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Pero los días son una red de triviales Suelen al hombre perder
miserias, La soberbia o la codicia;
¿y habrá suerte mejor que la ceniza También el coraje envicia
de que está hecho el olvido? A quien le da noche y día.
El que era menor debía
Sobre otros arrojaron los dioses Más muertes a la justicia.
la inexorable luz de la gloria, que mira las
entrañas y enumera las grietas, de la gloria, Cuando Juan Iberra vio
que acaba por ajar la rosa que venera; Que el menor lo aventajaba,
contigo fueron más piadosos, hermano. La paciencia se le acaba
Y le armó no sé que lazo. De rojez o palor y que le ha hecho
Le dio muerte de un balazo, Veste encendida.
Allá por la Costa Brava.
Creo en mi corazón, el que en la siembra
Sin demora y sin apuro Por el surco sin fin fue acrecentando.
Lo fue tendiendo en la vía Creo en mi corazón, siempre vertido,
Para que el tren lo pisara. Pero nunca vaciado.
El tren lo dejó sin cara,
Que es lo que el mayor quería. Creo en mi corazón, en que el gusano
No ha de morder, pues mellará a la muerte;
Así de manera fiel Creo en mi corazón, el reclinado
Conté la historia hasta el fin; En el pecho de Dios terrible y
Es la historia de Caín fuerte.
Que sigue matando a Abel.