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BOSQUEJO DE SERMÓN

Titulo: “Sendas antiguas”


Texto Bíblico: Jeremías 6.16
Auditorio: Iglesia (Presentación del plan 2019)
Propósito: Pastoral
Tema: Regresar al fundamento de la Iglesia.

Proposición: (Poder/deber/valor) Mover a reflexión a la congregación sobre la


necesidad de volver a la práctica básica de la iglesia, aquello que nos hace Ser Iglesia,
como una forma de responder a la realidad tan cambiante de nuestro tiempo.

Desarrollo:

El profeta Jeremías al igual que muchos otros y muy al estilo profético está levantando su
voz para denunciar anomalías e injusticias departe del pueblo, al igual que los otros
profetas inicia denunciando las cosas malas que el pueblo hace, seguido de un juicio que
Dios está haciendo sobre Israel y que de no manifestar un arrepentimiento vendrá
irremediablemente un castigo sobre el pueblo. Al igual que es característico de la
denuncia profética lo que busca es lograr un cambio de obrar del pueblo, todo esto
constituye el típico programa profético que durante más de 300 años profeta tras profeta
de manera diversas transmitieron al pueblo sin tener éxito (salvo casos muy contados).

Lo particular de Jeremías en esta sección es la invitación a volver hacía tras, regresar al


origen, al principio “paraos en las sendas antiguas”; una referencia clara a volver a ése
punto inicial, pero no solo en sentido del tiempo (comienzo), sino al fundamento, al
elemento fundente del pueblo, en otras palabras en aquello o en aquel que hizo posible su
existencia como pueblo: por un lado evoca la filiación y elección divina (la alianza) como
un don y por el otro la condición indigente del pueblo de donde surge.

Jeremías al igual que otros profetas interpreta que el pecado de Israel sea originado
precisamente porque han olvidado que todo cuanto son y tienen es un regalo de Dios, del
acto misericordioso del que los libero de su condición ínfima como pueblo, y que eso ha
degenerado en idolatría y en injusticia para sus hermanos y en especial para los menos
favorecidos, olvidando que ellos fueron alguna vez así y que Dios los saco de ahí,
generando que se olviden de Dios de la misma manera que ellos se olvidan de sus
hermanos.

Jeremías apela a la memoria y a la conciencia del pueblo como instrumentos del cambio
de su condición y como la receta para librarse de su drástico final.

Ésta misma demanda la vemos repetida en otros pasajes de la escritura y en momentos


diferentes, en los evangelios se hace referencia de esto cuando los fariseos le preguntan
a Jesús sobre el “divorcio” en el evangelio de Mateo 19.8, buscando que Jesús avale una
acción injusta, donde el esposo podía repudiar a su mujer en el momento que él quisiera
teniendo a la ley a su favor, dejándola en indefensión total, Jesús les dice: que ha sido la
dureza de sus corazones lo que hizo que Moisés tuviera que legislar sobre éste asunto,
“pero en el principio” no fue así, con palabras diferentes pero con el mismo sentido
Jesús invita a poner la mirada no en el presente (donde ya se tenía ésta legislación que
permitía y legitimaba éste abuso) sino a poner su vista y corazón en aquello que Dios
quería para ellos como pueblo el pueblo de la alianza.

Otro ejemplo de esto lo encontramos en la iglesia de Éfeso en el libro del Apocalipsis a la


cual se le hace ésta misma demanda: ha dejado su “primer amor”, en la misma sintonía
con el mensaje de los profetas y de Jesús de que han olvidado los fundamentos de su fe y
que por eso se ha extraviado, y donde se le invita a regresar a volver a ése primer
momento, a ése primer amor.

Toda ésta denuncia es pertinente para hoy, para nosotros como iglesia, de alguna manera
al igual que Israel, al igual que los fariseos y al igual que la iglesia de Éfeso hemos
olvidado vivir los principios de nuestra fe.

Vivimos en un tiempo que de manera equivocada las iglesias están buscando regresar a
un fundamento, pero no al fundamento de la fe, sino al fundamentalismo de la tradición
cristiana y con ello todos sus excesos históricos mal entendiendo ésta invitación.

