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El drama que se está viviendo en Venezuela, donde los que administran las grandes riquezas del
llamado ESTADO, bajo el silencio cómplice de los que dicen ser oposición, ya tienen una política
definida para cercenar los derechos humanos de los más humildes y que arropa a la inmensa
mayoría de compatriotas, víctimas de un ESTADO ASESINO, que ha convertido a Venezuela en un
ESTADO CORPORATIVO y donde se vende el país al gran capital y juntos ejecutan de manera
silenciosa el genocidio ordenado por el Club Bilderberg, desde junio del 2016.
Todo indica que el socialismo del siglo XXI la única opción democrática que ha dejado en el
panorama político venezolano -y eso hay que reconocerlo- es la muerte, porque tarde o temprano
nos llega a todos por igual.
Allí en medio de esa doctrina neoliberal, es donde están los intereses de la clase política que domina,
son las cuotas de poder político-económico lo que les interesa, lo demás es cuento. A ellos no les
importa que la gente se muera de hambre o que no consiga el medicamento indicado o por el alto
costo no puedan adquirirlo, allí lo que les conviene es seguir saqueando un país que es de todos,
que pertenece en igualdad de condiciones a cada uno de los venezolanos -y ellos, los de arriba- se
lo expropiaron al pueblo. Esa clase política, unos llamados de derecha y otros los del gobierno
llamados de izquierda, nunca han contribuido con su trabajo a engrandecer el país, es una clase
parasitaria, siempre “gana” sin perder jamás, incluso muchos de ellos son venerados por el vulgo
con majadera admiración por sus niveles de ignorancia, desinformación y por sus altos niveles de
alienación.
Esa promesa demagógica de los ya tradicionales partidos políticos sobre la construcción de una
democracia plena, se la comió el imperio del gran capital. Los mismos han lisiado el pensamiento de
nuestros propios próceres y si hacen referencia de los mismos es para manipular y engañar, negando
en la práctica los derechos inalienables del ser humano como es la vida, la libertad y la búsqueda de
una sociedad donde sus habitantes vivan en condiciones de igualdad social, económica y política.
En esta realidad que vivimos donde todo es un caos, hay esperanza en medio de la desesperanza,
porque el país sabe que poseemos inmensos recursos que nos pueden ayudar a salir del
desbarajuste, siempre y cuando seamos capaces de organizarnos como sociedad civil en búsqueda
de un camino distinto al que han indicado y señalado los partidarios del capitalismo y el socialismo,
para que el pueblo realmente tome el poder, en esa propuesta de una Constituyente Originaria
donde los de abajo inventen, ideen, imaginen y conciban un proyecto de país que realmente
satisfaga el bienestar de todos los venezolanos en igualdad de condiciones y donde nuestros
recursos naturales sean administrados con verdadero criterio ecológico, es la hora de asumir la
convocatoria de nuestro Simón Rodríguez de concebir, fantasear y forjar la patria agraciada,
encantadora y sublimen donde quepamos todos los colores y nuestra bandera sea el centro en
medio de ese basto océano que nos espera de prosperidad. Es la utopía creadora, que rompe con
los viejos modelos civilizatorios, es el camino que nos queda, porque de lo contrario si la resignación
y el miedo se apodera de todos nosotros, es aceptar la servidumbre como modo de vida y renunciar
a nuestro propio futuro, aceptando la recolonización que el paradigma globalizador ha colocado en
marcha con la complicidad de un gobierno y una oposición arrodillada y corrompida hasta más no
poder al servicio del imperio del gran capital.