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❖ Restaurar al caído. Gálatas 6:1a.

Gálatas 6:1-10 contiene ❖ Cuidado con la tentación. Gálatas 6:1b.


una serie de consejos
❖ Ayudar a llevar las cargas. Gálatas 6:2a.
prácticos para la vida del
creyente en su relación ❖ Cumplir la ley de Cristo. Gálatas 6:2b.
con los demás creyentes ❖ Llevar nuestra carga. Gálatas 6:5.
que comparten con él la ❖ La cosecha y la siembra. Gálatas 6:7-8.
vida cristiana.
❖ Hacer bien a otros. Gálatas 6:9-10.
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna
falta, vosotros que sois espirituales, restauradle
con espíritu de mansedumbre…” (Gálatas 6:1a)
Se espera del creyente que sea perfecto (Gálatas 5:16;
Mateo 5:48), pero en ocasiones puede sorprenderse o
ser sorprendido cometiendo una falta.

No se trata aquí de un pecado


desafiante o una rebelión
deliberada, sino de un error o
tropiezo.
¿Cómo nos enseñó Jesús a
restaurar a nuestro hermano?
Mateo 18:15-17.
Debemos “reparar” o “remendar” el error del hermano
de forma personal, con amor y delicadeza.
Solo cuando el hermano se niegue a reparar su error,
debería ser puesto en conocimiento de uno o dos
testigos y, como último recurso, de la iglesia.
“… considerándote a ti mismo, no sea que
tú también seas tentado” (Gálatas 6:1b)

Pablo pasa repentinamente del plural al singular.


Quiere hablar específicamente a la persona que
ha descubierto el error de su hermano.

Antes de censurar el error en otro, debo


considerarme a mí mismo. ¿Podría haber
cometido yo el mismo error? ¿Cómo me hubiera
gustado que me tratasen, si hubiese caído?
Los ejemplos de David, Pedro u otros personajes
bíblicos, nos enseñan que nadie, por muy
espiritual que sea, está libre de cometer un
error; pues todos tenemos la misma naturaleza
pecaminosa (1ª de Corintios 10:12)
“Sobrellevad los unos las cargas de los otros…” (Gálatas 6:2a)
La palabra “carga” usada aquí se refiere a un peso que
debía ser llevado una larga distancia. Por extensión, se
usaba para cualquier clase de problema o dificultad.
Se nos anima a ayudar a los demás a llevar sus cargas.
Éstas pueden ser una caída moral o sus consecuencias,
una enfermedad física, una crisis familiar, etc.
Dios no desea que llevemos todas nuestras cargas solos. Esto implica también
que nuestro orgullo no nos debe impedir que otros puedan beneficiarnos
ayudándonos a llevar nuestras cargas.

Es labor de la iglesia, y de cada uno de


sus miembros, preocuparse los unos
por los otros (1ª de Corintios 12:26).
“… y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2b)

¿Cuál es la ley de Cristo?


Jesús nos dio un mandamiento: “como
yo os he amado, que también os
améis unos a otros” (Juan 13:34).
Él unió el cumplimiento de la ley moral
al amor. Amar a Dios sobre todas las
cosas y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos resume todos los
mandamientos (Mateo 22:36-40).

Al llevar las cargas de otros, no


solamente estamos siguiendo las
pisadas de Jesús, sino también
estamos cumpliendo la Ley.
“porque cada uno llevará su propia carga” (Gálatas 6:5)

En muchas traducciones, existe una


aparente contradicción entre el
versículo 2 y el 5.
En realidad, Pablo usa dos palabras
distintas: baros (v. 2; carga, peso) y
phortion (v. 5; carga, fardo).

El “fardo” del versículo 5 se refiere a la carga de


un barco, la mochila de un soldado o el bebé en
el vientre de la madre.
Todas ellas son cosas que no pueden ser dejadas
a un lado. Es decir, nadie puede llevarlas por otro.

Hay cargas que nadie puede llevar por nosotros, como la


carga de una conciencia culpable, u otras de las que
debemos depender exclusivamente de la ayuda de Dios.
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el
hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para
su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el
Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:7-8)
Aunque podemos ignorar a Dios, no
podemos burlarlo. Él es el Juez justo que
pagará a cada uno según halla sembrado
en esta vida.
El que viva para satisfacer los deseos de la
carne, su carne será destruida. El que viva
para satisfacer los deseos de Dios, vivirá
eternamente.
La ley de la siembra y la cosecha se cumple
aún en esta vida. Sufrimos o somos
beneficiados de las consecuencias de
nuestros actos.
Dios no siempre nos libra de las
consecuencias, pero siempre nos perdona
nuestros pecados y nos adopta como hijos.
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos,
si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a
todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10)
Pablo nos invita a hacer el bien en cada oportunidad que tengamos.
En su momento, si persistimos, veremos los resultados.
Nuestras buenas acciones afectan a dos grupos:

Todas las personas son criaturas de Dios


y Jesús murió por cada una de ellas.
A todos Todas, por tanto, son dignas de recibir
nuestra ayuda sin distinción de raza,
sexo, casta, estatus…

Este grupo ha de ser considerado


A los de especialmente. Cada miembro de iglesia
la familia es nuestro hermano y nuestra hermana.
de la fe Miembros de nuestra familia, a los que
debemos prestar especial atención.
“Mientras no nos sintamos en condiciones de sacrificar
nuestro orgullo, y aun de dar la vida para salvar a un
hermano desviado, no habremos echado la viga de nuestro
propio ojo ni estaremos preparados para ayudar a nuestro
hermano. Pero cuando lo hayamos hecho, podremos
acercarnos a él y conmover su corazón. La censura y el
oprobio no rescataron jamás a nadie de una posición
errónea; pero ahuyentaron de Cristo a muchos y los
indujeron a cerrar sus corazones para no dejarse convencer.
Un espíritu bondadoso y un trato benigno y persuasivo
pueden salvar a los perdidos y cubrir multitud de pecados.
La revelación de Cristo en nuestro propio carácter tendrá
un poder transformador sobre aquellos con quienes nos
relacionemos. Permitamos que Cristo se manifieste
diariamente en nosotros, y él revelará por medio de
nosotros la energía creadora de su palabra, una influencia
amable, persuasiva y a la vez poderosa para restaurar en
otras almas la perfección del Señor nuestro Dios”
E.G.W. (El discurso maestro de Jesucristo, pg. 109)

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