El mundo en el oído. El nacimiento de la música en la cultura (occidental)
Acantilado España 2008 pps. 577 Rafael Ramírez Hernández zs15030301 Reseña: ¿Qué podemos aprender de esta historia? ¿Qué una lira lleva más lejos que un arado o un martillo o un yunque? JOSEPH BRODSKY Noventa años después xxvii
La producción cultural del mundo no tanto occidental, sino en general, es
inmensa. No obstante, sus principios siempre son inciertos. Decir que el principio de una característica cultural depende a tal o cual cultura, en tanto a aparición en la línea temporal es tarea bastante ardua sino ociosa. Por ejemplo, pensemos en el lenguaje, el lenguaje es por así decirlo, difícil de definirlo. Cada grupo de seres humanos cuentan con un sistema de comunicación bastante completo y descifrar ese código a la distancia, sino imposible, es fatigoso salvo que se tenga un registro palpable que cuando no está en libros, antes del libros, hay tablillas, estelas, rocas, etc… incluso, las pinturas rupestres de Altamira en España, representan un motivo humanamente comunicacional aunque no sepamos de todo quién fue el autor de dicha obra. En fin, pasa lo mismo con las artes que son un poco más esencialistas, menos palpables, aunque uno puede darse la idea por aquellos descubrimientos que se han registrado de distintos modos. Es decir, hay registros arqueológicos no del cómo se inventó la música o cómo fue que apareció, en cambio, sí hay instrumentos musicales aún completos con las cuales se interpretaban. Existen en materia de esto, muchos temas a la especulación por pertenecer a un arte tan sutil como lo vendría siendo, el hablar sobre cómo era aquella música o qué características tenía. Especular no es sencillo y menos académicamente aceptable, no obstante, sí es posible investigar de otro modo. Del modo de cómo es vista la religión ya que, la música, no siempre tuvo el elemento accesorio del que hoy dispone ni mucho menos coleccionable del que hoy dispone, sino, su mero acto de existir, fue para ritualista. ¿Cómo comenzó la música? Es la pregunta que si bien no tiene respuesta, Ramón Andrés usa de punta de lanza para indagar el cómo fue el encuentro del ser humano con la propiedad física del sonido, haciendo un repaso en su ensayo sobre sus usos en civilizaciones como aqueos, mesopotámicos, desde la antigua China, India o Egipto hasta lo que hoy se denomina Occidente actual. Y es que la música siempre estuvo ligada al hombre como la agricultura, medicina, magia, matemáticas y astronomía. La música ya no está sola. La humanidad nunca ha estado sin música. Es lo que nos quiere decir Ramón Andrés en este recorrido bien documentado. Indica en su primer capítulo, que el escuchar era un asunto de vida o muerte, saber escuchar, saber oír (que nunca sinónimos) era herramienta básica para sobrevivir. Cuando se sabe escuchar, se puede distinguir distintas fuentes sonoras con lo cual, esto, permitía convertirse en mejor cazadores, o también para escoger un mejor lugar donde conseguir salvaguardar a los enfermos, niños o viejos. Grandes cambios tuvieron que darse en la forma en cómo concebimos el mundo cuando la especie humana dejó de aguzar el oído para enfocarse más en la plástica de sus ojos.
En el segundo capítulo, se enfoca en la parte místico/mágica que de la
relación para con el grupo/colectivo social al que pertenece. Es decir, ya no simplemente se contextualiza, sino, que además existe una sincronía entre la medicina, el lenguaje astronómico, los ritos funerarios, así como los himnos de alabanza y lamento, acompasados con los primeros instrumentos musicales. Donde el espíritu y el cuerpo pasaba necesariamente por una organización de los sonidos, y que el Cosmos, en tanto que espejo correspondiente humano, [creaba] una entidad armónica (Andrés, R. 2008:61). Para el tercer capítulo, centrado en el tema Mesopotamía, explica la comunión entre religiosidad/sociedad/música. Por, siguiendo con el propósito del capítulo, no debe desestimarse que la cocina considerada un don divino, tenía un aspecto sagrado; por eso es Anu quien en el poema sobre Adapa, junto a los sacerdotes, guisa los alimentos y dispone la mesa. Por supuesto, la música tenía muy directa relación con los ágapes. Es por ello que durante los rituales, en los que se ofrendaban alimentos, se apelaba a una preparación especial de la comida, una preparación que se acostumbraba acompañarse con unos cantos específicos (Andrés, R. 2008:166). Tanto este como otros ejemplos más, en la tradición mesopotámica, en la mitología y en la concepción de su religiosidad, acompañan con loas cada actividad humana, de cual, a ello, está estrechamente unido un sentimiento de frágil devenir y una preocupación, cada vez más exacerbada, de la pervivencia personal. (Andrés, R. 2008:171). Es interesante mencionar que una religión animista como lo era en Mesopotamia, tenían una especial atención para con los músicos y su música. Es decir, un músico tenía tal relevancia importante en la sociedad ya que, era considerado un enlace entre la divinidad, los espíritus y los hombres. También se narra que en tiempos de guerra, los músicos no eran agredidos, respetaban a los músicos y que un rey, en este mismo capítulo menciona que, cuando un rey perdió una guerra contra los aqueos, entregó una cantidad importante de esclavos y músicos.
La idea principal resulta ser que la música, en un principio, ya sea Grecia o
Egipto o la India, tenía una función utilitarista, ya sea con motivo ritual religioso, o para acompañar con percusiones sensiblemente graves para inspirar a los guerreros en las batallas. El impacto que debió significar el rugir de los tambores a las distancia, mezclada con los gritos de guerra, el cuerno que anunciaba la hora cero, debió significar una inminente tormenta poderosa de sonidos.