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Richard Rorty: contingencia del lenguaje y lenguaje inclusivo.

A fin del año pasado, una vez más, La Real Academia española rechazó el lenguaje inclusivo por
considerarlo “innecesario” e “incorrecto”. El planteo busca demostrar que todas las formas
“inclusivas” del lenguaje tales como la utilización de la e, la x y también la utilización del
masculino y el femenino (todos y todas) para designar un colectivo mixto no son apropiadas, ya
que-cito- "el masculino, por ser el no marcado, puede abarcar el femenino en ciertos contextos. “No
hay razón para pensar que el género masculino excluya a las mujeres en tales situaciones”.
El conflicto existente en torno este “nuevo lenguaje” (nuevo en cierto sentido, ya que no busca
reformular todas las reglas del lenguaje actual, sino sólo algunas de ellas), puede ser sin duda
analizado desde la perspectiva de la filosofía del lenguaje.
En este sentido, el objetivo de este trabajo será pensar la problemática del lenguaje inclusivo en los
términos en los cuales Rorty define al lenguaje, la verdad y la comunidad lingüística. En este
sentido, no se buscará a partir del autor lograr una defensa anacrónica de la utilización de dicho
lenguaje, sino poder analizar la problemática que éste mismo plantea en nuestra comunidad hoy a
partir de los conceptos que Rorty nos facilita. Para ello nos serviremos de los planteos de Quine y
de Davidson ambos autores recuperados también por Rorty en sus textos. De esta manera, en el
cuerpo del trabajo, se desarrollará las teorías de los tres autores para reflexionar luego en la
conclusión las posibilidades que dichos análisis nos proporcionan para pensar el conflicto existente
en la actualidad en relación a la utilización (o no utilización) del lenguaje inclusivo.

La concepción semántica de Donald Davidson debe mucho a la concepción de Tarski de la verdad.


A grandes rasgos, Tarski propone que una oración es verdadera si “dice que el estado de cosas es de
tal y tal forma, y el estado de las cosas es, en efecto, de tal y tal forma”. Para Davidson, la teoría del
lenguaje debe dar cuenta de su composicionalidad, debe proporcionar el significado de todas sus
oraciones. Pero, sólo en el contexto del lenguaje una oración tiene significado. En palabras de
Davidson: una teoría del significado para un lenguaje L muestra “cómo los significados de las
oraciones dependen de los significados de las palabras” si contiene una definición (recursiva) de
verdad para L.1 Conocer el concepto semántico de verdad de un lenguaje es conocer el concepto
semántico de verdad de una oración, es decir, a comprender el lenguaje. Una teoría empírica del
lenguaje es exitosa en tanto recupera la estructura del lenguaje, es decir, la capacidad de hablar y
comprender un lenguaje.

1
Davidson, D.; de la verdad y de la interpretación, pp.45
Pero Davidson advierte que su teoría de la verdad no puede estar escindida de la teoría de la
interpretación, herencia de su maestro Quine, quien centra su estudio semántico del lenguaje en la
traducción radical, es decir, cómo puede llevarse a cabo la traducción de un lenguaje a otro y qué
puede decirnos esta traducción de la estructura semántica de un lenguaje “x”. El problema de
significación en este contexto es que para traducir el significado de una palabra de un lenguaje a
otro deberá ser tenido en cuenta el contexto en el cual esta significación se desarrolla, así como
conductas observables no verbales de los sujetos involucrados en el estudio del lenguaje a traducir.
Es por ello que Quine reconoce dos tipos de significaciones: la significación estimulativa positiva-
las afirmaciones sobre un objeto-y las significaciones estimulativas negativas-las negaciones-. Una
a otra se excluyen, no pueden coexistir en la significación que da de un objeto el sujeto hablante.
Para que el lingüista pueda operar sobre este lenguaje extraño, comprenderlo y traducirlo, Quine
expone algunas sentencias sobre el método a utilizar: 1) las sentencias observacionales son
traducibles, la situación es la normal situación inductiva; 2) las funciones veritativas son
traducibles; 3) tanto las sentencias estimulativamente analíticas como las estimulativamente
contradictorias son reconocibles como tales; y, 4) Es posible resolver cuestiones de sinonimia
estimulativa intrasubjetiva para sentencias ocasionales, aunque no sean observables. El manual
terminado tendrá como resultado neto una correlación semántica infinita de sentencias, a saber, la
especificación implícita de una sentencia castellana, o de varias de ellas aproximadamente
intercambiables (…).2
Sin embargo, el proceso de traducción no es posible en un sentido acabado: uno puede observar la
misma sentencia dicha por diferentes hablantes del lenguaje, observar su comportamiento al decirla,
su conducta no verbal y, sin embargo, nunca poder afirmar con exactitud que la traducción de esa
sentencia es completa. Según Quine hay siete causas por lo cual la traducción siempre es
indeterminada: a) primero debemos comprobar las hipótesis analíticas propuestas por el traductor en
el campo o sobre el terrenos, b) No hay sistematización gramatical única, c) tampoco hay unicidad
en la traducción, ya que varios traductores puede recoger todas las disposiciones lingüísticas del
lenguaje analizado y, sin embargo, llegar a traducciones diferente, d) un sujeto bilingüe debe estar
en una situación tal que le permita establecer de modo general correlaciones directas y unívocas
entre las sentencias de sus lenguajes, e) los lingüistas adoptan ciertos cánones implícitos que limitan
la elaboración de hipótesis analíticas de traducción, f) hay unas pocas hipótesis analíticas anteriores
guían al lingüista casi desde el primer momento y, g) para construir hipótesis analíticas el lingüista
atraviesa constricciones prácticas.
Wittgenstein decía que entender una sentencia implica entender un lenguaje. Pero Quine advierte
que la traducción se da poco a poco y que lo que el principio de indeterminación advierte es que hay

