Recordemos los hechos todavía recientes en el momento de ser
redactadas estas líneas.
91
A pesar de la inferioridad numérica del Atlético, el partido terminó con empate a cero
goles, lo cual suponía evidente frustración para el club escocés y sus hinchas.
Concluido el encuentro, en el pasillo hacia los vestuarios hubo agresiones, más bien
iniciadas por los escoceses que por los madrileños. Incluso fueron golpeados
algunos directivos del Atlético de Madrid.
Los aficionados españoles, días después, tienen ocasión de contemplar, por la magia
de la televisión retrospectiva y a cámara lenta, cada una de las jugadas motivantes
de las expulsiones y amonestaciones. Unas, justísimas, como la del defensa
Panadero. Otras, incomprensibles, como la expulsión del delantero Ayala y la
amonestación al portero Reina. La frustración, alimentada por la irritante injusticia,
crece de día en día en los aficionados atléticos. La UEFA amenaza al Atlético de
Madrid con expulsarle de todos los torneos europeos. Leña al fuego. En el partido de
vuelta, el Atlético ha de jugar sin seis de sus mejores titulares, cohibido por las
amenazas.
Prescindiendo de subjetivismos, fueron varios los errores cometidos por los directivos
de la UEFA, los cuales habrían sido culpables directos de desencadenar disturbios
graves si no hubiese intervenido espontánea y oportunamente un elemento de
trascendental importancia para el comportamiento de las colectividades
contemporáneas: los medios de información. La prensa, la radio, la televisión, sin
consignas ni sugerencias, por espontánea coincidencia, inician una campaña de
serenamiento. Se apela a la conciencia cívica, a la objetividad del pueblo español. Se
canaliza la venganza agresiva hacia la idea de «lección» que hay que dar a los
92
británicos. «Mesura», «control», «madurez», «caballerosidad», «civismo». Se
actualizan dichos del viejo refranero: «No hay mejor desprecio...»
93
agresivo ataque al club Atlético con una multa de 100.000 francos suizos. Es curioso
cómo la conducta de una extensa colectividad —el público— enormemente frustrada
y que, en su subjetiva interpretación, se ha sentido vejada y tratada con injusticia, ha
sido de superior madurez a la de algún miembro de organismo internacional,
enrabiado en su infantil frustración, agresivizada por la respuesta correcta del público
y llevado a la paranoica arbitrariedad a que tan fácilmente conduce el ejercicio del
poder sin crítica.
94
eficaz un slogan de cierto nivel cultural, lo primero que se inculca a la colectividad es
que en aquello que se trae entre manos no se juega la vida, no es trascendental,
definitivo. Con respecto al espectáculo deportivo, ésta es la primera acción educativa
e informadora que es menester introducir. No es cuestión de vida o muerte. Se gane
o se pierda, en realidad no pasa nada. Partiendo de esta convicción, los términos
imperantes en la respiración de la masa pueden apartarse de los primitivismos
agresivos.
95
Identificación e introyección llamó Freud a dos modalidades muy parecidas entre los
sutiles recursos que el individuo posee para liberarse de su angustia. La primera
consiste fundamentalmente en unirse a otras personas (en las primeras fases de la
infancia, generalmente el padre), en vincularse a ellas de una forma afectivo-vital,
que permita disipar la angustia originada por la propia impotencia en la seguridad y
fuerza de la citada persona. Introyección es una pequeña variante de la
identificación, según la cual el angustiado impotente —todo ser infantil percibe
inconscientemente su radical impotencia— se apropia de una cualidad deseada que
posee la otra persona, lo cual le permite «jugar el juego» de que es una cualidad
propia.
Pero junto a esas identificaciones básicas con los padres, frustradas muchas
veces por prematuras decepciones y progresivamente insuficientes por la lejanía (de
edad, fuerza, intereses, etc.) va apareciendo otro tipo de pseudo identificaciones que
ayudan a la configuración del yo-ideal. La relación afectiva desexualizada (segunda y
tercera infancia) amplía la necesidad de prototipos, de héroes, de seguridades. El
niño se identifica con ellos o introyecta sus cualidades. Héroes de leyenda, de
cuentos infantiles, posteriormente de la historia. Héroes-estándar provenientes de
estereotipados grupos sociales —guardias y ladrones, indios y exploradores...—
96
Todas estas identificaciones suponen cierta repetición o recuerdo —no propiamente
regresión— de las primitivas identificaciones presexuales; en ellas se apoyan, se
sustentan, para ampliar con las nuevas adquisiciones presentes su ámbito y
trascendencia. Por ello sirven para la liberación de mil secretas ansiedades según los
patrones adquiridos para la liquidación de vieja angustia básica.
97
evolucionando hacia aficiones permanentes. «Me apasiona el fútbol, sobre todo
desde que vi jugar a Zamora. Era único», dice un hombre de 50 años, que tenía 12
cuando presenció la actuación del famoso portero. A otro le entusiasma el cine por la
introyección del estilo, de la apostura, o por la belleza de un actor o una actriz. La
identificación tiene un papel importante en la creación de mitos. El boxeador Urtain,
verdadero mito popular en la España de los 60, logró un éxito, pese a sus defectos y
limitaciones, como símbolo del «hombre físicamente fuerte» que todos —al menos
los varones— habíamos deseado ser de niños. Su interés, más o menos disimulado,
entre las mujeres obedece en parte a razones subconscientes distintas, entre ellas la
elevación a objeto sexual arquetípico que libera inconscientemente de otras
frustraciones más directamente sexuales. Digamos igualmente del éxito arquetípico
sexual de Marilyn Monroe o Raquel Weich con los hombres. Pero volvamos al
proceso de identificación ajeno a la directa relación objetal sexual. Artistas de cine,
teatro, televisión, cantantes, modelos, campeones deportivos... cumplen una función
psicológica bienhechora superior a la que comúnmente se cree. Son parciales
héroes (cada uno en una faceta) introyectables, para calma y aplacamiento de
múltiples vacíos angustiosos de que consta nuestra vida. El comercio, la propaganda
están seriamente basados en estos procesos de identificación. El éxito de los «pases
de modelos», por ejemplo, se apoya en la introyección, en la asimilación personal del
cuerpo de la modelo por parte de la señora que lo contempla, que posteriormente
deriva al objeto traje o abrigo. Inconscientemente no le gusta tanto el traje que
compró como la «facha» de la modelo que lo exhibió. Por eso los movimientos
exhibidores de las modelos no son sexualmente excitantes, como puedan serlo los
de las coristas. Aquéllas se mueven para gustar a las señoras.
98
enfrentamientos entre el yo real y el yo ideal, el pacto permanente de paz entre el
«ello» y el «súper yo». ¿Quién puede levantar la mano y decir que dispone
habitualmente de estas profundas comodidades en su propia persona? ¿Quién es el
envidiable ser liberado de angustias, de frustraciones, de conflictos interiores? A falta
de pan, buenas son tortas. Por eso son tan útiles estos aliviaderos sucedáneos.
99
directamente participado y el-tele visado, por ejemplo. Y dígase lo mismo entre el
espectáculo deportivo vivido físicamente y el participado por los medios televisivos.
Cada semana hay algún alboroto, alguna violencia en los estadios. Pero cada
semana, millones de seres humanos sencillos, sin pretensiones, no tan necesitados,
como algunos pretenden, de permanentes retóricas intelectualizantes, regresan a
sus hogares «catartizados», purificados; con menos participación cultural que los
espectadores griegos en las tragedias de Esquilo y que los asistentes a un concierto
de la Filarmónica de Viena —cierto—, pero básicamente nutridos, repuestos,
recuperados, en alguna manera rejuvenecidos. La gente tiene también derecho a
esta alimentación, por simple que sea, que purifica su metabolismo. Existen mejores
manjares, ¡qué duda cabe!, pero éstos, más burdos, más groseros, son también
reconfortantes.
100
simple. La capacidad de extasiarse con una fuga de Bach no está reñida —más bien
está equilibrada— con el disfrute de una jugada, la sencilla y primaria emoción de un
gol, la llegada de una carrera, aunque se trate de emociones un tanto primitivas.
101
definitivamente recreados por el estilo personal, es, no sólo un gran espectáculo,
sino una creación, una obra estética, elaborada y trabajada con el propio material
humano y dramatizada en la expresión agonística sobre la arena cenicienta. Más allá
—ú más acá, más cerca del hombre— de las décimas de segundo, que es lo que
perdura en clasificaciones de rankings, está la verdadera creación humana, una obra
de arte ofrecida al espectador durante 10 segundos e inmediatamente esfumada,
porque su exquisitez está reservada para breves, efímeros disfrutes.
En otra esquina del estadio, muy distinta y muy parecida escena. Salto de
altura: cristalización de esfuerzos y amplios simbolismos acerca de la aspiración
humana a su elevación y a su liberación de la propia masa, de la propia gravidez que
entronca con todas las gravideces que el hombre soporta en la vida. ¡Cuántos miles
de esfuerzos e incluso sufrimientos para aquilatar, para afinar un poco más la
coordinación de movimientos entre todos los elementos del organismo! Es una lucha
interior hacia la deseada unidad de la persona, donde no haya discrepancias ni
desgobiernos. Algo parecido acaece en la banda opuesta con el salto de pértiga,
cuyo éxito como tema fotográfico demuestra los ricos valores estéticos que posee. Y
allá, centrados en un estrecho círculo, los afanes de los lanzadores de disco, gentes
de importante «recomendación» a la hora de una valoración estética por el
tratamiento clásico del tema.
102
Si del análisis de cada prueba pasamos al conjunto de la competición, a la pista
con su sucesión y variedad de pruebas, con el ir y venir de los jueces, con sus
vaivenes de tensión en las llegadas a la meta o en los momentos decisivos, con la
expectación en las largas carreras, la concentración de los que están a punto de
arrancar, la alegría del que acaba de triunfar, la serena resignación de los que han
sido vencidos... hallamos un espectáculo complejísimamente armónico,
intensamente humano, siempre abierto a las sorpresas. Es un drama sin palabras,
elaborado sólo con esfuerzo, movimientos y sudor, en el que cada cual juega su
papel pero puede originar algo nuevo. Una competición de atletismo es uno de los
más sorprendentes espectáculos estéticos con que se puede topar el hombre de hoy.
Basta con que, al margen de las marcas —las cuales también tienen su emoción y
valor—, el espectador sepa ver y admirar. Quizá sea todavía, por desgracia, un
espectáculo para minorías. Aunque no precisamente para minorías sofisticadas, por
muy exquisitas y cultivadas que ellas se auto designen. El hombre que con su cuerpo
es capaz de correr, saltar y lanzar y, mediante ello, es capaz de expresarse a sí
mismo en su afán de superación, de control, de aspiración, ha convertido estos actos
primitivos, primero en juego creador, después en competición y posteriormente,
aunque sin pretenderlo, en espectáculo estético. Esta es la raíz de cierta
superioridad del atletismo como espectáculo sobre algunos deportes artificiales: su
permanente naturalidad.
103
Sobre equitación, por ejemplo, se han escrito muchas y nobles páginas. La
compenetración de hombre y caballo, tan usada en la tradición bélica, ha servido
también para crear juegos nobles y espectáculo. El hombre gobernante de sí mismo
y de otro animal, reinstaurada entre ambos una relación antigua, ejemplar, parece
convertir la naturaleza del bruto en prolongación neurológica de sí mismo. Hombre y
animal en unidad de acción, con reflejos condicionados fusionados, repiten el viejo
uso de la historia, pero no como mero objeto utilitario para trabajar o para guerrear,
sino para ejecutar destrezas y crear asombros. En el juego unísono de hombre y
caballo se ofrece una síntesis, una decantación del diálogo entre el hombre y lo más
noble y perfeccionado de la Naturaleza, el animal superior. Hay señorío del hombre
sobre esta alta naturaleza, pero hay también obsequio del hombre a ella, respetuoso
acercamiento; estudio y compenetración afectiva. El deporte del jinete sobre el
caballo intentando logros superiores constituye, aparte de todos los valores de
autocontrol, esfuerzo, perseverancia, etc., una lección de respeto y arte a la vez.
Como el jinete mima y exige al animal, así el hombre científico, la ciencia, debe exigir
y penetrar en la naturaleza, pero respetándola, mimándola. Así debe incluso el
hombre comportarse con el hombre, con la sociedad. El juego deportivo jinete-
caballo es una bella lección de esforzada, inteligente, exigente, comprensiva y
respetuosa humanidad.
Quisiera que la persona que haya leído las páginas anteriores referentes a la
cloaca hubiese tenido la benevolencia de llegar hasta aquí. De esta manera no se
formará una idea parcial de mi opinión sobre el espectáculo deportivo. Esta
valoración estética del deporte-espectáculo está menos estudiada, poco divulgada.
Y, sin embargo, es una dimensión real, llena de posibilidades pedagógicas.
104
El estudio y la consiguiente divulgación de esta manera de entender el
espectáculo deportivo están en gran parte en manos de los profesionales de la
información. Indudablemente resulta más sensacionalista descubrir violencias,
publicarlas, estimular las rivalidades de grupos locales, regionales, nacionales,
valorar exclusivamente los resultados, incitar al triunfo por el triunfo, aunque éste sea
conseguido de cualquier manera. La valoración estética del espectáculo deportivo
exige, en primer lugar, unos profesionales capacitados ellos mismos para captarlo y
entenderlo y, en segundo lugar, la decisión de elegir una vía menos fácil y menos
ruidosa para realizar la información deportiva. Entrevistar a un futbolista famoso
acerca de si le apretaban las botas y si cree que va a ganar en el próximo partido es
inmensamente fácil. Enfocar la entrevista, quizá con un deportista no tan famoso,
pero capaz de pensar y hablar hacia valores humanos, estéticos de su actividad
deportiva, no lo es tanto. Azuzar a un público hacia las simples apetencias primitivas
del triunfo es una tarea vulgar que no exige relieve profesional; intentar descubrir a
ese mismo público los valores humanos, sociales que existen en su afición favorita,
pide hombres exigentemente formados y dotados de un sentido de responsabilidad
social. El informador deportivo no sólo ha de responder a lo que el pueblo pide —
cosa que indudablemente debe respetar— sino que ha de informar al pueblo acerca
de valores que están latentes en sus aficiones y que quizá aún no haya descubierto.
Esta es una de las funciones de la «educación permanente», una de cuyas parcelas
compete al informador deportivo. Esta educación permanente no tiene por qué estar
alejada de un suceso tan extendido y tan constante en el mundo de nuestro tiempo
como el espectáculo deportivo.
Volviendo por pasiva la observación hecha unas páginas atrás, no basta con
«echar» de comer al sector más ignorante del pueblo las bellotas que él pide
espontáneamente —cosa a la que se limitan ciertos informadores—. Hay que
enseñarle a saborear otros alimentos, otros manjares que, después de haberlos
digerido, terminarán incorporándolos a su dieta habitual y reclamándolos. Hay que
dar al pueblo lo que pide, sí, pero después de haber cumplido la certera obligación
de informarle honestamente y educarle. En esta línea de acción cultural-educativa,
105
coinciden todos los tratadistas de la agresión, tanto los defensores de la teoría
instintiva como los del aprendizaje. El hombre de esta sociedad agresiva necesita
valores culturales y cívicos para ir superando su agresividad. Es importante descubrir
algunos de estos valores en los mismos hábitos y aficiones que espontáneamente
practica y vive. Esta es una de las grandes y más urgentes tareas en el estudio serio
y desestereotipado del deporte.
A través del espectáculo deportivo, junto a los valores estéticos que hemos
apuntado, puede el hombre aprender a valorar las realizaciones de otros países —
«internacionalismo»—, a respetar las instituciones deportivas —aspecto parcial de un
ámbito más general de «institucionalización» social—, a reconocer los valores
humanos decantados en un campeón —hombre eminente en una faceta de la vida—,
a respetar a unos profesionales que se entregan con pasión y responsabilidad a su
trabajo —ejemplaridad en el profesionalismo—, etc. Respeto, buen sentido,
reconocimiento, valoración de la belleza... He aquí una serie de posibilidades
educativas, de valores robustecedores de la persona superior que pueden ser
aprovechadas en una buena planificación del espectáculo deportivo. No se trata de
lucubraciones puramente teóricas ni utópicas. Se dan ahí, en ese espectáculo
contemplado desde la grada; se derrocha y se repite; millares de veces a la semana,
y, por desgracia, millares de veces se desperdicia.
106
bastante— la dimensión cultural, la capacidad formativa del deporte «praxis». Pero el
espectáculo deportivo conoce fáciles y estereotipadas críticas, pocos trabajos serios
y casi ninguna orientación relativa a su posibilidad cultural.
Existe un hecho que con frecuencia olvidan los detractores y que igualmente
puede pasar por alto a los panegiristas: el deporte en general, y en concreto el
espectáculo deportivo, es producto de una sociedad. Es parte constitutiva de esa
sociedad. No puede ser vituperado como agente maleador de la sociedad siendo la
sociedad misma; ni se le puede ofrecer ingenuamente como remedio de algo de que
él mismo está constituido. El gran deporte de nuestro tiempo es algo constitutivo de
nuestro tiempo: malo y bueno con la maldición y la bendición de su propia época. El
deporte de hoy es sociedad de hoy. La agresividad en el deporte no puede
despojarse de las provocaciones generales de la época. La violencia, y en general
todo tipo de manifestación agresiva, está positivamente relacionada con ciertos
caracteres sociales, tales como la superpoblación, el desorden social, el
agigantamiento urbano, la inseguridad personal y social en general. Así, por ejemplo,
C. M. White deduce tras la anteriormente citada investigación:
107
La necesidad de éxito en el resultado deportivo está relacionada con el grado de
inseguridad de la estructura social de la comunidad donde se juega el partido. Las
manifestaciones de violencia tipificadas en mis análisis como ejemplos de la violencia
«moderna» están de acuerdo con el análisis de Tilly de la violencia colectiva
moderna que se engendra bajo el ímpetu de la industrialización, la urbanización, el
crecimiento de la población, la migración rápida de las regiones rurales a las
urbanas, y las asociaciones económicas y políticas persistentes (221bis).
108
de estadistas, de diplomáticos, de las grandes organizaciones internacionales... Ni
eliminar las injusticias que hay en el mundo, máxima fuente de frustración. Es tarea
de gobernantes, de sociólogos, de juristas, de los grandes estados...
109
automatismo a grandes masas; por ello discutido, vituperado. Pero en el fondo
desconocido. El espectáculo deportivo es quizá la criatura más voluminosa y más
disputada de nuestro tiempo, la más usada y explotada —dejando a un lado el
petróleo y las fuentes de energía— y, al mismo tiempo, la más ignorada. La
desconocen sus propios protagonistas y seguidores, y también sus detractores. Es
triste que esto suceda a los primeros, pero es además injusto que ello ocurra también
a los últimos. Porque si es lamentable que se aprecie una cosa que se desconoce,
es intolerable que se la critique.
110
Eso es lo que hay que evitar por encima de todo. Si a alguien le huelen a
sermoneo las últimas páginas que preceden, que prescinda de ellas. Teoría, sí; eso
es lo que modestamente se intenta y se seguirá intentando. Pero teoría legitimada en
la sinceridad de los planteamientos y en la búsqueda esforzada de los hallazgos y los
datos abiertos. No una teoría lucubrante, apriorística y retórica. La verdadera teoría
es lo más opuesto a la retórica. Es ésta, la retórica, lo que se vitupera cuando se
rechaza a alguien diciendo con tono despectivo: «es un teórico». Nuestra época
precisamente se resiente de la falta de teóricos que capten el arsenal de hallazgos
científicos y estructuren de nuevo al hombre la visión del cosmos y del hombre
mismo. Por eso, por si acaso nos hemos despegado un tanto del palpo de la
realidad, cerramos este capítulo del espíritu deportivo en cuanto sea posible entidad
educativa. Sea el más corto por ser el más inconcreto, el menos sujeto a
comprobación. Aunque no deje de ser apasionante.
1
V. el capítulo «Breve notificación histórica» de la obra El deporte en la sociedad
actual, Cagigal, J. M., Ma., 1975, serie RTV.
2
V. en Cáp. «Psicología de las masas» (J. M. Cagigal, Hombres y deporte, 1957, pp.
149 y ss.) una comparación entre masa y público.
111
CAPITULO IV
112
DEPORTE Y OCIO EN EL PROCESO DE LA CIVILIZACIÓN.
Selección de Textos.
Elías Norbert / Dunning Eric (1992).
Dinámica del Deporte Moderno.
Fondo de Cultura Económica, Sucursal España.
Pág. 113 - 142
113
LA DINÁMICA DEL DEPORTE MODERNO: NOTAS SOBRE LA
BÚSQUEDA DE TRIUNFOS Y LA IMPORTANCIA
SOCIAL DEL DEPORTE.
Eric Dunning
INTRODUCCIÓN
114
formal, de «copas» ni «ligas». No obstante, el intento por conservar tal estructura ha
fracasado de forma manifiesta. Pese a los extenuantes esfuerzos por parte de los
grupos de gobierno del juego, ahora se juegan partidos del más alto nivel ante
multitudes y se han introducido diversas reglas orientadas hacia el espectador. Los
clubes también compiten anualmente por la Copa John Player así como por otras de
rango local, y existe un sistema de «tablas de méritos» que son ligas en todo menos
en el nombre. Por si esto fuese poco, el órgano de control nacional, la Rugby
Football Unión, y muchos clubes importantes dependen financieramente de los
ingresos obtenidos por los asistentes a los partidos y de patrocinadores de marcas
comerciales. La RFU da trabajo además a varias personas con carácter fijo y existen
repetidos rumores de que algunos jugadores reciben un salario. En resumen, en éste
como en otros casos, la oposición ha sido vencida, lo cual conduce a pensar que la
tendencia hacia una seriedad y competitividad mayores o, alternativamente, hacia el
«des-aficionismo» del deporte, es un proceso social imparable2.
115
relaciones sociales per se y, desde el lado negativo, que evadiré tres clases de
explicaciones sociológicas muy comunes, que son: 1) las explicaciones sobre la base
de principios psicológicos o «de acción», que hacen caso omiso de las pautas de
interdependencia dentro de la cual viven los seres humanos; 2) las explicaciones
basadas en ideas y creencias conceptualmente tratadas como «flotantes a la
deriva», es decir, que no toman en cuenta el marco social en el que las ideas
siempre se desarrollan y se expresan; y 3) las explicaciones basadas en fuerzas
sociales abstractas e impersonales —las fuerzas «económicas» por ejemplo— que
son reificadas y consideradas con existencia independiente de los seres humanos
interdependientes que las generan. A fin de cumplir mi objetivo, emplearé el método
«figuracional» desarrollado por Elias4 y, para ilustrar lo que éste significa, comenzaré
con una reseña del artículo sobre la «Dinámica de los grupos deportivos» que Elías y
yo publicamos en 1966.
116
las reglas, certifican y designan a los oficiales que ejercerán el control, y organizan el
marco global de la competición. Esta figuración forma parte, a su vez, de la figuración
aún mayor constituida por los miembros de la sociedad en su conjunto y, a su vez,
también la figuración societal existe en un marco internacional. En pocas palabras:
los deportes y los juegos son figuraciones sociales que están organizadas y
controladas y que asimismo la gente presencia y juega. Además, no están
desligadas de lo social ni flotan libremente, sin relación con la estructura más amplia
de interdependencias sociales, sino que van entrelazadas, a menudo
inextricablemente, con el tejido de la sociedad en general y, a través de éste, con la
estructura de las interdependencias internacionales.
117
4) polaridad entre cooperación y competición dentro de cada equipo;
5) polaridad entre el control externo sobre los jugadores en varios niveles (por
ejemplo, por los directivos, capitanes, compañeros de equipo, árbitros, jueces de
línea, espectadores, etc.) y el control flexible que cada jugador ejerce sobre sí
mismo;
118
más el análisis al menos en un aspecto importante. Para mostrar cómo ocurrió esto,
es necesario primero recordar qué pretendíamos al escribir sobre la dinámica de los
grupos deportivos. Con nuestro ensayo no esperábamos simplemente aportar algo a
la sociología del deporte, sino que más bien queríamos sugerir a los sociólogos en
términos generales que los grupos deportivos pueden servir para ilustrar, primero, el
peligro en que se incurre al tratar conflicto y consenso como dicotomías crudamente
opuestas y, segundo, el peligro de caer en la falacia ideológica al conceptuar la
dinámica de grupos, atribuyendo «propósitos» a construcciones sociales reificadas.
Fue al debatir sobre tales temas cuando se manifestó claramente nuestra
dependencia de los valores del aficionismo. Por esa razón, en un párrafo en que
contrastábamos los grupos deportivos con las asociaciones industriales,
administrativas y de otros tipos implicadas en lo que generalmente se considera los
asuntos «serios» de la vida, escribimos que el «propósito» de los grupos deportivos,
«si es que tienen alguno, es proporcionar placer a la gente»6 y pasábamos luego a
mencionar, como otras metas o fines de la gente implicada en los grupos deportivos,
la búsqueda de premios o recompensas de tipo económico o de status y la emoción
de los espectadores. Pero no analizamos el hecho de que estos objetivos entrañan
diferentes formas de valencia, es decir de lazos o, dicho de forma más simple, de
relaciones entre el grupo que interviene en el juego de manera inmediata y otros
grupos. Por tanto, la búsqueda del placer es, en resumen, egocéntrica, dirigida a uno
mismo, mientras que la búsqueda de recompensa y de emoción para los
espectadores va dirigida a los otros. Esto sugiere tres cosas: 1) que estos objetivos
surgen como meta principal del deporte dentro de diferentes patrones de
interdependencia; 2) que, en determinadas circunstancias, pueden ser incompatibles
entre sí y provocar, por tanto, tensión y conflicto; y 3) que la lista de polaridades
interdependientes que intervienen en la dinámica de los grupos deportivos puede
ampliarse al menos con estas dos: a) la polaridad entre los intereses de los jugadores
y los intereses de los espectadores; y b) la polaridad entre «seriedad» y «juego».
119
ramificadores en las demás polaridades interdependientes que actúan en la dinámica
de los juegos. Así, cuando los jugadores participen seriamente en un juego, se
elevará el nivel de tensión y, en determinado momento, aumentará probablemente la
incidencia de la rivalidad hostil tanto dentro de los equipos como entre ellos; es decir,
el juego se transformará probablemente, dejando de ser un combate fingido para
convertirse en uno «real» y los jugadores tenderán a transgredir las reglas, a jugar de
manera «sucia» o desleal. O, en la medida en que los espectadores se identifiquen
seriamente con sus equipos favoritos, será menor la posibilidad de que contemplen
la derrota en forma ecuánime y mayor la de que realicen actos tendentes a modificar
el resultado del encuentro. Una vez más, llegados a cierto punto, pueden incluso
invadir el terreno de juego con la intención de que se suspenda el partido.
