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GUAYACÁN, EL ÁRBOL

MÁGICO QUE CONVIERTEN


EN CARBÓN
SE LO CONOCE CÓMO EL ÉBANO ARGENTINO. SU MADERA ES DURA Y PERDURABLE.
TIENE USOS MEDICINALES Y TAMBIÉN SIRVE PARA CONSTRUCCIONES RURALES,
PERO EN NUESTRO PAÍS SE LO CONVIERTE EN CARBÓN. VIDA Y OBRA DE UN ÁRBOL
QUE ESTÁ EN RIESGO DE DESAPARICIÓN PERO SIRVE PARA BAJAR EL COLESTEROL.

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Encendió las alarmas Aldo Bonino, artesano damasquinador de San Francisco, Córdoba.
Mientras el público admiraba sus trabajo de encabado de cuchillos, él se puso en el aprieto
de elegir la mejor madera, la más expresiva, la que le transmite la mayor cantidad de
emociones. “El guayacán”, dijo. Y agregó: “La gente no conoce esa madera, o sí, pero
la conoce de una forma un poco triste. Porque a pesar de ser una madera noble, que
no se modifica con la humedad, que tiene hermosas tonalidades de color, se la
sigue usando para convertirla en carbón”.
El Guayacán está en la lista roja de árboles vulnerables según la Unión Internacional para
la Conservación de la Naturaleza. Tiene estas cualidades: su madera es muy dura, muy
pesada, tiene contracciones medianas, es impenetrable, con un veteado suave, de
brillo mediano, de textura fina y homogénea. Por esa resistencia se la utiliza en la
construcción de corrales, bretes, mangas, pisos de vivienda familiar, postes y,
lamentablemente, carbón, porque el Guayacán tiene otra cualidad: es un excelente
combustible.
Este árbol es inalterable a la intemperie, a la humedad. Tampoco pierde sus
cualidades estando soterrado, por eso es apropiada para la elaboración de postes y
durmientes. Su excesiva dureza limita sus aplicaciones en mueblería y tornería. Pero su
corteza es preciosa: se utiliza en medicina natural porque previene el colesterol. Y su fruto
se usa como alimento para el ganado vacuno, según el trabajo “Maderas nativas del monte
chaqueño”, del ingeniero forestal Pedro Delvalle, INTA Colonia Benítez, de Chaco.
La etnia chorote –presente hoy en la región del chaco salteño- le da un uso medicinal. Y
no son los únicos; también los guaraníes y la etnia toba usaron y usan sus
propiedades curativas que también analizó la medicina moderna. Sobre estas
propiedades medicinales, en la revista de Ciencias Forestales de la Facultad de Ciencias
Forestales de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, se menciona: “Estudios
etnobotánicos realizados determinaron que esta especie se usa en forma de decocción
de los frutos molidos (adicionados, ocasionalmente, de hojas o corteza) para la tos y el
resfrío. Con el mismo fin se emplea la decocción de las semillas molidas. La decocción de
hojas y corteza se usa para tratar el reumatismo, en forma de baños. La infusión de sus
frutos se usa para calmar dolores estomacales. Además se emplea para disipar
coágulos de sangre producidos por golpes; y también como abortivo. Uso medicinal de
corteza y frutos.”
El Guayacán (Caesalpinia paraguariensis, según su nombre científico) tiene
representantes en varias provincias argentinas: Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del
Estero, Catamarca, Córdoba, La Rioja, San Luis, Formosa, Chaco, Corrientes y Santa
Fe. Es un árbol de copa amplia y follaje delicado que permite el paso de la luz del sol
proporcionando una media sombra. El tronco tiene una corteza verde grisácea, delgada y
lisa, que se desprende dejando ver sus características manchas de diferentes tonalidades
(verdes, ocres y herrumbre). En primavera ofrece el vistoso espectáculo de sus flores
amarillas en racimos.
Al describir la flora del Gran Chaco, Luis Jorge Fontana hace la siguiente referencia: “Entre
las plantas que hemos indicado, suele encontrarse casi aislado, porque nunca forma
grupos, el gigantesco guayacán, Caesalpinia melanocarpa, que ofrece una de las
maderas más exquisitas de esta región; la de los gajos más delgados es colorada,
con vetas más oscuras, muy finas y la del tallo, que generalmente se eleva a más de
veinte pies, es negra como el azabache y durísima; cuando está pulida difícilmente
podrá el ojo desnudo reconocer sus fibras.” (Fontana, Luis Jorge: “El Gran Chaco”, Ed.
Solar, Hachette, Buenos Aires, 1977)
El mito del Guayacán
Jorge Oliva reproduce en su libro “Historias del Gran Chaco” el siguiente relato atribuido al
grupo Mataco-Maká, subgrupo Nivaclé: “Cuando las mujeres aborígenes encuentran a un
hombre que les gusta lo marcan rasguñándole el rostro, el pecho y los antebrazos. El
hombre es elegido siempre por la mujer y no puede tomar la iniciativa. La sangre de los
rasguños indica que ese hombre está comprometido con esa mujer.
“Un día una muchacha que no había conocido hombre caminaba por una senda en busca
de agua. De pronto se encontró con el árbol Nasuc, el Guayacán y se encendió su pecho.
Totalmente enamorada, se abrazó apasionadamente al árbol y sin poder contener su
deseo, arañó la corteza hasta que brotó sangre. Todos los días, camino a buscar agua,
realizaba la misma ceremonia de abrazar y rasguñar a Nasuc, mientras lo encerraba en
sus brazos le decía: ¡Como me gustaría que fueras hombre para poder casarme contigo!
“Eso continuó durante muchos días hasta que una mañana un hombre se apareció en la
choza de la muchacha y sin pedir permiso, no respetando la costumbre, se acostó a su
lado y le dijo: ´Vengo a casarme contigo. La muchacha, sorprendida, le dijo que ella no
quería casarse con nadie pero el hombre le aclaró que él era el árbol y que su amor y su
deseo lo habían transformado en un ser humano. Guayacán le repitió las palabras, las que
la muchacha decía cuando abrazaba al árbol llena de deseo. La joven quedó convencida y
se casó con él.
Así lo describe el maestro y poeta Aledo Luis Meloni (que tiene 102 años y vive en Chaco):
“Un guayacán, al sol, se entrega a su destino: polvareda de oro en la tarde bermeja. Se
adivina en su copa la fiebre azul del trino y la maravillosa alquimia de la abeja.”

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