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Cada niño entiende y siente de forma distinta, en función del momento de su

desarrollo sensorial. En la vida diaria, utilizan la vista, el olfato, el oído, el tacto, el


gusto. Cuando todos estos sentidos se desarrollan y el cerebro es capaz de interpretar
de forma correcta las informaciones transmitidas, hablamos de la integración sensorial.

La teoría de Ayres, establece la relación existente entre el proceso neurológico y el


comportamiento. Sabemos que el desarrollo sensorial y cognitivo son indisociables y
que es muy importante estimular en la primera infancia todos los sentidos
mencionados anteriormente.

Después de un año, el niño se interesa cada vez más en el mundo que lo rodea,
sintiéndose atraído por sus objetos y eventos externos. Una vez que ha tenido una
victoria importante en su camino de crecimiento y desarrollo: la capacidad de ir solo, el
niño está lanzando la misión de conocer y explorar el vasto mundo que lo rodea. En
este enfoque, el niño confía en sus sentidos: ver, oír, saborear, oler y tocar.

En la Escuela Infantil, podemos con muy pocos recursos pero con mucha imaginación
realizar juegos y juguetes que estimulan la actividad sensorial.

El bebé está fascinado por todo lo que se mueve, disfrutando de los colores muy
contrastantes y todo lo que brilla. Al darle la oportunidad de mirar muchos de estos
objetos e inspirar su curiosidad, lo estimulará a reconocer diferentes objetos y figuras
humanas. Los niños aman la música y tiene que ser variada (canciones infantiles,
canciones populares, música clásica). Es interesante para un niño/a escuchar su
propia voz. Grabar la voz del niño y dejarlo que la escuche. Desarrollar el gusto del
niño no es difícil. Basta con dejar que lo pruebe todo, y que se sorprenda. Colocar en
recipientes, arroz, pasta, lentejas, harina, etc. El niño puede tocar, comprobando las
diversas texturas.

Hay que tener en cuenta que ciertos sonidos, luces, olores, texturas y sabores pueden
causar la sensación de “sobrecarga sensorial”. Luces brillantes o intermitentes,
sonidos fuertes, ciertas texturas de alimentos y prendas de vestir son algunos de los
detonantes que pueden hacer sentir a los niños/as sobrecargados y molestos.

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