La polaridad entre los intereses de los jugadores y los de los espectadores así
como la que existe entre «seriedad» y «juego» ya han sido tema de intentos de
elaboración de teorías en la sociología del deporte, el más notable de los cuales,
desde el punto de vista histérico-filosófico, ha sido el de Huizinga7; desde el punto de
vista de la interacción simbólica, el de Stone8; y desde el punto de vista marxista, el
de Rigauer9. A su manera, cada uno de estos autores arguye que en el deporte
moderno se ha rebasado el punto de equilibrio entre estas polaridades, y espero que
un repaso crítico de lo que ellos escribieron proporcione una base para demostrar la
superioridad del enfoque figuracional de Elías como medio para poder realizar un
análisis «adecuado al objeto» de lo que constituye una corriente central en el deporte
moderno, es decir, un análisis que explique esta tendencia simplemente como lo que
es, sin encajes ni distorsiones ideológicas.
120
que, con la industrialización, el desarrollo de la ciencia y los movimientos sociales
igualitarios, la seriedad comenzó a ganar terreno. A primera vista, el hecho de que el
siglo XIX presenciase el desarrollo a gran escala de los deportes parecería
contradecir su tesis, pero Huizinga arguye que, al contrario, la confirma, toda vez que
en los deportes modernos «el viejo factor del juego ha sufrido una atrofia casi
completa». Como parte del declive del elemento lúdico en la civilización moderna en
general, los deportes han experimentado lo que él denomina «un fatal giro hacia la
superseriedad». La distinción entre aficionados y profesionales es, en su opinión, la
señal más clara de esta tendencia, la cual se debe a que los profesionales carecen
de «espontaneidad y descuido» y ya no juegan verdaderamente, mientras que, al
mismo tiempo, su actuación es superior, haciendo que los aficionados se sientan
inferiores y traten de emularlos. Entre ambos, según Huizinga, estos dos grupos
Empujan cada vez más al deporte fuera del ámbito del juego propiamente dicho,
hasta que éste se convierte en algo sui generis, ni lúdico ni formal. En la vida
social moderna, el deporte ocupa un lugar paralelo e independiente del proceso
cultural [...] se ha vuelto profano, «impío» en todos los sentidos, y sin relación
orgánica con la estructura de la sociedad, mucho menos cuando está prescrito
por el gobierno [...] Por muy importante que sea para los jugadores o
espectadores, no deja de ser estéril10.
121
«Todos los deportes —alega Stone—están afectados por los antinómicos principios
de juego y exhibición», es decir, están orientados a proporcionar satisfacción bien a
los jugadores, bien a los espectadores. Pero la «exhibición» realizada para los
espectadores destruye, según Stone, la naturaleza lúdica del deporte. Siempre que
un gran número de espectadores asiste a un acontecimiento deportivo, éste se
transforma en espectáculo, en un juego para los espectadores, no para los
participantes directos. Los intereses de aquéllos predominan sobre los intereses de
éstos. El placer de jugar queda subordinado a la realización de jugadas que agraden
a las masas. El deporte comienza a perder su incertidumbre, su espontaneidad y su
capacidad de innovación lúdica y se convierte en una especie de ritual, predecible y
aun predeterminado en cuanto al resultado final.
122
manifiesta en los deportes de equipo, en los que el moderno deportista se ve
obligado a encajar en una división fija del trabajo y a satisfacer las demandas de un
plan táctico ya prescrito. Individualmente, poco puede hacer él para diseñar ese plan.
De este diagnóstico se desprende que el deporte cada vez servirá menos para
proporcionar alivio de las tensiones del trabajo. Rigauer arguye que se ha vuelto
exigente, orientado hacia el éxito y enajenante. Aún perdura la creencia de que
funciona como contrapeso del trabajo, pero esto es una «ideología encubridora» para
ocultar a los participantes su verdadera función, que no es otra que la de reforzar en
la esfera recreativa la ética del trabajo duro, el éxito y la lealtad de grupo necesaria
para el funcionamiento de una sociedad industrial avanzada. En este sentido, según
Rigauer, el deporte contribuye a mantener el statu quo f a reforzar el dominio de la
clase gobernante.
A primera vista, estos tres diagnósticos —que el deporte se está volviendo más
«serio»; que la «exhibición» está predominando y destruyendo el ingrediente
«juego»; y que el deporte cada vez se distingue menos del trabajo— parecen
descripciones adecuadas de una comente importante en el deporte moderno. Sin
embargo, en los tres análisis hay un sesgo valorativo que pone en duda su
adecuación. Cuesta creer, por ejemplo, que los deportes hayan mantenido su
popularidad, que la hayan aumentado, como de hecho ha ocurrido en todos los
países del mundo, si en ellos el factor juego se hubiese atrofiado hasta el punto en
que afirma Huizinga, o si, como alega Rigauer, se hubiesen vuelto tan enajenantes y
represivos como el trabajo, o si, para terminar, se hubiese dañado tan seriamente
123
como diría Stone el equilibrio entre exhibición y juego. Es posible, desde luego, que
en su difusión hayan intervenido factores como la obligatoriedad y/o la búsqueda de
beneficios aparte del placer personal y directo, dando en cierto modo pie a los
efectos deletéreos que produce la participación cada vez más seria. Que tales
contracorrientes niveladoras han ocurrido de hecho, queda implícito en los
argumentos presentados más adelante en este ensayo. Por el momento, es
suficiente con señalar que Huizinga, Rigauer y Stone no prestan atención a tal
posibilidad.
Por si esto fuera poco, Huizinga es un romántico que anhela una sociedad
«orgánica». También queda implícito en su análisis que la «democratización» de los
deportes sea la principal causa de su «declive». En resumen, sus palabras implican
que la creatividad y las normas morales elevadas son un campo cerrado de las élites.
Su crítica de los deportes modernos da en el blanco, sobre todo —aunque resulta
exagerada— su afirmación de que se ha producido un «giro hacia la superseriedad».
Sin embargo, aparte de relacionarla con lo que él considera una corriente cultural
general, no hace nada por estudiar la socio génesis de esta supuesta transformación
del deporte, por relacionarla sólidamente con sus fuentes sociales estructurales.
124
El análisis de Stone, si bien, al igual que el de Huizinga, resalta los nocivos
efectos de la democratización de los deportes, es socio lógicamente más
satisfactorio. Sin embargo, hay razones para creer que su análisis del equilibrio entre
juego y exhibición no consigue llegar al meollo del problema. Desde el punto de vista
figuracional, no se trata simplemente de la presencia o ausencia de espectadores o,
cuando éstos están presentes, de la interacción entre ellos y los jugadores sino, lo
que es más importante, de los patrones de interdependencia entre los grupos que
participan. Así, la presencia de espectadores en un acontecimiento deportivo puede
inducir a los jugadores a exhibirse pero no obligarlos a que lo hagan. El elemento
lúdico, en cualquier deporte, tenderá más a verse seriamente amenazado cuando los
jugadores dependan de los espectadores —o de agentes externos tales como grupos
con intereses comerciales y el Estado— para obtener beneficios económicos y de
otro tipo. En tales condiciones, sea el deporte abiertamente profesional o
nominalmente de afición, las presiones encaminadas a permitir que los intereses de
los espectadores asuman un papel importante, a hacer que el «juego» se convierta
en «espectáculo», pueden ser apremiantes.
125
En lo que sigue a continuación, trato de indicar que la seriedad cada vez mayor
del deporte moderno puede atribuirse en gran medida a tres procesos
interrelacionados, que son: la formación del Estado, la democratización funcional y la
difusión del deporte a través de la cada vez más dilatada red de interdependencias
internacionales. Los dos primeros, ambos entretejidos en las largas cadenas de
interdependencia, son naturalmente los procesos estructurales profundos por medio
de los cuales Elías explica principalmente la socio génesis del proceso de
civilización11.
Esto nos lleva a pensar en la posibilidad de que exista relación entre el proceso
civilizador y la tendencia, en los deportes, hacia una creciente seriedad en la
participación; esta última, por ejemplo, puede deberse en parte al hecho de que,
debido a la socialización del individuo dentro de las normas más restrictivas del
sistema moderno de interdependencias sociales, más complejo y opresivo, el
individuo moderno, más restringido y civilizado, participa en el deporte con menos
espontaneidad e inhibiciones que su antepasado, menos civilizado y con menos
limitaciones emocionales, quien vivió en un sistema de interdependencias sociales
menos complejo y opresivo. Parece razonable afirmar que esto sea así. No obstante,
aún es necesario precisar con exactitud cuáles fueron las relaciones entre la
creciente seriedad en la participación deportiva, por un lado, y la formación del
Estado, la democratización funcional y el proceso civilizador por el otro.
También queda por demostrar en qué forma estuvo relacionada esta tendencia
con la difusión internacional del deporte y cómo estos procesos estructurales
profundos pueden brindarnos una explicación de ella más satisfactoria que la
ofrecida por Huizinga, Rigauer y Stone12. De la primera de estas tareas me ocuparé
enseguida.
126
ANÁLISIS FIGURACIONAL DE LA TENDENCIA HACIA LA
CRECIENTE
SERIEDAD EN EL DEPORTE
Para poder llevar a cabo tal demostración, analizaré primero la ética del
deporte de afición e intentaré explicar socio genéticamente tanto ésta como su
disolución, es decir, la tendencia hacia la seriedad cada vez mayor que se advierte
en el deporte. Luego haré un repaso breve y general por el deporte en la Inglaterra
preindustrial a fin de demostrar por qué, en aquella figuración social, grupos de todos
los niveles en la jerarquía social pudieron tener, en equilibrio, formas de participación
deportiva «dirigidas a sí mismos» o «egocéntricas», es decir, cómo fue posible que
participaran en los deportes sólo por diversión. Luego intentaré mostrar por qué, con
el nacimiento de los Estados nacionales industrializados y urbanos, llegaron a
desarrollarse formas deportivas más «dirigidas a lo otro», más orientadas a la
búsqueda de récords, a la búsqueda de identidad y a la lucha por beneficios
económicos. Por último, analizaré lo que considero la importancia social cada vez
mayor del deporte y el papel desempeñado por su difusión internacional en este
proceso social global.
127
Se está otorgando una importancia desmesurada a los deportes, y quienes los
practican han llegado a creer que alcanzar el éxito normal y ordinario en ellos es algo
indigno [...]. Todo esto obedece al exceso de entusiasmo que se pone en ellos, al
deseo de perseguir demasiado una meta que, para ser agradable, debería ser un
placer y no un negocio... [Ésta] es la roca contra la que posiblemente naufraguen
nuestros deportes. Si llegara a volverse irracional en su gasto, arrogante en sus
exigencias, inmoral y egoísta en sus inclinaciones o, lo que es peor, sucio y
deshonesto en su tráfico, contra él se levantará una opinión pública a la que no podrá
resistir13.
128
mayor parte de los casos, de una educación académica. Pero eso es menos
relevante para nuestro propósito que el hecho de que este culto a los juegos en las
escuelas privadas muestra con claridad que la tendencia a considerar cada vez más
seriamente el deporte en Gran Bretaña fue, en sus primeras etapas, un fenómeno
relacionado con el deporte de afición, no con el profesional, y que no comenzó a
cobrar importancia debido al conflicto entre aficionados y profesionales como aduce
Huizinga. De hecho, quisiera proponer la hipótesis de que la ética de afición fue
enunciada como una ideología opuesta a la tendencia hacia la creciente seriedad en
el deporte y que recibió su formulación más explícita y detallada cuando, como parte
de esa tendencia, empezaron a surgir las actuales formas del deporte profesional.
Antes del decenio de 1880, la ética del deporte de afición existía en Gran
Bretaña en un estado relativamente embrionario, es decir, era un conjunto amorfo, no
bien definido, de apreciaciones sobre las funciones del deporte y las normas que se
creían necesarias para el cumplimiento de tales funciones. No obstante, con la
amenaza planteada por la incipiente profesionalización de nuevos deportes como el
fútbol y el rugby, un proceso que comenzó en el Norte y en las Midlands y que
introdujo como organizadores, jugadores y espectadores a personas de bajo status
—provincianos pertenecientes a la clase media y obrera— en el ámbito de los
deportes que hasta entonces había sido coto exclusivo de la «élite de las escuelas
privadas», de la clase dirigente del país, la ética del deporte de afición comenzó a
cristalizar como ideología elaborada y definida15. En otras palabras, fue una acción
colectiva desarrollada por los miembros de una colectividad en oposición a los
miembros de otra a la que percibían como una amenaza tanto para su preeminencia
organizativa y lúdica como para las formas en que los miembros de aquélla
deseaban que se jugara el juego. En resumen, trato de decir que, aun cuando la élite
de las escuelas privadas solía vestir sus declaraciones con términos específicamente
deportivos, clamando que lo único que les interesaba era preservar la esencia del
deporte, su aspecto lúdico «orientado a la diversión», la hostilidad y el resentimiento
contra las otras clases y regiones por la pérdida de su antiguo dominio contribuyeron
mucho a que articulasen la ética del deporte de afición como ideología explícita.
129
Sin embargo, si estoy en lo correcto, la situación social en la que se hallaron
inmersos los miembros de esa élite cada vez se apartaba más de la realización plena
e irrefrenable del deporte dirigido al yo, orientado al placer, de modo que cuando
definieron y desplegaron la ética del deporte de afición para responder a la creciente
amenaza desde abajo, lo que intentaban era mantener formas de participación
deportiva a las que ellos creían tener derecho por ser miembros de la clase
dominante —formas que de hecho habían sido posibles para los grupos gobernantes
e incluso para los grupos subordinados en la era preindustrial— pero que ahora
resultaban cada vez más imposibles para ellos.
130
deportivos a la de participar primordialmente por la diversión—. Nuevos apoyos para
este punto de vista son proporcionados por un análisis figuracional del deporte en la
Gran Bretaña del siglo XVIII.
131
enorme desequilibrio de poder entre las clases condujo a pautas de deferencia de
parte de los subordinados.
132
el deporte. Brevemente, y como adelanto del análisis que presentaré enseguida,
puedo decir que la clave de esta relación radica en el proceso que Elías denomina
«democratización funcional»; el cambio nivelador en el equilibrio de poder dentro y
entre los grupos ocurrido contingentemente en los procesos interrelacionados de
formación del Estado y alargamiento de las cadenas de interdependencia. Pero antes
de explicar lo que esto significa, es necesario contrastar el punto de vista de Elías
sobre la división del trabajo con el punto de vista de Durkheim.
133
Según este autor, la transformación social a largo plazo a la que habitualmente
nos referimos con palabras que denotan determinados aspectos concretos como
«industrialización», «desarrollo económico», «transición demográfica»,
«urbanización» y «modernización política», es, de hecho, una prolongada
transformación de toda la estructura social". Y arguye que uno de los aspectos socio
lógicamente más significativos de esta transformación social completa es el
nacimiento de «cadenas de interdependencia» más largas y diferenciadas, lo cual
quiere decir una mayor especialización en las funciones y la integración de grupos
funcionalmente diferenciados en redes más amplias. Paralelamente, se produce
además, según Elías, un cambio en el sentido de que disminuyen las diferencias de
poder dentro y entre los grupos, más concretamente, un cambio en el equilibrio de
poder entre gobernantes y gobernados, entre las clases sociales, entre hombres y
mujeres, padres e hijos. Tal proceso es posible debido a que quienes realizan
papeles especializados dependen de otros y pueden ejercer, por tanto, un control
recíproco. Las oportunidades de poder de los grupos especializados acrecen aún
más si sus miembros se organizan, ya que entonces están en posición de interrumpir
el amplio sistema de interdependencias mediante la acción colectiva. Así es como,
según Elías, la división cada vez mayor del trabajo y el nacimiento de cadenas de
interdependencia cada vez más largas lleva a una dependencia recíproca mayor y,
por tanto, a patrones de «control multipolar » dentro y entre los grupos, es decir, a
una figuración social global en la que individuos y grupos están sometidos a
presiones cada vez más fuertes por parte de los demás. Esa presión es eficaz debido
a las dependencias recíprocas.
134
de jugadores sólo viesen como rivales en potencia a los grupos contiguos a ellos en
el sentido geográfico. Las sociedades industriales modernas, sin embargo, son
distintas en todos estos conceptos. Relativamente unificadas a nivel nacional,
cuentan con medios de transporte y comunicación superiores, deportes regidos por
reglas comunes, y un cosmopolitismo que hace que los grupos locales vean como
rivales a otros grupos geográficamente no adyacentes y estén ansiosos por
compararse con ellos. De ahí que tales sociedades se caractericen por índices
elevados de interacción deportiva entre las zonas, un proceso que conduce a la
estratificación interna en deportes concretos, a una escala jerárquica de deportistas y
equipos deportivos en la cima de la cual se hallan los representantes de las unidades
más grandes.
Esto significa, a su vez, que las presiones y controles recíprocos que operan en
las sociedades urbanas industrializadas se repiten generalmente en la esfera del
deporte. En consecuencia, los deportistas del más alto nivel no pueden ser
independientes y jugar sólo por diversión, sino que se ven obligados a una
participación deportiva seria y dirigida a lo otro. Es decir, no pueden jugar por sí
mismos sino que han de representar forzosamente a unidades sociales de gran
tamaño tales como ciudades, condados y países. Por esa razón se les proporcionan
ganancias materiales y/o de prestigio, instalaciones y tiempo para entrenarse. A
cambio, se espera de ellos que realicen una buena «actuación deportiva», o sea, las
satisfacciones que exigen los controladores y «consumidores» del deporte, el
espectáculo de una competición emocionante por la que están dispuestos a pagar, o
la validación, mediante el triunfo, de la imagen y la «fama» de la unidad social con la
cual unos y otros se identifican. Idéntico sentido tienen las ingentes cantidades de
personas implicadas y el marco competitivo local, regional, nacional e internacional
del deporte moderno. Todo ello indica que la alta y sostenida motivación para ganar,
la planificación a largo plazo, el estricto autocontrol y la renuncia a una gratificación
inmediata, en otras palabras: la práctica y el entrenamiento constantes, son
necesarios para llegar a la cima y permanecer en ella. También es indispensable un
135
cierto control burocrático, lo cual conduce todavía más a la subordinación de los
deportistas en otro aspecto.
136
CONSIDERACIONES SOBRE LA CRECIENTE IMPORTANCIA
SOCIAL DEL DEPORTE
137
Con todo, la excitación generada puede ser intensa, especialmente en los
acontecimientos deportivos de alto nivel que atraen a grandes cantidades de
personas y, pace Huizinga, para quien el deporte se ha vuelto «profano», es
probablemente esto lo que constituye la base experimental de la percepción
generalizada del deporte como un fenómeno «sagrado». Durkheim alegaba que la
emoción o «efervescencia» colectiva generada en las ceremonias religiosas de los
aborígenes australianos constituía la principal fuente de experiencia para
considerarlas un reino «sagrado»20, y no parece descabellado suponer que la
«efervescencia colectiva» generada en los acontecimientos deportivos sea la raíz del
hecho de que, al menos en Gran Bretaña, sea común hablar de los terrenos de juego
de fútbol y de criquet, sobre todo de aquellos en que tienen lugar los encuentros
representativos, como del campo «sagrado» o «santificado». De hecho,
probablemente no sería exagerado decir que, al menos para ciertos grupos de la
sociedad actual, el deporte se ha convertido en una actividad quasi-religiosa y que,
hasta cierto punto, ha venido a llenar el vacío dejado en la vida social por el declive
de la religión. Un ejemplo extremo pero significativo de este carácter quasi-religioso
del deporte moderno lo hallamos en el hecho de que en Liverpool es ya casi una
tradición que los seguidores del Liverpool Football Club dispongan que a su muerte
sus cenizas sean esparcidas sobre el terreno de juego del estadio Anfield, como si
desearan continuar identificados, aun después de la muerte, con el «sagrario» o
«templo» ante el que profesaron su culto estando en vida. En cualquier caso, sin
llegar a estos extremos, está claro que participar como jugador y/o espectador en
algunos deportes ha llegado a convertirse en uno de los principales medios de
identificación colectiva en la sociedad moderna, así como en una de las principales
fuentes de sentido en la vida de numerosas personas. En resumen, no es absurdo en
modo alguno decir que el deporte está convirtiéndose cada vez más en la religión
seglar de esta época cada vez más profana.
138
se presta a la identificación de grupos, más exactamente a la formación «dentro del
grupo» y «fuera del grupo», o a la de «nosotros como grupo» y «ellos como grupo»,
en una variedad de niveles tales como los niveles de ciudad, región o país. El
elemento oposicional es decisivo, puesto que el enfrentamiento sirve para reforzar la
identificación como grupo, es decir que el sentimiento de «nosotros» como grupo,
como unidad, se refuerza ante la presencia de otro grupo percibido como «ellos», el
equipo contrario, sea local o nacional, y sus seguidores. Así es, en efecto, pues
dentro de las naciones-Estado internamente pacificadas, es decir, en las sociedades
en que el Estado ha monopolizado el derecho a emplear la fuerza física, el deporte
proporciona a las unidades sociales grandes, complejas e impersonales como las
ciudades la única oportunidad de unirse. Similarmente, en el plano internacional
acontecimientos deportivos como los Juegos Olímpicos y la Copa del Mundo son las
únicas ocasiones que en tiempo de paz tienen las naciones-Estado para reunirse de
modo regular y visible. La. Expansión internacional del deporte se ha afirmado con el
aumento de la interdependencia de los países y con la existencia, salvo algunas
notables excepciones, de una paz mundial frágil e inestable. Competiciones como la
de los Juegos Olímpicos permiten que los representantes de diferentes naciones
compitan sin matarse entre sí, aunque el grado en que tales encuentros han dejado
de ser batallas fingidas para convertirse en luchas «reales» está en función, Ínter
alía, del nivel preexistente de tensión entre cada una de las naciones-Estado
implicadas. Y naturalmente, es con el fin de participar en este nivel supremo de
competición deportiva por lo que se requieren los niveles más altos de motivación
constante para ganar, de autocontrol y auto negación por parte de los deportistas.
139
de la guerra, pero pensar así es ver el deporte como una abstracción, como algo
independiente y alejado de las figuraciones de seres humanos interdependientes que
toman parte en él. Esta es la cuestión central: si las figuraciones formadas por
personas interdependientes, en el deporte como en los demás campos, conducen a
la cooperación o a la rivalidad amistosa o si, por el contrario, generan
constantemente una lucha seria. Se trata de un tema en el que la investigación
sociológica apenas se ha iniciado. No obstante, hay al menos una notable excepción:
la obra de Norbert Elías, que he tomado como prototipo al elaborar este trabajo.
NOTAS.
1
Este ensayo fue publicado con anterioridad en Sport-wissenschaft, Vol. 9, 1979, 4,
con el título «La dinámica figuracional del deporte moderno: Notas sobre la socio
génesis de la búsqueda de récords y la importancia social del deporte». Se basa en
el análisis presentado en Eric Dunning y Kenneth Sheard, Barbarians, Gentleman
and Players, Oxford, 1979. No obstante, lo supera en diversos aspectos.
2
Para una plena documentación y análisis de ese proceso véase ibid.
3
El proceso de la civilización, FCE, 1988.
4
What is Sociology, Londres, 1978.
5
Es decir, una evaluación que reflejaba los intereses y valores de grupos específicos
dentro de la sociedad más amplia y que no fue elaborada de forma autónoma por
nosotros especialmente para llevar a cabo nuestro análisis sociológico. Véase
Norbert Elias, «Problems of Involvement and Detachment», Briúsh Joumal of
Sociology,Vol.7, 1956, págs. 226-252.
6
Norbert Elias y Eric Dunning, «Dynamics of Sport Grups with spedial Reference to
Football», British Journal of Sociology, Vol 17, 1966 pag. 79 y cap. VI de este
Volumen.
7
J. Huizinga, Homo Ludens: a Study of Play and Dis – Play Element in Culture,
Londres, 1949.
140
8
G. P. Stone, «American Sports: Play and Dis-play», en Eric Dunning (comp.) TIe
Sociology of Sport: a Selection of Readings, Londres, 1971.
9
B. Rigauer, Sport und Arbeit, Francfort, 1969.
10
Homo Ludens, Págs. 223 y ss.
11
De hecho, el término «democratización funcional» fue acuñado después por Elías
para representar con más exactitud lo que antes había denominado simplemente
«presión estructural cada vez mayor desde abajo».
12
Tengo para mí que la formación del Estado, la democratización funcional y el
proceso civilizador también pueden explicar esta tendencia más satisfactoriamente
que la hipótesis que cualquier weberiano podría presentar en este contexto, como
podría ser, por ejemplo, la de un Wahlverwandtschaft o «afinidad electiva» entre el
protestantismo asceta y la participación deportiva seria y orientada al éxito,
siguiendo la tónica de la relación que según Weber existió entre el protestantismo
asceta y el «espíritu del capitalismo». A prwri tal hipótesis parece razonable pero
tropieza con el hecho de que, en Inglaterra al menos, fueron los protestantes
quienes trataron de abolir todos los deportes y pasatiempos. Sea como fuere, la
hipótesis de Elías es más abarcadora y podría, en potencia, explicar socio
genéticamente la ética protestante. Además, por disolver y trascender la dicotomía
que existe, primero entre «lo material» y «lo ideal» y, segundo, entre «causas» y
«efectos» —con su hincapié en los nexos o constelaciones de causas y efectos
interactuando entre si o, dicho con más exactitud, por ocuparse de la dinámica
específicamente social, es decir, relacional de las figuraciones sociales—, el
método de Elías no conduce a las dificultades metodológicas insuperables que
conlleva el enfoque de Weber.
13
A. Trollope, Britísh Sports oíd Pastímes, Londres, 1868, págs. 6-7.
14
Cfr. M. Marples, A Histoy of Football, Londres, 1954.
15
He llamado «élite de las escuelas privadas» a la clase gobernante de Inglaterra de
fines del siglo XIX para subrayar el papel de estas escuelas en la unificación de sus
sectores burgueses predominantes, hacendados y establecidos.
141
16
Los Corintio» fue un equipo de aficionados que se formó a fines del siglo XIX,
reclutando a sus miembros en escuelas privadas y en las universidades de Oxford
y de Cambridge, que logró mantenerse durante un tiempo jugando contra equipos
profesionales. Eran una excepción sintomática dentro de la tendencia general hacia
la exclusividad por parte de la élite de las escuelas privadas en el sentido de que
este equipo se formó deliberadamente para combatir el éxito creciente de los
equipos profesionales y para celebrar y mantener el querido ideal de los
aficionados. No obstante, al adoptar un patrón de reclutamiento que no era
específico de ninguna localidad o institución en concreto incorporaron uno de los
«ultrajes» defendidos por los proponentes del ideal de afición, ser destruido por el
profesionalismo. Es decir, al igual que los equipos profesionales que eran
reclutados sobre una base nacional, los Corintios se apartaron de una pauta de
representación deportiva en que equipos concretos de una localidad o institución,
reclutados en comunidades de varias clases, eran tenidos como una característica
esencial del «verdadero» deporte.