2
Quine; Traducción y significado, pp. 102/103.
que poner en duda la creencia cuasi universal que las referencias objetivas de los términos en
lenguajes radicalmente diferentes pueden compararse objetivamente. La verdad es claramente
relativa al lenguaje, en el sentido de que, por ejemplo, la forma verbal «Bruto mató a César»
podría por mera coincidencia tener usos incoherentes sin relación alguna, en dos lenguajes
diferentes; pero esto no perjudica gran cosa el discurso que usa el concepto de verdad, porque ese
discurso lo es siempre dentro de algún lenguaje. Dicho brevemente: los parámetros de la verdad
suelen estar bien fijados.3
En este sentido, la indeterminación de la traducción no tiene únicamente alcance epistemológico en
el sentido que nunca llegaremos a saber de manera objetiva y “verdadera” que la traducción de un
lenguaje a otro es correcta ya que siempre estaremos bajo el problema de la determinación del
contexto a las sentencias emitidas por un hablante. También la tesis de la indeterminación tiene un
alcance ontológico en el sentido que esta limitación a comprender al cien por cien un lenguaje
extranjero no se debe únicamente a no tener evidencia objetiva que nos permita traducir palabras de
manera “verdadera”, sino también a que cada lenguaje configura un mundo y, por lo tanto, no
podemos reemplazar nuestra forma de pensar nuestro propio lenguaje para entrar en la cabeza de
alguien que utiliza un lenguaje extraño a nosotros/as. Sólo si pudiéramos hacer esto, la traducción
sería objetivamente verdadera. Pero la única posibilidad de lograr traducciones lo más fielmente
posibles es aceptar que no hay sólo una forma de traducción sino muchas posibles, ninguna
“verdadera” en el sentido científico.
Siguiendo este planteo, Davidson llega a la siguiente conclusión: la teoría del significado sufre un
cambio sistemático pero no confuso; a cada expresión con un elemento demostrativo debe
corresponder en la teoría una frase que relacione las condiciones de verdad de oraciones en las
cuales se presenta la expresión con los hablantes y tiempo cambiantes. Así, la teoría implicará
oraciones como la siguiente: “Yo estoy cansado” es verdadera cuando es (potencialmente) dicha
por p en t si y sólo si p está cansado en t. 4 Con lo cual, Davidson relativiza su concepción de la
verdad. En este sentido, toda comprensión del lenguaje implica una interpretación radical. Con esto
quiere decir, que para interpretar un lenguaje debemos comprender la emisión dentro de la cual está
enmarcada: la razón no es que no podamos formular preguntas necesarias, sino que interpretar las
intenciones de un agente, sus creencias y sus palabras son partes de un único proyecto, ninguna de
cuyas partes puede suponerse completa antes de que el resto lo esté. Si esto es correcto, no
podemos convertir a toda la panoplia de intenciones y creencias en la base probatoria para una
teoría de la interpretación radical5.

