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3. Ejercicios para el cerebro
Los antiguos Romanos ya reconocían la evidente conexión entre salud física y mental, pero
ha tenido que pasar tiempo hasta que la comunidad científica estudiara la relación entre el
ejercicio físico y deterioro cognitivo.
Actividad física:
Debe hacer regularmente actividad física, como caminar una o dos horas diaria
Haga deporte moderado como gimnasia, natación o cualquier otro tipo.
No olvide además realizar ejercicios para mejorar la movilidad articular y mejorar
musculación (flexión de piernas, extensión de tronco, flexión de cuello, estiramientos de
piernas, etc…). Le aconsejamos se dirija a los profesionales de centros de rehabilitación,
quienes le asesorarán sobre la realización correcta de dichos ejercicios.
No abandone las actividades diarias es decir, lo que hace o debe hacer cada día
obligatoriamente (las actividades de casa, la compra, etc.).
Es muy conveniente realizar actividades de ocio (viajes, salidas al campo, manualidades,
pintura,…).
Evite el sedentarismo, factor de riesgo importante de las enfermedades
neurodegenerativas.
Actividad mental:
Dieta:
Sobre todo no olvide mantener una dieta saludable. Coma frutas, hortalizas y frutos secos.
Evite el consumo excesivo de azúcar blanco y aditivos tipo colorantes que afectan al
sistema nervioso pudiendo alterar el comportamiento. Evite las grasas saturadas de origen
animal. Utilice aceite de oliva como aliño de sus verduras y ensaladas. Coma más pescado,
sobre todo pescado azul.
Ejercicios cerebrales para prevenir el
Alzheimer
El Alzheimer y alteraciones similares, son una de las enfermedades del siglo
XXI. Aunque la ciencia está en búsqueda de medicamentos o tratamientos que
logren postergar su aparición, cada vez son más las personas que lo padecen en
todo el mundo.
Hábitos saludables
Gimnasia cerebral
Bañarse con los ojos cerrados, por lo menos una vez a la semana: sólo con
el tacto, localice el jabón, shampoo, ajuste la temperatura del agua, etc.
Esto con el fin de reconocer nuevas texturas y potencializar los sentidos.
Usar la mano que sea menos hábil: la izquierda para los diestros, o la
derecha para los zurdos; para escribir, comer, cepillarse los dientes,
peinarse, abrir un cajón, manejar el mouse del computador, abrir y cerrar
la llave del agua, etc.
Hacer ejercicios con los dedos de las manos: unir la yema del pulgar con
los demás dedos y repetir varias veces. Esto ayuda a que los dos
hemisferios cerebrales se conecten.
Movimientos cruzados: sentado en una silla, levante la rodilla derecha y
tóquela con la mano izquierda, y viceversa. Se aconsejan series de 10
repeticiones.
Cambie la ubicación de las cosas: al saber donde está todo, la mente
construye un mapa y se evita esfuerzos.
Hacer crucigramas, rompecabezas, sudokus… juegos que inviten a pensar.
Caminar de espalda, puede ser en la casa donde no haya peligros.
Usar el reloj en la mano contraria a la que normalmente lo usa.
Vestirse con los ojos cerrados.
Estimular el paladar con cosas diferentes.
Leer en voz alta.
Ver las fotos al revés, de cabeza para abajo.
Mirar la hora en un espejo.
Cambiar de ruta para ir de la casa al trabajo.
Como vemos, todas las ideas anteriores tienen algo en común: se salen de la
rutina. Las actividades rutinarias hacen que el cerebro funcione automáticamente
y requiera un consumo mínimo de energía, asimismo, no hay fabricación de
neurotrofinas, las cuales favorecen la memoria y su producción depende de cuan
activas sean las células del cerebro. ¡Así que a ponerlas en práctica!