17
E. Durkheim, The Division of Labour in Society, Nueva York, 1964.
18
What is is Sociology, pags. 63 y ss., y 99 y ss.
19
Véase el capítulo I de este volumen.
20
The Elementary Forms of the Religious Life, Londres, 1976.
142
DEPORTE Y OCIO EN EL PROCESO DE LA CIVILIZACIÓN.
Selección de Textos.
Elías Norbert / Dunning Eric. 1992
El Deporte como Coto Masculino.
Fondo de Cultura Económica, Sucursal España.
Pág. 143 - 170
143
X. EL DEPORTE COMO COTO MASCULINO: NOTAS SOBRE LAS
FUENTES SOCIALES DE LA IDENTIDAD MASCULINA Y SUS
TRANSFORMACIONES
Eric Dunning.
INTRODUCCIÓN
Pocos SOCIÓLOGOS negarían que los cambios que están ocurriendo en las
relaciones entre los sexos son uno de los temas sociales más importantes de nuestro
tiempo, si bien la mayor parte de ellos los consideraría probablemente de menor
importancia que, por nombrar algunos otros problemas, la pobreza, la desnutrición, el
desempleo y el conflicto racial1. No obstante, con la única excepción de la amenaza
de guerra nuclear, que tiene implicaciones universales y que, con absoluta
probabilidad, haría sentir sus consecuencias en todo el mundo, en un aspecto son
las relaciones entre los sexos más fundamentales que estas otras cuestiones. Y ello
es así porque, aun cuando son principalmente las mujeres de clase media de los
países más industrializados las que han comenzado a tomar conciencia del dominio
masculino o patriarcado como problema social, y han empezado a combatirlo, hay
una dimensión sexo/género presente en todas las demás cuestiones sociales
fundamentales, como en las de clase y raza. Sin embargo, pese a la universalidad e
importancia social de la diferenciación de género, y pese a la naturaleza cada vez
más problemática de las relaciones entre los sexos en las sociedades
industrializadas —algo particularmente manifiesto en la ruptura y/o transformación
que actualmente sufren las formas tradicionales del matrimonio y la familia—, no
puede decirse aún que se haya teorizado adecuadamente sobre tales temas desde
el punto de vista de la sociología2. Y tampoco, como parte del nexo global relevante
en este contexto, se ha prestado mucha atención al deporte, tradicionalmente uno de
los principales cotos masculinos y por ende de importancia potencial para el
funcionamiento de las estructuras patriarcales. No es difícil hallar las razones
posibles que expliquen este doble fracaso de la imaginación sociológica.
144
En los últimos años, a consecuencia principalmente del desafío feminista, se ha
visto cada vez con más claridad que la sociología surgió como un campo atravesado
por ideas patriarcales. Comte, por ejemplo, consideraba a las mujeres
«intelectualmente inferiores» a los hombres y creía que la familia había de basarse
en el dominio del marido3. Supuestos afines se hallan en la obra de Durkheim4 y
continúan permeando contribuciones más recientes a este tema. La sociología del
deporte es una de las áreas menos desarrolladas de la sociología5 pero, tomando en
cuenta el patriarcado implícito en la disciplina en general, no es de extrañar que
hipótesis indicadoras de un dominio masculino in cuestionado se hayan incluido
generosamente en los trabajos realizados en este campo hasta ahora. Una
consecuencia de este dominio es que la naturaleza patriarcal del deporte moderno y
el papel que éste pueda representar en el mantenimiento de la hegemonía masculina
sólo han sido cuestionados por un puñado de escritores feministas. No obstante, la
mayoría de ellos ha tendido a centrarse en cuestiones como la discriminación contra
las mujeres en el deporte6 y, si bien sus trabajos han coadyuvado a crear las
condiciones para una posible teorización, ninguno ha intentado aún una teorización
sistemática de las formas de dominación existentes en y a través del deporte o de las
transformaciones ocurridas en ese aspecto. Quiero, con este trabajo, iniciar la
marcha en esa dirección.
Para ser más exacto, utilizando los datos de que dispongo con respecto a Gran
Bretaña, voy a analizar el deporte como un coto reservado a los varones y el papel
que desempeña, en relación con otras fuentes, en la producción y reproducción de la
identidad masculina. Antes sin embargo de entrar en sus aspectos más concretos,
daré a conocer algunas de las principales hipótesis sociológicas sobre las que se
basan mis argumentos esenciales.
145
EL EQUILIBRIO DE PODER ENTRE LOS SEXOS: ALGUNAS
HIPÓTESIS SOCIOLÓGICAS
El primer punto a señalar es que, al igual que ocurre con el resto de las
interdependencias sociales, el mejor modo de conceptuar la interdependencia de
hombres y mujeres, al menos en primera instancia, es partir del equilibrio o reparto
del poder entre las partes implicadas. Éste constituye una «estructura profunda»
dentro de la cual se generan y mantienen las ideologías y los valores que gobiernan
las relaciones entre los sexos. Ahora bien, aunque tales ideologías y valores
constituyen un ingrediente activo en el equilibrio de poder entre los sexos —en el
sentido, por ejemplo, de que pueden impulsar a hombres y mujeres a luchar por lo
que creen que son sus intereses—, sucede que las transformaciones en las
relaciones entre los sexos y en las ideologías y los valores que las gobiernan
dependen a menudo de otros cambios ocurridos con anterioridad en ese subyacente
equilibrio de poder y que no son intencionados ni responden a ideologías y valores
específicamente definidos. El segundo punto es que la balanza de poder entre los
sexos tenderá a inclinarse a favor de los hombres en tanto la violencia y la lucha
sean males endémicos de la vida social. Así sucede, naturalmente, en las
sociedades guerreras, pero también esto tiende a ser válido para las sociedades
industrializadas en las que el poder de la élite militar es alto en relación con el de la
población civil y para los sectores de la estructura social en que las condiciones
sociales conducen a la producción y reproducción de bandas proclives a pelear. La
balanza de poder entre los sexos se inclinará igualmente a favor de los hombres en
la medida en que ellos tengan mayores oportunidades que las mujeres para
emprender acciones unificadas y monopolicen el acceso y el control de las esferas
institucionales determinantes en la vida, sobre todo las de la economía y el Estado. A
mayor abundamiento, cuanto más extensas sean las formas de supremacía
masculina en una sociedad, mayor será la tendencia a que prevalezca una estricta
segregación entre los sexos. Conclusión de estas teorías es que las posibilidades de
dominio de los hombres tenderán a reducirse y aumentarán consiguientemente las
de las mujeres a medida que se vuelvan más pacíficas las relaciones dentro de la
146
sociedad o de una parte de ella, cuando las posibilidades por parte de las mujeres de
actuar unitariamente se aproximen o rebasen a las de los hombres, y cuando
empiece a derrumbarse la segregación de los sexos. Un corolario más es que los
valores machistas tenderán a desempeñar un papel más importante en la identidad
masculina bajo condiciones sociales en las que la lucha sea moneda corriente y la
balanza de poder se incline en favor de los hombres. Consecuentemente, las
tendencias machistas de éstos sufrirán lo que podríamos denominar un giro
«civilizador» en la medida en que las relaciones sociales se pacifiquen, las
oportunidades de poder para las mujeres aumenten y la segregación sexual
disminuya.
147
los marxistas, que en gran parte atribuyen el complejo machista a las exigencias y
restricciones que impone el trabajo manual8. Para precisar más: aunque puede que
tales restricciones contribuyan a sustentar las formas más extremas de la identidad
machista, premiando por ejemplo la fuerza física, es difícil entender cómo por sí
solas podrían haber generado una ética en que la rudeza y la habilidad para pelear
son fundamentales y que celebra la lucha como una de las principales fuentes de
sentido y gratificación en la vida. Efectivamente, es discutible que un enfoque como
éste pueda ilustrar las ideas patriarcales implícitas en tantas teorías sociológicas
como se han elaborado hasta el momento. Así sucede cuando se cree que la
producción y reproducción de la vida material radican primordialmente en la
economía y cuando la importancia de la familia y las relaciones entre los sexos se
relegan, al menos de forma implícita, a un plano secundario.
148
permite la expresión socialmente aceptable, ritualizada y más o menos controlada de
la violencia física. Sólo de los «deportes de combate» como éstos, más exactamente
de los que implican un combate a modo de juego entre dos equipos, habré de
ocuparme en el presente ensayo.
149
las cuales tenían que ver expresamente con la eliminación o el control de las formas
de violencia más extremas. En otras palabras, la incipiente modernización del fútbol y
juegos afines incluyó una serie de cambios que los hizo más «civilizados» de lo que
habían sido sus antecedentes. El comparativo es importante: significa no que estos
juegos se volviesen «civilizados» en un sentido absoluto sino sólo más civilizados,
pues continuaron reflejando las ideas patriarcales características de toda sociedad
que aún se encuentra en una etapa relativamente temprana de su nacimiento como
nación-Estado urbana e industrial. Esto queda de manifiesto en el hecho de que se
justificó ideológicamente la necesidad de tales juegos aduciendo que servían en
parte como entrenamiento para la guerra, en parte para educar a quienes serían los
líderes militares y administrativos del Imperio británico en expansión y, en parte,
como medios para inculcar y expresar la «hombría».
Una buena idea de las normas de hombría presentes en los juegos que se
practicaban en las escuelas particulares de aquel entonces la proporciona la crónica
escrita por «Un Antiguo Jugador de Rugby» —así firmaba la nota— en la revista de
su colegio en 1860. En ella comparaba el juego de entonces con el rugby de sus días
escolares, tan sólo unos dos o tres años atrás. El Antiguo Jugador escribió:
Tendrían que haber visto los scrums* en el partido de Sexto Curso de hace dos
años...A los tipos les importaba un bledo la pelota, salvo cuando les
proporcionaba un pretexto aceptable para patear al contrario. ¡Recuerdo un
scrum!... Ya llevábamos cinco minutos tirándonos puntapiés y como si nada; de
hecho los muchachos apenas habían comenzado a entrar en calor cuando un
espectador... nos informó de que la pelota nos ofrecía nuestra oportunidad en lo
alto de la isla... Y entonces, allí estaba Hockey Waiker, el pateador más
importante del grupo de sexto. ¡Caray! Nada más ingresar en la escuela...
incapacitó a diez compañeros para la temporada y envió a casa a otra media
docena para lo que quedaba... Sólo verlo salir de un scrum bastaba para que
las señoras chillaran y se desmayaran ¡Válgame Dios, hombre! Ahora lo que
más gusta es presenciar un scrum —para mayor vergüenza nuestra—. Y
150
entonces no había nada de ese jugar esquivando bajo cuerda la pelota que se
practica ahora; nada de pasarla de largo de uno a otro; todo el juego era viril y
directo. ¡Si dejar ir el balón una vez que ya estabas en un scrum era
considerado una trasgresión de las reglas tan flagrante como recogerlo estando
fuera de tu campo! Tampoco se veía entonces que ningún jugador escurriera el
bulto tratando de zafarse de los scrums como se ve todo el tiempo hoy en día.
Lo consideraban a uno indigno si no estaba cubierto de pies a cabeza con la
madre tierra a los diez minutos de comenzado el partido... Hoy en cambio,
¡maldita sea!, ni siquiera se nos da la oportunidad de presenciar una caída
como es debido. Y no es de extrañar, viendo a esos jovencitos dandies caminar
como si nada, atravesando el terreno de juego con afectación y como si sus
delicados huesos fuesen a quebrarse al más mínimo contacto violento con la
pelota. ¡Que los cuelguen!... Si dentro de poco los veremos jugar con sus
zapatos de domingo y con guantes de color lila... Mi regla a seguir es: pégale
fuerte al balón cuando lo veas cerca y, si no lo está, pues pégale al jugador que
tengas al lado11.
Este relato nos da una buena idea de la norma de «hombría» que regía en el
rugby en aquella etapa. Asimismo, proporciona fundamento para concluir que el
juego estaba cambiando en un sentido «civilizador». De ahí que el Antiguo Jugador
de Rugby recomendara el regreso a las glorias de sus días de colegio, cuando —
afirmaba— dar puntapiés en las canillas al contrario era considerado más importante.
Al mismo tiempo, deploraba la introducción del «pase», ya que en su opinión, estaba
«afeminando» el juego. La norma anterior descrita por él recuerda el boxeo y la lucha
libre de la antigua Grecia, que, como Elías ha mostrado, se basaban en una ética
guerrera que decretaba una cobardía esquivar o retroceder ante los golpes del
contrario12. Puesto que el Viejo Jugador consideraba «bajo» e «indigno de un
hombre» fingir un ataque o pasar el balón a un compañero de equipo para evitar un
151
puntapié, parece que al principio el rugby se basaba en una ética similar. En esa
etapa la pelota era relativamente poco importante para el juego. Los choques
consistían en tirar patadas indiscriminadamente, y, en los partidos, lo que los
«hombres» tenían que hacer era resistir al contrario y enfrascarse en una lucha
directa a puntapiés. De ahí se seguía que la fuerza y el valor como «pateador»
fuesen los principales criterios para ganarse una reputación de «hombría» en el
juego.
Igualmente, el relato del Antiguo Jugador de Rugby proporciona una pista sobre
el ideal de los hombres de clase media y clase media alta acerca de la identidad
femenina en aquellos años. Así, mientras el ideal masculino es pintado como
jactancioso y físicamente rudo, la mujer ideal —a los ojos de los hombres— es
retratada como timorata, débil y dependiente. Esto se correspondía con la imagen de
los papeles masculino y femenino encarnados en la familia patriarcal, que entonces
estaba convirtiéndose en la norma entre las clases medias cada vez más numerosas.
Es posible suponer que, contrariamente a la visión feminista hoy tan difundida, si es
que no dominante, quizá este tipo de familia haya representado, en un aspecto al
menos, un giro hacia la igualdad de oportunidades de poder entre los sexos. La
causa: porque amarró en la familia a más hombres y con más fuerza de los que
había habido hasta entonces, sometiéndolos así a la posibilidad de una influencia y
un control mayores y más constantes por parte de las mujeres. También
posiblemente contribuyera a la igualdad de oportunidades de dominio entre los sexos
la transformación «civilizadora» global de la que hemos dado cuenta aquí a través
del deporte. Esta habría tenido ese efecto al imponer en los hombres todo un
conjunto de restricciones internas y externas13 sobre la expresión de la agresividad,
por ejemplo, mediante el código de «caballerosidad», restringiendo de este modo sus
oportunidades de usar una de sus principales ventajas de dominio con respecto a las
mujeres —su fuerza y superioridad física como luchadores—. Esto a su vez habría
incrementado las oportunidades de las mujeres para actuar unitariamente por si
solas, por ejemplo organizando marchas y manifestaciones. Y este resultado lo
habría obtenido al reducir la probabilidad de que tales manifestaciones de la naciente
152
unidad y poder femeninos recibiesen una respuesta violenta de los hombres, de sus
maridos y padres en el contexto doméstico y de la policía y la opinión pública en
general en el contexto de las manifestaciones callejeras. Para ser más precisos: si se
hubiese podido esperar una respuesta no violenta de los hombres a tales acciones
políticas de las mujeres, los temores de éstas se habrían reducido y aumentado
paralelamente su confianza para continuar luchando por lo que ellas consideraban
sus derechos. En resumen, parece razonable suponer que el cambio en el reparto de
poder entre hombres y mujeres que se expresó públicamente por vez primera en el
movimiento de las sufragistas pudo, al menos en parte, haber sido un componente
esencial del desarrollo civilizador que acompañó el surgimiento de Gran Bretaña
como nación-Estado urbano industrial.
Las tradiciones contenidas en la subcultura machista del rugby cobran vida tras
el partido en el bar del club o, cuando el equipo ha jugado en otras ciudades, en el
autobús que lleva a los jugadores de vuelta a casa. Entre sus ingredientes centrales
se cuenta el striptease masculino, una burla ritual de las mujeres que se desnudan.
Tradicionalmente, la señal que marca el inicio de este ritual es una canción titulada
153
«El Guerrero Zulú». También las ceremonias iniciáticas son parte acostumbrada de
la subcultura machista. Durante las ceremonias se desnuda al iniciado —recurriendo
a menudo al empleo de la fuerza— y se profana su cuerpo, en particular sus
genitales, quizá con cera para el calzado o con vaselina. La ingestión excesiva de
cerveza, acompañada casi siempre de rituales y carreras que aumentan el consumo
y la velocidad con que se emborrachan los participantes, también acabó firmemente
arraigada en la tradición de los clubes de rugby. Una vez ebrios, los jugadores
entonan canciones obscenas y, si están presentes las esposas o novias de algunos
de ellos, cantan «Buenas Noches, Señoras» como señal de que abandonen el
recinto. A partir de ese momento, todo lo que suceda será exclusivamente para los
hombres, y las mujeres que hayan optado por quedarse son vistas como unas
degradadas.
Las canciones obscenas a que nos hemos referido tienen al menos dos temas
recurrentes: por un parte, la burla de las mujeres y por la otra, de los homosexuales.
A primera vista puede parecer que no exista relación alguna entre ellos, pero es
razonable suponer que ambos temas reflejen el poder cada vez mayor de las
mujeres y la amenaza también creciente que ellas representan para la auto imagen
tradicional de los hombres. El rugby comenzó a convertirse en un juego de adultos a
mediados del siglo XIX. Al principio era exclusivo de las clases media y media alta,
un hecho que puede ser importante dado que la mayoría de las sufragistas
pertenecían a esos mismos estratos sociales. En otras palabras, no es descabellado
suponer que las mujeres de esos niveles de la sociedad estuvieran convirtiéndose
entonces cada vez más en una amenaza para los hombres y que algunos de éstos
respondieran a ese desafío convirtiendo el rugby —que no era, naturalmente, el
único enclave en que tal cosa ocurría— en un coto privado masculino en el que
poder reforzar su masculinidad amenazada y, al mismo tiempo, escarnecer,
vilipendiar y dosificar a las mujeres, principal fuente de esa amenaza. Un breve
análisis del contenido de un par de canciones típicas del rugby ilustrará lo que
acabamos de decir.
154
Un aspecto básico y recurrente en estas canciones es que denotan una actitud
hostil, brutal pero al mismo tiempo temerosa de los hombres hacia las mujeres y el
acto sexual. En la balada «Eskimo Nell» por ejemplo, ni siquiera el mujeriego «Dead
Eye Dick» es capaz de satisfacer sexualmente a Nell*. Esta misión se deja en manos
de su fiel sirviente «Mexican Pete», que realiza la tarea con su six-shooter**. En «El
Himno del Ingeniero», el personaje central, un ingeniero cuya esposa «nunca estaba
satisfecha», hubo de construir una máquina que cumpliera la parte erótica de su
papel marital. La máquina logró lo que él no había conseguido, pero en el proceso la
esposa resultó brutalmente muerta. Pocas veces, si es que alguna, son retratados
hombres o mujeres «normales» en estas canciones. Hacen falta poderes
sobrehumanos o extrahumanos para que el «héroe» pueda satisfacer el voraz apetito
sexual de la «heroína». Nada más revelador que esto de la función que tales
canciones cumplen al expresar simbólicamente, pero quizá también reduciendo en
cierto modo simbólicamente el miedo a las mujeres, para ellos tan poderosas y
exigentes. Es probable que tales temores hayan aumentado proporcionalmente con
respecto al poder de las mujeres.
* La connotación no puede ser más clara. Como dice el titulo de la canción, Nell
es esquimal, o sea muy fría, mientras que «Dick», por una parte nombre de
varón muy común en inglés (alteración popular de Rick, o sea de Richard), es
por la otra un término vulgar para llamar al miembro masculino. La alusión
aparece reforzada además por dead-eye que es, en náutica, el bloque de
madera con forma circular y tres agujeros por los que se introduce un cabo o
cuerda, utilizado para tensar las jarcias de los buques. [T.]
** Pistola del seis en sentido figurado, y eufemismo burlón por sex-shooter,
literalmente «disparador de sexo». [T.]
155
Yes, we are all queers together,
That's why we go round in pairs*.
• [Pues todos somos maricones, / discúlpennos por retiramos un rato arriba. / Sí,
todos juntos maricones, / Por eso andamos en parejas.]
La función de este coro consiste, al parecer, en refutar la acusación antes de
que ésta sea presentada, así como en subrayar y reforzar la masculinidad haciendo
escarnio no sólo de las mujeres sino también de los homosexuales. En los últimos
años, a medida que las mujeres han cobrado fuerza y poder para poner en jaque su
real subordinación, si es que no su objetivación simbólica, con un leve pero incesante
éxito, se han vuelto cada vez más normales unas pautas menos segregadas de
relación entre los sexos. Ante tales circunstancias, los hombres que se aferraban al
viejo estilo y continuaban disfrutando con su participación en grupos exclusivamente
masculinos han de haber visto sombras de duda sobre su propia masculinidad.
Algunos pueden incluso haber empezado a dudar de sí mismos. Y esta clase de
dudas deben de haber sido doblemente amenazadoras en una situación social como
la de los clubes de rugby, donde el objetivo principal a perseguir era la expresión de
la masculinidad y la perpetuación de las normas tradicionales en este aspecto.
Los clubes de rugby de Gran Bretaña ya han dejado de ser los cotos privados
netamente masculinos que eran antes. El debilitamiento de las estructuras e
ideologías que otrora aglutinaron a los jugadores de rugby de forma compacta en
grupos exclusivamente masculinos ha sido un proceso complicado pero —si la
hipótesis presentada aquí tiene alguna validez—, así como la emancipación de las
mujeres desempeñó un papel importante en su desarrollo, de igual manera la
continuación de este proceso ha contribuido significativamente al debilitamiento
posterior experimentado por tales estructuras e ideologías. Se ha llegado a una
etapa en que las mujeres son visitantes frecuentes y, lo que es más importante, son
bien recibidas en los clubes de rugby. En parte fueron contingencias de upo
económico, más concretamente los bailes que se organizaron para recabar fondos,
lo que dio inicio a este cambio. En cualquier caso, este hecho económico refleja
156
cambios de mayor envergadura en la estructura social, sobre todo en la situación de
las mujeres dentro de esa estructura.
Los bailes introdujeron a las mujeres en el coto masculino del rugby con el
beneplácito oficial. Esto no quiere decir que antes su presencia estuviese totalmente
prohibida. Al contrario, siempre han sido bien aceptadas —para hacer el té, preparar
y servir comidas, admirar y animar a sus hombres—, pero, tradicionalmente, sólo se
toleraba su presencia si se contentaban con ocupar un lugar secundario. En cambio
ahora, las mujeres más emancipadas que han comenzado a entrar en los clubes, ya
sea para asistir a los bailes, ya simplemente para beber con sus hombres, están
cada vez menos dispuestas a aceptar esto. Tienden a valorar la independencia, a
desear la igualdad y a ejercer el poder que la conveniencia que su papel de
compañeras tiene para los hombres les da en relación con ellos. Muestran renuencia
a aceptar conductas que consideran intencionadamente agresivas o bien ellas
mismas actúan obscenamente como señal de su emancipación.
Puesto que hablamos de una situación dentro de un enclave social en el que las
mujeres son sólo acompañantes de los hombres y la actividad principal es masculina,
el predominio de los varones continúa claramente establecido. Con todo, los cambios
que acabamos de señalar indican el punto hasta el cual se ha empezado a poner en
tela de juicio, y, en menor grado, se ha debilitado, el dominio masculino dentro de la
sociedad británica. Al mismo tiempo, muestran naturalmente cuánto camino queda
aún a las mujeres por recorrer antes de llegar a la igualdad plena con los hombres.
Pues una de las razones por las que, en este caso, tienen que seguir a los hombres,
es el hecho de que son pocas las actividades recreativas comparables que están al
alcance de las mujeres. Mucho más que ellos, las mujeres siguen aún encerradas en
papeles domésticos y familiares. La falta de instalaciones recreativas para ellas
refleja este hecho. Como lo refleja igualmente el hecho de que aún es difícil que
entren solas en los bares sin que ello conlleve una pérdida de categoría o sin
atraerse la atención no deseada de los hombres. Esto, a su vez, obedece en gran
parte a siglos de dominación masculina y a una estructura social global que, en
157
términos generales, continúa reflejando y reforzando esa dominación. Refleja
asimismo la existencia de pautas de socialización que preparan a las mujeres
principalmente para desenvolverse en la esfera del hogar y en ocupaciones
secundarias, y que limitan sus horizontes no sólo en la esfera ocupacional sino
también en la esfera del ocio.
Los cambios descritos que han tenido lugar en los clubes de rugby en Gran
Bretaña parece razonable suponer que son sintomáticos de los cambios sociales
asociados de manera más general al desarrollo del deporte moderno. La longitud de
este ensayo no permite una discusión exhaustiva de las raíces sociales de tales
cambios. Basta simplemente decir que éstos tuvieron que ver en parte con el
nacimiento de Gran Bretaña como nación-Estado urbana e industrial y que este
proceso incluyó, entre sus principales componentes interactivos, una nueva
estructura social caracterizada por normas de conducta más «civilizadas» y por un
mayor grado de igualdad entre los sexos. Hay, no obstante, una clara excepción en
este planteamiento general: el fenómeno de la violencia desmesurada en el fútbol por
parte de los hinchas, pues parece contradecir la hipótesis de que los cambios
«civilizadores» han sido parte integrante del proceso de desarrollo de Gran Bretaña
como nación-Estado urbana e industrial. A continuación presentaré un breve análisis
de este fenómeno del fútbol antes de proponer algunas observaciones como
conclusión15.
158
combates en el lanzamiento de objetos que van desde los aparentemente
inofensivos como cacahuetes y vasos de papel, hasta otros potencialmente más
peligrosos como dardos, monedas, ladrillos, trozos de hormigón, cohetes
pirotécnicos, bombas de humo y, tal como ocurrió en una o dos ocasiones, bombas
de gasolina.
