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Desarrollo:
El profeta Jeremías al igual que muchos otros y muy al estilo profético está levantando su
voz para denunciar anomalías e injusticias departe del pueblo, al igual que los otros
profetas inicia denunciando las cosas malas que el pueblo hace, seguido de un juicio que
Dios está haciendo sobre Israel y que de no manifestar un arrepentimiento vendrá
irremediablemente un castigo sobre el pueblo. Al igual que es característico de la
denuncia profética lo que busca es lograr un cambio de obrar del pueblo, todo esto
constituye el típico programa profético que durante más de 300 años profeta tras profeta
de manera diversas transmitieron al pueblo sin tener éxito (salvo casos muy contados).
Jeremías al igual que otros profetas interpreta que el pecado de Israel sea originado
precisamente porque han olvidado que todo cuanto son y tienen es un regalo de Dios, del
acto misericordioso del que los libero de su condición ínfima como pueblo, y que eso ha
degenerado en idolatría y en injusticia para sus hermanos y en especial para los menos
favorecidos, olvidando que ellos fueron alguna vez así y que Dios los saco de ahí,
generando que se olviden de Dios de la misma manera que ellos se olvidan de sus
hermanos.
Jeremías apela a la memoria y a la conciencia del pueblo como instrumentos del cambio
de su condición y como la receta para librarse de su drástico final.
Toda ésta denuncia es pertinente para hoy, para nosotros como iglesia, de alguna manera
al igual que Israel, al igual que los fariseos y al igual que la iglesia de Éfeso hemos
olvidado vivir los principios de nuestra fe.
Vivimos en un tiempo que de manera equivocada las iglesias están buscando regresar a
un fundamento, pero no al fundamento de la fe, sino al fundamentalismo de la tradición
cristiana y con ello todos sus excesos históricos mal entendiendo ésta invitación.
En las palabras de Jesús vemos ésta fuerza y a la vez la sencillez de su mensaje, cuando
llama a sus discípulos sólo les dice: “síganme” no mediando nada más, no ofreciendo
nada más; en el ejemplo de las bienaventuranzas por citar otro ejemplo vemos a Jesús
diciendo a los pobres y sufrientes: que son bienaventurados por vivir en ésa condición, no
da una explicación de porque les está diciendo tal cosas (que desde la lógica es tan
descabellada), sino simple y llanamente les dice ustedes son dichosos.
En éste sentido creo que un mal de nuestro tiempo que aqueja a la iglesia cristiana y que
en nuestra localidad en particular nos ha generado muchos problemas, es él nos hemos
centrado tanto en el “como” del mensaje y olvidamos el “que”, nos hemos ocupado o bien
de ver lo que la letra dice: en hebreo o griego (sin menospreciar ésta tarea exegética) que
olvidamos que lo importante era hacer, o buscamos encajar tanto en el presente
buscando amoldarnos a éste tiempo con la finalidad de ser pertinentes a nuestro tiempo y
buscamos mil maneras nuevas de hablar para transmitir el mensaje del evangelio, que la
iglesia sea hecho experta en congresos, en campañas, en eventos, etc. cuando lo único
que necesita es vivir lo básico: vivir como su Señor, asumir su vocación, “regresar a las
sendas antiguas”, volver a su primer amor.
Sin embargo y como siempre pasa, es más fácil decirlo que hacerlo, nos hemos
acomodado en el lugar donde estamos que esa invitación a movernos no es sencilla y no
produce en nosotros los resultados que se esperarían, algunas veces porque es muy
difícil y en otras porque no sabemos cómo hacerlo: siguiendo a Jeremías el proceso inicia
con la memoria (con poner los ojos hacia atrás, en lo que Dios ha hecho en nuestras
vidas, en el tiempo en que la fuerza de su amor nos alcanzo) evocando el principio de
nuestro llamado y lo que lo origino; y como acto seguido tomar conciencia, esto significa
en éste caso movernos a… un determinado punto o una acción.
Aplicación.
Amada Iglesia de Dios en Satélite éste año que en la misericordia de Dios nos permite
iniciar y que en su gracia nos permitirá transitar, yo les invito a que asumamos esta
invitación que hoy la palabra nos hace, de regresar a la base de nuestra fe.
Nuestro llamado en éste tiempo tan diverso, tan relativo, tan efímero, no consiste en ser
una gran administración, en ser un grupo muy bien orquestado, tampoco en conocer lo
arcano del conocimiento, oh ser una mega organización. Sino en ser la iglesia peregrina,
pobre y crédula en la palabra de Dios.
- Dependiente de Dios.
- Vivir nuestra fe en la cotidianidad.
- Creer en los pequeños gestos y acciones (leer la biblia, orar, perdonar, amar,
esperar, compartir, vivir con alegría nuestra elección, etc.)
Esto es volver al principio, no se trata de llevar nuestro realidad a la fe, sino que nuestra
fe la llevemos a nuestra realidad impactándola y quizá transformandola (se trata de vivir
esas cosas que siempre hemos sabido y que de alguna manera creemos, se trata de
poner en práctica lo que ya sabemos). En otras palabras es el volver a ése primer amor, a
vivir para Dios y vivir en Dios en todo tiempo.
Conclusión: