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SIIS Centro de Documentación y Estudios, Vivir mejor. Hacia una comunicación efectiva. Serie:
Buenas Prácticas en la Atención a Personas con Discapacidad, Vitoria-Gasteiz, Diputación
Foral de Álava, 2012, 94 p.
Para determinar el perfil personal de comunicación es necesario realizar una valoración y para ello
pueden aplicarse diversos métodos:
Muchas personas con dificultades de comunicación son capaces de ofrecer la información necesaria
acerca de sus preferencias comunicativas por sí mismas y, en esos casos, conviene plantearles
directamente las preguntas que nos ayudarán a determinar su perfil comunicativo:
cómo desea comunicarse, es decir, qué forma o formas combinadas de comunicación desea y
puede utilizar para comunicarse;
qué necesita ella para utilizar esas formas de comunicación, es decir, qué medios requiere tener
a su disposición para expresarse y/o para entender lo que otras personas le comunican;
cómo deben actuar sus interlocutores para que ella pueda entender lo que pretenden comunicarle.
Otras personas en cambio no pueden responder por sí mismas y, en tales supuestos, será
necesario recurrir a otras fuentes de información, en particular:
a personas que les conocen bien y que son capaces de ofrecer datos muy relevantes en relación
con las características de la comunicación de la persona, como se explica en el siguiente apartado
("Hablar con otras personas")
a fórmulas de observación directa, como se explica en el apartado "Observar a la persona".
Quienes conocen bien a la persona que presenta dificultades de comunicación pueden ser de
gran ayuda para señalar aspectos clave que serán de la máxima utilidad para esbozar algunas
características básicas de su forma de comunicar. Las personas que conforman su círculo de
relaciones (véase el tema de este Banco de Buenas Prácticas referido a la Planificación
Centrada en la Persona), ya sean familiares, amigos y amigas, o profesionales del servicio o de
un servicio del que ha sido usuaria con anterioridad, darán, con toda seguridad, pistas valiosas
sobre cómo desea y cómo puede comunicarse la persona.
Con todo, es importante actuar con cierta cautela, porque a veces estas personas, tan cercanas,
pueden equivocarse involuntariamente o, simplemente, ofrecer interpretaciones muy dispares
de los intentos comunicativos de la persona. Por ello, cuando se recurre a estas fuentes es
aconsejable registrar la información que ofrezcan las diferentes personas consultadas para
luego poder comparar y contrastar sus opiniones y alcanzar acuerdos interpretativos que
deberán verificarse a posteriori.
Así, por ejemplo, para algunas personas con discapacidad intelectual o con deterioro cognitivo,
las palabras no tienen ningún sentido. Otras son capaces de entender una o dos palabras clave,
que les son familiares en cualquier frase que se les diga. Aunque esto es una ventaja, presenta
también un doble riesgo: que las familias y el personal interpreten que la persona entiende mucho
más de lo que realmente entiende, y que la persona con discapacidad cometa cada vez más
errores al interpretar lo que se le dice.
Este tipo de situaciones puede llevar a la familia y al personal a considerar las respuestas
inapropiadas como desobediencia u obstinación, y a la persona con discapacidad a frustrarse,
porque sus expectativas no se materializan.
En otros casos, puede ocurrir que creamos que la persona con discapacidad ha entendido porque
ha respondido de forma apropiada y porque el mensaje es lo suficientemente complejo como para
no considerar posible que lo ha descifrado a partir de un simple movimiento, de un gesto o de
algún otro indicio contextual.
Algunas personas con discapacidad intelectual tienden a repetir determinadas frases y palabras
continuamente: a veces parece que las utilizan de forma totalmente apropiada; otras que las dicen
al azar. Esta disfunción se denomina ecolalia. Es importante tener presente que la cantidad de
palabras o la claridad con la que se expresan pueden llevarnos a tener expectativas demasiado
elevadas sobre sus habilidades comunicativas. Las personas con este tipo de lenguaje a menudo
tienen importantes limitaciones de comprensión. Han aprendido las palabras y las frases como un
conjunto de sonidos, no como un conjunto de significados, de modo que no son capaces de utilizar
esas mismas palabras en una frase distinta.
Si cometemos el error de creer que una persona entiende el lenguaje verbal cuando no es así,
nuestras expectativas serán demasiado elevadas, de modo que si responden de forma inadecuada
o no responden, pensaremos, erróneamente, que lo hacen por desobediencia, por obstinación,
por vagancia, etc., cuando en realidad el único problema es que, en esa ocasión, no hemos
acompañado nuestra frase de gestos u otros indicios no verbales. Si no nos es posible determinar
con precisión qué nivel de comprensión tiene realmente una persona, es bueno acompañar las
frases con gestos, imágenes, señales o símbolos, porque pueden ayudarle a entender. Si no los
necesita, simplemente hará caso omiso.
Es importante, por lo tanto, cuando comunicamos con una persona que presenta dificultades para
la comunicación averiguar cuál es su capacidad real de comprensión y cuáles los medios de
comunicación más ajustados a dicha capacidad. Existen dos tipos de métodos para determinarla:
Aunque los métodos formales y no formales no siempre se aplican conjuntamente, pueden resultar
muy complementarios, ya que, en determinados casos, las personas que, en el marco de un test
formal y especializado, entienden, por lo menos parcialmente, el lenguaje verbal, cuando vuelven
a su vida habitual y se encuentran en un entorno más ruidoso, con múltiples factores que les
distraen y desconcentran, les resulta mucho más difícil entenderlo, lo que significa que su nivel
funcional de comprensión es mucho más limitado de lo que podría indicar el método formal de
valoración.
SIIS Centro de Documentación y Estudios, Vivir mejor. Hacia una comunicación efectiva. Serie:
Buenas Prácticas en la Atención a Personas con Discapacidad, Vitoria-Gasteiz, Diputación
Foral de Álava, 2012, 94 p.