El lanzamiento de objetos se efectúa por regla general dentro del estadio, si
bien no es desconocido fuera de él, sobre todo cuando una densa presencia policial
impide a los grupos de aficionados rivales entrar en contacto directo. A consecuencia
de la política oficial de separar a los hinchas contrarios —una medida adoptada a
fines de los años sesenta para contrarrestar la violencia en el fútbol, pero uno de
cuyos efectos principales ha sido desplazar el fenómeno y aumentar su incidencia
fuera de los estadios—, hoy el combate cuerpo a cuerpo es relativamente raro en las
gradas, si bien todavía algunos hinchas, en grupos pequeños y no llevando insignias
ni prendas que los identifiquen, logran infiltrarse en el territorio de sus rivales con
objeto de provocar las hostilidades. Haber participado con éxito en una «invasión»
confiere gran prestigio dentro de los círculos de aficionados al fútbol. Lo más común
sin embargo hoy en día es que los enfrentamientos tengan lugar bien antes del
partido, por ejemplo en los bares o en las zonas céntricas de la ciudad, o bien
después de éste, cuando la policía intenta conducir a los hinchas del equipo visitante
hacia la estación de autobús o de ferrocarril. Entonces es cuando suelen ocurrir las
confrontaciones a mayor escala. Estas suelen iniciarse con una «corrida», es decir
con unos doscientos o trescientos adolescentes y jóvenes que se adueñan de la calle
buscando una brecha en las barreras de la policía que les permita entrar en contacto
con el «enemigo». Cuando consiguen zafarse del control policial —los que
llamaríamos hinchas «empedernidos» utilizan complicadas estrategias con tal de
lograr este objetivo—, lo que tiene lugar es, típicamente, una serie de escaramuzas
sobre una extensión bastante grande de terreno y en cada una de las cuales
participan hasta veinte o treinta jóvenes aproximadamente. También estallan peleas
cuando los aficionados rivales coinciden por casualidad en algún sitio, como en los
vagones del metro o en cafeterías de la carretera. Y además, tienen lugar a veces
dentro de los propios grupos de aficionados, cuando se componen, por ejemplo, de
159
participantes procedentes de barriadas o puntos distintos de una misma localidad.
Tampoco son desconocidos los «grupos de choque». Por ejemplo, varios clubes de
Londres se congregan a veces en Euston o en alguna otra terminal de ferrocarril de
la capital para atacar conjuntamente a los seguidores de otros equipos que viajan a
Londres procedentes del norte.
Durante el partido, los grupos rivales prestan tanta o más atención los unos a
los otros como al juego en sí mismo, pues cantan, gritan consignas y gesticulan todo
el tiempo para manifestar su oposición. Sus cantos y gritos expresan
recurrentemente desafíos a pelear y amenazas de violencia. Cada grupo en
particular tiende a tener su propio repertorio de canciones y consignas, pero muchas
de ellas son variaciones locales sobre un fondo común de temas. En este aspecto,
como Jacobson ha mostrado16, es esencial el hecho de que las letras de estos
cantos van remachadas con palabras como «odiar», «morir», «pelear», «patear» y
«rendirse», todas las cuales transmiten imágenes relacionadas con batalla y
conquista. He aquí dos ejemplos, citados por Jacobson, del repertorio de los hinchas
del Chelsea:
(Canción según la música de Those were the days, my friend [«Aquéllos fueron
los días, amigo mío», pero conocida en español como «Qué tiempo tan feliz»].)
160
escogemos, / Peleamos y nunca perdemos. / Porque somos el Shed, / ¡Oh, sí!
Somos el Shed.]
(Canción a ritmo de I was born under a wandering star [«Nací bajo una estrella
errante»])
• [Nací bajo el Chelsea Shed. / Las botas están hechas para patear, / las
pistolas para disparar. / Subid al Chelsea Shed / Y os daremos una buena
ración de patadas.]
161
* [En el arrabal de Highbury / Buscan en el cubo de la basura algo que comer, /
Encuentran un gato muerto y para ellos es un festín, / En el arrabal de
Highbury.]
Como puede verse por lo descrito, al menos una parte significativa de los
aficionados que se hacen merecedores del membrete de hooligan parecen estar
tanto o más interesados en la lucha que en presenciar un partido de fútbol. Para
ellos, el juego consiste primordialmente en la expresión de su machismo, ya sea con
los hechos, derrotando a sus rivales y haciéndoles huir, ya simbólicamente, vía las
canciones y lemas que entonan.
162
la estructura social, a los jóvenes se les deja en gran medida solos y ellos tienden a
agruparse en bandas, determinadas por una parte, por lazos de parentesco y
proximidad física como vecinos de residencia y, por la otra, por la amenaza que para
ellas representa el desarrollo de bandas paralelas en vecindades adyacentes.
También tienden estas comunidades a la fragmentación interna, salvo cuando,
argumenta Sutiles, surge un enfrentamiento real o a nivel de rumor entre las bandas,
pues en ese caso éstas pueden hacerse con la unión y la alianza de todos los
varones de la comunidad.
163
controlen sus inclinaciones violentas. En esta dirección operan diversos aspectos de
su estructura. Así, la libertad comparativa que los niños y adolescentes de clase
obrera baja gozan con respecto al control de los adultos implica que aquéllos tiendan
a interactuar de modo relativamente violento y a desarrollar jerarquías de dominio en
las cuales son factores determinantes la edad y la fuerza física. Esta pauta se
refuerza gracias a las normas características de los adultos dominantes en ese tipo
de comunidades. A reforzarla contribuyen igualmente la segregación sexual, el
dominio del hombre sobre la mujer y la consiguiente falta de presión femenina que
podría «suavizar» un poco el estado de cosas. No podía ser de otro modo, pues, si
para cuando alcanzan la edad madura las mujeres de estas comunidades son ya
también relativamente violentas y esperan ser tratadas con violencia por sus
maridos, las propensiones violentas de éstos no pueden por menos que acentuarse.
Otra causa más que refuerza la violencia masculina son las frecuentes enemistades
entre familias, vecinos y, sobre todo, entre las bandas callejeras. En resumen: este
upo de comunidades de los estratos bajos de la clase obrera se caracterizan por una
especie de «ciclo de retroalimentación positiva» que tiende a fomentar el empleo de
la violencia en prácticamente todas las relaciones sociales, sobre todo por parte de
los hombres. Un efecto de este «ciclo» es que confiere prestigio a los varones que
saben pelear. Y, correspondientemente, se da en ellos la tendencia a desarrollar el
gusto por la lucha, a verla como una fuente básica que proporciona sentido y
gratificación a sus vidas. La diferencia central en este aspecto entre las comunidades
de clase obrera baja y las de sus equivalentes más «respetables» en las clases
obrera media y alta resulta ser que, en las últimas, normalmente tiende a condenarse
el uso de la violencia en las relaciones personales directas, mientras que en aquélla
se disculpa y aun se premia por regla general. Otra diferencia es el hecho de que en
las clases «respetables» se tiende a desplazar a la violencia «tras bambalinas» y,
cuando estalla de todos modos, tiende a adoptar una forma más «instrumental» y a
suscitar sentimientos de culpa. Por el contrario, en las comunidades «rudas» de la
clase obrera suele darse más rienda suelta a la violencia en público y ésta, como
contrapeso, adopta una forma «expresiva» o «afectiva». Por esa razón tiende a
asociarse, en mayor medida que la otra, con sentimientos agradables.
164
Es razonable suponer que el «estilo masculino violento» generado de este
modo en los sectores «rudos» de la clase obrera sea el que se manifiesta
principalmente en los combates que tienen lugar entre los aficionados en el contexto
del fútbol. Es decir, los testimonios actualmente existentes apuntan a que son los
adolescentes y jóvenes pertenecientes a este sector de la clase obrera los que
constituyen el núcleo principal de quienes constantemente incurren en las acciones
más violentas que tienen lugar en el contexto del fútbol. Por supuesto que no es el
fútbol el único cauce de expresión de este estilo. No obstante, en muchos aspectos
resulta un escenario altamente apropiado, debido a que los partidos de fútbol son en
sí mismos batallas cuyo contenido principal es la expresión de la masculinidad,
aunque sea de un modo socialmente aprobado y controlado. También el equipo de
fútbol proporciona a los adolescentes y adultos jóvenes de la clase obrera un símbolo
con el que todos se identifican, hasta el punto de que llegan a considerar el estadio,
más concretamente las gradas que siempre ocupan, como su «terreno» propio. Al
mismo tiempo, el fútbol lleva regularmente a su territorio a un «enemigo» fácilmente
identificable: los seguidores del equipo contrario, que son vistos como «invasores».
Para terminar, la enorme asistencia de personas a los partidos ofrece el marco
idóneo para participar en lo que oficialmente son actos «antisociales» con relativa
impunidad y de modo más o menos anónimo, sin contar con que la nutrida presencia
de policías añade la emoción que produce enfrentarse periódicamente con los
agentes de la ley.
CONCLUSIÓN
165
por consiguiente más patriarcal que la nuestra. Remonté luego la incipiente
modernización de estos deportes hasta las escuelas privadas, dando a entender que
los cambios «civilizadores» ocurridos a este respecto eran sintomáticos de un
conjunto más amplio de mutaciones que, entre otros efectos, aumentaron el poder de
las mujeres en relación con el de los hombres. Algunos de éstos respondieron a la
nueva situación de cambio en la balanza de poder haciendo de los clubes de rugby
—que no eran naturalmente los únicos enclaves creados para tal propósito— cotos
exclusivamente masculinos en los que los varones podían simbólicamente
escarnecer, cosificar y vilipendiar a las mujeres, las cuales, ahora más que nunca,
representaban una amenaza para su posición y su auto imagen. La progresiva
emancipación de las mujeres ha erosionado de manera importante este aspecto de
la «subcultura» del rugby. Por último, he examinado la contradicción que para mi
tesis supone aparentemente el fenómeno de la violencia desaforada por parte de los
aficionados al fútbol, y he apuntado que una de sus características principales es el
«estilo masculino violento» producido y reproducido estructuralmente en
determinados sectores de la clase obrera baja. En sí misma, no constituye una
contradicción a mi tesis pero sí revela tanto la irregularidad con que han ocurrido el
proceso «civilizador» y el de formación del Estado como el hecho de que en la Gran
Bretaña actual aún existen sectores de la estructura social que continúan generando
una agresividad machista más o menos extrema.
166
prueba de que en los sectores más bajos de la clase obrera ellas gozan de menos
poder y, por tanto, representan una amenaza también menor para los hombres de
esas comunidades.
Es probable que la deducción más importante derivada del presente análisis sea
el hecho de que, en lo que respecta a la producción y reproducción de la identidad
masculina, el deporte sólo tiene una importancia secundaria. Mucho más
significativas en este aspecto son, al parecer, las características estructurales de la
sociedad en general que afectan al reparto proporcional de poder entre los sexos y al
grado de separación entre ellos existente en la necesaria interdependencia de
hombres y mujeres. Todo lo que puede decirse del deporte a este respecto es que
desempeña un papel secundario, de refuerzo. Pese a lo cual, contribuye sin embargo
decisivamente al sostenimiento de formas más moderadas y controladas de
agresividad machista, en una sociedad donde son escasas las ocupaciones laborales
que, como en el ejército y la policía, ofrecen con frecuencia oportunidades para
pelear, y donde el desarrollo tecnológico se ha orientado por completo durante largo
tiempo a reducir la necesidad de la fuerza física. Naturalmente que, en tanto la
socialización de las mujeres las haga sentirse atraídas por los hombres machistas,
los deportes, los deportes de combate sobre todo, contribuirán de forma
relativamente importante a la perpetuación tanto del machismo como de la
dependencia de las mujeres derivada de él. Probablemente sea ocioso especular
acerca de si los deportes de combate continuarían existiendo en una sociedad más
«civilizada» que la nuestra. Una cosa sin embargo es relativamente segura: que aun
cuando el avance hacia la igualdad tienda a fomentar los conflictos a corto y medio
plazo, dicha sociedad terminaría por fuerza siendo más igualitaria, con un grado de
igualdad entre los sexos, las clases y las «razas» muy superior al logrado hasta el
momento.
167
NOTAS.
1
Una versión anterior de este trabajo fue presentada en la Cuarta Conferencia Anual
de la Sociedad Norteamericana para la Sociología del Deporte [North American
Society for the Socíology of Sport], celebrada en St. Louis, Missouri, en octubre de
1983. Quiero expresar mi agradecimiento a mis colaboradores Clive Ashworth, Pat
Murphy, Tim Newbum, Ivan Waddington y John Williams, cuyos comentarios
críticos me han resultado de enorme utilidad.
2
Los escritores feministas han realizado, naturalmente, avances importantes en este
sentido pero, debido a la fuerza de su compromiso ideológico, gran parte de lo que
han escrito parece cuando menos, incluso a muchos que simpatizan con su causa,
falto de adecuación al objeto.
3
Véase The Pósitive Philosophy of Auguste Comte, traducida y abreviada por Harriet
Martíneau, Londres, 1853 Págs. 134 y ss. Para ser justos con el filósofo, aunque
afirmaba que «constitucionalmente» las mujeres se encuentran «en un estado de
infancia perpetua» y no son «aptas para la continuidad e intensidad indispensables
en el trabajo mental, sea por la debilidad intrínseca de su inteligencia o por su
sensibilidad moral y física más despierta», también las vio «espiritualmente»
superiores a los hombres y por ende más importantes que ellos desde el punto de
vista social.
4
Véase, por ejemplo, la discusión contenida en Suicide, Londres, 1952, Págs. 384-
386.
5
Para un análisis de esta cuestión véase Eric Dunning, «Notes on Some Recent
Contributions to the Sociology of Sport», Theory, Culture and Society, vol. 2, núm.
1, 1983, págs. 135-142.
6
Con la excepción de Boutilier y San Giovanni en su The Sporting Woman,
Champaign, Illinois, 1983; y de Jennifer Hargreaves, «Action Replay: Looking at
168
Woman in Sport», en Joy Holland (comp.), Feminist Actim, Londres, 1984, págs.
125-146.
7
Véase, sobre todo, What is Sociology3, Londres, 1978; El proceso de la civilización,
Madrid, 1988; State Formation and Civilization, Oxford, 1982, y La sociedad
cortesana, Madrid, 1982.
8
Véase, por ejemplo, el argumento presentado por Paúl Willis en Learnig to labour,
Londres, 1977.
9
Este análisis se basa en el de Eric Dunning y Kenneth Sheard en Barbarims,
Gentlemen and Players, Oxford, 1979.
10
Ibíd.
11
Anónimo, The New Rugbeian, Vol. III, 1860; citado en C. R. Evers, Rugby,
Londres, 1939, Pág. 52.
12
Norbert Elias, «The Génesis of Sport as a Sociological Problem», en E. Dunning
(comp.), The Sociology of Sport: a Selection of Readings, Londres, 1971.
13
Desde el punto de vista de Elías es erróneo, hablando en sentido estricto,
establecer la dicotomía restricciones «internas» y «externas». Él utiliza los términos
Selbstzwänge (autorrestricciones) y Fremdzwänge («otras» restricciones,
literalmente «ajenas», «extrañas»), y centra sus análisis en el cambiante equilibrio
entre ellas a lo largo del tiempo.
14
Véase Kenneth Sheard y Eric Dunning, «The Rugby Football Club as a Type of
Male Preserve: Some Sociological Notes», en International Review of Sport
Sociology, 5 (3), 1973, págs. 5-24.
15
Nuestro análisis se basa en el presentado por Eric Dunning, Patrick Murphy y John
Williams en «The Social Roots of Football Hooligan Violence», Leisure Studies, vol.
1, núm. 2, 1982, págs. 139-156. Véase también «If You Think You're Hard
Enough», New Society, 27 de agosto de 1981, y Hooligans Abroad: the Behaviour
and Control of Englis Fans at Football Matches in Continental Europe, Londres,
1984.
16
Simón Jacobson, «Chelsea Rule - OK», New Society, 1975, Vol. 31, Págs. 780-
783.
169
17
El Shed es una franja de gradas cubiertas en Stamford Bridge, el estadio del
Chelsea F. C.
18
El Stretford End es el sector de gradas tras una de las porterías del Old Trafford, el
campo de fútbol del Manchester United. Los aficionados que ocuparon estos
lugares (Stretford-enders) fueron famosos por sus hazañas de violencia a principios
y mediados de los años setenta.
19
Geraid D. Sutties, The Social Oria vf Iht Sbm: Ethmcitf muí Taritoy a the Imer dty,
Chicago, 1968.
20
Geraid D. Suttles, The Social Construction of Communities, Chicago, 1972.
170
CAPITULO V
171
EL HOMBRE COMPETITIVO.
Selección de Textos.
Coca Santiago (1993)
El Hombre es lo que importa.
Alianza Editorial S. A. Madrid
Pág. 172 - 203
172
INTRODUCCIÓN
Toda, o casi toda, esta profusión de categorías que le cuadran al hombre como
ser deportivo nace de la consideración pormenorizada del hombre en movimiento,
activo físicamente, inquieto y en actitud permanente de cambio. Mediante su
expresión corporal libre y sincera, por la que no cesa de interpretarse a sí mismo,
extrovierte el compromiso irrepetible —por ser móvil y por ser de cada uno en un
determinado momento— de quien está dispuesto a recrear su mundo, el que le ha
tocado vivir, dotándole de ritmos y de situaciones que darán al traste con la rutina
infecunda.
173
Primeras preguntas
— ¿Será también una metafísica este esforzarse por alcanzar la otra orilla del
movimiento humano?
Hombres y mujeres
Pero antes que nada convendría dejar constancia de una preocupación sentida
por muchos: no acaba de entrar plenamente la existencia de la mujer en los
planteamientos reales que acogen al hombre deportivo, y me refiero al hombre
masculino y no al hombre gramatical o conceptual.
174
Sin remontarnos al viejo lema de los romanos «domum mansit, lanam fecit» —
algo así como la mujer honrada, la pata quebrada y en casa— o a la visión
rousseauniana de que el ejercicio físico para la mujer sólo se justificaba si estaba
orientado a su maternidad y al placer del hombre, o a la más reciente afirmación de
Coubertin que fijaba la misión de la mujer en el deporte como coronadora de los
vencedores, hemos de reconocer que aún no se ha llevado a efecto esa igualdad de
oportunidades que teóricamente se proclama pero que no acaba de hacerse efectiva
en favor de las mujeres.
175
al mismo tiempo, esa realidad competitiva se deja revisar mediante diferencias y
contrastes que facilitarán, simultáneamente a su desarrollo, la revelación de las
diferencias que existen entre los competidores.
Vistas así las cosas, el humanismo aplicado al deporte sería método para
entender y explicar el porqué y el cómo de unos hombres que optaron por esa
expresión corporal, llámese juego, danza, deporte en su sentido más amplio o
ejercicio físico a secas.
176
tendemos a desvelar «la conciencia de la realidad del hombre en cuanto hombre, la
conciencia de las cosas como cosas y la conciencia de las relaciones del hombre con
los otros hombres así como la de su operatividad con las cosas». Afirmación y
definición de un método que nos acerca a los problemas del hombre.
Si el método forma parte del trabajo que tiene por objeto explicar al hombre
deportivo —en este sentido lo aceptamos como un humanismo—, o racionalizar una
interpretación del humanismo entendido como vía, con mayor razón acogeremos el
término humanismo aplicado a la presencia del hombre deportivo si lo entendemos,
siguiendo a CASTILLA DEL PINO 5, como una actividad que libera, o conforme a una
apreciación que determina al hombre como tema y como problema en expresión de
GARCÍA BACCA, o que se ciñe a términos de relación según MONTAGU, y a
términos de intramundaneidad como afirma MOREY.
CASTILLA DEL PINO reivindica para los humanismos el lugar concreto que
los enraíza en la realidad cotidiana, con lo que dejan de ser un misterio o una
trascendencia para convertirlos en un problema. Dicho en otras palabras, el
humanismo no es sino la propia realidad cotidiana comprendida y aceptada desde la
libertad, al margen de cualquier mitificación que la desvirtúe.
177
imposible adocenamiento y la llamada a un continuo cambio que obliga a entenderse
de nuevo sin prejuicios.
6
SERGIO dirá que el deporte como práctica filosófica radica en la voluntad del
hombre que se reconcilia consigo mismo por medio del movimiento y que parte
dialécticamente del fenómeno juego. Ambos autores rechazan así, como es lógico,
aunque desde criterios distintos, la identificación del concepto humanismo con la
mera especulación teórica o apriorística del mismo.
178
No insistiremos en la dimensión hombre como tema, es decir, como ser
definitivo, irremisiblemente anclado en su racionalidad, acabado fundamentalmente,
sin perspectivas de hacerse otro y fácilmente constreñible en una definición que lo
abarcara todo.
9
Parafraseando a ZUBIRI , hablaríamos del hacerse cargo de la realidad
mediante el oportuno enfrentamiento humano con las cosas. No es cuestión de un
momento entender cómo el hombre se instala en la vida y cómo se autoafirma, para
que digamos que lo que acontece a su alrededor merece el calificativo de
humanismo. Hasta que ese hombre no se haga con el control de las cosas, se
179
posesione de ellas, las relacione con sus posibilidades y les atribuya presencia
viviente, no debería sentirse humano.
180
Tampoco pretendemos definir al hombre deportivo aunque el título del libro así
lo sugiera. No queremos llegar a una conclusión como retomo imposible a la duda o
a la pregunta, porque es tan incompleto el hombre, tan por hacerse, tan
12
esquizofrénicamente dividido o, en frase de FROMM , «tan una y otra vez nacido a
lo humano», que su propia realidad cambiante rehuye la quietud de una definición. Y
si no soporta ser definido sustantivamente, en su apreciación hombre, menos aún
aceptará serlo calificativamente, en su cualifícación deportivo.
Este nuevo pasó hacia el entendimiento completo del hombre deportivo o hacia
una comprensión cualificada aunque no total del hombre completo deportivo, lo
13
recorremos por los campos de la estructura . De esta manera recompondremos el
concepto del deporte como trama que saque a relucir la mutua dependencia de
funciones que los distintos componentes de esa realidad mantienen entre sí y con la
existencia de la totalidad que ellos han creado.
181
contemporáneos —la luz y los taquígrafos, como in- formación, lo evidencian—
revela el carácter abierto y estructural típicos del deportista. Abierto porque el
deporte es dinamismo desde adentro hacia afuera y porque el deporte es contrario a
14
la existencia de sistemas cerrados. Y estructural porque, parafraseando a ZUBIRI ,
uno de los problemas de la vida radica en la ampliación de estructuras mediante
sucesivos aprendizajes.
Cuanto más creativas sean las respuestas que se otorgan a las distintas
solicitudes físicas, técnicas, tácticas o mentales, que provienen de los deportes, más
consistente 15 será el valor de esa estructura deportiva. El cúmulo de experiencias,
datos y vivencias, que surgen del enfrentamiento del hombre deportivo con sus
respectivos oponentes, nos van a dar la medida de ese todo funcional, de esa
estructura, que representa originariamente al hombre mismo o a los equipos en
cuestión.
182
estructura compleja, casi imposible de comprensión inmediata y a un ruego
constante de acercamiento a la investigación.
Ciencia y deporte
¿El deporte es objeto de la ciencia? ¿De varias ciencias que le prestan sus
peculiares consideraciones? De esto hablaremos en su momento pero sin olvidarnos
de que el deporte, merecedor o no de la etiqueta científica, reivindica una estructura
de funciones múltiples sobre las que los técnicos lucubran sin cesar. Bastaría
recorrer, a modo de ejemplo, la bibliografía sobre los elementos más importantes que
constituyen el entrenamiento deportivo o la motricidad o la recuperación de un
deportista lesionado, para darnos cuenta de la divergencia y de la calidad de
opiniones que la sustentan.
183
través de sus variados sistemas funcionales. Por eso la insistencia, desde las
primeras palabras de esta introducción, sobre el conocimiento del hombre deportivo
a partir del estudio del concepto de estructura, concepto funcional por excelencia.
El lenguaje de lo corporal
Afirma FERRATER MORA 18 que «una de las cosas que se aprende cuando se
filosofa lingüísticamente es andar con pies de plomo», puesto que «la lista de
problemas que se suscitan en relación con el tratamiento de cuestiones lingüísticas
es larga».
184
Si «el aire del pensamiento es el lenguaje», como afirma LLEDÓ21, cuánto nos queda
todavía por respirar, por decir y por escribir.
Entonces, ¿por qué hablamos, llevándolos de la mano, tanto del lenguaje como
del hombre deportivo? Por una sencilla razón, las características que adornan el
lenguaje van a permitirnos explicar algunas de las propiedades o funciones del
hombre deportivo, y no vamos a conseguirlo por transición espontánea —ya lo
rechazamos anteriormente—, sino por equivalencias. Es decir, nos aprovecharemos
de las afirmaciones que son propias de las instancias verbales y las aplicaremos al
mundo de lo no verbal, al mundo del hombre en movimiento, hombre deportivo, del
que nos ocupamos.
El lenguaje literario:
185
lenguaje, el literario, nos alejaría del automatismo del primero y se entroncaría con la
dimensión más rica del lenguaje, su expresividad creativa. Esta será una de las
experiencias más gratificantes que vivirá el hombre deportivo, se dedique o no a la
competición, la de ser capaz de vencer la rutina de su comportamiento activo.
Son tantos los gestos despersonalizados que jalonan la vida de una persona,
tan rutinarios en su hacerse a diario, tan estereotipados y carentes de cualquier
singularidad que merezca la pena ser destacada, que nos atreveríamos a decir que
la cotidianidad motriz humana se desenvuelve en un terreno próximo a lo
psicopático.
Antropología gestual:
24
La interpretación del lenguaje como decir que debemos a JULIÁN MARÍAS .
Para él, decir es mostrar o patentizar la vida de cualquier forma, mediante un dedo,
un gesto, una caricia... Descubrir los contenidos y las aperturas o proyecciones de
este decir es buscar las raíces de lo humano ampliando el concepto totalizador del
hombre y de su mundo.
186
Podríamos incluso referirnos a una antropología gestual o gestó logia humana
que nos permitiría construir, parafraseando a MARÍAS, una de las raíces de la
estructura locuaz de la vida humana. Llegaríamos al conocimiento del hombre
deportivo, a su totalidad, desde sus decires mínimos, expresivos, que si bien le
desmenuzan en trances momentáneos —una puesta en acción explosiva desde los
tacos de salida, por poner un ejemplo—, también le revelan como un creador que
pone en juego la totalidad de sus recursos. En ese gesto corporal, que es dimensión
expresiva y comunicativa, el hombre deportivo se proyecta fuera de sí en un afán
trascendente que rompe cualquier indicativo de su posible egoísmo.
25
La afirmación de que el lenguaje es un hecho social, tomada de NINYOLES
y de SAUSSURE26, nos lleva a insistir en la necesidad que siente el hombre
deportivo de ser interpretado por los demás, de sugerir a los otros respuestas
comunes – el gesto físico como esperado de comunicación -, de incorporarse,
perdiéndose, en la garantía común de la cultura física.
187
vinculan al hecho vital de sus contemporáneos para recibir de ellos el beneplácito a
su acción o la justificación que avala esa forma de proceder.
La realidad modificada:
2/8
El lenguaje como creador del hombre mismo y que tomamos de LLEDÓ . Es
una de sus valoraciones más sentidas por el hecho de renunciar al calificativo fácil de
lenguaje como objeto y aventurarse en las exigencias determinantes del espíritu. «El
lenguaje no es una cosa que se crea o produce sino un modo y una determinación
de la energía del espíritu».
188
Aquí, en este marco de alusiones creativas, a las que también se refiere
LLEDÓ, situamos nuestros gestos corporales como acción y sentido de la misma, su
iniciación y su razón de ser.