3
Op.cit. Pp 108.
4
Davidson, D.; de la verdad y de la interpretación, pp. 55.
5
Davidson, D.; Interpretación radical, pp. 148.
¿Como hacemos entonces para elaborar una teoría semántica de la verdad teniendo en cuenta
creencias y deseos de los agentes que nos permita a la vez validar cualquier discurso del lenguaje en
cualquier lugar? Para ello el intérprete debe respetar ciertos supuestos acerca del sujeto sobre el cual
realiza la interpretación: Los supuestos son tres:
1) Principio de extensionalidad: los contenidos de las creencias más básicas del sujeto a interpretar
están constituidos por determinados rasgos objetivos del entorno, los cuales causan dichas creencias
del sujeto.
2) Principio de caridad: en los casos más básicos, lo que el sujeto considera verdadero será también
verdadero para el intérprete.
3) Principio de racionalidad: se atribuirá al hablante capacidad de pensar de modo coherente (de
acuerdo a los cánones de coherencia que maneja el intérprete).6
Dentro de estos supuestos el principio de caridad juega un rol clave porque permite establecer que
la verdad de una aseveración, afirmación o negación es dada por la persona que emite esa palabras,
es decir, que si el sujeto analizado considera verdadero lo que dice, el intérprete debe considerar
como verdadera dicha afirmación. Si sabemos que el sujeto toma la oración como verdadera
podremos inferir de esta manera algo de sus propias creencias y, podremos tal vez inferir el
significado. Este método pretende tomar a la creencia como la constante hasta que podamos
resolver el significado de dicha oración. Conociendo tan sólo las condiciones bajo las cuales los
hablantes consideran verdaderas a las oraciones, podemos extraer, dada una teoría satisfactoria,
una interpretación de cada oración.7

El análisis de las teorías tanto de Davidson como de Quine nos permitirá entender cual es el punto
de partida de Richard Rorty en sus reflexiones sobre el lenguaje y el conocimiento. La teoría
configurada por Rorty se conocerá como “conversacionalismo” y se apoya en dos tesis: el
contextualismo y el convencionalismo. El contextualismo sostiene que una aseveración está
justificada si y sólo si la comunidad a la que pertenece quien formule dicha aseveración la acepta
como verdadera. Esto quiere decir que los criterios de justificación son propios de cada comunidad
y no hay manera de conocerlos sino a través de la práctica social. Por otro lado, el
convencionalismo sostiene que los criterios de justificación son convencionales y, por lo tanto, no
tiene sentido preguntar cuál es el criterio “verdadero”. Justamente lo que Rorty quiere combatir es
la idea de una filosofía, de la mente, del propio lenguaje como “espejo de la naturaleza”: Rorty
quiere combatir la noción de representación.
Cuando pensamos en la noción de verdad es para nosotros más común pensar en una “verdad” que
se construye más que en la verdad como algo que se encuentra o se descubre. El lugar que la
6
Extraído de la clase N.º 8 de la materia Filosofía del lenguaje a cargo de Federico Penelas.
7
Davidson, D.; Interpretación radical, pp. 148.
ilustración le otorga a la razón como pilar de nuestro conocimiento, condición de posibilidad y
justificación hace que una larga tradición filosófica aún entiendan que el camino de la ciencia y la
filosofía se relaciona con encontrar la verdad, aferrarse a la certeza. Esto quiere decir que más allá
de que nosotros nos relacionemos más con la idea de verdad como convención, hay aún un vestigio
de la tradición de la ilustración en la concepción de la ciencia y la filosofía ( y también el lenguaje,
por qué no) como representaciones más o menos fieles del mundo. Pero también encontramos en la
filosofía una tradición que entiende a la ciencia como una actividad más que elabora descripciones
del mundo que tienen utilidad para conocer y predecir, pero que no son mas verdaderas que las
descripciones que puede realizar un poeta o un político acerca de la “realidad”. La verdad es
entendida desde esta perspectiva como una metáfora, imagen del mundo que no deja de ser
subjetiva y contingente. El mundo que describimos puede estar “ahí afuera”, pero no la verdad. La
verdad no es independiente del entendimiento humano. El mundo no habla, sólo nosotros lo
hacemos.8La verdad es una propiedad del lenguaje, no del mundo.
Concebir la historia del lenguaje como la historia de una metáfora es poder, de una vez por todas,
eliminar la concepción del lenguaje como medio y la idea de que el lenguaje tiene un propósito
intrínseco. Aceptar que el lenguaje es contingente, así como nuestra cultura (nuestros valores
morales, por ejemplo) es aceptar que no hay ningún valor, ningún lenguaje que sea superior a otro,
no hay ningún lenguaje que se considere correcto con respeto a otro. Tenemos que pensar de la
misma manera que Kuhn en sus “revoluciones científicas”: no hay una teoría que explica mejor al
mundo y que reemplaza a la anterior por estar “un poco más cerca” de la verdad, sino que son
diferentes concepciones del mundo. No hay un por qué en las luchas entre diferentes tipos de
lenguaje (el anterior y el nuevo) sino que se reemplazan ciegamente, sin un propósito específico.
Como sostiene Wittgenstein, tener un significado es tener un lugar en el juego del lenguaje,
significa conocer las reglas del juego, saber jugarlas. Pero no implica que esas reglas son correctas.
Mejor dicho, son correctas en tanto son contingentes. Como vimos con Davidson, las creencias de
una comunidad no solo son parte fundamental de ese juego, son el fundamento de ese juego. De la
misma manera que la inconmensurabilidad de Kuhn nos decía que pertenecer a una teoría específica
significa pertenecer a una determinada concepción del mundo y que esto, a su vez, hace que otra
concepciones nos parezcan alocadas o erróneas; pertenecer a una determinada comunidad
lingüística hace que, parafraseando a Wittgenstein, nuestro lenguaje conforme nuestra propia visión
del mundo en detrimento de otras. Pero esto no implica que este lenguaje sea correcto, sino
contingente. Debemos, pues, abandonar las certezas. Y ciertamente esto implica caer en una suerte
de relativismo, pero no en un relativismo escéptico entendido como la aceptación de la “no verdad”.
Sino de una verdad que cobra forma en la medida que pertenece a un cierto contexto y que juega

