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Deriva Continental

Fue Alfred Wegener, meteorólogo y geofísico alemán quien en el año 1915 publica un
libro llamado El Origen de los Continentes y los Océanos en donde estableció su
hipótesis de la Deriva Continental, en ella planteó la idea de que en algún momento del
pasado geológico existió un único continente o supercontinente llamado Pangea y
también afirmaba que este se había fragmentado hace 200 millones de años (Era
Mesozoica) en continentes mas pequeños que derivaron a las posiciones que se
encuentran actualmente.

Antes de que Wegener publicara su hipótesis habían otras teorías muy aceptadas para la
época que trataban de explicar como se formaban las montañas, se pensaba que se
habían originado producto de esfuerzos compresivos causados por un gradual
enfriamiento de la tierra la cual estuvo en un inicio totalmente fundida, Tarbuck y
Lutgens (2005) lo explican de la siguiente manera a medida que el interior se enfriaba y
contraía, la capa externa sólida de la Tierra se deformaba mediante pliegues y fallas para
ajustarse al planeta, que se encogía. Se consideraban las montañas como algo análogo a
las arrugas que aparecen en el piel de la fruta cuando se seca.

La teoría citada anteriormente perduró por mucho tiempo, incluso, luego de que
Wegener publicara su hipótesis de la deriva continental para la cual se apoyó en distintas
observaciones que realizó alrededor del mundo basadas en estudios geográficos,
paleontológicos y climáticos. Estas evidencias se estudiaran a continuación:

Encaje de los Continentes (evidencias geográfica): una de las evidencias que estaba a la
vista de todos es la que se encuentra en los mapas, en donde se puede notar las
semejanzas en las lineas de costa en los continentes separados por miles de kilómetros,
muy particularmente el caso de Sudamérica y África, ya que, si unimos la parte
occidental de África con la oriental de Sudamérica calzarán como un rompecabezas. Los
geólogos del siglo pasado que se oponían a la idea de Wegener argumentaban que el
ajuste de los continentes en la actualidad era imposible, debido, a que la línea de costa
de los continentes está constantemente sometida a procesos erosivos y sedimentarios y
por consiguiente sufriendo modificaciones. Hoy sabemos que para realizar un ajuste
preciso hay que tomar el verdadero límite externo de los continentes, el cual se
encuentra sumergido a centenares de metros de profundidad por debajo del nivel del
mar. Distintos estudios sobre este hecho se han llevado a cabo a lo largo del tiempo y
uno de los primeros Tarbuck y Lutgens (2005) lo describen como sigue: A principios de
la década de los sesenta Sir Edward Bullard y dos de sus colaboradores produjeron un
mapa en el que se intentaba ajustar los bordes de las plataformas continentales
sudamericana y africana a profundidades de 900 metros. Aunque los continentes se
solapaban en unos pocos lugares, se trata de regiones donde las corrientes han
depositado grandes cantidades de sedimentos, aumentando con ello el tamaño de las
plataformas continentales. El ajuste global fue incluso mejor de lo que habrían
sospechado quienes apoyaban la teoría de la deriva continental.

Evidencias Paleontológicas: Wegener sabía que el encaje de los continentes no era


evidencia suficiente para respaldar su teoría de la deriva continental, faltaba algo más, y
esto lo encontró en literaturas de investigaciones científicas en la que paleontólogos
reportaban la existencia de formas de vida idénticas ,fosilizadas, cuya datación las
ubicaba en el mesozoico, estos fósiles eran encontrados en las los bordes continentales
de masas de tierra separadas por miles de kilómetros de distancia. Solo había una
explicación para este hecho y es el que proponía Wegener, ya que, de lo contrario la
fauna y la flora de continentes distintos deben ser también diferentes. Dentro de este
razonamiento Wegener citó ejemplos muy concretos de fósiles hallados en diversos
continentes y que de ninguna forma habrían podido cruzar el océano en vida. El caso
más estudiado es el Mesosaurus, del cual Tarbuck y Lutgens (2005) opinan lo siguiente:
el Mesosaurus, un reptil acuático depredador de peces cuyos restos fósiles se encuentran
sólo en las lutitas negras del Pérmico (hace unos 260 millones de años) en el este de
Sudamérica y en el sur de África . Si el Mesosaurus hubiera sido capaz de realizar el
largo viaje a través del enorme océano Atlántico meridional, sus restos deberían tener
una distribución más amplia. Como esto no era así, Wegener supuso que Sudamérica y
África debieron haber estado juntas durante este período de la historia de la Tierra.

Otro ejemplo propuesto por Wegener es el de un helecho fósil llamado Glossopteris, de


cuya existencia y distribución geográfica Tarbuck y Lutgens señalan que se sabía que
esta planta, caracterizada por grades semillas de difícil distribución, estaba muy dispersa
entre África, Australia, India y Sudamérica durante el Paleozoico tardío. Más tarde, se
descubrieron también restos fósiles de Glossopteris en la Antártida. Wegener también
sabía que esos helechos con semilla y flora asociada con ellos crecían solo en un clima
subpolar. Por consiguiente, llegó a la conclusión de que cuando las masas de tierra
estuvieron unidas se encontraban mucho más cerca del polo sur.