Instantaneidad
189
El hombre kinético o se-moviente
190
vinculación al tiempo presente y al espacio exterior, las que nos permitan esclarecer
el título de este apartado: cómo explicar al hombre deportivo a partir de la metafísica.
30
GURMÉNDEZ nos habla de que la metafísica se centra cada vez más en
«una antropología multipolar que abarque toda la dramática complejidad del
hombre», y el profesor MARTÍNEZ31 nos urge a rastrear las realidades sociales
desde las instancias mismas de la metafísica. Al acercarnos nosotros al presente del
hombre deportivo y desmenuzarlo aún más, estamos globalizando la visión de ese
hombre deportivo, su totalidad, perseguida desde los comienzos de estas reflexiones
y descubierta tras su realidad visible, es decir, en función de su espacio exterior y su
temporalidad presente.
191
vivificada por el movimiento. La metafísica, entendida de esta manera, se vuelve
antropología del hombre deportivo y ya estamos de nuevo dándole vueltas al
humanismo posible.
Cuando hablemos del cuerpo y del gesto —hombre corporal y hombre gestual
en los capítulos primero y segundo de este libro—, como signos evidentes de que allí
el tiempo y el espacio no se malogran sino que dan a conocer un modo peculiar de
entender la vida, sabremos más de lo metafísico y estaremos fundamentando la
metafísica del hombre deportivo.
Otro de los aciertos que aprendemos del estudio meta-físico del hombre
deportivo es el sentido relativo con que debemos aceptar el significado de cuantas
consideraciones logremos sobre él. Esa duda metódica, duda de que lo pensado o
logrado sea definitivo, alcanza a la consideración singularizada del espacio como
exterioridad del hombre deportivo y del tiempo como instantaneidad de esa
manifestación.
Nunca el hombre deportivo quedará realizado de una vez por todas, porque
siempre esperarán tiempos y espacios nuevos donde ser distinto. La educación
física, por ejemplo, será un trasunto en la vida del niño al encuentro de otros
espacios —no olvidemos que el cuerpo es para cada uno su principal espacio vital—
y al descubrimiento de otros tiempos íntimos de realización personal. El juego, otro
ejemplo, revelará las diferentes tensiones creadoras que permitan a los participantes,
a los jugadores, un protagonismo de muy variada contextura según se lleve a cabo
en un sitio o en otro. ¿Acaso no son los niños artífices imaginarios de paraísos
maravillosos donde no existen diferencias entre el tiempo de la ficción y el tiempo
vital?
192
¿No será que el conocer totalmente al hombre deportivo —nuestra pretensión
primera en estas páginas— resulte imposible y que el acercamiento, por muy
próximo que se realice, a su estudio completo será siempre relativo, utópico, sin
rematar? ¿Y no radicará en este inconveniente por percibirlo del todo una de las
facetas más apasionantes de esta investigación que traemos entre manos, de esta
posible antropología metafísica deportiva?
193
valor o la condición o la potencialidad de ser constitutivo esencial de la educación, de
la antropología o de la metafísica social, para verse reducido a mercancía pasional
de «forofos» y desprecio o menosprecio de intelectuales que rehuyen asomarse a
este escaparate de ídolos de barro, unos porque sólo atienden a la fachada del
hombre deportivo y otros porque rechazan que exista algo detrás de esa fachada.
Reflexión final
194
Finalmente, de la metafísica recogíamos su visión de la instantaneidad, de la
exterioridad, del sentido relativo de las cosas y del consumismo.
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Pág. 204 – 285
204
El hombre competitivo
Punto de partida
El gesto competitivo
Competir no es más que un signo vital que a todos nos señala desde el primer
momento de la existencia, y a lo sumo competir deportivamente no será sino la
racionalización de esa realidad viva entendida desde una opción de contraste,
oposición, lucha y superación en el marco de unos reglamentos muy precisos.
205
envite de unas situaciones conflictivas, para descubrir lo que todavía está por ser
revelado de la naturaleza del hombre deportivo.
— Singularidad
206
Intentemos controlar, si podemos, los millones de gestos singulares de cada deporte
en una jornada de competición liguera, y descubrámonos ante tamaña acumulación,
rutinaria o creativa, pero singularmente humana, de actos personales provocadores
de entusiasmos, lágrimas, encuentros, oposiciones, esfuerzos, reconvenciones,
sufrimientos, heroicidades, abulias..., que escriben a diario una historia con acentos
de autenticidad rara vez superados. Las diferencias entre todos los gestos, en su
origen y en sus efectos, son algo más que una moda.
207
nuestras torpezas o nuestras destrezas, la singularidad de la que hablamos se
identifica con la calidad del gesto competitivo.
también tendremos ocasión de citar más adelante—, o esa mal llamada competición
208
— Responsabilidad
La competición, que no perdona los fallos de los deportistas y que los pone en
evidencia frente a los aficionados y frente a sí mismos, acusa a los encubridores de
los porqués de tantas equivocaciones que no se atreven a examinarlos
responsablemente. Ya se sabe, la mala suerte o la pésima actuación de unos
árbitros se llevan siempre la peor parte en este reparto de pretextos por lo que se
omitió o por lo que no se hizo bien.
209
Toda esta gama increíble de gestos humanos, gestos singulares todos ellos,
necesita decantarse en responsabilidades sabiamente planificadas. A cada
competidor según su capacidad, a cada equipo según su dinámica interna, a cada
competición según las expectativas que sepa crearse en su entorno, a cada
entrenador según su competencia técnica. A todos, según su responsabilidad
compartida.
210
valoran el grado de responsabilidad de quienes deben seguir compitiendo al margen
de las distintas oscilaciones que se detecten, a su favor o en su contra, a lo largo de
un partido o de una competición, mientras no hayan concluido.
— Acontecimiento
211
El competidor no es un mero fabricante de gestos más o menos eficaces, es
también un autor de matices cambiantes de personalidad. Se está modelando a sí
mismo en cada gesto expresivo, de tal forma que a través de la sinceridad de esa
conducta gestual el espectador o el técnico pueden catalogarle sin dificultad alguna.
212
Acontecimiento que reviste una extraordinaria importancia si lo catalogamos
como proceso de iniciación a la práctica deportiva a partir de las primeras edades.
Los expertos en esta iniciación al deporte podrían descubrirnos los secretos de este
enrevesado asunto que tanto tiene que ver con el problema de cómo seleccionar a
tiempo los talentos deportivos. Por nuestra parte apuntaremos algunas reflexiones
sobre esta complicada tarea cuando la mencionemos a punto de concluir este punto
de partida. Acontecen tantos cambios, tantas soluciones y tantos retrocesos, durante
el período de la iniciación de los niños al deporte de alto rendimiento, que sería
necesario todo un tratado para dar cabida en él a esa peculiar metamorfosis.
— Sociabilidad y comunicabilidad
213
¿Encontraríamos en este binomio sociabilidad más comunicabilidad una de las
razones del por qué el deporte es tan popular y espectacular? Sin duda de ningún
género. El espectador deportivo, receptor y destinatario del gesto competitivo,
entiende sin esfuerzo el mensaje que el protagonista del deporte, emisor y primer
agente de la comunicación no verbal, le lanza, y entre ambos se crea la solidez de
una afinidad humana que tanto los sociólogos como los comunicólogos interpretan
como uno de los fenómenos relevantes de este siglo XX. Tiempo tendremos de
insistir sobre este flujo y reflujo, aplauso o rechazo, que tan bien compendian los
gestos competitivos.
— Vitalismo y expresividad
En cierta ocasión «el novelista José Luis Sanpedro interpeló a William Golding
si no creía que nuestro siglo se caracterizaba por la pérdida del sentido de lo
214
sagrado...». «El siglo veinte, contestó Golding,.. Está en manos de los
reduccionistas, de los simplificadores»4.
215
Esta duplicidad de particularidades —de esencialidades diríamos mejor— que
definen la competición revelan la importancia de los gestos competitivos que la
hacen posible, tanto en su gestación como en su culminación. Hay quien acierta,
jugadores y entrenadores, en la realización de sus gestos durante las fases del
entrenamiento y fracasa a la hora de conseguir resultados convincentes, y hay quien
multiplica su eficacia cuando las urgencias de la competición le obligan a responder
por encima de las posibilidades entrenadas.
5
Afirma el novelista Günther Grass que «la dictadura del principio de la
eficiencia se refleja con agudeza creciente en el deporte». Es decir, que lejos de ser
el deporte una válvula de escape o de liberación por donde huyan las tensiones
acumuladas, acentúa, más aún si cabe, el carácter opresivo de esta circunstancia
social que nos ha tocado vivir.
216
renovador del olimpismo. Sin embargo ahí quedan dichas unas palabras que algunos
historiadores contemporáneos se han encargado de borrar.
Otros dos factores explican la dimensión espectacular del gesto competitivo: por
un lado, la pasión que despierta el deporte, y por otro lado, el culto que hoy día
atribuimos a las apariencias.
217
Por lo que respecta a las apariencias, indicar que en un mundo donde apenas
hay tiempo para pensar, donde no se valora el pensamiento, donde la acción se lleva
la primacía del quehacer humano y donde la superficie de los acontecimientos —el
aparecer simple de las cosas— se lleva los aplausos de nuestros contemporáneos,
el deporte competitivo emerge con fuerza inusitada porque en esa plasmación de los
gestos deportivos la atención de muchos queda prendada y hasta congelada para
otras respuestas.
Seleccionar a tiempo
Como último eslabón de esta cadena que preludia un largo recorrido a través
del deporte de alto rendimiento, nos queda recoger la advertencia de que el tránsito
del gesto lúdico al gesto competitivo supone un tratamiento humano y técnico de
exquisita minuciosidad.
218
La polémica sobre los niños prodigio, sobre los cazadores de talentos y sobre
los sueños de muchos padres que manipulan la infancia de sus hijos con tal de
verlos convertidos en campeones, son otras tantas preocupaciones que añadir a este
asunto que se mueve entre las legítimas aspiraciones por destacar las diferencias
gestuales y las prisas ¿comerciales? encaminadas a la explotación de los menores.
219
Los conceptos dinámicos que presiden la competición
Pero ese gesto competitivo les pertenece a un hombre y a una mujer que lo
diseña, y es esta referencia humana la que de nuevo nos convoca para que
intentemos transformar la dimensión abstracta de lo competitivo en latido concreto
del que vivirá el hombre competitivo.
Latido y tensión competitiva que será, o nos gustaría que siempre lo fuera,
humanos. A fuerza de tener presentes otros condicionamientos, legítimos por
supuesto, que hacen posible el gesto competitivo, por ejemplo la eficacia, no estará
de más en estos comienzos que abren las expectativas de la dinámica de la
competición asentar nuestra idea sobre el sustrato humano de todos los gestos
competitivos.
Bien está la experiencia que abre soluciones allí donde tal vez las hipótesis de
trabajo quedaron atascadas. Pero confiarse en la sabiduría propia y asegurar que no
existen secretos para uno, cuando cada hombre, cada mujer que compite certifican
con su comportamiento gestual que nada es repetible, nada es lo mismo, ni siquiera
220
para quienes ejecutan esos gestos, nos parece de una autosuficiencia totalmente
rechazable.
—Cada competidor es esa persona que no es, tal vez, ni como ella quisiera ser
ni como nosotros queremos que lo sea 9.
221
Movilidad permanente
222
10
Haciéndonos eco de las propuestas filosófico-antropológicas de CENCILLO
cuando incorpora la reflexión sobre el futuro del hombre como referencia o
esperanza de lo absoluto, diremos que la movilidad que afecta a la competición está
dinámicamente promovida:
La competición sería, de esta manera, una situación —la del hombre deportivo y
su circunstancia—, motriz —el movimiento como punto de apoyo y referencia
inexcusables—, que alberga diversos proyectos e intereses en torno a unos
resultados imprevisibles-previsibles, para cuya consecución será preciso ordenar y
potenciar todo tipo de experiencias.
223
El carácter transeúnte, movedizo, de la competición por todo lo que tiene de
vitalidad aparentemente nunca satisfecha, no debe hacernos olvidar otra de sus
características esenciales, que en un primer momento podría hacernos olvidar lo que
acabamos de decir, y es su instantaneidad o su convocatoria al tiempo presente.
El momento presente
Si se nos permite un juego de palabras, digamos que todo lo que no sea acertar
con ese tiempo preciso, tiempo de la concreción práctica que transforma en
respuesta gestual eficaz todos los tiempos anteriores dedicados al aprendizaje y a
los ensayos, es perder el tiempo.
No resulta fácil, ni mucho menos, conciliar las diversas acepciones del término
tiempo aplicado a la competición12. Y sin embargo es preciso que todas ellas
converjan en el tiempo presente del que estamos hablando.
224
Otra cosa es el tiempo vital de cada competidor, sus registros íntimos de
sensibilidad, de compromiso, de respuesta concreta, de capacidad de análisis, de
valoración de todo lo que acontece a su alrededor. Tiempo que podemos identificar
con su forma de comportarse, con su personalidad, con su talante competitivo.
Tiempo interior que responde, desde su yo más profundo, a la seriedad con que
afronta mediante sus gestos técnicos el reto de aquel tiempo presente.
Es tarea del entrenador y tarea de quienes compiten que los dos tiempos
coincidan, no sea que por aquello de las horas bajas, los dos relojes, el convencional
y el íntimo, discurran por caminos distintos.
Una última observación. Decíamos que casi todo, por no decir todo, transcurre
muy deprisa dentro de la competición deportiva. Y que había peligro de quedarse con
la boca abierta de admiración en medio de tantos acontecimientos y no valorar cada
uno de los instantes que se prodigan en la retina. Hay tal cúmulo de
instantaneidades, frívolas o maravillosas, que o retenemos unas y nos perdemos el
resto, o se nos escapan muchas de ellas porque preferimos extasiarnos ante el todo.
De ahí que la televisión, por ejemplo, retenedora sin prisas de momentos estelares,
nos ofrezca la oportunidad única de saborear despacio lo que nuestros ojos perdidos
en la vorágine de los gestos competitivos no acertaron a contrastar.
225
—tanto monta una como otra—, de tiempo presente consumido y de tiempo presente
que consume.
Los resultados afectan al hombre deportivo —nos olvidamos ya del proceso que
media hasta conseguirlos—, porque provienen de él, nacen de sus pies, de sus
manos, de su inteligencia, de su afectividad, de sus gestos, de su pasividad o de su
actitud emprendedora, lo que significa que ese hombre competitivo se ha
comprometido totalmente en cada uno de los resultados obtenidos sean favorables o
desfavorables.
Reflexionar sobre ese poso humano, conocer las claves del factor humano con
que cada competidor encara su responsabilidad frente al resultado obtenido, aliviar
las tensiones, eufóricas o depresivas, que pongan en peligro la continuidad del
226
esfuerzo, será una de las tareas que habrá de emprender el entrenador. Sin que este
compromiso signifique exonerar a los deportistas de sus respectivas
responsabilidades.
Para todos aquellos que ponen en juego —y nunca mejor empleada esta
expresión— su preocupación protagonista y crítica sobre el tapete de los envites
deportivos, los resultados disponen de voz propia que rebasa el gesto histérico de
una necia pataleta o de una exaltación bufa. Y esa palabra lógica podría
desmenuzarse en algunas sugerencias como las que a continuación destacamos: en
primer lugar los resultados efectivos, los del éxito indudable, tienden a reafirmar la
contribución eufórica del competidor para sucesivas aportaciones humanas y
técnicas, siempre y cuando la posible autosuficiencia nacida de esa legítima
confrontación no ofusque la capacidad de entrega futura. Y en segundo lugar esos
mismos resultados satisfactorios, aunque sean reiterados, no eximen de la
autocrítica, pues la competición no mantiene ese tipo de lógica, «ganada una vez,
ganadas todas» y sorprenderá sin aviso previo a quienes se descuiden por haberse
engreído en sus triunfos.
227
lejos en nuestras apreciaciones que tienden a reforzar el potencial humano deportivo,
precisamente para obtener un mayor número de triunfos. Por ejemplo:
—De la misma manera ese influjo benéfico actúa como disposición psíquica
positiva que prepara al competidor para superar los posibles efectos traumatizantes
que se derivaran de unas próximas situaciones hipotéticamente especiales.
228
—Hay que procurar que ese perder o esos resultados tan poco convincentes no
se conviertan en un estado negativo que dé lugar a una situación permanente de
abatimiento. Los momentos negativos deben morir, como tales acentos perniciosos,
cuanto antes, ya que si se prolongaran más de lo debido crearía una actitud humana
difícilmente recuperable.
229
anecdótica que pasa en seguida, sino de una transformación que puede dar origen a
una segunda naturaleza, naturaleza psicopática, en ese hombre competitivo.
230
Sin rigor no hay seriedad, sin riesgo se cae en el adocenamiento, sin eficacia
todo se reduce a incertidumbre paralizante.
— Rigor
13
Estamos de acuerdo con Pierre de COUBERTIN cuando al formular la
alternativa «costumbre y entrenamiento» diversifica el sentido acomodaticio de
quienes no están dispuestos a enfrentarse con la dureza competitiva y prefieren
dejarse llevar por la trivialidad de su comportamiento frente a la iniciativa de los que
asumen el esfuerzo perfeccionador del entrenamiento con la prontitud requerida.
231
La convergencia de factores tan diversos como el ansia por el dinero, el rigor de
la competición, las prisas por llegar, el cansancio prematuro, la dejadez del
entrenamiento o las retiradas anticipadas nos brindarían una ocasión inestimable de
escribir un tratado de éxito seguro.
También el vivir es inseparable del riesgo. Y decisiones arriesgadas son las que
jalonan la convivencia humana a diario, aunque se tienda a vivir sin preocupaciones.
El deportista que toma conciencia de lo que significa el riesgo de la competición —un
ciclista a tumba abierta, no es un insensato que arriesga su vida como respuesta
masoquista a un no sé qué espíritu desequilibrado. Ese ciclista acepta esa alternativa
como elemento fundamental de su vida y como forma privilegiada y entrenada de
canalizar, pacíficamente, sus diferencias frente a los demás.
232
mundo de la lucha o del combate, al mundo del contacto físico no específicamente
luchador entre los competidores, como el balonmano o el fútbol o el baloncesto, al
mundo del esquí, al mundo del alpinismo. ¿Acaso son suicidas quienes se empeñan
en la práctica de estos deportes?
La pasmosa frivolidad con la que los ignorantes de todas las épocas han
trazado, para los demás por supuesto, la raya de lo bueno y de lo malo, de lo que
merece la pena y de lo que es simplona banalidad, de lo cuerdo y de lo chiflado,
alcanza también al mundo de los gestos deportivos. Y lo mismo se califica de riesgo
inútil el adelantamiento en pista de un coche, que el choque simultáneo de dos
jugadores de balonmano, que la trazada de un esquiador sobre una nieve helada.
Pero esta pretendida autosuficiencia, que ni siquiera acepta el riesgo intelectual de la
comprensión, nunca entenderá los motivos de aquella libertad gestual arriesgada, sin
la cual tampoco existiría la lógica de la competición.
— Eficacia
233
Por fin tendremos que referirnos a la eficacia de todos los aspectos que hacen
posible el panorama de la competición. De nada nos serviría, por ejemplo, destacar
la relevancia de los aspectos técnicos, de su eficacia innegable en el transcurso de
'un partido, si los elementos que sustentan la estructura física del jugador fallan
ostensiblemente. Estamos hablando de totalidades, del hombre deportivo que no
vacila en comprometerse del todo con la competición y que necesita saberse eficaz
en todos los momentos de su participación.
La iniciativa impuesta
234
entiende, valora, su potencial intelectual no como una mera especulación ni como
una mera dicción, «estamos mentalizados», sino como un punto de apoyo que le
capacite para dar una respuesta práctica, inmediata y eficaz.
Lo previsible y lo imprevisible
235
el más sencillo de los planes de entrenamiento si la competición y los protagonistas
que la hacen posible, previsible, depositaran toda su valía en el azar disparatado que
echara por tierra la racionalidad humana y la objetividad de unos reglamentos? Parte
de la grandeza de la competición, y por supuesto del hombre deportivo, reside en el
pensamiento, en el estudio, en las previsiones y en la práctica de los sistemas de
entrenamiento. Así como existe una iniciativa en la forma de encarar la competición,
existe una previsión que antecede al acontecimiento deportivo.
236
—qué despacio discurre la progresión técnica de los deportistas—, y otras
alegrándonos por el resultado satisfactorio que nos acompaña.
Por su parte la consistencia que describimos ahora tiene mucho que decir sobre
la creatividad del hombre competitivo. Al ocuparnos del hombre gestual16
advertíamos que la insatisfacción que suscita el espectáculo de un mundo
incompleto conducía al rompimiento de la rutina y al renacimiento de las ganas por
llenar de originalidades nuestra circunstancia. Ahora, al contemplar la insatisfacción
que se origina alrededor de una competición afrontada deficientemente, nos damos
cuenta de que es preciso obligar al hombre competitivo, sea entrenador o deportista,
a crear una estructura consistente.
Fundamentación físico-técnica
237
resto de las manifestaciones deportivas, ni una consistencia evidente que rompiera la
incertidumbre característica de la competición.
Otro de los apoyos básicos sobre el que reposa la definición del hombre deportivo
consistente son sus gestos técnicos enriquecidos al máximo. El competidor que no
domina su gesto corporal —implicación física de la que hemos tratado—, ni su gesto
técnico —cualificación deportiva del más alto nivel—, no tiene sitio dentro de la
238
competición. Y corresponderá a los entrenadores tutelar el progresivo
perfeccionamiento de los deportistas encomendados a su dirección.
239
presiones impuestas y con qué contundencia, de otra parte, se insiste en la
provocación— demuestra el valor contrastado de los gestos competitivos.
240
Afirmaba SCHELER que «la existencia nos es dada por la vivencia de la
18
resistencia que ofrecen las esferas del mundo ya descubiertas» . Conclusión a la
que nos permitimos añadir: «y por las esferas del mundo deportivo no descubiertas
aún, como son las que provienen de la incertidumbre competitiva».
La maduración progresiva
Y ahora acudimos a ese reclamo, sin que por ello vayamos ni siquiera a perfilar
un estudio psicológico del competidor. No es nuestra tarea en este libro. Pero sí
sugeriremos algunas reflexiones que desde la perspectiva de la personalidad del
hombre deportivo nos ayuden a valorar su presencia en el mundo de la competición.
Hablaremos del concepto mismo de consistencia y de su manifestación frente a los
demás que denominaremos coherencia.
241
La consistencia, según los tres elementos que explicamos, determina uno de los
quicios sobre los que seguimos edificando la visión del hombre deportivo. Elementos
que se refieren a la firmeza, la estabilidad y la constancia y que representan una de
las notas esenciales de ese ideal o modelo de personalidad que buscamos. -
242
ESQUEMA 2. El hombre deportivo coherente.
243
Bien es verdad que todas estas matizaciones tienden, permanentemente, a ser
contrastadas en medio de la transitoriedad que se explica por los flujos y reflujos,
horas altas y bajas, hoy sí y mañana no de la conducta competitiva, en medio del
hostigamiento que de parte de sí mismo puede sufrir el propio competidor movido por
sus dudas y sus aprobaciones, y en medio del experimento o entrenamiento que a
diario supone la tarea de los profesionales.
La disponibilidad total
244
¿Acaso no insisten los técnicos deportivos en la evidencia de la economía de
esfuerzos —el concepto de trabajo eficaz y económico—, como garantía de
racionalidad competitiva? ¿No aprecian los atletas la dosificación en el esfuerzo
como aval y medida de su continuidad en la competición? ¿No es el autocontrol una
de las facetas humanas que potencian el rendimiento del hombre deportivo lo mismo
en el período del entrenamiento que en el de las pruebas, partidos o torneos?
El esfuerzo voluntario
245
entiende, por compensación dentro de un equipo, el llevar a cabo esos gestos
generosos al lado de otros gestos inútiles o egoístas?
Es toda una teoría del comportamiento humano anormal —más allá de la letra
que marca la norma de la dedicación competitiva—, que es necesario estudiar a
fondo, porque ni los avalares de la alta competición permiten «normalmente»
respuestas siempre «normales», ni los hombres deportivos «normales» consiguen
«normalmente» triunfar en su empeño competitivo. La competición descubre muchos
momentos «anormales» frente a los cuales los hombres deportivos deberán
responder «anormalmente».
246
El equilibrio psico-físico
Digamos para empezar que está muy lejos de nuestra intención identificar el
equilibrio psico-físico del hombre deportivo con un estado de inmovilidad o de
inacción, más o menos permanente, que derivara en una actitud indiferente, estática
o ensimismada.
247
recogido esa riqueza, que no debilidad, nacida de un desequilibrio que otorga al
hombre deportivo su singularidad más preciada.
El esquema número 4 representa los dos mundos del competidor a los que
acabamos de referirnos. Un mundo exterior que compendia las actitudes típicas de
los competidores, las circunstancias o contextos donde tienen lugar los gestos
competitivos, las personas que intervienen junto a cada uno de los competidores y
los objetos hacia los cuales polariza cada competidor su respuesta. En el mundo
interior quedan reflejados aquellos componentes de la personalidad de los
competidores que mayor repercusión tienen en su vida deportiva.
248
El esquema número 6 muestra las diversas acepciones que atribuimos al
mundo exterior de los competidores. Diferencia, como es lógico, los pormenores que
afectan a los distintos apartados y resume la conducta que a lo largo de una
competición puede observarse en todos ellos. En el cuadro se citan personas —
relaciones que acercan o distancian a los competidores respecto a sus oponentes y a
sus compañeros de equipo—, situaciones —el dónde tener en cuenta el
comportamiento deportivo—, objetos —el punto de referencia inmediato de su gesto
técnico— y finalmente modos de ser estrictamente deportivos.
Estar a gusto
249
ESQUEMA 4. El equilibrio psico – físico. Los dos mundos del competidor.
250
ESQUEMA 5. El equilibrio psico- físico. Los aspectos del mundo interior.
251
ESQUEMA 6. El equilibrio psico- físico. Distintas aceptaciones atribuidas al mundo
exterior niños —recordemos lo dicho sobre el hombre lúdico—, se expresan
espontánea y alegremente como jugadores, el hombre deportivo, ahora competitivo,
también debe expresarse en toda su autenticidad y a plena satisfacción, compitiendo.
252
El hombre deportivo que consintiera competir de mala gana estaría viciando de
raíz su compromiso. Existirán, eso sí, momentos difíciles que descubran cansancio y
hasta unas ganas apenas contenidas de abandonarlo todo. Surgirán situaciones
competitivas que a fuerza de exigirle al hombre deportivo aquellos esfuerzos
voluntarios de los que hemos hablado, le coloquen al borde de la decepción
permanente. Incluso arreciará la hora insistente de la retirada de la competición. Pero
ninguna de esas experiencias vitales dará pie a competir, como quien dice, «a más
no poder».