Memoria y conciencia es lo que necesitamos, para emprender éste viaje a los


fundamentos de nuestra fe. No se trata de la añoranza del pasado inmediato (antecedente
histórico) que puede ser bueno, se trata de algo más grande: de regresar aquello que nos
dio origen como iglesia espiritual; regresar al evangelio mismo, en la vida y obra de Jesús.
Tampoco se trata de descubrir el hilo negro, elucubrando métodos o proyectos muy
elaborados, sino de regresar a la sencillez del evangelio y a su carga radical.

En las palabras de Jesús vemos ésta fuerza y a la vez la sencillez de su mensaje, cuando
llama a sus discípulos sólo les dice: “síganme” no mediando nada más, no ofreciendo
nada más; en el ejemplo de las bienaventuranzas por citar otro ejemplo vemos a Jesús
diciendo a los pobres y sufrientes: que son bienaventurados por vivir en ésa condición, no
da una explicación de porque les está diciendo tal cosas (que desde la lógica es tan
descabellada), sino simple y llanamente les dice ustedes son dichosos.

En éste sentido creo que un mal de nuestro tiempo que aqueja a la iglesia cristiana y que
en nuestra localidad en particular nos ha generado muchos problemas, es él nos hemos
centrado tanto en el “como” del mensaje y olvidamos el “que”, nos hemos ocupado o bien
de ver lo que la letra dice: en hebreo o griego (sin menospreciar ésta tarea exegética) que
olvidamos que lo importante era hacer, o buscamos encajar tanto en el presente
buscando amoldarnos a éste tiempo con la finalidad de ser pertinentes a nuestro tiempo y
buscamos mil maneras nuevas de hablar para transmitir el mensaje del evangelio, que la
iglesia sea hecho experta en congresos, en campañas, en eventos, etc. cuando lo único
que necesita es vivir lo básico: vivir como su Señor, asumir su vocación, “regresar a las
sendas antiguas”, volver a su primer amor.

Sin embargo y como siempre pasa, es más fácil decirlo que hacerlo, nos hemos
acomodado en el lugar donde estamos que esa invitación a movernos no es sencilla y no
produce en nosotros los resultados que se esperarían, algunas veces porque es muy
difícil y en otras porque no sabemos cómo hacerlo: siguiendo a Jeremías el proceso inicia
con la memoria (con poner los ojos hacia atrás, en lo que Dios ha hecho en nuestras
vidas, en el tiempo en que la fuerza de su amor nos alcanzo) evocando el principio de
nuestro llamado y lo que lo origino; y como acto seguido tomar conciencia, esto significa
en éste caso movernos a… un determinado punto o una acción.
Aplicación.

Amada Iglesia de Dios en Satélite éste año que en la misericordia de Dios nos permite
iniciar y que en su gracia nos permitirá transitar, yo les invito a que asumamos esta
invitación que hoy la palabra nos hace, de regresar a la base de nuestra fe.

Nuestro llamado en éste tiempo tan diverso, tan relativo, tan efímero, no consiste en ser
una gran administración, en ser un grupo muy bien orquestado, tampoco en conocer lo
arcano del conocimiento, oh ser una mega organización. Sino en ser la iglesia peregrina,
pobre y crédula en la palabra de Dios.

Y si se está preguntando cómo podemos lograr esto:

- Dependiente de Dios.
- Vivir nuestra fe en la cotidianidad.
- Creer en los pequeños gestos y acciones (leer la biblia, orar, perdonar, amar,
esperar, compartir, vivir con alegría nuestra elección, etc.)

Esto es volver al principio, no se trata de llevar nuestro realidad a la fe, sino que nuestra
fe la llevemos a nuestra realidad impactándola y quizá transformandola (se trata de vivir
esas cosas que siempre hemos sabido y que de alguna manera creemos, se trata de
poner en práctica lo que ya sabemos). En otras palabras es el volver a ése primer amor, a
vivir para Dios y vivir en Dios en todo tiempo.

Conclusión:

No se trata pues: de aprender a evangelizar, se trata de evangelizar.

No se trata de hablar del amor, se trata de amar.

No se trata de definir la fe, se trata de vivirla.

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