8
Rorty, R.; Contingencia, ironía y solidaridad, pp. 6.
ciertas reglas que responden a una convención, que por supuesto es contingente, pero no por eso
menos válida. En palabras de Rorty: la línea de pensamiento común a Blumenberg, Nietzsche,
Freud y Davidson sugiere que intentamos llegar al punto en el que ya no veneramos nada, en el
que a nada tratamos como a una cuasidivinidad, en el que tratamos a todo —nuestro lenguaje,
nuestra consciencia, nuestra comunidad— como producto del tiempo y del azar. Alcanzar ese punto
sería, en palabras de Freud, «tratar al azar como digno de determinar nuestro destino».9

Si aceptamos el planteo de Rorty de entender al lenguaje como una práctica social que muta
constantemente y que recibe sus propios fundamentos de convenciones de la comunidad que “lo
habla”, podremos comprender la lucha que hoy podemos vislumbrar alrededor del lenguaje
inclusivo. Kuhn dice que la transición de una teoría a otra no es de ninguna manera pacífica, por
ello habla de revoluciones científicas. De la misma manera, podemos entender que el lenguaje
inclusivo presenta una nueva forma de comprender el mundo y, por ello, presenta tantas
resistencias. La imagen nietzscheana de la verdad como un ejército de metáforas alude
indudablemente a un combate, las verdades se imponen y tienen su correlato político. O, dicho de
otra manera, lo que el lenguaje capta como lo verdadero también configura nuestra manera de
relacionarnos, el lugar que ocupamos en la comunidad, es decir, define nuestra comunidad política.
Cuando hablamos de lenguaje inclusivo no hablamos de un reduccionismo, de un facilismo o
meramente de un “cambio de vocal”, hablamos de nombrar a aquellos y aquellas que no se
encuentran identificados como masculino o femenino, categorías que definen nuestra forma de
relacionarnos, nuestro lugar en la comunidad y nuestros roles políticos.
Como sostiene Rorty, una comunidad liberal ideal es aquella que acepta que su propio lenguaje es
contingente y que no es un medio de representación del mundo, sino un producto de diversas
subjetividades que logran un acuerdo momentáneo en la forma en la cual se relacionan con el
mundo. Así, la aceptación de un nuevo lenguaje sería producto de un nuevo acuerdo en relación al
juego del lenguaje que se está “jugando”. Pero esto no es así. Aceptar un nuevo lenguaje trae
resistencias. Los aportes de estos tres autores no nos sirven, quizás, para demostrar que el lenguaje
inclusivo debe ser aceptado porque realmente incluiría a otras personas, porque sería más justo. Los
aportes de Quine, Davidson y Rorty nos sirven fundamentalmente para revisar las críticas que se le
hacen, para sospechar de aquellos que hablan de uso correcto o incorrecto, para analizar la
resistencia que genera. Es cierto que, cuando uno juega un juego, se encuentra enmarcado en ciertas
reglas. Pero así como esas reglas fueron creadas en algún momento, pueden ser abandonadas en un
futuro. Comprender esta perspectiva no significa caer en un relativismo desesperanzado, sino todo

9
Op. cit. Pp 42.
lo contrario: afirmar nuestra capacidad creativa a la hora de construir nuestro propio mundo. Y esa
construcción no puede prescindir del lenguaje porque el lenguaje es nuestro mundo.

Julia Pérez Ithuralde

Bibliografía
-Quine, W.V.O., (1951), “Dos dogmas del empirismo”, en Quine, W. V. O. (1984), Desde un punto
de vista lógico, Buenos Aires, Orbis
-Quine, W.V.O. (1968), Palabra y objeto, Barcelona, Labor, cap. 2.
-Davidson, D. (1967), “Verdad y significado”, en Davidson, D. (1990), De la verdad y de la
interpretación, Barcelona, Gedisa.
-Davidson, D. (1973), “Interpretación radical”, en Davidson, D. (1990)
-R. Rorty (1989), La filosofía y el espejo de la naturaleza, Madrid, Cátedra, cap. 4.
-Rorty, R. (1991), Contingencia, ironía y solidaridad, Barcelona, Paidos, cap. 1.
-Clases de la materia “filosofía del lenguaje” a cargo del profesor Federico Penelas.

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