253
medio de los embates de la competición para contrastar su solidez entrenada, si
hemos aceptado pacientemente la duración y las alternancias en el proceso de su
maduración humana total, si le hemos pedido al competidor que no se reserve nada
de su entereza, si incluso hemos llegado a solicitarle ese esfuerzo voluntario que
rompe al menos en apariencia sus límites y si le hemos exigido como remate de esa
estructura competitiva que se muestre equilibrado, compensado, a favor siempre de
sus capacidades más notorias, es lógico que al final de todo este proceso
constructivo reconozcamos el orgullo, la alegría, con que ese hombre deportivo debe
arrostrar la competición.
Competición y creatividad
Ese esfuerzo, que no es fin en sí mismo, sino expresión que llama al contacto
con el público como posibilidad y realidad de comunicación, encuentra en el
concepto entrenamiento deportivo su trascripción más exacta. El hombre deportivo
que convierte sus horas de aprendizaje en un laboratorio de exactitudes gestuales,
254
se reconoce poseedor de un lenguaje analógico, como ya hemos apuntado, creador
de respuestas vivas que conectan con los aficionados. A mayor calidad técnica de
sus gestos, mayor viveza expresiva y mayor cercanía con el público.
Por otra parte GROTOWSKI nos hablará del término encuentro como explicativo
de la esencia del teatro. Sin espectadores no se concibe el teatro. Los hombres
competitivos afirman lo mismo: un estadio, un polideportivo, una pista, un gimnasio
vacíos son la negación más explícita del deporte, por lo que no debería ser
autorizado ningún espectáculo deportivo sin la presencia de espectadores. Pero al
sonar la hora del encuentro —fijémonos que en el lenguaje popular identificamos el
término encuentro como partido y encuentro como momento de aparecer ante el
público—, el hombre competitivo, verdadero actor gestual de su propia
representación escénica, se encuentra a sí mismo creando su imagen y como tal
creador le reconocen quienes le contemplan.
255
De esta forma el gesto competitivo que de verdad quiera ser creativo viola, por
decirlo así, el convencionalismo de los otros gestos deportivos, rutinarios. En esto se
diferencian los gestos corporales demostrativos de una fuerza creadora de los gestos
que no aspiran a nada, o simplemente a cumplir con el trámite de una cita deportiva.
En el hecho mismo de la violación de los componentes superficiales de esos gestos
competitivos se esconde una declaración manifiesta de querer crear algo nuevo, de
trascender la pura mecanización de la conducta humana, de ofrecer aperturas
distintas para llegar al éxito. La creatividad empieza siempre diciendo un «no» y es
preciso atreverse a disentir si se aspira a mejorar, en este caso, la competición
deportiva.
256
Esta convicción en el hecho de un trabajo que permite al hombre deportivo
expresarse gestualmente como actor que crea y recrea su mundo la encontramos
aludida y refrendada en numerosos ensayos que no conciernen precisamente al
ámbito del deporte. Por ejemplo:
—En el proceso que reivindica a través del enfoque corporal la creatividad del
ser humano22.
—En el proceso que ampara la esencia misma del gesto corporal si está regido
por el principio de la creatividad 23.
—En el proceso que aglutina las diferentes acepciones del cuerpo en la acción
educativa, como objeto, como condición de la acción, como instrumento y como
expresión 24.
257
descubriremos en campos tan diversos como los que acogen a la ciencia, a la cultura
o a la educación. Veamos, por el momento, algunos de esos elementos creativos
comunes.
El gesto lúdico descubría la incipiente pero notable personalidad del niño que se
afirmaba progresivamente en la vida, mientras marcaba sus diferencias frente a los
demás como los animales marcan su territorio. Sin palabras, el niño da buena cuenta
de las cosas a su alcance y en esa relación de conquista o de rechazo sobresalen
las diferencias que le caracterizan respecto incluso a sus hermanos. Y allí, en el
capítulo del hombre lúdico, nos congratulábamos de tamaña definición en los albores
de su tiempo y de su espacio personal.
258
servadurismo? — ¿No rechazamos la mecanización deshumanizada del gesto
deportivo y reivindicamos la humanización creadora que remoce la mecánica de ese
gesto? — ¿No apostamos por los hombres deportivos que introducen variantes
técnicas en la forma concreta de realizar los entrenamientos o las pruebas? — ¿No
aplaudimos los gestos creadores que juegan a ganador?
La psicología de la complejidad
259
¿Que a veces son los mismos deportistas quienes distraen la atención de los
observadores de sus conductas hacia nimiedades que tapan los errores y los
fracasos? De acuerdo.
260
La creatividad expresiva implica, siempre según TAYLOR, «la expresión
independiente en la que no son importantes las habilidades, la originalidad o la
calidad del producto».
Si hablamos de los adultos que compiten, les obligaríamos, con otra exigencia
más acorde con su madurez deportiva, a que experimentaran, mediante el trabajo, el
sabor creativo de unos resultados nacidos del esfuerzo.
261
Hemos aludido reiteradamente a la capacidad de instaurar relaciones como un
signo evidente de la inteligencia del hombre deportivo, y de nuevo citamos la fórmula
de la relación que une las diversas situaciones que se acumulan a lo largo del
calendario competitivo como muestra inequívoca del poder creador de los
competidores.
262
La noción de creatividad como característica personal nos lleva a la noción de
creatividad como proceso. No debería haber aptitud creativa sin desarrollo futuro —
mera posibilidad en los inicios de una vida pro- metedora—, como tampoco tendría
sentido construir una estructura competitiva —un proceso consistente y creativo—, si
no existiera previamente ese sustrato, ese atisbo, que es promesa de una madurez a
largo plazo.
30
MOLES y CAUDE nos ofrecen un sugestivo procedimiento o proceso que
investiga la creatividad y que nosotros vinculamos a otras tantas etapas de
consolidación creativa gestual. Si establecemos un parangón entre estas dos escalas
o modelos de procesos creativos quedaría perfilado definitivamente el cuadro
esquema de lo que entendemos podría ser el camino más acertado para estimular
todo el proceso creativo del comportamiento gestual.
— Primera fase
263
o búsqueda, conforme al parecer común de los especialistas, es uno de los
indicativos que manifiestan el proceder de toda personalidad creativa.
264
que se cuenta con largos años de espera y de entrenamiento oportunos. —Porque la
responsabilidad creadora del entrenador o del especialista se pone a prueba
precisamente en ese discernimiento. —Porque se cuenta con las posibles
equivocaciones —las excepciones confirman la regla en todos los campos de la vida
humana—, para aprender de ellas las rectificaciones oportunas que conduzcan a una
clasificación más convincente. —Porque la elección de los talentos deportivos —uno
de los retos más cualificados con los que se enfrenta el deporte en nuestros días—
está siendo objeto preferente de estudio científico. Y cuando se elimina a un cierto
número de aspirantes, la separación obedece —consignamos que debiera
obedecer— a criterios muy elaborados desde todas las perspectivas posibles
humanas y técnicas. —Porque en todos estos procesos de eliminación de unos y
distinción hacia otros, el deporte como fenómeno histórico que trata con seres
humanos se ha comprometido a mucho desde antaño. No es de hoy esta valoración
creativa, lo cual no quiere decir que no proporcione aun hoy día. Muchos
quebraderos de cabeza.
— Segunda fase
265
Esta segunda selección supone ya, ahora sí, la certeza de haber escogido
aquellos datos que nos encaminan hacia la respuesta final creativa, aún no matizada,
es evidente, pues quedan otras etapas dentro de proceso en el que estamos
inmersos, pero que se mantiene como indicativa del camino futuro.
Suele representar esta segunda fase una etapa de agobio —los contrastes a los
que son forzados los deportistas modifican a veces sustancialmente sus pautas
habituales de conducta— y un tiempo de espera desde donde se aprecia el resultado
creativo como muy lejano.
— Tercera fase
266
— Cuarta fase
Hasta la última fase del proceso aún señalamos otro momento intermedio;
MOLES-CAUDE lo denominan de verificación y de recuperación; nosotros, de
estabilidad y de sugerencias finales.
— Quinta fase
267
procedimiento deportivo, y reducida a esos gestos —la expresión creativa—, que
alcanzarán el éxito o tendrán que admitir el fracaso frente al mayor nivel de
creatividad de su oponente.
No queda ya nada por hacer sino examinar ese producto final, valorarlo con
criterios de exigencia, también creativa, y reiniciar el proceso corrigiendo aquellas
facetas que no se adecuaron al tratamiento debido.
268
Obstáculos al carácter creativo de la competición
Los niveles de creatividad defendidos por TAYLOR nos acercan, por asociación
o por antítesis de ideas, a los siete obstáculos a la creatividad que nos propone
FUSTIER 31 y que van a cerrar este capítulo dedicado al hombre competitivo.
269
Un segundo obstáculo a la creatividad llegaría de parte del hombre técnico, del
entrenador, que impusiera desde su autoridad, y únicamente desde ella, los criterios
que han de valer para desarrollar el proceso creativo. La autoridad del técnico no es
la garantía del acierto en la planificación de un entrenamiento, pongamos por caso, si
por autoridad entendemos la designación de su puesto de trabajo por la voluntad de
unos directivos y no por méritos propios.
270
Es evidente que tratándose de especialidades deportivas individuales las
respuestas que conducen a ese logro creativo discurren por otros cauces que los
propuestos para los deportes colectivos o de grupo. Pero lo que ahora discutimos es
la disposición tendente hacia la uniformidad como actitud aniquiladora de acciones
creativas. Bastaría seguir de cerca, por ejemplo, los entrenamientos de un equipo a
lo largo de una temporada para concluir, con un margen muy escaso de error, el
estudio del espíritu creativo de un entrenador.
271
sobre si cualquier ser humano puede ser creativo. Hay quienes opinan que la
creatividad es reducto al que se acogen los menos y hay quien afirma que la
creatividad está al alcance de todos.
Reflexión final
272
todos se encuentren a gusto dentro del deporte cualquiera que sea la definición que
se le atribuya y que presentaremos en el próximo capítulo.
El deporte será siempre una opción libre en nuestra vida y como tal la
presentamos. Es verdad que la asociaremos más íntimamente con el carácter
obligatorio del que hablaremos en el capítulo dedicado al hombre físico —educación
de la persona a través de su realidad física—, pero nunca estableceremos un criterio
impositivo fuera del cual no pudiera entenderse el compromiso activo y motriz del ser
humano con su mundo.
Lo que sí hemos dejado claro en este capítulo, eso creemos, es que si nos
referimos al deporte de alto rendimiento, estamos limitando considerablemente el
campo semántico de la palabra deporte. Pero lo hacemos legitimados por el criterio
lingüístico bajo cuyo amparo nos hemos movido. El ser hombre competitivo es
reconocerse condicionado y admitir que a su alrededor únicamente podrán convivir
quienes acepten como él las reglas de una acción deportiva muy selectiva.
Y porque esos pocos surgen de una disposición selectiva nos hemos detenido a
contemplar las vicisitudes por las que pasa un candidato a hombre competitivo.
Seleccionar a tiempo el gesto deportivo, que tiende por su naturaleza a convertirse
273
en una referencia espectacular ante millones de aficionados, requiere una serie de
particularidades muy precisas cuyo conocimiento importa a todos pero que sólo unos
pocos pondrán en práctica.
Hemos comprobado que la exigencia que preside esta previsión selectiva tiene
que darse cuenta de la realidad dinámica que caracteriza a la competición. Su
movilidad permanente, su cita con el tiempo presente, su dependencia de los
resultados, el rigor, el riesgo y la eficacia que no dejan nunca de marcarla, los
fenómenos previsibles e imprevisibles que la caracterizan, la necesidad imperiosa de
que la iniciativa sea una constante en su definición. Características todas ellas que
nunca dejarán de estar presentes en torno a la vida del hombre competitivo no
obstante su deseada y cuidada preparación total.
274
kinesis, como postulados que nos enorgullecen al colocar a los hombres competitivos
como coautores de un proceso vital de innovación creadora.
Este capítulo nos abre la puerta para adentrarnos en el estudio del concepto
mismo del deporte y descubrirlo polisémico. De todo esto hablaremos en el capítulo
dedicado al hombre múltiple.
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CAPITULO VI
286
SOCIOLOGÍA DEL DEPORTE.
Selección de textos.
García Ferrando Manuel, Puig Barata Núria y Lagardera Otero Francisco.
La perspectiva sociológica del deporte en:
Sociología del Deporte.
Ciencias Sociales Alianza Editorial. Madrid. 1998.
Pág. 287 - 329
287
Introducción
288
que se denomina post-industriales o postmodernas, en reconocimiento al carácter
radicalmente novedoso de dichas transformaciones.
Más allá de nuestras preferencias y gustos personales, los autores de este libro,
todos ellos con amplia experiencia en la docencia e investigación sociológica del
deporte, consideramos que no existen mejores o peores formas de deporte, sino
sencillamente diferentes formas deportivas que, independientemente de sus orígenes
y propósitos iniciales, acaban siempre ofreciendo, en su evolución social,
consecuencias frecuentemente no queridas y no previstas par sus iniciadores. Unas
consecuencias que, a su vez, pueden ser beneficiosas o perjudiciales para el sistema
social, en general, o para la práctica deportiva armónica y equilibrada, en particular.
Y todo ello sin perder de vista la diversidad de enfoques teóricos que se vienen
utilizando para explicar las dimensiones sociales del deporte, diversidad que no
obedece tan sólo a la propia complejidad del deporte en las sociedades
contemporáneas, sino también al carácter multiparadigmático de la sociología, que
conduce a que se empleen en cada caso los modelos teóricos con mayor capacidad
explicativa en función del fenómeno social de que se trate.
289
A pesar de la diversidad temática que contienen los diez capítulos del presente
libro, sus autores no hemos pretendido ofrecer un listado exhaustivo de todas las
teorías sociales desarrolladas al estudiar la totalidad de problemas sociales del
deporte existente actualmente. Más bien nos hemos esforzado por presentar de
forma articulada y equilibrada una perspectiva amplia de los principales
conocimientos sociológicos disponibles en tomo al sistema social del deporte en las
sociedades contemporáneas, prestando especial atención al estudio de la estructura
social del deporte en España. Al final del libro se incluye, junto a la bibliografía citada,
una bibliografía recomendada para que los estudiantes puedan ampliar con lecturas
de textos originales los temas, conceptos y resultados presentados con un obligado
esquematismo en este texto introductorio.
290
1. La perspectiva sociológica del deporte
Si aceptamos la premisa, por otra parte cada vez más evidente, de que el
deporte es una parte integral de la sociedad y de la cultura, que afecta de formas
muy variadas y, en ocasiones, importantes a las vidas de los individuos y de los
grupos sociales (McPherson y otros, 1989, p. xii), queda justificada plenamente la
conveniencia de aplicar el conocimiento sociológico a la mejor comprensión de los
aspectos sociales del deporte. La sociología, que es una ciencia relativamente nueva
y joven, ha ido desarrollándose al tiempo que lo hacían los procesos de urbanización
e industrialización que han transformado las sociedades contemporáneas, tratando
de explicar los cambios acelerados, las crisis e incluso las rupturas sociales que son
propias del nuevo orden social. El deporte contemporáneo, que nace, crece y se
desarrolla en el seno de la sociedad urbana e industrial, se ha visto sometido desde
sus inicios a los intensos avalares de cambio del tipo de sociedad a la que pertenece;
de ahí que resulte tan pertinente aplicar el enfoque sociológico para mejor entender
la dinámica social que envuelve al sistema del deporte.
291
Sobre la noción de sociología hay muchas definiciones y, en principio, todas
ellas son válidas en tanto que se refieran al hombre en sociedad, al grupo social,
como centro del interés sociológico. Su propio significado etimológico (del latín
socius y del griego logia) alude al objeto de la ciencia sociológica: el estudio de la
sociedad, entendida como colectividad de seres humanos que viven y actúan de
forma interdependiente. La sociología, en tanto que disciplina científica, se puede
definir, pues, como la «ciencia empírica de la organización de los grupos humanos»
(Jiménez Blanco, 1975, p. 12).
Al afirmar que es una ciencia empírica, se destaca el objeto central del saber
sociológico: la comprensión racional y objetiva de relaciones observables en el
terreno de los hechos. Unos hechos que se refieren a «la organización de los grupos
humanos, o, lo que es igual, la forma, estructura y dinámicas de cooperación y
conflicto, de elaboración y destrucción, de amor y odio» (López Pintor, 1995, p. 19).
Trasladados al campo del deporte, los hechos por los que se interesa la sociología
tienen que ver con la forma, estructura y dinámica que adoptan las relaciones
deportivas, esto es, aquellas que giran en tomo a ese complejo entramado de hábitos
y acontecimientos que se denominan, de forma genérica, deportivos.
292
p. 20). Unas teorías que deben someterse continuamente a verificación, puesto que
en la ciencia, por su carácter empírico, las teorías nunca son definitivas, ya que
pueden surgir generalizaciones o descubrirse hechos que invaliden, total o
parcialmente, una teoría determinada. El carácter acumulativo de la sociología, como
ocurre con cualquier otra ciencia, «se justifica por esa posible condena a la
superación o al sobreseimiento científico que siempre gravita sobre cualquier dato,
hipótesis o teoría por imperecederos que nos parezcan» (García Ferrando, op.cit).
293
Un pluralismo teórico que permite estudiar el deporte en sus múltiples
manifestaciones de conflicto y orden, de reproducción y ruptura, de pasión y
contención disciplinada. Un pluralismo, pues, que hace que unos sociólogos vean en
el fenómeno social del deporte un reflejo de los desequilibrios y conflictos de las
sociedades industriales, mientras que otros consideran este mismo fenómeno social
del deporte como fuente potencial del progreso y plenitud que permite tal tipo de
sociedades.
294
democráticas, industriales, burocráticas y seculares en las que actualmente vivimos
(Bottomore, 1976).
295
aisladas. También hay que destacar la alta tecnología de los medios de
comunicación social y la rapidez en la difusión de la información.
5) Aumento de la movilidad social: Comienza a prevalecer el estatus adquirido
sobre el estatus adscrito (éste más típico de sociedades tradicionales y
preindustriales). En una sociedad industrial el nacimiento ya no determina de
un modo total la caracterización social ni los roles del ser humano. Se valora y
potencia, sobre todo, el esfuerzo personal y las capacidades individuales.
Frente a la endogenia de la sociedad preindustrial (estamental y gremial),
estructurada en órdenes rígidos, la sociedad industrial, aunque también
mantiene una división en clases sociales, no obstante es una sociedad
abierta, al menos en términos relativos.
6) Desarrollo tecnológico: Se pasa de un sistema de energía de bajo grado a otro
de alto grado. La industrialización supuso la superación o incluso el abandono
de la energía mecánica animal o bien directamente humana, a fin de ir
utilizando progresivamente otros recursos energéticos: máquina de vapor,
carbón, petróleo, electricidad, energía atómica, solar, térmica, etc.
7) Burocratización: Se trata de un proceso creciente de racionalidad de la vida
social. La lógica burocrática, en su búsqueda de la eficiencia administrativa, se
ha extendido de la administración pública al conjunto de la sociedad civil. La
empresa moderna, al aumentar de tamaño, se ha visto impulsada a adoptar
formas burocráticas de gestión, como finalmente lo han hecho todo tipo de
organizaciones contemporáneas.
8) Producción en masa y musificación de la sociedad: Se precisa una disposición
cada vez más grande de bienes y servicios en función del consumo, que
adquiere un indudable protagonismo en la vida social, y acuña nuevos estilos
de vida y nuevas pautas de comportamiento. Pero también con la sociedad
industrial nacerá una visión de la sociedad moderna en términos de sociedad
masa, produciéndose una uniformización de la cultura, un sometimiento al
poder alienante de los medios de comunicación y de la propaganda, y una
deshumanización y mecanización, desprovista de creatividad, en las tareas
laborales.
296
9) Expansión de la movilidad psíquica: El hombre moderno experimenta, a
diferencia de otras épocas del pasado, una nueva capacidad para poder
adaptarse a los continuos cambios y nuevas demandas que rigen la vida
actual. Es, pues, necesario el conocimiento práctico de un amplio repertorio de
roles. A ello contribuyen los contactos entre ámbitos culturales distintos, que
se hacen más factibles gracias al desarrollo de la industria turística y de la
costumbre de viajar. También los mas media (prensa, radio, cine, televisión)
nos ilustran al respecto, informándonos sobre hechos, formas y estilos de vida
de culturas y pueblos muy alejados de nuestra territorialidad cotidiana.
10) Aceleración e institucionalización del cambio social: Resulta innegable un
incremento creciente en el ritmo del cambio social, que debemos entender
como un proceso mediante el cual, en un sistema social, surgen diferencias
medibles en un periodo de tiempo dado. La sociedad industrial institucionaliza
el cambio social, y además lo fomenta, lo que suele producir continuas y
profundas transformaciones en las estructuras sociales.
297
religión y el pensamiento milico en la legitimación del orden social y cumplían la
función de movilizar para la acción política (Arifto, 1995, p. 237).
La sociedad deportivizada
298
físicos fueron culturales en sus orígenes». Y en efecto, los pueblos primitivos
incorporaban frecuentemente a sus ceremonias y rituales religiosos concursos de
carreras, saltos, lanzamientos de peso, lucha y hasta juegos de pelota. Los Juegos
Olímpicos antiguos, los concursos de Olimpia y Delfos, eran fundamentalmente
festivales sagrados y un importante aspecto de la vida religiosa de los antiguos
helenos (Durantez, 1975), por más que el evidente culto que rendían al cuerpo los
griegos y la admiración que sentían por la excelencia atlética —el culto al héroe, al
atleta vencedor— son los primeros atisbos en el mundo helénico de un cierto inicio
de la secularización del deporte (García Ferrando, 1990, p. 39).
299
nacionalismos estatales o locales son buenos ejemplos de prácticas simbólicas en
las que se expresa un sentido de identidad colectiva (Giner, 1990).
Por lo que se refiere a la característica igualitaria del deporte moderno, hay que
entenderla en un doble sentido: como que cada ciudadano debe tener, al menos
teóricamente, una oportunidad para practicar deporte, y como que las condiciones de
la competición deportiva deben ser las mismas para todos los contendientes.
Por otra parte, la polémica, cada vez menos relevante, entre deporte profesional
y deporte amateur o aficionado, es un claro vestigio del origen aristocratizante de
muchas actividades deportivas. Nótese que los primeros reglamentos deportivos,
publicados a mediados del siglo XIX en Gran Bretaña, exigían el carácter amateur de
los practicantes y desaconsejaban la participación de los trabajadores en las
competiciones deportivas, «para que no se distrajesen de sus obligaciones
laborales» (García Ferrando, 1979, pp. 34-5).
300
acompañan se han universalizado más allá de nacionalidades, credos y
singularidades culturales (Lagardera, 199 l.pp. 274-5).
301
Íntimamente unida a las dimensiones de racionalización y especialización
aparece la burocratización, como respuesta funcional a la creciente complejidad
administrativa y de gestión de los clubes y federaciones deportivas, así como de los
organismos públicos relacionados con el deporte. Bien sea para atender las
demandas de práctica deportiva de los amplios segmentos de población que hacen o
consumen deporte, o para organizar las cada vez más numerosas y masivas
competiciones deportivas, se necesitan complejas estructuras burocráticas sin las
cuales no se podrían llevar a término tales actividades.
302
No resulta exagerado afirmar que, como consecuencia de las transformaciones
que han experimentado las sociedades contemporáneas, el deporte ha pasado a ser,
a finales del siglo XX, el modo de entretenimiento más conocido universalmente. Un
deporte que, como fenómeno social contemporáneo, no es atribuible a ningún
creador o inventor. Como acontece con otros fenómenos sociales complejos, el
deporte se ha ido configurando, como se ha descrito anteriormente, de un modo no
planificado como respuesta a unas circunstancias históricas, las que hicieron posible
el nacimiento y desarrollo de la sociedad urbana e industrial, que determinaron a su
vez el contexto sociocultural en el que evolucionó hasta expansionarse por todo el
mundo, como ocurre en la actualidad.
303
4. El pluralismo del pensamiento sociológico en el deporte
304
El funcionalismo moderno, a través del trabajo del sociólogo norteamericano
Robert Merton, distingue entre funciones manifiestas (las consecuencias buscadas y
reconocidas por los participantes) y funcionen latentes (las consecuencias no
buscadas ni reconocidas por los participantes) (Merton, 1972, pp. 61 y ss.). Desde
esta distinción, una función manifiesta de los grandes espectáculos deportivos seria
el logro de destacados resultados deportivos y el entretenimiento de los
espectadores, mientras que los brotes de violencia, el uso de drogas o los excesos
del mercantilismo podrían considerarse funciones latentes.
305
profesional puede considerarse un trabajador asalariado ni el conflicto es tal, o el
sistema de rangos y jerarquías no puede homologarse al sistema de clases sociales.
La perspectiva marxista.
306
La lucha entre los diversos sectores de la sociedad conduce al cambio, que es
universal y permanente (Giner, 1974).
Una relación continua entre el hombre (productor del mundo) social y la estructura
social (su producto). El hombre y su mundo social interactúan, pero el producto
vuelve a actuar sobre el productor de manera que se pierde la visión de productor y
producido. El hombre está en una tensión dialéctica continua con la sociedad (Lucas
Marín, 1986, pp. 89 y 90).
307
Aplicadas al mundo del deporte, las interpretaciones marxistas hacen hincapié
en que el deporte es un producto genuino de la revolución industrial y del nuevo
orden social establecido por la burguesía. Para la sociología marxista, el deporte
constituye un refuerzo positivo e ideológico del que se vale el sistema capitalista para
conseguir en la masa social una aquiescencia moral y fáctica que hace posible que
las relaciones de dominio y poder sigan inalterables.
La obra del alemán Bero Rigauer, Sport und Arbeit, publicada originalmente en
1969, y traducida al inglés en 1981, constituye, junto con la publicación realizada por
un grupo de sociólogos franceses conocido como PARTISANS (1972), el precedente
que instaura una interpretación del deporte como fenómeno social desde la
perspectiva marxista. La influencia de ambas obras ha sido de gran importancia para
que se consolidase en Francia, Canadá y el Reino Unido una sociología del deporte
fundamentada en el materialismo histórico.
El autor más prolífico desde esta perspectiva es, sin duda, el francés J. M.
Brohm, muy influenciado por la corriente freudomarxista, en especial por Marcuse,
fundador y director de la revista Quel corps. En una de sus obras más polémicas,
Brohm subraya la acción represiva que instaura el modelo deportivo, mediante los
mecanismos de sublimación y desublimación represiva, a través de los cuales se
transmiten valores ideológicamente positivos asociados al deporte (Brohm, 1978, pp.
50 y ss.).