Para explicar la presencia de organismos idénticos en continentes separados por miles de


kilómetros de mar abierto, los científicos que rechazaban la teoría de la deriva
continental argumentaron la existencia de los llamados puentes de tierra transoceánicos
que conectaron en algún momento a los continentes, como Sudamérica y África, y es a
través de ellos por donde cruzaron los distintos organismos y en consecuencia se
lograron extender por toda la Tierra. Pero para que esto haya sido cierto deben haber
quedado algunos vestigios de tales estructuras, cosa que en los mapas actuales de los
fondos oceánicos no existen; por lo tanto este argumento no tiene ninguna validez.

Tipos de rocas y semejanzas estructurales: Wegener no se limitó al estudio de fósiles


sino que además agregó a su teoría estudios en cuanto a las semejanzas existentes en los
tipos de rocas y cinturones montañosos a lo largo de las lineas de costas y la continuidad
que estos tienen. Tarbuck y Lutgens (2005) establecen que Wegener encontró pruebas de
rocas ígneas de 2.200 millones de años de antigüedad en Brasil que se parecían mucho a
rocas de antigüedad semejante encontradas en África. Pruebas similares existen en
forma de cinturones montañosos que terminan en la línea de costa, sólo para reaparecer
en las masas continentales situadas al otro lado del océano. Por ejemplo, el cinturón
montañoso que comprende los Apalaches tiene una orientación noreste en el este de
Estados Unidos y desaparece en la costa de Terranova. Montañas de edad y estructuras
comparables se encuentran en las Islas Británicas y Escandinavia. Cuando se reúnen
esas masas de tierra, las cadenas montañosas forman un cinturón casi continuo.

Evidencias paleoclimáticas: basándose en el estudio de capas de sedimentos que revelan


la existencia de climas en el pasado y que son muy contrarios a los actuales, en los
diversos continentes y sabiendo que estos son el resultado de la posición geográfica que
cada uno posee, Wegener notó que habían pruebas de una intensa glaciación asociada
,durante el paleozoico tardío, en zonas que hoy son ecuatoriales y que se caracterizan
por ser tropicales, asimismo en el hemisferio norte hay evidencias de pantanos tropicales
para el mismo tiempo geológico, lo cual descarta la idea de una glaciación a escala
global, una sola explicación queda para este hecho y es la proporcionada por Wegener,
en la que Tarbuck y Lutgens (2005) la documentan así: Wegener sugirió que el
supercontinente Pangea proporcionaba una explicación más plausible para la glaciación
del final del Paleozoico. En esta configuración los continentes meridionales están unidos
y se sitúan cerca del Polo Sur . Esto explicaría las condiciones necesarias para generar
extensiones enormes de hielo glacial sobre gran parte del hemisferio meridional. Al
mismo tiempo, esta geografía colocaría las masas septentrionales actuales más cerca del
Ecuador y explicaría sus enormes depósitos de carbón. Wegener estaba tan convencido
de que su explicación era correcta que escribió: «Esta prueba es tan convincente que, por
comparación, todos los demás criterios deben ocupar una posición secundaria».

Si bien la propuesta sobre la deriva continental por una parte explicaba mediante todo el
conjunto de evidencias que los continentes alguna vez estuvieron juntos, por otra no era
capaz de proporcionar el mecanismo por el cual esta masas de tierra se habían movido.
Wegener trató de resolver este problema al sugerir dos mecanismos posibles, pero estas
teorías fueron inmediatamente rechazadas debido a que físicamente no eran viables.
Tarbuck y Lutgens (2005) describen estas hipótesis y su objeciones como sigue: Uno de
ellos era la fuerza gravitacional que la Luna y el Sol ejercen sobre la Tierra y que
provoca las mareas. Wegener argumentaba que las fuerzas mareales afectarían
principalmente la capa más externa de la Tierra, que se deslizaría como fragmentos
continentales separados sobre el interior. Sin embargo, el destacado físico Harold
Jeffreys contestó correctamente con el argumento de que las fuerzas mareales de la
magnitud necesaria para desplazar los continentes habrían frenado la rotación de la
Tierra en cuestión de unos pocos años. Wegener sugirió también, de manera incorrecta,
que los continentes más grandes y pesados se abrieron paso por la corteza oceánica de
manera muy parecida a como los rompehielos atraviesan el hielo. Sin embargo, no
existían pruebas que sugirieran que el suelo oceánico era lo bastante débil como para
permitir el paso de los continentes sin deformarse él mismo de manera apreciable en el
proceso.