308
media}, objeto de un gran consumo que hace que éste sea vivido como una cultura
cotidiana (Brohm, 1982, p. 97).
309
necesariamente estudiado desde una perspectiva histórica, dedicando a este fin su
obra Sport, Power and Culture (Hargiiíaves. 19Stí en la que ofrece una visión
histórica que va desde los orígenes del deporte contemporáneo hasta la
consumación de la hegemonía burguesa después de la Segunda Guerra Mundial,
cuando se produce la definitiva integración de la fuerza obrera en la cultura
deportiva.
Denominada así esta corriente por sus propios inspiradores, Norbert Elías y su
discípulo más aventajado, Eric Dunning, porque, para comprender los procesos
sociales y el deporte lo es sin duda alguna, utilizan el concepto de figuración
310
sociológica, mediante el cual Elías (1982), en una de sus obras básicas, pretende
superar la arbitrariedad de distinguir entre individuo y sociedad.
El nacimiento del gobierno parlamentario, parte del proceso de formación del Estado
en Inglaterra y, sobre todo, el desequilibrio en la balanza de poder entre el rey y las
clases altas con grandes extensiones de tierra desempeñaron un papel activo y no
sólo pasivo en el desarrollo de la sociedad inglesa. Si preguntamos por qué los
pasatiempos se convirtieron en deportes en Inglaterra, no podemos dejar de decir
que el desarrollo del gobierno parlamentario, y por tanto de una aristocracia y una
gentry más o menos independientes, desempeñó un papel decisivo en el desarrollo
del deporte (Elías, 1992, p. 48).
311
como acomodación de los otrora violentos sports populares ingleses al nuevo
ordenamiento jurídico, político y moral.
312
y ubicua barbarie (Mennell, 1989). Sin embargo, cuando se contempla, por un lado,
el gran número de acontecimientos deportivos que tienen lugar en todas partes del
mundo sin que se produzcan brotes de videncia, o cuando, por otro lado, se
reconoce la pacificación alcanzada en las relaciones interestatales entre las grandes
potencias á finales del siglo XX, no se puede por menos de reconocer la aportación
de la teoría de la civilización de Elías a la mejor comprensión de la dinámica social
tanto en el ámbito general de la sociedad como en el más especifico del sistema
deportivo.
313
necesario pensar el espacio de las prácticas deportivas como un sistema del cual
cada elemento recibe su valor distintivo» (1988, p. 173).
Para este sociólogo francés los gustos por las distintas prácticas deportivas
vienen determinados por la adscripción de clase, ya que los hábitos son generados
en el seno de la familia, pues se trata de esquemas incorporados, mecanismos que
funcionan de forma inconsciente y que van decantando la inclinación de las personas
hacia ciertos modelos de prácticas: energéticoestoicos (ciclismo, boxeo, lucha...),
distinguidos y no violentos (tenis, esquí, squash...) o elitistas (golf, polo,
navegación...). Siguiendo este esquema estructural, Pociello (1981) trata de explicar
la aparición de las nuevas modalidades deportivas como el surf, windsurf, parapente
o ala delta, estableciendo diferentes modelos en los que en uno predomina la fuerza
bruta, en otros la utilización de la energía del medio, la gracia y la estética o la
prioridad de la agilidad y los reflejos.
Otro autor que también cree vislumbrar una clara relación entre el modelo de las
prácticas y el modelo correspondiente a la adscripción de clase es Parlabas, según el
cual:
Se podría, en efecto, remarcar que el pugilato, los deportes de contacto, los deportes
brutales, han sido practicados casi exclusivamente por las clases sociales más
desfavorecidas, mientras que los deportes de distancia, en los que el contacto está
314
amortiguado e incluso se realiza de manera indirecta por medio de un instrumento,
han estado reservados a la aristocracia (Parlebas, I985, p. 183).
315
Dada la importancia de la dimensión subjetiva del deporte y su creciente
presencia en la vida cotidiana de amplias segmentos de población, la perspectiva
interaccionista se ha introducido paulatinamente en la investigación social del
deporte.
316
recurrido a este planteamiento para estudiar a los hinchas futbolísticos, aunque sus
conclusiones difieren sensiblemente.
317
psicológico y social, por una sociedad dominada por los varones. El feminismo
radical también lucha por la capacidad de las mujeres para decidir por sí mismas en
todos los aspectos de la vida, por la autonomía que representa el desarrollo personal
más allá de las restricciones impuestas por el nacimiento y el matrimonio, y, en
último término, defiende la posibilidad de que cada mujer pueda elegir su propio
modo de vida (Duran, 1982).
318
En España, los estudios sobre mujer y deporte han ido evolucionando en las
dos últimas décadas desde consideraciones más propias de la problemática social
que afectaba a las mujeres en su acercamiento a la práctica deportiva, hasta el
tratamiento más estrictamente sociológico de los tipos de vinculación entre mujer y
deporte (Buñuel, 1994), y género y deporte (Diez Mintegui, 1996), lo que viene a
coincidir con la tendencia observable en el ámbito de los estudios feministas, cada
vez más interesados por profundizar en la transformación de las estructuras de
dominación basadas en el género (Puig, 1997).
Las diferentes teorías sociológicas que se han propuesto hasta ahora para
explicar el desarrollo del deporte en la sociedad moderna coinciden al menos en
considerar que los cambios sociales que han ocurrido en el último siglo y medio
como consecuencia del desarrollo de la sociedad industrial, y con independencia de
la valoración que merezcan tales cambios a los proponentes de las diversas teorías
sociológicas, han determinado la naturaleza de los cambios que han tenido lugar en
el ámbito del deporte.
319
práctica cotidiana o devoto espectáculo de cientos de millones de personas en todo
el planeta. Ahora bien, a pesar de su carácter e influencia planetaria, el deporte
encierra en si mismo enormes singularidades estrechamente unidas a las
especificidades culturales, económicas, políticas y sociales del grupo o comunidad
social en donde se asienta. Así, por ejemplo, la forma en que se estructura
socialmente el fútbol y el alcance social del espectáculo que genera este deporte,
probablemente el más popular de cuantos se practican en el mundo, se encuentran
íntimamente unidos al tipo de sociedad a que nos refiramos.
320
creciente diversificación, cabe considerarlo como un sistema social abierto, al que se
van incorporando nuevas prácticas y nuevas concepciones que relativizan las que
corresponden a lo que podríamos denominar deporte tradicional. Siguiendo a
Heinemann (1991, pp. 15 y ss.), podemos observar que el deporte tradicional, como
unidad homogénea y entidad autónoma, ya no puede explicar la compleja realidad
del deporte contemporáneo.
321
Pero tal como se ha visto repetidamente en las páginas anteriores, la situación
ha cambiado en las sociedades contemporáneas. La población que práctica deporte
y las organizaciones deportivas, como se verá con mayor detalle en los capítulos
siguientes, ya no se ajustan a la caracterización anterior del deporte tradicional.
Habiéndose producido una ruptura del modelo tradicional, ya no es posible adoptar
un solo modelo explicativo que agrupe las características crecientemente complejas
y diferenciadas del deporte contemporáneo. Con el fin de disponer de un marco
explicativo general, Puig y Heinemann proponen que se adopten como dimensiones
constituyentes de la diversidad de actividades deportivas de la actualidad la forma en
que se organizan tales actividades, el asado cama se legitiman, las motivaciones de
los participantes y los impactos que producen. Partiendo de estas cuatro
dimensiones, ambos autores sugieren cuatro modelos configuradores del deporte
contemporáneo: competitivo, expresivo, instrumental y espectáculo.
Se trata de una propuesta de claro sabor weberiano, ya que los cuatro modelos
propuestos son meras abstracciones o tipos ideales con los que poder entender
mejor el fenómeno social del deporte. En efecto, en su preocupación por avanzar en
la comprensión intelectual de cualquier situación social, Weber se preocupó de
elaborar categorías intelectuales que posibilitaran la comprensión de los fenómenos
desde el punto de vista de los agentes ya que, en su opinión, los conceptos
constituyen el principal] instrumento del trabajo científico, al posibilitar el
acercamiento a la realidad. Como no se puede hablar simultáneamente de todos los
fenómenos sociales, se impone la elaboración de unos modelos tipo, de unas
categorías entendidas como conceptos puros, a los que Weber denominó tipos
ideales, cuya utilidad es meramente metodológica pues no se dan en la realidad en
estado perfecto (Weber, 1964, pp. 6 y ss.). Los tipos ideales weberianos se pueden
caracterizar por ser categorías subjetivas que intentar comprender la intencionalidad
de la acción del agente social, por referirse a casos puros o extremos de acción,
eliminando elementos ambiguos, y por ser meros instrumentos metodológicos. En la
amplia obra de Weber se distinguen los tipos ideales basados en particularidades
históricas tales como la «ética protestante» o el «capitalismo moderno», de aquellos
322
otros que hacen referencia a elementos abstractos de la realidad social, como la
«burocracia» o el «feudalismo» (García Ferrando, 1995, p. 34).
323
En realidad, la creciente complejidad que caracteriza al cambio social que está
teniendo lugar a finales del siglo XX no ha hecho otra cosa que realzar las
peculiaridades de los subsistemas que han estado presentes en el sistema deportivo
moderno desde su configuración originaria en la Inglaterra victoriana. En efecto, junto
al subsistema federativo, que ha aglutinado al mayor número de personas,
instituciones y recursos de todo tipo, y al subsistema federativo, que ha configurado
una importante parcela de la realidad deportiva que gira en tomo a clubes y
asociaciones no relacionadas siempre de forma institucional y directa con las
federaciones, se han configurado el subsistema grupal no asociativo y el subsistema
individual.
324
6. La sociología del deporte en España
Anteriormente hemos señalado el año 1964 como la fecha en la que por primera
vez se crea un Comité Internacional de Sociología del Deporte, a lo que se puede
añadir como dato fundacional la aparición en 1966 del primer número de la
International Review of Sport Sociology, que se convierte desde sus comienzos en el
órgano oficial del referido Comité Internacional.
325
Con todo, el empleo de modelos teóricos y de metodologías científicas que
permitan acumular conocimientos empíricos y la contrastación de hipótesis
científicamente fundamentadas se va haciendo más frecuente en la década de los
anos ochenta. Desde organismos públicos se editan manuales sobre Deporte y
Municipio que dan pautas sobre actuaciones en materia de política deportiva,
haciendo hincapié en la conveniencia de llevar a cabo estudios sociológicos de los
entornos sociales sobre los que se pretende incidir. Se lleva a cabo el primer Censo
Nacional de Instalaciones Deportivas (1981-1991), y se celebra el primer simposio
sobre «El Deporte en la Sociedad española contemporánea» (1983), que reunió a
una buena parte de las personas interesadas en la reflexión social sobre el deporte.
Por otro lado, es a finales de los años ochenta cuando los trabajos sociológicos
en tomo al deporte comenzaron a hacerse presentes en unos ámbitos académicos y
326
universitarios de las ciencias sociales, que hasta entonces no habían prestado
mucha atención a esta área de estudio. En el Tercer Congreso Español de
Sociología, celebrado en 1989, se incluyeron por primera vez como áreas específicas
de discusión científica la sociología del deporte y la sociología del ocio, y desde
entonces han continuado estando presentes en los sucesivos congresos de
sociología que han tenido lugar, así como en los cada vez más frecuentes
seminarios, cursos y jornadas científicas en los que se ha venido reflexionando, a lo
largo de la década de los años noventa, en tomo a las cuestiones sociales que tienen
en el deporte el origen o el destino de su acción.
Dado que en los siguientes capítulos que componen este libro se presentan los
principales resultados de las investigaciones que se han realizado en cada uno de
los ámbitos sociales en los que el deporte ejerce su influencia, nos limitaremos a
enunciar seguidamente las áreas temáticas más estudiadas con el fin de conservar la
visión de conjunto que se pretende lograr en este capitulo introductorio, dejando para
los restantes capítulos las referencias bibliográficas pertinentes.
327
Por lo que se refiere al marco institucional, el sector público ha sido objeto de
buena parte de las investigaciones que se han llevado a cabo en la última década,
prestando especial atención a las políticas deportivas municipales y a las
fundaciones o patronatos municipales encargados del desarrollo de tales políticas. El
interés despertado por estos temas queda justificado por el papel relevante
desempeñado por los ayuntamientos democráticos en las dos últimas décadas en la
promoción del deporte popular. En estrecha relación con lo anterior se encuentran
los análisis sociológicos sobre equipamientos deportivos, que suelen girar en torno a
la percepción y satisfacción de los usuarios, los procesos de implantación en ámbitos
territoriales concretos y los impactos ecológicos y socioeconómicos que provocan.
También es de destacar la creciente importancia que van adquiriendo los estudios
sobre asociacionismo deportivo, bien sea para analizar las transformaciones que
experimentan los clubes deportivos de mayor tradición como para investigar las
nuevas formas organizacionales que van surgiendo en torno a las prácticas
deportivas de desarrollo más reciente.
Por último, cabe reseñar lo que Nuria Puig denomina nuevas perspectivas de la
sociología del deporte en España. Se trata de trabajos orientados fundamentalmente
por las preocupaciones teóricas y metodológicas de unos autores que ya no tratan
tan sólo de construir objetos de estudio sociológico, sino también de plantearse
perspectivas teóricas mejor articuladas, interrogándose por el valor de las técnicas y
metodologías de investigación —el continuo debate cualitativo-cuantitativo. Y todo
ello con el propósito de crear un cuerpo de saber propiamente científico, cuya
conexión con la práctica del deporte o con la gestión de las organizaciones
deportivas sea a través de los complejos mecanismos que relacionan el mundo de la
328
ciencia con el de las decisiones políticas. Las investigaciones en torno a la
socialización, en y a través del deporte, las preocupaciones metodológicas por las
formas de narrar el deporte, la consideración del deporte como una construcción
social configuradora de identidades, el papel de las emociones en el deporte, y otros
muchos, van conformando una etapa de consolidación y madurez de la sociología
del deporte en España, que será tratada sistemáticamente en los siguientes capítulos
de este libro.
329
CAPITULO VII
330
ESPORT Y AUTORITARISMOS.
Selección de Textos.
González Aja Teresa (2002).
Deporte y Relaciones Internacionales de 1918.
Alianza Editorial S.A. Madrid.
Pág. 331 - 359
331
DEPORTE Y RELACIONES INTERNACIONALES ANTES DE 1918
Esta evidente verdad merece, sin embargo, algunos comentarios, aunque sólo
sea para recordar brevemente las etapas de la nacionalización del fenómeno
deportivo y de los encuentros deportivos.
ORÍGENES
Podemos citar el caso del Havre Athletic Club, que fue fundado en Francia, en
1872, por los británicos, siendo dirigido por F. F. Langstaff, responsable de la South
332
Western Railway compañía de ferrocarriles que llegó con su personal. En 1879,
serán también los ingleses los que creen el Paris Football Club En Lyon, la presencia
de los ingleses, vinculada el comercio la seda, favoreció la creación del Lyon's
Cricket Club. En Río Tinto o en Lisboa, los primeros clubes fueron creados por los
británicos encargados de la construcción de las líneas de telégrafos. Idénticas
situaciones podemos encontrar en Barcelona Marsella, Amberes y Hamburgo. En
Polonia, los clubes de remo (1878), de atletismo y de fútbol (1889), de ciclismo y de
patinaje (1893), fueron creados por los ingleses en Varsovia. Fue después de 1903
cuando se multiplicaron (en fútbol sobre todo) los clubes civiles y universitarios:
Slava, Cracovia, Vista, Club deportivo de Lodz.
La razón por la que el «injerto británico»1 llegó a prender es que existía una
marcada admiración de los sectores burgueses y aristocráticos de la alta sociedad
por el modelo educativo de las public-schools, que privilegiaban los deportes
atléticos, es decir la hípica, la carrera a pie, además del fútbol-rugby. Pero será
necesaria todavía una evolución de la mentalidad ampliamente basada en las
transformaciones de la sociedad: creciente urbanización, industrialización y
desarrollo del capitalismo en el marco de una economía liberal. Es probable,
igualmente, que las transformaciones políticas de fines del siglo XIX y la progresiva
333
democratización de la enseñanza jugasen un papel decisivo en la interiorización de
las reglas deportivas. Como lo señaló B. During.
Sin embargo, no parece que los ingleses hayan tratado de difundir deporte a
través del mundo, y sin duda son otras las razones que podrían explicar esta rápida
difusión de los deportes en Italia, por ejemplo, fueron los suizos o los italianos que
había cursado estudios en Inglaterra los que, a su vuelta, fundaron los primeros
clubes deportivos (como por ejemplo, en Milán). Los ingleses no fueron siempre, por
lo tanto, los fundadores de los primeros clubes deportivos en las grandes ciudades
europeas: por ejemplo, de los 58 clubes de fútbol que existían en Italia, la, entre 1892
y 1914, tan sólo fundaron cuatro. La anglomanía se hace, sin embargo, evidente, por
los propios nombres de los clubes, casi todos ingleses: el club de fútbol italiano más
antiguo se llamaba Genoa Cricket and Football Club (1892). La lengua inglesa se
llegó a imponer entonces, en el ámbito del deporte, por simple moda: running-
footmen, jockey, gentjeman - reader, turf, sportsman, riding-coat, dead-heat, palabras
das ellas prestadas del mundo de la hípica... Es necesario, por otro lado, recordar
que las primeras carreras a pie fueron organizadas en Inglaterra, a fines del siglo
XVIII... en los hipódromos, lo que explica el amplio desarrollo del hábito de la
apuestas y de un vocabulario especial3. Las primeras competiciones de remo (el
rowing) hacia 1840-1850, bebieron también de las mismas fuentes. En todos los
334
casos, la competición encontró su justificación en el1amarquismo y el positivismo:
tiene como objetivo mejorar la raza equina, la raza humana a la tecnología de las
embarcaciones...
Hoy en día, parece obvio para los historiadores que el nacimiento y desarrollo
del deporte encuentren su explicación esencialmente, en el fenómeno de
urbanización e industrialización de las sociedades modernas y, sobre todo en
Francia, en la supuesta eficacia del modelo educativo inglés y el desarrollo
económico y social, que promovieron los sectores acomodados y cultivados de la
sociedad. Algo parecido ocurrió también en Italia, España, Inglaterra y Alemania.
335
Los deportes modernos estaban estrechamente vinculados al desarrollo de las
democracias populares. El deporte, forma organizada de un ocio regulado y, en
consecuencia, una cultura de consumo, evolucionó paralelamente a los elementos
más importantes de la modernización, es decir la urbanización, la industrialización, la
educación y la participación, siempre creciente, de un número cada vez mayor de
ciudadanos en la vida política y económica. La creación y, sobre todo, la difusión de
los deportes modernos se asimilaban a un modo de vida burgués4...
Los renovadores del sistema educativo francés alabaron entonces los méritos
del espíritu de competición que, a su entender debía impregnar el progreso
económico y la proyección de Francia en el mundo. Al menos, se referían a estos
argumentos al pretender luchar contra un sistema educativo considerado demasiado
severo: los deportes atléticos se consideraban los más apropiados para formar el
espíritu aventurero y emprendedor de los colonizadores, así como:
336
Las primeras «asociaciones de deportes atléticos» se crearon, en Francia a
partir de 1880: el Racing Club de Francia en 1882 y Stade Francais en 1883. Fueron
los estudiantes (en las grandes ciudades universitarias) los que, como en Inglaterra,
Irlanda o Escocia, desempeñaron el papel más determinante en esta iniciativa7. Pero
su proyecto, en esta época, no fue en absoluto provocar el fin de la educación
tradicional. G. Bourdon recordaba.
337
DEL REGIONALISMO AL NACIONALISMO
338
1900. La carrera a pie, en su modalidad codificada y competitiva, se desarrolló con
anterioridad al fútbol – rugby9.
339
campo través, carreras de velocidad, de fondo, de vallas12. Incluso la USFSA
organizó, a partir de 1897, una copa de Francia de fútbol13. La distinción entre
competiciones ínter clubes, ínter escolares y nacionales se estableció de forma oficial
en la asamblea general de la USFSA de febrero de 1892, la misma en la que se
afirmó la necesidad de armonizar la reglamentación de las pruebas deportivas para
el conjunto del territorio en todas la especialidades14. La celebración del resto de los
campeonatos de Francia se inició en fechas posteriores a 1890: ciclismo profesional
en pista en 1890, ciclismo amateur en 1910, ciclismo en carretera en 1899, esgrima
en 1896, boxeo en 1903, baloncesto en 1921 y equitación en 1931. Estos datos
vienen a demostrar que, en los años 1880-1895, el deporte siguió siendo una
práctica relativamente restringida, limitada geográficamente y reducida, realmente, a
la región parisina, por lo tanto, excesivo hablar del «equipo de Francia», ya que en
todo caso sólo representaba a los mejores clubes de la capital para darse cuenta de
ello, basta recordar que los miembros de la USFSA eran aún muy escasos. Con un
total de 69 sociedades deportivas en 1892, 142 en 1894 y 155 en 1895, los
campeonatos nacionales no llegaron a tener gran consistencia y el grupo entre los
componentes del cual podía el «seleccionador» elegir a los deportistas para constituir
un equipo de Francia era sumamente reducido. Por otro lado, los comités regionales
de la USFSA no se crearon hasta 1894, lo cual era indicativo de la lentitud en la
difusión de las prácticas deportivas en Francia15.
340
LOS ORÍGENES DE LO INTERNACIONALIZACIÓN DEL DEPORTE
341
incluso en contra de la voluntad de Inglaterra. Podemos citar, además. el caso
de la esgrima y de la equitación. Todavía hoy en día, muchas federaciones
internacionales tienen su sede en Francia16.
• La creación de grandes competiciones internacionales con vocación
espectacular y fines propagandísticos. Mucha de ellas eran impulsadas por los
franceses y su creación fue tardía, excepción hecha, naturalmente, de los
Juegos Olímpicos modernos, renovados en 1892 por P. de Coubertin, y cuya
primera edición se celebró en Atenas en 1896. La Copa del Mundo de Fútbol,
creada por iniciativa de Jules Rimat en 1928, no se disputó hasta 1930 por
primera vez, en Uruguay17. Si bien es cierto que, en el fútbol, como en la
mayor parte de los deportes, la autonomía de una Copa del Mundo era el
resultado de un deseo manifiesto de escapar a la tutela excesivamente
exigente de los Juegos Olímpicos. Estos últimas sólo estaban reservados a
los «aficionados puros mientras que, en las Copas del Mundo, se permitían
encuentras entre amateurs y profesionales. No obstante, la mayor parte de los
Campeonatos del Mundo se crearon antes de 1939: patinaje (1896), tiro
(1897), tenis (1900), gimnasia (1903), y, después de la Primera Guerra
Mundial, esgrima, ciclismo (1921), bobsleigh y hockey sobre hielo (1924), el
tenis de mesa (1927), lucha (1929), fútbol (1930) y esquí (1937). Los
Campeonatos del Mundo de Natación y de Atletismo se crearon después de la
Segunda Guerra Mundial, y, durante mucho tiempo, fueron considerados
como inútiles a causa de los Juegos Olímpicos. Podemos recordar también las
grandes competiciones nacionales con participación internacional, cuya
iniciativa corresponde a los órganos de prensa como el Tour de Francia
(fundado en 1903, por Henri Desgrange y el periódico L'Auto) o el Giro de
Italia, fundado en 1909, a imitación del anterior, por la Gazetta delta sport.
342
enfrentarse a sus maestros ingleses. Fue en Inglaterra donde tuvo lugar por primera
vez, en 1885, en Dulwich, un encuentro de fútbol-rugby entre el París F. C. y el Civil
Service. Los marinos ingleses jugaron contra los franceses en Bélgica en la misma
época. La revista Les Sports athlétiques del 5 de marzo de 1892 anunció el partido,
en el estadio Levallois, entre el Stade Francais y el Rosslyn Park Football Club de
Londres. Al año siguiente se enfrentaron, en Inglaterra, en un partido de fútbol-
rugby, el Civil Service Football Club y una selección de la USFSA. Ésta fue, según
creemos, la primera tentativa francesa de crear un equipo compuesto por jugadores
pertenecientes a difentes clubes y que los cronistas denominaron pomposamente
«equipo de Francia»18. Asistieron 6.000 personas al encuentro, siendo derrotados los
franceses por 2 a 0. En lo referente a los partidos con clubes alemanes, parece que
se iniciaron en 1900, con ocasión de la Exposición Universal: los equipos
universitarios de Heidelberg y de Frankfurt jugaron contra un club inglés (el Moseley
F. C.) Y contra un «equipo de Francia», en un torneo triangular.
Es, no obstante, un error pensar que los ingleses fueron los que iniciaron estas
competiciones. El ejemplo del ciclismo es, en este sentido, revelador: todas las
«grandes clásicas» nacieron por iniciativa de los franceses, los belgas o los italianos:
Burdeos- Paris y París-Brest-París en 1891, París-Bruselas en 1893, Lieja- Bastogne
-Lieja en 1894, París-Roubaix y París- Tours en 1896, Milán -San Remo en 1907.
Pero carecemos de datos más precisos sobre el proceso de institucionalización e
internacionalización de las grandes pruebas deportivas desde fines del siglo XIX.
343
los equipos de Inglaterra y Escocia un partido de rugby, el 27 de marzo de 1871,
después de una preselección de jugadores. Presenciaron el partido de dos a tres mil
personas. En 1877, le tocó a Irlanda enfrentarse a Inglaterra, y en 1881 el País de
Gales se enfrentó también a Inglaterra.
344
Pero muchos otros factores pondrán aún trabas a la organización de partidos
o campeonatos, como por ejemplo los medios de transporte. El desarrollo de los
campeonatos, primero nacionales y más tarde internacionales, es tributario del
desarrollo de las vías de comunicación, en particular del ferrocarril21, Un ejemplo: la
distribución de los comités regionales de la Federación Francesa de los Deportes de
Remo se concibió en función del trazado del ferrocarril. La existencia de una estación
sería, durante mucho tiempo, la primera condición para que pudiesen desarrollarse
encuentros deportivos y un campeonato regional y nacional. Esto es lo que explica la
tardía creación de asociaciones deportivas en las zonas rurales aisladas. Del mismo
modo, la ausencia de instalaciones deportivas dificultó cruelmente (especialmente en
Francia) el desarrollo de las prácticas deportivas y del espectáculo deportivo. El
hecho de que el deporte se convierta en un fenómeno social cada vez más
importante se debe, en parte, al esfuerzo de ciertos municipios por dotarse de
estadios, piscinas y velódromos dignos de acoger a atletas y espectadores22. Pero
esta política no se iniciará realmente hasta 1925...
345
En resumen, en el estado actual de la investigación, es difícil identificar
claramente los factores que contribuyeron a la internacionalización del deporte y al
desarrollo de las competiciones internacionales. La historia del deporte está aún
relativamente limitada a las investigaciones locales, regionales y nacionales. Todavía
deben realizarse investigaciones comparadas a nivel internacional.
Las primeras crisis internacionales del deporte francés no tuvieron nada que
ver con la política... en ese 1 de enero de 1913 los espectadores del estadio de
Colombes no admitieron la derrota del equipo de Francia (21-3) contra Escocia y la
tomaron con el árbitro... la policía tuvo que cargar. El Internacional Board amonestó
al equipo de Francia, mientras que la Scottish Foot-ball Unión culpó a los jugadores y
a los dirigentes franceses, suspendiéndose, en consecuencia, las relaciones entre
ambos países. Los encuentros oficiales Francia-Escocia de rugby no se reanudaron
hasta 1920...
346
hubiese podido ocasionar un incidente diplomático... ¡pero los representantes de la
monarquía sueca estaban ausentes25.
347
parcialidad, los jueces olímpicos deberían ser internacionales y solamente debería
haber un delegado por nación»31.
348
subvenciones y el patrocinio a las sociedades gimnásticas, de tiro y de
preparación militar, pues el deporte no se veía todavía como un medio
eficaz de preparar a los hombres para la guerra34. Por consiguiente, el
deporte seguía perteneciendo al ámbito de la iniciativa privada y, en
este sentido, seguía estando bajo la tutela de las federaciones, que
aparte del caso particular de la gimnástica y el tiro, no mantenían
ninguna relación oficial con los poderes públicos. Por otro lado, esta
situación no era exclusiva de Francia, puesto que la encontramos
también en Italia, en Alemania y en España. Es además probable,
aunque habría primero que comprobarlo, que la comercialización y las
cuestiones económicas relacionadas con el deporte tengan mucho que
ver con esta situación, como lo testimonia la historia de los clubes
defutbol italianos y españoles o los de América del Sur35.
349
países contaban con un número suficiente de atletas y, sobre todo, que
la propia concepción de encuentros deportivos intencionales todavía no
había logrado entrar en su mentalidad. Si bien P. de Coubertin se erigió
en gran defensor del pacifismo y del internacionalismo deportivo, la
gran conflagración de 1914 iba a poner fin a su utopía.
¿Profecías...?
350
Veía en él la profanación de un hermoso nombre, veía en él un anacronismo;
las olimpiadas griegas eran posibles cuando existía una Grecia. Y, hoy día,
verdaderamente, ya no existe una Europa: ¿cómo podemos, entonces, pensar en
olimpiadas europeas?
(C. Maurras continúa evocando el éxito de los atletas griegos alegría popular
que suscitan entre la población.)
351
en su ejercicio en las anillas, un perfecto movimiento; y sólo se frunce el ceño
cuando un alemán o un americano demuestra tener mayor habilidad y le sale todo
mejor. Tales sentimientos nada tienen que ver con lo que es justo. Se admira lo que
es digno de admiración; no obstante uno lo hace de mejor o peor grado en función de
la consideración personal que encierre la circunstancia [...]. Lejos de sofocar las
pasiones patrióticas, este falso carácter universal del estadio no hace más que
exasperarlas. No tengo ninguna intención de quejarme de ello.
[...] Como vemos, las patrias aún no están destruidas. Tampoco la guerra ha
muerto. Antaño, los pueblos se relacionaban a través de sus embajadores. Eran
gentes de gran solemnidad, ponderadas mesuradas, lentas y llenas de prudencia [...]
Hoy en día, los pueblos se relacionan directamente, se injurian de viva voz y se
enfrentan cuerpo a cuerpo. Lo que, en su día, sirvió para aproximarles, no servirá
hoy nada más que para hacer más fáciles los incidentes internacionales. Los
Bismarck venideros todavía tienen futuro.
352
Tabla 1
Creación de las federaciones francesas
y de las federaciones internacionales
(Por año y deporte)
353
Tabla 2
Primeras selecciones nacionales que se enfrentaron con equipos
franceses en partidos oficiales
(Por año y deporte)
354
Fechas Naciones Deporte
1927 Alemania Rugby
1928 Checoslovaquia Fútbol
1928 Italia Atletismo
1930 Escocia Fútbol
1930 Hungría Atletismo
1931 Alemania Fútbol
1936 Japón Atletismo
1937 Italia Rugby
1938 Polonia Atletismo
1939 Polonia Fútbol
1939 Holanda Atletismo
Nota: No son tomados en consideración aquí los juegos Olímpicos ni los encuentros
internacionales entre clubes o federaciones deportivas no oficiales.
TABLA 3
LOS JUEGOS OLÍMPICOS
(1896 – 1936)
Años Lugar
Numero de Numero de
países Atletas
1896 Atenas 13 295
1900 París 20 1.077
1904 San Luis 11 554
1908 Londres 22 2.034
1912 Estocolmo 28 2.504
1916 Berlín No Celebrados
1920 Amberes 29 2.591
París 44 3.075
1924
Chamonix 16 293
Ámsterdam 46 3.292
1928
St. Moritz 25 363
Los Angeles 38 1.429
1932
Lake Placid 17 300
Berlín 49 4.793
1936
Garmish Partenkirchen 28 756
355
NOTAS.
1
WAHL, A.; Les Archives du football, Paris Gallimard, 1963.
2
DURING, B. ; Des jeux aux sports, reperes et documents en historie des activites
physiques , Paris, Vigot, 1984.
3
Vease el articulo de RADFORD, P, F.; Women`s foot – races in the 18th and 19th
centuries : a popular and wides pread practice, en Canadian journal of History of
Sports Vol. XXV, nº 1, mayo,1994.
4
MARKOVITS, A.S. Pourquoui n’y a-t-il pas de football aux Etats Unis ?, en
Vingtieme siecle, revue d’histoire, abril – junio, 1990, p 23.
5
En la revista Tous les sports (1897 – 1917) nº 44, 27 de agosto de 1897, Sport et
colonisation (sin firma). Esta revista sigue a Les sports athletiques, Boletin de la
USFSA.
6
DION (padre) Influence morale des sports athletiques, discurso pronunciadoen el
congreso Atlético en Le Havre, el 29 de julio de 1897, Paris, 1897.
7
HOLT, R.; Sport and the british, a modern history, Oxford, Clarendon Press, 1989.
Vease igualmente MANGAN, J. A.; Athleticism in the Victorian and Ewardian Public
Schoo, Cambrige, 1981.
8
BOURDONG , G ., G., La Renaissance athetique en Encyclopedie des sports, tomo
1 Paris, librarie de France, 1924.
9
No existe ningun estudio de conjunto sobre estos temas. Puede encontrase alguna
información dispersa en la revista Internacional Journal of Sport , Londres, frank
cass , editada por J. A. Mangan, o en DUNNING, E. G.; The Sports Process, a
comparative and developmental approch, Champaign, Human Kinetics Publishers,
1963.
10
En Richmond, el 13 de febrero de 1983 contra el Civil Service; después en
Blackheath, el 14 de febrero de 1983, contra el Park House F. C. Recordemos que
el Blackheath F. C. Es el decano de los clubes de fútbol Rugby Ingles, ya que fue
creado en 1958 por alumnos de liceo.
11
Les Sports athetiques, n º 94,16 de enero de 1892, En 1981 son ocho los equipos
participantes y 13 en 1892. Pero en la revista n º 197 del 6 de enero de 1894, se
356
señala que, para el campeonato de 1894 solamente están inscritos 11 equipos y
todos son de Paris, Esto significa que el fútbol no tiene todavía ninguna
repercusión en los centros escolares de provincias.
12
La reúne athletique, n º 6, 25 de junio de 1980.
13
Les sports athletiques, n º 357 del 31 de enero 1897.
14
Les sports athletiques, n º 100, del 27 de febrero de 1982, y n, º 101,5 de
marzo de 1892.
15
Les sports athletiques, n, º 238,20de octubre de 1894.
16
Cf BEN LARBI, M. y LEBLAN, P. Las federaciones deportivas internacionales:
centros de decisión y estrategias de poder en Mappemonde, n º 2 – 1989,
Montpellier. También hemos realizado los cálculos a partir del dossier presentado
por la Association Generale des Federations Internacionales de sports (AGFIS): la
cual agrupada, en 1990, a 57 federaciones internacionales, de las que ocho eran
presididas por un francés o tenían su cede en Francia.
17
Cf. WAHL, A. Les archives du football, Paris, Gallimard, 1993; así mismo
VIGARELLO, G. Les premieres coupes du monde ou l’intallation du sport
moderne, en Vingtiéme siécle, reune d’Histoire, abril – junio 1990, Jules Ritmet es
entonces presidente de la federacion Internacional de futbol. Por otra parte, se
observara que esta creación tiene lugar durante el desarrollo de los juegos
Olímpicos de Ámsterdam, cando el fútbol figura por segunda vez entre las
pruebas olímpicas.
18
Les sports Athletiques, n º 151, 18 de febrero de 1893. La foto de aquel equipo
de Francia aparece en el n º 153 del 4 de marzo de 1893.
19
La vie au granda ir., 20 de enero de 1920, artículo sobre la preparación
olímpica.
20
Carta de Pierrede Coubertin, del 15 de noviembre de 1920, al presidente de la
Sociedad de Naciones, Paul Hymans, Archivos de la SDN, Palacio de las
Naciones.
21
Cf. En este punto, ARNAUD, P Sport et transport, en la revista Science et
motricite, Paris, n º 4, 1987.
357
22
Cf. Revista Spirales, n. 5 Les politiques municipales d’equipements sportifs, XIXº
et XX siecles. Centre de Recherche et d’Innovation sur le sport, Universitè de
Lyon 1 1993.
23
Aproximacion a estos temas en : ARNAUD, P., Une Histoire du sport, Paris, la
documentación francaise, 1995 TERRET. T. Naissance et difusión de la natation
sportive, Paris, I Harmattan, 1994, PIVATO, S , Les Enjeux du sport, Paris,
Firenze, castermen, Giunti, 1994.
24
ANDRAUD, P. Sport et nationalismes en la revista Sport Histoire, reune
internationale d’histoire des jeux et du sport, toulouse, Privat, nº 4, 1989 ; o
tambien en su version inglesa, ARNAUD, P, Dividing and Uniting, sports societies
and nationalism 1870 – 1914 en TOMBS, R., Nationbood and nationalism, from
Boulangism to the great wa, Londress, Harper Collins Academic, 1991.
25
Episodio relato por Pierre de Coubertin. Une campagne de vingt et un ans
(1987 – 1908), Paris, 1909, p costumbre de que una banda militar toque la
Marsellesa se dede a la iniciativa de las sociedades de gimnasia.
26
SPIVAK M. Education physique, sport et nationalisme en france, du second
Empire au front populaire : un aspect original de la defense nationale, tesis de
Estado, Universidad Paris I – Sorbona, 1983.
27
Cf. HACHE , F., Jeux Olympiques, la flamme de I’exploit, Paris, Gallimard,
Decouvertes, 1992.
28
Cf THIBAULT, Sport et education physique, Paris, Vrin 1993, y PIERREFEU, J
de paterne ou I’ennemi du sport, Paris, Ferenczi, 1927. Cf. Igualmente,
ARNAUD ; P., Diviser et unir : societes sportives et nationalismes en France.
En Reune sport- Histoire, n º 1989, Touloose, privat.
29
L’ Auto. Después de los juegos Olímpicos de Estocolmo, 20 de junio de 1912.
30
Ibíd. El equipo de relevos fraces obtiene el segundo puesto detrás de América,
pero delante de Alemania.
31
L’ Auto, 22 de julio de 1912. Articulo de Paul Champ.
32
Ibid. Las banderas nacionales de los vencedores olímpicos son izadas y, por
primera vez, suenan los himnos nacionales de los juegos Olímpicos de los
Ángeles en 1932.
358
33
Para mas detalles, Cf. HACHE, F., Jeux olympiques…. op. Cit., p. 52 y ss.
34
sobre este tema vease SPIVAK, M., Education physique….. op. Cit.
35
Cf. Los informes Le football et ses publics. Publicados por el Instituto
Universitario Europeo de Florencia, por iniciativa de Pierre Lanfranchi, 1990.
36
Cf. FISHWICK, N., 1910 – 1950 , Manchester – Nueva York , manchester
University Press, 1990 y MASON, T., Association Football and English Society,
1863 – 1915, Brighton, Harvester, 1980.
359
CAPITULO VIII
360
EL ENSAYO.
Selección de Textos.
www.biblion.bib.via.mx/didactica/fensayo.htm
Pág. 361- 389
361
A continuación se presenta como material de apoyo para los
estudiantes, diversas estrategias de estudio para el alumno, las
cuales le servirán en el transcurso de la materia, con la finalidad
que presente sus lecturas elaboradas en diversas modalidades.
EL ENSAYO.
Definición
Es una forma libre, se rebela contra todas las reglas, en él caben las dudas,
los comentarios e incluso las anécdotas y experiencias de quien lo elabora.
362
En el ensayo el autor no se propone agotar el tema que trata, sino exponer su
pensamiento; es una reflexión.
363
en qué forma puedes ayudar a resolver los problemas de los derechos más
inminentes del ser humano en nuestro país.
1. Escribir bien.
3. Sea cual fuera tu opinión, por ejemplo, los niños de las calles, tendrás que explicar
las causas que motivaron la aparición de estos niños en las calles.
3.1 Por lo tanto tendrás que realizar una investigación, de recopilación de datos y de
conjunción de opiniones.
364
Te proponemos que leas, por ejemplo, un excelente ensayo muy breve,
"Antología del pan", escrito por Salvador Novo, uno de los ensayistas más
importantes de la literatura mexicana. Por su calidad este ensayo es literario.
Uno de los mejores ensayistas mexicanos fue Octavio Paz, la mayoría de sus
libros son ensayos, uno de los más conocidos es El laberinto de la soledad, el libro
entero es un ensayo dividido en varios ensayos, cada uno de los capítulos son
ensayos, como por ejemplo, "El pachuco y otros extremos". Notarás la magnífica
prosa y la gran erudición de su autor, para escribir sobre los temas que trata utiliza
su propia experiencia, cultura y seguramente investiga para respaldar su hipótesis
central, que en el caso del ensayo es la opinión del autor, su punto de vista subjetivo,
pero no por eso menos documentado.
Los ensayos, por lo general, son literarios debido a que su principal objetivo es
que el autor exprese su opinión sobre un determinado tema, y las otras disciplinas,
incluso en las de ciencias sociales, como la Historia, se exigen objetividad, es decir,
que la hipótesis central se sustente con hechos y no con opiniones.
365
EL ARTÍCULO.
Selección de Textos.
www.biblion.bib.via.mx/didactica/farticulo.htm
366
EL ARTÍCULO
Definición
Se trata de un escrito, que con frecuencia se utiliza en el aula, pero que rara
vez es solicitado por su nombre, suele confundirse con el ensayo, por esta razón si tu
profesor te pide un trabajo en el que no debas de aportar tu propio punto de vista y
en cambio necesites sustentar una tesis, sabrás que te está pidiendo que escribas un
artículo.
El artículo trata un sólo tema y expresa una opinión que debe de ser
fundamentada.
1. Estructúralo:
• Planteamiento = introducción: presentación del tema y de los datos indispensables
para su comprensión.
• Argumentación =desarrollo: fundamentación de la tesis por medio de hipótesis
secundarias y los argumentos que las desarrollan.
• Cierre = conclusión síntesis de la fundamentación y llegar a una conclusión.
2. Sitúa el contexto:
• El lugar histórico, geográfico, económico, político, social.
367
• Las circunstancias generales en que se desarrolla.
Ejemplo:
368
Comprueba cómo se elabora un artículo
Estructura:
• Planteamiento = introducción:
El contexto:
Por (o general, está referido en los primeros tres párrafos del texto.
Investigación:
Pautas:
• Observa que se utiliza el menor número de tecnicismos.
• Observa cómo se explican los elementos básicos del problema.
• El artículo está escrito en forma autónoma, aunque es probable que los autores
más tarde escriban diversos artículos como continuación del tema de su
investigación.
• Observa cómo aborda aspectos parciales del tema y no intenta agotarlo.
• Observa que no abarca el tema por completo sino cómo lo limita.
369
MAPA CONCEPTUAL.
Selección de Textos.
http://www.didacticahistoria.com/didacticos/did09.htm
370
MAPAS CONCEPTUALES.
Los mapas conceptuales, son una técnica que cada día se utiliza más en los
diferentes niveles educativos, desde preescolar hasta la Universidad, en informes
hasta en tesis de investigación, utilizados como técnica de estudio hasta herramienta
para el aprendizaje, ya que permite al docente ir construyendo con sus alumnos y
explorar en estos los conocimientos previos y al alumno organizar, interrelacionar y
fijar el conocimiento del contenido estudiado. El ejercicio de elaboración de mapas
conceptuales fomenta la reflexión, el análisis y la creatividad.
Con relación a lo antes expuesto, del Castillo y Olivares Barberán, expresan que "el
mapa conceptual aparece como una herramienta de asociación, interrelación,
discriminación, descripción y ejemplificación de contenidos, con un alto poder de
visualización". (2001,p.1) Los autores señalados exponen que los mapas no deben
ser principio y fin de un contenido, siendo necesario seguir "adelante con la unidad
didáctica programada, clases expositivas, ejercicios-tipo, resolución de problemas,
tareas grupales... etc.", lo que nos permite inferir que es una técnica que si la usamos
desvinculada de otras puede limitar el aprendizaje significativo, viéndolo desde una
perspectiva global del conocimiento y considerando la conveniencia de usar en el
aula diversos recursos y estrategias dirigidas a dinamizar y obtener la atención del
alumno; es por eso que la recomendamos como parte de un proceso donde deben
incluirse otras técnicas como el resumen argumentativo, el análisis critico reflexivo, la
exposición, análisis de conceptos, discusiones grupales...(ver TECLAS )
371
Concepto:
Un concepto es un evento o un objeto que con regularidad se denomina con
un nombre o etiqueta (Novak y Gowin, 1988) Por ejemplo, agua, casa silla, lluvia.
El concepto, puede ser considerado como aquella palabra que se emplea para
designar cierta imagen de un objeto o de un acontecimiento que se produce en la
mente del individuo. (Segovia, 2001). Existen conceptos que nos definen elementos
concretos (casa, escritorio) y otros que definen nociones abstractas, que no podemos
tocar pero que existen en la realidad (Democracia, Estado)
Palabras de enlace: Son las preposiciones, las conjunciones, el adverbio y en
general todas las palabras que no sean concepto y que se utilizan para relacionar
estos y así armar una "proposición" Ej. : para, por, donde, como, entre otras. Las
palabras enlace permiten, junto con los conceptos, construir frases u oraciones con
significado lógico y hallar la conexión entre conceptos. Proposición: Una proposición
es dos o más conceptos ligados por palabras enlace en una unidad semántica.
Líneas y Flechas de Enlace: En los mapas conceptuales convencionalmente, no se
utilizan las flechas porque la relación entre conceptos esta especificada por las
palabras de enlace, se utilizan las líneas para unir los conceptos...
Las Flechas: Novak y Gowin reservan el uso de flechas "... solo en el caso de que la
relación de que se trate no sea de subordinación entre conceptos", por lo tanto, se
pueden utilizan para representar una relación cruzada, entre los conceptos de una
sección del mapa y los de otra parte del "árbol" conceptual... La flecha nos indica que
no existe una relación de subordinación. Por ejemplo: agua, suelo, fruta.
Conexiones Cruzadas: Cuando se establece entre dos conceptos ubicados en
diferentes segmentos del mapa conceptual, una relación significativa.
372
Cómo se representan los mapas conceptuales: El mapa conceptual es un
entramado de líneas que se unen en distintos puntos, utilizando fundamentalmente
dos elementos gráficos:
3. La elipse u ovalo
373
Lo expuesto permite afirmar que un mapa conceptual es:
Un resumen esquemático que representa un conjunto de significados conceptuales
incluidos en una estructura de proposiciones". (Joseph D. Novak)
Un Resumen: ya que contiene las ideas más importantes de un mensaje, tema o
texto.
Un Esquema: dado que es una representación Grafica, se simboliza
fundamentalmente con modelos simples (líneas y óvalos) y pocas palabras
(conceptos y palabras enlace), Dibujos, colores, líneas, flechas (conexiones
cruzadas)
Una Estructura: se refiere a la ubicación y organización de las distintas partes de un
todo. En un mapa conceptual los conceptos más importantes o generales se ubican
arriba, desprendiéndose hacia abajo los de menor jerarquía. Todos son unidos con
líneas y se encuentran dentro de óvalos.
Conjunto de significados: dado que se representan ideas conectadas y con sentido,
enunciadas a través de proposiciones y/o conceptos (frases)
374
• Es conveniente escribir los conceptos con letra mayúscula y las palabras de
enlace en minúscula, pudiendo ser distintas a las utilizadas en el texto,
siempre y cuando se mantenga el significado de la proposición.
• Para las palabras enlace se pueden utilizar verbos, preposiciones,
conjunciones, u otro tipo de nexo conceptual, las palabras enlace le dan
sentido al mapa hasta para personas que no conozcan mucho del tema.
• Si la idea principal puede ser dividida en dos o más conceptos iguales estos
conceptos deben ir en la misma línea o altura.
• Un mapa conceptual es una forma breve de representar información.
Los errores en los mapas se generan si las relaciones entre los conceptos son
incorrectas. Es fundamental considerar que en la construcción del mapa conceptual,
lo importante son las relaciones que se establezcan entre los conceptos a través de
las palabras-enlace que permitan configuran un "valor de verdad" sobre el tema
estudiado, es decir si estamos construyendo un mapa conceptual sobre el "Poder
Político" la estructura y relaciones de este deben llevar a representar este concepto y
no otro. Para elaborar mapas conceptuales se requiere dominar la información y los
conocimientos (conceptos) con los que se va a trabajar, lo que quiere indicar que si
no tenemos conocimientos previos por ejemplo sobre energía nuclear mal podríamos
intentar hacer un mapa sobre el tema, y de atrevernos a hacerlo pueden generarse
las siguientes fallas en su construcción:
• Que sea una representación gráfica arbitraria, ilógica, producto del azar y sin
una estructuración pertinente
• Que solo sean secuencias lineales de acontecimientos, donde no se evidencie
la relación de lo más general a lo específico
• Que las relaciones entre conceptos sean confusas e impidan encontrarle
sentido y orden lógico al mapa conceptual.
• Que los conceptos estén aislados, o lo que es lo mismo que no se de la
interrelación entre ellos.
375
1. – En la medida que se lea debe identificarse las ideas o conceptos principales
e ideas secundarias y se elabora con ellos una lista.
4. - Seleccionar los conceptos que no se derivan uno del otro pero que tienen
una relación cruzada
6. - Utilizar líneas que conecten los conceptos, y escribir sobre cada línea una
palabra o enunciado (palabra enlace) que aclare porque los conceptos están
conectados entre sí.
376
Los conceptos deben ir representados desde el más general al más especifico en
orden descendente y utilizando las líneas cruzadas para los conceptos o
proposiciones interrelacionadas.
EJEMPLOS.
377
4. Bibliografía
378
FICHA DE COMENTARIO O DE INTERPRETACIÓN
Selección de Textos.
http://www.quadraquinta.org/documentos-teoricos/cuaderno-de-apuntes/comentariodetextos.html
379
FICHA COMENTARIO O DE INTERPRETACIÓN
Introducción
Para comentar un texto literario hay que analizar conjuntamente lo que el texto
dice y cómo lo dice. Estos dos aspectos no pueden separarse, pues, como opina el
profesor Lázaro Carreter: "No puede negarse que en todo escrito se dice algo (fondo)
mediante palabras (forma). Pero eso no implica que forma y fondo puedan
separarse. Separarlos para su estudio sería tan absurdo como deshacer un tapiz
para comprender su trama: obtendríamos como resultado un montón informe de
hilos".
380
Consejos para hacer un buen comentario de textos literario
Para llevar a cabo el análisis conviene seguir un método, establecer una serie
de fases o etapas en el comentario que nos permitan una explicación lo más
completa posible del texto.
381
Etapa previa: Lectura comprensiva y localización del texto
382
Los textos pueden pertenecer a los más diversos géneros literarios:
383
Argumento y tema
Para hallar la estructura de un texto hay que delimitar en primer lugar sus
núcleos estructurales. Estos pueden estar divididos a su vez en subnúcleos.
Además, hay que determinar las relaciones que se establecen entre ellos.
384
Postura del autor en el texto y punto de vista
El contexto
Hay que analizar también desde dónde relata la historia (desde afuera, desde
arriba, etc.), si aparece o no el narrador y qué punto de vista adopta: tercera persona
omnisciente, tercera persona observadora, primera persona protagonista, primera
persona testigo, etc.
385
Tipos de narrador
Análisis de la forma
Hemos visto como el fondo y la forma de un texto está íntimamente unida. Por
eso en esta fase del comentario se ha de poner al descubierto cómo cada rasgo
formal responde, en realidad, a una exigencia del tema. En este apartado habremos
de analizar:
386
El análisis métrico de los textos en verso
Ritmo, medida, rima, pausas, encabalgamientos, tipos de versos y estrofas
utilizadas, etc.
387
como lectores, proporcionamos vida al texto cuando lo leemos; si no, sería un libro
cerrado, muerto. La intención comunicativa del texto es aquella que el lector obtiene
del texto, lo que a él le comunica.
• Funciones del lenguaje que predominan en el texto. Actitud del autor ante el
lector: ¿Se dirige directamente a él?
• Reacción que la lectura provoca en nosotros como lectores: emoción,
identificación, rechazo, etc.
• Intención comunicativa dominante en el texto: informativa, persuasiva, lúdica…
• Posición del autor ante el sistema de valores de su época.
Juicio crítico
388
ANEXOS.
389
BIBLIOGRAFÍA.
A continuación se presenta el acervo bibliográfico analizado por
orden cronológico.
DEPORTE Y AGRESIÓN.
Cagigal José Maria (1990)
Esa «Válvula de escape»
Alianza Editorial S.A. Madrid, 1990.
Pág. 99 – 122
EL HOMBRE COMPETITIVO.
Coca Santiago (1993)
El Hombre es lo que importa.
Alianza Editorial S. A. Madrid.
Pág., 15 – 35
390
EL HOMBRE COMPETITIVO.
Coca Santiago (1993)
El Hombre Competitivo.
Alianza Editorial S. A. Madrid
Pág. 131 – 189
ESPORT Y AUTORITARISMOS.
González Aja Teresa (2002).
Deporte y Relaciones Internacionales de 1918.
Alianza Editorial S.A. Madrid.
Pág. 27 – 47
391
LIGAS EN INTERNET CONSULTADAS:
EL ARTÍCULO.
www.biblion.bib.via.mx/didactica/farticulo.htm
EL ENSAYO.
www.biblion.bib.via.mx/didactica/fensayo.htm
MAPA CONCEPTUAL.
http://www.didacticahistoria.com/didacticos/did09.htm
392