En 1930, poco después de escribir su último libro Wegener realizó una expedición a la
zona glaciar de Groenlandia en donde desgraciadamente murió congelado junto a uno
de sus compañeros. Su legado aunque era mayoritariamente rechazado por la comunidad
científica de la época, hubo algunos que si creían en sus ideas como el geólogo
Alexander du Toit quien en el año 1937 da una posible explicación al mecanismo por el
cual se mueven los continentes, él sugirió que la propulsión que generaba el movimiento
de los continentes era originada por las corrientes de convección que actúan en el manto
terrestre. Los siguientes 20 años no hubo ningún avance en la teoría de la deriva
continental, pero la segunda guerra mundial había terminado y con ello había dejado un
sin fin de datos recabados que aunque con fines belicistas, tenían la última pieza que
faltaba en el rompecabezas para demostrar de una vez por todas que la deriva continental
era cierta.
Estos estudios se basan en exploraciones del suelo oceánico y el principal investigador
fue Harry Hess, él fue quien propuso la hipótesis de la expansión del fondo oceánico, el
cual Tarbuck y Lutgens describen el artículo que escribió Hess de la siguiente manera:
proponía que las dorsales oceánicas estaban localizadas sobre zonas de ascenso
convectivo en el manto. A medida que el material que asciende desde el manto se
expande lateralmente, el suelo oceánico es transportado de una manera parecida a como
se mueve una cinta transportadora alejándose de la cresta de la dorsal. En estos puntos,
las fuerzas tensionales fracturan la corteza y proporcionan vías de intrusión magmática
para generar nuevos fragmentos de corteza oceánica. Por tanto, a medida que el suelo
oceánico se aleja de la cresta de la dorsal, es sustituido por nueva corteza. Hess propuso,
además, que la rama descendente de una corriente de convección en el manto tiene lugar
en los alrededores de las fosas submarinas. Hess sugirió que éstas son sitios donde la
corteza oceánica es empujada de nuevo hacia el interior de la Tierra. Como
consecuencia, las porciones antiguas del suelo oceánico se van consumiendo de manera
gradual a medida que descienden hacia el manto. Como resumió un investigador, «¡no
sorprende que el suelo oceánico sea joven, está siendo renovado constantemente!».
Una de las ideas centrales de Hess era que «la corriente convectiva del manto
provocaba el movimiento de la capa externa de toda la Tierra». Así, a diferencia de la
hipótesis de Wegener de que los continentes se abrían paso por el suelo oceánico, Hess
propuso que la parte horizontal de la corriente convectiva del manto transportaba de una
manera pasiva los continentes. Además, en la propuesta de Hess se explicaba la juventud
del fondo oceánico y la delgadez de los sedimentos.
Al mismo tiempo que Hess realizaba sus estudios sobre el fondo oceánico, otros
científicos realizaban investigaciones en el área del paleomagnetismo específicamente
estudios sobre las inversiones magnéticas, estos estudios complementaron lo que Hess
había predicho Hess, Vera (1997) señala quienes fueron y cual fue la hipótesis que
argumentaron estos geofísicos: De acuerdo con la "hipótesis de Vine y Matthews" la
nueva corteza oceánica se formó a partir de magma inyectado en las crestas de las
dorsales oceánicas y a medida que fue enfriándose el magma y pasando por debajo de la
temperatura de Curie los materiales magnéticos quedaron orientados de acuerdo con el
campo magnético dominante. Se plantea con ello la teoría de la expansión oceánica
(Dietz, 1961; Vine, 1966), uno de los puntos de apoyo más firmes de la Teoría de la
Tectónica Global, según la cual los procesos de creación de fondo oceánico (acreción
cortical) son continuos, y dan lugar a la formación de bandas de materiales simétricas
que se van separando del centro de la dorsal. El campo magnético terrestre ha cambiado
de manera que en los materiales de ambos lados de la dorsal quedarán reflejadas dichas
modificaciones con límites lineales que separan áreas con diferente polaridad magnética.
Estas bandas son aproximadamente paralelas a los ejes de las dorsales y se llaman
"anomalías magnéticas".

Lo anteriormente expuesto abrió un nuevo campo de estudio en la geología, que se


conoce como magnetoestratigrafía, y Vera (1997) establece su aplicación en el siguiente
párrafo: El estudio del paleomagnetismo de materiales de secciones estratigráficas de
diferentes edades y localidades suministra información sobre dos aspectos del mayor
interés en el estudio estratigráfico y en el análisis de cuencas. El primero es información
sobre la posición relativa de los polos magnéticos en cada intervalo de tiempo y el
segundo es el establecimiento correlaciones estratigráficas entre diferentes secciones y
de ellas con respecto a una escala magnetoestratigráfica de referencia.

Cabe destacar que la escala magnetoestratigráfica que se tiene actualmente es muy


detallada para los últimos 160 Ma, desde el Bathoniense hasta el presente, lo cual
difiere en cuanto a la duración de la escala del tiempo geológico basada en fósiles , esto
se debe precisamente a que la corteza oceánica es muy joven, no supera los 180 Ma de
antigüedad.

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